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El teatro en Atenas y el canon clásico en la escultura

Arte y cultura griegos durante el período clásico (segunda parte)

Lo Apolíneo y lo Dionisíaco:

En su libro El nacimiento de la Tragedia, Friedrich Nietzsche propone la duplicidad


Apolíneo -Dionisíaco como principio generador del arte. Apolo y Dioniso son dos instintos,
dos fuerzas que tienen como característica principal la lucha constante. Si bien marchan
juntos, lo hacen en abierta discordia y, excitándose mutuamente, engendran frutos
nuevos.

Apolo es uno de los dioses más importantes de Grecia. Es el dios de la juventud, la belleza,
la escultura, la arquitectura y la poesía.
Para Nietzsche es el dios de la luz, la claridad y la armonía: simboliza la norma,
el equilibrio, la serenidad, la moderación, la medida, la perfección, lo proporcionado.
Lo apolíneo obedece a procesos lógicos del pensamiento, es dueño de los valores de la
razón y subyace una negación de lo vital. Apolo tiene que ver con el principio de
individuación, con el "conócete a ti mismo" de Sócrates.
Tiene un instinto figurativo: para Nietzsche representa lo aparente.

Dioniso es el dios de la vegetación, de las cosechas, de la embriaguez. Representa la


alegría desbordante, el éxtasis, el delirio místico y la orgía.
Para Nietzsche es el dios de la noche, lo oscuro, la confusión, el caos, el riesgo, lo que
callamos de cada uno, lo pasional. Representa la música atávica, percusiva, y la danza.
Lo dionisíaco emerge de los problemas del ser y no renuncia a nada que sea vida.
La tragedia griega hace referencia al coro y representa per se lo dionisíaco.
Lo dionisíaco es base y sostén de lo apolíneo. Es en ese lugar donde los personajes luchan
contra sus pasiones y el destino.
Nietzsche critica que la cultura occidental le de mayor importancia a lo apolíneo que a lo
dionisíaco, ya que éste último es el valor de la vida.
Según Nietzsche, Dioniso es el camino para alcanzar la grandeza humana.

El dionisismo es una religión de carácter natural que apunta a la liberación del yo y al


abandono de las formas para insertarse en el fluir vital. Presenta la muerte como un
tránsito a otras formas de existencia. Se opone al principio de individuación que limita y
convierte al hombre en ser para la muerte.

En Occidente ha existido un predominio de lo apolíneo sobre lo dionisíaco debido a que


ontológicamente fue considerado mejor y moralmente superior

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El Teatro en Atenas

Las fiestas dionisíacas guardaban relación con los distintos ciclos del cultivo y de la vid.
En su ritual, las bacantes (seguidoras de Dioniso) realizaban el sparagmós; un
descuartizamiento de un animal o de un palo con una hierba que lo representaba.
Un mensajero aparecía y decía que Dioniso había resucitado; distintas personas con
máscaras representaban a los sátiros y a los dioses, en base a ciertos esquemas de
representación, en donde el rito incluía danzas de posesión, estados de trance e histeria
colectiva. En este sentido, Grecia es deudora de corrientes de pensamiento, de cultos y
rituales provenientes de regiones orientales.
Así se crean los cantos ditirámbicos (siglo VII A.C.) que honran al dios en torno a la thymile
(altar) y que surgen del coro de sátiros presentes en su culto.
En el siglo V A.C. aparecen los concursos de cantos ditirámbicos:
el coro es el que canta y el Corifeo (guía del coro) lanzaba un grito (ritornello) que era
respondido por el Coro, implorando ansiosamente que el dios Dioniso se hiciera presente.
Irrumpía entonces una estatua del dios llevada en procesión en un carro que, dada la
importancia marítima de la Hélade, tenía forma de barco (carro naval).
A Tespis se le atribuye el sacar a un personaje del coro: el corifeo se independiza y se
convierte en primer actor que no sólo dialoga con el coro sino que actúa. En la Poética,
Aristóteles dice que este proceso lleva al origen de la tragedia, y por tanto al origen del
teatro occidental. Lo que resulta indudable es el sentido religioso del teatro griego.
La tragedia, la comedia y el drama satírico son los tres géneros dramáticos del teatro
griego. El drama satírico expresa la necesidad de dar rienda suelta a los impulsos
refrenados por parte de la representación. Integrado por un coro de sátiros, predomina la
danza, lo gestual y lo grotesco.
Las Fiestas tenían lugar tres veces al año y se agrupaban en las grandes Dionisíacas, las
Leneas y las Dionisíacas rurales.

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Democracia y teatro estuvieron íntimamente relacionados en la ciudad de Atenas, al


punto de que el teatro ejerció el papel de un verdadero laboratorio político para los
ciudadanos de la polis en el siglo V A.C.
Fue el tirano Pisístrato (543 A.C.) quien instituyó los primeros certámenes dramáticos
buscando de esa manera atraerse el favor del pueblo. La tragedia es el ideario social
propio de la ciudad; el pensamiento jurídico en pleno trabajo de elaboración.
Pero fue la perspicacia de Pericles la que frente a los ideales aristocráticos, impulsó el
teatro como una forma de educar políticamente al ciudadano, ilusionando al pueblo con
los ideales de coparticipación en las toma de decisiones y corresponsabilidad en las
mismas, y con los conceptos de igualdad ante la ley y libertad de expresión.

El teatro de Dioniso, al pie de la Acrópolis de Atenas.


La tragedia no es sólo una forma de arte; es una Institución social de la ciudad.
La ciudad se hace teatro y se representa a sí misma. Pero no se refleja; se cuestiona.
Frente a la epopeya, que relata por extenso las hazañas de los héroes y ensalza sus
momentos de gloria, la tragedia concentra su mirada en los momentos de crisis y
quebranto de los grandes héroes.

La tragedia nace en Grecia; florece y se degenera casi en el espacio de un siglo. En el siglo


IV Aristóteles escribe la Poética y no comprende ya lo que es el hombre trágico.

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El contenido de la tragedia está constituido por los mitos; ningún trágico inventó o creó la
historia sino que narró algo que todos sabían y creían. Pero la tragedia se distancia de los
mitos heroicos en los que se inspira y los transpone con libertad.

La tragedia está escrita en verso y pertenece al ámbito de la poesía. Posee una parte
episódica y una coral de manera alternada. Presenta una dualidad entre la lírica coral y la
forma dialogada, cercana a la prosa. Un debate entre ambos.
Tiene como personajes a los hombres (no a los dioses) y de los hombres, los héroes. En la
tragedia se produce una lucha del hombre contra el destino, una lucha que el hombre no
puede resolver por sí mismo.

La tragedia es, según Aristóteles, la imitación de una acción de carácter elevado y


completo, con una cierta extensión, en un lenguaje agradable, llena de bellezas de una
especie particular según sus diversas partes. Imitación que ha sido hecha por personajes
en acción y no a través de una narración, la cual moviendo a compasión y a temor,
provoca en el espectador una purificación (catharsis) propia de estos estados emotivos.
El personaje trágico lo encarna un actor profesional.
Los griegos supieron diferenciar actor de personaje y su relación con la ficción. La palabra
con la que los antiguos griegos designaban al actor fue la de hypócrites.
Al principio, un mismo actor podía representar a varios personajes e incluso
representaban los roles femeninos. Tanto Esquilo como Sófocles actuaron en sus obras.

Utilizaban grandes máscaras para identificar los caracteres. Si bien hay un parentesco con
las mascaradas rituales, su papel no es ya ritual sino estético.

La máscara lo integra en una categoría social y religiosa definida: la de héroe.


Pero el héroe ha dejado de ser un modelo: se ha convertido en un problema.
Además de la máscara, los actores utilizaban coturnos, un calzado alto que les daba una
estatura que los distinguía de los integrantes del coro.

En la representación de la tragedia, las muertes de los personajes ocurrían "ob-skene"


(fuera de escena) porque se lo consideraba de mal gusto.

Teatro de Epidauro, en el Peloponeso.

El coro es un personaje colectivo y anónimo encarnado por un colegio de ciudadanos.


Expresa con sus temores, esperanzas y juicios los sentimientos de los espectadores que
componen la comunidad cívica, a través de las plegarias, las invocaciones, los cantos de
victoria y los comentarios.
En la cosmovisión griega los personajes experimentan distintos estados:
Hybris: soberbia, exceso
Até: ceguera
Hamartía: error de consecuencias trágicas
Metábole o Peripecia: cambio de situación en la suerte del héroe (generalmente, paso al
infortunio)
Anagnórisis: reconocimiento, revelación

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Características del Edificio

El edificio presentaba tres partes principales: el koilon, la orchesta y la skené.

Planta de anfiteatro griego

Koilon: conjunto de gradas donde se asentaban los espectadores.


Ocupaba la ladera de la montaña y recibió también el nombre de theatron (lugar desde el
que se mira), que más tarde pasó a referirse a toda la construcción.
Tenía forma semicircular y los asientos estaban situados en gradas.
Orchesta: era la parte más antigua del teatro, utilizada por los coros y las danzas rituales.
En los primeros tiempos tenía un altar en el centro, thymile, donde se sacrificaba un
cordero en honor del dios Dioniso antes de comenzar la representación. El altar fue
disminuyendo de tamaño con el tiempo hasta desaparecer.
En general, tenía forma circular, poseía 24 metros de diámetro, y estaba situada al pie de
la ladera en un lugar aplanado. Cuando se creó la skené, ésta se adentraba en ocasiones
en el círculo hasta ocupar un séptimo de su diámetro.
Skené: se construyó cuando además de coros comenzó a haber un argumento.
Era una plataforma alargada y estrecha situada junto a la orchesta, en el lado opuesto al
koilon. Con el tiempo se elevó cerca de tres metros sobre la orchesta, sostenida por una
columnata. En 465 a. C. los dramaturgos comenzaron a usar un telón para estos casos, que
colgaba detrás de la skené simulando un decorado y que también servía a los actores para
ocultarse detrás y cambiar de vestuario durante la obra; se convirtió en una pared de
ladrillo o piedra en 425 a. C., llamada paraskenia, y desde entonces fue un elemento
común en los teatros; consistía en una pared larga proyectada hacia delante por los lados,
la cual podía tener puertas para las entradas y salidas de los actores. Justo delante de la
paraskenia, entre ella y la orchesta, la skené recibió el nombre de proskenion.
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Los tres autores trágicos:

Esquilo (525 a 456 A.C.)


Conocido como el creador de la tragedia, escribió 90 obras de las cuales,
lamentablemente, se conservan sólo 7.
En ellas aparece la cuestión del destino y de la justicia divina como tema persistente.
Los hijos pagan las culpas de sus antepasados pero existe la esperanza de que en algún
momento dioses y hombres se reconcilien.
Para representar este traspaso de la desgracia de generación en generación, Esquilo
encuentra en la trilogía trágica su forma adecuada (por ejemplo la Orestíada, integrada
por Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides)

Sófocles (496 a 406 A.C.)


Es el más clásico de los trágicos y autor de 130 obras de las que se conservan siete
tragedias. Obtuvo 24 veces el primer premio en los certámenes y resulta increíble que la
que fue considerada la tragedia más lograda, Edipo rey, no haya resultado vencedora en
los certámenes. Sófocles centra el argumento en el accionar del hombre.
La vida es un transitar doloroso, inevitablemente, y es dolor conduce al reconocimiento.
Instala el concepto de la medida. La areté (virtud, excelencia) enlazada con la paideia
(formación).

Eurípides (480 a 406 A.C.)


Autor de 92 obras de las cuales se conservan 18, Eurípides es conocido principalmente por
haber reformado la estructura formal de la tragedia ática tradicional, mostrando
personajes como mujeres fuertes y esclavos inteligentes y por satirizar muchos héroes de
la mitología griega.
Sus obras parecen modernas en comparación con los de sus contemporáneos,
centrándose en la vida interna y las motivaciones de sus personajes de una forma antes
desconocida para el público griego. Para algunos críticos, Eurípides, liquida lo trágico.

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Algunas esculturas fundamentales del período clásico:

Discóbolo, de Mirón

Realizada por Mirón de Eléuteras en torno al 450 a.C., está icónica obra del clasicismo
presenta un carácter sumamente dinámico. Representa a un atleta en el instante anterior
al lanzamiento del disco.

Mirón representa el cuerpo en el momento de su máxima tensión y esplendor; ese


esfuerzo no se refleja sin embargo en el rostro de la estatua, que muestra solo una tenue
concentración. La torsión del cuerpo es vigorosa, pero al mismo tiempo armoniosa y
delicada. Todo el cuerpo está echado hacia delante, para producir con el balanceo
posterior el impulso necesario para poder lanzar el disco.
Como ocurre con la mayor parte de las esculturas griegas más importantes, no se ha
conservado la obra original en bronce, aunque su forma se conoce gracias a varias copias
en mármol talladas en época romana. De entre estas copias, la primera descubierta en
época moderna (1781) es conocida como Lancelotti, y proviene de la Villa
Palombara propiedad de la familia Massimo. Actualmente se encuentra en el Museo
Nazionale Romano, en su sede del Palazzo Massimo alle Terme.
Los esfuerzos de Mirón se concentran ya en la descripción de la vitalidad y la
espontaneidad. La representación del movimiento, del esfuerzo súbito, de la postura
cargada de dinamismo merece toda su atención. Mirón busca retener la fugitividad del
movimiento, la impresión del momento que pasa. En su Discóbolo elige para la
representación el momento más fugaz, más tenso, más agudo: el instante
inmediatamente anterior al lanzamiento del disco. Por primera vez desde el Paleolítico se
vuelve a comprender aquí el valor del “momento pregnante”; comienza la historia del
ilusionismo occidental y termina la de la representación ideal, conceptual, ordenada según
modos fundamentales de ver las cosas.

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Doríforo, de Policleto

Una de las obras más famosas de Policleto realizada entre los años 450 y 440 a. C. , fue la
escultura en la que el escultor plasmó su Canon, un tratado que, lamentablemente, no se
ha conservado. Se estima que en este tratado Policleto establecía una serie de
proporciones de la figura humana para lograr la belleza de la obra de arte.

Es la representación de un joven en el máximo desarrollo de su fuerza muscular.


Representa a una figura desnuda masculina joven en actitud de marcha, la cabeza
ligeramente ladeada hacia la derecha y con una leve sonrisa en el rostro, acompañada de
una mirada perdida y distante.
Tradicionalmente se considera que sostenía una lanza con la mano izquierda que apoyaba
sobre el hombro, mientras la derecha permanecía inerte, pero un análisis de la posición de
los dedos de la mano izquierda ha generado la hipótesis de que lo que podría haber
sostenido con esa mano era el asa de un escudo mientras con la derecha podría haber
sostenido una espada.
A pesar de ser considerada clásica, la obra conserva aún rasgos de un cierto arcaísmo: está
tallada con cierta rudeza, los músculos de los pectorales son planos, sin apenas relieve, y
las líneas de cadera y cintura están perfectamente marcadas. El movimiento de la figura
está perfectamente acompasado, con una pierna avanzada hacia delante y la otra un poco
más retrasada, a imagen de los kuroí de la época precedente.
La belleza del Doríforo reside primordialmente en su proporción y medida. La pierna
derecha es la que soporta el peso del cuerpo estando firmemente apoyada en el suelo,
recta y comprimiendo así la cadera; la pierna izquierda en cambio no soporta apenas peso
alguno y retrasada toca el suelo con la parte anterior del pie, apoyando solamente los
dedos.
En la parte superior el esquema funcional de los miembros está cambiado: según la
interpretación tradicional, el brazo derecho no realiza ningún esfuerzo y cae relajado a lo
largo del cuerpo, mientras que el brazo izquierdo se dobla para sostener una lanza, el
torso presenta una ligera inclinación hacia el lado derecho y la cabeza gira en ese mismo
sentido inclinándose levemente. A esta posición del cuerpo se le denomina postura
de contrapposto.
Fue realizado para ser visto de frente, por ello se marca claramente el eje vertical, pero
Policleto rompió con el concepto tradicional de simetría oponiendo las partes del cuerpo
respecto del eje, sometiéndolas al servicio de la totalidad.
Nos han llegado 70 copias de esta obra y su belleza reside en la proporción de las partes:
el cuerpo se divide en cuatro partes, la cabeza es una séptima parte de la altura, el pie es
una sexta parte, etc.
Estuvo expuesta en Argos. Igual que Mirón, Policleto esculpía rostros inexpresivos para
que la atención se centre en la proporción.

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Afrodita Cnido, de Praxíteles:

Praxíteles fue el más renombrado escultor clásico ático del siglo IV a. C.


Con su obra, la escultura griega evoluciona desde el clasicismo hacia una especie de
anticipado Manierismo, al acentuar el sensualismo. Sus obras están caracterizadas por la
llamada «gracia» ática y la «curva praxiteliana» consistente en un elegante contrapposto.

La Afrodita Cnido está representada desnuda en una actitud personalmente íntima.


Presenta un erotismo buscado y conseguido. Se trata de la primera representación
conocida del desnudo femenino completo en la escultura griega. Estableció un canon en
las proporciones que inspiró a muchas obras de igual tema, posteriormente.

La obra original se destruyó durante un incendio pero se conservan numerosas copias y


variantes de época romana. Representa a Afrodita preparándose para el baño ritual que
restauraría su pureza, despojándose de sus ropajes con una mano, mientras se cubre
pudorosamente el pubis con la otra, en un gesto de instintivo aunque despreocupado
pudor. Deja caer casi lánguidamente sus vestiduras sobre una hidria situada a su lado. Los
ropajes y el ánfora cumplen la función de soporte estructural.
Los hombros son más estrechos y están ligeramente inclinados hacia adelante, el pecho es
menudo, las rodillas están más unidas, las caderas son más anchas y las piernas son más
esbeltas que en representaciones anteriores de la diosa. La carne está tratada con
sensualidad. El torso se inclina con la posición del contrapposto.
La seducción se acentúa mediante la tersura obtenida por el fino labrado del mármol
realzada por las formas curvilíneas y suaves del cuerpo femenino, formando un perfil
sinuoso en forma de «S»

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Clasicismo y democracia

Para el historiador social del arte Arnol Hauser, el clasicismo griego plantea a primera vista
un singular problema sociológico: la democracia, con su liberalismo e individualismo, y el
estilo clásico, con su severidad y esquematismo, parecen, en el primer momento,
inconciliables. Pero estudiando más de cerca la cuestión se ve que ni la democracia de la
Atenas clásica es tan radicalmente democrática ni el clasicismo de la democracia
ateniense es tan rigurosamente “clásico” como parece a primera vista.

El clasicismo griego se distingue de los estilos clásicos de él derivados precisamente en


que en él la tendencia a ser fiel a la naturaleza es casi tan fuerte como el afán de medida y
orden. Este antagonismo de los principios formales artísticos corresponde, por otra parte,
a la tensión que invade también las formas sociales y políticas de la época, es decir,
corresponde ante todo a la contradictoria relación de la idea democrática con el problema
del individualismo.
Ni los tiranos ni el pueblo consiguieron quebrantar el predominio de la nobleza; el Estado
de estirpes fue suprimido y se introdujeron las instituciones democráticas fundamentales,
al menos en la forma; pero el influjo de la nobleza siguió subsistiendo. Claro que
comparada con los despotismos orientales, la Atenas del siglo V puede considerase
democrática. Estas tendencias conservadoras retardan los progresos del naturalismo, pero
no pueden contenerlos. El idealismo estético de la cultura nobiliaria se manifiesta, ante
todo, en la elección de los temas artísticos. La aristocracia prefiere o elige exclusivamente
temas del antiguo mundo mítico de los dioses y héroes; los temas del presente y de la vida
cotidiana le parecen vulgares e insignificantes.

Las formas de vida que prevalecen en las democracias griegas han llegado a ser muy
dinámicas: todas las barreras exteriores de la libertad individual han caído; ya no hay
déspotas, ni tiranos, ni casta sacerdotal hereditaria, ni libros sagrados, ni monopolios
económicos declarados, ni limitación formal alguna a la libre concurrencia.
Todo favorece el desarrollo de un arte mundano, satisfecho de este mundo y de la hora
presente, apreciador del valor del momento. Junto a esta tendencia dinámica y
progresista, conservan todavía ciertamente su influencia las antiguas fuerzas
conservadoras. La nobleza, que se aferra a sus privilegios y se esfuerza en mantener, con
el Estado autoritario de las estirpes, la antigua economía de monopolio e intenta
mantener también en el arte la validez de las formas rígidas, arcaicas, estáticas. Y así, toda
la historia del clasicismo se desarrolla como un predominio alternativo de los dos estilos
opuestos, en el que uno de ellos tiene siempre el predominio.

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