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Documento III
Fuente: Stewart, M., Brown, J., Weston, W., McWhinney, I., McWilliam, C., & Freeman, T.
(2014). Patient-Centered Medicine. Transforming the Clinical Method (3.ed.). Oxon: Radcliffe
Medical Press.Texto traducido por Pedro Ventura
Cuando la enfermera Romero revisó la lista de pacientes del día se sintió sorprendida al
ver el nombre de Cristóbal Carmona en la misma. La cita era para una revisión de la tensión
arterial, lo que le hizo sentirse irritada: “Esto va a ser una pérdida de tiempo”, la enfermera
pensó para sí, “y seguro que me va a ocupar más de 10 minutos”.
Aunque el señor Carmona, de 57 años, había sido paciente de la enfermera Romero
durante 15 años, la visitaba muy de cuando en cuando, presentándose normalmente con
síntomas agudos como dolor de espalda o gripe. Durante ese tiempo, toda vez que la enfermera
había intentado implicar a Cristóbal en estrategias de prevención para la mejora su de su salud,
como la de dejar de fumar, el paciente había mostrado poco o nulo interés. De hecho, era
bastante esquivo con dichas sugerencias respondiendo, por ejemplo: “No creo que sea tan serio
Pepa, tengo cosas más importantes de las que preocuparme, como conseguir mi nómina”. La
enfermera seguía perseverando en su objetivo de cambiar algunos de los hábitos del señor
Carmona, pero estaba empezando a sentirse cansada y harta por el nulo interés mostrado por el
paciente.
Uno de los últimos episodios en esta relación profesional-paciente fue cuando al señor
Carmona le diagnosticaron hipertensión hace un año. Durante una de sus ocasionales visitas a la
consulta (por un resfriado), la enfermera Romero consiguió tomarle la tensión a Cristóbal:
170/100. Después de una larga charla de lo que esto significaba, más sus posibles
consecuencias, el señor Carmona estuvo de acuerdo en seguir observándose la TA. Su otro
riesgo cardiovascular lo constituía el hecho de fumar un paquete al día. Su trabajo como obrero,
a pesar de una dieta de baja calidad, le había ayudado a controlar su peso. En las tres siguientes
visitas, su TA había permanecido alta, prácticamente en los mismos valores.
Convencer a Cristóbal para que controlara su hipertensión usando medicación fue una
dura batalla para el equipo de salud. Desde su punto de vista no había ningún problema, porque
él se sentía muy bien. “Vale, Pepa, ¿qué te parece si intento fumar un poco menos y no beber
cerveza hasta por la noche? ¡Ahí puede estar el truco!” Después de muchas sugerencias, y
después de haber enfatizado las consecuencias negativas que podría traerle la HTA, el equipo
convenció a Cristóbal para que se tomase la medicación. Sin embargo, a pesar de la receta, el
tratamiento le parecía muy caro, y decidió tomar las pastillas sólo cuando se sintiera cansado o
desganado.
Cristóbal no volvió en cuatro meses para la revisión de su TA, al cabo de los mismos
apareció en la consulta quejándose de dolor de espalda, y fue en la misma donde Pepa supo del
“plan personalizado” del paciente con respecto a su tratamiento. La enfermera se sintió enfadada
y preocupada a la vez. Cristóbal no era idiota y debería hacer las cosas con más sentido común.
Ahora su TA era de 185/100.
La enfermera Romero trató de ser paciente mientras le explicaba a Cristóbal cómo la
medicación hacía efecto y lo que podía suceder si no seguía las instrucciones. Sin embargo, el
señor Carmona había mostrado más interés en su dolor de espalda y en lo fastidioso que era
trabajar con el mismo; ¡librarse del dolor era su prioridad! Usando esto como escusa, la
enfermera consiguió que Cristóbal accediera a verla en la consulta una vez a la semana, hasta
que las molestias de espalda desaparecieran. Tal vez esto podría servir para educarlo acerca de
los cuidados de su HTA y, cuando menos, hacer posible una observación más estrecha de su
tensión. Como era de esperar, las molestias desaparecieron en un mes, después del cual las
visitas al centro disminuyeron. No obstante, Cristóbal había empezado a tomar sus pastillas
diariamente, aunque seguía fumando igual. Su TA era ahora de 150/90.
Por eso, cuando la enfermera vio al señor Carmona en la lista se preguntó: “¿por qué
ahora, por qué está Cristóbal aquí ahora?... tal vez algo ha cambiado”. Con ligero optimismo lo
recibió en la consulta diciéndole: “Hola, Cristóbal, ¿cómo van las cosas?”. A la enfermera le
sorprendió ver al paciente, siempre tan brusco, muy triste, desconsolado, cabizbajo.
“Ella se ha ido, Pepa”, dijo Cristóbal, haciendo esfuerzos para no llorar, “se fue hace
una semana”. La enfermera tomó asiento y estuvo en silencio, tratando de recordar quién era
ella en la vida del paciente. Cristóbal nunca había hablado de su familia, dejando aparte su
pareja. A Pepa le tembló la voz al preguntar: “Lo siento Cristóbal, ella…, ¿a quién te refieres?”
En este momento la enfermera se sintió culpable, enfadada consigo misma y estúpida por no
saber lo que su paciente, tras 15 años, estaba revelándole en este momento de dolor.
Cristóbal Enfermera
Problema/s Problema/s
Objetivo/s Objetivo/s
Rol/es Rol/es