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Bruno Latour Nunca fuimos modernos. Antropología simétrica.

Lo que se entiende como introducción.

El autor se pregunta a lo largo del ensayo, ¿Qué es ser moderno? ¿Somos modernos?
¿Fuimos modernos alguna vez?, pone en tela de juicio lo que se ha entendido por
modernidad en tanto paradigma en que el sujeto representa al objeto, en referencia
a una epistemología dualista. Sostiene, que esta perspectiva teórica del conocimiento
responde a una asimetría que sin embargo se contradice a si misma. Niega tal
perspectiva intelectual, y por el contrario, sostiene que hemos sido siempre híbridos,
una mezcla de naturalezas a partir del sustrato biológico humano y la creación de
recursos, entre otros, como la técnica, los sistemas, las ideologías, los objetos, que a
su vez dan lugar a nuevas estructuras objetos o prácticas. Plantea que el modo de
la representación, clasificación, moderna nunca se ha correspondido con lo que
realmente sucede en el pensamiento y en la práctica de la vida cotidiana, pues
política, arte, religión, economía, ciencia, tecnología, derecho, ficción, estan
enmadejados en el nudo gordiano de naturaleza y cultura, no obstante, tales entresijos
del nudo a la hora del análisis crítico se individualizan, dando cuenta de su
separatividad y recorte de las categorías de análisis usuales: naturaleza, política o
discurso. No obstante, no se habla de la cosa en sí, ni de la razón instrumental y sus
aplicaciones políticas, es así que se desconoce y malentienden las finas redes que
se entretejen que no son ni objetivas ni sociales, ni efectos del discurso, sin embargo
son reales, colectivas y discursivas, y comprenden el mundo en el que vivimos.

Denomina la proliferación de los híbridos, la contaminación del virus del sida desde
Africa a París, crímenes contra la atmósfera en bosques que arden, tratados
internacionales con derecho a moratoria, embriones congelados, computadoras y
microchips controlados por japoneses, agujero de ozono, químicos y pacientes
desesperados que se encuentran comprometidos en una misma historia incierta. Sin
embargo los analistas recortan en filos hilos tantas disciplinas hayan sin mezclar el
conocimiento, la justicia y el poder. ¿Cómo comprender estos objetos extraños que
invaden nuestro mundo? ¿Proceden de la naturaleza o de la cultura?

Entrando al tema.

Menciona a críticos como Changeux, Bourdieu, Derrida, los que reducen únicamente
a tres repertorios para hablar de nuestro mundo: la naturaleza de las cosas o al
contexto social y se olvidan de conectar a ambas. Estos modernos intentan separar el
mundo natural del mundo social, pero justamente esa dicotomía hace que los híbridos
proliferen. Los analistas, pensadores, periodistas tratan de purificar las disciplinas o
sea separarlas en compartimentos, en un intento clasificatorio. Intentan descomponer
el conocimiento, el interés, la justicia, el poder, lo global y lo local, lo humano y lo no
humano. Por otro lado, sostiene que debemos hacernos cargo como intelectuales en
crisis de nuestro propio modo de clasificación no moderno, reconociendo al mismo
tiempo de que nunca lo fuimos. La modernidad  no acepta la unión de la red
Naturaleza-Cultura, establece una separación entre los tres repertorios, la naturaleza
bajo la idea de dominación, la política como empresa ilimitada, dominación del
hombre por el hombre y el discurso. Dispone como ejemplo de ser antimodernos el
dilema absurdo en lo sucedido en 1989, lo que simbolizó la caída del muro de Berlín,
de la expiación dialéctica socialista que propuso la desaparición de la explotación del
hombre por el hombre lo que redituó en la multiplicación indefinida de la explotación
misma, la revolución de las supuestas elites obreras vuelven a su lugares fabriles, y
así el occidente liberal reconstituye campante y sonante sus lugares de explotación.
¿No había que salir de la explotación? ¿No había que tratar de ser amo y señor de la
naturaleza? La doble tarea fue emprendida por un lado por la política, por otro lado
por la tecnociencia, empresa que trajo el desastre, el desconcierto de la doble
asimetría y la cuestión que confunde a la modernidad, premodernidad, y
posmodernidad. Propone a su vez pensar de que si queremos entender las matrices
antropológicas de nuestro pasado es necesario considerar las redes socio-técnicas
que incluyen las tres categorías juntas, antes mencionadas, que daría lugar a una real
antropología comparada.

Sin embargo, los antropólogos tradicionales, los que adhieren al método etnográfico
han ido a los trópicos a estudiar los márgenes de las otras culturas. La conquista de
su permanecía marginal de lo que se pretende reconstruir se encuentra lejos de la
crítica y la crisis, pues da cuenta en sus observaciones de las redes sociotécnicas,
como un tejido sin costura, capaz de relacionar la estructura de los mitos con las
genealogías, las jerarquías de poder, las religiones, sus sistemas de creencias, sus
técnicas, sus juegos de poder, sus economías, en suma la totalidad de su existencia.
No obstante, los modernos, justamente por ser modernos, no somos analizados como
la pensee sauvage, y la asimetría antropológica se pierde al no componer las redes
sociotécnicas y políticas que den lugar a la continuidad de los análisis desde un punto
en común.

El autor admite que la hipótesis central de este ensayo, consiste en un ensayo en


este ensayo del que trata sobre centralmente del significado de la palabra moderno.
Significado que lleva en sí, dos conjuntos de prácticas totalmente diferentes que para
ser eficaces deben permanecer de ese modo. El primer conjunto le denomina redes,
las que crean mezclas “hibridas” de géneros naturaleza y cultura el segundo
conjunto de prácticas, las de “purificación” crea dos zonas ontológicas, el de los
humanos y el de los no humanos, las denomina crítica. El conjunto de purificación no
tendría sentido si el conjunto de redes no existiese, pues en este se encuentran las
estrategias cientificas e industriales, la preocupación de los jefes de estado, la
preocupación ecologista, la segunda consistiría en una partición entre el mundo
natural que siempre existió, una sociedad con intereses y prácticas y un discurso
independiente tanto de referencia como de lo social. La tarea de purificación critica se
mantiene como practica de lo moderno mientras se lleve a cabo por separado, aunque
se realice sobre las hibridaciones, en el caso de que se entienda este doble juego
dejaremos de serlo en sentido retrospectivo, pues se entenderá de que los dos
conjuntos de practica siempre se han dado juntas. La paradoja de los críticos
modernos es que lo que les ha permitido serlo desde el primer conjunto, el de la
traducción de hibridaciones, que se multiplican sin cesar, a pesar de que cuando los
purificadores comienzan a pensar en ellos, se les prohíbe de su proliferación.
Pregunta Latour, - darse cuenta de esta controversia, -¿dará como resultado otro tipo
de democracia? -¿Una democracia extendida a los objetos?

¿Cómo se entiende a la modernidad? Se entiende como la invención de la


Constitución (termino que Latour escribe con mayúscula, para distinguirla de los otros
sentidos), de una doble separación, por un lado la creación del humanismo, se
reconoce a la modernidad por el nacimiento del hombre, la muerte de dios, y la
creación de los objetos, por otro lado se entiende por el recubrimiento de estos tres,
sobre este inicio se desconoce el efecto de la creación de lo no humano, lo que hace
que proliferen los híbridos, aunque se consideren como constituciones separadas, y
no como lo común existente.

Para describir la Constitución Latour toma una situación ejemplo de inicios de la


modernidad, la querella dinástica, el capitalismo, de la guerra civil en Inglaterra, la
iglesia, la de Boyle como científico y la de Hobbes como filosofo político. Toma como
referencia una cita de Shappin y Shaffer, la que desvela como los historiadores de la
ciencia en práctica del análisis de esta, emprenden el camino errado de situar los
criterios de contexto de demarcación y de justificación en la que esta se desarrolla,
puesto que ese lenguaje de explicación del funcionamiento de la ciencia es
inexistente en ese momento, y por el contrario invisibilizan que en ese contexto,
ambos concuerdan en ideas acerca de política, religión, adhieren a la filosofia
mecanicista y desacuerdan en otros, no poco menores. Para entender la asimetría de
estos autores, Latour explica como Boyle no crea propiamente un discurso científico
para demostrar su investigación acerca de la bomba de vacío, más bien recurre a la
muestra de sus experimentos, dentro de la artificialidad de un laboratorio cerrado,
recurre a la doxa, creando un artificial discurso político, dando lugar en ese dispositivo
un hecho para que se vuelva creíble y representativo, sin tener que dar cuenta de la
naturaleza del hecho en sí. Por otro lado, Hobbes despliega todas sus habilidades
para adoptar un modelo para su empresa política que tenga que ver con la ciencia
demostrativa, la que tiene como puntos de partida axiomas (verdades evidentes),
basadas en definiciones a partir de las cuales se demuestran otras, llamadas
teoremas. Pues su desafío consiste en instaurar un orden estable, piensa que el
lenguaje de la filosofia está plagado de absurdos, y asi todo orden se vuelve
imposible, en el estado de naturaleza, en la situación de guerra civil, faltan buenos
principios, pues el objetivo que persigue una ciencia de la política es la paz, más que
la verdad. La política puede transformarse en una ciencia demostrable, tanto como la
geometría, puesto que son seres racionales las que las crean. El punto indiscutible de
donde parte es el del estado de naturaleza humana, un estado deplorable y caótico,
en donde no hay nociones de propiedad, nociones compartidas de lo que es el bien, la
justicia, el mal, ni oportunidad para la industria,

constituciones diferentes. Estas constituciones son marcos jurídicos que no se


corresponden con las prácticas de facto. Latour establece aquí el término
“Constitución” en lugar de “modo de clasificación”, pues estos marcos no tratan sólo de
representación epistemológica, sino también de representación política. Latour
sostiene que esta distinción entre representación política y representación
epistemológica es una de las dicotomías tendenciosas de la Constitución moderna. Al
igual que Spivak, Latour sostiene que los falsos dualismos de la modernidad están
enraizados en la bifurcación de estas dos formas de “representación” y “delegación”,
esto es, de representación política en los parlamentos y el Estado, por un lado, y de
representación epistemológica o clasificatoria, y delegación en las ciencias, por otro.
Latour habla de las constituciones moderna y no moderna, cada una de las cuales
contiene cuatro “garantías”. Existe también una noción implícita de Constitución
premoderna, aunque sus convenciones, menos codificadas, no llegan a ser garantías.
Cada una de las constituciones de Latour trata, por así decir, de cuatro esferas
ontológicas: el sujeto, el objeto, el lenguaje y el ser. La esfera del sujeto es también la
de la sociedad, las comunidades, la cultura y el Estado; la esfera del objeto es la de
las cosas, las tecnologías, los hechos y la naturaleza; la esfera del lenguaje incluye las
prácticas del discurso, la mediación, la traducción, la delegación y la representación; y,
finalmente, la esfera del ser incluye a Dios y los dioses, los seres inmortales, los
ancestros totemizados, e incluye cuestiones relativas a la existencia. Para Latour, la
Constitución de cada época debe tener convenciones y garantías en estas cuatro
esferas ontológicas.

Las cuatro garantías de la Constitución moderna son para Latour: (a) que la naturaleza
(esto es, las cosas, los objetos) es “trascendente”, universal en el tiempo y el espacio;
(b) que la sociedad (el sujeto, el Estado) es “inmanente”, esto es, que es construida
continua y “artificialmente” por parte de los ciudadanos y los sujetos; (c) que los
“sistemas de traducción” entre estas dos primeras esferas están “prohibidos”, esto es,
la “separación de poderes” entre estas dos esferas está “asegurada”; (d) que un “Dios
tachado” actúa como “árbitro” de este dualismo[3]. Ahora bien, a diferencia de la ley, lo
que este dualismo constitucional permite y fomenta es la invención e innovación de
una multitud, de una proliferación de cuasi-objetos, de híbridos que violan totalmente
las categorías y garantías de la modernidad. Nosotros los modernos cerramos
nuestros ojos ante la hibridez de las máquinas, las tecnologías y otros cuasi-objetos,
de los “monstruos” que se producen de esta manera. Nosotros los modernos
tendemos a clasificarlos con las categorías dualistas convencionales. Y sin embargo
producimos estos híbridos y estos monstruos a una escala nunca antes imaginada.
Más aún, nuestras categorías dualistas (antihíbridas) han facilitado la producción e
innovación de estos cuasi-objetos proliferantes. Pero hemos llegado a un punto, dice
Latour, en el que estos cuasi-objetos, estos monstruos (como son las tecnologías
genéticas, las máquinas pensantes y las capas de ozono) se han hecho tan
omnipresentes que ya no podemos negar su existencia. Debemos reconocer, por lo
tanto, que no somos modernos y que nunca lo hemos sido.

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