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1. Pronombres personales
Formas tónicas:
Nominativo:
o EGO > EO > *ieo (diptongación) > ío > ió (Menéndez Pidal) / EGO > EO > ío
> ió (Lausberg).
o TÚ > tú.
o ILLE > *el(le), el(e) > él / ILLA > ella / ILLUD > ello.
Se toma la forma de pronombre de lejanía para formar el pronombre de
persona él. La variante más antigua es elle. A partir del XIII, por
apócope, esta variante desaparece y pasa a ell.
o NOS > nos. NOS + ALTEROS, AS > nosotros, as.
o VOS > vos. VOS + ALTEROS, AS > vosotros, as.
NOS + ALTEROS / VOS + ALTEROS: a partir del siglo XIV, primero
con valor enfático. Era una forma de respeto, pero pasa a utilizarse en
varios grupos de la población, por lo que, al popularizarse en la nobleza
a partir del XV, ya no tiene sentido reverencial. Así, surgen otras
formas para expresar este sentido: Vuestra Merced, Vuestra
Reverencia…, pues el vos ya estaba desgastado.
o ILLOS > ellos / ILLAS > ellas.
La diferencia entre los pronombres de la 1.ª y la 2.ª persona con los de
la 3ª es que esta última tiene diferenciación de género. Además, desde
el punto de vista formal y funcional, él y ella no cambian de forma
cuando estos pronombres son empleados en un complemento
preposicional. En cambio, en la 2.ª persona del singular, por ejemplo,
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decimos que este regalo es para ti, y no para tú. Tampoco cambian las
formas plurales de nosotros o vosotros.
Dativo:
o MIHI > MI > mí
o TIBI > TI > ti
o Pronombre reflexivo SIBI > SI > sí
o NOBIS y VOBIS > desaparecen.
Ablativo:
o MECUM > MICUM > -migo. CUM + migo = conmigo.
o TECUM > TICUM > -tigo. CUM + tigo = contigo.
o SECUM > SICUM > -sigo. CUM + sigo = consigo.
o NOBISCUM > NOSCUM > CUM-NOSCUM > connosco /connusco.
o VOBISCUM > VOSCUM > CUM-VOSCUM > convosco / convusco.
Formas átonas:
Acusativo:
o ME > me.
o TE > te.
o Pronombre reflexivo SE > se (singular y plural).
o NOS > nos.
o VOS > vos / os. El paso de vos a os se produce a finales del siglo XV, pero
hasta el XVI no se consolida.
A mediados del XIV, el sistema pronominal ya está muy avanzado, aunque bien entrado el
siglo XVII todavía quedarán restos.
En la serie del acusativo, hay una forma única para las funciones de CD y CI de la 1.ª y 2.ª
persona del singular y del plural, que cubre el acusativo en castellano: me, te, nos, vos. En
cambio, la tercera persona manifiesta formas diferentes para expresar estas dos funciones; es
lo que queda de los casos latinos (restos formales y sintácticos) de manera más clara, ya que
se distingue el acusativo del dativo.
o ILLUM > *ello, lo.
o ILLAM > la.
o ILLUD > lo.
o ILLOS > los.
o ILLAS > las.
Dativo:
o ILLI > *ille, le, li.
o ILLIS > les, lis.
¿Por qué aparecen ILLI e ILLIS? Porque son variantes de la variedad románica peninsular del
riojano (estas formas aparecen en el corpus literario de Gonzalo de Berceo). El riojano, así
como el navarro, es una variedad románica más dentro del mapa lingüístico.
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Principales alteraciones de los pronombres personales átonos:
2. Pronombres posesivos
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Es un sistema muy parecido al latín: mismas categorías. Se conserva el género y el número de
lo poseído, y el número del poseedor (un poseedor y varios poseedores). Es cierto que se
pierde el carácter reflexivo de la tercera persona (SUUS, SUA, SUM).
Frente a otras lenguas romances, el castellano no generó un descendiente romance para la
forma plural de varios poseedores de la 3.ª persona. ILLORUM: de ellos, de ellas. Esta forma
no ha generado ninguna otra continuadora, pero en otras lenguas sí. Por ejemplo, llur(s), en
catalán. Dentro de la Romania lingüística, ni el castellano ni el portugués presentan estas
formas.
Por lo general, la evolución del posesivo no ofrece problemas; son evoluciones fonéticas
regulares. Ahora, vamos a centrarnos en el proceso de nivelación que se produce en la serie
pronominal en las formas masculinas y femeninas.
El proceso de nivelación implica que hay dos formas en contienda, siendo una de ellas
productiva y representativa, mientras que la otra es minoritaria y con menor frecuencia de
uso. La primera forma se abre paso y tiene mayor amplitud discursiva, por lo que termina
sobreponiéndose. Por ejemplo, en el momento en que illo es más frecuente, a mediados del
XIV, la lengua escoge castillo y abandona castiello.
Otro ejemplo del proceso de nivelación: tenemos las formas masculinas MEUS, TUUS,
SUUS y las femeninas MEA, TEA, SUA. Esas formas confluyen en mi, tu, su, y para ello se
necesitó de un proceso de nivelación, que culmina a inicios del siglo XIV, cuando ya tenemos
consolidado el sistema de posesivos castellano. Es algo bastante temprano.
Explicación tradicional:
Cuando la a del femenino se debilita, se forman mie, tue, sue (formas que conviven
entre los siglos XI y XIII), en la creación de las lenguas romances y la aparición de
los primeros textos. Es una fase arcaica. Por contagio de las femeninas, se crean las
variantes masculinas mio, tuo, suo, y todas conviven en esta etapa de polimorfismo.
Segunda fase (XIII en adelante): la vocal de mie, tue, sue se perderá, y nos quedamos
en mi, tu, su. Las formas femeninas siempre se ponían de forma antepuesta, nunca
pospuesta. En las formas masculinas, derivamos a mi, to, so. A finales del siglo XIII,
se confundían estas formas entre sí (las femeninas con las masculinas),
confundiéndose los géneros.
Tercera fase (inicios del siglo XIV). Selección de las formas femeninas y
consolidación del sistema de posesivos en castellano.
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Explicación alternativa: formas masculinas y femeninas como alomorfos que derivan en una
forma sincrética. Mio, tuo y suo pudieron representar también una apócope. Si hubo apócope
en la e, pudo haberla en la o. Ambas formas confluirían en mi, tu, su.
La teoría tradicional pone énfasis en el esfuerzo de las formas femeninas por asimilarse al
modelo de las formas masculinas (función de arrastre para consolidar el sistema). La teoría
alternativa pone el énfasis en el apócope como factor decisivo.
Cuyo: es el modelo para la creación de los pronombres tuyo/a y suyo/a, con ese elemento
semiconsonántico (y). Es un proceso de creación paralelo a tuo y suo (según la teoría
alternativa). Tenemos la serie átona y la tónica, pues mio, tuo y suo presentan dos direcciones:
3. Demostrativos
El latín contaba con un sistema complejo tripartito que marcaba:
Deixis.
Identidad (IPSE, IPSA, IPSUM: desaparecen sin dejar descendencia).
Referencia (pronombres anafóricos de referencia: IS, EA, ID).
Grado de proximidad o lejanía respecto de los diferentes objetos.
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o Primer grado (proximidad): HIC, HAEC, HOC. Estas formas desaparecen.
o Segundo grado de lejanía: ISTE, ISTA, ISTUD. Sobre este grado se forman las
actuales este, esta, esto (primer grado en castellano).
o Mayor grado de lejanía/tercer grado: ILLE, ILLA, ILLUD. Sobre este se forma
aquel, correspondiendo el tercer grado del latín con el del castellano. El
refuerzo ya vendría en latín vulgar: ECCEUM, ECCE, ATQUE y AC +
demostrativos (ILLE, ILLA, ILLUD).
Faltaría el segundo grado del castellano, que se forma a partir de los pronombres de identidad
IPSE, IPSA, IPSUM. En resumen del sistema tripartito en castellano:
Las últimas formas contagian al resto del paradigma, encontrando aquel junto a aqueste
(conviviendo con este) y esse (conviviendo con aquesse). Entrando en el siglo XVI, las
formas aqueste y aquesse se irán perdiendo. Como curiosidad, en riojano, encontraríamos
esti, essi, aquelli.
En definitiva, el sistema que heredan el castellano y el portugués es el tripartito, pero en
lenguas como el francés, el italiano o el catalán (aquest, aquel) el sistema propio es el binario.
En valenciano se aceptan tres formas (este, eixe, aquell).
Por último, en cuanto a IPSE: es el responsable de la creación del grado intermedio de los
demostrativos (ese). También conserva su valor de identidad, pero sucede que transmuta la
forma así: EGOMET IPSE es una construcción analítica que lexicalizará en MEDIPSIMUS
(con su valor de identidad mismo).
[Dato de gramática: Mismo siempre como adjetivo, nunca como pronombre. Esto está muy
extendido. Hay que buscar alternativas, como “de este”].
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Se mantienen indefinidos con función primaria de sujeto:
o Ál < ALIUD (otro, otra cosa).
o Algo < ALIQUOD.
o Nada < RES NATA.
Se pierden formas compuestas del latín, por lo que no existen en castellano. Sin
embargo, tenemos indefinidos compuestos con una serie de elementos, de los que solo
perviven los compuestos con QUARERE:
o QUIS > quis cada uno (desaparece).
o YA > yaquantos (desaparece).
o AL > alquantos (desaparece).
o Derivados de VELLE > qualsevuel, qualbis (desaparecen).
o QUARERE (de VOLO, querer) > quienquier(a), cualquier(a). (Perviven).
Con los numerales, en castellano medieval:
o Se pierde DUAS.
o Apocopan cien y mil.
o Los ordinales solo llegan hasta el cinco y, a partir del seis, se añade el sufijo -
eno (seseno, seteno).
o Se conservan los multiplicativos doble, triple (treble).
o Se conservan algunos distributivos, como cada y sendos.
5. Pronombres relativos
PRONOMBRES RELATIVOS
Tenemos, por una parte, QUI > qui. Este ‘qui’ alterna en la lengua medieval con ‘quien’.
Estamos hablando de pronombres relativos, no de los interrogativos. Tanto ‘qui’ como ‘quien’
se refieren siempre a persona. ‘Qui/quien’ alternan hasta el siglo XV. A partir del XV, se
utiliza de forma exclusiva el ‘quien’.
‘Qui’ viene de QUI, pero ‘quien’ viene de QUEM. Conviven, son dos variantes, pero
provienen de dos étimos distintos.
Sabemos que en la actualidad tenemos la variación de ‘quien’, ‘quienes’. A partir del siglo
XVI, se generaliza la forma plural. Antes ‘quien’ se aplicaba tanto para singular como para
plural.
Tenemos también QUALEM > cual y QUALES > cuales. Tanto ‘cual’ como ‘cuales’ (escritas
con grafía <q> en medieval) forman una unidad sintáctica muy consolidada desde el siglo
XIII con el artículo → el qual, los quales (sobre todo en función de sujeto, importante
matización porque en la lengua medieval también se documenta el relativo ‘qual’ sin el
artículo y como término de preposición). Esa tendencia contraria de ausencia de artículo se da
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cuando el relativo va acompañado de preposición, de forma que se inserta dentro del término
(se diría ‘a qual’, por ejemplo, en lugar de ‘al cual’, como diríamos ahora).
QUID > que. Tanto ‘que’ como ‘qui’ (relativos simples y átonos) se suelen reforzar en la
lengua medieval de forma temprana con artículo o con demostrativo (sobre todo el de lejanía -
aquel qui, aquel que-). ‘Aquel qui’ o ‘aquel que’ como unidades sintácticas consolidadas que
sirven como antecedente.
CUIUS, CUIA > cuyo, cuya. Solo vive en castellano, portugués y, de manera residual, en
italiano dialectal de Cerdeña. Valor adjetival, es un pronombre relativo con valor de
adyacente. Recibe los morfemas de género y número del sustantivo al que acompañan.
Cuando es término de preposición, se integra entre la preposición y el sustantivo. La forma
CUIUS proviene del genitivo latino; no es resto formal, porque para ello debería tener una
forma lingüística perceptible para considerarlo resto formal (sabemos que la -s que queda de
los días de la semana es resto de un genitivo).
Pasamos al artículo.
ARTÍCULO
En latín no existía el artículo, sí en griego. Desde el punto de vista interno del latín, nos
podemos hacer la pregunta de cómo cubría el latín el significado estructural que tendría el
artículo; con qué medios aproximados al artículo contaba el latín. Los medios eran
fundamentalmente dos:
Ambos pronombres tienen una función común, la deíctica; son elementos deícticos, sirven
para señalar o mostrar elementos del discurso. Recaerán, por evolución, en la determinación
de un elemento.
Recordemos que uno de los contenidos más importantes de este tema era la formación del
artículo románico como el fenómeno más relevante. ¿Qué forma románica salía de ILLE,
ILLA, ILLUD? El pronombre personal de la tercera persona, tanto singular como plural.
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Vamos a ver la evolución del demostrativo latino al artículo, teniendo en cuenta la
distribución en la Península Ibérica, pues, como sabemos, los artículos en romance provienen
de ILLE, ILLA, ILLUD e IPSE, IPSA, IPSUM, pero no a partes iguales.
Quitando las áreas que acabamos de mencionar, el resto de áreas románicas provienen de
ILLE, ILLA, ILLUD.
En ambas series anteriores (masculina y femenina), tenemos los alomorfos el(e/a) y ell(e/a).
Confluyen dos formas que pertenecen a dos géneros diferentes.
Serie femenina: ‘la’ se utiliza con sustantivos iniciados con consonante; ‘el’ o ‘ell’ se utiliza
en sustantivos empezados con vocal (en principio, cualquier vocal, pero a partir del XVI se
restringen las vocales y ahora ‘ell’ se utiliza solo para la vocal <a>, sea tónica o átona; a partir
del XVIII, con la norma actual, se restringe a la <a> tónica).
Las formas ‘ele’, ‘elle’ y ‘ela’ solo viven en los textos primitivos (las glosas y los fueros).
El sistema actual ‘ela’ se da desde finales del XII; son tempranísimas las formas con ‘ella’.
‘Lo’ para el neutro en la gramática actual: se utiliza para sustantivar. También se utiliza en
estructuras intensivas o intensificadoras: lo guapo que era.
‘El’ es una triple alomorfía que aparece -junto al ‘el(e/a)’ de las series masculina y femenina-.
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No hay confusión entre ‘lo’ y ‘el’ porque ya tempranamente se reinterpretó ‘el’ como
masculino (por semejanza formal con la serie masculina ‘el’ que ya hemos visto).
- La tesis tradicional, que se debe a Menéndez Pidal, defendía que el artículo masculino
‘el’ provenía del nominativo ILLE.
- Sin embargo, la propuesta alternativa, que se debe a Ralph Penning, defiende que el
artículo determinado ‘el’ podía provenir de ILLUM (como acusativo) > el(o). Elo:
caída por apócope natural de la -o > el.
- Hay una tercera propuesta, de Rafael Lapesa, que apunta a un origen bicausal: caso
recto y caso oblicuo. ‘El’ provendría de un caso recto nominativo ILLE y el artículo
determinado ‘lo’ provendría del caso oblicuo ILLUM.
Tenemos ILLE, ILLA, ILLUD, cuyo valor originario primero es deíctico. Estas formas se
empiezan a utilizar mucho, a partir del siglo V d.C, con la aparición de la literatura cristiana.
Cuando un elemento se gasta mucho, termina por perder sus valores originales, de modo que
estas formas van perdiendo ese valor deíctico y van gramaticalizándose. Tenemos ese valor
originario que se va desgastando con el uso, y hay unas fases de desgaste:
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- Progresivo desgaste semántico de ese valor funcional deíctico.
- Se pierde el acento/énfasis acentual de ILLE. Se convierte en un elemento átono.
- El artículo empieza a experimentar una restricción sintáctico-semántica: utilización
exclusiva con sustantivos ya mencionados en el texto. Los sustantivos ya mencionados
se conciben como reales, existentes, frente a los sustantivos irreales, indeterminados.
Se relaciona la estructura del elemento ILLE + sustantivo con lo real, lo existente; la
ausencia del artículo se relaciona con lo virtual, con lo indeterminado.
Cuando llegan los textos romances, ya encontramos el artículo, pero eso no quiere decir que
cada vez que encontremos un demostrativo en literatura medieval sea un artículo. Hay autores
que quieren recrear el uso de demostrativos como artículos para recrear literariamente épocas
anteriores. Hay que comprobar si un texto recrea la época cristiana o si ya es tendencia de
artículo.
El artículo exige el carácter individualizado de lo referido por el nombre. Para que el artículo
aparezca, la condición es que exista ese carácter individualizado de aquello que refiere el
nombre. Ese es el contexto general donde aparece el artículo.
Correlación entre:
- Presencia del artículo y función de sujeto: son más los artículos que aparecen en
función de sujeto.
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- Ausencia de artículo y función de término de preposición (sobre todo en
localizaciones temporales…).
Construcciones:
Llegada a la etapa romance, este uso abusivo de los demostrativos pasa al castellano. La
forma literaria de la poesía épica ofrece una línea de continuidad estilística desde la literatura
latina. Los demostrativos son elementos directos para que el oyente participe de esa acción.
La forma literaria posterior a la épica que también reutilizará esta tendencia es el romancero.
Ya tenemos la continuidad estilística que va desde la literatura latina hasta el romancero,
pasando once siglos de por medio.
Tenemos que recordar que se trataba de usos artificiales venidos de la literatura latina, un uso
hinchado del demostrativo que no se correspondía con el uso real de la lengua. Nos ubicamos
en un plano literario, estilístico; no tenemos que interpretarlo como un uso corriente de la
lengua, sino como un artificio.
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