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Cáncer Infantil

Ante el diagnóstico, se comienza un proceso de duelo caracterizado por una serie de pérdidas.
Esto es, cambios en la calidad de vida del paciente, en mayor o menor medida. Asimismo, se
produce pérdida de la salud, hábitos y proyectos. En el peor de los casos, se produce la pérdida
de la vida. En ese momento, se produce una reorganización familiar.
Algunas orientaciones son:

 Comunicar dudas y necesidades


 Las familias que se encuentran en esta situación, es normal que existan altibajos
emocionales. Desde la psicología, se pretende que aprendan a aceptar los sentimientos
que se desarrollan
 No sobreproteger
 Centrarse en el presente
 Distinguir niño-cáncer
 Divulgar en lugar de ocultar puede conllevar una alarma social
Hay que tener en cuenta aspectos evolutivos para entender qué puede llegar a saber un niño con
cáncer acerca de su enfermedad. Los padres, después de enfrentarse a la noticia, deben afrontar
qué información dar a sus hijos. Sus preocupaciones derivan porque no quieren que se asusten o
asocien la palabra “cáncer” a algo malo o a lo que entienden ellos por “cáncer”. En los casos en
los que los niños no tienen información, tienden a sospechar que algo les ocurre (por ejemplo,
toman un jarabe todas las noches) y esto, les genera más ansiedad y miedo como respuesta a sus
dudas. Por tanto, si se les informa resulta más probable que disminuya la ansiedad, así como al
mismo tiempo previene la culpa.
- Los niños menores de 2 años no comprenden la enfermedad ni la gravedad de esta, pero
sí son muy sensibles a los cambios emocionales y físicos. Para estos niños, es muy
difícil que les separen de sus padres ya que tienen miedo a los procedimientos que se
usan en el hospital, así como al dolor. Sin embargo, no es aconsejable mentirles como
por ejemplo, decirle, que no vamos a ir al hospital. Para que les resulte más fácil, es
importante explicarle a donde vamos, que puede que duela un poco. Así, será más fácil
que la próxima vez no se resista.

- Entre los 2 y 7 años, ya captan en alguna medida el sentido de la gravedad y las


pérdidas-cambios, y aunque no tienen el sentido del tiempo y el espacio, sí tienen
curiosidad por lo que pasa en su cuerpo. Dada la dependencia que tienen hacia sus
figuras de apego, los sentimientos y actitudes de sus padres influyen directamente sobre
sus emociones. Es bastante común que sus padres tengan que decirles constantemente
que no han hecho nada malo que haya podido provocar la enfermedad. Con respecto a
los tratamientos médicos, ya no los perciben como un castigo, necesitan explicaciones
de los procedimientos de forma honesta y realista y hacerles hincapié en que son para
ayudarles a sentirse mejor.

- A medida que crecen (entre 7 y 12 años) comienzan a entender la enfermedad como un


cúmulo de síntomas. Por ello, tienen más conciencia de la gravedad y lo que significa el
cáncer. Asimismo, inician el miedo a la muerte, aunque la vean como algo lejano. En
ocasiones, pueden percibirla como un castigo. Sin embargo, ya empiezan a aceptar
mejor los procedimientos sanitarios y no les produce tanto pánico. Así, demandan ya,
explicaciones más complejas.
- De 12 años en adelante, les preocupa la aceptación de los iguales. Se encuentran en una
situación de ambivalencia entre la dependencia y la independencia. Por ello, es
fundamental que tengan con quien hablar y desahogarse.
Sin embargo, antes de comunicar cualquier noticia, lo más importante, es tener en cuenta las
cuestiones previas que tiene el niño sobre su enfermedad (¿Qué crees que te está ocurriendo?,
¿Qué es lo que te preocupa de la enfermedad?). En función de las ideas que tenga, se reforzará
las ideas correctas y se modificarán las erróneas. Asimismo, es esencial mantener un diálogo
honesto, es decir, con un interlocutor válido. Para todo ello, hay que adaptarse a la edad del
niño, así como a sus conocimientos.
A su vez, hay que tener en cuenta las necesidades de los niños. Es decir, dejar que sigan siendo
ellos mismos más allá del deterioro físico, permitirles que tengan espacio para jugar, darles la
oportunidad de hablar sobre el dolor y lo que le preocupa, así como que no hable si no quiere.
Por otro lado, hay que darles la oportunidad de sentirse incluidos en las decisiones familiares,
elegir con quien quieren estar y con quien no, así como que no se sientan aislados y puedan
estar con otros niños (“no es un adulto”). Por último, también es importante que acepten sus
sentimientos. Esto es, darles permiso para reír, llorar, tener días buenos, días malos, tener
distintas emociones, etc.
Resumiendo:
- Explicaciones adaptadas al niño, la edad, o su madurez
- Niño sin información, más ansiedad, miedo y culpa
- No sé, a veces es lo más honesto
- Mantener los límites
- Permitir control sobre aspectos del tratamiento
- Proponer actividades, pero sin agobiar
- Permitir la tristeza, días buenos y malos
- Referirse al equipo
- No aislar al niño
Las herramientas más poderosas son: saber jugar, tener humor y contacto físico-afectivo. Es
importante, no besarles mucho porque su sistema inmunológico se encuentra débil y podemos
contagiarles algo. Sin embargo, podemos mostrarles nuestro afecto y cariño con la voz, la
mirada, la sonrisa, etc. Entre las cosas que se pueden hacer se encuentran los dibujos, pintar,
hacer manualidades, escribir cartas e intercambiarlas, hacer fotos, contar cuentos, adivinanzas o
canciones.
Pero ¿Qué es recomendable decir y qué no? no es tanto decir…es una actitud: positiva,
respetuosa, divertida cuando toque, y seria o triste cuando sea necesario. ¡qué bien les sienta
eso! No mirarlos raro ni con miedo, eso les enfada mucho y también les puede poner tristes y
asustados. Debe existir la bidireccionalidad, es decir, compartir la comunicación. Que el tono de
voz sea suave y cálido, esperanzador, pero que no implique una esperanza vacía.

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