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Filosofía – Nicolás Olesker

Introducción a la Antropología1

Antropología
Etimológicamente el término antropología proviene del vocablo griego anthropos, que significa
“humano” en conjunción con logos que, entre otros significados, puede traducirse como “discurso” o
“razón”. Sería pues, la antropología, un abordaje en torno a las características constitutivas y propias de
lo humano en cualquiera de sus dimensiones: física, biológica, cultural, social, etc.
La antropología general puede dividirse en Antropología Biológica, Cultural y Filosófica, según
la perspectiva de estudio adoptada para analizar al ser humano.

Antropología biológica o física


Ciencia que estudia al ser humano en sus aspectos biológicos, es decir, lo estudia en cuanto
organismo animal. En la medida en que el indivudo es fruto del proceso evolutivo, la antropología física
estudia también el conjunto de los homínidos. Además, se centra también en el estudio de las diferencias
o variaciones físicas entre las poblaciones humanas a lo largo del tiempo y de sus distribuciones en el
espacio. Una de las cuestiones fundamentales de esta antropología es la de situar al ser humano dentro
del sistema de los otros seres vivos, y esclarecer su origen y evolución; otra cuestión fundamental es la
del estudio de las variaciones existentes entre grupos y razas humanos, para establecer su significación y
su importancia para el conjunto de la especie, así como estudiar cuales son los factores que originan
estas diferencias.
Para su desarrollo, la antropología física o biológica precisa recurrir a la investigación de otras
ciencias, tales como la anatomía, la fisiología, la paleontología humana, la biología molecular y la
genética.
“Esta antropología biológica fue fundada ya en la segunda mitad del siglo XVIII… Al principio,
es sobre todo ciencia de las diversas razas humanas, en la cual la craneometría era un primer método
para la determinación de las diferencias raciales. Cuando, más tarde, a partir de mediados del siglo
XIX, se encontraron esqueletos de hombres de épocas geológicas antiguas, la Antropología, en vista de
estos hallazgos, asumió la más amplia tarea de reconstruir la Historia Natural de la Humanidad, de los
homínidos. Pero entre tanto se había enseñado que el parentesco, de siempre observado, entre el
hombre y los hombres-monos…debía explicarse en el sentido de una génesis de la humanidad a partir
del reino animal. Por eso el estudio de la genealogía del hombre se unió también al temario de la
Antropología naturalista. En tiempos más modernos, muchos añaden también a esta el estudio de la
herencia humana.”2

Antropología cultural o Etnología


Rama de la antropología que estudia las características del comportamiento aprendido en las
sociedades humanas, es decir, ciencia de la cultura humana. En general, es la ciencia que estudia el
origen, desarrollo, estructura, características y variaciones de la cultura humana tanto de las sociedades
del pasado como de las del presente.
Las noticias proporcionadas por los exploradores, los colonizadores y los misioneros fueron
generando una vasta literatura de descripciones de comportamientos y rasgos culturales que cuajaron en
las primeras colecciones etnográficas. Este primer material está en el origen de la antropología cultural,
que se constituye como ciencia durante el siglo XIX
Desde la perspectiva del evolucionismo se consideraba la historia del género humano como una
historia única, incluso en el aspecto cultural, idea bajo la que subyacía el supuesto (etnocéntrico) de una
única línea de evolución que va desde los otros hasta nosotros, de manera que también se consideraban
los supuestos estadios evolutivos como otros tantos pasos hacia la realización de la sociedad civilizada.

1
El presente texto, con excepción de las citas textuales, está bajo una licencia libre de Creative Commons CC-BY-SA 4.0, por lo cual
puede ser copiado, modificado e impreso libremente, siempre y cuando se comparta con el mismo licenciamiento. El texto completo
de la licencia puede leerse en http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/legalcode
2
Landmann, M., Antropología filosófica, Ed. UTEHA, México, 1961
Los descubrimientos no confirmaban estas hipótesis y los antropólogos posteriores abandonaron
los supuestos del primer evolucionismo cultural, evitando pronunciarse sobre concepciones generales de
la cultura, razón por la que se centraron en estudios concretos. Con Franz Boas, en los Estados Unidos,
la antropología cultural deja de considerarse como un estudio general de toda cultura, para pasar a ser un
estudio descriptivo y comparativo de los rasgos culturales de pueblos determinados, considerando la
cultura como un proceso particular para cuyo estudio debe practicarse el trabajo de campo.
Al mismo tiempo, y bajo la influencia de la escuela americana de Franz Boas, se desarrollaron
las corrientes psicologistas de la cultura. Esta escuela considera que la cultura específica de una sociedad
es la causa esencial de la estructura de la personalidad de sus miembros. En este contexto surgió la tesis
del relativismo cultural, que abandonó toda pretensión de pensar la cultura para estudiar las culturas.

Antropología Filosófica
“La Antropología física y la etnológica presuponen conocimiento de lo que el hombre es e
investigan simplemente sus caracteres exteriores o sus obras culturales. La filosofía, en cambio, se
plantea como problema el conocimiento que aquellas ciencias presuponen acerca del hombre y se
pregunta por la naturaleza fundamental de su ser, se pregunta qué es lo que diferencia al ser humano de
todos los demás seres.”3
La Antropología Filosófica es una reflexión que considera al ser humano como objeto de estudio
en una perspectiva global. Como reflexión filosófica no es una ciencia, sino un análisis de los
fundamentos de la misma noción de ser humano, y de la consideración de este como punto de partida de
todo conocimiento sobre sí mismo y sobre el mundo.
Si bien puede marcarse que como disciplina filosófica la antropología nace en la modernidad, la
reflexión sobre el ser humano es tan antigua como la filosofía misma. En cierto sentido, enlaza con el
ideal socrático del «conócete a ti mismo» y de la concepción aristotélica del ser humano entendido como
«animal racional» y como «animal político», y surge del esfuerzo constante de la filosofía por aclarar el
concepto que el individuo tiene de sí mismo, y su situación en el mundo.
Se considera a Max Scheler (1875-1928) como el iniciador de una antropología filosófica que
tiene plenamente en cuenta el fenómeno de la cultura y la historia (con El puesto del hombre en el
cosmos, 1928). Para Scheler, la antropología filosófica debe tratar al humano no solamente como
naturaleza o como vida; no solamente como voluntad, como sujeto o como razón, sino como humano en
su totalidad. El filósofo colocará al sujeto en un lugar especial en el cosmos, por su intencionalidad, su
apertura al mundo, su libertad y por la capacidad de poder trascender lo inmediato. Como dice el propio
autor:
“La misión de una antropología filosófica es mostrar exactamente cómo la estructura
fundamental del ser humano... explica todos los monopolios, todas la funciones y obras específicas del
hombre: el lenguaje, la conciencia moral, las herramientas, las armas, las ideas de justicia y de
injusticia, el Estado, la administración, las funciones representativas de las artes, el mito, la religión y
la ciencia, la historicidad y la sociabilidad. (...)
Cuando el hombre se ha colocado fuera de la naturaleza y ha hecho de ella su objeto -y ello
pertenece a la esencia misma del hombre y es el acto mismo de su humanización- se vuelve en torno
suyo estremeciéndose, por decirlo así, y pregunta: ¿Dónde estoy yo mismo? ¿Cuál es mi puesto? (...)
¿Por qué hay un mundo? ¿Por qué y cómo existo «yo»?”4

3
Ibid.
4
Scheler, M. El puesto del hombre en el Cosmos, Ed. Losada, Bs. As. 1971.
2
Extracto de "Todos Santos, Día de Muertos" de Octavio Paz

El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse.
Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias
hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a nuestra imaginación
tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas. El arte de la fiesta, envilecido en casi
todas partes, se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del mundo se puede vivir un
espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y
puros y sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas
de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados.
Nuestro calendario está poblado de fiestas. Ciertos días, lo mismo en los lugarejos más apartados
que en las grandes ciudades, el país entero reza, grita, come, se emborracha y mata en honor de la Virgen
de Guadalupe o del general Zaragoza. Cada año, el 15 de septiembre a las once de la noche, en todas las
plazas de México celebramos la fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivamente grita por
espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año.
Pero no bastan las fiestas que ofrecen a todo el país la Iglesia y la república. La vida de cada
ciudad y de cada pueblo está regida por un santo, al que se festeja con devoción y regularidad. Los
barrios y los gremios tienen también sus fiestas anuales, sus ceremonias y sus ferias.
Las masas modernas son aglomeraciones de solitarios. En las grandes ocasiones, en París o en
Nueva York, cuando el público se congrega en plazas o estadios, es notable la ausencia de pueblo: se ven
parejas y grupos, nunca una comunidad viva en donde la persona humana se disuelve y rescata
simultáneamente. Pero un pobre mexicano, ¿cómo podría vivir sin esas dos o tres fiestas anuales que lo
compensan de su estrechez y de su miseria? Las fiestas son nuestro único lujo; ellas substituyen, acaso
con ventaja, al teatro y a las vacaciones, el week end y el cocktail party de los sajones, a las recepciones
de la burguesía y al café de los mediterráneos.
En esas ceremonias —nacionales, locales, gremiales o familiares— el mexicano se abre al
exterior. Todas ellas le dan ocasión de revelarse y dialogar con la divinidad, la patria, los amigos o los
parientes. Durante esos días el silencioso mexicano silba, grita, canta, arroja petardos, descarga su
pistola en el aire. Descarga su alma. Y su grito, como los cohetes que tanto nos gustan, sube hasta el
cielo, estalla en una explosión verde, roja, azul y blanca y cae vertiginoso dejando una cauda de chispas
doradas.

3
Extracto de “El origen del hombre y de la selección en relación al sexo” de Charles Darwin

Estructura corporal del hombre – Es bien notorio que el hombre está construido sobre el mismo modelo o
tipo general que los otros mamíferos. Los huesos todos de su esqueleto pueden compararse a sus correspondientes
en el mono. Igualmente sucede con sus músculos, nervios, vasos sanguíneos y vísceras internas. El cerebro, el
más importante de todos los órganos, sométese a la misma ley, y así lo tienen demostrado Huxley y otros
anatomistas. Bischoff, señala que cada fisura importante y cada pliegue del cerebro humano tienen su
correspondiente análogo en el del orangután.
Vulpian observa: “Las diferencias positivas que existen entre el encéfalo del hombre y el de los monos
superiores son harto mínimas. El hombre se halla en mucho más cerca de los monos a causa de los caracteres
anatómicos de su cerebro, que los monos, por su parte, de los demás mamíferos.”
El hombre es susceptible de recibir, y al propio tiempo de comunicar a animales inferiores, ciertas
enfermedades tales como la rabia, la viruela, la sífilis, el cólera, etc.; hecho que prueba grandemente la estrecha
semejanza de tejidos y de sangre, así en su minuciosa conformación como también en su naturaleza misma. Los
monos se hallan expuestos a gran parte de las enfermedades no-contagiosas que el hombre sufre. Así, Ranger, que
ha observado con gran atención y por mucho tiempo el cebus azarae en su país natal nos dice que este está sujeto
al catarro. Estos monos sufren también inflamación de vientre y cataratas.
Las medicinas causan en ellos los mismos efectos que en nosotros. Muchas especies de monos tienen
gusto muy marcado por el te, el café y las bebidas espirituosas; fuman también con evidente placer como yo
mismo lo he podido observar.
Brehm atestigua que los naturales del nordeste de África cogen los micos poniendo a su alcance vasos
llenos de cerveza muy fuerte para que beban y se embriaguen. Tuvo también ocasión de ver ebrios algunos de
estos animales en estado cautivo y hace con este motivo una relación amena y graciosa de sus muecas singulares y
asombrosos gestos. “A la mañana siguiente –dice- estaban malhumorados y sombríos, posada la cabeza sobre
ambas manos y con tristísimo semblante. Si se les ofrecía vino volvían con desdén la cabeza a otro lado y bebían,
en cambio, con avidez jugo de limón.”
Estos hechos insignificantes manifiestan cuán parecidos son los nervios del gusto del hombre y del mono,
y así mismo la forma tan semejante de ser afectado todo su sistema nervioso.
Órganos rudimentarios – Son órganos absolutamente inútiles, como los dientes incisivos en los rumiantes
que nunca perforan la encía. Prestan tan poca utilidad a sus actuales propietarios que es muy difícil suponer que se
hayan desarrollado y formado bajo las condiciones en que ahora los vemos.
[Las orejas], la capacidad de levantarlas y poderlas dirigir a diferentes sitios es, sin duda, de la más alta
importancia para muchos animales, porque por ellas conocen el sitio de donde viene el peligro; pero nunca he
oído de hombre que tuviera este poder, que es el que en verdad podría serle útil.
Las orejas del chimpancé y del orangután se asemejan extraordinariamente a la del hombre y sus
músculos correspondientes están de igual manera muy poco desarrollados. Los guardianes del Zoological Garden
me han asegurado que estos animales tampoco mueven nunca ni enderezan sus orejas. Por lo que, en lo que
respecta a su función se encuentran en el mismo estado rudimentario que las del hombre.
La causa de que estos animales, así como los progenitores del hombre, perdieran el poder de enderezar
sus orejas, eso no lo podemos saber. Es muy posible que menos expuestos al peligro y a causa de la costumbre
adquirida de morar en árboles y así mismo de sus extraordinarias fuerzas, se pasa tan largos períodos de tiempo
sin mover mucho las orejas y poco a poco perdiera el hábito de hacerlo.
El defecto que existe en el hombre y en muchos monos de no poder mover las orejas, se halla en parte
compensado con la libertad con que pueden hacerlo con la cabeza en sentido horizontal para percibir todas las
direcciones posibles del sonido.

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