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COMENTARIO FILOLÓGICO. MORFOSINTÁXIS Y LÉXICO.

● Conjunciones, partículas y adverbios:

1) Conjunción copulativa. En principio, podemos decir que la forma “et” es la que


predomina hasta el siglo XIV inclusive. En el XV es “e” la que tiene la supremacía, aunque
también convive con “et”. A partir de principios del XVI son “y” o “i”. Desde el Poema de
Mio Cid hay casos de “y” o “i” pero son escasos, al igual que “e” también la podemos
encontrar a principios del XVI, sobre todo en textos notariales más conservadores, por lo
que no es una regla firme para datar un texto, pero sí para poder guiarnos.
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2) “Quando”. Esta forma -qua- se va a mantener hasta la octava edición de la
ortografía académica de 1815, en la que se suprime este uso y se generaliza la -c- + a, o, u
y la -qu- + e, i.

3) Uso del adverbio de negación “non”, que a partir del siglo XV decae a favor de
“no”. Hasta el siglo XVI no aparece escrita como la forma actual no.

4) La posición adjetivo-sustantivo, se utiliza para extraer del sustantivo una cualidad


inherente que se realza mediante el adjetivo. Este recurso se dará con frecuencia a partir del
siglo XV.

5) La aposición unimembre más empleada es la que presenta la estructura de


apelativo + nombre propio: “don Jesu Christo”.

6) Ay son: “ahí están”. “Ay” representa a la forma del adverbio ahí, distancia media.
Su etimología es AD HIC.

7) “Pora”. Esta preposición deja de emplearse a finales del siglo XIII que se
sustituye por “para”. Su etimología es PRO AD.

8) “Ende” > INDE. Este adverbio no sobrepasó el siglo XV, aunque la locución “por
ende” se emplea todavía con cierta vitalidad en el siglo XVI. En los textos existen diferentes
variantes de esta forma: “end”, “ent” y “en”. Aunque el Diccionario de Autoridades no lo
da como anticuado, ya Covarrubias certifica su desuso. Lope de Vega sólo lo emplea en
sus comedias en fabla.

9) Adverbio de lugar do (“do el peón pude ir”) equivalente del actual “donde”,
que desciende del latín UBI el cual, tras evolucionar a “o”, se reforzó mediante la
preposición “de” y tomó el significado de “onde”, del latín UNDE (que añadió la
preposición “de” dando el actual “donde”). Se trata de una forma que nace en siglo XII y
mure en el XVI.

10) El advervio “commo” desciende del vulgar quomo < quo modo.

11) “Ca” se utiliza durante toda la Edad Media y ya en el siglo XVI resulta una
palabra anticuada.
12) El adverbio “luego” procede del loco latino: la o breve diptonga y se produce la
sonorización de la velar, pasa de un significado locativo “en el lugar” a un significado de
tiempo “inmediatamente”, “aquí”, “ahora”, significado que tiene en el texto.

13) El arcaísmo “maguer” (aunque) típico del español prealfonsí.

14) “Entonçe”, del latín vulgar “intunce” compuesto de “in” y el arcaico “tunce”.

15) “Assí”> del latín “sic íd”,la “a” se añade por analogía de muchos adverbios.

16) “Alí” del latín “ad illic” / allá > “ad illac”.
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17) Otrosy. Se trata de un adverbio aditivo “además”, que muere en el siglo XV,
siendo sustituido por tan bien.

18) Mesmo. En latín la forma para el identificador era IPSE (deíctico anafórico),
elemento que tras el reajuste del sistema de los demostrativos en romance sufre un cambio
semántico y sustituye a la forma ISTE, que ha su vez también experimenta un cambio
semántico cubriendo las funciones de HIC. De manera que en la casilla del identificador se
emplea EGOMET, pero el sufijo pierde fuerza expresiva y se refuerza con otro elemento:
EGO METIPSE, ahora bien, los hablantes por fonética sintáctica seccionan el término
EGOMET “yo mismo”, de manera que –MET deja de ser sufijo y pasa a formar la raíz del
término. La forma METIPSE se sigue reforzando con el superlativo –ISSIMU, y es de este
conjunto METIPSIMU, de donde deriva el término mesmo. Mesmo y mismo alternan, la
segunda influenciada por la -i- del superlativo.

19) Ninguno < NEC UNUM. Se trata de un indefinido negativo. La -i- deriva de la
analogía con la pronunciación de la conjunción copulativa [i] cuya grafía es et (por
homofonía con el adverbio no se representa como tal). La -n- es analógica con la forma del
adverbio de negación NON.

20) Hay que resaltar la aparición del artículo como nuevo determinante proveniente
de ille, illa, illu, el, la, lo y sus respectivos plurales. Este artículo tiene su origen en el
reajuste que sufren los pronombres o determinantes demostrativos. De hic, haec, hoc, iste,
ista, istud, ille, illa, illud, se perderá el primero por cuestiones de homofonía con otros
determinantes. Se recurrirá a ipse, ipsa, ipsum para restaurar la organización tripartita en
torno a las tres personas gramaticales.
En el caso del artículo masculino ell, se mantiene hasta el siglo XIII y suele aparecer
cuando el sustantivo comienza por vocal (“ell alferza”).

21) Omne < homine, se mantiene con valor indefinido hasta el XVI, cuando cae en
favor de “uno”, “alguien” y “nadie”.

22) El uso de “vos ambos” por “todos” es común en toda la Edad Media.
● Pronombres:

1) Los pronombres personales átonos podían ir enclíticos (pospuestos al verbo) no


solo en el imperativo positivo, en infinitivo y en gerundio sino también en cualquier forma
verbal, incluso en los sustantivos. Generalmente, los pronombres átonos eran enclíticos en
las oraciones principales y proclíticos en las subordinadas. Por ejemplo: “et vínose la hueste
para Toledo”. Tenemos otro ejemplo del pronombre personal proclítico en forma de
variante dialectal en el caso de dativo (OI) y de género masculino singular: “Cuál nombre li
pusieron”.

2) Vos > os. Podemos encontrar el vos átono en los textos (este libro que vos envio).
3 Observamos que la forma no ha perdido el elemento labial inicial, fenómeno que data de
finales del XV al XVI. Esta forma se utilizaba en el español medieval tanto para el plural
como forma de respeto. Para distinguir ese uso se introdujo una forma de plural informal
“vosotros” que se oponía a vos. La forma vos tendió a generalizarse, de manera similar a lo
sucede en las variantes de español con voseo, por esa razón se hizo común en situaciones
formales usar la forma vuesa merced > vuesarced > vuesaced > vuested > usted (con
muchas otras variantes) que marcaba aún más la distancia y el respeto. La generalización
como forma de plural de “vosotros” llevó por analogía a la creación de la forma “nosotros”.

3) Nos y vos tónicos son formas usadas de manera general hasta el siglo XIV, pero
desde este momento, comienzan a ser desplazadas por los descendientes de “nos” y “vos” +
“alteros, as”, que darán lugar a las formas actuales “nosotros” y “vosotros”. “Nosotros”
aparece por primera vez en el Libro de Alexandre y se propaga en la segunda mitad del
siglo XIV y principios del XV. En la segunda mitad de esta centuria predomina ya
“nosotros” y “vosotros” y en el siglo XVI se da casi con exclusividad estas formas, salvo
como fórmula de respeto.

4) El pronombre personal tónico “so” convive con “soy”. En el siglo XVI, se


pierde la vacilación entre ambos, a favor de “soy”.

5) La combinación pronominal “gelo” (preguntargelo) se mantendrá hasta el siglo


XVI en que pasa a < SE LO por el reajuste de las sibilantes, en cuanto la prepalatal se
confundía con al apicoalveolar.

6) Posesivos diferenciados. Para masculino se usaban las formas “mio, to, so” y para
femenino “mi, tu, su” (“mios fijos”). A partir del siglo XIV se rompe esta diferenciación.

7) El pronombre relativo “qui” se usa hasta finales del siglo XIV, sin distinción de
género ni número y es pronombre de persona y no de cosa. Se reemplaza antes de la Edad
Media por quién, forma que origina un plural analógico quienes, y que procede de quem,
que a pesar de su origen interrogativo se utiliza en la etapa medieval como relativo. “Qui”
tuvo una importante influencia sobre otras formas a lo largo de la Edad Media. También
tenemos un caso de “Que”: forma invariable que funciona como relativo e interrogativo.
Corominas y García de Diego piensan que la forma que proviene del acusativo quem, y sin
diptongación al ser átono y no de la forma quid.
8) Pronombre demostrativo “aqueste”: Se trata de la serie enfática “aqueste”,
“aquese”, serie que tiene sus variantes con formas apocopadas (“aquest”, “aques”),
documentadas desde el castellano antiguo. A finales de la Edad Media, la lengua tiende a
eliminar las formas largas, y esto ocurre porque se pierde ese matiz enfático y no tiene
sentido diferenciarla entre larga y breve porque no aporta ningún matiz semántico distinto.
La reducción de formas se cumple en “aqueste” y “aquese”, mientras que no ocurre lo
mismo con “aquel”, porque de haber ocurrido nos habríamos encontrado con una forma
“el”, que ya se había especializado como pronombre personal “él”, lo que hubiera
provocado una terrible homonimia entre personal y demostrativo. Finalmente el paradigma
queda resuelto con las tres formas siguientes: este, ese, aquel. Los tratadistas gramaticales
del Siglo de Oro señalaban que no estaba nada clara la diferencia entre las formas largas y
4 las cortas y, evidencian también que debió de darse más de una diferencia social y regional
en el uso de estos demostrativos. Correas dice en el XVIII que las formas largas son poco
usadas.

9) El leísmo en el siglo XIII es minoritario, aunque está ya presente como algo


habitual para persona, no para cosa, animal o concepto; el loísmo se documenta a partir de
mediados del XIV, mientras que el laísmo se da en autores del norte y centro de la
Península.

● Verbos:

1) Uno de los cambios más importantes es el que produce la diptongación de las


vocales radicales /e/ y /o/ que provocan una alternancia formal. Ej.: perdo > pierdo /
perdemus > perdemos, rogo > ruego / rogamus > rogamos. Esta alternancia ha dado lugar,
no obstante, a contagios e interferencias, de manera que no todos los verbos que presentan
la alternancia de -e- / -ie- y -o- / -ue-, tienen en su etimología una -e- o una -o-. Ej. rigare >
regar / rigo > riego, frico > friego (diptongación no etimológica). En otros casos
observamos ejemplos en los que la diptongación está documentada, pero que después ha
desaparecido. Ej.: tempero > tiemplo > templo (se documenta en Cervantes), veto > viedo
> vedo, entregar > entriego > entrego.

2) La /d/ intervocálica en las segundas personas del plural de los verbos, procedente
de -tis se mantiene en español medieval con la dental sonora -des y después desaparece. Se
perdía en diferentes épocas según la vocal que le precediese fuese tónica o átona. Si la vocal
era tónica se pierde a finales del siglo XIV; si era átona se perdía a finales del XVI
(“oyredes”). El hiato resultante de esa pérdida se resuelve por disimilación (“oiréis”). Las
desinencias afectadas por estos cambios son: “-ades”, “-edes”, “-ides” y –“odes”.

3) La grafía -ll- perteneciente al fonema lateral palatal /ḻ/ en el verbo “levar” todavía
no presenta la palatalización que surgirá después. Proviene del verbo latino “levare”, cuya -
e- breve diptongaba en romance en -ie- cuando recibía el acento (lo cual no sucedía en todas
las personas verbales, y así generó unas formas que en el siglo XIII eran: lievo, lievas, lieva,
levamos (aquí no diptonga porque el acento va en la -a-) leváis, lievan. En el siglo XV, esos
grupos -lj- más vocal ya habían palatalizado en -ll- por efecto de la yod, y ya encontramos:
llevo, llevas, lleva, levamos, leváis, llevan. A partir del siglo XVI, el paradigma se iguala
por analogía, trasladándose la variante radical llev- a todas las personas y desapareciendo
aquellas que lo hacían en lev-.
4) Prótesis de la vocal a- a principio de palabra en los verbos “contesçe” y
“gradesçe” procedentes del latín “contigere” y “gratia”.

5) Formas verbales de tercera persona terminan en –t (endendet, cuaidat). La


forma final –t sobrevive hasta el siglo XII y después desaparece.

6) Presente de indicativo. La primera persona de singular, habeo,>he, tiene una


evolución especial que se debe a que forma compuestos: habeo > habio > haio > heo > he.
En la segunda persona “habes”>has, tiene un resultado “aves” en la Edad Media, si bien la
más frecuente es la que parte de una posible contracción: habes>haes>haas>has. La tercera
persona “habet”>ha, aunque también se documenta “ave”.
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7) Imperfecto de indicativo. La forma –iba marcaba el imperfecto en latín. Esta
forma perdurará en español y será el origen de nuestra terminación –ía.

Los imperfectos en “-ié”. La terminación “ía” del imperfecto y el condicional pasó


pasó a “íe” en todas las personas, salvo en la primera persona del singular. Esas formas en
íe predominan en los siglos XII y XIII y subsisten en gran parte del siglo XIV (“sedie”,
“veie”, “dizie” y “vinien”) pero, a partir del XV, vuelven a imponerse las formas con “-a”
probablemente bajo la presión analógica de los verbos de la primera conjugación, que
siempre habían presentado /a /: -ía> -íe >- ía.

8) Pretérito perfecto de indicativo. La terminación de la tercera persona del singular


viene de “-avit > ou(t) >-ó. Ya en latín comienza a darse una serie de contracciones que
consisten en la desaparición de la “wau” característica del perfecto: -avi> ai> é / “asti” / “ó”
/ “avimus>amos”/ “avistis>asteis”/ “averunt>aron" (“salió, “andó”). La forma “andó”
terminará pasando a ser “anduvo” por analogía con otras formas (hubo, tuvo) y esta forma
primitiva quedará relegada al plano vulgar.

La forma “ovo”, pertenece a los perfectos irregulares terminados en “ui”, dieron


muchas variaciones: habui>haubi>ove>hube. Todavía en el siglo XVI, se considera a la
-o como arcaismo, pasando definitivamente a -u. Otros ejemplos son: tenui>tuve, por
analogía con “habeo”, y no por evolución fonética.

9) Alternancia entre “tener” y “haber”. El verbo “haber”, ya en latín y en español


medieval, aparece como transitivo con noción de posesión y en alternancia con “tener”. Si
bien estos verbos que indicaban posesión tenían unos contextos y significados concretos.
Por ejemplo, “tener” solía aparecer con sustantivos concretos y “haber” con sustantivos
abstractos. Mientras que “tener” equivalía a “mantener”, “sostener”…. “haber” era sinónimo
de “lograr”, “obtener”, “conseguir”… Desde un punto de vista formal, podríamos decir que
“tener” se incluiría entre los llamados verbos durativos, “haber” en los incoativos. Esa
diferencia que presentan los textos medievales fue progresivamente dejando paso a una
mayor presencia de “tener” que invade el terreno de “haber”.

10) Pretérito perfecto compuesto (habemus + participio). Se trata de una forma


analítica y por tanto romance. Las formas compuestas en origen se formaban con el verbo
haber o ser. El primero se empleaba como auxiliar con los verbos transitivos, y el segundo
como auxiliar en los intransitivos. En el siglo XVI “haber” se constituye como el auxiliar
tanto para transitivos como para intransitivos para la formación de los tiempos compuestos.

11) El significado originario del verbo “habeo” explica por qué, en el curso de varios
siglos hasta bien avanzada la Edad Media, el participio concuerda en número y en
género con el OD. De una estructura del latín vulgar como ésta: “habeo vaccam
comparatam” el español medieval hereda “comprado he una vaca”. Esa concordancia deja
gradualmente de respetarse y, entre los siglos XIII y XV, el participio se convierte en
invariable.
Por otro lado, esa perífrasis (habeo + participio) fue, durante siglos, utilizada sólo con
verbos transitivos. Las formas perfectivas de los verbos intransitivos en latín vulgar son
reemplazados por formas de “esse” + participio. Ese origen explicaría cómo, en la historia
6 del español, aparecen casos de esa construcción en donde se encuentra una concordancia del
participio con la persona y el género del sujeto. Ej.: venidos son por han venido.
Ese verbo “ser”, como auxiliar de verbos intransitivos, se utiliza de manera general
hasta el siglo XVI, e incluso hasta el XVII. Esas formas compuestas son el principal caso de
reestructuración del sistema verbal en el paso del latín clásico al castellano. Llega a afectar a
todas las formas perfectivas y podemos poner el siglo XIII como centuria en la que ya se ha
producido la sustitución de las formas compuestas en todos los tiempos.

12) Verbos “ser” y “estar”. El verbo “ser” ocupaba campos semánticos que hoy
tendría “estar”. Ello se debía a que en un principio alteraban tres copulativos: “yazer”- estar
tendido, “sedere/ese”- estar sentado/ ser, y “stare”- estar de pie. Tanto “yazer” como “seer”/
“seyer”, se utilizaron hasta finales del siglo XIV. Por tanto, al principio del XV sólo
perdurarán “ser” y “estar. Hasta el siglo XVIII habrá alternancia de ser y estar con el mismo
significado.
Respecto al pretérito perfecto simple, en la época medieval se utilizará una forma
perifrástica: pronombre personal + reflexivo + estar + gerundio (el se estava durmiendo).

13) Futuro de indicativo. Se crea con el verbo en infinitivo + la forma contraída del
presente del verbo “habeo” > he. Ej.: podere habeo > poder he > pod´re > podré –
pérdida también de la vocal, pero no ha desarrollado ninguna vocal porque es fácil de
articular. Estos verbos poseen una estructura silábica y, por ello, desarrollan sonidos de
apoyo (consonante epentética) para poder producirse una adecuada articulación: ponere >
pon´re > pondré.
El caso de “decir” y de “hacer” es especial porque, para la evolución del futuro de
estos verbos hay que partir de una reducción. Ej.: dicere habeo > di(ce)re he > diré (en la
E.M. tenemos ejemplos de la forma “dizré”, que por dificultad articulatoria, se pierde la -z-)
/ fa(ce)re he > haré

14) Condicional. Inexistente en latín y que nace para expresar una nueva realidad
gramatical, la expresión de un futuro del pasado (dexaría). Se trata de una construcción
romance que tiene su origen en una perífrasis de obligación: infinitivo + habebam (tener
que + verbo): dexare habebam > dexaría > dejaría. En la estructura sintáctica el verbo haber
pasará de verbo principal a verbo auxiliar y la construcción analítica se sintetizará en la
forma que hoy conocemos.

15) Presente de subjuntivo. Parte de las derivadas de “sedere”, es decir, una forma
como “sedeam>seya>sea”.
16) El pretérito imperfecto de subjuntivo latino no sobrevivió en español, ni en la
mayor parte de las variedades romances, pues en latín vulgar, en casi toda la Romania, la
forma del subjuntivo “-ron”, fue reemplazada por “-vissem”, es decir, pluscuamperfecto de
subjuntivo porque expresaba mejor el concepto de improbabilidad y para diferenciarlo del
pretérito perfecto de indicativo. Desde un punto de vista formal, la marca de perfecto -vi-
acaba por omitirse en latín vulgar, de manera que una forma como “cantavissem” se contrae
en “cantasse”.
Hasta el siglo XIII el pluscuamperfecto de indicativo terminado en –ra presenta
significado etimológico, posteriormente se hace sinónimo de las formas en –se. Esta
terminación se ajusta a la misma regla, también proviene del pluscuamperfecto y pasará a
ocupar la casilla del pretérito imperfecto (fuera, fiziera).
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● Sintaxis:

1) En los primeros siglos abunda la parataxis, la subordinación es rara, siendo la norma


la coordinación y la yuxtaposición. Los nexos que se utilizan son “ca” y “que” y “maguer”
como concesivo.

2) Uso de formas apocopadas: de conjunción + determinante (“quel”); de


preposición + pronombre (“dela”); de dos pronombres (“melo”); de la preposición en +
la conjunción que (“enque”).

3) Orden no marcado (SVO).

4) La estructura artículo + posesivo átono + sustantivo (posesivo adjunto


posdeterminante) (“el su ruego”, “el mi pecado”) se extiende hasta el siglo XIV y se va
perdiendo progresivamente, hasta que desaparece completamente en el XVI, y sólo se
conserva dialectalmente. Se ha explicado esto de acuerdo con criterios de variación
estilística. Para Rafael Cano el posesivo con artículo constituye secuencias claramente
marcadas con especial valor afectivo, retórico o enfático de la posesión.

5) Construcción de preposición + posesivo: “de mí” que significan en la Edad Media


por mi parte.

6) La pasiva romance elimina el sistema de desinencias latino y lo sustituye por una


estructura analítica con el verbo ser como auxiliar + participio. En latín, el agente de la
pasiva se expresaba en ablativo, preferentemente con las preposiciones “a” o “ab”,
posteriormente estas formas serán sustituidas por “de”, otra preposición de ablativo, y
finalmente el castellano se decanta por la solución “por”< per. Hoy apenas se utilizan
apenas esas formas pasivas analíticas “ser + participio”, sino que para expresar esos
contenidos gramaticales se usa el pronombre “se” o formas de 3ª persona, lo que han
recibido el nombre de pasivas reflejas.

7) “Pare mientes” / “luenga(mente)” son restos sintácticos de ablativo. Lapesa lo


llama de circunstancia concomitante. Este adverbio de modo está formado por un adjetivo
+ el sufijo procedente del sustantivo “mente”. Este sufijo adverbial tiene diversas formas
(“- mientre”, “-ment,” “-mient”, “- miente”) y puede ir separado. En los textos encontramos
las formas “-miente” y “-mente”. En el primer caso opta por la diptongación de la “e”
breve> ie. Esta es la variante etimológica. Y en el segundo caso aparece sin diptongar por
influjo francés.

8) Genitivos partitivos: poca de sazón, pocos de años, lleno de engaños. Se trata de


sintagmas romances cuyo caso en latín era el genitivo. El genitivo será sustituido por la
estructura “de + ablativo”. El sistema de desinencias latino se restablece en romance a
través de sintagmas preposicionales.

9) Aparecen construcciones de genitivo y de complementos circunstanciales sin


preposición por influencia latinizante: mesnadas Dios.

8 10) Aparecen vocativos actualizados: ¡el Dios!

11) En las aposiciones, el orden suele ser determinado + actualizador + determinan-


te: Teodor la doncella e incluso sin actualizador: Çid Campeador o David Rey.

12) Las construcciones de participio con anteposición opcional del sustantivo como
restos del ablativo absoluto son comunes durante toda la Edad Media, especialmente si
indican temporalidad: La missa dicha, El sol exient.

● Léxico:

En cuanto al léxico, este evoluciona constantemente a lo largo de la historia de una


lengua. Hay vocablos que poco a poco se vuelven arcaicos o desusados; luego son
sustituidos por nuevos términos o simplemente cambian de significado. Con todo, el hecho
de que aparezcan obras científicas con tecnicismos empieza en la primera mitad del XIII,
con Fernando III, el Santo, aunque no de un modo tan generalizado.

En el castellano medieval, existían palabras, hoy desusadas, que ya resultaría


imposible entender sin ayuda del diccionario. Por ejemplo, encontramos la palara
“mengua”, que hoy en día existe como verbo “menguar” pero no como sustantivo.

Hay una tendencia en los textos medievales hacia los cultismos (theremotu, cabtela,
ornado) que puede ser alterada por ultracorrecciones. Son especialmente notados, por un
lado, por llevar grafías etimológicas como “ph” por “f”, “th” por “t” y “ch” por el fonema
/k/, y por otro por ostentar grupos consonánticos extraños al español: “pt” (escripto) y “ct”
(sancta).

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