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Integrantes:
-Cecilia Castro Sotelo
-Martha Eugenia Reyna Pérez
-Karina García Alvarado
-Ana Lucía Esparza Pedroza
-Valeria Jovelle Esparza Martín del Campo
Las relaciones puestas de manifiesto en el análisis funcional, a partir de los datos recabados
durante el proceso de evaluación previo, serán las que nos permiten pasar a formular los
objetivos, las hipótesis y el diseño para poner a prueba estas últimas para cada respuesta o
patrón de respuestas problemáticas, en el caso que nos ocupe. La única forma que tenemos
de conocer si los efectos que está generando nuestro entrenamiento/tratamiento van en la
dirección que esperábamos, de acuerdo con las hipótesis formuladas, es evaluar las respuestas
que esperamos que cambien a instancias de lo que hacemos para ello. Las estrategias que se
utilizan con más frecuencia son las medidas de autoinforme, principalmente los
autorregistros, los registros de observación realizados por terceros y los test situacionales que
diseña el psicólogo para aplicar en situaciones muy concretas. Los efectos del tratamiento se
valoran clínica, estadística y socialmente.
Medidas de seguimiento. Por último, una vez que damos por concluido el
entrenamiento/tratamiento, se inicia la última fase de la intervención psicológica, la
evaluación de seguimiento de los efectos. Ésta se aplica generalmente al mes, a los tres, seis,
doce y veinticuatro meses. Y ésta nos permitirá 1) valorar el alcance de los cambios, sobre
todo respecto de su consolidación y generalización, y 2) realizar «intervenciones de
recuerdo» del modo en que se ha aprendido a resolver/ afrontar las situaciones problemáticas,
caso de detectarse esa necesidad.
…
Comentario del protocolo de intervención dirigido a población adolescente
El protocolo seleccionado corresponde a una intervención conductual en la respuesta de
ansiedad ante situaciones de tipo social en una adolescente. La manera en que
operacionalizan la unidad de estudio es muy específica, englobando aspectos fisiológicos,
conductuales, y también las verbalizaciones de la paciente. Esta variable se midió en términos
de intensidad del malestar emocional y frecuencia de conductas de evitación.
En cuanto a su metodología, es un diseño experimental de caso único A-B (la primera fase
de cinco sesiones y la del tratamiento durante 18 semanas); también se incluye una fase se
seguimiento a los dos meses de terminada la intervención. En cuanto a los instrumentos
empleados, se usaron auto registros y la Escala de Ansiedad Manifiesta en Niños CMAS-R.
Resumiendo, los resultados, el protocolo de tratamiento tuvo un efecto de disminución de la
respuesta emocional de ansiedad, con tendencia a la disminución progresiva en el tiempo. De
igual manera, los auto registros evidenciaron una disminución en el grado de malestar
percibido por la adolescente.
Tradicionalmente en programas de intervención cognitivo-conductual se utilizan estrategias
como las técnicas de relajación, el entrenamiento en habilidades sociales, la exposición y
reestructuración cognitiva, sin embargo, este protocolo se enfocó únicamente en las variables
conductuales de la paciente, considerando que “los esfuerzos de la terapia cognitiva por
eliminar o modificar estos pensamientos [de ansiedad] denominados como ‘inadecuados’ o
‘indeseados’ tiene el efecto inverso que es el incremento de la frecuencia e intensidad de los
mismos”. Esta perspectiva resulta interesante, porque utilizan la Teoría de Aceptación y
Compromiso (ACT) para favorecer los cambios conductuales, en lugar de enfocar su
metodología directamente en modificar este tipo de cogniciones irracionales, lo que resalta
su necesidad por enfocar la intervención específicamente en la chica y en su propia
experiencia, aunado a ejercicios como la respiración y relajación muscular, técnicas de
exposición y entrenamiento en habilidades sociales.
Por otro lado, considerando su efectividad, se encuentra que tiene evidencia empírica para
constatar los resultados obtenidos con dicho tratamiento, junto al hecho de que se trata de un
estudio de caso y la comparación entre los cambios conductuales en el pre-test y post-test
evidencian un grado considerable de validez interna. Además, cumple con otros criterios de
evidencia como un número fijo de sesiones, objetivos operacionalizados, y una fase de
seguimiento, aunque en este aspecto resultaría aun más valioso el realizar una evaluación de
seguimiento más prolongada como lo menciona la lectura de 24 meses para valorar que el
alcance de los cambios y el mantenimiento de los mismos sean realmente por efecto del
protocolo aplicado.
Finalmente, podría decirse que también cubre el criterio de eficiencia porque, si bien el
trabajo terapéutico se llevó a cabo en 12 sesiones, se observa que el diseño de éstas guardan
una continuidad lógica entre sí, aumentando gradualmente la complejidad de los logros
esperados, aunque la duración de las sesiones podría tomarse a consideración para futuras
mejorías por el hecho de que cada una fue de 80 minutos, lo cual podría resultar menos
favorecedor considerando que no todos lo adolescentes mantienen la misma capacidad de
atención y motivación por tiempos tan largos, y con ello también asegurarse de que se lleve
a cabo de la manera más dinámica posible para aumentar el nivel de implicación de los chicos
y chicas en el tratamiento.