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horas doce minutos del diecinueve de agosto del dos mil ocho.
Jesús Calvo Aguilar, c.c. Padre Mainor, […]; O., […]; L., c.c. “I. o P.”, […], xxxx,
[…], Xxxx, […]; Xxxx, […]; Xxxx, c.c. xxxx, […], Xxxx , […]; y contra Xxxx, […]; por
del recurso los Magistrados José Manuel Arroyo Gutiérrez, Presidente; Alfonso Chaves
Ramírez, Ana Eugenia Sáenz Fernández, Carlos Estrada Navas y Luis Víquez Arias, los
William Guido Madriz, Rodrigo Araya Solano, Álvaro Retana Carmona, Marco Cambronero
Carmona, Tomas Poblador Ramírez, Primo Chacón Barquero, Marco Hernández Mora y
apersonaron los representantes del Ministerio Público, licenciados Sebastián Mesén Arias,
Resultando:
1.-
Mediante sentencia N° 508-2007 de las quince horas del diecinueve de diciembre del dos
mil siete, el Tribunal Penal de Juicio de Heredia, resolvió: “POR TANTO: De conformidad
con lo expuesto y artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 1, 30, 45, 71, 73, 74, 77,
112 inciso 8 y 216 inciso 2) del Código Penal, 1, 6, 9, 142, 239, 258, 267, 360, 361, 363
a 367 del Código Procesal Penal, se declara a O. y MINOR CALVO AGUILAR autores
responsables de un delito continuado de ESTAFA MAYOR cometido en perjuicio de
RADIOESCUCHAS DE RADIO MARÍA. Se declara a O. y A. conocido como L. autores
responsables de un delito de HOMICIDIO CALIFICADO cometido en perjuicio de
PARMENIO MEDINA PÉREZ. Por el delito de ESTAFA MAYOR se impone a MINOR
CALVO AGUILAR la pena el tanto de quince años de prisión, a O. el tanto de doce años
de prisión; así mismo por el delito de HOMICIDIO CALIFICADO se establece una
condena de TREINTA Y CINCO AÑOS contra el encartado O. y el tanto de TREINTA
AÑOS DE PRISIÓN para A. conocido como L. En total se impone a O. la pena de
CUARENTA Y SIETE AÑOS DE PRISION, por los dos delitos cometidos. Se condena a
los imputados a las costas procesales. Las penas establecidas deberán descontarlas en el
lugar y forma que dterminen los respectivos reglamentos penitenciarios previo abono de
la preventiva sufrida si la hubiere. Se ABSUELVE de toda pena y responsabilidad a los
imputados MINOR CALVO AGUILAR, xxxx , XXXX, XXXXA, XXXX, XXXX Y XXXX por
el delito de HOMICIDIO CALIFICADO que en perjuicio de PARMENIO MEDINA
PÉREZ se les venía atribuyendo. Se ABSUELVE además de toda pena y responsabilidad
a los encartados O. Y MINOR CALVO AGUILAR por el delito de ASOCIACIÓN ILÍCITA
que en perjuicio de LA TRANQUILIDAD PÚBLICA les atribuyó el Ministerio Público.
Firme la sentencia se ordena su inscripción en el Registro y archivo Judicial y el
testimonio de la misma para ante el Juzgado de Ejecución de la Pena e Instituto Nacional
de Criminología. Por haberse recaído sentencia condenatoria y a fin de garantizar el
cumplimiento de las penas impuestas y la aplicación de la ley penal sustantiva, se ordena
la prórroga de la prisión preventiva de MINOR CALVO AGUILAR Y O. y se ordena la
misma medida cautelar contra A. conocido como L. por el plazo de seis meses contados a
partir del día de hoy diecinueve de diciembre del dos mil siete y hasta el diecinueve de
junio del dos mil ocho. Se ordena el cese de cualquier medida cautelar y la inmediata
libertad si otra causa no lo impide de los imputados Xxxx, xxx y Xxxx. Por lectura
notifíquese. (sic). Fs. ALVARO ABARCA PICADO ZAIRA SEVILLA MORA
ILEANA GUILLÉN RODRÍGUEZ.”.
2.-
3.-
4.-
Se llevó a cabo la audiencia oral y pública los días tres y cuatro de junio del dos mil ocho.
5.-
Considerando:
A.-
I.-
II.-
III.-
IV.-
V.-
VI.-
VII.-
VIII.-
IX.-
X.-
Cuarto motivo. Falta de fundamentación analítica o intelectiva. El recurrente
reprocha el quebranto de los numerales 39 y 41, ambos de la Constitución Política:
142 y 369 inciso d) del Código Procesal Penal, pues como elemento de prueba se
ofrecieron y aceptaron las fotografías de los descartes que participaron en el
reconocimiento judicial de personas, efectuado por los testigos D.A. y G.G., por cuanto
los descartes presentaban características físicas distintas a las de su defendido, en
cuanto al cabello, color de piel, edad y rasgos físicos, pero el Tribunal omitió
pronunciarse sobre esta prueba, ni determina las razones por las que no le mereció
credibilidad. El reproche no es de recibo: Si bien es cierto, no consta en el fallo el
análisis de los elementos de prueba a que hace referencia la defensa técnica del
imputado en esta oportunidad, el alegato no reviste trascendencia, a efecto de
provocar la nulidad del fallo que se cuestiona. Así, en lo que se refiere al
reconocimiento practicado por el testigo D.A., donde señaló al justiciable L., conforme
se indicó en el Considerando anterior, aun suprimida hipotéticamente del haber
probatorio tal diligencia, el fallo se mantiene incólume en lo que a dicho encausado
resulta de importancia, dada la abundancia de elementos de convicción que
determinan su participación en los hechos acreditados. Por otra parte, en lo que atañe
al reconocimiento positivo que efectuara el testigo G.G. el 17 de octubre de 2001
(folios 450 y 451 del tomo I del expediente principal), el reproche formulado resulta de
escasa importancia, en tanto, según informó el mencionado testigo al rendir su
declaración mediante la modalidad de anticipo jurisdiccional de prueba, diligencia
realizada el 21 de junio de 2002, ya conocía al imputado, pues para el día de los
hechos, era la segunda vez que lo veía. Incluso señaló, que al venir a la diligencia de
reconocimiento, que el testigo nombra como “de identificación”, solamente indicó que
el acusado se le parecía, pero esa manifestación la hizo por miedo, pues realmente
estaba seguro del señalamiento que hacía, en aras, precisamente del conocimiento que
tenía ya de esa persona. De allí que no cabe la menor duda que la persona a la que se
refería el testigo en la diligencia que ahora se cuestiona, resultaba ser el aquí
justiciable L. Conviene aclarar que la circunstancia de que el testigo G.G. conociera al
imputado con anterioridad a la realización de la diligencia de reconocimiento
practicada, tampoco conlleva su nulidad, en tanto, la alternativa de que la persona que
va a identificar a otra, conozca de antemano al reconocido, en situaciones distintas a
las del hecho por el que es llamado a reconocer, se encuentra contemplada como
posibilidad viable, dentro de los presupuestos formales contenidos en el numeral 228
del Código Procesal Penal, y aunque lo esperable es que tal circunstancia se anote en
el acta respectiva, lo que no ocurrió en el caso de marras, la forma y el número de
ocasiones en que el testigo había visto, previo a los hechos al acusado, se incluyó
dentro de la declaración del anticipo jurisdiccional de prueba, de tal manera que el
Tribunal podía apreciar las probanzas aportadas conforme a la sana crítica a efecto de
fundamentar su fallo, como en efecto lo hizo, acordando plena credibilidad a las
manifestaciones del declarante y las diligencias en que participó (confección de retrato
hablado y reconocimiento personal). Por último, es conveniente destacar que en el
acta levantada sobre la práctica de la diligencia cuestionada, se hizo constar que tanto
al imputado como a su defensa técnica se les mostraron, de previo, las personas que
fungirían como colaboradores indicando su conformidad y anuencia a participar en el
acto dicho, documento que fue rubricado por el defensor Alfredo Arias, sin que
ejerciera oposición alguna al acto realizado dejando constancia de su inconformidad.
Por todo lo expuesto, se declara sin lugar el reclamo formulado.
XI.-
XII.-
XIII.-
XIV.-
XV.-
XVI.-
XVIII.-
Cuarto motivo.Fundamentación omisiva, violación a las reglas de la sana crítica. Se
reclama el quebranto de los artículos 1, 6, 9, 142, 180, 184, 363, 365, 369 incisos b),
c) y d), todos del Código Procesal Penal; 11, 39 y 41 de la Constitución Política; 8.1 y
8.2 ambos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; 14 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 10 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos. Reclama el defensor que en el fallo no se identifican los medios o
elementos materiales que pudieran vincularse con su representado en una relación de
causalidad: 1) inexistencia del arma (revólver calibre 38, marca Rossi, de empuñadura
de madera, modelo 31, capacidad para cinco proyectiles: pues según la sección de
balística del Departamento de Ciencias Forenses del Organismo de Investigación
Judicial, al analizar el arma decomisada por la policía, arrojó un resultado negativo, y
la policía científica española examinó, por error del Ministerio Público, un arma distinta,
pues la remitida y dictaminada es un revólver con seis recámaras en el tambor, y no
se indica que fuera el arma utilizada en el homicidio. 2) Inexistencia del vehículo
Nissan Sentra, color gris, tal y como quedó demostrado en el juicio. 3) Inexistencia
del pago del homicidio (sin que tampoco el órgano fiscal pudiera fijar una suma
específica, ya que en la acusación se refirieron a tres sumas de dinero distintas: trece
millones de colones, ocho millones de colones y nueve millones de colones): no se
logró acreditar el monto, ni el modo, tiempo y lugar donde se pudieron efectuar los
pagos, sin que ello se derive de la declaración de G.G., resultando inexacto que L. le
confesara expresa y espontáneamente ser el homicida de Parmenio Medina, a cambio
de una cantidad de dinero, cumpliendo con lo pactado con O. 4) El supuesto contrato:
no se deriva de la acusación ni de las pruebas recibidas y admitidas en el juicio, por lo
que el fallo se muestra viciado, quebrantando las reglas de la derivación y razón
suficiente. El reclamo no es procedente: Aun cuando no se pudiera localizar el
vehículo en que se transportó el imputado L. para interceptar el automotor que
conducía la víctima, facilitando la forma en que le dio muerte el día de los hechos, del
cual dieron cuenta y describieron los testigos que depusieron en el debate sobre el
particular, y tampoco se lograra decomisar el arma de fuego empleada, ello en modo
alguno, dentro del nexo causal establecido entre O. y L., atinente al pacto entre
ambos, para que el segundo, cumpliendo lo encargado por su contratante, le diera
muerte al ofendido y recibiera el pago acordado, desvirtúa la participación y
responsabilidad del enjuiciado en el ilícito demostrado, en tanto, la forma o el modo en
que se llevara a cabo la pretensión perseguida, no tiene necesariamente que estar
determinada por el contratante, así como tampoco incide, a efecto de una adecuada
circunstanciación fáctica y el concomitante juicio de culpabilidad, que no se pudiera
establecer con precisión, el precio exacto que O. pagara a L. por ejecutar lo acordado,
toda vez que se demostró el acuerdo expreso entre ambos imputados (que no
requería, como se ha señalado con anterioridad, un contacto o conocimiento directo
entre los dos sujetos de la negociación), así como la finalidad del convenio (la muerte
del ofendido) que fue cumplida por el ejecutor que recibió el pago. Sobre tales
aspectos se advierten en el fallo pruebas idóneas que le dan soporte a la conclusión
arribada y se determina que aun en el centro penal, L. seguía recibiendo dinero,
adicionando el propio acusado una circunstancia más, cual es que aceptara la totalidad
de la responsabilidad por lo sucedido, a efecto de que O., se viera exonerado de
responsabilidad, lo que no ocurrió. El asunto del dinero que debía continuar recibiendo
el ejecutor, resultaba ser su mayor fuente de intranquilidad y enojo, cuando la
comunicación con su defensora Perla Cheves Romero, que como el mismo justiciable lo
indicó a terceras personas, le administraba sus bienes económicos, se veía
interrumpida y no percibía lo acordado, que el “empresario” le depositaba de forma
indirecta a través de la abogada de cita, asignada a defender sus intereses en ese
momento. Por otra parte, ciertamente de la declaración rendida por el testigo G.G.,
mediante anticipo jurisdiccional de prueba, no se deriva que L. le confesara
expresamente ser el autor del homicidio del comunicador, como en forma errada lo
señaló el Tribunal (ver folios 1844 y 1846, tomo IV del fallo), esa sola circunstancia,
que el recurrente descontextualiza de la integralidad de la resolución dictada, no
desvirtúa la fuerza probatoria de las restantes probanzas aportadas, ni la conclusión
arribada por los Jueces sobre la participación de dicho encartado, en tanto se
determinó fehacientemente la presencia de L., antes y en el momento del crimen,
como en forma amplia expuso esta Sala al resolver los cuestionamientos del defensor
de dicho justiciable, debiendo remitirse el impugnante a los razonamientos señalados
en torno a ese tema, y en igual forma a los fundamentos otorgados con anterioridad,
sobre el contrato entre su cliente y el coimputado L., aspectos analizados también en
forma aceptable por el Tribunal en la sentencia dictada, sin que se adviertan
quebrantos trascendentes a las normas relativas a la sana crítica en la valoración de
las pruebas (ver folios 1821 a 1828, tomo IV del fallo). En consecuencia, se declara
sin lugar el reproche formulado.
XIX.-
XX.-
Sexto motivo. Fundamentación ilegal y violación a las reglas de la sana crítica con
relación al móvil del homicidio. Reclama el impugnante el quebranto de los artículos
1, 6, 142, 180 a 184, 363, 365, 369 incisos b), c) y d), todos del Código Procesal
Penal; 11, 39 y 41 de la Constitución Política; 8.1 y 8.2 ambos de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos; 14 del Pacto Internacional de los Derechos
Civiles y Políticos y 10 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en tanto
el móvil que tuvo por demostrado el Tribunal, cual fue impedir que Parmenio Medina
Pérez llegara a conocer que él era quien verdaderamente había adquirido la emisora
con todos sus activos y frecuencia, descubriendo la estafa cometida, tanto por él como
por Minor Calvo Aguilar, no fue acusado por el Ministerio Público. Se alega que la
prueba estableció que O. no tenía vínculo con la estación La Paz del Dial, cuando se
cerró Radio María (declaraciones de J.L., W.A., B. y J.S.F.), resultando inexistente la
concordancia entre los hechos acusados, el marco fáctico probado y la prueba
admitida. El reclamo no es de recibo: Tal y como se señaló supra al referirse esta
Sala a los cuestionamientos del impugnante, referentes a la falta de correlación entre
acusación y sentencia, los reparos presentados ahora en este motivo de casación
devienen inatendibles, por las mismas circunstancias apuntadas anteriormente,
debiendo remitirse el quejoso a las argumentaciones que sobre el particular fueron
otorgadas. Pero adicionalmente, conviene señalar, que, al margen de las apreciaciones
que sobre la determinación del delito de estafa se harán posteriormente al resolver los
motivos incoados sobre tal delincuencia, se advierte de los fundamentos esgrimidos
por el recurrente, un afán por extraer o descontextualizar, de la estructura fáctica
integral establecida por los Jueces, solo un elemento, señalado en el punto 57 de la
relación de hechos demostrados en el fallo, atinente a que O. ordenó la muerte del
comunicador, convencido de que éste no cesaría en sus investigaciones y denuncias, y
que descubriría que él había sido el verdadero adquirente de Radio María y todos sus
activos y frecuencia radial, soslayando el quejoso el núcleo fáctico de lo demostrado, y
que coincide, en lo esencial con los acontecimientos que se acusaron, cual es que el
motivo por el que O. se decide a dar muerte a la víctima, contratando para ello a L., a
quien le paga una suma de dinero por su ejecución, lo que en efecto consigue, viene a
estar dado por el interés del enjuiciado de impedir que Medina Pérez siguiera
denunciando el irregular manejo de la emisora Radio María, lo que perjudicaba
severamente sus intereses, circunstancias fácticas que se derivan de la totalidad del
marco fáctico acreditado, sin perjuicio de las necesarias modificaciones a la pieza
acusatoria, al variarse la estructura delictiva señalada por el órgano fiscal, que dio
como resultado, la absolutoria de varios de los encausados inicialmente. Por ello, se
declara sin lugar el reparo.
XXI.-
Sétimo motivo. Fundamentación ilegal y violación a las reglas de la sana crítica con
relación a los teléfonos celulares utilizados por L. Se reclama el quebranto de los
numerales 1, 6, 142, 180 a 184, 363, 365, 369 incisos b), c) y d), todos del Código
Procesal Penal; 11, 39 y 41 de la Constitución Política; 8.1 y 8.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos; 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Indica el quejoso que
la prueba determinó que el móvil número […], fue facilitado por el periodista del Diario
La Extra, A.M. (ver prueba 18, caja 10), quien no tiene relación alguna con su
representado. Por otra parte, el teléfono número 837-4616, conforme se demostró, fue
introducido al Centro Penal La Reforma por la licenciada Perla Cheves Romero, y con
dicho aparato no se efectuó llamada alguna dirigida o relacionada con O., resultando
una conclusión presuntiva de los Jueces y absolutamente carente de prueba, atinente
solo a una solución pensada en sede policial, indicando que el teléfono mencionado se
usó para que L. se comunicara con O. para que éste lo tuviera controlado, toda vez
que Cheves Romero es la esposa de A.J.A., quien era defensor de O. en esa época,
circunstancia que a juicio del defensor, deviene inexistente para fundamentar una
sentencia condenatoria. Reprocha el impugnante que en el fallo se cometieron errores
importantes en la valoración de la prueba. Así, el Tribunal indica que el 5 de junio de
2004, L. hace una llamada telefónica indagando sobre la posibilidad de ubicar a los
abogados Cheves Romero y A.J.A., pero esta llamada no se hace del teléfono […], sino
del […] (ver prueba 18, caja 10, llamada número 2, folio 18 del legajo
correspondiente). Por otra parte, la llamada efectuada por Aguirre Jaime a una mujer
llamada “Ke.”, tampoco es efectuada del teléfono […], sino que procede del aparato
número […] (ver caja 10, prueba 18, llamada número 3, casete 4, folios 38 y 39), y la
llamada que realiza L. a xxxx , tampoco se hace del teléfono […], sino del […] (ver caja
10, prueba 18, folios 51 y 52). El reclamo no es procedente: Tal y como en forma
reiterada se ha resuelto en considerandos precedentes, el pacto criminal entre O. y L.,
a efecto de que este último, recibiendo un pago en dinero y bienes con valor
económico, de parte del primero, donde tuvo clara intermediación la abogada Perla
Cheves Romero, le diera muerte a la víctima, lo que en efecto ocurrió, fue determinado
por el Tribunal de forma unívoca al analizar los elementos de convicción aportados al
proceso, de modo que deberá el quejoso remitirse a tales pronunciamientos. Sin
embargo, conviene hacer mención específica a algunas de las consideraciones del
impugnante, sobre el fundamento expresado en el fallo, con relación a los teléfonos
celulares, recibidos por el justiciable L., mientras estaba detenido en el Centro
Penitenciario La Reforma, proveniente uno de ellos, número […], del periodista del
Diario La Extra, A.M., quien se lo hizo llegar al imputado de cita, y el otro, número […],
cuya entrega al incriminado detenido, se vinculó con los abogados A.J.A., en ese
momento representante de los intereses de O., y su esposa, la mencionada Cheves
Romero, quien fungía como defensora del encausado L., y quienes, escasos 15 minutos
antes de que se pusiera en funcionamiento el referido teléfono móvil, habían estado
visitando al acusado de referencia. Cabe señalar, tal y como se alega por parte del
impugnante, que no se cuenta con elementos de juicio relevantes que liguen al
periodista A.M. con O. en la entrega del celular asignado, sin embargo no se puede
pasar por alto la improcedente manipulación mediática dentro de un proceso
investigativo judicial, y la afectación probatoria que tal actividad conlleva, con
resultados negativos para la causa en cuestión, y que esta Sala deplora, al estimar que
acciones como la emprendida por el referido periodista, no integran el cumplimiento
debido y el sano desempeño del quehacer periodístico y la acuciosidad informativa de
los medios de prensa en el ejercicio de su derecho a informar. Asimismo, con relación
al aparato móvil […], aun cuando hipotéticamente se excluyera la posibilidad de que
haya sido entregado por Cheves Romero y A.J.A. (que en todo caso no afecta el
aspecto de mayor relevancia, en cuanto a la administración e intermediación de la
citada abogada, relativa a los fondos económicos recibidos por L. de los depósitos
efectuados en su beneficio por un “empresario”, que luego se determinó que era O.),
ciertamente, no se demostró con pruebas idóneas que fuera utilizado por L. para
comunicarse con O.; pese a ello, estima esta Sala, el recurrente ha dado una
equivocada lectura al fallo, en cuanto a la asignación de las llamadas telefónicas
intervenidas, pues aun cuando dentro del texto de la resolución, en efecto, los Jueces
analizan lo referente al citado móvil, número […], para establecer el interés del
abogado A.J.A. en promover un contacto con el imputado L., pasando de inmediato los
Jueces a analizar las conversaciones telefónicas intervenidas e incorporadas al debate
de L. con otras personas, señalando que ello evidenciaba aun más la relación entre
ambos y el convenio entre el abogado y L. de proporcionarle dinero, dentro de una
visión integrada y lógica del fallo, tales conversaciones no se estiman derivadas de ese
celular […], pues no existen como elementos probatorios, sino que guardan relación
con las transcripciones obtenidas de la intervención de los teléfonos […] y del […]
(ubicado en el Centro Penitenciario La Reforma, para uso de los internos), y ello se
acredita aun más, con el fundamento otorgado por el Tribunal, sobre este mismo
tema, al concluir en la condena de L., en el homicidio calificado de Parmenio Medina
Pérez (ver folios 1824 a 1828 y 1849 a 1851, del tomo IV del fallo). En consecuencia,
se declara sin lugar el reclamo formulado.
XXII.-
XXIII.-
XXIV.-
Recurso por el fondo. En el primer motivopor vicios sustantivos, el recurrente
reclama errónea aplicación del artículo 112.8 del Código Penal. Indica que para
configurar el delito por el que se condena a su representado, se requiere la
acreditación de un pacto entre el instigador y el autor material del homicidio, y
lógicamente ese pacto debe ser previo a la comisión del delito, así como contener el
acuerdo de voluntades en cuanto al precio convenido para efectuar la realización
material del homicidio. Indica el defensor, que en los hechos probados no se describió
la naturaleza del pacto o contrato suscitado entre O. y L., por lo que la conducta
descrita en el fallo con relación a su defendido, deviene atípica. Por su parte en el
segundo motivo alega errónea aplicación del numeral 112. 8 del Código Penal e
inobservancia de los artículos 30 y 31 del mismo cuerpo legal, por cuanto en el hecho
probado número 52, el Tribunal señala que O. decidió darle muerte al ofendido,
distanciándose de lo que al efecto establece la teoría del delito, al existir falta de
identidad entre los elementos del tipo penal y la especie fáctica demostrada en la
sentencia. Señala el recurrente que la decisión de dar muerte a una persona, no
constituye un acto de ejecución y menos de consumación, de allí que la existencia del
convenio entre instigador y autor material del homicidio, representa un acto
preparatorio del delito, que no resulta punible, y el dolo debe estar vinculado con la
ejecución del hecho delictivo en un nexo de causa a efecto. Sin embargo, el artículo
112.8 del Código Penal, indica el defensor, es una acción distinta, se refiere al autor
del delito de homicidio, de allí que para imponer la sanción correspondiente, deviene
necesario que el hecho se haya ejecutado efectivamente, es decir, se haya consumado.
Los reclamos no son procedentes: Por la estrecha vinculación entre ambos vicios
reclamados, procede esta Sala a su resolución conjunta. El artículo 112 inciso 8) del
Código Penal, sanciona con pena de prisión de veinte a treinta y cinco años, a quien
mate: por precio o promesa remuneratoria. Según se informó anteriormente, al dar
contestación al tercer motivo por vicios procesales interpuesto por el impugnante, el
tipo objetivo de la agravante contenida en la mencionada norma sustantiva, requiere la
intervención de dos sujetos: el que da el precio o promete la remuneración económica
(sancionado con igual pena que al autor material, conforme lo establece el numeral 74
del Código Penal), y el que ejecuta el hecho, bajo el móvil de recibir el precio o
promesa remuneratoria acordada. Como requisitos de tal convenio, solamente se exige
que sea expreso (verbal o escrito), no tácito, sin mayores formalidades, de tal manera
que el ejecutor acepta el mandato otorgado y actúa de manera efectiva, sin que quede
duda que el contrato formulado es para la comisión de un homicidio, y que por ello se
recibirá un precio o la promesa remunerativa. Ciertamente, la doctrina sobre el tema
establece que el hecho queda consumado con la muerte de la víctima en virtud del
pacto establecido, e incluso cuando esa muerte se contrata bajo promesa
remuneratoria, su cumplimiento e incumplimiento carece de relevancia, a efecto de la
consumación del ilícito en su modalidad agravada por esa circunstancia, privando que
el ejecutor que se contrata haya actuado en virtud del pacto acordado, de tal manera
que la sola formalización del pacto, si el ejecutor no lleva a cabo o desiste de la acción
encomendada, resultaría ser un acto preparatorio impune, y no un elemento del hecho,
a título de tentativa, lo que solo se daría con relación a la agravante, cuando el
ejecutor realmente haya intentado la muerte de la víctima (sobre el particular, ver
Creus, C. op cit, páginas 26 y 27). En el caso examinado, conforme al elenco de
hechos probados, que el impugnante descontextualiza, se tuvo por demostrado, el
pacto entre el contratante (O.) y el autor material del homicidio (L.), sin que se
muestre necesario, como ya se indicó en líneas precedentes, que entre ambos
justiciables existiera un conocimiento o contacto directo, admitiendo la figura la
intermediación de otra persona, convenio que resulta, en aplicación de la mínima
lógica, otorgado con anterioridad a la fecha fijada para la muerte del comunicador
ofendido (7 de julio de 2001), y donde O. exteriorizó su deseo de que se diera muerte
a Medina Pérez por las razones ya conocidas, para lo cual pagó dinero (y bienes con
valor económico), propuesta que fue aceptada por L., quien en efecto procede a dar
muerte al comunicador, en cumplimiento de lo acordado, obteniendo la remuneración
económica indicada, que continuaría recibiendo y exigiendo, aun cuando se encontraba
en reclusión preventiva por estos hechos. Desde esta perspectiva se señala, que el
delito de homicidio calificado por precio o promesa remuneratoria, deviene
absolutamente consumado, alterando el impugnante el elenco de hechos probados, al
situar la participación de su patrocinado hasta el momento de “la decisión de dar
muerte al ofendido” (punto 52 del marco fáctico demostrado, folio 71, tomo I del
fallo), desconociendo los restantes eventos acreditados, en cuanto al contrato
efectuado, encargando al citado L., la muerte de Parmenio Medina Pérez, a cambio de
la entrega de una cantidad de dinero, cuyo monto exacto no pudo ser precisado,
cumpliendo el ejecutor en forma efectiva, el mandato otorgado (ver folio 72, mismo
tomo). Lo anterior no permite admitir los argumentos del gestionante, sobre la
existencia de un acto preparatorio impune desplegado por su cliente (decisión de dar
muerte), que no obtuvo, en su criterio efectiva concretización (delito consumado), en
tanto, por el contrario, se determinó mediante prueba idónea, el real cumplimiento del
pacto acordado entre ambos encausados, encuadrando sus actuaciones dentro de los
presupuestos de tipicidad objetiva y subjetiva que caracterizan la conducta contenida
en la norma sustantiva aplicada. Por ello, se declaran sin lugar los reproches
invocados.
XXV.-
Tercer motivo (se incluye aquí para su resolución, por ser un reproche de
naturaleza similar, el sétimo motivo por vicios procesales incoado por el
defensor Mario Navarro Arias). Falta de fundamentación de la pena. Se reclama
errónea aplicación del artículo 71 del Código Penal e inobservancia del numeral 5.2 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, pues el Tribunal se refirió
solamente a la valoración psiquiátrica hecha a su defendido (dictamen médico legal,
visible a folios 3167 a 3177, tomo VII), imponiendo el máximo de la pena prevista
para este delito (35 años de prisión), al considerarlo autor intelectual del homicidio
investigado. El motivo no es procedente: Conforme lo ha señalado esta Sala en
reiterados antecedentes jurisprudenciales, en cuanto a la imposición de la pena a un
imputado, por la comisión de un delito debidamente comprobado, no se requiere, para
estimar correctamente fundamentada una decisión sobre el particular, que la autoridad
sentenciadora se remita a todos los presupuestos contenidos en el numeral 71 del
Código Penal, en tanto, tales indicadores no son taxativos, sino enunciativos de las
razones que llevan al Tribunal a decantarse por un monto determinado de pena, sin
que esté obligado a hacer mención de todos los presupuestos señalados
normativamente, pudiendo incluso los Juzgadores, tomar en consideración otras
circunstancias que no se encuentren directamente determinadas en dicha norma, pero
que estime, dentro de criterios de racionalidad y proporcionalidad, importantes para
fundamentar su decisión en cuanto a la sanción punitiva se refiere (ver entre otros,
voto Nº 2008-0025, de las 8:53 horas del 18 de enero de 2008. Sala Tercera Penal).
En cuanto a la causa examinada, a folios 1829 a 1831, del tomo IV del fallo, el
Tribunal de sentencia expresó los fundamentos por los cuales estimó razonable y
proporcional a la conducta desplegada por el justiciable O., la aplicación de una pena
privativa de libertad en el quantum máximo permitido en la norma sustantiva
correspondiente, sea treinta y cinco años, para lo cual tomó en cuenta la gravedad del
hecho cometido, así como la personalidad del partícipe, enfatizando, según se reclama,
en los aspectos psicológicos del imputado, acreditados mediante las pericias
pertinentes. Pero no solamente estos aspectos estimó procedentes el Tribunal de
mérito: así, pese a considerar que en efecto el justiciable tenía una familia que
mantener (esposa e hijos) y que era de limpios antecedentes penales, tales
consideraciones cedían ante las implicaciones y el significado de la muerte del
comunicador Medina Pérez, en tanto su deceso homicida se produce, como corolario al
ejercicio por parte de la víctima, de un derecho constitucionalmente determinado,
atinente a la libertad de expresión, característico de un Estado de Derecho, con
incidencia profunda en la vida institucional de nuestro país, comprometido en
preservar tales principios democráticos. Por otra parte, tomaron en cuenta los Jueces,
que la conducta del imputado se tradujo, previo a la muerte del ofendido, en una
sistemática campaña de desprestigio en su perjuicio, así como la expresión de graves
amenazas y el ofrecimiento de dinero, para procurar que Medina Pérez cesara en sus
denuncias periodísticas, lesionando su honor. Las anteriores manifestaciones
expresadas por el Tribunal, se muestran suficientes a juicio de esta Sala, y permiten
derivar y comprender, para cualquiera persona que tenga acceso al fallo mencionado,
las motivaciones que llevaron a los Jueces a imponer el monto de pena indicado, sin
que se advierta vicio alguno que afecte la eficacia de la resolución dictada en
quebranto de las garantías procesales del enjuiciado. En consecuencia, se declara sin
lugar el motivo de casación interpuesto.
XXVI.-
B.-
Recurso presentado por el licenciado Mario Navarro Arias. Sobre el delito de
homicidio calificado. En el tercer motivo, el impugnante reclama violación al
principio de derivación o razón suficiente (sana crítica), en quebranto de los artículos
1, 142, 183, 363 inciso b), 369 inciso d), 443, 444 y 445 todos del Código Procesal
Penal; 39 y 41 ambos de la Constitución Política, por cuanto a juicio del quejoso, las
conclusiones del Tribunal no encuentran asidero legal en los elementos probatorios
incorporados al contradictorio. Así, se alega que los Jueces no indicaron cuál sería el
otro negocio que mantenían Minor Calvo y O., que según indicó Parmenio Medina Pérez
al Semanario Universidad, en entrevista concedida el 2 de julio de 2001, se les caería
si él seguía refiriéndose al tema de Radio María, ni hay prueba sobre ello. Señala el
defensor Navarro Arias que si Parmenio Medina manifestó que no seguiría con el
asunto de Radio María, desaparecería el peligro para los intereses económicos de O. y
Calvo Aguilar, por lo que no resulta una inferencia lógica la conclusión del Tribunal
sobre el móvil del homicidio. Asimismo, reclama el impugnante que en el fallo se
valoró brevemente el testimonio de I.R., cuando del interrogatorio al que la sometió la
defensa, se evidenciaron una serie de contradicciones en que incurrió. Por otra parte,
sobre la vinculación entre A.R.R. (L.) y O. para ejecutar la muerte de la víctima, el
Tribunal la sustentó en el hallazgo de un teléfono celular entregado a L. por la
licenciada Cheves Romero, cuando no hay prueba de que, cuando L., en una
conversación telefónica se refiere a un empresario, se está refiriendo a O. En todo
caso, el indicio, en su criterio, es anfibológico, pues en las intervenciones telefónicas
efectuadas a L., no se menciona a O., ni el pago de dinero para ejecutar al ofendido, ni
ofrecimiento de dádivas. Sobre las manifestaciones del ofendido referidas a las
amenazas de muerte y el atentado a su casa, de las que responsabilizó a O., según lo
declararon los testigos M.G.C., S.M.P., I.R., R.J. y los compañeros del programa La
Patada, constituyen, a juicio del impugnante, suposiciones, temores del ofendido y
apreciaciones subjetivas de su parte, analizando el Tribunal de manera parcial tales
declaraciones. Alega el quejoso, que para condenar a su cliente, esos temores de
Parmenio Medina Pérez resultan comprometedores, pero para absolver a Minor Calvo
Aguilar devienen en indicios anfibológicos, lo que resulta ser un razonamiento
contradictorio. Por último, en criterio del defensor Navarro Arias, el hecho de que por
los otros temas que tocó el ofendido en su programa, nunca fuera amenazado de
forma tan sistemática y grave, según lo concluyó el Tribunal, no demuestra la
participación de su cliente en esta sistemática persecución. Por su parte en el cuarto
motivo, reprocha el licenciado Navarro Arias falta de fundamentación probatoria
intelectiva y preterición de prueba, en quebranto de los artículos 142, 363 inciso b) y
c) y 369 inciso d), todos del Código Procesal Penal; 39 y 41 ambos de la Constitución
Política, por cuanto el Tribunal fragmenta la prueba testimonial, por ejemplo la
declaración de I.R., al dejar de lado el desconocimiento de la testigo sobre lo que
sucedía en torno a Radio María, lo que se traduce en conclusiones poco objetivas. Por
otra parte, en cuanto a la campaña de desprestigio (publicaciones de L.S.C. y F.T.),
ninguna de las pruebas aportadas liga a O. con estas publicaciones, salvo que conocía
a las personas responsables de ellas, lo que no resulta suficiente para presumir que
actuaban a pedido de O., y en lo que se refiere a F.T., su testimonio no puede ser
sustituido o introducido al proceso por un informe policial o las manifestaciones de
testigos de referencia. En cuanto al tema de los ofrecimientos de dinero, reclama el
quejoso, que la testigo I.R. fue el único sustento de la sentencia en ese sentido,
dejando de lado el Tribunal las manifestaciones, sobre ese aspecto, rendidas por F.S.,
R.J., N.C. y J.M.P. En cuanto a la primera llamada amenazante, estimada por el
Tribunal como elemento para vincular a O. en el homicidio de Parmenio Medina, el
defensor utiliza argumentaciones similares a las que, sobre este mismo tema, expresó
el codefensor William Guido Madriz, reiterando que en el proceso se introdujo la
declaración de J.A. a través de la declaración de un policía y de O.B., cuando nunca se
recibió en juicio la deposición de ese testigo, ni se tomó bajo la modalidad del anticipo
jurisdiccional de prueba. En cuanto a la segunda llamada amenazante, efectuada el 7
de mayo de 2001, alega el quejoso, que no existe prueba de que su autor fuera O., por
lo que la conclusión a la que arribaron los Jueces es presuntiva sin mayor respaldo
probatorio. En lo referente a los disparos efectuados contra la casa del comunicador
asesinado, los Juzgadores se sustentaron en dos elementos probatorios: las
declaraciones de I.R. y R.J., sin embargo, a juicio del recurrente, tales testimonios no
son suficientes para establecer que el autor fuera su representado, o que se actuara
por su encargo. Sobre el tema de la vinculación entre O. y L.ime, relacionada con la
entrega del teléfono celular, sobre el cual hizo también referencia el codefensor Guido
Madriz, el impugnante alega la inexistencia de prueba para concluir, como lo hizo el
Tribunal, que cuando telefónicamente L. hace mención a un empresario que le ayuda,
suministrando dinero con el propósito de acabar con la vida de Medina Pérez, se estaba
refiriendo a O. Por último, en lo que se refiere a las amenazas de muerte, reitera los
argumentos que sobre el particular, señaló el codefensor Guido Madriz, indicando que
los razonamientos expresados en sentencia devienen contradictorios, frente a la
absolutoria, por los mismos hechos, a favor de Minor Calvo Aguilar. En suquinto
motivo alega fundamentación contradictoria, en detrimento de lo establecido en los
artículos 369 incisos d) y g) del Código Procesal Penal; 39 y 41 ambos de la
Constitución Política. El impugnante reitera el tema sobre las amenazas de muerte y el
atentado contra la casa del comunicador Medina Pérez y los argumentos señalados
supra, similares a los del codefensor Guido Madriz, en cuanto a que, para los
Juzgadores, los elementos tomados en consideración no son suficientes para incriminar
a Minor Calvo Aguilar, pero sí lo son para condenar a su cliente, por los mismos
hechos. Los reclamos no son de recibo: Por su estrecha relación temática se avoca
esta Sala a su resolución conjunta. Dentro de una comprensión integral del fallo, y sin
enfatizar en aspectos descontextualizados del “todo” que significó la sentencia dictada
conforme a las pretensiones del impugnante, se advierten con claridad los hechos y las
pruebas que lo respaldaron, permitiendo a los Jueces concluir sobre la delictiva
participación de O. en el homicidio de Parmenio Medina Pérez, y que son ignorados por
el gestionante, bajo criterios especulativos sin mayor soporte. Cabe señalar, como en
forma amplia se expuso al dar respuesta a los cuestionamientos del defensor William
Guido Madriz, codefensor de O., a los cuales se remite al ahora recurrente, el fallo se
sustentó en prueba abundante, al margen de las manifestaciones de I.R., que aun
cuando el Tribunal las utiliza en parte para respaldar sus argumentos sobre las
llamadas amenazantes (específicamente la del 7 de mayo de 2001), así como sobre el
atentado a su casa de habitación ocurrido dos días después, en tanto sus declaraciones
se vieron apoyadas con otras probanzas cuya credibilidad no pudo ser desvirtuada
(R.J. y M.A.), no es ni por asomo esta testigo, el soporte esencial del fallo, como
parece entenderlo el quejoso, de tal manera que, como se afirmó anteriormente,
cuando se planteó la posibilidad de excluir hipotéticamente lo relativo a las amenazas
personales y los ofrecimientos de dinero que el comunicador ofendido confió a su
círculo familiar y laboral más cercano, el fallo se mantiene incólume, en tanto otras
probanzas de mayor trascendencia, citadas y comentadas dentro del recurso de
Casación incoado por el abogado Guido Madriz, permiten establecer el nexo causal
entre O. y L., de connotaciones diferentes a lo que fue la participación acusada de
Minor Calvo Aguilar y los restantes encausados, en el ilícito que se analiza, debiendo
remitirse el gestionante a las argumentaciones que sobre el particular, de forma
abundante expuso esta Sala en considerandos anteriores, a efecto de no incurrir en
repeticiones innecesarias.
XXVII.-
XXVIII.-
RECURSO DEL LICENCIADO PRIMO CHACÓN BARQUERO (defensor público del
imputado absuelto Xxxx). ÚNICO: Falta de fundamentación de la sentencia: El
impugnante reclama el quebranto de los artículos 142, 363 b) y 369 d), todos del
Código Procesal Penal, por cuanto el Tribunal sentenciador absolvió a su representado
por el delito de homicidio calificado, cometido en perjuicio de Parmenio Medina Pérez,
que inicialmente le atribuyera el Ministerio Público, en aplicación del mandato expreso
del principio de inocencia, dada la insuficiencia de pruebas en su contra. Sin embargo,
a juicio del quejoso, Xxxx debió haber sido absuelto por plena demostración de
inocencia, y no solo indicar, luego de cuatro años de reclusión preventiva, que la
prueba ofrecida no lo incriminaba, sin valorar los indicios expuestos, para acreditar una
certeza negativa, limitándose los Juzgadores a valorar de forma aislada el material
probatorio aportado, sin hacer referencia alguna a las manifestaciones del enjuiciado
vertidas en el ejercicio de su defensa material, por más de una hora, al finalizar el
debate y concederle la palabra. Reclama el impugnante que en la especie existe una
serie de indicios graves, precisos y concordantes que permiten concluir, bajo
parámetros de certeza negativa: 1) la ausencia de contacto telefónico o cualquier otro
vínculo entre su defendido y los restantes imputados o personas relacionadas con este
caso. 2) ausencia de contacto o vínculo entre Xxxx y O., pese a que para la fecha de
detención de su cliente, su condición económica se había deteriorado (y si hubiesen
mantenido contacto previo, bien pudo acudir a O. para que le ayudara), luego de haber
tenido gran solvencia monetaria durante el tiempo en que se da el homicidio de la
víctima, y sobre esta última condición declararon los testigos M.A.M. e I.S.S.,
desacreditando que el dinero fuera el móvil (como se indica que sucedió con los otros
acusados) para participar del homicidio, pues una persona tan adinerada como Xxxx,
para el momento del suceso, no iba a participar en un delito, por una fracción de una
suma inferior a diez millones de colones. 3) No se demostró que Calvo Aguilar y O.,
conocieran, ni por asomo, a Xxxx, y el testigo del Ministerio Público, J.A.J., quien
supuestamente iba a ligar a su defendido con O., ubicando juntos a estas dos
personas, en una ocasión, en el Residencial El Marino en San Pablo de Heredia, no
declaró en debate, y en todo caso, sería una declaración falsa, pues se demostró
documentalmente que Xxxx no vivía en dicho residencial (ver expediente número 01-
001928-0370-CI en relación con el oficio DIM-07-07 de 25 de enero de 2007, del
Departamento de Ingeniería de la Municipalidad de San Pablo de Heredia, legajo de
prueba para mejor resolver de la defensa del imputado). 4) En debate, tanto la fiscal,
durante sus conclusiones, como el oficial de policía J.F., variaron la hipótesis fáctica
inicialmente acusada, y establecen que la persona encargada de contactar a los
sicarios fue F.T., quien debió ser acusada, pero no lo fue (ver grabación de las
conclusiones de la fiscal, del día 15 de junio de 2001, secuencia 1350 y 1355), sin
embargo, ello no fue valorado por el Tribunal, pese a que el testigo R.J., también
señaló tal situación (ver folios 1819 y 1820 de la sentencia), pero este testimonio
solamente fue analizado para condenar a O., pero no para desacreditar la participación
de Xxxx. Por ello, solicita se absuelva a su defendido por certeza negativa. El reclamo
es de recibo: Nuestra Constitución Política garantiza el principio de inocencia, al
establecer en su artículo 39, en lo conducente: “A nadie se hará sufrir pena sino por
delito, cuasidelito o falta, sancionados por ley anterior y en virtud de sentencia firme
dictada por autoridad competente, previa oportunidad concedida al indiciado para
ejercitar su defensa y mediante la necesaria demostración de culpabilidad...”, principio
que recoge nuestra legislación procesal penal en el numeral 9, al garantizar el estado
de inocencia de un imputado en todas las etapas del procedimiento, mientras no se
declare su culpabilidad en sentencia firme, debiendo estarse a lo más favorable para el
incriminado, en caso de duda sobre las cuestiones de hecho. En la causa examinada, al
imputado Xxxx, el Ministerio Público le atribuyó en la acusación inicial, haber actuado
de intermediario para que los justiciables O. y Minor Calvo Aguilar, contactaran al
imputado xxxx, a finales de febrero del año 2001, con la finalidad de que éste a su vez
contratara a un grupo de hombres que le dieran muerte al ofendido Parmenio Medina
Pérez (ver hecho número 56 del elenco de hechos acusados, folio 27 de la sentencia).
Sin embargo, al final del debate, el Tribunal, tuvo por no demostrada la acusación que
el órgano fiscal le atribuía a Xxxx y procedió a absolverlo, por mandato expreso del
principio de inocencia, estimando por una parte, la insuficiencia de pruebas en su
contra para acreditar un fallo condenatorio (ver folio 1881, tomo IV), y por otra, la
ausencia de elementos probatorios incriminantes que permitan afirmar con certeza, su
participación en los hechos endilgados (folio 1887, mismo tomo), lo que a todos luces
se muestra contradictorio, en lo que se refiere a los efectos que tal planteamiento
conlleva, en tanto la insuficiencia de pruebas, daría como resultado una decisión
absolutoria por duda, pero la inexistencia de elementos incriminantes, como también lo
proponen los Jueces, desplazaría la duda, permitiendo una absolución por certeza
negativa, tal y como lo reclama el impugnante. Sin embargo, la contradicción
apuntada, por la especial naturaleza del reproche y el agravio formulado, no inhibe a
esta Sala, de incursionar en el fondo de la articulación. Conviene recordar, en primer
término, que para arribar a la verdad de los hechos sometidos a conocimiento del
Tribunal de sentencia, los Juzgadores han de valorar las pruebas aportadas al proceso,
con el propósito de adquirir la certeza necesaria, ya sea para condenar a la persona
acusada por plena acreditación de su culpabilidad (certeza positiva), o bien para
absolverla, criterio este último que presenta dos alternativas diferentes, y si bien
ambas coinciden en la imposibilidad de que se haya desvirtuado la presunción de
inocencia a favor del justiciable, cada una de ellas va a evidenciar efectos distintos, ya
sea que la absolutoria se manifieste por certeza negativa, que involucra la inexistencia
del hecho denunciado o porque el acusado no lo cometió, o bien que se produzca la
duda en cuanto a que el imputado haya incurrido en la comisión de la conducta
acusada, por ser la prueba aportada y analizada, insuficiente para arribar a criterios de
certeza (positiva o negativa), lo que dará como resultado la absolución, pero con
sustento en el principio in dubio pro reo. Del estudio de la causa se advierte que el
Tribunal se avocó al análisis de una serie de elementos probatorios: declaraciones de
R.S., R., C., J.V.R. y el anticipo jurisdiccional de prueba rendido por L., visible a folios
921 a 939, tomo III del expediente, desvirtuando una a una las pruebas mencionadas,
determinando que ninguna de ellas vinculaba a Xxxx con el homicidio de Medina Pérez,
restando absoluta credibilidad al testimonio de C., sobre el cual, afirmaron los Jueces,
se vio controvertido por otras pruebas recibidas en debate, que determinaban que en
las situaciones en que ese testigo relacionaba a Xxxx, en realidad se estaba refiriendo
a otra persona de nombre J.M.C. (ver folio 1885, tomo IV). Por otra parte, en lo
referente a los testimonios de M.A.M. e I.S.S., a juicio del Tribunal, solo se refirieron a
Xxxx como un empresario futbolístico, de origen colombiano y radicado en el país, y el
testigo J.V.R., ofrecido por la representación fiscal, ni siquiera mencionó a Xxxx en su
declaración (ver folio 1886, tomo IV). Por último, en lo referente al anticipo
jurisdiccional de prueba, vertido por L.B., para el Tribunal de sentencia, no merece
mayor credibilidad, y en todo caso, aun acogiendo esta parte de su testimonio donde
menciona a una persona a quien la policía asocia como el acusado de marras, no le
atribuye mayor participación que haber conversado en alguna oportunidad, en la calle,
con xxxxx, mencionándolo bajo el nombre de ”C.R.”, sin embargo, sobre este aspecto,
la defensa técnica de Xxxx, hizo llegar a los autos, prueba documental, sobre la
existencia de otro sujeto colombiano, de nombre, J.C.C., condenado por un delito de
tráfico de drogas, y que para el momento de esa supuesta conversación entre Xxxx y
el sujeto nombrado como “C.R.”, aquel sujeto de nacionalidad colombiana, se
encontraba disfrutando de un beneficio penitenciario (ver folio 1886, mismo tomo). En
todo caso, a juicio de los Juzgadores, las pruebas analizadas en modo alguno lograron
vincular a este acusado con el homicidio de Parmenio Medina, ni con el hecho
endilgado por la representación fiscal, lo que los llevó a afirmar que, en el caso de
Xxxx, se estaba ante la ausencia de elementos probatorios incriminantes que
permitieran afirmar con certeza su participación en los hechos acusados (folios 1886 y
1887, tomo IV). Pero aun más, tal y como lo reclama el impugnante, y lo percibió esta
Sala al observar y escuchar la grabación en audio y video, de las conclusiones rendidas
por la representación del Ministerio Público durante la sesión del 15 de junio de 2007,
secuencia 13:57:30 y 14:00:05, al analizar las pruebas aportadas en acopio a la
demostración de su tesis acusatoria, en especial la declaración del oficial del
Organismo de Investigación Judicial, J.F., quien también se refirió al mismo aspecto,
en su deposición rendida en debate, según se advierte a folio 427 de la sentencia,
tomo I, la fiscal de juicio manifestó, a efecto de reafirmar la vinculación entre el
imputado O., con al abogado F.T., que había sido éste último quien había contactado a
las personas que buscarían a los sicarios que acabaran con la vida de Medina Pérez,
eliminando así, el único eslabón en la cadena delictiva que dio como resultado el
asesinato de la víctima, donde figuraba Xxxx, al trasladar su función de intermediario,
al citado F.T., lo que a la postre motivó que fuera el mismo Ministerio Público, el que
solicitara la absolución del mencionado Justiciable. Desde esta perspectiva, que para el
Tribunal resultó muy clara y que lo llevó a decantarse por el fallo absolutorio a favor de
dicho enjuiciado, se evidencia con absoluta propiedad, que al final del proceso, el
hecho denunciado contra Xxxx no existió y no lo fue por el imputado, careciendo la
hipótesis acusatoria de pruebas incriminantes sobre el particular, circunstancias que
devienen contrarias a una conclusión, que si bien es cierto, exonera al incriminado de
pena y responsabilidad, lo hace en aplicación del principio de inocencia y no por
certeza negativa. Advierte esta Sala que el razonamiento vertido en la resolución
cuestionada, contiene un error importante, con incidencia en la decisión adoptada, al
estimar inaceptable las pretensiones de la defensa material y técnica del enjuiciado,
quienes reclamaron la absolución por plena inocencia, por cuanto el hecho
“definitivamente existió, cual es la muerte del ofendido” (ver folio 1887, tomo IV),
confundiendo los Jueces, el “resultado muerte”, con el hecho denunciado al imputado,
cual fue en este caso, la atribuida intermediación de Xxxx, contactando a los acusados
O. y Calvo Aguilar, con el coimputado xxxx, para que éste, a su vez, buscara las
personas que en definitiva, darían muerte al comunicador Medina Pérez. Por todo lo
expuesto, se declara con lugar el recurso de casación interpuesto por el defensor
público, P., y resolviendo por el fondo, se modifica el fallo dictado, en cuanto absolvió
al imputado Xxxx, de toda pena y responsabilidad, en el homicidio calificado ocurrido
en perjuicio de Parmenio Medina Pérez, por mandato expreso del principio de
inocencia, y en su lugar, se mantiene la absolutoria dictada, pero bajo parámetros de
absoluta inocencia, en aplicación del principio de certeza negativa.
B.-
B.-
SOBRE EL DELITO DE ESTAFA. RECURSOS INTERPUESTOS POR LOS
LICENCIADOS RODRIGO ARAYA SOLANO (defensor particular del imputado
Minor Calvo Aguilar), WILLIAM GUIDO MADRIZ y MARIO NAVARRO ARIAS
(codefensores del encartado O.). 1. El primer tema planteado por los defensores
de Calvo Aguilar y O. se refiere a la ausencia de tipicidad del delito de estafa, errónea
interpretación del artículo 216 del Código Penal o bien inexistencia del delito de estafa
(recurso por el fondo y por la forma). Por tratarse de un mismo planteamiento con
argumentos similares, esta Sala opta por resolver los motivos interpuestos en forma
conjunta. Alegan los recurrentes, en términos generales, que el Tribunal encontró
responsable a sus defendidos por el delito de estafa y les impuso quince y doce años
de prisión, cuando los hechos atribuidos y tenidos por demostrados, no encuadran
dentro del tipo penal contemplado en el artículo 216 ibidem, por lo que debieron ser
absueltos de toda pena y responsabilidad, por atipicidad objetiva y subjetiva derivada
de ese elenco probatorio (puntos del 1 al 36 del epígrafe correspondiente). Señalan los
recurrentes que del marco fáctico demostrado no se derivan los elementos esenciales
del tipo objetivo de la estafa, a saber, ardid, error y perjuicio patrimonial, ni tampoco
el elemento subjetivo del dolo, ni la causa agravante contenida en el párrafo segundo
de dicho numeral, y no se acreditó tampoco el nexo causal entre cada uno de estos
elementos constitutivos del delito relacionado. Alegan los quejosos, que los Juzgadores
no pudieron establecer el elemento del error, en razón de que no declaró ni una sola
persona que adujera ser víctima por estafa, respecto a alguna “donación” otorgada a
Radio María, lo que imposibilitó al Tribunal, contar con este elemento psicológico,
puesto que no pudieron los Jueces saber la forma, modo o circunstancia en que alguna
persona ofendida se vio expuesta a error, producto de un ardid desplegado por los
acusados, que llevara a una disposición patrimonial que produjera perjuicio. Reiteran
que ante la ausencia de ofendidos, no se logra identificar la motivación de los
donantes, y con ello la imposibilidad de demostrar que el dinero dado por aquellos fue
utilizado en actividades distintas para las cuales se donaron, y tal imprecisión le
impediría a sus representados, llegar a algún acuerdo (medidas alternas) con los
ofendidos sobre los extremos reclamados. Asimismo, el defensor de Calvo Aguilar
señala que no se especifica en los hechos probados, cuáles fueron los programas
radiofónicos que este acusado utilizó para motivar a los fieles de Radio María, a
desprenderse de su patrimonio y entregarlo a la emisora, durante los veintiséis meses
en que ésta operó, a efecto de determinar si hubo engaño, estableciendo si el acusado
Calvo Aguilar se comprometió a destinar dichos ingresos a una específica finalidad,
para luego comprobar si la cumplió o no. En este mismo punto, a saber, si los dineros
recaudados se destinaron a fines diferentes de los propuestos, también se refieren los
defensores Guido Madriz y Navarro Arias, en lo que toca a su representado. Por otra
parte el Licenciado Araya Solano enfatiza que el Tribunal, durante el tiempo de
operación de Radio María de Guadalupe, tuvo por demostrado que ingresaron
millonarias sumas de dinero, tanto en colones como en dólares, pero, según su
criterio, no señala si todo ese dinero provenía de las donaciones de los fieles, y si fue
así, qué cantidad se utilizó para cubrir los gastos normales de operación de dicha
emisora, es decir, omitió delimitar los montos que fueron empleados en la operación
regular de la radio, de aquellos que, a juicio de los Jueces, resultaron desviados para
beneficio personal de Calvo Aguilar y O. Se reclama también por parte del mismo
profesional que no se determinaron los motivos por los cuales Calvo Aguilar realizó
reuniones o viajes, cuando los jueces se refirieron a los rubros utilizados por su
defendido en beneficio personal: comidas en restaurantes, boletos de avión para sus
hermanos y amigos íntimos, dinero percibido por O. y por familiares y allegados al
Padre Minor Calvo. No se indicó si tales egresos constituían o no actividades propias de
la emisora en las que debían participar, tanto este acusado como algunos de los
miembros de su comunidad, o si los vehículos adquiridos, fueron o no utilizados para el
normal desarrollo de la actividad radial, entre otras circunstancias, lo que deviene
importante para establecer el perjuicio patrimonial causado. Por su parte, la defensa
de O. señala que en su caso, ni siquiera se pudo comprobar la calidad de socio o
miembro del grupo que administraba la radioemisora, ni que ejerciera dirección
funcional de la misma, limitándose su intervención al préstamo de dinero para el
arriendo de la frecuencia. Reclaman los impugnantes, que se estableció como
ofendidos, a los fieles de Radio María y a la Iglesia Católica, sin embargo, con respecto
al ente religioso, no se cuenta con prueba que determine que de alguna forma resultó
perjudicada, ni se planteó denuncia; y en cuanto a los fieles de la emisora, el concepto
es equivocado, pues la radio no puede tener “fieles”, sino “radioescuchas”, siendo en
todo caso un concepto indeterminado, que impide concretar dónde estuvo el error y el
monto de la disposición patrimonial erogado, así como el perjuicio que sufrieron, y por
ende, la posibilidad de acudir a salidas alternas al conflicto, conforme lo permite el
proceso penal, reiterando que no pudieron ser identificadas las personas que
conformaban esa masa de ofendidos. En el marco del reclamo sobre la configuración
del delito de estafa, los defensores de ambos imputados acusan, finalmente, falta de
fundamentación, fundamentación contradictoria o ilegal, violación a las reglas de la
sana crítica y vicios de fundamentación jurídica. Reclaman los promoventes, que en lo
que se refiere al delito de estafa, no fueron afectados “intereses difusos”, como
erradamente lo consideró el Tribunal, pues el bien jurídico tutelado en estas conductas
fraudulentas es el patrimonio, no bienes jurídicos colectivos, sin que por otra parte, los
Juzgadores lograran definir si las donaciones fueron para el Padre Minor Calvo en su
carácter personal, o para Radio María, tal es el caso de la testigo J.H., quien afirmó
haber donado a favor del Padre Minor, y éste podía hacer con la donación lo que
quisiera, incluso, disfrutarla en forma personal. Establecen los defensores, en línea
común de argumentación, que la “donación” elimina la estafa, pues de acuerdo a
nuestra legislación civil (artículo 1404 del Código Civil), la donación es un contrato
gratuito, y opera por la liberalidad del donante, siendo un contrato sin
contraprestación, es decir, la propiedad se transfiere con solo la aceptación del
donatario, y de los hechos probados se desprende que las donaciones realizadas por
los radioescuchas de Radio María, no se hicieron con la finalidad de recibir una
contraprestación a cambio, ni concretamente producto de una promesa personal de
utilizar el dinero o bienes en determinada situación. Refiere el defensor de Calvo
Aguilar que los dineros donados a Radio María o al Padre Minor, pasaron a completo
dominio y propiedad de la emisora o del imputado, sin promesa o contraprestación de
utilizar el dinero en un asunto predeterminado. Las defensas de O. y Calvo Aguilar
alegan, también, que la sentencia se contradice cuando, por un lado, afirma que se
cumplieron los fines propuestos por medio de los mensajes radiales y, por otro,
asevera lo contrario, que tales propósitos no fueron cumplidos. De igual manera, el
Licenciado Navarro Arias, acusa violación al principio in dubio pro reo en razón de que,
según su criterio, se dio en el juicio una gran duda respecto a la calificación legal que
correspondía hacer, ya que supuestamente una gran cantidad de hechos configurarían
a lo sumo estafas menores que a su vez, obligarían a la posibilidad de dar paso a
soluciones alternas que no pudieron ser concretadas, o bien estarían prescritas.
Cuestiona asimismo este profesional que no hay suficiente fundamentación para
estimar que en la especie se dé la modalidad de delito continuado, forma en que el
Tribunal estableció la pena a imponer. Por último, en este tema, los recurrentes
reclaman el vicio de indebida aplicación del párrafo segundo del numeral 216
del Código Penal, pues a su juicio, de los hechos probados en el fallo cuestionado, no
se logra extraer la acreditación de circunstancias agravantes que faculten la elevación
de la pena, o bien que, en el caso del defensor Araya Solano, como encargado o
apoderado de Radio María, Calvo Aguilar haya obtenido, total o parcialmente, recursos
del ahorro público. Por mayoría se rechazan los reclamos interpuestos . Luego de
una discusión previa acerca del marco fáctico acusado y las posibles calificaciones
jurídicas que -en principio- hizo el Ministerio Público, el Juez Penal en su Auto de
Apertura a Juicio, la apelación que planteó la representación fiscal y la definición que
hizo el Tribunal de alzada, dejando claro que la relación de hechos acusados era lo que
importaba y no las calificaciones jurídicas provisionales que se habían anticipado, y
que, sólo en sentencia se daría la calificación definitiva, el a quo, según los tipos
penales en juego, incluyó en su fallo la tipificación del delito de Estafa en contra de O.
y Minor Calvo Aguilar. Este aspecto, reclamado por la defensa de ambos imputados,
quedó debidamente resuelto, dado que, efectivamente, tal y como lo señala el Tribunal
sentenciador, siempre y en todo momento se imputó un elenco de hechos que fueron
los mismos que llegaron a juicio y, un error de apreciación cometido por el Juez Penal,
respecto a las calificaciones legales provisionales fue debidamente corregido por el
Tribunal de apelación (ver folios 1693 a 1697). En su momento, ese Tribunal de
Apelación le aclaró a las partes interesadas que el sobreseimiento dictado por el Juez
Penal carecía de la imprescindible relación de hechos probados y que, además, la
apertura a juicio dictada contenía toda la relación fáctica inicialmente acusada por el
Ministerio Público, reduciéndose el reclamo a una cuestión de mera calificación
preliminar que no podía resolverse definitivamente sino en sentencia. Literalmente, en
esa oportunidad el Tribunal de Apelación dijo: “Es de todos conocido que el marco
fáctico que se somete a conocimiento de un tribunal de juicio se le da siempre
una calificación jurídica, que es claramente provisional y que ha fijado bien el
ente fiscal o bien el juez penal, luego de celebrada la audiencia preliminar. Se
trata simplemente de la calificación jurídica, reiteramos, provisional, que se
da a los hechos y que en modo alguno limita al tribunal. La competencia del
tribunal de juicio en este y en cualquier proceso viene dada por el marco
fáctico, no por la calificación jurídica dado al mismo. Será el tribunal el que,
luego de evacuada la prueba del contradictorio, determine si esos hechos
sometidos a su conocimiento son típicos o no de algún ilícito y de considerar
que son típicos, el establecer en cuál tipo penal encuadran, con independencia
de la calificación jurídica que el Ministerio Público o el juez penal hayan dado
a los mismos. Lo que sí no puede hacer el tribunal es rebasar el marco fáctico
que se conoce a su estudio.” (ver folios 1694 y 1695) Incluso, más adelante,
cuando la defensa presentó esta misma argumentación en debate, el Tribunal le
contestó en sentencia que: “La defensa y el ente fiscal se abocaron en el curso
del debate, a defenderse, de los hechos acusados (no de calificaciones
jurídicas que todos sabemos son provisionales), la primera y a comprobar los
hechos acusados, el ente Fiscal. Tan claro tenían esto las defensas de Minor
Calvo Aguilar y O., que ambas se refirieron en sus conclusiones a los tres
delitos acusados: estafa, homicidio calificado y asociación ilícita. Ello lo
tuvieron claro en las conclusiones, durante el debate y en toda la etapa de
investigación. Es inaudito que luego de dos años de debate y seis de
investigación, donde se han dado miles de audiencias a todas las partes se
venga a alegar a estas alturas por parte de algún profesional en derecho o de
algún acusado que no tenían claros los hechos acusados y su calificación
legal, cuando se desprende de los interrogatorios de los defensores y de la
prueba documental aportada que tenían clarísimo los hechos acusados.”(ver
folios 1695 a 1697). Ahora, la defensa de los imputados alega que los hechos tenidos
por demostrados no encuadran en la figura penal del párrafo segundo del artículo 216,
inciso 2) del Código Penal, tanto en cuanto al tipo objetivo como en cuanto al tipo
subjetivo (dolo) de esta figura. Esta Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia,
analizado el punto, debe concluir, mayoritariamente, en primer lugar, que no llevan
razón los recurrentes y que el Tribunal de sentencia ha fundamentado debidamente
por qué, en el caso bajo análisis, se perfecciona el tipo penal contenido en el artículo
216, inciso 2), párrafo segundo del Código Penal vigente. Para los Jueces de Juicio
han concurrido en la especie los elementos del tipo objetivo de estafa, a saber, (1) la
maniobra engañosa, (2) la inducción del error, (3) la disposición patrimonial y,
en consecuencia, el (4) perjuicio o lesión patrimonial propios de esta figura; de
igual manera, los juzgadores estiman que ha concurrido en el caso el tipo
subjetivo(dolo) en tanto los autores, actuaron con conocimiento y voluntad de
realizar los elementos descriptivos y normativos del tipo objetivo. La Sala de mayoría,
una vez analizados los hechos y los fundamentos del fallo, coincide con lo expuesto por
el a quo en cuanto a la adecuación típica de los hechos acusados y considera que su
decisión debe confirmarse, por las razones que de seguido se exponen. En cuanto al
punto (1) la maniobra engañosa, los jueces sentenciadores, de manera motivada,
expresan en su resolución cómo O. y Minor Calvo Aguilar entraron en negociaciones
para que el primero financiara, y el segundo dirigiera, las transmisiones de Radio
María de Guadalupe, empresa de comunicación que se presentaba al público creyente,
de fe católica, como un medio de evangelización, consejería y ayuda a los necesitados.
El engaño comenzó a evidenciarse, según se desprende del fallo bajo estudio, cuando
O. a realiza una serie de maniobras para no figurar él, personalmente, como
propietario de la empresa, utilizando a terceros o “testaferros” que disimularan la
participación suya -mero hombre de negocios-, lo cual no convenía a la apariencia de
una iniciativa religiosa, caritativa y altruista. Con esto se pretendía disimular lo que
realmente estaba detrás del negocio ilícito. He aquí, según lo aprecia la mayoría de
esta Sala y lo determina bien el Tribunal de sentencia, el primer momento del engaño
perpetrado por los acusados O. y Calvo. Pero además, hay un segundo hecho
engañoso que también ha sido perfectamente establecido en la sentencia que se
analiza: presentar a Radio María como un medio de fines espirituales y nobles, puesto
que se llamaba al público creyente a entregar dinero para financiar campañas de
evangelización, consejería a matrimonios y personas, así como ayuda alimentaria a
familias pobres, cuando, con el tiempo, fue evidente que sólo una pequeña parte –la
indispensable para mantener las apariencias y, por tanto, el error- se utilizaba en
aquellas finalidades, en tanto que O. y Calvo Aguilar, con los dineros recaudados, por
una parte, compensaban la inversión económica hecha por el primero y, además,
permitían al segundo adquirir un status de vida para sí y para un reducido núcleo de
allegados, que disfrutaban de préstamos, viajes vacacionales, cotidianas visitas a
hoteles y restaurantes, así como otras adquisiciones de bienes y servicios alejados de
las promesas ofrecidas. No le cabe duda a esta Sala de mayoría que las actuaciones
descritas constituyen maniobras que presentan hechos falsos como ciertos y que
ocultan o disimulan la verdad de otros hechos, todo lo cual perfecciona uno de los
elementos fundamentales del tipo objetivo de la figura de estafa. Un tercer hecho
engañoso, desarrollado correctamente por el Tribunal sentenciador, consistió en que
Minor Calvo Aguilar abrió varias cuentas corrientes, supuestamente propiedad de una
“sociedad” de nombre “Radio María”, que nunca llegó a existir, dado que el verdadero
cuentacorrentista era el propio Calvo Aguilar, quien tenía estos instrumentos
bancarios a su nombre y disponía libremente de los fondos recaudados. Tampoco cabe
duda alguna a esta Sala de mayoría, que se conforma aquí, otro elemento descriptivo
del tipo objetivo de la estafa, puesto que se hizo creer a la gente que depositaba su
dinero en cuentas corrientes y cajas recaudadoras de una sociedad lícita, cuando en
realidad se trataba de un negocio irregular que personalmente controlaban los
imputados. Por último, como hecho fraudulento relevante, el Tribunal analiza cómo,
una vez cuestionada la empresa ilícita montada por los acusados, se perpetró la
simulación de una venta mediante la cual O. recuperó formalmente su inversión,
apropiándose de todos los activos de “Radio María”, entre otros, de las frecuencias de
transmisión, los equipos y los edificios donde operaban. De esta suerte, se perfeccionó
el segundo de los elementos propios de la figura prevista en el numeral 216 del Código
vigente, a saber, (2) la inducción a engaño. En efecto, en el elenco de hechos
probados y en la consiguiente fundamentación de la sentencia, el a quo, analiza
correctamente cómo, todas las maniobras defraudadoras anteriormente descritas,
llevaron a una cantidad indeterminada, pero muy numerosa, de fieles católicos, a
entregar dineros que como se dijo líneas atrás sólo en una pequeña parte iban
destinados a la evangelización, asesoría espiritual y ayuda a los más necesitados; lo
que a su vez (3) concretó la disposición patrimonial en cada caso y las
consiguientes (4) lesiones patrimoniales. Lo anterior nos lleva al segundo de los
argumentos levantados por la defensa de los imputados en el sentido de que, al no
haberse contado con el testimonio de alguno de los contribuyentes a las campañas de
recaudación de fondos, el error no ha sido demostrado y, en consecuencia, la
tipificación de la conducta no es posible. Pero, contrario a esta apreciación, esta Sala
de mayoría, estima que los miembros del Tribunal juzgador han dicho, en primer lugar
y con todo acierto, que se ha aceptado doctrinaria y jurisprudencialmente que, en
casos como el que se analiza, se perfecciona la estafa con el simple hecho de que “…
el disponente conoce que a cambio de su prestación no obtiene ninguna
contraprestación que compense económicamente esa pérdida, por lo que en
términos estrictamente económicos hay una disminución patrimonial…”. (folio
1697). Tal afirmación es acompañada en sentencia por una larga lista de referencias
bibliográficas que los recurrentes no entran a desvirtuar o a contradecir. Esta
conclusión también es apoyada por un precedente de esta Sala (Voto 454-2004, de las
12:40 horas del 7 de mayo de 2004), donde ya se había dejado en claro que no puede
desconocerse el hecho de que, es autor de estafa quien, aprovechándose de las
creencias religiosas de una persona, logra inducirla en error, engañándola para obtener
beneficios patrimoniales antijurídicos. Esta es una cuestión, que va unida a otra
reflexión, universalmente estudiada y establecida, que consideramos pertinente
mencionar aquí. En el derecho anglosajón se ha desarrollado el concepto de “affinity
fraud” (fraude por afinidad) [ver dirección electrónica
htt://www.sec.gov/investor/pubs/affinity.hfm o también la siguiente dirección
http://,www.pueblo.gsa.gov/cic_text/money/spaffinityfraud/spaffinityfraud.pdf] donde
precisamente se señala que el autor del fraude se aprovecha de la comunión de
ideales, creencias o metas de las víctimas para obtener con mayor facilidad ventajas
patrimoniales de quienes le otorgan autoridad social, política o religiosa. Los
juzgadores, en este caso, y para lo que al imputado Calvo Aguilar corresponde, de
conformidad con el plan delictivo preconcebido, han evidenciado las cualidades de
oratoria que despliega, precisamente como un medio efectivo de convencimiento sobre
la base de la adhesión religiosa del público a que se dirigía, medios que resultaron
idóneos para perpetrar el fraude bajo análisis. Con un sustento probatorio también
muy amplio, el a quo, señala que debe tenerse por cierto que Radio María de
Guadalupe, comenzó a transmitir por medio de la frecuencia 100.3 Mhz. y enlace en
923.5 Mhz, dirigida por el imputado Calvo Aguilar a partir del 1° de marzo de 1999,
proponiendo como objetivos de su actividad: “evangelizar, comunicar mensajes de
paz, impartir el don de amor a los matrimonios, orientar a los jóvenes, servir a los
pobres y dar consejo a quien lo necesitara”. Agrega el Tribunal sentenciador que ligado
a estos objetivos, se exhortó a la audiencia católica a entregar dinero y hasta el
diezmo bíblico pues, según la misma propaganda radial y escrita, era la única fuente
de financiamiento para lograr aquellos propósitos supuestamente nobles. De nuevo la
sentencia da una amplia referencia de prueba testimonial y documental, -tampoco
rebatida ni contradicha por el recurrente-, que apoya esta forma de actuación por
parte de Calvo Aguilar. Y de igual manera, la sentencia subraya cómo, todas las
entregas de dinero entraron a cuentas bancarias a nombre personal de Minor Calvo
Aguilar –aunque solicitadas a favor de una inexistente “Asociación Radio María”- y a
cajas recaudadoras ubicadas en el edificio Patterson en el centro de San José, sede de
la estación radial. Es así como queda establecido fehacientemente en el fallo, que la
audiencia de esta radioemisora fue inducida a error para que entregara sumas de
dinero que supuestamente iban a ser destinadas a unos propósitos que, en la práctica
y mayoritariamente, se utilizaron en otras actividades y gastos, tanto personales de
Calvo Aguilar, de un grupo reducido de familiares y amigos suyos, así como del
coimputado O. Los jueces de sentencia basan esta conclusión esencial en las
declaraciones de los testigos G.B., R.J., I.S., M.E., D.P., J.A., J.S.F. e B. (folios 1699 a
1704), y no se ve, de los alegatos de la defensa, que puedan ser desvirtuadas o
descalificadas de manera alguna. Para esta Sala de mayoría está más que expresado
en sentencia la concurrencia del elemento objetivo del tipo penal en cuestión,
consistente en el “error” a que fue inducida una gran cantidad de personas que
dispusieron de su dinero, entregándolo a las cuentas corrientes y cajas recaudadoras
que controlaba Calvo Aguilar, con el supuesto propósito de contribuir a evangelizar,
ayudar espiritual y materialmente a personas necesitadas y que, en realidad, tales
fines sólo se cumplieron de manera mínima, siendo desviada la mayor parte de lo
recaudado al aprovechamiento personal o de terceros, totalmente distintos de los
prometidos. Queda también evidenciado en la sentencia examinada que, desde un
primer momento, O. y Calvo Aguilar planearon un negocio ilícito muy rentable,
utilizando la fe y caridad de personas, en su mayoría humildes y confiadas, para hacer
acopio de sumas millonarias que no fueron destinadas a los propósitos enunciados.
Para los magistrados que suscriben mayoritariamente esta resolución, lo fundamental,
en cuanto al alegato de la ausencia personal de las víctimas particulares, no es, en el
plano psicológico, “sentirse engañado” o denunciar personalmente el hecho; por el
contrario, lo relevante es que, en este tipo de fraude, por sus características y
naturaleza (mensaje engañoso dirigido a un indeterminado número de personas en
razón de afinidades religiosas) y ante los hechos investigados, por tratarse de delito de
acción pública, el juzgador pueda apreciar cómo una cantidad no establecida con
precisión de personas, fueron inducidas a error para, mediante engaño, hacer
disposición de su patrimonio a favor de quienes despliegan el ardid defraudatorio.
Pretender exigir que la persona directamente engañada sea siempre y en todos los
casos quien exprese ese sentimiento y presente la denuncia, nos llevaría al absurdo de
no perseguir una estafa o fraude perpetrado contra persona desaparecida o muerta,
aunque hubiera suficientes elementos de juicio para establecer la concurrencia del tipo
penal bajo investigación. Bien hicieron los juzgadores en su sentencia en recordar que,
de conformidad con los numerales 16 del Código Procesal Penal y 2 de la Ley Orgánica
del Ministerio Público, esta entidad está en la obligación de ejercer la acción penal en
delitos de acción pública, sin perjuicio de la participación directa de la víctima o
ciudadano ofendido. De igual manera, resulta pertinente recordar aquí, según una de
las voces doctrinarias más autorizadas de nuestro medio que: “Especialmente
cuando el estafador utiliza la caridad ajena como modo de defraudar
normalmente no hay acusación, porque las víctimas, la mayoría de las veces,
ignoran que han sido timadas, o porque cuando se dan cuenta de ello, la
pequeñez de los desembolsos los inhibe a involucrarse en un proceso, con la
pérdida de recursos y tiempo que ello significa. Sin embargo, en determinados
casos, tomando en cuenta el número de víctimas y la importancia de los
aportes, una estafa de contribuciones o limosnas puede alcanzar sumas
enormes.” (Ver Castillo González, F.; El delito de Estafa; Editorial Juritexto, año 2001,
p. 204). Precisamente estos son los supuestos del hecho que se ha conocido y resuelto
en la presente causa, razón de más para entender correctamente fundamentado el
fallo en cuestión. Resulta en consecuencia intrascendente -como a contrario lo
pretende la defensa de Calvo Aguilar en su tercer argumento de importancia-, que en
sentencia se pudiera identificar los programas que en específico se llamó a hacer
entregas de dineros y se utilizaron las maniobras engañosas que indujeron a error a
los seguidores que dispusieron de ellos, puesto que el Tribunal sentenciador ha
expuesto, ampliamente, que se trató de un montaje único, que desde el primer
momento y hasta su cierre, durante los veintiséis meses que señala la propia Defensa,
en Radio María se llamó a los escuchas de manera sistemática, a través de campañas
permanentes, durante todo el día, a entregar dinero para unos determinados fines que
fueron cumplidos mínimamente. Por otra parte, debe señalarse que si bien no es
técnicamente exacto que estemos ante un caso de afectación de “bienes jurídicos
difusos”, según lo apreció el Tribunal, tal inexactitud no afecta lo sustancial de lo
resuelto. Para esta Sala de mayoría, como quedó dicho, estamos más bien frente a un
asunto en que la acción defraudatoria se dirige y se facilita gracias a que un sector
indeterminado de la sociedad, en razón de afinidades, en este caso religiosas, se
convierte en un destinatario particularmente vulnerable, del que se aprovechan los
autores de la estafa. De esta manera, la imprecisión técnica en que incurre el a quo en
nada desmerece el razonamiento de fondo para estimar que ha habido un
desplazamiento patrimonial con fraude en virtud de esas condiciones particulares en
que se encontraron los sujetos activos de la conducta prohibida y los sujetos pasivos
que finalmente resultaron perjudicados en su conjunto. Por otro lado, el hecho de que
hubiera algún testigo, caso de la señora J.H., que manifestara, a posteriori, que no se
sentía perjudicada con el destino que Calvo Aguilar hubiera dado a su dinero, no
desmiente la maniobra inicial de que la solicitud de bienes, dineros y servicios fuera en
principio con una finalidad espiritual o social; así como tampoco desvirtúa que una
gran cantidad de personas tuvieran esa misma motivación que fue finalmente burlada
por los autores de la estafa aquí analizada. En un argumento de defensa más, el
cuarto, el Licenciado Rodrigo Araya Solano, señala que la sentencia debió establecer
con precisión si todos los fondos que manejó la empresa “Radio María” provenían de
las entregas hechas por el público, además, según su criterio, debió establecerse los
montos que fueron utilizados en los giros normales y administrativos de la empresa y,
por el contrario, los que, según el Tribunal, fueron indebidamente utilizados en
restaurantes, boletos de avión para el grupo de allegados a Calvo Aguilar y lo que fue
destinado a retribuir el aporte de O. El alegato no puede aceptarse dado que, conforme
la relación de hechos probados y la motivación de la sentencia lo respalda, queda claro
que la única fuente de ingresos con que contaba Radio María de Guadalupe para todas
sus actividades consistía en las recaudaciones que, por entregas de dinero, hacían los
radioescuchas. Esto fue así tanto para la fundación de la empresa, puesto que se puso
en evidencia que O. intervino como socio que aportó el capital, dado que Calvo Aguilar
no contaba con recursos propios para financiarse, como por los mensajes que
constantemente se dirigieron al público, insistiendo que aquella obra, supuestamente
religiosa, sólo era viable si los fieles contribuían con su sostenimiento. Así que resulta
una mera especulación plantear que podía haber fondos de distinto origen. Además,
también el a quo ha explicado que parte de la situación que enfrentaba Radio María era
su desorden contable, propiciado por el mismo Calvo Aguilar, para no dar cuentas
claras en el momento requerido, cuestión que se reflejó en su renuencia a fundar una
sociedad y mantener, por el contrario, el manejo de la radioemisora como un negocio
personal, junto con O., con un control absoluto de todos sus ingresos. El Tribunal de
Sentencia admite que hubo gastos dirigidos al giro normal de la empresa radiofónica, e
incluso a los fines formalmente programados, pero inmediatamente advierte que tales
erogaciones fueron las menos e ilustra cómo los fondos fueron utilizados para
despropósitos como préstamos personales a allegados de confianza de Calvo Aguilar,
boletos de avión para viajes vacacionales, compras en locales comerciales, gastos en
hoteles y restaurantes, así como pagos hechos a O. a través de intermediarios. De
todos estos extremos los jueces señalan sumas específicas e ilustran su distracción
para finalidades distintas a las propuestas. Tal como le fuera claro al Tribunal de
Sentencia, para esta Sala de mayoría esas especificaciones son suficientes para
establecer las maniobras engañosas que concretaron las disposiciones patrimoniales y
el daño patrimonial configurativos de la estafa bajo estudio (ver folios 1722 y
siguiente). Respecto del alegato de que O. no debe ser tenido por autor del delito de
Estafa, en virtud de que nunca se le demostró que fuera socio, administrador o
miembro del grupo de allegados al coencartado Calvo Aguilar en el manejo de Radio
María de Guadalupe, esta Sala de mayoría debe indicar, en primer lugar, que esas no
son las modalidades de participación acusadas a O. como constitutivas de estafa y, por
el contrario, lo que fue requerido y confirmado en el fallo, es que este autor entró en
colusión con Calvo Aguilar para montar un negocio ilícito que suponía la financiación
del alquiler de una frecuencia radial, donde O. era quien hacía el aporte financiero, en
tanto Minor Calvo Aguilar figuraría como administrador y líder religioso que llamaría a
realizar aportes económicos a una masa de personas creyentes. Esta primera
maniobra fue acompañada de otras, tendientes a que terceros “testaferros”
encubrieran la participación de O., apareciendo como quienes poseían la frecuencia
radial, los equipos y las instalaciones, así como quienes percibían las transacciones de
dinero con las que O. terminó resarciéndose de sus aportes de capital y obteniendo
ganancias del negocio ilícito, según el plan delictivo previamente trazado. Para
culminar, está demostrado, según también se acusó, que la acción delictiva fue
debidamente agotada cuando, mediante actos simulados, O. recuperó la propiedad y
control sobre todos los bienes de Radio María, recuperación que fue parte de las
ventajas patrimoniales que se obtuvieron por medio de todo el despliegue fraudulento
que fuera perpetrado. De manera que, las actuaciones de O., que lo hacen coautor del
delito de Estafa Mayor Agravada, están debidamente descritas y analizadas por los
jueces de sentencia y no resulta de recibo este alegato de la defensa. Por otra parte,
ya en sentencia (folio 1714), los juzgadores aclararon que en ningún momento se ha
dicho que la Iglesia Católica, como institución, fuera parte ofendida en esta causa. Lo
que se ha establecido por los juzgadores es que numerosas personas católicas, fueron
engañadas por Calvo Aguilar quien, utilizando sus credenciales de sacerdote, les hizo
creer que su actividad radiofónica y el producto de los dineros que les solicitaba, iban a
ser empleados en programas de evangelización y ayuda católicas, cosa que no fue
cierta. De igual manera, resulta irrelevante que la sentencia en algún momento hable
de “fieles” y no de “radioescuchas” para referirse a los destinatarios de la propaganda
de Calvo Aguilar, ya que tal uso más o menos libre del leguaje, no afecta para nada lo
esencial de lo que se discute y de la calidad de las personas que fueron defraudadas.
En este apartado del reclamo de la Defensa, es oportuno también recordar que el
Tribunal de Sentencia insiste en que estamos frente a una figura penal de acción
pública, que el artículo 18 del Código Procesal Penal no la incluye dentro de los delitos
de instancia privada y que por tanto, el hecho de que no se presentaran a demandar o
bien a declarar en juicio, no inhibe a los juzgadores de poder establecer la
concurrencia de los elementos objetivos y subjetivos del tipo penal de estafa. Tómese
nota de que también los juzgadores (folio 1715) señalan que no sólo es válida la
iniciación de la investigación por parte del Ministerio Público, dada la naturaleza de los
hechos bajo análisis, sino que además, la individualización de los perjudicados ofrece
especial dificultad, entre otras razones por la complejidad de los hechos, la calidad de
las personas involucradas (adhesión personal al líder religioso en condición de
creyentes), los montos de dinero entregados relativamente bajos, entre otros aspectos
relevantes. Esta parte del fallo es respaldada, a criterio de esta Sala de mayoría, por
referencias doctrinarias contundentes, tanto del autor español Gallego Soler como del
nacional Castillo González (ver citas de folios 1721 y 1722). El primero aporta el
concepto de “frustración del fin” para casos como el presente, donde quien entrega
el dinero no tiene ninguna expectativa de contraprestación y el perjuicio se concreta
cuando esa prestación no se destina al fin propuesto, es decir, tal y como bien lo
trascribe el a quo: “…existe perjuicio patrimonial cuando se frustra la finalidad
pretendida con el acto…”. Esta referencia doctrinaria le permite al Tribunal señalar
la razón principal por la que los disponentes no se presentan a denunciar, a saber, la
inexistencia, en este tipo de fraude, de una expectativa de contraprestación desde un
inicio, a lo que hay que unir el monto y la motivación que han tenido, constituidos por
sus creencias religiosas y su afán caritativo. Resulta también de mucho peso el criterio
trascrito por los juzgadores de lo expuesto por el Doctor Francisco Castillo González
quien sobre el particular, en la obra ya citada, expresa que: “especialmente cuando
el estafador utiliza la caridad ajena como modo de defraudar normalmente no
hay acusación, porque las víctimas, la mayoría de las veces, ignora que han
sido timadas o porque cuando se dan cuenta de ello la pequeñez de los
desembolsos los inhibe a involucrarse en un proceso, con la pérdida de
recursos y tiempo que ello significa. Sin embargo, en determinados casos,
tomando en cuenta el número de víctimas y la importancia de los aportes, una
estafa de contribuciones o limosnas puede alcanzar sumas enormes.” (Castillo,
op.cit. página 204) Véase cómo, en casos como el que nos ocupa, el autor también
señala cómo en situaciones donde la caridad ajena ha sido el medio para estafar, los
perjudicados no se presentan a denunciar, dado que en innumerables casos las
víctimas ignoran que han sido timadas, o bien, percatándose de ello, estiman
insignificante el monto que han aportado. Todo lo anterior, en criterio de esta Sala de
mayoría conforma una sólida plataforma fáctica y jurídica que permite sostener la
decisión que fue tomada por el Tribunal de Heredia. En conclusión, respecto de la
alegada falta de fundamentación y de fundamentación contradictoria, con efecto en la
no-correlación entre acusación y sentencia, esta Sala de mayoría estima que los
recurrente se limitan a cuestionar y tener un criterio diverso al expresado por el a quo,
mas no demuestran que en efecto tal falta de fundamentación se dé o bien que se
haya violentado la necesaria correlación entre lo acusado y lo tenido por demostrado
en sentencia. El Tribunal sustentó adecuadamente el elenco de hechos probados, con
un acertado análisis crítico de la prueba sometida a su conocimiento. De igual manera,
con la corrección que esta Sala de mayoría estima necesario hacer, hay en nuestro
criterio una debida fundamentación jurídica en el fallo que conduce a su convalidación
en esta instancia. Asimismo, la utilización del término “donación” que hacen los
juzgadores en algún momento de su exposición, para esta Sala está claro que ha sido
utilizado en su sentido ordinario, no técnico, de manera que no puede desvirtuarse lo
que una lectura integral del fallo permite percibir, a saber, que la sentencia señala
como abiertamente ilícita la solicitud de recursos y servicios que supuestamente tenían
una motivación religiosa y caritativa, para luego ser en su mayor parte destinada al
aprovechamiento personal, familiar o de un reducido grupo de amigos. Ya se dijo,
páginas atrás, que lo determinado por el Tribunal sentenciador fue una serie de hechos
en los que los disponentes, sin esperar contraprestación alguna por la naturaleza de
este tipo de fraude, afectan sus patrimonios en virtud de motivaciones que
posteriormente se demuestran fallidas, gracias a la acción de los coautores. En este
sentido no procede afirmar que el término “donación” ha sido utilizado en sentido
estricto, técnico-jurídico, y que por tanto no ha habido estafa, cuando, todo el
desarrollo de la argumentación del fallo, apunta a señalar lo contrario. Por último, para
los Magistrados que mayoritariamente suscriben esta resolución, los jueces de
sentencia aciertan al calificar jurídicamente los hechos tenidos por demostrados como
Estafa Mayor Agravada dados los montos que ellos mismos establecen y explican
(ver folios 1747 a 1777), por supuesto superiores a los límites fijados en el inciso 2)
del artículo 216 del Código Penal, así como por la necesidad de aplicar el párrafo
segundo de esta misma figura penal; siendo que esta Sala de mayoría opta por
corregir de oficio sólo lo relacionado con la modalidad de la continuación (artículo 77
ibidem), estimando que en la especie nos encontramos frente a una única acción,
constitutiva de un delito, también único, de Estafa Mayor Agravada, ciertamente
calificado por el párrafo segundo de la misma norma, según lo ha establecido de igual
manera con acierto el a quo, puesto que nos encontramos frente a una empresa ilícita
que, fundada y administrada por los encartados, captó recursos del público que en
sentido estricto constituyen ahorros, según la primera acepción que de este vocablo
contiene el Diccionario de la Real Académica Española (Vigésima Segunda Edición,
2001, p. 52), a saber, “Reservar alguna parte del gasto ordinario” cuestión que,
en nuestro criterio, se da plenamente respecto de las personas que aportaron su
dinero, o incluso el diezmo, a la causa fraudulenta que los imputados les propusieron,
amén de que en efecto, la invitación se dirigía a constituir un fondo con el que se
realizarían actividades que, como reiteradamente se ha dicho en esta resolución, no
fueron cumplidas sino en una parte minoritaria. En consecuencia, procede ordenar el
reenvío de esta causa sólo para que el Tribunal de Heredia, con una nueva
conformación, proceda a fijar y fundamentar la pena a imponer por el delito de Estafa
Mayor Agravada contra los imputados O. y Minor Calvo Aguilar. Por otra parte, en
una interpretación parcial y sesgada, y siempre alegando la no configuración del delito
de estafa, los defensores yerran al argumentar que el Tribunal de mérito se contradice
afirmando por un lado que se cumplieron los fines para los que fue creada Radio María
de Guadalupe, para, más adelante, tener por acreditado que esos fines no se
cumplieron. Esa alegación es producto de una errónea lectura de los impugnantes,
pues el a quo lo que reconoció fue el hecho incuestionable de que algunos montos de
lo recaudado sí se gastó en los fines que se ofrecieron como señuelo para que los
creyentes dieran sus aportes, aspecto que más bien era la forma de mantenerlos en
error sobre la actividad defraudadora que estaban desplegando los acusados O. y
Calvo Aguilar, pero los juzgadores siempre enfatizan de inmediato, que gran parte de
los dineros recaudados para esos fines, fue utilizada para pagar gastos e inversiones
particulares. Así se consigna expresamente en el fallo: “Si bien es cierto no puede
negarse que el fin para el que fue creada Radio María de Guadalupe se llevó a
cabo: se evangelizó a través de la radio, que difundió su programación
católica durante toda su existencia y se generó ayuda a los pobres; también
es cierto que gran parte del dinero recaudado para esos fines y únicamente
para esos fines se malverso por parte del imputado Calvo Aguilar” (cfr folio
1722). De seguido a ese párrafo los juzgadores proceden a una amplia descripción de
situaciones que respaldan su afirmación sobre gastos ajenos a aquellos fines
propuestos, tal y como se puede observar de folio 1722 a 1744. En razón de lo
anterior, el alegato en cuestión debe ser rechazado. Con relación a la queja del
defensor licenciado Navarro Arias, en cuanto a que la duda de las calificaciones legales
generó una violación al principio in dubio pro reo, pues no le permitió acceder a
medidas alternas de solución de conflictos y en el evento de tratarse de estafas
menores pudieron estar prescritas, tampoco es de recibo. Si en un caso como el
presente se ha explicado ampliamente la imposibilidad de individualización de víctimas
particularizadas, de lógica no había contraparte con quien llegar a acuerdos
conciliatorios, para establecer montos de resarcimiento o formulación de planes
reparadores. De toda suerte es un hecho incuestionable que éste resulta ser un
planteamiento extemporáneo, pues aquella posibilidad estaría precluida, al haber
pasado la oportunidad legal para la aplicación de esos institutos y de todas maneras no
se acredita por el recurrente que oportunamente haya intentado la aplicación de
alguno de ellos. En relación a la prescripción que se insinúa, la misma pierde toda
trascendencia ante la calificación jurídica de una Estafa Mayor Agravada que esta
Sala de mayoría ha otorgado a los hechos objeto de este considerando. No sobra
señalar que el Tribunal con todo tino resolvió, que ni siquiera en la hipotética
posibilidad de haberse estado ante una Estafa Menor, lo que aquí se estableció no es
posible, tampoco se habría operado la prescripción sugerida por este defensor (ver
folio 1801 a 1802). Por último, en cuanto a la falta de fundamentación que el mismo
profesional Navarro Arias alega sobre la calificación que hizo el Tribunal de sentencia
de Estafa Mayor Agravada en modalidad de delito continuado, también deviene
intrascendente en este momento procesal ante la recalificación otorgada por esta Sala
en el presente pronunciamiento sobre los hechos, como Estafa Mayor Agravada
única, ordenándose el reenvío para la determinación de la pena a imponer contra los
acusados O. y Calvo Aguilar. 2. Un segundo tema planteado por la defensa técnica de
Calvo Aguilar y O. se refiere a que ha habido, en este caso, cosa juzgada en tanto el
Juez Penal a cargo de la apertura a juicio, en su momento estimó pertinente el
pronunciamiento de un sobreseimiento por el delito de estafa con lo cual, se deriva una
falta de correlación entre acusación y sentencia. También se puede ubicar en este
apartado el reclamo que hacen los defensores de los acusados, en el sentido de que no
hay una coincidencia absoluta entre los hechos que fueron requeridos y los que se
tuvieron por probados, básicamente, cuando el Tribunal sentenciador entra a
especificar cifras que ilustran o ejemplifican cómo fueron llevadas a cabo las acciones
defraudadoras. Sin lugar los reproches. Ya en el primer apartado de esta resolución,
quedó claro cómo, para esta Sala de mayoría fue legalmente superado el reclamo de
contradicción entre acusación y sentencia, en virtud de la discusión suscitada por las
calificaciones preliminares que el Ministerio Público, el Juez Penal y el Tribunal de
Apelaciones, hicieron durante las fases previas al debate. También ya fue debidamente
contestado que el Tribunal de Juicio solventó todas esas dudas, sobre la base de que el
elenco de hechos probados, independientemente de esas calificaciones previas, fue el
mismo que llegó a juicio y sobre el que hubo pronunciamiento definitivo, con las
calificaciones que también fueron dadas en sentencia. Esta Cámara, de forma
mayoritaria, ha emitido su criterio sobre esta temática y sólo parcialmente queda un
aspecto por definirse, a saber, la existencia de un único delito y no la modalidad de
delito continuado, según las reglas procesales vigentes. De manera que no llevan
razón los recurrentes dado que no hubo, en el ínterin, hechos sobreseídos, ya que el
Tribunal de Apelaciones corrigió el criterio preliminarmente expresado por el Juez
Penal, y por tanto tampoco existe alguna asimetría esencial entre lo acusado y lo
establecido con certeza en el fallo. Las partes interesadas, en consecuencia, deben
atenerse a lo resuelto. Por otra parte, tampoco es cierto que el Tribunal de Sentencia
haya sobrepasado, al momento de fijar el elenco de hechos probados, la plataforma
fáctica de la acusación fiscal. Basta una lectura detenida para comprobar que lo que el
Tribunal hizo, cuestión ya abordada líneas atrás, fue precisar montos y operaciones
realizados en la maquinación fraudulenta de los acusados, pero sin que con ello
excediera en lo más mínimo el núcleo esencial de los hechos acusados y
configuradores del delito de Estafa Mayor Agravada aquí analizado. En razón de lo
anterior también devienen en inatendibles estos reclamos.
XXX.-
Por Tanto:
Parmenio Medina Pérez. Por mayoría se declaran sin lugar los recursos de casación que
invocaron los defensores Rodrigo Araya Solano, William Guido Madriz y Mario Navarro
Arias, a favor de sus representados Minor Calvo Aguilar y O., contra la condena
impuesta por el delito de estafa. De oficio se recalifica este delito a una estafa mayor
años de prisión respectivamente. Se reenvía la causa para que una nueva integración
Aguilar por el término de seis meses a partir del 20 de agosto de 2008 y hasta el 19 de
febrero de 2009. Por unanimidad se declaran sin lugar los recursos de casación
interpuestos por la defensa técnica de los imputados L. y O. por el delito de homicidio
calificado en perjuicio de Parmenio Medina Pérez. Se declaran sin lugar los recursos
parcialmente el voto y declara con lugar los recursos de casación que por vicios
sustantivos formularon los defensores Rodrigo Araya Solano y William Guido Madriz a
favor de los imputados Mainor Calvo Aguilar y O., respectivamente contra la condena
recursos interpuestos por los defensores Araya Solano, Guido Madriz y Navarro Arias.
Por su parte, los Magistrados Estrada Navas y Víquez Arias salvan parcialmente el voto
y declaran con lugar el recurso del Ministerio Público contra la sentencia absolutoria
decretada a favor del imputado Minor Calvo Aguilar, anulando el fallo en este extremo
incólume.
Sáenz F.
Mag. Suplente)
Víquez A.
(Mag. Suplente)
(Mag. Suplente)