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¡Disfruta la Lectura!
Por el poder del amor.
CONTENIDO
CONTENIDO ___________________ 5 CAPÍTULO DIECISIETE___________ 266
NOTA DEL AUTOR ______________ 6 CAPÍTULO DIECIOCHO __________ 289
SINOPSIS______________________ 7 CAPÍTULO DIECINUEVE _________ 324
PRÓLOGO _____________________ 8 CAPÍTULO VEINTE _____________ 368
CAPÍTULO UNO _______________ 10 CAPÍTULO VEINTIUNO __________ 379
CAPÍTULO DOS ________________ 20 CAPÍTULO VEINTIDÓS __________ 408
CAPÍTULO TRES _______________ 33 CAPÍTULO VEINTITRÉS __________ 416
CAPÍTULO CUATRO ____________ 41 CAPÍTULO VEINTICUATRO _______ 442
CAPÍTULO CINCO ______________ 66 CAPÍTULO VEINTICINCO_________ 455
CAPÍTULO SEIS ________________ 78 CAPÍTULO VEINTISÉIS __________ 478
CAPÍTULO SIETE _______________ 84 CAPÍTULO VEINTISIETE _________ 489
CAPÍTULO OCHO ______________ 95 CAPÍTULO VEINTIOCHO _________ 514
CAPÍTULO NUEVE _____________ 109 CAPÍTULO VEINTINUEVE ________ 520
CAPÍTULO DIEZ _______________ 124 CAPÍTULO TREINTA ____________ 526
CAPÍTULO ONCE ______________ 141 CAPÍTULO TREINTA Y UNO ______ 540
CAPÍTULO DOCE ______________ 158 CAPÍTULO TREINTA Y DOS _______ 548
CAPÍTULO TRECE _____________ 166 EPÍLOGO_____________________ 558
CAPÍTULO CATORCE ___________ 192 AGRADECIMIENTOS ____________ 570
CAPÍTULO QUINCE ____________ 211 Créditos _____________________ 571
CAPÍTULO DIECISÉIS ___________ 237 Un Proyecto Traducido Por: _____ 572
NOTA DEL AUTOR
King of Heartbreak es un oscuro libro de suspense romántico.
Menciona abusos, violaciones y violencia gráfica.
SINOPSIS
Érase una vez ella se convirtió en mía. Mía para arruinarla.

Lo tengo todo.

Un prometido cariñoso que me adora.


Una próspera carrera de bailarina.
Y un futuro lleno de posibilidades.
Mi vida es un cuento de hadas perfecto que nada puede romper.

Hasta que me acusan de un asesinato que no cometí.

Todas las pruebas me señalan, ¿y la única persona que puede limpiar mi nombre?
Es el único hombre que prometió odiarme hasta su último aliento por lo que le he hice.
Y ahora ansía venganza.

Es despiadado, astuto y cruel.


Un apuesto demonio envuelto en un traje de tres piezas que destruye todo lo que toca.
Me da a elegir.
Puedo casarme con él o pudrirme en el infierno.

Tres meses.
Eso es lo que durará nuestro falso matrimonio.
Tiempo suficiente para que me arruine y me haga expiar mi error.

Excepto que el peligro acecha en la oscuridad, un monstruo hambriento de mi sangre


que no descansará hasta hacerme daño.
¿Y la única persona que puede protegerme?
Es el poderoso y peligroso hombre que me llama su esposa.

King of Heartbreak es una novela romántica de suspense en la que los enemigos se


convierten en amantes.
PRÓLOGO
Rey del Desamor...
Es despiadado, astuto e implacable.
No confíes en su palabra.
Está podrido como su corazón.
Porque la bondad ya no reside en él.

Rey del Desamor...


Es famoso, guapo y encantador.
Nunca explores tu atracción.
Ya que su alma está empapada de oscuridad.
Porque una chica lo rompió.

Rey del Desamor...


Es distante, inteligente y hambriento de poder.
No bajes la guardia con él.
La debilidad es su blanco favorito.
Porque nada le produce mayor placer que el dolor de quienes considera indignos de su talento.

Rey del Desamor...


Es misterioso, rico y exitoso.
No te dejes engañar por su riqueza.
Ya que no es más que un arma en sus manos.
Porque la codicia es el vicio más querido de la gente que lo rodea.
Pase lo que pase... no te enamores del Rey del Desamor...
CAPÍTULO UNO
“Algunos errores tienen consecuencias que nunca vemos venir.
Y en esto, arruinan nuestras vidas para siempre”.
Emmaline

Emmaline

Nueva York, Nueva York

—¿Le apetece otra taza de té? —me pregunta la camarera mientras el viento
se abalanza sobre mi figura, ondulando mi cabello oscuro hacia atrás mientras
la frialdad se hunde en mi cuerpo.
Aunque a estas alturas, la frialdad probablemente esté permanentemente
unida a mí. No importa lo que diga la gente, el infierno no es caliente.
Es gélido porque te adormece el alma.
—¿Señorita? ¿Desea pedir algo? —Por fin aparto los ojos del diseño del
mantel, trazando con el dedo la rosa pulcramente pintada con tantas capas y
levanto la mirada hacia la camarera, su sonrisa tensa contrasta con la
preocupación grabada en sus facciones.
Quizás porque llevaba casi una hora congelada en esa posición y me negaba
a pedir otra cosa que no fuera una bebida caliente en un lugar famoso por sus
tortitas y magdalenas.
Hambre.
Otra cosa que creo que no existe en este infierno. Comemos para
mantenernos, ¿y qué sentido tiene mantener el cuerpo si se va a utilizar como
peón en un peligroso juego de venganza y agonía?
Los años de crecer en la alta sociedad, donde la cortesía se valora por encima
de todo, junto con ocultar tus emociones al mundo porque realmente le
importas una mierda, me empujan a forzar una sonrisa.
—Sí. Lo de siempre, por favor. —Le hago un gesto con la cabeza a la
camarera, que rápidamente recoge mi taza vacía y se apresura a entrar en la
cafetería, donde ya hay varias personas gritando su nombre, pidiendo que se las
rellenen.
Me recuesto en mi silla y estudio el entorno que me rodea.
Situada en pleno centro de Nueva York, la cafetería resplandece de vida y
alegría cuando miles de personas pasan por delante con prisa por llegar a sus
trabajos o a cualquier otra aventura que tengan planeada en su calendario.
Las veinte mesas están repartidas por todo su territorio con manteles rosas
y porcelana blanca de Francia. El propietario es un chef francés con una exitosa
cadena de restaurantes en todo el mundo.
Los camareros, vestidos con pantalones rosas y camisas blancas, se
desplazan sin esfuerzo por las mesas, desapareciendo periódicamente en el
interior para recoger los pedidos, sólo para volver a la terraza con pesadas
bandejas de comida y bebida para sus emocionados clientes.
A pesar de tener algo de espacio dentro de la cafetería, nadie se sienta nunca
allí, ya que el tiempo y la ubicación son siempre perfectos para comer al aire
libre.
Por algo es uno de los lugares más populares de la ciudad.
—Aquí tiene. —Me pone delante la taza con té de jazmín humeante y la
camarera me recorre con la mirada, bajando la voz a un susurro—. ¿Un día
duro? —Resisto la risa hueca que amenaza con brotar de mi garganta.
Un día duro.
Si ella lo supiera.
Pero aunque lo supiera... ¿lo consideraría un día duro?
A juzgar por las revistas populares y las redes sociales, las mujeres en mi
situación tendrían suerte de conseguir algo con lo que habían soñado durante
años pero que nunca habían encontrado la forma de lograr.
La bilis sube, un sabor amargo me llena la boca y trago con fuerza a pesar
de la opresión en la garganta. Levanto rápidamente la taza, bebo un tímido
sorbo y doy la bienvenida a las ardientes y dolorosas sensaciones. Al menos
me hacen sentir algo más que la desesperación que me recorre en oleadas y
empapa cada célula de mí con un miedo y una agonía tan profundos que me
cuesta respirar.
—Algo así —respondo con voz ronca y sonrío de nuevo, esperando que
capte la indirecta y se vaya. Sólo puedo mantener la máscara del engaño durante
un tiempo antes de desahogarme con una desconocida.
Sobre todo porque no puedo hacerlo con las personas que amo, ya que
tendría consecuencias irrevocables, y como he aprendido, estas consecuencias
tienen tendencia a morderte en el culo y exigirte un pago cuando menos te lo
esperas.
—Hoy tenemos magdalenas de arándanos, y sé que son tus favoritas. —
Pone otro plato sobre la mesa, el delicioso postre de color púrpura-negro crispa
mis fosas nasales y me hace rugir el estómago, y se ríe—. Me imaginé que una
magdalena siempre le alegraría a uno el humor.
—Te lo agradezco mucho. —Le guiño un ojo, y la tensión se alivia en ella—
. Y es verdad. Tus magdalenas son las mejores.
—Creo que nuestro chef querrá imprimir esta cita y pegarla en todas las
paredes. —Se ríe, escribiendo rápidamente algo en su teléfono—. Él valora
mucho tu opinión.
O más bien valora lo que significa la opinión de un King en esta ciudad.
Cuando perteneces a una dinastía multimillonaria con riqueza generacional
y el poder de tu padre es casi absoluto en esta ciudad, tiendes a recibir muchos
comentarios de este tipo. Solo nuestro nombre ya es un anuncio en sí mismo
para cualquier negocio.
Lo que queremos, lo conseguimos. Ese es el lema de la familia, y qué
irónico, ¿verdad?
Porque lo que de verdad quiero ya no podrá ser mío nunca.
Como algunas traiciones son tan profundas, imperdonables, incluso si se
hacen por un bien mayor y por un amor que todo lo consume y que te quema
el alma cada día.
—Tienes mi permiso para hacerlo. —Dejo de lado el hecho que
probablemente nunca volveré aquí de todos modos ya que este lugar nos
pertenece. No lo mancharé con oscuridad y decisiones que rompen el corazón.
Una amplia sonrisa forma sus labios e indica con la barbilla la entrada. Giro
la cabeza hacia allí, y mi interior se estremece al sentir el calor que me invade
al ver a un hombre rubio y apuesto vestido con jeans y una camisa que resalta
sus grandes ojos marrones.
Lleva un ramo de rosas rojas en la mano y busca entre las mesas antes de
posar su suave mirada en mí. Camina hacia nosotras, saludando con la cabeza
a todos los camareros que lo saludan.
—Tu cita está aquí. —Me guiña un ojo—. Ahora mismo traigo un
capuchino.
Con esto, sale bailando justo a tiempo, y cuando Anthony me alcanza, me
levanto por instinto, cerrando mi mano izquierda en un puño.
—Cariño. —Intenta besarme, pero yo lo rodeo con el brazo y lo abrazo para
que apoye la barbilla en mi hombro. Un temblor me sacude cuando me besa el
cuello e inhala mi aroma—. Te he echado de menos —susurra, y se echa hacia
atrás—. Incluso un día sin ti me parece una eternidad. —Me da las flores que
se estropearon un poco con nuestro abrazo, varios pétalos caen al suelo como
la sangre que se derrama de la herida, y me parece increíblemente apropiado.
Representa mi alma invisible llorando y sangrando por lo que estoy a punto
de hacerle a este hombre.
—Gracias —susurro. Agarrándolo con la mano izquierda, me giro un poco
hacia un lado para que no le preste mucha atención y le acaricio la mejilla con
la derecha—. Son preciosas.
—Como tú. —Me ayuda a sentarme en la silla y luego ocupa la de enfrente,
nuestros zapatos rozan los del otro mientras guardo las flores—. Creía que las
magdalenas eran para los lunes. —Señala con la cabeza a la camarera que le
trae el capuchino—. ¿Ahora también las tomamos los domingos? —Antes que
pueda responder, añade—: No me importa. —Agarra el cuchillo y corta la
magdalena en dos, y casi puedo oír el eco del ouch resonado en mis oídos.
Probablemente ni siquiera se ha dado cuenta de lo que ha hecho. Siempre le
arranco un trozo para él, pero nunca lo corto así.
Como si cada uno de nosotros tuviera su lado designado que no podemos
tocar.
Incluso el universo me recuerda mi agenda para esta reunión mientras
Anthony sigue hablando. Clavando el tenedor en la magdalena, me la acerca a
la boca y niego con la cabeza. Podría derramarla por el suelo de todos los
nervios que consumen mi mente y me exigen que se lo diga de una vez.
Pero permanezco en silencio porque quiero disfrutarlo un poco más, sólo
uno o dos minutos más en los que mi realidad sea la misma que ayer.
Donde estoy comprometida con el hombre con el que estoy desde que
éramos pequeños y que me propuso matrimonio hace unos meses en una isla
tropical donde nuestras familias fueron de vacaciones.
La voz de Anthony me devuelve al presente cuando chasquea la lengua.
—¿Estás rechazando una magdalena? Debe de ser algo muy importante. —
Se come él mismo el bocado del sabroso manjar antes de acompañarlo con su
capuchino—. ¿Es por el trato?
—No. No lo es. —Y en la gran escala de las cosas, no lo es.
Si me lo recuerdo lo bastante a menudo, me lo creeré.
—Sé que fui duro la otra noche, y pido disculpas por ello. Tuvimos todos
estos problemas, pero estamos viendo la luz al final del túnel. —La emoción
cubre su tono, y suspira—. No voy a mentir; me alegro de poder darte la boda
de tus sueños. —Vuelve a clavar el tenedor en la magdalena, haciéndome
estremecer cuando los cubiertos chirrían sobre el plato—. Abril.
—¿Abril? —repito como un loro, envolviendo con la palma de mi mano una
cajita de terciopelo que llevo en el bolso.
—Celebremos la boda en abril. Sé que queríamos hacerla en verano, pero
no veo por qué esperar. —Suelta el tenedor y agarra la palma de mi mano
derecha, entrelazando nuestros dedos—. Ya hemos esperado bastante.
Mi corazón se desploma en mi estómago ante esto, se me rompe en pedacitos
y me insta a olvidar mi plan y buscar otra solución, aunque sé que no es lo
mejor.
No hay otra solución cuando está implicada cierta persona, el hombre
despiadado y vicioso que haría cualquier cosa por conseguir su objetivo.
Incluso arruinar a una familia entera sólo para probar su punto.
—¿Emmaline? —Me llama por mi nombre, y nuestras miradas chocan, la
suya esperanzada y adoradora mientras que la mía es hueca y de
autodesprecio—. ¿Qué pasa? —Frota mis nudillos con el pulgar, un gesto
familiar que me produce temblores, aunque no son agradables.
No, en cambio, se sienten equivocados. No tiene derecho a tocarme así, y
por el ardor que siento en la nuca, sé que esa persona también lo piensa.
Antes que pueda pedirle que pare, detiene sus movimientos por su cuenta y
frunce el ceño, estudiando mis dedos.
—¿Dónde está tu anillo? —Pasa un segundo—. Nunca te lo quitas.
Tiene razón.
Desde que me propuso matrimonio con un anillo de diamantes de tres
quilates, siempre lo he llevado puesto. Incluso durante las prácticas de ballet,
lo que no entusiasmaba a mis profesores, pero lo soportaban. Tal vez porque
les gusta Anthony. Siempre anima a todo el mundo.
Por otra parte.
Todo el mundo quiere a Anthony. Es una buena persona de pies a cabeza,
sin un solo vicio.
El aire se me atasca en los pulmones, algo parecido a una cuerda que
envuelve mi garganta y la aprieta con tanta fuerza que hace casi imposible
respirar. Como si tratara de impedirme pronunciar las palabras que pondrán fin
para siempre al sueño de mi infancia.
Eso acabará para siempre con mi cuento de hadas y, en su lugar, me arrojará
a un oscuro abismo del que no hay forma de escapar.
Mi respiración se intensifica mientras mi pulso se acelera, el corazón galopa
tan fuerte en mi pecho que me sorprende que no esté en el suelo listo para ser
pisoteado por Anthony en cuanto se entere de la verdad.
—Oye, no pasa nada. No estoy enfadado. —Debe suponer que mi reacción
es consecuencia de sus palabras, y me acaricia la mejilla, secándome una
lágrima—. No llores, cariño. No pasa nada. Sea cual sea el motivo, no me
importa. Shhh. —Seca otra lágrima mientras le sonrío, queriendo memorizar
esta imagen en mi cabeza para siempre, para poder encontrar consuelo en ella,
incluso en los momentos más oscuros de mi futuro.
Un hombre que me mira con tanto amor, que me regodeo en él y siempre
estoy feliz.
Sin embargo, la despreciable piel de gallina se me eriza y me anuncia la
inminente fatalidad, ya que la paciencia de alguien se está agotando, y más vale
que no lo ponga a prueba, o podría tomar represalias.
Y ambos sabemos lo que pasa cuando un hombre como él toma represalias.
—Lo siento, Anthony.
—Emmaline, no me importa. —Se ríe entre dientes y guiña un ojo—. Es
sólo un anillo. Eres mía, lo lleves puesto o no.
—Lo siento mucho, Anthony. —Coloco la caja del anillo sobre la mesa entre
nosotros y él parpadea sorprendido—. Lo siento, pero no puedo casarme
contigo.
Se queda inmóvil un segundo, me mira, luego a la caja y otra vez a mí.
—Emmaline... ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —Se le escapa una risa
forzada—. ¿Es una broma?
—Lo siento, Anthony. —Parece que son las únicas palabras que puedo decir
sin derrumbarme del todo delante de él. Empujo mi silla hacia atrás, las patas
de la misma raspando contra el concreto y rechinando en mis nervios, un
indulto de bienvenida del infierno que me quema desde adentro hacia afuera—
. Lo siento mucho. —Me levanto de la mesa y él se levanta conmigo.
—¿Qué demonios, Emmaline? —Agarra mi brazo, pero doy un paso atrás,
odiando su contacto porque puede amenazar mi determinación, y no puedo
permitirlo.
Hay demasiado en juego para pivotar ahora. Además, nos estamos quedando
sin tiempo.
Varias personas giran la cabeza hacia nosotros junto con nuestra camarera.
Desvían rápidamente la mirada cuando miro en su dirección.
—No puedo casarme contigo.
—¿Por qué? —Se pasa los dedos por el cabello y resopla exasperado—. Está
bien. Sentémonos y hablemos con calma, ¿de acuerdo? Está claro que algo te
ha disgustado y, una vez que lo resolvamos, devolveremos el anillo a su sitio.
—Me temo que un poco de conversación no te ayudará, Anthony.
Sigo inmóvil ante la voz profunda y ronca que retumba en el espacio. Al
instante, todo a mí alrededor se impregna de una energía perversa y oscura que
dice mucho de la naturaleza despiadada de un hombre que no tiene piedad de
los débiles.
O a los que considera indignos.
Sus caros zapatos de cuero repiquetean sonoramente sobre el concreto, cada
paso me produce escalofríos mientras el pánico se arremolina lentamente en mi
interior, anunciando su llegada. Me tenso, preparada para su golpe tal y como
me prometió.
Hazlo rápido, cariño, o tendré que explicárselo todo. Apuesto a que al
enamorado no le gustaría.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Anthony justo cuando el hombre se detiene
a mi lado. Me muerdo el labio inferior cuando me rodea la cintura con el brazo
y me aprieta contra su musculosa figura enfundada en un traje de tres piezas.
Anthony nos mira incrédulo, con la boca abriéndose y cerrándose porque es
evidente que no puede comprender que otro hombre me abrace cuando sólo he
sido suya.
—Quita las manos de encima de mi prometida, Rafael. —Aprieta los
dientes, dirigiéndose al hombre por primera vez. Sin mirar al hombre, sé que
una sonrisa siniestra aparece en su rostro ante esta muestra de poder que
Anthony no posee.
Porque tal poder requiere sacrificar tu alma en el altar de la codicia y el
egoísmo, algo que él es incapaz de hacer.
—Ella ya no es tu prometida. —Me agarra de la muñeca y le enseña a
Anthony la alianza de platino cubierta de diamantes—. Es mi esposa.
Tres palabras que convierten mi vida en un antes y un después, ya que nada
volverá a ser igual.
CAPÍTULO DOS
—El amor y el odio son dos de las emociones más poderosas.
Curioso, ¿verdad?
Porque, en el fondo, son lo mismo.
Hacen que nos obsesionemos con una persona hasta la locura'.
Emmaline

Emmaline

Un día antes

—¡Una vez más! —ordena la tía Valencia mientras la música clásica


resuena las paredes con el zumbido del aire acondicionado, trayendo el tan
necesario alivio a mi acalorada piel. La urgente sinfonía impregna el espacio
de algo perverso y prohibido mientras mi alma clama al personaje que estoy
interpretando.
Sin parar, doy vueltas en la sala de baile, con mis puntas golpeando
sonoramente el suelo de madera de una de las escuelas de baile más prestigiosas
de la ciudad. Mi profesora favorita desde la infancia me observa atentamente,
y sus ojos agudos se fijan en cada pequeño error.
—¡Y actitud! —grita.
Giro y levanto la pierna detrás de mí, doblándola por la rodilla, dando un
salto antes de aterrizar de nuevo sobre mis pies y girar sobre mi pierna derecha,
con la devastación completa grabada en mis facciones. La música se intensifica,
acelerando mi pulso y alimentando mi sangre con determinación, ya que nos
acercamos al clímax de la historia, y mi heroína está sufriendo.
Sufriendo porque su amante la traicionó. ¿Podría haber un dolor mayor que
el causado por la mano de su amado?
—Croisé 1 —me ordena. Gimo para mis adentros por haberme olvidado una
vez más de esta parte de mi coreografía y rápidamente cruzo las piernas hacia
ella para que tenga la mejor vista. Corro hacia un lado y levanto las manos en
el aire como si rogara a Dios que me conceda el perdón cuando el destino no
tiene ninguno para mí a la vista.
Después de todo, fui una tonta que creyó en un hechicero malvado.
Caigo de rodillas, respirando con dificultad mientras la música se detiene
bruscamente. El corazón me late tan fuerte en el pecho que lucho por respirar
mientras la emoción me invade a raudales. Finalmente he hecho la rutina de
forma consecutiva por primera vez en mucho tiempo.
—¡Lo he conseguido! —digo, mirando por encima del hombro a la tía
Valencia, que me guiña un ojo. Aunque una expresión severa vuelve a su rostro
cuando se dirige a una pequeña mesa en la esquina derecha y toma el mando a
distancia, apagando la siguiente pieza musical que está a punto de empezar.
—Sí. Terminaste toda la rutina dos veces, y tu pierna no te ha molestado ni
una.
Me levanto y sonrío, extendiendo mi pie izquierdo hacia delante y
balanceándolo de un lado a otro.

1 Croisé devant: Voz francesa empleada en ballet para indicar la posición del cuerpo en la que, la
pierna ejecutante lo cruza por delante, manteniéndose el bailarín situado oblicuamente al público.
—Sí. Así que la reciente caída que tuve durante una excursión no afectó a
mi baile. —Probablemente no le pasa desapercibido el alivio en mi voz,
teniendo en cuenta que la llamé histérica hace todos estos meses mientras mi
tobillo sangraba—. Son buenas noticias. —Especialmente para una bailarina
durante su último año en la universidad.
Este es el momento de impresionar a todo el mundo y conseguir buenas
recomendaciones para encontrar un trabajo adecuado a mis habilidades. Este
mundo artístico es despiadado y no espera a nadie, ya que siempre hay miles
de personas dispuestas a ocupar tu puesto.
La tía Valencia sacude la cabeza.
—Ojalá fuera verdad, Emmaline. —Frunzo el ceño, esperando a que se
explique mientras la tensión vuelve a envolverme, atenuando parte de mi
excitación.
Ha sido mi instructora desde que tenía cuatro años, y aunque nunca dio
clases oficialmente en mi universidad, siempre he ensayado con ella, y siempre
me ha empujado hacia adelante y ha creído en mí incluso cuando yo no lo hacía.
Pero, ¿cuál es la cualidad más importante que me ha mantenido pegada a su
cadera todos estos años?
Es una de las pocas instructoras que lo hace todo con amor, y siempre que
ve que sus bailarines sufren, nos obliga a descansar para que no nos quememos.
Habla constantemente con nosotros para que hagamos de nuestra salud nuestra
prioridad.
La mujer era una de las bailarinas con más talento antes de casarse con el
amigo de mi padre. Tuvo una hija enseguida, lo que en cierto modo acabó con
su carrera profesional. Abrió varias escuelas por todo el mundo y se ha ganado
una reputación estelar porque sus alumnos bailan en algunos de los escenarios
más famosos del mundo.
—Lo malo de los traumas es que te recuerdan que están ahí cuando menos
te lo esperas. —Agarra la botella de agua y me la lanza.
Lo atrapo con facilidad y giro la tapa.
—Entonces, ¿qué debo hacer? —Doy un gran sorbo, reflexionando sobre su
afirmación y sin saber cómo reaccionar ante ella.
He tachado gustosamente el senderismo de mi lista de actividades, ya que
sólo lo he hecho para complacer a mis hermanos gemelos, que querían probar
algo nuevo durante una reunión familiar.
Bueno, nada nuevo para mí hasta que termine mi carrera profesional, eso
seguro.
—Cuida tu pie y descansa todo lo posible mientras los médicos lo controlan
de cerca. Este es tu último año, así que tenemos que tener mucho cuidado
porque la cantidad de presión a la que te enfrentarás para perfeccionar tu
rendimiento será una locura.
—Lo sé. —Suspiro, mi humor se agria ante la perspectiva de esto.
Me encanta bailar en el escenario bajo las luces brillantes y mostrar mi
corazón al público, creando un arte vivo y que respira para que lo disfruten. La
energía que recorre mi cuerpo es inigualable.
Estoy flotando en una nube, donde sólo existen la emoción y la felicidad,
que me permiten temporalmente fingir ser otra persona y sentir todas sus
emociones que casi se funden en una sola con las mías.
Sin embargo, ¿todo el riguroso entrenamiento acompañado de duros
comentarios y una competencia que crece cada año?
Sí, no soy muy fan de esos.
—Quieres el papel principal, supongo. —Le hago un gesto con la cabeza.
¿Por qué más le pediría que lo ensayáramos?—. Necesitas trabajar en tus
emociones. —Doy un respingo porque es lo último que esperaba oír de ella—.
No puedes mostrar su angustia.
—¿Qué quieres decir? —Miro mi reflejo en el espejo y pienso en mí misma
en los estertores de la pasión cuando bailo en el segundo y tercer acto. Incluso
en el primero, cuando la heroína descubre que su amante es un mentiroso que
jugó con su corazón a pesar que todo el mundo se lo advirtió.
—Era una chica ingenua que se enamoró de quien creía que era un príncipe
apuesto. —Me giro de nuevo hacia ella—. Interpretas muy bien ese papel. El
sentimiento del primer amor, el coqueteo, esa felicidad que sólo tu primer amor
puede darte. —Me animo ante su elogio, pero dura poco—. Sin embargo,
cuando descubre lo que hizo, su muerte, ¿y lo que viene después? No sabes lo
que haces ahí.
—Siento su angustia, sólo de imaginar por lo que está pasando...
Su palma extendida detiene cualquier explicación que quiera darle.
—No, no puedes. No puedes imaginarte semejante angustia porque nunca la
has experimentado. —Se acerca a mí y me da un golpecito en el anillo de
compromiso, que brilla bajo la dura luz que nos ilumina desde arriba—.
Anthony nunca habría hecho algo así.
La mención de mi prometido, que será mi marido dentro de unos meses si
finalmente conseguimos fijar una fecha, me llena de calidez.
¿Quién iba a pensar que el niño que me regaló una rosa en la guardería se
convertiría en mi mejor amigo y luego en mi novio, sin el cual no puedo
imaginarme vivir mi vida?
O al menos eso es lo que me repito cada día, intentando acallar todas las
dudas que flotan en mi mente y que nunca me dejan descansar.
—Claro que no —le contesto, un poco ofendida de que piense eso. Anthony
nació como un príncipe y vive su vida como tal, siempre amable y gentil con
los demás. No tiene un nada de mentiroso y nunca me haría daño.
Un chico que me salvó de mí misma es incapaz de tal cosa.
—Y ahí radica tu problema. —¿Qué?—. Ser bailarín o cualquier intérprete
consiste en aprender a experimentar emociones que ni siquiera podemos
imaginar. Porque el público reaccionará positiva o negativamente dependiendo
de lo bien que las interpretemos. Si no tienes ni idea de por qué tiene el corazón
roto, ¿cómo puedes hacer que el público se lo crea?
—Tía Valencia, no somos los personajes que interpretamos.
—No. Pero durante un breve período, vives y respiras sus emociones como
si fueran tuyas. Es posible amar a un hombre que no te trae más que desamor.
Y es posible ansiar venganza después de haberlo perdido junto contigo. —
Muevo la nariz con desagrado mientras una ansiedad familiar me pellizca la
piel, la voz me insta a hacerla callar y marcharme antes de que dé más detalles
sobre los temas que tanto odio.
Odio. Venganza. Herir a la persona que amas.
Estas emociones y acciones siempre conducen a una destrucción que nunca
podrás expiar, por mucho que lo intentes.
Aunque mis padres prefieran creer lo contrario.
La tía Valencia debe de leerme bien. Su rostro se suaviza y me agarra por
los hombros, sosteniéndome la mirada.
—La gente a veces sucumbe a la oscuridad porque cree que no tiene otra
opción. Si lo juzgas... no puedes ser una prima en esta obra. ¿Cómo podrías?
—¿Por qué? ¿Sólo porque no entiendo por qué se suicidaría por un pedazo
de mierda que la engañó? —Las palabras salen de mi boca antes que pueda
detenerlas, y me odio por ello.
—Supongo que tendrás que encontrar respuestas a tus preguntas por ti
misma. No podemos ayudar a quien amamos.
—No deberíamos amar a quienes nos hacen daño. —Tras una larga pausa,
añado—: No deberíamos hacer daño a quienes amamos. No hay justificación
para ello.
Mis palabras quedan suspendidas en el aire entre nosotras, parece que su
gran peso corta el oxígeno, y trago aire. La tía Valencia suspira resignada, me
acaricia la mejilla y odio la cara de decepción que pone.
No hay nada más descorazonador que decepcionar a tu mentor.
—Tómate tu tiempo. E intenta verlo desde otra perspectiva.
—Puedo hacer esto, tía Valencia —le digo, apretando la botella con tanta
fuerza que cruje en mí agarre—. Nací para este papel.
—Pues demuéstramelo la semana que viene. Porque si sigues así, todo esto
—hace girar el dedo en el aire, haciendo que se me revuelva el estómago—,
seguirá siendo sólo un sueño. Créeme cuando te digo que nadie quiere a una
bailarina que juzga su propio carácter como una prima. —Me besa en la mejilla
y oímos cómo se abre la puerta de su estudio con un sonoro tintineo, y luego
las voces entusiastas de los niños llenan el lugar.
—¡Mi mamá me compró zapatos nuevos!
—¡No puede ser! ¿Ya? La profesora Valencia dijo que no tenemos que
comprarlos. —La voz preocupada sube unas octavas—. ¡Lo dijo!
—¡Lo sé! Sólo quería los míos.
—¡Hoy aprenderemos cosas nuevas!
Tanta emoción impregna su tono, trayendo consigo la nostalgia. Hubo un
tiempo en que yo era la niña que corría ansiosa a las clases de ballet y no veía
la hora de aprender algo nuevo.
Es curioso cómo con la edad nos entusiasmamos cada vez menos y en
cambio nos agobiamos con cualquier asunto que surja a continuación, incluso
cuando se trata de la profesión que tanto amamos.
—Mis hijos están aquí. —Sonrío al oírla llamar así a sus alumnos y me da
unas palmaditas en la espalda—. Asegúrate de remojar tus pies en la bañera
hoy, ¿de acuerdo? No quiero ampollas innecesarias en los pies con las pruebas
tan cerca. —Ante mi asentimiento, se gira hacia la puerta y sale de la habitación
mientras yo exhalo pesadamente, giro sobre mí misma y agarro con fuerza la
barra.
Me fijo en mi reflejo, preguntándome una vez más cómo una mujer muestra
el desamor en su rostro si nunca lo ha conocido.
Y si experimentó tal desamor que la destruyó, ¿por qué sacrificaría su vida
por ello y vendría a vengarse? ¿No sería mejor vivir en paz y olvidar que ese
bastardo existió?
El mundo es polifacético, cariño. A menos que hayas vivido ciertas
situaciones, podrás empatizar pero nunca comprender.
Las palabras de mi madre resuenan en mi oído y las tapo, negándome a
verles algún sentido porque el odio y el amor no deberían ser un tema donde
existe el color gris.
Es blanco y negro, y nadie me convencerá de lo contrario. Algunas cosas
son imperdonables.
El molesto sonido del teléfono atraviesa mis pensamientos destructivos.
Suelto la barra, haciendo una mueca por el escozor en mis manos mientras la
sangre regresa a ellas después de mi fuerte apretón, y me dirijo rápidamente a
mi bolso.
Cuando saco mi teléfono, una sonrisa inclina mi boca ante el nombre que
parpadea en la pantalla, y respondo:
—Hola, tú.
—¿Adivina quién está en la ciudad? —grita al teléfono, y tengo que
apartarlo por miedo a quedarme sorda—. ¡Tu mejor amiga!
—Me lo imaginaba —murmuro, dejándome caer en el suelo y apoyando la
espalda contra la pared mientras me inclino hacia delante y me quito las
zapatillas, siseando por los dedos doloridos. Rastros de sangre manchan la
punta de mis uñas, y presiono el pulgar sobre ellas, con la intención de aliviar
la tensión antes de moverlas y extender las piernas—. ¿Qué tal Italia?
—Caliente. Ya me entiendes. —Suelta una risita, y yo pongo los ojos en
blanco aunque la alegría me invade ante la perspectiva de reencontrarme con
mi mejor amiga, que decidió por capricho pasar el verano en Italia con sus
varios novios porque, según ella, solo se vive una vez—. Te he echado de
menos. —La oigo revolver algo de fondo antes que vuelva a hablar—. ¿Qué tal
el verano?
—Yo también te he echado de menos. Y como siempre. Ensayos y Anthony.
—Pongo los pies en el suelo, levantándolos arriba y abajo, dando la bienvenida
al alivio en mis músculos—. Hicimos un pequeño viaje a Francia juntos, así
que ahí está eso. —Omito la parte en la que fui allí para ver una famosa
representación de ballet y que no tenía nada que ver con las vacaciones porque
mi amiga amante de la diversión me arrancaría la cabeza.
—Vi todas las actualizaciones en las redes sociales, nena, así que no engañas
a nadie. Vacaciones, una mierda. No sabes lo que significa. —Se ríe, y yo gimo,
odiando el hábito de Anthony de publicar todo en línea. Nunca lo he entendido
y prefiero mantener mi vida en privado de miradas indiscretas, especialmente
de aquellos que querían seguirme después que la verdad saliera a la luz.
Sacudo la cabeza, negándome a ir allí o incluso a permitirme las emociones
familiares que causan un infierno en mi alma y me arrojan al pozo sin fin del
que no hay escapatoria, ya que nadie tiene respuestas para mí.
O más bien, mis preguntas removerán viejas heridas que mi familia desea
olvidar. Ojalá fuera así de sencillo para mí.
—Y así es como conseguí la invitación —termina Adelaide, y me doy
cuenta que me he desconectado completamente de la conversación—. Así que
dúchate y prepárate para las nueve, para que podamos tener el mejor momento
de nuestras vidas.
—Espera, ¿qué? —pregunto, sentándome derecha—. ¿Esta noche? —
Repaso mentalmente mi agenda, y aunque no tenemos nada importante
planeado, tengo que prepararme para las audiciones—. Tengo que practicar. —
El palpitar de los dedos de mis pies me deja saber lo contrario, porque de
ninguna manera sería capaz de bailar con ellos tan doloridos.
Todavía puedo practicar poses y todas esas expresiones desgarradoras para
que el público me crea.
—He sido paciente todo el verano. Me merezco una noche con mi mejor
amiga sin que ella parlotee sobre su práctica de baile o ese novio suyo. —¿Así
que Anthony no está invitado?—. Lo amo, pero realmente no estoy de humor
para enfrentarlo ahora.
Oh.
No está de humor para reunirse con Anthony, lo que sólo ocurriría por una
razón.
—¿Problemas de chicos? —El silencio que me recibe es una respuesta por
sí sola, y me levanto, poniéndome las sandalias mientras meto las zapatillas de
baile en el bolso y lo recojo. La pongo en el altavoz, tecleo rápidamente para
que mi chófer saque el auto y vuelvo a acercarme el teléfono a la oreja—. ¿Estás
bien? —Mi voz se entrecorta porque el último novio que tuvo le hizo tanto daño
que la hizo caer en la agonizante espiral de la que aún se está curando.
—Sí. No es como la última vez. —Sin embargo, a juzgar por su tono, tengo
mis dudas, y una parte de mí encuentra este hábito molesto.
Supongo que esto ocurre cuando tu madre es una psiquiatra famosa de fama
mundial y creciste rodeada de sus casos. Empiezas a aprender junto con ella y
la mente humana te parece fascinante.
Lo que sea que haya pasado claramente perturbó a Adelaide lo suficiente
como para requerir mi compañía, así que no puedo rechazarla ahora.
—De acuerdo. ¿Dónde nos encontraremos de nuevo? —aclaro, caminando
hacia el pasillo del estudio y saludando a los emocionados niños que hacen
calentamientos y me regalan sus sonrisas desdentadas mientras la tía Valencia
les enseña todos los movimientos.
Ah, quien volviera a ser así de joven.
Abro la puerta de una patada y me dirijo al auto, donde me espera Tim, mi
chófer.
—Hace unos meses abrió un nuevo club en la ciudad. Se rumorea que es tan
difícil entrar que tienes que ofrecer la sangre de una virgen para que te inviten.
—Se ríe, y yo pongo los ojos en blanco ante la broma que se avecina de
antemano—. Menos mal que te tenemos con nosotros. —Más risas suenan en
mi oído mientras sonrío al conductor y subo al interior del vehículo, suspirando
ante los cómodos cojines y agarrando un paquete de frutos secos para masticar.
—Ja, ja. Ya no tiene gracia. —A decir verdad, este chiste nunca me ha hecho
gracia, y la única razón por la que sigue saliéndose con la suya es porque
mantiene la boca cerrada ante el resto del mundo.
Y teniendo en cuenta que mi mejor amiga es una mariposa social a la que le
encanta ir de fiesta en fiesta y charlar con la gente, eso es mucho decir y
demuestra su lealtad.
Es una de las razones por las que esta amistad que comenzó en el patio de
recreo de Nueva York hace unos quince años sigue siendo fuerte a pesar que
no tenemos casi nada en común, aparte de unos padres ricos que ni siquiera son
amigos.
—Siento discrepar, considerando todas las cosas. Anthony es
verdaderamente un santo.
Decidiendo no insistir en el tema que siempre suscita preguntas cuando se
trata de mi mejor amiga, llevo la conversación al tema que nos ocupa.
—Si las invitaciones son tan difíciles de conseguir, ¿cómo vamos a entrar?
—Ya he explicado todo esto. ¿Te has vuelto a desviar de mí? Sabes que la
gente con menos confianza se ofendería, pero yo no lo haré. —Sonrío, me meto
otra nuez en la boca mientras ella continúa—. Acabo de recibir una invitación
por arte de magia en mi bandeja de entrada para las dos. —Frunzo el ceño al
oír eso, me parece extraño, pero ella no me deja centrarme mucho en ello—.
Así que considéralo una ayuda del propio destino para sacarte de la cueva que
llamas amor por el ballet y hacer que te sueltes un poco. —Alguien la llama
por su nombre en el fondo, y ella hace un sonido de beso en el teléfono—. Me
tengo que ir. Te amo, cariño, hasta luego.
—Yo también te amo —consigo decir justo antes que me cuelgue, y apoyo
la cabeza en la ventanilla, observando el paisaje siempre cambiante.
Quizás Adelaide tenga razón.
Todo el mundo necesita un descanso de vez en cuando. Mis adicciones no
van a ninguna parte.
Pero sí los preciosos momentos que pude pasar con mis amigos.
Además, ¿qué daño puede hacer una noche en un club?
CAPÍTULO TRES
“Si quieres herir a una persona, amenaza su debilidad”.
Rafael

Rafael

Los cubitos de hielo repiquetean unos contra otros dentro de mi vaso de


whisky mientras me lo llevo a la boca y apoyo el codo en la ventana,
contemplando la magnífica vista de Nueva York.
Mi edificio está en el centro de la parte más fabulosa de la ciudad. Ocupo
los últimos pisos, lo que me permite estudiar con detalle el entorno que tengo
debajo, y una sonrisa de satisfacción moldea mi boca.
Los caminos interminables están llenos de autos que tocan la bocina entre
sí. Atascados en el tráfico a estas horas, los conductores comprueban
impacientes los semáforos mientras casi puedo oír sus gemidos frustrados.
Un sinfín de luces brillantes y de colores iluminan la ciudad, arrojando un
resplandor mágico sobre las concurridas calles. Miles de personas caminan o
corren hacia sus destinos mientras se detienen periódicamente para hacer fotos
cerca de algo artístico o interesante.
Al fin y al cabo, Nueva York siempre fue el hogar para artistas
incomprendidos que ansiaban algo más de su existencia pero no sabían cómo
conseguirlo, ya que esta ciudad cruel y ávida de poder no tiene piedad de los
débiles.
Porque los que no tienen poder no tienen voz, y si tú no tienes voz... tu
destino no te pertenece.
Pertenece a quienes la tienen.
Mi vida puede dar fe de ello, ya que, en cierta ocasión, fui castigado y
desterrado de la ciudad de la manera más descortés, manchándome
permanentemente de suciedad y uniendo a mi nombre una reputación
despreciable.
Sujeto el vaso con fuerza y apenas puedo contenerme para no romperlo. En
lugar de eso, bebo otro sorbo mientras desvío la mirada hacia la hermosa
arquitectura que me rodea, formada por rascacielos antiguos y nuevos. Se
pueden contemplar sin necesidad de ir a ningún museo.
Un laberinto propio que atrapa a todas las almas dispuestas. Una vez que
Nueva York encuentra su lugar en tu corazón, nunca podrás ordenarle que se
vaya, ya que su dominio sobre ti es absoluto.
Los truenos retumban en el cielo, las nubes oscuras se juntan y amenazan
con derramar lluvia sobre el suelo mientras relampaguean. Por extraño que
parezca, el ambiente encaja con la tormenta que habita en mi alma.
Hace tiempo que descubrí que la naturaleza podía estar en sintonía con
nuestras emociones si se lo permitíamos, y guiño un ojo al cielo, una ligera
risita se desliza por mis labios pensando en el acontecimiento que se avecina.
El sonido de unos tacones chasqueando contra el parqué resuena en el
espacio, seguido de tres golpes en la puerta, que se abre de golpe. El reflejo en
el cristal me muestra a mi mano derecha, Scarlett, entrando con una pesada
carpeta en la mano.
—Tengo todo lo que necesitas. —No se me escapa el disgusto y el juicio
que destila su tono, aunque no es que me importe una mierda.
Menos mal que no pago a mis empleados por sus opiniones. De lo contrario,
en mi empresa no se habría hecho nada.
No puedes convertirte en un abogado despiadado y vicioso que no tiene
pérdidas si dejas que tu corazón dicte tus acciones.
La victoria siempre será mía, y es posible con una mente racional y un
corazón frío como una piedra. Cualquiera que te diga lo contrario es un tonto
que nunca ha conocido la victoria.
Aparto la mirada del paisaje, giro lentamente y le sonrío.
—Excelente. Espera un buen aumento de Navidad este año.
—Teniendo en cuenta lo que estás a punto de hacer, quédate con el dinero.
—Arroja la carpeta sobre la mesa, donde cae con un sonoro golpe.
Termino mi whisky, guardo el vaso y agarro la carpeta, la abro y la hojeo
rápidamente.
—¿Algún cambio desde la última vez que hablamos de ello?
—Sólo unos pocos. Te los marqué en el contrato, pero la situación es
desesperada, Rafael. No hay forma que salgan de esta con su reputación o
libertad intactas. —Pasa un tiempo—. Anthony cometió un gran error cuando
firmó el acuerdo.
Al leer los nuevos complementos, se me levanta la ceja ante la cantidad que
este idiota estaba dispuesto a pagar si se cerraba el trato, aunque de todos modos
no les habría salvado el culo.
Puede que sea un buen hombre con fama de santo que incluso trabaja como
voluntario en el refugio local para mujeres maltratadas, pero no tiene cabeza
para los negocios.
O mejor dicho, no sabe jugar en un mundo gobernado por buitres que
desprecian la bondad y prosperan en los vicios.
Su padre nunca debería haberle dado las riendas.
—Bien podría haber firmado su sentencia de muerte. Lo hizo tan fácil.
—Es verdad. —Coloca las manos en las caderas—. El patriarca de la familia
te llamó y te rogó por una reunión.
—¿Ah, sí?
Kurt, el padre de Anthony, es un imbécil que heredó todo el dinero de su
familia, pero tuvo el buen sentido de contratar a gente inteligente. Como
resultado, la empresa sólo creció bajo su liderazgo, le trajo miles de millones
cada año, y de alguna manera, eso compensó su comportamiento menos que
estelar.
Sin embargo, el amor por su hijo nubló su juicio y casi arruinó su imperio,
que ahora sólo puede salvar un hombre.
Yo.
—Quiere que tomes este caso y los defiendas en la corte.
—Si acepto este caso, no irá a tribunales. —Ella pone los ojos en blanco
ante mi respuesta, y yo me encojo de hombros, sabiendo perfectamente que le
encanta la idea de trabajar para el mejor abogado del país.
Y uno de los mejores de todo el mundo.
Mis enemigos deberían haber pensado mejor su estrategia antes de
desterrarme de esta ciudad. Deberían haberse asegurado que no volvería y les
mordería en el culo.
¿Qué es peor que un lobo hambriento?
Un lobo enfadado.
—¿Qué le digo? —pregunta Scarlett, tecleando algo en su tableta y
mirándome expectante.
Frotándome la barbilla, escudriño los papeles una vez más. En mi cabeza se
crea un gráfico de estrategia, casi como piezas de puzzle dispersas que se
funden en una sola y me dan una imagen clara de lo que hay que hacer para
evitar el desastre que sacudirá hasta la médula a la élite de Nueva York.
—Ignora su llamada. —Ella entrecierra los ojos—. Mi silencio lo pondrá
nervioso e imprudente, y podría cometer aún más errores. Como arremeter
contra su hijo, que iría a llorar a su novia. —Dejo caer la carpeta sobre la mesa
y agarro la chaqueta de la silla, me la pongo y echo los hombros hacia atrás—.
Dale tres días. Después, puedes contestar y cobrarle el triple.
Teclea las instrucciones mientras asiente.
—No dispone de esa cantidad en sus cuentas bancarias para uso libre. Todo
está invertido en el negocio. —Compartimos una larga mirada y enarco la
ceja—. ¿Supongo que será otro trato en el que cobramos adquiriendo un
porcentaje de las acciones? —Aunque puede que Scarlett no apruebe mis
métodos, le encanta el dinero que le proporciona este trabajo, ya que puede
permitirse su lujoso estilo de vida, y le evita tener que lidiar con su drama
familiar.
La única razón por la que ha aguantado mi culo durante todos estos años:
sus palabras, no las mías.
—Quiero el diez por ciento. —Se congela, sus dedos se ciernen sobre la
tableta, y parpadea hacia mí, su mandíbula cayendo—. Quiero la mitad de las
acciones de Anthony.
—Rafael, no estará de acuerdo con esto.
Siseo entre dientes.
—Oh, lo hará. O perderá todo lo demás. —Y para un hombre como Kurt,
vivir en lo más bajo de la cadena social es peor que la muerte. De hecho, no me
sorprendería que le pusiera una pistola en la cabeza si la princesa del castillo
rechazara mis condiciones.
Al pensar en la belleza de cabello oscuro y ojos castaños destellando en mi
cabeza, me quedo inmóvil, con la ira y la furia recorriéndome y alimentando la
sangre de mis venas con una sola necesidad.
Venganza.
El deseo de ver lágrimas resbalando por su bonito rostro mientras sus ojos
se empapan de dolor por todas las flechas clavadas en su dulce alma que de
alguna manera me jodió como nadie más me cabalga con fuerza. Casi puedo
saborear su dolor en mi lengua, lo único que sostiene temporalmente al
monstruo que ansía despedazarla.
Hermosa. Talentosa. Agraciada y buena, envuelta con la palabra perfecta
encima. Una mujer a la que todos adoran porque, a pesar de haber crecido en
la riqueza, trata a todos por igual.
Qué mentira, una fachada presentada al mundo para ocultar su verdadero
yo. Consiguió superarme incluso a mí todos estos años, y yo caí en su trampa
como un tonto.
—Tengo que irme ahora, pero mantenme informado si algo cambia. Con
suerte, ese cabrón verde no se meterá en más problemas por intentar arreglar
esto. —Agarro el teléfono y llamo a mi chófer para que detenga el auto cuando
Scarlett me agarra del codo, deteniendo mis movimientos.
Levanto la ceja y ella suspira. Todavía me sostiene la mirada con la
terquedad grabada en sus facciones, está a punto de decirme lo que piensa,
aunque nadie se lo haya pedido.
—Rafael... era sólo una niña. —Contengo la risa amarga a punto de brotar
de mi garganta ante esto.
Una niña.
Una simple niña no me habría hecho lo que ella me hizo sin afrontar las
consecuencias.
—Tal vez puedas mostrar compasión y dejarlo pasar por primera vez en tu
vida. Y así, tú también seguirás adelante.
—¿Seguir adelante? ¿Tú, más que nadie, me dices que siga adelante? —Sus
mejillas enrojecen y baja la mirada, probablemente porque estaba aquí y
trabajaba para mí cuando nos desterraron a los dos por un delito que no
cometimos.
Peor.
Nos humillaron de una forma que yo creía imposible y casi acabaron con
nuestras carreras.
¿Cómo puede decir algo así después de esa noche en la que ellos...?
Me aseguraré que nunca ejerzas la abogacía en ningún sitio. Eres una
vergüenza para el sistema judicial y deberías ser tratado como tal.
Una furia familiar me recorre de forma poderosa, exigiendo venganza por
todos esos tiempos y de la forma más despiadada.
Scarlett juguetea con mi chaqueta, sus uñas se hunden más en mi codo
mientras suspira de nuevo, y el sonido me crispa los nervios aunque debería
haberlo esperado. Siempre ha tenido debilidad por Emmaline.
—Sé que eran horribles, pero ella...
—Ella sabía lo que hacía. Y ha llegado el momento de afrontar las
consecuencias de sus actos.
Nuestras miradas chocan de nuevo, y sacude la cabeza, perdiendo su agarre
sobre mí y dando un paso atrás.
—Destruirás su vida, Rafael. Es una buena persona. No se lo merece.
Qué pena, no es que me importe una mierda.
A ninguno de ellos, especialmente a ella, le importó cuando me destruyeron
hace tantos años.
Es la hora de la venganza.
No descansaré hasta que todos sus corazones sangren.
Empezando con Emmaline Katherine King.
CAPÍTULO CUATRO
“Algunas personas son tan encantadoras que es un crimen en sí mismo.
Porque su encanto oculta su horrible naturaleza.
Una naturaleza que desea hacerte daño”.
Emmaline

Emmaline

Al salir del auto, mis tacones chasquean en el asfalto mientras el viento me


azota. Ondea mi vestido y mi cabello hacia atrás, y el aire gélido hace que un
escalofrío me recorra la espalda.
Miles de personas se apresuran a pasar a mi lado por la acera, sin prestar
ninguna atención al tiempo que hace mientras mantienen acaloradas
conversaciones o se detienen en locales de comida, probablemente disfrutando
de la noche. A lo lejos, los turistas sacan varias fotos delante de los edificios, y
su excitación me recuerda lo aburrida que se ha vuelto mi vida últimamente.
¿Cuándo fue la última vez que fui a un sitio nuevo y miré algo con asombro?
Ni siquiera me acuerdo ¿No es triste?
Doy un paso atrás, golpeándome las pantorrillas contra el auto.
—¿Va todo bien, Emmaline? —me pregunta Tim, preocupado. Esbozo una
enorme sonrisa, me doy la vuelta y me inclino un poco hasta que nuestras
miradas se cruzan. Me mira fijamente, probablemente buscando algún indicio
de mi malestar. Me conoce desde que tenía tres años, así que sabe leerme bien.
Con los años, he aprendido a mantener a raya mis emociones y a controlar mis
facciones.
Es una necesidad en torno a las cosas con las que creciste. De lo contrario,
nunca me darían paz con sus tendencias sobreprotectoras.
—Sí. No puedo esperar a ver a Adelaide.
Las arrugas bajo sus ojos se hacen más profundas, la tensión se filtra
visiblemente fuera de él, y asiente, ajustándose mejor su gorra de conductor.
—Bueno. Diviértete, y mándame un mensaje cuando necesites volver a casa.
Sacudo la cabeza.
—No es necesario, Tim. Vete a casa y descansa. Me quedaré en mi
apartamento esta noche. —Vuelve a fruncir el ceño. Ninguno oculta que detesta
mi apartamento.
Tal vez porque lo alquilo con mi dinero ganado con esfuerzo y, como
resultado, carece de la seguridad que todos quieren para mí. Por no mencionar
que, aunque el barrio está limpio, sigue sin considerarse seguro.
—¿Por qué?
—Mañana tengo que trabajar —le recuerdo, y la línea entre sus cejas se hace
más profunda. Resopla, se sienta recto y la gorra se desliza ligeramente hacia
un lado.
Otro tema delicado en mi familia.
El lujo en todas sus formas está a nuestro alcance desde que respiramos por
primera vez, y todo el mundo quiere trabajar con nosotros.
Nuestro apellido nos abre puertas ilimitadas y nos brinda oportunidades con
las que otros sólo pueden soñar.
Y seré la primera en admitir que las consentí todo lo que pude... hasta... hasta
ese fatídico día en que toda la verdad salió a la luz.
Mi vida no había sido más que una mentira, un mundo de cristal que se
destruyó tras descubrir un horrible secreto.
El secreto que me destrozó el alma. Creo que nunca me recuperaré del daño
que me causó. No es que comparta esta información con nadie.
—Tuviste acceso a tu fondo fiduciario hace meses. —No digo nada a esto
porque no importa. No he usado ni un céntimo de ese dinero. Una de las razones
por las que he estado trabajando tanto últimamente y haciendo turnos extra para
enseñar ballet en la escuela local. Con mi trabajo en la biblioteca dos veces por
semana, gano lo suficiente para pagar el alquiler y comprar comida.
No necesito nada más, porque desde hace un par de años mis padres se
dedican a dejarme ropa nueva y cualquier otra cosa que necesite en la puerta de
casa. No tomar todo lo que trajeron les habría ofendido.
—Todo el mundo trabaja, Tim. —Le guiño un ojo—. Incluso tú.
Un fantasma de sonrisa aparece en su rostro.
—Claro que sí. A mi Marta le encantan las cosas bonitas y a mí me encanta
comprárselas. —Baja la voz a un susurro—: Pero no se lo digas. Yo también
estoy intentando ahorrar para nuestra jubilación.
Me río, me inclino hacia delante y agarro mi bolso.
—Tu secreto está a salvo conmigo. —Le doy un beso en la mejilla y me
enderezo, con otra ráfaga de viento soplando sobre mí—. Tengo que irme o
Adelaide me va a matar. Ya está reventando mi teléfono. —Lo agito en mi
mano, la pantalla parpadea con su nombre—. ¡Gracias, Tim!
—Adiós, pequeña. —Estoy a punto de cerrar la puerta cuando sus palabras
detienen mis movimientos, el corazón me da un vuelco dentro del pecho
mientras la tristeza me cala hasta los huesos—. Quizás si lo hablaras con
Zachary lo verías desde otra perspectiva. Siempre hay tres caras en cada
historia, cariño.
Cierro la puerta sin molestarme en contestar porque todos sus discursos me
crispan los nervios y me remuerden la conciencia, así que prefiero ignorarlos.
No necesito saberlo todo para entender una cosa crucial.
No se puede borrar una cosa horrible con bondad infinita. Algunos pecados
son irreversibles.
—¡Déjenme entrar, por favor! —Concentro mi mirada en la intermitente
entrada, donde innumerables personas hacen cola. Las mujeres llevan los
últimos vestidos de diseño y se mueren de frío con este tiempo, si sus saltos de
un pie a otro sirven de indicio. Los hombres llevan trajes o jeans y camisas
cubiertos por chaquetas. El bullicio entre la multitud casi grita su entusiasmo
mientras observan a los porteros con la respiración entrecortada, calibrando sus
reacciones.
Los porteros, hombres fornidos vestidos de negro, apenas dirigen una
mirada a la mujer que casi se les echa encima, furiosa:
—¡Tengo la invitación! —La agita y el sobre dorado brilla bajo las
linternas—. ¡Déjenme entrar!
—Es falsa —dice uno de ellos, arrebatándole la invitación de la mano, y mis
ojos se abren cuando él la parte en dos—. ¡Siguiente! —ladra, y el tipo da un
paso adelante, extendiendo el sobre dorado, con todo el brazo temblando.
Dios mío. ¿Qué es este club?
No he investigado mucho al respecto, pero según la poca información que
tengo, abrió hace unos meses, y para entrar hay que ser alguien o conocer a
alguien. Incluso eso podría no ser suficiente.
El propietario fue lo bastante listo como para crear un ambiente misterioso
y de edición limitada que todo el mundo desea, lo que ayuda a que se corra la
voz sobre su exclusividad y a que más gente desee invertir dinero en él.
En resumen, quienquiera que sea su propietario debe de ser un hombre listo
y astuto que pronto será locamente rico.
—¿Qué quieres decir con falsa? ¡Me invitaron! —La mujer no se rinde
fácilmente, empujando al tembloroso tipo, y éste tropieza un poco, sólo para
sonreír y exhalar aliviado cuando el portero hace un gesto con la cabeza hacia
la entrada, dejándolo pasar—. Te voy a demandar.
¿Se puede demandar por algo así?
Me acerco, gimiendo ante la perspectiva de esperar en la fila durante
probablemente una hora, pero aun así decido ver el final de esta situación.
El portero cruza los brazos, los músculos se abultan aún más.
—¿Por qué? —Ella abre la boca para discutir, pero la palma levantada y
extendida la detiene—. Una palabra más y estarás expulsada. —Pasa un rato
antes que él añada—: De todas partes. —Su tono no deja lugar a discusiones, y
todos se quedan mirando a la mujer, esperando su reacción. Finalmente,
suspira, resoplando de exasperación. Se echa el cabello hacia atrás y se marcha
mientras el portero pone los ojos en blanco.
Y entonces me congelo cuando se posan en mí, taladrando su mirada. Le
susurra algo al oído al segundo. También me mira y abre la cuerda dorada que
bloquea la entrada.
—Pase, por favor. —Se dirige a mí y yo parpadeo sorprendida.
—No tengo invitación —les digo, ya lista para enviarle un mensaje a
Adelaide y pedirle que venga a buscarme, ya que todo esto fue idea suya. Lo
último que necesito esta noche es que un portero me regañe en público, en serio.
—Estás preaprobada. —Parpadeo aún más cuando me dice—: La señorita
Emmaline King, ¿verdad? —Asiento, e incluso esboza una sonrisa—. Entonces
bienvenida al club.
Todos los que me rodean en la fila me lanzan puñales y les digo:
—Lo siento. —Rápidamente me apresuro hacia la entrada, sin siquiera
preguntar quién me aprobó previamente.
Adelaide tiene sus maneras y, por una vez, me alegro de su don para
encontrar amigos y contactos en los lugares más extraños.
Una vez dentro, acabo en el largo y oscuro pasillo iluminado únicamente
por las luces del suelo, que me guían hacia el mostrador de recepción, donde
me espera una rubia sonriente con un vestido lápiz blanco.
—Hola, bienvenida al club —dice—. Me llamo Kelly y esta noche soy la
anfitriona. —A pesar de la sonrisa que estira su boca, no me pierdo la frialdad
de sus ojos y la mirada calculadora que desliza sobre mí, provocándome
escalofríos.
¿Qué hacen en este club que tienen normas tan estrictas sobre quién puede
entrar? Cuanto más lo pienso, menos me apetece entrar, aunque ya no hay
vuelta atrás.
Además, se lo prometí a mi mejor amiga, así que ahí está eso.
—Hola. Encantada de conocerte.
Teclea algo en su ordenador antes de lanzarme una pregunta.
—¿Cómo te llamas? —Me mira brevemente las manos—. No tienes
invitación.
—Mi amiga está dentro, y creo que estoy preaprobada por eso. —Como su
cara permanece ilegible, añado—: Se llama Adelaide.
—Sí. Entró antes. No tenemos una política de preaprobar a nadie. Debe
haber habido un error. —Su tono frío probablemente tiene el poder de congelar
el agua.
Bueno, supongo que aquí no pasa nada.
—Mi nombre es Emmaline King.
No hay señales de reconocimiento al oír eso, y ella debe teclear mi nombre
en el ordenador mientras oigo pasos detrás de mí. Los porteros deben de haber
dejado entrar a más gente.
Kelly se detiene, la sorpresa parpadea en sus ojos por un segundo, pero
rápidamente la disimula, y esta vez, cuando me sonríe, lo hace con mucha más
calidez.
—Señorita King. Encantada de tenerla aquí. —Su dulce voz me sorprende
y toma su tableta del escritorio, la rodea e indica con la mano el pasillo de la
derecha—. Permítame acompañarla a la mesa.
¿Adelaide realmente reservó una mesa?
—Puedo ir yo misma. Llamaré a mi amiga. Creo que pronto vendrá más
gente.
—Esperarán. —Esa es toda la respuesta que obtengo mientras se dirige al
pasillo, y no tengo más remedio que seguirla mientras me pregunto por este
extraño lugar donde todo el personal lo vigila como si fuera un rey de las
puertas del cielo, pero me dejara entrar tan fácilmente.
Sin embargo, todos los pensamientos se esfuman de mi mente cuando
llegamos a unas enormes puertas dobles, que vibran por la música, y Kelly las
abre. Al instante, el olor a cigarrillos, alcohol y sudor me saluda mezclado con
perfumes caros que la gente debe echarse encima para ser tan jodidamente
fuertes.
La música a todo volumen reverbera por el espacio, acompañada por el
bullicio de la multitud, que baila y se pierde al ritmo de la música o entabla
acaloradas conversaciones con risas ocasionales que atraviesan el ruido.
Casi se me cae la mandíbula al suelo cuando veo a un hombre presionando
a una mujer contra la pared. La pierna de ella está levantada sobre la cadera de
él y, por la forma en que ella echa la cabeza hacia atrás y los sutiles
movimientos de él, me doy cuenta que están teniendo sexo.
¿En público?
Dios mío.
Es cierto que he estado en pocos clubes a lo largo de mi vida, pero nunca he
visto en directo a alguien practicando sexo allí.
Está claro que tuve suerte.
Mientras Kelly se abre paso entre la multitud que se separa para ella, dejando
espacio suficiente para que nos movamos con libertad, escudriño el lujoso lugar
y hago lo posible por centrarme en la decoración y las cosas en lugar de
cuestionar su actividad. Puede que el sexo sea lo más inocente que presencie
esta noche y, finalmente, se vuelve muy claro para mí.
No es de extrañar que este club atraiga tanto a los más ricos entre los ricos.
Seguro que aquí pueden dar rienda suelta a sus vicios sin ninguna repercusión.
Lo que explica su política de no hacer fotos ni vídeos. Quienes sean atrapados
tendrán que pagar varios millones de dólares en multas.
Cuanta más oscuridad posea el lugar, más atractivo resultará para las masas.
¿Quién no querría formar parte de algo misterioso y siniestro?
El club está decorado con colores dorados, plateados y blancos que, si bien
no se pueden calificar de vivos ni mucho menos, iluminan el espacio de forma
espectacular, acentuando su belleza y magnificencia.
Hace juego con la araña de cristal del techo y proyecta cuadros de colores
sobre la pista de baile que habrían parecido fuera de lugar en cualquier otro
club, y sin embargo combina a la perfección con el diseño.
Las innumerables luces brillantes se extienden por el perímetro, iluminando
lo suficiente como para ver lo que ocurre, pero no lo suficiente como para
prestar atención a lo que hace todos, sino a uno mismo y a lo que puede sacar
de este espacio.
Pasamos junto a la barra, en la esquina izquierda, donde cinco camareros
preparan afanosamente bebidas para todos. Los innumerables camareros
recogen los pedidos y se mueven impecablemente entre la multitud, llevándolos
a las personas sentadas en diversas cabinas y mesas blancas.
Todos llevan monos blancos, y no me extraña que nadie se atreva a tocar al
personal y que la seguridad vigile a la multitud, garantizando la seguridad de
todos.
Bueno, más o menos seguro.
No creo que nadie venga aquí a jugar sobre seguro, sólo lo suficientemente
seguro como para no ser asesinado o asaltado.
—Tu amiga reservó una de las cabinas —me informa Kelly, y no me
sorprende. Adelaide suele conseguir lo mejor si quiere algo—. Aunque si
prefieres nuestras salas VIP insonorizadas de arriba, puedo arreglarlo.
Miro hacia las paredes de cristal, y entonces me doy cuenta que
probablemente éstas sean las salas de las que ella habla, para que los VIP puedan
escudriñar el club en busca de lo que quieran a continuación sin que nadie
descubra que están aquí.
—No, gracias. Creo que disfrutaré de las vistas. —Es todo lo que consigo
decir antes que por fin lleguemos a nuestra cabina con sofás de cuero y mesas
redondas delante junto a pequeñas lámparas. A juzgar por la mesa de la
derecha, donde una pareja se está besando en la oscuridad, el club nos permite
satisfacer nuestros deseos carnales en privado, dándonos el control de la
iluminación.
Adelaide lleva un vestido corto azul marino que la abraza en todos los
lugares adecuados, resaltando todas sus curvas que detienen a los hombres
donde quiera que vaya.
Mi mejor amiga es hermosa, y siempre usa esa belleza como arma para
atraer a los hombres.
Sus tacones plateados se clavan en los cojines mientras se inclina sobre el
sofá hacia el otro reservado, donde están sentados dos chicos, uno rubio y otro
moreno. Escribe su número en el brazo del rubio antes de guiñarle un ojo y
girarse en su asiento, con los ojos azules brillando al verme.
—¡Emmaline! —chilla, deslizándose en el sofá y saltando, rodeándome con
los brazos—. ¡Estás aquí! —Nos mece de un lado a otro y yo aspiro su familiar
olor a vainilla, que siempre me tranquiliza al recordarme los tiempos más
sencillos de nuestra infancia.
Donde la verdad no existía y yo seguía siendo feliz.
Sin embargo, se echa hacia atrás, así que la sensación desaparece demasiado
pronto y vuelvo a estar en el frío presente.
—Creo que casi me chantajeaste para que viniera —le digo, suspirando
aliviada al verla sana.
—Sí, lo hice —responde orgullosa y silbando—. ¡Mírate cómo te has
arreglado! —Agarra mi mano y me río cuando me obliga a dar vueltas, con la
falda del vestido plateado sin tirantes girando—. Por fin te veo con algo más
que zapatos planos. —Señala mis tacones plateados—. O leggings. Te juro que
tienes que dejar eso. Ya llevas leotardos todo el maldito tiempo.
—Tú también estás guapísima, y ten un poco de respeto, mujer. Los leggings
y los leotardos son sagrados.
Pone los ojos en blanco y murmura:
—Lo que sea. —Sólo entonces se da cuenta que Kelly está a nuestro lado—
. ¿Sí?
Sin embargo, Kelly la ignora y se centra en mí, señalándome la cabina.
—Por favor, siéntate. —Coloca la tableta sobre la mesa—. Pide lo que
quieras y luego toca aquí. —Indica el lugar en la tableta—. Uno de nuestros
camareros vendrá enseguida.
—Gracias.
—Que lo disfrutes. Y no dudes en pedirme cualquier cosa. —Con esto, da
media vuelta y vuelve a su mostrador de recepción, supongo.
—¿Qué has hecho? —me pregunta Adelaide mientras me dejo caer en el
sofá y ella se sienta a mi lado.
—¿Qué quieres decir?
—Kelly tiene fama de ser mala como la mierda. Incluso si eres un invitado,
rara vez esboza una sonrisa, y mucho menos te acompaña a tu mesa. —Me
sonríe—. ¿La sobornaste o algo así?
—No. —Me desplazo a través de su menú, sin tener realmente hambre de
nada—. De hecho, me aprobaron previamente.
—¿En este club? —Su tono es incrédulo y nuestras miradas chocan—. Me
encanta la influencia de tu familia.
Sus palabras echan sal en la herida supurante que no cicatriza y me obligo a
asentir.
—Sí.
Me mira extrañada, así que decido cambiar rápidamente de tema porque
Adelaide es genial cuando se trata de interrogar.
—¿A qué debo el placer de esta noche?
Abre la boca para responder cuando un camarero, un joven que debe tener
unos veinte años, se acerca con una bandeja.
—La casa invita. Nuestro famoso postre de brownie junto con dos cafés
negros. —Lo pone todo sobre la mesa y, con un gesto de la cabeza, vuelve
rápidamente a la barra, dejándonos boquiabiertas.
Adelaide es la primera en encontrar su voz.
—Bien. Debería ir a los clubs contigo más a menudo. No sólo te aprueban
de antemano, sino que además parecen conocer tus gustos. —Toma su taza y
da un sorbo al café, gimiendo de placer—. Está bueno. Aunque lo prefiero
después de unas copas para despejarme la cabeza.
Clavo el tenedor en mi brownie, se me hace agua la boca al ver el chocolate
goteando en el plato, y me lo llevo a la boca, sólo para congelarme cuando
Adelaide responde a mi pregunta anterior.
—Te he invitado aquí porque es el único sitio donde podemos hablar sin que
me evites como a la peste.
Muerdo el brownie, agradeciendo su delicioso sabor.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando.
—Por favor. Llevo meses intentando verte y te has negado.
La culpa me invade cuando oigo el dolor en su voz, aunque esté fuera de
lugar.
—Sólo estaba ocupada. Y estaba dispuesta a reunirme contigo cada vez que
llamabas.
Ella se ríe, aunque carece de humor.
—Sí. En tu estudio de ballet o con Anthony.
Si no fuéramos amigos desde el jardín de infancia, pensaría que odia a
Anthony por todo el desdén que le muestra últimamente.
—¿Puedo recordarte que Anthony es tu amigo?
Su mirada se suaviza y bebe otro sorbo.
—Lo sé. Y lo quiero. Sí. —Tomo otro bocado y lo bajo rápidamente con
café—. Pero no lo necesito para esta conversación.
Pongo el tenedor en el plato, la estudio unos segundos y pregunto:
—¿Esta es la intervención de una amiga? —A decir verdad, debería haberlo
visto venir. Adelaide no reacciona bien cuando alguien la rechaza.
Es un poco posesiva con la gente a la que ama, pero también está muy unida
a nosotros, así que cada no le suena a rechazo. Supongo que podemos
agradecérselo a su padre ausente.
—Lo siento. Me gradúo pronto, así que estoy ensayando religiosamente.
Puedes preguntarle a Anthony. Tampoco me ha visto mucho —bromeo,
esperando que sonría, pero se limita a fruncir el ceño, lo que me produce
inquietud—. ¿Adelaide?
—Te llamé aquí porque cualquier club es mi dominio. No puedes esconderte
aquí. Al menos no de mí. —Espera un momento antes de continuar—. Hemos
sido las mejores amigas desde siempre. ¿De verdad crees que me voy a tomar
tantas molestias porque me siento abandonada?
—Entonces, ¿de qué se trata? —El enfado se apodera de mi tono, tal vez
porque por un segundo pensé que tendría una noche lejos de todas mis
preocupaciones. En lugar de eso, era una trampa para sacarme de mi escondite.
—Se trata de esto. —Ella toca en mi anillo de compromiso, y yo todavía
sigo en esto—. Te vas a casar. —Afirma lo obvio y debe ver mi confusión
porque elabora—: Ni siquiera tuviste sexo con el tipo.
Oh.
—Lo hicimos.
Parpadea y abre y cierra la boca varias veces antes de romperse.
—¿Qué? ¿Lo has... hecho?
—Sí.
Quiero decir, en la gran escala de las cosas, no era un gran problema de
todos modos. No es que no hayamos hecho casi todo, menos el coito.
Además, no es que me estuviera reservando para el matrimonio, aunque eso
no tiene nada de malo. Simplemente no lo hice porque... bueno, mis razones ya
no importan.
—Dios mío. Es peor de lo que pensaba —murmura sorprendida y coloca su
mano sobre la mía—. Emmaline, ¿qué demonios estás haciendo?
—Por fin vivo mi vida. —Tomo un sorbo tentativo, dando la bienvenida al
sabor amargo en mi lengua que coincide con el caos dentro de mi alma—. ¿No
era algo que me has predicado todo este tiempo?
—Yo prediqué esto. —Señala con el dedo la pista de baile, y yo la sigo,
mirando a la pareja anterior que ahora está bailando, varios chupetones marcan
la piel de ella mientras él le aprieta el cabello, arrastrándola más cerca y
encerrándolos en un beso, ajenos a todos los demás.
¿Cómo será ser tan libre en tu piel que te permites dejarte llevar?
¿Bloquear completamente el mundo exterior y centrarse sólo en el placer?
Ella mueve impecablemente su cuerpo al compás de la música, tiene el ritmo
perfecto, y se me encoge el corazón al pensar que, a pesar de mi licenciatura y
de haber bailado toda mi vida... no tengo esa habilidad.
Entreno con música clásica, y es casi la única música que escucho, aparte
de en los raros momentos en los que me permito relajarme.
Mis movimientos están bien entrenados y son rutinarios.
No puedo ser espontánea ni siquiera en mi baile.
—¿Querías que me enrollara en el club con desconocidos?
—No. Quería que empezaras a vivir a tu propio ritmo en lugar de seguir una
idea perfecta de lo que debería ser tu vida. —Esto es confuso, y estoy
empezando a arrepentirme de haberla conocido en primer lugar. Podría haber
estado sentada en mi bañera, remojando mis doloridos músculos y pies—.
Tuviste sexo, Emmaline. —Casi grita la última parte.
Miro a mi alrededor y exhalo al notar que nadie nos presta atención, le siseo:
—Baja la voz, Adelaide. Y además, ¿y qué? ¡Perdiste tu virginidad a los
diecisiete años!
—No querías tener sexo con Anthony porque tenías miedo de quedarte
embarazada. —Me paralizo, gimiendo interiormente por que se acordara de
esto—. Querías centrarte en tu carrera y no querías dejar nada al azar, ya que
Anthony se empeñaba en formar una familia lo antes posible. —Se ríe entre
dientes—. Su familia está obsesionada con las tradiciones.
Casi me da la risa, porque probablemente es lo más amable que podría haber
dicho de ellos. Son inamovibles y nunca cambian de opinión. No estaría tan
mal, si no fuera porque su padre es un idiota que cree que el lugar de una mujer
está en la cocina y que debe quedarse en casa, sin aspirar nunca a nada más.
Y aunque es estupendo cuando se trata de una elección... no lo es tanto
cuando alguien intenta forzarte a ello, cosa que su padre ha estado intentando
hacer con sus comentarios. Mi padre tuvo que hablar largo y tendido con él
para que dejara de hacer comentarios “sutiles”.
—He cambiado de opinión. ¡Puedo cambiar de opinión!
—¡No! —Golpea la mesa con la mano y luego, con un resoplido, da un
golpecito en la tableta y, casi al instante, tenemos a nuestro lado a una camarera,
una mujer joven que nos sonríe—. Queremos dos copas de vino tinto, por favor.
—Ella asiente y se apresura a la barra—. Necesitamos alcohol para esto.
—No quiero seguir con esta conversación. —Apartando los platos, me
recuesto en el sofá y respiro hondo—. Esta es mi primera noche fuera desde
siempre. Por favor, ¿podríamos divertirnos sin que me hagas ningún análisis
psicológico? —Intento relajar el ambiente con mi siguiente sugerencia—.
Incluso puede ser mi despedida de soltera.
—Te amo demasiado como para considerar esta noche una despedida de
soltera —exclama mientras los camareros colocan nuestras bebidas en la mesa
junto con unos frutos secos—. Gracias —les dice y pasa el dedo por el borde
de la copa mientras me estremezco por el sonido—. ¿Qué pasó, Emmaline?
—No tengo ni idea de lo que estás hablando. —Envuelvo mi mano alrededor
de mi vaso y lo levanto hasta mi boca, el dulce aroma estremeciendo mis fosas
nasales—. Todo está bien.
—En los últimos dos años, te mudaste de la mansión familiar, empezaste a
tener dos trabajos, te aseguraste de conseguir una beca en tu universidad y no
usaste el dinero que te dio tu padre. Tu apartamento puede calificarse de mierda
en el mejor de los casos. —Mueve la mano arriba y abajo por mi figura—. Y
este vestido es de la colección de verano de hace tres años. —Doy un sorbo al
vino, con la sensación de ardor en la garganta, y guardo silencio porque todo
lo que dice es cierto—. Te perdiste las vacaciones anuales de invierno de la
familia King debido a tus estudios, aunque eso nunca te había detenido antes.
Y aceptaste casarte con Anthony y al parecer también te acostaste con él por el
camino. —Termina, tragando fuerte, y deja de rodear el borde—. Por no hablar
que te matas trabajando con todo esto del ballet, queriendo ser una prima
cuando antes te contentabas con enseñar a los niños. Ahora parece que necesitas
demostrarle algo al mundo entero.
¡Porque lo hago!
Sujeto el vaso con fuerza y lo vuelvo a dejar en la mesa, temerosa de
romperlo. Miro fijamente la mesa perfectamente pulida, frotando los dedos
sobre la costosa madera.
—¿Ha pasado algo, Emmaline?
Sí.
Descubrí una verdad que ningún niño debería, y por ello, todo a mi alrededor
se volvió sin sentido pero también tan doloroso.
Tan, tan doloroso como que nunca habrá una cura para este dolor.
—No actuaste así de loca ni siquiera cuando supiste lo de tus padres. —
Clavo el dedo en la madera con fuerza, esperando que el dolor de mi
articulación adormezca el que se extiende por mi alma—. De eso hace como
cinco años. —Prácticamente puedo sentir sus ojos penetrantes estudiándome
durante varios latidos antes que pregunte vacilante—: ¿A menos que haya algo
más?
Sí.
Un horrible secreto que todos me ocultaron, pero que descubrí de todos
modos, y lo cambió todo. Lo que llevó a un comportamiento destructivo de mi
parte, especialmente con Anthony. Todavía me horroriza llevar su anillo.
Sin embargo, amo al hombre con todo mi corazón.
Otro pensamiento que no deseo examinar.
—No, yo...
Cualquier cosa que quiera decir se ve interrumpida por un tono dulce pero
venenoso que me hiela la sangre y me tensa internamente porque la persona a
la que pertenece trae destrucción.
Al menos para mí.
—Emmaline —me llama Gina, y los ojos de Adelaide se abren de par en par
al verla. No hace falta decir que mi mejor amiga conoce al grano que ha sido
mi némesis desde mi primer año en la universidad.
Por alguna razón, mi talento le cayó mal a su naturaleza competitiva y, desde
entonces, se ha portado fatal conmigo, lo cual es curioso porque fuimos al
mismo instituto y allí no tuvo problemas conmigo.
Robar disfraces, agujas en los zapatos, empujarme a propósito y luego hacer
que pareciera un accidente son sólo algunas de las cosas que ha hecho a lo largo
de los años. Me quejé de su comportamiento al decano y por fin se calmó,
aunque su sabotaje se hizo más sutil.
Ahora, cada vez que me pasa algo, nunca está cerca de mí, para que nadie
piense que ha sido ella.
Intenté hacer las paces con ella, pero la chica no quiere paz. Quiere ser la
mejor.
¿Y la única persona que se interpone en su camino?
Yo.
—Gina. —Le sonrío amablemente, y ella se inclina hacia delante, besando
el aire cerca de mi mejilla—. Qué sorpresa verte aquí. —Debería agradecer
todas esas lecciones de etiqueta que me enseñó mi niñera de la infancia,
Patience, ya que es lo único que me obliga a ser amable.
—Decidimos salir, una noche con las chicas. —Hace un gesto con la cabeza
a las dos chicas de nuestra universidad, que me saludan con la mano mientras
miran asustadas a Gina. Supongo que ni siquiera se puede predecir cómo
reacciona cuando sus amigas reconocen mi existencia—. Esperábamos estar en
buena compañía basándonos en las críticas. —Me fulmina con la mirada—.
Debería haber bajado mis expectativas.
Gina pone a prueba mi paciencia cada vez que respira. Es como un personaje
unidimensional sin rasgos positivos. Hasta su novio huyó de ella a otro estado
porque no soportaba su crueldad.
—Bueno, ya sabes lo que dicen, Gina —dice Adelaide, y a juzgar por su
tono, está dispuesta a devolver el golpe después de este insulto. No es que
importe.
Como he aprendido, mi indiferencia le eriza el vello mucho más que mi
arrebato emocional ante todas sus payasadas.
—Si todo lo que ves a tu alrededor es mierda, tal vez seas una.
Se me escapa una risita cuando Adelaide le guiña un ojo a Gina, cuyas
mejillas enrojecen y la ira cruza su rostro cuando incluso sus amigas estallan
en carcajadas.
Sus nudillos casi se vuelven blancos sobre su copa de champán, y debe tener
un buen autocontrol para mantener la voz uniforme cuando ignora a Adelaide
y se dirige de nuevo a mí.
—He oído que estás intentando obtener un papel que yo quiero.
—Has oído bien.
Una sonrisa curva su boca cuando da un ligero sorbo, entrecerrando los ojos.
—No tienes lo que hace falta para interpretar al personaje.
—¿Y supongo que tú sí? —A pesar de todas sus estupideces, Gina es una
bailarina increíble cuya técnica y talento admiro. Si no fuera tan zorra,
probablemente tendría una gran carrera, pero por el ritmo al que ofende a todos
los que la rodean, me cuesta imaginar que alguien quiera trabajar con ella.
—Yo tengo talento. Tú, en cambio... —Se interrumpe y luego se ríe, el
sonido frío meciéndose entre nosotras—. Sólo tu apellido te ha mantenido aquí.
Noticia de última hora, no es suficiente.
Muy bien, supongo que los guantes están oficialmente afuera. Todo esto de
ir al club fue un gran error. Nada de esto es relajante, y sólo me está trayendo
más dolores de cabeza.
—La última vez que lo comprobé, el personaje no era una zorra. Así que tal
vez no seas tan adecuada para el papel.
—¡Tú! —sisea antes de derramar su bebida sobre mí, el líquido pegajoso
resbala desde mi pecho hasta mi falda, manchando y empapando mi vestido
mientras sus amigas jadean. Adelaide se levanta, arrojando su vino a Gina, que
arruina su vestido blanco.
—¿Sabes cuánto cuesta? —Gina grita mientras Adelaide se limita a
encogerse de hombros—. Pagarás por esto.
—¡Basta! —Me levanto, arranco un pañuelo y lo froto en mi vestido aunque
nada lo salvará—. Tú te lo has buscado. Lárgate, Gina. Arruinas todo lo que
tocas, pero no dejaré que me arruines esta noche con mi amiga. —Su familia
es tan rica como la mía, así que no tiene terreno en el que apoyarse y
amenazarme, una de las razones por las que hace todos sus golpes en secreto—
. Te enviaré la factura de mi vestido.
—Tú...
Pero no llega a terminar su mierda, porque Kelly aparece a nuestro lado de
la nada con un guardia de seguridad y le dice fríamente a Gina:
—Estás fuera.
—¿Qué?
—Rompiste las reglas. Estás fuera y expulsada. No vuelvas por aquí. —Ella
cambia su mirada a las amigas de Gina—. Ustedes también.
—¡No puedes hacer eso! ¡Mira lo que me hizo! —Se da una palmada en el
estómago antes de señalar a Adelaide, que se mete una nuez en la boca y la
mastica mientras observa todo esto con total diversión—. Hay que castigarla.
¿Acaso sabes quién soy?
—Me da igual —responde Kelly y ladea la cabeza, lo que es suficiente para
que el de seguridad agarre a Gina y la arrastre hacia la salida mientras ella sigue
forcejeando en su agarre y grita algo a juzgar por su boca abierta.
Sus amigas se apresuran a seguirla mientras yo me froto la frente,
preguntándome qué me costará esto en el futuro. Ahora sí que debería cuidarme
las espaldas; Gina intentará inventar alguna maniobra horrible para hacerme
daño.
—¡Ha sido increíble! —exclama Adelaide, levantando la mano para chocar
los cinco con Kelly, que se limita a poner los ojos en blanco y alejarse una vez
más—. Siento lo del vestido. Era bonito.
—Sí. —Enderezándome, respiro hondo y centro mi mirada en mi amiga—.
Voy a ir al bar a pedirle al camarero un delicioso cóctel que me haga olvidar
esta escena. —La emoción relampaguea en su rostro y ella asiente, llevándose
otra nuez a la boca—. Cuando vuelva, nos divertiremos y bailaremos juntas,
pero no habrá más interrogatorios sobre mi estado mental. Sólo quiero
relajarme. Créeme, Gina convertirá mi vida en un infierno después de esto.
—¡Bien! —resopla Adelaide—. Ve por tu bebida mientras yo coqueteo
descaradamente con este galán. —El galán la mira abiertamente, y ella se
acerca al sofá, lista para charlar con él.
Eso es lo que pasa con Adelaide. La mayoría de los hombres con los que
coquetea acaban siendo conocidos íntimos que la ayudan siempre que lo
necesita.
—Diviértete —digo y me abro paso entre la multitud hacia la barra, donde
varias personas holgazanean, cada una intentando llamar primero la atención
del camarero.
Estoy a punto de llegar cuando alguien me empuja desde atrás, y tropiezo
hacia delante, totalmente preparada para golpearme la cara contra el suelo, pero
en el último momento, unos fuertes brazos me atrapan.
—¡Lo siento mucho! —le digo al que me ayuda a enderezarme, mis manos
terminan en su pecho por su propia voluntad, y una electricidad familiar se
dispara a través de mí.
—Deberías. Esta caída podría haber sido catastrófica —responde la voz
profunda y ronca, semejante a la seda más suave deslizándose sobre mi piel y
despertando cada nervio de mi cuerpo, pues está impregnada de pecado y de
una promesa de tentación a la que casi nadie puede resistirse.
Pero también contiene rastros de furia que son difíciles de pasar por alto.
Jadeante, retrocedo varios pasos y me quedo paralizada cuando por fin tengo
la oportunidad de estudiar al hombre que me ha rescatado.
Sin lugar a dudas, es uno de los hombres más guapos que he visto nunca, y
teniendo en cuenta mi familia y la gente que vemos habitualmente... dice
mucho.
Su sedoso cabello oscuro cae sobre sus anchos hombros, cubiertos por una
camisa negra con varios botones desabrochados, dejando entrever su piel
morena y sus cicatrices desvaídas. Mis dedos, por una extraña razón, desean
tocarlo, como si pudieran aliviar el dolor que una vez provocaron. El deseo me
es tan ajeno que me alejo aún más, sin dejar de mirarlo mientras intento
controlar los rápidos latidos de mi corazón y el calor que abrasa mi organismo.
Tiene profundas venas en el cuello entrelazadas con varios tatuajes, que
desembocan en su musculoso pecho y brazos. Su figura se eleva sobre mí, debe
de medir más de metro ochenta, y no se me escapa cómo las mujeres miran en
su dirección, susurrando algo entre ellas antes de suspirar asombradas.
Solo la idea de él tiene el poder de debilitar las rodillas de una mujer, lo
cual no es sorprendente, considerando que su reputación le precede.
Sus jeans negros cuelgan de sus caderas, resaltando su poderoso físico, y el
reloj de pulsera de platino brilla bajo la luz, hablando de la riqueza de este
hombre.
Una riqueza que utiliza con gusto para conseguir lo que quiere y, a su vez,
todo el mundo desea estar cerca de él para cosechar los beneficios de tales
conexiones. Aunque rara vez, por no decir nunca, se lleva bien con el mundo
porque no necesita a nadie.
Lo que quiere, lo consigue. Es la única regla que sigue.
Nuestras miradas chocan, sus ojos helados, verde esmeralda, me observan
con diversión, pero en el fondo deben de esconder su odio y su resentimiento
hacia mí. Sus pómulos altos y su fuerte mandíbula realzan su atractivo. La
sombra del día después le da un aspecto ligeramente rudo, que te atrae aún más
hacia su retorcida telaraña mientras contamina el aire a su alrededor con pecado
y sangre, prometiendo placer... pero también consecuencias por entregarse a
ellos.
Hace mucho tiempo pasé horas estudiando sus expresiones faciales,
deseando conocer cada uno de sus pensamientos, porque consideraba a este
hombre mi mayor enamoramiento. La forma en que podía controlar la sala del
tribunal... ganar todos los casos de los que se ocupaba... dominar a todo el
mundo con su sola presencia... tenía algo profundamente fascinante.
Quizás porque mi vida giraba fuera de control, y él parecía poseerlo en
abundancia.
—Emmaline —pronuncia mi nombre como si lo saboreara en la lengua,
poniéndome la piel de gallina, y aprieto los puños, resistiéndome al encanto
que tiene porque me hace cuestionarme todo sobre mí misma.
No debería reaccionar así con nadie, y menos con este hombre, cuando estoy
comprometida con otro. Y nunca lo hice... pero supongo que ni siquiera yo soy
inmune a él.
—¿Qué haces aquí? —Consigo balbucear con la garganta seca y al instante
me odio por esta debilidad mientras la anticipación relampaguea en su mirada
que no promete nada bueno.
Se mudó a Boston hace mucho tiempo porque no tenía otra opción. No pudo
quedarse después de que yo...
—Tengo asuntos pendientes aquí, cariño —sisea entre dientes—: uno que
no podía esperar más.
Un aura de dominio lo rodea, brotando de él a raudales y envolviéndome en
un capullo que debería ser reconfortante pero que, en cambio, me infunde
miedo en todos los huesos del cuerpo. Este hombre puede ser impresionante...
pero también es cruel.
Tan, tan cruel que nadie se atreve a cruzarse con él, porque si te cruzas con
él, bien podrías firmar tu sentencia de muerte.
No perdona ni olvida, y aunque creas que sí... te demostrará que te equivocas
más pronto que tarde.
Debería saberlo.
Después de todo, casi destruyo su vida hace tiempo.
Porque mentí.
Y juró vengarse de una forma u otra.
Rafael Wright.
O como el mundo lo conoce...
Rey del Desamor.
CAPÍTULO CINCO
“El destino a veces tiene un retorcido sentido del humor.
O uno cruel.
Depende de cómo prefieras verlo”.
Emmaline

Emmaline

Nos miramos fijamente durante lo que parece una eternidad, cuando por fin
aparto mis ojos justo a tiempo para que la música cambie de un ritmo rápido a
uno lento.
—Espero que disfrutes de tu estancia, Rafael. —Encuentro la fuerza para
sacar las palabras—. Ahora, si me disculpas... —Me dirijo a la barra, a la que
llego en pocos segundos, y me muevo entre los cuerpos, fijando al instante mi
mirada en un camarero que está tomando café.
A pesar que varias personas a mí alrededor intentan llamar su atención, grito
tras leer la etiqueta con su nombre:
—¡Tommy! ¿Podrías por favor prepararme una copa?
Sonríe y camina hacia mí, colocando las manos en la barra y apoyándose en
ella, probablemente para oírme mejor.
—¿De qué tipo? —Debe de tener más o menos mi edad, lo que alivia mi
ansiedad y me relaja un poco.
—No tengo ni idea —le digo sinceramente.
¿Hay un buen alcohol para... ¡Oh Dios mío! Acabo de encontrarme al
hombre cuya vida destruí, del que estuve enamorada siempre, ¡y es un imbécil
total que probablemente no descansará hasta tener mi cabeza en una bandeja
de plata!
Se queda pensativo unos instantes y me hace un gesto con el pulgar.
—Lo tengo, chica. Es algo especial en la casa.
—Oh. —Quiero rechazar la generosa oferta, pero luego me lo pienso
mejor—. ¿Pueden ser dos, por favor?
Después de mi encuentro anterior, necesito tanta bebida como sea posible
para olvidarlo... o más bien mi reacción.
Humillante reacción ante un hombre que sólo tiene malas intenciones
cuando se trata de mí.
No cabe duda que el imbécil extraordinario se dio cuenta, y probablemente
se echará unas buenas risas al respecto, aunque eso no signifique nada.
Notar que alguien es guapo y actuar en consecuencia son dos cosas distintas,
y yo nunca actuaré en consecuencia. Todo el mundo tuvo enamoramientos en
su adolescencia. El mío resulta ser, bueno... un rompecorazones.
Amo a Anthony y nunca lo engañaría mentalmente. Sólo la idea es
anormal para mí. ¿Por qué estar en una relación si no puedes mantenerlo en tus
pantalones de todos modos?
De alguna manera, mi excusa parece poco convincente y falsa incluso para
mis propios oídos.
La voz de Tommy me devuelve al presente.
—Claro, cariño. —Aunque su sonrisa se desvanece, y traga con fuerza
mientras siento un calor abrasador detrás de mí, enviando fuego abrasador por
mis venas.
Se me escapa un grito ahogado cuando Rafael aparta a la multitud, creando
un espacio a mi alrededor, y apoya el codo en la barra, mirándome, su pecho
choca contra mi costado, y los anteriores voltios eléctricos vuelven con toda su
fuerza, deslizándose sobre mí en oleadas y enviándome cosquillas por la espina
dorsal.
Las sensaciones desconocidas y confusas deberían estar prohibidas porque
me hacen cuestionar mi cordura.
—Rafael —dice el camarero, sus ojos se abren de par en par, y alguna
comunicación silenciosa debe de producirse entre ellos porque en un segundo
se ha ido, agarrando ya la coctelera y varias botellas que decido no examinar.
Lo que se le ocurra será lo suficientemente bueno. Sólo tiene que entregarlo
rápido, súper rápido para que pueda soportar cualquier crueldad que el Rey del
Desamor me interponga.
—Yo no diría eso si fuera tú. —Mi ceño se frunce ante estas palabras,
¿porque qué?—. Deseabas que disfrutara de mi estancia en Nueva York. Para
poder disfrutarla, tendría que terminar mis asuntos aquí. Eso podría no sentarles
bien a mis enemigos. —Otro camarero coloca un vaso de whisky delante de
nosotros y le echa varios cubitos de hielo, deslizándolo hacia Rafael. Él lo
agarra, los músculos de su brazo se flexionan cuando se lo lleva a la boca y
bebe un sorbo.
Esto me alarma. Todo el mundo sabe que no le gusta nadie, pero cuando se
trata de sus enemigos... no queda nada de ellos una vez que ha acabado.
Y no es un secreto que soy su mayor enemigo, o más bien vergüenza, ya que
lo que hice puso su vida patas arriba y le costó absolutamente todo.
—Tiene un carácter fuerte. Un escándalo así habría destrozado a la
mayoría, pero él resurgió de sus cenizas —dice mi padre, y yo bajo la mirada,
con la culpa deslizándose por cada célula de mi cuerpo. Ojalá el suelo se
abriera y me tragara entera para no tener que enfrentarme a su decepción—.
Tienes que tener cuidado, Emmaline.
Las palabras de mi padre resuenan en mis oídos mientras hago todo lo
posible por centrar mi mirada en Tommy, que ya está sirviendo la sustancia
roja en dos copas de martini y terminando de pegar piñas en los bordes. No
estoy segura de qué tipo de respuesta espera Rafael de mí. No le he visto ni
hablado con él desde que yo tenía nueve años y él veinticuatro.
Mi familia me protegió de la mayor parte de su ira, no es que fuera tras una
niña. De hecho, ni siquiera le creó problemas a mi padre cuando ascendió al
poder y se mantuvo civilizado con él en la mayoría de las reuniones sociales,
lo que no hizo sino aumentar la creencia de papá de que Rafael le guardaba
rencor.
Como él dijo...
Los hombres poderosos esperan el momento perfecto para atacar. Él debería
saberlo, ¿verdad?
Al fin y al cabo, papá también puede ser despiadado e imparable.
No, no, no.
Tampoco puedo pensar en eso, y resoplo molesta porque a este paso no
podré pensar en nada sin intentar evitar el tema.
—No todos los que nos han hecho daño son enemigos. —El músculo de su
mandíbula se tensa y yo tamborileo con los dedos sobre la barra. El molesto
sonido me distrae lo suficiente como para olvidarme temporalmente de mi
nerviosismo ante este hombre—. A veces ocurren cosas que están fuera de
nuestro control.
—Fuera de control —repite tras de mí y gira el vaso en la mano mientras se
acerca y agarra una botella de whisky, la abre y se sirve un poco más—. La
gente suele utilizar esta excusa para justificarse. No asumen ninguna
responsabilidad ni culpa por lo que han hecho. —Me revuelve el estómago la
furia apenas contenida en su tono, mientras sigo tamborileando los dedos,
esperando que sea lo bastante molesto como para que me deje en paz—. ¿Nada
que decir? —pregunta justo cuando el camarero me trae las bebidas y me salva
de este interrogatorio.
—Espero que le guste. —Su voz es menos alegre esta vez, sigue lanzando
miradas preocupadas a Rafael, y cuando le sonrío en señal de agradecimiento,
me saluda y se aleja corriendo hacia el siguiente cliente.
—Lo has asustado. —Las palabras salen de mi boca antes que pueda
detenerlas y gimo interiormente cuando él se limita a soltar una risita, aunque
sus ojos permanecen absolutamente vacíos.
A veces me recuerda a una estatua de mármol hecha por un artista virtuoso,
dolorosamente perfecto por fuera pero tan despreciable por dentro.
Sencillamente, este hombre no tiene idea sobre la compasión y empatía, y
no es que nadie lo culpe.
El infierno por el que pasó hace tantos años no hizo sino endurecer su
carácter y, a su vez, crear este... monstruo hambriento de sangre.
Un monstruo de mi propia creación.
Mi bebida se detiene a medio camino de mi boca ante lo que dice a
continuación.
—Los camareros tienden a asustarse de la gente que firma sus cheques. —
Chasquea la lengua—. Es una pena, pero así de cruel es nuestro mundo. —Se
acerca más a mí y jadeo al contacto, sus duros músculos chocan contra mi
cadera—. Tú deberías saberlo mejor que nadie, ¿verdad?
Aprieto el puño con toda mi fuerza de voluntad, doy un sorbo tentativo y
suspiro ante el sabor dulce que calma algunos de mis nervios, aunque la culpa
se extiende por mí en oleadas.
Porque con cada palabra que pronuncia este hombre, alude al pasado que
una vez compartimos, incluso si lo único que hicimos fue intercambiar algunas
miradas.
Sin embargo, esas miradas me bastaron para arruinarle la vida. Y al contrario
de lo que él cree, sé que soy culpable y nunca he rehuido la culpa y la vergüenza
que me causan mis recuerdos.
Supliqué a mis padres que me dejaran pedir perdón; se negaron, alejándome
de Rafael, y no puedo decir que los culpe. Probablemente nos mandaría a todos
a la mierda.
—¿Eres el dueño? —Es abogado, ¿no debería haber normas que les
impidieran ser propietarios de lugares donde se realizan actividades ilegales?
Además, ¿para qué iba a necesitar este club? Ya es multimillonario.
Su bufete de abogados y sus inversiones lo hicieron legendario por sí solo,
pero luego todo el mundo se enteró de su apellido y su herencia. Ni hace falta
decir que se hizo aún más popular, ya que saltó a la fama sólo por sus méritos.
—Socio silencioso. Mi amigo cercano es el dueño. —Pasa un rato—. Espero
que hayas disfrutado de tu café.
Oh.
—¿Fuiste tú? —Asiente, sus mechones oscuros se balancean con la acción
y llaman la atención por su sedosidad, y me pican los dedos por tocarlos porque
le dan un encanto aún más oscuro del que debería tener cualquier humano. Sin
embargo, todo el encanto desaparece cuando continúa—. Si alguna vez abriera
un club, cariño, tendría un ambiente y un público ligeramente diferentes. —Se
inclina más hacia mí y, por instinto, lo miro, nuestras caras a escasos
centímetros mientras su aroma masculino me envuelve por completo, casi
atrapándome en esta realidad de su creación en la que este hombre poderoso ha
decidido convertirme en su presa.
Sí, imagino que su club sería otra historia, considerando todas las cosas. ¿No
fue el famoso socialista quien afirmó que tiene gustos muy particulares en lo
que se refiere al sexo?
Quizás por eso a veces necesita tres mujeres al mismo tiempo para mantener
sus apetitos sexuales. Al fin y al cabo, el hombre es una puta con mayúsculas.
No sé por qué la idea me enfada tanto como lo hace. No debería importarme
lo que hace este hombre cuando no está ocupado destruyendo el mundo de
alguien.
Mis mejillas se calientan mientras bebo otro largo sorbo, sin perderme cómo
sus ojos siguen el movimiento, deteniéndose un poco en mis labios antes que
él beba su whisky, con su nuez de Adán balanceándose, lo que llama la mi
atención sobre el pequeño tatuaje cerca de su pulso.
Lex talionis.
En latín, ley del talión, es decir, ojo por ojo.
Un hombre que grabó esta ley en su piel debe creer en ella de todo corazón.
Y como tal, no tendrá piedad de mí.
Termino mi copa, la vuelvo a dejar en la barra con un sonoro tintineo y tomo
la siguiente, mi mente se arremolina con todas las posibilidades de lo que podría
suponer su venganza. Pero me quedo en blanco.
Especialmente una igual a la que él tuvo que experimentar. Entonces, ¿qué
puede ser lo suficientemente sustancial como para hacerlo feliz con mi miseria?
No tengo nada de valor para él.
A menos que...
A menos que...
Seducirme está en su agenda, y por eso, ¿humillarme?
Casi me río de pensarlo. El Rey del Desamor puede ser una puta, pero
probablemente yo sea la última mujer en la tierra a la que toque.
Tomo rápidamente más sorbos, ignoro la sensación de ardor en la garganta
o cómo mi cabeza se marea ligeramente, y el zumbido en mi cuerpo crece,
adormeciendo cualquier temor. De algún modo, me da valor para lanzar mi
siguiente pregunta.
—¿Qué quieres de mí? —Exhalo pesadamente y añado—: Siento lo que ha
pasado. Lo que hice estuvo mal. —Ya está, he dicho lo que quería decir todo
este tiempo, pero de algún modo pronunciar las palabras en voz alta no me ha
aportado ningún alivio.
En lugar de eso, me sumen más en una espiral de locura mientras la ira cruza
su rostro antes de volver a cubrirlo de indiferencia y ligera diversión.
—No necesito tus disculpas, cariño. Después de todo, las disculpas hechas
por necesidad no tienen sentido. Son falsas. —Desliza sus ojos esmeraldas
sobre mi figura, y resisto el impulso de dar un paso atrás—. Igual que tú.
Mis nudillos se vuelven casi blancos por lo fuerte que agarro la barra,
conteniéndome del impacto de sus palabras mientras echan gasolina al fuego.
Es mi propio autodesprecio, porque la palabra falsa... describe toda mi vida.
Y el hecho que un hombre que me odia lo vea tan claro, pero que los demás
no lo entiendan, me duele de un modo que no puedo explicar.
Sin embargo, la resiliencia que he descubierto en mí en los dos últimos años
asoma la cabeza y me recuerda que la verdad puede herirme, pero no dejaré
que nadie la utilice como arma contra mí.
—Lo siento de verdad. Mi única excusa es que era una niña estúpida que
pensaba que estaba haciendo lo correcto. —Siseo cuando mi anillo roza la piña,
y ésta cae al suelo, el jugo pegajoso resbalando por mi palma.
Casi doy un respingo cuando saca un pañuelo negro con sus iniciales
grabadas y me cubre la palma de la mano, limpiándola, y entrelaza sus dedos
con los míos, lo único que separa nuestra piel es la sedosa tela. Se me escapa
un grito ahogado cuando me arrastra más cerca, nuestras bocas a escasos
centímetros, y su aliento caliente me abanica la cara mientras mi pulso se
acelera, y parpadeo confundida.
—¿Qué estás haciendo?
Ignora mi pregunta y, en su lugar, roza mi anillo con el pulgar.
—Por fin estás comprometida, Emmaline —susurra, y siento un nudo en la
garganta cuando me agarra con más fuerza, y las punzadas de dolor mezcladas
con anticipación y miedo me recorren en oleadas.
Demasiado aturdida por la afirmación, balbuceo:
—Amo a mi prometido. —No estoy segura de por qué siento la necesidad
de señalar esto; ¿no es suficiente mi señal de compromiso sobre mis
sentimientos? Pero este hombre me tiene tan cerca que, probablemente, desde
el punto de vista de un espectador, podría parecer como si nosotros... como si
nosotros...
Interrumpe mi hilo de pensamientos, y sus palabras sirven como un jarro de
agua fría.
—Oh, lo sé. Estabas tan guapa y feliz durante tu fiesta de compromiso. Era
difícil no mirarte.
Todo dentro de mí se paraliza ante esto.
—¿Estuviste allí? —¿Cómo es posible? Invitábamos sólo a nuestros círculos
cercanos, y teníamos que aprobar personalmente a todos. Nadie pisaba la tierra
de mis padres o abuelos sin su permiso.
Y, con toda seguridad, nadie habría permitido entrar a Rafael.
—Ah, Emmaline. Por supuesto, estaba allí. ¿Cómo podría habérmelo
perdido? Me demostró una cosa.
El calor se filtra por cada célula de mi cuerpo cuando nos maniobra hasta
que mi espalda choca contra la barra, y él extiende sus dos manos a ambos lados
de mí, atrapándome en su abrazo mientras sus rígidos músculos presionan mis
curvas, y yo me muerdo el labio inferior, resistiendo el impulso de soltar otro
jadeo mientras sigo apretando el pañuelo.
—Aléjate —le ordeno, colocando la mano libre sobre su rígido pecho, y los
músculos se flexionan bajo mi contacto, las sensaciones me recorren y crean
confusas emociones a mi alrededor. Porque ningún hombre ha tenido jamás un
efecto semejante sobre mí.
Incluso Anthony.
Vuelvo a apretar los dientes:
—¡Aléjate, Rafael! —Empujo su pecho con más fuerza, pero él no se
mueve, se limita a mirarme con esos ojos inquietante que deberían estar
prohibidos, porque me prometen venganza de una forma u otra, y eso me asusta.
Me asusta de una manera que nada más lo hizo porque, si este hombre asistió
a mi compromiso... me siguió hasta aquí e incluso me compró las bebidas...
probablemente me preaprobó en esa maldita lista.
No tiene nada bueno en mente y ya me utilizó una vez en una trama de
venganza que causó tanto daño, que todavía estoy intentando recuperarme de
ello.
¡No permitiré que vuelva a ocurrir lo mismo!
—Tus padres deberían haberte enseñado una cosa crucial, cariño.
Me inclino hacia atrás cuando se acerca y las puntas de sus zapatos chocan
contra los míos. Le aprieto la camisa y decido que ya es suficiente.
—¡Aléjate, Rafael, o gritaré! —le advierto, mirando a mi alrededor para ver
que a la mayoría de la gente le importamos una mierda ya que beben o se besan
mientras bailan.
Sin embargo, una mujer gritando no será ignorada, ¿verdad? Y con la
reputación de Rafael, lo último que necesita es que lo atrapen reteniendo a una
mujer como rehén.
No presta atención a mi amenaza y continúa hablando.
—Cuando le muestras al mundo que amas tanto algo, le das a dicho mundo
un arma para usar contra ti. El amor es la mayor debilidad que uno puede tener
y la mayor fuerza que puedes darle a tu enemigo. —Me estremezco cuando se
inclina hacia mi oído, sus labios rozan mi mejilla y susurra—: No vuelvas a
disculparte conmigo, Emmaline. No quiero tu expiación. Quiero tu ruina. Y la
tendré.
Con esto, finalmente da un paso atrás, dejándome espacio para moverme,
pero yo estoy pegada al sitio, respirando agitadamente mientras su promesa
resuena en mi oído una y otra vez, dicha en el tono lleno de furia que promete
no tener piedad conmigo.
Incluso ahora, su cuerpo bulle de ira apenas controlada mientras sus ojos
esmeralda... sus ojos tienen tanto resentimiento que es un milagro que no muera
debajo de él.
Rafael me odia tanto que casi puedo tocar su odio que sirve como una cuerda
floja que me envuelve lentamente y me corta el suministro de oxígeno porque,
al fin y al cabo, no descansará hasta conseguir lo que tanto desea.
Y sólo Dios sabe cómo piensa hacerlo.
El pánico se apodera lentamente de mí, envuelve mis sentidos y construye
imágenes horribles en mi cabeza, y me cuesta respirar. Estoy a punto de sufrir
un ataque de pánico cuando veo que Adelaide me saluda frenéticamente desde
nuestra mesa, frunciendo el ceño, y eso es suficiente para sacarme de mi
desesperación.
Mi amiga no puede venir aquí a presenciar esto porque peleará y se
enemistará aún más con él o, peor aún, se lo contará a mi padre, y si hago que
mi familia se involucre, se pondrá feo.
Pagaron lo suficiente por mi error. Ahora tengo que arreglármelas sola.
Haciendo acopio de todas mis fuerzas, me enderezo y digo por encima del
hombro a Tommy, que nos mira boquiabierto:
—Gracias por las bebidas. —Y corro hacia mi amiga, sin atreverme a mirar
atrás y estudiar a Rafael.
Quiero tu ruina. Y la tendré.
A mis padres les encanta decir que hay una tierra donde los pecadores expían
sus pecados. Que si te esfuerzas lo suficiente, puedes expiar tus pecados de una
forma u otra. Nunca entendí esta creencia porque, a mis ojos, algunos delitos
son imperdonables y no hay vuelta atrás.
Supongo que el Rey del Desamor tampoco cree en esa tierra.
CAPÍTULO SEIS
“Todos los planes requieren una ejecución cuidadosa.
Sólo así podrán dar resultados fructíferos”.
Rafael

Rafael

Si la humanidad necesitara una demostración física y en vivo de un alma


podrida y cruel envuelta en un cuerpo precioso engañando a todos con su
inocencia y bondad... tendrían que mirar a Emmaline King.
Porque su belleza tiene el poder de llevar a uno a su perdición, ya que cuando
menos se lo espere, lo atrapará en el infierno de su creación y lo verá arder
hasta que no quede nada.
Una mujer cuyas ansias sádicas pueden ser más sutiles que las de la mayoría,
pero mi vida es un testimonio de su naturaleza viciosa y su comportamiento
poco estelar.
Porque ningún niño inventa una mentira de tal calibre sin empaparse de
oscuridad y crecer hasta convertirse en alguien que no conoce el remordimiento
por lo que sus disculpas son vacías e inútiles.
Ninguna disculpa podrá borrar lo que me pasó, así que no se puede hacer
justicia con una disculpa.
Ojo por ojo, aunque en este caso quiero que su dolor sea mayor que el mío
porque sólo en la desesperación puede comprender y sentir plenamente las
consecuencias de su decisión.
Adelaide tira de ella hacia la pista de baile, susurrándole algo al oído, y
Emmaline niega con la cabeza, claramente sin ganas de bailar, pero a su amiga
le importa una mierda.
La arrastra hacia el centro y levanta el brazo cuando el DJ cambia la canción
a una de ritmo rápido y ambas empiezan a bailar. Las caderas de Emmaline se
mueven al compás del ritmo, mirándola ahora, nadie adivinaría que es una
bailarina porque todos sus movimientos son torpes y oxidados como si no
tuviera ni idea de qué hacer y tuviera miedo que todo el mundo la juzgara.
Lamentable y débil, dos palabras para describirla que hacen que este plan
de venganza sea casi aburrido porque me encantan los retos, y ella no presenta
ninguno. Sin embargo, la idea de sus lágrimas... de su agonía... que me suplique
de rodillas que la salve, ya que mi castigo será severo... eso es un afrodisíaco
en sí mismo que cubre mi aburrimiento y me hace zumbar la sangre de
anticipación.
Después de todo, ¿qué es una cacería sin un poco de sangre y gemidos de la
presa que espera sobrevivir en el juego mortal y luego muere de todos modos?
Aunque no tengo intención de matar a Emmaline, su vida será tan dura que
deseará estar muerta.
Y disfrutaré cada maldito segundo de ello.
Sus oscuros, largos y pesados mechones caen en cascada por su espina
dorsal, brillando bajo las resplandecientes luces del club y llamando la atención
sobre su sedosa textura, casi rogándote que los toques, contrastando con su
impecable y pálida piel. De alguna manera, el contraste te atrae aún más,
exigiéndote que sigas mirándola y admirando su belleza única.
Largas pestañas cubren sus ojos color avellana que me recuerdan a las hojas
doradas que yacen en otoño llenas de tanto calor, que debería ser ilegal, pues
esta chica no tiene huesos decentes en el cuerpo.
Yo lo sé, ella fue más lista que yo a los nueve años.
El vestido realza su agraciada figura, sus pequeñas curvas llenan todos los
lugares correctos y dejan entrever sus kilométricas piernas, capaces de
arremolinarse durante horas mientras actúa en el escenario, aparentemente
bloqueando el mundo exterior.
Es magnífica en su arte, se entrega por completo a él, y sólo entonces veo la
verdadera felicidad grabada en sus rasgos, porque vive y respira sus personajes.
Uno podría mirarla durante horas y no aburrirse nunca, su tipo de belleza
merece ser representada en el arte y exhibida en los museos para que todo el
mundo tenga la oportunidad de admirarla.
Belleza fría que todos desean tocar, pero nadie se atreve a hacerlo. Pertenece
a una poderosa dinastía que te aplastará si das un paso en falso.
Como me aplastaron cuando se negaron a escuchar mi verdad y, en cambio,
creyeron sus mentiras.
Emmaline es una maldición para cualquiera que entre en contacto con ella.
Incluso su perfecto y patético prometido se enfrentará a lo impensable debido
a su amor por ella.
Se me escapa una risita al pensarlo. El amor... qué concepto tan inútil y
estúpido.
No trae más que dolor, y como tal, nadie debería enamorarse de nadie. He
visto de primera mano lo que le hace a una familia y, además, ¿qué es el amor?
Una palabra poética para la lujuria.
Ah, la lujuria de la que Emmaline probablemente no tiene ni idea.
Es tan joven e inocente en muchos sentidos, ya que sus padres la
mantuvieron en la jaula de oro donde floreció.
Pero una jaula no es el mundo real. Es un entorno falso, que protege a una
persona de la cruda realidad.
Tal vez debería haberla perdonado.
Pero no puedo.
Ella nunca pagó por lo que me hizo, ya que su vida fue una dicha sin fin, e
incluso los privilegiados hijos de los ricos necesitan aprender que toda acción
tiene una reacción igual.
Podría haberla perdonado si sólo me hubiera costado mi reputación.
Sin embargo, su mentira puso en marcha una cadena de acontecimientos
imparables que me costaron lo que más amaba.
No habrá piedad.
Saco un cigarrillo del bolsillo trasero, me lo pongo en la boca y abro el
mechero, desvío brevemente la mirada hacia la llama y cierro los ojos cuando
en mi cabeza aparecen una tras otra varias imágenes, seguidas de gritos.
Tantos gritos.
Sin embargo, entre todos ellos, uno de los sonidos más prominentes y
angustiosos raspa los pedazos que quedan de mi alma, enviándome más
profundamente a la locura que me consume lentamente, la oscuridad que vive
dentro de mí exigiendo una salida para adormecer el dolor que reside
permanentemente en mí.
¡Rafael! ¡Rafael! ¡Rafael!
Alguien silba a mi lado, desviando mi atención del pasado y devolviéndome
al presente.
—Es un culo caliente —murmura, apestando a alcohol, y yo pongo los ojos
en blanco ante parte de la multitud que este lugar logra reunir. Sisea—: Me
gustaría enredar las manos en el cabello de la morena y obligarla a arrodillarse
para que se atragante con mi polla. —Se ríe y me da un codazo en el hombro—
. ¿Quieres ser mi copiloto? Te vi charlando con ella antes. Puedes tener el
primer turno.
Expulsando el humo a mí alrededor, curvo mi boca en una sonrisa y me
giro hacia él, su grito resuena a través del espacio cuando lo agarro por el cuello
y golpeo su cabeza contra la barra, el crujido resuena en el aire.
Todos a nuestro alrededor se apartan rápidamente mientras Tommy empuja
las bebidas hacia atrás, pero nadie hace un movimiento para detenerme.
Tirando del cigarrillo por última vez, aprieto la colilla contra la mano del
hombre y éste grita aún más, la sangre de su nariz gotea sobre la barra mientras
le digo:
—Escúchame bien. Me llamo Rafael Wright por si quieres demandarme,
pero si lo haces, perderás. —Se debate en mi agarre, intentando levantarse.
Aprieto los dedos alrededor de su cuello, presionando tan fuerte que se ahoga
y traga fuerte—. ¿La mujer que acabas de mencionar? Me pertenece. Es mía.
No la comparto. Y no me gusta que nadie se entretenga ni siquiera con la idea
de mi mujer.
—No lo sabía —grazna—, no lo sabía. Lo siento.
Aprieto aún más fuerte su cuello y pienso en lo fácil que habría sido partirlo
mientras la bestia posesiva que ni siquiera sabía que existía dentro de mí desea
su sangre y hacerlo pedazos, porque nadie puede pensar en Emmaline de esa
manera. El rugido es tan fuerte que casi borra el sentido común y despierta la
oscuridad que acecha en el límite, que me llama por mi nombre cada día.
Sin embargo, mi parte cuerda y fría, la que me ha permitido avanzar tanto
en la vida y prosperar en mi carrera, por fin vuelve a tomar las riendas, y lo
suelto mientras se aparta a un lado, se agarra a una silla y respira agitadamente,
aspirando oxígeno con avidez mientras se agarra la nariz rota.
—Estás loco —murmura, pero se aleja aún más, evitando mi ira.
—Está fuera —le informo a Tommy, que asiente y silba a uno de los
porteros, señalando con la cabeza al tipo, y van hacia él mientras me da una
toalla limpia—. Gracias —le digo—. Todo lo que pida esta noche corre de mi
cuenta. Además, asegúrate que nadie la moleste.
—Lo haré.
Con esto, me limpio las manos y le devuelvo la toalla, miro a Emmaline por
última vez mientras ella sigue bailando con su amiga, claramente ajena a lo
sucedido en estos momentos, y finalmente me abro paso entre la multitud que
se separa a mi alrededor mientras me dirijo a la salida.
Puede que odie a Emmaline con cada célula de mi cuerpo, y que mi oscuro
corazón bombee sangre solo para hacerla desgraciada, ya que ese es uno de mis
principales objetivos en la vida.
Pero en cuanto volví a Nueva York y puse en marcha mi plan, ella se
convirtió en mía.
Mía para torturar. Mía para poseer. Mía para proteger.
Puedo desatar mi ira sobre ella de la forma que crea conveniente, y ella lo
aceptará. No tendrá otra opción, pero nadie más puede hacerlo.
Emmaline Katherine King es mía, aunque lleve el anillo de otro hombre, por
ahora.
Y lo que es mío no puede ser tocado, herido o insultado por nadie más.
CAPÍTULO SIETE
“Así es la vida.
Rara vez es justa.
Pero siempre es cruel de un modo u otro”.
Rafael

Emmaline

—Gracias —le digo al taxista, saco un billete de cien del bolso y se lo doy—
. Por favor, llévela a esta dirección. —La apunto rápidamente en el bloc de
notas, y él me hace un gesto con el pulgar, permaneciendo en silencio.
Desvío mi atención hacia Adelaide, que apoya la cabeza en el asiento,
mirando las brillantes luces del exterior mientras mueve la cabeza al ritmo de
la radio.
—Me voy a casa, Adelaide. —Le sacudo el hombro y ella me mira,
frunciendo el ceño—. Te he pagado el viaje, así que mándame un mensaje
cuando estés en casa, ¿de acuerdo?
—No, vamos, Emmaline. —Se acerca a mí y me rodea con sus brazos,
sacándome la vida—. ¿Por qué tienes que irte? Quédate conmigo —murmura,
apoyando la barbilla en mi hombro y suspirando mientras le acaricio la espalda.
—Vives a treinta minutos de mí, así que no puedo dejarte primero. —El
tráfico de vuelta será horrible, y no llegaré a casa hasta primera hora de la
mañana. Tal como están las cosas, tengo que despertarme en tres horas para mi
ensayo matutino. La habría llevado a casa para asegurarme, pero conozco a este
conductor y es legal, así que puedo confiar en él—. ¿Almorzamos juntas
mañana?
—No puedo. Asisto a un desfile de moda. —Se echa hacia atrás y abre los
brazos de par en par—. ¡Podría tener la oportunidad de trabajar con un
diseñador!
—¡Es increíble! —Adelaide siempre ha querido dirigir desfiles de moda, así
que ésta es una gran oportunidad para ella—. ¿Y después?
—¡Sí! Te llamaré. Haré todo lo posible por conseguirte vestidos nuevos. —
Me guiña un ojo y se ríe cuando pongo los ojos en blanco—. Te lo mereces
después de esta noche.
De acuerdo.
—Bueno. Adiós, cariño. —Le doy un beso en la mejilla—. Adiós, Ronald
—me dirijo al conductor, y él me hace un gesto con la cabeza, subiendo el
volumen de la radio. Salgo del auto, mis tacones chasquean sonoramente sobre
el asfalto, que conduce a un edificio de cinco plantas que ha visto días mejores.
El granito agrietado con colores desvaídos apenas le hace justicia, junto con
los repugnantes olores que flotan en el aire, lo que significa que los borrachos
tuvieron una fiesta recientemente y probablemente hicieron cosas salvajes
afuera.
Varios arbustos de flores rodean la vieja estructura, creando una imagen
bastante acogedora por un momento hasta que tu mirada se posa en las macetas
rotas y varias ventanas del piso de abajo mientras se oyen varios gritos a lo
lejos junto con un televisor a todo volumen.
Suspirando de cansancio, doy varios pasos cuando Adelaide me llama por
mi nombre. Me doy media vuelta y la veo colgada de la ventana abierta.
—Emmaline, necesitas un buen terapeuta para solucionar cualquier
problema que tengas. ¡Vives en un basurero! —Grita la última parte y yo hago
una mueca, esperando que nadie la haya oído—. Y no creas que no he visto ese
acalorado intercambio entre tú y Rafael Wright. Prepárate para compartir todos
los detalles. —Da un golpecito en el asiento delantero—. Vámonos. —Y con
eso, el auto se aleja, dejándome de pie en el polvo mientras sacudo la cabeza.
¿Preparada para compartir todos los detalles?
¿Cómo puedo hacerlo si yo misma no entiendo esos detalles?
Tras nuestro encuentro, me centré únicamente en el baile y, más tarde, en
Adelaide, que empezó a compartir los últimos rumores sobre algunas
tendencias de diseño de moda para mantener mi cabeza alejada del intrigante
hombre que causó caos en mi alma con su promesa.
No ayudó que mi vívida imaginación empezara a pintar todas esas
perturbadoras imágenes de él haciéndome algún daño físico o destruyendo mi
reputación profesional. Lo que hiciera falta para destrozar mis sueños.
Al fin y al cabo, de eso trata la ley de represalias, ¿no?
Hacer sufrir al enemigo tanto como tú, arrebatándole lo que te ha robado.
Y considerando que le robé su carrera, su objetivo será el ballet, y lo temo
con cada fibra de mí ser.
O esa es la excusa que me doy para olvidar la reacción de mi cuerpo ante un
desconocido que ha sido cruel conmigo, lo que demuestra una cosa crucial.
Ciertos enamoramientos infantiles duran para siempre, y quizás si hubiera
mantenido la boca cerrada todos estos años atrás, no habría desarrollado una
obsesión malsana con Rafael y acechado su vida como una especie de bicho
raro. Por suerte, a los quince años, Anthony me pidió que fuera su novia, y yo
acepté, decidida a curarme de aquel estúpido apego que, de todos modos, no
tenía futuro.
En contra de lo que todo el mundo cree, siempre habíamos sido sólo amigos,
hasta que un día Anthony por fin se atrevió a invitarme a salir, y aunque nunca
estuve perdidamente enamorada de él, llegué a quererlo.
Es el príncipe con el que todos sueñan, y estoy muy agradecida de tenerlo.
Al entrar en el edificio, el piso alfombrado y desgastado me recibe, junto
con la bombilla parpadeante, creando un ambiente bastante lúgubre a mí
alrededor. Subo las escaleras hasta la tercera planta y mi teléfono vibra dentro
de mi bolso.
Al sacarlo, veo un nuevo mensaje de Anthony.

Hola, cariño. ¿Estás en casa?

Estoy a punto de estarlo.

¿Qué tal la noche de chicas?

Bien. ¿Quieres venir?

Rara vez pasa la noche aquí, pero ahora mismo no me habría importado la
seguridad de sus brazos. Quizás puedan calentarme de la frialdad de Rafael,
que parece seguirme allá donde voy.

Lo siento, Emmaline. Tengo que quedarme en la oficina


y ocuparme de los últimos asuntos. Cuando se cierre el trato, te
prometo que lo celebraremos y recuperaremos el tiempo
perdido.
Desde que Kurt le ha dado las riendas, ha estado atascado en algún caso que
necesitan resolver para que la empresa prospere, y como resultado, no lo he
visto en absoluto.
Espero que realmente salga adelante porque parece que Anthony ha
envejecido diez años intentando resolver estos asuntos para su empresa
familiar. El que trama contra ellos en el otro lado debe ser una mente maestra
para volverlos tan locos.

De acuerdo. Te tomo la palabra.

Te amo, cariño.

Mis dedos se ciernen sobre la pantalla, listos para teclear mi respuesta, pero
hago una pausa, pensando en todas nuestras conversaciones de los últimos
meses y en cómo siempre ha sido él quien me ha dicho que me ama.
¿Desde cuándo te amo es sólo una respuesta en mi vocabulario, y ni siquiera
lo digo en serio?
Al llegar a mi puerta, introduzco la llave mientras me froto la frente por el
dolor de cabeza que se extiende en oleadas y se hunde en mi cuero cabelludo,
ya que los pensamientos intrusivos deberían estar prohibidos por lo estúpidos
que son.
¿Qué importa si digo te amo porque quiero o porque me siento obligada?
Al entrar, resoplo exasperada por la oscuridad total, ya que el apartamento
sólo tiene dos ventanas, y están dentro de mi dormitorio. Para mi mala suerte,
el interruptor de la luz está al otro lado de la puerta. Deberían despedir a quien
haya ideado este diseño.
Cierro la puerta con el pie, dejo el móvil y el bolso en la mesita cercana, me
adentro en el pasillo y me apoyo en la pared, bajándome de los tacones.
En cuanto pongo los pies descalzos sobre el suelo de madera, suspiro
aliviada por los músculos doloridos y muevo un poco los dedos de los pies, con
la esperanza de aliviar un poco la tensión. Con todo lo que he bailado
últimamente, debería alegrarme que aún puedan moverse.
Pero mi alivio dura poco cuando piso algo pegajoso y resbaladizo que me
produce escalofríos repugnantes.
A ciegas, encuentro el interruptor, lo enciendo, solo para volver a apagarlo.
El estómago me da varias vueltas mientras mi corazón se detiene, solo para latir
desbocado en el pecho mientras el miedo se introduce lentamente en mis
células y la bilis me sube por la garganta.
Mi pesada respiración llena el aire, rompiendo el silencio a mí alrededor, y
sacudo la cabeza, encendiendo la luz con mis dedos temblorosos. Sin embargo,
la imagen que se abre a mi vista no cambia.
En cambio, veo el horror en toda su espantosa gloria.
Pétalos de rosa en forma de flecha yacen en el suelo del pasillo, empapados
de una sustancia roja que, por el olor metálico que sacude mis fosas nasales,
debe de ser sangre. Me lleva al salón, donde un cuerpo femenino yace en el
centro, rodeado de innumerables velas que no me ocultan ningún detalle
sangriento. Es casi como si fuera un sacrificio en el altar, esperando a que los
dioses la miren y acepten el regalo mortal para obtener algo de ellos.
Tiene las manos esposadas por encima de la cabeza, clavadas al suelo con
un cuchillo y las piernas abiertas. Un alambre le rodea el cuello y, con el pecho
apenas levantado, comprendo que sigue viva.
Hay sangre.
De sus heridas mana tanta sangre que es un milagro que siga respirando
mientras su vestido blanco está empapado de rojo. Veo mi sofá todo roto y sus
bragas tiradas por el suelo con algo metálico sobresaliendo de su estómago.
Un grito desgarrador resuena en la noche, aterrador y agónico, y tardo un
segundo en darme cuenta que me ha salido de la garganta.
—Dios mío —susurro, corriendo hacia ella, mis pies dejan huellas húmedas
por toda la escena del crimen, y caigo de rodillas junto a ella, solo para jadear
de asombro mientras otro grito emerge de mí.
Porque es Gina.
—Dios mío —repito, me tiemblan las manos mientras le palmo la cabeza
cuando me mira, sus habituales ojos desdeñosos están llenos de tanto dolor
mientras las lágrimas corren por sus mejillas, y empiezo a llorar—. Dios mío.
—La piel de sus brazos está casi en carne viva, mientras que las heridas
punzantes hablan de la violencia ejercida sobre un cuerpo de la forma más
despiadada. Incluso tiene marcas de mordiscos por todas partes y unas palabras
grabadas en la frente—. Necesitamos ayuda.
Me dispongo a levantarme para llamar a la ambulancia, pero su
—No —entrecortado me detiene en seco y vuelvo a centrarme en ella, con
nuestras miradas fijas—. Ángel —murmura—. Mira. —Respira
entrecortadamente, le cuesta sacar las palabras, pero aun así las saca—. Por. El.
Ángel. —Más lágrimas salen de ella y me dedica una sonrisa fantasmal—. Un
ángel.
—¿Qué? —Consigo decir justo antes que sus ojos se pongan en blanco y
grite—: No, no. Gina, quédate conmigo.
—Cansada, muy cansada. —Eso es lo último que consigue susurrar antes
que su cabeza se incline hacia un lado y su pulso se detenga, su cuerpo dándome
un último aliento—. ¡No! —Grito, sacudiéndola un poco, negándome a
creerlo—. Gina, por favor, despierta.
Necesito llamar a una ambulancia.
Me levanto, pero tropiezo y resbalo en el suelo, apenas sin tocar la vela, y
mi mano cae sobre algo afilado. Grito, el pinchazo recorre mi brazo y, sin
pensarlo, recojo el objeto, solo para que mis ojos se abran de par en par cuando
agarro el mango de una hoja, que brilla en la noche bajo la luz.
Me quedo muda unos instantes y echo un vistazo al estómago de Gina, éste
debe de ser el origen de la herida principal. Sin embargo, no consigo pensar
mucho en esto porque alguien grita:
—¡Policía! ¡Abran la puerta! —No tengo tiempo de reaccionar antes de
que abran la puerta de una patada y se detengan en seco mientras me apuntan
con sus armas. Una vez que mi conmoción desaparece, me doy cuenta de lo
que he hecho.
La policía acaba de encontrarme en la escena del crimen con el cadáver de
mi némesis, sosteniendo el arma principal que le infligió las heridas mortales
con mis huellas dactilares por todas partes.
Mis padres me enseñaron muchas lecciones a lo largo de los años.
Sin embargo, ¿la más crucial?
Nunca cuentes con que el sistema judicial te cubra las espaldas porque la
mayoría de ellos no buscan la verdad.
Buscan un culpable.
Y me acabo de entregar a ellos en bandeja de plata.
Que Dios me ayude.
Desconocido

Apoyándome en la pared y escondiéndome detrás de los contenedores de


basura, con las ratas saltando sobre mí, observo con fascinación cómo la policía
saca a Emmaline fuera del edificio frente a toda la gente boquiabierta que salió
para presenciar su humillación.
Mis manos se cierran en puños y deseo noquearlos a todos por juzgarla,
malditos curiosos que siempre salen a ver el espectáculo pero nunca hacen nada
mientras el crimen ocurre dentro.
¿Dónde estaban todos ellos cuando estaba apuñalando a esa zorra una y otra
vez con ella gritando a todo pulmón antes que le metiera un calcetín en la boca
para callarla de una vez?
A salvo en sus apartamentos, ahí es donde. Es tan fácil ignorar las peticiones
de ayuda y tan jodidamente fácil juzgar al vecino que cometió un delito.
Un crimen que, curiosamente, podría haberse evitado si cualquiera de ellos
hubiera dado un paso al frente.
Sabía que no lo harían, porque nunca lo hacen.
Si lo hicieran, mi cuerpo no llevaría tantas cicatrices y no habría pasado
hambre ni un solo día de mi vida.
Siseo cuando las uñas se hunden en mis palmas, sacándome sangre, y las
levanto, mordiéndome las uñas cuando meten a Emmaline dentro del auto, las
luces rojas y azules iluminando toda la calle. Aún no me basta con estudiar su
expresión o ver su reacción ante mi regalo.
Traer a la zorra aquí no fue fácil, sobre todo por lo mucho que forcejeó y
consiguió arañarme la cara. Perdió todo su coraje rápidamente en el momento
en que la apuñalé en el estómago y, más tarde, cuando destruí otras partes de
ella.
Las zorras no merecen otro trato que el que yo le he dado, ya que no conocen
la bondad y utilizan a gente como yo como saco de boxeo.
Sin embargo, Emmaline es diferente. Ella es un rayo de sol en mi oscuro
reino y se merece lo mejor, aunque el propio conocimiento me mate y me haga
desear corromperla sólo un poco, para que su luz interior no me ciegue y me
muestre lo irremediablemente roto que estoy en realidad.
Y lo profundamente conectados que estamos desde el día en que nacimos.
Nuestros destinos entrelazados son una forma de arte en sí mismos que
tienen que entablar una poderosa danza hasta que podamos experimentar la
culminación de la historia que lleva veintiún años gestándose.
Sonrío al verla y me inclino para agarrar una rata del contenedor. La aprieto
contra mi piel, rozándola con la barbilla y contando mentalmente los días que
faltan para poder hablar por fin con mi Emmaline.
Despacio, debería proceder despacio aunque a veces sólo quiero ir hacia ella
y decirle... decirle lo que toda su existencia me ha hecho y cómo mirarla me
duele mucho más de lo que él me dolió nunca.
La paciencia es una virtud dice la gente, y por eso prefiero no creer nunca a
nadie, porque todo el mundo me miente siempre. Intentaré ser paciente.
Érase una vez dos niños que nacieron el mismo día, de madres diferentes y
con segundos de diferencia entre ellos.
Los médicos lucharon por mantenerlos con vida.
Pero cometieron un error imperdonable al salvarnos.
Supongo que no me dejaron otra opción que enmendarlo.
CAPÍTULO OCHO
“Una simple mentira.
Sin embargo... rompió mi mundo perfecto en pedacitos”.
Emmaline

Emmaline

El reloj que cuelga de la pared hace tictac con fuerza, crispándome los
nervios, y aprieto las manos con más fuerza, queriendo acercarlas a mi pecho,
pero las esposas metálicas que me mantienen encadenada a la mesa me lo
impiden.
Se me escapa una respiración áspera al ver la sangre seca en mi piel que
rogué a todos que me limpiaran. No me hicieron caso, me llevaron a comisaría
y me metieron en esta diminuta sala de interrogatorios con las luces tan nítidas
que casi me nublan la vista.
Los dedos de los pies se me encogen en el piso frío, enviando sensaciones
de picazón por todo mi cuerpo, y froto mis pies descalzos unos contra otros
porque ni siquiera me han dado la oportunidad de ponerme los zapatos.
No.
Simplemente me sacaron de allí como si fuera una delincuente que no
merece ningún tipo de amabilidad y, en su lugar, me dieron el trato silencioso
después de leerme mis derechos.
Tictac.
Apartando la mirada de las manchas rojas que parecen estar
permanentemente impregnadas en mis palmas, estudio mi entorno gris, que
consiste en dos sillas metálicas una frente a la otra, separadas por la mesa
gruesa que actualmente me tiene prisionera.
Tictac.
Las paredes desnudas se ciernen sobre mí, haciéndome apretar aún más
fuerte como si intentara protegerme del inevitable daño que me causará mi
presencia aquí.
Tictac.
El aire acondicionado zumba con fuerza, el aire gélido se asienta en mi piel,
aunque nunca podrá igualar la frialdad que se hunde en mi alma y congela cada
célula de mi cuerpo mientras contemplo mi futuro.
Un futuro que estaba lleno de posibilidades hace sólo una hora y ahora...
Me clavo las uñas en la piel y empiezo a dar golpecitos con el pie al compás
del reloj, desesperada por encontrar algún tipo de autocontrol que me impida
estallar en un ataque de pánico en toda regla y pedir ayuda a gritos o gritarles
que me dejen llamar por teléfono.
Me lo denegaron antes a pesar que va contra la ley.
Tictac.
Giro la cabeza hacia la derecha cuando dos detectives entran en la
habitación, vestidos con jeans y camisetas con expresión indiferente.
—Emmaline King —dice uno de ellos y arroja una carpeta negra sobre la
mesa con mi nombre escrito justo antes de agarrar la silla y dejarse caer en
ella—. Soy el detective Paul. —Señala con el pulgar detrás de él, donde está el
segundo hombre, clavando su mirada en mí. Parece como si quisiera chuparme
el alma—. Este es el detective Ben. Vamos a tener una pequeña charla, ¿de
acuerdo?
Parpadeo y me aclaro la garganta antes de hablar.
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica. —Mis padres tienen que
saber lo que me ha pasado. Ellos sabrán qué hacer en una situación así y cómo
manejarla.
Puede que tenga veintiún años, pero ahora mismo estoy cagada de miedo y
perdida. Sin embargo, sé que lo peor que puedo hacer en mi caso es decir algo
que luego se utilice en mi contra.
La ley no tiene piedad de los débiles.
En lugar de atender mi petición, Paul abre mi carpeta y la revisa.
—Eres la personificación de una vida de cuento de hadas, ¿verdad? Una
familia perfecta, una educación perfecta y un prometido perfecto. Sólo te
faltaba una carrera perfecta para envolverlo todo con un bonito lazo. —Saca la
foto de Gina y la coloca entre nosotros. Ella sonríe a la cámara, el viento le
hace ondear el cabello hacia atrás mientras la felicidad prácticamente brota de
ella.
Qué contraste con la criatura herida que yacía en mi apartamento y luchaba
por respirar.
La bilis vuelve a subirme a la garganta y trago con fuerza, con las manos
temblorosas ante las imágenes que aparecen en mi cabeza una tras otra. Miro a
un lado, repitiendo:
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica.
Paul vuelve a ignorarla y continúa con su diatriba.
—Pronto te graduarás. Conseguir un papel de prima te habría preparado para
la vida. Sólo había un problema. —Pone los codos sobre la mesa y se inclina
más cerca, bajando la voz—. Gina. Una joven muy motivada a la que le
encantaba competir contigo. Y según esto —agita nuestro último informe de
evolución—, te superaba. Así que lo más probable es que consiguiera el papel
y te arrebatara la vida de tus sueños.
Olas impactantes golpean contra mí, y me muerdo el labio inferior para
evitar gritarle sobre su estúpida suposición que, para empezar, suena
descabellada porque insinúa que la maté por despecho.
No, no, no.
¡Por el deseo de tener mi vida perfecta!
No soy una asesina ni una psicópata por utilizar tales métodos para
conseguir algo en esta vida.
Sin embargo, mi arrebato emocional no me ayudará, así que lo intento de
nuevo.
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica.
—Recuerda una regla de oro, cariño. —Mamá frota mis mejillas con los
pulgares y me sonríe, aunque no le llega a los ojos, lo que me revuelve el
estómago.
—¿Qué pasa, mamá?
—Nunca, y quiero decir nunca, bajo ninguna circunstancia, abras la boca
a un agente de policía sin un abogado. —Pasa un rato y me abraza, su aroma
floral me envuelve y me tranquiliza mientras suspira y apoya la barbilla en mi
cabeza—. Prométemelo, cariño.
Mi madre me lo hizo prometer cuando cumplí quince años. Nos metimos en
un lío con Adelaide, que nos coló en el colegio a deshoras para entrar en la
piscina, ya que mi amigo organizaba una fiesta allí y quería hacer algo salvaje.
Nos detuvieron rápidamente cuando llegó la policía.
Aunque se rieron y pusieron algunas multas a nuestros padres, todo el
incidente molestó de alguna manera a mi madre, que se preocupó mucho, así
que nunca he vuelto a hacer nada parecido.
La voz de Ben atraviesa mis recuerdos, arrastrándome al presente, y resisto
el impulso de encorvar los hombros ante tanta repugnancia en su mirada, como
si yo fuera un insecto al que desea aplastar por causarle molestias.
—Te enteraste de las audiciones, ¿verdad? —Parpadeo, demasiado confusa
para intentar entender lo que quiere decir. Él explica—: Los padres de Gina
movieron algunos hilos y ella consiguió reunirse antes con el coreógrafo. De
ustedes dos, les gustó más su actuación y quisieron verla en privado.
¿Qué?
¿Es posible algo así?
Gina había sido muchas cosas, pero tramposa no era una de ellas. Aunque
hizo todo lo posible por sabotearme, nunca utilizó las conexiones de sus padres
para conseguir algo en el mundo profesional. La chica era muy motivada.
Necesitaba saber que lo había conseguido todo por méritos propios.
¿Por qué elegiría un camino diferente esta vez? ¿O su deseo de superarme
era tan fuerte que quería utilizar cualquier arma disponible en su arsenal?
En el momento en que estos pensamientos aparecen en mi mente, son
rápidamente sustituidos por el cadáver y un apestoso olor a cera quemada, los
escalofríos recorren mi espina dorsal y me ponen la piel de gallina. Se me llenan
los ojos de lágrimas, mi alma llora a la chica que una vez fue.
Porque aunque fuera mi archienemiga, nunca deseé que la mataran.
Mis lágrimas caen sobre mis manos entrelazadas y miro fijamente cómo el
líquido se desliza sobre la sangre, mezclándose y creando una imagen
permanente en mi cabeza que nada podrá borrar jamás.
Ben debe tomar mi silencio y mi reacción como una confirmación, porque
intenta insistir aún más.
—Sabías que conseguiría el papel. Podría decirse que es mejor bailarina que
tú. —Hace una pausa y ambos estudian mi expresión, probablemente esperando
algún tipo de ataque de histeria. No les digo nada—. Combinado con tu
resentimiento, finalmente decidiste terminarlo esta noche. —Sonríe—. No
esperabas que alguien llamara a la policía. El barrio es conocido por sus delitos,
y todos se ocupan de sus propios asuntos, ¿no?
¿Sucede?
Cuando me mudé allí, todo el mundo solía decir que a pesar de los bajos
alquileres y las apariencias poco estelares, es seguro, y el único crimen que
ocurrió en el último par de años fue el robo de la bicicleta de alguien.
Paul habla a continuación:
—Estuvieron juntas en el club y sus amigas mencionaron que había un
conflicto. —¿Ya han tenido tiempo de llamar a sus amigas? Siguen negándome
mis derechos, pero prepararon toda esta información como si esperaran que
confesara.
Apuesto a que este caso será un momento decisivo en su carrera.
—Entonces, ¿qué fue, Emmaline? ¿Te has hartado de ser la segunda mejor
y has decidido matar por fin a Gina? —pregunta Ben, sentándose en la mesa
inquietantemente cerca de mí mientras Paul se reclina en la silla, sonriendo.
¿Se da cuenta de lo descabellado que suena? Tendría que ser un psicópata
certificado para idear un plan así y esperar este tipo de solución.
Apretando las manos en puños, respiro hondo y controlo la furia desbordante
que se desliza por mis venas y me impulsa a decirles lo que pienso de verdad.
Pero yo no tengo ese privilegio, ya que es su coto de caza y conozco bien
las normas.
Nunca intentes demostrar tu verdad en territorio enemigo. Perderás y ellos
ganarán.
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica.
La molestia cruza el rostro de Paul, y entrecierra los ojos, tamborileando con
los dedos sobre la mesa, y el sonido me crispa los nervios. Clavo las uñas en
mi piel con más fuerza, negándome a mostrarles nada.
—Vamos, Emmaline. Conozco a las chicas como tú. —Arrugo la frente—.
Mocosas privilegiadas y malcriadas que creen que todo el mundo debe
satisfacer sus deseos. Consigues lo que quieres gracias al dinero de tus padres.
Y cuando alguien les niega algo, no se lo toman bien. —Por la rabia que destila
su tono, no deja lugar a dudas que algún niño rico se le cruzó en el pasado, lo
que explica por qué está dispuesto a juzgarme sin hacer el debido protocolo—
. El dinero de papá no te salvará en este caso. Eres culpable, y podemos
demostrarlo así de fácil. —Chasquea los dedos—. Entonces, ¿por qué no te
ayudas a ti misma y confiesas? Nos facilitará el trabajo.
Seguro.
No soy estúpida y, en contra de lo que todo el mundo cree, estudio mucho
en la escuela porque no podré bailar eternamente y algún día tendré que tener
otras fuentes de ingresos. Si tanto necesitan mi confesión, están dispuestos a ir
contra la ley y negarme mi derecho... Significa que en realidad no tienen
pruebas suficientes para encerrarme.
Bueno, al menos no de inmediato.
Pero si les doy la razón, no sólo resolverían un caso enorme, sino que
además conseguirían ser héroes ante la opinión pública.
—Si niegas tu implicación, podrían condenarte a cadena perpetua. Sin
embargo, si confiesas, el juez podría tenerlo en cuenta y rebajar la condena a
quince años.
Mi risa ahogada resuena en el espacio porque él realmente cree que eso me
convencerá de confesar un crimen que no he cometido, pero rápidamente se
convierte en un jadeo aterrorizado cuando Ben golpea la mesa con los puños y
me agarra del cuello con la otra mano. Su pulgar me aprieta tanto el pulso que
me corta el oxígeno, y no puedo hacer nada porque tengo las manos esposadas.
—¿Te parece gracioso? Alguien está muerto, ¿y tú culo loco piensa que es
divertido? —Me aprieta con más fuerza, y mis pulmones arden en busca de aire
mientras el miedo penetra en cada célula de mi cuerpo, y me horroriza lo que
pueda pasar a continuación—. ¿Quieres reírte ahora, Emmaline?
—¡Hay cámaras! —Paul sisea. Su amigo no es mejor si eso es lo único que
le importa.
Poco a poco se me nubla la vista, me cuesta más respirar y todo empieza a
entumecerse. Por fin me suelta, y yo trago aire a pesar que cada bocanada es
una tarea dolorosa. Nadie en mi vida me ha puesto una mano encima, y por
cómo me duele la carne, sé que sus dedos deben de haberme dejado marcas.
Me salen moretones muy fácilmente, y la idea de tener sus marcas me da ganas
de vomitar.
—Las apagué todas. Nadie lo verá. —Ben se limpia las manos en los jeans
como si tocarme lo ensuciara.
—¿Y bien, Emmaline? ¿Qué tienes que decir?
Estoy atrapada en esta habitación con dos hombres que, por la razón que
sea, me odian tanto que están arriesgando su carrera profesional, ya que sus
ansias de meterme entre rejas superan su sentido común.
Soy una presa impotente entre los cazadores que no pararán hasta sacarme
una confesión. Mi garganta dolorida es toda la prueba que necesito.
¿Es así como se sintió mi madre hace tantos años, cuando la acusaron
injustamente de asesinato y, por mucho que suplicó justicia, no la obtuvo y, en
cambio, la enviaron a la cárcel, donde pasó casi cuatro años?
¿Estaba tan aterrorizada y perdida como yo, tratando de imponer su verdad
mientras caía en oídos sordos con todo el mundo odiándola por ser tan cruel,
incluso si ella creía que no fue o no podía haber sido ella?
Sacudo la cabeza, clavándome más las uñas y probablemente sacando mi
propia sangre, pero centrarme ahora en el pasado no me ayudará.
¿Qué debo hacer?
Si continúo pidiendo una llamada telefónica, ¿me golpearán y me
debilitará llorar internamente ante la idea?
¿Cómo luchas por ti mismo cuando todos a tu alrededor intentan
convencerte que eres un asesino? Si les doy una confesión ahora mismo, nada
importará después.
No habrá investigación, nada. Seré juzgada en base a mi palabra.
Incluso mi madre acabó firmando el acuerdo para una condena más corta
cuando se dio cuenta que todos sus amigos y familiares, incluido su entonces
marido, creían que podía matar a alguien. No tenía a nadie de su lado e hizo lo
que creyó mejor.
Si esto sale a la luz... será uno de los mayores escándalos. Todo el mundo
tomará fotos y seguirán de cerca el juicio.
La curiosidad forma parte de la naturaleza humana.
¿Quién estará de mi lado?
He vivido y respirado ballet toda mi vida. Si a eso le unimos que
últimamente me comporto de forma extraña... ¿me creerán mi familia o mis
amigos?
Mi corazón se agita dolorosamente en mi pecho.
¿Anthony?
—Señor King. Gracias por venir —dice el director, estrechando la mano
de mi padre. Me lanza una mirada severa mientras yo agacho la cabeza,
balanceando las piernas de un lado a otro en la silla alta, con el nerviosismo
envolviéndome.
—¿Qué está pasando? —pregunta papá, y como el director tiene un
enorme ventanal en su despacho, el sol brilla intensamente, así que veo la
sombra de papá acercándose detrás de mí—. Dijo que era urgente.
El director suspira con fuerza y me lo imagino ajustándose las gafas. Le
encanta hacerlo antes de regañar a alguien.
—Sí. Uno de los alumnos perdió su dinero, y Emmaline fue la única que
quedó en el aula durante un descanso.
—Ya veo.
—Estábamos dispuestos a olvidarlo con una breve suspensión siempre
que admitiera que lo ha hecho y pidiera disculpas. —Pasa un tiempo—. Ella
se negó. Dijo que no lo había hecho. —Ella resopla, y yo balanceo las piernas
con más fuerza, los nudillos agarrando el asiento de la silla con tanta fuerza
que duelen. Estoy demasiado asustada para levantar la vista y ver en la cara
de papá lo que he visto antes en la de los demás.
Sentencia.
—No toleramos el robo y la mentira en esta escuela, así que si Emmaline
se disculpa ahora y asume toda la culpa por lo que hizo, consideraremos
mantenerla en nuestra escuela. Habrá severas repercusiones, por supuesto.
—A ver si lo entiendo, directora Joan. ¿Ha llamado ladrona a mi hija sin
tener ninguna prueba en sus manos? —Me congelo porque reconozco muy bien
ese tono y, por primera vez desde que la directora me ha arrastrado hasta aquí,
la tensión de mi pecho se alivia—. Y luego la humillaste delante de toda la
clase antes de obligarme a venir aquí. ¿Tengo todos los datos correctos?
—Bien, ahora. Señor King, tenemos un absoluto no...
—No me importan sus políticas. Si mi hija dice que no lo hizo, entonces
no lo hizo. A menos que pueda mostrarme pruebas de lo contrario, esta
conversación ha terminado. Mi hija ya no es alumna de esta escuela.
El pánico se apodera de su voz cuando responde, comprendiendo ahora
claramente lo que ha hecho.
—Señor King, no actuemos según nuestras emociones. Estoy segura que
podemos...
La interrumpe al instante.
—Guárdate tus explicaciones para alguien que quiera oírlas. —Con esto,
rodea mi silla y veo sus brillantes zapatos de cuero negro antes que se agache
frente a mí y me levante suavemente la barbilla hasta que nuestros ojos chocan.
Me limpia suavemente las mejillas mojadas y me sonríe, aunque sé que debe
de estar furioso con la directora—. Lo siento, cariño. Esto nunca debería haber
pasado.
—Yo no lo hice —susurro y luego lo abrazo con fuerza, rodeando su cuello
con mis brazos mientras él me acaricia la espalda y me besa la cabeza—. Yo
no lo hice.
—Lo sé, Emmaline. Nunca tengas miedo, hija mía. Siempre estaremos de
tu lado. Pase lo que pase.
Así que reúno todo mi coraje en un puño, abro la boca y grazno las palabras
que magullan mi garganta, y es un milagro que pueda hablar después del asalto
anterior.
—Solicito mi derecho a una llamada telefónica.
—Pequeña zorra —escupe Ben, dispuesto a estrangularme de nuevo si sus
manos extendidas sirven de algo. Paul se levanta, no sé si para ayudarlo o para
detenerlo. Internamente, me tenso, preparándome para el daño físico y con la
intención de resistirlo pase lo que pase.
Sin embargo, no tengo la oportunidad de defenderme cuando la puerta se
abre de golpe, chocando contra la pared y luego rebotando en ella tan fuerte
que parece que el mundo a mí alrededor se detiene mientras ambos hombres
giran la cabeza hacia un lado y se quedan boquiabiertos.
—¿Qué demonios? —murmura Paul.
Miro alrededor de Ben, estirando el cuello. El aire se entrecorta en mis
pulmones cuando entra un hombre, con un traje de tres piezas perfectamente
confeccionado que habla de su riqueza y poder mientras la energía cambia
rápidamente, volviéndose más peligrosa y siniestra con cada paso de sus
zapatos de cuero.
Mi corazón se detiene y luego empieza a latir tan desenfrenadamente que
me sorprende que no se me salga del pecho, y lo veo acercarse cada vez más a
mí con avidez, rezumando fuerza sólo con su presencia mientras la
bravuconería de cada hombre desaparece rápidamente.
Incluso los policías deben saber de él.
Sus asertivos ojos verde esmeralda parpadean durante una fracción de
segundo hacia mí, y casi puedo sentir cómo me acaricia con la mirada mientras
se detiene en mi cuello. Por instinto, desvío la mirada. Seguramente ve mis
lágrimas. Estoy demasiado avergonzada para mostrar mi debilidad a un hombre
que ya me odia. ¿Ha venido aquí para presenciar personalmente mi humillación
y echar más leña al fuego?
—Emmaline, mírame —me ordena. Su voz profunda y ronca se desliza por
mi interior y calma temporalmente los pensamientos de pánico que flotan en
mi mente. Hago lo que me dice, y me recorre con la mirada una vez más—.
¿Quién ha sido? —Aunque su tono es uniforme, no me pasa desapercibida la
ira apenas contenida que baila en los bordes de su pregunta, y trago con fuerza,
sólo para estremecerme cuando me causa dolor.
Sus ojos se oscurecen, se llenan de una expresión que nunca antes había
visto, y se vuelven a centrar en los detectives, que aún lo miran atónitos,
claramente sin esperar que irrumpiera aquí.
—¿Qué está haciendo aquí? Estamos en medio de...
—¿Quién te ha hecho esto, Emmaline? —repite su pregunta, y yo retuerzo
los labios, demasiado asustada para pronunciar una sola palabra entre los
hombres que no me han mostrado más que crueldad.
Ben tamborilea con los dedos en el borde de la mesa antes de cerrar la mano
en un puño y golpearla, sosteniéndome la mirada, advirtiéndome en silencio de
lo que ocurrirá a continuación si abro la boca.
Lástima por él, al recién llegado no se le escapa nada, y sólo con esta acción,
se delata.
La furia que lo rodea es palpable. Casi puedo tocarla y, de algún modo, en
lugar de agitarme, calma la preocupación que llevo dentro y, por primera vez
desde que me trajeron a este lugar, exhalo aliviada.
Porque esta vez, su furia fulminante que promete venganza y agonía no se
dirige a mí y, en cambio, me protege de la inevitable tortura de estos hombres
en el futuro.
Rafael Wright está aquí.
Y gracias a Dios por ello.
CAPÍTULO NUEVE
“Érase una vez, yo quería ser un pirata que vagaba por el mundo y conquistaba tierras
desconocidas.
En mi vida, esa fue una lucha constante por sobrevivir entre el monstruo que deseaba darse un
festín con mi carne, la libertad en el océano parecía el más hermoso de los sueños.
Pero esos sueños no se hicieron realidad desde que me convertí en un abogado que tiene que
seguir todas las leyes al pie de la letra porque mi reputación depende de ello.
Pero aquí empieza la diversión.
¿Por qué?
Los que conocen todas las leyes son realmente invencibles, ya que el poder está en sus manos.
Y en esto, conquistamos y logramos mucho más de lo que cualquier pirata jamás podría”.
Rafael

Rafael

El monstruo que vive permanentemente dentro de mí y que se mantiene


contenido la mayoría de los días porque tiene que seguir todas las reglas para
prosperar en este mundo ruge con furia dentro de mí, chasqueando los dientes
y queriendo clavar sus garras en los dos hombres que causaron tanta angustia a
mi mujer, que incluso se mueve inconscientemente en su asiento como si
intentara alejarse de ellos.
Sus manos esposadas no le dejan espacio para moverse, y una sola lágrima
cae por su mejilla, intensificando mi ira. Necesito todo el autocontrol que he
dominado a lo largo de los años para mantener la calma y no romperles el puto
cuello por atreverse a hacer daño a lo que me pertenece.
En cambio, sonrío a los dos hombres que me observan con recelo,
compartiendo una mirada antes de fruncirme el ceño. El que está junto a
Emmaline, el que le puso las manos encima, se endereza y levanta la barbilla
hacia mí.
—¿Qué haces aquí?
—Las llaves —les digo extendiendo la mano, y ellos parpadean
incrédulos—. Dame las llaves y lárgate.
Uno de ellos se ríe y se cruza de brazos.
—Estás en la comisaría, Wright. Tú no haces las reglas.
—Yo pongo las reglas donde me da la puta gana. —Antes que puedan
protestar, oímos pasos pesados detrás de mí, y no tengo que mirar atrás para
saber quién se unió a nosotros—. Capitán Johnson. Necesito las llaves para
quitarle las esposas y que sus detectives se larguen. —Espero un momento
antes de añadir—: Y necesito un té verde caliente. Ahora mismo.
Intenta recuperar el aliento mientras yo sigo sosteniendo la mirada del
imbécil que hizo tanto daño a mi posesión, que dejó huellas en ella, y aprieto
los dientes, resistiendo las ganas de golpearle la cabeza contra la mesa y ver
cómo se desangra.
Paciencia. Paciencia, Rafael.
No he llegado tan lejos en la vida por ser imprudente y estúpido. Cada
movimiento es una estrategia cuidadosamente planeada que conduce a los
resultados más poderosos, y ahora mismo, mi prioridad no es castigar al
detective.
Es cuidar de Emmaline.
Por extraño que parezca, mi legendaria paciencia y control se niegan a
funcionar, batallando duramente contra la posesividad y la furia que me exigen
eliminar la amenaza y demostrar a todos que no deben joder con lo que es mío.
Algo que nunca antes había supuesto un problema. Como me ocurre con
Emmaline, estoy tan obsesionado con una chica a la que deseo destruir tanto
que la idea de que alguien más le haga daño me sume en una espiral de locura
en la que desaparece el sentido común.
Perturbadora realización, no es que me importe una mierda.
El capitán suspira.
—Ahora, Rafael. Te hemos permitido entrar porque eres su abogado, pero
ella es una sospechosa principal en el...
Giro sobre mis talones para enfrentarme a él.
—Capitán, sus detectives acaban de infringir la ley y luego han abusado de
su sospechoso. —Se queda quieto en medio de secarse la frente con un pañuelo
y tira de su bigote cuando mira a sus hombres y luego a Emmaline, con los ojos
abiertos de asombro—. Ella solicitó una llamada telefónica, y aun así le
negaron su derecho. —No es más que una suposición, pero por el silencio que
acoge mi afirmación, sé que he dado en el blanco.
Cuando uno emprende el camino de la venganza y la destrucción del
adversario, estudia bastante bien a su enemigo, o como prefiero llamar a
Emmaline, mi sujeto favorito, y eso incluye a su familia.
Para saber dónde herir a uno, primero hay que aprender lo que ama y cómo
actúa con aquellos por los que está dispuesto a morir. La gente no se da cuenta
del poder que da a sus enemigos al mostrar sólo con sus sentimientos las
diversas armas que pueden utilizarse contra ellos.
Y aunque a los King nunca se les puede llamar santos, una cosa sí se puede
decir de ellos sin sombra de duda.
Se aman y están al lado de los suyos, así que si Emmaline tuviera la
oportunidad de llamarlos, Zachary y Phoenix King estarían aquí golpeando
todas las puertas y liberando a su hija de este calvario.
—Eso es imposible —escupe y mira al detective, que evita su penetrante
mirada—. ¿Cómo puede ser? —Se seca un poco más la frente y veo que el
pulso le late desbocado en el cuello arrugado—. Debe de ser un error.
—Sí. Contratar a estos dos fue un gran error por tu parte. —Vuelve a centrar
su atención en mí y traga fuerte—. Así que hagámoslo más fácil porque no me
gusta perder el tiempo con idiotas. —Se eriza ante la insinuación, aunque
mantiene la boca cerrada—. A menos que quieras que demande a todo el
departamento y te haga perder el trabajo en el escándalo que cambiará para
siempre la trayectoria de tu vida, será mejor que todos hagan lo que yo diga. —
Le dirijo una sonrisa de advertencia—. Ambos sabemos que no hago amenazas
vacías.
Nos hemos cruzado a lo largo de los años lo suficiente como para que sepa
de lo que soy capaz cuando se me provoca, especialmente cuando se trata de la
injusticia cometida por quienes prometieron buscar la verdad a toda costa.
Respeto las leyes y el sistema judicial y desprecio a quienes no lo hacen.
Muestran un mal ejemplo de una institución que se creó para acabar con el caos
en el mundo y proteger a la sociedad de los delitos.
El dinero, la codicia y el poder no deberían ser nunca un factor definitorio
cuando alguien presenta un caso, y sin embargo, de muchas maneras, estas tres
cosas se convierten en lo que inclina al jurado y a los jueces en diferentes
direcciones. Esa es una de las razones por las que sigo aceptando casos pro
bono.
Se puede hacer justicia y se hará si uno está dispuesto a cumplir las promesas
que ha hecho al elegir la profesión en nuestro ámbito.
Un músculo se contrae en la mejilla del Capitán y sisea a los detectives:
—Bastardos. —Su tono promete venganza, aunque no importa.
Nadie más que yo hará justicia.
Ambos asustaron a Emmaline, y uno de ellos se atrevió a jodidamente
tocarla.
Nadie hace eso a los míos y sale ileso.
Cuando acabe con ellos, no tendrán carrera, entre otras cosas.
Paciencia, Rafael, paciencia.
—Sólo necesitábamos un poco de tiempo para descifrarla, Capitán. ¿Ha
visto la escena del crimen? De ninguna manera ella...
Si la situación fuera diferente, me reiría de la forma en que el Capitán
observa incrédulo cómo sus policías escupen estas estupideces, y su cara se
pone toda roja cuando grita:
—¡Silencio! Me ocuparé de ustedes más tarde. —Luego grita—: ¡Amanda!
Trae aquí una taza de té verde caliente. Ahora mismo. —Se dirige a Emmaline,
que se queda allí sentada con expresión inexpresiva, aunque el miedo sigue
brillando en sus ojos mientras se frota las manos y los pies nerviosamente y
tiembla bajo el frío del aire acondicionado cada dos segundos—. Mis disculpas,
señorita King. Nuestro departamento no suele actuar así. Y si alguno de ellos
la agredió físicamente.... —Se pasa el pañuelo por la frente. El hombre está
sudando tanto que tiene la camisa empapada. A este paso, no me sorprendería
que le diera un infarto para no tener que afrontar las repercusiones de semejante
cagada épica.
—Ahórrese sus disculpas, Capitán. Y no hable con ella. A partir de ahora,
todos ustedes hablan conmigo. —Aprieta los dientes pero asiente—. Ahora
dame las llaves. —Extiendo la mano al detective frente a Emmaline, que
rebusca en su bolsillo y las deja caer sobre mi palma justo cuando una joven
entra corriendo y parpadea ante la escena que la recibe—. Yo me encargo. —
Le arrebato la taza humeante y la dejo sobre la mesa antes de despedirlos a
todos—. Fuera.
Despejan la sala y el capitán me advierte:
—Tienes veinte minutos, Wright.
En cuanto la puerta se cierra con un sonoro chasquido, se hace el silencio a
nuestro alrededor, y yo me desabrocho la chaqueta y me la quito mientras
camino hacia Emmaline.
Me mira con recelo cuando me inclino sobre su hombro y le quito las
esposas de las muñecas, odiando cómo la sangre mancha su piel. Se las frota
para aliviar la circulación.
—Levántate —le digo, y lo hace sin discutir. La agarro por el codo y la hago
girar. Su ronco jadeo resuena en el espacio cuando la subo a la mesa—. Así
está mejor. —Le paso la chaqueta por los hombros, esperando a que se la ponga
correctamente, pero se limita a negar con la cabeza—. ¿No tienes frío? —Se le
pone la piel de gallina, lo que indica lo contrario.
—Estoy sucia. La mancharé —susurra, su voz apenas audible, ya sea por el
asalto anterior o por miedo.
Mi agarre sobre ella se tensa un poco, el monstruo despierta de nuevo con
toda su fuerza, hambriento de la sangre de mis víctimas.
Su dolor debe ser diez veces más fuerte que el que ella ha experimentado.
—Póntela. —Ella levanta sus ojos hacia mí, y una vez más me golpea su
profundidad, y de alguna manera, esto sólo aumenta mi ira porque notar algo
tentador en ella es lo último que necesito hacer—. Ahora, Emmaline. —Suspira
y finalmente lo hace, estremeciéndose cuando cierro mi chaqueta a su
alrededor. Le queda tan grande que prácticamente se la traga.
—¿Qué haces? —me pregunta cuando levanto su pie sucio y gélido y
rebusco en mis bolsillos para sacar un par de calcetines de lana nuevos que
agarré de camino aquí después de ver las imágenes de ella siendo arrastrada por
la policía.
Toda obsesión consiste en espiar y acechar cuidadosamente a tu sujeto, y yo
he tenido seguridad sobre Emmaline las veinticuatro horas del día, sobre todo
desde que se mudó a ese barrio. La chica realmente era tan ingenua como para
pensar que todos eran amable con ella al azar y no le causaban problemas en
semejante zanja.
Si supiera el empeño que pongo en garantizar su seguridad, probablemente
pensaría que me he enamorado de ella, lo cual no puede estar más lejos de la
realidad.
Mi odio por ella me consume, y ella no tiene que sufrir por nadie más que
por mí, porque sólo en su dolor puede curar la parte rota dentro de mí que se
hizo añicos cuando mintió.
Deslizo los calcetines en sus pies uno a uno, la veo exhalar aliviada, y
entonces baja de un salto de la mesa y, sin previo aviso, me abraza con fuerza,
su grácil cuerpo apretado contra el mío mientras esconde la cara en mi pecho y
susurra:
—Gracias.
La electricidad me sacude en oleadas al contacto, su aroma a lavanda penetra
en mis fosas nasales a pesar de su estado, y el instinto protector que llevo
dentro, el que guardo firmemente sólo para aquellos que lo merecen y
principalmente para mi familia, asoma la cabeza y desea llevarse todas sus
preocupaciones.
Irónico, ¿no? ya que soy la mayor preocupación a la que se enfrentará
La agarro por los hombros, tiro de ella con fuerza y le digo:
—Siéntate. Puede que no me lo agradezcas cuando acabemos. —Me alejo
de ella, rodeo la mesa, me dejo caer en la silla y deslizo la taza hacia ella—.
Bébetela. La necesitas. Si no, no podrás dormir por el dolor.
Yo lo sé. Me han ahogado lo suficiente a lo largo de mi vida como para
aprender todos los remedios rápidos imaginables para solucionar los problemas
que causan.
Se sienta, metiéndose profundamente en el abrigo, y levanta las piernas,
rodeándose las rodillas con una mano antes de alcanzar la taza con la otra.
—¿Puedo llamar a mi familia? —Su voz tiembla ligeramente ante la
pregunta, y me disgusta verla así de indefensa y perdida. Uno siempre debe
mantenerse fuerte, no importa lo que el destino decida repartir.
Al fin y al cabo, la maldad siempre acecha en un rincón, dispuesta a clavar
sus garras en cualquiera que esté dispuesto a ello con tal de alimentarse de su
miedo.
Porque cuando uno está aterrorizado... hará cualquier cosa que le pidas.
Como dije.
Los sentimientos son armas. Es por eso que debemos esconderlos siempre.
—Puedes hacerlo. Estás en tu derecho. —Sus hombros se relajan
visiblemente, sólo para tensarse de nuevo cuando añado—: Aunque no te
servirá de nada.
—¿Por qué?
—Su llegada no cambiará nada.
Da un sorbo a su taza, haciendo una mueca de dolor, y reflexiona sobre mis
palabras durante unos instantes.
—Yo no lo hice. Yo no la maté.
Ah, mi pequeña alma ingenua.
—Serás acusada de asesinato que irá a juicio. Todas las pruebas apuntan
hacia ti. Y el jurado no se pondrá de tu parte. Te considerarán culpable y, antes
que te des cuenta, irás a la cárcel por un crimen que no cometiste. Igual que tu
madre.
Cada vez que pienso en ese caso, cuestiono nuestro sistema y cómo la gente
pudo estar ciega durante tanto tiempo para meter entre rejas a una mujer
inocente. Si yo hubiera sido abogado entonces, habría hecho todo lo posible
por demostrar su inocencia, pero ni siquiera lo intentaron.
Simplemente se limitaron a rodearla y se quedaron en silencio observando
cómo Zachary King la destruía poco a poco hasta que no quedó nada.
Es irónico que terminaran casados y con tres hijos después de todo esto.
Phoenix debe ser realmente una santa.
—Mi madre era inocente.
—Y mira cómo funcionó eso para ella.
La taza tiembla en su mano y, tras dar un gran sorbo, vuelve a dejarla sobre
la mesa. Se abraza más a las rodillas, apoyando la barbilla en ellas.
—No soy una psicópata. Para hacer algo así, tendría que estar loca. ¿Cómo
podría alguien creer en eso?
Se sacude cuando mi risa reverbera por el espacio, con la esperanza de borrar
de ella lo que queda de ingenuidad, porque la chica necesita madurar.
—Todo se puede demostrar con la manipulación y la estrategia adecuadas.
La gente va a la cárcel por menos. O basándose en que alguien les acusa de
algo sin ninguna prueba. El público querrá un monstruo al que culpar, y todos
te alimentarán con gusto. —Me apoyo en la mesa más cerca de ella—. Es la
naturaleza humana. Envidiamos a los que tienen lo que nosotros no tenemos.
Y cuando esas personas se atreven a hacer algo horrible, nos lo creemos porque
eso nos permite bajarlas del alto pedestal que la vida les ha concedido.
—¿Aunque sea mentira?
Mi boca forma una sonrisa, y ella se queda quieta ante esto.
—Aunque sea mentira. Deberías saberlo mejor que nadie. Una mentira tuya
bastó para bajarme de mi pedestal. Alerta de spoiler, cariño. La caída fue casi
fatal y dolió mucho. No sobrevivirás a una caída así.
Se frota la barbilla sobre las rodillas, mirando a lo lejos mientras las lágrimas
llenan lentamente sus ojos, acentuando su vivacidad y oquedad.
—Estuve en el club —dice finalmente—, allí tienen cámaras. Puedo
demostrarles que no lo he hecho. —Se lame los labios secos y carraspea,
gimiendo—. No me habría dado tiempo a hacer todo esto en el poco tiempo
que tardé en llegar a mi casa. Adelaide estaba conmigo. Ella es mi testigo. —
Con cada palabra, su confianza se hace más fuerte y la determinación se graba
en su rostro mientras se sienta erguida—. Y un taxista. Hay muchas pruebas
que apuntan a que yo no lo hice.
Como el trabajo de mi vida es aplastar las esperanzas y los sueños de otras
personas, no hago ninguna excepción con Emmaline.
Levantando la mano extendida y bajo un dedo.
—El club tiene una política de privacidad total. Para conseguir sus
grabaciones, tendrían que intervenir los federales. Y a menos que aparezca otro
cuerpo con el mismo modus operandi, no aparecerán.
—La ley los obliga a presentar las imágenes si hay una investigación de por
medio.
Me invade el enfado ante la total falta de ideas de esta chica, que no tiene ni
idea de la oscuridad que reina en el mundo exterior. ¿De verdad cree que todo
el mundo va a ir más allá en un caso que parece sencillo, con un motivo y un
asesino ya presentados?
—Incluso si de alguna manera consiguieran las imágenes, sólo empeoraría
tu caso. —Parpadea sorprendida, probablemente pidiendo una explicación en
silencio, y yo se la doy encantado. Quizás deje de ser tan tonta como para creer
que vivimos en un cuento de hadas en el que sólo los villanos son castigados
mientras los héroes salvan el día—. Tu cabina está situada justo debajo de las
cámaras de vigilancia. —Esa es una de las razones por las que personalmente
la elegí para ella. Mi naturaleza posesiva despreciaba la idea que incluso mi
amigo tuviera alguna imagen de Emmaline—. Así que lo único que verían sería
a ti llegando al club, peleándote con Gina, y luego entrando en la pista de baile,
para luego desaparecer durante unas tres horas, ya que ese es el tiempo que
tardaron Adelaide y tú en comer y disfrutar de la compañía mutua. —Ya he
hecho toda mi investigación de camino aquí, mirando su situación desde todos
los puntos de vista porque sólo así cualquiera tiene una oportunidad de ganar
cualquier caso—. Esa brecha sería suficiente para que el fiscal de distrito
construya un caso.
—Esto es una locura —susurra, cortándose con las uñas las pantorrillas. Y
repite, con el pecho subiendo y bajando—: Esto es una locura.
Bajo otro dedo.
—Gina, Adelaide y tú tuvieron una discusión en el club. Si interrogan a tu
amiga y les dice la verdad, podrían pensar que es tu cómplice en el crimen. Su
palabra tendrá poco peso en el tribunal, que ya se habrán formado una opinión
de ti presentada por el fiscal jefe. —Ella palidece, sus hombros se hunden, y yo
bajo otro dedo—. El taxista sólo puede decir que te dejó a una hora
determinada. Una vez más, no probará nada porque podrían decir que todo fue
una estrategia.
—¿Una estrategia? —pregunta débilmente.
—Sí. Matarla en tu propio apartamento, luego llegar allí como si no tuvieras
ni idea, y llamar a la policía para asegurarte que nadie sospecha de ti por el
crimen. Tendrías que ser un genio para lograrlo, pero ¿a quién le importa? La
ley no estará de tu parte.
Puede que me llamen el Rey del Desamor, pero conozco las reglas del juego
y juego para ganar.
Se seca rápidamente las lágrimas.
—¿Alguna vez está del lado de quien se lo merece?
—Siempre está del lado de quien se lo merece. No confundas el sistema
judicial con la codicia de la gente y su deseo de triunfar a cualquier precio,
aunque eso signifique meter entre rejas a alguien inocente. —Mi voz severa no
deja lugar a discusiones—. En conclusión, tienes problemas, Emmaline.
Ella suelta una risita aunque carece de humor.
—Sí, me lo imaginé. —Agarra una de las mangas y la frota con el pulgar
antes de preguntar—: ¿Por eso estás aquí? ¿Querías ver personalmente mi
miseria? ¿Alimenta tu sed de venganza? —Levanta la barbilla y sus ojos brillan
con terquedad mientras la diversión me invade hasta el último hueso.
Ah, así que la pequeña tiene garras, después de todo. Empezaba a aburrirme,
pero ella está haciendo que todo vuelva a ser interesante.
—Verás, Emmaline. Soy muy obsesivo cuando se trata de cosas que
considero mías. —Ella parpadea—. Y tú, querida, te convertiste en mía cuando
te comprometiste con Anthony.
—No lo entiendo.
—Quiero venganza, y la tendré, pero sufrirás sólo por mi mano. —
Recostándome en la silla, tamborileo los dedos sobre la mesa y digo—: Por eso
tengo una proposición para ti.
—¿Qué clase de proposición? —La curiosidad impregna su tono a pesar que
le tiembla la voz, y abraza más sus rodillas como si eso pudiera salvarla del
inevitable golpe.
Sin embargo, en lugar de responder a su pregunta, disparo la mía.
—¿Sabes que la empresa familiar de Anthony tiene problemas ahora? —
Ella asiente—. Ha firmado un acuerdo. Le costará la empresa familiar. Entrarán
en bancarrota, y la parte contraria lo llevará a los tribunales, lo que resultará en
que Anthony vaya a la cárcel por malversación de fondos. —Me encojo de
hombros ante su horrorizado grito ahogado—. El chico es inteligente.
Simplemente se volvió arrogante, y yo lo aproveché.
—¿Lo usaste?
Sonrío.
—Por supuesto. Después de todo, es alguien a quien amas, y eso lo convierte
en un arma para usar en mi venganza. —Se tapa los oídos, sacudiendo la
cabeza, y murmura algo en voz baja, quizás cediendo finalmente al ataque de
pánico. No es que eso me impida continuar. Hace tiempo que lo esperaba y
estoy disfrutando cada minuto de su sufrimiento—. Así que tal y como están
las cosas ahora, ambos irán a la cárcel. Por diferentes delitos, pero de todos
modos. Un final bastante trágico para esta historia de amor, ¿no? Aunque es
peor para ti porque él acabará saliendo. Tú, probablemente no. En cualquier
caso, sus futuros estarán acabados junto con los de sus familias. —Creo a
propósito una imagen sombría para que se la imagine, observando con placer
cómo se acelera su respiración y se aprieta más las palmas de las manos contra
las orejas.
Sin embargo, ella escucha cada detalle, y sus pies caen al suelo con un ruido
suave mientras se mece hacia delante y hacia atrás en la silla como si la evasión
hubiera ayudado alguna vez a alguien.
Cuando te enfrentes a las dificultades, hazlo con valentía. De lo contrario,
no merecerás la victoria, pues ninguna gloria llega sin sacrificios.
Levanta los ojos hacia los míos y nuestras miradas chocan. La suya está
llena de tanta rabia y dolor que hace que cada célula de mi cuerpo que existe
para odiarla se alegre.
—¿Qué quieres?
—Es simple. Puedo hacer que todo esto desaparezca. Tendrás tu libertad, la
empresa de Anthony se salvará, y tus familias estarán protegidas y felices.
Sus manos caen sobre su regazo, y su voz se vuelve más fuerte cuando
vuelve a preguntar, esta vez la furia recubre su tono:
—¿Qué quieres?
Ah, al menos no es tan estúpida como para creer que lo haré por la bondad
de mi corazón.
En sentido figurado, por supuesto, sigo necesitando el órgano que a todo el
mundo le gusta idealizar para bombear mi sangre.
Agarro las esposas metálicas y las deslizo hasta el centro de la mesa que hay
entre nosotros antes de sacar una caja de terciopelo del bolsillo y colocarla junto
a ellas.
Emmaline los mira y luego me mira a mí, y finalmente expreso el precio de
su libertad, aunque...
La vida conmigo será otro tipo de prisión e infierno que tendrá que soportar.
—Cásate conmigo.
CAPÍTULO DIEZ
“Llévame a la tierra donde los pecadores expían...
Quizás entonces acabe esta pesadilla”.
Emmaline

Emmaline

—¿Qué? —pregunto débilmente, sacudiendo la cabeza porque no pude


haberlo oído bien—. ¿Qué has dicho? —Me froto las sienes, el dolor palpitante
que se extiende por todo mi cuero cabelludo se intensifica con cada respiración
que hago, porque toda la información que me acaba de soltar suena surrealista.
Aunque debería haber sabido que un hombre como él nunca perdona, así
que ¿podría ser diferente su venganza?
—Cásate conmigo. —Repite las palabras que envían miedo por todo mi
cuerpo causando caos, extendiendo repugnante piel de gallina en mi piel junto
con un ardiente y furioso fuego despertando cada vello de mi cuerpo ya que la
idea de casarme con este monstruo es horripilante.
Un hombre que puso la vida de Anthony y el legado de su familia en juego
para conseguir lo que quiere, y mi corazón sangra ante la idea que mi prometido
sufra por mi error.
Nunca debí haber mentido hace tantos años.
—¡Estoy comprometida! —grito, provocando una sensación dolorosa en mi
garganta magullada que me sacude, pero le presto cero atención.
¿A quién le importa mi dolor cuando está a punto de herir a la persona que
amo?
—Sí. No creo que ese compromiso vaya a durar con los dos encerrados.
Aunque sería una historia romántica, ¿no? —Se ríe entre dientes, el sonido
sirve como gasolina a mi furia. Sin pensarlo, me levanto, golpeo la mesa con
las palmas de las manos y alcanzo la taza, dispuesta a derramarla sobre él.
No puedo creer que pensara que era un caballero de brillante armadura que
acudía al rescate y se ocupaba de esos imbéciles. ¿Cómo pude pensar que había
una célula humana decente dentro del cuerpo de este hombre?
Es un monstruo sin moral, como los demás, con la única diferencia que su
tortura llega de forma inesperada.
Rafael chasquea la lengua.
—Ah, cariño. Controla tu temperamento y piensa bien lo que vas a hacer a
continuación. —Sus ojos se vuelven tan fríos que me congelan al prometerme
nada bueno. Su voz baja unas octavas cuando se explaya en su amenaza—. No
doy segundas oportunidades, así que a menos que quieras pudrirte aquí, usa tu
sentido común.
¡La audacia de este hombre!
—¿De verdad crees que me casaré contigo? —Mi grito resuena en el
espacio. Probablemente todos pueden oírme, ¿verdad? Pero me da igual. Todos
son monstruos que me mantienen alejada de mi familia y me niegan mis
derechos, aprovechando esta oportunidad para amenazarme y arrinconarme—.
Si tienes algún tipo de obsesión conmigo que te hace pensar que te encuentro
atractivo...
Cualquier cosa que quiera decir es cortada por su tono aburrido.
—Cariño, sé que te criaste en un castillo como una princesa donde todo el
mundo atendía tus deseos. Créeme cuando te digo que tú, como mujer —me
recorre con la mirada—, no presentas ningún interés para mí. —Pasa un
tiempo—. No eres mi tipo. Prefiero mujeres más sofisticadas y experimentadas.
A pesar de nuestra situación, sus palabras me calan hondo y me apuñalan,
añadiendo más humillación a mi estado porque las pronuncia con tanta calma
y despreocupación, dejando pocas dudas de que no son ciertas.
Después de todo, he visto a algunas de las mujeres con las que
supuestamente ha salido a lo largo de los años, y todas son exactamente como
él las describe. Comparada con ellas, soy un simple ratón.
Y como la idiota que soy, esta realización me duele, y ¿no demuestra esto
que he perdido completamente la cabeza esta noche?
Nada más explica mi reacción.
—Bueno, tú tampoco eres mi tipo —respondo, y él levanta la ceja—. ¡Eres
una criatura desalmada que se alimenta de la angustia de la gente!
—Lo soy. Me pregunto quién me hizo uno.
La pregunta se interpone entre nosotros mientras nos miramos fijamente y
un caleidoscopio de recuerdos pasa por mi mente, uno tras otro, como una
horrible película que deseo olvidar, pero no puedo.
Porque los hechos me perseguirán para siempre.
—Está mintiendo. Yo no lo he hecho. —Rafael me mira mientras dos
policías lo agarran por los codos, dispuestos a ponerle las esposas si es
necesario—. ¡Diles la verdad, Emmaline! Yo no lo he hecho.
—No hables con ella —dice papá—. Nunca hables con ella, ¿entiendes?
Te dije que te alejaras de mi familia.
Me escondo detrás de la poderosa figura de mi padre y cierro los ojos
cuando oigo que le leen sus derechos.
—Rafael Wright... —Se queda callado mientras lo hacen, y yo me muevo
hacia un lado, asomándome por encima de la cadera de mi padre, y es entonces
cuando nuestros ojos se encuentran.
Y creo que si yo fuera un insecto ahora mismo, este hombre me habría
pisoteado con gusto y me habría visto morir.
—Eres una vergüenza para nuestra profesión —le dice un hombre
corpulento, que lleva un traje caro como papá, y su reloj dorado brilla bajo la
luz. Sin embargo, comparado con papá, parece mezquino, y a juzgar por cómo
papá le frunció el ceño antes, tampoco le cae muy bien—. Una vergüenza.
Nunca volverás a ejercer la abogacía. Y puedes olvidarte de nuestro trato. —
Eso es lo último que consigue decir antes que los policías se lleven a Rafael.
Sin embargo, veo que en la última frase, algo debe haberse roto dentro de él.
A medida que sus ojos verde esmeralda se vuelven tan vacíos... aplastados
ante su rostro que no muestra absolutamente nada.
Mi padre me abraza fuerte mientras yo aprieto los labios, queriendo decir
la verdad, pero la verdad haría daño a mi amiga.
—Hiciste lo correcto. —Papá me da unas palmaditas en la cabeza—. Está
bien, Emmaline.
No.
Mentí.
—Nunca debí mentir —susurro, dejándome caer en el asiento y
cubriéndome la cara con las manos—. Lo siento. Lo que hice estuvo mal. —
Vuelvo a mirarlo mientras él se limita a observarme atentamente, sin desvelar
nada—. Por favor, no castigues a Anthony por mi error. Es inocente. —Me
mata pensar en todo el agotamiento que ha sufrido recientemente. Cómo su
padre tuvo que apartarlo de su maestría para que se ocupara de una nueva crisis
en la empresa.
Todo es mi culpa, y si hubiera sabido que aceptar casarme con él sería una
especie de señal para que Rafael arruinara mi vida, nunca habría dicho que sí.
—Y yo también. —Señala las esposas y la caja de anillos—. Sin embargo,
esta noche me siento generoso. Así que, cariño, haz una elección que
determinará el resto de tu vida.
Presiono las cuencas de los ojos con las palmas de las manos y gimo de
frustración.
—¿Obligarme a casarme calmará tu deseo de venganza?
—¿Obligar? Cariño, nadie te está obligando a nada. —¿Está bromeando en
este momento?—. Puedes elegir, y si dices que sí a mi propuesta, nuestra unión
se considerará un matrimonio concertado.
—¿Un matrimonio concertado? —digo, respirando hondo varias veces
mientras la ansiedad aumenta lentamente en mi interior, instándome a
esconderme debajo de la mesa y fingir que nada de esta realidad existe. Sin
embargo, huir mientras se negocia con un monstruo no es una opción—. Los
matrimonios concertados se producen cuando ambas familias conciertan dicho
matrimonio. Noticia de última hora, a mi familia no le gustas. —Eso no es
verdad. Mi padre respeta a Rafael profesionalmente. Aunque aun así, no
aprobaría que me chantajeara—. Así que no...
—El matrimonio concertado implica que ambos obtenemos algo de este
matrimonio. Si te casas conmigo, ganarás mucho.
—¿Qué vas a ganar? ¿Además de arruinar mi vida? —¿Qué podría
proporcionarle a Rafael casarse conmigo? Me odia tanto, ¿y sin embargo no le
importa atarse legalmente a mí?—. Puedes hacerlo sin casarte conmigo.
—Yo juzgaré eso, cariño. —Se sube la manga de la camisa, llamando mi
atención sobre su brazo musculoso y bronceado—. ¿Tenemos un trato? ¿O
necesitas llamar a tus padres para que intenten ayudarte con un caso perdido?
Todo en mi interior se paraliza ante esto, el aire se entrecorta en mis
pulmones y, sin pensarlo, me llevo la mano al cuello y froto la carne dolorida.
Con su loca propuesta, estaba tan concentrada en lo que le hará a Anthony que
me olvidé de mi situación.
Estoy acusada de asesinato y, si me guio por el comportamiento de los
detectives, nadie me mostrará compasión ni piedad, lo que significa que Rafael
tiene razón.
Nadie busca justicia para los malcriados y los locos. Así es como sin duda
me etiquetará la prensa, mientras que mis padres harán todo lo posible por
luchar por mí.
Se me cae el estómago imaginando lo que le hará a mi madre. La mataría
vivir todo esto otra vez, pero ahora conmigo.
Algunos traumas nunca se curan, y éste es uno de ellos. Aún se niega a
hablar de esa época de su vida.
¿Y mi padre?
Es tan poderoso, siempre el protector, y haría cualquier cosa por su familia.
Sin embargo, no poder protegerme de esto... lo destrozará.
—Emmaline. —Vuelvo a mirarlo, despreciando lo relajado y guapo que
parece en esta luz tenue, un verdadero diablo venido del inframundo para llevar
a su víctima a la perdición—. ¿Cuál es tu respuesta? —Mira su reloj de
pulsera—. Sólo nos quedan dos minutos.
Si ahora confío en el sistema y rechazo la oferta de Rafael, todo esto se hará
público. El juicio será largo, como él dijo, con todo el mundo dándome la
espalda, incluida la familia de Anthony. Puedo olvidarme del ballet para
siempre. Tendría suerte de salir con mi nombre limpio intacto, pero incluso con
la ley absolviéndome... puede que nunca sea inocente a los ojos de la gente.
Especialmente si no encuentran al verdadero asesino.
Anthony...
El odio de Rafael probablemente sólo crecerá cuando le diga que no, así que
lo meterá en la cárcel tal y como prometió, arruinando también su vida en el
proceso.
—Si me caso contigo...
Debe de adivinar mi pregunta porque responde antes que pueda expresarla.
—Limpiaré tu nombre de tal manera que nunca más serás sospechosa en
este caso. Y no iré tras Anthony. En su lugar, les ayudaré. Con una condición.
Me entra una risa histérica. Sin embargo, consigo contenerla y, en su lugar,
suelto una carcajada.
—¿Qué condición?
—Nadie sabrá de nuestro acuerdo. Para todos los demás, me elegiste a mí y
traicionaste a Anthony. Eso incluye a tu familia. Si rompes tu promesa...
recordaré muy rápido todas las pruebas que tengo sobre Anthony.
Dios mío.
Así que no importa lo que elija, él tiene la intención de joderme. Fingir que
engañé a Anthony con este hombre hará que todos me odien.
¿Pero importa? En este momento es lo que menos me preocupa.
—Una simple palabra puede cambiar muchas cosas, cariño. Sólo tienes que
asegurarte de decir la palabra correcta.
Los segundos transcurren en el silencio que sigue a su declaración,
perturbado periódicamente por el fuerte tic-tac del reloj mientras mi pesada
respiración llena el espacio.
Tictac.
Enfoco mis ojos en la chaqueta que parece tan cálida, pero que me transmite
frialdad, recordándome al hombre que la posee.
Tengo que tomar una decisión, rápido.
Tictac.
Si sólo se tratara de mí, le escupiría a la cara y lo mandaría al infierno
mientras hago todo lo posible por defenderme en mi nueva realidad.
Pero no puedo soportar la idea de herir o dañar a mis seres queridos de
ninguna manera.
Puede que yo cometiera un error hace mucho tiempo y merezca expiarlo,
pero mi familia no tiene por qué hacerlo.
Anthony tampoco.
Mis vicios son sólo míos, así que yo debería ser la única que sufra las
consecuencias por ellos.
Tictac.
Mi alma grita de desesperación mientras mi corazón sangra, pero consigo
expulsar la palabra que siento como veneno en mi lengua mientras me destruyo
internamente con ella.
Porque mi matrimonio con Rafael será mi mayor castigo. El hombre no
descansará hasta romperme en todos los sentidos.
De lo contrario, ¿por qué elegir esto como arma?
No me hago ilusiones cuando se trata de esta unión que bien podría ser mi
sentencia de muerte, pues la posibilidad que sobreviva a ella es escasa o nula.
Sin embargo, debo tener la determinación de mi madre, ya que la
determinación me golpea tan fuerte que me agarro al borde de la mesa y juro
liberarme de sus garras algún día.
—Sí. —Levanto los ojos, viéndolo sonreír—. Me casaré contigo.
Se sube la segunda manga y me extiende la palma de la mano mientras abre
la caja del anillo.
El transparente diamante esmeralda en talla redonda brilla bajo la luz,
enviando cuadrados de sombra sobre la mesa, y puedo ver mi reflejo en él. La
banda de platino con diamantes más pequeños no hace sino añadir lujo a la
joya, mostrándola en todo su esplendor. Debe de haber sido diseñada por el
mismísimo Florian Price.
La casa de joyería de la familia Price es legendaria por su exclusividad y
exquisitez junto con sus costosos diamantes, lo que la convierte en una de las
casas de joyería más solicitadas del mundo. Para conseguir el anillo de
compromiso diseñado por uno de ellos, hay que pasar por el aro, e incluso eso
podría no ser suficiente.
De hecho, son muy cuidadosos, quizás porque las parejas para las que
diseñan anillos suelen durar décadas, por lo que sus anillos casi se convirtieron
en sinónimo de la palabra compromiso.
—Sólo lo mejor para mi novia. —Rafael me quita el anillo de Anthony del
dedo, y casi puedo oír cómo mi corazón se rompe con la acción, creando un
vacío permanente en él.
Es como si Rafael me arrebatara la infancia y la juventud para dejarme en la
edad adulta, donde no me espera nada bueno.
Un anillo que me prometía un cuento de hadas y un marido cariñoso que me
adora es sustituido por otro que simboliza mi encarcelamiento y mi terror.
Me lo desliza con facilidad y noto cómo me queda perfecto. Incluso
Anthony tuvo que cambiar el tamaño de su anillo varias veces para que quedara
bien.
—¿Qué le dijiste a la familia Price para que te diseñaran un anillo? —La
pregunta sale de mi boca antes que pueda detenerla, y gimo para mis adentros
ante la diversión que destella en su rostro.
Pone el anillo de Anthony en la caja y me lo pasa.
—Puedes devolvérselo. —Se levanta, el músculo de su mandíbula hace un
tic y aprieta y afloja los puños—. Nuestra desafortunada historia de amor
despertó el interés de Florian. —Suspira de forma dramática, y me entran ganas
de tirarle la caja mientras su anillo me quema la piel, sintiéndose
imposiblemente pesado en mi mano—. Le hizo mucha gracia.
—¿No le importa que nuestro divorcio manche su reputación? —¿No
debería suponer que engañar a mi prometido es suficiente señal de que no soy
una persona confiable para diseñar un anillo?
No es que Florian tenga derecho a juzgar, teniendo en cuenta cómo robó a
su novia cuando estaba a punto de casarse con su primo hace tantos años. Para
ser justos, ella estaba embarazada de él.
¿Y por qué estoy tan obsesionada con este anillo? ¿Es porque siempre soñé
con tener uno, y de alguna manera Rafael me lo consiguió, y ahora no puedo
amarlo sino simplemente odiarlo?
—No te preocupes, cariño. No tengo intención de seguir casado contigo
mucho tiempo. —Con esto, abre la puerta donde lo espera el capitán junto con
los dos detectives. El miedo me envuelve de nuevo mientras el pánico se desliza
por mis venas y el dolor de antes me sacude. Entorno los labios y contengo el
sollozo que amenaza con estallar.
Me pongo la palma de la mano extendida sobre el cuello, tragando fuerte, y
aprieto más la espalda en la silla como si eso pudiera poner más espacio entre
nosotros. A pesar de odiar a Rafael por haberme chantajeado para que me
casara con él, en este momento me alegro que me sirva de amortiguador entre
estos hombres horribles y yo.
—Capitán, mi prometida estaba conmigo en el club en el momento del
asesinato y llegó a casa diez minutos antes de que usted la encontrara. Tengo
mis grabaciones de seguridad para probar todo esto.
¿Filmaciones de seguridad? ¿El hombre me espió?
¿Puede haber algo peor que esto...?
—Además, soy tan protector que incluso hice instalar cámaras en su
apartamento. Después de todo, no confiaba en los vecinos, y tenía razón. Tengo
imágenes del asesino real que entró, mató a Gina y luego organizó esa escena
del crimen bastante lúgubre. —El capitán se queda boquiabierto y los
detectives lo miran boquiabiertos. La ira se mezcla con el miedo, y tengo que
morderme la lengua para no gritarle a Rafael por tener cámaras en mi casa.
¿Significa que podía ver todo lo que hacía?
¿Incluso cuando estaba desnuda?
No, no, no.
Ahora mismo no puedo centrarme en eso. Debería alegrarme que lo hiciera,
que ahora pueda aportar las pruebas para limpiar mi nombre, aunque de algún
modo eso no me tranquiliza tanto como debería. Me pica el cuerpo por haber
estado expuesta a este hombre. ¡Y Dios sabe cuántos otros pervertidos me
miraron mientras me duchaba, dormía, bailaba!
Rafael es un hombre despreciable y, por desgracia para mí, el único que
puede salvarme.
—¿Y dónde está esa supuesta grabación? —pregunta Paul con sarcasmo.
Rafael se tensa ante esto, haciéndome fruncir el ceño.
—En la mesa del capitán mientras hablamos. —Mira su reloj y cuenta—.
Uno, dos y tres.
—¡Capitán! —Reconozco la voz de Amanda—. Hay una carpeta con su
nombre. ¿Qué debo hacer con eso?
—Un momento —espeta el capitán y nos mira a Rafael y a mí—.
¿Prometida?
—Sí. Acabamos de comprometernos. Ahora, Capitán, por favor permítame
un momento con los detectives.
La energía cambia rápidamente con esta petición que suena más como una
orden, electrificándose con furia y rabia, casi sofocándome, y los ojos del
capitán se abren de par en par.
—Rafael, vamos. Serán suspendidos y...
—Capitán. Ve a estudiar las imágenes. Me gustaría llevar a Emmaline a casa
en breve. —Eso es todo lo que dice, pero esto es suficiente para que tengan una
larga mirada antes que el anciano suspire, sacudiendo la cabeza.
—Entren —les ordena a los detectives, que miran extrañados a Rafael, pero
luego se encogen de hombros y entran. Ben me sonríe, su mirada recorre mi
cuerpo, y yo quiero correr a algún sitio para que no me vea.
Porque incluso su mirada me hace sentir tan sucia, y odio que me haya
tocado de alguna manera.
¿Por qué Rafael los invitó a pasar? ¿No podemos irnos? ¿O quiere
torturarme un poco más en su presencia?
Preparándome internamente para la próxima batalla psicológica, me agarro
a la chaqueta cuando Rafael cierra la puerta.
—¿Qué quieres, Wright? ¿Disculpas? —pregunta Paul, sonriendo—.
Teniendo en cuenta cómo nos has tratado antes, estamos en paz.
Rafael tira del codo hacia atrás y le da un puñetazo directo en la cara, el
crujido que resuena en la habitación se mezcla con mi aullido al saltar de la
silla y acercarme a la pared para evitar la pelea. Paul cae al suelo con un fuerte
gemido y Ben grita:
—Mierda. —Se abalanza sobre Rafael, que lo bloquea con el brazo y luego
le asesta un golpe directo al estómago, el detective se dobla en dos y luego se
golpea contra la pared, respirando agitadamente.
Rafael señala a Paul, que se tapa la nariz, intentando controlar la sangre que
se filtra por sus dedos y mancha de rojo su camisa blanca.
—No te levantes. —Gime un poco más, rodando hacia un lado, y cambio mi
atención a Ben, que se levanta dispuesto a ir de nuevo por Rafael, pero éste le
da un puñetazo en la cara, tirándole un diente que vuela al suelo.
—Dios mío —murmuro. ¿Qué demonios está haciendo? ¿Quiere ir a la
cárcel?
¡Está agrediendo a policías ahora mismo!
Ben grita, golpeándose contra la pared una vez más, y entonces Rafael le
rodea la garganta con la mano, arrastrándolo hacia arriba, y por lo rojo que se
pone Ben, sé que lo aprieta con fuerza. Ben forcejea en su agarre, golpeándolo
con las manos e intentando darle una patada, pero Rafael no le da ninguna
oportunidad.
—Ben, ¿sabes lo que más odio? —Afloja el agarre, y el detective toma
aliento, sólo para ahogarse de nuevo cuando Rafael flexiona los dedos sobre su
pulso—. Cuando los hombres ponen sus manos sobre las mujeres. —Por la
forma en que pronuncia estas palabras con ira apenas contenida, sé que esta
ofensa debe ser muy personal para él—. Especialmente cuando es mi mujer.
—Lo siento —grazna el hombre.
Rafael lo ignora y, en su lugar, lo estrangula con más fuerza. A Ben se le
ponen los ojos vidriosos y la cara se le pone casi azul mientras sus bofetadas se
hacen menos frecuentes.
Rafael retira la mano y Ben cae de rodillas, respirando con dificultad y
tosiendo. Me congelo cuando oigo una pregunta.
—¿Qué mano?
Estoy tan aturdida que al principio no reacciono, así que Rafael vuelve a
preguntar:
—¿Con qué mano, Emmaline? —Sin que dé más detalles, sé que está
preguntando con qué mano me hizo daño Ben—. Respóndeme —me ordena, y
cierro los ojos, demasiado asustada para decir algo porque Dios sabe lo que le
hará a continuación.
Su rabia es tan prominente ahora, creo que tiene el poder de destruir todo a
su paso, y me quemaré a menos que consiga lo que quiere.
Y ya he sufrido bastante esta noche, así que no me queda compasión por el
detective.
—La izquierda.
Me tapo los oídos cuando agarra la mano ofensiva y Ben suplica:
—No, no. Por favor. —Sólo para que su grito me lastime los tímpanos
cuando Rafael empieza a romperle los dedos uno a uno, los crujidos rebotan en
las paredes y crean más miseria a mí alrededor.
Ben intenta una última vez protegerse, sólo para caer de espaldas cuando
Rafael le da una patada, y entonces, una vez que ha acabado con sus dedos,
tuerce su brazo, y éste se quiebra, rompiéndoselo de tal manera que sé que
tardará meses en curarse, e incluso entonces, puede que no se cure bien. He
estudiado los huesos y los traumatismos religiosamente después de romperme
el tobillo.
—¿De verdad creías que podías ponerle la mano encima a mi prometida sin
consecuencias? Nadie la toca excepto yo.
Un extraño calor me abrasa, poniéndome la piel de gallina mientras observo
cómo el hombre que me prometió el infierno se limpia las manos en los
pantalones de tanto golpear a los hombres que me hicieron daño, y entonces
agarra la caja del anillo, se la mete en el bolsillo del pantalón y abre la puerta
donde está el Capitán.
Sus ojos recorren los daños y chasquea la lengua ante Rafael.
—Tengo que encerrarte.
—Pueden demandarme, pero entonces demandaré al departamento por
agredir a mi prometida. —El capitán suspira ante la amenaza—. Así que como
dijo Paul, estamos en paz.
—No puedes torcer la ley a tu antojo, Rafael.
—¿No puedo, Capitán? Creo que hace tiempo que demostramos que puedo
hacer lo que me dé la gana. Especialmente con los que no respetan la ley. —
Pasa un tiempo—. ¿Has mirado las imágenes?
—Sí. Es libre de irse y avisaremos a la familia de Gina. No podemos ver la
cara del asesino, así que es una investigación abierta en este momento. Ella
tiene que tener cuidado.
—No se preocupe por eso, Capitán. Yo protejo lo que es mío.
Se me escapa un jadeo cuando me alcanza en dos zancadas cortas y me pone
su mano en la parte baja de mi espalda y la otra debajo de mis rodillas.
Levantándome en sus brazos y girando, sale por la puerta mientras su cuerpo
emite tanto calor que es un milagro que no me queme.
—Nos vemos, capitán.
—Espero que no —murmura, y Rafael se ríe entre dientes. La vibración de
su pecho me hace cosquillas, y estoy tan agotada que sólo quiero apoyarme en
su hombro y cerrar los ojos, con la esperanza que sólo sea un mal sueño y me
despierte en mi cama—. Relájate, Emmaline.
—Nada de esta situación es relajante. —Noto cómo todos se me quedan
mirando y gimo, girando la cabeza hacia su pecho y dejando que mi cabello
oculte mi cara de su vista—. Puedo caminar, sabes. —De hecho, lo prefiero
porque tanta proximidad a él hace estragos en mis sentidos.
—No tienes zapatos. No me gustaría ser etiquetado como un prometido
desconsiderado.
—¡Deja de llamarte mi prometido!
—Emmaline, no durarás mucho si sigues siendo tan emocional. —Se acerca
más a mi oído mientras sale de la comisaría, el aire gélido nos saluda mientras
el viento nos azota, el frío calándome los huesos—. Deja las lágrimas y las
emociones para más tarde. Esto es sólo el principio —susurra, aunque es más
bien una advertencia que me lo recuerda todo.
Puede que Rafael haya vencido a los hombres para defenderme, pero sigue
siendo un villano en mi historia, así que debo mantenerme en guardia y pensar
con la cabeza despejada para ganar cualquier juego que planee jugar conmigo.
Una cosa está muy clara.
Hice un trato con el Rey del Desamor.
Y mi vida nunca volverá a ser la misma.
CAPÍTULO ONCE
“La dinastía King ha sido famosa por muchas cosas a lo largo de los años.
Nuestra riqueza, poder, pasión por los negocios que eclipsan cualquier otra cosa.
Incluso nuestro aspecto.
Pero también por amor.
Porque en nuestra familia todo el mundo se casa sólo por amor; nos animan a seguir nuestro
corazón.
Supongo que mi matrimonio con Rafael demuestra de una vez por todas que
Nunca he sido una verdadera King”.
Emmaline

Emmaline

El auto se detiene bruscamente, despertándome de un sobresalto. Me siento


erguida y doy un respingo cuando mi anterior dolor de cabeza vuelve con toda
su fuerza. Es como si miles de cuchillos se clavaran en mi cuero cabelludo con
la intención de matarme.
Aunque dudo que ningún dolor físico pueda compararse al que está
experimentando mi alma en estos momentos, y soy tan dramática que roza lo
patético.
Lo único que quiero es cerrar los ojos y tumbarme en algún sitio,
olvidándome temporalmente de todo este lío.
No tengo ese lujo, al parecer, cuando Rafael anuncia:
—Hemos llegado. —Su voz es increíblemente grave en el espacioso interior
de su deportivo—. Ya puedes dejar de guardar silencio. —Su tono es
divertido—. Aunque mantener la boca cerrada es sin duda una ventaja. Lástima
que no sepas cuándo usarla sabiamente.
—Vete al infierno, Rafael —le respondo, desabrochándome el cinturón de
seguridad y hundiendo los dedos de los pies en el suelo del auto. Me duelen los
pies y me vendría bien una ducha para lavarme toda esta sangre.
Puede que me haya olvidado de muchas cosas en la comisaría. Sin embargo,
cuanto más tiempo viajábamos hacia el destino al que Rafael decidiera
llevarme, más se hundía en mí la realidad.
Esa es una de las razones por las que no le he dicho ni una palabra al imbécil
que me atrapó en mi estado más vulnerable. ¿Por qué necesita conversación de
todos modos?
Sólo ladra órdenes, ignorando los sentimientos de los demás. A este paso,
sólo puede tener monólogos.
—Noticia de última hora, cariño, ya hemos llegado. —Abro la boca para
decirle que puede agradecérselo a sí mismo, pero ya se ha bajado del auto y ha
dado la vuelta, probablemente hasta mi puerta. Finalmente me asomo por la
ventana, estudiando el enorme y alto edificio moderno.
De hecho, es una de las zonas más lujosas de la ciudad, a juzgar por toda la
gente que pasa con ropa y bolsos de diseño mientras sus caras joyas brillan bajo
la luz del sol matutino al iluminar la acera, con los autos tocando el claxon a lo
lejos atascados en el tráfico de camino al trabajo.
Un hombre vestido con uniforme negro sale corriendo del edificio por las
puertas giratorias, llevando algo en las manos, y saluda con la cabeza a Rafael,
que ya ha abierto de golpe mi puerta, saludándome con una ráfaga de viento.
Me ciño la chaqueta con más fuerza, odiando cómo me envuelve el aroma de
su colonia, haciendo estragos en mi mente y agudizando mis sentidos de una
forma que no puedo explicar.
—¿Dónde estamos? —Esperaba que me arrastrara al juzgado para cerrar
nuestro trato.
Me tiende la mano, la ignoro y salgo sin su ayuda, el concreto helado me
entumece casi al instante los dedos de los pies.
—Paciencia, cariño. Apréndela o acabarás haciéndote daño.
El portero se inclina y me pone delante un par de zapatos planos. Se
endereza, sonríe desmesuradamente, su cara no delata nada.
—Hola, señorita King. Felicidades por su compromiso.
A pesar de mi sorpresa, me pongo los zapatos planos, que me aprietan
mucho con los calcetines, y consigo decir:
—Gracias. —El portero asiente una vez más y le quita las llaves a Rafael
antes de subirse al auto y probablemente conducirlo hasta el aparcamiento—.
¿Cómo sabe mi nombre?
—Porque lo que quiero, lo consigo.
¿Qué significa eso?
Me agarra del codo, arrastrándome hacia la entrada, y yo me aparto, la
chaqueta ondeando hacia atrás cuando una ráfaga de viento se abalanza sobre
nosotros y mi cabello ondea hacia delante, rozándolo ligeramente.
—No me toques —le digo con firmeza, alejándome unos pasos de él.
—Entonces coopera, cariño. No tengo tiempo que perder. —Con esto se
dirige al edificio y yo le sigo, mis ojos se abren de par en par cuando entramos
y veo el espectacular diseño interior que se puede describir con una sola
palabra.
Esplendido.
La música de jazz suena suavemente, mezclándose con la luz que zumba a
lo lejos junto al mostrador de recepción y un televisor en la zona de descanso,
donde hay dos sofás y aperitivos sobre la mesa, junto con un pequeño bar a un
lado con todo tipo de bebidas. Los aromas florales penetran en mis fosas
nasales, creando una atmósfera bastante acogedora, mientras el sol naciente que
se cuela por varias ventanas envía luces de colores sobre el mármol dorado que
nos rodea.
Una de las recepcionistas se acerca. Su sonrisa decae un poco cuando me
mira de cerca, pero luego la transforma en una sonrisa tensa casi al instante.
—Señor Wright. Buenos días.
—Buenos días, Marcy. ¿Está todo listo?
—Sí. —Toca en su tableta—. Scarlett nos envió toda la información, y el
juez debería estar aquí en una hora.
¿Un juez? ¿Rafael espera que me case con él aquí? ¿Cómo puede siquiera
organizar algo así?
Tal vez esta debería convertirse en una pregunta retórica porque,
evidentemente, a todos mis cómos, se las arregla para sorprenderme, y yo
debería aceptar que tiene suficiente poder para hacer que todos bailen con sus
melodías, incluso los jueces.
Da unos golpecitos en la pantalla.
—Además, ya hemos preparado el desayuno y lo hemos entregado en el
ático junto con un vestido.
—Genial. Asegúrate que nadie diga una palabra hasta que haga un anuncio
oficial. —Su tono es acerado y Marcy se tensa un poco—. Quien vaya en contra
de mi palabra será despedido.
—Por supuesto, señor. Todo el mundo conoce las reglas.
¿Las reglas? ¿Sobornó a todo el personal de este edificio? ¿Por qué todos le
hacen caso?
No me entretengo mucho porque comienza a moverse de nuevo y lo sigo
hasta que llegamos a un ascensor en la esquina derecha, lejos de todos los
demás.
Pulsa el botón y las puertas plateadas se abren de inmediato. Gimo para mis
adentros al ver mi reflejo en la pared de espejos, que muestra mi cabello
revuelto, los ojos manchados de rímel y las lágrimas por toda las mejillas de
tanto llorar, las huellas rojas de las manos de Ben en mi piel y, por último, la
sangre, junto con el vestido un poco rasgado de tanto tirar de él.
Por no hablar de la enorme chaqueta negra que acentúa mi palidez. Parezco
la protagonista de una película de terror, lo cual es muy apropiado, ya que el
hombre que está a mi lado no rezuma más que confianza y atractivo, así que
debe de ser el diablo en carne humana.
Cuando entramos y pulsa el botón P, le pregunto.
—¿Tienes siquiera autoridad para despedirlos? ¿O sólo te gusta asustar a la
gente?
—Opero en este lado de la ley. —Me apoyo en la pared de enfrente, viéndolo
sacar un cigarrillo del bolsillo del pantalón y llevárselo a la boca mientras hace
oscilar el mechero entre los dedos—. Soy el dueño del edificio.
—¿Qué?
Se encoge de hombros.
—Vivo en Boston, me encanta esa ciudad, y nada cambiará eso nunca. Pero
alojarme en hoteles es aburrido, así que pensé: ¿por qué no comprar un edificio
entero donde nadie me moleste?
Lo dice tan despreocupadamente como si estuviéramos hablando del tiempo
y no del hecho que debe haberle costado una fortuna. Sabía que tenía éxito y
que era rico gracias a todas sus inversiones y a su bufete de abogados. Tiene un
bufete de abogados en Boston con cientos de empleados y varias oficinas en
todo el país.
Sin embargo, nunca esperé que fuera rico al nivel de mi padre, y quiero llorar
de desesperación por lo injusto de todo esto, porque significa que es aún más
invencible de lo que pensé en un principio. Por un segundo, realmente había
esperado que una vez que todo estuviera firmado y hecho y él hubiera
cancelado cualquier caos que hubiera preparado para Anthony, yo podría huir
antes de este matrimonio confesándoselo todo a mis padres.
Ahora tendré que jugar a este juego hasta el final, ya que este hombre
utilizará cualquier medio necesario para conseguir lo que tanto ansía.
Lo cual todavía estoy esperando averiguar. Para ser honesta, no me trago
eso de casarse conmigo por venganza. Tiene suficientes medios para hacer mi
vida miserable por su cuenta sin atarse a mí.
Hay algo más, y creo que descubrirlo podría ser la clave de mi libertad.
Rafael continúa, claramente sin importarle mi sorpresa.
—Además, necesitaba una oficina en Nueva York, así que convertí una
planta en eso. Alquilé las demás y, con la campaña de relaciones públicas
adecuada, el edificio incluso tiene lista de espera. Todo se pagó solo. —Ladea
la cabeza—. Así que sí, cariño. Tengo autoridad para despedir a quien quiera.
—¡Deja de llamarme cariño! —le siseo, despreciando la burla que suena en
su tono cuando me lanza ese cariñoso apelativo—. Y no me importan tus
finanzas.
El ascensor suena a su llegada y se abre mientras Rafael entra en su
apartamento. Enciende el mechero y la llama azul anaranjada arde hasta que
enciende el cigarrillo y le da una calada ávida.
—Deberías, cariño. —Entro en el espacioso apartamento con una enorme
ventana que probablemente permite ver todo el horizonte de Nueva York desde
esta altura, cuando no está nublado—. Después de todo, te vas a casar con un
multimillonario. Juega bien tus cartas y puede que te deje uno o dos billones.
La ira se apodera de mí y finalmente me quito la chaqueta, tirándola al suelo
mientras echo humo a nuestro alrededor.
—Puedes meterte tu dinero por la garganta. A mí sólo me importa mi
libertad.
—Ah, habla la princesa. —Me señala con el cigarrillo mientras nos
adentramos en el apartamento hasta el espacioso pero casi vacío salón. Solo
hay un amplio sofá con dos sillas, un bar en la esquina derecha con diferentes
marcas de whisky, una cafetera, una estantería llena de libros de mitología
griega y un televisor colgado en la pared frente al sofá que emite las últimas
noticias en silencio.
No debe apagarlo nunca.
En la esquina izquierda hay una mesa redonda con dos sillas enfrentadas, ya
servida con diversos alimentos para el desayuno, desde huevos hasta tortitas.
Los olores hacen que mi estómago gruña, y cruzo los brazos mientras él solo
se ríe. ¡Al imbécil le hace gracia hasta mi hambre!
Un pequeño pasillo conduce a tres puertas, probablemente dos habitaciones
y una cocina. He visto diseños de este tipo en el pasado, y aunque estos áticos
concretos son uno de los apartamentos más solicitados de los complejos, no
están pensados para que viva una familia.
Rafael se acerca a la mesa, se sirve un café de una de las cafeteras en una
taza negra y lo toma, dando un sorbo tentativo, y, por cómo se balancea su
manzana de Adán, sé que le ha gustado el sorbo, ¡el muy jodido!
Debería ser un crimen ser tan guapo cuando estás podrido por dentro.
El apartamento carece de alma y no da ninguna pista sobre el tipo de persona
que es su propietario. De hecho, no hay objetos personales a la vista, ya sean
fotos o cualquier otra cosa. O Rafael guarda todas sus preciadas posesiones en
Boston o realmente no tiene corazón ni apego alguno.
¿Cómo se lucha contra un hombre sin más debilidades que su sed de poder?
El chirrido de la puerta de la terraza me saca de mi estupor y veo salir a
Rafael. Lo que me recuerda su último comentario.
—¿Crees que sólo las princesas se preocupan por su libertad? —Me acerco,
tiritando bajo el frío, aunque admirando el sol brillando en el cielo despejado
con los pájaros piando en la barandilla mientras Rafael sigue fumando, el olor
flotando en el aire.
—Sólo las princesas creen que las finanzas no tienen nada que ver con la
libertad. —Gira sobre sus talones para mirarme, y sólo entonces reparo en una
pequeña glorieta a lo lejos junto con una mesa y un pequeño cenicero—. Es
divertido, de verdad.
—¿Qué es gracioso?
—Cómo la gente piensa que el dinero no puede comprar la felicidad. Puede
y lo hace porque cuando vas sin él... oh, lo valoras muy bien. Y siempre sabes
una cosa. —Pasa un rato mientras hace una pausa para fumar un poco más antes
de apretar la punta contra el cenicero—. El dinero también significa libertad,
porque con el dinero viene la riqueza y con la riqueza viene el poder.
Una nota extraña se entrelaza en su tono y lo estudio detenidamente,
buscando un poco de emoción en su rostro y no encuentro ninguna, aunque
habla de todo ello... como si una vez hubiera estado roto y sin ningún poder.
Ni siquiera puedo imaginar esto, porque mientras yo era adulta, Rafael
Wright era un hombre invencible.
Incluso hay un dicho dedicado a él y a su carácter competitivo y despiadado.
Si quieres ganar una pelea, no vayas contra un Wright.
—En este caso, ya tengo dinero, así que no necesito el tuyo. —Eso es mucho
decir, teniendo en cuenta que me niego a usar mi fondo fiduciario, y que hay
exactamente quinientos en mi cuenta bancaria de todo el trabajo que he estado
haciendo.
—¿Lo haces, cariño? —Aprieto los dientes ante el cariñoso gesto que, sin
duda, odiaré hasta mi último aliento cuando termine este matrimonio. Sin
embargo, no tengo tiempo de decir nada malo porque me despide con la
mano—. Ve a ducharte. —Me recorre con la mirada—. Sólo tenemos una hora
hasta que llegue el juez, así que date prisa. Tienes que vestirte y comer algo.
Solo niego con la cabeza ante la forma en que da una orden, esperando que
la siga como una chica buena. Por otra parte, no creo que nadie lo cuestione
nunca.
—Tengo algunas condiciones.
Su taza se detiene a medio camino de su boca y levanta una ceja.
—Condiciones.
—Sí. —El corazón me late desbocado en el pecho. Estoy tan orgullosa de
cómo mi voz se mantiene uniforme a pesar del nerviosismo que sacude todo mi
organismo—. No me casaré contigo a menos que lo escribamos en un contrato
y ambos lo firmemos.
El silencio se apodera de nosotros durante varios agonizantes segundos,
mientras él medita sobre mi ultimátum y bebe un gran sorbo antes de responder:
—Emmaline, que yo haya limpiado tu nombre debe de habérsete metido en
la cabeza. Déjame que te lo recuerde. Todavía puedo echar a Anthony a los
lobos. —Trago fuerte ante la amenaza y retrocedo cuando avanza—. No estás
en posición de pedir condiciones ni lanzar ningún ultimátum. No reacciono
bien ante ellos —advierte. Todo en mi interior grita que corra en dirección
contraria y me esconda en una de las habitaciones de la ira que su mirada me
promete por atreverme a hacer algo que lo desagrada.
Sin embargo, una parte de mí, la parte testaruda y algo temeraria que no
tenía ni idea que existía hasta hoy, me empuja a mantenerme firme, y levanto
la barbilla, encontrándome de frente con su mirada.
—Sin embargo, acabo de hacer uno. Si quieres este matrimonio, acepta mis
condiciones.
Sólo una tonta se casaría con el Rey del Desamor sin cubrirse las espaldas
de alguna manera. Y mis padres no criaron a ninguna tonta.
Medio espero que pierda su mierda conmigo y me haga algo horrible, así
que casi doy un respingo cuando su risa resuena en el espacio y hace graznar a
los pájaros cercanos, que vuelan muy lejos.
—Te subestimé, cariño —sisea entre dientes—: Hay un personaje debajo de
esa imagen perfecta que muestras al mundo. ¿Quién lo iba a decir? —Me clavo
las uñas en los codos, rogándome que no reaccione de ninguna manera a este
golpe—. Muy bien. Admiro a la gente que se defiende. No creía que tú lo
hicieras. —Bebe un poco más de café—. ¿Cuáles son tus condiciones?
—En el contrato entre nosotros quiero que conste que, una vez acabado este
matrimonio, no irás por Anthony ni a por nadie más querido para mí. —Me
relamo los labios—. Lo que significa que una vez que haga lo que tú quieres
que haga y tu necesidad de venganza sea alimentada, desaparecerás de mi vida.
—Considéralo hecho.
Me sorprende un poco su rápida aceptación, que me demuestra aún más que
me necesita para algo más. Puede que me odie y todo eso, pero su matrimonio
conmigo le dará algo que nada más podría darle. ¿Qué es lo que necesita?
—No mancharás el nombre de mi familia de ninguna manera. Deberían ser
inmunes a lo que sea que hayas planeado para mí. —Contengo la respiración
porque esto es muy importante para mí. Aunque se enfaden por haber dejado a
mi prometido, será un reflejo de mi carácter, no del suyo.
Sin embargo, si Rafael planea involucrarlos en este plan de venganza, los
afectará directamente, y no puedo permitirlo.
—No tenía intención de hacerlo, así que considéralo hecho también. —Gira
la taza en su mano—. ¿Algo más?
¿Por qué está tan agradable de repente? El enfado se apodera de mí y, aunque
debería alegrarme que no se queje, de algún modo me molesta.
Tal vez sea porque quiero borrar su sonrisa, así que, por ira, escupo las
condiciones que no tenía intención de poner en primer lugar.
—No te acostarás con nadie más mientras dure este matrimonio. Sin
importar el tiempo que pretendas que dure. —Se me seca la garganta, así que
doy media vuelta y me dirijo hacia la mesa, sirviéndome también un poco de
café y tomando un sorbo, disfrutando de cómo el líquido caliente se desliza por
mi carne maltratada—. No me faltarás al respeto para que todo el mundo lo
vea. —A decir verdad, no me importa lo que piense la sociedad sobre esta farsa
de matrimonio, pero sé que mi familia nunca entendería que siguiera con un
hombre que me engaña.
Mamá siempre decía no seas infiel y nunca acabes con un infiel, porque en
ambos casos alguien sale herido.
Además, de esta manera, puedo tener al menos un poco de satisfacción al
saber que triunfé sobre su desfile y lo mantuve alejado de satisfacer sus deseos
carnales.
Apoya el hombro en el marco de la puerta de la terraza y se frota la taza
contra la barbilla mientras mi corazón galopa dentro de mi pecho. Aprieto los
dedos en torno a la taza mientras un estremecimiento desconocido me electriza
de pies a cabeza, anunciándome que estoy entrando en terreno peligroso. Pero
es demasiado tarde para cambiar de opinión. Además, después de pensarlo...
esto es lo que quiero.
No porque me importen las escapadas de Rafael.
Por supuesto que no. Tendría que ser idiota, y además, mi enamoramiento
terminó hace mucho tiempo.
—Tres meses —dice finalmente, y yo frunzo el ceño, confundida por la
correlación con nuestra conversación—. Eso es lo que durará este matrimonio.
¿Sólo tres meses? Se me escapa algo de tensión, aunque la aprensión la
sustituye rápidamente, mi sentido común me grita que en tres meses se pueden
hacer muchas cosas.
A veces los asesinos en serie sólo necesitan horas para torturar y matar a
alguien. Un hombre cruel como Rafael puede tener todo un plan preparado para
mi perdición.
—¿Por qué tres meses?
—Ese es el tiempo que pasé en prisión. —La culpa me golpea con fuerza
ante su fría respuesta, me sudan las palmas de las manos y exhalo pesadamente
al recordar mis pecados—. No pretendo que tu castigo sea más largo. Además,
es tiempo suficiente para que yo haga el daño irrevocable.
Ojo por ojo a la última moda.
Excepto que él tuvo la oportunidad de ponerme en prisión real por un tiempo
y optó por esta opción en favor de su propio plan demoníaco, y en este
momento, mi estómago se revuelve porque mi futuro se vuelve aún más
sombrío.
Tal vez elegir el matrimonio fue un gran error.
Sin embargo, su siguiente pregunta no me deja reflexionar mucho.
—¿Te ofreces como sustituta?
—¿Qué? —Cambia de tema tantas veces que es difícil seguir sus cambios
de humor.
—No quieres que me acueste con otras mujeres. ¿Significa esto que serás
tú quien calentará mi cama?
Me atraganto con el café y empiezo a toser salvajemente, vuelvo a dejar la
taza sobre la mesa y me doy varias palmadas en el pecho, demasiado
conmocionada por su declaración o sus suposiciones como para formar una
respuesta coherente.
Ni una sola vez desde que me propuso matrimonio se me había pasado por
la cabeza la idea del sexo. Estaba tan concentrada en todo lo demás que ni
siquiera pensé que él me quisiera. ¿No dijo que no soy su tipo?
¿No se suponía que este matrimonio era sólo arreglado?
Mis mejillas se ruborizan cuando un calor abrasador recorre mi organismo
mientras sus ojos verde esmeralda se clavan en los míos y me recorre con la
mirada.
—¿Lo estás, Emmaline? ¿Te ofreces a mí? —Chasquea la lengua—. Nunca
te tomé por una criatura celosa. Creo que me gusta. —Me guiña un ojo, y esto
me saca de mi shock inicial, sustituyéndolo por furia.
¡A la mierda con este tipo, en serio!
—¡No! —Rezo para que una calma que no poseo me mantenga lo
suficientemente cuerda como para no matarlo y ser acusada de asesinato una
vez más en menos de veinticuatro horas—. ¡Eres un hombre repugnante y
nunca me acostaré contigo!
—Nunca es una palabra muy fuerte, cariño. Yo tendría cuidado al usarla.
Como dice el refrán... nunca digas nunca.
—Esa es mi condición número cuatro. —Este es un comodín porque es otro
que no tenía intención de poner. Sólo tenía dos—. Nada de sexo. Este es un
acuerdo puramente platónico.
—¿Así que quieres que sea célibe? —Suena como si estuviera saboreando
la palabra, y yo me muevo incómoda. ¿Ser célibe es un concepto tan extraño
para él que ni siquiera puede imaginárselo o qué?
¿Y por qué, maldita sea, me molesta tanto pensar con cuántas mujeres se ha
acostado? Es como si volviera a ser esa adolescente de quince años que evitaba
a propósito leer cualquier artículo que lo involucrara con otras mujeres debido
a mis celos irracionales.
Cuanto más tiempo paso con este hombre, más loca me vuelvo a medida que
frota las viejas heridas y despierta deseos que nunca deberían haber estado ahí
en primer lugar. Los que creía haber dejado atrás hace mucho tiempo.
—Puedes sobrevivir sin sexo durante tres meses. Seguro que a tu polla no
le importaría descansar un poco.
Se ríe entre dientes, y un sofoco me invade, mi cara probablemente se pone
roja como un tomate. No puedo creer lo que he dicho.
—Las mujeres y su afición a los cotilleos. —¡Otra vez con comentarios
evasivos que no tienen nada que ver con la conversación en cuestión!—. No.
Parpadeo al oírlo, retrocediendo.
—¿No?
¿Qué quiere decir con no? ¿Pretende tener sexo conmigo incluso después
que yo expresara mi negativa?
¿Él...?
—Respira, cariño. Respira. —Sólo después que emite la orden me doy
cuenta que he estado conteniendo la respiración y trago un poco de aire en mis
pulmones—. Añadiremos estas dos últimas condiciones con un pequeño
añadido. —Bien, esto no suena tan mal, ¿verdad?
Al menos acepta no tener sexo.
—No habrá sexo a menos que me lo ruegues.
Y así, mi furia se convierte en rabia hirviendo a fuego lento.
—¡Nunca te lo rogaré! —¡Qué atrevimiento!—. Te odio, Rafael. Mi corazón
pertenece a Anthony. —No sé por qué siento la necesidad de añadir esa última
parte, pero el ambiente cambia rápidamente.
La tensión aumenta a nuestro alrededor, se vuelve tan densa que podrías
cortarla con un cuchillo, y una sonrisa siniestra perfila su boca mientras el
peligro emana de él a raudales, alertando a cada célula femenina de mi cuerpo
que no debería haber pinchado a la bestia.
Cada uno tiene su límite, y creo que acabo de alcanzar el de Rafael.
Empieza a merodear hacia mí y, por instinto, retrocedo cuando se acerca.
Sus zapatos golpean con fuerza el suelo de mármol y cada paso se correlaciona
con el latido de mi corazón.
Retrocedo un poco más, queriendo más espacio entre nosotros, cuando pone
su taza sobre la mesa.
—Cariño. —Esboza ese cariñoso adjetivo que suena tan perverso y
prohibido en su lengua, que tiene el poder de seducirme con un simple sonido,
ya que me produce punzadas por todo el cuerpo.
Mi espalda choca contra la pared justo cuando me aprisiona, apoyando su
musculoso brazo sobre mi cabeza mientras su otra mano atrapa un mechón de
mi cabello, atrapándolo entre sus dedos mientras nos miramos fijamente.
—Suave como la seda —murmura, y trago fuerte cuando se inclina hacia
mí, nuestras respiraciones se mezclan y sus ojos brillan con una luz peligrosa—
. Mi inocente cariño. No necesitas amar a una persona, ni siquiera que te guste,
para desearla. —Jadeo cuando su mano se desplaza hasta mi mejilla, su dedo
se desliza hasta mi barbilla y la levanta. Nuestros labios se rozan y él susurra—
: Suplícamelo y te follaré tan fuerte y profundo que no sabrás cómo has podido
vivir sin mi polla. —Se me pone la piel de gallina a oleadas, una tras otra.
Ojalá pudiera decir que es porque sus crudas palabras me horrorizan. Para
mi consternación, crean un fuego inexplicable en mí, que se enciende con cada
palabra murmurada y hace que el mundo exterior se desvanezca junto con todos
sus crímenes.
En su lugar, se despierta la curiosidad por el tipo de antojos prohibidos que
nunca antes me había permitido, y lo escucho con avidez.
Baja la palma de la mano, me rodea la garganta con suavidad, como si
temiera hacerme daño, y su pulgar presiona mi punto del pulso. Con un apretón
un poco más fuerte, podría cortarme el suministro de oxígeno, pero no tengo
miedo.
Lo miro fijamente, hipnotizada por ver una faceta de este hombre que nunca
había tenido la oportunidad de conocer.
—Tu cuerpo no conocerá mayor placer que el que yo pueda darle. —
Arrastra su boca por mi mejilla, sus labios me hacen cosquillas y aumentan el
calor abrasador que me envuelve hasta que llega a mi oído y murmura—: Y
aun así, a pesar de todo el deseo y la necesidad que siento por ti... te odiaré
hasta mi último aliento.
El dolor que causan sus palabras se extiende por mí, echando sal sobre mis
heridas internas y no hace más que aumentar mi autoafirmación porque, por un
segundo en el tiempo, pensé en los “y si...”
Sin embargo, este recordatorio, semejante al agua fría cayendo en cascada
sobre mí una vez más, me devuelve a mi horrible realidad, y lo empujo con
todas mis fuerzas, obligándolo a retroceder.
—No te preocupes, no te suplicaré, así no tendrás que tocar a una mujer que
odias. —Al menos mi voz se mantiene uniforme, ocultando mi agitación
interior por esta situación y mi reacción. Lo alejo un poco más—. Redacta el
contrato, lo firmaré y luego me casaré contigo para que hagas lo que quieras.
—No espero a que otro golpe sarcástico se sume al ya creciente cúmulo de
dolor, y salgo disparada hacia las habitaciones, deseando meterme en un
agujero y no escapar nunca de él.
Érase una vez, soñaba con casarme con un hombre que me amara con todo
su corazón.
En vez de eso, me caso con quien me odia.
Y no puedo culpar a nadie más que a mí misma.
CAPÍTULO DOCE
“Un verdadero enemigo no es el que destruyó tu vida.
Es el que te quitó lo que más amas.
Porque así es la naturaleza humana, ¿no?
Centrarnos en el esquivo pasado en lugar de en el presente y, con ello, empaparnos de nuestro
dolor, alimentándolo cada día hasta convertirlo en una rabia que uno ya no puede contener.”
Rafael.

Rafael

El ruido del ascensor resuena en todo el edificio justo cuando salgo de la


habitación de invitados y me ajusto los gemelos del traje nuevo que me he
puesto después de darme una ducha rápida.
—No me pagas lo suficiente por esta mierda —anuncia Scarlett, entrando
en el ático y agitando una carpeta en la mano—. Me has hecho redactar un
contrato matrimonial y un acuerdo prenupcial en menos de treinta minutos. ¡A
las seis de la mañana, si me permites añadir! —Resopla incrédula, se acerca al
sofá y abre la carpeta que está sobre la mesita. Saca dos bolígrafos del bolso y
los coloca juntos.
—Sabía que podías hacerlo. —Le guiño un ojo y ella pone los ojos en
blanco—. Y para tu información, ya te pago siete cifras al año y te he regalado
dos apartamentos en este edificio. Empiezas a parecer avariciosa, amiga mía.
—Chasqueo la lengua—. Tienes mucha suerte de trabajar para mí.
—Tú eres el afortunado. No habrías tenido tu carrera sin mí —responde con
seguridad mientras va a servirse un café y exhala aliviada tras el primer sorbo.
Me río porque, si hay algo que todo el mundo sabe de Scarlett, es que no es
una persona madrugadora y puede matarte sólo con su mirada si la despiertas
por alguna estupidez. Y tiene un carácter para toda la vida. A veces creo que
hay más gente que le tiene miedo a ella que a mí.
Pero tiene razón.
Sin ella, nunca estaría aquí, lo que la hace inestimable.
—¿Dónde está el juez? —Miro el reloj—. Ya debería haber llegado.
—Está abajo, esperando y comiendo unos pasteles. Le dije a Marcy que lo
hiciera subir en cuanto recibiera un mensaje mío. —Saca su teléfono y hace
clic varias veces en la pantalla—. Pensé que no lo necesitábamos bajo los pies
mientras nos ocupamos de esto. —Hace un gesto hacia los contratos y se apoya
la mano en la cadera—. ¿Y desde cuándo permites condiciones?
—Sus condiciones no contradicen mis planes, y pensaba seguirlos de todos
modos, así que pensé: ¿por qué no divertirla un poco y darle una falsa sensación
de control? —Me dejo caer en el sofá mientras Scarlett levanta la ceja—.
Además, era realmente divertido cómo las emitía y esperaba que yo siguiera
sus órdenes. Era como una adorable gatita enfrentándose a un león.
Después que aceptara tan fácilmente la proposición en la comisaría, me
decepcionó su falta de resistencia. Aunque el coraje y la valentía tienen su
lugar, no respeto en absoluto a la gente que nunca los demuestra, así que su
atractivo a mis ojos disminuyó mucho.
A ningún cazador le gustan las presas fáciles porque ninguna presa fácil
puede dar la verdadera satisfacción de una conquista.
Además, pronto todo el mundo la conocerá como mi esposa, y la idea que
mi mujer fuera una cobarde no encajaba bien con mi naturaleza competitiva.
Sin embargo, nada es más importante que la venganza, así que acepté mi
decepción.
Pero cuando expresó sus condiciones... cuando me mostró que tenía un poco
de espina dorsal, de pie y temblando bajo el viento con el sol radiante
exponiendo su belleza que ni siquiera su noche infernal podía ocultar... le habló
al monstruo que llevo dentro en un lenguaje que entendía y despertó su
curiosidad.
Porque él tampoco se conformó nunca, ni siquiera cuando se enfrentó a
rivales poderosos sin que nadie le cubriera las espaldas.
—Es una buena chica, ya sabes. —Scarlett me devuelve a la conversación
en cuestión—. He leído todos los informes sobre ella. De todas las personas
que contribuyeron a tu caída hace tantos años, ella es la más inocente. —A
juzgar por su tono, está a punto de lanzar una campaña de defensa, así que
decido cortarla de raíz.
—Eso es cierto. Excepto que este inocente, como tú tan elocuentemente has
dicho, inclinó la balanza a su favor y jugó el papel clave en lo que ocurrió. —
Me mira con el ceño fruncido—. Así que es lógico que ella juegue el papel
clave en mi venganza. —Mi palma extendida detiene cualquier protesta que
pudiera tener a continuación—. Voy a casarme con ella, y eso es definitivo, así
que abandona tu campaña.
Nos miramos fijamente, una batalla silenciosa entre nosotros, y ella
finalmente sacude la cabeza, dándose por vencida.
—Pronto me volveré alérgica a la palabra venganza por tu culpa. —Echa un
vistazo a su teléfono—. He hablado con el jefe de seguridad de Emmaline.
Interrogaron a los vecinos, pero nadie vio nada fuera de lo normal ni oyó nada.
—Ella asiente ante mi resoplido incrédulo.
Más bien hicieron la vista gorda a todos los gritos. He vivido en vertederos
el tiempo suficiente para conocer su psicología.
Si quieres sobrevivir en un pozo, aprendes a no ver ni oír nada a menos que
quieras que el problema llame a tu puerta. Y nunca acaba bien para quien decide
hacerse el salvador.
—Sí, estoy de acuerdo. Se aseguraron de que nadie conociera a Emmaline,
y le envié un mensaje a Amanda desde la comisaría. No tienen ninguna pista.
—Ni siquiera me molesto en preguntarle cómo se las arregló para encontrar su
número o cómo consiguió una respuesta que consistía en información que
debería ser clasificada. Scarlett tiene su toque secreto con la gente, siempre
encuentra la manera de conectar con ellos para que le cuenten todo—. El crimen
no coincide con nada hecho anteriormente en la ciudad, así que no estamos
tratando con un asesino en serie. —Hace una mueca—. Y para tu información,
por favor, no vuelvas a enviarme fotos así. Tendré pesadillas que me durarán
toda la vida. —Lo dudo, teniendo en cuenta lo que pasó en su pasado, un pasado
sobre el que ni siquiera yo tengo derecho a interrogarla. Ya tiene pesadillas, y
la única razón por la que lo sé es porque una vez se desmayó por insomnio en
pleno despacho. Pasa un rato y añade—: Creo que fue un crimen personal.
Todos los indicios apuntan a ello, así que quien mató a Gina tenía como
objetivo a Emmaline.
La ira se extiende por mis venas, contaminando mi mente de rabia y ganas
de matar a quien se atrevió a hacerle daño a mi mujer y a asustarla hasta el
punto que acabara en esa puta habitación con esos detectives.
Mis nudillos magullados me sirven de recordatorio de cómo me enfrenté a
esos cabrones, pero eso no me basta. No quiero que vuelvan hacer trabajo de
campo y no descansaré hasta que eso ocurra.
Nadie toca lo que es mío y vive tranquilo. Sencillamente, no soy tan
generoso.
Sin embargo, la muerte de Gina es un giro que ni siquiera yo vi venir. El
asesinato se hizo de tal manera que hablaba de rabia pero también... de una
planificación precisa. Quien pasa tanto tiempo planeando y esperando a que la
víctima admire sus actos... es un psicópata loco que es muy inteligente.
Esto lo convierte en uno de los asesinos más peligrosos y, de alguna manera,
Emmaline acabó siendo su objetivo. Sé lo suficiente sobre asesinos en serie
como para entender que la muerte de Gina fue la forma enfermiza que tuvo el
cabrón de demostrar su amor y afecto por Emmaline.
—Quienquiera que sea, cubrió bien sus huellas. No podemos ver su cara en
la cámara, ya que llevaba una máscara, y las únicas huellas dactilares
encontradas en la escena fueron las de Emmaline. —Scarlett se desplaza un
poco más por su teléfono mientras bebe su café—. La última vez que vieron a
Gina, la escoltó la seguridad fuera del club y se metió en un taxi. Así que tardó
unas cuatro o cinco horas en hacer lo que hizo.
—Estamos tratando con un profesional o un aficionado. Y no estoy seguro
de qué es peor.
Necesitamos ayuda en este caso porque proteger a Emmaline a partir de
ahora es mi máxima prioridad. Mi venganza no incluye dañar físicamente a la
mujer de ninguna manera.
Como ningún hombre que lo hace merece vivir.
El grito femenino resuena en el pasillo, me levanto de la cama y salgo
corriendo, solo para ver a mi madre ser arrastrada por él hasta su habitación
mientras la agarra del cabello y tira bruscamente de él.
—Te dije que nunca pronunciaras su nombre en mi presencia —suelta,
con la rabia impregnada en el tono y el miedo invadiéndome, porque no
promete nada bueno.
Mamá forcejea en su agarre, golpeándole el brazo, pero su fuerza no es
nada contra la de él.
—¡Suéltala! —grito, corriendo hacia ellos y empujándolo con fuerza.
Pero él ni se inmuta y me da una patada que me lanza por los aires. Mi espalda
golpea con fuerza contra la pared y el dolor se dispara desde mi hombro hasta
mi brazo.
—¡No! —grita mamá, moviéndose en mi dirección, sólo para que él le tire
del cabello con más fuerza, arrastrándola lejos mientras la encierra en su
habitación, donde más gritos suyos llenan el aire.
Y no paran, a pesar que golpeo la puerta hasta que me sangran los puños.
Mis dedos se clavan con tanta fuerza en el cuero del cojín que oigo un
desgarro y noto la mirada preocupada de Scarlett. Sin embargo, no le doy la
oportunidad de hacerme preguntas.
Algunas heridas son sagradas, e incluso mis amigos íntimos no llegan a
escarbar en mi pasado y ver lo espantosa que fue la experiencia.
Haciendo acopio de autocontrol e indiferencia, me levanto y saco el móvil
mientras le ordeno a Scarlett:
—Trae a Emmaline. No me importa si está lista o no. Tenemos que firmar
el contrato y llamar al juez.
Ella asiente y se marcha mientras yo me dirijo a la terraza, echando la cabeza
hacia atrás y dando la bienvenida al viento que me abofetea en la cara. La
frialdad me aferra al presente, sin permitir que el pasado se apodere de mí.
Silenciando la voz que me susurra al oído sobre la oscuridad que nunca
descansa a mí alrededor, marco un número, y la persona responde al tercer
timbrazo.
—¿Sí? —La voz profunda y ronca, cargada de peligro y advertencia, me
saluda—. Más vale que sea bueno.
Una sonrisa se dibuja en mi boca y me acerco a la barandilla de granito,
golpeándola con la palma de la mano mientras contemplo la fascinante vista
desde tan arriba.
Aunque mi verdadero amor siempre será Boston, ya que me acogió con los
brazos abiertos, el encanto de Nueva York ocupa un lugar especial en mi alma.
Quizás porque la energía que bulle aquí coincide con la que me impulsa a
alcanzar mis objetivos cada día.
—Hola a ti también —le digo—. ¿No eres una persona madrugadora,
supongo?
Le oigo abrir una botella y engullir ruidosamente antes de responder:
—Has acertado. ¿Qué quieres, Wright?
La mayoría de la gente rehuiría al letal hombre que promete amenaza a quien
se cruce en su camino, ya que no tiene ni idea de lo que es la empatía o la
compasión, ¿y quién podría culparlos?
Al psicópata certificado le encanta torturar y matar a la gente por diversión,
exponiendo sus vicios y su verdadera naturaleza al mundo mientras busca la
alegría de provocarles la mayor agonía posible.
Nadie se apunta voluntariamente a estar en su compañía, ya que incluso
gente como yo se mantiene alejada de él, considerándolo demasiado loco para
existir en sociedad, y sin embargo lo hace.
Sin embargo, no me intimida, sólo me divierte la mayoría de los días.
Después de todo, conozco a muchos villanos en este mundo.
Sin embargo, sólo uno de ellos trabaja actualmente como agente del FBI.
—Estoy listo para cobrar mi pago por el favor que te hice.
Pasan varios latidos.
—Han pasado diez años. Pensé que nunca me lo pedirías.
—Por fin encontré un uso para tu talento.
En menos de una hora, Emmaline se convertirá oficialmente en una Wright.
Mía por elección y mía por ley y mía para protegerla mientras me
pertenezca.
¿Y si tengo que invocar a un asesino en serie que conozco para encontrar a
un asesino en serie que ha puesto sus ojos en ella?
Que así sea.
La necesitamos viva, sana y bien.
Sólo entonces podrá servir a su propósito y convertirse en una reina que
declare jaque mate a cierto rey.
Esta vez, la victoria será mía.
CAPÍTULO TRECE
“El amor y el odio siempre me han fascinado, ya que estas dos emociones son muy parecidas.
Ambos hacen que te obsesiones con la persona.
Ambos te instan a ser mejor, ya sea por el profundo deseo de ser aceptado o por ira, para
demostrarles que puedes ser feliz aunque se hayan cargado tu vida.
Ambos sirven como gasolina al fuego que arde intensamente en tu interior y que quiere darle a
esa persona todo lo que se merece. Ya sea bueno o malo.
Y por desgracia...
Ambos te atan para siempre a esa persona, ya que hasta que no la amas o la odias... nunca te
liberas realmente de ella.
¿No es trágico?”
Emmaline

Emmaline

Deslizándome sobre los tacones, paso mis manos por el sedoso vestido y me
doy la vuelta para estudiar mi reflejo en el largo espejo. Se encuentra en la
esquina derecha de esta enorme habitación con una enorme cama justo en el
centro y dos mesillas de noche. Una puerta da a un armario que tiene
innumerables trajes junto con corbatas, zapatos de cuero y una colección de
relojes que debe de haber costado una fortuna.
Vacío y frío, como el resto del interior de este ático.
Después de huir de Rafael, irrumpí aquí y me dirigí directamente a la ducha,
intentando no pensar en que esta habitación es donde duerme el enemigo ni en
el vestido y la lencería colocados sobre la cama.
Todavía me duele la piel por todo el lavado al que la sometí mientras hacía
todo lo posible para lavar la sangre que parecía empapar mi carne. Todo
mientras vigilaba la puerta de cerca porque aunque Rafael prometió no tocarme
sin que se lo rogara... no puedo ser tan estúpida de confiar en cada palabra que
pronuncia este hombre. Así que después de ducharme en un tiempo récord, me
sequé rápidamente y empecé a prepararme.
Esto me trae al ahora, mirándome a mí misma con un vestido largo de seda
que me abraza tan fuerte que muestra mi figura y una abertura que deja al
descubierto mi pierna derecha junto con unos tacones plateados que son ligeros
en mis pies.
—Tenemos que empezar a comprar vestidos de novia, cariño —dice
mamá, hojeando revistas de novias mientras toma su té—. ¿A menos que ya
tengas algo en mente?
Arrastrando el tenedor de un lado a otro sobre mi plato de tarta, le digo:
—Tengo algo en mente. —Sus ojos se llenan de emoción y aparta la
revista, prestándome toda su atención mientras un trueno retumba en el cielo—
. ¿Y si me pongo un vestido sencillo con poco maquillaje? Y preferiblemente
algo azul.
—¿No quieres un vestido blanco?
—No. —Suspiro, suelto el tenedor y levanto las rodillas, abrazándolas
mientras mamá me observa atentamente, y reconozco demasiado bien la
mirada.
Es su mirada de psiquiatra, la que busca hasta el más mínimo detalle para
entender lo que realmente está pasando.
—El blanco no me queda bien. —Lo cual es parcialmente cierto. Con mi
piel pálida, parezco un fantasma que ha venido a embrujarlos a todos cuando
tengo que vestir de blanco—. Sólo quiero una boda sencilla.
—Una boda sencilla —exclama y se pasa los dedos por el cabello—. ¿Qué
quieres decir con eso, cariño?
Me sudan las palmas de las manos y el corazón empieza a latirme tan
desbocado que lo siento en la garganta, porque ha llegado el momento. De
decir en voz alta mi deseo que probablemente hará daño a mis padres.
—No quiero que papá me lleve al altar. —Sus ojos se abren de golpe—.
Quiero decir... que no quiero que me lleven al altar.
Sin embargo, mis palabras sirven de poco para calmarla y, mientras veo
miles de preguntas en su cara, me doy la vuelta y miro a lo lejos,
concentrándome en la fuente de nuestro jardín mientras sangro internamente
por el inevitable daño que esta información le causará a mi padre.
Y a mí.
Odio hacerle daño, pero también, ¿cómo puedo permitir todo esto?
Sus decisiones me ponen en una situación imposible, y para evitarlo todo,
¿no sería mejor no entregarme?
Sin embargo, incluso a mis propios oídos, esto suena como una excusa.
Una excusa para tapar mi enfado con la persona que más amo.
—Se ha cumplido mi deseo —susurro, tocando la suave seda azul que
contrasta y a la vez resalta mis largos mechones oscuros que caen en cascada
por mi espalda. Después de ponerme rímel y delineador para estar al menos un
poco presentable, mis ojos aparecen increíblemente vivos en mi rostro agotado.
Me reiría si no quisiera llorar por cómo el universo me concedió el vestido
que quería sin que mi padre estuviera siquiera presente en la ceremonia.
Agarro el ramo de rosas que hay en la mesilla de noche y siseo cuando una
espina se clava en mi dedo y me saca sangre, lo que probablemente habría sido
mala suerte en cualquier otra situación.
Pero esta boda es una gigantesca mala suerte que no promete nada bueno,
así que la sangre es inevitable.
Sin embargo, me recuerda a lo que he visto antes y, cerrando los ojos, me
siento en la cama e inhalo todo el aire posible en mis pulmones, luchando por
respirar después que el alcance total de lo que sucedió en mi apartamento me
golpeara en la ducha.
Si tengo un placer culposo, es ver documentales policíacos que arrojan luz
sobre las horribles hazañas de quienes se han vuelto locos y se han empapado
de oscuridad sin darles gloria.
Especialmente después de lo que tuvieron que pasar mis padres cuando un
loco decidió arruinarles la vida debido a sus ilusiones, aprendí todo sobre los
asesinos en serie y la psicología sin estudiar realmente en ese campo.
Alguien entró en mi casa, mató a la chica que me odiaba y luego me
incriminó. No es una coincidencia.
O mejor dicho, esas coincidencias no ocurren en mi familia. Y si el plan era
inculparme de asesinato y salió mal, sólo puede significar una cosa: el psicópata
vendrá por mí, y Dios sabe qué será lo próximo que se le ocurra para hacerme
daño.
Necesito ayuda, pero ¿cómo puedo pedirla sin desvelar todo lo demás? Una
cosa es pasar por el calvario de Rafael y pagar por mis errores del pasado, y
otra muy distinta es vigilar constantemente mis espaldas esperando que alguien
salte sobre mí y termine lo que empezó.
Los psicópatas no reaccionan bien cuando sus planes cuidadosamente
trazados no salen bien. Eso intensifica su furia y sus astutas formas de atrapar
a sus víctimas y someterlas a tortura.
Excepto que nunca en mi vida he agraviado a nadie más que a Rafael...
Me incorporo bruscamente al pensarlo, el pánico anterior me pellizca
lentamente la piel y crece en mi interior. Respiro con dificultad, pero no
consigo calmarme.
¿Es él... es él quien mató a Gina?
Dios mío.
Fue él quien se presentó en la comisaría con todas las pruebas, moviendo su
poder para empujarme hacia este matrimonio y lo utilizó como arma.
Básicamente admitió haberme espiado, así que lo sabía todo.
Más respiraciones profundas mientras el ramo cae a mis pies y me cubro la
cabeza con las dos manos, intentando evitar el ataque de pánico que no hará
más que empeorar mi situación.
Pero, ¿cómo puede uno calmarse cuando existe la posibilidad que su novio
sea un asesino? Y él no ha dicho nada sobre el caso hasta ahora. Es como si
nunca hubiera ocurrido.
¿No debería haber estado al menos un poco preocupado ya que mis
problemas serán en cierto modo los suyos después de este matrimonio?
A menos que lo haya orquestado todo, claro.
Si hay algo que todo el mundo conoce de Rafael es su integridad.
Sin embargo, matar a alguien lo convertiría rápidamente de un imbécil
extraordinario a asesino, así que ¿lo arriesgaría todo por su venganza?
Me sacudo las sospechas, pero la voz de mi mente habla, no me deja
esconderme en mi capullo protector y fingir que algo así es imposible y una
locura.
No creías que papá fuera capaz de hacer lo que hizo en el pasado. Así que,
de verdad, ¿hasta dónde llegaría un hombre para arruinar la vida de una
mujer a la que odia?
—Dios mío —murmuro, deseando calmarme lo suficiente para seguir
siendo racional y lógica en esta situación, porque sólo una mente cuerda puede
salvarse.
A medida que el pánico agrava nuestra miseria, nos hace cometer
estupideces que resulta en más problemas. Aunque en este punto, me pregunto
si es posible que haya más problemas.
A menos que alguien realmente me mate, entonces me imagino que estaré
lo suficientemente en paz.
Tres golpes en la puerta, llaman mi atención justo antes que entre una mujer
con un vestido lápiz negro, y sus labios regordetes se ensanchan en una sonrisa
que no llega a sus ojos marrones. Su larga melena oscura le da un aspecto
bastante encantador y suaviza su energía dominante que se arremolina
instantáneamente a mí alrededor en su presencia.
En general, la mujer es impresionante.
—Hola, Emmaline. —Me saluda, adentrándose en la habitación y
recogiendo el ramo—. Mi nombre es Scarlett. —Me tiende la mano y se la
estrecho, su nombre me suena familiar.
Sí, Marcy mencionó una Scarlett antes.
—Oficialmente, soy el mejor abogado de Rafael en el bufete.
Extraoficialmente, soy su mano derecha, sin la cual no puede funcionar. —Una
nota extraña baila en los bordes de su tono, y frunzo el ceño ante esta afirmación
tan atrevida.
¿Qué significa? ¿Es su amante o algo así, y esa es su manera de mostrarme
quién tiene el poder aquí?
No debería preocuparse. Mientras mi cuerpo se comporta de forma extraña
con el hombre y olvida cualquier respeto por sí mismo o lealtad... no tengo
intención de suplicarle nada.
¡Sobre todo teniendo en cuenta que podría ser un asesino!
Sin embargo, mi teoría se demuestra errónea cuando añade:
—Y para que esto sea menos incómodo, aclaro que nunca me he acostado
con él, nunca he tenido deseos de acostarme con él y, créeme, él no me ve como
una mujer. —Se ríe entre dientes—. Gracias a Dios por eso.
De acuerdo, supongo que la felicito por aclarar las cosas con su futura
esposa, pero me da igual. Ahora recuerdo que el padre de Anthony mencionó
que la firma de Rafael tiene una abogada inteligente y segura que gana sus
casos con facilidad y una mente brillante. Es la mejor de las mejores después
de Rafael.
—Hola. Encantada de conocerte. —La mentira sale fácilmente de mis labios
después de los innumerables bailes que ha dado mi familia a lo largo de los
años, en los que tienes que sonreír y recibir a gente que te importa una mierda.
Sin embargo, en el mundo del poder, algunos conocidos son necesarios.
Aunque Scarlett debe apoyar todo lo que hace Rafael desde que está aquí,
podría serme útil en el futuro, y no necesito empezar con mal pie con una mujer
que dice ser su mano derecha.
Esos suelen tener todos los secretos, y yo puedo usar algunos secretos para
conseguir mi libertad cuanto antes.
Resopla, haciéndome parpadear.
—Por favor. No hace falta que mientas. Me odias a muerte, y si no lo
hicieras, no te respetaría en absoluto. —¿Qué?—. No apruebo lo que hace
Rafael, pero ninguna artimaña del mundo me hará traicionarlo. Así que —
mueve su dedo índice frente a mi cara—, quítate esa mirada calculadora de la
cara. Si quieres ver su caída, no seré yo quien te ayude a ello.
Maldición, es buena.
—Creo que si nos conociéramos en otras circunstancias, me gustarías al
instante —le digo sinceramente, lo que la hace reír.
—Bueno, gracias. Puedo seguir cayéndote bien, pero no intentes utilizarme.
—Tomo nota, y realmente no creo que pueda gustarme ya que está en el campo
enemigo, por así decirlo—. Tienes que firmar el acuerdo prenupcial y el
contrato ahora mismo. El juez estará aquí en diez minutos exactos. —Me
empuja el ramo, lo tomo y me levanto—. Estás muy guapa —dice, y sus ojos
se posan en mi anillo—. No me lo puedo creer —murmura, agarrando mi palma
de la mano y levantándola para estudiar el anillo de compromiso.
—¿Qué? ¿Que derrochó en el anillo para su falsa esposa?
—No. Que te dio el anillo de su madre. —Me congelo ante esto, y ella frota
la piedra con el pulgar—. Su padre le propuso matrimonio con este anillo.
Llamó a su madre su amado y precioso diamante, y la esmeralda es por sus
característicos ojos verdes de los Wright.
Espera. ¿Ellos?
¿Rafael tiene un hermano o hermanos?
Rastreo mi mente en busca de cualquier mención de hermanos, pero incluso
en mi época de enamoramiento adolescente, nunca había oído hablar que
tuviera hermanos.
Vuelvo a mirar el exquisito anillo. Aunque la romántica historia que hay
detrás es bonita, ¿por qué Rafael le daría esto a su novia falsa? ¿No empañaría
el recuerdo?
Tantas preguntas y nadie quiere darme respuestas.
—No lo diseñó Florian —digo lo más obvio. Rafael tiene treinta y seis años,
así que no puede ser Florian.
Su abuelo, entonces.
—Sí. Este es el diseño original de Atlas Price. Aunque Florian le añadió
algo, porque recuerdo que Rafael viajó a Chicago para recoger el anillo. —
Scarlett murmura y sacude la cabeza—: Interesante. —No estoy segura de qué
le parece interesante. Parece que su jefe no tiene corazón por no apreciar sus
reliquias familiares.
—¿Rafael tiene hermanos?
La tensión llena el aire mientras ella se echa hacia atrás.
—Tenemos que irnos ya. —Su evasión del tema me hace saber que hay una
historia complicada ahí.
Dios mío, ¿hay algo simple en este hombre?
—Sí. No querríamos que el rey esperara, ¿verdad? —Antes que pueda decir
algo más, me doy una última mirada en el espejo y salgo. Atravieso el pasillo
y me dirijo al salón, y mis movimientos se detienen cuando veo a Rafael de pie
en la terraza, en toda su gloria elegante y oscuro esplendor, que debería estar
prohibido para gente como él.
Cuando una mujer lo mira, puede parecer que los trajes se crearon
específicamente para él en esta tierra, ya que nadie los lleva como él, lo que no
hace sino realzar su atractivo y el brillo perverso de sus ojos.
Después de todo, sólo los monstruos que llevan máscaras encantadoras que
ciegan a la gente de sus vicios tienen el poder de tentar incluso a las criaturas
más obstinadas en sus garras.
Debo resistirme a su encanto que habla a la parte más primitiva de mí a un
nivel que nunca podría esperar.
Y para curarme de esta locura que me confunde, transformándome en una
débil y patética mujer que puede ser... ni siquiera tengo una palabra adecuada
para describir mi comportamiento. Así que con eso en mente, le lanzo la
pregunta.
—¿Mataste a Gina?
Como se apoya en la barandilla, se da la vuelta lentamente, y mi interior me
grita que me calle porque la rabia que emana de él a raudales casi me derriba,
y oigo el grito ahogado de Scarlett.
¿Cómo puedo casarme con un hombre si ha matado a alguien? Necesito
saberlo, y no es que esta pregunta salga de la nada.
El hombre es despiadado.
Rafael camina hacia mí, cada paso imposiblemente ruidoso en el espacio
silencioso y, aunque quiero correr en cualquier otra dirección para evitar el
inevitable aplastamiento, me mantengo firme y me enfrento a su furia de frente.
Mi doloroso gemido retumba en las paredes cuando Rafael me agarra el
cabello con un puño, acercándome a él y provocándome dolorosas punzadas en
el cuero cabelludo.
—A pesar de lo que tu pequeño yo afirmó hace tantos años, siento un
profundo respeto por la ley y los inocentes. —Me estremezco, su rostro duro
como el granito mientras todo su cuerpo vibra de furia—. Te odio con todo mi
ser, créeme.
—Rafael. —La voz tensa de Scarlett atraviesa mi dolor y, por primera vez
en su presencia, me pregunto si puede golpear a una mujer.
Está claro que le juzgué mal, y yo también tendré que pagar por este pecado.
—¡No te metas! —le ladra, mientras me sujeta con más fuerza—. Nunca
mataría a un inocente, sea hombre o mujer, por tu culpa. Métetelo en la cabeza.
—Con esto, me suelta, haciéndome tropezar hacia atrás, y Scarlett me atrapa,
estabilizándome.
Rafael aprieta y afloja la mano mientras con la otra se pellizca el puente de
la nariz, luchando por su infame control por lo que parece, y yo me froto el
cuero cabelludo, aliviando el dolor.
Sin embargo, fue más aterrador que doloroso.
Finalmente, vuelve a mirarme, y hay tanta repulsión que es difícil sostenerle
la mirada.
—No vuelvas a cuestionar mi integridad, Emmaline. ¿Entiendes?
Malditamente no lo hagas nunca.
—Admítelo, Rafael. Usaste la ventaja y forzaste...
—No lo he hecho. Tengo respeto por la ley. ¡Por las mujeres! —Traga
fuerte—. ¡Nunca podría haberlo hecho!
—Admite tu culpa, Rafael. —El hombre me señala—. Ella lo vio todo. No
puedes mentir más.
Salto cuando grita:
—¡No soy yo quien miente!
En este momento comprendo que su resentimiento y su rabia hacia mí son
más profundos de lo que jamás había previsto.
—Lo siento. —Mis ojos se abren de par en par ante su disculpa. Su voz es
más tranquila, aunque en su mirada aún destellan rastros de ira, rápidamente
cubiertos por la indiferencia—. No volverá a ocurrir.
¿Ahora se disculpa? ¿Qué le pasa por la cabeza? Aunque no puedo culparlo.
Considerando a lo que lo sometí en el pasado y luego volviendo a abrir la boca,
acusándolo de un crimen espantoso.
Pero no tengo tiempo de pensar en ello, porque suena el ascensor y Scarlett
dice:
—El juez John está aquí. —Sonríe y se dirige a él mientras Rafael me indica
que me acerque a la mesa.
Veo que hay dos contratos y agarra uno.
—Estas son tus condiciones. —Recorro rápidamente el documento con la
mirada y asiento—. Y esto es un acuerdo prenupcial. Firma los dos —me
ordena, deslizándome un bolígrafo, y ya veo sus dos firmas en los documentos.
Estudio el acuerdo prenupcial más detenidamente. Básicamente, establece
que nuestras finanzas permanecen separadas. Lo que tenga le pertenece, y no
tiene derecho a la fortuna King como mi cónyuge ni recibe nada de mi fondo
fiduciario. Un acuerdo prenupcial estándar para proteger nuestros bienes
mutuamente.
Sin embargo, cuando mis ojos se posan en la cláusula cincuenta y seis, justo
al final, se me cae la mandíbula.
—¿Me estás regalando este edificio? —¿Está loco?—. Cuesta una fortuna.
No lo necesito.
—No puedo dejarte sin nada, cariño.
Aprieto los dientes.
—¿Por qué no?
—Me importa mi reputación, y no seré el imbécil que dejó a su joven esposa
sin nada. Considerando el costo de este edificio, me llamarían generoso —
sisea—: Algunos incluso podrían compadecerse de mí.
Ah, ya veo.
—¿Así que quieres que todo el mundo piense que fui la zorra codiciosa que
sacó este edificio de nuestro corto matrimonio? —Un último clavo en el ataúd
en mi reputación social porque nadie lo olvidará jamás.
Seré etiquetada para siempre como la cazafortunas. A pesar de mi apellido,
asumirán que elegí a Rafael por su dinero.
—El poder tiene sus ventajas, ¿verdad? —Agarra el bolígrafo y extiende su
mano hacia mí—. Fírmalo para que podamos proceder.
—¿Así de rico eres? ¿Puedes regalar un edificio así por rencor?
—¿Qué puedo decir? Soy multimillonario, cariño. —Su voz baja unas
octavas, toda la diversión desaparece—. Firma el puto contrato, Emmaline, y
deja de poner a prueba mi paciencia. A menos que quieras que renuncie a todas
tus condiciones.
Y volvemos a las amenazas.
Le arrebato el bolígrafo, vuelvo a dejar los contratos sobre la mesa y los
firmo rápidamente.
—Para que lo sepas, venderé el edificio y donaré todo el dinero a la
beneficencia.
—Admirable. Excepto que necesitas leer mejor los contratos, según la
cláusula debajo de la cincuenta y seis. Dice que no puedes vender la propiedad
hasta diez años después del divorcio.
Apenas me resisto a gritar, ya que eso sólo lo divertiría más, así que me
muerdo el labio mientras el juez se acerca a nosotros, mirando entre los dos y
leyendo claramente el estado de ánimo. Debe de tener unos sesenta años. Tiene
profundas arrugas bajo los ojos y da la sensación de ser un abuelo, parecido a
mi abuelo, al que probablemente le dará un ataque después de todo esto.
—Rafael. —Se dan la mano y él agarra la mía y se la lleva a la boca—.
Emmaline. —Esboza una sonrisa que parece tan extraña en sus rasgos
estrictos—. Eres la viva imagen de tu madre.
—¿Conoces a mi madre?
—Sí. Trabajamos juntos en un caso hace doce años. Yo era detective
entonces. Ella nos ayudó a atrapar a un asesino en serie estudiando su psique.
—¿No es ese el trabajo de un perfilador? ¿Por qué estaba mi madre involucrada
en el caso? Aunque recuerdo que le dijo a papá que no volvería a trabajar en un
caso criminal después de ese.
Debe haber sido duro.
El juez me palmea el hombro antes de soltarme.
—Así que estoy familiarizado con el temperamento de tu padre, y por eso
decidí ayudarlos a ustedes, dos amantes desafortunados.
—¿Qué quieres decir?
Rafael me rodea la cintura con el brazo y me agarra posesivamente con la
palma de la mano extendida sobre mi vientre. Su olor me estremece la nariz y
crea un capullo a mí alrededor al que es casi demasiado tentador resistirse.
Casi, pero afortunadamente mi mente racional se impone cuando el juez
explica:
—Rafael me llamó en mitad de la noche, pidiéndome un favor. Al parecer,
su futura esposa está prometida y su padre nunca lo aprobaría. —Dios mío,
¡hasta engañó a un anciano para que hiciera algo por él!—. Estoy en esa edad
en la que esas historias románticas me emocionan. —Me sostiene la mirada—
. Me alegro que hayas elegido el amor, niña. Nada es más importante que eso.
—¿Aunque al hacerlo esté traicionando a un hombre inocente? —Mi golpe
sarcástico probablemente no tiene el efecto que debería, considerando que mi
voz vacila un poco.
Hice todo lo posible por encerrar los pensamientos sobre Anthony en algún
lugar lejano y no centrarme en mi dolor en esta nueva realidad entre el resto de
locuras.
Porque en el fondo... a pesar de la culpa, de mi pesadilla y de mi odio hacia
Rafael por lo que me está obligando hacer... hay alivio.
Alivio de no tener que casarme con Anthony y pasar el resto de mi vida
viviendo una mentira.
Y esta comprensión sólo aumenta mi odio hacia mí misma, y no soy mejor
que Rafael. Jugué con las emociones de Anthony en lugar de ser honesta.
El juez parpadea varias veces, con las mejillas encendidas, mientras Rafael
me susurra al oído, haciéndome cosquillas en la piel.
—Compórtate, cariño.
El juez finalmente sale de su asombro ante mi pregunta.
—Cierto. Bueno, el camino del amor nunca es fácil. A veces herir a alguien
es lo que lo salva. Es mejor terminar las cosas y darles la oportunidad de
encontrar el amor verdadero que atraparlos a ambos en una unión sin amor.
Excepto que la vida es multifacética, y no es tan fácil. No querer casarse con
alguien no significa no quererlo.
Rafael me agarra con más fuerza, sus dedos se clavan en mi carne y me
transmiten ondas de calor por todo el cuerpo.
—Deja de pensar en otro hombre el día de nuestra boda. —Su voz ronca
está impregnada de posesividad, y una advertencia se desliza a través de mí,
poniéndome la piel de gallina.
Rafael es mi locura y mi vergüenza, pues ninguna mujer en su sano juicio
reaccionaría así ante él después que la chantajeara.
—Casémonos entonces —digo, colocando mi mano sobre la suya y
apartándola de mi cintura, para luego dar un paso atrás.
—De acuerdo. —El juez da una palmada—. He preparado todo el papeleo,
así que necesito hacerle unas preguntas...
—No hace falta. Firmemos lo que tenemos que firmar y tú puedes ser testigo
de nuestra unión.
El juez se frota la barba.
—Ahora, muchacho. Sé que tienes prisa. Una novia merece una ceremonia
adecuada. —Lo mira con severidad.
Vaya Juez.
—Sí, Rafael. ¿Por qué te has molestado en hacer todo esto —me paso la
mano por la cintura y agito el ramo—, si no querías que durara? —pregunto
dulcemente, y Scarlett resopla.
—¿Qué puedo decir, cariño? Hoy tengo otros planes para ti. —Sus ojos se
oscurecen, recorriéndome, y aspira un suspiro—. Y para este vestido.
Sólo un estúpido habría pasado por alto su insinuación, y lo golpeo en el
pecho con las flores. Varios pétalos caen al suelo mientras el juez se pone tan
rojo que es un milagro que no explote.
—Ahora, muchacho. Muestra un poco de respeto. —Toma la carpeta
extendida de Scarlett y la pone sobre la mesa—. Cada uno de ustedes tiene que
firmar aquí. —Vuelve a mirar a un lado y a otro entre nosotros y luego centra
su mirada en mí—. Quieres casarte con este joven, ¿verdad, Emmaline? —La
inquietud resuena en su tono y debe de haber sido un buen detective en su día,
si duda ve a través de toda esta farsa.
Por desgracia, mostrar mis verdaderas emociones es un privilegio que no
tengo en este momento, así que respondo:
—Sí.
—Di que sí, cariño.
Las espinas se clavan en mi piel y me escuecen cuando aprieto el ramo,
odiando su orden pero murmurando:
—Sí, quiero.
—Genial entonces.
Rafael agarra el otro bolígrafo, lo voltea entre sus dedos y finalmente
garabatea su firma en el papel y luego me da el bolígrafo.
Y aunque ya he firmado los dos contratos anteriores, hago una pausa, el
bolígrafo se cierne sobre los documentos con mi corazón latiendo tan
salvajemente que estoy segura que deben escucharlo.
Porque con una firma me convertiré en Emmaline Wright.
Haré un trato con el diablo y rezaré para no arder en su infierno.
¿Es ésta mi única opción en este momento? ¿O puedo salvarme si no me
sacrifico para salvar a Anthony, que se buscó todo esto cuando decidió hacer
algo que podía poner en peligro su negocio familiar?
¿Mostré mi debilidad o mi fuerza cuando acepté casarme con Rafael?
—Emmaline —me llama el juez, y mis dedos se enroscan con más fuerza
alrededor del bolígrafo—. ¿Va todo bien?
—Papá, ¿puedo hacerte una pregunta? —Me subo a su regazo y él aparta
la tableta, ajustándose las gafas en la cara—. Una pregunta muy importante.
—Por supuesto, cariño. ¿Qué pasa?
—¿Por qué la gente hace cosas malas?
Reflexiona sobre mis palabras durante unos segundos y luego me palmea
la cabeza, pasándome los dedos por el cabello.
—Porque tienen dolor.
—¿Así que podemos herir a alguien cuando tenemos dolor?
—Sí.
—¿Pero por qué?
—Cuando hacemos daño, nos odiamos y nos culpamos, sin dejar espacio
para el amor. Y los que no tienen amor... se vuelven muy crueles.
Mi amor nunca puede ser una debilidad.
Con este pensamiento en mente, garabateo mi firma y me enderezo, dejando
caer el bolígrafo sobre la mesa mientras el juez revisa el papeleo.
—Excelente. Felicidades a los dos. Que este matrimonio dure toda la vida.
Dios no lo quiera.
—Juez John, gracias por su ayuda. Y espero que acepte mi regalo. —Rafael
hace un gesto a Scarlett que toma otro documento y lo toca.
—No hace falta el regalo. Te debo una. Sólo hazla feliz. —Me sonríe, su
piel crujiendo por la acción, y luego gira para mirar a Scarlett—. Aunque no
me importarían unas vacaciones. —Mira el papel—. Eso es lo que es, ¿verdad?
—Sí. Hotel de cinco estrellas para usted y su esposa. Directamente de su
tablero de sueños.
—¿Quiero preguntarte cómo lo sabes?
—No.
Comparten una carcajada, y yo me dirijo a la habitación, deseando nada más
que encerrarme en ella y no salir nunca hasta que todo esto termine.
Pero Rafael me agarra por el codo y empieza a arrastrarme hacia la terraza.
—¿Qué estáis haciendo? —susurro-grito, ya que el juez sigue en la sala y
acepta la oferta de Scarlett de tomar café—. Estoy cansada. Me gustaría dormir
un poco. —Me ignora y se detiene sólo cuando estamos casi junto a la
barandilla—. ¿Qué? ¿Quieres tirarme por el borde?
—Menos mal que nunca quisiste ser comediante, Emmaline. No eres tan
graciosa. —Me da un golpecito en la nariz y yo le aparto la mano de un
manotazo, mirándolo mal—. Tenemos que hacer unas fotos, y el amanecer
sobre el horizonte de Nueva York es bastante romántico, ¿no crees?
—¿Por qué necesitamos fotos?
—¿De qué otra manera anunciaríamos nuestra boda?
No.
¿El señor que nunca hace anuncios públicos ni publica nada en sus redes
sociales quiere hacer un anuncio público sobre esto?
—Rafael, no puedes hacer eso.
Me invade el pánico. En cuanto publique nuestra foto en Internet, se acabó
el juego para mí. Todo el mundo lo sabría.
Incluidos mis padres y Anthony, y ellos merecen enterarse por mí y no ser
sorprendidos.
—¿Por qué no? —Sin esperar mi respuesta, grita—: Scarlett, ven aquí y
trae tu teléfono, por favor. —En un segundo, ella camina hacia nosotros,
sosteniendo su teléfono en alto, lista para tomar una foto—. No todos los días
me caso, cariño. El mundo merece saber que estoy oficialmente fuera del
mercado. —Me atrae hacia él, mi pecho choca contra el suyo cuando la ligera
brisa nos roza, aplastando mi vestido sobre mis piernas.
Me retuerzo en su abrazo y me doy un poco de espacio, usando las flores
como escudo entre nosotros.
—Solo lo haces para torturarme, ¿verdad? —susurro y jadeo cuando levanta
mi barbilla, nuestros labios están separados por centímetros—. Por favor, no lo
publiques. No hasta que hable con todos. —No me importa que lleve cinco
segundos casada y ya le esté suplicando clemencia.
—Scarlett. —Esa es su única respuesta, y me quedo helada cuando presiona
sus labios contra mi frente, mis ojos se cierran ante el suave tacto que de alguna
manera tira de las cuerdas de mi alma, justo cuando oigo a Scarlett tomar varias
fotos.
Rafael se echa hacia atrás y su mano se desliza hacia arriba, me acaricia la
mejilla y me frota la piel con el pulgar. Aunque debería apartarme de él,
permanezco inmóvil, demasiado asustada por lo que pueda exigirme a
continuación. Sus ojos se oscurecen, convirtiéndose en esmeraldas fundidas y
reflejando la luz del sol en ellos.
—La compasión será tu perdición algún día, cariño. —Chasquea la lengua—
. Después de todo, los humanos son criaturas egoístas que se alimentan de
aquellos que se sacrifican en el altar de lo que es correcto. Todos tenemos
vicios; más pronto que tarde, nos conquistan y exigen que se mantengan sus
ansias.
—Amar a alguien no es un pecado, Rafael. Quizás si lo hicieras, no habrías
actuado así.
Algo cruza su rostro, sus dedos se enroscan con más fuerza en mi cintura y
su mano en mi mejilla se flexiona mientras un músculo hace tic en su
mandíbula.
El mayor odio no nace de la maldad... nace del amor. Cuando alguien nos
quita lo que amamos o a quien amamos... nuestro dolor nos empuja a
convertirnos en alguien que ya no reconocemos. El dolor y la agonía son tan
fuertes que nada puede calmarlos. Nada excepto la caída de quien nos costó
nuestro amor.
Las palabras de papá resuenan en mi oído cuando me doy cuenta de que
me golpea con tanta fuerza que me revuelve el estómago y el frío se hunde en
cada hueso de mi cuerpo, enviando escalofríos por mi columna vertebral.
Todo este tiempo, pensé que le había costado su carrera, su reputación, su
libertad.
¿Qué pasa si me equivoqué?
¿Y si lo que le costó... fue amor?
El pensamiento me duele a un nivel que no comprendo, me saca por fin de
mi estupor y me alejo.
—Ahora me gustaría descansar un poco. —Sin esperar a que diga algo, salgo
corriendo hacia el salón, pero me detengo un segundo cuando su voz retumba
en el aire.
—Te despertaré en unas horas.
Sin molestarme en darme la vuelta porque leerá mis emociones en mi
rostro, paso junto al juez atónito y llego rápidamente a la habitación, cerrándola
con llave mientras presiono mi espalda contra la puerta.
Me deslizo lentamente hacia abajo hasta que mi trasero llega al suelo, y
escondo la cara en las rodillas, las lágrimas corren por mis mejillas mientras
me tapo la boca para que nadie oiga mis sollozos.
Me permito experimentar plenamente el dolor por la vida que podría haber
tenido y la que nunca tendré porque este matrimonio la desvía para siempre en
una dirección desconocida.
Me concedo la gracia de ser débil en este momento para llorar por mi primer
amor perdido, por un asesino en serie en potencia que me tiene en el punto de
mira y por el hecho de estar casada con un hombre sin moral al que mi miseria
le produce la mayor de las alegrías.
Sin embargo, después de un rato, todas mis lágrimas se secan.
Mis padres me educaron para ser amable y compasiva, pero también
valiente.
He sido perfecta toda mi vida, tratando de expiar un pecado que me
persiguió de todos modos.
Ha llegado el momento de enseñar por fin los dientes.
El juez John tiene razón.
Soy la viva imagen de mi madre.
¿El carácter, sin embargo? Oh, lo heredé de mi padre.
Y si algo sabe todo el mundo de Zachary King... es que consigue lo que
quiere.
Si Rafael desea mi caída, entonces caerá junto a mí.
Desconocido

Bostezando, entro en la cocina y frunzo el ceño al oír los fuertes gemidos


que provienen del otro lado de la pared de esta pocilga de apartamento en las
afueras de la ciudad.
Por desgracia para mí, alquilé el piso de al lado de una puta que tiene tantos
clientes al día que me sorprende que aún le quede energía para gemir.
No podía permitirme otra cosa en esta maldita ciudad tan despiadada con
los menos afortunados, como si fuéramos peores que los demás.
Nunca pueden ocultar su desagrado en nuestra compañía, sobre todo cuando
el resentimiento llena sus ojos mientras escudriñan nuestra ropa sucia y se
preguntan por qué estamos parados junto a ellos.
La ira se apodera de mí y agarro un cuchillo cercano, lo arrastro sobre la
encimera de la cocina y cierro los ojos ante el sonido afilado, bloqueando
temporalmente mi realidad. En cambio, una sonrisa dibuja mi boca cuando
pienso en Gina.
Cómo gritó cuando le corté la piel, cuando la sangre goteó por todo su
cuerpo y probé parte de ella en mi lengua.
Una hermosa mujer que se convirtió en mi obra maestra, exhibida para
Emmaline como la mejor de las obras de arte que debería colgar en un museo
por lo hermosa y asombrosa que es.
¿Qué puede haber mejor que el dolor y la agonía de los afortunados que
pensaron que la vida sería un paseo dichoso sin fin y, en cambio, acabaron
descuartizados como un trozo de carne inútil que se pudriría bajo tierra?
Debajo de mi cama, tengo una caja entera llena de varias fotos de miembros
cortados, cuerpos ensangrentados y algunos ojos arrancados, todo palideciendo
en comparación con la foto de Gina, extendida como un ángel, aunque en
realidad era un demonio del infierno.
Mis trofeos son mis posesiones más preciadas, pero también, muestran la
evolución de mi arte ya que he practicado mucho todos estos años, dominado
mi oficio, preparándome para este momento en todo momento para poder crear
realmente una obra maestra que nadie olvidará jamás una vez que me reúna con
mi Emmaline.
Abro los ojos de golpe, tomo una botella de agua de la nevera, me la bebo
de un trago y enciendo el viejo televisor de la esquina.
Al pulsar los botones, salto por los principales canales y frunzo el ceño
cuando no se menciona mi delito.
Silencio.
¿No deberían todos los informativos hablar del horrendo crimen que
cometió Emmaline King?
Mi plan era absolutamente perfecto, con todos los detalles pensados.
Un juicio publicitado en el que la declararán culpable y la enviarán a la
cárcel, y yo me uniré a ella allí para terminar realmente donde comenzó.
¿Por qué no está todo el mundo gritando sobre Emmaline como hicieron con
su madre?
Cuanto más paso los canales, más rabia me consume y, con un grito, golpeo
con fuerza, ignorando el dolor que viaja desde la palma mi la mano hasta el
codo.
Después de tirar la botella de agua, con el líquido goteándome por todas
partes, corro a mi habitación y tomo el móvil. La pantalla agrietada apenas me
muestra algo, pero busco en los sitios de noticias en línea cualquier mención a
Emmaline.
Nadie denunció el delito.
Me desplazo y deslizo hasta que mis ojos se posan en cualquier noticia que
la mencione.
Una foto de boda anunciando su matrimonio con Rafael Wright.
—No —digo, acercándome a él y notando su mirada posesiva sobre ella
mientras ella parece tan en paz por su beso, todo el sol iluminándolos—. ¡No!
—grito, tirando el teléfono de nuevo sobre la cama y golpeando la pared con el
puño—. ¡No!
¡Esto no puede volver a suceder!
Un hombre obsesionado y poderoso que la protege de la maldad que este
mundo le ha mostrado y que, sin embargo, la ha perdonado.
¡No pueden ganar esta vez!
Golpeo la pared hasta que mis puños se entumecen y la sangre mancha el
color amarillo desteñido. El agotamiento me supera, y caigo de rodillas, con
mil voces, una más fuerte que otra, gritando en mi cabeza.
—Repite después de mí. No soy nada. —Una mano áspera se enreda en
mi cabello, tirando tan fuerte que un grito emerge de mi garganta—. ¡Repítelo!
—No soy nada —digo por fin entre lágrimas, con el cuerpo dolorido por
los golpes, y grito cuando me da una bofetada que me arranca los dientes—.
Lo siento. —Sollozo, sin saber por qué él me odia tanto.
Tanto, tanto.
—No te disculpes. —Con esto, me deja en el suelo y me patea tan fuerte
en el estómago que no puedo respirar—. Muérete de una puta vez. Muérete de
una puta vez. —Más patadas vienen, y en este momento, realmente rezo para
que alguien me mate.
Porque la muerte es mejor que esta vida mía.
He esperado mucho tiempo para morir por fin, y ahora nadie me detendrá.
Ni siquiera Rafael Wright.
Emmaline no seguió las reglas, y con ello despertó en mí una locura que
nunca deseó hacerle daño.
Todas las chicas malas son castigadas.
Y ha llegado el momento de demostrarle a Emmaline cuánto.
CAPÍTULO CATORCE
—Toda persona despiadada tiene un pasado que la quebró de un modo que nunca esperó.
Incluso el Rey del Desamor.
Rafael

Para: Alguien
De: E

¡Hola!
Esta es probablemente la cosa más estúpida (y loca) que he hecho en mi
vida, pero en este momento realmente no tengo nada más que perder así que...
Me llamo... bien, no puedo decirte mi nombre porque entonces podrías
averiguar quién soy. Incluso tuve que crear este nuevo correo electrónico falso
para reunir el valor para escribirte en primer lugar. He escrito muchos
borradores para luego borrarlos. Ninguno me parecía lo bastante perfecto.
O explicado mi situación sin ninguna confusión persistente. A decir
verdad, no estoy segura de cómo se supone que debo explicar lo que todavía
estoy tratando de entender.
Sin embargo, en la búsqueda de la perfección, puede que nunca encuentre
la fuerza para compartir lo que me duele en el alma, así que aquí va.
Hace tres días, mi vida cambió irrevocablemente.
La perfecta bola de nieve creada por mis padres a mí alrededor, donde
sólo existía la belleza, se rompió en pedacitos, y todos esos pedacitos
atravesaron mi alma y la hirieron de formas que nunca vi venir.
Y en medio de mi desesperación, encontré en mi bolso este folleto de un
centro psicológico que ofrece charlar con adolescentes en privado. O sea,
básicamente en secreto.
Mis padres pueden permitirse cualquier terapia del mundo, mi madre
incluso es... tampoco puedo decir lo que es porque quizás lo descubras
entonces. En fin, no quiero que se enteren de esto ni de cómo me ha afectado
realmente esta situación. De alguna manera, estoy perdida, y nunca he estado
perdida en mi vida.
Al principio no le di importancia. Sin embargo, el folleto siguió
apareciendo en los lugares más extraños, así que empiezo a pensar que fue una
intervención divina.
En fin, estoy parloteando...
Hace dieciséis años, mientras estaba embarazada de mí, mi madre fue
acusada de asesinar a la entonces mujer de mi padre (súper confuso, así que
sólo lo llamaré Z). Él no la soportaba y juró destruirla por haberle quitado a
la persona que amaba, y como tenía todos los medios y todos los abogados de
su parte junto con pruebas que apuntaban hacia ella... fue condenada por
asesinato y enviada a prisión. Allí sufrió un atroz ataque que hizo que me diera
a luz antes de lo esperado.
Es entonces cuando la cosa se complica.
A mi madre le dijeron que yo había muerto, y vivió un infierno durante los
tres años y medio siguiente, antes que se encontraran nuevas pruebas y la
pusieran en libertad, limpiando su nombre. Lo perdió todo... su carrera, sus
amigos, incluso a su entonces marido. Aunque recuperar su reputación fue
estupendo, no la curó en absoluto ni ayudó a una mujer destrozada.
Sin embargo el verdadero asesino, seguía suelto, y Z decidió expiar sus
pecados y protegerla mientras intentaba activamente atrapar al asesino. Una
cosa llevó a la otra... y acabaron juntos (algo que siempre me pareció
romántico, ya que eran grandes enemigos, pero ya no).
Aquí viene la parte complicada que he mencionado antes.
Sin que mi madre lo supiera, Z me tomó y contrató a todos los médicos
para salvarme la vida y luego me reclamó como suya. Todo el mundo pensó
que me había adoptado, y yo también.
O mejor dicho, era demasiado pequeña para pensar en mis orígenes, y
cuando Z se casó con mamá, supuse que mi madre había vuelto conmigo, y yo
era la niña más feliz adorada por sus padres. Luego vinieron mis hermanos
gemelos y la vida era una dicha.
Sin embargo, en mi cumpleaños de este año, mis padres decidieron
contarme la verdad, y la verdad es que... mi verdadero padre es el tío S (el ex
marido de mi madre que acabó casándose con la hermanastra de Z, y aunque
nunca estuvimos muy unidos a ellos, los veíamos en las reuniones familiares).
El tío S siempre fue amable conmigo y tenía tiempo si tenía alguna pregunta.
Supuse que era un hombre amable.
Sin embargo, eso es mentira, porque a un hombre que abandonó a mi
madre no se le puede llamar nada bueno... él sólo quería tener una relación
con su hija. (Él no sabía que mamá estaba embarazada, y eso es culpa suya.
Se negó a escucharla cuando intentó decírselo y simplemente la abandonó).
Además, no me relacionaba mucho con él porque a pesar de mi padre...
lo que decía Z... no le caía bien y siempre abrazaba a mamá cuando el tío S
estaba cerca (mi padre es ferozmente posesivo con mamá. Es muy lindo).
Aún recuerdo el zumbido en los oídos, la respiración entrecortada y el
dolor... tanto dolor en el pecho cuando los tres soltaron la verdad sentados
frente a mí en el sofá.
Una cosa es saber que eres adoptada, pero descubrir que el hombre al
que amaste toda tu vida y considerabas tu padre te apartó de tu verdadero
padre (que era un hombre libre para poder cuidar de mí). Simplemente me
destrozó.
Mi padre siempre fue mi héroe.
Él ama a mamá de una forma que las mujeres sólo sueñan. Es un padre
increíble para mí y los gemelos, y tiene una integridad empresarial impecable.
Respetado por amigos y enemigos por igual, sin embargo... ha hecho algo tan
cruel. Dejó que mi madre creyera que yo había muerto. Como... la aplastó y
claramente no sintió ningún remordimiento ya que sólo le dijo la verdad una
vez que ella se enteró.
¿Cómo vive una chica con semejante conocimiento?
Aún no conozco todos los detalles; tengo la sensación que me ocultan
algo... algo grande, aunque probablemente se trate de una ansiedad infundada,
ya que ¿qué puede ser más grande que esto?
Mantuve todas mis emociones a raya porque no tengo derecho a juzgarlos,
¿verdad? No han sido más que maravillosos conmigo.
Y tengo que encontrar la manera de convencerlos que estoy bien con todo
esto. Tal vez incluso tener al menos algún tipo de relación con el tío S. Él tiene
una hija de nueve años con la tía F, así que supongo que ahora tengo un
hermano más.
Mi novio me dice que no he perdido nada, sólo he ganado más familia, y
que debería estar contenta. Así que tampoco puedo compartir mis
preocupaciones con él.
Quizás porque en el fondo me siento culpable por esos pensamientos,
pero... mi familia era perfecta tal y como era. No necesitaba más porque la
nueva incorporación borró todos los buenos recuerdos, sustituyéndolos por
estos pensamientos intrusivos.
Como si no les perteneciera... como si no fuera una verdadera... como si
no fuera una verdadera persona para llevar el apellido que me dio mi padre.
Mis hermanos representan el amor de mis padres, mientras que yo soy un
recordatorio constante de su dolor y sus errores pasados. Y es horrible sentirse
así cuando siempre has sido la niña de papá, y nadie te ha mostrado nunca
nada más que aceptación y amor.
¿Cómo puedo expresar mis preocupaciones sin herirles?
Prefiero callar y fingir que hacerles daño, sobre todo a mi madre.
Mis padres piensan anunciarlo públicamente, para que nadie pueda
usarlo nunca en nuestra contra, y oh, a todo el mundo le encantará esta historia
y me perseguirá con ella hasta que aparezca algún nuevo cotilleo candente.
Esta verdad me seguirá a todas partes, y me graduaré dentro de dos años, con
el objetivo de ingresar en una de las escuelas más prestigiosas.
Sólo necesitaba decírselo a alguien... aunque fuera por escrito, porque mi
verdad burbujea dentro de mí, creando algo feo y desconocido, reventando mi
burbuja feliz y enviándome volando por el acantilado hacia lo desconocido.
Gracias por escucharme. Aunque no respondas, no importa.
Al menos alguien se enteró del dolor oculto en lo más profundo de mi
alma.
E
3 horas después

Para: E
De: R

Tienes que preguntarte… ¿estás enfadada con tus padres por ocultarte la
verdad?
¿O tu rabia y tu dolor provienen del hecho que te dijeron la verdad y luego
te arrojaron por el precipicio sin paracaídas para enfrentarte a la sociedad
cuyo escrutinio tendrás que soportar el resto de tu vida?
Todo lo que hagas a partir de ahora será juzgado a través de la lente de
tu suerte, y tendrás que demostrar el doble a todo el mundo que te mereces
todo lo que el destino te ha concedido.
Todos tus logros se resumirán a la suerte y a la familia mientras que tus
vicios y fracasos a tu desagradecimiento por el regalo recibido.
Por desgracia, es inevitable.
Tu familia te ama y eso nunca cambiará, sin embargo esta verdad te
empujará a hacer cosas cuestionables porque inconscientemente siempre
pondrás a prueba su amor e intentarás agradar al público al que de todas
formas no le importará.
Nunca ganarás, E.
Y sólo te detendrás cuando estés en paz con una sola cosa.
No somos responsables de las decisiones de nuestros padres, pero vivimos
con las consecuencias de dichas decisiones.
Así que se nos permite sentir resentimiento, aunque hayamos sido
educados en el amor.
Las personas desinteresadas son admirables; sin embargo, son las que
más se joden, ¿y sabes por qué?
Porque a veces tienes que ser egoísta y ponerte primero para ser feliz, ya
que nadie te daría un premio especial antes de tu muerte por interpretar a un
personaje secundario en tu propia vida.
R
Emmaline

A pesar del murmullo de la multitud a nuestro alrededor y las porcelanas


chocando entre sí mientras los camareros se apresuran entre las mesas, el
silencio tras la declaración de Rafael es casi ensordecedor, acallando todo a mí
alrededor mientras Anthony me mira fijamente.
Y con cada segundo su mirada se llena de un dolor y una traición que me
arañan el alma.
—¿Qué? —susurra y luego niega con la cabeza, aclarándose la garganta, su
voz retumba entre nosotros, y me estremezco al ver lo furioso que suena—. ¿Te
casaste con él?
—Sí.
Se le escapa una risa hueca y se pasa los dedos por el cabello.
—Esto debe de ser una broma. Dime que es una broma, Emmaline. —Cierro
los ojos ante las notas suplicantes de su tono y luego me estremezco cuando
levanta la voz una octava, la dureza y brutalidad de la misma me magullan—.
¿Me engañaste con él? ¿Con esa puta de hombre?
Rafael chasquea la lengua.
—Si tan solo prestaras tanta atención a tu vida como lo hiciste con la mía,
Anthony, quizás entonces no estarías al borde de la bancarrota con una novia
que huyó de tus problemas. —El aire se entrecorta en mis pulmones cuando se
inclina hacia mí y me besa la parte superior de la cabeza, apenas rozándome
con sus labios pero sin dejar ninguna duda sobre a quién “pertenezco” y
prácticamente mostrando a todo el mundo su posesivo control sobre mí—.
Supongo que por eso algunos de nosotros nos llevamos toda la riqueza y las
mujeres. Tenemos poder.
La bilis me sube aún más a la garganta, las uñas me cortan las palmas de las
manos ante lo que está insinuando. Se me parte el corazón al ver cómo Anthony
se da cuenta de lo que dice y cómo le cree.
Cree esta mentira descarada.
Creció conmigo y me conocía mejor que nadie, o eso creía yo.
Un hombre que me hubiera amado de verdad todo este tiempo nunca habría
creído que lo dejé por dinero y categoría sólo porque su familia tiene
problemas.
—¿Por esto?
—Anthony...
—No. No puede ser verdad. —Mira a Rafael—. La chantajeaste, ¿verdad?
—Esto me llena de alivio porque sí, no me equivoqué con mi amigo cercano—
. ¿La obligaste a interpretar un papel para vengarte de ella? Todo el mundo sabe
que la odias.
—El chantaje es un delito. Y yo no hago ninguna actividad delictiva. —
Rafael roza con sus pulgares mi anillo, y los ojos de Anthony se centran en él—
. Es el anillo de mi madre. ¿De verdad crees que lo desperdiciaría por
venganza?
Oh, ahora entiendo por qué me dio la reliquia familiar.
—Emmaline no es así. Para que te casaras con ella, tendrías que haber tenido
una relación durante un tiempo —dice mi ex prometido, echando los hombros
hacia atrás mientras una ráfaga de viento nos azota, el aire gélido haciendo
juego con la frialdad de mi interior—. No es una infiel. —Luego me devuelve
la mirada—. Sea lo que sea, amor. Podemos manejarlo. Vamos. —Me tiende
la mano—. No es tan poderoso.
Excepto que lo es.
Justo en este momento, atrapada entre los dos hombres que claramente se
detestan, nunca he estado más segura de esta afirmación.
Anthony es la pureza, la bondad y la nobleza ejecutando la calma y la
aceptación donde quiera que vaya.
Rafael es rabia, crueldad y una confianza tan poderosa que puede tumbarte
de cabeza.
Un cachorro pequeño enfrentándose a un lobo nunca ganaría una pelea. En
lugar de eso, morirá.
—Lo que hayas tenido que hacer, no me importa. —Traga con fuerza—. Lo
olvidaremos.
Mis mejillas se calientan ante su estela de pensamientos, humillación y
vergüenza por su suposición mientras Rafael vuelve a hablar:
—Ah, tan noble, Anthony. Casi me siento como un monstruo por reventar
esta burbuja tuya. —Anthony resopla con incredulidad—. Algún día me
agradecerás esa lección. Créeme.
—No te agradeceré una mierda. Suéltala.
Su voz levantada llama la atención sobre nosotros, varias personas miran
hacia nuestra mesa, pero, por suerte, la mayoría no debe reconocernos, ya que
vuelven a comer. Aunque no me pierdo la mirada preocupada de los camareros
ni cómo uno de ellos se acerca a nosotros.
—Díselo, Emmaline —ordena Rafael, y nuestras miradas chocan, la suya
decidida mientras la mía es de pánico—. Dile que te casaste conmigo por
voluntad propia. —Besa mi anillo, sus labios cálidos hieren mi piel fría—.
Cuéntale cómo te convertiste en mía.
Anthony retrocede ante el doble sentido, su anterior bravuconería se
desvanece, y yo avanzo hacia él, sólo para que Rafael me agarre con más
fuerza, sus dedos se clavan con fuerza y me mantienen en su abrazo mientras
sus palabras de antes resuenan en mis oídos.
—Lo permitiré. —Mi ceño se frunce en confusión, la taza de té se detiene
a medio camino de mi boca ante la declaración de Rafael.
Después de dormir lo que me parecieron cinco minutos, me despertó con
un golpe en la puerta y me anunció que teníamos que salir en breve y me dijo
que eligiera cualquier ropa del armario. Elegí una blusa verde de seda, unos
jeans de cintura alta y unos zapatos planos.
Cuando salí, la mesa estaba puesta de nuevo con comida fresca. No tenía
hambre, pero mi garganta seca por el llanto necesitaba sustento, así que aquí
estamos.
—¿Qué quieres decir?
—Tú personalmente dándole la noticia a Anthony. Todo hombre merece
escuchar de su prometida que se casó con otro.
La taza se me escapa de las manos, cae al suelo y se rompe en pedacitos
que se esparcen por todas partes mientras el líquido marrón deja manchas en
el mármol perfectamente pulido.
No.
¿Quiere que se lo diga a Anthony en persona?
¿Cómo puedo enfrentarme a él? ¿Cómo puedo sobrevivir a esto, causarle
tanto dolor y luego ver cómo lucha por mantener la compostura?
Es por eso que Anthony es perfecto y no actuará de otra manera. Cuando
le rogué a Rafael que no lo publicara, me refería a llamar a Anthony o enviarle
un mensaje sobre mi matrimonio.
Fría y dura también, pero tengo que ser egoísta a veces, y al menos
proteger mi corazón de la embestida de las emociones. De lo contrario, no
sobreviviré a este matrimonio.
Han pasado cinco horas y Rafael ya está disparando sus tiros.
—No, yo...
—Lo harás. Soy honorable. —La risa histérica burbujea dentro de mí ante
esto porque no ha habido nada honorable en todo esto—. Un hombre merece
oír la verdad de su mujer. —Su tic en la mandíbula y las notas que suenan en
su voz son definitivas. No va a ceder—. Recuerda una cosa. En cuanto
salgamos, serás mi mujer, cariño. Acogerás mis caricias y actuarás como si
adoraras el suelo que piso. Porque si no... —Deja poco a la imaginación, y
puedo leer entre líneas.
Si no lo hago, lastimará a los que amo.
—Emmaline. —La voz suplicante de Anthony me devuelve al presente—.
Podemos arreglar esto.
Ojalá fuera cierto.
Tal vez habría cancelado la boda tarde o temprano. Sin embargo, no lo
habría hecho de tal manera que pintara a Anthony como un tonto.
—Lo siento, Anthony. —Sus ojos se abren—. Él no me obligó a nada. Me
casé con él por amor. —Las palabras saben a veneno en mi lengua, pero las
empujo, clavando el último clavo en el ataúd que es nuestra relación. Debe de
oír por fin la verdad en mi tono, porque da un paso atrás mientras la devastación
marca sus rasgos.
Me casé con Rafael por amor, de acuerdo. Por amor a mi familia.
—Buena chica —susurra Rafael, y yo cubro su mano sobre mí con la palma
y le corto con mis uñas profundamente en su piel, pero el imbécil sólo se ríe, la
situación sólo aumenta su diversión.
Uno podría preguntarse si hay algo en mi agonía que no le divierta.
—¿Cómo has podido hacerme esto, Emmaline? —Su palma extendida
detiene cualquier cosa que quiera decir—. Ahórratelo. Supongo que todos
sabemos qué palabra describe a alguien que elige hombres basándose en sus
cuentas bancarias.
Jadeo ante esto y aun cuando Rafael responde, la frialdad de esta voz me
asusta incluso a mí,
—Cuidado con cómo le hablas a mi mujer, Anthony. Un insulto a ella es un
insulto a mí.
Así no es Anthony... llamándome puta cuando nunca ha usado esta palabra
en su vida. Siempre es considerado y amable con las mujeres.
Incluso los buenos tienen sus límites cuando se quitan los guantes, al
parecer, y que su prometida lo engañe es uno de los de Anthony.
—Ambos se merecen el uno al otro. Espero que sean felices. —Anthony
agarra su chaqueta y señala el anillo con la barbilla—. Por mí puedes tirar la
maldita cosa. Desde luego, no quiero volver a verlo. —Me lanza una última
mirada dura como flechas que se clavan en mí y me sacan sangre mientras su
cuerpo bulle de rabia y luego se centra de nuevo en Rafael—. Ganaré este caso.
Mi familia no se hundirá porque fui un tonto que se enamoró de la chica
equivocada. —Con esto, sale a la acera y agita la mano, deteniendo un taxi. Se
mete en él y no mira atrás ni una sola vez mientras el taxi se adentra en las
concurridas calles, dejando polvo tras de sí.
—Ah, juventud. Todo es siempre tan dramático. —Rafael se gira para
mirarme, con la mano aún sobre mí, mientras yo lo fulmino con la mirada,
negándome a llorar y decidiendo lidiar con mis emociones más tarde.
Sobre todo la más destacada, que es el alivio, y por eso me detesto aún más.
—¿Ya estás satisfecho? —Como todos nos sigue mirando, me quedo quieta
y le sonrío dulcemente—. Arruinaste mi relación, así que ganaste esta ronda.
Sin embargo, no pretendo ser la única que pierda en este matrimonio. Mi
culpa por lo que he hecho no se extiende a transformarme en su saco de boxeo.
—Hace falta más para que un hombre como yo esté satisfecho cuando se
trata de mujeres, cariño. —Se me pone la piel de gallina cuando pone su mano
en mi cuello, acariciándomelo con suavidad, pero su mirada posesiva no pasa
desapercibida mientras sus palabras no hacen más que enfurecerme.
—Anthony tiene razón. Eres una puta. —Al menos no podrá joder durante
este matrimonio.
Él suspira, lo que enciende aún más mi enfado.
—Ah, sí. Un hombre soltero en la flor de la vida que se complacía en lo que
se le daba gratuitamente. Realmente soy una puta. —Me acerca más a él, mis
palmas terminan en su pecho y mis dedos se enroscan en su camisa,
apretándola—. No tienes por qué estar celosa, cariño. A partir de ahora, soy
toda tuyo. —Se inclina más hacia mí, nuestras bocas a un centímetro de
distancia, mientras sus pulgares empiezan a recorrer lentamente mi pulso,
enviando descargas eléctricas a través de mí, y mi cuerpo reacciona a sus
caricias mientras mi interior me grita que me aleje.
—No estoy celosa. No te deseo. —Sonrío aún más cuando oigo un flash
disparándose, sabiendo perfectamente que alguien publicará nuestras fotos en
Internet con algún cotilleo caliente para acompañarlas—. Amo a Anthony. Y
me habría casado con él si no fuera por ti.
Sus labios rozan mi oreja y jadeo cuando me abraza más fuerte, apretando
mi cara contra su pecho mientras frota su nariz en el pliegue de mi hombro, se
acerca a mi oreja y me susurra:
—Mentirosa. —Me recorren sensaciones abrasadoras, despreciando cómo
lee tan fácilmente mi mente y probablemente supone lo peor.
Que me acostaría con él sólo porque tengo dudas sobre mi matrimonio. Sin
embargo el chiste es sobre él, porque nunca va a suceder.
—Dios mío, ¿esa es Emmaline King?
—¿Es esto un anillo en su dedo?
—Ese no es su prometido. ¿Quién demonios es?
—¿A quién le importa? Está bueno.
Aprieto los dientes ante su curiosidad que pronto se convertirá en escrutinio
porque Dios sabe que no tengo prerrogativa alguna para cometer errores sin
que todo el mundo me juzgue y me recuerde que debo estar agradecida por mis
orígenes.
Para controlar la ansiedad que me invade, empujo y me agarro a él hasta que
se echa hacia atrás y sus ojos parpadean en señal de advertencia.
—Tengo que ir al baño. —Sin esperar su respuesta ni pensar en lo desnuda
que me siento ante las miradas de todos sin sus brazos para protegerme, entro
corriendo en el restaurante, pasando junto a todos y dirigiéndome al área
apartada donde están los aseos.
Nada más llegar, entro y exhalo aliviada porque el amplio cuarto de baño
con suelo de parqué y una reluciente lámpara de araña que ilumina el espacio
a mí alrededor está vacío.
Hay tres puestos mientras flota en el aire un aroma floral junto con música
clásica que suena suavemente por los altavoces colgados del techo. Está claro
que el propietario hizo todo lo posible por resaltar el prestigio de este lugar,
porque cerca de los grifos se puede encontrar de todo, desde cremas hasta
desmaquillantes.
Elijo el puesto más alejado y me encierro, intentando calmarme de esta rabia
que me impulsa a patear a Rafael en alguna parte aunque en el fondo sé que
estoy enfadada conmigo misma.
Por mentir hace tantos años.
Por aceptar salir con Anthony, que era mi mejor amigo, mientras estaba
inexplicablemente enamorada de un hombre que casi me doblaba la edad.
Por enamorarme de Anthony pero no lo suficiente como para querer casarme
con él y pasar el resto de mi vida con él. Si no fuera por ese secreto que descubrí
accidentalmente hace dos años, nunca le habría dicho que sí.
Apoyando la espalda contra la pared del puesto, me preparo mentalmente
para la conversación con mis padres y cómo tendré que fingir mi felicidad con
ellos mientras probablemente escucho un sermón.
Si hay algo que desprecian mis padres es mentir, lo cual es divertidísimo,
considerando todas las cosas.
Rafael no dijo realmente nada sobre sus planes después, pero eso es lo que
supongo de todos modos.
Ahora mismo, me gustaría tener mi teléfono conmigo para poder comprobar
qué desastre ha causado esto y quizás llamar a Adelaide para tener a alguien de
mi lado. Debo haberlo dejado en mi apartamento.
Suspirando, agarro el picaporte, dispuesta a irme, cuando oigo pasos y me
quedo paralizada. Miro hacia abajo, a través de la pequeña abertura, y veo unos
zapatos blancos, sucios y desgastados.
Los zapatos han visto días mejores, y no estoy segura de haber visto a nadie
llevar algo así aquí. La persona camina, haciendo algo, y luego abre el agua
antes de cerrarla. Oigo un chirrido en el espejo.
Espero, no queriendo entablar conversaciones triviales con nadie en mi
estado.
Y entonces empieza el zumbido al compás de la música que, por alguna
razón, me llena de inquietud, el zumbido lento y molesto que me atormenta.
Me tapo los oídos, odiando el sonido a pesar que acabo de oírlo.
La persona sigue tarareando durante varios compases más y entonces algo
cae al suelo, rodando hacia un lado, y la persona debe recogerlo porque algo
cruje a lo lejos. Finalmente salen, cerrando la puerta con fuerza tras de sí.
Me sorprende estar tan extrañada por todo esto, he visto muchas cosas raras
en esta ciudad. Salgo del baño, abro el grifo y me lavo las manos.
Giro el grifo a la derecha, agarro la toalla y levanto los ojos hacia el espejo
para asegurarme que estoy presentable.
Sólo para dejar caer la toalla justo en el lavabo mojado, con el estómago
helado al ver las letras escritas en rojo en el espejo.

Las chicas malas son castigadas, Emmaline. Sigue las reglas.

Agarrándome al lavabo, cierro los ojos y cuento hasta diez, esperando que
todo esto sea sólo fruto de mi agotamiento y no acabo de ver un mensaje
dirigido a mí escrito con sangre.
Porque el olor y las gotitas rojas que se secan no dejan ninguna ilusión de lo
que es.
Sin embargo, cuando vuelvo a mirarlo, el mismo mensaje me devuelve la
mirada y retrocedo varios pasos, con el corazón acelerado, al notar otra palabra
en los espejos restantes.
Puta.

—Oh, Dios —murmuro, notando las pequeñas gotas en el suelo mezcladas


con la suciedad de los zapatos. Enseguida sé que se trata de la misma persona
que mató a Gina.
Una persona que me siguió hasta aquí para dejarme un mensaje para que me
comportara.
—No —murmuro, saliendo por fin de mi estupor. Corro hacia la puerta y
tiro de ella, pero me doy cuenta que no cede ante mi fuerza—. No —repito,
intentando de nuevo obtener el mismo resultado.
Quienquiera que sea me ha encerrado aquí y respiro hondo, conteniendo el
pánico porque estoy a segundos de ponerme histérica.
—Piensa, Emmaline, piensa. —Mi madre siempre decía eso cuando te
enfrentabas a una situación inesperada para mantener la cordura y la
racionalidad, porque el pánico mata el sentido común—. No es tan malo.
Alguien vendrá. —La persona se fue de todos modos y no hay ventanas aquí
así que no es como si algo malo pudiera pasarme.
Sólo querían advertirme que me comportara, y ni siquiera voy a examinar
este mensaje ahora mismo. Debería esperar.
Antes de que este pensamiento se asiente en mi mente, escucho algo
explotar y luego mi mirada se posa en un pequeño objeto redondo en la esquina.
¿Es esto lo que la persona dejó caer antes?
De él emerge un pequeño siseo, y es entonces cuando el aroma floral cambia
lentamente, volviéndose más dulce y enfermizo.
Érase una vez, mi padre nos llevó a los gemelos y a mí a una clase especial
donde nos enseñaron a defendernos. El instructor se empeñó en mostrarnos
también algunas armas, y entre ellas estaba ese gas que te mareaba y te hacía
perder el conocimiento, dejando que el malo hiciera lo que le diera la gana.
E incluso si dicha persona no tuviera la oportunidad de utilizar tu estado
catatónico para infligir dolor, estar tirado con esas cosas durante mucho tiempo
podría causar problemas de salud.
Agarro una toalla cercana, me la envuelvo alrededor de la cabeza,
tapándome la nariz todo lo posible, aunque ya tengo ganas de vomitar por el
olor, y golpeo los puños gritando:
—¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! —Golpeo con más fuerza mientras me
mareo, mi cuerpo se vuelve más pesado, pero sigo golpeando, rezando para que
alguno de los camareros esté cerca—. ¡Socorro!
Me cuesta respirar, me dirijo al lavabo, abro el grifo y prácticamente meto
la cara debajo. Tras agradecer el frío y el alivio temporal del olor, vuelvo
corriendo a la puerta, la golpeo una y otra vez y grito hasta quedarme afónica.
Hasta que ya no puedo resistir el deseo de caer de rodillas, y apenas
encuentro fuerzas para deslizarme hacia un lado, lejos de la puerta. Tragando
aire, cada vez más venenosa, susurro:
—Rafael.
Mi marido, que sigue todos mis movimientos, es mi única esperanza en este
momento.
Ese es el último pensamiento que pasa por mi mente antes que me invada el
olvido y el mundo a mí alrededor se calme.
CAPÍTULO QUINCE
“Hades y Perséfone.
Un poderoso dios del inframundo que secuestró a una diosa inocente y la llevó a su infierno para
convertirla en reina.
El mito debería haberme aterrorizado. Adelaide se estremeció al oírme leerlo y se sintió mal por
Perséfone.
Pero me preguntaba...
¿Qué se siente al ser amado por alguien cuya alma fue consumida por la oscuridad y, sin
embargo, te anhela?”
Emmaline

Para: R
De: E

¡Hola!
Ha pasado tiempo. Dos años, en realidad.
A decir verdad, no creí que volvería a escribirte después de tu dura
respuesta, que pintaba un panorama sombrío y deprimente de mi futuro.
De alguna manera, ¿esperaba más compasión de un terapeuta? Supongo
que por eso existe un dicho sobre expectativas y suposiciones.
Después de esta entrada bastante dramática, tengo tantas cosas que
quiero desahogar, y escribirlas en mi diario no me calma mucho el dolor, así
que he decidido enviarte otro correo electrónico.
Tienes todo mi permiso para llamarme tontA porque tenías mucha razón.
Déjame explicarte (perdón por ser tan detallada).
A pesar de tus consejos, fingí aceptar toda esta situación. Incluso entablé
una especie de relación con el tío S, al que ahora llamo papá en contadas
ocasiones. Sobre todo, intento no dirigirme nunca a él directamente. La gente
cree que es porque aún estoy procesando todo lo que ha pasado, pero es
mentira.
Una gran mentira.
Solo veo cómo le duele a mi padre, aunque lo disimula bien y nunca me
prohíbe ir a algún sitio con mi padre biológico. Nuestro vínculo siempre fue
fuerte, después de todo soy su primera hija y he sido hija única durante un
tiempo. Por muy ocupado que esté, siempre saca tiempo para mí.
Y será el primero en decirme que puedo hacer lo que me dé la gana y que
me apoyará en mis decisiones.
Un padre perfecto.
Y aunque suene horrible... por eso me esfuerzo tanto en ser amable con mi
padre biológico y en conocerlo mejor y entenderme a mí misma. Porque esta
culpa me carcome por dentro porque mi papá me alejó de mis verdaderos
padres, y si no fuera por sus decisiones... mi papá biológico sería al que más
amaría y al que llamaría un papá perfecto.
Aunque la repulsión se apodera de mí ante tales pensamientos. No puedo
imaginarme no haber sido criada por mi padre, es el mejor y siempre lo será,
aunque su ira lo empujara a tomar decisiones cuestionables en su día.
Mi padre biológico hace todo lo posible por ser respetuoso y me invita a
todas las reuniones familiares, y su hija Daisy se emocionó al saber que soy su
hermana mayor.
Es una niña adorable, y él la ama mucho, y a veces mirándolos juntos
pienso, ¿qué podría haber sido si me hubiera quedado con él?
Me gusta como persona, pero... siempre será el hombre que le dio la
espalda a mi madre, y no puedo perdonárselo.
Puedo hacerme la simpática y fingirlo todo, pero no puedo superar su
traición. Porque si un hombre puede abandonar tan fácilmente a la mujer que
ama, lo más probable es que tampoco se quede por su hijo.
Entonces, ¿cómo puedo confiar en él? ¿Aceptarlo de verdad? ¿Alegrarme
que me haya revelado la verdad, que no es más que una herida supurante en
mi corazón que no se cerrará debido a que la perturban constantemente?
Así que sí. Tenías razón.
Debería haber sido más egoísta hace dos años. Ahora tengo que vivir con
las consecuencias de mis decisiones.
Y...
Acabo de graduarme y me han aceptado en la escuela de mis sueños (como
probablemente habrás adivinado, soy bailarina, para ser exactos, y sueño con
actuar algún día en todos los escenarios del mundo).
Llevo bailando desde que tenía tres años, incontables horas dedicadas a
aprenderlo todo, dedos de los pies sangrando constantemente, lágrimas y
sudor con profesores metiéndose en las cosas más pequeñas para hacerme la
mejor.
Todo mi duro trabajo. ¿Y sabes lo que todos dijeron una vez que se hizo
público dónde estudiaré?
Afortunada. Entró gracias a las conexiones de sus padres. Niña
privilegiada que no conoce las dificultades.
Quince años de trabajo resumidos en nada porque, según todos, no
merecía estar allí.
Así que tenías razón una vez más.
No importa lo que haga... lo mucho que me esfuerce y ponga todo mi
empeño en mi profesión... las voces más fuertes serán las que me juzguen e
invaliden mis logros.
¿Tiene sentido intentar ser alguien si todo es en vano?
E

30 horas después

Para: E
De: R

¿Conoces la diferencia entre alguien que creció enamorado de todo lo que


se le entregó y aquellos que tuvieron que abrirse camino hasta la cima?
Los primeros se rinden fácilmente porque tienen una red de seguridad,
mientras que los segundos aguantan hasta que les sangran las manos porque
no tienen vuelta atrás.
Si quieren sobrevivir, tienen que escalar.
Demuestra que todos están equivocados o no... pero no te quejes nunca,
este mundo nuestro no es justo, es cruel.
No hagas caso a los que más gritan que no utilices los recursos que tienes
a tu disposición, ¿sabes por qué?
Estas personas serían las primeras en utilizarlas si las tuvieran a su
alcance.
El más fuerte sobrevive, siempre.
Céntrate en el objetivo y esfuérzate por ser la mejor, silenciando a todos
los demás.
Pero recuerda.
No siempre conseguimos lo que queremos por causas ajenas a nuestra
voluntad.
A veces no está en las cartas para nosotros.
Pero a veces... hay ciertas personas que nos joden. Ten cuidado en quién
confías.
Así es la naturaleza humana.
Para apuñalarte donde más te dolería.
En cuanto a tus padres...
Lo que pasa con las mentiras... es que tiendes a quedarte sin ellas y
entonces la verdad estalla de tal manera, que puede destruir todo lo que te
rodea.
En tu afán por ser la niña perfecta y agradecida, no te olvides de tus
deseos. Porque puede que descubras que estás viviendo una vida que nunca
quisiste.
¿Y hay mayor tragedia que esa?
R
Rafael

—Ese es Rafael Wright —murmura una mujer lo suficientemente alto como


para oírla mientras la gente finge comer su comida mientras me toman fotos y
probablemente ya publican en Internet sobre esto, no es que me importe una
mierda.
Ese era precisamente mi plan.
¿Qué mejor manera de anunciar al mundo entero que Emmaline me
pertenece que mostrarle públicamente mi afecto?
Mía.
La palabra inquietante atormenta mi mente, de alguna manera provocando
molestia en mí, y saco los cigarrillos del bolsillo de mi traje, pongo uno en mi
boca y lo enciendo mientras examino mis pensamientos.
Siempre he sido muy competitivo y posesivo cuando se trata de las cosas
que me pertenecen, pero mi posesividad nunca se extiende a las mujeres.
Doy una calada codiciosa, exhalando humo por todas partes, y miro el anillo
que Anthony ha dejado.
El chico perfecto no quería ningún recordatorio sobre su compromiso con
la perra traidora, bueno, según la información que recibió, y ciertamente no
puedo culparlo.
Cuando una mujer con la que querías casarte te traiciona de la peor manera
posible, se convierte en nada más que un recuerdo desagradable del que no
quieres acordarte.
—Señor Wright. —Una de las camareras se dirige a mí nerviosa y la miro
mientras sostiene su tableta—. ¿Será usted quien cubra la cuenta?
Normalmente la ponemos en la cuenta de Anthony pero…
—Sí. —Le doy mi tarjeta y la escanea rápidamente—. Además, ¿podrías
hacer algo por mí?
—Sí, claro. —Le doy una propina de quinientos dólares, sus ojos se abren
de par en par ante la cantidad, pero la acepta—. Envíe esta caja de anillo a la
dirección de Anthony.
Personalmente, no tengo nada en contra del chico. Sin embargo, quiero
hacer hincapié en el hecho que perdió Emmaline y por lo tanto sólo aumentar
su odio por ella.
Ese fue el plan todo el tiempo. Para destruir su relación, pero de alguna
manera en este momento, mi plan es lo más lejano que me insta a demostrar
una vez más que la perdió.
No.
Es el profundo deseo dentro de mí que grita para reclamar mi derecho lo
máximo posible para que ni se le ocurra acercarse a ella o tentarla de alguna
manera.
Mi esposa es mía, y más vale que ningún hombre dude de ese hecho a menos
que quiera que se desate el infierno sobre él.
La ira vuelve a encenderse en mi interior, aprieto con más fuerza el cigarrillo
y echo más humo mientras la camarera asiente, agarra la caja del anillos y se
apresura a entrar mientras yo medito sobre mis extrañas reacciones.
Aunque cualquier hombre en su sano juicio encontraría a Emmaline
hermosa y deseable, seducirla nunca formó parte de mi plan, porque no me
gustan las criaturas inocentes.
¿Por qué entonces la deseo como a ninguna otra? ¿Por qué me atrae la
maravilla de sus ojos cada vez que me acerco y nuestra química natural crea
chisporroteantes voltajes entre nosotros, sorprendiéndome incluso a mí, y me
empuja a tomar lo que nunca debería ser verdaderamente mío para que ella se
vuelva tan adicta a mí que no sepa vivir sin mi polla clavándose con fuerza en
ella?
Ingenua y joven, demasiado joven para que yo la manche con mi oscuridad
que no conoce la piedad y requiere una completa sumisión a su cruel llamada.
Supongo que mi sequía me jugó una mala broma.
Desde que llegué a Nueva York, hace casi un año, ni se me había pasado por
la cabeza responder a ninguna de las innumerables invitaciones de mujeres para
pasar un buen rato con ellas. Emmaline ocupaba por completo mi mente y
acecharla en cada uno de sus movimientos era un afrodisíaco en sí mismo.
Mientras ella se paseaba jodidamente con su ex prometido como si él tuviera
derechos exclusivos sobre ella.
He tenido tantas mujeres a lo largo de los años que he perdido la cuenta.
Mujeres sin rostro ni nombre que querían pasar un buen rato y sabían que nunca
les prometía nada permanente porque cualquier apego me llevaba a cortar todos
los lazos con ellas.
El sexo me proporciona un respiro temporal de las voces que gritan en mi
cabeza mientras miles de flashbacks aparecen uno tras otro cada día,
recordándome que nadie llega a la cima sin sacrificios.
Y mi precio fue tan alto porque me costó el alma. Al menos durante el sexo,
puedo olvidarme de mis monstruos por un rato.
Sobre la mentira en que se ha convertido mi vida en mi afán por huir de la
verdad.
Sin embargo, en cuanto termina el acto, pierdo todo interés y quiero alejarme
lo más posible de las mujeres.
No hago caricias suaves, abrazos o mimos, pero sobre todo, ¿qué es lo que
no hago nunca con nadie?
Un beso.
Demasiado íntimo para darle a una mujer tal poder sobre mí. ¿Por qué
entonces no me repugna la idea de besar a Emmaline? En lugar de eso, la bestia
que llevo dentro me exige que reclame su boca, que atrape sus gemidos en mi
garganta y que la saboree como nunca he saboreado a otra mujer.
Y no se me escapa la ironía que sea una mujer a la que he jurado hacer
miserable y lamentar lo que me ha hecho.
No me inclino ante nadie, y menos ante mis deseos.
Aprieto la colilla del cigarrillo en el cenicero, miro el reloj y frunzo el ceño.
Han pasado veinte minutos desde que Emmaline fue al baño.
Atrapo la mirada de la camarera anterior y le pregunto:
—¿Ha visto a mi esposa?
—Esposa —murmura sorprendida, pero se endereza rápidamente—. No
desde que entró.
Bueno, o está enferma o se ha largado a consolar a Anthony, y ninguno de
los dos pensamientos contribuyen a mejorar mi ya de por sí furioso estado de
ánimo.
No encaja con mi mujer. Puede que sea una rosa protegida, pero no rehuye
sus promesas.
Todos los instintos de caza que llevo dentro se ponen en alerta máxima,
comienza la molestia familiar en la parte posterior de mi cabeza, resaltando
todos mis sentidos mientras la protección sale a la superficie.
—¿Hay una puerta trasera?
—Sí. Muy cerca del baño, en realidad, y...
No me molesto en escucharla, me apresuro a entrar en el restaurante y me
dirijo directamente a los baños, sólo para encontrar un cartel de suelo
resbaladizo bloqueando la entrada.
—Oh, probablemente estén limpiando ahí dentro. —La camarera me sigue,
respirando agitadamente—. Qué raro. Suelen hacerlo después del almuerzo,
cuando hay menos gente.
Todo en mi interior se paraliza. Empiezan a pitarme los oídos y la camarera
jadea sorprendida cuando aparto el cartel de una patada y me dirijo
directamente a la puerta. Agarro el pomo y lo giro varias veces, pero no se
mueve.
Maldito infierno.
Apoyando el hombro en la puerta, la empujo con fuerza, empleando todas
mis fuerzas mientras la camarera dice:
—Alguien debe haberla cerrado por dentro.
Alguien, de acuerdo.
Alguien hambriento de la sangre de mi mujer porque no me cabe duda que
ella está ahí adentro.
Por primera vez en mucho tiempo, el miedo se desliza a través de mí,
hundiendo sus garras y pintando horrendas imágenes en mi cabeza, y lo
controlo de inmediato.
El miedo nunca resuelve una mierda y, en cambio, te arrastra a lo más
profundo de la locura que te consume y sólo una cabeza fría puede aportar algún
resultado.
Dando un paso atrás, pateo la puerta con fuerza.
—Señor, ¿qué está haciendo? —Ignorando a la mujer, sigo pateando la
puerta hasta que por fin se abre de golpe, golpeando la pared y rebotando contra
ella. La bestia que llevo dentro ruge al ver a mi esposa inconsciente en el suelo,
mientras un aroma dulce y familiar flota en el aire.
Un olor que reconozco fácilmente ya que he entrenado con algunos de los
mejores asesinos del mundo.
No importa en qué lado de la ley actúes, siempre tienes que aceptar tu
oscuridad y alimentarla en consecuencia.
No puedes defender a algunos de tus clientes si no sabes una mierda de
armas o cómo utilizar las técnicas básicas de tortura.
Lo que sea que se haya esparcido aquí dentro es lo suficientemente fuerte
como para dejar a alguien inconsciente, pero no lo suficientemente venenoso
como para causar un daño real.
—Dios mío —exclama la camarera cuando entro y me arrodillo, compruebo
el pulso y el cuerpo de Emmaline y suspiro aliviado cuando noto los fuertes
latidos del corazón y no veo ningún hematoma.
Levantándola suavemente, la alzo en mis brazos y la furia se desliza por mis
venas, encendiendo la rabia semejante al fuego dispuesto a destruirlo todo a su
paso cuando veo los mensajes en los espejos.
El psicópata enfermo tomó represalias porque ella se atrevió a ir en contra
de su plan. Apretando los dientes, guardo todo esto para más tarde y por ahora
me centro solo en mi esposa, que necesita salir de una puta vez de aquí y
respirar un poco de aire fresco.
Salgo mientras los camareros nos miran atónitos.
—Necesita ayuda médica. Tenemos que llamar a la ambulancia... —
empieza a decir uno de ellos cuando paso a su lado y me dirijo directamente a
la puerta trasera, negándome a mostrarla en ese estado al público.
No le daré esa satisfacción al cabrón que la persigue, ya que los psicópatas
prosperan con la atención y obtienen de ella una enfermiza sensación de poder.
El fuerte viento me asalta en cuanto salgo, me acerco a la carretera mientras
mi chófer da la vuelta y hace un gesto de sorpresa al verme, aparca rápidamente
el auto en un lateral y salta para abrirnos la puerta.
—¿Señor? —La preocupación se dibuja en sus facciones mientras sujeta su
gorra de conductor y no deja de mirar a Emmaline—. ¿Ella está bien?
—Sí. —Me meto en el auto, coloco a Emmaline en mi regazo y apoyo su
cabeza contra mi pecho, su suave respiración me hace cosquillas en la piel, y
miro a Jeff, que se inclina más cerca—. A casa, Jeff. Y llama a Scarlett de
camino para que nos traiga un médico lo antes posible, y ocúpate de cualquier
testigo de esto en el restaurante.
Esta historia no puede salir y ser la nueva sensación.
—¡Sí, señor! —Cierra la puerta y vuelve corriendo a su asiento, sube y se
aleja entre el tráfico. El cristal que nos separa se levanta, dejándome solo con
mis pensamientos.
La rabia me invade tan fuerte que puedo saborearla mientras la tensión
aumenta a nuestro alrededor, cargando el aire con mi ira y mi deseo de
venganza, porque dos veces el cabrón ha herido lo que es mío y se ha salido
con la suya.
No habrá una tercera vez.
Acomodo mejor a Emmaline en mi regazo, le retiro el cabello de la cara y
le acaricio suavemente la mejilla, trazando con el pulgar su piel impecable
mientras sus curvas se amoldan a mis músculos, mostrando el sorprendente
contraste entre nosotros.
Donde ella es la suavidad de la seda, yo soy el más duro de los granitos. Los
dos simplemente no van de la mano, y mientras ella yace aquí en mi regazo, su
inocencia se vuelve aún más gloriosa, y algo dentro de mí cambia al ver su
vulnerabilidad.
Algo que creía muerto desde hace tiempo.
Mi corazón.
—Recuerden, chicos, nunca hagan daño a una mujer —susurra mamá,
abrazándonos con fuerza, y su aroma a vainilla nos envuelve por completo.
Quiero estrecharla entre mis brazos, pero no me atrevo a hacer nada más que
permanecer inmóvil en su abrazo.
Como sus moretones con sangre seca en ellos debe dolerle bastante.
—Sí, mamá —respondemos al unísono, y ella nos sonríe, pero
rápidamente se transforma en una mueca de dolor, ya que su labio roto se
vuelve aún más azul.
—Un hombre que hiere a una mujer no tiene honor.
Aprieto el hombro de Emmaline con la mano, mientras me niego a
centrarme en recuerdos que no sirven para nada bueno, sino para recordarme
un pasado que me convirtió en un monstruo cuando podría haber sido otra
persona.
Cuando era otra persona.
Porque un chico criado por mi madre nunca se habría vengado de una mujer
de veintiún años que ni siquiera sabía el daño que le había costado entonces y
la había utilizado en su retorcido juego de venganza de más de una década de
preparación.
Nuestro destino nunca escucha nuestras súplicas y, en su lugar, escribe
nuestras historias de la forma que le parece mejor, y de la forma en que me
escribió a mí, no tenía ninguna posibilidad de ser alguien decente.
Sólo el egoísmo me permitió sobrevivir entre criaturas horribles que sólo
deseaban mi perdición.
Emmaline se agita en mis brazos y susurro:
—Emmaline. —Sus párpados se agitan y mi mirada choca con sus ojos color
avellana, confusos y doloridos—. Despierta, cariño.
Cierra los ojos de inmediato, gimiendo, hundiendo la cabeza en mi pecho y
una oleada me golpea con el contacto.
Creo que este es el mayor tiempo que simplemente he tocado a una mujer
sin tener sexo.
—Duele —susurra, con la voz ronca, probablemente por los gritos.
—¿Dónde te duele? —Mi pulgar roza su barbilla, inclinando un poco su
cabeza, queriendo mantenerla despierta—. Respóndeme. —Mi tono duro hace
que se ponga tensa y me arrepiento enseguida. Sin embargo, aparto el
sentimiento porque esto es inaceptable.
Soy frío como una piedra, y Emmaline no será mi excepción.
Un fantasma de sonrisa curva su boca.
—Me darías órdenes aunque me estuviera muriendo, ¿verdad? —Por fin me
mira, con una mirada llena de curiosidad y preguntas para las que ni siquiera
yo tengo respuesta—. ¡Emmaline! ¿Cómo te atreves a morir cuando aún no he
terminado mi venganza? —Imita mi voz, riéndose entre dientes, y su voz se
endereza por segundos.
Mis labios se contraen, pero aun así le advierto:
—No lo hagas.
Demasiado nervioso para bromear sobre su muerte.
Y enfadado.
Enfadado porque no debería importarme su dolor en absoluto, debería estar
simplemente molesto que alguien jugara con mi propia presa.
—Estás enfadado —murmura, y yo sigo inmóvil cuando levanta débilmente
la mano hacia mi cara y desliza el dedo entre mis cejas—. ¿Por qué frunces el
ceño? ¿No te agrada mi dolor?
—Nada de lo que ha pasado ahora me gusta —le digo y su sonrisa se
ensancha, aunque lo que acabo de decir es una puta mentira.
Tenerla apretada contra mí, su aroma estremeciendo mi nariz y
envolviéndome en una calma e inquietud que me impulsan a envolverla más
fuerte en mi abrazo, sirviéndome de escudo contra el mundo exterior y contra
quién demonios quiera hacerle daño.
Hacerle daño es una prerrogativa que sólo yo tengo, y destruiré a cualquiera
que piense lo contrario.
—¿No te gusta compartir tus juguetes? —Su tono es divertido, se mueve un
poco, me pone la mano en el pecho y suelta un grito de indignación—. ¿De
verdad tienes un corazón que late? Creía que usabas algo de magia para
mantenerte con vida en esta existencia tuya sin alma.
—La magia negra tiene sus ventajas. Te hace oír y ver cosas que no existen
—digo con tono inexpresivo, y su risa melódica sacude el espacio, cubriéndolo
de calidez y una calma que apacigua la furia que llevo dentro—. Y sí. Nunca
me ha gustado compartir. Si algo es mío, nadie puede tocarlo. —Este rasgo
particular de mi carácter dio lugar a muchas peleas a puñetazos con mi
hermano.
Mi cuerpo se tensa al pensar en Rush, un hermano cuya existencia entera
arde de odio hacia mí, y lo peor es que tiene toda la razón.
He intentado expiar durante años. Sin embargo, ¿cómo puede uno pedir
expiación si sus acciones destrozaron la vida de alguien?
Una de las razones por las que alejo esta recién descubierta ligereza entre
nosotros y hago entrar mi frialdad, cubriendo cualquier emoción que pudiera
haber tenido. Mi voz es increíblemente áspera cuando vuelvo a hablar:
—Aunque tu dolor me produce alegría, no me gusta que alguien te amenace
y te asalte en el baño. Las acciones del psicópata me joden los planes, cariño.
Parpadea, la sonrisa se le escapa de los labios y se incorpora, siseando
mientras se frota la cabeza. Cuando intento tocarla de nuevo, me aparta la mano
de un manotazo y se desliza hacia el otro lado, dejándose caer sobre los cojines
de cuero e inclinándose hacia adelante para tomar una botella de agua de la
pequeña nevera.
—Eres un idiota, Rafael —escupe antes de abrir la botella y engullirla con
avidez, atrayendo mi atención hacia su elegante cuello mientras traga el frío
líquido.
Me pican las manos por agarrarla del el cuello y arrastrarla hasta mi regazo,
chupar su piel impecable y marcarla para que todos la vean y sepan a quién
pertenece.
Y tal deseo viene de mí, un hombre que nunca le ha dejado ni un chupetón
a una mujer, porque nadie me volvió tan loco por ellas.
—¿Cómo te sientes? —pregunto con aburrimiento, pasando un mechero por
mis dedos y encendiéndolo para centrarme en el fuego. Siempre ha sido
adictivo, uno de mis elementos favoritos a pesar de ser tan cruel conmigo y
embadurnarme siempre de un terror y una miseria que no conoce límites, pues
nació en medio de la desesperación.
Un grito desgarrador retumba en el espacio, seguido de sonidos de
disparos rápidos, y ambos nos quedamos inmóviles, mirándonos
conmocionados.
Mis latidos se aceleran al recordar la colección de armas que papá
guarda en el segundo piso y cómo ha amenazado a mamá en innumerables
ocasiones, para darle una lección si no le obedecía, mientras agitaba una en
el aire.
El miedo me recorre, aprieto los puños mientras el terror asalta mis
sentidos y pinta las imágenes más horribles. Veo el reflejo de mis pensamientos
en la cara de Rush.
—Mamá —decimos los dos al unísono y nos lanzamos hacia la puerta,
dispuestos a salvarla esta vez antes que la mate o algo así, cuando la puerta se
abre de par en par, rebotando estrepitosamente contra la pared.
Nos quedamos boquiabiertos ante William, el mayordomo de nuestra
familia, que está de pie en el marco de la puerta cuando otro relámpago
ilumina el espacio.
—Gracias a Dios que estás despierto —murmura y agarra el codo de
Rush, sacándolo de nuestra habitación y hacia el oscuro pasillo mientras yo
los sigo. Más gritos resuenan en la distancia, acompañados de un horrible olor
que contamina el aire y nos hace toser en nuestros brazos.
Me lloran los ojos cuando el humo nos rodea, bloqueando la mayor parte
de la vista, y el suelo vibra bajo mis pies como si la gente corriera por todas
partes, ya sea tratando de escapar o de evaluar los daños.
Unos cuantos disparos más resuenan en las paredes, y William murmura
algo en voz baja antes de apretarnos contra la pared, esperando a que cesen
los disparos, y Rush vuelve a toser, mientras el olor perturba mis fosas nasales
y me dan muchas ganas de estornudar, pero me contengo.
Quizás porque nunca nos han pillado los mayordomos en mitad de la
noche, y si hay malos adentro, no deseo llamar la atención más de lo necesario.
Mamá siempre decía que Rush y yo éramos un medallón con dos caras, él
es el exaltado impulsado por su sentido de la rectitud y emocional, mientras
que yo soy frío y astuto, evaluando todos los movimientos y posibles
características en mi cabeza antes de actuar.
—Tapate la nariz, Rush —le ordena William, y mi hermano hace lo que le
dice, con la palma extendida empujándolo hacia las escaleras, a juzgar por las
dos columnas que asoman entre el humo mientras el calor nos rodea—. Rafael,
haz lo mismo y camina junto a tu hermano. —Se lleva un dedo a la boca—. Ni
una sola palabra.
Rush frunce el ceño y se seca los ojos, probablemente por todo el humo
que hace que los míos también estén llorosos, pero mi estómago cae en picado
mientras internamente ruego a mi hermano que se calle y no haga preguntas
ahora.
Tal vez en su afán por proteger a mamá, no se ha dado cuenta de cosas
obvias como el calor que hace dentro del castillo a pesar que estamos en medio
de una tormenta tropical durante la cual todo florece y da un respiro temporal
a la sofocante tierra.
Y mientras nuestro padre, un monstruo que no debería respirar sólo por
su existencia, cubre este mundo con más miseria, ya no es el único monstruo
que vaga por este castillo.
Sin embargo, quienquiera que sea... quiere nuestra sangre y no le
importan algunas bajas en su camino.
Rush se balancea hacia un lado, probablemente con la cabeza tan
mareada como la mía, pero lo atrapo a tiempo y le doy un fuerte empujón.
Enlazo mi mano con la suya y se la aprieto, para que no se separe del momento.
Puede que sea mayor por dos minutos, pero siempre me toca a mí proteger
a Rush, ya que le encanta cuidar de todo el mundo mientras ignora sus propias
necesidades.
Sin embargo, mi gemelo siempre será mi prioridad, pase lo que pase y
vayamos donde vayamos en este mundo, estamos conectados para siempre en
un vínculo que pocas personas llegarán a comprender.
—Está bien —le susurro, con la voz temblorosa—. Tenemos que encontrar
a mamá. —Apenas puedo ver a Rush a través del humo. Pero no protesta, lo
que significa que está de acuerdo. El olor que flota en el aire contaminado me
da arcadas y miro a mí alrededor, entrecerrando los ojos en busca de nuestra
madre.
Alguien pretende hacernos daño y aunque Rush cree que todo el mundo
en esta isla nos quiere, yo no estoy de acuerdo ya que he visto de primera mano
lo que el monstruo había hecho con algunas de nuestras cosas. Él podría haber
lastimado a alguien tan gravemente, a ellos no les importa lastimarnos a
nosotros también o a nuestra madre principalmente.
Todo el mundo sabe que ama como un loco, aunque la mayoría de los
días, su amor parece la peor de las maldiciones.
Cuando otro grito desgarrador llena la noche, acompañado de varios
sonidos parecidos a disparos, William ordena:
—Corran, chicos. ¡Corran!
Al bajar rápidamente las escaleras, nuestros ojos se abren de par en par
ante la destrucción que nos espera allí, ya que todo está ardiendo, las intensas
llamas naranjas y azules lo consumen todo a su paso, contrastando con la
lluvia torrencial del exterior.
Ambos extremos son tan poderosos que me recorren escalofríos por la
espalda, y el pánico envuelve cada célula de mi cuerpo, ordenándome que me
esconda en algún lugar para que ninguna de estas fuerzas de la naturaleza me
mate.
La gente corre hacia la puerta principal, chocando unos con otros e
incluso dándose patadas para salvarse, gritando a todo pulmón.
—Sigan siendo humanos. Todos ustedes, ¡manténganse humanos! —grita
George, nuestro segundo mayordomo, levantando a alguien del suelo y
empujándolo hacia la puerta. Luego gira la cabeza hacia nosotros, exhala
aliviado y nos alcanza en dos zancadas.
En un segundo acabamos en los fuertes brazos de George. Nos levanta y
mira hacia delante, y es entonces cuando mi oído detecta el familiar sonido de
un llanto.
Lavender.
Nuestro inocente angelito.
William se une a nosotros, abrazando a nuestra llorosa hermana, que se
frota los ojos mientras está envuelta en una manta blanca, y luego llora un
poco más.
—Shhh, Lavender —le digo, dándole palmaditas en la espalda, y ella
parpadea, aun gimoteando un poco y luego escondiendo la cara en el cuello
de William—. Shhh, pequeña bebé.
Una cortina cae en el salón con un fuerte estruendo y esparce más fuego
por todo el perímetro, haciéndonos jadear y apartarnos de él. Todo el personal
corre hacia la puerta, abandonando lo que intentaban salvar.
—¡George, sácalos de aquí! —La voz de mi madre hace que levantemos
la cabeza. La vemos a través del humo, apoyada en la barandilla de la
escalera, con la ropa manchada de algo rojo y agarrada con fuerza a la
barandilla. A pesar del calor que me pica en la piel, siento un escalofrío ante
su rostro magullado—. ¡Llévenselos a todos de aquí! —Echa un vistazo por
encima del hombro y vuelve a centrar su atención en nosotros, deslizando su
mirada a todos, y repite—: ¡Sáquenlos a todos de aquí!
—Señora...
Interrumpe la protesta de William.
—¡Ahora! —Y entonces se da la vuelta y grita cuando alguien la agarra
por el cabello y tira de ella.
—¡Mamá! —grita Rush, pero sale amortiguado cuando le tapo la boca
con mi mano temblorosa.
Debemos huir.
De lo contrario, el monstruo nos comerá vivos.
—Te vas a quemar la mano. —La voz preocupada de Emmaline me
devuelve al presente, los recuerdos se desvanecen al instante y yo siseo,
apagando el mechero cuando las llamas azul anaranjado ya me han magullado
el pulgar. El dolor físico apenas se registra en mi mente, ya que nunca puede
rivalizar con el que se reproduce constantemente en mi cabeza, sin dejarme
descansar nunca, sino sólo dándome indultos temporales para funcionar bien—
. ¡Y tampoco puedes fumar aquí! —Me fulmina con la mirada, casi se termina
la botella y vuelve a taparla—. Bien. Me duele la cabeza. —Tardo un segundo
en darme cuenta que está respondiendo a mi pregunta anterior—. Y me duelen
los brazos de golpear la puerta. Pero estoy bien. —Pasa un rato—. Tu juguete
se mantuvo casi ileso, así que puedes romperme todo lo que quieras. Nadie
manchó tu propiedad.
—Yo que tú dejaría el dramatismo. —Dejo caer el mechero sobre los cojines
y me giro un poco para mirarla—. Dime lo que pasó.
Pone los ojos en blanco ante mi advertencia, se abraza las rodillas y apoya
la mejilla en ellas.
—Alguien intentó matarme envenenándome.
—No. No era un veneno. —Su ceño se frunce—. Alguien intentó asustarte.
—Su ceño se frunce y una vez más recuerdo su inocencia, ella nunca existió
con los tiburones queriendo morder su carne, así que no entiende las acciones
del asesino.
Yo sí.
La mejor manera de hacer que alguien se comporte es crear un entorno en el
que su miedo y su realidad distorsionada lo empujen a escuchar todas las
órdenes y a actuar en consecuencia.
—Lo han conseguido —susurra, sonando molesta—. No tengo ni idea de
quién es. Aparte de ti, nunca me he cruzado con nadie.
—Dime exactamente qué pasó antes que ocurriera el ataque.
Lo hace y suspira.
—Sea quien sea esta persona, está claro que me odia a muerte. Lástima que
me guarde rencor por haberme casado contigo, porque ustedes dos serían
grandes amigos. Enemigo común y todo eso. —Una expresión obstinada se
graba en sus rasgos—. Tenemos que ir a la policía y denunciarlo. Si es personal,
volverá a perseguirme o, peor aún, hará daño a mi familia. No puedo permitirlo.
—Déjame encargarme de eso. Primero necesitamos que te vea un médico.
—Abre la boca para protestar, pero mi palma la detiene—. Esto no es
negociable. Como tan elocuentemente has dicho, eres de mi propiedad, y yo
decido lo que haces y cuándo.
Aprieta los dientes, se cruza de brazos y se mueve en el asiento, pegando
prácticamente la nariz a la ventanilla mientras observa el paisaje.
—Emmaline. —Exhala pesadamente y me mira—. Siento que te hicieran
daño bajo mi vigilancia. Eres mi esposa y eso significa que estás bajo mi
protección. El que te hizo daño se equivocó de persona. Lo encontraré. Te lo
prometo. —Sus ojos se abren de par en par ante esta confesión que me
sorprende incluso a mí. No me gustó que pensara que lo único que me
importaba de todo esto era que tocara lo que era mío.
Venganza o no, me tomo en serio todos los votos que hago, y en el momento
en que nos unimos legalmente, eso me dio responsabilidades.
Uno de ellos asegurándose que está a salvo.
Nos miramos fijamente durante lo que parece una eternidad, miles de
emociones pasan por su rostro que ella intenta enmascarar con indiferencia,
pero no lo consigue. Su pecho se eleva mientras la atmósfera que nos rodea se
espesa, cargando el aire de tensiones tan fuertes que podría atravesarlo con un
cuchillo.
Una tensión que chilla y pide a gritos algún tipo de alivio a la avalancha de
emociones que todo lo consume.
Sus dedos se enroscan en sus codos y asiente, apartando la mirada de mí.
—Gracias. Apuesto a que desearías no haberte casado conmigo, ¿eh? Tal
vez podrías haberme utilizado de alguna otra manera para mi castigo sin la
molestia de un potencial asesino en serie suelto.
Sus palabras se interponen entre nosotros mientras ella vuelve a mirar la
carretera, con las manos temblándole ligeramente, y yo hago lo mismo mientras
la voz de mi padre resuena en mis oídos.
—¿Cuándo te enamoraste de mamá, papá? —pregunta Rush mientras
ambos nos reunimos con nuestro padre en la cubierta del barco mientras el
viento nos azota, anunciando la tormenta que se avecina con nubes oscuras
que se acumulan en el cielo, ocultando el sol.
Ya estamos navegando de vuelta a casa, acortando nuestro viaje para
asegurarnos de llegar a la orilla a tiempo y no meternos bajo la lluvia
torrencial que puede ser muy implacable en el océano.
Me río ante la pregunta de mi gemelo y resoplo cuando me da un codazo
en el estómago.
—Tranquilo, Rush —le digo, frunciendo el ceño y negando con la cabeza
ante su carácter romántico.
Quiero decir, ¡su cuento de hadas favorito es La Bella y la Bestia! Nunca
me ha gustado, pero es que no me gustan los cuentos de hadas, y punto. Mi
mente astuta prefiere los viejos mitos, ya que siempre presentan algún tipo de
engaño que conduce a resultados trágicos, y no hay final feliz, o si lo hay... es
agridulce.
—Cállate, Rafael —me advierte y vuelve a mirar a papá—. Cuéntanos,
papá. ¿Cuándo?
Papá sonríe, alborotando su cabello antes de apoyarse en la barandilla
del barco mientras observamos las olas azul marino meciéndose más
rápidamente bajo el viento junto con truenos que retumban en el cielo, y nos
acercamos a papá, prácticamente pegándonos a sus costados.
—En el momento en que mis ojos se posaron en ella.
—¿Qué? —exclamamos los dos al unísono, y yo frunzo los labios porque
suena muy estúpido. ¿Cómo puedes enamorarte tan fácilmente?
Una razón más por la que no me gustan los cuentos de hadas.
Nuestra madre es la mujer más guapa del mundo y la amamos con locura,
así que no es de extrañar que él la amara desde el primer momento. No puedo
imaginarme a nadie que no la ame. Mamá es la mejor.
Una risita retumba en su garganta.
—Sí. Me bastó una mirada para enamorarme de tu madre. En ese
momento supe que era la elegida. ¿Sabes por qué? —Sacudimos la cabeza,
ansiosos por saber más de él—. Una mirada basta para que los hombres
Wright se enamoren. Es una bendición y una maldición familiar.
Ah, sí, el infame rasgo de los Wright de amar a las mujeres hasta la locura.
Las convertimos en el centro de nuestro universo, pues no podemos
imaginarnos la existencia sin ellas.
Amamos profunda, posesiva y obsesivamente, celosos hasta del aire que
respiran nuestras mujeres porque nuestra necesidad de ellas eclipsa cualquier
otra cosa.
He visto de primera mano lo que el amor le hace a un hombre con mi
apellido, así que nunca me enamoraré de una mujer.
Existimos para ellas, y como tales, nunca podrán liberarse de nuestra locura,
nuestra necesidad de ellas se convierte en una jaula de oro, o en una prisión,
según se mire. No tomamos bien el rechazo, y si tal cosa ocurre... tomamos lo
que queremos de todos modos.
Somos egoístas, crueles y exigentes. Nunca nos conformamos con menos
que todo, y cuando no se nos da, tomamos represalias.
Así que por mucho que la maldición quiera asomar la cabeza, la mataré antes
que pueda florecer y hacer retroceder todas las emociones confusas.
Odio a Emmaline por muchas cosas.
Pero no la odio tanto como para someterla a mi clase de amor y obsesión.
Ella realmente estará atrapada conmigo entonces.
Y ninguna mujer merece tal destino, ni siquiera la que arruinó mi vida.
CAPÍTULO DIECISÉIS
“¿Puedes desear a un hombre que se supone que odias?”
Emmaline

Para: R
De: E

¿Cuál es tu mito favorito?


Han pasado unos meses desde tu último correo electrónico, y bueno... tu
amor duro hizo algo de magia porque me he dejado la piel desde entonces, y
mi duro trabajo ha dado sus frutos.
Mi técnica y mis actuaciones mejoraron, e incluso recibí elogios de mi
profesor, cosa que rara vez ocurre.
Al menos, no en la escuela. Mis clases particulares con la tía V son
magníficas, y siempre tiene una o dos palabras amables para mí.
Para ser sincera... me parece tan extraño que siga escribiéndote estos
correos. No soy una persona solitaria ni una ermitaña que se sienta en casa y
no tiene a nadie con quien hablar.
Me llevo bien con otros bailarines de mi escuela, tengo un novio que es la
persona más dulce de este mundo y una mejor amiga que siempre encuentra
algo divertido que hacer para las dos.
Por no hablar de mi familia, que me adora, y bueno, siempre es una
aventura estar en compañía de gemelos. Digamos que la palabra problema no
les hace justicia por toda la mierda que hacen. Si alguien tiene el poder de
mandar a mis padres a una tumba temprana, son ellos.
Es decir... casi prenden fuego al despacho del director y lo llamaron
accidente, pero todo el mundo sabe que nada de lo que les rodea lo es.
Sin embargo, de alguna manera, junto con todas estas personas que me
aman, no hay nadie con quien pueda compartir estos pensamientos profundos
que raspan mi alma y profundizan mi confusión sobre mi futuro.
Nadie con quien pueda compartir mi confusión interna que sigue tan
fresca como hace dos años.
Y supongo que por eso paso tanto tiempo en la biblioteca, perdiéndome
entre interminables páginas de viejas historias que me alejan temporalmente
de mi realidad para trasladarme a un mundo imaginario bastante mugriento.
Una de las razones por las que los mitos antiguos son mis favoritos es
porque muestran los vicios humanos a través de los dioses y sus acciones,
diciéndonos básicamente que nadie es invencible, aunque sea inmortal.
También nos enseñan sobre la vida y nuestra existencia, sirviéndonos de
brújula orientadora, o al menos solían hacerlo en el pasado.
La moralidad controlada a través de las historias, ¿no es interesante?
He leído infinidad de ellos, empapándome ávidamente de todas las
diversas historias en distintas variantes e idiomas, ansiosa por encontrar algo
nuevo incluso en aquellos mitos que conocía de memoria.
Pero mi favorito absoluto... del que nunca me canso... es la de Perséfone.
Deméter era la diosa de la fertilidad y de la tierra; tuvo una hija con Zeus
llamada Perséfone. La adoraba y, según las leyendas, Perséfone era hermosa
y bondadosa. Vivieron felices juntas hasta que Hades, el dios del inframundo,
la secuestró y la encerró en su infierno.
Después que Hades raptara a la hija de Deméter, ésta intentó recuperarla,
pero no pudo encontrarla por ninguna parte. Finalmente, algunos de los dioses
le contaron lo sucedido y, como venganza, congeló la tierra, sin dejarla
producir. La gente no podía cosechar nada, así que Zeus, el padre de
Perséfone, ordenó a Hades que le devolviera a su hija.
Hades, sin embargo, había engañado a Perséfone, haciéndola comer
semillas de granada en el inframundo, y como tal, tenía que pasar la mitad del
año con él.
Y así cuenta la leyenda que llega la primavera cuando Deméter da la
bienvenida a su hija, ya que está tan feliz... y llega el invierno cuando Perséfone
tiene que volver con su marido, y su madre llora su pérdida.
El propósito de este mito era mostrar los cambios del tiempo a través de
las estaciones.
Y aunque lo veo... para mí se trata de mucho más que eso.
Deméter amaba tanto a su hija que hizo todo lo posible por traerla de
vuelta a la Tierra para que viviera entre los dioses. Zeus era tan egoísta que
permitió fácilmente que Hades se la llevara y sólo la reclamo cuando ya no le
convenía, ya que Deméter le creó problemas.
Y Hades... bueno, tomó lo que no se le ofreció voluntariamente y luego
volvió a engañarla para mantenerla de algún modo como su reina.
Todos ellos eran egoístas, tan egoístas con una chica que se merecía algo
mejor ya que nadie le preguntó nunca lo que realmente quería.
Pasó meses con Hades en el inframundo... ¿y si se enamoró de él? ¿Y si...
deseaba quedarse más tiempo con él?
Sin embargo, nadie le preguntó. Simplemente decidieron su vida por ella
y no le dejaron más remedio que seguir sus órdenes.
El amor de unos padres es una bendición, pero a veces puede ser una
maldición cuando intenta asfixiarte en sus brazos protectores, sin dejarte
realmente vivir y cometer tus propios errores.
Y la historia de Hades y Perséfone suscita otras preguntas en mi cabeza,
tan confusas por su naturaleza, y sin embargo nadie las entiende cuando las
expreso.
¿Es posible enamorarse de alguien que te ha hecho daño? ¿Existe el color
gris en el amor?
Normalmente, en todas las historias de amor, los héroes hacen todo lo
posible por ser príncipes perfectos y apuestos para sus mujeres y las rodean
de tanta atención, que ellas no tienen más remedio que enamorarse de ellos.
Cómo no hacerlo si son tan atentos, ¿verdad?
Hades, sin embargo, era un villano, o al menos se le trataba como tal, al
andar entre los muertos, y su reino era frío e inquietante. En lugar de
preguntarle a Perséfone o cortejarla (no estoy segura que eso existiera en estos
mitos, ya que la mayoría de los hombres se limitaban a tomar lo que querían),
la secuestró y le mostró todos sus vicios de inmediato.
No ocultó su naturaleza, no creó ilusiones. En cambio, prosperó en el caos
que causó, e incluso cuando se enfrentó a la orden de Zeus, encontró una
manera de atrapar a Perséfone con él.
La misma parte de mí piensa que todo esto es horrible, por supuesto, pero
la otra... ¿cómo es ser deseado por un villano? ¿Por un hombre que no tiene
alma, sino oscuridad, y no busca redención por sus acciones?
¿Podría Perséfone amarlo de verdad, y si así fuera... la decisión de su
madre destruiría una vez más su vida?
Mi mejor amiga siempre sacude la cabeza cuando intento romantizar su
relación o dar más profundidad a los mitos que sólo debían enseñarnos algo.
Pero no puedo evitarlo. Nunca he salido con nadie más que con mi novio.
Y es maravilloso; todas las chicas deberían tener un novio como él, alguien en
quien confiar y en quien apoyarse siempre.
Fue mi primer amigo de verdad, y me encantaba pasar tiempo con él y
nunca lo vi como algo más... y entonces, a los quince años, me pidió salir, y me
sentí tan mal por negarme... pensé que era lo correcto y acepté estar con él.
Pensé que quién podría ser más adecuado para mí que él, y de todas
formas no es que me gustara nadie. Además, ¿no hay un dicho que dice que
con quien salgas debe ser tu mejor amigo?
Pero si soy honesta... completamente honesta, y nunca he dicho estas
palabras en voz alta a nadie, pero a quién le importa ya que sé que no tienes
ni idea de quién soy... porque si la tuvieras, ya utilizarías toda la información
que te he dado para conseguir algo de dinero.
En fin...
Hay un hombre cuya existencia despierta mi curiosidad de un modo que
no puedo explicar. Siento una extraña atracción hacia él. Tal vez sea culpa,
porque arruiné su vida.
Y tal vez sea mi penitencia estar obsesionada por un hombre que nunca
me miraría, ya que sólo mirarlo me inspira deseos carnales. Sin embargo, no
me gusta, así que ¿cómo puede uno sentir algo si no le gusta una persona? Por
no mencionar que me odia a muerte.
Pensar en él me recuerda dolorosamente que mis sentimientos hacia mi
novio son agradables y genuinos, pero carecen de chispa, y cada día que pasa
me pregunto si fue un error empezar a salir con él.
Todo esto me pinta muy mal y, sinceramente, yo sería la primera en
llamarme zorra porque ninguna mujer debería tener esos pensamientos
cuando sale con alguien como mi novio.
Probablemente sea demasiada información para ti, y no te culparé si no
respondes, pero...
¿Cuál es tu mito favorito?
E

7 horas después

De: R
Para: E

Me gusta leer mitos. Para mí tratan de los errores inevitables que todo el
mundo comete mientras intenta encubrirlos con valentía o algún bien mayor,
lo cual es un concepto tan divertido.
El bien mayor no existe. Todas nuestras acciones beneficiarían a alguien
de un modo u otro. El bien mayor para uno es un deseo egoísta para el otro.
Todos los horribles crímenes cometidos por los dioses en los mitos se
suponían que enseñaban a la gente a obedecer y los pintaban bajo una luz
egoísta porque usaban su poder para aterrorizar a los que iban en contra de
sus deseos.
Los dioses eran los villanos en todos sus mitos, los que se suponía que
debíamos odiar, pero...
Los villanos siempre tienen un encanto oscuro.
Viven una vida que aman y no se arrepienten de nada, mientras que los
que se encerraron en la creencia que sus sacrificios valdrían la pena algún día
se arrepienten de muchas cosas.
Te encanta el mito de Perséfone.
¿Sabes por qué?
Porque te representa, y al verte a ti mismo en ella, te conectas más con
ella.
Padres poderosos que decidieron tu destino, y en lugar de romper esa
fachada perfecta que has creado, les sigues la corriente a todo lo que dicen.
Sueñas con un Hades que vendría, destrozaría tu mundo y te llevaría lejos,
muy lejos, por la fuerza.
Entonces no tendrás que admitir que tu vida es una farsa ni causar dolor
a nadie porque, en tu cabeza, él sería el culpable. Tendrás una justificación
para todo lo que va mal sin admitir lo mucho que te perdiste en tu necesidad
de complacer a la gente.
En tu necesidad de agradecer a tus padres que probablemente ni siquiera
son conscientes de la guerra interna que te carcome.
¿Es esto lo que quieres, E?
¿Castigo por parte de un hombre que te odia para que finalmente seas
libre?
¿Será eso suficiente expiación para alejarte de una vida con la que todos
sueñan, pero que te asfixia?
R
Emmaline

—Esto es inaceptable —dice Scarlett cuando se cierran las puertas del


ascensor y se lleva el doctor que me revisó antes mientras camina de un lado a
otro frente a mí—. Tenemos que contratar seguridad para ella. No puedes estar
en todas partes.
Aprieto con fuerza los dedos sobre la taza y me la llevo a la boca, bebiendo
con cuidado mientras el líquido ardiente me calienta la garganta, aunque hace
poco para bloquear los escalofríos que recorren mi espina dorsal en oleadas al
pensar en un asesino suelto que me caza.
Rafael está de pie junto a la barra, agarra un vaso y le echa varios cubitos de
hielo antes de verter whisky en su interior. Lo agita, los cubitos chocan entre sí
y llaman la atención sobre el persistente silencio que nos rodea desde las
palabras de Scarlett que pesan mucho entre nosotros.
El silencio se apoderó de nosotros desde el viaje en auto en el que, por un
segundo en el tiempo, pensé que Rafael tenía corazón cuando me acarició la
cara tan suavemente, y sus ojos habitualmente fríos como el hielo se
suavizaron, provocando temblores en mí, y me sentí tan segura.
Tan protegida en su abrazo, exactamente lo que necesitaba después de lo
que pasó en ese maldito baño, y luego tuvo que arruinarlo todo, aunque debería
estar agradecida por ello.
No debería desarrollar ningún tipo de sentimientos por este imbécil que se
casó conmigo por venganza. Todavía tengo que ver su legendario control.
Porque parece que todo lo que hace es actuar irracionalmente a mi alrededor.
De alguna manera, esto sólo despierta mi curiosidad y la atracción que yo creía
que permanecía bajo la alfombra y enterrada todos estos años.
Menos de veinticuatro horas en su compañía y ya estoy unida a mi captor
como la patética perdedora que soy.
Siseo cuando bebo un sorbo grande, quemándome la lengua, y Scarlett
chasquea los dedos, la irritación cubriendo su voz.
—¿Pueden ustedes dos concentrarse, por favor? —Mira fijamente a Rafael,
que se limita a beber su whisky, clavando su mirada en mí, con una expresión
ilegible en sus facciones. Un sofoco me recorre, parecido a cuando
prácticamente gruñó al médico que quería levantarme la camisa y comprobar
si tenía alguna herida.
No hace falta decir que mi fuerte no y los empujones de Rafael detuvieron
todo lo que quería hacer a continuación, y solo nos aseguró a todos que estaba
bien, aunque más tarde podría tener un fuerte dolor de cabeza por inhalar lo
que sea que había en esa lata.
Culpo a su sustancia por sentirme atraída por Rafael en este momento. Está
claro que me ha afectado a la cabeza, o esa es mi única excusa, y me aferraré a
ella con todas mis fuerzas.
Cualquier cosa es mejor que admitir que al cuerpo que ansía la lujuria y el
deseo le importa una mierda lo que diga tu mente o lo que sienta tu corazón.
—¡Emmaline! —Finalmente desvío la mirada del hombre confuso y miro a
Scarlett, que resopla exasperada—. Tendrás seguridad contigo a partir de ahora,
¿de acuerdo? No salgas de casa sin ellos.
—¿Así que este matrimonio me permite ir a algún sitio sin Rafael?
Sorprendente. —Ella suspira, poniendo los ojos en blanco, claramente no
apreciando mi sarcasmo—. Supongo que incluso en prisión hay guardias, así
que no debería sorprenderme tanto.
—Sólo un recordatorio, cariño. La cárcel es donde habrías estado si yo no
hubiera intervenido. Así que agradece más este matrimonio que te ha salvado
el culo. —El ronco barítono de Rafael me hace cosquillas en la piel, y la furia
me recorre, volviendo a encender el juego.
—Tienes razón. La única razón por la que puedo apreciar este matrimonio
es porque el asesino en serie me quiere. Hay más gente malvada que tú en este
planeta, después de todo. Felicidades.
La diversión brilla en sus ojos, y me saluda con su copa, terminando el
contenido de un trago y colocándolo sobre la mesa.
—¿Ves? Siempre hay un lado positivo. —A continuación se dirige a
Scarlett—: Luke será la persona asignada para vigilar todos sus movimientos.
Ya lo ha hecho durante un año, así que no será un gran cambio para él.
Dios mío.
Y ya que estamos en el tema.
—¿Pensaba que no quebrantabas la ley? ¿Cómo llamas a espiarme todo este
tiempo?
—Adquisición de información.
—Básicamente me acosaste. Pervertido.
Rafael se ríe, se quita la chaqueta del traje y la tira en el sofá a mi lado, y su
camisa muestra toda la gloria que es su musculoso pecho.
—Deberías darme las gracias. Si no, te asaltarían y Dios sabe qué más en
ese apartamento tuyo. Aunque la mayoría de los días ni siquiera puede llamarse
así.
Abro la boca para discutir un poco más, pero luego la cierro de golpe,
dándome por vencida porque es inútil. Con todos mis argumentos, él tendrá
alguna réplica; por algo es considerado un negociador brillante.
No quiero examinar su declaración que me protegió una vez más,
salvándome de toda la mierda que pasaba en ese barrio mientras yo pensaba
que tenía suerte o que mi padre contrataba a alguien para que se ocupara de los
problemas.
Comparte ese rasgo con Rafael. No dejan que nadie toque lo que consideran
suyo y lo protegen ferozmente.
—¿Sabes qué? Lo que sea. ¿Puedes llamar a ese tal Luke? Necesito comprar
un teléfono nuevo y finalmente ir a ver a mis padres. —Nunca volveré a ese
apartamento. Además, es la escena de un crimen, así que no estoy segura que
me lo permitan. Con suerte, Scarlett puede organizar a alguien para que recoja
todas mis cosas de allí—. Deben estar muy preocupados. —Se me revuelve el
estómago de sólo imaginar su agitación y cómo intentan localizarme sin éxito.
—Oh, se me olvidaba. —Parpadeo cuando Scarlett me da un teléfono
nuevo—. Agarramos tu viejo teléfono y transferimos toda la información
dentro de este, pero le añadimos nuestros números. Decidimos dejar el teléfono
allí porque podría estar intervenido.
¿Cómo han podido...?
Sacudo la cabeza porque es una pregunta sin sentido. Considerando que el
hombre puede usar cualquier truco de su arsenal para conseguir lo que quiere,
debería aceptar el hecho.
—Entonces, ¿tampoco habrá privacidad en este matrimonio? —Scarlett se
muerde el labio mientras Rafael permanece imperturbable, arremangándose y
abriendo sus antebrazos a mi vista—. Gracias. Aún así, necesito ver a mis
padres.
Pulso la pantalla, y mis ojos se abren de par en par ante las interminables
notificaciones que parpadean en ella una tras otra, cambiando tan rápidamente
que casi me da un latigazo.
Algunos son de mis compañeros de clase.
Una llamada y un mensaje de Adelaide.

¿Te casaste con el tipo? En serio, es lo más salvaje que has hecho. ¿Es por eso que actuaste tan raro? ¡Llámame! Y oh, pobre
Anthony.

Los siguientes mensajes vienen de mis hermanos en nuestro chat de grupo.

Ian: ¡Te casaste!

Wyatt: ¡Con Rafael Wright!

Bueno, ellos deberían saberlo ya que están en la facultad de Derecho, y a


pesar de la tensión que su nombre provoca durante las cenas familiares, siempre
estuvieron admirados del tipo y sus victorias en el campo profesional.

Ian: No contestas al teléfono y para tu información, la familia se está volviendo loca. Nos han acosado para pedirnos detalles
y hemos actuado como si no quisiéramos compartirlos.

Wyatt: Fue divertido. Te cubrimos las espaldas, hermanita.

Ian: El padre de Anthony irrumpió en nuestra casa y te llamó puta roba-dinero. Papá le dio una paliza. El viejo tiene un ojo
morado. Gracioso.

Wyatt: Si dice alguna mierda más, sacaremos trapos sucios del viejo y los compartiremos con sus socios. Porque que se
joda quien te falte al respeto.

Apoyando la barbilla en el borde de la taza, sonrío ante su total apoyo,


porque aunque lo que hice se considere socialmente incorrecto, a los gemelos
les da igual. Al fin y al cabo, así es nuestra familia.
Nos apoyamos unos a otros pase lo que pase.

Ian: Sí. Además, tener un abogado de verdad en la familia será muy útil en un futuro próximo.

Wyatt: Digamos que podríamos habernos metido en un problema y que necesitemos ayuda legal. Aunque hay que hacer
mucho hincapié en la palabra “podríamos”.

Deja que mis hermanos gemelos insinúen que nunca consideraron a la


familia Sebastian, alias mi padre biológico, que resulta ser el abogado
corporativo de los King, aunque no ocultan el hecho de que no les agrada.
Simplemente no pueden entender cómo rompió con mamá hace tantos años,
y para ellos siempre será el malo de la película. Ni siquiera se quedan a cenar
cuando él está cerca y hacen muecas cada vez que me dirijo a él como papá.
Se me encoge el corazón cuando recuerdo cómo cambió nuestra relación
cuando empecé a hacer eso. Durante un tiempo, parecía que me aislaron de
nuestra conexión, pasando el rato juntos y sin aceptar mi recién descubierto
árbol genealógico.
Así son mis hermanos: ferozmente leales a sus seres queridos. Si consideran
a alguien un enemigo, no puedes ser su amigo.
Al final entraron en razón. Creo que después que papá tuvo una larga charla
con ellos, pero aun así.
A veces parece que estamos a kilómetros de distancia, y lo odio porque
estábamos muy unidos mientras crecíamos.

Ian: Estamos llegando a Nueva York. El avión familiar debería estar allí en unas horas.

Wyatt: Rafael necesita saber que tienes hermanos que morirían por ti.

Ian: Y patearle el culo si es necesario.


Wyatt: Recuerda lo que papá siempre dice. Los King lo ganan todo con todos.

Ian: Y nos encanta todo el drama, así que no podemos perdernos esto.

—Tus hermanos serán excelentes abogados algún día si siguen así.


Me sacudo en mi asiento, solo ahora me doy cuenta de que Rafael está
detrás de mí, apoyando los codos en el cuello del sofá y leyendo todos los
mensajes por encima de mi hombro.
Apretando el teléfono contra mi pecho, pregunto:
—¿Te importa?
—No es que nada de tu vida sea un secreto para mí.
—No deberías sonar tan orgulloso cuando le dices a la gente que eres un
imbécil. —Esto me hace ganar una sonrisa más. Vuelvo a leer los mensajes
porque necesito saber qué estaba pasando todo este tiempo.
Nadie menciona la muerte de Gina, así que deben de seguir ocultándoselo a
la prensa, y frunzo el ceño cuando no veo ninguna notificación de la tía
Valencia. Por lo general, suele ser la primera en llamar cuando falto al
entrenamiento, pero está extrañamente callada.
Pero no es eso lo que me confunde, me mortifica y me pone nerviosa.
Es la falta de llamadas telefónicas o de un solo mensaje de mis padres.
¿Cómo es posible? Cuando me lesioné el tobillo en Francia, fueron los
primeros en venir a verme y me llamaron innumerables veces, queriendo saber
todas las novedades. Y aquí su hija se casa con el eterno enemigo de la familia,
¿y hay silencio?
¿Tan decepcionados están que ni siquiera desean hablar conmigo ni
escuchar mis razones?
—Dales algo de tiempo, Emmaline. Ya volverán en sí.
Sujeto la taza con fuerza y apenas me resisto a tirarle la bebida a la cara
porque todo esto es culpa suya.
—¿Estás contento? También arruinaste mi relación con ellos.
—No seamos dramáticos, cariño.
No tengo oportunidad de responder cuando el ascensor vuelve a sonar y
todos miramos al hombre que entra en el ático. Inconscientemente, me acerco
más a Rafael, sin preocuparme por derramar mi té en el sofá de cuero.
Porque el desconocido posee tal aura de oscuridad y peligro a su alrededor
que casi te asfixia con ella. Quiero bajar la mirada para evitar sus ojos grises y
huecos, pero sigo estudiando sus rasgos simétricos como si un escultor hubiera
creado su rostro y lo hubiera diseñado para volver loca a la gente.
Su cabello oscuro está atado en un moño desordenado. Un suéter de cuello
alto cubre sus anchos hombros y se ciñe a su musculosa figura, a juego con sus
jeans negros y sus pesadas botas. Su piel morena, sus pómulos altos y la sombra
de barba aumentan su atractivo.
De alguna manera, sin embargo, emana de él tal frialdad que toda su belleza
palidece en comparación mientras advierte a todos que no se dejen cautivar por
su apariencia porque es engañosa.
No tengo ninguna duda de ello, y aunque puedo notar su belleza masculina,
no me hace absolutamente nada. Aunque no soy la más indicada para juzgar
eso, ya que nunca me he sentido muy atraída por nadie, ni siquiera por Anthony.
Bueno, excepto...
—Hola. —Habla, sonriendo, pero desaparece rápidamente cuando se dirige
a Rafael—. La próxima vez que quieras cobrar un favor de décadas, avisa con
un poco más de antelación. —Notas peligrosas recubren su profunda voz.
—Después de todo esto, no quedará ningún favor entre nosotros.
—¿De toda la gente, decidiste pedirle ayuda a él? —exclama Scarlett—. ¿En
serio?
—Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas.
Ella señala al desconocido.
—Es un desastre descontrolado —exclama—. O al menos lo era en la
universidad. Dudo que haya cambiado algo.
Aparentemente imperturbable, el desconocido responde:
—Yo también me alegro de verte, Scarlett. —Prácticamente me pego contra
el sofá, acogiendo el calor de Rafael detrás de mí, cuando los ojos del
desconocido se centran en mí, recorriéndome—. Emmaline. Felicidades por tu
matrimonio.
—Gracias —murmuro automáticamente y frunzo el ceño—. ¿Quién eres?
—Mi nombre es Rhys Scott. Soy agente del FBI. Un perfilador. —La tensión
se disipa en mí, y trago fuerte antes de exhalar pesadamente. Está aquí por el
caso de Gina. Significa que se lo tomaron en serio, y podremos atrapar...
Espera.
¿Por qué están implicados los federales? ¿No debería encargarse la policía
de todo esto? Sus palabras anteriores juegan en mi mente, y hablo antes que
pueda detenerme.
—¿Eres amigo de Rafael? —Mencionó un favor, y aunque este tipo parece
más joven que Rafael, debe tener treinta años o casi.
Rhys se ríe entre dientes, y Rafael rodea el sofá, llegando hasta él, y
comparten un apretón de manos.
—Si hay algo que nunca se podrá decir de nosotros, es que somos amigos.
—Pasa un rato—. Somos conocidos íntimos.
—¿No es esa una definición de amigos?
—No —responden las dos al unísono, y miro a Scarlett en busca de ayuda.
Se encoge de hombros.
—Una larga historia. —Probablemente eso signifique que no es asunto mío.
—El cabrón la ha vuelto a atacar hoy.
—Sí. Recibí tu mensaje. —Agita la otra mano que sostiene una carpeta
roja—. Espero que esto aclare algunas cosas. —Se deja caer en la silla frente a
nosotros, y Rafael se sienta a mi lado en el sofá, su cadera rozando la mía. De
algún modo, su contacto me tranquiliza y me envuelve en un capullo protector.
Después de agarrar su taza de café, Scarlett se une a nosotros en mi lado
izquierdo y me da unas palmaditas en el muslo en señal de apoyo silencioso.
Sinceramente, toda esta escena ahora mismo es surrealista para mí.
Rhys abre la carpeta.
—De momento no nos han avisado, así que este caso sigue perteneciendo a
la policía. He utilizado mis habilidades para conseguir toda la información al
respecto hasta ahora, y no tiene buena pinta. —Me mira—. Todos los detalles
serán brutales y sangrientos. Si tienes el estómago débil, te sugiero que tomes
un balde.
—Después de lo que presencié ayer, creo que puedo manejarlo.
—De acuerdo. —Saca un papel de la carpeta—. Este es el resultado de la
autopsia de Gina. Fue asesinada aproximadamente entre la medianoche y las
tres de la mañana debido al veneno inyectado en su sangre.
—¿Cómo es posible? Tiene que estar mal —digo, mi teléfono se desliza a
un lado mientras agarro la taza con más fuerza—. Estas heridas... eran
catastróficas.
—Aún respiraba, ¿verdad? —Rhys deja el papel sobre la mesa frente a
nosotros y saca otro—. Algo importante a tener en cuenta sobre los asesinos en
serie que se toman el tiempo de preparar el escenario para su creación, por así
decirlo. —Doy un respingo al oír esto, odio que lo llamen escenario porque no
es más que antojos horribles—. Es que son excepcionalmente inteligentes.
Planean sus asesinatos metódicamente, estratégicamente, y se esfuerzan por
recibir la mayor cantidad posible. Cada creación puede ser la última, así que
siempre tiene que ser perfecta.
Scarlett pregunta:
—¿Por qué?
—Porque quieren ser recordados —le respondo, y la ceja de Rhys se
dispara—. Mi madre es psiquiatra y tenemos muchos libros en casa. Me
encanta estudiar la mente humana, pero me gusta más bailar.
—Según la autopsia, el veneno fue inyectado diez minutos antes de morir.
Fue entonces cuando también llamaron a la policía.
Rafael se tensa a mi lado.
—Así que el cabrón lo planeó exactamente a tiempo para que Emmaline
llegara y encontrara a Gina viva.
—Sí. A partir de ahora, me referiré al asesino como sudes 2. —Rhys me
mira—. Así es como llamamos a los asesinos en serie que intentamos atrapar.

2 En un perfil criminal, el sudes (abreviatura de sujeto desconocido o sujeto no identificado de una


investigación) es la persona no identificada cuyos crímenes están siendo investigados. El término “sudes” está asociado
—Otra vez, criada por la psiquiatra inculpada de un asesinato que no
cometió. No hace falta explicar nada. —Frunzo el ceño, tamborileando sobre
mi taza—. Sigues diciendo asesino en serie con tanta seguridad. ¿Ha habido...?
—Trago fuerte y suelto la palabra de todos modos—. ¿Otros?
—La paciencia es una virtud, Emmaline —dice, y yo aprieto los dientes.
¿Tienen que ser todos tan evasivos con todo? Ahora entiendo por qué son tan
buenos conocidos íntimos. Probablemente se volverían locos el uno al otro
como amigos—. El sudes debía de estar en la escena. No solo sabía que ella
estaría allí, sino que necesitaba ver su rostro después de tal revelación. —Le da
la vuelta a la carpeta y la abre en alguna página—. La grabación de la cámara
muestra toda la calle, pero tiene un punto ciego cerca de los contenedores.
Teniendo en cuenta que el sudes tiene algún tipo de obsesión con Emmaline,
tuvo tiempo suficiente para estudiar el entorno y mantenerse fuera de la vista.
Un escalofrío repugnante me recorre la espalda al oír sus palabras.
La idea que un psicópata se encariñe contigo por el motivo que sea es
aterradora, porque puede que tú le hayas sonreído y él lo haya transformado en
su cabeza en una gran historia de amor y amistad que lo haya llevado a matar
a alguien.
—Respira, Emmaline, respira —me ordena Rafael, e inhalo un poco de aire
en los pulmones, sólo entonces me doy cuenta que he dejado de respirar.
Su palma caliente se posa en mi muslo y lo aprieta, rozando con el pulgar
mi piel cubierta por los jeans. El contacto calma algunos de mis nervios, y no
tengo fuerzas para quitármelo de encima. Mejor el monstruo que conoces que
el que desea matarte, ¿no?

con la “perfil de sudes”, donde los investigadores determinan los rasgos de un sudes para reducir el grupo de
sospechosos.
—No entiendo por qué. —Mi voz es apenas audible—. ¿Por qué me vigila?
—El sudes se considera un artista y tú eres su musa. Necesitaba ver tu
reacción ante su creación —dice Rafael, y lo miro, la ira cruza su rostro—.
Todo esto fue diseñado para que admiraras su obra. Tu apreciación es de vital
importancia para él. —Trago con fuerza, me tiemblan las manos y el líquido
caliente se derrama por el borde de la taza—. Los psicópatas no se enamoran
ni sienten empatía, porque nadie se la ha demostrado. Sin embargo, crean
vínculos y, por la razón que sea, tú y él tienen un vínculo en su cabeza.
Todo esto me parece surrealista. ¿Por qué alguien pensaría que tengo un
vínculo con él? Si me espía, entonces sabe que soy compasiva y que nunca
habría querido que nadie matara por mí, ¡y mucho menos admirarlo!
—No tiene sentido para mí —escupe Scarlett, prácticamente atragantándose
con su café—. ¿Por qué llamó a la policía por ella? Un asesino en serie, por lo
que sé, desea matar todo el tiempo, ¿no? Entonces, ¿cómo puede mantener sus
deseos y hacer que Emmaline admire sus asesinatos si está encerrada? —En
eso tiene razón: cuanto más descubrimos sobre el caso, menos lógico resulta.
—¿Quizás esa es su firma? ¿Como si cometiera un asesinato real y luego
un asesinato social al incriminar a otra persona, y eso lo sostiene hasta la
próxima vez?
—Les agradecería que se callaran hasta que termine de hablar. —Rhys mira
su reloj de pulsera de platino—. No tengo todo el tiempo del mundo.
La voz de Rafael se vuelve grave, su palma se flexiona sobre mi carne y se
me pone la piel de gallina.
—Recuerda con quién estás hablando. Con mi mujer. —¿Cómo puede haber
tanta posesividad en su tono cuando me llama su mujer y, sin embargo, es tan
cruel conmigo todo el tiempo? ¿Tanto le importa su imagen que no quiere que
su amigo piense que le importa una mierda que alguien le falte al respeto a su
mujer?
Dios mío.
Tengo que dejar de pensar en mí de esa manera porque no soy la mujer de
nadie. Una prisionera en el mejor de los casos y un arma de juguete en el peor.
Rhys silba y sus labios se contraen, aunque sus ojos permanecen tan vacíos
como siempre.
—Nunca pensé que vería el día, Wright. Mis condolencias. Ahora nunca
conocerás la paz. —Frunzo el ceño, confundida, al oír esto y la risa murmurada
de Scarlett, mientras Rafael se tensa a mi lado y sus dedos se flexionan con más
fuerza alrededor de mi muslo.
Rhys debe de haber leído la furia en su rostro, porque prosigue:
—He indagado un poco en las bases de datos en busca de casos similares y
no he encontrado nada. O ha debido de cambiar de firma, cosa que dudo, o
todos los demás no eran más que una práctica para su gran entrada.
Tragando la bilis en mi garganta, pregunto:
—¿Todos los demás?
Rhys saca una foto y, de un breve vistazo, reconozco a Gina, lo que me
recuerda lo efímera que es la vida.
Ayer mismo, estaba escupiendo su veneno hacia mí en el club, prometiendo
superarme en nuestra carrera, y hoy, está muerta.
—Todos los cortes en el cuerpo de Gina están bien hechos. Sabía
exactamente dónde cortar su piel para extraer la mayor cantidad de sangre y
cómo mantenerla con vida el tiempo suficiente. No está descuartizada; todas
las heridas tenían su propósito, y ni una sola vez perdió el control durante el
asesinato. Sólo asesinos en serie experimentados que han hecho cosas así
innumerables veces podrían haber sido tan pacientes y precisos. —Chasquea la
lengua—. Un novato la habría abierto, estudiado sus órganos y ansiado explorar
todo lo posible. Hay un cierto tipo de interés ahí. —La forma en que Rhys
pronuncia la última frase me molesta. Su explicación suena como si se
relacionara con el asesino en serie en algún nivel y comprendiera sus
motivaciones, su voz monótona.
Debo estar agotada. Además, es un perfilador, así que entender a los
psicópatas está literalmente en la descripción de su trabajo.
—¿Dónde están los otros cuerpos entonces?
—Sin saber nada del sudes, es difícil de decir. Pueden estar bajo tierra, en
el agua, o no quedan cuerpos de los que hablar. —Scarlett hace una mueca, y
yo comparto su opinión al respecto—. Sin embargo, lo que puedo decir, es que
está escalando. Todo lo que tenía planeado para Emmaline salió mal, y
normalmente esos psicópatas metódicos desprecian el caos.
—Porque crecieron en el, ¿verdad? —pregunto, y él asiente—. ¿Significa
esto que estoy en peligro?
—Sí y no. Hoy te ha asustado y no te ha hecho daño físico. Así que, por la
razón que sea, eres sagrada para él, lo que juega a nuestro favor. Sin embargo,
su mensaje goteaba rabia, y tendrá que dirigirla contra alguien. Creo que
atacará, y esta vez, debido a su inestable psique, tendremos otro cuerpo que
examinar.
—Dios mío —murmura Scarlett, levantándose y guardando el café de
camino a la puerta de la terraza que abre salvajemente, dejando entrar el aire
gélido que agradezco sobre mi piel acalorada. Uno podría asfixiarse con tanta
información—. ¿Qué sentido tiene tu visita, Rhys? No sabes absolutamente
nada. Nuestra pobre chica ya está aterrorizada. —Me da una palmadita en el
hombro y, en este momento, me siento como una niña rodeada de adultos, y lo
odio.
—Soy un adulto, y eso está bien. Me dijo exactamente lo que necesitaba oír.
—Soy uno de los mejores en mi campo, Scarlett. No hago visitas inútiles a
mis conocidos. —Cierra la carpeta—. Gina representó a un ángel caído. —Me
mira directamente a los ojos y ladea la cabeza—. ¿Te suena, Emmaline?
Todo en mi interior se paraliza mientras varios recuerdos aparecen en mi
cabeza uno tras otro.
—Sí. Nosotros... Una vez, en el instituto, teníamos que hacer un trabajo para
una obra de teatro. Gina era un ángel caído que representaba nuestros vicios
humanos, y yo interpreté a un ángel que se resistía a ellos. Una analogía de
santo y pecador. —Odiaba la obra porque crecí en un hogar que miraba todo a
través del color gris y nunca predicó sobre la santidad. Sin embargo, nuestro
nuevo profesor era implacable y necesitábamos aprobar la clase, así que
teníamos que participar en ella—. Al final de la obra... —Mi respiración se
acelera, mi corazón late desbocado y me sudan las palmas de las manos
mientras el pánico aprieta lentamente sus cuerdas a mí alrededor, atascando el
oxígeno de mis pulmones.
No, no, no.
Mis dedos resbalan con la taza y ésta cae sobre la alfombra con un suave
golpe, derramando líquido por todas partes y tiñendo de marrón la alfombra
blanca.
Me estremezco cuando Rafael me toca la cabeza, me clava los pulgares en
la barbilla y me ordena:
—Emmaline, concéntrate en mí y respira. —Por un segundo, no oigo lo que
dice por el zumbido de mis oídos, mi pulso es tan fuerte que lo siento en la
garganta—. ¡Emmaline! —suelta.
Empiezo a inhalar y exhalar lentamente, equilibrando los latidos de mi
corazón, y el zumbido se detiene.
—Al final de la obra, ella murió, y yo estaba a su lado. Como ayer.
—Eso no es lo que te tiene aterrorizada. ¿Qué pasa, cariño? —me pregunta,
frotándome suavemente las mejillas con los pulgares. Cubro sus manos con las
mías, necesitando agarrarme a algo para no gritar de pánico o perder seriamente
la cabeza.
Entonces ni siquiera tendrán que atrapar a dicho asesino, yo haría el trabajo
por él.
—Antes de morir, Gina me dijo que buscara un ángel.
Rafael cierra los ojos y murmura:
—Mierda. —Y entonces jadeo cuando me acerca a él, abrazándome y
dejándome esconder mi rostro en su pecho—. Esto es malo.
—Mi punto exactamente —habla Rhys—. Nuestro sudes debe estar
conectado a esta obra de alguna manera, y esa es nuestra pista. Lo que sea que
ocurriera en esa obra desencadenó su trauma y lo unió a Emmaline.
—Sólo nuestra clase participó en la obra, una escuela privada, y conozco a
todas las personas de nuestra clase del instituto. Quien me haya atacado hoy no
puede ser rico —susurro en el pecho de Rafael, y sus brazos se flexionan a mí
alrededor. Por no mencionar que ninguno de mis compañeros de clase se ha
convertido en un psicópata.
Gina era la única que considerábamos problemática.
—Tendremos que investigar más. Llevará tiempo.
—Dime lo que necesitas y te lo proporcionaré. —El tono de Rafael me hiela
aún más—. Quiero que atrapen a quien mierda sea. Nadie aterroriza a mi mujer.
—Podrías dar una pequeña tarea a tu equipo de seguridad ya que trabajo en
secreto para este caso. Ahora mismo nuestra mejor apuesta es hacer
exactamente lo contrario de lo que quiere el sudes. De esta forma, lo
sacudiremos. Y cometerá un error. Al final, todos lo hacen. —No comparto la
confianza de Rhys; lo último que quiero es que el sudes mate a otro inocente—
. Entonces podemos hacer un perfil completo. —Oigo el crujir de papeles—.
Por ahora, puedo decirte esto. Es joven, inteligente, pobre y creció en un
ambiente abusivo. Normalmente, los sudes reaccionan con fuerza a toda la
debacle de la bondad y la maldad cuando fueron castigados de niños en nombre
de la santidad.
—¿Género?
—No se puede saber por ahora. Necesito más pistas, las variables están en
el aire en esta ecuación.
Coloco la palma de la mano sobre el vientre de Rafael, me levanto y me
inclino hacia atrás. Nuestras miradas chocan y se me escapa un suspiro al ver
el fuego puro de sus ojos verde esmeralda.
—¿Eso es todo? ¿Simplemente viviré mi vida y esperaré a que el sudes mate
a alguien para que puedas atraparlo?
Su rostro se endurece. Está claro que no le gusta mi tono sarcástico.
—La compasión es un privilegio que la gente de mi profesión no tiene,
Emmaline. Nos enfrentamos a esta mierda a diario. ¿Suena cruel? Sí. No somos
magos. Y no somos responsables de los crímenes que cometan los asesinos en
serie. Ten eso en mente durante esta investigación. Lo que haya pasado o vaya
a pasar no es tu culpa. El sudes simplemente está enfermo. —Sin embargo,
hace poco para calmar los estragos, no es que le importe.
Rhys se levanta, y Rafael se mueve junto con él. Se estrechan las manos.
—Nos mantendremos en contacto.
—Sí. Hasta entonces, vigílala como un halcón.
—No me digas cómo cuidar a mi esposa, Rhys.
El agente jadea dramáticamente.
—¡Ah, no! —Se ríe cuando Rafael le estrecha la mano con demasiada
fuerza, a juzgar por cómo se ha puesto blanca la palma de Rhys—. Buena suerte
tratando con Zachary King. Los hermanos Wright tienen pelotas. Ambos
apuntaron jodidamente alto.
¿Así que Rafael tiene un hermano? ¿Y qué quiere decir Rhys con apuntar
alto? Nunca he oído hablar de otro Wright.
—¿Conoces a mi padre?
—Tus padres, en realidad. Salúdalos de mi parte la próxima vez que los
veas. Será realmente divertidísimo. —Después de dar esta declaración bastante
evasiva, saluda a Scarlett cuando Rafael lo suelta—. Nos vemos.
—¡Esperemos que no!
Se ríe un poco más y se da la vuelta, caminando hacia el ascensor, y en un
segundo, las puertas se cierran sobre él, llevándolo escaleras abajo.
No tengo tiempo de asimilar nada de esto porque Rafael me suelta una
bomba.
—Llama a nuestra asistente para que haga las maletas y la prepare para el
viaje. Y cancela todas mis citas pero ocúpate del caso de Anthony. Nos vamos
a mi isla unos días.
¿Adónde vamos ahora?
Desconocido

Corro hacia mi apartamento, cierro la puerta y me dirijo al baño. Las


lágrimas me corren por el rostro mientras agarro la barra de jabón y la froto con
fuerza contra mi piel, ignorando el dolor y concentrándome únicamente en
limpiarme la sangre.
Mordiendo mi labio inferior, froto el jabón más profundamente, creando
tanta espuma como el agua golpea sonoramente en el lavabo, y el odio se
apodera de mí porque mis manos hicieron algo sucio.
Hirieron a Emmaline cuando escribieron estas palabras, asustándola. La
asustaron tanto que se desmayó y probablemente esté aterrorizada. Grito,
frotándome la piel hasta que se pone roja y en carne viva, punzadas de dolor
recorriéndome por todas partes.
Lavo la espuma, me limpio las manos en la toalla y voy al salón. Saco el
cinturón, hago crujir el cuero y me arrodillo. Cierro los ojos y me tapo los oídos
para no oír las voces de mi cabeza.
—Pedazo de mierda. ¿Qué te he dicho? —Mi grito resuena en el aire
cuando me agarra del cabello y me arrastra hasta el granero. Los perros
ladran a mí alrededor, pero él los patea, sus pesadas respiraciones se mezclan
con el viento y los truenos que sacuden el cielo—. ¿Qué te he dicho? —me
escupe a la cara, empujando las enormes puertas, y sus botas suenan
increíblemente pesadas en el espacio, por lo demás silencioso, mientras el olor
a heno me estremece la nariz.
—¡Lo siento! —Suplico, mi respiración se acelera cuando me acerca al
rincón oscuro donde me duele tanto, que mi alma muere cada año—. Yo no he
dicho nada.
—¡Eres el engendro del diablo! ¡No puedes mostrar tu cara a nadie! —
Me lanza contra la esquina. Aterrizo sobre el heno, y mi cuerpo tiembla al oír
cómo agarra el látigo y lo golpea primero contra su rodilla—. ¡Hija de puta!
Mis uñas se clavan en el heno y me trago el grito de agonía en mi garganta
cuando empieza a asestarme sus golpes uno a uno, mi espalda empapada de
sangre mientras él no para hasta que no queda más que carne magullada.
Mientras las lágrimas corren por mis mejillas, no me atrevo a emitir ni un
solo sonido. Lo empeoraría todo. Además, no es que a nadie le importen mis
gritos.
Nunca me ayudaron de todos modos, sólo lo enfurecieron más ya que
cualquier sonido mío le recuerda mi existencia, y eso es una ofensa
imperdonable a sus ojos.
Después de lo que parece una eternidad, se detiene, y mi cuerpo se tensa
aún más, junto con la desesperación que me sacude, cuando lo oigo bajarse la
cremallera, murmurando:
—El hijo de una ramera no inspira más que pensamientos pecaminosos.
En este momento, desearía no haber nacido.
—Engendro del diablo. ¿Cómo has podido hacerle tanto daño? —me
pregunto, apretando con más fuerza el cinturón, y luego me golpeo la espalda
con él, arqueándome por el dolor—. ¿Cómo has podido hacerle esto?
Golpe. Golpe. Golpe.
Por mucho que me haga daño, el odio hacia mí no se calma y, en cambio,
me llena de energía y de un deseo prohibido de satisfacer mis antojos, que son
tan tentadores que no tengo poder para resistirme a ellos.
Apoyo la espalda sangrante contra el sofá mientras cuento mentalmente
hasta mil, buscando una señal de Emmaline que ha oído y aceptado mi
advertencia, siguiendo todas las reglas.
Necesita estar en Nueva York y dejar a Rafael.
Si ella sigue las reglas, me mantendré cuerdo. Estamos destinados a acabar
con mi sufrimiento juntos.
Por favor, Emmaline.
Sigue las reglas y no hagas que me convierta en un monstruo como él.
No me hagas azotarte hasta que sangres.
Por favor, Emmaline.
CAPÍTULO DIECISIETE
“Hay una tierra donde gobiernan los villanos...”
Rafael

Para: R
De: E

Siempre que siento esa frustración contenida dentro de mí que no puedo


compartir con nadie más, eres la primera persona que me viene a la cabeza,
lo cual es irónico, teniendo en cuenta que no sé absolutamente nada de ti.
Y quizás por eso me resulta tan fácil hablar contigo. Escribirte un correo
electrónico es como volcar todos mis pensamientos en un diario, con la
diferencia que tú estás vivo y puedes darme tu opinión.
No es un consejo, la verdad, ya que lo que dices suele hacer que me
cuestione toda mi existencia y aunque se podría decir que los terapeutas hacen
eso... la mía no me ha ayudado.
O más bien no he compartido mucho con ella.
Durante nuestra última conversación sobre Hades y Perséfone y cómo
deseo ser castigada por no querer la vida que vivo... es verdad.
Busco castigo porque, en el fondo... no soy perfecta.
Verás...
Una vez destruí la vida de alguien.
Sí, tenía nueve años y alguien podría decir que era una niña que no tenía
ni idea de lo que hacía, pero yo sabía que mentía.
Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero lo hice de todos modos
porque creía que estaba protegiendo a mi amigo de un horror.
Resulta que también era mentira.
Pensé que simplemente lo despedirían. Era un hombre cruel y astuto que
se lo merecía a mis ojos. Pero no solo lo despidieron.
Le acusaron de un delito que no había cometido y lo enviaron a prisión
durante tres meses. Tuve que confesárselo a mi padre para que éste moviera
todos sus hilos y encontrara las tan necesarias pruebas de todos los implicados
para limpiar su nombre. Pero el daño ya estaba hecho.
Porque puede que la ley lo exculpara, pero sus colegas, que buscaban un
motivo para echarlo, nunca se lo creyeron.
A sus ojos, él fue para siempre el asqueroso que primero amenazó a un
hombre con arruinarle la vida si no llegaba a un acuerdo con su cliente en los
tribunales, y luego, cuando dicho hombre, que resultó ser el padre de mi amigo,
le dijo que no tenía dinero para pagar... chantajeó a su mujer para que se
acostara con él como pago por este acuerdo. Su mujer lloró y dijo que R le
había hecho daño, cuando en realidad... nunca la había tocado ni le había
hecho tales ofertas. Mi amiga me mintió cuando dijo que lo presenció y me dijo
que estaba demasiado aterrorizada para expresarlo, rogándome que ayudara
a su familia diciendo que lo vi de primera mano.
Le quitaron la licencia. La recuperó, pero aun así. Lo avergonzaron.
Perdió su reputación y nadie quería trabajar con él.
Básicamente, toda la ciudad se volvió contra él de tal manera que le fue
imposible quedarse aquí, así que se mudó.
Han pasado casi diez años y le va bastante bien, es uno de los mejores en
su campo. Lo acosaba religiosamente, necesitaba saber que estaba bien, y por
lo que parece, prospera y ahora crea sus propias reglas.
Él pagó su penitencia por cosas que no hizo mientras que a mí... no me
pasó nada.
Desde que tenía nueve años, he estado esperando mi penitencia, y aceptar
a mi padre biológico era parte de esa penitencia.
No importa cuánto tiempo pase, siento que no es suficiente. Que merezco
ser castigada más por ser exactamente como él.
Cruel y astuto.
Ese es mi secreto más profundo.
Hay un hombre que tiene cierto apodo.
Y fui yo quien le hizo merecedor de tal apodo.
Sin embargo, no puedo evitar preguntarme en mis momentos más bajos...
¿qué clase de persona habría sido si yo no hubiera entrado en su vida?
¿Sería... feliz?
E

10 horas después
Para: E
De: R

Si la gente busca un castigo, lo encontrará. Por eso es mejor aceptar los


errores cometidos y olvidarlos. Tratar de expiar o disculparse cuando a una
persona le importa una mierda es agotador y estúpido. Te vuelves loco sin
motivo y no vives la vida al máximo.
Nosotros no decidimos cuándo nos perdonan las personas a las que hemos
hecho daño. Eso sólo es prerrogativa de ellos, porque fueron ellos quienes
resultaron heridos por lo que hemos hecho.
Algunas personas anhelan el remordimiento. Quieren ver que esa persona
se arrepiente de sus actos.
Otros necesitan venganza. Desean que esa persona experimente lo mismo
que ellos. De esta manera, quienes los lastimaron pueden ver los horrores por
los que han pasado con sus propios ojos y sentir todas las consecuencias.
Y luego está la mejor clase de gente que yo llamo las almas más puras.
Perdonan y siguen adelante. No dejan que la ira los consuma hasta el
punto de dejar de reconocerse a sí mismos.
Al fin y al cabo, es el precio que pagamos cuando elegimos la furia y la
venganza.
Ya sea por odio o por amor... estamos unidos para siempre a esas
personas, y si nos aferramos al pasado, podríamos perdernos el futuro.
Por lo que parece, te has cruzado con el hombre equivocado, y él vendrá
por su venganza.
Sin embargo, nunca podrás predecir sus movimientos, así que vive tu vida
al máximo, E, hasta que no puedas.
Los monstruos siempre regresan a quienes les hicieron ser lo que son
porque los odian con saña.
Es inevitable.
Y lo que es inevitable nunca puede evitarse.
R

Emmaline

—Tiene que ser una broma —murmuro cuando salgo del auto, y el sol que
brilla intensamente desde arriba muestra un helicóptero blanco perfectamente
pulido en la vista más favorecedora, llamando la atención sobre la W justo en
el centro.
La espaciosa máquina dispone de cuatro asientos, dos delante y dos detrás,
y parpadeo, mirando a mi alrededor en busca de alguien que pilotee la maldito
cosa y sin encontrar a nadie a la vista, aparte del conductor de Rafael.
La inquietud se apodera de mí. Volar en helicóptero siempre me ha asustado,
ya que los sonidos y este tipo de espacios abiertos me asustan. Por eso casi
nunca me subo a uno, porque rara vez confío en que un piloto lleve mi cuerpo
sano y salvo a su destino.
En serio, incluso un bote es mejor. Sé nadar, así que me salvaré. No me
salvaré si esta cosa se cae.
—¿Serás tú quien nos lleve hasta allí? —le pregunto a Jeff, que se sonroja y
niega con la cabeza, sacando mi maleta del maletero.
Rafael sale por fin del auto, su chaqueta de cuero ondea hacia atrás cuando
el viento azota su figura, y sus jeans y su camiseta le hacen demasiada justicia.
Una vez una persona lo llamó diablo en carne humana, y tengo que estar de
acuerdo porque ¿qué otra cosa explica que Dios haya espolvoreado semejante
belleza sobre un imbécil total que prácticamente me obligó a hacer este viaje?
—No iré a tu isla privada —le grito en la cara, cruzándome de brazos y
transformando todo el miedo que hay dentro de mis huesos en rabia—. ¿Crees
que soy tan estúpida como para ir a un sitio que controlas totalmente? —
¿Quién sabe lo que me exigirá de todos modos?
Su humor cambia como el viento.
—Ah, cariño. Me hieres el alma. Toda novia merece una luna de miel. Y
tú también tendrás una. —Cierro mis manos en puños, queriendo borrar la
sonrisa que marca su cara—. Además, tenemos que irritar al sudes.
¿Está bromeando en este momento?
—No soy tu verdadera novia, y tengo una vida aquí. Audiciones, escuela
y mi familia. —Aún me duele en el alma el hecho que mis padres no hayan
hecho ningún esfuerzo por ponerse en contacto conmigo. No sé qué pensar de
su silencio.
Incluso cuando de niña los decepcionaba con mis mentiras, mantenían
largas conversaciones conmigo, explicándome lo que había hecho mal y cómo
no estaba bien.
Supongo que por fin encontré la forma de dejar de ser su hija perfecta y,
de alguna manera, el saberlo me duele más de lo que jamás hubiera esperado.
—Tus audiciones están suspendidas indefinidamente. No obtendrás el
papel. —Parpadeo—. Gina está muerta. No te lo darán. Los dos lo sabemos.
Tienes que aceptarlo y yo me ocuparé de tu escuela. —Trago fuerte, el corazón
se me rompe al perder un sueño más de la infancia.
Si Rafael decide alejarme de mi profesión como parte de su castigo, no
volveré a bailar en escenarios de todo el mundo.
—En cuanto a tu familia, tendremos tiempo de sobra para visitarlos
cuando estemos de vuelta. O vas de buena gana o voy a arrastrarte hasta allí.
Elige sabiamente, Emmaline.
Así que aquí estamos, en este aeropuerto en las afueras de la ciudad, con una
maleta como mi compañía en la que tengo todas mis necesidades. Todas las
demás maletas -de todos modos, no tengo ni idea de lo que hay dentro- se
entregarán más tarde.
Agarrando las gafas de sol de mi bolso, me las pongo y me dirijo a Rafael:
—¿No puedes permitirte un avión privado?
—Tengo cinco de esos. Todos en Boston.
Realmente odio lo engreído que suena.
—Mi familia tiene siete. —Le sonrío dulcemente, recordándole que no me
impresiona su riqueza y que puede metérsela por el culo.
Se ríe, el sonido me crispa los nervios, y le aparto la mano de un manotazo
cuando me da un golpecito en la nariz.
—Tu familia. Tú no, cariño. —Lo fulmino con la mirada, que él no ve
porque llevo gafas de sol, y cierro la boca. Sinceramente, cuando una trata con
un abogado, todas las réplicas son poco convincentes.
Siempre tienen algo que decir pase lo que pase y, de algún modo, acaban
ganando.
—¿Dónde está tu isla? —¿Y cuánta riqueza necesita una persona de todos
modos?
—Lejos.
Me muerdo la lengua para guardar silencio mientras le quita la maleta a Jeff
y le hace un gesto con la cabeza.
—Volveremos en dos o tres días.
—Sí, señor.
Con esto, Rafael empieza a caminar hacia el helicóptero, así que saludo
brevemente al conductor con la mano, siguiéndolo rápidamente.
—¿Dónde está el piloto? —No me parece una persona que espere a nadie,
así que ya me siento mal por el tipo, que debe de llegar tarde, puesto que no
veo a nadie corriendo hacia el helicóptero.
Rafael mete la maleta en la parte de atrás y me quedo boquiabierta cuando
rodea el helicóptero y se sube a la cabina. Los latidos de mi corazón se aceleran
y el nerviosismo de antes recorre mi torrente sanguíneo.
—¿Qué haces?
—Se explica por sí solo, ¿no crees? —Se quita la chaqueta y la tira también
en el asiento trasero antes de alcanzar los auriculares—. Entra, Emmaline.
Oh, Dios.
¿Se supone que no sólo tengo que volar en él, sino también tener un asiento
delantero?
Si muero hoy, será una muerte poética y trágica.
Ya me imagino los titulares.

Los infieles murieron en un accidente de helicóptero. El karma los atrapó bien y rápido.

—Emmaline —espeta Rafael. Suspirando pesadamente, entro de un salto,


cierro la puerta y al instante me envuelve su olor, todo masculino y terroso, que
no hace más que avivar mi molestia—. Ponte esto. —Me da mis propios
auriculares, así que hago lo que me dice mientras pulsa varios botones,
haciendo que la máquina empiece a zumbar.
Cierro los ojos ante el sonido de la turbina con sus rotores principal y de
cola arrancando, miles de cosquillas recorriéndome por todas partes, y agarro
mi bolso de mano más fuerte contra mi pecho porque ni siquiera mi cinturón
de seguridad alivia mi ansiedad.
Poco a poco, el helicóptero empieza a moverse más y más alto mientras yo
inhalo y exhalo profundamente, dando la bienvenida a la oscuridad y
negándome a abrir los ojos para estudiar mi entorno por miedo a vomitar por
todo el lugar.
Solo necesito pensar en otra cosa. ¿Tal vez movimientos de ballet?
Empiezo a repasar mentalmente la rutina, agarrando la manija cuando el
helicóptero tiembla un poco y luego vuela suavemente hacia algo.
—Lo desconocido sólo intensifica el miedo, Emmaline. —La voz de Rafael
atraviesa el fuerte zumbido—. Abre los ojos. No querrás perderte la belleza que
te rodea. —Pasa un tiempo—. A menos que seas un poco cobarde...
Irritada por el desafío que acaba de lanzarme, agarro con más fuerza la
manija de la puerta y respiro hondo. Miro al frente y las cosquillas de antes
vuelven cuando solo nos rodea el océano.
Si comete un solo error, caeremos en picado al océano y nadie nos
encontrará jamás.
¿Cuánto tiempo llevamos volando?
Frunzo el ceño.
—Es sólo el océano. —Es extremadamente hermoso, las olas azul marino
brillando bajo el sol y moviéndose al compás del viento, varias barcos
circulando por algún lugar delante de ellas. Pero a pesar de su belleza, la vista
no hace más que aumentar mi pánico—. No es un espectáculo digno de
contemplar. —Las palabras son más bien para morderlo. Siempre me ha
gustado el mar y rogaba a mis padres que me llevaran allí con frecuencia.
Tiene cierta magia.
—Ah, nunca seas tan irrespetuosa con la creación más astuta de la
naturaleza. El océano siempre será un espectáculo para la vista. Esconde bien
sus secretos y atrae a todos con su belleza hacia una perdición inevitable.
Porque una vez que estás en sus garras, no hay vuelta atrás. —Me mira y veo
mi reflejo en sus gafas de sol—. Sin embargo, no importa cuántas almas
perdidas desaparezcan en él, siempre habrá otras dispuestas a sacrificar sus
vidas, porque su tentadora llamada es irresistible.
Compartimos una larga mirada después de esto, los pensamientos vuelan
a través de mi mente ante sus palabras bastante poéticas sobre el océano, y una
gran comprensión me molesta en los bordes, tirando de los hilos de mi alma e
instándome a pensar en el pasado.
El pasado en el que solía tener un amigo secreto al que le encantaba utilizar
metáforas para explicar las cosas y calmar el infierno que ardía en mi interior,
aunque todo acabó de forma bastante trágica.
El viejo dolor me baña, raspando la herida aún sangrante, y me muerdo el
labio, negándome a pensar en ello y a confundir a Rafael con mi amigo.
Sólo porque dijo algo agradable sobre el océano difícilmente lo convierte en
un amigo. Este hombre es mi enemigo, y todavía tengo que descubrir lo que
realmente quiere.
—Pareces saber mucho sobre el océano.
Vuelve a mirar al frente, agarrando con más fuerza el mando entre las
piernas ante la dura ráfaga de viento que pasa rápidamente.
—Crecí rodeado de él en la isla, así que lo he explorado desde muy joven.
—¿Así que es una isla familiar? —El pavor me invade—. Por favor, dime
que no piensas presentarme a tus padres. —Eso explicaría por qué nadie ha
oído hablar nunca de su familia si se quedaron encerrados en esta isla. Aunque
no es raro que las dinastías ricas posean tierras en medio de la nada, es extraño
que nadie lo haya mencionado.
Su risa hueca carece de todo humor y contiene notas escalofriantes que me
hielan hasta los huesos y va seguida de palabras duramente pronunciadas:
—No. Mis dos padres están muertos. No tienes que preocuparte por ellos.
Oh.
No puedo imaginar perder a mis padres, vivir en un mundo sin ellos y sólo
el saber que algún día tendré que experimentar eso me mata.
—Siento mucho tu pérdida, Rafael. —A pesar de la antipatía que me inspira
el hombre, pongo la mano sobre la suya, encima del mando, y se la quito
rápidamente cuando se flexiona bajo mi contacto, con punzadas de electricidad
que me pican la piel.
—Han pasado veintisiete años. No tienes que sentir lástima por mí, cariño.
¿Tenía nueve años? Mi corazón llora por él, no puedo evitarlo. Era tan
pequeño y no importa cuántos años hayan pasado, no imagino que el dolor sea
menos fácil.
—Lo siento —repito de nuevo, moviéndome en el asiento y colocando el
bolso bajo mis piernas—. ¿Cómo ocurrió?
—Mamá murió en un incendio y mi padre... es una historia bastante
aburrida.
En otras palabras, no compartirá una mierda.
Rezando por la paciencia que se vuelve más delgada con cada hora que pasa
que estoy casada con este hombre, trato de continuar la conversación desde un
ángulo diferente.
—¿Así que tu familia era dueña de esta isla desde que eras pequeño?
—Mi tatarabuelo era un pirata que vagaba por el océano hasta que encontró
esta isla y se estableció en ella junto con su esposa. O eso dice la leyenda.
—Parece que secuestró a su esposa y reclamó una tierra sin permiso. —Esa
es la única conclusión lógica—. ¿Tiene papeles que digan que la tierra te
pertenece?
¿Piratas? ¿En serio? Parece como si su antepasado fuera un hombre
cualquiera que se inventó una historia para sus descendientes. Los piratas rara
vez conquistaban islas. Seguían vagando por el océano hasta su muerte.
¿Quizás un fugitivo?
—Sí. De mi familia se pueden decir muchas cosas, pero ser estúpida no es
una de ellas. —Pulsa algunos botones y la máquina se mueve un poco más
rápido—. Y para responder a tu declaración anterior. Según los diarios que
tenía escondidos en el ático, amaba mucho a su mujer. Fue entonces cuando
comenzó otra leyenda familiar.
—¿Qué leyenda?
—Los hombres Wright saben desde la primera mirada que una mujer les
pertenece. No aceptamos un no por respuesta. Supongo que tienes razón.
Probablemente la secuestró. —Su boca se curva en una media sonrisa durante
un breve segundo—. De todas formas, no lo sabremos.
Un silencio incómodo cae sobre nosotros mientras reflexiono sobre esto,
confundida con las emociones que siembran el caos en mi cabeza.
Alivio porque lo que insinuó en este momento significa que nunca se
enamorará de mí y querrá retenerme permanentemente ya que me lanzó mil
miradas y nada se movió en su órbita.
Y rabia mezclada con decepción porque él no me ve así, lo cual es tan...
idiota e inexplicable.
Hay algo seductor en ser el centro del universo de alguien como lo es mamá
para papá. Siempre que los veo, me pregunto si eso es el amor.
Una de las razones por las que no estaba segura de casarme con Anthony.
Nunca compartimos la intensidad a la que estaba tan acostumbrada cuando
crecía con mis padres.
Pero sabiendo lo que sé ahora, quizás la relación de mis padres no era sana
para empezar.
Todo dentro de mí se rebela contra la idea. ¿Cómo puede un amor así no ser
sano?
—Tienes un hermano, ¿verdad? —Salgo de mis cavilaciones y vuelvo a
centrarme en la conversación que nos ocupa—. ¿Vive en la isla?
—Sí y no. Viaja mucho. Mi gemelo tiene un alma inquieta. —Mis ojos se
abren de par en par ante esto. ¿Un maldito gemelo? ¿Hay dos de ellos?—. Se
llama Rush. Es el único heredero de la fortuna familiar.
—¿Por qué? —Esto explica por qué tuvo que ganárselo todo con trabajo
duro.
—Larga tradición en la familia. Sólo el hijo mayor se queda con todo el
dinero y las tierras, y si lo desea, puede compartirlo con sus hermanos o no.
—Qué arcaico e injusto —murmuro, odiando los favores de cualquier tipo.
Mis padres dividieron nuestros fondos fiduciarios en partes iguales entre
todos nosotros, y papá incluso me dio algunas acciones de la familia King.
Renunció a la férrea norma que para tener acciones en la empresa familiar hay
que haber nacido King.
Sin embargo, ese es mi papá. Él siempre me ha amado.
—Nosotros no cuestionamos la ley. O la acatamos o nos rebelamos, la
elección es siempre nuestra. —¡Otra vez con las metáforas evasivas!—. Rush
dividió todo en partes iguales entre nosotros tres. Excepto esta isla. La mitad
me pertenece a mí y la otra mitad a él.
Espera.
¿Nosotros tres?
—¿Tienes un hermano más?
—Sí. Hermanita. Lavender.
—Así que tu familia no es lo opuesto de la mía. —Me mira—. Dos niños y
una niña.
—Se podría decir que sí. Una combinación perfecta.
—Más bien maldita.
—Bueno, eso también.
La risa se me escapa y apoyo la espalda en el asiento, mirando por la
ventanilla.
—¿Ella también vive en la isla?
—Sí. No está bien, así que no puede estar sola.
Oh.
No se me escapa cómo la calidez recubre su tono mientras se mantenía frío
como el hielo cuando hablaba de su gemelo, lo que me parece muy extraño.
Ian y Wyatt son inseparables, y nada ni nadie puede interponerse entre ellos.
Pero entonces nuestros padres no tienen favoritos.
—¿Físicamente no está bien?
—Mentalmente. Tiene veintinueve años. Pero piensa y actúa como si tuviera
cinco. Los psicólogos dicen que es una respuesta al trauma. Estuvo bien hasta
los dieciocho años.
—¿Has intentado pedir una segunda opinión?
—Sí, y todos dicen lo mismo. El trauma en su psique fue tan severo, que no
creen que haya esperanza para ella. Así que la dejamos en paz.
¿Qué demonios le ha pasado a esta familia para que esta sea la respuesta
traumática de la chica?
Sin saber mucho de ellos, parece que su familia tuvo que pasar por muchas
cosas, por lo que no es de extrañar que Rafael se forjara como el hombre que
es hoy.
—No lo hagas. —Lo miro mientras aprieta la espalda contra el asiento y tira
del mando hacia él, girando un poco en el aire, omitiendo el viento más fuerte
que nos llega del norte—. No intentes justificar mi comportamiento o mis
acciones cuestionables a través del prisma de sentir lástima por el niño que una
vez fui. —Traga fuerte—. Nuestra infancia no nos define porque tomamos
decisiones y cargamos con las consecuencias de nuestras decisiones.
—Ciertas infancias son demasiado traumáticas para superarlas. Dictan cómo
reaccionamos ante muchas cosas. —Quizás si mi madre no fuera psiquiatra,
tendría otra opinión. Ella nos enseñó desde pequeños lo frágil que es la psique
humana. A veces la gente necesita ayuda para luchar contra sus demonios, y no
hay que avergonzarse de ello.
Desde luego, no deberían sentirse atrapados sin posibilidad de escapar de su
propio infierno personal.
—Es nuestra responsabilidad cuidar de nuestra salud mental. El deseo de las
mujeres de arreglar a un hombre es su perdición. Que su vida haya sido una
mierda no le da derecho a convertir la suya también en eso.
No sé qué decir, así que cierro los labios y vuelvo a estudiar el paisaje hasta
que me quedo dormida.

—Levántate, Emmaline. —Rafael toca mi muslo, despertándome, y yo me


incorporo, parpadeando mientras bostezo y miro el reloj, con los ojos
desorbitados al ver que han pasado casi tres horas.
Debía de estar realmente agotada.
Y es entonces cuando mis ojos se posan en la espaciosa -parece que infinita-
isla verde en medio del océano.
Un cielo en la tierra.
Se me escapa un grito ahogado y Rafael me dice:
—Toma los binoculares entre los dos. Es una vista espectacular. —Los
agarro, miro a través de ellos con avidez y jadeo ante la belleza de esta isla
cuanto más nos acercamos a ella.
La selva tropical es lo primero que percibo, innumerables palmeras con
cocos colgando de ellas.
Rafael acelera la máquina. Nos acercamos tanto que ahora rodeamos la isla,
lo que me proporciona la mejor vista de ella para ver hasta el más mínimo
detalle.
Ajustando mejor el enfoque de los binoculares, me inclino hacia delante,
divisando diferentes árboles y arbustos más pequeños que contienen bayas y
frutos, y me pregunto dónde se encuentra exactamente.
Yo esperaría que una isla así estuviera habitada, porque debe de haber
animales salvajes todavía en ella, y aun así permitieron que la familia Wright
la poseyera. Por no hablar que los recursos que posee probablemente permitan
permanecer en ella durante años sin regresar a la civilización.
Las flores exóticas crecen por el rico suelo y envuelven los árboles con
extrañas formas. Sus colores rojo, morado y amarillo crean una imagen alegre
y añaden belleza a este lugar, que pertenece a las revistas geográficas de todo
el mundo. Es un crimen no compartirlo con la gente, aunque lo entiendo.
Si poseyera un pequeño paraíso lejos del juicio y el desprecio, también lo
mantendría oculto, viniendo aquí a lamer todas mis heridas y a bailar todos mis
sueños.
Varias especies de pájaros deben de piar a su alrededor, considerando que
tienen el pico muy abierto, y se asolean bajo la luz del sol, erizando sus plumas
y creando nidos.
Rafael vuela más lejos, ahora apenas planeando sobre la perfección natural.
Señalo a los loros azules sentados en las ramas, mordisqueando bayas.
—¡Son tan lindos! —exclamo disfrutando aún más de la belleza que me
rodea. Veo un bosque aún más espeso en el otro extremo de la isla y una enorme
mansión custodiada por una verja de hierro. Me recuerda a la época medieval,
tan gruesa y fuerte que probablemente nada pueda romperla—. ¿Esta es tu
casa?
—No. Es una mansión familiar. Rush es el dueño. —Empieza a mover la
máquina en otra dirección, y no he tenido tiempo de estudiar mucho la mansión,
sólo noto que parece casi muerta, ya que lo que alguna vez debió ser un
magnífico jardín se transformó en una enorme tierra vacía—. Mi casa está al
otro lado.
¿Al otro lado? Qué extraño.
Mencionó que dividieron la isla en dos, pero no esperaba que los gemelos
se odiaran tanto como para no poder quedarse en la misma casa.
Todos los pensamientos vuelan de mi mente, sin embargo, cuando llegamos
a una mansión diferente, que contrasta tanto con la anterior, que tengo que
parpadear varias veces para asegurarme que la estoy viendo bien.
Un camino de entrada de concreto conduce a un camino angosto a la
moderna casa de vidrio de dos niveles con mil luces que la rodean, creando una
atmósfera bastante sensual, porque pasen los pecados que pasen en su interior,
todos pueden verlos y unirse a ellos.
Sin embargo, las puertas de hierro cubiertas de varios cables y cámaras junto
con varios hombres con rifles no dejan lugar a dudas que nadie sin invitación
puede pasar por ellas, y la casa de cristal es sólo una ilusión para atrapar a todos
aquellos que desean espiar la vida del propietario y ser castigados por tales
deseos.
Mi mirada se desliza hacia el hipnotizador jardín, desde los enormes robles
con las hojas más verdes hasta los rosales y orquídeas que se entrelazan, con la
hierba pulcramente cortada, presentando una imagen mágica sacada
directamente de los cuentos de hadas. Varios bancos y nichos bordean el
perímetro, completando la composición, y desde el exterior, parece que el
propietario eligió el diseño moderno perfecto, centrándose en la fauna de este
lugar y añadiendo sus toques personales.
Colores vivos y frescos con un toque de misterio.
Casi puedo imaginar a Rafael vagando por el lugar, su aura sólo añade
encanto a esta tierra.
Tal estructura y diseño parecen fuera de lugar en esta isla que prácticamente
no ha sido tocada por los humanos y sirve más bien como un dedo corazón
gigante a su hogar familiar, como si la casa de Rafael pidiera a gritos atención.
O existe para cabrear a alguien, lo que no me sorprendería, teniendo en
cuenta que tiene algún tipo de desavenencia con su gemelo.
—¿No te estás acercando demasiado? —le pregunto cuando da una vuelta
rápida y se cierne sobre el tejado, los árboles ondeando en una dirección distinta
a la del helicóptero—. ¡Rafael! —En serio, no necesito un primer plano tan
grande de su mansión.
—Aterrizaremos en el techo. —Esa es toda la advertencia que recibo antes
que comience a aterrizar y mi nerviosismo anterior me golpea una vez más,
haciéndome agarrar el mango mientras la máquina se balancea de lado a lado,
deslizándose cada vez más bajo hasta que llega al techo con un fuerte golpe, y
Rafael apaga la máquina—. ¿Qué tal el viaje, cariño?
—Agitado — digo inexpresiva, y me gano su risa, rica y profunda,
envolviéndome en calor, y niego con la cabeza, negándome a tener tales
pensamientos—. No eres mal piloto.
—Sólo dilo, cariño, y te llevaré donde quieras.
Y volvemos al sarcasmo, parece. Empieza el juego.
—Donde tú quieras, querrás decir —murmuro, pero él ya está saliendo de la
cabina y caminando alrededor de la máquina. Abro la puerta y muevo las
piernas hacia un lado, pero me quedo paralizada cuando sus fuertes manos se
posan en mis caderas, agarrándomelas con fuerza, y tengo un segundo para
resoplar cuando me levanta y me baja, mi cuerpo deslizándose por el suyo, los
músculos de su pecho rozando mis curvas mientras nos miramos fijamente—.
Gracias —digo, nuestros labios separados por un centímetro, y la tensión
familiar presente solo en su presencia que despierta todo lo que no debería en
mí vuelve a surgir, envolviéndome en su capullo y exigiendo que lo explore
más, pero sé que no debo hacerlo.
Satisfacer tales deseos conduce a desastres.
No le echaré en cara a mi cuerpo por reaccionar a Rafael, porque la atracción
física no significa nada. Una vez leí que, en circunstancias difíciles, la
adrenalina bombea nuestra sangre y pide una salida, lo que puede dar lugar a
que hagamos cosas que nunca esperaríamos.
Excepto que sentí curiosidad por Rafael y sus besos durante más tiempo del
que debería, así que ni siquiera tengo esa excusa para usar.
—Es una batalla perdida —dice, y su aliento se mezcla con el mío cuando
se inclina más cerca. Para mantener el equilibrio, agarro su camiseta con las
manos e inclino un poco la cabeza hacia atrás, demasiado hipnotizada para
apartar la mirada—. Luchar contra tu cuerpo es una batalla perdida. —Me
agarro a él con más fuerza cuando frota mi cuello con su barba incipiente,
poniéndome la piel de gallina a su paso mientras sube y me susurra al oído—:
Suplícamelo, Emmaline. —Sus labios rozan mi carne, viajando a mi mejilla
hasta que finalmente se posan en mis labios, presionando suavemente y sin
hacer nada más—. Ruégame, cariño.
Cierro los ojos, el calor abrasador me golpea con fuerza y electriza cada
nervio de mi cuerpo mientras él se acerca más, sin dejar espacio entre nosotros.
Abro un poco la boca, sus labios se mueven al compás de los míos, y el simple
contacto me sume en un frenesí de necesidad y deseo tan intenso que temo
moverme para no espantarlo.
—Suplícamelo, Emmaline —repite, sus dedos se clavan en mis caderas y se
deslizan hasta mi cintura, su agarre posesivo no hace más que aumentar el fuego
que se extiende rápidamente por mis venas.
¿Sería tan malo probarlo una vez? ¿Experimentar lo que se siente al ser
besada por Rafael sólo una vez y descubrir lo que realmente sucede cuando un
hombre que deseas te toca?
¿Sería tan malo?
Aprieto su camisa con más fuerza, trago fuerte y jadeo cuando su erección
me aprieta, el grueso bulto pinta imágenes carnales en mi cabeza, y todo lo
femenino que hay en mí grita que sucumba a la tentación.
Sin embargo, la parte racional de mí, sigue asomando la cabeza,
recordándome que odiar a un hombre y desearlo es señal de desastre.
Así que murmuro:
—No. —Al instante desaparece, dejando que el viento se arremoline a mí
alrededor y enviando frialdad a mis huesos. Abro los ojos de golpe, esperando
su ira, pero se limita a dedicarme una sonrisa torcida mientras sus orbes verde
esmeralda resplandecen.
—Qué pena, cariño. Una mujer que se niega a sí misma el placer no conoce
la verdadera felicidad.
Los celos irracionales me irritan.
—Ah, sí. Olvidé que eres un experto en mujeres.
—No hace falta que enseñes las garras, cariño. Soy todo tuyo. —Va al
asiento trasero y agarra mi maleta—. Y te recuerdo que fuiste tú quien lloró por
otro jodido hombre esta mañana.
¡Suena como si yo tuviera la culpa de lo que organizó en primer lugar!
—Anthony se merecía algo mejor.
—Te aconsejo que no uses su nombre en mi tierra, cariño. De lo contrario,
podría no ser tan generoso y dejar que la empresa de su familia se hunda.
Me quito las gafas de sol y resoplo exasperada cuando Rafael se da la vuelta
y empieza a caminar hacia una pequeña puerta en el tejado que probablemente
conduce al interior de la casa.
—¡Ese es tu mayor problema! Ni siquiera puedes mantener una
conversación conmigo sin amenazarme.
—Sé que has estado comprometida al principito perfecto, así que te falta
experiencia. La verdad es la siguiente: ningún hombre quiere oír a su esposa
cantar las alabanzas de su ex.
—¡Esto no es un matrimonio de verdad! —Y además, ¿cuándo estuve
cantando las alabanzas de Anthony de todos modos? No es como si a Rafael le
importara de una manera u otra—. Estamos en una relación falsa sólo para
alimentar tu ego y cualquier otra cosa que hayas planeado hacer.
Estoy tan emocionada que no me doy cuenta de cómo se ha detenido, y
choco contra su espalda, solo para jadear de asombro cuando se da la vuelta y
coloca su mano en mi garganta, su agarre es suave pero posesivo,
congelándome en el lugar, y mi pulso se acelera bajo su pulgar.
—Cariño, dejemos algo muy claro. Mientras lleves mi anillo y mi nombre,
eres mi esposa, y no hay nada falso en ello. ¿Lo entiendes? —Asiento, un
temblor me recorre cuando desliza su pulgar por mi garganta—. Acéptalo como
quieras, pero nunca olvides una simple verdad. Eres mía y me perteneces.
Ningún otro hombre tiene derechos sobre tu cuerpo o tu corazón, excepto yo.
—Su boca se curva en una sonrisa siniestra que no me promete nada bueno—.
No comparto a mi mujer de ninguna manera.
Retira lentamente la mano, esparciendo fuego por todas partes, y luego se
dirige a la puerta, abriéndola de par en par y haciéndome señas para que me
acerque.
—Bienvenida a mi isla, cariño.
Por un segundo, me quedo congelada en el tiempo, con las manos ansiosas
por tocarme la garganta ardiente y pensar en las palabras que acaba de decir
con voz ronca y profunda que deberían asustarme.
En cambio, me envuelven en un calor tan fuerte, que me hace estallar en
llamas y sentirme tan atraída por él que me pregunto cómo es pertenecer a un
hombre así. Pertenecerle de verdad.
Apuesto a que si estuviera comprometida a él y otro hombre intentara
chantajearme para que lo dejara, lo destruiría para que no quedaran más que
cenizas. Nunca dejaría que nadie me alejara de él.
¿Cómo no van a ser embriagadores y tentadores esos pensamientos?
—Emmaline —me llama, y lo miro, obligando a mis piernas a moverse.
Lejos de Nueva York y de toda la gente a la que amo... en esta isla apartada,
me pregunto... ¿cómo es realmente estar casada con un hombre como Rafael?
Y esos pensamientos son peligrosos.
CAPÍTULO DIECIOCHO
“Nunca he conocido la lujuria.
Tal vez si lo hiciera...
No habría prometido odiar a mi enemigo para siempre”.
Emmaline

Para: R
De: E

Este será probablemente el correo electrónico más incómodo que he


escrito nunca. (Por alguna razón, siempre sueno tan dramática en estos
correos dirigidos a ti. Debes pensar que soy idiota).
Siento la necesidad de compartir, y sé que tendrás algo de sabiduría para
mí.
Viví mi vida como me aconsejaste, prosperando en el mundo del baile e
incluso he llegado a estar en paz con todo el drama familiar. Supongo que
estaba demasiado ocupada para obsesionarme con el pasado con todos los
estudios y entrenamientos. Si no me gustara tanto el ballet, lo habría dejado
hace mucho tiempo. Por no mencionar que parecen extremadamente estrictos
conmigo. Se dan cuenta de cada pequeño error que cometo. No me importa,
porque sus críticas me ayudan a mejorar.
Sin embargo, mi relación sufrió un duro golpe el año pasado. ¿Y lo peor
de todo?
Mi novio no tiene ni idea.
O mejor dicho, intenta ignorarlo, y no importa cuántas veces le haya
planteado este tema.
Él piensa que es sólo una etapa que pasará, que estoy confundida o
preocupada por nada.
En pocas palabras... no me siento sexualmente atraída por él. Mientras
nos besamos y abrazamos... no pasa nada más.
Cuatro años de sólo besos, e incluso esos fueron bastante mediocres para
mí. ¡Y no es culpa suya en absoluto! Es todo un caballero, siempre que le digo
que no, lo acepta y nunca insiste.
Siempre respeta mis deseos y nunca amenaza con romper conmigo si no
lo supero. Y esto sólo intensifica mi sentimiento de culpa.
Es tan perfecto, pero me temo que soy demasiado imperfecta para él.
La verdad más dura que he tenido que aceptar recientemente es el hecho
que siempre le querré como persona porque tenemos muchos recuerdos juntos,
y es mi mejor amigo. El mejor de los mejores.
Sin embargo, no estoy enamorada de él y eso no cambiará.
Hace unos días le dije que quizás teníamos que romper, que se merece
algo mejor, y no se tomó bien la noticia. Está convencido que estoy
exagerando.
Y tal vez podría haber mantenido la esperanza de que algún día lo
superaría mágicamente, como él dice, y lo vería con otros ojos.
Excepto cuando me acuesto por la noche, vienen ciertos sueños... sueños
carnales que me hacen anhelar a un hombre que no debería.
Ver fantasías que no debería.
Ansío toques que no debería.
Sueños de los que no puedo huir por mucho que lo intente ya que me gritan
que por fin lo admita.
Admitir querer a alguien que nunca me querrá de vuelta, y aunque lo
hiciera... mi familia nunca lo aceptaría.
¿Cómo es posible desear a alguien que ni siquiera conoces de verdad y
mantenerte frío con quien mejor conoces?
¿Es tan importante la atracción física en una relación?
Mi amiga A dice que sí, pero a ella le encantaba tener sexo con su primer
amor, que la dejó. Ahora también disfruta con otros chicos, así que mejor para
ella.
Lujuria y amor...
¿Es posible amar a alguien sin lujuria? ¿Y puede durar una relación si no
estás enamorado de esa persona aunque parezca un buen partido? ¿Mi
conflicto interno no sirve para nada?
E

15 horas después

Para: E
De: R

No sabría decirte.
Nunca he estado enamorado ni lujurioso.
Todos mis encuentros sexuales tienen un objetivo en mente, hacerme
olvidar temporalmente las voces de mi cabeza y conseguir algo de alivio junto
con claridad.
Hasta la próxima.
Lo que sí sé, sin embargo, es esto.
Ansías aventuras y tu novio es demasiado tranquilo para ti. Necesitas una
tormenta con truenos y relámpagos para alegrar tu aburrida vida.
Amas a Hades.
¿Así que es de extrañar que trates de encontrarlo en la vida real?
R

Emmaline

—Es tan... diferente de lo que esperaba —digo, bajando las escaleras y


entrando en el espacioso salón. Teniendo en cuenta lo que me esperaba en el
ático, pensé que su mansión reflejaría de alguna manera el mismo ambiente.
Sin toques personales y sólo una fría decoración diseñada para anunciar al
mundo entero que un imbécil vive en ella sin ningún apego, por lo que hablar
con su alma no tiene sentido.
En su lugar, me recibe un diseño moderno que podría aparecer en
innumerables revistas de lujo.
El blanco y el plateado dominan la combinación de colores de esta amplia
sala, compuesta por un enorme sofá de cuero y dos sillas a su lado. Delante hay
una pequeña mesa redonda con varios libros encima. Mitos griegos.
Frunzo el ceño, me acerco, tomo uno de los libros y lo abro, pero toso
ruidosamente cuando el polvo me pica la nariz. Lo aparto y leo el título.
—Hades y Perséfone. —Al hojear las páginas, mis ojos se abren de par en
par cuando me doy cuenta que se trata de la primera edición de una colección
de historias sobre este mito en particular—. Debe haberte costado una fortuna.
—Tuve que mover algunos hilos para tenerlo en mis manos, pero valió la
pena. Creo que encaja perfectamente en mi colección. —Rafael se dirige al bar
de la esquina derecha con muchas botellas abiertas y, a juzgar por la cantidad
de líquido que contienen, está claro que al hombre le encanta beber, aunque no
entiendo cómo es posible.
Se rumorea que nunca nadie lo ha visto borracho, su mente siempre aguda
y lista para atacarte. Las marcas son caras, así que quizás fueron regalos de sus
clientes. Además, también tiene una colección de puros.
—¿Te gusta coleccionar libros antiguos? ¿Algún favorito en particular?
Sacude la cabeza y se sirve whisky.
—Me encanta el mito, así que mi colección de antigüedades consiste en
todas las cosas en las que se menciona a Hades y Perséfone. Curiosamente, no
hay mucha demanda. —Se ríe entre dientes—. No es que eso disminuya su
precio, pero qué sentido tiene la riqueza si no puedo comprar lo que quiero,
¿verdad? —Bebe un gran sorbo, y es entonces cuando mi atención se desvía
hacia varios cuadros colgados en la pared, que representan imágenes
sangrientas y crueles de la mitología griega, casi como una pista sobre el
propietario de esta casa, cuya psique debe estar gravemente dañada, a juzgar
por las sangrientas imágenes que me hacen estremecer.
Toda mi atención se centra en la que cuelga justo en el centro, Hades
arrastrando a Perséfone a su inframundo mientras su madre Deméter suplica de
rodillas desde lejos que la deje ir. Sólo cenizas los rodean mientras el suelo se
quema a su alrededor, probablemente en consonancia con el dolor de la diosa,
mientras la desesperación se dibuja en los rasgos de Perséfone cuando mira a
su madre.
—Nunca había visto una variación semejante de este mito —digo,
acercándome y tocando suavemente el cuadro, recorriendo la textura áspera
mientras me invade una desesperanza igual a la de las pinturas. De algún modo,
esto lo pinta todo de un modo muy depresivo—. Deméter no era una criatura
impotente que suplicaba a Hades que liberara a su hija.
—Creo que éste es el enfoque realista del mito. —Miro a Rafael, que deja
caer varios cubitos de hielo en su bebida—. Una madre suplicando al captor de
su hija que la libere. Y su negativa es lo que la enfurece. Una verdadera madre
siempre protegerá a su hijo. Está en su naturaleza.
Debería preocuparme por qué a mi enemigo le gusta el mismo mito que yo
adoro desde que era pequeña, pero estoy demasiada fascinada con el arte como
para estudiar las alarmas que saltan en mi cabeza.
—¿Crees que es un enfoque realista? Deméter era una diosa impotente y
está claro que ganó, ya que su golpe obligó al mismísimo Zeus a ordenar a
Hades que devolviera a Perséfone.
—Incluso las criaturas más poderosas tienen debilidades. Por eso es
importante no mostrárselas nunca a tus oponentes. —Señala el cuadro—. La
debilidad de Deméter era su hija y aun así Hades consiguió engañar a todos de
tal manera que nunca consiguió del todo lo que quería.
Reflexiono sobre esta afirmación unos instantes y me cruzo de brazos,
volviéndome completamente hacia él mientras apoya el hombro en la pared,
bebiendo su whisky.
—¿Admiras a un dios griego que engañó a una madre afligida?
—No soy tan cruel, cariño. Admiro a un dios que tomó lo que se le dio
libremente.
¿Qué?
—Le ofreció granos de granada a Perséfone sin mencionar que comer en el
inframundo la atraparía con él para toda la eternidad. No obtuvo lo que se le
dio libremente. Tomó lo que quería porque mintió. —Trago fuerte mientras él
se limita a levantar la ceja ante mi arrebato—. Perséfone no tuvo elección
cuando se trataba de su vida.
—La falta de conocimiento de Perséfone decidió su destino. ¿Se puede
llamar monstruo a Hades por hacerlo? No la forzó. Sólo utilizó todas las armas
de su arsenal. —Se frota la barbilla con la punta del vaso—. Tomamos nuestras
decisiones y vivimos con ellas. De alguna manera, sin embargo, está en la
naturaleza humana culpar a otro de nuestros errores. Es más soportable afrontar
la decepción en que se ha convertido nuestra vida.
A estas alturas, ya ni siquiera estoy segura que estemos hablando del mito.
Me aclaro la garganta.
—¿Es por esto que se te ocurrió este plan para casarte conmigo? ¿Admiras
tanto a Hades que has decidido utilizar sus métodos? —Me arrepiento de la
pregunta en cuanto se me escapa de los labios, porque la diversión que brilla
en sus ojos me hace estremecer.
—¿Por qué, cariño? ¿Te habría gustado? ¿Nosotros interpretando a Hades y
Perséfone? ¿Sería todo esto más soportable?
Una vez más, una extraña sensación me invade, mi mente me grita que
ponga todos los detalles en bloques alineados para finalizar la realización que
ansía. Sin embargo, no logro captar lo que quiere decirme.
—Perséfone fue básicamente entregada a Hades por su padre. Mi padre es
increíble, así que tu jueguecito ya tiene incoherencias.
Termina su copa, vuelve a dejar el vaso sobre la barra y se quita la chaqueta,
la camiseta ajustada de manga corta que muestra sus musculosos brazos de
forma favorecedora, lo que ahora mismo resulta molesto.
—Perséfone era una joven ingenua al principio del mito y la diosa del
inframundo al final. Vivió toda su vida bajo la protección de su madre, por lo
que nunca tuvo que crecer. Hades la obligó a crecer y la hizo más poderosa de
lo que nunca había sido. Así que dime, Emmaline. ¿Crees que ella realmente
sufrió en esta unión? —Ladea la cabeza—. ¿O sufrió porque su madre nunca
pudo aceptar realmente dicha unión y siguió odiando a su marido hasta el final?
El silencio cae entre nosotros, sus palabras arrojan una pizca de luz sobre el
viejo mito. Nunca en mi vida había mirado estos mitos desde ese ángulo y el
hecho que me parezca remotamente interesante es preocupante.
¿Pero no es verdad?
¿Le dolió a Perséfone acabar con el dios al que casi todo el mundo odiaba
porque se juntaba con los muertos?
Es como hoy en día, cuando una mujer acaba con un chico malo del que
todos le advierte.
O como yo casándome con el Rey del Desamor.
—Creo que es sólo un mito, y no hay necesidad de estudiar sus motivaciones
con tanto detalle. —Aprieto los dientes ante su risa burlona. Sabe muy bien que
también ha ganado este asalto.
Así que vuelvo a estudiar el interior a mí alrededor, mi mirada se posa en
una estantería de cristal, donde tiene cuchillos de diferentes formas y tamaños,
y por el exquisito trabajo, deben de ser muy caros. De hecho, he visto objetos
así expuestos en museos, así que debe de haberlos comprado en el mercado
ilegal, y pongo los ojos en blanco.
¿Por qué guardar artefactos históricos dentro de la casa de uno? Nunca lo
sabré
Un pasillo conduce a una escalera y a dos habitaciones más. El olor a café
flota en el aire, así que una de ellas debe de ser la cocina. Como antes pasamos
por arriba cuando bajamos de la azotea, sé que tiene tres habitaciones arriba, lo
cual me parece raro.
Si vive aquí solo, ¿para qué molestarse en tener tanto espacio?
El mármol plateado resplandece bajo el sol que entra por la enorme ventana
e ilumina este lugar más bien sombrío y frío, mostrándolo en todo su esplendor
y apestando a lujo.
Sin embargo, su ático y esta casa tienen un rasgo en común.
No tienen alma. Están vacíos y huecos.
El cansancio repentino se apodera de mí y me dejo caer en el sofá con un
sonoro resoplido, dispuesta a quedarme aquí tumbada durante un largo rato,
cuando veo un marco de fotos sobre la mesita.
Una foto familiar.
Una mujer joven, rubia y de ojos azules, se apoya en un hombre alto y
moreno que está detrás de ella y acuna su barriga de embarazada, apenas
visible. Dos chicos idénticos aprietan sus cuerpos contra ella, rebosantes de
felicidad y alegría, mientras dos, supongo que mayordomos, ya que llevan
uniforme, se colocan a ambos lados.
Después de quitarme los zapatos, cruzo las piernas en el sofá y me inclino
hacia delante, agarro el marco y paso los dedos por la foto. No cabe duda que
el hombre adora a su mujer y a sus hijos, y que ellos prosperan a su alrededor,
creando una verdadera y feliz estampa familiar.
Una familia donde reina el amor.
—Te pareces a tu padre —le digo mientras se sienta en la silla frente a mí y
se encoge de hombros—. Tu madre era muy guapa. Está claro que se amaban.
—Lo cual me parece muy extraño. Normalmente, la gente como Rafael, que
son tan despiadados, crece en ambientes bastante hostiles donde nadie les
enseñó empatía.
—Se conocieron en la universidad. Según él, en cuanto se vieron, eso fue
todo para ellos. Se casaron poco después y nueve meses más tarde nos tuvieron
a nosotros. —Su tono se mantiene uniforme, sin un ápice de emoción, y ¿no es
extraño?
Un niño que conoció el amor de sus padres no puede permanecer indiferente
ante su muerte. Algo debe haber pasado, pero ¿qué?
—Qué dulce. —Y demuestra una vez más que cuando lo sabes, lo sabes. Mi
matrimonio con Anthony habría sido un gran error. Toco a uno de los
hombres—. ¿Estos son tus mayordomos? ¿Uno para cada uno? —Bromeo,
aunque también tuvimos una niñera mientras crecíamos. También crio a
nuestro padre, pero se jubiló hace unos cinco años. Sigue siendo muy activa y
nos envía fotos de sus interminables cruceros que hace con su mejor amiga.
Papá paga todos sus gastos y le compró una casa nueva para vivir cuando se
canse de viajar—. ¿Están por aquí?
—Sí. George y William. Probablemente no los verás.
—¿Están muertos?
—No. Se pusieron del lado de Rush, así que viven en la casa familiar. Su
lealtad no se extendió a mí —dice con una sonrisa torcida, aunque oigo rabia
en su voz—. Tengo personal aquí para vigilar el lugar, pero merodean cuando
duermo. No soporto a nadie en mi espacio de forma permanente.
Estoy sin palabras con todo esto porque él no parece querer compartir nada,
y presionarlo podría ser el movimiento equivocado.
Me estudia durante varios segundos, clavando su mirada en mí mientras
apoya la espalda en la silla y se agarra a sus brazos.
—¿De qué se trata? Haz tu pregunta, esposa mía.
—¿Por qué te odia tu hermano? Incluso te desterró de la casa familiar.
Se levanta y yo vuelvo a dejar el marco sobre la mesa mientras él se acerca
a la ventana, metiéndose los pulgares en los bolsillos del pantalón mientras lo
observo disfrutar de la puesta de sol, de espaldas a mí. Me doy la vuelta en el
sofá para verlo mejor.
—Rush me culpa de haberlo abandonado en esta isla con los asesinos de
nuestra madre. —Esto me revuelve el estómago, la frialdad me pellizca la piel,
y clavo las uñas en el cuero—. Cuando huimos de esta isla, la única forma de
hacerlo fue montando en un bote. Fue en medio de la tormenta, así que Rush
cayó por la borda cuando la ola nos golpeó, y yo me aferré a él todo lo que
pude. Pero no pude aguantar para siempre, y el océano se lo llevó. —Traga
fuerte, y todo en mí me impulsa a ir hacia él y ofrecerle algún tipo de
consuelo—. Todos pensaron que había muerto, pero yo sabía que no era así.
Simplemente sentí los latidos de su corazón como si fueran míos.
Bien.
Siempre que le pasa algo a Ian, Wyatt es el primero en saberlo con sólo
sentirlo. Nunca pueden explicármelo, pero su conexión gemela es fuerte. Lo
que prueba una vez más que Rafael y Rush tenían un estrecho vínculo que se
rompió irrevocablemente.
—Sin embargo, nadie quería escucharme, así que Rush vivió en su infierno
personal durante mucho tiempo antes que finalmente fuera salvado por otra
persona.
—¿Quién?
—Esa es su historia para compartir. —Por cómo alude a todo, leo entre
líneas que Rush no es realmente un buen tipo y probablemente tampoco se junta
con buenos tipos. Nadie aparece por casualidad en una isla—. Mi gemelo cree
que he vivido en el cielo todo este tiempo, así que rechaza cualquier contacto
conmigo a menos que tenga que ver con Lavender o esta maldita isla. Renuncié
a cualquier otra herencia y se la di a mi hermana pequeña, que probablemente
irá a la beneficencia si no mejora. —Por primera vez, detecto odio hacia sí
mismo en su voz. Es tan fuerte que prácticamente puedo tocarlo—. Así que
tengo dos hermanos que no quieren saber nada de mí porque les fallé.
Su confesión me deja con más preguntas, teniendo en cuenta que no dijo
nada sobre su vida después del asesinato de su madre. ¿Y dónde estuvo su padre
todo este tiempo? ¿Por qué no sería él quien movería el cielo y el infierno para
encontrar a su hijo?
—Tenías nueve años. Nada de eso fue culpa tuya.
Se ríe, aunque carece de humor, y apoya el brazo en la ventana.
—Mi hermano no estaría de acuerdo contigo.
—Tu hermano está consumido por su dolor y no ve la lógica. —Y suena
como un imbécil aún mayor que mi marido, pero me guardo esto para mí—.
Entrará en razón. Con el tiempo. —Me levanto y me acerco a él, incapaz de
controlar esta necesidad de calmarlo—. No es culpa tuya, Rafael.
—Debería haber luchado más duro por él.
—Eras un niño. Algunas batallas son sólo para adultos. —Y por lo que
parece, todos los adultos fallaron a estos hermanos—. Todavía hay tiempo para
arreglar las cosas. Quizás con terapia... —Me estremezco ante la risa hueca que
reverbera en el espacio, sus notas escalofriantes envían frialdad a cada hueso,
y casi huyo de él, demasiado asustada por lo que pueda decir a continuación.
Quiero quedarme aquí. Tengo que enfrentarme con él a cualquier dinámica
familiar, porque sólo a través de la familia y la infancia comprendemos a las
personas.
Al menos eso es lo que predica mamá.
—Cariño, la única terapia que conoce nuestra familia es la venganza. De
hecho, causar caos y dolor es muy terapéutico para nosotros.
Apoyo mi hombro en el cristal, observando el brillo del sol en sus ojos verde
esmeralda y haciéndolos más vívidos en su apuesto rostro.
—Así que el matrimonio conmigo... ¿es terapéutico? —Nuestras miradas
chocan y respiro hondo—. ¿Por eso necesitas estar casado conmigo tres meses?
—Lo he pensado una y otra vez, y la única explicación razonable es que me
necesita de alguna manera para vengarse de alguien—. ¿Por qué te casaste
conmigo?
—Porque era la forma más eficaz de castigar a todos los implicados en mi
caída hace doce años. Entre otras cosas. No me gusta perder el tiempo.
¿Todos los implicados? Los únicos implicados fueron los policías y...
—Lauren. El dueño del bufete donde trabajabas. Te puso en la lista negra e
hizo público el escándalo. —El hombre es un imbécil extraordinario al que casi
todos odian porque su firma va por todos los que se cruzan con sus clientes y
no dudan en utilizar cualquier truco sucio que se guarden bajo la manga. Papá
odia a Lauren y su ética, una de las razones por las que lo despidió antes que
yo naciera.
Sin embargo, a pesar de sus maneras, es muy popular, y en el mundo de los
abogados, sólo el bufete de Rafael puede rivalizar con el suyo. El hombre es
poderoso y rico, y gobierna su reino y su familia como el peor de los
prisioneros.
Tiene una hija de la edad de Rafael, Claire, que se casó con uno de sus
clientes que le doblaba la edad. La chica estaba tan triste en su boda, a juzgar
por su foto, y se ha especulado con que se vio obligada a romper con el hombre
al que amaba y la amenazaron para que se casara con su marido.
Ahora que lo pienso, todo ese drama ocurrió a las pocas semanas del juicio
de Rafael.
La inquietud se apodera de mí, mi mente me insta a encontrar una
explicación lógica, pero en lugar de eso, me centro en lo que responde Rafael.
—Sí. Lauren valora dos cosas en la vida. Su riqueza y su reputación.
—¿Y cómo afecta el matrimonio conmigo a su riqueza o reputación? —No
dudo que Rafael probablemente reunió alguna información comprometedora
sobre el hombre, sólo no veo cómo puedo ser útil para la caída de Lauren—.
¿Él... ordenó algo? En prisión. —La energía cambia de repente a mi alrededor,
volviéndose más electrificada y perversa, y todo su cuerpo se tensa.
—No. Cariño, no me acusaron de violación ni nada, y tenía suficientes
contactos para que todos se mantuvieran alejados de mí. —Aun así, deben de
haber puesto a prueba los límites para comprobar si iba a hacer lo que le pedían,
así que tenía que demostrar su fuerza de alguna manera—. Detente —ordena,
dando golpecitos en el cristal mientras yo sigo mirándolo boquiabierta—. No
le des más vueltas. Tu mentira arruinó mi próspera carrera y mis planes de
décadas, pero no me asustó ni me convirtió en víctima de abusos. —Me mira
brevemente, todavía mirando por la ventana, y veo nubes acercándose, todo se
oscurece a nuestro alrededor—. No habría estado allí si me hubiera quejado y
no hubiera acabado a puñetazos con un policía. No se lo merecía, pero estaba
demasiado enfadado.
Todavía me sorprende que nadie me castigara por la mentira que dije hace
tantos años. Castigaron a la madre de Nancy y a su padre por mentir bajo
juramento y los acusaron de algo. Nunca participé en ningún juicio y, según lo
que sé por mis padres, el fiscal quería resolverlo rápidamente para que no los
culparan de un error judicial.
Al parecer, Rafael firmó todo el papeleo e incluso solicitó mantener a los
niños, es decir, a Nancy y a mí, fuera del juicio, y con ello accedió a no
demandar al Estado por todos los daños que sufrió su reputación. Mi amiga de
la infancia tuvo que mudarse a vivir con sus abuelos, y nunca más volví a saber
de ella, lo que probablemente sea lo mejor.
—¿Planes de décadas? ¿Te refieres a... conquistar el mundo corporativo?
Se ríe de nuevo, el sonido frío y molesto.
—No. Me refiero a vengarme de un hombre que les falló tanto a mis padres,
que convirtió la vida de mis hermanos y la mía en un infierno en la tierra donde
todos desgarraron nuestra carne poco a poco hasta que no quedó nada. Estamos
todos jodidos, y Lauren es uno de los culpables de ello.
Todo en mi interior se aquieta. Mi mente se arremolina con toda la
información y mis ojos se abren cuando me doy cuenta.
—¿Lauren tuvo algo que ver con la muerte de tus padres? —Eso explicaría
por qué eligió a Lauren entre todas las firmas que lo buscaron después de
graduarse y jugaron su juego.
Su matrimonio conmigo... efectivamente, menudo castigo, y mientras esté
casada con Rafael, mi familia estará de su lado. Si hay una familia lo
suficientemente poderosa y con un peso en esta sociedad superior al de
Lauren... son los Kings.
—¿Qué pasó hace tantos años? — Como permanece en silencio, me aprieto
entre su duro pecho y la ventana, pegando mi espalda contra el cristal, y mis
ojos chocan con los suyos, verdes esmeralda que encierran tanto fuego que lo
queman todo a su paso—. Dímelo —susurro, buscando desesperadamente la
verdad para entender esta locura a mi alrededor que no tiene sentido.
Y esta profunda necesidad de calmar cualquier confusión por la que esté
pasando.
—¿Es más fácil, cariño? —Trago fuerte cuando se inclina más hacia mí,
aprisionándome con su musculosa figura, y su fuerte aroma masculino
estremece mi nariz, despertando todo lo femenino que hay en mí. La tensión
que nos rodea se vuelve densa y electrizante mientras los latidos de mi corazón
se aceleran—. ¿Es más fácil desear a un hombre cuando tiene un pasado
traumático que excusa su comportamiento?
—No me das lástima. —De hecho, es la emoción más lejana que
experimento ahora mismo. El calor me abrasa mientras mi mente me grita que
huya lejos antes que ocurra lo inevitable.
Porque cuando cruce la línea, no habrá vuelta atrás, y no estoy segura de
poder sobrevivir a las repercusiones de mi decisión.
—No. Tú me deseas. —Jadeo cuando coloca su palma extendida sobre mi
clavícula, provocando miles de escalofríos en mi piel mientras la desliza hacia
arriba hasta envolver mi garganta—. Deseas a un hombre al que odias y no
puedes soportarlo. —Su pulgar roza mis labios, deslizándose hasta mi barbilla,
y aprieto su camisa, arrugando la tela en mi agarre, advirtiéndole que se
mantenga alejado mientras mi respiración agitada llena el espacio entre
nosotros—. Necesitas una justificación para tu deseo, y humanizar a tu enemigo
te da una buena excusa para complacerte en lo que tanto ansía tu cuerpo, ¿no?
—No lo hagas —le advierto, despreciando oír esas palabras saliendo de él,
porque no son ciertas.
Mi cuerpo confundido y el enamoramiento de la infancia que se transformó
en fascinación no necesitan razones que me insten a probar por mí misma lo
que se siente al ser poseída por este hombre. Y ese es un hecho devastador que
me niego a afrontar.
—No importa. No pasará nada —susurro. Quizás si lo repito lo suficiente,
empiece a creérmelo.
Se me cierran los ojos cuando inclina mi cabeza hacia atrás y siento su
aliento caliente en mi cuello. Presiona sus cálidos labios contra mi pulso y
mordisquea mi piel antes de arrastrar su lengua de un lado a otro, ganándose
otro jadeo y provocando un incendio en cada célula de mi cuerpo que me quema
por completo.
Mis dedos se enroscan con más fuerza en su camisa, y sé que debería
apartarlo para poner fin a esta locura mientras aún me queden fuerzas. Sin
embargo, lo único que puedo hacer es quedarme quieta y absorberlo todo
mientras el mundo exterior deja de existir lentamente, dejándome en este
capullo de su creación donde reinan los vicios y los deseos carnales.
Sólo un segundo.
Un segundo más y le pediré que detenga esta bruma sensual que nos
envuelve mientras me roza la piel con sus dientes y susurra:
—¿Tienes miedo de ser egoísta, Emmaline? —Su voz ronca me provoca una
oleada de calor, mi cuerpo se humedece, y me muevo un poco, chocando más
fuerte contra el cristal mientras él da un paso adelante, apretando su pelvis
contra la mía, y yo me muerdo el labio inferior, conteniendo el gemido que está
a punto de brotar de mi garganta.
No puedo decir que sí. Necesito liberarme y decirle un firme no. Él me
escucharía. ¿Por qué es tan difícil abrir la boca y expresar mi deseo?
¿Es porque tiene razón?
Tengo miedo de ser egoísta por una vez, pero lo deseo desesperadamente,
así que cuanto más tiempo permanezca bajo su niebla lujuriosa, ¿más difícil
será negarme lo que mi cuerpo me ha suplicado durante años?
Rafael era mi obsesión que se convirtió en maldición, porque ansiarlo
arruinó mi vida.
—Está mal. —Por fin puedo pronunciar las palabras, pero lo atraigo hacia
mí arqueando la espalda. Desliza sus labios por mi garganta, chupando la carne
con tanta fuerza que sé que dejará marcas en ella, y les doy la bienvenida a
pesar de todo.
Porque taparán las ya desvaídas que dejó el policía y que me recuerdan
aquella horrible noche.
O ésa es la excusa que me digo, porque en realidad... sólo la idea de llevar
sus marcas me produce sensaciones excitantes y sirve de combustible al fuego
que se propaga dentro de mí. Nunca he visto a nadie con sus marcas.
Creo que ese derecho sólo está reservado para su esposa.
Ser especial... sólo un poco especial para un hombre como él es afrodisíaco,
aunque suene tonto y sólo demuestre mi ingenuidad porque mi deseo por él es
una prisión.
Si sucumbo a su seductora llamada, le daré el control sobre mí. Su poder
será absoluto, y yo ya tengo muy poco.
—Estás tan acostumbrada a ser una chica buena que no comete errores.
Debe de ser agotador. —La punta de su lengua lame mi clavícula mientras baja
lentamente la otra mano. Me estremezco cuando me agarra por la cintura, la
aprieta con fuerza y el contacto me provoca un dolor profundo que sólo este
hombre puede calmar—. ¿Qué quieres, Emmaline?
—Nada.
Arrastra su boca hacia arriba, hasta mi barbilla, y me la muerde, una punzada
que me estremece antes de calmarla con un largo lametón, y compartimos un
suspiro cuando sus labios se posan sobre los míos.
—Mentirosa —susurra, y atrapa mi labio inferior entre sus dientes, tirando
de él. Siseo cuando extrae sangre, instantáneamente chupando la carne, se me
pone la piel de gallina mientras mis palmas extendidas se posan sobre su pecho,
listas para alejarlo.
No lo hago, sigo negándome a abrir los ojos y me concentro en las
sensaciones que experimento cuando roza mi mejilla con su boca, su barba
incipiente me hace cosquillas, y entonces el fuego que hay en mí se convierte
en un tornado cuando me susurra al oído:
—¿Quieres ser mi niña buena, Emmaline? —Lo miro, cuerdas invisibles me
rodean la garganta al oír sus palabras, cargando la energía con miles de voltios,
calentándome tanto que me resulta casi imposible respirar, y nuestras miradas
se encuentran, la oscura necesidad en la suya debe reflejar la mía, excepto que
la suya también encierra una promesa.
Una promesa del tipo de placer del que sólo había oído hablar y con el que
nunca me había atrevido a soñar porque el hombre que deseaba no estaba
disponible para mí.
Ahora está a mi alcance, es... mío.
Aunque sólo sea por un momento.
—Es un error. —No reconozco mi voz ronca. Vuelve a rozar mi boca con
sus labios, y su pulgar presiona mi barbilla, abriendo la mía, se me escapa una
respiración áspera, que se convierte rápidamente en gemido cuando se balancea
hacia adelante, el grueso bulto cubierto por sus jeans rozándome el centro, y
deseo quitarme el vestido y las bragas para que nada baje la intensidad de la
fricción que inspira—. Es un error —repito, intentando convencerme que pare,
pero mis brazos rodean su cuello mientras su palma baja, y jadeo cuando aprieta
mi culo. Mis pezones se asoman a través del vestido, el dolor me impulsa a
apretarme con fuerza contra su pecho y frotarme contra él para conseguir al
menos algún tipo de alivio.
La lujuria es realmente cruel porque no le importa nada, ya que con cada
aliento que doy, mi determinación se vuelve más y más débil, susurrándome
que sucumba a esta tentación sólo una vez y lo descubra por mí misma.
Averigua qué se siente al ser buscada por el Rey del Desamor.
Aunque la respuesta está en su nombre, ¿no?
Ya que pase lo que pase no me traerá más que angustia.
—¿Lo es, cariño? —Me lame los labios y me levanta, mis piernas lo rodean,
y sollozo cuando me empuja con su erección, golpeándome contra el cristal
mientras mis dedos se enredan en su cabello y lo acercan a mí—. Mi pobre,
pobre cariño. Mírate, toda sonrojada y necesitada de la polla de tu marido. —
Mi coño se estremece cuando se llama a sí mismo así, y no pasa por alto el
suave gemido que provocan sus palabras. Sonríe y me muerde los labios—.
Debes de estar goteando ahora mismo. —Empuja hacia delante y yo gimo—.
¿Qué necesita este coño, cariño? ¿Mi boca lamiéndolo hasta que te corras en
mi lengua? —La ropa se siente increíblemente apretada en mi piel caliente ante
las imágenes carnales que pinta en mi cabeza. Son tan vívidas y tentadoras que
me lanzan flechas de deseo directamente al corazón.
Deseo prohibido que no debería sentir por un hombre que me odia, sin
embargo sólo en sus brazos todo lo demás se calla, dejándome a solas con mis
deseos y necesidades porque en su compañía tengo permiso.
Permiso para ser egoísta.
—¿O necesita que mi polla lo estire mientras penetro en el una y otra vez
mientras tus dulces gemidos y gritos llenan mis oídos, diciéndole a todo el que
esté cerca que eres mía? —Mueve las caderas hacia atrás y me arrincona con
más fuerza. Su lengua se asoma y, en un acto reflejo, la mía también lo hace,
chocan la una con la otra, comparten un lametón y la calentura llena todos mis
poros. Me agarro a su cabello, deseando experimentar su beso, pero chillo en
señal de protesta cuando me pone de pie y me hace girar tan rápido que no
tengo más remedio que apoyar las palmas de las manos en el cristal mientras él
me aprisiona por detrás, con nuestras respiraciones agitadas llenando el aire—
. Mírate, sonrojada y temblorosa. —Lanza mi cabello sobre mi hombro y luego
frota mi cuello con la nariz en mi carne expuesta, haciéndome arquear la
espalda mientras tira de la cremallera de mi vestido, despacio, agonizantemente
despacio mientras cada golpe coincide con los latidos de mi corazón—. Es un
pecado tapar un cuerpo tan hermoso, cariño —murmura, deslizando sus labios
por mi espalda y mordisqueando mi piel cuando el vestido cae hasta mi cintura,
y me recorre con la boca, haciendo que se me ponga la piel de gallina—.
Mereces que te pongan en un pedestal para que todos te admiren, porque
semejante perfección debería estar prohibida, ya que tienta a todos los hombres
que te rodean a caer en un pecado. Un pecado que podría ser su perdición. —
Se me escapa un gemido, mis dedos se enroscan en el cristal cuando empuja el
vestido hasta que cae a mis pies y me obliga a salir de él, solo para hacerme
jadear cuando sus manos se deslizan por mi vientre, hacia arriba, hasta que me
toma los pechos y los palpa suavemente—. Una mirada y se enamorarán. —
Sus pulgares rodean mis pezones, y apoyo la cabeza en su pecho cuando los
aprieta, un calor abrasador que me envuelve tan fuerte que me muerdo los
labios intentando resistirme a él cuando todo en mí clama por liberarme y beber
toda esta atención—. Querrán chuparte estos pezones rosados hasta que les
pidas clemencia. —Me aprieta los pechos con más fuerza, un siseo se escapa
de mis labios, mientras el infierno en la boca de mi estómago crece y crece, mis
pezones sensibles enviando temblores directamente a mi coño que se aprieta al
contacto. Creo que voy a correrme solo con esto, porque sus palabras no hacen
más que echar leña al fuego que temo que nada pueda apagar.
Lentamente, muevo mis caderas, mi culo choca con su erección, y el roce
de mi piel con sus jeans me produce otro tipo de sensaciones que aumentan mi
deseo, aunque no me ayudan a alcanzar el punto álgido que se vislumbra a lo
lejos.
—Rafael —susurro cuando su mano abandona mi pecho y se desliza hasta
mi garganta, envolviéndome con fuerza, y se inclina más cerca de mi oído,
siendo sus ásperos susurros una tentación en sí mismos.
—Es por eso que nunca dejaré que nadie te vea así, excepto yo. Eres mía.
—Muerde mi cuello, haciéndome estremecer, y luego chupa tan fuerte mi carne
que me sorprende que no me saque sangre. Un escalofrío recorre mis venas
ante esto, la posesividad cargada de locura intensificando mi necesidad—.
Nunca compartiré. —Debería asustarme esta afirmación cargada de
posesividad. En lugar de eso, gimo cuando me hace girar de nuevo, mi espalda
toca el cristal frío que es casi doloroso en mi piel, y mis manos aterrizan en su
camisa, tirando de ella hacia arriba mientras una sonrisa se dibuja en su boca—
. Ah, eso te gusta, ¿verdad, cariño? Yo adorando este cuerpo cuando nadie más
puede hacerlo. —Mi lógica se apaga temporalmente mientras la lujuria toma
las riendas en mi interior, escuchando ávidamente cada una de sus palabras
porque pertenecerle en este momento me parece el paraíso.
Porque cuando le pertenezco, no tengo que pensar, sólo sentir y hacer lo que
más me apetece.
Complacer a este hombre hasta que me queme viva, sin dejar más que
cenizas a su paso, y lo hará.
Mi deseo por él es mi perdición, pero ¿cómo puede importarme cuando me
mira con tanto calor y promesas? Despierta cada célula de mi cuerpo,
atrayéndome a su oscuridad, donde los pecados son bienvenidos, y la
perfección no es necesaria.
Cuando uno puede ser uno mismo sin escrutinio ni juicio, aunque solo sea
por un momento.
—Sí, me gusta —respondo. Su rostro se ensombrece y mi gemido resuena
en el espacio cuando ahueca mi pecho y se lleva el pezón a la boca,
prodigándole atenciones mientras el deseo se precipita directamente a mi
clítoris, y enrosco mis dedos en su cabello, apretándolo más contra mí mientras
esta locura me consume.
Me lame con la lengua, moviendo mi pezón de lado a lado antes de chuparlo
tan fuerte y destrozarme la carne mientras el placer se extiende por mí a
raudales, el calor se vuelve tan fuerte que finalmente acepto este inevitable
destino mío porque ahora no puedo imaginar apartarlo.
—Rafael, por favor —le suplico, golpeándome la cabeza contra el cristal
mientras sigue chupándome el pecho antes de soltarlo con un sonoro chasquido,
y me muerdo el labio cuando me lo pellizca y arrastra su boca hasta el otro,
ahuecándolo suavemente.
—¿Por favor qué, cariño? —pregunta antes de repetir su tortura.
Me lame el pezón fruncido, lo muerde, y yo me sacudo en su agarre, mis
caderas se levantan, pero él empuja su pelvis contra la mía, manteniéndome
quieta para su embestida. Mis bragas están empapadas y me sirven de pequeño
escudo contra sus embestidas, el encaje roza mi clítoris y enciende mi sangre
combinada con su boca que continúa su tortura. Lo aprieto con más fuerza.
—Por favor.
Atrapa mi pezón entre sus labios y tira de él, un grito ahogado se escapa de
los mios antes de darle una larga lamida y rozar con sus dientes mi clavícula.
—Por favor, ¿qué? cariño —repite su pregunta, bajando lentamente y
acercando su boca a mi vientre hasta que cae de rodillas, y mi vientre se hunde
cuando su aliento caliente se posa en él—. Expresa tu deseo, Emmaline.
¡Quiere que se lo suplique!
Mis uñas rozan su cuero cabelludo y él sisea cuando su pulgar se engancha
en mis bragas. Mis ojos se abren cuando me las arranca con facilidad, tirándolas
y dejándome expuesta a su vista.
Mi coño se humedece, mi respiración se acelera cuando coloca la palma de
su mano extendida sobre mi vientre, moviéndola arriba y abajo mientras
levanta una de mis piernas, enganchándola por encima de su hombro, y un
escalofrío me recorre.
—Te deseo —susurro finalmente, con la necesidad creciendo dentro de mí
con tanta fuerza que temo estallar en cualquier momento—. Por favor, Rafael.
—Mi amor. Puedes hacerlo mejor. —Frota su barba contra el interior de mi
muslo y chupa la piel.
Lo odio y lo amo.
Lo odio porque me sume más profundamente en una obsesión y una
necesidad enloquecedoras que nada parece ayudar salvo este hombre. Lo amo
porque nunca me he sentido así, y cada vez estoy más cerca de descubrir lo que
se siente cuando este hombre se pone de rodillas por una mujer.
La ira se mezcla con el placer ante tal pensamiento, no quiero imaginármelo
con nadie más, y las palabras salen antes que pueda detenerlas.
—Yo tampoco comparto.
Mientras dure este matrimonio, es mío, y probablemente debería
mortificarme por decirlo. Sin embargo, extrañamente, doy la bienvenida a la
libertad recién descubierta y tiro de su cabeza con más fuerza, clavándole el
talón en la espalda mientras nuestras miradas chocan.
La electricidad me recorre cuando se ríe, me da pequeños besos y sus dedos
se enroscan en mi vientre. Cada caricia está diseñada para acercarme más al
límite, pero no me da tregua del hambre exigente que me devora.
—Todo lo que quiero hacer en este momento es probar este coño que está
rogando por mi atención y luego follarte tan fuerte que no recordarás tu nombre,
cariño.
¡Sí! El fuego se enciende en mi interior al imaginármelo y respondo:
—Sí, por favor. —Muevo mis caderas hacia su boca, pero su mano se
desplaza hasta mi cadera, agarrándola con fuerza mientras la otra desciende
desde mi vientre hasta mi coño, sus dedos rozando mi carne sensible, arriba y
abajo, ganándose mis gemidos.
—Suplícamelo, Emmaline —susurra, respirándome mientras roza su cara
contra mí, enviando sensaciones de hormigueo por mi espina dorsal, y
realmente me rindo.
Él puede tener su victoria mientras yo tenga mi placer.
—Por favor, Rafael. Te lo suplico. Fóllame con tu lengua. —Grito cuando
abre la boca y la coloca en mi coño, clavando su lengua profundamente,
arremolinándose entre mis pliegues mientras siento como si alguien me arrojara
al fuego, y en lugar de huir, agradezco el tacto caliente.
Mis paredes se estiran en torno a su lengua con cada embestida, y gimo,
clavando con más fuerza mis talones en su espalda mientras arqueo la mía y
me abro más para él. Agarrándome a su cabello para mantener el equilibrio,
aunque sus ásperas manos me acercan, no dejo espacio entre mí y su boca
hambrienta que me devora entera.
Su palma se desliza hasta la mejilla de mi culo, sus dedos se clavan con
fuerza mientras se retira lentamente y chupa mis labios inferiores uno a uno,
pasándome la lengua por ellos antes de atrapar mi clítoris entre sus labios.
—Por favor, por favor —digo, la presión aumenta tanto que me cuesta
respirar mientras mi piel se tensa tanto que me resulta casi extraña—. Rafael,
por favor. —Ni siquiera estoy segura de lo que le estoy suplicando, teniendo
en cuenta que mi cuerpo nunca se había sentido así.
Lo único que quiero es absorberlo todo, soportar esta tortura el mayor
tiempo posible.
Vuelve a bajar la lengua, recorre mi abertura con la punta y empuja más
adentro, creando la fricción que tanto necesito. Se me escapa un sollozo
mientras empiezo a mover lentamente las caderas al ritmo de sus embestidas,
rechinando sobre su lengua.
Gruñe contra mí, la vibración no hace más que aumentar el calor que me
rodea, y me agarro a su cabello, cierro los ojos y apoyo la cabeza contra el
cristal mientras persigo el subidón que grita mi nombre mientras esta apretada
burbuja a punto de estallar crece más y más dentro de mí, y si él sigue...
—No, no, no —protesto cuando vuelve a dejarme vacía, frotando su cara
por todo mi cuerpo y mordisqueándome los labios, con la piel de gallina
rompiéndose una y otra vez en mí mientras traza su lengua hacia arriba,
lamiéndome hasta dejarme limpia y chasqueando la punta contra mi clítoris de
un lado a otro, y es entonces cuando me penetra con sus dos dedos—. Oh. —
Suelto un sollozo, la dobles sensación prácticamente me empujan hacia el
clímax, y gimo ante el placer que se extiende por cada hueso de mi cuerpo
mientras el mundo deja de existir a mi alrededor. Sólo puedo concentrarme en
este hombre y en su boca mientras me mete los dedos con fuerza. Sin embargo,
por mucha alegría que me proporcione, sé que no será suficiente.
Me temo que, llegados a este punto, nunca nada será suficiente, y ese es un
pensamiento aterrador en sí mismo, así que tiro de su cabeza hasta que nuestros
ojos se encuentran.
—Por favor, Rafael.
—¿Qué quieres, cariño? —repite su pregunta, dándome un último golpecito
en el clítoris mientras vuelve a acercar su lengua a mi abertura y retira los
dedos, volviéndolos a colocar rápidamente, arrancándome un gemido que no
puedo evitar. Muevo las caderas, lo necesito más profundo, pero todo en mi
interior me pide a gritos que resista la tentación.
Porque ahora mismo él tiene todo el poder, y quiero que ambos ardamos en
el fuego de su creación que lo destruirá todo ya que nada volverá a ser lo
mismo.
Así que haciendo acopio de todo mi valor, digo las palabras que me habrían
avergonzado hace unas horas pero que ahora parecen las únicas apropiadas para
conseguir lo que tan desesperadamente ansío.
—Quiero que me folles duro hasta que mi voz se vuelva ronca. —Jadeo
cuando vuelve a succionar mis labios uno a uno en su boca, y su mano en mi
muslo se flexiona a mí alrededor—. Fóllame tan fuerte que sólo importes tú.
—Pasa la lengua por mis pliegues, dándome varios mordiscos largos, y casi
gimo de alivio cuando se mueve hacia arriba, pasando la boca por mi vientre y
dejando huellas húmedas a su paso mientras se levanta despacio y vuelve a
encararse conmigo. Mi olor crispa mi nariz y no hace más que aumentar mi
lujuria.
Sus labios brillan con mis jugos, y vuelve a ponerme su mano en mi
garganta, su pulgar rozándome la barbilla mientras sus ojos recorren todo mi
cuerpo, dejando huellas en mi piel que me hacen arder más y aunque debería
sentirme tímida, estando desnuda delante de él cuando está completamente
vestido, no lo estoy.
En lugar de eso, le sostengo la mirada y enrosco los dedos en su camisa, lo
acerco a mí y subo la pierna sobre su cadera, desesperada por calmar el dolor
que me consume por completo.
Miro hacia abajo cuando se desabrocha los jeans, el sonido
excepcionalmente alto sólo perturbado por nuestra respiración agitada, y su
polla se libera, la vena palpitando en la parte superior, y por instinto, lamo mis
labios, lo que lo hace reír entre dientes, el ruido en su garganta me hace vibrar.
—La próxima vez, cariño. —Me pasa el pulgar por los labios,
presionándolos, deslizándolo en su interior, y yo lo muerdo, haciéndole
sonreír—. La próxima vez, dejaré que te pongas de rodillas y te follaré esta
boca tan bonita. —Se me escapa un gemido. Solo de imaginarme su gruesa
polla dentro de mí de cualquier forma me recorre un sofoco que aumenta el
fuego que hierve en mi sangre—. Te gustará, ¿verdad? Será nuestro secreto. —
Palmea mi mano y la arrastra hasta su polla, colocándola sobre ella, y sisea
entre dientes cuando paso los dedos por la piel sensible, mojando mi dedo
índice en la cabeza y llevándolo a mi boca, saboreándolo en mi lengua.
Muerde mi labio inferior, chupando la carne justo cuando saca un condón
de su bolsillo trasero y lo acerca entre nosotros, ordenando:
—Ábrelo. —Manteniendo mi mirada fija en la suya, lo muerdo y luego
arrastro la boca hacia un lado, abriendo fácilmente el paquete de aluminio, y él
me elogia—: Buena chica. —Lo hace rodar sobre su erección, y mi grito
ahogado resuena cuando me agarra con fuerza por las nalgas y desliza la punta
arriba y abajo por mi centro, apenas penetrándome, y mi coño se estremece de
necesidad.
—Por favor, Rafael. —El sudor cubre todo mi cuerpo, y me rodea tanto calor
que me cuesta respirar mientras prácticamente le trepo, ansiando el alivio que
sólo él es capaz de darme, pero él se queda quieto, sin hacer nada, y eso me
vuelve loca—. Hazme tu buena chica. —Su rostro se ensombrece y gimo
cuando me muerde los labios con fuerza y luego se inclina hacia atrás, con el
hambre evidente en cada uno de sus rasgos mientras vuelve a rozarme los
labios—. Por favor.
La autopreservación, el sentido común, el bien y el mal no existen para mí
en este momento en el que nada importa salvo mantener este profundo deseo
de algo perverso y poderoso, aunque me prometa un infierno sin fin en el futuro.
Lo único que importa es este hombre y cómo me hace sentir, y si los
sentimientos son tan fuertes, ¿pueden estar realmente equivocados?
La lujuria es un arma, y Rafael sabe usarla hábilmente porque mi cuerpo
y sus deseos finalmente ganan a cualquier otra voz en mi cabeza que me grita
que detenga esta locura. En cambio, voluntariamente salto por el acantilado sin
ningún tipo de seguridad.
He estado a salvo toda mi vida, y no me ha aportado mucha felicidad, así
que ¿cuánto peor puede ser?
—Te voy a follar tan duro y tan profundo que no sabrás cómo has vivido sin
mí —susurra, y yo casi gimo de alivio, solo para congelarme cuando
continúa—. Pero primero quiero hacer lo que nunca antes había hecho. —Me
agarro con más fuerza a él y sacudo la cabeza, intentando entender qué es lo
que quiere—. Un beso. Quiero un beso.
¿Quiere decir que nunca...?
No me da tiempo a pensar en ello, porque pega su boca a la mía, se traga mi
sorpresa y atrapa mi gemido en su garganta mientras me explora suavemente,
su lengua recorre mi interior y busca la mía como si invadiera un nuevo
territorio y lo reconociera.
Las suaves caricias contrastan con el calor que hay entre nosotros, y lo odio.
Está mal.
Este tipo de intimidad está mal porque tira de las cuerdas de mi alma,
transformando este encuentro en algo más. Deseo detenerlo pero, al mismo
tiempo, inclino la cabeza, permitiéndole profundizar el beso que me reclama
donde no debería.
Nunca me habían besado así en mi vida.
Como si ese hombre me necesitara tanto que estuviera dispuesto a destruir
el mundo entero para conseguirme, cada lamida de su lengua está llena de
promesas que deberían asustarme, pero que, en cambio, quiero complacer
porque así sabré lo que se esconde tras la fachada de un hombre al que todos
temen tanto.
Pero no tengo por qué estarlo.
A medida que profundiza el abrazo, nuestras lenguas se entrelazan mientras
se vuelve más y más caliente, sofocos chisporroteantes recorriéndome por todas
partes, casi puedo sentir la cuerda invisible que nos une en un lazo que será
devastador para mí cuando se rompa.
Un hombre acostumbrado a romper corazones no será amable con el mío.
Nos separamos por un segundo, ambos tragando aire mientras nos miramos
fijamente, y entonces él se lanza a besarme de nuevo. Este es más apasionado
y crudo que el anterior, su boca se adueña de la mía y no deja lugar a dudas que
pretende derribar todos los muros que he construido a mí alrededor para
protegerme de él.
Estamos en su campo de juego, y el hombre no descansará hasta conseguir
lo que quiere, así que ¿tiene sentido negárnoslo a los dos?
El beso se vuelve casi doloroso mientras la tensión en mi interior crece tanto
que podría estallar en cualquier momento, y el dolor mezclado con la necesidad
y la anticipación me hacen poner fin al beso y apoyar la cabeza contra el cristal
mientras Rafael me observa.
—Por favor —susurro, esperando que vea mi completa rendición.
Haré lo que él quiera con tal que me salve del volcán que se avecina, listo
para entrar en erupción en cualquier momento.
—¿Qué quieres, cariño? —pregunta, agarrando mis caderas y envolviendo
mis piernas alrededor de su cintura mientras mis manos se deslizan sobre su
espalda para enredarse en su cabello, arrastrándolo más cerca.
—A ti.
—¿Y quién soy yo?
Le sostengo la mirada, me rindo por completo y susurro:
—Mi marido. —Nos encierra en un fuerte beso, tragando mi grito
mezclándose con un gemido cuando empuja dentro de mí, estirándome y
llenándome hasta el borde.
Por un segundo, todo se detiene a mí alrededor. Sólo este hombre existe
en mi universo, y cómo mi coño palpita a su alrededor, conectada a él de formas
que nunca creí posibles. Las sensaciones de cosquilleo se intensifican, viajando
a través de mí en oleadas y mezclándose con la presión que se acumula dentro
de mí, obligándome a balancear mis caderas lentamente.
Gemimos mientras nos besamos cuando su polla me penetra con más fuerza.
Mi espalda se arquea mientras nuestras lenguas siguen batiéndose en duelo por
el dominio, y él me devuelve el empujón para volver a penetrarme. Mis uñas
se clavan en su nuca mientras sus dedos se clavan en mi culo, y estoy segura
que tendré moretones. El dolor no hace sino aumentar el placer que se extiende
por mi interior, acercándome cada vez más al precipicio invisible, que me
promete un indulto y una recompensa por toda esta dulce tortura.
Aparto la boca, suspiro mientras la suya se posa en mi garganta y él
murmura:
—Mira cómo mi mujer me toma la polla como una buena chica. —Mis
muslos se flexionan a su alrededor, apretándolo con más fuerza, y él sisea
cuando mi coño se aprieta en torno a su polla; sus palabras no hacen más que
añadir gasolina al fuego que hay en mí y que pronto estallará en llamas—. ¿Te
gusta, cariño? —me pregunta, deslizando los labios hacia arriba y
mordiéndome la barbilla, para luego aliviarla con un lametón mientras me
penetra cada vez con más fuerza. Mi espalda golpea contra el cristal mientras
el sonido de las bofetadas llena el aire—. ¿Te gusta ser mi buena chica?
Se me escapa un gemido y digo:
—Más duro. —Empuñando su cabello, encuentro su boca de nuevo y lo beso
mientras la presión dentro de mí crece con cada empuje que se vuelve más
profundo y más duro, cada movimiento de sus caderas solidificando su reclamo
sobre mi cuerpo, que sólo despierta bajo su contacto.
Debería odiar el hecho, pero justo en este momento, anhelo la satisfacción
y el placer que se ciernen en el horizonte, ya me preocuparé de las
consecuencias más adelante. Me arqueo un poco más y él gruñe en mi boca,
acelerando el ritmo y empujando cada vez más, haciendo que mi cordura se
desvanezca con sus poderosas embestidas.
Un calor abrasador me recorre una y otra vez, instándome a poner fin a esta
tortura que es una dicha infinita pero que no ofrece tregua a la locura que me
consume, y vuelvo a separar nuestras bocas, respirando con dificultad. Apoyo
mi frente en la suya, sosteniendo su mirada mientras sigue moviéndose dentro
de mí, mi núcleo se contrae con espasmos alrededor de su longitud con cada
movimiento de sus caderas.
Verlo tan perdido en su propio placer es un arte en sí mismo porque, por
primera vez, parece casi accesible, casi vulnerable en su necesidad de mí, y
puedo obligarme a creer.
Que la única debilidad que tiene actualmente soy yo, y si alguien, incluido
yo misma, se atreve a apartarme de él, habrá un infierno que pagar.
Ahora le pertenezco, y destruirá el mundo si alguien afirma lo contrario. Y
aunque este conocimiento debería asustarme y advertirme del desastre que se
avecina, intensifica la lujuria y el deseo por este hombre complicado. Todo en
mí ansía desesperadamente ser suya.
—Rafael —murmuro su nombre, mordiéndole el labio inferior y
chupándoselo, ganándome un gemido, su cuerpo estremeciéndose e igualando
los temblores que me sacuden. Sus caricias se hacen más profundas, mi coño
se aprieta a su alrededor hasta que todo estalla en mi interior, una cascada de
sensaciones de felicidad que me recorre, creando una burbuja de placer y
satisfacción tan intensa que me cuesta respirar.
Lo agarro con más fuerza y aprieto mi boca contra la suya. Mis palmas se
deslizan por su espalda mientras él sigue empujando dentro de mí, cada vez
más profundo, hasta que esconde la cara en el pliegue de mi cuello,
mordiéndome y haciéndome jadear justo cuando empieza a follarme con fuerza
y sus dientes me recorren.
—Rafael —vuelvo a gritar su nombre, apretando mis muslos a su alrededor.
Uno, dos, tres empujones más y se vacía dentro del condón, su gemido
ahogado llena el espacio.
Lo abrazo tan fuerte que el sudor se desliza por mi cuerpo, pero no me
importa porque no quiero estar en ningún otro sitio que no sean en sus brazos.
En los brazos del hombre donde descubrí lo que realmente significa el deseo.
Sin embargo, justo cuando este pensamiento entra en mi mente, mi
realidad vuelve a chocar contra mí y, con esto, trae una frialdad que extingue
cualquier fuego restante.
Dios mío.
¿Qué he hecho?
Sin pensarlo, empujo su pecho, y debe leer mi estado de ánimo de inmediato
porque afloja su agarre sobre mí, y mis piernas caen al suelo, el frío mármol
me congela en el lugar, pero no le presto atención.
No.
En lugar de eso, agarro rápidamente mi vestido mientras Rafael dice:
—Emmaline —y lo odio.
Odio cómo ahora algo más cubre su voz, y esto casi sacude mi
determinación, instándome a quedarme y explorar esta nueva conexión que no
se puede fingir.
Aunque esté mal y sea despreciable a muchos niveles, porque el hombre que
hizo que mi cuerpo se elevara me odia y no tiene en cuenta mis sentimientos.
¿Qué mujer que se aprecie permite que un hombre así la toque?
—Emmaline —vuelve a pronunciar mi nombre, pero niego con la cabeza y
salgo corriendo escaleras arriba, con mis mejillas calentándose sólo de pensar
en estar desnuda bajo su mirada ahora que la locura ha desaparecido.
—No podrás esconderte para siempre.
Tiene razón.
¿Y lo peor?
No puedo culpar a nadie más que a mí misma.
Rafael

Las obsesiones son adicciones peligrosas.


Y me temo que acabo de encontrar la mía.
CAPÍTULO DIECINUEVE
“Un beso...
Puede cambiarlo todo.
Aunque, para bien o para mal, sólo el tiempo lo dirá...”
Emmaline

Para: R
De: E

A lo largo de los años, te he escrito muchos correos electrónicos, y me


ayudaron a curar algunas de mis heridas sangrantes, porque es muy
importante compartir tu dolor con otra persona.
No aislarse en ella.
Antes creía que bastaba con escribir las palabras, que pronunciarlas en
voz alta aliviaba la tensión y el ensimismamiento que llevabas dentro.
Debería haberte creído cuando dijiste que este mundo nuestro es cruel.
Porque no creo que haya cura para este dolor que todo lo consume, que
me traga entera y me hace caer por el abismo del que no hay escapatoria y
sólo me espera el infierno.
Hoy descubrí toda la verdad. La verdad real y espantosa de mi
nacimiento.
Verás, después de descubrir lo de mi padre biológico, supuse que mi padre
me había adoptado mientras mamá estaba en la cárcel porque no había nadie
más que me cuidara. Que me estaba protegiendo de la persona loca de la que
mamá estaba huyendo. Mi padre perfecto que no puede hacer nada malo a mis
ojos tenía que tener una razón importante, ¿verdad?
Equivocada.
Nunca corrigieron mis suposiciones, pero supongo que por eso actuaron
como si me ocultaran algo.
Verás, mi perfecto padre odiaba tanto a mi madre por lo que creía que
había hecho, que quería su completo sufrimiento, y condenarla a quince años
de cárcel no era suficiente.
No.
Ordenó a las reclusas que hicieran daño a mamá, pero él no sabía que
estaba embarazada de seis meses de mí. Estaba tan malherida que no tuvieron
más remedio que sacarme antes de lo previsto, y los médicos no me daban
muchas esperanzas. Estaba demasiado débil y no podía respirar por mí misma.
Suena mal, ¿verdad? Pero no tan mal como la siguiente parte, en la que
mi padre sobornó a todos para que le mintieran a mamá y le dijeran que el
bebé había muerto y me robó.
Me salvó, sí, convocando a todos los profesionales del mundo, y luego,
para echar sal en la herida, hasta me puso el nombre que mamá quería para
su hija.
Todo este tiempo, odié a mi padre biológico por ser tan débil y abandonar
a mi madre cuando más lo necesitaba y elogié a mi padre por amar a mi madre
como lo hace.
Sin embargo, resulta que papá fue el mayor villano de esta historia desde
el principio. Mamá se enamoró de su enemigo, y nunca podré entenderlo.
¿Cómo puedes amar a un hombre que te ha hecho el mayor daño?
Me cuesta respirar, mi alma arde de dolor y agonía mientras las lágrimas
brotan, goteando sobre el teclado mientras te escribo estas palabras, y aun así,
no disminuye el golpe que me sigue golpeando una y otra vez, dejándome sin
aliento.
Toda mi vida es una mentira.
Todo lo que tengo... todo lo que soy... toda mi educación es una gigantesca
mentira construida sobre el dolor de mi madre porque ella sufrió durante casi
cuatro años.
Si aprovecho todas las oportunidades que me da el nombre King... ¿apoyo
entonces lo que mi padre le hizo a mamá hace tantos años? ¿Significa que
estoy agradecida por sus acciones? ¿Significa... que las apruebo?
Por eso ya no puedo considerarme un verdadero King y me siento como
una extraña en la casa familiar llena de las risas de mis hermanos.
Ya encontré un apartamento, planeo encontrar trabajo y no volver a
utilizar los recursos familiares, o al menos tanto como sea posible sin decir
una palabra a mis padres.
Todo el futuro que había imaginado para mí... puf, se esfumó. Y ahora
tengo que esforzarme aún más para demostrarme a mí misma que merezco lo
que tengo.
Además... no rompí con Anthony. Estaba a punto de hacerlo, pero
entonces todo esto surgió, y él era el único lugar seguro. Así que cuando me
hizo la pregunta... dije que sí a pesar que todo dentro de mí gritaba que dijera
que no.
Le dije que sí por una sola razón. Nunca sería capaz de hacer algo tan
horrible para conseguir lo que quiere u odiar tanto a alguien que dejaría de
actuar como... ¡humano! Supongo que ahora entiendo por qué papá sigue
diciendo que Anthony le recuerda mucho a mi padre biológico.
Cuando me case con Anthony, dejaré de ser una King. Dejaré de llevar un
nombre que representa la mayor traición que ha sufrido mamá.
Un nombre que llevaba con orgullo, y el hecho que ya no pueda hacerlo
me destroza a cada segundo.
Soy débil y patética, y sé que lo que hago ahora es una respuesta
traumática, pero ni siquiera puedo contárselo a un terapeuta. ¿Te imaginas
confiar esta información a alguien? No dudarán en usarla contra mi familia, y
yo no lo permitiré.
Existo en una bola de nieve, falsa y reluciente por fuera y sofocante por
dentro. No soy yo quien controla mi vida, y todo mi mundo se tambalea cuando
algo o alguien sacude la bola de nieve.
Justo en este momento, odio a mi padre.
Lo odio porque lo amo, y amarlo me parece un pecado aunque haya sido
perfecto toda mi vida.
A mí... a los gemelos... a mi madre.
Una cosa que pensé que él era incapaz de hacer era lastimar a mamá.
No puedo perdonarlo. Aunque lo ame.
Mi padre era un héroe, y ahora es un villano.
¿Cómo puedo vivir en una realidad en la que mi padre es el villano?
E
9 horas después

Para: E
De: R

Existe un fenómeno interesante.


Algunas personas que crecieron con padres maltratadores, donde sus
vidas eran una mierda y los golpeaban o gritaban todos los días, acaban
perdonando a sus padres.
Solo se necesita un paso adelante, una palabra de remordimiento, un
intento de ponerse en contacto, y la mayoría de ellos encontraría la manera de
conectar con sus padres y justificar de algún modo sus actos.
¿Sabes por qué?
Es una carga pesada ser un niño que creció sin amor, e incluso en nuestra
vida adulta, ansiamos experimentarlo, ver cómo es cuando nuestros padres nos
hacían una prioridad. Cuando piensan en nosotros y en nuestra comodidad en
lugar de ser unos idiotas egoístas.
Irónicamente... cuando los padres dan todo el amor a sus hijos, se necesita
muy poco para que ellos den la espalda a sus padres y actúen con altanería
por sus errores.
Ser padre es un trabajo extremadamente desagradecido. Siempre
estropearás a tu hijo de una forma u otra. Y ellos siempre tendrán cosas de las
que quejarse.
Es inevitable.
Tus padres te lo han dado todo, ¿pero su pasado? Su pasado les pertenece,
ya que sólo ellos lo vivieron.
Tu padre es la misma persona que era cualquier otro día, sólo que lo ves
a través del prisma de tu dolor, y en lugar de apreciar la vida que te dio, le
diste la espalda a él y a su apellido.
Cualquier decisión que tomes a partir de ahora, depende de ti, incluso
casarte con un hombre que ni siquiera te atrae sexualmente.
Vivimos esta vida y somos nosotros quienes cargamos con las
consecuencias de nuestras decisiones.
Los verdaderos problemas radican en otra cosa, ¿no?
Todo se reduce al amor.
Te niegas a ir a hablar con tus padres al respecto porque entonces podrías
justificarlos... podrías entenderlos, y tienes miedo.
Miedo de enamorarte de un hombre que podría hacerte daño y repetir el
destino de tu madre.
Lo cual es gracioso, ya que su vida me parece bastante buena.
R

Emmaline

Los truenos resuenan en el aire, los relámpagos centellean en la noche e


iluminan temporalmente todo lo que me rodea en la habitación antes que vuelva
a oscurecerse, dejando que la luz de la luna brille, mostrando la naturaleza en
todo su esplendor.
Los búhos ululan a lo lejos cuando abro la ventana de par en par, dejando
entrar el viento y el aire fresco, haciendo volar mi cabello mojado en distintas
direcciones mientras me apoyo en el alféizar y respiro el olor a tierra del suelo
mojado.
Aunque el espectáculo que me rodea debería calmar el infierno que arde en
mi alma y los rápidos latidos de mi corazón, no hace más que agitarme más
porque, con cada bocanada de aire que respiro, mi cuerpo me recuerda lo que
le han hecho antes.
El tipo de placer que experimentó de la mano de un hombre que odio. Rafael
tenía razón todo el tiempo.
No hace falta que te guste alguien para follar, y la repulsión me invade,
despreciando llamar follar a lo que ha ocurrido antes entre nosotros, aunque no
pueda describirse como otra cosa, ¿verdad?
Dos enemigos que se follaban el uno al otro sin importarles nada.
Y en lugar de reconocerlo, me he encerrado en esta habitación con la única
cama de la casa. ¡La única cama! Las otras habitaciones ni siquiera están
amuebladas, así que no sé qué uso les da.
Echo un vistazo a la enorme habitación con una cama tamaño king, un
pequeño escritorio en una esquina, dos mesillas de noche y un cuarto de baño
y un armario llenos de trajes de tres piezas y jeans.
Incluso en su isla, Rafael parece estar listo a conquistar el mundo.
Lo primero que hice fue meterme en la ducha y lavarme cada una de sus
caricias, restregándome en carne viva, con la esperanza de que el agua se
llevara la intensidad y la necesidad que despertaban esos deseos carnales que
vivían dentro de mí todo el tiempo y decidieron manifestarse sólo en su
presencia.
Porque me encantó cada segundo de lo que me dijo e hizo.
Especialmente la parte de ser su primer beso.
—Tal vez sólo mintió —me digo, mi mano deslizándose hacia mi garganta
y frotando sobre los chupetones que marcan mi piel, anunciando a todos que
Rafael reclamó su territorio, el hombre posesivo que me hizo imposible
alejarme de la verdad.
Cada vez que me mire al espejo, estarán ahí para saludarme.
Tres fuertes golpes me sacan de mis pensamientos y miro la puerta por
encima del hombro.
—Emmaline. La cena está lista.
Mi estómago ruge. No he comido nada desde Nueva York.
—No tengo hambre. —Morir de hambre es mejor que enfrentarse a ese
hombre y probablemente a sus sonrisas de satisfacción, ya que ha ganado este
asalto y yo he sucumbido a él tan fácilmente.
Tal vez sea una puta, después de todo, como insinuó Anthony. Sin embargo,
todo dentro de mí se rebela ante la idea.
Estoy legalmente casada con este tipo, así que da igual. Voy a lidiar con el
hecho. Todo el mundo tiene aventuras de una noche de las que se arrepiente.
Al menos ahora lo sé, lo que no me hace sentir mejor.
—O bajas y comes sola o abro la puerta de una patada y te bajo yo mismo.
—Aprieto los dientes, contando mentalmente hasta diez para no gritarle—. Tú
eliges.
La elección es mía. De acuerdo.
Rafael me da la ilusión que todo lo que hago, hasta este viaje, es mi elección.
La ira hierve en mi interior y, sin pensarlo, me dirijo a la puerta, la abro y
me encuentro cara a cara con mi marido. Se me atasca el aire en los pulmones
al verlo, y se me pone la piel de gallina cuando su mirada acalorada recorre mi
cuerpo cubierto por la bata y se detiene en mi cuello, lleno de posesividad y
dando a entender claramente que le gusta.
Mi cuerpo traicionero se enciende como fuegos artificiales al ver su
esculpido y bronceado abdominales marcados, ya que sólo lleva jeans y nada
más. Debería ser un crimen ser así de tentador para cualquier humano, y más
aún para el Rey del Desamor.
—He dicho que no tengo hambre —replico cruzándome de brazos, pero los
aflojo rápidamente cuando su mirada se posa en mis pechos—. ¿Ahora este
matrimonio también incluye alimentarme a la fuerza?
—Y yo dije que me importa una mierda. —Hace rodar algo hacia delante y
tardo un momento en darme cuenta que es mi maleta—. Ponte algo de ropa y
acompáñame abajo.
—¡No tengo hambre! —Gimo para mis adentros cuando mi estómago
vuelve a rugir. Su boca se levanta en una media sonrisa, pero antes que pueda
decir algo, le arrebato la maleta y grito antes de cerrarle la puerta en la cara—:
¡Cállate, Rafael! —Aprieto la espalda contra la madera, me pongo la mano en
el corazón que late a toda velocidad y rezo a Dios para que me dé la paciencia
necesaria para resistir su llamada lujuriosa, porque resistirse a este hombre
después de saborear su pasión es difícil.
Ahora entiendo a todas esas mujeres que se enamoran de tipos malos y se
vuelven adictas a ellos.
Bien. Sólo necesito actuar racional y sofisticadamente. Claramente, Rafael
no tiene intención de hacer una gran cosa sobre el sexo tampoco.
Probablemente sea algo normal para él, y odio cómo se despierta el
monstruo verde dentro de mí, queriendo darle un puñetazo por haber sido tan
puta en el pasado. Nuestro encuentro me afecta tanto mientras que él parece
estar bien.
—Cinco minutos, Emmaline. —Su voz retumba en el espacio, mezclándose
con otra ráfaga de truenos, y sacudiéndome, me pongo rápidamente en acción
y me cambio en un tiempo récord a un vestido morado de tirantes de verano.
Sin molestarme siquiera en mirar mi reflejo en el espejo, bajo las escaleras,
con los pies descalzos golpeando el mármol, y al instante, los deliciosos olores
que flotan en el aire me saludan, las ricas especias estremecen mi nariz y la
saliva se acumula en mi boca.
Siguiendo el olor, me dirijo hacia la cocina y me detengo bruscamente en el
marco de la puerta cuando veo a Rafael sirviendo la mesa. Dos filetes hechos
junto con verduras.
—¿Dónde está tu cocinero? —digo, encontrando mi voz y entrando,
dirigiéndome al fregadero para lavarme rápidamente las manos antes de ir a
una de las sillas y sentarme. El filete parece aún más sabroso de cerca—. ¿Se
ha escapado antes que yo pudiera llegar? —No he visto a nadie por la ventana
ni he oído nada en todo este tiempo, así que su personal debe de ser algún
personal fantasma. Constantemente tenemos gente en la casa familiar haciendo
recados o simplemente charlando con nosotros, así que el silencio me parece
súper raro.
La espaciosa cocina es de ensueño, con el equipamiento más moderno
brillando bajo la luz intensa, la plata inmaculada mostrando nuestros reflejos,
mientras que las amplias encimeras y los muebles están diseñados de tal forma
que no cabe duda que se han fabricado con los mejores materiales. Una puerta
de la terraza da al jardín, y ahora está abierta de par en par, el viento levanta la
cortina blanca, y una de ellas casi me toca.
Una pequeña mesa redonda en la esquina derecha ofrece una vista perfecta
de todo el lugar, sobre todo si alguien decide venir sin avisar.
—Te lo dije. No me gusta nadie en mi espacio. —Eso significaría—…
Cociné esta noche. Come.
No, no, no.
Esto no puede ser cierto.
Echo un vistazo a la comida, agarro un tenedor y un cuchillo mientras él
ocupa la silla frente a mí y se come su filete, vertiendo salsa por encima.
—¿Cómo sabes cocinar? —Mi pregunta le hace fruncir el ceño. Sin
embargo, es válida. El tipo creció en la riqueza y la tuvo durante la mayor parte
de su vida, ¿no?
Además, no me parece un hombre que tenga tiempo para pasarlo en la
cocina, y su ático lo daba a entender.
—Viví en la calle durante un año. Había un cocinero en un refugio local al
que le encantaba compartir recetas, y lo observaba mucho.
Me congelo en mitad de cortar la carne, conmocionada.
—¿Vivías en la calle? —¿Cómo demonios se ha mantenido esta información
en secreto a lo largo de los años?—. No lo entiendo. Tienes todo esto. —Hago
girar el cuchillo en el aire—. ¿Cómo es posible que acabaras en la calle?
Corta el filete y clava el tenedor en la carne.
—El matrimonio de mis padres era el epítome de los cuentos de hadas. Hasta
que dejó de serlo. Él la golpeaba a diario. Los pasillos se llenaban de sus gritos,
pero nunca en nuestra presencia. Mamá nos protegía de su ira y él sólo nos
odiaba. A la única que adoraba era a Lavender. En pocos años su belleza se
desvaneció bajo el espeso maquillaje para tapar sus moretones.
Dios mío.
Me duele el corazón por la familia y por la mujer del fotograma. Es otro tipo
de tragedia cuando el hombre que prometió amarte acaba maltratándote.
—Lo siento mucho. —Parece que es mi respuesta estándar a cualquier
información que comparte sobre su familia.
—Tras su muerte, su rabia se volvió hacia mí. Yo me negaba a creer que
Rush hubiera muerto, y papá se negaba a creerme, así que al final todo acabó
en discusiones y golpes sin que él hiciera nada por buscar a mi gemelo.
¿Y su gemelo tiene la osadía de enfadarse con él?
—¿Y tu hermana pequeña? ¿También le hizo daño?
—No. Se asustaba cuando me golpeaba delante de ella. Nunca le puso un
dedo encima. Al menos el imbécil tenía algunos límites. —Es interesante lo
indiferente que es su tono. Aunque odiemos a nuestros padres, al menos hay
algún tipo de emoción presente. Rafael es simplemente frío, punto.
—¿Te peleaste con tu padre? ¿Así acabaste en la calle?
Me señala la comida.
—Come, Emmaline. —Levanto el tenedor y muerdo la carne, sin apenas
notar el sabor en mi lengua mientras él come también, esperando ansiosamente
a que levante aún más la cortina de su misterioso pasado para que pueda ver al
hombre que hay debajo de esta persona que presenta al resto del mundo.
Nuestro carácter también está formado por nuestros traumas, así que saber
lo que le dolió me hace ver sus vulnerabilidades.
Los relámpagos vuelven a adornar el cielo y, a través de la ventana, observo
cómo se acumulan las nubes oscuras, listas para verter la lluvia sobre la
naturaleza mientras el ulular de los búhos se hace aún más fuerte.
—Va a llover.
—Sí. Podemos esperar una tormenta mañana. —Debe de haber leído la
sorpresa en mi cara y me explica—: En esta época del año, somos propensos a
los aguaceros y solemos tener tormentas fuertes unas cuantas veces al mes.
—¿Entonces no podemos explorar la isla mientras estemos aquí? —No sé
mucho de tormentas, aparte que es mejor estar dentro de casa. La decepción me
invade ante la perspectiva, tenía muchas ganas de hacer algo que me distrajera
del asesino en serie que me persigue o de mi creciente obsesión por este hombre
que se vuelve más humano cada segundo—. ¿Tienes una habitación que pueda
usar para practicar? —Gracias a Dios que empaqué mis zapatos. Bailar siempre
me ayudaba a despejar la cabeza y calmaba cualquier lucha interna. Aunque
me despedí de mis sueños de conseguir el papel, al menos puedo seguir
esforzándome durante estos tres meses para mantenerme en buena forma y
graduarme con honores y luego encontrar algún sitio donde bailar.
—Mañana hará sol, así que puedes salir, pero no es seguro ni merece la pena.
—Termina su comida y yo alcanzo el rábano y lo mastico—. Todas las partes
bonitas están del lado de Rush.
—¿Y qué hará si lo cruzas? ¿Matarte? —Lanzo una carcajada, pero él no
me acompaña—. ¿Realmente te mataría?
—No. Simplemente no rompemos las reglas.
—¿Es por esto que no es seguro? ¿Por tu gemelo?
Ahora estoy convencida que su gemelo es un tipo sospechoso.
—No. Hay gente en esta isla que desea que todos muramos y no voy a
arriesgar a mi mujer en esta guerra familiar que tenemos desde hace décadas.
—Parpadeo, tragándome el rábano mientras él se inclina hacia delante,
apoyando los codos en la mesa—. Una de las razones por las que cuando veas
a alguien en esta isla, a cualquiera en realidad... tienes que actuar difícil y como
si realmente me odiaras.
—Te odio —respondo sin mucho calor, y él se limita a sonreír—. No lo
entiendo. ¿No dijiste que no puedo decirle a nadie que odio este matrimonio?
Que tengo que actuar como si te quisiera. —Me tiembla la voz en la última
parte, y sus ojos destellan con algo que rápidamente cubre con la indiferencia
familiar.
—Sí. Esta isla es una excepción a la regla.
—¿Por qué?
—Porque de lo contrario serás su objetivo, y no puedo permitirlo.
Termino de comer y aparto el plato, agarro el vaso de agua y doy un sorbo
tentativo mientras medito sobre sus palabras.
—¿Tu hermano es tan cruel que realmente me hará daño si piensa que este
es un matrimonio por amor? —¿Y quiere un vínculo con este tipo? ¿Qué
demonios? Suena como un psicópata que actualmente me persigue.
Se echa hacia atrás como si lo hubiera ofendido.
—No. Rush tiene honor. No hacemos daño a los inocentes. Nunca. —Acero
enlaza su tono, y pasa un tiempo—. Mi tío es el único.
—¿Tu tío? —Me va a dar latigazos con toda esta información—. ¿Cómo se
metió en esto?
—Mi padre tenía un hermano gemelo que se hizo cargo de Lavender y de
mí cuando papá murió. El tío Jade exigía que nos inclináramos ante él y
agradeciéramos su presencia. Y aunque también provocaba peleas constantes,
no me importó hasta que empezó a comportarse de forma extraña con
Lavender. La vigilaba, le leía cuentos antes de dormir aunque ella dijera que
no, y siempre quería saberlo todo sobre ella. —Tengo miedo de escuchar el
resto de esta historia porque solo conducen a una cosa—. Hacía lo que podía,
la protegía y pasaba todo el tiempo posible con ella para que no estuviera sola
con el asqueroso. Afectaba a mi sueño y a mis notas, así que empecé a
suspender.
—¿Él... él...? —Ni siquiera puedo expresar mis pensamientos, teniendo en
cuenta que su hermana tenía, ¿qué? ¿Apenas siete años en ese momento?
Sacude la cabeza.
—No. Cuando cumplí catorce años, mejoró. Se encerraba en una habitación
e incluso asistía a todas las actividades sociales. Accedía a todo lo que ella
quería siempre que sonriera. Sin embargo, nuestra relación no hizo más que
empeorar porque tenía esa profunda necesidad de mandarme, y si yo no estaba
de acuerdo, y casi siempre lo hacía, agarraba el cinturón e intentaba pegarme.
—Tu tío suena muy mal. ¿No había otra familia que cuidara de ti?
—No. Por voluntad de padre, él era nuestro tutor. Aunque odia el hecho de
que no pudo reclamar la fortuna familiar. —Oh—. Rush todavía era un
heredero ya que el cuerpo no fue encontrado.
—¿Así que te escapaste? —Aunque tiene poco sentido para mí. Si protegía
tanto a Lavender, ¿cómo iba a dejar a su hermana pequeña con un hombre
mentalmente inestable que emitía malas vibraciones?
—Tuvimos una gran pelea y le lancé un jarrón. —Se le escapa una risita—.
Me encantó cada segundo de sus gritos agónicos. Me amenazó con llamar a la
policía, así que no tuve más remedio que irme. Ya había hablado de enviarme
al extranjero, así que era cuestión de tiempo que encontrara un motivo para
deshacerse de mí.
Debía de estar muy asustado, un niño profundamente traumatizado al que
echaron a la calle y separaron de la única persona a la que quería. ¿Es de
extrañar que se convirtiera en una persona fría y distante?
Claramente nadie le mostró ninguna amabilidad.
—Debe haber sido duro. Estar solo y no saber qué pasaba con Lavender.
Se encoge de hombros, se levanta y se dirige al mostrador, donde agarra una
botella de whisky, la abre y bebe un trago con avidez.
—Cada día era una lucha y una supervivencia. Fue entonces cuando aprendí
lo que significaba pasar hambre y mendigar por las necesidades básicas. Y lo
indiferente que es realmente la gente ante el sufrimiento ajeno. —Su risa carece
de humor—. Ni siquiera les importa aprovecharse de ese sufrimiento. Después
de todo, no hay mucho que una persona hambrienta no haría para alimentarse.
Se me sube la bilis a la garganta ante esta insinuación y he sido testigo de
suficientes víctimas en centros de acogida a lo largo de los años durante mi
trabajo como voluntaria para saber cuánta verdad encierra esta afirmación.
—¿Qu...?
—No lo hagas. —Me paralizo ante la advertencia, mis dedos se enroscan
alrededor de mi vaso mientras él sujeta la botella con más fuerza—. Lo que
hice fue necesario para sobrevivir. No deseo tu compasión. —Me duele el
corazón y bebo un sorbo más de agua, agradeciendo el líquido en mi garganta
seca porque no es verdad.
Las pesadillas tienden a perseguirnos, aunque sintamos que no tenemos
elección.
—Los que no tienen poder están condenados a vivir de la generosidad de los
demás —dice justo a tiempo con el retumbar de los truenos. La propia
naturaleza debe estar de acuerdo con él—. Por eso todos lo ansían.
—Nunca lo hice —susurro, levantando las piernas y abrazándome las
rodillas mientras dejo mi vaso—. El poder siempre me ha dado miedo. Es
despiadado. Y trágico.
—¿Trágico?
—La gente sufre sin él, pero cuando lo tienen, a veces la utilizan para hacer
daño a los demás. Nunca lo he entendido. Creo que la compasión y la empatía
mueren con el poder.
—Cuando eres una flor ingenua criada en el amor y adorada por todos, el
poder tiene poco significado para ti porque toda tu familia siempre utilizó ese
poder para protegerte.
—No es un crimen ser criado por padres cariñosos. —Lanzo otra pregunta,
no queriendo entrar en debates filosóficos con él—. ¿Todo acabó cuando
apareció Rush? —Según las investigaciones que he hecho, sé que terminó la
universidad en Boston, así que a partir de los dieciocho años fue fácil rastrearlo.
—Tienes muchas preguntas esta noche, esposa mía. ¿Es más fácil soportar
el hecho que me deseas si me pintas como una especie de alma perdida que fue
condenada por los dioses?
Mis pies golpean el mármol cuando me levanto rápidamente, la furia me
envuelve, y abro la boca para gritarle pero me detengo en el último momento,
atrapando las horribles palabras en mi garganta porque así es como reaccionan
los animales heridos.
Cuanto más te acercas a sus cicatrices, más desean golpearte para
protegerse, y de algún modo, sé que nunca ha compartido esto con nadie más.
¿Quién me va a creer de todos modos si voy por ahí soltando sus secretos
una vez que se divorcie de mí y me pinte como una novia necesitada y estúpida,
verdad?
Exhalando un fuerte suspiro, recojo el plato lleno de fresas y camino hacia
él, colocándolo sobre la encimera que nos separa mientras me observa
atentamente.
—Ya que te encanta repetir que 'soy tu esposa', muéstrame el respeto que se
merece tu esposa, Rafael. —Levanto la barbilla mientras él sonríe—. Toda
mujer tiene derecho a conocer el pasado de su marido. —Resoplo—. Y lo que
pasó antes no volverá a pasar nunca más. Lo sacamos de nuestros sistemas.
Sus carcajadas resuenan en las paredes mientras el viento me azota,
pegándome el vestido a las piernas, y un escalofrío me recorre la espalda.
—Cariño, lo haremos una y otra vez. Ahora soy dueño de cada centímetro
de este cuerpo delicioso y me daré el gusto hasta saciarme.
Se agacha cuando le tiro una fresa y golpeo el mostrador.
—Estás muy seguro de ti mismo, Rafael. Al contrario de lo que crees, no
me das lástima, así que sigues sin gustarme. —Ni siquiera examino la estupidez
de mi afirmación.
—Si tu odio es lo que hace que te deshagas en mis brazos, no necesito nada
más, cariño. —La tensión familiar se extiende por mis venas y revolotea en mi
estómago, y niego con la cabeza.
—¿Es esto lo que haces con todas tus mujeres? ¿Les cuentas tu pasado, las
alimentas y luego te las follas hasta que los sacas de tu sistema?
Cuanto más hablo, más me enojo, despreciando la sola idea que haya estado
con todas esas mujeres, aunque este hecho debería sonar en mi cabeza una y
otra vez para que no me encandile nada de lo que haga o diga. Se ha portado
fatal conmigo todo este tiempo, ¿y de repente es así de simpático?
Jadeo sorprendida cuando me alcanza en tres zancadas cortas, girándome y
presionando mi espalda contra el mostrador mientras extiende ambas manos a
ambos lados de mí, aprisionándome en su abrazo.
—Voy a explicarme una vez y pondrás fin a mi pasado entre nosotros de
forma permanente. —Inclino la cabeza hacia atrás, nuestras miradas chocan
mientras mi corazón late rápidamente a la espera de lo que pueda decir a
continuación—. Nunca he traído a una mujer a casa. Nunca. No comparto mi
espacio personal. Follo y me largo. —Me estremezco—. Oh no, cariño. Tú
sacaste el tema.
—Eso no es agradable.
—La verdad no siempre es agradable. No hago falsas promesas y no tengo
citas. Fui salvaje en mi juventud, y no me disculpo por ello. La prensa exagera
mucho mis escapadas porque, cariño, ¿si follara tanto como dicen? No tendría
un imperio del que hablar.
A pesar que gimo interiormente al ver cómo su explicación alivia parte de
mis celos, sigo disparándole:
—Eso es mentira.
—¿Qué es una mentira?
—Que no sales con nadie. —Como se queda callado, mirándome fijamente,
sigo como la tonta que soy—. ¿Todas esas fotos con mujeres en las redes
sociales? Te veo en todas partes cenando con ellas y ganándotelas. —Le golpeo
el pecho cuando empieza a reírse—. ¡No tiene gracia!
—Siento discrepar, cariño. Tus celos son divertidos y adorables. —Si las
miradas mataran, el tipo ya estaría muerto—. No hay necesidad de eso. Nadie
más que tú tiene derecho sobre mí. —El placer se extiende a través de mí al oír
eso. Niego con la cabeza, con los dedos enroscados en el vestido, porque son
palabras vacías. En cuanto termine nuestro contrato, también terminará su
deseo de poseerme. Es una criatura tan posesiva acostumbrada a que todos lo
adoren que probablemente no pueda soportar que yo sea la excepción, o quizás
simplemente no quiera pasar por un periodo de sequía.
No olvidemos que no tiene permitido tocar a nadie más, y este pensamiento
me amarga aún más el humor.
—Trabajo con estas mujeres. Créeme, nadie ha fotografiado a las mujeres
con las que me he acostado. —Mis protestas mueren en mis labios cuando él
se inclina más cerca, sus caderas presionando mi pelvis y disparando
electricidad a través de mi sistema—. Así que retira las garras, cariño. —
Levanta la mano y sus dedos se deslizan suavemente por mi mejilla—. Eres
muy especial para mí. —Un músculo se tensa en su mandíbula—. Esa es tu
bendición y tu maldición.
Siento un cosquilleo en toda la piel al oír esas palabras, pronunciadas en voz
baja pero ronca, que encienden un fuego en la boca de mi estómago mientras
pintan imágenes carnales en mi cabeza, así que me relamo los labios y
pregunto:
—¿Por qué es una bendición?
—Porque al ser especial para mí, eres especial para todos los demás, y todo
lo que este mundo tiene para ofrecerte está a tus pies. Sólo tienes que desearlo.
Y quien se atreva a hacerte daño tendrá que pasar por mí. Soy muy territorial
con lo que me pertenece.
Sin molestarme siquiera en examinar lo inquietante que suena eso, hago otra
pregunta.
—¿Por qué es una maldición?
Se balancea más cerca, un aliento áspero se desliza por mis labios en nuestra
conexión, y cuando se inclina más hacia mí, nuestras bocas están a un
centímetro de distancia.
—En mi familia, las obsesiones son sagradas, ya que nos sumen en una
espiral de locura en la que lo que queremos debería ser siempre nuestro. Somos
posesivos y no aceptamos bien el rechazo. —Esto debería asustarme de verdad,
pero una extraña emoción me recorre las venas e inclino la cabeza hacia atrás,
nuestros labios casi rozándose—. No podrás respirar sin que aceche cada uno
de tus movimientos porque la parte más oscura de mí ansía poseerte. Y marcarte
de tal manera que a nadie se le ocurra acercarse a ti, y mucho menos tocarte.
—Me pone la mano en el cuello, agarrándome con fuerza, y su pulgar me
presiona el punto del pulso, acelerándome los latidos del corazón—. Por ti,
mataré a cualquier hombre que piense que puede alejarte de mí.
Todo en mí desea abalanzarse sobre él, besarlo y empaparse temporalmente
de sus promesas, bloqueando nuestras realidades o lo fugaces que son estos
deseos, ya que no tienen nada que ver con el amor.
Después de todo, una cosa sobre las obsesiones... es sólo cuestión de tiempo
antes que encuentren a alguien más con quien obsesionarse, y aunque mi
interior se rebela ante la idea, mi agarre a él se tensa, y estoy a punto de
arrastrarlo más cerca para no tener que arder sola en el fuego de su creación.
Así no tendré que enfrentarme sola a la embestida de todas mis emociones.
Suena un trueno, seguido de varios relámpagos que adornan el cielo, y
empieza a llover a cántaros, golpeando el tejado, sacándome de la neblina. Lo
empujo y salgo corriendo hacia la puerta de la terraza, haciendo todo lo posible
por controlar los latidos de mi corazón.
—¿Qué pasó cuando volvió Rush? ¿Es él quien pagó tu educación? —Puede
que esté atrapada en esta isla con el diablo más guapo, pero su naturaleza
tentadora no puede hacerme olvidar por qué se casó conmigo y cómo necesito
tener alguna ventaja sobre él.
Con o sin sexo, seguimos siendo enemigos, o esa es mi excusa.
Me mira fijamente durante unos instantes antes de agarrar la botella de
whisky y dirigirse a la terraza. Mis ojos se abren de par en par cuando sale, pisa
la hierba y apoya la cabeza entre sus omóplatos, dejando que la lluvia lo
empape de pies a cabeza.
—No. Había cierto hombre poderoso en Nueva York, un rey del inframundo
que se apiadó de mí y me dio el dinero para vivir y estudiar. Según él, se lo
debía a mi padre. —El apodo me suena extrañamente familiar—.
Curiosamente, él también fue quien salvó a Rush. Podemos llamarlo un hombre
de honor, al menos. —Toma un gran sorbo que debe mezclarse con la lluvia,
su nuez de Adán balanceándose—. Creo que ahora se arrepiente, considerando
todas las cosas.
—¿Quién era?
—Lachlan Scott.
—¿Como el tío Lachlan? ¿Cómo el marido de la tía Valencia? —Es decir...
él nunca podría ser llamado el tipo más amable de la cuadra, y siempre
circulaban ciertos rumores sobre él. Sin embargo, nadie tenía pruebas.
Es un hombre muy poderoso y mortífero que adora a su esposa y a sus hijos,
pero digamos que nadie se apunta voluntariamente a estar en su presencia
porque sólo él tiene el poder de hacerte sentir pequeño e insignificante.
Incluso mi padre prefiere mantener las distancias, aunque de vez en cuando
juegan juntos al golf y hasta podrían llamarse amigos, o al menos están más
unidos que el tío Lachlan con la mayoría de la gente. En mi opinión, son
demasiado parecidos para ser amigos, ya que ninguno de ellos se doblegaría
ante los deseos del otro.
—El único.
Me duele la cabeza, me froto la frente, apoyo el hombro en la puerta de la
terraza mientras observo a Rafael bajo la lluvia y me pregunto cómo demonios
tenemos tanta conexión. Parece que nos mezclamos con la misma gente, ¿no es
una locura? Teniendo en cuenta que nunca nos hemos cruzado en todos estos
años, y que los Scotts nunca dijeron nada de los Wright.
Las palabras de Rhys resuenan en mis oídos.
Buena suerte tratando con Zachary King. Los hermanos Wright tienen
pelotas. Apuntando jodidamente alto, los dos.
Eso, combinado con que la tía Valencia no me ha enviado ni un solo mensaje
con el comentario anterior de Rafael acerca de lidiar con el trauma a través de
la venganza pinta un cuadro bastante deprimente y horripilante en mi mente.
—¿Qué quiso decir Rhys sobre apuntar alto? ¿Qué hizo Rush?
—Cuando éramos pequeños, teníamos apodos el uno para el otro. El villano
Rush y el Príncipe Rafael. Eso es porque él haría cualquier cosa por la gente
que ama, su naturaleza impulsiva nos mete en problemas constantemente. Él
piensa en las consecuencias después de sus actos, mientras que yo prefiero
evaluar la situación antes que actuar irracionalmente.
Sí, como Ian y Wyatt. El primero siempre mantiene a raya el temperamento
del segundo.
—Apareció en mi graduación y fue entonces cuando nos vimos por primera
vez. El tío Jade fue implacable para ponerlo de su lado y contarle tonterías sobre
el pasado. Así es como castigar al asesino de nuestros padres se convirtió en su
objetivo número uno. Una venganza que ha vivido y respirado durante los
últimos once años.
No me extraña su tono indiferente y algo burlón.
—¿No apoyas su venganza?
—No. Porque la persona que Rush quiere está delante de sus narices. Solo
esta cegado por la rabia y la traición para ver la verdad. Y actuó sobre sus
emociones, negándose a escuchar razones.
¡Otra vez la respuesta ambigua!
—¿Qué se supone que significa eso?
—Mi hermano secuestró a Aileen Scott y la trajo aquí.
—¿Qué? —¡grito, escandalizada, porque Aileen tiene dieciocho años y es la
joven más brillante que he conocido! Incluso se saltó varios cursos y terminó
en la universidad antes que la mayoría—. ¿Tu hermano ha hecho qué? ¿Ella
está aquí? ¡Entonces tenemos que atraparla! ¡Y llamar a sus padres!
¡Oh, Dios mío! ¡Tía Valencia debe estar volviéndose loca, algún psicópata
secuestró a su hija! ¿Qué pasa con estos hermanos Wright tomando mujeres
contra su voluntad de todos modos? ¡Rush le dobla la edad!
—No harás tal cosa. —Me paralizo ante la nota mortal en su tono, y nuestras
miradas chocan—. Esta venganza tiene que terminar, y el enfrentamiento de
Rush y Lachlan era inevitable.
—¡La ha secuestrado! —Haciendo caso omiso de la lluvia, camino
directamente hacia él y lo golpeo en el pecho, aunque probablemente ni siquiera
sienta el golpe mientras la lluvia sigue cayendo con rapidez, mi vestido
empapado y los dedos de mis pies enroscándose en la suave hierba mientras
truenos más potentes sacuden el cielo, lastimándome los oídos—. ¡Tu hermano
es un criminal, y Aileen debe de estar aterrorizada!
—Lo que odies de mí, multiplícalo por mil y tendrás el carácter de Rush. —
¡Oh Dios mío!—. Es un criminal, pero como dije. No le hará nada a Aileen en
contra de su voluntad. Irónicamente, ahora mismo, esta isla es el lugar más
seguro para ella.
—Tienes mucha fe en tu hermano. —Me acerco a él hasta que las puntas de
nuestros pies se tocan—. ¿Entiendes siquiera lo descabellado que suena esto?
—Respiro antes de gritar—: ¡Podría violarla! Está atrapada en esta isla con un
psicópata. —A juzgar por su mansión familiar, es literalmente imposible llegar
allí sin perder la vida. ¿Cómo puede alguien estar tranquilo ante esto?
Jadeo cuando su mano me rodea la garganta, apretándola lo suficiente como
para sentir su tacto, pero no lo suficiente como para cortarme el oxígeno. Me
arrastra aún más cerca de él, con la furia brotando de sus ojos mientras todo su
cuerpo vibra de rabia.
—Rush y yo no somos santos, y utilizaremos lo que consideremos necesario
para conseguir lo que queremos. Lo que nunca haremos es herir y forzar a una
mujer.
—¿Estás tan seguro de eso? —le respondo—. ¡Tú devoción por tu hermano
te ciega! —¡Amar a tu hermano y apoyar su comportamiento criminal son dos
cosas diferentes!
—Sí. Crecimos escuchando cómo violaban y golpeaban a nuestra madre a
diario. —Me quedo quieta, con el aire atascado en la garganta mientras una
punzada de dolor me recorre ante sus palabras—. No importa quiénes seamos
y por lo que hayamos pasado... nunca habrá un día en que uno de nosotros
lastime físicamente a una mujer de ninguna manera. —Levanta mi barbilla con
el pulgar, sin dejar de sujetarme—. Tienes que confiar en mí en eso.
—¿Por qué lo apoyas? —susurro, sin prestar atención al frío que muerde mi
piel por el viento y mi vestido mojado—. Nunca apoyas el comportamiento
criminal. Eres legendario por seguir la ley. —Lo siento por el niño que fue
Rush, pero una infancia trágica no excusa lo que la gente hace en el presente—
. ¿Es porque es tu gemelo? —Una de las razones por las que estuve tan
enamorada de él durante años fue por su integridad.
Un hombre que se mantiene fiel a sus principios pase lo que pase y nunca
doblega su moral, por jodida que sea, para ganar casos, y se las arregla para ser
brillante y respetado.
Un hombre que rara vez necesita mentir, y como mi nacimiento y todo lo
demás fueron una gran mentira... me atraía su carácter.
Y ahora mismo, la decepción me invade ante la idea que él sea igual que los
demás, o peor. Excusando a un criminal sólo porque están emparentados por
sangre.
—No. Es porque Rush vive entre los monstruos y mata a los más viciosos.
—Mi corazón se estremece, mis palmas extendidas se posan en su pecho
desnudo a pesar del clima—. Él nunca hace daño a un inocente. —Pone su
pulgar en mis labios cuando quiero decir algo. ¡Acaba de admitir que su
hermano es un asesino!—. Mi madre merece justicia. Mis hermanos merecen
justicia. Y mi padre. —¿Su padre? ¿No dijo que era un idiota abusivo? Cuanto
más profundizo en su pasado, más confuso se vuelve—. El derecho de Rush es
matar al que dañó a nuestra madre. Y mi derecho es asegurar la caída del
hombre que le falló a nuestro padre. Ojo por ojo.
Apoya su frente contra la mía mientras miles de emociones me inundan, una
más poderosa que la otra porque ahora entiendo por qué.
O más bien por lo que creó toda esta farsa, y aunque una parte de él siempre
me odiaría... no me arruinó la vida tan masivamente en la gran escala de las
cosas y quiso compensarme por este matrimonio con ese maldito edificio.
—La venganza nunca trae la paz, Rafael. —Me inclino hacia atrás, nuestros
ojos se encuentran—. Por algunos pecados tendremos que expiar para siempre.
—Tal vez. Pero silenciará la voz de mi madre pidiendo clemencia cuando el
mundo no le mostró ninguna en mi cabeza.
La lluvia se intensifica, el viento se vuelve tan fuerte que me aprieto a
Rafael, ya que es el único que me mantiene firme, y justo en este momento,
tengo dos opciones.
Encontrar una manera de contactar con mis padres y contarle sobre Aileen
e ir contra Rafael, o confiar en él para saber que cualquier mierda que esté
pasando con Rush es necesaria y Aileen está a salvo.
¿Cómo puedes confiar en un hombre al que odias y que te odia?
Pero en la situación actual, ¿en quién más puedo confiar?
¿Es así como se sintió mi madre cuando no tuvo más remedio que confiar
en mi padre, quien era el único que la protegía a pesar de que él arruinó su vida?
O...
¿O es mi expiación por enviar a un inocente a la cárcel porque mentí para
salvar a mi amiga?
—Emmaline. —Su voz áspera me saca de mis agitados pensamientos y
vuelvo a centrarme en él mientras su pulgar frota mi barbilla de arriba abajo,
enviándome sensaciones ardientes por todo el cuerpo—. Apóyate en mí. No te
agobies con ninguna decisión, porque yo cargaré con todas las
responsabilidades. —Se ríe entre dientes—. Me odias, cariño. Soy un monstruo
que te obliga a jugar a su peligroso juego. Concéntrate en eso.
Se me escapa una respiración áspera y finalmente acepto este destino mío.
—¿Y si no puedo? —Me relamo los labios, saboreando la lluvia salada—.
¿Qué pasará entonces, Rafael?
—Caos. —Su mano se desliza por mi cuello, dejando sensaciones de
pellizcos por todo mi cuerpo hasta que se posa en mi cabeza, y un grito ahogado
se escapa de mis labios cuando enreda sus dedos en mi cabello, inclinando mi
cabeza hacia atrás, y nuestros labios se tocan—. Las chicas buenas se
mantienen alejadas de los monstruos. O se las comerán vivas. —Su voz se
reduce a un susurro cuando desliza la boca por mi mejilla y me muerde el
lóbulo, calmando el escozor con la punta de la lengua, y yo prácticamente me
aprieto contra él.
Las chicas buenas se mantienen alejadas de los monstruos porque tienen el
poder de destruir sus mundos perfectos en los que no existe el caos, lo que
significa... que no existen las emociones, sólo el deseo rutinario de ser perfectas
para llevar con orgullo el título que no trae más que angustia.
Cuando no tienes libertad para explorar, te quedas prisionero, y ¿hay destino
más doloroso que el que ni siquiera has elegido?
Nuestra historia nunca tendrá un final feliz, nada construido sobre el odio y
la venganza podría tenerlo jamás. Sin embargo, justo en este momento, con este
hombre, me siento segura para explorar la parte de mí que siempre ha salido a
la superficie, suplicando ser escuchada y vista.
Antojos que sólo las fantasías sobre él podían mantener.
Este hombre ha sido la pesadilla de mi existencia casi toda mi vida y ahora
mismo es mi marido que puede ser un desamor, pero creo que en el fondo que
todavía tiene un corazón capaz de sentir algo.
Y me atrae esa parte de él, lo que es una tontería.
Peligroso también ya que entre los dos, él tiene más experiencia para
manejar todo esto que yo.
Sin embargo, sacudió mi bola de nieve y ahora soy adicta al caos que inspiró,
no dejándome otra opción que sumergirme por completo en su mundo, con la
esperanza de que cuando todo esté dicho y hecho haré lo correcto.
Me protegeré de enamorarme de un hombre que sólo causa angustia.
—Tal vez ya no quiera ser buena —susurro, y él se queda quieto. Sus labios
rozan mi cuello, los desliza hasta mi barbilla y me la muerde, sosteniéndome la
mirada. Me pone la piel de gallina cuando la energía que nos rodea cambia, se
vuelve más electrizante y se llena de una tensión tan fuerte que me lanza flechas
de deseo por todo el cuerpo—. Quizás quiero ser mala. —Pasa un tiempo—.
Contigo.
Se traga mi grito ahogado, rompiendo cualquier barrera que pudiera quedar
entre nosotros, mientras me mete la lengua hasta el fondo y aprieta mi cabello
con tanta fuerza que sus dedos se clavan profundamente en mi cuero cabelludo
y, junto con los truenos que retumban en el cielo, acojo con satisfacción este
dolor que me ancla al presente.
En un presente en el que no hay reglas y pertenezco a este hombre que hace
callar todas las voces de mi cabeza que me gritan que huya de él y, en cambio,
me instan a acercarme lo más posible.
Me hipnotiza el fuego que enciende, el fuego que sólo él puede apagar, así
que ahora sólo importa él .
Su mano se desplaza hasta mi cintura y luego hasta mi culo, agarrándome
las nalgas, y yo gimo, poniéndome de puntillas, apretándome más contra su
pecho mientras miles de punzadas me recorren cuando mis pezones chocan con
su pecho desnudo y musculoso. El calor que emana de él es casi insoportable y
no hace más que intensificar la necesidad que se arremolina en mi interior y
que exige ser sostenida.
Porque casi no hay nada más insoportable que su ausencia.
Sigue besándome acaloradamente, hundiendo su lengua en lo más profundo
y buscando la mía mientras me reclama, marcando su territorio de tal forma
que nadie que venga después podrá medirse con él.
Y aunque debería asustarme, inclino un poco la cabeza para darle mejor
acceso, y él gruñe, el beso se vuelve más apasionado, despertando todos los
nervios de mi cuerpo. Cuando nuestras lenguas se entrelazan, una electricidad
punzante pellizca mi piel, sacudiendo todo a mí alrededor mientras se adueña
de mi boca de la forma más primitiva.
Mis uñas se clavan en su pecho, la pequeña parte traviesa de mí quiere dejar
mis marcas también en este hombre para que todos sepan que me pertenece,
aunque sólo sea temporalmente.
A pesar de la lluvia que nos cae encima, siento un calor tan intenso que
podría estallar. Deslizo las palmas de las manos hacia arriba, envolviendo mis
brazos en su cuello y gimo cuando su erección me roza, su gruesa longitud me
recuerda lo que puede hacerme.
Apartando mi boca, trago oxígeno, solo para chillar de sorpresa cuando me
levanta, mis piernas rodean su cintura y una sonrisa perversa se dibuja en su
boca, su voz es un susurro ronco parecido a la seda que se desliza a través de
mí y no hace más que añadir gasolina al fuego ardiente de mi deseo.
—Hermoso. —Estoy a punto de lanzarme a besarlo de nuevo, pero él se
inclina hacia atrás, negando mi silenciosa petición, y lo miro con el ceño
fruncido—. ¿Qué pasa, mi amor? ¿Necesitas la polla de tu marido? —Un calor
abrasador me recorre al oír sus palabras, la piel se me pone de gallina mientras
un relámpago ilumina el cielo y todo lo que nos rodea.
—Sí. —Enrosco mis dedos en su cabello, le lamo los labios, frotando mi
lengua de un lado a otro antes de deslizarla dentro y jadear cuando me da una
palmada en el culo y nos da la vuelta, marchando hacia la casa.
Gemimos cuando su erección se clava en mí y yo profundizo el beso,
saboreando whisky y tabaco en su boca que me produce sensaciones
embriagadoras, porque combinado con su aroma masculino me empuja más
cerca de la espiral enloquecedora que grita mi nombre y me insta a abandonar
todas mis inhibiciones.
Como la propia naturaleza prospera en el caos.
El frío me pellizca la piel cuando entra en casa y, jadeante ante el contraste,
le presto poca atención porque el fuego que me quema de adentro hacia afuera
me calienta.
Lo aprieto con más fuerza cuando sube las escaleras mientras aún estamos
besándonos, mis dedos rozan su cuero cabelludo y me maravillo con su
musculatura tallada presionando contra mis pechos, solo imaginarme
tomándome mi tiempo y admirando su pura belleza masculina dispara la lujuria
a través de mí y humedece mi coño.
En esta locura mía, Rafael es la única persona que me aferra al presente, que
gobierna todos mis deseos y que promete un respiro a la voz de mi cabeza que
me ordena ser educada y correcta incluso si eso significa seguir siendo
miserable.
Supongo que ese es el atractivo de los chicos malos para las chicas buenas,
¿no?
Con ellos podemos ser quienes queramos sin enfrentarnos a escrutinios ni
juicios.
Este tipo de libertad es adictiva y tentadora.
Nuestras bocas se separan un segundo cuando llega al segundo piso, nuestras
respiraciones llenan el espacio silencioso mientras nos miramos fijamente, su
mano se desliza hacia arriba hasta que agarra mi cabello y tira de él, su rostro
se ensombrece. Arqueo la espalda, agradeciendo que sus labios rocen mi
garganta y me froten la piel con su barba incipiente, una acción que aumenta
mi necesidad de él.
—Rafael —le susurro al oído, bajando la palma de la mano desde su hombro
hasta su espalda y envolviéndolo aún más, y él sisea cuando mis movimientos
presionan más su erección contra mi coño. Mis bragas están empapadas y no
tiene nada que ver con la lluvia—. Ahí está la pared. —gimoteo, sin importarme
lo desesperada que sueno.
La risa retumba en su garganta y la vibración me hace temblar.
—Eres una cosita ansiosa, ¿verdad? —Me muerde la carne y chupa la piel,
dándole un largo lametón, y gimo cuando mi espalda choca con la pared. Me
arrincona y el grueso bulto despierta todos los sentidos de mi cuerpo.
—Sí, por favor —susurro, dispuesta a todo con tal que satisfaga esta
necesidad que me araña. Hasta la ropa me parece un objeto extraño en mi piel
que hay que destruir para que nada me aleje de él.
Balancea sus caderas hacia atrás y empuja de nuevo, mordiendo mi labio
inferior y tirando de él mientras mis uñas cortan su espalda. Si presiona un poco
más fuerte, podría correrme...
Sólo para gemir en señal de protesta cuando me empuja hacia atrás y nos
arrastra hacia la habitación, abrazándome con firmeza mientras estoy a punto
de gritarle por mantenerme en este estado de expectación y frustración que él
puede calmar tan fácilmente. A cada paso que da, su erección roza mi clítoris,
enviando flechas de deseo.
—Ya te he follado contra la pared, cariño. Esta noche voy a follarme a mi
esposa en mi cama —dice justo cuando entramos dentro, la luz de la luna brilla
intensamente, iluminándolo todo a nuestro alrededor y la oscuridad transforma
el ambiente en algo casi perverso, pues promete pecados prohibidos.
Dentro de esta habitación, con la naturaleza haciendo de las suyas afuera y
siendo el único testigo de esta locura mía, es fácil fingir.
Y olvídate del mundo exterior.
Aquí sólo existen mis fantasías, que me permiten explorar cómo es ser
propiedad de un hombre que una vez ocupó todos mis sueños de adolescente,
aunque nos odiemos.
Porque aunque este hombre me odie, me protege con todo lo que lleva dentro
y nunca dejaría que nadie me hiciera daño. En sus brazos estoy a salvo, ¿es de
extrañar que no me importe confiarle mi cuerpo?
Las emociones no tienen cabida cuando se trata de lujuria, o esa es la mentira
que prefiero alimentarme para huir de la opresión en el pecho que me resulta
desconocida y me asusta.
—Está bien —susurro, posando mis labios en su hombro y besándolo,
saboreando su piel en mi lengua, y me encanta lo salada que está—. Haz lo que
quieras. —Gruñe y esa es toda la advertencia que recibo antes que dé varios
pasos hacia la cama y me tire sobre ella, dejando huellas húmedas en las
sábanas de satén. Me siento sobre las rodillas, me echo el cabello por encima
del hombro y lo miro fijamente—. Eso fue grosero. —Se me calientan las
mejillas cuando me recorre con los ojos, su mirada centelleante de calor
enciende cada célula de mi cuerpo.
—Quítate el vestido, cariño. Enséñame lo que es mío. —Se me escapa un
suspiro áspero ante su orden, pronunciada en ese tono ronco y dominante que
probablemente puede tentar a cualquiera a hacer lo que él quiera. Cumplo su
orden, me quito el vestido y lo tiro al suelo, donde cae con un sonoro golpe—.
Buena chica. —Me animo al oír sus elogios, agradeciendo el deseo que me
invade, pero parpadeo sorprendida cuando añade—: Ahora el resto. —Un
sofoco se precipita a través de mí ante la petición y coloco mis manos en mi
pecho, deslizándolas sobre mi piel húmeda, y aunque él ya lo ha visto todo...
por alguna razón me siento tímida—. Vamos, cariño. Ya lo he probado. —Mis
mejillas arden tanto que probablemente estén rojas—. Mírate toda sonrojada.
Enséñame lo que es mío —vuelve a repetir, esta vez con un tono peligroso que
me promete una dulce tortura si no obedezco.
Tragando, engancho los pulgares en la cinturilla de las bragas y empiezo a
arrastrarlas hacia abajo hasta que me siento sobre mi culo y me las quito del
todo, guardándolas y exponiéndome a su vista, colocando los pies separados y
curvando los dedos en el colchón.
—¿Te has probado alguna vez, cariño? —Mis ojos se abren de par en par
ante la pregunta y niego con la cabeza. Chasquea la lengua—: Qué pena. Eres
deliciosa. —Se me pone la piel de gallina cuando me recorre con la mirada y
me da otra orden—: Tócate. —Mi palma aterriza en mi núcleo, ahuecándolo
suavemente, y mi coño se humedece aún más con el contacto. Se me escapa un
gemido y, por instinto, deslizo los dedos por los pliegues húmedos, haciéndome
jadear.
—Ah, mírate, cariño. Toda mojada y goteando para tu hombre. —Mi dedo
se desliza dentro, mi coño se aprieta instantáneamente alrededor del dedo, y
echo la cabeza hacia atrás, explorando lo más profundo posible, buscando el
fin de esta locura. Sin embargo, no me produce ningún alivio, ya que es un
simple sustituto de lo que se esconde tras la cremallera de sus jeans. Su boca se
curva en una sonrisa ante mi suspiro frustrado—. ¿Qué pasa, cariño? ¿No es
suficiente? —Sacudo la cabeza y presiono la palma de la mano sobre mi
clítoris, agradeciendo las cosquillas que se extienden por todo mi cuerpo y me
envuelven por completo. Tal vez si continúo con mis acciones pueda correrme
por mi cuenta...
Una voz profunda y ronca que tiene el poder de envolverme en placer por sí
sola no me deja disfrutar de mi indulto durante mucho tiempo, porque el simple
hecho de oír hablar a Rafael me recuerda que mi orgasmo depende totalmente
de él.
—Cariño. —Nuestras miradas chocan y me señala con el dedo mientras con
la otra mano se acaricia la erección justo antes de agarrar la cremallera y
bajársela despacio, con un sonido excepcionalmente fuerte que, de algún modo,
hunde la anticipación en mis huesos—. Ven aquí.
Sin dudarlo, empiezo a arrastrarme hacia él en la cama, hundiendo los puños
en el mullido colchón mientras él se libera la polla, haciéndome morder mi
labio inferior al ver su gruesa longitud goteando pre-semen por la punta. De
repente, siento el impulso de pasarle la lengua y recorrer con ella la vena
palpitante, disfrutando de cada segundo.
¿A qué sabe un hombre viril y malvado como él?
Rafael se acaricia la polla desde abajo hasta la punta, agarrándola con fuerza,
y cuando por fin llego a él, entrelaza sus dedos en mi cabello y tira de mí hacia
arriba para que me siente sobre mis rodillas. Agarra mi mano y se la lleva a la
boca, recorriendo sus labios con el dedo que ha estado dentro de mí, y mis
mejillas se calientan aún más ante esto.
—Pruébate, cariño. —Parpadeo sorprendida, aún hipnotizada por su tono,
así que tardo un segundo en notar sus palabras, pero él ya está deslizando su
mano hasta mi garganta, dándome un beso ardiente y posesivo, dominando mi
boca y creando un profundo dolor en mi interior, provocando una necesidad tan
fuerte que todo mi ser lo reclama.
Termina el beso con un mordisco en mis labios y luego me los lame mientras
compartimos un suspiro. En este momento parece que sólo existe el sonido de
los latidos de nuestros corazones y paso las manos por su pecho, deseando estar
más cerca de él. Frota su pulgar sobre mi pulso, poniéndome la piel de gallina.
—Mi buena chica tiene una boca tentadora, ¿verdad? —Otro mordisco—.
Está destinada a volver loco a cualquier hombre. —Aprieta mi garganta,
cortando mi suministro de oxígeno y rápidamente suelta su agarre, haciéndome
jadear—. Pero mi chica es sólo mía, ¿no? —Asiento, sin preocuparme ya de
nada mientras sigue tocándome. Puede tener todo el poder que quiera en el
dormitorio y yo sucumbiré encantada a su experiencia y placer—. Es hora que
reclame esta boca tuya, cariño.
Sus palabras me producen una electricidad instantánea, porque sí, quiero
esto.
Quiero que cada parte de este hombre también me pertenezca.
Se echa un poco hacia atrás y nos deja más espacio, mientras vuelve a
enredarme los dedos en el cabello, arrastrándome más cerca de su longitud.
Casi espero que me dé otra orden obscena, pero me quedo quieta cuando dice
algo más en su lugar.
—Hagas lo que hagas, me encantará.
¿Cómo sabe este hombre que, a pesar de mi excitación, una parte de mí teme
no ser lo bastante buena para darle placer? Cosas como ésta me confunden y
derraman emociones en un encuentro que debería carecer de ellas.
¡No!
Esta noche no pensaré ni me centraré en nuestra relación, en su lugar esta
noche pertenece sólo a los deseos y pecados que nadie sabrá nunca.
Sus palabras calman cualquier resto de nerviosismo y me dan todo el valor
que necesito para abrir la boca y pasar la lengua por la cabeza, saboreando su
semen. Sisea, sus caderas se sacuden hacia delante, y yo sonrío antes de
mordisquear la punta con los labios y finalmente tomarlo hasta el fondo.
Su gemido resuena en la habitación, su agarre de mi cabello se hace más
fuerte y me echa un poco la cabeza hacia atrás, obligándome a relajar la
garganta y permitiéndome lamerlo con la lengua.
—Mira a mi esposa chupándome la polla como una buena chica. —Gimo
cuando sus dedos se clavan en mi cuero cabelludo y lo succionan más
profundamente, enviando vibraciones a través de él, y él gime, empujando aún
más—. ¿Te gusta, cariño? ¿Ser mi buena chica?
En cualquier otra situación me parecería condescendiente, pero justo en este
momento me encanta. ¿Saber que tengo el poder de volverle tan loco como él
me vuelve a mí?
¿Qué mujer no querría tener un hombre así a su merced?
Un hombre que es un pecado andante, conocido por su férreo control,
perdiéndose tan fácilmente en mi boca. Pongo la mano sobre su polla
palpitante, mi cuerpo se estremece al contacto, lo imagino estirándome y
llenándome hasta el fondo hasta que no queda nada más.
Al encontrar el ritmo adecuado, lo acaricio con la lengua al mismo tiempo
que con la palma de la mano, y cada deslizamiento sobre su polla me provoca
un frenesí diferente, con las entrañas ardiendo de deseo y el deseo de
complacerlo.
Tira de mi cabello y miro hacia arriba, sus ojos verde esmeralda llenos de
una pasión que sus músculos flexionados no pueden ocultar, y retrocedo
lentamente hasta que su polla sale de mi boca, tomando aire.
—Sí —digo con voz áspera—, me gusta ser tu buena chica. —Sisea cuando
paso mis labios por su polla, dejándole pequeños besos y moviéndome un poco
en la cama para aliviar un poco la tensión que se acumula en mi interior.
Me echa la cabeza hacia atrás hasta que vuelvo a concentrarme en él y luego
presiona mi barbilla, abriéndome la boca de par en par.
—Ahora, cariño. Chúpala como si fuera en serio. —Gimo y vuelvo a rodear
su polla con la boca, recorriendo su longitud con la lengua, y la necesidad que
me produce descargas eléctricas es tan fuerte que no puedo resistirme más.
Coloco la otra mano sobre mi vientre y la deslizo hacia abajo, hasta llegar
mi ombligo, ahuecándome suavemente y aliviándome al menos un poco con la
palma de mi mano. Gimo a su alrededor cuando me penetra más
profundamente, palmeando mi cabeza mientras trato de correrme, solo para
gemir en señal de protesta cuando vuelve a agarrarme el cabello con tanta
fuerza que mis ojos se llenan de lágrimas, y me arrastra lentamente hacia atrás
hasta que su polla roza mis labios y ambos respiramos con dificultad.
—Mi amor. En mi compañía sólo te corres con mi toque.
Mi grito resuena en el aire cuando me manda volando sobre la cama, donde
caigo de espaldas, con el cabello revuelto a mí alrededor. Veo sombras en el
techo cuando otro trueno sacude el cielo y un relámpago ilumina todo a mí
alrededor, mostrándome a Rafael quitándose rápidamente los jeans y
tirándolos.
—Por favor, Rafael. —Aprieto mis muslos, con tantas ganas de correrme.
La necesidad enloquecedora, su sabor en mi lengua y mi deseo exigen saciar
mi hambre. Me dedica una sonrisa torcida.
—No te burles —le ruego cuando la cama se inclina y él apoya las rodillas
en el colchón y me agarra una pierna, presionando sus labios en mi pantorrilla
y deslizándolos hacia arriba hasta el interior de mi muslo, el vellosse me pone
de punta al sentir cosquillas—. ¡Rafael!
—Shhh, cariño. Estás en mi cama. —Dobla mi rodilla y coloca mi pie sobre
el colchón mientras levanta el otro, repitiendo sus acciones y provocando que
la expectación me invada—. En mi cama no me mandas, cariño. —En su tono
resuena una nota posesiva, pero no le presto atención mientras separa aún más
mis muslos, haciéndose sitio y acomodándose entre ellos. Su aliento caliente
revuelve mi estómago y roza mis muslos con su barbilla, lo que aumenta la
lujuria que me consume—. Emmaline. —Siento una extraña emoción al oír mi
nombre en sus labios, quizás porque no deja lugar a dudas que es a mí a quien
desea y no sólo sexo, aunque sacudo la cabeza, negándome a examinarlo
también—. Estás muy necesitada de la lengua de tu marido. —Frota sus
mejillas sobre mis muslos antes de chupar la piel y morderla, haciéndome dar
un respingo—. Tan necesitada.
—¡Rafael, haz algo, por favor! —chasqueo y él se ríe contra mí, la vibración
me hace cosquillas, y un sofoco me recorre, haciéndome morderme el labio
para contener los gemidos a punto de estallar, porque este hombre no se los
merece por torturarme tanto.
—Y tan impaciente. —Desliza sus palmas bajo mi culo, apretándolo con
fuerza, y me levanta hacia su boca—. Mira, cariño. —Envuelvo mis dedos en
su cabello, mis ojos se abren ante su orden, y mis labios se entreabren para
preguntarle qué quiere decir, pero no tengo esa oportunidad.
Porque grito cuando hunde su lengua entre mis pliegues y la piel de gallina
se extienden por todo mi cuerpo, rodeándome de calor y de un vértigo que hace
temblar cada parte de mí.
Rafael me folla con la lengua, sus acciones por sí solas prometen lo que me
espera a continuación, y yo le agarro el cabello con más fuerza, enganchando
mi pierna en su espalda y clavando mi talón en ella. Arqueo la espalda, aprieto
la cabeza contra la almohada y levanto lentamente las caderas en sincronía con
sus movimientos, iniciando una fricción que sacude todo mi sistema mientras
el placer cubre mi cuerpo y se hunde en cada uno de mis huesos.
—No —susurro cuando se detiene, arrastrando lentamente la lengua y luego
lamiéndome de abajo hacia arriba, la textura aterciopelada volviéndome loca,
y finalmente llega a mi clítoris, atrapándolo entre sus labios y moviéndolo de
un lado a otro.
Mis muslos se aprietan a su alrededor, sus dedos se clavan profundamente
en mi culo, y él me coloca de nuevo sobre la cama sólo para abrirme más,
chupando mi carne antes de volver a pasar su lengua sobre ella, ahora de arriba
abajo.
Jadeo cuando vuelve a penetrarme, reclamando cada parte de mí con cada
golpecito y lametón que consolida su poder sobre mí porque el calor y la lujuria
son tan insoportables, que todo mi cuerpo está caliente y la transpiración lo
cubre.
Mi agarre al suyo no lo hace flaquear y continúa dándome placer,
acercándome cada vez más al borde, sólo para detenerse en el último momento,
hacer una pausa y reanudar su tortura, manteniéndome permanentemente en
este estado que borra cualquier resto de decencia que me quedara.
—¡Rafael, para! —Suplico, soltándome de su cabello y deslizando mi mano
hacia arriba hasta que palmeo mis senos, pellizco mis pezones y gimo cuando
me da una larga lamida, pero la forma en que sostiene mis caderas no me deja
espacio para moverme y alcanzar mi punto álgido—. Por favor.
Se me escapa un sollozo cuando su boca sube finalmente, dejando a su paso
besos de mariposa sobre mi vientre y mis pechos. Rafael se acomoda entre mis
muslos, extendiendo las palmas de las manos a ambos lados de mi cabeza,
aprisionándome mientras nuestras miradas chocan. Sus labios brillan por mí y
lamo los míos por instinto, el aroma almizclado que nos rodea no hace sino
aumentar mi placer y volverme loca a cada segundo que pasa, porque la lujuria
que me consume por completo exige ser calmada.
—Por favor, Rafael —susurro, apenas reconociendo mi voz, y mis manos
se deslizan por sus hombros, los músculos flexionándose bajo mi tacto hasta
que enhebro mis dedos en su cabello—. Por favor, tómame.
En lugar de escucharme, chupa mi garganta con fuerza, haciéndome jadear
mientras balancea un poco las caderas, la punta de su polla rozando mi coño, y
se me escapa un gemido.
—Por favor, tómame, ¿quién, Emmaline?
De algún modo, su pregunta cambia la atmósfera que nos rodea, la tensión
se vuelve más densa y cargada.
Porque su pregunta no me deja margen para huir y fingir que esto no es real,
sólo una pequeña etapa rebelde mía en la que puedo permitirme lo que quiera
y volver a mi mundo como si nada.
No.
Esto no es una pequeña fantasía, sino una realidad que tendrá consecuencias
que me durarán toda la vida, porque este hombre está decidido a destrozarlo
todo, ¿y lo peor?
Lo permito porque siento como si no supiera respirar de verdad sin él.
—¿Quién soy? —repite su pregunta, sus labios rozan mi clavícula y la
muerde, calmando rápidamente el escozor con su lengua—. ¿Quién está a punto
de follarte, Emmaline? —Sus palabras me calientan y cierro los ojos,
negándome a pronunciar las palabras que...
Que me encadenará a él con esposas invisibles, dando rienda suelta a la
bestia posesiva que es para que corra y me arruine la vida de la forma que crea
conveniente.
Excepto que la palabra ruina tiene un significado diferente mientras estoy
con él ahora mismo, con mi cuerpo dolorido mientras mi coño sufre espasmos,
necesitando que entre en mí lo antes posible para detener esta locura.
Llevo su anillo, me reclamó para que todo el mundo lo viera, y esta noche...
en esta isla... tomó mi cuerpo y me arruinó para todos los demás.
Supongo que estaba destinada a pagar el precio de una forma u otra.
Simplemente no sabía que el precio sería tan alto.
En la oscuridad, con la luz de la luna brillando intensamente mientras los
truenos aún rugen en la distancia, es fácil fingir que sólo se trata de sexo.
Excepto que no lo es.
—Emmaline.
Me encuentro de nuevo con su mirada, sus ojos esmeralda clavados en mí
mientras el calor los llena junto con una determinación que me hace saber que
se marchará si no le doy lo que quiere.
Y tal vez si no hubiera hecho un pasatiempo de estudiar a este hombre
durante años, no habría notado una vulnerabilidad tan extraña en su rostro.
La vulnerabilidad del niño que una vez fue donde todos los que amaba
murieron o le dieron la espalda, dejándolo solo con todas sus cicatrices y el
dolor que aprendió a canalizar en crueldad.
Le llaman el Rey del Desamor.
¿Es porque no tiene corazón?
¿O el desamor es lo único que conoce?
Érase una vez un poderoso dios que capturó a una hermosa mujer y la obligó
a residir en su infierno.
¿Lo hizo porque era cruel?
O porque no podía imaginar a nadie que se quedara voluntariamente con
él en su oscuridad y abrazara todas sus partes, mientras encontraba la bondad
que debía estar debajo de todo el caos desde que la dejó ir.
No vivimos en un mito, así que todos nuestros actos tienen consecuencias y
yo estoy dispuesta a afrontar las mías, sumergiéndome de lleno en lo
desconocido.
Agarrándole el cabello, trago fuerte y le digo lo que quiere oír.
—Mi marido. —Se estremece entre mis brazos, un temblor nos recorre a los
dos al oír mi respuesta—. Mi marido está a punto de follarme. —Atrapa mi
boca con la suya, encerrándonos en un beso apasionado y doloroso que atrapa
mi gemido cuando me penetra con un rápido movimiento, sacudiéndonos sobre
la cama.
Gemimos cuando mi coño se estira alrededor de su longitud, conectándonos,
y arqueo la espalda, mis piernas envolviéndolo con más fuerza.
Todo a nuestro alrededor se detiene, dejándonos sin aliento y necesitados en
este momento mientras mueve sus caderas hacia atrás, sólo para empujar con
fuerza de nuevo, nuestros besos se vuelven más adictivos a medida que las
sensaciones lujuriosas se extienden a través de mí a raudales, la piel se me pone
de gallina mientras el deseo sólo se intensifica dentro de mí.
Sus manos se posan en mis muslos, agarrándolos y ganándose un grito
ahogado cuando me abre más para sus embestidas, empujándose más dentro de
mí mientras chupa mi lengua, y yo le tiro del cabello con más fuerza,
necesitándolo lo más cerca posible de mí aunque ya no haya espacio entre
nosotros.
Aparto la boca, tragando mientras nos miramos fijamente, y grito cuando
me penetra una y otra vez, acelerando sus movimientos mientras mi coño se
aprieta a su alrededor, cada golpe más profundo y más fuerte que el anterior,
empujándome más cerca de sobrepasar el límite y arder en esta lujuria que todo
lo consume y me envuelve por completo.
—Tú. —Empuje—. Eres. —Empuje—. Mía. —Aprieto la cabeza contra la
almohada, mis uñas se clavan en su nuca y me ganan un siseo de su parte
mientras mis muslos se aprietan a su alrededor y el placer se desliza lentamente
por mis venas, aumentando la presión en mi interior mientras él sigue siendo
dueño de mi cuerpo.
—Sí —susurro, acercándolo a mí hasta que nuestros labios rozan los del
otro—. Soy tuya. —Golpea su boca contra la mía, nuestras lenguas se baten en
duelo por el dominio cuando me penetra, golpeando cada vez más fuerte hasta
que finalmente el placer estalla dentro de mí como una poderosa ola, aplastando
todo a su paso.
Gimiendo en el beso, aruño su espalda, dejando mis propias huellas en él
mientras los temblores sacuden todo mi cuerpo por la avalancha de emociones
poderosas que sacuden todo mi sistema y me atan para siempre a este hombre.
Mi cabeza cae hacia atrás sobre la almohada cuando él termina el beso,
mordisqueando mi barbilla mientras acelera, sensaciones de hormigueo me
rodean mientras me da varias caricias más antes de gemir en mi hombro,
mordiéndolo con fuerza y haciéndome estremecer mientras mi cuerpo se
aprieta contra él, sin importarle el dolor.
Nuestra pesada respiración llena el aire, mezclándose con los truenos que
aún resuenan en la distancia mientras la lluvia golpea con fuerza el techo y las
sábanas se empapan bajo nosotros.
Sin embargo, todo lo que puedo hacer es abrazar a este hombre y aferrarme
a él con todas mis fuerzas porque, en esta nueva realidad mía, es mi única ancla
y aliado.
Mañana seré racional, lógica, y volveré a mi perfecta pequeña bola de nieve.
¿Esta noche?
Esta noche no deseo otra cosa que permanecer en sus brazos.
Porque sólo en sus brazos encuentra consuelo esta alma mía inquieta.
CAPÍTULO VEINTE
—A veces, la persona en la que más confiábamos... resulta ser la que nos engaña.
Y aunque debería aterrorizarme...
¿Por qué en cambio me llena de alivio?”
Emmaline

Para: R
De: E

¡Hola R!
Este es el correo electrónico más difícil que te he escrito, pero no quería
quedarme en silencio sin despedirme.
Me casaré pronto. Mi compromiso es mañana, y luego deberíamos tener
la gran celebración en un par de meses. Una vez que Anthony y yo nos
graduemos.
Debería ser la persona más feliz de la tierra, y no lo soy. Soy miserable.
Sin embargo, este es el camino que estoy eligiendo, y debo permanecer en
él pase lo que pase, y esto significa dejar de enviarte correos electrónicos con
mis secretos más profundos.
Anthony debería ser mi persona, no un desconocido virtual del que no sé
nada.
Sin embargo, no puedo resistirme a una última confesión...
Durante todos estos ensayos, las conversaciones sobre la boda y los
planes de Anthony para el futuro... No puedo evitar preguntarme si Perséfone
se sintió así.
Obligada a ser la chica perfecta, temerosa de decepcionar a sus padres,
la perfecta chica infeliz demasiado temerosa de atreverse a vivir la vida a su
propio ritmo y que, en cambio, desempeña el papel que le fue asignado desde
su nacimiento sin poder liberarse de la cadena que aprisiona su alma.
Y Hades fue, de hecho, su salvación en la oscuridad, lo que le dio el
empujón que tanto necesitaba para crecer por fin.
Quizás todos los villanos de los mitos no sean realmente villanos a los que
se supone que debemos odiar. Son una representación de las partes más
oscuras de nuestras almas, deseos y vicios, que demuestran que todos somos
imperfectos.
Es patético desear una intervención divina para acabar con esta farsa.
Sólo sé que no puedo hacerlo por mi cuenta porque me siento en deuda con la
familia cuyo nombre llevo.
Ojalá las cosas fueran diferentes.
Ojalá nunca supiera la verdad.
Deseo... deseo tantas cosas, y cada deseo me llena de vergüenza y me
envía a una espiral más profunda de autodesprecio.
Dijiste que nadie me daría un premio al final de mi vida, y probablemente
tengas razón.
Siempre consideré a Perséfone el eslabón más débil del mito porque todos
decidieron su destino.
Cambio de opinión.
Ella era el personaje más fuerte porque era la única que se enfrentó a la
transformación y salió vencedora de ella, sin sacrificar nada y sólo ganando.
Supongo que ésa es la diferencia entre los dioses y los simples mortales.
Gracias por estar conmigo a lo largo de los años y aunque no tienes idea
de quién soy realmente y de cómo tú apoyo significó el mundo para mí...
realmente me salvó en los momentos más oscuros.
Tal vez en otra vida nos encontremos...
Hasta la próxima.
E

8 horas después

Para: E
De: R

Ten cuidado con lo que deseas, E.


Porque a veces los deseos tienden a hacerse realidad.
La pregunta es... ¿estás preparada para afrontar las consecuencias?
R
Rafael

La luz de la luna brilla intensamente en la habitación, las estrellas iluminan


el cielo despejado a pesar que la lluvia sigue golpeando suavemente el tejado y
el alféizar de la ventana, diciéndome que la tormenta puede haber pasado pero
que mañana volverá con toda su fuerza.
—Recuerden, muchachos. Las tormentas son como parejas apareadas en
esta isla. No vienen solas. Vienen juntas una tras otra, así que prepárense
siempre para lo peor mientras esperan lo mejor.
Rush frunce el ceño y mira a George y William, que son los absolutamente
mejores. Han estado con nosotros desde que tenemos uso de razón y siempre
nos vigilan como halcones, lo que a veces resulta molesto.
Los amamos mucho.
—¿Cómo puede uno prepararse para una tormenta?
—Leyendo las señales que nos muestra la naturaleza.
Lanzo una carcajada.
—¿Cómo puede una persona hacer eso? ¿No significaría que estaré
afuera en la tormenta?
William me pasa los dedos por el cabello y me guiña un ojo.
—Es como tú y Rush. Siempre que van a algún sitio, toda la casa lo sabe
ya que son muy ruidosos y siempre están juntos. —Oh. ¿Así que las tormentas
son como gemelos?—. Uno siempre es más poderoso que el otro.
—Porque uno está furioso como Rush. —Le doy un codazo a mi gemelo,
que me chasquea la lengua, y le paso el brazo por encima de los hombros,
abrazándolo fuerte y apretándole la vida cuando intenta soltarse—. ¡Te amo,
villano Rush!
Pone los ojos en blanco, pero me sonríe.
—Yo también te amo, Príncipe Rafael.
Me consideraría el chico más feliz y afortunado de la tierra porque tengo
a Rush, sin embargo...
Mi madre sufre, y ¿cómo puede un niño ser feliz cuando su madre sufre?
El murmullo incoherente de Emmaline me saca de los recuerdos dolorosos
y me recuerda que una vez formé parte de una familia cariñosa y ahora me han
convertido en una paria que aparentemente no merece piedad.
El resentimiento me sabe amargo por el hecho que George y William se
pusieran del lado de Rush en nuestro conflicto, aunque una parte de mí los
comprende. Aunque nunca tuvieron favoritos, la culpa de no haber salvado a
Rush los mataba cada día, así que cuando apareció y los obligó a estar de
acuerdo con todos sus planes y deseos... incluyendo prohibirme la entrada a la
casa de nuestra familia, se pusieron de su parte. Tal vez porque cuando volvió,
no los había visto en mucho tiempo.
Lavender perdió la cabeza, así que ni siquiera se acuerda de mí, aunque creo
que tiene su propio enfado conmigo por haberla dejado con el tío Jade. No la
trató mal, según mis informes, y no conseguí su custodia cuando Lachlan me
dio todos los medios, ya que el abogado era una mierda.
Y Rush... bueno, con el tiempo acepté su furia e hice las paces con el hecho
que mi gemelo me odia y nunca ve mi versión de las cosas. Fue una píldora
difícil de tragar, pero me tragué de una puta vez el papel de marginado
destinado para siempre a observarlos a todos desde la distancia.
A veces, por mucho que lo intentes, no puedes arreglar las relaciones rotas
y, en lugar de luchar tanto por arreglarlas, es mejor centrarse en el presente y
en las oportunidades y personas que sí tienes en tu vida.
En contra de lo que todo el mundo cree, respeto las decisiones de las
personas de vivir como les plazca, y eso incluye a mi familia. Haré todo lo que
esté en mi mano si alguna vez necesitan ayuda y los apoyaré, pero ¿intentar
obligarlos a tener una relación conmigo?
A la mierda con eso.
El afecto deben darse libremente.
La única persona que siempre estuvo a mi lado fue Scarlett y le agradezco
su amistad que nunca flaqueó, aunque cuando nos desterraron de Nueva York
fue un duro golpe para ella, teniendo en cuenta lo que le había pasado en el
pasado. Tuvo ofertas y si elegía a cualquier otro, estaría bien sin que su
reputación se manchara de tierra como la mía debido a su apellido, pero me
eligió a mí.
Es el tipo de lealtad que no se puede comprar, sólo puedes ganártela, y creo
que yo me la gané cuando la encontré llorando en la calle con cinco dólares en
el bolso durante mi último año en la facultad de Derecho. Nunca hubo nada
más entre nosotros y sólo imaginarlo me pone enfermo.
Es como una hermana para mí, la única que se molesta en desearme feliz
cumpleaños y en traerme regalos para diversas celebraciones.
Emmaline suspira sobre mi pecho, subiendo más alto hasta que esconde la
cara en el pliegue entre mi hombro y mi cuello, su aliento me hace cosquillas
en la piel, y mis brazos la rodean con fuerza, ganándome un murmullo de
aprobación.
Su piel suave e impecable y su cuerpo grácil y tentador están diseñados para
volverme loco y provocarme un frenesí de necesidad sólo con su existencia,
porque nunca en mi vida he deseado a una mujer.
Cada vez que la toco, cada vez que esos gemidos sorprendidos y necesitados
escapan de sus labios regordetes, lo único que ansío es mantenerla para siempre
en ese estado, contaminada por una lujuria tan fuerte que no pueda resistirse a
mí.
En ese momento, no se resiste a la idea de ser mía y se entrega plenamente
a mí, y eso no hace sino aumentar mi creciente obsesión que no conoce límites
al desear lo imposible.
Después de todo, los hombres de mi familia aman como locos. Si fuera un
hombre mejor, dejaría en paz a Emmaline, dejándola a un lado hasta que todo
este asunto de la venganza termine para que pueda reconstruir su vida una vez
que deje de expiar lo que me ha hecho.
Sin embargo, tenerla en mis brazos ahora mismo es algo que nunca he hecho
en mi vida con otra mujer, porque tener contacto humano más tiempo del
necesario nunca fue algo que me permitiera. Ahora, no puedo imaginar dejarla
ir una vez que todo termine.
Ella habla a la oscuridad que existe en mí, a la bestia demente que se abre
paso y exige reclamarla constantemente para que todos sepan que es mía.
Los gritos en mi cabeza pasan de agónicos a suaves en su compañía,
instándome a hacer lo impensable.
Atraparla para siempre conmigo hasta que se enamore de mí.
—No tienes que casarte con ella para castigarla, Rafael —dice Scarlett—
. No necesitas a los King para herir a Lauren.
—Con su apellido, les haré más daño que cualquier otra cosa. —Tiro una
de las carpetas sobre la mesa—. Además, ¿por qué te preocupas por ella de
todos modos?
Scarlett nunca aprueba mis métodos, pero trabaja para mí. No es que
muestre compasión por cada persona que se cruza en mi camino, así que su
apego a Emmaline me confunde.
—Ni siquiera pensaste en casarte con ella hasta que se comprometió con
Anthony. Siempre se supuso que era un peón que usabas con el arma adecuada.
Nunca tú esposa. —Levanta la ceja—. Así que dime. ¿Te casas con ella porque
quieres castigarla, ya que la odias? ¿O te casas con ella porque quieres
salvarla de sí misma?
¿Importa por qué me casé con ella?
Es mi mujer y seguirá siéndolo hasta que yo decida lo contrario, por muy
descabellado que parezca. Ni siquiera su poderosa familia hará una mierda para
apartarla de mí porque no soy un buen hombre, y Zachary King lo sabe.
Somos más parecidos de lo que uno podría pensar.
Si se atreven a ir contra mí, no dudaré en tomar represalias.
Le paso la palma de la mano por la espalda con movimientos
tranquilizadores cuando vuelve a murmurar algo, se mueve un poco sobre mi
pecho y su aroma me estremece la nariz, llenándome de paz y de una necesidad
tan fuerte que nada puede controlarla, ¿y para un hombre que valora el control
por encima de cualquier otra cosa?
Es un inconveniente, pero estoy dispuesto a satisfacer mis antojos siempre
que ella calme esta profunda necesidad dentro de mí que nunca supe que tenía
antes de conocerla.
Tal vez soñaba con casarse con un príncipe y en lugar de eso acabó conmigo;
sin embargo, el maldito príncipe no conocía cada uno de sus pensamientos ni
sus miedos más profundos como yo.
Nunca vio a Emmaline como yo.
Y un hombre que no ve a su mujer no la merece.
Mi teléfono vibra en la mesilla de noche y extiendo la mano para agarrarlo.
Mi brazo se tensa más alrededor de Emmaline cuando ella se desliza un poco
hacia un lado, pasa la pierna por encima de mis caderas y sus pechos se clavan
en mi costado.
Me inclino para besarla antes de mirar el teléfono y leer un mensaje de Rhys.

Tenemos otro cuerpo. Vuelve a Nueva York lo antes posible.

Aparto el teléfono y hago todo lo posible por controlar la rabia que me


invade. La idea que alguien esté ahí afuera cazando a mi mujer me enfurece y
me planteo matar al cabrón de la forma agónica.
Desprecio llevarla de vuelta a casa porque volverá a estar en peligro.
Irónicamente, esta isla es el refugio más seguro para ella ahora mismo, pero
también sé que no puedo permitir que el sudes mate a otra persona.
Primero, ayudaré a Rush, y luego iremos a Nueva York, donde me aseguraré
de proteger a mi mujer y atrapar al hijo de puta que la ha estado aterrorizando
y poniendo en peligro su vida y sus sueños.
Y una vez dicho y hecho todo esto, por fin tendré mi venganza que lleva casi
dos décadas gestándose.
Extrañamente, la idea ya no me produce tanto placer como antes.
Porque el fin de mi venganza significa el fin de mi matrimonio.
¿Quién lo iba a decir?
Incluso el Rey del Desamor tiene corazón, después de todo.

Desconocido

Abro la puerta del baño de una patada, entro y abro el grifo. Quitándome los
zapatos, me meto en la bañera con mi ropa y observo cómo el agua se tiñe de
rojo.
Un escalofrío me invade mientras me acuesto, dejando que el agua me rodee
y lave todos mis pecados, y con ello los deseos pervertidos que me gritan que
me ría de alegría por lo que acabo de hacer.
Pataleó y gritó, pero conseguí callarla para siempre, porque las mujeres
como ella no merecen vivir.
Son ángeles caídos que no deberían adornar esta tierra y tentarnos a pecar.
En lugar de ello, debemos esforzarnos por ser perfectos, pues sólo a las
criaturas perfectas se les concede el perdón y la felicidad en la otra vida.
Cierro los ojos, respiro por la nariz mientras la bañera se llena lentamente,
cubriéndome por completo de agua, y todo se queda en silencio.
Incluso las voces en mi cabeza, y en esos momentos, apenas contengo las
lágrimas, las lágrimas traicioneras que siempre me metían en problemas y sólo
aumentaban la tortura.
He cometido un segundo crimen en tan poco tiempo porque Emmaline se
me escapó. ¡No está a la vista! ¡Eligió a Rafael por encima de todos!
¡Una puta!
Mis manos se agarran con más fuerza al borde de la bañera mientras mis
pulmones gritan en busca de oxígeno y, cuando me resulta imposible aguantar
más, me levanto, tragando aire mientras la ira se hunde en mis venas y se
extiende como un reguero de pólvora por todo mi cuerpo.
Emmaline debería haber sido perfecta, pero en vez de eso, está siendo difícil.
Si se hubiera comportado, no habría matado a esta mujer.
Es culpa suya que yo tenga estos deseos desviados, y ella debería pagar por
ello.
Quería ser generoso, darle tiempo con su familia para despedirse como es
debido.
Sin embargo, las chicas malas no reciben mi generosidad. Reciben latigazos
y luego se empañan.
CAPÍTULO VEINTIUNO
“Dicen que amamos incondicionalmente, y es la mayor mentira con que la sociedad alimenta a la
gente.
Amamos con condiciones, las personas que nos rodean tienen que marcar ciertas casillas en
nuestra cabeza para ser las que amamos.
Las únicas personas que te aman incondicionalmente son tus padres.
Los padres que se curaron de sus propios traumas ya que ¿cómo puedes dar amor si no sabes lo
que es o no lo posees en tu corazón?
Aunque irónicamente...
A veces, el amor incondicional de los padres hace más daño a un niño que cualquier otra cosa”.
Rafael

Emmaline

Sujeto la botella con fuerza y clavo las uñas en el vidrio cuando Jeff pasa
junto a las enormes puertas de hierro y, bajando la ventanilla, saludo
torpemente a los guardias de seguridad, que parpadean sorprendidos.
—¡Hola! —Los saludo, sonando demasiado alegre incluso para mis propios
oídos.
Comparten una larga mirada antes de volver a centrar su atención en mí.
—Señorita King —dice uno de ellos, y luego se corrige rápidamente—.
Disculpe. Señora Wright. —Gruño para mis adentros porque todo el personal
ya conoce nuestro drama.
Aunque, qué me esperaba, teniendo en cuenta que llevamos una semana en
la isla lidiando con el asunto de Rush y Aileen, que fue... interesante, como
poco.
Quiero decir, la chica se enamoró totalmente de su captor, que resulta ser un
completo psicópata. No soy el mayor fan de Rush desde que fue horrible con
Rafael.
Un temblor me recorre mientras el calor me invade al pensar en mi marido,
y cierro los ojos cuando habla con su voz profunda y ronca, sirviendo de manta
protectora sobre mis luchas internas.
—Relájate, Emmaline. Es una cena familiar, no la inquisición. —Su tono es
divertido y coloca la palma de la mano sobre la mía en el asiento del auto—.
No tienes por qué ponerte nerviosa. —A continuación se dirige a los guardias
de seguridad—. Buenas noches, caballeros. ¿Podemos pasar?
—Sí. El Señor King nos ha informado de su llegada. —Las puertas se abren
con un fuerte chirrido y Jeff conduce el auto por la estrecha carretera entre el
interminable jardín sacado de un cuento de hadas.
—¡Para ti es fácil decirlo! No eres tú quien está a punto de enfrentarse a sus
padres. —En cuanto digo estas palabras, me siento culpable. Acaba de ocuparse
del asesino de sus padres con su hermano, así que recordarle que no tiene padres
es un movimiento imbécil—. Lo siento, Rafael.
—Cariño, mis padres llevan muertos décadas. No tienes por qué disculparte.
—El viento se cuela por la ventana abierta, ondulando mi cabello en distintas
direcciones, y el aire fresco se posa sobre mi piel acalorada mientras doy
golpecitos con el pie una y otra vez, con miles de pensamientos revoloteando
en mi mente.
Especialmente la de por qué mis padres nunca escribieron un solo mensaje
y, en cambio, enviaron un mensajero al ático de Rafael con una nota para que
viniera a la cena familiar que siempre celebramos los domingos.
La nota era corta y seca. No se me escaparon las palabras tácitas entre líneas
que dicen que ya he puesto a prueba la paciencia de mis padres lo suficiente y
que más vale que me presente o de lo contrario desatarán su temperamento
King sobre mí.
—No me han dicho nada —digo, moviéndome en el asiento y abriendo una
botella de agua—. Hablamos de nuestros problemas, no los escondemos bajo
la alfombra.
—Tu madre es psiquiatra. De alguna manera, no lo dudé.
—Suena como un insulto. —Se ríe, y lo golpeo en el pecho—. No tiene
gracia. Mis padres te partirán la cara ahora mismo. Prepárate para eso. Es una
trampa.
Papá sólo trajo a mi marido a su coto de caza para acentuar aún más su
poder; además, en nuestra familia todos somos criaturas muy apasionadas.
La gente no debe tener miedo si levantamos la voz o nos gritamos unos a
otros, cuando nos quedamos en silencio... es cuando la mierda golpea el
ventilador.
Significa que estamos conspirando y eso nunca es bueno para nuestros
adversarios.
—Soy abogado, cariño. Si es una trampa, negociaré. —Me guiña un ojo y
junta nuestras palmas, besándome el dorso de la mano, y por enésima vez me
pregunto en qué me metí cuando di luz verde a la relación física entre nosotros.
Desde aquella noche, no ha dejado de arrastrarme hacia deseos carnales más
profundos, explorando mi cuerpo a su antojo y enseñándome a responder a cada
una de sus caricias y órdenes que encienden todo en mi interior.
E incluso su lado amable, ya que dejó de ser un gran imbécil conmigo sólo
lanzando amenazas, sin embargo, todavía discutimos todo el tiempo y siempre
hay algo presente entre nosotros...
Tal vez porque tener sexo no cambió ninguno de nuestros planes y este
matrimonio sigue siendo falso, una fachada para el mundo para que Rafael
pueda tener su venganza y nosotros sigamos siendo enemigos.
Sólo somos enemigos que se follan.
No me queda más remedio que considerarlo un enemigo. Su mente brillante,
su pasado y todas sus hazañas podrían convencerme que me estoy enamorando
de él, y no puedo permitirlo.
El Rey del Desamor no ama, sólo rompe, y mi corazón no será el que rompa
en pedacitos.
Proteger mi corazón y mi alma es mi prioridad número uno, así que me
permito ser egoísta por una vez y complacer lo que mi cuerpo anhela,
prometiéndome a mí misma que me iré cuando termine.
Tengo que hacerlo.
—No olvides que debemos convencerlos de que estamos enamorados.
Créeme, es difícil.
—¿Lo es?
Su pregunta hace que lo mire, llena de inquietud. Quiero preguntarle qué
quiere decir con eso cuando me doy cuenta que mira fijamente hacia delante,
probablemente estudiando el entorno que nos rodea, y suspiro porque mi casa
familiar es realmente una obra maestra de la naturaleza.
Varios arbustos de rosas y orquídeas se extienden por el perímetro, creando
magníficas figuras cuando el sol brilla intensamente sobre ellas, llamando la
atención sobre su fría belleza, mientras que el césped verde esmeralda,
pulcramente cortado, rodea la vasta propiedad.
Innumerables robles con sus pesadas hojas casi invitan a descansar bajo
ellos y despreocuparse del mundo mientras se disfruta de la naturaleza que los
rodea mientras los pájaros cantan sonoramente, creando nidos en ellos.
El suave viento mece los árboles más pequeños en distintas direcciones,
llamando la atención sobre nuestras alcobas en medio del jardín. Los señalo.
—Papá las construyó para mí. Me encantaba leer en verano y quedarme sola
mucho tiempo, viajando a mundos diferentes. Decía que lo que su hija quisiera
lo tendría. —Mi corazón se estremece dolorosamente y aprieto la botella contra
mi pecho, imaginando su decepción.
—Debe de amarte mucho. —Rafael me da un beso más en la mano y luego
la pone en mi regazo—. Hizo todo lo posible para que fueras suya.
Sin embargo, una enorme casa de dos niveles destaca entre esta naturaleza
hipnotica. La estructura de ladrillo tiene numerosas ventanas hechas del cristal
más fino junto con el diseño del siglo XVIII. Un diseño por el que innumerables
revistas pidieron a mis padres que presentaran su casa, pero ellos se negaron.
Siempre han preferido la intimidad y nunca han permitido la presencia de
invitados involuntarios cerca.
—La fuente es una verdadera obra maestra. —Rafael señala con la cabeza
la fuente de mármol que hay en medio del jardín.
Representa a Atenea, la diosa de la guerra, mientras el agua se derrama a su
alrededor; la escultura es tan vívida y detallada que uno podría creer que su
vestido se mece con el viento, y sus ojos te miran fijamente al alma.
—Sí. Se podría decir que a mi familia le encantan los mitos.
—Es comprensible.
—¿Qué quieres decir?
—Hay grandes tragedias en los mitos, pero también grandes recompensas
para quienes atraviesan dichas tragedias. A veces son muy poéticos.
—¿Y mis padres te parecen gente poética?
—Me parecen personas que pasaron por un infierno para estar juntos. Es
difícil no admirar la dedicación de tu padre.
Jeff casi llega a la casa, pero como tenemos la mampara levantada, no oye
nada.
—¿Sólo la de mi padre? ¿No la de mi madre?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque admiro la capacidad de tu madre para perdonar y resurgir de sus
cenizas, al igual que su tocaya.
No tengo tiempo para comentar sobre esta declaración (¿cómo hace tales
suposiciones sin saber mucho sobre mi familia?) mientras Jeff estaciona el auto
y Rafael sale, camina hacia mi puerta y me extiende la palma de la mano.
—Vamos, cariño. Empieza el espectáculo.
—Prepárate para un montón de drama —le advierto, y jadeo cuando me
atrae con fuerza contra su pecho—. ¿Qué haces?
Me acaricia las mejillas pasándome el pulgar por la piel, y se me escapa un
suspiro áspero cuando se inclina hacia delante y murmura contra mis labios:
—Calmarte. —Luego cierra su boca con la mía, tragándose mi gemido en la
garganta mientras me besa apasionadamente.
Inclino la cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso, me agarro a las
solapas de su chaqueta, acercándome más a él, y él profundiza el beso. Con
cada movimiento de su lengua, vuelve a reclamar lo suyo, volviéndome loca,
borrando cualquier pensamiento de mi cabeza y sustituyéndolo por la necesidad
y el deseo de una sola cosa.
Él.
Deseo que me lleve lejos, muy lejos de aquí, volver a su isla donde todo
parecía más sencillo ya que allí la realidad no existía y podía empaparme de
todo el placer del mundo sin pensar en nadie ni en nada.
Su mano se desliza hacia mi cuello, agarrándolo con fuerza, y yo gimo,
acercándome cada vez más. Pero él aparta la boca cuando el aire se llena de
silbidos.
Gimo para mis adentros y miro a un lado para ver a mis hermanos gemelos
saliendo de unas puertas dobles de roble, ambos con camisas negras y jeans que
acentúan su cabello oscuro y sus ojos verde esmeralda junto con su piel
bronceada.
Son idénticos con la única diferencia que Ian tiene un hoyuelo en la mejilla
izquierda mientras que Wyatt en la derecha, y es realmente divertido porque
esta información no les impidió engañar a sus profesores cada vez que querían
cambiar durante sus clases.
De hecho, casi nada impide a mis hermanos hacer lo que les da la gana y
siempre he sentido envidia de su capacidad para que les importe una mierda lo
que piensen los demás.
Supongo que su gracia salvadora es que realmente aman a nuestros padres
y se mantienen medio cuerdos y decentes gracias a ellos.
A los dieciocho años ya han dejado una estela de corazones rotos y será
un milagro que alguno de ellos se enamore de una chica.
—¡Hola, hermanita! —Wyatt grita, guiñándome un ojo, y luego su mirada
se desvía hacia Rafael—. Cuñado. —La forma en que pronuncia el título suena
más burlona que acogedora, y por cómo se tuerce la boca de Rafael sé que
tampoco lo ha pasado desapercibido—. Qué alegría verte por fin aquí. —
Suspira dramáticamente, palmeándose el corazón—. Pensábamos que la habías
robado para siempre.
—Todavía lo estoy debatiendo.
Parpadean ante la respuesta de Rafael, comparten una larga mirada, y algo
parecido a la diversión llena sus ojos que se quedan absolutamente muertos
cuando se posan en Rafael, diciéndome que en el fondo no confían en él.
—¿Es así? ¿No tienes miedo? —pregunta Wyatt, bajando la voz a un
susurro—. ¿Y si te matamos aquí y te enterramos en nuestro patio trasero? Sólo
diremos que desapareciste.
¿Algo interesante sobre mis hermanos pequeños? Nunca se sabe cuándo
hablan en serio o en broma. Pero ¿si hay algo que todo el mundo sabe de ellos.?
Al igual que nuestro padre, protegen ferozmente a sus seres queridos, por lo
que utilizarán cualquier medio necesario para destruir a cualquiera que
amenace el bienestar de sus seres queridos.
Ahora que lo pienso, Rafael comparte muchos rasgos con mi padre y mis
hermanos, pero, de algún modo, su carácter me resulta inquietante, mientras
que los hombres de mi familia me parecen adorables.
Doble rasero en estado puro.
—¿Y si te mato primero y luego alego defensa propia? —Rafael chasquea
la lengua—. Soy bastante buen abogado y puedo construir un excelente caso
de la nada.
Wyatt se frota la barbilla, reflexionando sobre su afirmación antes de
mostrarle una sonrisa.
—Incluso los King pueden ser derrotados.
Rafael se encoge de hombros.
—Puede ser. ¿Pero realmente importaría ya que estarás muerto?
—Touché —dicen los dos al unísono, con la tensión visiblemente aliviada.
Parece que sus encantos funcionan con todo el mundo.
¡Basta ya de tonterías!
—¿Podrían dejar de hablar de matarse unos a otros, por favor?
—Oh, relájate, hermanita —dice Ian justo antes de darle un codazo a Wyatt,
y se miran fijamente, probablemente comunicándose en silencio, que es algo
que hacen mucho y que resulta molesto—. Por cierto, tenemos una sorpresa
para ti.
—Ya tengo miedo.
Los dos se dan la vuelta y me río entre dientes cuando veo la parte de atrás
de sus camisetas en las que dice Hermano de la Novia en morado, su color
favorito.
—¡Mira esto! —Señalan las palabras y luego se vuelven para mirarnos de
nuevo antes de empezar a bajar los pesados escalones de granito—. Como no
hemos podido asistir a tu despedida de soltera, hemos pensado ponérnoslas esta
noche.
—De todas formas no habríais formado parte de la despedida de soltera.
Ambos fruncen el ceño y se detienen en el último escalón, a varios metros
de nosotros.
—¡Oye! —Ian me señala con el dedo—. Después de todo lo que hemos
hecho por ti, ¿simplemente nos dejarías fuera? —Sus labios tiemblan y pongo
los ojos en blanco cuando Wyatt se seca una lágrima inexistente, apoyando el
momento dramático de Ian—. Esto duele más que cualquier otra cosa,
Emmaline.
—Dicen que una vez que te casas, te olvidas de tu familia. Sólo que nunca
pensé que seríamos nosotros, hermano —murmura Wyatt, suspirando
pesadamente, y comparten un largo abrazo—. Al menos nos tenemos el uno al
otro.
—¡Sí! Nos ocuparemos del dolor.
Por el rabillo del ojo, veo que Jeff los mira con la mandíbula abierta y
reprimo una carcajada.
—¿Son siempre así…?
Interrumpo a Rafael:
—Sí. Lo que quieras decir, es sí. —Suelto a mí marido y me dirijo hacia mis
hermanos—. Puedo hornearles un pastel como disculpa.
Se congelan, aún abrazados y negándose a mirarme.
—¿Qué tipo de pastel?
—Uno de chocolate.
Apenas salen las palabras de mi boca, corren hacia mí y mi risa resuena en
el aire cuando me encierran entre ellos y me dan un fuerte abrazo grupal, ambos
apoyando sus barbillas en mis hombros y meciéndonos un poco.
—Te hemos echado de menos, hermanita —me dicen.
Wyatt me susurra al oído:
—¿Estás bien?
Les aprieto los brazos. No puedo hacer mucho más en este apretado abrazo
que me dan desde que tienen edad para caminar.
—Sí.
—¿No te hizo daño? —Ian pregunta, su voz se vuelve dura con toda la
diversión ahora desaparecida—. ¿No te forzó?
—¿No hizo nada por lo que tengamos que patearle el culo? —Wyatt dispara,
antes de añadir—: Sea lo que sea, puedes decírnoslo.
Ah, mis hermanitos.
Esa es la cuestión, no puedo contarles nada porque he acordado con Rafael
mantenerlo todo en secreto, incluido el asesino en serie que me persigue, para
que mis padres no se preocupen.
Tendrán flashbacks de su propia historia y prefiero no hacerles revivir su
situación.
Y aunque mis hermanos son unos mentirosos excelentes, papá los romperá
si saben algo sobre mí.
—Sí. Ha sido perfecto y me casé con él porque quise. —Es más fácil mentir
de lo que predije.
—Bueno. Pero si sirve de algo, estamos a una llamada de distancia. —Me
aprietan tanto que el aire se me atasca en la garganta y luego ambos dan un
paso atrás y se dirigen a Rafael. Todos comparten apretones de manos—.
Admiramos tu ética de trabajo, pero sigues sin caernos muy bien —le informa
Ian—. Sin embargo, te estamos dando una oportunidad.
—Qué generoso de su parte —responde secamente Rafael—. ¿Puedo hacer
algo para acelerar el proceso?
—¡No los animes!
Wyatt le da una palmada en el hombro.
—Un hombre como yo. La verdad es que sí. Ya que somos familia y todo
eso, necesitamos un abogado.
—Un excelente abogado.
—¿Cuál parece ser el problema?
—Digamos que alguien accidentalmente hizo una broma estúpida. —Ian me
fulmina con la mirada cuando resoplo ante esto. No existe lo accidental cuando
se trata de ellos—. Y un estudiante becado fue expulsado por ello.
—¿Qué demonios has hecho? —Y ahora entiendo por qué están tan
dispuestos a jugar limpio con Rafael, porque papá los matará si se entera que
su travesura le costó la educación a alguien. Siempre les advirtió que podían
hacer lo que quisieran siempre que no hicieran daño a otras personas.
—La alumna tenía que pedir disculpas a otro alumno, pero se negó porque
ella no lo había hecho. Entre otras cosas.
Pasan varios latidos y mi marido habla:
—El abogado tendría que demostrar que ella no tuvo nada que ver.
Reuniendo testigos y luego amenazando con una demanda, pero incluso eso
podría no ser suficiente para devolverle la beca. —Mira entre mis hermanos—
. ¿Como de grave es?
—Es una buena estudiante que tiene dos trabajos y estudia mucho porque su
madre es una borracha. Necesita la beca.
Cuanto más comparten de esta historia, más me enfado.
—¿Qué han hecho? —¡Y no es propio de ellos! ¿Por qué se meten con una
pobre chica y luego no hacen absolutamente nada para enmendar la situación?
—Ella retó a Ian en una clase y empezaron con mal pie y se odiaban. Iban y
venían, así que Ian decidió gastarle una broma, pero la cosa se puso fea muy
rápido.
Esto tiene cero sentido para mí porque están ocultando algo.
—Ian, ¿tú intimidaste tanto a una chica que perdió su beca? ¡Tú de todas las
personas!
—Simplemente nos odiamos, ¿de acuerdo? Nunca quise que esto pasara, así
que quiero arreglarlo. —Se vuelve hacia Rafael—. Pagaré por su educación yo
mismo si tengo que hacerlo.
Alguien se aclara la garganta, y miro a nuestra criada, Melody, de pie en la
puerta.
—Tus padres te están esperando.
Y así, sin más, vuelve mi nerviosismo anterior.
—Manda un mensaje a Emmaline con todos los detalles sobre la chica. Yo
me encargaré a partir de aquí. —Ian suspira aliviado. Esta chica debe
importarle.
—Vamos, cariño. —Rafael me pone la mano en la parte baja de la espalda
y nos empuja hacia la casa, y avanzamos rápidamente mientras los latidos de
mi corazón se aceleran con cada paso—. Todo va a salir bien.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque estoy contigo. —Mueve su mano a mi cintura, y sus dedos se
curvan en mí, cortando mi piel—. Tu familia te ama profundamente.
Recuérdalo.
Respiro hondo y entro, el delicioso y familiar olor a comida me llena la nariz
y me tranquiliza porque nunca he conocido el escrutinio en la casa de mi
familia.
El beige domina la gama cromática, que combina a la perfección con el
exquisito diseño interior, compuesto por caros muebles de la mejor madera
italiana y óleos que representan diversos mitos de la antigua Grecia.
Su valor por sí solo puede convertir a alguien en una persona rica, y sin
embargo cuelgan casualmente de las paredes de nuestro espacioso pasillo que
conduce al salón y al comedor. Nuestra cocina bulle de energía, ya que la
mayoría del personal pasa allí el día, e incluso ahora oigo voces bajas
discutiendo algo con la televisión a todo volumen por los altavoces, ya que
nuestra cocinera necesita ruido para preparar cualquier cosa.
Unas enormes escaleras conducen al piso de arriba, donde tenemos varias
alas que pertenecen a cada uno de nosotros, por lo que nunca nos molestamos
y apenas nos vemos a menos que vayamos a las habitaciones de los demás.
—Tus padres están en el comedor.
—Gracias, Melody. —Voy primero al salón, pasando por el cálido espacio
lleno de libros antiguos y varias estatuillas pequeñas mientras la araña de cristal
se balancea un poco bajo el viento que se cuela por la puerta abierta de la terraza
que da a nuestro jardín.
—Está terriblemente silencioso.
—Sí. Mamá y papá han estado actuando raro.
Detengo mis movimientos y Rafael consigue moverme para que me coloque
frente a él, asegurándose que los gemelos no tropiecen conmigo.
—Raro, ¿cómo?
—Ya verás.
Por fin entramos en el enorme comedor, donde una mesa ovalada está
repleta de comida, desde pastas hasta estacas y pasteles, mientras el sol brilla
intensamente desde el enorme ventanal.
Y es entonces cuando por fin veo a mis padres sentados uno al lado del
otro mientras papá levanta la canasta de pan y se la da a mamá, quien pone un
poco en su plato.
Mis padres rondan los cincuenta y su aspecto no ha cambiado mucho con
los años. Papá sigue siendo súper guapo, y las canas apenas han tocado su
cabello oscuro mientras se mantiene en forma haciendo ejercicio y jugando al
golf. Mamá es un encanto con sus curvas y su belleza.
Todos dicen que soy la viva imagen de mi madre mientras que los chicos
son de papá, y tienen razón.
—Hola —digo suavemente, rompiendo el silencio, y ellos se detienen en
medio de hincar el tenedor en sus platos
Papá nos mira, con una expresión ilegible grabada en la cara, y se me
revuelve el estómago porque nunca me saluda así.
Siempre que llegamos a casa, nos abrazan y nos besan mientras se sientan
en nuestra compañía durante horas, queriendo conocer cada detalle de nuestras
vidas.
Ahora mismo no irradian más que frialdad y contengo la respiración,
esperando su respuesta. Mamá se nos queda mirando, y aunque sus ojos se
llenan de amor, también hay algo más.
—La comida se enfría —dice finalmente papá, y los chicos entran en acción,
ocupando los asientos junto a mis padres para que Rafael y yo podamos
sentarnos frente a ellos.
—Hola, doctora King. —Mi marido se acerca a mi madre, extiende su mano
y besa el dorso de la suya cuando ella se la da—. Estás tan radiante como
siempre.
La diversión cruza su rostro.
—Bueno, gracias. Causaste una gran impresión en la fiesta de compromiso
de Emmaline.
—Hola, mamá. —Me inclino para darle un beso en la mejilla y ella me
sonríe, dándome una palmada en la cadera cuando le doy torpemente un
abrazo—. ¿Cómo estás?
—He estado mejor, cariño. Me alegro de verte por fin. —Su mirada cariñosa
me recorre y suspira un poco, lanzando una mirada a mi padre, que nos estudia.
Nos movemos hacia él. Le beso en la mejilla y espero que se levante para
envolverme en sus brazos con fuerza. Los brazos que siempre me brindaron
protección y siempre me rodearon de amor; sin embargo, amor no es lo que
recibo esta vez.
En cambio, mi padre está frío como una piedra y el músculo de su mandíbula
se crispa.
—Hola, papá.
—Hola, cariño. —La brusca respuesta hace que incluso los gemelos se
estremezcan, y me enderezo cuando Rafael le tiende la mano. Papá lo descarta
diciendo—: Como ya he dicho, la comida se está enfriando. Siéntate y come.
Rafael se tensa, y sé que ahora controla su temperamento sólo por mí.
Vamos a nuestros asientos, y él me saca primero una silla y luego se deja
caer en la de al lado. Aunque todo tiene un aspecto delicioso, no tengo hambre.
¿Cómo puede alguien tener hambre cuando su padre está claramente furioso
con él?
Espero que me hagan preguntas, pero ambos simplemente empiezan a
comer, y sus cubiertos hacen un ruido excepcional en un espacio silencioso al
golpear contra los platos de porcelana.
Wyatt se aclara la garganta.
—Mañana volvemos a Boston. —Le da un codazo a Ian, que está en medio
de masticar su filete—. ¿Podemos tomar nuestro avión?
—¿Desde cuándo necesitas permiso? —Papá agarra su vaso y bebe un sorbo
de agua—. Mis hijos hacen lo que les da la gana. En lo que a mí respecta, mi
aprobación o desaprobación no significan gran cosa.
Sí. Es seguro decir que papá está enfadado.
Wyatt dice:
—Lo siento. —Su distracción no ha funcionado y vuelve a su pasta. Rafael
llena nuestros platos de comida mientras la tensión contamina el aire a cada
segundo que pasa.
Comemos en silencio durante varios minutos, el reloj de madera que cuelga
de la pared suena tan fuerte que me duele la cabeza, y mi respiración se acelera
cuando Rafael coloca su mano sobre la mía, enlazándolas sobre mi regazo.
Y aunque todo esto es culpa suya, de alguna manera ahora mismo es el único
cuyo apoyo me hace ver con claridad, y por fin encuentro la fuerza para hablar.
—Lo siento.
Pasan varios latidos después de esto y papá pregunta:
—¿Por qué lo sientes?
—Por este problema.
—¿Este problema, cariño? —me pregunta mamá.
—Siento lo que ha pasado.
Papá se reclina en su silla, tamborilea con los dedos sobre la mesa, y
entiendo por qué la gente quiere evitar su ira. Da miedo.
—¿Te arrepientes de haberte casado en secreto con un hombre al que apenas
pareces conocer? ¿Te arrepientes de haber abandonado a Anthony y dejar que
nos ocupáramos de las consecuencias sin ni siquiera avisar? ¿Te arrepientes de
haberte ido de luna de miel sin llamarnos? ¿O sientes que nos hayamos enterado
de la boda de nuestra única hija por una publicación en las redes sociales? ¿De
qué te arrepientes exactamente, hija mía?
Quiero meterme debajo de la mesa y esconderme de su mirada perforadora
que me hace sentir tan pequeña y al mismo tiempo culpable por causar dolor a
mis padres, porque así es como reacciona mi padre cuando uno de sus hijos
mete la pata.
Nunca fui el niño que causó su furia antes, y Dios, lo siento por los gemelos
ahora.
—Lo siento por todo, papá.
—He investigado un poco sobre la familia de Anthony, y curiosamente,
tenían una demanda pendiendo sobre sus cabezas. Probablemente explica por
qué Kurt había sido un pedazo de mierda aún mayor de lo habitual. —Sonríe,
aunque no le llega a los ojos—. Ahora la demanda ha desaparecido, y la fortuna
de su familia se ha mantenido intacta, gracias a Rafael.
Suspiro y aprieto con más fuerza la mano de Rafael, porque a pesar de
haberme dado cuenta por fin que casarme con Anthony habría sido un gran
error, me sigue doliendo humillarlo así. Nunca intentó llamarme ni hacer
declaraciones a todas esas páginas de cotilleos que le sacaban fotos relajándose
en un yate en Grecia. Todos dijeron que no cuidó su corazón roto por mucho
tiempo, y estoy feliz por él.
Ojalá supiera que no soy una zorra que lo ha dejado así por voluntad propia,
aunque este argumento probablemente no se sostendría ya que he estado
teniendo sexo con mi marido todo este tiempo.
—¿Qué puedo decir? Soy así de generoso.
Los ojos de papá se dirigen a Rafael y se vuelven aún más fríos, si eso es
posible.
—Considerando el pago que recibiste por este trato, generoso no es la
palabra que yo usaría. —Pasa un rato mientras se miran fijamente—. ¿Así
convenciste a mi hija que se casara contigo? ¿Chantajeándola?
Un silencio ensordecedor acoge su pregunta y cierro los ojos, derrotada.
Debería haber esperado que papá sumara dos más dos.
—Papá, yo...
—Le he hecho una pregunta a tu marido, Emmaline. Quiero oír su respuesta.
—No me gusta tu tono cuando le hablas a mi esposa.
La temperatura desciende varios grados y la energía cambia rápidamente de
tensa a cargada de furia e ira.
Rafael se endereza y se apoya en el codo, su mano aún sujeta la mía mientras
su pulgar roza mi piel de un lado a otro.
—Se casó conmigo por voluntad propia. Nadie la obligó.
—¿Y esperas que me lo crea?
—No espero que hagas nada excepto mostrar respeto a mi mujer y a sus
decisiones.
—Mi hija, querrás decir. —Papá también se inclina hacia delante—. Los
King no toman decisiones precipitadas, no engañan a sus prometidos ni huyen.
—Ya no es una King. Es una Wright. —Su boca se curva en una sonrisa
siniestra—. Y los Wright hacen lo que les da la gana.
—No cuando tratan con los King, no lo hacen. Emmaline siempre será una
King, no importa con quién se case, y siempre estaremos detrás de ella. Nuestra
hija no está sola.
—Tienes razón. No lo está. Me tiene a mí. —Rafael levanta nuestras manos
unidas—. Estamos legalmente casados, y no hay nada que puedas hacer al
respecto. Excepto alegrarte por nosotros.
Por cómo se ensombrece la cara de papá, fue un error.
—El infierno se congela antes que me alegre que mi hija se case con un
hombre que casi le dobla la edad y que juró odiar a nuestra familia hasta su
último aliento.
—Bueno, deberías saber mejor que nadie que esos votos no suelen durar
mucho.
Dios mío, ¿acaba de...?
Mi corazón late tan desbocado que lo siento en la garganta, y trago con
fuerza mientras la tensión no hace más que crecer a nuestro alrededor,
volviéndose tan pesada, que me oprime el pecho, amenazando con agrietarlo y
hacerme derramar todos nuestros secretos sólo para poner fin a sus peleas
verbales.
Ya nadie se molesta en fingir que come mientras los observamos con
fascinación porque nunca hemos conocido a alguien que no se acobardara ante
la furia de papá.
Mamá toca el brazo de papá, frotándoselo suavemente, y sé que ella es la
única que mantiene la paz en la mesa ahora mismo porque él rara vez, o nunca,
levanta la voz en su compañía.
—Zachary. —La forma en que ella dice su nombre lo calma un poco, y
comparten una larga mirada—. Hemos acordado escucharlos.
Papá agarra su palma de la mano, se la besa y luego se la frota contra la
mejilla mientras vuelve a centrarse en nosotros.
—Entonces cuéntanos. ¿Cómo se enamoraron ustedes dos?
El nerviosismo se apodera de mí y me invento rápidamente una historia.
—Nos encontramos y la conexión fue más fuerte de lo que ninguno de los
dos preveíamos. —Que alguien me felicite porque es casi la verdad.
—¿Antes o después de tu compromiso?
—Después. Intenté luchar, pero fue inútil —termino sin convicción,
sacando la mano de debajo de la de Rafael y girando el anillo en mi dedo—.
No podía obligarme a lastimar a Anthony de esa manera.
—Supongo que casarse con Rafael en secreto le hizo menos daño.
—Estoy seguro que podrá limpiarse sus lágrimas con el dinero que le
conseguí.
Wyatt suelta una carcajada, pero se calla rápidamente cuando papá le lanza
una mirada de advertencia.
—¿Y qué hay de ti, Rafael? ¿No fuiste lo suficientemente hombre para
enfrentarte a Anthony tú solo?
—Zachary —interrumpe mamá, suspirando—. Entendemos que te
enamores, por extraño que sea —murmura, sosteniéndome la mirada—. ¿Pero
por qué no acudiste a nosotros con esto? ¿Por qué casarse en secreto, cariño?
Hay rastros de dolor en su tono y me doy cuenta que no se trata que mis
padres estén decepcionados conmigo. Se trata que no les conté mi problema y
los aparté de una boda que esperaban con ilusión.
—Lo siento, mamá. No quería que pasara así. Yo sólo... no pensé, actué
según mis emociones. Nunca quise hacerte daño. —Sus ojos se suavizan y miro
a mi padre—. Papá, por favor. Me casé con él porque quise, y siento que hayas
tenido que lidiar con las consecuencias. Por favor, perdóname por hacer una
cosa egoísta en mi vida. —Las cejas de los gemelos se alzan ante esto—. Puedo
vivir mi vida como quiera, con tu aprobación o sin ella.
Tengo veintiún años, mis padres no pueden esperar que siga todas las reglas
y me quede en su burbuja de princesa para toda la eternidad.
—¿Crees que se trata de eso? Nunca te prohibimos hacer nada.
—¿Entonces de qué se trata, papá?
—Él era tu enemigo que te odiaba. ¿Crees que me creo toda esta mierda que
te enamoraste de él? Es mentira, y quiero saber por qué me mientes. —Señala
a Rafael—. ¿Qué tiene él sobre tu cabeza para que le sigas la corriente?
En este momento, todo esto se convierte en demasiado.
Todos los secretos, todas las cosas que me pasan, todas mis emociones
confusas hacia un hombre que debería ser mi maldición, pero que es más bien
una salvación en la oscuridad, ya que arroja luz sobre la miserable vida que he
llevado hasta ahora. Las palabras salen solas.
—¿Por qué es tan difícil de creer, papá? Mamá se enamoró de ti. ¡Rafael
nunca ordenó a nadie que me hiciera daño físico y nunca me robó a mi bebé!
Me arrepiento de haberlo dicho. Me cubro la boca en estado de shock
cuando mamá deja caer su vaso al suelo donde se rompe en pequeños pedazos
similares a mi corazón roto.
Jadea horrorizada mientras los gemelos se quedan paralizados,
boquiabiertos, pero toda mi atención se centra en mi padre, que echa la cabeza
hacia atrás como si le hubiera dado una bofetada. Palidece un poco, sus ojos se
llenan de tanto dolor que me duele verlo. Pero lo disimula rápidamente,
ocultándome sus emociones.
¿Qué he hecho? ¿Por qué lo dije?
—Papá, yo...
—No. No me pidas disculpa por mi pasado. Tienes derecho a sentir lo que
sientas al respecto sin justificármelo. —¿Ni siquiera me va a preguntar cómo
lo sé?—. Ahora entiendo que, efectivamente, te casaste con él por voluntad
propia.
—Papá...
—Zach...
—En los últimos dos años, te has empeñado en independizarte de la fortuna
y las conexiones familiares. Estaba orgulloso. Tan orgulloso —susurra y se
aclara la garganta mientras la miseria me invade hasta el último hueso—. Y
entonces te comprometiste con Anthony de la nada y rompiste con él,
lanzándote a este matrimonio. No lo entendía, pero ahora sí. Supongo que
cualquier apellido serviría, menos el mío.
—Papá, no es...
Su palma abierta corta mis protestas. De todos modos, no sonarán sinceras
porque, en el fondo, eso es exactamente lo que intentaba hacer a nivel
subconsciente y, de algún modo, ahora mismo, me avergüenzo.
Avergonzada de ser dura con mi padre, que me ha amado toda la vida.
—Como dije. No me pidas disculpas por mi pasado. Tengo mis respuestas,
así que si me disculpan, tengo que ocuparme de algo. Disfruten de la cena. —
Se levanta y besa a mamá en la boca y luego se dirige a los gemelos,
revolviéndoles el cabello, y cuando llega hasta mí, aún me estoy preguntando
si se despedirá de mí o si me cortará emocionalmente ahora mismo después de
mi acusación. ¿Acabo de perder a mi padre?
Se me llenan los ojos de lágrimas cuando se inclina y me besa en la frente,
deteniéndose un poco, y luego da un paso atrás y se dirige a Rafael:
—Mis disculpas por este encuentro tan desagradable. Evidentemente, mi...
—Una sola lágrima resbala por mi mejilla cuando papá tropieza con la palabra
hija. Probablemente ni siquiera está seguro de si quiero que me llame así—.
Está claro que Emmaline sabía lo que hacía. Dicho esto, si alguna vez le haces
daño, te mataré con mis propias manos. —Con esto, se marcha, dejándonos
solos con el caos que acabo de causar.
Mamá se levanta, lista para lanzarse tras él, pero Rafael la detiene.
—Déjame, por favor. —Lo miro mientras me limpia una lágrima con el dedo
y me da un beso en los labios—. Hablaré con tu padre, ¿de acuerdo? —Y sin
más, lo sigue.
—Mamá, no quería decirlo como ha sonado. —Mamá agarra a la silla
mientras se apoya en ella—. Simplemente se me escapó.
—Sí. Las cosas tienden a salir cuando dejamos que nuestras heridas se
enconen. ¿Cómo te enteraste?
—¿Importa?
—No. Lo que importa es que tu padre tiene razón. Puedes sentirte como
quieras. Dicho esto, cuando quieras hablar de verdad de ello, escuchar lo que
pasó de mí... por favor, ven a verme. ¿De acuerdo, cariño? —Camina hacia mí
y me besa en la parte superior de la cabeza—. Me gustaría irme ahora. Tengo
un paciente con problemas y necesito pensar en ello. —Les chasquea los dedos
a los chicos—. Quédense en casa esta noche, ya que se van pronto. —Gira sobre
sus talones y sale, probablemente al invernadero que papá hizo especialmente
para que ella trabajara, ya que el olor a rosas la calma.
¿Por qué actúan así? ¿No deberían enfurecerse y reñirme por ser una niña
malcriada y desagradecida? En lugar de eso, se limitan a aceptarlo y, por
primera vez, me siento fuera de lugar en la casa de mi familia. Como si con mis
palabras hubiera empañado todos los recuerdos que tenía en ella.
—¿Te avergüenzas de ser una King? —La pregunta de Wyatt, cargada de
ira, me saca de mis pensamientos, y me giro en mi asiento para mirarlo, con
una mueca de dolor ante la rabia que emana de él—. ¿Preferirías ser una maldita
Hale?
Por supuesto, siempre vuelve a mi padre biológico y a mí eligiendo bando,
según mi hermano.
—No. Se trata de sus comienzos bastante horribles.
—Oh, ¿es por eso? Pensé que era sobre que pensabas que papá no debería
haberlo hecho para que pudieras haber sido criada como hija de Sebastian y no
de él.
—Hubiera preferido que papá nunca lo hiciera en primer lugar.
—Porque te arrepientes de ser una King. ¡Sí, lo has dejado bien claro! ¡Y
qué bien te viene ahora que te casaste con un multimillonario! Puedes tener el
estilo de vida sin nuestro apellido.
—Cállate, Wyatt. —Ian le agarra el codo, pero él retira el brazo y se
levanta—. Tengamos una conversación normal.
Ninguno de nosotros le hace caso. Yo también me levanto, encontrándome
de frente con la furia de Wyatt.
—Tú no sabes nada.
—Lo sabemos. Lo descubrimos antes que tú, en realidad.
—Si lo haces, ¿significa que estás justificando lo que hizo?
—No. Papá expió sus pecados, y eso es entre él y mamá. ¡No es asunto tuyo!
—¿No es asunto mío? —Mi destino cambió irrevocablemente por su única
decisión. Construyó todo este mundo a mí alrededor, sólo para destrozarlo
cuando decidieron confesar.
No debería haber esperado que los gemelos me entendieran, de todas las
personas. Estoy segura que hizo lo correcto a sus ojos al acogerme y salvarme.
Para entenderme, tienes que saber lo que es crecer en una familia cariñosa
solo para descubrir que todos ocultaron la verdad sobre tu nacimiento. Me
merecía conocer el pasado de mis padres por ellos.
Quizás entonces nada de esto habría ocurrido.
—¿Sabes cuál es tu mayor problema, Emmaline?
—¡Oh, estoy segura que me lo dirás!
—Eres una princesa criada en un castillo perfecto con unos padres perfectos
que satisfacían todos tus deseos. Nunca cometiste errores y llevabas la aureola
sobre tu cabeza con orgullo. —¿Ahora soy una santa?—. Así que cuando el
pasado de nuestros padres salió a la luz, no pudiste soportar el hecho que vives
en una realidad y no en un cuento de hadas donde la gente comete errores.
Donde las personas son criaturas que viven y respiran. Noticia de última hora,
todos tenemos defectos.
—No sé qué habría hecho sin esta evaluación psicológica, Wyatt —
respondo sarcástica, cruzándome de brazos—. Nunca debí ser una King. Papá
me acogió engañando a mamá. No tengo derecho al apellido ni a todo lo que
me da.
En este punto, incluso Ian sacude la cabeza con incredulidad hacia mí, pero
permanece en silencio, sólo observándonos melancólicamente y claramente
quedándose para manejar cualquier arrebato emocional.
Al fin y al cabo, siempre es el más tranquilo entre nosotros, ya que su furia
hierve en su interior hasta estallar como un volcán.
—¿Oyes siquiera lo ridículo que suenas ahora mismo?
—¡Sí! Porque tener derecho a las riquezas de los King significa que estoy
de acuerdo con el método de papá. —O eso le parecía a mi dramático yo
adolescente; ya no sé lo que pienso de todo esto.
La risita hueca de Wyatt estremece las paredes.
—Ahora lo entiendo de verdad. Seguro que es doloroso, ¿verdad,
Emmaline? —Lo miro con el ceño fruncido—. ¡Es doloroso darte cuenta que
te alegras que papá hiciera lo que hizo para que tú no acabaras siendo criada
por un hombre que le dio la espalda a mamá y se casó con otra a la primera
jodida oportunidad que tuvo! No, tacha eso. Que empezó a trabajar para un
hombre que odiaba a mamá desde el primer momento y se puso de su parte en
todo esto. —Su voz se suaviza un poco—. Que te alegres de ser una King no
significa que ignores el dolor de mamá.
Mi respiración se acelera y no puedo soportarlo más, ya que Wyatt está tan
cerca de la verdad. La verdad que no acepto a Sebastian como mi padre
biológico y no quiero volver a llamarlo así a pesar que siempre ha sido amable.
La verdad es que estoy mucho más enfadada con él por tratar a mamá como
una mierda en aquel entonces, ya que su indiferencia permitió que todo su dolor
sucediera.
Y que en el fondo, estoy cansada de ser perfecta y sólo quiero vivir mi vida
que incluye al guapo desconocido que es mi marido.
Sin embargo, si admito todo esto en voz alta... tendré que enfrentarme al
hecho que mi vida es un desastre total porque yo la convertí y creé todos estos
problemas por estupidez.
—Tengo que irme. —Tal vez estar lejos de la casa familiar me dé algo de
claridad—. ¿Podrías llamar a Rafael para que podamos irnos?
Ian asiente y me abraza antes de irse.
—Una llamada, Em.
—Lo sé.
Decido esperar afuera, necesitada de aire fresco, y paso junto a Wyatt, que
me agarra por el codo y me rodea fuertemente con sus brazos.
—Te amo, Emmaline. Pero estoy muy enfadado contigo.
—Sí. Puedes unirte al club. Crece por segundos. —Le acaricio la espalda—
. Yo también te amo, pero necesito un momento. Estamos bien.
Cuando crecíamos, mamá siempre nos obligaba a hablar de nuestros
problemas y a no reprimirlos nunca, así que mi comportamiento es
probablemente aún más ridículo para ellos, considerando todas las cosas.
—Sí. Llámanos.
Asiento y salgo corriendo hacia la puerta principal, respirando el aire fresco,
y saludo con la mano a Jeff, que espera dentro del auto.
Entonces me doy cuenta.
La única persona que mantuvo la calma tras mi confesión fue Rafael. No
estaba sorprendido, intrigado, ni siquiera aturdido tras descubrir algo que ha
sido ultra secreto.
¿Cómo es posible?
Pasan los segundos, y varias piezas del rompecabezas que han estado
flotando en mi mente todo este tiempo empiezan por fin a formar una imagen
coherente que desliza furia por mis venas cuando finalmente me doy cuenta.
R.
Él es R, ¿verdad?
CAPÍTULO VEINTIDÓS
—La verdad puede ser cruel—.
Rafael

Rafael

Salgo y me acerco a Zachary, que está de pie frente a la fuente de Atenea,


con los ojos cerrados mientras inclina la cabeza hacia atrás y respira el aire
fresco.
Zachary King es el Rey Cruel de Nueva York que consigue lo que quiere y
rara vez alguien se cruza en su camino, porque ganar contra él es casi imposible.
Su única salvación es su familia, a la que ama mucho. Siempre que lo vi con
su esposa a lo largo de los años, me preguntaba si el tipo había perdido la
cabeza, por estar así de enamorado y seguir estandolo de ella.
Sin embargo, cuanto más tiempo paso con Emmaline, más comprendo el
constante brillo posesivo en sus ojos cada vez que siguen a su mujer y su actitud
protectora hacia sus hijos.
Emociones que amenazaban mi locura y venganza, emociones que deberían
haberse desvanecido tras pasar cada minuto posible bebiendo en su cuerpo,
pero que tuvieron el efecto contrario en mí.
Cada día me vuelvo más adicto a ella, la idea de dejarla ir hace que la furia
arda en mi interior, pero lucho contra ello porque no puedo actuar como mi
padre.
Los hombres de mi familia están destinados a caer duramente, todo lo demás
está condenado, pero no someteré a Emmaline a tal destino.
Excepto que empiezo a preguntarme si mi férrea determinación será
suficiente para resistir la llamada de la locura y atraparla conmigo para toda la
eternidad.
Ansiarla es una maldición.
Los Wright siempre pierden en el amor y, por desgracia, las mujeres siempre
se convierten en daños colaterales, sobre todo cuando un hombre me odia y
desea mi perdición sólo para encontrar su destino.
Ella será su principal objetivo, y mi obsesión podría perjudicarla a largo
plazo porque no puedo matarlo. Tiene que doler y pudrirse en el infierno, y ni
siquiera eso bastará para pagar el precio de lo que le ha hecho a mi familia.
Lo que su indiferencia ha hecho a mi familia.
No debería tocar a Emmaline de ninguna manera porque me volvería loco.
—Es difícil, ¿verdad? —Zachary rompe el silencio, su voz profunda
retumbando en el aire, y se gira a medias hacia mí, observándome de pies a
cabeza.
Enganchándome los pulgares en el bolsillo del pantalón, lanzo mi propia
pregunta:
—¿Qué es difícil?
—Amar a una mujer que se suponía que era un medio para un fin. —Sigo
en esto—. Complica muchas cosas, sobre todo si la odiabas y la heriste de una
forma que nunca podrás retirar. —Los pájaros pían a lo lejos mientras el viento
sopla con más fuerza, balanceando los árboles, y noto que se acumulan nubes
oscuras aunque el sol sigue brillando con fuerza—. Porque cuando la amas, te
vuelves protector con ella y deseas protegerla de todos los monstruos de este
mundo. —Se ríe entre dientes, con un tono burlón—. Curiosamente, en algún
momento, te das cuenta que has sido uno de los mayores monstruos en su vida,
y las heridas que le infligiste puede que nunca se curen.
—Ella no lo dijo en serio. —Me mira fijamente—. Emmaline no quiso decir
eso tal y como salió. —Ni siquiera sé por qué siento la necesidad de tranquilizar
a Zachary. Respeto al tipo por cómo trata a su familia, pero meterme en su
pasado no es asunto mío.
Emmaline estaba angustiada y odio verla rota. Quería hacer el control de
daños para que Zachary no se convierta en un imbécil con ella.
Ella ama a su padre, y ése es su mayor problema. Es devastador descubrir
que nuestros padres no son tan perfectos como nos los pintaron nuestras gafas
de color de rosa.
—Lo dijo en serio. Ambos sabemos que lo hizo, y eso está bien. Me lo
merezco. Hace mucho tiempo que acepté que ciertos pecados no se pueden
borrar. Sólo se pueden expiar. —Se cruza de brazos y me mira durante unos
segundos—. Eres protector con ella. ¿Crees que alguna vez le haré daño a mi
hija de alguna manera? ¿Intencionadamente?
—Hay una primera vez para todo, ¿no? Está sufriendo y procesando sus
emociones. Mientras lo hace, no quiero que seas cruel con ella.
No me sorprendería que Zachary me echara de su casa ahora mismo, ya que
tengo mucho valor para venir aquí y escupirle esta mierda a la cara, acusándolo
prácticamente de ser un imbécil mezquino. La profunda necesidad de proteger
a Emmaline de cualquier otro daño late en mi interior, exigiendo ser escuchado
y asegurarme que nada ni nadie se acerque a ella para perturbar su paz.
—Siempre me gustó Anthony. —Zachary cambia de tema, y con esto, el
fastidio me atraviesa. Mi posesividad necesita que ella nunca se cruce con él y
olvide su maldito nombre, porque odio al chico solo por principios.
Tocó lo que es mío, y eso es un pecado imperdonable en mi libro.
No entiendo como Zachary toleró a Sebastian todos estos años e incluso lo
mantuvo como su abogado.
Zachary continúa, empezando a caminar por el jardín, por el estrecho
camino de asfalto entre las obras maestras de la naturaleza.
—Era respetuoso, amable y adoraba a Emmaline. Sin embargo, nunca me
gustó para ella.
—¿Por qué? ¿No era el príncipe digno de la princesa? —En nuestro mundo,
no hay nada mejor que Anthony. Incluso cuando hice un extenso informe sobre
él, no encontré nada.
—Sí. Pero hay una cosa sobre los príncipes.
—¿Qué es eso?
—Nunca van en contra de un rey. Aunque perjudique a la princesa.
—¿Comparado con un villano?
—Sí. Eso es lo que eres en su historia, ¿no? —Se detiene junto a los rosales,
agarra los pequeños pétalos y los frota entre sus dedos—. Anthony nunca me
habría dado órdenes en mi propia casa. —Sonríe—. Ni en la de nadie. Así que
me pareces una criatura muy interesante, Rafael. A pesar que has sido un grano
en mi culo durante los últimos doce años.
Su tono condescendiente me pone de los nervios, teniendo en cuenta que
sólo es diecisiete años mayor que yo.
—He tenido mis razones, ¿no?
Mi furia nunca estuvo dirigida a él. Todos estos años, escuchó a su hija y la
protegió como haría cualquier buen padre. Aun así, irritarlo durante años fue
divertido.
Lo ignora y en su lugar pregunta:
—¿Y sabes qué otra cosa no haría Anthony? No forzaría a Emmaline a un
matrimonio que no quisiera. —Discutiría sobre eso, pero qué mierda—. La
venganza probablemente no es algo que tenga en mente.
—Su hija se casó conmigo por su propia voluntad. Nunca la lastimé ni la
forcé, y es la última vez que le doy explicaciones.
Aunque mi moral patina por el lado gris y soy un cabrón egoísta que hace
lo que le da la gana, la insinuación que he actuado como una especie de
monstruo con Emmaline está empezando a cansar muy rápido. Anthony podría
haber explicado cada uno de sus movimientos, pero yo no soy un niño, así que
a la mierda con esto.
—Si mi esposa se acerca a ti, asegúrate que tu furia y tu odio a ti mismo no
la marquen. Porque si llora una sola lágrima... Créeme, iré a por ti.
Supongo que puedo actuar como un monstruo si me van a tratar como tal.
Con esto, doy media vuelta, marchando hacia la salida, y veo a Ian
acercándose a nosotros en la distancia cuando la voz de Zachary detiene mis
movimientos.
—Los secretos, no importa lo bien que tratemos de ocultarlos, tienen la
tendencia a salir a la luz. Y algunos secretos duelen. —Me giro hacia él—. Es
un peso muy pesado de llevar. El dolor de tu mujer.
—No tengo secretos para mi esposa. —No los que pueden hacerle daño de
todos modos.
—¿Es así? ¿Ella sabe lo de Lauren?
Debería haber sabido que adivinaría mis planes y haría su propia
investigación, no es que me importe. No irá en mi contra mientras esté casado
con Emmaline.
—Si.
—¿Ella sabe lo de Claire? —El fuego me recorre las venas, el sabor amargo
y familiar de la traición me golpea la lengua cuando me asaltan los recuerdos—
. ¿Lo sabe?
—Claire no tiene nada que ver con esto.
—No estoy de acuerdo. Si no le hablas de Claire, alguien más lo hará.
Créeme, Rafael, no terminará bien.
Nos miramos el uno al otro durante unos instantes mientras reflexiono sobre
sus palabras, despreciando la sola idea que alguien mencione el nombre de
Claire a Emmaline.
—Emmaline no necesita saber sobre Claire. Ella es insignificante.
Lanza una carcajada hueca.
—A pesar de tu reputación, parece que no sabes nada de mujeres.
Antes que pueda responder, Ian se acerca a nosotros, con el rostro sombrío.
—Emmaline quiere irse, y me pidió que te buscara. Está esperando afuera.
—Gracias. —Vuelvo a mirar a Zachary—. Adiós, Zach. Espero que
recuerdes lo que dije aquí.
—Y espero que hayas oído todo lo que acabo de decir. No dejes que nadie
sorprenda a mi hija.
Me dirijo a las puertas principales, odiando a Zachary por poner en duda
mi plan, por lo demás perfecto. ¿A quién le preguntó para que le hablaran de
Claire?
Sin embargo, todos los pensamientos vuelan de mi mente cuando veo a Jeff
de pie junto al auto, apretando su gorra de chófer.
—¿Qué está pasando? —Miro a mi alrededor—. ¿Dónde está mi esposa?
Salta de un pie a otro.
—Se fue, señor.
—¿Qué?
—Sí. Le ordenó a un conductor de la familia que viniera y se fue. Traté de
detenerla, pero ella no quiso escuchar.
Todos mis instintos me gritan que vaya por mi mujer antes que cometa una
imprudencia. Saco el móvil mientras me invade la rabia, lo compruebo y no
veo ningún mensaje suyo.
—¿Dijo algo?
—Sí. —Pasa un tiempo y sujeta la gorra con más fuerza—. ¿Tengo permiso
para citarla?
—Sí.
Respira hondo y suelta:
—Dile al idiota alias R que por mí se puede ir al infierno.
Bueno, ¿no es eso simplemente perfecto?
Han pasado casi tres horas y estoy dispuesto a despedir a todos los que
trabajan para mí porque no tienen ni idea de dónde está mi mujer.
Incluso a Luke consiguió engañarlo lo suficiente como para escapar de mí y
mi necesidad de protegerla se mezcla con el deseo de someterla a la más dulce
tortura para que nunca más se atreva a huir de mí.
No se casó con un hombre perfecto; ¿Realmente pensó que alguien más
habría sido R?
—¿Adónde vamos ahora, señor?
Hemos estado dando vueltas por la ciudad, esperando cualquier tipo de
información y no hemos encontrado ninguna.
Cuando abro la boca para responder, suena mi teléfono y lo tomo.
—¿Qué? Me saluda una música a todo volumen, que no hace sino echar más
leña a mi furia, y suelto:
—Jodidamente, ahora mismo no estoy de humor, Rhys, así que no pongas a
prueba mi paciencia.
Se ríe, el muy cabrón.
—Creo que ahora tú serás quien me deba un favor. —Silba—. Dios, ¿esto
se siente bien, o qué?
—Tienes cinco segundos, Rhys.
—Encontré a tu esposa. —Me congelo—. Se está bebiendo sus penas en el
club, y he notado que algunos hombres la están mirando.
Oh, ella lo ha hecho.
Ella rompió mi control.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
“Enamorarse de un enemigo es un gran error.
Porque amarlo no te hará ciega a sus pecados pasados,
Así que su amor dolerá y no sanará”.
Emmaline

Emmaline

—Los hombres apestan —le digo al camarero, Tommy, que parpadea


mientras brindo con mi cóctel y bebo un largo sorbo con la pajita, dándole la
bienvenida al dulce y fresco líquido en mi garganta—. Esto está delicioso —
grito a través de la música que suena a todo volumen en la discoteca mientras
la gente detrás de mí baila con los camareros moviéndose entre las mesas.
El local está tan lleno como siempre, pero gracias al anillo que llevo en el
dedo, he entrado sin problemas.
—Gracias, Emmaline —me dice, agarra la botella de whisky, vierte la
bebida en el vaso y se la desliza al hombre sentado a mi lado.
Giro hacia él en mi taburete, sorprendida de que todos nos hayan dado un
respiro, ya que tenemos una especie de acceso VIP al bar desde esta esquina.
Levanto mi copa.
—¡Por mí! —Él choca nuestras copas y yo le doy un sorbo más, con la
cabeza ligeramente mareada mientras una burbuja de risa se extiende por mí en
oleadas.
Tal vez debería tener más cuidado. Ya me he bebido uno de estos, y lo que
sea que Tommy les ponga debe ser muy fuerte. Bueno, eso o el hecho que nunca
bebí mucho, así que mi tolerancia al alcohol es baja.
—Cuando digo que los hombres apestan, no me refiero a ustedes dos. —
Muevo el dedo entre Rhys y Tommy. Este último se limita a sacudirme la
cabeza, dirigiéndose a otro cliente—. Me refiero a un solo hombre. Rafael.
¡Un bastardo mentiroso en quien confié, sólo para que usara todo el
conocimiento en mi contra! No me extraña que pensara que sería fácil
seducirme.
Rhys se ríe.
—Parece que alguien ya tiene problemas. —Se inclina más cerca, dando un
sorbo a su bebida—. ¿Qué ha hecho?
Estoy humillada y dolida, y lo último que quiero ahora mismo es estar en
compañía de mi marido. Teniendo en cuenta que no puedo ir a casa desde todo
el fiasco ni ver a nadie más con la etiqueta de mentiroso adjunta, mi única
opción era venir aquí.
—Me mintió.
—Ah, no. ¿Fue una mala mentira?
Ignorando su pregunta, lo miro con el ceño fruncido.
—¿Qué haces aquí? —Ha aparecido hace unos minutos y desde entonces no
se ha separado de mí. No me importa, aunque su compañía sea un poco
incómoda debido a su inquietante personalidad.
Hay algo en él... algo que se está gestando bajo la superficie, y no puedo
deshacerme de la sensación que me dice que me aleje de él porque es peligroso.
Sin embargo, antes ahuyentó a los hombres molestos que me rodeaban, así que
supongo que entre los dos males, él es el menor.
—Pasé por el club para manejar unos asuntos, y allí estabas tú. Pensé que
era mejor quedarme y vigilarte.
—Cierto. Tengo a un asesino en serie dándome caza. —Saco la pajita,
engullendo mi cóctel, y me inclino hacia atrás—. ¿El sudes ha matado a alguien
más para que finalmente puedas atraparlo?
—Estamos trabajando en ello, Emmaline. Eso es todo lo que necesitas saber.
—¿Nosotros? —A la policía no pareció importarle el asesinato de Gina, lo
consideraron un homicidio con un callejón sin salida. A sus padres
probablemente les dijeron que se mantuvieran callados por ahora porque la
prensa todavía no se ha enterado, pero mis audiciones de ballet se pospusieron
dos meses, así que la escuela debe haber sido informada—. ¿No dijiste que
nadie te dio la autoridad?
—Ahora tenemos la autoridad.
Oh.
—Bueno, entonces...
—No discutamos el caso aquí, ¿de acuerdo? Me pasaré mañana para que
podamos atraparlo lo antes posible.
Asiento y mastico las avellanas que Tommy me ha puesto delante,
prefiriendo no hablar tampoco del sudes. De hecho, me alegraría que se
limitaran a atrapar al enfermo, así tendría menos problemas de los que
preocuparme.
—¡Tommy! —Se detiene en medio de servirle una bebida a alguien—.
¿Podrías prepararme otra, por favor? —Mira a Rhys y, ante su asentimiento, le
da la bebida al cliente y luego agarra un nuevo vaso para preparar mi cóctel—
. ¡No me gusta que le pidas permiso! —le grito, y él una vez más niega con la
cabeza hacia mí.
¡Hombres!
—Creo que sólo se está asegurando que estás lo suficientemente sobria
como para entender lo que está pasando a tu alrededor —dice Rhys, metiéndose
una nuez en la boca—. Con la cabeza despejada y todo.
—No estoy borracha. —Incluso para mis propios oídos, mi voz suena a la
defensiva, así que le pregunto—: ¿Cómo conoces a mi marido traidor?
Sus labios se crispan ante el título.
—Nos conocimos en la universidad.
—¿En serio? Pensé que eras más joven que él. —No creo que Rafael tenga
muchos amigos cercanos. Oigo nombres aquí y allá sobre sus conexiones y
todo eso, pero ningún amigo cercano de verdad aparte de Scarlett. Ian y Wyatt
tampoco tienen amigos cercanos porque sólo confían el uno en el otro.
Tal vez después de romper su vínculo con su gemelo, Rafael no puede
imaginar formar conexiones duraderas con nadie, es demasiado doloroso. Sin
embargo, a juzgar por lo que le sucedió a Rush, es posible que se acerque a él.
El tipo se vengó, pero perdió a la chica. Aún lo apoyo porque Aileen ama al
tipo, por extraño que sea.
Apuesto a que expiar sus pecados le llevará algún tiempo.
—Tengo treinta años, así que sí. Nos conocimos literalmente en la
universidad. Lachlan le pidió a Rafael que me ayudara con un asunto en aquel
entonces. —¿Rhys también conoce al tío Lachlan? Dios mío, cómo todos están
conectado en este mundo nuestro—. Él me ayudó, y yo le debía una.
—¿Cómo te ayudó? —Juego con la pajita, aplastando un poco el hielo antes
de dar un gran sorbo y disparo otra pregunta—: ¿Estabas metido en algún lío?
—Fuera lo que fuera, no podía ser grave, ya que trabaja como agente, y no creo
que se pueda serlo con antecedentes...
Me atraganto con la bebida cuando responde:
—Acosé a una chica hasta el punto que me denunció a la policía. En realidad
era ella la estudiante, no yo. Fue divertido.
Tosiendo y recuperando el aliento, escupo.
—¿Acosaste a una chica?
—Sí. Tuvimos un pequeño juego.
—¿Un pequeño juego?
—Ella quería provocarme y tener éxito.
—¡Eres un agente! —le susurro-grito, desconcertada por su
despreocupación—. Y un psicópata aparentemente que no entiende la palabra
no.
—Nunca pretendí ser un santo. Y además, necesitas ser feliz. —Parpadeo
ante esto—. Un psicópata atrapa fácilmente a otro psicópata.
¡Esto demuestra que debo confiar siempre en mis instintos porque, al
parecer, Rafael convocó a un criminal para que me ayudara!
Tommy elige este momento para poner mi nuevo cóctel delante de mí y
arrebata el viejo de mi agarre mortal, añadiendo más nueces al plato, y es
entonces cuando mis ojos se posan en la palma extendida de Rhys sobre la
encimera.
O mejor dicho.
En la banda de platino que brilla bajo las duras luces del club, similar a la
que descansa sobre mi anillo de compromiso.
—Estás casado.
Mueve los dedos.
—Sí. —Le da un sorbo a su whisky y mira la hora en su reloj—. Celebramos
diez años este año.
—¿Tu esposa está de acuerdo con que seas un acosador psicótico? —No es
que pueda sentarme en mi caballo alto ya que Rafael también me acosó, y
aparentemente todos los hombres que me rodean, incluyendo agentes, tienen
moral gris y hacen lo que les da la gana.
En mi defensa, sin embargo, me casé bajo fuertes obligaciones.
—Ella es mi única obsesión en la vida, así que no le importa. —Pasa un
rato—. Le encanta, incluso. Eso es todo lo que ella sabe.
—¿Tu esposa es la chica de la universidad? —Él sonríe, reventando otra
nuez, y yo abro la boca para decirle lo que pienso, pero luego la cierro.
¿A quién le importa cómo viven los demás? Yo ya tengo bastantes
problemas.
—Ella siempre fue mía. —Una suavidad extraña para él cubre su tono y me
hace saber que se preocupa por ella. No estoy segura que semejante locura
pueda considerarse amor.
—Intenta sonar menos orgulloso cuando compartas este pequeño detalle
sobre tu pasado, Rhys. —Giro sobre mi taburete a la derecha y doy un grito
ahogado cuando veo a Scarlett con un vestido lápiz blanco y zapatos de tacón
plateados, sus pendientes de diamantes enviando cuadrados sobre el mostrador.
¿Tiene otra ropa?—. Lo creas o no, no todos estamos cómodos con un psicópata
a nuestro alrededor. —Cambia su mirada hacia mí y sonríe—. Hola, chica. Oí
que te escapaste, así que aquí estoy. —Me abraza fuerte, su aroma a vainilla
estremece mi nariz, y aunque es la séptima vez que la veo en mi vida, me alegro
mucho que esté aquí.
Apretándola, me inclino hacia atrás y digo:
—Los hombres apestan. Y ahora no se trata sólo de Rafael, sino también de
Rhys.
—Bien. ¿Cuánto bebió?
—Dos cócteles y a punto de empezar el tercero.
—Bueno, no podemos tener eso. —Llama al camarero—: Tommy, por
favor, haznos dos cafés negros.
—¡Claro que sí!
—No quiero café. —Reflexiono sobre esto y suspiro—. Y tampoco quiero
otra copa. —Miro fijamente a Rhys—. Me has robado el momento.
—¿Cómo lo hice?
—Empezaste a compartir tu historia justo en medio de mi queja sobre
Rafael.
—Fuiste tú quien me hizo una pregunta.
—Sí, bueno. Podrías haberte callado. —Se ríe—. Lo siento. Normalmente
no soy tan grosera. —Mi única excusa es que me comporté como un idiota en
casa y luego descubrí una verdad bastante desagradable. Rafael conocía todos
mis secretos más oscuros mientras que él sigue siendo un enigma para mí.
Yo soy vulnerable y él no, y lo odio.
—¿Qué ha hecho? —Scarlett pregunta, colocando su pequeño bolso en el
taburete vacío cercano y cruzándose de brazos—. Dime, Emmaline.
Ladeo la cabeza, estudiándola.
—¿Qué haces aquí? ¿Te ha pedido que me espíes?
¿Ni siquiera puede molestarse en venir él mismo? Apagué mi teléfono
porque sonaba cada dos segundos junto con algunos mensajes que me
prometían represalias una vez que me encontrara. Sin embargo, ¿envía a su
mano derecha a buscarme?
Esto no hace más que avivar mi ira, y busco mi bebida pero tomo aire.
Tommy ya me la ha quitado y en su lugar trae dos cafés, así que no tengo más
remedio que agarrar la taza y dar un sorbo tentativo, agradeciendo el sabor
amargo mientras me despeja un poco la cabeza.
—Manejar los problemas maritales de Rafael no es parte de la descripción
de mi trabajo. Tengo una reunión aquí con uno de mis clientes.
Oh. Siempre trabajando.
Investigué un poco sobre Scarlett y no conseguí nada. Me parece fascinante.
—Me asombra tu ética de trabajo. —Se ríe, y como mi mejor amiga está en
Europa y no puedo compartir ningún detalle, decido desahogarme con ellos—
. Descubrí el secreto de Rafael.
—¿Su secreto?
—Sí. El que me ocultó. Un gran secreto. Un secreto que cambia la vida. Y
duele. También me enfada. ¿Cómo ocultas algo de esta magnitud?
Espero más preguntas. En lugar de eso, Rhys y Scarlett comparten un
extraño y prolongado silencio y luego se miran. Scarlett se aclara la garganta.
—Emmaline, casi todos tenemos un pasado. Estoy segura que para Rafael
era insignificante mencionarlo.
—Mi único pasado es mi mujer —dice Rhys al azar, y ella le lanza una
mirada fulminante mientras yo me pregunto por qué ha sentido la necesidad de
añadir esta información—. Sin embargo, estoy de acuerdo. Puede parecer un
cambio de vida, pero han pasado años.
—Los hombres simplemente actúan como estúpidos a veces cuando se trata
de estas cosas. No lo mencionan, y entonces se vuelve más grande de lo que
suele ser sin ninguna razón.
—Si le das la oportunidad de explicarse, no parecerá tan malo. —Rhys
termina su bebida—. Además, tú también estabas comprometida. Difícilmente
se lo puedes echar en cara.
Scarlett asiente.
—Que ocultara su pasado no tiene nada que ver con sus sentimientos,
incluso si lo parece.
—¿De qué estás hablando? —Doy otro trago a mi café y dejo la taza con un
sonoro golpe sobre la encimera—. ¿Qué tiene que ver tu pasado y mi
compromiso con el hecho que Rafael me ocultara la verdad? Fingió ser mi
amigo por correspondencia o mi terapeuta por correspondencia, como quieras
llamarlo, y conocía todos mis secretos. Secretos que probablemente usó contra
mí. Eso es una violación.
Ambos parpadean ante esto, y Scarlett se frota la frente.
—Oh. Se trata de eso.
¿De qué creían que se trataba?
Intento recordar nuestra conversación. Sin embargo, justo en ese momento,
la música cambia a un ritmo más rápido y el compás familiar se desliza sobre
mi piel, despertando el deseo de bailar con todas mis fuerzas.
Llevo una semana sin bailar, y eso es un récord para mí, así que mis pies
están inquietos, así que sin pensarlo mucho, me levanto de un salto, dispuesta
a correr a la pista de baile. Scarlett me detiene.
—¿Qué haces?
—Quiero bailar —le digo sinceramente.
Antes que ella pueda comentarlo, Rhys habla:
—Cien dólares a que habrá caos en la pista de baile en diez minutos.
Un golpe competitivo brilla en los ojos de Scarlett.
—Cinco minutos.
—Tenemos una apuesta.
Me suelta y me da una palmada en la espalda, sonriendo.
—Diviértete, Emmaline.
—En realidad no necesito permiso.
Ella se ríe y yo me dirijo a la pista de baile, dispuesta a relajarme, cuando
alguien choca conmigo.
—Oh, lo siento mucho. —La persona tropieza un poco hacia atrás, y yo la
agarro de la manga, manteniendo el equilibrio—. ¿Estás bien?
—Sí. No pasa nada —murmura alguien que lleva ropa oscura y una
sudadera con capucha, y debido a la escasa luz, no puedo verle la cara, aparte
que es muy alto. Salen corriendo en otra dirección como si su trasero estuviera
en llamas.
Sacudiendo la cabeza, me precipito a la pista de baile justo en mitad de la
canción y levanto los brazos al ritmo de la música, balanceando las caderas de
un lado a otro mientras cierro los ojos y me dejo llevar por completo.
Por un momento, todos los pensamientos se alejan de mi mente mientras me
concentro en el ritmo y las notas que se deslizan sobre mi piel, despertando en
mi sangre la emoción familiar asociada únicamente con la danza.
Cuando dedicas toda tu vida al ballet, es difícil sobrevivir tanto tiempo sin
desconectar, y la danza siempre ha sido mi vía de escape.
Sin embargo, mi respiro dura poco cuando siento en la cara un aliento
impregnado de alcohol y alguien me toca el hombro. Parpadeo al ver a un
hombre de más o menos mi edad que me sonríe mientras me recorre con la
mirada.
—Hola, niña bonita —me saluda, y doy un paso atrás cuando da uno hacia
delante, derramándose la cerveza de su copa ante la acción—. Parece que
necesitas compañía esta noche. —Me guiña un ojo—. ¿Qué tal un bailecito?
—No, gracias. —Lo último que necesito ahora mismo es a un tipo
molestándome.
Suspira, apretando la cerveza contra su camisa blanca, y hago una mueca al
notar cómo mancha el material.
—Lástima. Parece que todas las chicas están ocupadas. —Levanta el vaso
cuando termina la canción y empieza una lenta, con varias parejas en la pista
de baile—. ¿Seguro que no quieres unirte?
Un brazo musculoso me rodea por detrás, tirando de mí hacia un pecho duro,
y el aroma masculino me envuelve al instante, llenándome de alivio y molestia.
—Mi mujer acaba de decirte que no. —A pesar de mi enfado con el
exasperante hombre, agradezco su abrazo, ya que me protege de todos los
presentes. Todavía le araño brazo, mi boca se curva en una sonrisa cuando
escucho su pequeño siseo.
El tipo abre mucho los ojos y niega con la cabeza.
—Rafael. No tenía ni idea. —Levanta las manos, la cerveza se derrama aún
más mientras el miedo se graba en sus facciones—. Te lo juro.
Mi esposo palmea mi mano y golpea mis anillos.
—¿Te has perdido esos? —El tipo traga fuerte y Rafael apoya la barbilla en
mi hombro—. Esta mujer me pertenece, George. Es mía. No la mires nunca.
No hables con ella. De hecho, ni se te ocurra respirar cerca de ella. —Me
estremezco al oír su voz apenas controlada y tan posesiva que sólo un idiota lo
pasaría por alto, y parece que George no lo es, pues asiente—. Lárgate. —Sale
corriendo en otra dirección mientras jadeo cuando Rafael frota sus labios sobre
mi carne expuesta y su brazo se tensa más a mí alrededor. Su boca llega a mi
oído y me susurra—: Cariño, no huyas de mí. —Su otra mano me agarra por la
cadera y sus dedos se clavan en mi carne de forma casi dolorosa, lo que, de
algún modo, aviva el fuego que arde en mi interior y me impulsa a actuar—.
¿Sabes lo que le pasa a mi buena chica cuando huye?
Por el rabillo del ojo, noto que Scarlett mueve su palma abierta hacia Rhys,
quien se ríe antes de dejar caer un billete de cien dólares sobre ella.
Ella debe de haber ganado su apuesta y, de algún modo, esto me saca del
estupor mientras la ira se apodera de mí y le arranco el brazo, girando sobre mí
misma solo para que me abrace. Lo empujo, pero se queda inmóvil.
—¡Suéltame, mentiroso! —le digo y se ríe, ¡el muy imbécil!—. No tiene
gracia.
—Siento discrepar, cariño. Nunca te he mentido.
Lo golpeo en el pecho. Pero es inútil, y nadie nos presta atención. Todo el
mundo sigue bailando y, sorprendentemente, nadie nos toca.
—¡Suéltame! —repito—. Me mentiste.
—¿Cómo te mentí?
¿Habla en serio?
—Tú eres R, ¿verdad? Intercambiamos correos electrónicos todos estos
años. Usaste toda la información que te di para atraparme en este matrimonio.
Se tensa y sus ojos se oscurecen, advirtiéndome que vaya con cuidado en su
territorio. Estoy demasiado enfadada para escuchar cualquier advertencia.
—No te he atrapado, cariño. Hiciste una elección. —Me aprieta el cabello,
me echa la cabeza hacia atrás y se inclina hacia mí, y odio cómo reacciona mi
cuerpo ante su presencia. Es humillante a muchos niveles.
—Y nunca te he mentido. ¿Has mencionado alguna vez a tu amigo R al que
escribías correos electrónicos?
—Omitir u ocultar la verdad es tan malo como mentir.
—No creo que tu argumento se hubiera sostenido en un tribunal.
—¡No estamos en la sala del tribunal, Rafael! —Lo agarro de las solapas de
la chaqueta—. Confié en ti. Como adolescente que necesitaba ayuda, confié en
ti.
—Y he hecho todo lo posible para guiarte, ¿no? Nunca he roto tu confianza.
Nunca compartí tus secretos.
—¡Eso no viene al caso! Arruinaste mi memoria central. Tenía un amigo
que me comprendía. —Mi voz se reduce a un susurro mientras suspiro—. Pero
ahora he descubierto que el amigo que conocía nunca existió. —Y aunque soy
una tonta por confesarle esto, no puedo contener el dolor que recubre mi tono
porque R fue mi salvación en la oscuridad.
Una voz de la razón entre el caos en que se convirtió mi vida después que
mis padres compartieran su pasado. Él era la calma durante la tormenta, y
descubrir que todo era una ilusión me duele en más de un sentido.
—Nunca he usado tus vulnerabilidades en tu contra. —Nuestras miradas
chocan y veo la verdad en sus ojos—. Lo creas o no, quería darte una lección y
castigarte por lo que has hecho. Sin embargo, nunca tuve la intención de usar
tus secretos para lograrlo.
—¿Esperas que me crea eso? Me odiabas. Viniste a esta ciudad para
destruirme. Arruinaste mi relación con Anthony. —En cuanto suelto las
palabras, sé que he cometido un grave error—. Rafael... —Se me escapa un
chillido cuando me levanta, sin dejarme otra opción que rodearlo con las
piernas, escondiendo mi cara en su cuello mientras él empieza a caminar hacia
algún sitio. Menos mal que me he puesto un vestido con una falda que cubre la
mayor parte de mí para no enseñar nada a nadie—. Esto es muy embarazoso —
murmuro, sin intentar resistirme a su abrazo por miedo a empeorarlo.
¡No puedo creer que haya hecho eso!
—Deberías haberlo pensado antes de decir su puto nombre. —Jadeo
cuando mi espalda choca contra la pared. Nos ha llevado a un rincón súper
oscuro, lejos de todos los demás, y sus hombros bloquean la mayor parte de mi
vista. Quienquiera que nos mire ahora probablemente solo verá a dos personas
muy juntas sin muchos detalles, no es que me tranquilice.
Es bastante fácil adivinar lo que hace una pareja en un lugar así.
Mis piernas caen al suelo y, esta vez, cuando pongo un poco de distancia
entre nosotros, él lo permite. Retrocede y nos miramos fijamente, y la furia que
brilla en sus ojos coincide con la mía.
—Aclaremos algo, ¿de acuerdo, cariño? —Una sonrisa siniestra dibuja sus
labios, prometiéndome retribución por ese pequeño desliz—. Te sentías
miserable y tenías miedo de poner fin a un compromiso que, para empezar,
nunca debería haber existido.
Oh, bien entonces.
—Era mi decisión. Y además, podría haber sido feliz con él. —La tensión a
nuestro alrededor crece, volviéndose tan espesa que probablemente podrías
cortarla con un cuchillo—. Quiero decir, sería un buen marido.
Dios mío.
Realmente no estoy ayudando a mi caso aquí.
—Ah, ¿es así? Cariño, si realmente quisiera castigarte, te dejaría casarte con
Anthony y vivir tu miserable vida. —Su risita hueca se balancea entre
nosotros—. Creo que habría sido una venganza magnífica.
¿Qué está insinuando? ¿Que nunca tuvo intención de castigarme a largo
plazo, sólo temporalmente para darme una lección?
No entiendo a este hombre confuso que sigue ocultándome cosas y nunca se
abre realmente a mí.
—¿Y qué? ¿Esperabas que te estuviera agradecida por engañarme todos
estos años sólo porque tenía mis dudas sobre el matrimonio? —¿Acaso se
escucha a sí mismo y cómo suena? Podría haber aceptado nuestra atracción
mutua porque no perjudicaba a nadie más que a mí. E incluso podría haber visto
su lado de las cosas con todo el asunto de la venganza por lo que le costó.
Todavía.
La lujuria no me hizo ciega a sus defectos.
—No soy una tonta ingenua a la que salvaste de sí misma. Habría hecho lo
correcto al final, y sólo porque tuviera algunos problemas, ¡no te daba derecho
a usar lo que dije en mi contra! —Trago fuerte—. Tu venganza es una cosa.
Esto es otra.
A pesar de su carácter, sé que decía lo que pensaba cuando me respondía. Y
aunque todos esos correos electrónicos eran más bien secos por su parte, sin
que él compartiera nada, sí que me ayudó a lo largo de los años, actuando como
esa caja de resonancia que podía manejar cualquier cosa que saliera de mí, y
no esperaba la perfección ni me juzgaba.
Nunca estaba de mi lado, no. Pero como que tenía una vista de águila sobre
la situación que tanto me molestaba.
Extiende ambas palmas a cada lado de mí, enjaulándome en su abrazo, y
levanto mi barbilla, encontrando su mirada de frente.
—Soñabas con un Hades que venía y te arrebataba para que no tuvieras que
tomar decisiones difíciles. Una complaciente de la gente desesperada por
aprobación. —Le golpeo el pecho y gimo cuando empuja sus caderas contra
mí, manteniéndome quieta—. Ya puedes relajarte, cariño. Ya estoy aquí. No
tienes que preocuparte por complacer a nadie más que a mí.
Odio cómo me hacen sentir esas palabras, que me transmiten calidez y me
envuelven en seguridad, que me incitan a rodearlo con mis brazos y absorberlo
todo, porque la idea de no preocuparme por lo que todos piensen... de intentar
seguir todas las reglas... de satisfacer los deseos y necesidades de los demás por
encima de los míos... y concentrarme sólo en él, es liberador.
Tan, tan liberador y eso es lo que da miedo de todos sus secretos.
Cuanto más los descubro, más cerca estoy de enamorarme de él mientras
consigue destruir todas mis reservas una a una, y ya ni siquiera sé lo que somos
porque seguro que no somos marido y mujer falsos.
¿Cómo hubiera sido si él se hubiera acercado a mí por su cuenta y yo no
hubiera tenido una relación?
¿Sería tan intenso, poderoso e irresistible?
—No soy Perséfone, ¿sabes? —le digo para que entienda que aún me
disgustan todas sus mentiras—. Así que no creas que me hiciste algún favor
metiéndote en mi vida y cambiándola a tu antojo.
—Ahora ya no. —Apoya el brazo sobre mi cabeza mientras su mano baja
hasta mi garganta, y jadeo cuando su palma extendida se posa en mi clavícula,
justo por encima de los latidos de mi corazón—. Y no tienes por qué serlo. Eres
sólo mía. —Se inclina más hacia mí, nuestros labios están a centímetros de
distancia—. ¿Verdad, cariño?
—Por tres meses. Soy tuya durante tres meses. —Hay un cierto tipo de
desafío en mi voz que a ninguno de los dos se nos escapa, y gimo cuando me
aprieta con más fuerza, sus músculos clavándose en mis curvas y
encendiéndome con fuego mientras cada nervio de mi cuerpo cobra vida al
contacto—. Tenemos un contrato.
—Sí —dice, rozando su boca con la mía. Gimo cuando me muerde el labio
inferior, tira de él y al instante lame la carne maltratada, provocándome un
cosquilleo por todo el cuerpo. Su mano se desliza hacia arriba hasta llegar a mi
cuello y lo agarra, apoyando el pulgar en mi pulso. Mi corazón late tan
desbocado que estoy segura que puede oírlo. Arrastra su boca de un lado a otro
sobre mis labios y mis dedos aprietan su camisa. Lo necesito más cerca de mí,
pero él me lo niega porque me echa la cabeza hacia atrás y sonríe—. Supongo
que entonces tendremos que buscar granos de granada, ¿verdad, cariño? —
susurra tragándose mi jadeo de sorpresa. Su lengua se introduce en mi interior
y se enreda con la mía, conectándonos en un beso que enrosca los dedos de mis
pies, diseñado para volverme loca, porque borra todo y a todos excepto a este
hombre.
El beso es profundo y envolvente, con cada roce de su lengua, consolida su
dominio sobre mi cuerpo, que aprendió a estar en sintonía con cada uno de sus
deseos, encendiéndose bajo su contacto y necesitando el alivio que este hombre
promete con cada beso que me da.
Debería estar prohibido ser tan hábil y, aunque debería odiarlo, me encanta
porque siempre que me toca me produce placer.
Aprieto más fuerte su camisa, me pongo de puntillas e inclino la cabeza
cuando él profundiza el beso, las caricias perezosas son casi insoportables
mientras un calor abrasador me recorre y me grita que alimente el hambre que
llevo dentro.
Gemimos cuando empuja hacia delante, su erección se conecta con mi coño,
que se aprieta ansioso por sentir su gruesa polla dentro de mí, y él vuelve a
tragarse mi gemido; me sujeta el cuello con más fuerza cuando sigue devorando
mi boca, moviendo lentamente las caderas hacia delante y volviéndome loca
con cada probada.
Mis dedos se enredan en su cabello y sigo sus lametazos, dejándolo vagar
por mi interior y dejar sus huellas en mí, mientras la tensión crece y exige ser
calmada en este momento, sin importar nada más. Aparto la boca y trago fuerte
cuando la música vuelve a cambiar a un ritmo rápido.
—Rafael, detente. —Levanta mi barbilla, rozando sus labios sobre mi
cuello, su barba raspando mi piel y aumentando las sensaciones que me
envuelven por completo, jugando con mis terminaciones nerviosas mientras
todo en mí exige ser tomada por este hombre aquí mismo—. ¡Sigo enfadada!
—¿Lo estás?
—¡Sí! —Sus labios rozan mi hombro de arriba abajo, sus dientes rozan la
piel, y se me escapa un gemido cuando chupa la carne, tirando de ella hasta el
punto de dolor—. ¡Basta! —Noto cómo varias personas giran la cabeza en
nuestra dirección.
Si bien tengo muchas fantasías, ser exhibicionista no es una de ellas.
¿Por qué entonces me recorre una extraña emoción ante la perspectiva de
que Rafael me toque de la forma más íntima delante de todas estas mujeres que
no dejan de mirarlo atónitas? Me invaden unos celos irracionales, y odio
recordar que hace poco lo consideraban la mayor puta de la ciudad.
—Lo odio. —Mis uñas cortan su nuca, disfrutando de su siseo de dolor
mientras giro la cabeza hacia un lado, evitando su boca errante que sigue
deslizándose por mi cuello y mi clavícula—. Lo odio —repito, tragando aire y
disfrutando finalmente de haberlo sacado de mi pecho, porque esto es tan
ridículo.
Nunca he sido celosa en mi vida. Soy muy posesiva cuando se trata de él y
simplemente desprecio la idea que alguien quiera a mi marido o, peor aún, que
recuerde su pasado juntos.
Se me debe estar pegando su carácter, o esa es mi excusa.
Esto le hace detenerse, y me muerde la carne, lamiéndola al instante, y se
me pone la piel de gallina.
—¿Qué odias?
—Todas las mujeres mirándote. Y yo también te odio por mentirme.
Suéltame. —Aprieto los dientes, lo que suena débil teniendo en cuenta que sigo
aferrada a él—. ¡Estoy tan enfadada contigo ahora mismo, Rafael!
Espero muchas cosas, pero su risita incrédula no es una de ellas, lo que no
hace más que añadir gasolina al fuego que se propaga en mi interior.
—Estás celosa. —Una carcajada retumba en su garganta, y mis uñas se
clavan más profundamente en su piel mientras su mano baja hasta la parte
superior de mi vestido, sus dedos recorren la tela hasta que tira de ella con tanta
fuerza que el aire frío me pellizca los pezones. Me doy cuenta que me ha bajado
el vestido y mis pechos están a la vista para él—. No miro a nadie más que a ti,
cariño. Estoy obsesionado, y las obsesiones para un hombre como yo son
sagradas. —Apoyo la cabeza contra la pared, su tentadora voz se desliza sobre
mí como una cuerda sedosa dispuesta a envolverme y arrastrarme en esta
retorcida red de su creación donde reinan los pecados y mueren todas mis
reservas. Cuando pronuncia semejante afirmación, me hace sentir especial, y el
hecho de que me encante me molesta—. Todo lo que soy te pertenece. —Pasa
un tiempo y me mordisquea la barbilla—. He cometido un terrible error,
¿verdad, cariño? —Su brazo cae a mi lado, y jadeo cuando me toca el culo,
apoyando mi muslo en su cadera, acercándose y sin dejar espacio entre
nosotros.
—Mi buena chica es una artista a la que le encantan la atención y los elogios.
—Frota sus labios sobre los míos, deslizando su lengua y besándome, pero lo
termina ante mis protestas, reanudando su recorrido hasta mi mejilla y luego
mi oreja, susurrando—: ¿Qué quieres, cariño? ¿Que tu hombre te folle duro
delante de toda esta gente para que sepan cuánto te deseo? —Sus palabras me
producen un sofoco, el aire se me corta en la garganta mientras todo a nuestro
alrededor se electriza—. ¿Para qué todos los putos hombres de este lugar sepan
que eres mía y de nadie más? —Me muerde el lóbulo de la oreja y lo chupa
antes de dirigirse a mi cuello, sus labios dejan huellas calientes a su paso
mientras me inspira—. Verían que mi buena chica se ensucia sólo por un
hombre. Por mí. Y se pondrían celosos. —Mi interior se humedece, deseando
sentir cómo me penetra para calmar el infierno que ha creado con esa frase.
¡Sí!
Solo la idea causa un tipo diferente de frenesí dentro de mí, instándome a
dejar ir todas mis inhibiciones y concentrarme en este placer y alegría que me
llena hasta el borde mientras todos los demás pueden mirar.
—Esta noche te has portado como una mocosa, cariño. ¿Debería castigarte?
—Se me escapa un suspiro áspero mientras lo acerco—. ¿O recompensarte? —
Me estremezco cuando empuja su pelvis contra la mía, su erección rozándome,
y me tapa la boca con la mano cuando un gemido se escapa de mis labios
mientras su boca errante baja, mordiendo los montículos de mis pechos—. Soy
muy posesivo, cariño. Tu placer no pertenece a nadie más que a mí. Eso incluye
tus gemidos. —Su aliento caliente me abanica los pezones, los picos
puntiagudos se fruncen. Debería detenerlo. En lugar de eso, arqueo la espalda
cuando me roza el pezón con el pulgar y luego me aprieta el pecho, y un calor
abrasador me envuelve, despertando cada vello de mi cuerpo—. Creo que te
recompensaré sólo por esta vez. —Gimo en la palma de su mano mientras me
aprieta el pezón, su lengua roza la punta antes de chuparlo con fuerza mientras
el fuego enciende mi sangre, y mis ojos se cierran, entregándome totalmente a
él, y mi coño se aprieta, mis piernas se tensan a su alrededor y me aprieto más
contra él.
Vuelvo a gemir cuando su erección se clava en mi clítoris, mis caderas se
balancean un poco mientras la fricción no hace más que aumentar la lujuria que
todo lo consume, el calor que me recorre y crea en mi interior esta necesidad
implacable de una cosa.
Él.
La música vuelve a cambiar a un ritmo suave, las notas sensuales aumentan
el hambre en mi interior junto con el zumbido de las voces, y el simple hecho
de saber que estamos en un lugar público satisfaciendo nuestros deseos carnales
me acerca al límite.
No quiero que miren. Pero quiero que sepan que este hombre es mío, y él
tiene todo lo que necesita conmigo.
Es estúpido y posesivo e incluso roza la locura. No me importa.
Rafael me pertenece por el tiempo que podamos durar, y el mundo entero
tiene que saberlo.
Este hombre es una tentación que camina y respira, y tiene el poder de
seducirte sólo con sus ojos que te lo prometen todo si te rindes.
O tal vez...
Tal vez soy la única a la que mira así, y esa es una parte de él que sólo me
pertenece a mí.
Se me escapa un suspiro cuando me atrapa el pezón entre los dientes,
mordiéndolo suavemente, y el escozor se mezcla con el placer cuando lo lame,
lo cubre de saliva y pasa al otro, repitiendo sus acciones y volviéndome loca
con cada pasada de su lengua.
Su mano libre se desliza entre nosotros y me arqueo hacia delante cuando la
coloca en mi vientre, presionando la palma de su mano sobre mi clítoris. Miles
de sensaciones me golpean a la vez, odiando la tela que me separa de su tacto,
y gimo de miseria cuando no hace nada por apagar el fuego que ha provocado.
—Rafael, por favor... —Mis dedos se enredan en su cabello, acercándolo
más mientras él retira lentamente la boca, mordisqueándome el pezón sin
perder el ritmo; la doble presión me hace sollozar mientras todos los
pensamientos se esfuman de mi mente.
—¿Qué pasa, cariño? —susurra sobre mi piel, dándome una última chupada
en el pecho antes de ajustar el vestido y rozar con su boca hacia arriba,
magullándome la piel y seguro que dejándome marcas rojas por todo el cuello
y la clavícula—. ¿Necesitas la polla de tu marido?
Mis húmedos pezones se fruncen contra la tela de forma casi dolorosa, lo
que aumenta el frenesí que se apodera de mí. Sin pensarlo, lo rodeo también
con la otra pierna y gimo de alivio cuando sus dos manos me agarran con fuerza
por las caderas, manteniéndome en mi sitio mientras él empuja hacia delante.
Todo en mí llora de alegría por el contacto, pero gimo de frustración porque no
es suficiente.
Nada será suficiente hasta que me penetre con su gruesa polla y me recuerde
que vuelvo a ser suya, porque sólo cuando estoy entre sus brazos, ebria de la
lujuria y la pasión que inspira, me olvido de todo lo demás, sentido común
incluido.
O cómo ya no somos realmente enemigos y lo que podamos ser me asusta.
No hay quien sobreviva cuando un hombre como él pone sus ojos en ti, ¿y
lo peor? No me importa.
—Respóndeme, cariño. —Rafael me muerde el hombro, agarra el tirante de
mi vestido y tira de él hacia un lado, dejando al descubierto mi piel desnuda
mientras frota su barbilla sobre ella—. ¿Debo recompensarte esta noche? —Su
voz se vuelve posesiva y áspera. No se me escapa la advertencia que encierra—
. Nadie verá nada porque te protegeré. —Mis muslos se flexionan a su
alrededor, dándole una respuesta silenciosa, y él se ríe—. Pero lo sabrán.
Sabrán que nadie hace perder el control al Rey del Desamor excepto tú. Mi
esposa. —Me agarra con más fuerza—. Te dejaré gritar todo lo que quieras por
esta vez.
Tengo la piel tan tensa, el sudor se desliza por mi espalda, y estoy tan sumida
en el placer y la emoción que estallan dentro de mí, que lo único que puedo
hacer es apoyarme en la espalda mientras él consigue bajarse la cremallera de
los pantalones y enrollar un condón en su dura y gruesa polla. Mi vientre se
contrae al ver su semen
—Ah, cariño mío. Mi pequeña criatura codiciosa. —Desliza las manos bajo
mi vestido, la falda nos cubre mientras me agarra con fuerza los muslos. Gimo
cuando arrastra la punta sobre mi centro, y luego arriba y abajo, más piel de
gallina brotando en mi piel—. Reclama, cariño. —Me penetra de un solo y
firme empujón, golpeando mi espalda contra la pared, y grito cuando me estira,
llenándome tan profundamente que el mundo exterior desaparece—. Buena
chica —me susurra al oído, y se echa hacia atrás para volver a penetrarme, esta
vez con más fuerza y profundidad, mientras gimo y un calor abrasador me
recorre, cosquilleándome la piel y consumiendo mi cuerpo con sofocos
destinados a destruirme a medida que aumenta la presión en mi interior—.
¿Quién soy yo? —me pregunta, subiéndome más y cambiando su ritmo. Sus
caricias se hacen más profundas y me electriza con cada poderoso empujón—.
Respóndeme. —Gimo cuando se detiene, su polla palpita dentro de mí, y esto
es insoportable.
—Rafael. —Gimoteo, tirando de él más cerca, y mis uñas se clavan en sus
hombros, mientras inclino la cabeza hacia atrás, nuestras respiraciones
mezclándose—. Mi marido. —Atrapa mi gemido en su garganta cuando cubre
mi boca con la suya, entrelazándonos en un beso caliente tan necesitado que
me cuesta respirar. Bebe ávidamente de mi boca mientras me folla con tanta
fuerza que el placer se extiende por toda mi cuerpo, rodeándome por todas
partes, y ni siquiera me importa si alguien nos ve.
Déjalos.
Me devora la boca durante lo que parece una eternidad antes que la separe,
tragando aire mientras nos miramos fijamente, y vuelve a clavarse en mí,
mordiéndome la barbilla mientras sollozo.
—Tú. Eres. Mía —dice cada palabra seguida de una embestida, y mi cuerpo
se aprieta mientras mis piernas se tensan alrededor de él—. Nadie te toca
excepto yo.
—Sí —respondo, demasiada ida para examinar siquiera lo descabellada que
suena esta afirmación—. Rafael, por favor.
—Y yo soy tuyo, cariño.
Sus caricias se vuelven insoportables, acercándome cada vez más al límite
hasta que, por fin, algo dentro de mí estalla en un intenso placer sin límites.
Me besa de nuevo, captando mis maullidos mientras sus caderas me
penetran cada vez más deprisa. Le acaricio la cabeza, rozándole el cuero
cabelludo, y por fin, tras tres embestidas más, compartimos un gemido cuando
se derrama dentro del condón y mi coño se estremece a su alrededor.
Apartando la boca, esconde su cara en mi cuello, dándome pequeños besos,
y yo lo abrazo fuerte, nunca sintiéndome más segura que en sus brazos.
—Sigo enfadada, ¿sabes? —digo sin mucho entusiasmo porque, en la gran
escala de las cosas, este pequeño detalle no cambia gran cosa, aparte de darme
una conexión más profunda con Rafael.
Y justo en este momento, encuentro ese conocimiento extrañamente
reconfortante porque explica parte de la locura en la que se ha convertido mi
vida.
Se ríe.
—Vámonos a casa entonces, cariño. Me disculparé contigo un poco más.
Oh sí.
Si el mundo entero arde... ¿por qué no satisfacer mis deseos carnales?

Desconocido

Salgo corriendo del club por la puerta trasera, me dirijo a los contenedores
más cercanos y pateo los cubos con todas mis fuerzas, gritando de rabia.
Hace un rato, la felicidad me llenaba hasta el borde, enviando calor a través
de mí porque Emmaline finalmente me vio.
Por fin volvimos a conectar e incluso me sonrió y me pidió disculpas cuando
tropezó conmigo, o mejor dicho, yo lo hice para verla por mí mismo una vez
más.
Experimentar su bondad, la bondad que todos siempre me negaron, pero que
ella siempre tuvo en su corazón para mí.
Y cómo, una vez más, con su voz tranquila y sus sonrisas, silenció la odiosa
voz en mi cabeza que me reprendía y regañaba una y otra vez.
Cuando uno está cerca de Emmaline, no puede evitar estar en paz, y yo
nunca he conocido la paz.
Sólo dolor constante junto con abuso.
Sin embargo, mi alivio duró poco cuando apareció Rafael y ella dejó que la
tocara en público.
¡Que la tome como a una puta!
Ella sucumbió a nuestros pecados mortales, y ya no puedo prolongar mi plan
ni su castigo.
Necesito salvarla de la lujuria que ese hombre despreciable le infligió antes
que sea demasiado tarde.
Porque solo Emmaline y su estrella de la suerte me permiten finalmente
llegar al cielo con mi alma contaminada y maldita.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
“Sólo tengo un objetivo en mente.
Hacer mía a Emmaline”.
Rafael

Rafael

Ajustándome la pajarita del cuello, camino hasta el sofá y me siento


mientras estudio a Rhys, que mueve el encendedor entre los dedos y me sonríe.
—Está usted muy elegante, señor Wright. —Se ríe cuando le hago un gesto
con el dedo—. Esta noche es la noche, ¿eh? —Mueve el encendedor varias
veces más—. Por fin ha llegado el momento.
Me recuesto en el sofá y reflexiono sobre sus palabras mientras miro el cielo
estrellado. Los últimos doce años parecen un caleidoscopio infinito en mi
mente.
Años de lucha. Años de ganarme mi reputación. Años de escalar hasta la
cima mientras me enfrentaba a la desaprobación de mi familia.
Y lo único que alimentaba mi sangre era la ira y la necesidad de venganza,
así que Lauren sabrá lo que es estar desesperado e impotente, dependiendo de
la generosidad de los demás.
Una generosidad que nadie le concederá si no quieren ir en mi contra.
—Esto era inevitable. Firmó una sentencia de muerte social cuando le dio la
espalda a mi padre hace tantos años. —Y sus acciones causaron tanto dolor a
mi madre. Para cuando murió, se desvaneció, dejando sólo cadáveres vivos y
respirando que sufrían a diario. Sin mencionar que mi papá no fue quien abusó
de mi mamá, sino que el maldito tío Jade que se hizo pasar por él después de
matarlo mientras chantajeaba a mi mamá para tener acceso a ella—. Nunca
quise ser abogado. —Rhys se queda quieto—. Era el sueño de Rush. Porque
creía que debíamos acatar la ley todo el tiempo y eso nos ayudaría. —Una risita
sin gracia se desliza por mis labios al recordar mi infancia y los sueños en los
que quería ser pirata recorriendo el mundo y explorando mi amado océano.
Salvo que la vida tiene un retorcido sentido del humor, nos dio exactamente
lo contrario. Ahora Rush es el criminal que oculta su verdadera naturaleza al
mundo.
Mi corazón se agita al pensar en mi gemelo, que se suavizó tras enamorarse
de la única mujer que no debía y, aunque ahora esté lejos, hay esperanza para
él.
Un hombre que puede enamorarse tiene alma y un alma siempre puede
sanar dentro del tiempo para existir a pesar de la pesadilla que la devora de vez
en cuando.
Incluso Lavender resultó ser mejor de lo que esperábamos, y ya envié su
expediente a Phoenix para que lo revise y encuentre un tratamiento adecuado
para ella. Pronto vendrá a Nueva York.
El toque final para vengar a nuestros padres es poner a Lauren en su lugar y
dejar que se pudra allí.
—Tu hermano tiene sus métodos. No creo que se arrepienta de nada. Aparte
de arruinar sus oportunidades con Aileen. —Rhys se frota la barbilla—. La vida
está mejorando para ti, amigo mío.
—Pensé que éramos conocidos.
—Eso fue antes que tuviera que consolar a tu mujer mientras se quejaba de
ti. Ahí nos hicimos amigos.
Mi corazón se acelera, el órgano que antes sólo bombeaba mi sangre cobra
vida ante la mención de Emmaline, que me vuelve más loco con cada aliento
que toma porque soy adicto a ella, y no me importa la adicción mientras pueda
reivindicar mi derecho sobre ella para que todo el mundo la vea.
Mi cuerpo se endurece al recordar lo que hicimos en la oscuridad; nunca
permitiría que nadie la viera porque su placer es sólo para mi vista.
El profundo anhelo en mí que me impulsa a estar en su compañía
constantemente, respirar su olor que calma hasta la parte más inquieta de mi
mente, y cuando estoy con ella casi puedo creer en lo imposible.
Casi creo que hay esperanza para los que son como yo, y cuando murmura
dulcemente en mis oídos, envolviéndome fuertemente en sus brazos,
estrechándome tanto contra ella que no sabemos dónde acabo yo y dónde
empieza ella, me hace creer que también lo desea.
Contra todo pronóstico, encontré mi obsesión en la forma de la única
persona a la que nunca esperé desear tanto, y mucho menos plantearme un
futuro con ella.
Un futuro que tal vez ni siquiera quiera.
—Hablando de tu esposa. ¿Dónde está? —Agita la carpeta que tiene en la
mano—. Necesito su aportación a esta información para que por fin podamos
atrapar al sudes.
Anoche la llevé a casa, donde la colmé aún más de atenciones justo antes de
decirle que teníamos que asistir a la gala benéfica esta noche. Por la mañana
recibí un mensaje de Rhys diciendo que por fin había encontrado lo que
buscábamos, así que no quise esperar y lo invité.
—Este hijo de puta sigue enviando regalos a mi mujer. —Siempre con un
repartidor, así que cuando mi seguridad recibe estos regalos, no tienen forma
de rastrear a la persona—. Juguetes de peluche.
—El sudes se disculpa por causarle daño.
—Me importa una mierda lo que esté haciendo. Estoy harto de que aterrorice
a mi mujer. —Resoplo, odiando todo esto con pasión. Parece que no podemos
tener un respiro.
Se suponía que este matrimonio iba a ser algo fácil. En lugar de eso,
experimento una serie de emociones que amenazan con convertirme en un
imbécil temperamental.
Alguien como Rush, y necesito mi pensamiento racional ahora más que
nunca para protegerla del sudes y de Lauren una vez que descubra cómo este
matrimonio me ayudó con su caída. La idea que le dirija una sola palabra dura
me enfurece.
—Paciencia, Rafael. Por eso necesitamos a Emmaline, para poder encerrar
al sudes.
—¡Ya voy! ¡Ya voy! Me ha costado ponerme los pendientes. —En el
momento justo, oímos el chasquido de los tacones y, en un segundo, sale del
pasillo y el puto aire se me corta en la garganta al verla.
Lleva un sedoso vestido verde oscuro que le abraza el cuerpo mientras la
profunda V deja al descubierto su grácil espalda. Apenas lleva maquillaje, sólo
un poco para resaltar sus preciosos ojos, y sus labios carnosos llevan brillo. Sus
oscuros mechones caen por su espalda en pesadas ondas, sujetos con varias
pinzas, creando esta impresionante estampa de belleza y gracia destinada a
consumirme de locura.
Mía.
Unos tacones plateados completan la composición junto con un pequeño
bolso -como coño se llamen-, mientras que los pendientes de esmeraldas que
compré especialmente para ella a la familia Price brillan bajo la luz, llamando
la atención sobre su piel impecable.
Mi voz es ronca cuando digo:
—Estás preciosa. —Se sonroja ante mis elogios, y ni siquiera me importa
que Rhys me sonría satisfecho. Frunzo el ceño—. ¿Te has tapado mis marcas?
Jadea y mira a Rhys.
—Por supuesto. No puedo salir con chupetones. —La mortificación ata su
tono—. Y te agradecería que no me lo preguntaras delante de él. —Pasa un
rato—. Aunque sea un psicópata.
Como si tuviera algo que juzgar, su mujer siempre lleva algo para taparse el
cuello. Su relación es la más extraña que he visto. Rhys mató a su padre.
No hay nada más raro y complicado que eso, aunque dicho padre fuera un
puto pervertido que no merecía vivir.
—¡Eh! ¿Un psicópata? Cuando las cosas se pusieron feas, yo te apoyé.
—Tienes razón. Aunque lo siento, sigues siendo un psicópata. —Se acerca
a mí y tomo su mano, arrastrándola hacia mí. Hago que se siente tan cerca, que
su muslo presiona mi costado—. Rafael. —Resopla exasperada y, para mi
sorpresa, me toca la cabeza y me besa en los labios—. Pórtate bien.
Siseo entre dientes:
—No quiero. —Mi palma extendida se posa en su espalda desnuda y ella
jadea en mi boca—. Disfrutaré...
—Entiendo que son recién casados, pero ¿podemos centrarnos, por favor?
—ladra Rhys, y giramos la cabeza para mirarlo fijamente—. Tenemos un perfil,
gracias a un nuevo asesinato y varias pistas más. —Emmaline deja caer las
manos sobre el regazo y su rostro palidece—. Los federales dieron el perfil a
los detectives, así que técnicamente nuestro trabajo ha terminado aquí.
—¿Así que volvemos al principio?
Le dedica una sonrisa.
—Emmaline, soy un psicópata, ¿recuerdas? Tenemos nuestros propios
métodos para hacer lo que hay que hacer. —Saca varias fotos y las coloca sobre
la mesita.
Una mujer yace sobre la hierba, con sangre seca por todas partes, incluida
su ropa blanca, mientras unas alas de ángel hechas de algodón la rodean. Tiene
la cara completamente desfigurada y su cabello está cortado en diferentes
longitudes. Tiene varias heridas en las manos y en el estómago, y un cuchillo
le atraviesa la garganta.
—Dios mío —murmura Emmaline, tragando con dificultad—. ¿Esto es
culpa mía?
—No. El sudes está enfermo. Es culpa suya. —Rhys la tranquiliza
rápidamente mientras la rodeo con el brazo—. Esta es Alissa. Ella tiene poco
más de veinte años y, según todos sus vecinos, era una gran perra. Te suena,
¿verdad?
—Si ese es el patrón del sudes, entonces mucha gente cae en esta
descripción.
—Cierto. También engañó a su novio con su hermano, lo que resultó en un
embarazo no deseado.
—¿Estaba embarazada?
—No. Tuvo un bebé hace unos meses, amaba a su hija y volvió con el novio.
—Saca una carpeta—. El resultado de la autopsia no mostró veneno, y el
asesino estaba lleno de rabia porque la hizo tragar tierra antes de matarla.
Emmaline suspira pesadamente.
—¿Qué te hace pensar que es el mismo sudes que me persigue? Imagino que
a muchos asesinos en serie les gustan los ángeles.
—¿En tan poco tiempo, en el mismo barrio que el asesinato original? No es
probable. Ella está escalando para que sus crímenes sean más violentos.
Todo en mi interior se aquieta y pregunto:
—¿Ella?
Rhys asiente.
—El sudes es una mujer. No tengo ninguna duda.
—¿Cómo es posible? —exclama mi mujer, apretando las manos—. Las
mujeres no suelen ser tan violentas.
—Hay una excepción para todo. —Guarda el papel y agarra otro—.
Descubrí un hecho interesante sobre Gina. También engañó a su novio. No fue
nada dramático como la historia de Alissa, pero completa el perfil y nos explica
el sudes. He investigado más en la zona y en ciudades cercanas donde
desaparecieron o murieron mujeres que tenían problemas sentimentales.
—¿Y?
—Surgieron cuatro casos que abarcan alrededor de cuatro años, así que
aproximadamente un asesinato por año. Ahora bien, estos cuerpos nunca fueron
encontrados, así que es sólo mi suposición.
—Es una suposición enorme, Rhys —le digo, sin arriesgarme con mi
mujer—. Si estamos tratando con una asesina en serie tan experimentada, es
extremadamente peligrosa. —Aumentaré aún más la seguridad.
—Probablemente Gina iba a ser un gran gesto y su último asesinato, por eso
lo publicitó y se preparó para ello. Pero cambiamos sus planes y se enfadó.
—Es por eso que se intensificó —susurra Emmaline—. ¿Por eso me atacó?
¿Porque engañé a Anthony? —Exhala un suspiro—. ¿Soy su próxima víctima
y está enfadada porque no pudo hacerme daño?
Coloco mi mano sobre la suya y aprieto.
—Cálmate, Emmaline. Rhys, dinos el perfil. —Confío en que sepa hacer su
trabajo, y si me ha traído estos datos, es que está seguro de ellos.
Para proteger lo que es mío, necesito todos los hechos, por horribles que
sean.
—Es una mujer joven de poco más de veinte años que creció en un hogar
abusivo. Su madre probablemente engañó a quienquiera que tuviera una
relación con ella, lo que resultó en un embarazo no deseado. Creo, por la rabia
que muestra en su asesinato, que su madre no estuvo presente en su infancia.
—¿Así que creció con el hombre que odiaba a su madre por engañarlo? —
Emmaline pregunta—. El hombre probablemente era horrible con ella y la
culpaba por las acciones de su madre.
—Sí. Incluso puede ser un abuelo. La cuestión es que la niña no era deseada
y pagó un alto precio por ello. Creo que llamó puta a su madre y luego procedió
a darle lecciones, diciendo tonterías sobre los pecadores.
¿Cómo puede un hombre volver su crueldad hacia un niño sólo por respirar?
Los monstruos existen en este mundo porque alguien les mostró crueldad e
indiferencia todo el tiempo. Y aunque simpatizo con la niña que era el sudes,
eso no excusa sus actos.
—Y para responder a tu pregunta, no. Por alguna razón ella conectó contigo.
Te ve como un símbolo de pureza, con un alma incapaz de herir a otros. Lo que
sea que pasó durante esa obra en la secundaria la hizo verte bajo una luz
diferente. Lo que significa que eres crucial para lo que ella quiere. —Rhys saca
tres fotos más y las pone una al lado de la otra—. Una de ellas es nuestro sudes.
Emmaline se inclina hacia delante, acercándose a las fotos con sus manos
temblorosas, sus dedos se ciernen sobre ellas, pero sin tocarlas como si temiera
que pudieran morderla.
—¿Cómo lo sabes?
—Tu colegio privado tenía un programa especial cada primavera para niños
de familias menos afortunadas. Les proporcionaban libros y ropa y les dejaban
participar en algunas actividades escolares. Normalmente eran actividades
extraescolares diseñadas pensando en su futuro. Básicamente, para mostrar a
los niños que hay algo más aparte de la pobreza. —Este programa suena a
mierda, y Rhys debe de leerme la mente porque profundiza—: La idea era dar
a los niños la oportunidad de descubrir su talento participando en diversos
clubes, algo que no tenían en su propia escuela o que no podían permitirse.
También había tutores disponibles para ayudarles. —Se encoge de hombros—
. La escuela necesitaba quedar bien y las organizaciones benéficas siempre
quedan bien con todo el mundo.
—No los reconozco. Nunca he sido tutora de nadie. —Su piel se sonroja—
. Se me daban muy mal las matemáticas y las ciencias.
—Participaron en tu obra. —Los ojos de Emmaline se abren de golpe—.
Trabajaron entre bastidores con el vestuario. Le pidieron a tu profesora que los
incluyera en la obra porque mostraban interés por las artes, pero ella se negó.
Al parecer, ninguno de ellos tenía suficiente talento para ella.
Para ayudar a los menos afortunados, dame un respiro. Esta profesora
muestra en pocas palabras que este programa era sólo una fachada para invitar
a más inversores en la escuela.
—No las recuerdo. Toda esta obra fue un borrón, y pasé la mayor parte del
tiempo ensayando para mis audiciones. Lo mismo hizo Gina. Conseguimos
nuestros trajes en el último minuto, vestidos sencillos junto con las alas. —Se
frota la frente—. Ni siquiera teníamos zapatos.
—Si crees que el sudes es uno de ellos, ¿por qué no compruebas sus
antecedentes y relacionas el perfil con una persona? —¿Por qué molesta a mi
mujer con estas estupideces, sobre todo sabiendo que tenemos que ir a un
evento en el que ella tiene que sonreír y fingir que está enamorada de mí para
que a Lauren casi le dé un infarto?
Casi porque lo necesito vivo para todas las torturas que tengo planeadas, no
puede morir así como así.
—Ahí es donde la cosa se complica. —Rhys abre la carpeta y la arroja sobre
la mesa, donde vemos varias direcciones—. Todas crecieron en hogares pobres
con padres alcohólicos o fanáticos que no las dejaban salir. Se perdieron bailes
de graduación y nunca salieron con nadie. No tienen cuentas en las redes
sociales, viven como solitarios en su casa familiar. —Da un golpecito a la
carpeta—. Y todas tienen trabajo.
Pienso en lo que dice desde una perspectiva jurídica.
—No tienes nada. —Sin ninguna prueba, no puede conseguir una orden y
como no tienen ninguna marca virtual, significa que es un juego de adivinanzas
para él. No va a irrumpir en sus casas para espiarlas. Además, ser un solitario
por culpa de un padre de mierda difícilmente te convierte en un criminal, más
bien en una víctima.
Rhys puede ser un asesino en serie, pero es un agente federal.
Todos vivimos según una regla.
Inocente hasta que se demuestre lo contrario.
—He indagado todo lo posible sin ponerme en contacto con ellas ni
preguntar a nadie por ellas. No tenemos nada y todas tienen coartada para la
noche del asesinato.
—¿Existe la posibilidad que no sea ninguna de ellas? —pregunta Emmaline,
agarrando la mesa mientras mira fijamente las fotos—. ¿Quizás alguien más?
—No. Tiene que ser uno de ellas. Te daré un día para pensar en ello. Intenta
recordar hasta el más mínimo detalle que pueda darnos una pista. —Recoge
todo menos las fotos de las sospechosos—. Tu pista será crucial para nosotros.
—La policía no investigará, ¿verdad?
—No. No tienen motivos para hacerlo y no puedo culparlos ya que ella no
deja ADN en ningún sitio. Además, no me gustaría que acusaran a alguien de
asesinato en un barrio pequeño donde, aunque se limpie tu nombre, todo el
mundo te sigue odiando. —Sí, aumentar el trauma de alguien es lo último que
yo también quiero hacer.
Mientras la rabia llena cada uno de mis poros gritándome que elimine la
amenaza, deseo encontrar al responsable de la misma.
No hay nada peor que ser acusado de un delito que no has cometido y que
todo el mundo se crea la mentira.
—Ella ha perdido la cabeza por completo, y sólo va a empeorar. Tenemos
que encontrarla antes que te haga daño. —Rhys mira a un lado y a otro entre
nosotros—. Rafael es una representación de la traición para ella. Ya no será
paciente.
—Sólo hay una cosa que no entiendo. —Emmaline se levanta, frotándose
los brazos, y nosotros nos levantamos junto con ella—. ¿Por qué esperar cuatro
años? ¿Por qué ahora? Quiero decir, ella mató a Gina antes que Rafael y yo nos
casáramos. Así que lo que sea que haya planeado, no tiene nada que ver con mi
supuesta traición. —Se muerde el labio inferior—. Creo que nos estamos
perdiendo algo. Mamá siempre dice que cada enfermedad y locura tiene un
debut. Significa que algo las desencadena. Si yo desencadené su trauma...
Me enfrío.
—Entonces en su mente puedes terminarlo. —Nuestras miradas se
encuentran, parece tan asustada y me acerco a ella, abrazándola fuerte—. No te
tocará. No se lo permitiré. —Se le escapa un suspiro áspero—. Tenemos a todo
el inframundo de nuestro lado. Confía en mí. —Me echo hacia atrás y miro el
reloj—. Tenemos que ir al evento ya. ¿Te encuentras bien?
Debería alarmarme más el hecho que esté dispuesto a saltarme este evento
crucial si se siente mal, sin embargo me niego a examinarlo.
—Sí. Es una distracción perfecta. —Sonríe, sus ojos brillan aunque hay
rastros tristes en su tono cuando añade—: Después de todo, eso es lo que se
supone que debo hacer en este matrimonio, ¿verdad? ¿Dejarte exhibirme como
un trofeo mientras ejecutas tu venganza?
Odio haber puesto un límite a este matrimonio en lugar de escribir en ese
maldito contrato que me divorciaría de ella sólo después de beber hasta
hartarme.
Lo cual, por lo que parece, nunca ocurrirá.
Nos miramos fijamente hasta que Rhys se aclara la garganta.
—¿Nos volveremos a ver mañana entonces?
—Sí. Si no recuerda nada, quizás sea mejor que la lleve a mi isla hasta que
consigas más pistas.
Él asiente.
—Sí. Podría ser una buena idea. —Nos saluda—. Hasta mañana entonces,
tortolitos. Diviértanse en el evento y envíen mis más fríos saludos a Lauren.
Me río entre dientes. Se da la vuelta y camina hacia el ascensor, y yo
entrelazo mis dedos con los de mi mujer y levanto nuestras manos, besando las
suyas.
—¿Lista, cariño?
—Claro que sí. —Me recorre con la mirada y me guiña un ojo—. Está usted
muy guapo, Señor Wright. —Jadea fingiendo felicidad—. No puedo esperar a
verte amenazar la vida de alguien más para variar. —Su risa melódica resuena
en el aire—. La velada promete ser muy entretenida.
Sí.
Esta noche, Emmaline verá realmente por qué me llaman el Rey del
Desamor.
CAPÍTULO VEINTICINCO
“La vida es imprevisible.
Y llena de sorpresas.
Sorpresas que pueden sorprenderte”.
Emmaline

Emmaline

Los latidos de mi corazón se aceleran cuando llegamos al espacioso local


de actos benéficos, congelándonos en la entrada mientras la música clásica
resuena por todos los rincones mezclándose con el zumbido de la multitud que
participa en conversaciones acaloradas.
El espacioso lugar está decorado con rosas blancas que combinan con el
esquema de color beige y llaman la atención sobre el reluciente mármol dorado,
mientras innumerables luces desde arriba iluminan todo a nuestro alrededor.
Varias mesas se extienden por el perímetro, repletas de alimentos y bebidas,
mientras los camareros se mueven con soltura entre la multitud, sosteniendo
bandejas de champán y sonriendo a todo el mundo.
A lo lejos hay un pequeño escenario donde los músicos tocan instrumentos,
lo que crea un ambiente bastante tranquilo e invita a bajar la guardia y donar
más a los necesitados.
Las mujeres lucen preciosos vestidos de diseño, uno más bello que el otro,
mientras que la mayoría lleva el cabello peinado con algún estilo para lucir los
diamantes que adornan sus cuellos, y los hombres van cubiertos con trajes
confeccionados a la perfección.
Rafael coloca su mano en mi cintura, acercándome a él, y el calor de su
cuerpo calienta el mío frío y me aleja del pánico creciente.
—Nadie va a hacerte daño. Yo estoy contigo.
Me giro en su abrazo, pongo mi mano en su pecho por encima de su corazón,
mientras inclino la cabeza hacia atrás para que nuestros ojos se encuentren y se
me ponga la piel de gallina ante la posesividad de su mirada, me acaricia con
ella.
—Recuérdame otra vez por qué me haces desfilar como una esposa trofeo
esta noche. —Sé que forma parte de nuestro contrato original en este
matrimonio, pero las líneas se han difuminado. No están tan definidas como al
principio, y la verdad es que no sé lo que estoy haciendo en este matrimonio la
mitad del tiempo.
Ya no es falso ni arreglado ni nada por el estilo, porque la pasión que
enciende nuestra sangre cada vez que estamos el uno cerca del otro no puede
contenerse.
Se tensa y me acaricia la mejilla, pasándome el pulgar por la barbilla.
—Nada me apetece más que arrastrarte de vuelta a casa y rasgar este vestido
en dos para poder recorrer con mi lengua este cuerpo que me vuelve loco. —
Me recorre un temblor—. Desprecio a cualquier hombre que te mire más de lo
necesario porque estoy jodidamente celoso sólo de sus ojos. —Se inclina más
y susurra por encima de mis labios—: Pero tenemos que hacerlo sólo esta vez.
Sí, claro. Me lo explicó todo en el auto, y me dan ganas de pegarle un
puñetazo a Lauren, pensando en cómo le falló a su madre cuando le pidió ayuda
para que cumpliera todas sus promesas a su padre.
Sin embargo, no lo hizo, y esto inició una cadena de acontecimientos
inevitables que resultaron en tanta miseria. No merece mi compasión, y si tengo
que desfilar delante de toda esta gente para ayudar a Rafael a que se haga
justicia, no me importa.
—Haré lo que quieras que haga. Estoy de tu parte. —El corazón debajo mi
palma palpita más fuerte ante esto, y se traga mi jadeo cuando nos conecta en
un profundo beso, adueñándose de mi boca y borrando cualquier pensamiento
racional.
Me besa de tal forma que no me queda ninguna duda que soy suya y que
mataría a cualquiera que me amenazara esta noche, pero al mismo tiempo es
tan suave, paseando su lengua por mi interior antes de chasquearla contra la
mía y entrelazarlas, provocándome temblores por todo el cuerpo.
Mis dedos se enroscan en su camisa debajo la chaqueta. Me aprieto más a él
y se me escapa un gemido de protesta cuando se aparta, lo que me hace
parpadear confundida y solo entonces, mortificada, me doy cuenta que todo el
mundo a nuestro alrededor se ha callado.
—Oh, no.
Una sonrisa siniestra se dibuja en la boca de Rafael y nos gira para que
estemos de cara a la multitud, que nos mira estupefacta, excepto los amigos de
mis padres.
Sólo me sonríen y me saludan, así que al menos no me juzgan.
—Bueno, cariño. Creo que acabamos de hacer una gran entrada. —Suspiro
y él se ríe, uniendo nuestras manos—. Vamos.
Soy una King, ¿verdad? Estamos acostumbrados a escándalos y rumores
cuestionables flotando a nuestro alrededor todo el tiempo.
Cuando Rafael nos lleva a alguna parte, casi me detengo en seco porque
hacía mucho tiempo que no pensaba en mí como una King.
Me invade una emoción vertiginosa, la paz se asienta sobre la tormenta que
me ha estado partiendo el alma en dos constantemente durante los últimos dos
años, lo que no hace más que cimentar mi decisión de tener una larga charla
con mis padres. Nunca debí permitirme hervir en mi propia miseria durante
tanto tiempo.
Llegamos al puesto de donaciones benéficas y Rafael toma un bolígrafo y
anota rápidamente un millón.
—Qué generoso.
—Bueno, es para que los niños de familias menos afortunadas reciban una
educación. Para mí merece la pena. —Agarra una copa de champán de uno de
los camareros que pasan y le dice—: Por favor, tráeme whisky. —El camarero
asiente mientras Rafael me da el vaso, y yo lo tomo, sorbiendo un poco y dando
la bienvenida al líquido en mi garganta.
—Este beso estará en todas las redes sociales en breve. Pero de eso se
trataba, ¿no? —se burla Scarlett, apareciendo de la nada, y noto lo linda que se
ve con su vestido esmeralda, envolviendo sus curvas con fuerza, lo que no pasa
desapercibido para varios hombres que le lanzan miradas acaloradas—. Hola,
amiga —me dice, dándome un beso en la mejilla, y luego levanta la ceja
mirando a Rafael—. De mí no recibes saludos.
—Esta noche me iré a dormir llorando.
—¿Qué ha hecho? —pregunto, todavía fascinada con sus dinámica porque
no me recuerda a la de jefe-empleado que tiene mi padre en su oficina. Son más
bien hermanos peleones, y aunque sé que están muy unidos, a juzgar por lo que
me contó Rafael, nunca siento celos en su presencia.
Creo que todo el mundo puede encontrar intimidante a Scarlett, teniendo en
cuenta que conoce tan bien a mi marido. Tal vez porque siempre hay un
sentimiento de tristeza en su mirada que cubre tan bien con su confianza.
Sea cual sea la razón, me gusta Scarlett y quiero ser su amiga. Ella no
despierta al monstruo de ojos verdes.
—Yo no he hecho nada. Fue ella la que acudió al abogado de su familia sin
consultarme antes y firmó un estúpido documento que la puso en una situación
difícil. —El camarero elige este momento para llegar con el whisky de Rafael,
y él lo agarra, señalando a Scarlett con él—. Te enseñé mejor que eso.
Pone los ojos en blanco, molesta.
—Era inevitable. Tiene que terminar, y si tengo que volver a mi ciudad natal
para poner fin a todo esto, es un pequeño precio a pagar.
—Ambos sabemos que no es verdad.
—Lo que sea. Me iré la semana que viene sólo por dos días. —Rafael quiere
añadir algo más pero está claro que ella no está de humor para escucharlo—.
Me voy y es definitivo, así que deja de ser infantil y contesta a mis correos, por
favor —termina dulcemente y me mira—. Buena suerte manejando esto, y no
importa lo que digan esta noche, recuerda. La gente buena no será mala así que
se joda quien sea. —Parpadeo ante sus palabrotas y dejo que me dé un largo
abrazo—. Voy a hablar con varios jueces aquí. Pronto me enfrentaré a ellos en
los tribunales por mis casos y es mejor dejar una buena impresión.
—¿Te conseguí la invitación, y la usarás para tus propias necesidades
egoístas? —Rafael chasquea la lengua—. Aprendiste algo de mí, después de
todo.
Nos lanza un beso a los dos y se va bailando entre la multitud mientras yo
reflexiono sobre lo que dijo.
—¿De verdad te preocupa que ella vuelva a casa? ¿Por qué?
Scarlett bien podría ser parte de la familia con la relación que tienen, así que
siento que se me permite hacer tal pregunta.
—Viene de una familia rica que básicamente era dueña de su ciudad hasta
que hubo un accidente y su padre terminó en coma. Eso, entre otras cosas,
empujó a Scarlett a huir hace casi quince años.
Como hay poca información sobre ella en Internet, me sorprendo al oír todo
esto y cuento mentalmente su edad.
—Ahora tiene treinta y tres. ¿Así que tenía dieciocho años?
—Sí.
Resoplo con frustración, tirando de su manga.
—¿Y bien? ¿Por qué te opones a que vaya allí?
Pasan varios latidos en los que sorbe su bebida y finalmente responde:
—Porque la ciudad es ahora propiedad de su acosador de la infancia y del
instituto, que hizo de su vida un infierno. —Scarlett no me parece alguien a
quien se pueda intimidar o acosar, así que me cuesta creer esta información—.
Y ella lo verá por primera vez en quince años. Volarán fuegos artificiales.
—Ambos son adultos ahora. Entiendo por qué te preocupas, pero puede
arreglárselas sola.
Me besa en la frente.
—Eres tan inocente, cariño. Camden sufrió mucho por culpa de su familia.
Su odio no surgió de la nada. Créeme, no desapareció y sigue ardiendo. Sus
asuntos sin resolver provocarán un incendio y no estoy seguro de que ni yo
pueda apagarlo a tiempo.
Frunzo el ceño, sus palabras me parecen extrañas. Primero, ¿cómo es que
conoce tan bien a Camden? Segundo, ¿por qué lo dice como si su relación fuera
algo más que un acosador y su víctima?
Sin embargo, no tengo oportunidad de hacer ninguna de mis preguntas,
porque una voz repugnante habla, provocando escalofríos, y doy un paso más
cerca de Rafael, prácticamente presionando mi espalda contra su frente. Veo a
un hombre de unos sesenta años que se acerca a nosotros vestido con un traje
perfecto mientras su colonia huele tan fuerte que apenas resisto el impulso de
taparme la nariz.
—Los rumores eran ciertos, después de todo. Te casaste.
Rafael me sujeta con fuerza y aparta su vaso mientras yo aprieto el mío
contra mi pecho, estudiando a Lauren. Incluso las arrugas de su cara parecen
mezquinas. Nunca me ha gustado ese hombre y, por suerte, casi nunca he tenido
que pasar tiempo en su compañía. Papá nos protegió de él.
—Lauren —lo saluda mi marido, con un tono frío y sarcástico—. Diría que
me alegro de verte, pero eso sería mentira.
Sus labios se curvan y aprieta la copa de champán.
—Wright. Debería haber sabido que no debía darle una oportunidad a un
don nadie como tú. Te convertiste en un bastardo desagradecido con una
vendetta en la cabeza.
—¿Don nadie? —Rafael chasquea la lengua—. Me han llamado cosas
peores y ni siquiera entonces era un don nadie. Que yo recuerde, me rogaste
que me uniera a tu bufete.
Esto sólo enfurece más al hombre.
—Te lo di todo, y golpeaste a ese hombre delante de sus ojos. —Me señala
y me aprieto aún más contra Rafael—. Puede que ella cambiara su testimonio
entonces, pero todo el mundo sabe que eres un bastardo astuto que llegó donde
llegó sólo gracias a artimañas. No tienes respeto.
—El único hombre que no tiene el respeto de nadie aquí eres tú. —Su cara
se pone roja y temo que rompa el cristal si lo aprieta más—. Y pronto, ni
siquiera tendrás tu reputación en la que apoyarte. Será espectacular ver tu caída,
Lauren.
—No tienes ningún caso.
—Al contrario, Lauren. Tengo todo lo que necesito, y pronto todo el mundo
sabrá con qué dinero fundaste esa firma tuya.
—Nadie te creerá. Sólo quieres venganza. Lo tengo todo en esta ciudad, y
tú no tienes nada.
Rafael acurruca su cara en el pliegue de mi cuello, y yo coloco la palma de
mi mano sobre su brazo en mi cintura, odiando a este hombre por escupirle
todo esto a la cara como si Rafael fuera un villano loco.
—Tengo todo lo que necesito en Nueva York. Me casé con una King y soy
un Wright. —Lauren frunce el ceño—. Mi familia siempre tuvo poder aquí.
Veo el momento en que Lauren se da cuenta que Rafael es el Wright, y me
sorprende que no haya hecho la conexión antes. Debería haber investigado sus
antecedentes al contratarlo, pero teniendo en cuenta que Rafael estaba bajo la
protección del tío Lachlan, sólo Dios sabe qué clase de cosas hicieron para
ocultar su verdadera identidad.
—Eres el hijo de Joaquín —susurra con incredulidad.
—Sí. El mismo Joaquín que te dio todas las pruebas para meter a su hermano
en la cárcel por tráfico de personas y tú lo ignoraste porque Jade te pagó más
dinero. —Rafael me hace a un lado y se pone cara a cara con Lauren—. Porque
eres un hombre que hace la vista gorda ante el sufrimiento humano si sirve a
tus propósitos. Y me aseguraré que todo el mundo lo sepa para que vayas a la
cárcel. —Rafael sonríe mientras Lauren respira entrecortadamente—. Donde
cuando descubran tus crímenes contra los niños, serás un juguete y un saco de
boxeo. Sabrás cómo se sintieron todas esas almas fracasadas cuando cubriste
todos los crímenes cometidos por estas personas.
La repugnancia se desliza a través de mí sólo de pensar en todo esto. Lauren
es realmente un monstruo también.
Si haces la vista gorda ante las fechorías de los demás, te conviertes en
cómplice, y Lauren es cómplice de la trata de seres humanos. Es un milagro
que Rafael pudiera aferrarse a su venganza tanto tiempo como pudo.
Pero, de nuevo, tuvieron que lidiar con Jade primero. Al menos bloquearon
cualquier otra transacción a lo largo de los años. Una de las razones por las que
Lauren tuvo problemas financieros todos estos años fue porque nadie le pagaba
tan bien como esos monstruos repugnantes.
—Maldito bas...
—Padre, la gente está empezando a mirar. —Una mujer rompe la tensión a
nuestro alrededor y veo a Claire uniéndose a nosotros, agarrando el codo de su
padre mientras reúne una sonrisa para nosotros—. Hola. —La saludo con la
cabeza y noto cómo su mirada se desplaza hacia Rafael, deteniéndose en él.
Tiene el cabello rojo que le cae por la columna vertebral en ondas, resaltando
su piel impecable y la belleza de sus vivos ojos verdes. Su maquillaje es
perfecto, realzando su belleza natural, mientras que un vestido dorado abraza
sus más que generosas curvas de la forma más favorecedora.
—Este bastardo acaba de...
—Padre —repite—. Hay unos inversores que quieren hablar contigo. —Le
da una palmada en el codo—. No creo que sea prudente continuar esta
conversación.
Pasan varios latidos mientras todos nos miramos fijamente, y Lauren se
endereza.
—Nadie te creerá. Cuando todo esto acabe, no tendrás tu reputación. Y
comparado con la última vez, no habrá segundas oportunidades. No tienes ni
idea de cuántos amigos tengo.
—Ah, Lauren. ¿No me conoces? No acepto un caso a menos que pueda
ganarlo.
—Padre —dice Claire de nuevo, tirando de él hacia la multitud—. Vámonos.
—Ella nos da una última mirada y finalmente logra arrastrarlo mientras suspiro
aliviada.
Incluso estar en compañía de un hombre tan horrible puede ser agotador.
—Eso fue bastante agitado —murmuro, y Rafael se ríe—. ¿Podemos irnos
ya?
—Tenemos que quedarnos una hora, cariño. —Me da un ligero beso y luego
mira detrás de mi hombro—. Además, Sebastian está aquí.
—¿Qué? —consigo decir justo antes de darme la vuelta y mis ojos se abren
de par en par al ver a mi padre biológico caminando hacia nosotros, su traje
marrón le sienta como un guante y resalta su atractivo a pesar que su cabello
rubio se vuelve más canoso cada año.
—Emmaline. —Prácticamente me saca del abrazo de Rafael, abrazándome
fuerte, y yo le devuelvo el abrazo, sintiéndome incómoda como siempre. Puede
que hayan pasado cinco años desde que descubrí que es mi padre, pero sigue
siendo raro—. Cariño, me alegro mucho de verte. —Se inclina hacia atrás y me
toca la cabeza, sonriéndome—. Estaba preocupado.
—Te envié un mensaje, ¿recuerdas?
—A un padre no le basta con recibir un mensaje cuando su hija se casa. Le
gustaría verla de verdad para asegurarse que está bien. —Me miro los zapatos,
sin saber qué hacer ante su mirada cariñosa, porque su amor por mí es evidente
siempre que está cerca.
Cuando aún estaba en el instituto, me llamaba todos los días para
preguntarme cómo estaba. Cuando entré en la universidad a pesar que él no
aprobaba el ballet, me compró zapatillas nuevas y asistió a todas mis
actuaciones.
Me aceptó con los brazos abiertos en su casa y en la de tía Felicia, llegando
incluso a darme una habitación entera cuando le dije que no la necesitaba.
Daisy, la niña de papá, compartía libremente su amor conmigo, siempre
deseando que me quedara a dormir en su casa.
Sebastian incluso creó un fondo fiduciario a mi nombre, lo que provocó una
pelea tremenda con papá, pero el abuelo consiguió calmarlos.
—Simplemente ha sido una locura.
—Sí. Me lo imagino. —Me da una palmadita en la mejilla y luego cambia
su enfoque a Rafael, la frialdad cubre su mirada mientras su tono se endurece—
. Rafael.
—Sebastian —le devuelve el saludo y su voz no podría ser más distante
aunque lo intentara. Por la razón que sea, no le gusta mi padre biológico.
—Espero que no tengas planes de secuestrar a mi hija otra vez.
—¿Mi esposa, quieres decir?
De acuerdo.
—¿Dónde está la tía Felicia? —pregunto, cambiando de tema porque la
tensión a nuestro alrededor crece, lo que me confunde. Ni siquiera papá era tan
hostil con Rafael. Por otra parte, Sebastian ama a Anthony, así que tal vez eso
no es sorprendente.
—Se quedó en casa. Daisy invitó a unos amigos y quería vigilarlos. —Mi
hermana pequeña, de catorce años, es terriblemente tímida e introvertida, le
cuesta mucho hacer amigos. Se esconde en casa la mayoría de los días, así que
esto debe ser muy importante para ella—. Daisy le rogó a Wyatt que viniera,
pero él se negó. Gracias a Dios —murmura, y tengo que darle la razón.
Desarrolló el más extraño de los enamoramientos por mi hermanito,
pendiente de cada una de sus palabras y siguiéndolo a todas partes. Los gemelos
siempre fueron amables con ella, pero en cuanto Wyatt se dio cuenta que estaba
enamorada de él, cortó todo contacto, y si ella acababa viéndolo, siempre estaba
coqueteando descaradamente con otra persona.
Daisy lleva su desamor en la manga, pero eso es lo mejor. Aunque se hubiera
enamorado de él con veintiún años y él con veinticinco, su relación habría
estado condenada al fracaso.
Wyatt odia a Sebastian, y punto, y lo último que necesitan mis padres es que
se enamore de una Hale de verdad y que esté emparentado con los Hale a través
de otra relación.
Mi familia ya es un desastre, no necesitamos más drama.
—Me gustaría hablar con mi hija a solas, si no te importa —le pregunta a
Rafael, aunque suena más como una orden, y por cómo se ríe mi marido, no le
hará caso.
—Supongo que deberías haberlo pensado antes de acercarte a ella en un
evento público.
Me doy media vuelta, le pongo la mano en el pecho y le digo:
—Por favor.
Se inclina y vuelve a besarme.
—Iré a hablar con algunos de mis colegas. —Con esto, da media vuelta y
desaparece entre la multitud que crece por segundos a medida que llega más
gente.
—¿Te chantajeó? —Ahogo una carcajada ante esta pregunta porque parece
ser la que me hace todo el mundo—. Sea lo que sea, puedes contármelo.
—No. Quería casarme con él.
—Anthony fue bueno contigo. Parecías feliz.
—Lo sé.
—Así que me cuesta creer que te acabas de enamorar de Rafael. Ha vuelto
a la ciudad, ¿por cuánto? ¿Menos de un año? Difícilmente suficiente para tomar
una decisión sabia, y de por vida.
—Empezaste una relación con tía Felicia cuando ni siquiera estaba seca la
tinta de los papeles del divorcio. Mamá también era una buena persona; aunque
eso no te impidió hacer lo que quisiste.
Mis palabras se interponen entre nosotros, conmocionada por haberme
atrevido a pronunciarlas en voz alta después de contenerlas durante tanto
tiempo, y sus ojos se abren de par en par.
—¿De verdad quieres hablar de ello aquí?
Puede que la gente se nos quede mirando, pero la mayoría está ocupada en
sus cosas. Siguen con la mirada a Rafael, que se pasea impecablemente entre
la multitud y se detiene cada vez que alguien quiere hablar con él.
Y de algún modo, ver a mi marido me da valor para decir lo que pienso, sea
lo que sea. He sido reconfortante y comprensiva toda mi maldita vida, y ya he
tenido suficiente.
Ni siquiera perdoné los sentimientos de mi padre, así que ¿por qué sería
considerada con Sebastian?
—Mentí.
—¿Cuándo mentiste?
—Mentí cuando dije que estoy bien con el pasado. No lo estoy. Entiendo a
todos los involucrados, pero amarlos a todos no cambia el hecho que mis
sentimientos son válidos. —Me froto el pecho con el vaso—. Que tengo
derecho a no estar bien con todo esto.
Su rostro se suaviza y se cruza de brazos.
—¿Qué significa esto?
—Todo este tiempo te miré a través del prisma de lo que pasó, y eso tensó
una relación que podría haberse formado entre nosotros.
—¿No puedes perdonarme por mi debilidad de entonces?
—Eso es lo gracioso. No me correspondía a mí perdonarla, sino a mamá. Yo
sólo quería hacer lo correcto por ella cuando ni siquiera me lo pidió. Elegí
bandos en una situación que no viví, así que no tenía derecho a juzgarla.
Debería haber confiado en mamá en esto.
—Emmaline...
—No me siento cómoda llamándote papá. Este título debería ser sólo de
papá. Siempre lo amaré más a él. —El dolor llena su mirada. Ignoro la punzada
de culpabilidad que resuena en mi mente—. Quiero tener una relación contigo
basada en algo más que en el pasado. Si te parece bien... ¿podemos empezar de
nuevo?
Sonríe y me pasa la palma de la mano por la cabeza antes de volver a
abrazarme.
—Por supuesto, cariño. Pase lo que pase, siempre te amaré, ¿de acuerdo?
No me debes nada, y prefiero que seas auténtica a que sientas la necesidad de
ser educada y amable todo el tiempo.
Permanezco en sus brazos varios latidos más, pensando en cómo mamá es
una mujer afortunada porque las dos veces se casó con buenos hombres. No
perfectos, pero buenos.
Sólo que no todos los buenos hombres son los adecuados para ti.
Besa mi frente y da un paso atrás.
—Ahora voy a mezclarme con la gente. Tu padre quería nuevos contactos
para el próximo trato.
—Buena suerte, aunque no la necesitas. Eres un excelente abogado.
—No tan excelente como tu marido. Si necesitas algo, llámame. —Me
aprieta la mano y se aleja mientras alguien lo llama por su nombre. Termino mi
champán y lo dejo en la mesa detrás de mí, suspirando, preguntándome qué
hacer a continuación.
Siempre me han parecido aburridos esos eventos, así que busco a Rafael
pero no lo encuentro por ninguna parte. Prefiero no conocer a alguien y acabar
en conversaciones estúpidas sobre el tiempo o, peor aún, sobre mi matrimonio.
Como no hay ninguna cara conocida a la vista, camino por el lugar,
estudiando las diversas pinturas que cuelgan en las paredes junto con la
selección de flores esparcidas por todas partes, cuando suena mi teléfono. Lo
saco de mi bolso y me quedo inmóvil.

Estás preciosa esta noche.


Levanto la cabeza y veo a Anthony en el lado opuesto, apoyado en la mesa,
guiñándome un ojo mientras varias mujeres lo rodean mientras sostiene su
teléfono y teclea un poco más.

Me acercaría pero creo que tu marido me castraría. Además, nuestras caras ya adornan suficientes redes sociales.

Nos hicimos muy populares. Creo que una chica incluso comentó que éramos la pareja más aburrida hasta que
rompimos. Hilarante.

Habíamos estado juntos toda mi vida y, al mirarlo ahora, me recorre una


sensación de pérdida, pero no de pesar. No... Es más como decir adiós a mi
pasado despreocupado.
Ahora que los dos somos adultos, también se consolida el hecho que nuestra
relación fue un gran error. Puedes amar a una persona y no querer estar con
ella.

Lo siento. Debería haber roto antes de casarme con Rafael.

Nunca debí utilizarlo como mi tabla de salvación durante mi crisis de


identidad.

Yo también lo siento. Por llamarte puta. Fui un idiota.

Y siento no haberte escuchado. Presioné para que fuéramos más que amigos y luego para la boda sabiendo que
no estabas lista.

Sí, no.
Tomé mis propias decisiones. Eres una buena persona. Simplemente no estaba enamorada. Realmente quería
estarlo.

Y tienes razón. Probablemente cancelaría la boda o saldría corriendo de la capilla. ¡Imagina los titulares
entonces!

Sonríe y vuelve a escribir mientras nuestros recuerdos se reproducen en mi


mente, la mayoría de ellos brillantes y felices como Anthony, siempre
asociados a la estabilidad en mi mente. Una estabilidad que mantenía quieta la
bola de nieve mientras no examinara mis sentimientos más a fondo.
Una bola de nieve que Rafael rompió cuando irrumpió en mi vida.

Eres feliz. Con él.

Hace una mueca y sorbe más de su bebida. Por la fuerza con la que sujeta el
teléfono, sé que esta noticia no le sienta nada bien.
Ese es Anthony.
Siempre perfecto.
Desgraciadamente, lo perfecto nunca fue lo adecuado para mí.

Espero que seas feliz. Te mereces un amor de verdad. O amores. A juzgar por tus últimas escapadas.

Se ríe y vuelve a guiñarme un ojo. Veo que una de las mujeres suspira.
Sí. Resulta que es divertido. Te deseo lo mejor, Em.

Se me escapa un suspiro áspero, porque estas palabras son tan definitivas.


Pase lo que pase, nunca volveremos a estar tan unidos como antes. No seremos
extraños; nos saludaremos en las reuniones sociales, pero nunca volveremos a
ser amigos. No sería sano para ninguno de los dos y, sí, Rafael nunca lo
aceptaría. No lo culpo.
Yo tampoco querría ser amiga de ninguna de sus ex, no importa cómo me
haga sonar. He visto de primera mano que es un desastre todo. Al menos en mi
familia.
¿Esto es lo que la gente llama cierre?

A ti también. Gracias por estar en mi vida, Anthony.

Vive salvaje, Em.

Nuestras miradas se conectan por última vez cuando levanta su copa hacia
mí, y yo asiento, despidiéndome del primer chico que me amó
Con la ligereza y la felicidad extendiéndose por mí en oleadas, voy en busca
de mi hombre que pone mi mundo patas arriba y me da libertad para ser yo
misma.
Sin embargo, sigue sin aparecer y hace tanto calor que salgo corriendo a la
puerta de la terraza que da al jardín para respirar aire fresco y suspiro aliviada
cuando salgo y respiro los aromas terrosos.
Y me congelo cuando oigo la voz de Claire.
—Me alegro de verte, Rafael. —Sacudo la cabeza con incredulidad,
viéndolos de pie a lo lejos y me escondo rápidamente detrás de la columna,
odiando escuchar a escondidas, pero la forma en que ella dice su nombre... es
casi demasiado íntima para mi gusto—. Te he echado de menos.
—Tienes que volver adentro, Claire. —Se para a varios metros de ella, su
tono es uniforme pero hay rastros de algo que no puedo nombrar—. No tenemos
nada de qué hablar.
—Eso es lo que dijiste hace todos estos años también. Cuando te visité en la
cárcel. —Ella se acerca a él, y mi corazón se desploma cuando le toca la
mejilla—. Cuando rompí nuestro compromiso.
El zumbido en mi oído comienza cuando todo el mundo se queda en silencio
a mi alrededor, y el dolor en mi pecho es tan fuerte que apenas puedo respirar.
Justo en este momento, todos los enigmas que flotan en mi cabeza sobre esta
venganza se alinean para formar una imagen que deseo ignorar, pero no puedo.
Rafael estaba comprometido con otra mujer... una mujer que perdió debido
a mi mentira.
Le costé su amor, ¿y es de extrañar que se vengara rompiendo mi
compromiso?
Todo este tiempo, pensé que era por su carrera y su dignidad, y luego por su
familia. Cuando en realidad todos los crímenes se hicieron por una cosa, amor,
y esta realización me duele de una manera que no esperaba.
Todo el mundo tiene un pasado, sí, pero él me mintió y nunca jamás lo
mencionó. ¿Y por qué?
¿Será porque, en el fondo... aún la ama?
Los hombres Wright sólo se enamoran una vez, ¿verdad? ¿Es ella la suya?
Vuelvo adentro, sin molestarme en escuchar nada más, ignorando a
Sebastian llamándome por mi nombre y la mirada preocupada de Anthony,
moviéndome en un borrón hacia la salida. Una vez allí, bajo las escaleras hasta
el aparcamiento.
No tengo tiempo de llamar a Jeff, así que lo encontraré yo misma. Saco el
teléfono y llamo a la única persona que puede ayudarme.
Ella contesta al segundo timbre.
—¿Cariño?
—Mamá.
—¿Estás llorando?
Me aclaro la garganta, secándome las lágrimas.
—No. ¿Puedo volver a casa?
—Por supuesto, pero ¿no estás en el acto benéfico de esta noche? —Oigo
un ruido de fondo—. ¿Alguien te molestó?
—¿Lo sabías, mamá? ¿Qué Rafael estaba comprometido con Claire?
Una larga pausa da la bienvenida a mi pregunta mientras el viento me azota,
y tiemblo un poco, tratando de encontrar el auto adecuado entre los
innumerables autos negros.
—Sí. Tu padre investigó mucho sobre Rafael. Eres nuestra niña, cariño. —
Por cómo dice estas palabras, sé que lo saben todo, incluido el sudes que me
persigue, pero ni siquiera voy a entrar en eso ahora mismo.
Aunque parezca una locura, tengo asuntos más importantes de los que
hablar, y ¿no demuestra esto lo loca que se ha vuelto mi vida?
—¿Es por esto que estás molesta? ¿Te acabas de enterar?
—Sí. Al verlos solos en el jardín. Ni siquiera tuvo la decencia de decirme la
verdad antes de conocer a su ex.
—Han pasado doce años, Emmaline. Dentro de doce años, puede que tú
tampoco quieras hablar de Anthony. —Deja que mamá me demuestre lo
hipócrita que soy, teniendo en cuenta que acabo de hablar con mi ex.
—Es diferente. Él sabe acerca de Anthony. No necesito que señale todas las
mujeres con las que ha estado. Estaba comprometido con ella, mamá. Eso es
algo que compartes con tu esposa.
—En un matrimonio real, sí. ¿Tu matrimonio es real? —Detengo mis
movimientos, cubriéndome la cara con la mano y odiando ver alguna lógica en
sus palabras—. Emmaline, no se trata que esté comprometida. Te conozco muy
bien. Dime, ¿por qué estás realmente enfadada? —Antes que se me ocurra
alguna tontería, añade—: Siempre eres bienvenida a casa. No te criamos para
que huyeras de tus problemas. La verdad, por dura que sea, lo hará más fácil.
Exhalo pesadamente. Una conversación con mamá sobre el pasado era algo
que pensaba hacer en el futuro y no a través de una llamada telefónica, pero si
ella quiere sinceridad, yo tengo que ser sincera.
—Ella rompió con él y se casó con otro por lo que yo hice. La perdió por mi
culpa, mamá. —Reanudo la marcha, divisando la matrícula familiar mientras
mis tacones chasquean en el asfalto—. ¿Puedo hacerte una pregunta, mamá?
—Sí.
Reúno todo el valor que tengo para expresarlo.
—Si Sebastian hubiera querido volver a estar contigo tras salir de la cárcel,
¿lo habrías elegido a él antes que a papá?
Aunque nuestras situaciones son diferentes, lo común en la ecuación sigue
siendo lo mismo. Rafael y mamá perdieron a sus seres queridos debido a
acontecimientos desafortunados y a un poco de crueldad.
Juzgué tanto a papá. Resulta que no soy mejor que él.
—No. Nunca volvería con Sebastian. Nuestro matrimonio terminó cuando
empezó el juicio. —Cierro los ojos, secándome más lágrimas—. Zachary no
me costó un hombre que solía amar. No se puede arruinar una relación si hay
confianza en ella. Sin ella, está condenada a fracasar tarde o temprano. Lo que
pasó conmigo y Sebastian es un gran ejemplo de ello.
—¿Tú...?
—No.
—Ni siquiera escuchaste lo que quería preguntar.
—No, no me arrepiento de haberme casado con tu padre. Es el amor de mi
vida. No me arrepiento de nada, aparte que agonices por esto tú sola. —Se ríe
un poco—. Tienes eso en común con tu padre. Él también tiende a agitarse en
sus pensamientos.
—Lastimé a papá. Lo siento.
—Recuerda siempre una cosa. Somos los padres, nuestro trabajo es
protegerte a ti y no al revés. Nunca jamás pongas nuestro bienestar por encima
del tuyo.
Un amor abrumador por mis padres me envuelve y digo:
—No sé qué hacer, mamá.
—Puedes volver corriendo a casa, y te recibiremos con los brazos abiertos,
rodeándote de amor. O puedes enfrentarte a tu miedo y escuchar al hombre con
el que te casaste. La elección es tuya.
—Te amo, mamá.
—Nosotros también te amamos, cariño. Buena suerte.
Cuelga y yo inclino la cabeza hacia atrás, dando la bienvenida al viento
helado mientras reflexiono sobre sus palabras, porque tiene razón.
Mi elección en este momento definirá el resto de mi vida, por dramático que
suene.
Y creo que acabo de hacerla.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
“A veces es sabio escuchar a tu suegro.
No es que lo admita”.
Rafael

Rafael

Agarro la muñeca de Claire y la alejo suavemente de mí lo suficiente para


no hacerle daño. Sin embargo lo suficientemente fuerte como para que no
intente tocarme.
—No vuelvas a hacer eso.
Se le cae la cara al oírme y se lleva la mano al costado.
—Lo siento, Rafael. Lo siento mucho. —Se cubre la cara con las palmas de
las manos, sacudiendo la cabeza, y sus pendientes de diamantes se balancean
por la acción—. Debería haberte creído hace todos estos años. Nuestras vidas
habrían sido diferentes —susurra y me mira, secándose una lágrima que resbala
por su mejilla—. Seríamos felices.
—Quieres decir que serías feliz porque no estarías atrapada con un viejo con
el que nunca quisiste casarte. —Aparecen más lágrimas y me pregunto por qué
la consideraba una buena aliada en mi lucha contra su padre—. Tomamos
nuestras decisiones.
Solía considerarla un ángel atrapado en un castillo con el imbécil de su
padre, que planeaba venderla al mejor postor para asegurar su posición entre
los ricos y poderosos. Una princesa perfecta que no conocía penas, excepto ser
un peón en el juego de su padre.
Después de descubrir la verdad, donde Lauren se negó a ayudar a mi padre
a descubrir el espantoso negocio de Jade y luego faltó a su palabra de proteger
a mi madre cuando más lo necesitaba, cuando se suponía que él vendría a
salvarnos a todos del monstruo sólo porque así conseguía más dinero... juré
vengarme de un hombre utilizando lo que más ama.
La ley.
¿Qué mejor manera de destruir a un hombre que con el arma que utilizaba
para protegerse de todo?
Así que estudié Derecho, me convertí en la mejor de mi promoción y me
preparé a propósito para que él se fijara en mí. Él quería lo mejor, y yo era el
mejor de mi promoción, así que cuando me ofreció un trabajo, lo acepté.
Mi plan original era ganarme su confianza, hacer prosperar su imperio y,
después, con la suficiente información recopilada, desenmascararlo de la forma
más crucial.
Pero todo cambió cuando me invitaron a su cena familiar y conocí a Claire.
Sus ojos, llenos de tanta tristeza, hablaron a la parte oculta dentro de mí que
aún recordaba a su madre.
Aún sentía su dolor, y me recordaba a mamá, prisionera en su propia
pesadilla.
—No podía ir en contra de su palabra. Te acusaron de falsificar los
documentos y de agredir al Señor Parker después de supuestamente chantajear
a su mujer. Papá irrumpió en mi habitación y me quitó por la fuerza el anillo
del dedo esa misma noche. También me informó que iba a casarme con su
amigo íntimo. —Palidece y traga fuerte—. El que invirtió mucho dinero en su
empresa. —Se estremece—. Estaba muy asustada. —Da un paso hacia mí,
queriendo tocarme de nuevo, pero yo retrocedo, evitándolo, lo que la hace
exhalar pesadamente—. Me reprocho esa debilidad todos los días.
Esta conversación me pone de los nervios, sobre todo con mi mujer sola en
esa habitación donde los buitres pueden desgarrar su carne. Sin embargo,
después de presenciar el comportamiento de Claire antes, me di cuenta que
necesitaba aclarar las cosas para que toda esta mierda no toque a mi mujer.
Mi prioridad en esta vida es protegerla, también de mi pasado, aunque Claire
no pueda considerarse realmente mi pasado.
—Deja de actuar como si estuviéramos enamorados y a punto de casarnos y
no me hubieras jodido casándote con otro. —Se frota los brazos—. Éramos
amigos y me pediste ayuda. Sabías que estaba a punto de destruir a tu padre.
—Se da la vuelta, caminando hacia la barandilla mientras saco a relucir la
verdad que no quiere afrontar.
Érase una vez una joven con sueños de pintora que deseaba vivir en Grecia
con su amado novio. Era un escultor arruinado, así que Lauren nunca lo habría
aprobado.
Decidí ayudarlos después de verlos besándose en casa de Lauren.
Le ofrecí a Claire reunir suficientes pruebas de su padre sobre sus negocios
clandestinos a cambio de fingir que me comprometía con ella y así ganar
tiempo para que ella se preparase para huir con el escultor.
Nunca la he besado. Nunca tuve sexo con ella. Y seguro que nunca la amé.
Me compadecí profundamente de ella e intenté salvar al menos a una mujer
de aquel hombre monstruoso.
Sin embargo, su traición, el darme la espalda junto con todos los demás por
aquel entonces, me hirió y no hizo más que demostrar una vez más que no tenía
a nadie de mi lado salvo a Scarlett.
¿Lo curioso de la empatía?
La gente puede utilizarte y no volver a pensar en ti, arrojándote debajo del
autobús si eso significa que su mundo permanece inquebrantable y seguro.
—Me preocupé por ti, Rafael. —Se da la vuelta y apoya la espalda en la
barandilla, el viento hace volar su cabello hacia delante—. Lo que te pasó fue
injusto. —Me mira durante unos instantes—. Estabas tan cerca de conseguir tu
objetivo. Y ella lo arruinó todo. La niña mimada.
—Basta, Claire. Estás hablando de mi esposa —le advierto, y sus ojos se
abren de par en par—. No puedes mostrarle cualquier sentimiento de culpa que
tengas hacia mí. ¿Lo entiendes? —Asiente a regañadientes—. No hables con
ella. De hecho, asegúrate de evitar su compañía porque, créeme, si intentas
molestar a mi mujer de alguna manera, tomaré represalias. No querríamos que
el marido querido se enterara que sigues escapándote para ver a Brian y
financiar su carrera de escultor, ¿verdad?
Jadea, el miedo se dibuja en sus facciones y, por segunda vez, me pregunto
cómo coño he podido equivocarme tanto con una persona.
La lástima me cegó ante el simple hecho. A Claire le gustaba este mundo
rutilante y no trabajó ni un solo día de su vida. Eligió todo esto porque no quería
renunciar a sus riquezas, y por cómo mantuvo a Brian como su amante todos
estos años a pesar que su marido era un buen hombre que la amaba demuestra
que es malcriada y débil.
—No puedes, Rafael... mi marido se...
—¿Divorciaría de ti? —le pregunto, y ella traga—. No querrías eso,
¿verdad? ¿Con la caída de tu padre en el horizonte? Alguien tiene que pagar
por las cosas que amas y por ese amante tuyo que te ha estado utilizando
durante más de una década.
Brian nunca creyó en la fidelidad, así que el escultor se folla literalmente a
todo lo que se mueve, afirmando que su corazón sólo pertenece a Claire, y ella
se come toda esa mierda.
Algunas estupideces no tienen cura.
—He oído los rumores sobre ti. —susurra—: Sólo que nunca esperé que
fueras tan despiadado conmigo.
—Aún no me has visto despiadado, Claire. ¿Lastimar a mi esposa, sin
embargo? Aprenderás todo el significado de la palabra. —Me acerco más a ella
y bajo la voz unas octavas para que no se pierda la amenaza que se filtra en
ella—. Nunca estuvimos realmente comprometidos. Tu padre se enteró y nadie
más. Si esto se hace público por tu culpa y le causa algún estrés a mi mujer,
Claire, ten miedo. Ten mucho miedo. Porque iré tras todo lo que aprecias.
Se endereza.
—¿Emmaline significa tanto para ti? ¿A pesar de lo que hizo, significa tanto
para ti?
—Ella lo significa todo para mí.
En el momento en que digo estas palabras en voz alta, la verdad de esta
admisión me golpea con toda su fuerza, mostrándome que no importa cómo se
luche contra lo inevitable, es inútil.
Los Wright sabemos desde la primera mirada si queremos reclamar a una
mujer.
Cuando volví a verla por primera vez, después de regresar a Nueva York
para asistir a su compromiso, algo dentro de mí se rompió.
Y la deseaba como a ninguna otra, para incluso eliminar cualquier obstáculo
en mi camino, aunque justificaba en mi mente que era mejor que desear a una
mujer a la que se supone que odias.
O querer a cualquier mujer, para el caso, porque lo que siempre amé nunca
tuvo poder de permanencia en mi vida.
—Has cambiado. El Rafael que conocí nunca habría mostrado su debilidad
a nadie. —Una sonrisa triste da forma a su boca—. Cómo han caído los
poderosos. —Se pasa un mechón de cabello por detrás de la oreja—. Te
ayudaré si necesitas un testigo en el juzgado. He visto a papá con varios clientes
que resultaron ser criminales. —Hace una mueca—. O más bien monstruos que
usaban niños.
Me invade la rabia sólo de pensar a cuántas almas ha matado con sus tratos
y encubriendo el culo de quienes merecen pudrirse en el infierno. He detenido
todos y cada uno de los tratos en los últimos doce años, pero antes de eso...
miles de niños perdieron su infancia porque él era un bastardo codicioso.
Supongo que este es el equilibrio del mundo, ¿no? Hay hombres como
Lachlan y Rush que morirían por los inocentes... y luego Lauren que se
vendería a cualquiera que le diera dinero.
Contrariamente a lo que todo el mundo cree, la riqueza no tiene nada que
ver con la maldad. Los seres humanos son normales o enfermos, y su estado
mental y su moral dictan cómo actúan cuando se les da poder.
—Los próximos tres meses serán duros, Claire. La gente te juzgará. La
sociedad se volverá contra ti y tu vida se convertirá en un espectáculo en el que
todos querrán saber cómo te sientes por el hecho que tu padre ayudó a todos
esos hombres.
—Lo sé. Pero vale la pena. Mientras esté entre rejas sin nada. ¿Se hará
público el juicio?
—Sí. Seré el que lleve el caso detrás de escena.
—Mi padre aprovechará esta oportunidad para hablar de nuestro
compromiso. Lo usaría en su retorcida forma de defensa. Que estás haciendo
todo esto por venganza.
Sonrío.
—Estoy preparado para eso. Además, es su palabra contra la mía.
Sabe leer entre líneas. A menos que abra la boca, nadie sabrá la verdad.
—¿Cómo reaccionará tu esposa?
—Mi esposa no es de tu incumbencia, Claire. —Mi postura en esto se
mantiene. Le contaré todo a Emmaline, pero no quiero a Claire cerca de ella.
Desprecio a Anthony cerca de ella, incluso sabiendo que no estaba
enamorada de él. No quiero causarle ni una pizca de incomodidad, ni siquiera
por un segundo.
—Conozco las reglas del juego. Te ayudaré y haré lo que me digas, y no me
tocarás. Pero si te llevo la contraria, me destrozarás.
Compartimos una larga mirada y, por el bien de la chica que una vez fue,
con los ojos llenos de estrellas y sueños para toda la vida, le digo:
—Cuando todo esto termine, Claire, seguirás sin ser libre. Lo entiendes,
¿verdad? —Ella se estremece—. La libertad viene de adentro, y requiere
decisiones fuertes. A veces las personas que amamos nos hacen daño, y las que
odiamos nos curan.
Desvía la mirada, mirando a lo lejos con un suspiro.
—Esa es mi cruz para llevar, entonces.
Sí.
Cuando una persona no quiere hacer nada para cambiar su vida, aunque
alguien le ofrezca ayuda, en verdad es una cruz que cargar, pues no se puede
ayudar al que no quiere.
—Que tengas una buena vida, Claire.
Debido a cómo se desarrollará el juicio, no podremos volver a vernos, ni
siquiera para la más mínima conversación. Y una vez que todo haya terminado,
tampoco tengo ganas de ningún encuentro.
—Tú también, Rafael. Te lo mereces.
Me doy la vuelta y vuelvo a la habitación mientras busco a mi mujer con la
mirada, pero no la encuentro por ninguna parte.
Capto la mirada de Scarlett sobre mí y levanto la barbilla, preguntándole en
silencio dónde está mi mujer, y ella señala en dirección al baño.
Camino hacia el baño para reunirme con ella de inmediato, cuando Sebastian
me bloquea el paso, una expresión adusta se instala en sus facciones.
—¿Podemos hablar, Rafael?
Detengo mis movimientos, recorriéndole con la mirada.
—Ahora mismo estoy ocupado.
Aprieta los dientes, pero da un paso atrás y se endereza.
—Te casaste con mi hija. Creo que puedes hacer tiempo para tu suegro, ¿no?
Se me escapa una risita porque tiene mucho valor.
—Ya he hecho tiempo para mi suegro.
La relación de Emmaline con su padre biológico la decide ella, aunque a
juzgar por lo ocurrido esta noche, creo que también cambiará esa dinámica.
Sebastian no es un mal hombre; es un hombre que cometió un gran error, y
eso le costó su esposa y su hija.
Sin embargo, no puedo simpatizar con eso. No puedo porque me criaron de
otra manera.
Apoyamos a nuestras mujeres. No les hacemos daño ni las traicionamos.
Si amamos, amamos para toda la vida, así que estoy dispuesto a aguantar
alguna bronca de Zachary; eso sí, nunca de Sebastian.
Su pecho se agita y exhala.
—Te pareces tanto a él. —La resignación cubre su tono mientras yo me
quedo mirándolo—. Anthony era bueno para ella. Tú le harás daño. Los
hombres como tú siempre hacen daño a sus mujeres. Porque lo único que te
importa es mantenerlas, aunque estén mejor sin ti.
—¿En contraposición a hombres como tú que dejan que todo el mundo
lastime a su mujer? ¿Justo después de hacerles daño? —Palidece, el
arrepentimiento brilla en sus ojos. Su pasado es su pasado, y no me importa
cómo manejen su resentimiento mutuo. No quiero ser parte de eso—.
Sebastian, dejemos algo claro. Apártate de mi camino y seremos civilizados.
Trata de poner en peligro mi matrimonio con tu hija, y seremos enemigos. No
recomendaría elegir la segunda opción.
—Quiero que sea feliz.
—Entonces tenemos al menos una cosa en común.
—Y cuando huyó de la terraza donde desapareciste con otra mujer, no
parecía contenta. —Su rostro permanece sombrío y cruza los brazos, irradiando
furia—. No estoy de acuerdo con Zachary en muchas cosas. Sin embargo, el
bienestar de Emmaline es y siempre será nuestra máxima prioridad. Si la haces
infeliz, recuerda mis palabras, interferiremos. Limpia tu pasado porque ya ha
hecho daño a mi hija.
Apenas oigo su discurso, el zumbido en mis oídos comienza sólo de pensar
en lo que Emmaline podría haber oído y cómo podría haberlo asimilado antes
que yo pudiera explicárselo.
Sin pronunciar una sola palabra, me lanzo hacia la salida, sabiendo
perfectamente que Emmaline no ha ido al baño, y espero alcanzarla a tiempo.
No la quiero sola y alterada con un asesino en serie suelto que
probablemente vigila todos sus movimientos.
La sola idea que sufra por mi pasado inexistente con Claire me sume en una
espiral de locura, y lo desprecio.
Llevo treinta y seis años sin dar explicaciones a nadie, especialmente a las
mujeres, y ahora estoy dispuesto a rogarle que me escuche para que no se haga
una idea equivocada y salga corriendo una vez más.
En cuanto me viene este pensamiento a la cabeza, la rabia se mezcla con mi
preocupación porque ella debería exigir respuestas antes de salir corriendo cada
vez que hay un problema.
Es joven, sí, pero ¿cómo puede sobrevivir un matrimonio...?
El aire gélido me recibe cuando salgo al exterior mientras todo en mí se
congela al darme cuenta que este matrimonio siempre debió ser un falso plan
concertado solo para tener a los Kings de mi parte y servir de seguridad, en
caso de que Lauren alegara que aún albergaba sentimientos por Claire.
¿Y quién creería que elegiría a Claire antes que a Emmaline?
No hay forma de sobrevivir a este matrimonio porque ya le hemos puesto
fecha de caducidad.
No.
Emmaline es mía y seguirá siéndolo hasta que yo diga lo contrario, es decir,
nunca.
La he reclamado. Le he puesto mi anillo. Y la he protegido, incluso de sí
misma todos estos años. ¿Quién tiene más derechos sobre ella que yo?
Y tampoco me importa una mierda lo demencial y machista que suene.
Intenté darle libertad, pero me dejó tocarla.
Ya no hay vuelta atrás, inhalo aire en mis pulmones, una sonrisa curva mis
labios porque una sensación de paz se instala en mí y libera la oscuridad que
siempre aparté.
Por fin estoy preparado para aceptar el legado familiar.
Ansiar a una mujer hasta la locura y atraparla a mi lado para siempre.
Dondequiera que se esconda mi mujer, la encontraré, y cuando lo haga...
La reclamaré de nuevo, esta vez sin dejarle dudas de que puede huir cuantas
veces quiera.
Solo necesita esperar que yo la atrape y la lleve de vuelta a casa.
A mí.
CAPÍTULO VEINTISIETE
“¿Qué pasa cuando el Rey del Desamor se enamora?
Rompe un corazón más.
Sólo que esta vez... el suyo.
Rafael

Emmaline

—Esto será lo más inteligente o lo más estúpido que hayas hecho nunca —
murmuro para mis adentros, agarro mi bufanda y mi bolso de mano y sonrío a
Jeff—. Gracias por traerme a casa.
—Es un placer, señora.
Rafael tiene que darle un aumento a su personal. El conductor ni siquiera
pestañeó cuando le dije que me llevara de vuelta al ático, y el equipo de
seguridad que me seguía nos siguió todo el tiempo.
—Buenas noches.
Salgo, me dirijo rápidamente a la puerta y entro, temblando de frío. Paso
junto al mostrador de recepción, saludo rápidamente a todos y corro hacia el
ascensor, pero pego un grito cuando resbalo y casi me caigo.
La señora de la limpieza me atrapa y mantengo el equilibrio.
—Muchas gracias. —Asiente, con una máscara cubriéndole la cara y unas
enormes gafas, lo que hace imposible estudiar sus rasgos. Su cabello rubio
oscuro está recogido hacia atrás con tanta fuerza que debe dolerle. Es más alta
y musculosa que yo a juzgar por cómo le queda su uniforme, y apesta a cloro,
lo cual es extraño, ya que hasta ahora no lo había olido en el vestíbulo.
¿Por qué usarían cloro para limpiar este mármol?
—Sentimos mucho el suelo resbaladizo, Señora Wright —dice Marcy—.
Alguien se enfermó antes, así que necesitábamos limpiarlo.
—No pasa nada. —Vuelvo a mirar a la señora de la limpieza. Ella evita mi
mirada y sigue trapeando el suelo mientras su respiración se acelera y noto
cómo agarra el trapeador con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven
blancos—. No te preocupes.
No quiero que la chica se meta en problemas; aunque su tensión no hace
más que aumentar mientras limpia nerviosamente un lugar que ya está
reluciente.
—Buenas noches a todos. —Me meto en el ascensor y pulso el botón P,
apoyando la cabeza contra la pared mientras subo, pensando en todo lo que ha
pasado esta noche.
Rafael consiguió asustar a Lauren y anunció la guerra, lo que significa que
se avecina un juicio largo y público en el que necesitará apoyo moral.
Y el apoyo de mi familia para ganarse la confianza de todos, porque puede
que sea el Rey del Desamor y tenga toda la riqueza. Sin embargo, esta sociedad
nuestra funciona con conexiones y lameculos.
Rafael no hizo ni lo uno ni lo otro. Amenazar a la gente para conseguir lo
que quieres no forma conexiones duraderas, así que si no fuera por mi familia,
nadie estaría dispuesto a ponerse de su lado e incluso podría creer que lo está
haciendo todo para castigar a Lauren por no apoyarlo todos estos años atrás.
Sin embargo, su anterior compromiso pone muchas cosas en perspectiva.
El ascensor suena y yo entro en el apartamento, tiro la bufanda y el bolso en
la mesa cercana y me dirijo al sofá, dejándome caer en él y preguntándome por
qué decidí volver a los dominios de Rafael en lugar de esconderme en casa de
mis padres.
Elegí escuchar a un hombre que me mintió todo este tiempo, ¿y lo peor?
Ni siquiera tengo derecho a ofenderme o enfadarme porque este matrimonio
es un contrato y nada más.
Pero en algún momento, dejó de parecer un contrato y se convirtió en algo
más.
Al menos para mí, y luché contra ello e intenté usar todo el sentido común
que pude reunir para ver lo estúpida que era la idea de estar con un hombre al
que hasta hace poco odiaba, pero es inútil.
¿Pero acaso le odiaba?
De niña, me sentía culpable por causarle dolor y arruinar su próspera carrera
y, como resultó, su venganza.
Cuando era adolescente, me enamoré de él, encontrando todo lo que hacía
fascinante y su belleza magnética.
Como mujer... como mujer, descubrí el placer y la lujuria en sus brazos
mientras vivía con él diversas emociones en las que desafiaba todo lo que había
en mí, y eso es una emoción inexplicable.
Rafael trajo colores a mi monótono mundo monocromático, y por muy
equivocado que esté... quiero quedarme y explorar su mundo que se suma al
mío.
Los latidos de mi corazón se aceleran cuando vuelve a sonar el ascensor y,
en un segundo, oigo los fuertes pasos que preceden a Rafael entrando a la sala
de estar, nuestras miradas chocan. Lo veo arrancarse la pajarita y desabrocharse
varios botones de la camisa, y trago fuerte ante la furia que desprende y que,
extrañamente, no me asusta, sino que me hace sentir anticipación en las venas.
—Has huido de mí. Otra vez.
Y así como así, mi ira está de vuelta, y salto, lanzando mi propia acusación.
—¡Estabas comprometido con Claire! —Sé que me hace sonar como un
hipócrita, pero leyó todos mis correos electrónicos. Mi compromiso con
Anthony fue un gran desastre.
Un hombre como Rafael no hace nada que no quiera. ¿Significa que la
amaba? Como hacen todos los hombres Wright cuando ven a una mujer y...
—Basta —ordena, con tono acerado, y se quita la chaqueta del traje,
dejándola caer sobre la silla—. Deja de pensar en Claire y en mí y no construyas
cosas en tu cabeza que no son ciertas.
Odio que me conozca tan bien.
—¿Por qué lo escondiste?
—Es insignificante.
No puedo evitar reírme de esto.
—¿Insignificante? Todo este tiempo, pensé que me odiabas porque arruiné
tu vida. Luego pensé que era por el plan de venganza. Ahora por fin veo por
qué me odiabas tanto. Claire se puso del lado de su padre, ¿verdad? Así que mi
mentira te costó la mujer que amas. —Las palabras saben a veneno en mi
lengua—. Lo único que no entiendo es por qué querías una relación física
conmigo. Si el objetivo final era reunirte con la mujer que amas.
Por eso necesitó tres meses para ganar el juicio y recuperar a Claire.
En un momento estoy de pie, escupiéndole todas mis frustraciones, y al
siguiente me atrae hacia él, maniobrando entre los dos. Jadeo cuando mi
espalda choca contra la pared y él me enjaula, rodeándome la garganta con la
mano. Su calor me envuelve mientras sus músculos me aprietan.
—Nunca la he amado. No vuelvas a pronunciar la palabra amor y el nombre
de otra mujer en la misma frase. ¿Me entiendes? —Me paralizo ante la
intensidad y la oscuridad de sus ojos, su voz impregnada de tanta furia. Trago,
pero me niego a asentir o a confirmar verbalmente su orden, pues las heridas
que esta noticia me ha infligido aún están frescas—. Nuestro compromiso fue
sólo un acuerdo mutuo beneficioso para ambos. Nada más. —Hago una mueca
ante esto porque me recuerda nuestra diferencia de edad en todo su esplendor,
¿cuántos acuerdos “beneficiosos” tuvo a lo largo de los años con mujeres? Está
tan acostumbrado a conseguir lo que quiere como a encandilarlas con tanta
facilidad, que puede que ni siquiera considere una breve relación como algo
importante—. Detente —me ordena de nuevo, acercándose a mí y obligándome
a apretar más la espalda contra la pared, intentando al menos poner algo de
distancia entre nosotros—. Deja de imaginar algo que nunca existió. —Su
pulgar roza mi pulso y se inclina más hacia mí mientras desvío la cabeza hacia
un lado, evitando que sus labios toquen los míos—. Nunca la quise —repite, y
aunque alivia un poco el escozor, en realidad no hace mucho más—. Nunca la
toqué de ninguna manera. Era una amiga que me dio la espalda.
—A mí no me lo pareció.
—Entonces quizás deberías haberte quedado más tiempo y haber
preguntado, en vez de jodidamente huir.
¿En serio está tratando de culparme por esto?
—Me mentiste. Otra vez. —Le aparto la mano de un manotazo, pero se
queda inmóvil en mi garganta, así que resoplo con frustración—. Tienes un
pasado, lo entiendo. ¿Me dejas ir a ese evento y conocerla mientras ocultas esta
parte crucial de tu pasado? Inexcusable. —Internamente me aplaudo por
mantener la voz uniforme a pesar del dolor que me atraviesa.
Exhala un fuerte suspiro y su pulgar acaricia mi barbilla mientras la inclina
hacia arriba para que nuestras miradas choquen.
—Tienes razón. Te pido perdón. Nunca quise hacerte daño y odio haberlo
hecho. No he dicho nada de Claire porque no importa. Ni siquiera la considero
mi ex prometida. Quería huir de su padre para estar con su novio, así que estaba
dispuesta a ayudarme.
Y destruí todos sus planes.
Se me escapa una risita sin gracia que extrañamente me duele porque esa
culpa familiar, junto con la sensación de pérdida, me baña, recordándome que
pase lo que pase, siempre tendremos nuestro pasado entre nosotros.
El pasado en el que mi mentira le costó todo. Y por mucho que quiera fingir
que ya no somos enemigos y que nuestra relación física cambió las cosas... no
ha sido así.
Hasta ahora sólo ha existido en mis ilusiones, y eso también es culpa mía,
porque estaba tan desesperada por huir de todas mis emociones en lugar de
afrontarlas.
Creo que ya he tenido suficiente.
—Así que ella era como yo. Una prometida falsa que necesitabas para
ayudarte con tu venganza.
¿Insignificante es como llamó a todo lo suyo?
Me pregunto cómo me describiría dentro de doce años.
La energía que nos rodea cambia, la tensión llena el aire mientras se pone
tenso a mi lado y una oscuridad se instala en sus facciones, haciendo que el
pánico recorra mis venas. Rafael parece no saber qué hacer. La idea es
aterradora y fascinante al mismo tiempo.
—Ella no se parece en nada a ti.
—¿Entonces dime cuál es la diferencia entre ella y yo? —Desde mi punto
de vista, soy aún peor teniendo en cuenta que Claire nunca puso en peligro su
vida de ninguna manera.
—Ella nunca fue mía. Tú lo eres. —Parpadeo, jadeando ante el calor que
despierta cada nervio de mi cuerpo—. El destino decidió jugarme una broma
cruel. —Me suelta, se aparta y se pasa los dedos por el cabello cuando camina
por la habitación mientras yo estoy pegada a mi sitio, el caos estallando en mi
interior ante esto porque no estoy segura de cómo se supone que debo
reaccionar—. Nunca creí en el recorrido familiar, también conocido como
tradición. O más bien, lo consideraba muy desafortunado, y no podía imaginar
querer a alguien con tanta intensidad. —Una sonrisa auto burlona adorna su
boca cuando se acerca a la barra y agarra un vaso, vertiendo whisky en él—.
¿La idea de querer a alguien hasta el punto que la obsesión y la posesividad
dominaran mis instintos y mi control? De risa. Para mí todo esto fue una
elección. —Da un gran sorbo—. Y entonces me casé contigo.
—Una mujer que odias.
—Ya no sé si era odio o la idea del odio. —Arrugo la frente—. Cuando
mentiste, estaba trabajando en un caso contra tu padre con uno de los clientes
de Lauren. —Mis ojos se abren de par en par ante esto—. Zachary era inocente,
solo una víctima de su entonces empleado Howard, que falsificaba firmas y
cometía fraude. —El nombre me suena. Papá lo despidió hace doce años, y
luego se enfrentó a algunos cargos legales. Sé que mi familia ayudó a la mujer
y los hijos de Howard a mudarse y tiró algo de dinero para hacer frente al
escándalo, pero papá fue implacable con su antiguo empleado. El caso fue
difícil y, por pura suerte, no tuvo publicidad. Sin embargo, causó mucho estrés
a mi familia.
No tenía ni idea que papá estaba luchando contra Rafael en el otro lado.
—Nuestra integridad estaba en juego —digo, y él asiente—. Pero tú sigues
la ley. —¿Cómo es que aceptó ir contra mi padre si sabía que era inocente?
—Lauren me obligó a aceptar el caso. Esa fue su única condición para
aceptar que me casara con Claire. No tenía acceso a su documentación, y la
necesitaba para construir un caso y acabar con sus interminables tratos. —Se
me revuelve el estómago—. Así que hice todo lo que pude, utilizando todos los
conocimientos que tenía para acorralar a Zachary y que hiciera lo que yo
necesitaba para ganarlo. —Un trueno retumba en el cielo y, a pesar de las
ventanas cerradas y la puerta de la terraza, oigo el viento silbar afuera—.
Debería haberlo sabido.
—No puedes obligar a mi padre a hacer algo que no quiere o en lo que no
cree. —Al menos en lo que se refiere al trabajo.
Allí es despiadado y poderoso, y no muestra empatía por quienes se cruzan
en su camino.
—Construí una estrategia excelente en ese entonces y tenía las pruebas que
le faltaban a tu padre en lo referente a Howard. Si hubiéramos acabado en los
tribunales, yo habría ganado y los Kings habrían sufrido. —Me muevo
incómoda ante esto, odiando su tono frío y la posible realidad alternativa
bastante sombría en la que mi familia habría acabado en una mala situación por
su culpa—. Fui un idiota que cayó en la trampa de Lauren.
—¿Qué quieres decir?
—El padre de Nancy no era mi cliente. Pero Lauren me lo impuso y siguió
pidiéndome que me encargara. Debería haber sabido que no tenía intenciones
de casar a su hija conmigo. Yo no era lo bastante rico ni poderoso para él. —
Termina su copa y se sirve un poco más antes de acercarse a la puerta de la
terraza y apoyarse en ella mientras nos miramos fijamente—. Así que aunque
me sentía mal por ello, llevé el caso y el resultado fue catastrófico para mí.
—Lo siento. —Me froto los brazos, suspirando—. A veces siento que no
importa lo que hagamos, no podemos expiar ciertos pecados.
Puede que me perdone; sin embargo, es probable que la culpa que llevo
dentro nunca desaparezca, porque saber por lo que tuvo que pasar y saber que
yo contribuí a ese dolor me atormenta.
Especialmente con mis crecientes sentimientos hacia él, nunca quieres herir
a quien...
Aprieto los puños, negándome a ir por ahí, aunque seguro que cada segundo
que pasa me hace comprender mejor a mi padre.
—Lo creas o no, estaba impresionado con Zachary. Nunca esperé que
utilizara a su hija para meterme entre rejas y acabar con mi carrera. El caso
contra él fue desestimado por defecto ya que a Lauren no le importaba una
mierda. Me quería fuera de la vida de Claire. —Me apunta con su vaso—. Zach
me advirtió de ello. Me dijo que Lauren me enterraría, pero yo me creía muy
listo. Demasiado engreído para mi propio bien. Así me llamó.
—Mi padre no tenía nada...
—Lo sé. Me di cuenta cuando vino a verme a la cárcel. —¿Qué?—. Me dijo
que su hija compartía la naturaleza compasiva de su mujer y me pidió que
perdonara a una niña de nueve años por haber juzgado mal la situación. Estaba
dispuesto a pagarme la cantidad que quisiera y a comprarme cualquier
propiedad, además se ofreció a contratarme en su bufete después que todos los
demás me vetaran. —Se encoge de hombros—. Fue entonces cuando tu padre
se ganó mi respeto.
—¿Porque quería enmendar mi error?
—No. Porque amaba tanto a su hija que estaba dispuesto a pasar por
cualquier cosa con tal de protegerte de mí ira.
Me alejo de la pared y me dirijo a la puerta de la terraza, abriéndola de par
en par. Dejo que entre el aire fresco y lo inhalo en mis pulmones, a pesar del
frío que pellizca mi piel, mientras contemplo el cielo nublado y oscuro, sin
estrellas a la vista.
—Te negaste, ¿verdad? Su oferta, quiero decir.
—Sí. También fue entonces cuando taché su nombre de mi lista. No podía
culpar a un padre por amar a su hija y creer en ella. Yo habría hecho lo mismo.
De algún modo, la idea que Rafael sea padre de una niña de cabello oscuro
me revuelve el estómago y me muerdo el labio. La visión es tan vívida y cálida
que deseo que se haga realidad.
—Pero mi nombre se quedó en ahí.
—No de la forma que tú crees. —Lo miro mientras agita su vaso y el whisky
chapotea en su interior—. Esperaba que crecieras como una niña mimada que
necesitaba un baño de realidad. Esa era mi intención. Darte una lección para
que no volvieras a hacer algo así.
La cortina se levanta, acariciando mi cuerpo y ocultándolo temporalmente
de mi vista mientras reflexiono sobre sus palabras.
—¿Mis correos electrónicos cambiaron tus planes?
—Tus emails me mostraron a una princesa perfecta que tenía miedo de vivir
su vida. ¿Y qué le duele a una persona en busca de la perfección?
—Arruinar todo.
—Sí. Me pareció poético. Y luego vine a Nueva York. Fue entonces cuando
decidí casarme contigo.
Sus palabras se interponen entre nosotros y, respirando hondo, salgo al
exterior, recibiendo el viento gélido que me golpea en la cara mientras oigo sus
pasos detrás de mí.
—He estado enamorada de ti desde siempre.
—Lo sé.
Su seca respuesta me enfada y me giro hacia él, con el cabello ondeando en
distintas direcciones, mientras él permanece de pie a varios metros de distancia
en todo su apuesto esplendor, un pecador destinado a encadenarme para
siempre a él con unas cuerdas invisibles. Sus primeras palabras resuenan en mi
mente.
—¿Estás insinuando que te casaste conmigo porque me querías para ti? —
Lo disimuló muy bien, y ni siquiera debería sentirme atraída por un hombre
que se comportó como él conmigo.
Los psicólogos me habrían dicho que huyera porque probablemente me
arruinaría la vida en el futuro.
—Estabas haciéndote fotos con tu familia, sonriendo tan intensamente que
podrías haber iluminado la maldita habitación. —Parpadeo—. Te veías
hermosa e inocente, demasiado inocente para lo que yo había planeado, y de
algún modo, me perturbó de un modo como ninguna otra cosa lo hizo jamás.
—Se acerca mientras otro trueno sacude el cielo seguido de un relámpago—.
Ansiaba desesperadamente tocarte. Entonces me di cuenta que te escapabas
hacia el balcón cuando yo salía de tu fiesta de compromiso. Te agarraste a la
barandilla y suspiraste pesadamente con la devastación grabada en tus
facciones. —Otro paso más cerca—. Y una emoción extraña me invadió. La
necesidad de protegerte y cuidarte de lo que te causaba angustia.
—¿Así que decidiste ser tú quien la causara en su lugar?
—Soy un hombre posesivo, cariño. Siempre he sido así, pero nunca con una
mujer. Pensé que mi posesividad hacia ti me obsesionaba, ya que me lo debías.
—Por fin llega hasta mí y suelto un grito ahogado cuando me rodea con su
brazo musculoso, nuestros pechos chocan mientras me acaricia la mejilla—.
Me equivoqué. Sólo te quería para mí y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa
para conseguirlo.
Mis ojos se cierran, sus confusas emociones coinciden con las mías, porque
a pesar de todas las cosas horribles que dijo e hizo, seguía sintiéndome atraída
por él, y aunque nunca me hizo daño e incluso me protegió en todo este lío...
tenemos un contrato matrimonial.
Una fecha de caducidad.
La obsesión y la posesividad no equivalen al amor, pero sí a la locura.
¿Quiero estar atrapada con un hombre dispuesto a todo con tal de estar
conmigo?
Sí.
Por otra parte, estoy tan loca como suena.
Crecí viendo tanto amor, así que ¿es tan sorprendente que quisiera eso en
lugar de la tranquilidad que ofrecía Anthony?
—Tenemos un contrato —le recuerdo. Puede que hayamos fingido todo este
tiempo que no existe, pero no podemos huir de la verdad—. No somos una
pareja de verdad, y tú cumples tu palabra. Siempre. —No estoy segura de por
qué añado la última parte como si casi diera a entender que puede, ¿qué...
mantenerme a la fuerza en este matrimonio?
¿Actuar realmente como Hades y una vez más elegir por mí?
¿Cuánto tiempo necesita uno para decidir que alguien es para él? He pasado
toda mi vida con Anthony y él no era el indicado.
Aunque a veces parece como si yo también conociera a Rafael desde hace
años y mi enamoramiento no ayudara en nada.
Y lo que es más importante...
¿Importa?
La pasión en cualquier relación es una apuesta en la que tenemos que confiar
en nosotros mismos que, pase lo que pase en el futuro, elegiremos lo que es
mejor para nosotros, y ahora mismo, lo que es mejor para mí es este hombre
porque enciende mi sangre como nadie.
Me agarra con fuerza y me roza mis labios con el pulgar, presionándome en
la barbilla hasta que abro la boca.
—Ningún contrato me impedirá reclamar lo que es mío. —Se inclina más
hacia mí y respiramos juntos—. Puedes intentar huir, pero siempre te atraparé.
Mi obsesión será como una sombra, siguiéndote, protegiéndote de todo y de
todos. Para siempre encadenándote a mí. Eres mía. Y que Dios ayude a
cualquiera que quiera alejarte de mí.
Sus palabras me ponen la piel de gallina, un calor abrasador me recorre por
todas partes, mientras su voz llena de confianza y posesividad me envuelve, me
protege de cualquier preocupación y me sumerge en el burbujeante capullo de
su creación, donde sólo existe él.
Y las reglas que nos dicta el mundo exterior dejan de tener sentido, y las
tensiones que me envuelven por completo disminuyen en mi interior, mis
palmas se posan en su pecho y suben hasta que rodeo su cuello, poniéndome
de puntillas. Aprieta sus labios contra los míos, apenas rozándolos, y me
levanta la barbilla, y yo susurro:
—Está bien.
Unas simples palabras que, sin embargo, tienen tanto peso porque acabo de
aceptar su obsesión y todo lo que es sin ninguna esperanza de cambiarlo.
No.
Lo aceptaré tal como es y espero que no me rompa el corazón con el tiempo,
pero incluso si lo hace... sobreviviré.
Estoy saltando hacia mi futuro sin paracaídas, decidiendo correr el mayor
riesgo de todos.
Confiar mi corazón a un hombre que constantemente los rompe.
Desliza su mano hasta mi nuca, la rodea con fuerza, sus ojos arden de calor
y una suavidad que nunca había visto antes, y se traga nuestro gemido mutuo
cuando nos encierra en un beso profundo y penetrante.
El alivio se apodera de mí, haciéndome gemir en su boca cuando me echa la
cabeza hacia atrás, profundizando el beso, con su lengua vagando dentro de mí
y buscando la mía. Los dos gemimos cuando se entrelazan, me invaden
sensaciones ardientes que me prometen que nada volverá a ser igual.
Nos hemos besado miles de veces, pero este beso rompe el mundo tal y
como lo conocemos y lo construye de nuevo con emociones de las que ya no
podemos huir.
Su beso me reclama de otra manera, demostrándome que a partir de ahora
le pertenezco y que vaya donde vaya él estará allí. Debería tener miedo, debería
pensar de forma más racional, pero no puedo y, sinceramente, no me importa.
Este hombre tiene un poder absoluto sobre mí y lo acojo con satisfacción
porque su poder nunca se utilizaría en mi contra. Me protegerá y me querrá, y
si eso significa sucumbir a sus tendencias posesivas, lo haré encantada.
Todo dentro de mí lo anhela a él y a su oscuridad: él es mío.
Se traga mis gemidos cuando el beso se vuelve más acalorado y ardiente,
mientras su otra mano baja hasta mi culo y me lo agarra mientras empuja hacia
delante, con su erección presionando mi vientre y provocándome una ola de
calor. Aparto la boca de él, jadeo y gimo cuando vuelve a atrapar mis labios y
se sumerge en otro beso.
Sigue acariciando mi lengua, poseyendo mi boca y despertando cada célula
de mi cuerpo, encendiendo mi sangre con fuego y un deseo tan fuerte que me
cuesta respirar.
Se aprieta más contra mí, sin dejar espacio entre nosotros, y mis sensibles
pezones, que sobresalen de mi vestido, rozan su pecho, enviando
embriagadoras sensaciones por todo mi cuerpo, disparando flechas directas a
mi clítoris, y mi núcleo se humedece más. La lujuria que despierta ya no tiene
límites.
Mis pulmones piden a gritos algún tipo de oxígeno, así que nos separo a la
fuerza y doy un paso atrás mientras ambos respiramos con dificultad, y la
confusión relampaguea en su mirada.
—Ven aquí, cariño. —Se toca la polla y mi cuerpo se estremece—. Ven aquí
y déjame follarte duro para que todo el edificio lo escuche. —La idea de dejar
que me lleve afuera debería perturbarme, pero creo que hemos descubierto algo
en ese club.
Me encanta reclamarlo públicamente y ser reclamada por él, y aunque odio
la idea que alguien nos vea... oírnos es otra historia.
Todo mi cuerpo zumba de expectación, suplicándome desesperadamente
que lo escuche y me entregue a lo que tenga en mente, porque su tacto sólo me
produce placer al abrirme un mundo prohibido.
Un mundo sin el que ahora no puedo vivir.
Doy un paso hacia él y me quedo inmóvil, con todos nuestros encuentros
anteriores pasándome por la cabeza y cómo siempre controlaba cada uno de
ellos.
Una parte rebelde de mí que ni siquiera sabía que existía dentro de mí me
susurra cosas traviesas, trayendo el juego desconocido y la necesidad de
burlarse de este hombre controlador y viril que me mira como si yo fuera el
centro de su universo.
Quiero que pierda el control y sólo una cosa tiene el poder de hacerlo.
Mis labios se curvan en una sonrisa cuando me señala con el dedo y,
lanzándole un beso, doy media vuelta y vuelvo corriendo al interior del
apartamento, riendo por lo bajo al oír su gruñido y sus pesados pasos
siguiéndome.
Oh, va a ser divertido.

Rafael

—Emmaline, ven aquí. —La llamo por su nombre, apartando las cortinas
mientras el viento me azota, y entrecierro los ojos al ver a mi mujer detenida
en medio de la habitación, de espaldas a mí, con el puto vestido que fue
diseñado para volverme loco.
Muestra cada deliciosa curva de su cuerpo que no puedo esperar a tocar y
morder, dejando mis marcas en ella y tomándola una y otra vez hasta que se
quede afónica, e incluso entonces no estaré satisfecho.
Esta profunda necesidad de poseerla contamina mi mente porque todo mi
ser busca estar conectado a ella de formas que nunca quise con nadie más.
Mi mujer es muy especial y esta noche quiero demostrarle cuánto.
Termino de desabrocharme la camisa y la tiro cuando ella se da la vuelta
lentamente, mordiéndose el labio inferior mientras su mirada me recorre, el aire
se engancha en su garganta, y yo sonrío.
—¿Te gusta lo que ves, cariño? —Ella asiente—. Entonces ven aquí. —Mi
polla está dura como una roca y no desea otra cosa que hundirse en ella.
En lugar de escucharme, se quita las horquillas que sujetan su cabello y lo
deja caer por su espalda, los mechones oscuros cayendo en una cascada de
ondas, y me pican las manos por envolverlas en mi puño mientras su coño se
aprieta alrededor de mi polla una y otra vez.
—¿Qué pasa si yo...? —Se lame los labios y su palma se desliza hasta su
garganta, sus dedos recorren la piel antes de deslizarse más abajo, hasta su
hombro y luego su cintura—. ¿Y si quiero algo más?
Los celos me golpean junto con una furia que despierta a la bestia que llevo
dentro, dispuesta a destrozar a cualquiera que respire cerca de mi mujer, y
mucho menos que decida tocar lo que me pertenece.
—Tú. Eres. Mía. No hay y nunca habrá nadie más.
Parpadea y entonces su risa melódica resuena en el espacio, arrojando
claridad a la oscuridad que reside permanentemente en mi interior.
—Hombre posesivo y cavernícola. —Tira de la cremallera, dejando que el
vestido caiga a sus pies, y yo estoy a punto de correrme cuando veo su piel y
su cuerpo desnudos, cubiertos únicamente por unas bragas diminutas y
sedosas—. Pero tú eres mi hombre. —Su voz se convierte en un susurro y baila
hacia mí. Sus pies apenas rozan el suelo y su cálida palma se posa en mi pecho.
Siseo cuando clava sus uñas en mi estómago—. ¿No es así? —Hay cierto
desafío en su voz y finalmente lo entiendo.
Mi mujer se siente terriblemente territorial después de esta noche y no puedo
decir que la culpe. Necesita todo el control para calmarse. Se lo daré porque no
hay nada más importante para mí que ella.
—Sí. —Sus ojos se encienden de satisfacción y jadea cuando enredo los
dedos en su cabello, acercándola a mí. Inclino la cabeza hacia atrás y le muerdo
la garganta, subiendo y bajando los dientes hasta llegar a su oreja—. ¿Y cómo
reclama mi mujer?
Sus uñas se clavan profundamente en mi carne mientras nos miramos
fijamente y luego su boca caliente acaricia mi clavícula, sus labios presionan
mi piel y dejan pequeños besos.
—Con su boca —murmura. Mi erección crece con sus palabras y mi cuerpo
se pone tenso cuando desliza sus labios hacia abajo, rozando con los dientes mi
paquete antes de lamerlo con la lengua—. Lo reclama con la boca. —Baja más
y me muerde el ombligo, y mis dedos se agarran con más fuerza a su cabello.
Mi polla se tensa detrás de la cremallera cuando ella la palpa, apretándola, y
apenas me resisto a agarrarla y tirarla sobre la superficie plana más cercana
para enseñarle cómo un hombre como yo reclama a una mujer.
Pero mi mujer necesita tranquilidad y todo lo que necesita, lo consigue.
Frota su mejilla sobre mi longitud y la muerde a través de mis pantalones,
haciéndome gemir. Finalmente, se arrodilla y me mira con ojos llenos de
necesidad y lujuria mientras me agarra la cremallera y tira de ella hacia abajo.
Gime cuando se libera.
—Mía —dice, rodeándola con la palma de la mano y dándole una larga
pasada desde la base hasta la punta, y mi gemido gutural llena la habitación. Se
inclina más y pasa la lengua por el presemen, gimiendo por el sabor, y yo
inclino su cabeza hacia atrás, pasándole el pulgar por los labios.
—¿Te gusta? —Ella asiente, sus sedosos mechones rozando mi polla se
suman a la necesidad y se extienden por mí como un reguero de pólvora—.
Abre la boca, cariño. Enséñame lo que te he enseñado. —Se ruboriza. Espero
que me haga caso, pero en lugar de eso arrastra la lengua por la vena palpitante,
arriba y abajo, sin dejar de tocarme con la mano. Me agarro a ella con fuerza,
pero se ríe—. Dos pueden jugar a esto, cariño —le advierto, y ella suspira,
dando pequeños besos en su camino hacia la punta, respirándome. Finalmente
abre la boca, absorbiéndome profundamente, y al instante el calor me envuelve,
enloqueciéndome con cada pasada de su lengua. Ella gime, la vibración hace
que el placer me sacuda y pellizque todas mis terminaciones nerviosas mientras
mis dedos se clavan en su cuero cabelludo, inclinando un poco su cabeza para
que pueda tragarme más profundamente—. Cuidado. —Se queda quieta,
respirando agitadamente, luego mueve lentamente la boca hacia atrás hasta que
sólo queda la punta y la mordisquea durante unos segundos. Me engulle de
nuevo, el fuego bombea mi sangre mientras mi necesidad me canta una cosa.
Follarla duro.
Le palmeo la cabeza, manteniéndola quieta, hundiéndome un poco más, y
sus ojos parpadean mientras se cubre con la otra mano, presionándose el coño,
y otro gemido no hace sino aumentar las enloquecedoras sensaciones que
amenazan con romper mi control.
Nada me excita más que ver a mi mujer de rodillas adorando mi polla, pero
sus maullidos y gemidos frustrados mientras se acaricia el coño me resultan
inaceptables.
Cuando mi mujer está en necesidad, proporciono, y esa es una ley por la que
pienso regirme el resto de mi vida.
Siseo cuando gime, la vibración hace que casi me corra en el paraíso que es
su boca y tiro lentamente de sus mechones, arrastrándola hacia atrás hasta que
mi polla se libera, dejando sus labios rojos y brillantes. Me mira con el ceño
fruncido.
—Quiero más. Se inclina hacia delante y lame más presemen, solo para
chillar en señal de protesta cuando la levanto y nos encerramos en un beso
fuerte, tragando nuestros gemidos combinados cuando mi erección empuja su
humedad.
Aprieto el agarre y me dirijo hacia la habitación, bebiendo de ella mientras
sus uñas cortan mis hombros y ella me rodea con los brazos, rozándome el
pecho con los pezones y gimiendo en el beso, haciéndolo más acalorado.
Abro la puerta de una patada y entro en el dormitorio, la luz de la luna brilla
intensamente justo cuando ella aparta la boca, jadea y traga cuando atrapo su
labio inferior entre mis dientes, mordiéndolo y calmando el escozor con un
lametón. Sus ojos se llenan de lujuria, su piel se ruboriza, y todo en mí ruge
ante la idea de haberle puesto semejante mirada a mi mujer.
Mi chica es salvaje sólo por mí y que Dios ayude a cualquiera que intente
tocarla alguna vez porque no perdonaré a nadie.
Mi mujer es mía.
—Rafael, por favor.
—¿Qué quieres, cariño?
Un brillo travieso brilla en sus ojos y susurra, rozando sus labios con los
míos.
—Fóllame duro.
—Ah, lo haré, cariño. Lo haré. —Se ríe, solo para chillar cuando la dejo caer
sobre la cama y me fulmina con la mirada, tirando sus mechones oscuros sobre
su hombro y sentándose sobre sus rodillas. Siseo entre dientes al ver su cuerpo
grácil e impecable abriéndose a mi vista, desde sus delicados y pequeños
pechos hasta sus largas piernas, que nunca se ven más perfectas que cuando me
rodean la cintura.
Y sólo un trozo de encaje empapado cubriéndola, así que ordeno:
—Quítatelas.
Se pasa las palmas de las manos por el vientre, los dedos rozan la cinturilla
y engancha los pulgares en ellos, pero luego hace una pausa, con el ceño
fruncido.
—No.
Ah, mi chica quiere enviarme otro desafío.
En vez de decir algo, me quito los pantalones y los zapatos, y ella se sienta
sobre sus pantorrillas, con la confusión escrita en su cara.
—¿Qué estás haciendo?—pregunta, con tono molesto mientras mira
fijamente mi mano acariciándome de la base a la punta, me cuesta todo mi
infame control no tomarla ahora mismo.
La paciencia nunca fue uno de mis problemas, pero sí lo es cuando se trata
de mi mujer, porque con ella no soy más que un hombre obsesionado.
Una vez más guardo silencio y ella resopla frustrada y entonces su jadeo de
sorpresa resuena en el aire cuando me acerco a la cama y la empujo, haciéndola
caer de espaldas con el cabello a su alrededor.
—¿Qué estás...? —Agarro sus caderas, abro sus piernas y me acomodo entre
ellas mientras le arranco las bragas con facilidad, aspirando su aroma.
Su risa, que resuena en las paredes, me transmite calidez, la paz se instala
donde solo ha habido frialdad durante tanto tiempo que ni siquiera sé cómo
vivir con estas nuevas emociones.
—Voy a saborear a mi esposa, cariño —respondo a su pregunta, deslizo las
manos por debajo de ella y le agarro las nalgas, ganándome un gemido, y ella
entrelaza las manos en mi cabello mientras su talón se clava en mi espalda. Está
goteando y la visión de su deseo por mí sería suficiente para que me corriera
sobre las sábanas.
Abriéndola más salvajemente para mí, le doy pequeños besos en la cara
interna de los muslos antes de chupárselos con fuerza, su agarre se hace más
fuerte y exhala cuando lamo la carne maltratada. Repito la misma acción con
el otro muslo y resopla impaciente. Gime, me acerca la cara y arquea la espalda,
moviendo las caderas hacia delante, y esa es toda la invitación que necesito.
La acerco más a mi boca, le meto la lengua y la recorro entre sus pliegues,
gimiendo ante su sabor único que me pone más duro que nunca y mis dedos se
clavan más en su culo, manteniéndola quieta mientras grita.
Me encanta, ella completamente perdida ante el placer que le proporciono
porque no hay otro hombre en esta tierra que la quiera mejor que yo.
Después de todo, es mi mujer, ¿no?
Y los Wright siempre cuidamos de nuestras mujeres.
Saco lentamente la lengua y la muevo por su carne, arriba y abajo, cada
lametón la hace tirarme del cabello con más fuerza mientras pequeños gemidos
escapan de su boca, y jadea cuando la muerdo y chupo rápidamente antes de
volver a clavar mi lengua profundamente. Sus caderas encuentran su propio
ritmo y empieza a rechinar sobre mi lengua. Desplazo la mano hacia el interior
de su muslo, la separo más y vuelvo a pasar la lengua por su carne, hasta llegar
a su clítoris, que rozo con los dientes, haciéndola estremecerse.
—Rafael —susurra mi nombre, con una desesperación y un deseo evidentes
en cada silaba.
Algún día pronto voy a pasar todo el día en mi cama haciéndola correrse con
mi boca, pero esta noche no.
Esta noche mi esposa se correrá conmigo dentro de ella.
Así que la lamo un poco más, le doy un último beso y subo, frotando mi cara
en su ombligo y dejando pequeños mordiscos a mi paso, y su vientre se hunde
cuando le acaricio el ombligo.
—Eres tan hermosa —murmuro sobre su piel, la piel se le pone de gallina e
intenta abrazarme más fuerte, rodeándome con las piernas—. Y mía.
Llego a sus pechos, soplo los pezones fruncidos y los chupo uno a uno. Ella
gime cuando los rozo con la punta de la lengua, prestándoles toda la atención
que necesitan antes de arrastrar la boca hacia arriba, rozándole la clavícula con
los dientes.
La aprisiono entre mis brazos, mis palmas extendidas descansan a ambos
lados de su cabeza mientras me mira, respirando agitadamente, sonrío cuando
gime mientras mi polla roza su entrada.
—¿Puedes, por favor...?
—¿Sí, cariño? —La beso en el cuello, tirando de la piel hacia mi boca y
dejando una marca para que todos la vean.
Déjalos.
Puede sonar loco, pero creo que a mi mujer no le importa.
Y entonces me pide que haga algo que nunca he hecho en mi vida.
—Hazme el amor. —Me congelo ante la petición, me inclino hacia atrás y
capto su mirada mientras traga fuerte, y tira de mi cabello, acercándonos para
que nuestras bocas se toquen mientras su voz es apenas audible en la noche—.
Por favor.
—Sólo contigo. —Una respiración áspera se le escapa ante esta admisión—
. Sólo hago el amor contigo. —Conecto nuestras bocas y me introduzco en ella,
quedándome quieto en su interior. Se estira a mi alrededor y el puro placer y
alivio de esta conexión eclipsa todo lo demás en el mundo para mí.
Nuestro beso se vuelve más ardiente, olas que me recorren la espina dorsal
mientras un calor abrasador me envuelve y me balanceo hacia atrás y vuelvo a
penetrarla con fuerza, sus uñas arañan mi espalda mientras gime dentro de mí,
su coño apretándose mientras sus talones se clavan en mi culo, dándome más
espacio para moverme.
Poco a poco acelero el ritmo y las caricias se hacen más profundas. Echa la
cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello a mis labios mientras sus gemidos
llenan el aire, hablando a la parte salvaje de mi interior que me transmite estas
sensaciones enloquecedoras.
Porque soy yo quien le da todo este placer.
—Más rápido, Rafael —me suplica, moviendo la cabeza de un lado a otro,
y yo la complazco, apretando las sábanas a su lado mientras me muevo más
rápido y con más fuerza, haciendo temblar la cama.
Jadea, su coño se estremece a mi alrededor, sus muslos se flexionan, y grita,
cayendo sobre la almohada mientras respira agitadamente y sus uñas se clavan
tan profundamente que debe de dejarme moretones en la piel, pero no me
importa.
Quiero sus marcas pintando mi espalda para que todos sepan que soy suyo.
Sin dejar de mirarla, aumento el ritmo, las sensaciones de hormigueo se
extienden lentamente por todo mi cuerpo y me alertan de lo que está a punto de
llegar. Mi cuerpo se tensa con cada movimiento de mis caderas, mientras
Emmaline gime suavemente, apretando sus entrañas, y esto, combinado con su
enrojecimiento por el placer que le he dado, es suficiente para romper cualquier
control que me quedara.
Cinco empujones más y me derramo dentro de ella, gimiendo en su cuello
mientras me abraza con fuerza, nuestras pieles sudorosas pegadas la una contra
la otra y nuestros corazones latiendo salvajemente.
Es casi como si hubiéramos creado un capullo a nuestro alrededor,
protegiéndonos del mundo exterior que nunca entenderá nuestra relación, y sin
embargo ahora no puedo imaginarme vivir sin ella.
Debería haberlo esperado; aquellos que más resisten son los que más duro
caen, y ninguna obsesión mía podría haberme llevado a otra cosa que no fuera
la entrega total y la posesividad sobre una mujer que inspira tales emociones.
Pasan los segundos mientras permanecemos inmóviles, disfrutando de todo
esto, cuando finalmente rompe el silencio.
—Entonces, ¿hay alguna ventaja particular de estar casada con un abogado?
Mi risa resuena en la noche y beso su boca sonriente, dando la bienvenida a
algo en mi oscura existencia que nunca quise ni busqué.
Luz.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
“La locura tiene muchas formas.
Algunos son manejables y protectores.
Algunos son incurables e hirientes.
Cuando te encuentres con el primero, ten cuidado.
¿Pero cuando te encuentras con el segundo?
Corre por tu vida”.
Emmaline

Emmaline

—No me puedo creer que te hayas casado en secreto con el chico que te
gustaba en el instituto justo cuando yo he conseguido un trabajo importante en
París —se queja Adelaide, suspirando tan fuerte que tengo que apartar el
teléfono de mi oreja y ponerlo en altavoz. Me abrocho los jeans negros que tan
bien combinan con mi suéter morado—. Estaré atrapada en París las próximas
dos semanas. ¡Me estoy perdiendo todo el drama! —se queja, y yo suelto una
risita encontrándolo verdaderamente gracioso.
Cuando por fin ocurre algo interesante en mi vida, ella no está a la vista.
—Todavía tenemos teléfono, ¿no? —Me pongo las zapatillas y me miro en
el espejo justo antes de agarrar mi bolso e ir a la sala, dejar el teléfono sobre la
mesa y servirme una taza de café—. Además, no te estás perdiendo ningún
drama.
De todos modos, no podría decirle nada.
—¡Por favor! ¡Te casaste con Rafael Wright!
Suspiro ante la mención de mi marido, que anoche me hizo el amor con tanta
dulzura y pasión, mi cuerpo todavía está dolorido de la mejor manera posible
mientras mi corazón se eleva por todas las posibilidades futuras.
El Rey del Desamor es mío.
Hoy me despertó besando cada centímetro de mi cuerpo justo antes de
tomarme mientras el sol salía por el horizonte. Hoy tenía una reunión temprano,
así que se duchó mientras yo volvía a dormir, sonriendo como una tonta.
En mi defensa, nunca he sido tan feliz a pesar del asesino en serie que se
cierne sobre mi cabeza.
—¡Hola! —La voz de Adelaide me devuelve al presente—. Estabas soñando
despierta con tu marido, ¿verdad?
Agarro una tostada y la mastico.
—¿Qué puedo decir? Tiene sus encantos.
—¡Oh, ya lo creo! Mi chica finalmente recibe la atención que se merece. —
Pongo los ojos en blanco—. Necesito todos los detalles en cuanto llegue a casa.
¡No te guardes nada, mujer! —Suena tan mareada que es casi contagioso—.
Estoy tan emocionada, no tienes idea.
—No voy a compartir nada.
—¡Oh, vamos! Hace tiempo que no tengo sexo. Puedo vivir indirectamente
a través de ti.
—París tiene un montón de chicos guapos para enmendar la situación.
—Estoy demasiado ocupada con el trabajo. —Oigo el claxon de un auto a
lo lejos—. ¡Ahora mismo voy corriendo a una fiesta y llego tarde! —Más
bocinazos—. ¿Qué planes tienes para hoy? Además de follarte a Rafael.
—Tengo una reunión con mi profesor de la universidad. Algunas
actualizaciones sobre las audiciones. —Supongo que se enteraron que Gina
murió, así que puede que quieran hacer algunos cambios. Vi la notificación en
la mañana—. Rafael me va a llevar allí pronto.
Adelaide se burla:
—No puedes ir a ninguna parte sin él, ¿eh?
No hasta que pueda hablar con Rhys. Por mucho que me concentrara en las
fotos, no me venía a la mente ninguna cara del instituto, así que tienen que
desarrollar una estrategia diferente para ayudarme a recordar.
La seguridad que se supone que me vigila se está tomando un descanso para
desayunar, así que mantengo el culo dentro del apartamento.
Con suerte, acabará pronto y podré vivir mi vida como quiera sin mirar por
encima del hombro.
—Recién casados y todo —digo y me gano más risas—, te echo mucho de
menos.
—Sí. Yo también, pero ya no somos niñas. Somos adultas. —Termina en un
susurro—, ¿cómo sucedió esto?
—Hay una cosa que se llama envejecimiento.
—Ah, sabía que me había perdido algo. Por cierto, Anthony viene a París.
—Esto demuestra lo diferentes que somos. A él siempre le encantó viajar, pero
no podía porque prefería quedarse conmigo en la misma ciudad, y yo vivía y
respiraba sólo para el baile—. La puta más nueva de la ciudad asistirá al desfile
de moda y promete comprar algunas piezas, lo que sería bueno para mi imagen
en el trabajo.
—Eso es genial.
—Sí. Quiero decir, es raro salir con él sin ti, pero haré este sacrificio por la
moda. —Es divertidísimo lo aburrida que suena ya; son buenos amigos pero no
tienen nada en común. Anthony la encuentra superficial mientras que Adelaide
piensa que tiene un palo metido en el culo. Si no fuera por mí, no habrían
seguido en contacto todos estos años.
Antes que pueda decir algo más, alguien me llama por la segunda línea.
—Adelaide, espera, alguien me está llamando. Ahora te llamo.
—Claro, nena.
Descuelgo la segunda llamada y mis cejas se alzan al oír la voz de un
desconocido.
—Hola, señora Wright. Seguridad nos ha dado este número.
—Hola. —Eso es raro, ¿por qué la seguridad daría mi número? Por otra
parte, tal vez el personal del edificio llama a la gente al azar—. ¿Pasa algo?
—Tenemos aquí un paquete dirigido a usted. Es un sobre grueso con el
logotipo de la universidad.
—Oh. —¿Qué demonios? ¿Qué podrían enviarme?
—¿Deberíamos enviarlo arriba?
Sigo en esto, sin saber qué decir.
Personal del edificio o no, no me da confianza que entren extraños en el
apartamento cuando estoy sola pero, además, tengo curiosidad por saber qué
hay en el sobre.
¿Necesitamos siquiera ir a la universidad si nos han enviado la
documentación en su lugar?
—No. Iré yo misma —le informo, cuelgo y me dirijo al ascensor.
Una vez dentro y deslizándome hacia abajo, espero que Rafael no se enfade
conmigo por salir del apartamento. ¿Qué mal puede pasar allí de todos modos?
Además, no quiero actuar como una fugitiva que teme asomar la nariz en
cualquier sitio.
Al llegar al primer piso, me detengo al no ver a nadie más que a la señora
de la limpieza.
—Hola.
—Hola, Señora Wright. Fui yo quien la llamó.
—¿Me da mi sobre, por favor? —Le tiendo la mano y frunzo el ceño cuando
niega con la cabeza.
—No se me permite tocarlo. El repartidor dijo que sólo puede dártelo a ti.
—Señala la furgoneta negra—. No puede entrar por el aparcamiento, ya que
podrían multarlo.
La sospecha me atormenta. Todo esto suena muy extraño, pero, por otra
parte, parecen razones válidas. Además, todos los empleados han sido
revisados.
Aun así.
—¿Me acompañas afuera, por favor? —Es mejor tener a alguien conmigo
mientras me enfrento al repartidor. Podría ser una trampa.
Sonríe y eso ilumina toda su cara, la felicidad prácticamente se filtra de ella.
—Por supuesto, señora Wright. —Me extraña que su tono se endurezca un
poco en mi título. Una vez más, me encojo de hombros.
Salimos al exterior. Veo a un hombre que ocupa el asiento del conductor y
señala con el pulgar la parte de atrás.
—Ábrelo.
Hago lo que me dice, dispuesta a agarrar mi sobre, pero en lugar de eso la
oscuridad me recibe y la comprensión me golpea.
Oh, no.
Es una trampa.
Es lo último que pienso cuando algo me golpea en la nuca y todo se vuelve
negro.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
“¿Qué pasa cuando un hombre pierde su obsesión?
Se vuelve loco”.
Rafael

Rafael

Me recuesto en la silla, tamborileando con los dedos sobre la mesa, mientras


Scarlett quien está hojeando la carpeta y que está a mi lado en este apartamento
que he transformado en oficina.
Lo elegí por la amplia sala de estar y su ventana abierta al horizonte de
Nueva York, que hace que toda la oficina brille bajo la luz del sol, lo que me
ayuda a concentrarme. Hay un pequeño bar en la esquina derecha junto con una
máquina de café, y un sofá para descansar entre casos o tener reuniones con el
personal. Junto con varias impresoras y otras mierdas de oficina necesarias, que
no me importaban. Scarlett se aseguró que estuviera aquí.
—¿Y bien? —pregunto, y ella finalmente levanta la mirada, cerrando la
carpeta—. ¿Cuál es el veredicto?
Si bien Scarlett comenzó como mi secretaria hace todos estos años, obtuvo
su título de abogado hace unos años. Sin embargo, todavía maneja todo lo
relacionado con Rafael Wright y me ayuda con mis casos.
Una vez alguien la llamó mi esposa del trabajo, y pensé que tendría que
defender a Scarlett en un caso de asesinato. Apenas se contuvo de darle un
puñetazo al tipo, y aunque entonces su reacción me pareció hilarante, ahora
comparto el sentimiento.
No tengo más esposa que Emmaline. Este título le pertenece exclusivamente
a ella, como el resto de mí.
La calidez se desliza a través de mí al pensar en mi esposa esperándome
arriba, y quiero terminar con esto para poder pasar el día con ella y simplemente
disfrutar de su compañía a solas.
Nada era más importante para mí que mi carrera. Sin embargo, contra
Emmaline, no tiene ninguna posibilidad.
—Son suficientes pruebas e información para encerrar a cualquiera. ¿Quién
es el fiscal de distrito que elegiste para este caso?
—Ares Campbell.
Sus ojos se abren al oír el nombre.
—Es un tiburón. Más afilado y cruel incluso que tú. ¿Cómo conseguiste que
aceptara? —Ares es una leyenda de su propia creación en el sistema judicial.
Es uno de los fiscales de distrito más jóvenes que persigue sin piedad a
cualquiera que infrinja la ley y nunca muestra un ápice de debilidad ante sus
oponentes.
Sin acuerdos. Sin piedad. Sin posibilidades de libertad condicional si se
encarga del caso.
Es lo que yo habría sido si hubiera elegido esa carrera.
Pero lo más importante es que tiene una herencia multimillonaria de su
familia, por lo que nada puede hacerle cambiar de opinión.
—Ha estado en el caso de Lauren desde siempre, así que las estrellas se
alinearon.
—¿Crees que es perfecto?
—Es lo mejor de lo mejor.
A la hora de elegir aliados, hay que tener mucho cuidado y estudiar también
su pasado, porque nuestro pasado nos hace avanzar en el presente.
Hace más de veinticinco años, cierto asesino en serie aterrorizó al país,
entrando en las casas de los ricos y matando a una familia entera tras torturarlos
durante días. Lo atraparon por pura suerte, ya que cometió un error, dejando su
ADN.

Sin embargo, tenía un buen abogado que lo defendió tan bien que convenció
al juez y al jurado que se habían equivocado de persona y fue declarado
inocente.
Apenas un mes después, irrumpió en la mansión de Campbell y mató a sus
padres y dos hermanos junto con sus abuelos. Ares era el más joven, así que se
escondió debajo de la cama mientras el cabrón mataba a su familia uno tras
otro.
El asesino en serie desapareció y nadie pudo localizarlo desde entonces, y
tampoco se cometieron crímenes similares. La mayoría creía que simplemente
había muerto, pero el fiscal del distrito no dejó de buscar al cabrón.
Sabía que Ares no descansaría hasta encontrarlo, y por eso le di la
información clasificada que cayó en mis manos y que podría darle una pista.
Como dije.
Todo en este mundo tiene un precio, sólo tienes que asegurarte que tienes
los medios para pagarlo.
—¿Quién crees que defenderá a Lauren?
—No tengo ni idea. Defenderlo es un suicidio profesional, pero tiene un
bufete de abogados y siempre hay posibilidades de ganar cualquier caso.
—De cualquier forma promete ser entretenido —concluye, dándose
golpecitos en la barbilla—. ¿Qué pasa después?
—Estoy esperando una llamada de Rhys y luego llevaré a Emmaline a su
universidad.
Resopla exasperada.
—Quiero decir, ¿qué pasa una vez que todo esto está hecho?
—Nada. Vivimos nuestras mejores vidas. —Me lanza una mirada asesina—
. Explícate, por favor.
—Vivimos en Boston. Nuestro bufete principal está en Boston. Pero te
casaste con una King que planea prosperar en su carrera de bailarina.
Nunca pensé en ello. No había necesidad ya que planeaba terminar el
matrimonio.
—Nos las arreglaremos.
—Toda tu familia está aquí, incluidos tus suegros.
—Sus hermanos están en Boston.
—Sus hermanos son herederos al trono. Cuando terminen de estudiar,
volverán a su ciudad natal.
Me levanto, me doy la vuelta y miro hacia la ventana mientras reflexiono
sobre sus palabras.
Mi vida, como dijo Scarlett, está en Boston, una ciudad que me aceptó
cuando todos me rechazaban, y nunca imaginé vivir en Nueva York.
Que mi familia esté aquí es una gran exageración. Cuando Rush convenza a
Aileen de estar con él, la llevará a nuestra isla, y Lavender... bueno, ella va
donde va Rush ya que me da la espalda.
¿Tendrá Emmaline problemas para mudarse a Boston?
—Tengo que hablar con mi esposa —digo finalmente, girando para mirar a
Scarlett, que sonríe—. ¿Qué es tan gracioso?
—Nunca pensé que vería el día en que no tomaras tú solo las decisiones. —
Suspira—. Mi hijo ha crecido.
—Intenta no regodearte.
—No puedo. —Se levanta y viene hacia mí, abrazándome—. Estoy tan feliz
por ti, Rafael.
—Gracias. Sin embargo, baja esta mierda cursi. —Resoplo cuando golpea
mi pecho, y oímos abrirse la puerta, seguida de pasos pesados. En un segundo,
vemos entrar a Rhys—. ¿Qué haces aquí?
—Anoche se me escapó un detalle crucial y no me dejó descansar, así que
indagué más. Todo el camino de vuelta a su nacimiento, y una pieza de
información fue clasificada.
—¿Sabes quién es el sudes?
—Sí. Ya he informado al detective jefe. Si estoy en lo cierto en mis
suposiciones, tenemos que esconder a Emmaline en algún lugar rápido.
Ya estoy agarrando el teléfono y marcando su número, pero salta el buzón
de voz. Lo intento de nuevo cuando alguien entra corriendo en la oficina.
Marcy. Como no es una suite privada, pueden entrar con un pase especial, por
si hay una emergencia.
—Señor Wright. Su esposa ha sido secuestrada.
Sólo con esta frase, el zumbido de mis oídos empieza a ser tan fuerte
mientras el mundo entero se desvanece, dejándome en un profundo pozo donde
el miedo, distinto a todo lo que he conocido, se extiende a través de mí,
envenenando mi sangre. Los gritos del pasado sustituyen al zumbido.
Nunca he podido salvar a la gente que amo.
Mi esposa... mi hermosa esposa ha sido raptada por un psicópata.
—Rafael —me grita Rhys en la cara, devolviéndome al presente, y mi visión
se aclara—. Concéntrate sólo en encontrarla. Concéntrate.
Asiento, haciendo acopio de todo mi infame control y apartando
enérgicamente cualquier emoción porque sólo el pensamiento racional puede
ayudarme en esta situación.
Esta vez, las cosas serán diferentes.
Ya no soy un niño.
Soy un hombre.
Esta vez, salvaré a la persona que amo o moriré en el intento.
CAPÍTULO TREINTA
“Todas las cosas en la vida cierran el círculo.
Incluso nuestras vidas nos llevan a la muerte”.
Emmaline

Emmaline

El dolor me asalta desde todos los rincones, sensaciones punzantes


envuelven mi cuero cabelludo como si miles de insectos lo recorrieran y
mordieran mi carne.
Me duele el cuerpo, me siento increíblemente pesada mientras cada
respiración es una lucha. Respiro por la nariz e intento abrir la boca, pero me
doy cuenta que tengo algo dentro y la saliva se acumula alrededor del objeto
extraño.
Algo frío se posa sobre mi piel y giro la cabeza hacia un lado para gemir de
dolor. El dolor es tan fuerte que finalmente abro los ojos y una visión borrosa
me recibe mientras el martilleo de mi cabeza coincide con el zumbido de mis
oídos.
—Despierta, Emmaline. Ya casi es la hora —me dice una voz suave, aunque
aún logro detectar rabia en ella. A juzgar por los sonoros pasos, me muevo un
poco cuando ella se acerca, pero no consigo retroceder porque tengo las
muñecas atadas con una cuerda—. ¡Despierta! —Más salpicaduras frías caen
sobre mi cara, y parpadeando varias veces, finalmente ajusto mi visión.
Y el rostro de la persona que me persigue se vuelve claro, congelándome en
el acto.
Una chica joven está de pie sobre mí, sosteniendo un vaso de agua, con el
cabello recogido en un moño desordenado mientras sus ojos azules me estudian
atentamente, con ojeras y varias cicatrices casi borrosas en las mejillas.
La señora de la limpieza que ya no se esconde tras sus gafas y una máscara.
Lleva puesto un vestido blanco de franela, los pies descalzos sucios y con
varios moretones, mientras sus largas pestañas hablan de la belleza que podría
haber sido de no haber estado loca.
—Por fin estás despierta. —Su voz es muy diferente a la de antes. Es segura
y acusadora al mismo tiempo, con un toque de molestia—. Me asustaste. —Se
arrodilla delante de mí con un fuerte resoplido y derrama agua a mí alrededor,
mojando mis jeans—. Pensé que te había hecho daño —susurra con los labios
temblorosos, aparta el vaso y afloja lo que me rodea la boca, me quita el paño,
y yo jadeo para respirar solo para estremecerme cuando la acción me produce
dolor en la mandíbula.
Al moverla de un lado a otro, siento un toque de viento frío en mi piel
caliente y parpadeo sorprendida cuando un trueno resuena afuera, tan fuerte
que hace que me duelan los oídos.
Quiero taparme los oídos, pero tengo las manos y los tobillos atados, y miro
a mí alrededor, estudiando mi entorno.
Con cada segundo que pasa, el pánico me invade más y más.
Me encuentro en el interior de un amplio granero vacío por el aspecto de sus
establos y varios látigos y hachas colgados de las paredes. Varios cubos llenos
están esparcidos por todo el perímetro con un olor extraño que sacude mi nariz,
pero mi mente agotada no puede reconocerlo bien.
Hay heno esparcido por todas partes. Sin embargo, estoy sentada en suelo
duro, lo que significa que quienquiera que sea el dueño de este granero no lo
ha cuidado muy bien. El ambiente me hiela la sangre, la energía desesperanzada
hiere lo que queda de mí porque casi insinúa que no hay vuelta atrás desde aquí.
Las puertas a lo lejos están abiertas de par en par, y así es como entra el
viento, cuya fuerza aumenta por segundos desde que vuelven a sonar los
truenos, seguidos del destello de un relámpago. Por lo oscuro que está afuera,
las nubes deben haberse juntado.
Pero sigue sin llover.
—¡Emmaline! —chasquea, y vuelvo a centrarme en ella, con los ojos
brillando de ira—. ¿Me estás escuchando?
—¿Quién eres? —pregunto, tratando de pensar bien en todas las cosas que
he aprendido sobre los asesinos en serie a lo largo de los años. Actuar
emocional e irracionalmente cerca de ellos podría llevarme a la muerte, y ahora
mismo, necesito ganar el mayor tiempo posible para que Rafael pueda venir.
Me encontrará. No tengo ninguna duda.
Agarra el vaso de agua y me lo acerca a la boca, pero aparto la cabeza,
negándome a beber algo de lo que me ofrece a pesar que mi garganta me suplica
un poco de líquido.
—No tengo sed.
Suspira, guardándolo, y luego se desliza hacia atrás, enviando la suciedad
volando en diferentes direcciones.
—No te acuerdas de mí. —Nunca he visto a esta mujer, aunque la reconozco
de una de las fotos que Rhys me mostró.
De poco me sirvió, ya que consiguió secuestrarme de todos modos.
—No. ¿Quién eres? —repito mi pregunta, levantando las rodillas y
apoyando las manos en ellas mientras lo recorro todo con la mirada, buscando
un objeto afilado adecuado para cortar las cuerdas o utilizar contra la mujer si
es necesario.
—Me llamo Katherine. —Sonríe—. Igual que tu nombre. —Me pusieron de
segundo nombre Katherine en honor a la madre de mi padre, pero nadie me
llama así—. Por eso somos hermanas del alma. —Junta sus manos—. Somos
gemelas.
¿Somos qué?
Todo en mí grita que le grite a esta mujer delirante y la insulte de todo.
Resisto el impulso y le sigo el juego para ganar tiempo.
—No tengo un gemelo.
—Nacimos el mismo día, en el mismo lugar, sólo que de madres diferentes.
Nuestra alma se partió en dos y decidió vivir en cuerpos diferentes.
Oh, Dios, está realmente loca y saberlo sólo aumenta mi miedo. Consigo
mantener un tono uniforme, aferrándome desesperadamente a lo que me queda
de control y trato de no entrar en pánico.
—¿Qué quieres decir con que nacimos el mismo día y en el mismo lugar?
—Ignoro todo el asunto del alma por ahora. Primero tengo que entender cómo
está conectada a mí y luego encontrar la forma de hablar con la parte humana
que aún lleva dentro para librarme de lo que sea que haya planeado.
Mamá siempre dice que no importa la locura... siempre hay una pequeña
parte dentro de cualquier psicópata que los hace humanos, la única parte que
les hace daño, ya que les recuerda a los niños pequeños que solían ser.
Mi objetivo es encontrarlo y luego utilizarlo para salvarme, así que escucho
bien lo que dice.
—Sí. La puta me parió en la cárcel el mismo día que naciste tú. Estaba
embarazada de siete meses, así que yo también soy un bebé prematuro.
—¿La puta... como tu madre?
La ira cruza su rostro y sus uñas se clavan en sus muslos mientras se sienta
erguida, su voz baja unas octavas.
—Yo no la llamo así. Ella era una puta que arruinó mi vida.
Para que un niño odie a su propia madre de esa manera, significa que fue
criada por una persona horrible que rechazó a su madre o que no perdonó el
crimen que su madre había cometido. Ninguna de las dos opciones me promete
nada bueno en el futuro.
—¿Por qué la odias?
—Estuvo casada con su marido durante cinco años y luego tuvo una
aventura. ¡Con un hombre casado! —grita la última parte y pienso en cómo
Rhys tenía razón con su perfil. Por eso odia a los infieles—. Ella avergonzó a
la familia y quiso huir con él. —La forma en que habla al respecto me hace
pensar que usa las palabras de la persona que la crio: cero compasión—.
Tuvieron un accidente automovilístico y el hombre murió. Ella conducía el auto
y el accidente fue culpa suya, así que la enviaron a la cárcel.
—¿Estaba embarazada?
Se levanta de un salto, enroscando los dedos de los pies en el suelo,
reflexionando sobre algo durante varios latidos antes de empezar a pasearse de
un lado a otro, con el vestido rodeándole las piernas.
—Sí. Dicen que amaba mucho al bebé porque era un hijo ilegítimo.
—Es comprensible.
—¡Fue un pecado! —grita, pero casi queda silenciada por el trueno que
resuena en el espacio—. Tuvo contracciones tempranas y nací yo. Dicen que
no respiraba muy bien por mi cuenta debido a algunas complicaciones. Incluso
nos acostamos juntas en la unidad de cuidados intensivos. —Frunzo el ceño
porque ¿cómo sabe todo esto? Tendría que tener acceso a información
clasificada, pero no parece ser una maga de la tecnología—. Y ellos nos
separaron.
—¿Quiénes?
—Nuestros padrastros.
Oh.
Si su madre estaba casada con su entonces marido en el momento del
nacimiento de Katherine, legalmente era hija suya. Técnicamente podría haber
pedido una prueba de ADN, pero a juzgar por todo lo que ha dicho hasta ahora,
creo que se quedó con ella.
—No tengo padrastro.
Jugar a un juego es una cosa. Llamar a mi padre mi padrastro para apaciguar
al asesino en serie es otra muy distinta.
—Tuviste suerte. —Vuelve a caer sobre sus rodillas, golpeándolas contra el
suelo con tanta fuerza que es un milagro que no se las rompa—. Te tocó el lado
bueno de nuestra alma.
—¿Qué? —Noto que algo brilla a varios metros de mí y me doy cuenta que
es un trozo de cristal roto, lo bastante afilado como para cortar la cuerda—.
¿Qué quieres decir con eso? —Me muevo un poco hacia un lado, observándola
todo el tiempo para que no vea mi movimiento.
—Zachary te tomó y te dio todo. Eras su princesa. Odiaba a tu mamá, pero
nunca a ti. Y tu mamá también es una buena mujer. Eres suya porque tienes un
alma buena. La que no está manchada por la oscuridad. —Se pone la mano en
su pecho—. Mi padrastro me secuestró e hizo de mi vida un infierno. Me
pegaba. Me violaba. Nunca me permitió salir. Odiaba a la puta y a mí. Porque
mi alma está manchada por mi madre.
Sus labios tiemblan y, a pesar de todo, me duele el corazón por la niña que
solía ser.
Una niña confiada a un hombre que era claramente un monstruo enfermo
que descargaba su frustración en una niña y luego la utilizaba para sus antojos
desviados. Una niña de la que nadie se preocupó claramente si pudo aislarla del
mundo lo suficiente como para que creyera que había algo malo en ella.
Lo suficiente como para pensar que lo que hizo el enfermo fue culpa de ella,
o de su madre, que probablemente también fue tratada como una mierda por su
marido.
—Era un hombre malo que hizo cosas malas. Nada de eso fue culpa tuya,
Katherine. —Levanta los ojos hacia mí y aún puedo ver rastros de la niña
torturada que solía ser—. Tu alma no estaba manchada. Él estaba enfermo. No
se te puede culpar de su locura.
—¡No, no, no! ¡Ustedes no lo entienden! La puta tiene la culpa. Ella me
abandonó. —Mi ceño se frunce y añade, gritando tan fuerte que hago una
mueca—: ¡Se suicidó justo después de salir de la cárcel! —Se golpea el pecho
con el puño—. Debería haber vuelto a casa conmigo. ¡Yo tenía diez años! ¡Me
abandonó!
Dios mío.
Su pasado se vuelve más deprimente cada segundo que pasa y, teniendo en
cuenta que su psique ya estaba dañada por el monstruo, la niña probablemente
empezó a odiarse a sí misma aún más.
A mi modo de ver, su madre también era una víctima que no quería volver
con su maltratador, pero que probablemente lo habría hecho por el bebé.
Excepto que algo no cuadra en esta historia.
—¿Cómo sabes que se suicidó?
Se rasca, arremangándose, y ahogo un grito al ver su piel desgarrada con
varias marcas de quemaduras.
—Se suponía que él la llevaría a casa. Vivía y respiraba para ese momento.
Estaba sentada sola en el granero y contaba los minutos, esperando a que llegara
su camioneta. —Mira hacia un lado, sentada sobre sus talones, y se muerde el
labio inferior—. Y entonces llegó. Solo. Sosteniendo su cuerpo sin vida, y me
dijo que la puta se había ido al infierno porque se había suicidado. —Mis ojos
se abren, la bilis me sube a la garganta y me la trago, inhalando aire en los
pulmones e intentando concentrarme lo mejor que puedo—. Cavó un hoyo en
el patio trasero y la enterró allí. —Cae de culo, rodea sus rodillas con las manos
y las abraza, meciéndose suavemente hacia delante y hacia atrás—. Estaba
lloviendo y su bonito cabello rubio quedó manchado por la sangre y la tierra.
Era muy bella. —Se da una palmada en la mejilla, haciéndome estremecer—.
No pude evitar quedarme mirando.
Eso fue todo.
El punto de inflexión en su psique tras el cual decidió matar a la gente. Cada
vez que mataba a todas esas mujeres, recreaba ese único momento con su madre
y se sentía más cerca de ella como una niña desesperada que anhelaba su amor,
y en lugar de eso recibía más abusos.
—Él la mató, Katherine. —Deja de mecerse—. La mató de camino a casa y
luego te mintió. —Sea quien sea este horrible hombre, espero que muera o que
ya haya tenido una muerte dolorosa y agonizante. Le gustaba tanto tener a su
pequeña prisionera, que debía parecerse a su madre. La versión mejor y más
débil de la mujer con la que una vez se casó para hacer con ella lo que le viniera
en gana—. Tu madre no te abandonó.
La esperanza relampaguea en sus ojos, se le cae la mandíbula, pero sacude
la cabeza.
—Se suicidó. Me odiaba tanto que por eso lo hizo. Era una pecadora que no
merecía la piedad del mundo. —Esconde la cara entre las rodillas y vuelve a
mecerse—. Después de su muerte, empeoró. Me pegaba con más frecuencia y
me tocaba todo el tiempo. Me vestía con su ropa y me ordenaba que lo llamara
esposo. —Respira con dificultad mientras yo vuelvo a moverme hacia un lado,
con el corazón latiéndome desbocado en el pecho y una sola lágrima
resbalándome por la mejilla, con las entrañas llorando por una niña que se
merecía algo mejor.
¿Cómo es que nadie vino por aquí a hacer preguntas? ¿No tenía otra familia?
—No me dejó ir a la escuela hasta que llegó un predicador. Le dijo que lo
que hacía estaba mal. Me salvó. —Levanta la cabeza y sonríe—. Él también
era un ángel. Él y su mujer siempre tenían una comida caliente para mí y me
traían mucha ropa. Convencieron a mi padrastro para que me permitiera ir a
una escuela religiosa y fue la época más feliz de mi vida. —¡Este hombre no se
merece ser llamado padrastro nada!—. Me sentía tan segura y bien allí. Me
enseñaron a leer y escribir y me decían que era muy inteligente. Uno de los
chicos me enseñó informática. —Su voz se reduce a un susurro—. Y luego
volvía a casa y él me ordenaba que me desnudara. Ya no podía pegarme porque
la gente podía ver. Pero hacía otras cosas. —Solloza y vuelve a esconder la
cara—. No le dije nada a nadie. Tenía miedo que me odiaran.
—Nada de esto fue culpa tuya.
—¡La gente juzgaría! Una vez un vecino lo vio arrastrándome hasta aquí.
No dijo nada. —Aprieta los puños—. Todos ignoraban mi dolor y yo les odiaba
por ello. No quería odiar al predicador y a su esposa. —Excepto que
probablemente habrían llamado a la policía si fueran realmente buenas
personas—. Cambió a los quince años. Perdió interés en mí. No me tocaba.
Maldito enfermo pervertido.
—Por fin era feliz. Podía hacer lo que quisiera. —Se sonroja y me mira
mientras me acerco al cristal, conteniendo la respiración y prestando mucha
atención a sus reacciones—. Así es como acabé en tu colegio. Entre los niños
perfectos y ricos. —Oh, entonces nos estamos acercando a la verdad. El
momento que nos conectó a ambas de una manera extraña—. Y ahí estabas tú,
poniéndote las alas que cosí con estos dedos. —Ella extiende sus manos hacia
mí, moviéndolas—. Entonces me acordé de ti. Leí un artículo sobre tu madre y
ese fue el año en que salió a la luz la verdad sobre tu padre. —Exhala
pesadamente—. Lo comprendí. Comprendí que eras la parte faltante de mi alma
que recibió toda la bondad mientras yo recibí toda la maldad. Fuiste mi
salvación..
Oh, no.
Me fusionó consigo misma y, de algún modo, decidió que mi vida era una
representación de lo que podría haber sido si hubiera acabado al cuidado de un
buen hombre.
—Eras tan amable. Tan pura. Tan hermosa. Y tu padrastro te amaba. —Se
tira del cabello—. ¡Te amaba tanto que era repugnante!
—Mi papá. Él es mi papá. —No es prudente contrariarla. Aunque no soporto
que nadie llame a mi papá mi padrastro—. No soy un ángel, Katherine, y mi
alma es sólo mía. No soy un reflejo perfecto de lo que podría haber sido.
Se pone el dedo en los labios.
—¡Shhh! Te equivocas. No tienes defectos. Mientes porque él manchó tu
alma.
—¿Quién?
—¡Rafael! ¡La oscuridad lo consumió! ¡Manchó a mi ángel perfecto! —Se
levanta de nuevo, chasqueando los dedos—. Pero él te ama. Te protege.
También es repugnante. —Da un pisotón—. Lo odio.
Cualquiera que me ame debe ponerla enferma porque le recuerda que nadie
la amó nunca. A juzgar por su respiración y su paso, está agitada, así que le
pregunto:
—¿Qué pasó con el monstruo que te crio?
—Yo lo maté. —Sonríe, me mira y se me revuelve el estómago—. Cuando
volví a casa de la obra, quiso pegarme otra vez por llegar tarde. Así que agarré
un cuchillo y lo apuñalé. —Su risa, fría y repugnante, resuena en el granero—
. Cien veces. Ésas fueron las heridas que le hice mientras suplicaba y suplicaba
que parara. Pero no lo hice. Nunca dejó de hacerme daño, ¿qué esperaba? —Se
encoge de hombros—. Arrojé su cuerpo a los cerdos y se lo comieron mientras
yo lo observaba todo.
Se necesita una fuerza inhumana para no vomitar en mi regazo ante esto.
—¿Nadie vino a buscarlo?
—A nadie le gustaba. Sólo dije que había desaparecido y todo el mundo me
creyó. A la gente no le importa nada más que ellos mismos de todos modos.
—¿Por qué mataste a otras mujeres?
Frunce el ceño y los labios.
—Después de su muerte, tenía una voz en mi cabeza que me susurraba que
cediera a mis impulsos... tan fuertes y tan tentadores, que no pude resistirme.
Tenía que satisfacer mis ansias, pero sólo con aquellos que se lo merecían.
Dios mío, creo que ni siquiera un psiquiatra podría ayudarla.
—Asesinaste a mujeres inocentes.
—¡No! Eran como la puta. —Hace un gesto con la cabeza hacia las
puertas—. Lo enterré junto a ella y me senté con ellos durante horas. Nadie se
enteró nunca porque aquí nunca viene nadie. —Se da palmadas en el
estómago—. Soy la persona invisible que experimentó la crueldad.
No.
De niña se merecía algo mejor y necesitaba ayuda. Sin embargo, ¿todo lo
que ha hecho después? Eso es culpa suya.
Miles de personas experimentan el infierno en la tierra y encuentran la
fuerza para seguir adelante y ver la luz, no hay excusa para convertirse en un
asesino en serie.
—Tú las asesinaste —repito—. Y el monstruo que te hizo daño asesinó a tu
madre.
—¡Deja de decir eso! ¡Ella me abandonó!
—No. No lo hizo.
—Gina era muy parecida a ella. Muy egoísta. Después de cuatro años,
finalmente dominé mis habilidades y decidí poner fin a lo que empezamos hace
tantos años. —Se acerca a uno de los cubos y lo agarra, el agua derramándose
de él—. Quería que fuera poético. Su hermosa muerte artística rindiendo
homenaje a su talento como bailarina. Tú y yo volviendo al lugar donde
nacimos para enmendar el mal que allí se hizo. Para poder liberarme por fin de
esta locura que me consume. Todavía hay esperanza para mí.
—¿Qué esperanza? —Es muy difícil seguir su hilo de pensamiento.
Salpica el agua por todo el granero y los establos. Una vez vacía, toma otro
y repite la acción. Es entonces cuando me llega un fuerte olor que me deja
inmóvil.
No es agua.
¡Es gasolina!
—¿Qué estás haciendo? —Me muevo más hacia un lado y finalmente mis
manos aprietan el cristal, y me trago un grito de dolor cuando me corta en la
palma. Me aseguro de ocultarlo a su vista mientras empiezo a cortar la cuerda.
—Quiero acabar de una vez. —Tira el cubo y camina hacia las puertas,
cerrándolas mientras retumba un trueno. Gira la cerradura y se da la vuelta,
levantando el dobladillo de su vestido—. Me puse esta cosa tan bonita para la
ocasión especial. —Rebusca en su bolsillo y saca cerillas—. Mi ángel está aquí,
así que vamos a tener nuestro propio purgatorio en el granero, Emmaline. —
No, no, no—. Nuestras almas finalmente se fusionarán en una y seremos puras
y libres.
—No hagas esto, Katherine. No quieres matarme o matarte.
Se le llenan los ojos de lágrimas mientras enciende una cerilla.
—Quiero. Estoy tan cansada del dolor, la rabia, la voz y las ansias... Quiero
que se acabe y para eso tenemos que morir. No deberían habernos salvado todos
estos años. Sólo prolongaron mi infierno.
—¡Katherine, no! —grito pero es inútil.
Porque deja caer la cerilla sobre el heno, que se enciende al instante.
Aparecen llamas azules y naranjas que me infunden miedo en todos los huesos
del cuerpo.
Y en el mismo momento, la cuerda que me rodea las manos se afloja, la
sangre la embadurna y, a pesar de mis articulaciones palpitantes, libero las
manos e inmediatamente empiezo a cortar las cuerdas que me atan los tobillos.
Al darse cuenta de lo que estoy haciendo, empieza a gritar.
—¡No te atrevas! —Ya no me preocupo por ella, intento escapar de aquí,
pero es entonces cuando se abalanza sobre mí, saltando encima de mí.
Tirándome de espaldas, se cierne sobre mí—. ¡No te atrevas! —Me abofetea y
yo me resisto, bloqueando su siguiente bofetada y dándole la mía.
Este granero está a punto de arder y sólo tengo unos minutos para salvarme
antes de convertirme en otra estadística.
Y parece que la ayuda no está a la vista.
¿Dónde estás, Rafael?
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
“Hades utilizó artimañas cuando quisieron arrebatarle a Perséfone.
Porque nadie la amaría ni la protegería como él”.
Rafael

Rafael

—Nos vas a matar a los dos —dice Rhys mientras giro rápidamente a la
derecha por la pequeña y estrecha carretera que conduce a la propiedad
abandonada, según el GPS—. Y no le servimos de nada a Emmaline muertos.
Agarrando el volante con más fuerza, presiono más el acelerador, ignorando
sus palabras porque ahora mismo que se joda todo el mundo.
Mi mujer lleva desaparecida cuatro horas, cuatro agonizantes horas.
Las imágenes de vigilancia sólo amplificaron mi rabia.
Golpeó a mi mujer en la nuca y luego metió su cuerpo en el auto. Ni siquiera
pudimos ver la matrícula porque la ocultó de la vista de la cámara.
Perdimos una hora buscando en las bases de datos la camioneta y luego
repasando el informe que tenía sobre la vida de Katherine, necesitando una
pista sobre dónde podría haber llevado a Emmaline.
La policía ya había sido enviada a su apartamento en la ciudad. Lo
encontraron vacío, salvo algunos trofeos de las víctimas, lo que finalmente
permitió a la policía declararlas muertas, ya que ella tenía fotos de ellos junto
a los objetos.
Finalmente, Rhys y yo decidimos revisar la casa de su familia, que lleva
años en ruinas porque nadie ha podido localizar al propietario, y todo encajó
para nosotros.
Acabar todo donde empezó sería un final jodidamente poético, ya que esta
asesina en serie en particular se considera una artista que nunca tuvo la
oportunidad de serlo.
Simpatizo con la niña que una vez fue, pero ella misma firmó una sentencia
de muerte cuando puso sus ojos en mi mujer y la secuestró.
No siento piedad por ella. Los que matan a un inocente, por muy agraviados
que hayan sido en vida debido a la crueldad de otros, no merecen piedad ni
compasión.
Perdieron la cabeza, y si la cabeza se ha ido, no hay forma de salvarlos de
la oscuridad que envenenó su mente, transformándolos en una cáscara de la
persona que una vez fueron y, en su lugar, dando a luz a un monstruo ansioso
por el sufrimiento de los demás.
—¡Rafael! —Rhys grita mientras entramos en la carretera llena de baches,
los guijarros se interponen y algunos golpean el parabrisas—. Deja de ser
emocional y concéntrate.
—Háblame cuando tu esposa esté secuestrada por una loca que puede
matarla en cualquier momento.
—Deberías saber mejor que nadie que lo entiendo. —Nuestras miradas
chocan, los recuerdos de hace diez años centellean en mi mente—. Tienes que
seguir siendo racional para ayudarla. La policía está en camino, así que
tendremos ayuda.
Sí, somos peligrosos, pero nuestro respeto mutuo por la ley nos hizo hacer
todo bien, incluso informar a la policía de inmediato para que un detective
pudiera reunirse con nosotros.
Podría haber llamado a cualquiera de mis innumerables amigos que tienen
una brújula moral cuestionable, pero no pude. Supongo que por eso nunca
encajé con ninguno de ellos, aunque me tomaran bajo su protección cuando
Lachlan me encontró hace tantos años.
No soy un asesino. Podría serlo si matar es lo que hay que hacer para liberar
a mi mujer de Katherine, y si eso no demuestra mi amor por ella, ninguna otra
cosa lo hace.
Estoy dispuesto a romper la ley por ella, sólo por ella.
—¿Cómo se las arregló para pasar desapercibida durante tanto tiempo? —
Sus cuentas bancarias son inexistentes y aunque tenía un trabajo a tiempo
completo limpiando en un restaurante, nunca trabajó en ningún sitio durante
mucho tiempo, y todos la llamaban rara en el mejor de los casos y loca en el
peor—. ¿Llevar a cabo todos estos asesinatos y espiar a Emmaline sin ningún
medio?
En la mayoría de las fotos que encontramos de ella, parecía sucia y ni
siquiera intentaba dar un giro a su vida, sólo vivía para matar a Emmaline.
—Sabes que a la sociedad le importa una mierda lo que pase mientras el
problema no les afecte. Es lista, así que sabe usar un ordenador y ha seguido a
Emmaline lo suficiente como para conocer algunos detalles. Sus apariencias
poco estelares la ayudaron a conseguir trabajo, jugando con la empatía de la
gente. Los psicópatas saben qué usar para conseguir lo que quieren.
Debería saberlo. Él mismo es uno.
—Este caso será enorme cuando salga a la luz. Tienes que estar preparado
para ello —me advierte mientras los truenos resuenan en el cielo, las nubes
oscuras se juntan y oscurecen el día. En cualquier momento caerá una lluvia
torrencial.
—Me importa una mierda todo lo que no sea asegurarme que mi esposa esté
viva.
Justo cuando digo estas palabras, la propiedad aparece finalmente a la vista
junto con un granero.
Un granero en llamas.
—Mierda —murmura Rhys mientras yo agarro el volante con tanta fuerza
que los nudillos se me ponen blancos cuando las imágenes de mi infancia se
reproducen una tras otra con un sinfín de voces que me gritan.
El trueno y el fuego una vez me lo arrebataron todo.
La naturaleza y su elemento no pueden ser crueles por segunda vez.
—Rafael, sólo... —Apenas consigo aparcar el auto antes de saltar de él y
correr a toda velocidad hacia el granero con Rhys pisándome los talones.
Llego a las puertas y siseo cuando no se abren. Debe de haberlas cerrado
desde adentro, y es entonces cuando oigo a Emmaline gritar:
—¡Suéltame! —Siento alivio al saber que sigue viva. Sin embargo, es
reemplazado por miedo y rabia cuando grita de dolor.
Retrocedo y pateo con fuerza las puertas del granero. Se mueven un poco,
pero no es suficiente, así que Rhys también las patea. Entonces compartimos
una mirada, y ambos las golpeamos con fuerza al mismo tiempo. Justo cuando
un rayo brilla en el cielo y el fuego consume aún más madera a nuestro
alrededor.
Es puro milagro que las puertas estén así de intactas, pero no tardará en
bloquear la salida. La estructura es vieja, y podría romperse en cualquier
momento.
Oigo sirenas a lo lejos. Retrocedemos varios metros y nos lanzamos hacia
el granero, lo pateamos con fuerza y, finalmente, las puertas se abren de golpe.
Me quito la chaqueta y golpeo el fuego con ella. Lo consume todo a su paso,
despiadado como puede ser el elemento. Las llamas anaranjadas me rodean y
el humo nubla mi vista.
—Quédate atrás —le ordeno a Rhys. No tendré su muerte sobre mi
conciencia, y ya cae un trozo de madera del tejado justo cuando comienza la
lluvia torrencial.
—¿Estás bromeando? —murmura, y a pesar de mi orden, me sigue mientras
ambos avanzamos. Más adentro en el granero, veo a Emmaline luchando contra
Katherine, que tiene las manos alrededor de su garganta, manteniéndola en su
sitio.
Corro hacia delante, ignorando el fuego que me rodea mientras Rhys me
sirve de protección detrás de mí. Katherine gira la cabeza, con los ojos muy
abiertos, y grita:
—¡No! —La cara de Emmaline se vuelve azul, y apenas hace ruido ahora,
lo que me hace saber que la mujer la está matando—. No puedes salvarla. Es
mi purgatorio. —Salta hacia mí, pero consigo apartarla de un fuerte empujón y
cae al suelo. Por alguna razón, el fuego consume los establos como si estuviera
desigualmente esparcido—. ¡No!
Emmaline abre la boca y tose. Rápidamente la levanto en brazos y me doy
la vuelta mientras Rhys grita:
—Cuidado. —Se mueve conmigo hacia un lado cuando otro trozo de madera
cae del tejado, propagando más llamas a raudales.
Rhys avanza, despejando el camino, y mis pulmones piden aire fresco. Todo
este humo me está debilitando, pero aprieto a Emmaline. Tenemos que salir.
—¡Rafael! —grita Rush, agarrando mi mano con fuerza mientras las olas
del mar nos golpean desde todos los rincones, y rezo para que la intervención
divina nos salve.
¡No puedo perder a mi gemelo en el océano!
La imagen es rápidamente sustituida por otra, con la voz aterrorizada de mi
madre.
—¡George, sácalos de aquí!
Los llantos constantes de Lavender.
Utilizando todas mis fuerzas, camino hacia la puerta, evitando el techo que
cae, y casi llegamos a la puerta cuando algo duro me golpea en la espalda,
doblándome las rodillas. Me quedo quieto, corriendo solo por el subidón de
adrenalina mientras Katherine vuelve a gritar:
—¡Es mi purgatorio!
—¡Entonces malditamente arde en él! —Es todo lo que consigo decir antes
de llegar finalmente a las puertas. Oigo un fuerte estruendo y me doy la vuelta,
algo pesado cae sobre Katherine mientras el fuego consume su cuerpo.
Consigo llevarnos lo más lejos posible, dejándome caer de rodillas cuando
todos tragamos oxígeno mientras la lluvia cae a cántaros, empapándonos de
pies a cabeza mientras los autos de policía llegan uno a uno, junto con una
ambulancia.
—¿Estás bien? —le pregunto, acariciándole la cabeza y besándole toda la
cara—. ¿Estás bien, cariño?
—Sí —grazna, rodeándome el cuello con las manos y abrazándome—.
Estaba muy asustada. Tú me salvaste.
—Siempre estaré ahí para salvarte. —Un ligero mareo me asalta, el dolor
recorre todo mi cuero cabelludo, y Emmaline jadea horrorizada.
—Rafael. Sangre. —Me toca la nuca, y sangre fresca gotea de sus dedos ya
manchados de sangre—. ¿Qué pasó...?
Coloco mi boca sobre la suya, entrelazo nuestras lenguas y la beso tan fuerte,
vertiendo todo mi amor en ella para que nunca dude que todo lo que soy es
suyo.
Me encantaría besarla para siempre, respirar su olor y abrazarla para
asegurarme que está viva, pero el mareo no me deja.
Me inclino hacia atrás y le sonrío.
—Rafael. —Caigo de espaldas, el dolor es tan fuerte que ya no me doy
cuenta de lo que me rodea, y el mundo se vuelve mudo.
La boca de Emmaline se mueve, pero no oigo nada, y entonces aparece la
cara de Rhys. Sacude la cabeza y se gira hacia un lado, llamando a alguien.
Pero no me importa.
Érase una vez, pensé que una chica destruyó mi vida.
Me equivoqué.
Érase una vez una chica le dio sentido a mi vida.
Salvé a mi esposa.
Finalmente, después de veintisiete años... salvé a la persona que amo.
Lentamente, mis ojos se cierran mientras la oscuridad me adormece, y ni
siquiera puedo aferrarme a Emmaline, que solloza sobre mí.
Supongo que es verdad lo que la gente dice de mí.
Pase lo que pase, no te enamores del Rey del Desamor.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
“Llévame a la tierra donde los pecadores aman...”
Emmaline

Emmaline

El sol brilla en el cielo, iluminando la naturaleza que me rodea. Mis dedos


se curvan en la caja que tengo en el regazo cuando Jeff aparca el auto,
enviándome una sonrisa a través del espejo retrovisor. Apoyo la cabeza en el
asiento y me armo de valor para hacer lo que tengo que hacer.
Una mano se posa en mi rodilla, deteniendo mí nervioso golpeteo que ni
siquiera registraba en mi mente, y suspiro aliviada cuando Rafael me dice:
—Cálmate, cariño. —Mis ojos se cierran mientras absorbo su voz, y sin
abrirlos, agarro su corbata y lo acerco, encerrándonos en un beso suave pero
ardiente, explorando su boca. Responde encantado, su otra mano se desliza por
mi espalda y me abraza con fuerza, sin dejar espacio entre nosotros y cubriendo
de paz y tranquilidad el caos que estalla en mi alma—. Todo va a salir bien —
susurra contra mis labios, antes de deslizar los suyos hacia arriba y besarme en
la nariz y luego en la frente—. Confía en mí.
Deslizo la palma de la mano hacia su cuello, rozando la pequeña cicatriz que
aún me provoca pesadillas.
Después que Rafael se desmayara, fue necesaria la fuerza de Rhys para
sostenerme y evitar que corriera hacia mi marido mientras los médicos lo
revisaban y temían que tuviera una hemorragia interna por la herida que debió
de recibir cuando Katherine lo golpeó con una pala.
Nos llevaron a los dos al hospital mientras yo respiraba oxígeno a través de
la mascarilla que me pusieron en la cara, y Rhys se quedó atrás para encargarse
de todo.
No encontraron nada malo en mí además de pequeños moretones, pero mi
marido era otra historia. Tenía varias quemaduras y una conmoción cerebral,
además de una herida sangrante. Nunca olvidaré el miedo que me penetró tan
fuerte y me atenazaba con sus garras mientras veía pasar el reloj, esperando
algún tipo de noticia y rezando para que no ocurriera nada malo. Ser
secuestrada por Katherine no era nada comparado con eso.
Lo trataron y tuvo que quedarse allí una semana para mejorar, aunque se
quejó todo el tiempo, sobre todo cuando llegaron nuestras familias y amigos,
abrumándolo con su cariño y atención.
Creo que fue la primera vez que vi a Rush esbozar una sonrisa.
Han sido dos semanas locas con él mejorando. Scarlett se ocupó de todos
sus casos antes de ir finalmente a su ciudad natal, lo que es una historia de locos
por sí sola. Y yo volví a la vida normal después que se conociera la noticia del
caso. Recibí varias llamadas, incluso de los padres de Anthony y Gina para
preguntarme si estaba bien.
Mi universidad también me informó que, como estaba en mi último
semestre, aún podía recuperar todas las horas perdidas y graduarme a tiempo,
al tiempo que me ofrecían varias audiciones.
Incluso tuve un pequeño ensayo con la tía Valencia donde por fin clavé mis
emociones de amar a un hombre que te mintió y salvarlo, poniéndolo por
encima de la venganza.
El matrimonio te enseña muchas cosas.
Rhys se puso en contacto con nosotros para informarnos que los restos de
Katherine fueron encontrados junto con el enterramiento de su asesino en serie
y todos los cuerpos. La autopsia mostró que su madre murió porque alguien la
asfixió hasta matarla. Me dijo que el estado se encargaría de su funeral y aunque
todos me dijeron que no fuera, asistí.
Lo hice por la niña que una vez fue y que estaba desesperada por que alguien
la salvara y la escuchara. Esa niña merecía que alguien estuviera allí durante su
funeral. Pero también ver el ataúd me hizo darme cuenta que estaba muerta y
que ya no me perseguiría; la parte asustada que había en mí necesitaba esa
confirmación.
Durante todo este tiempo, mi familia nos dio espacio. Nos visitaron en el
hospital pero no fueron autoritarios con su presencia. Los gemelos volvieron a
Boston, y a juzgar por lo que he oído... Ian empeoró aún más la situación de la
chica.
Hablamos de nuestro futuro y Rafael está contento de quedarse en Nueva
York el tiempo que yo necesite para establecerme en el mundo del baile. Con
el tiempo volveremos a Boston. Es una ciudad preciosa y creo que estoy lista
para abrir mis alas.
En todo este tiempo, nunca había sido tan feliz, el amor llenándome hasta el
borde, y disfrutando de esta felicidad recién descubierta que sólo Rafael podía
darme. Todo era casi perfecto.
Casi porque aún tenía que hacer una cosa, lo que me lleva al ahora.
Echo la cabeza hacia atrás y sonrío a mi marido, que me da un último beso
en los labios y me acaricia la mejilla. Me inclino hacia él.
—No sé por qué estoy tan nerviosa. —Se me escapa una risita—. Creo que
ya sé cómo va a reaccionar.
—No pasa nada. Eres muy amada y yo estoy aquí. Sólo una palabra y te
llevaré donde nada ni nadie pueda hacerte daño. —Aprieta su frente contra la
mía mientras respiro su aroma, aún agarrando su corbata—. ¿Quieres que vaya
contigo?
Sacudo la cabeza.
—No. Quiero hacerlo sola. —Pasa un tiempo—. Creo que necesito hacerlo
sola. —Me inclino hacia atrás y agarro la manija de la puerta—. Deséame
suerte, cariño.
—No lo necesitas. Eres una Wright. —Su arrogante respuesta me hace
reír—. Buena suerte, mi amor. —No puedo resistirme a robarle un beso más
antes de salir finalmente del auto, aún con la caja en la mano y suspirando
cuando el viento trae alivio a mi piel acalorada y me rodea las piernas con mi
vestido amarillo—. Emmaline. —Veo salir también a Rafael, que da unos
golpecitos en el techo del auto—. Te amo, cariño.
El calor me recorre en oleadas y crea un capullo protector a mí alrededor,
borrando la mayor parte de mi nerviosismo.
—Yo también te amo.
Me doy la vuelta y respiro mientras el fascinante paisaje se abre a mi vista.
Un sinfín de hierba verde rodea el perímetro mientras los árboles a lo lejos se
mecen con el viento al tiempo que nos rodea el sonido del piar de los pájaros.
Hay un lago a varios metros de distancia y, aunque este prestigioso campo de
golf suele estar muy concurrido, papá lo alquila una vez al mes para que nadie
nos moleste aquí cuando tenemos nuestro momento padre-hija.
Aunque juega al golf con sus amigos cada semana, tenemos una tradición
especial desde que yo era pequeña y él me enseñó a jugar. Me traía aquí el
primer domingo de cada mes y jugábamos durante horas mientras comíamos
granos de granada y hablábamos de todo. Se le ocurrió después que nacieran
los gemelos y quería asegurarse que yo no sintiera que todos se olvidaban de
mí. Me encantaba, aunque la mayor parte del tiempo me parecía aburrido jugar
al golf.
Mis bailarinas no hacen ruido en el césped mientras camino hacia nuestro
lugar habitual, y veo a mi madre sentada bajo la sombrilla en su silla y leyendo
un libro. Papá siempre la arrastra con él si puede, y creo que ella también vino
por apoyo moral, porque la llamé con anticipación para preguntarle si papá
pensaba venir este domingo.
Realmente no hemos hablado después de esa cena, y aunque se mostró
cariñoso conmigo y todo eso, todavía seguía habiendo cierta tensión, y me
preguntaba si aún quería mantener la tradición después que le echara en cara su
amor por mí.
Mamá me aseguró que vendría, pero una parte de mí seguía negándose a
creerla.
Suspiro aliviada cuando mi mirada se posa en mi padre agarrando el palo de
golf. Golpea la pelota que tiene delante y esta rueda suavemente hasta el hoyo
cercano.
Él sonríe, balanceando el palo de un lado a otro, pero se queda quieto cuando
me ve.
—Emmaline. —Odio cómo la sorpresa recubre su voz, como si mi llegada
fuera una sorpresa para él.
¿Hice tanto daño a mi padre que pensó que me olvidaría de nuestra
tradición?
—Hola. —Saludo a mamá con la mano, ya que no oye nada de lo que digo—
. Empezaste sin mí.
Papá se aclara la garganta.
—Sí. Sólo un poco de calentamiento. Puedes agarrar tu palo ahí. —Señala
su carrito de golf—. Aunque no estás vestida para jugar al golf. Ten cuidado y
no te hagas daño.
Una sonrisa se dibuja en mi boca ante su voz severa, y mis manos aprietan
la caja mientras me acerco a él.
Agarra una bola más y la coloca en la línea, midiéndola con un palo.
—La granada también está en el carrito. —¿Así que papá esperaba que yo
también apareciera?
No sé cómo actuar porque en toda mi vida nunca me he sentido incómoda
con mis padres.
—Sí, hace buen tiempo así que he decidido ponerme un vestido. —Entre
otras razones. Camino más lejos hasta que estoy a varios metros de él y sus ojos
se suavizan en mí.
Él mira la caja.
—¿Qué hay dentro? ¿Donas? —bromea—. Solías colarlos aquí para que
nadie lo supiera.
Ah, sí. Los años entrenando y cuidando la dieta para mantenerse en forma.
—No. Es algo que he hecho por ti. —Le tiendo la caja, con el corazón
latiéndome tan desbocado que el pulso me retumba en los oídos. Frunce el ceño,
se quita los guantes y los cuelga en el bolsillo trasero del pantalón—. Espero
que te guste.
Quita la tapa y saca el álbum marrón, así que pongo la caja a mis pies
mientras él la abre para estudiar la primera foto.
Es él acunándome en sus brazos cuando sólo tenía dos meses, parado frente
a la casa de nuestra familia.
—Eras tan pequeña —susurra, pasando el dedo por la foto—. Tenía miedo
de abrazarte demasiado fuerte, pero no podía evitar abrazarte todo el tiempo.
Nunca llorabas en mis brazos, así que incluso aprendí a jugar al golf contigo.
¿Cómo lo conseguiste?
—El abuelo lo tenía.
Pasa a la siguiente foto mía con mi tutú de ballet y mis mechones oscuros
alrededor mientras le sirvo un té imaginario en mi habitación mientras él se
sienta en la silla pequeña e incómoda para su complexión y finge que está
tomando el té conmigo.
—Recuerdo que todos se alegraron cuando dejé de invitaros a mi té. —Se
ríe, el sonido me alegra—. Pero era el mejor té, ¿verdad, papá?
—Sí. Al menos todos los postres eran de verdad.
Ah, sí. Tuve que usar todos los trucos para conseguir comida arriba ya que
Patience no lo permitía. Aunque tenía mis maneras de convencerla.
Estudia la siguiente foto, en la que mamá yace en la cama del hospital,
apoyando la espalda en las almohadas y sosteniendo a los dos gemelos en
brazos, mientras papá se sienta a su lado conmigo en su regazo y sonreímos.
—Cuando te enteraste que eran gemelos, preguntaste si habíamos pedido
accidentalmente dos niños en vez de uno. —Papá da golpecitos en la foto—.
Tuvimos que convencerte que no habíamos cometido ningún error, y acabamos
de ser bendecidos dos veces. —Pasa un tiempo—. O maldecidos. Depende de
cómo uno prefiera ver a mis hijos.
Puede que lo diga, pero todos sabemos que los adora. De lo contrario,
nunca los dejaría salirse con la suya con todas las cosas que hacen. Bueno, al
menos solía hacerlo. Realmente nos asustamos por Ian cuando se sinceró con
papá, y su castigo aún no se ha determinado.
Revisa el álbum un poco más, innumerables fotos nuestras a lo largo de los
años, desde mi escuela de ballet hasta las vacaciones familiares y las fiestas.
Mi graduación y todo lo demás en el medio, todos los hitos celebrados por
nosotros excepto mi compromiso. No quería incluir esas fotos, sobre todo
porque papá no parecía feliz en ninguna de ellas.
—Es precioso —dice finalmente y lo cierra—. Gracias por este regalo. No
sé cuál es el motivo. —Su ceño se frunce—. ¿Me he perdido algún aniversario?
Respiro hondo, le arrebato el álbum y lo vuelvo a meter en la caja antes de
centrarme de nuevo en mi padre.
—Lo hice para mostrarte lo agradecido que estoy.
—¿Por qué?
—Por criarme en el amor. —Escuchar la historia de Katherine me hizo sentir
dolor por ella, pero también darme cuenta que lo que hizo mi padre estuvo mal
a muchos niveles. Sin embargo, a pesar de todo... incluso cuando todavía
odiaba a mi madre y pensaba que era una asesina a sangre fría, su odio hacia
ella nunca se trasladó a mí.
Me ha amado como si fuera suya desde el primer día.
Se congela ante esto, tambaleándose un poco, y tiene que recuperar la
compostura antes de responder:
—No tienes que agradecérmelo. Eres mi hija. Mi primogénita. —Levanta
las manos y me las pone en las mejillas, secándome las lágrimas—. Ser tu padre
fue uno de mis mayores regalos. Mi culpa nunca cambió el hecho que estoy
feliz de ser tu padre.
—El amor de los padres, por desgracia, no es un derecho adquirido. Para ti
fue una elección, papá. —Salen más lágrimas—. Gracias por elegirme y por
ser el mejor padre del mundo entero. No podría desear a nadie más para
criarme. —Me permito dejar atrás el pasado para siempre y aceptar la verdad
de la batalla interna que he estado librando conmigo misma y que me llevó a
tomar algunas decisiones cuestionables.
Pensaba que tenía que elegir entre el amor a mi padre y a mi madre, pero me
equivoqué.
Los ojos de papá se llenan de lágrimas y me abraza con fuerza, meciéndonos
de un lado a otro mientras yo lo rodeo con mis brazos, permitiéndome llorar
porque mi conflicto interno ha terminado y mi alma ya no está partida en dos.
Permanecemos así varios minutos. Escucho los latidos del corazón de papá
mientras él me pasa suavemente la mano por el cabello, y yo me reclino,
secándome las lágrimas con una sonrisa.
—Arruiné tu camisa blanca con mi rímel.
—Todo está bien. Bienvenida de nuevo, princesa. —Me besa en la frente
mientras el viento silba a nuestro alrededor y más pájaros gorjean sonoramente,
el sol brilla radiante sin ninguna nube a la vista. Ha estado lloviendo durante
los últimos tres días. Incluso la naturaleza parece bendecir este día para
nosotros—. No importa lo que hagas, adónde vayas, con quién te cases o lo que
te propongas conseguir... siempre serás nuestra hija a la que amamos mucho.
Siempre serás una King.
Papá me vuelve a abrazar y la risa se escapa de mis labios cuando me quita
un gran peso de encima. Estoy lista a remontar el vuelo ante lo verdaderas y
acertadas que suenan sus palabras, curando por completo todas mis heridas y
liberándome de mi prisión autoimpuesta en la que sentía que no me lo merecía.
Siempre seré una King.
Porque siempre seré la hija de mi padre.
EPÍLOGO
“Érase una vez un rey cruel que decidió capturar a una bella princesa que lo odiaba con saña.
La robó.
La corrompió.
Y la sedujo.
A su vez, ella consiguió hacer lo impensable.
Ella hizo que se enamorara de ella.
Para la eternidad”.
Rafael

Rafael

Ocho años después

Los truenos resuenan en el cielo, las nubes oscuras anuncian la lluvia que se
avecina. Los pájaros graznan con fuerza, vuelan alto para escapar y agitan los
árboles en el proceso, haciendo que varias hojas caigan al suelo con pequeños
remolinos.
Sorbiendo mi café, doy la bienvenida al sabor amargo en mi lengua en esta
espaciosa mansión de tres plantas que compré hace casi cinco años cuando nos
mudamos a Boston e hicimos aquí nuestro hogar. Está situada en las afueras de
la ciudad y tiene un jardín enorme. Hemos recibido innumerables ofertas para
publicarla en revistas y las hemos rechazado todas.
Resulta que protegemos nuestra intimidad tanto como mis suegros.
Ah, este día de primavera no podría ser más perfecto aunque lo intentara.
Un fuerte golpe me saca de mis pensamientos y mi cabeza se dirige a la
puerta de la terraza. Una sonrisa se dibuja en mi boca al ver a dos pequeños
humanos parpadeando hacia mí y respirando con dificultad en el vidrio antes
de dibujar algo en él. Saludan y golpean de nuevo, murmurando algo para mí
que es silenciado por el estruendo del aire.
Dejo la taza de café en la mesa, camino descalzo hacia la puerta y la abro
justo a tiempo para que uno de ellos se ría cuando otro trueno sacude el cielo,
esta vez tan fuerte que chocan los cinco.
—¡Va a llover! —dice una bonita angel, frunciendo el ceño cuando el viento
que silba a nuestro alrededor agita su cabello oscuro hacia atrás junto con su
vestido rosa—. ¿Una tormenta? —pregunta esperanzada. Da una palmada de
emoción y sus ojos verdes se iluminan de ilusión.
Su hermano gemelo pone los ojos en blanco, se arrodilla para atarse las
zapatillas y dice:
—No. No toda lluvia significa tormenta, Perséfone. —Se levanta y la golpea
en la frente—. ¡Te lo dije!
Le aparta la mano de un manotazo.
—¿Cómo lo sabes?
—¡Porque hay una pequeña posibilidad que lo consigamos! —Señala al
cielo—. Las nubes no son tan oscuras como lo son durante la tormenta, y el
viento es más suave. —Hincha el pecho—. Lo leí en el libro.
—¿Qué libro?
—El libro sobre los diferentes climas del mundo.
—¿Lees un libro sin mí? —Golpea el suelo con el pie—. ¡Tenemos un pacto,
Killian!
Su hermano tiene la audacia de sonrojarse y baja la mirada.
—Estabas bailando y yo quería leer. —La fulmina con la mirada—. ¡Tú
también bailaste sin mí!
Se miran fijamente durante varios segundos y, finalmente, Perséfone
extiende su mano.
—¿Tregua? —Él coloca su mano sobre la de ella y se estrechan antes de
envolverse en un fuerte abrazo—. Te amo, Killian —susurra ella mientras se
mecen al compás del viento.
Sus brazos la rodean con fuerza y él le susurra:
—Yo también te amo, Perséfone. —Se giran hacia mí y ambos me abrazan
por cada lado, inclinando la cabeza hacia atrás y sonriéndome—. Nosotros
también te amamos, papá —añade mi hijo mientras mi hija asiente, temblando
un poco cuando otra ráfaga de viento nos golpea.
Mi corazón, que antaño sólo conocía la frialdad y la crueldad, se estremece
dentro de mi pecho cuando miro a mis hijos de cinco años, que se adoran con
locura y me recuerdan a Rush y a mí a su edad, cuando estábamos unidos por
la cadera.
Su reputación es estelar, y pasan la mayor parte del tiempo leyendo libros o
viendo documentales interesantes mientras mantienen largas discusiones. Su
profesora de guardería nos preguntó si podíamos poner a prueba su intelecto
porque el programa los aburre, y parecían ir por delante de todos los de su clase.
Lo cual no nos sorprendió mucho, teniendo en cuenta que han estado leyendo
sobre mitos antiguos y dándonos sus opiniones que me impresionaron incluso
a mí. Supongo que sacaron su mente de genios de su abuela.
—Papi, tenemos que bailar —susurra Perséfone, riéndose—. ¡Es una
tradición! —grita la última parte, buscando el efecto dramático que tanto le
gusta, mientras Killian se limita a negar con la cabeza. Es el más tranquilo de
los dos, y quizás por eso nos dio el susto de nuestra vida cuando se escondió
detrás de su hermana en el útero.
No habíamos planeado tener hijos en un futuro próximo. Emmaline quería
centrarse en su carrera, conquistar el mundo del ballet, y yo tampoco tenía prisa.
La idea de un pequeño ser humano tan vulnerable a la crueldad de los demás
me aterraba. Sabía que mis instintos autoritarios se pondrían en alerta máxima,
así que preferí esperar.
Sin embargo, al cabo de dos años, cuando por fin consiguió hacerse con su
papel de prima, tenía una lesión en la rodilla que cinco operaciones no pudieron
arreglar y, aunque le dijeron que podía bailar, las posibilidades que se
estropeara la rodilla hasta el punto de no poder caminar eran demasiado
grandes.
Tardamos algún tiempo en curar los sueños aplastados de Emmaline, hasta
que un día anunció que quería volver a la escuela para estudiar una carrera de
empresariales mientras enseñaba ballet a los más pequeños en una de las
escuelas de Boston. De algún modo, durante ese tiempo, cometimos una
imprudencia y nos quedamos embarazados.
Nunca olvidaré cuando oí el latido del corazón de mi hijo por primera vez...
todos mis instintos protectores se multiplicaron hasta el punto de asfixiar a
Emmaline con mi atención, cosa que a ella le hizo gracia.
—Somos bebés de tormenta, ¿sabes? —dice Killian, empujando de nuevo a
Perséfone—. Deberíamos saber cuándo hay tormenta sin tener que leer un libro.
—¿Por qué somos bebés tormenta?
—Porque hubo una tormenta cuando nacimos, duh.
—¡Oh!
Sí, fue una de las tormentas más fuertes que ha visto esta ciudad. Tenía el
corazón en un puño cuando nos dirigíamos al hospital porque Emmaline había
comenzado su labor de parto un mes antes de lo previsto.
Intencionadamente no intentamos comprobar el sexo del bebé y aún
recuerdo el asombro que sentí en el pecho cuando me pusieron a Perséfone en
los brazos, toda roja y mostrando sus sanos pulmones. Me volví a enamorar allí
mismo, acunándola cerca de mí.
Sólo para congelarme de terror cuando Emmaline gritó. Todas las
enfermeras y el médico saltaron a su alrededor e ignoraron mis preguntas hasta
que oí otro grito y nació Killian.
Un bebé inesperado, como lo llamaban, pero a la mierda con eso. También
era un bebé muy deseado, así que en cinco minutos perdí mi corazón para
siempre dos veces.
Empieza a llover, pequeñas gotas caen rápidamente, intensificándose por
segundos, y Perséfone salta.
—¡Papi! ¡Tradición! ¿Podemos?
Puede que tenga fama de hombre despiadado y sin piedad, pero para ellos
soy la luna y las estrellas, siendo siempre un héroe a sus ojos. Me olvido de
todo, deseando darles lo que quieran.
Mis hijos son las únicas personas en el mundo que pueden ganarme en
cualquier discusión, porque nunca me imagino siendo severo con ellos. Dicho
esto, sin embargo, tenemos límites.
—La tradición sólo funciona dos veces al año —le recuerdo, y ella frunce el
ceño, cruzándose de brazos—. Ya has usado una. ¿Estás segura que hoy quieres
salir a bailar bajo la lluvia? No podrás volver a hacerlo hasta el año que viene.
—Desvío mi atención hacia mi hijo, que se muerde el labio—. Tú decides. —
Alboroto sus oscuros mechones—. Perséfone ya ha agotado su oportunidad.
Como a los gemelos les encanta la idea de ser bebés de tormenta por la razón
que sea, les encanta bailar bajo la lluvia. Para controlarlo, se nos ocurrió darles
rienda suelta sólo dos veces al año, cuando hace calor. A pesar del viento, hace
calor y no hay peligro, así que es el tiempo perfecto para que se entreguen a su
actividad favorita.
Mi hija se abalanza sobre su gemelo, arrebatándolo de mi lado, y lo agarra
por sus hombros, suplicando:
—Por favor, Killian. ¿Por favor? —Lo sacude un poco—. Es posible que no
tengamos tan buen tiempo de nuevo.
Killian da un paso atrás y se pone la mano en la cadera.
—¿Cómo es que siempre hacemos lo que tú quieres que hagamos?
—¡Porque soy tu hermana mayor!
—¡Por dos minutos!
—¡Aún mayor!
—¡No cuenta! Somos gemelos.
—Tienen cinco segundos —les digo, sin interés en escuchar sus argumentos
que podrían ser interminables con su afición a discutir. Los temperamentos
King y Wright combinados crean un gran dolor de cabeza y entretenimiento.
Él le chasquea la lengua y ella se ríe.
—Bien. Pero yo elijo los cuentos que mamá nos lee antes de dormir durante
un mes.
—Trato hecho.
—Cuando vayamos a la isla a visitar al tío Rush y a la tía Aileen, yo haré de
pirata y tú serás la princesa que necesita ser rescatada.
—¡Pero siempre interpretas a un príncipe que necesita ser rescatado!
—¡Nunca me dejas ser pirata! —le responde y se produce otro
enfrentamiento.
Visitamos a mi hermano y a su familia dos veces al año, pasamos un mes en
la isla disfrutando del pequeño paraíso, pero a diferencia de ellos nosotros
preferimos la ciudad. Emmaline y yo vivimos para el ritmo salvaje y las cosas
siempre cambiantes.
A lo largo de los años he construido una buena relación con mis hermanos,
reparando lo que se había roto, y aunque nunca podremos recuperar los años ni
resucitar a nuestros padres para recuperar nuestra infancia feliz... estamos
juntos y vivos. Eso es lo único que importa.
Incluso empezamos una cosa anual, en la que nos reunimos en el aniversario
del matrimonio de nuestros padres y lo celebramos juntos, montando en barco
y reuniéndonos durante la puesta de sol en medio del océano. Creo que a
nuestros padres les habría encantado.
—¡Bien! Puedes quedártelo también. —Perséfone señala el jardín—. ¡Date
prisa, Killian! La lluvia podría terminar pronto. —A juzgar por cómo retumban
los truenos dos veces más, seguro que tienen una hora—. ¿Hay algo más?
Se lo piensa un poco más.
—¡Y yo decidiré adónde vamos la próxima vez que el tío Wyatt esté en la
ciudad!
Perséfone se queda boquiabierta.
—¡No!
Ahogo una carcajada ante esto porque Killian sabe dónde negociar con su
gemela teniendo en cuenta que las visitas de Wyatt son siempre lo mejor de sus
vidas. Los lleva a vivir locas aventuras por toda la ciudad y siempre tiene las
ideas más descabelladas que los niños adoran.
Por algo es su tío favorito.
—¡Bien! ¡Pero nada más! —Perséfone mueve el dedo—. O perderás lo que
has ganado. ¡El tío Ian está fuera de los límites! —Ella mueve el labio—.
Realmente lo extraño.
Ah, mi dulce ángel.
Me duele oír la angustia en su voz e incluso Killian la abraza mientras ambos
suspiran.
En comparación con todos sus tíos, rara vez ven a Ian por aquí.
Su castigo fue duro por lo ocurrido hace tantos años, y la mayoría de
nosotros no estaba de acuerdo con eso. Especialmente después de que logré
reincorporar a la chica en su universidad y que los Kings financiaran su beca.
Zachary cortó con Ian, su fondo fiduciario se dividió entre Emmaline y
Wyatt, e incluso tuvo que dejar los estudios porque no podía permitírselo. No
dejó que ninguno de nosotros lo ayudara y estuvo sin contacto durante unos dos
años. Su carácter melancólico no hizo más que empeorar con los años y viene
una vez al año durante tres días. Uno para sus padres, otro para nosotros y otro
para Wyatt.
No se nos escapa que tiene unas cuantas cicatrices por todo el cuerpo
cubiertas por varios tatuajes, pero su vida es ultra secreta. Nadie puede
preguntar algo. Haga lo que haga debe de ser bien pagado porque el año pasado
se hizo multimillonario. Es bastante peligroso y poderoso en ciertos círculos,
pero me lo guardo para mí.
Todo esto, combinado con la prolongada ausencia de Ian, provocó una
enorme ruptura entre Zachary y Wyatt. Él no podía perdonarlo, ya que una de
las estipulaciones de su fondo fiduciario era que nunca le diera dinero a Ian o
también se lo cortaría. Como resultado, Wyatt nunca utilizó un centavo de su
fondo fiduciario desde entonces, pidiéndome prestado dinero para terminar la
universidad mientras cambiaba de carrera y luego se le ocurrió una idea de
software que se vendió lo suficientemente bien como para convertirlo en
multimillonario también.
No hace falta decir que los Kings tienen un drama familiar para toda la vida
y que lidiar con toda esta mierda será doloroso y divertido en los próximos
años.
Especialmente teniendo en cuenta en quién pusieron la mira los gemelos.
Buena suerte a los dos.
—¡Está bien, está bien! No estés triste, Perséfone. —Killian le da palmaditas
en la espalda y entrelaza sus dedos, tirando de ella en dirección al jardín—.
¡Vamos a bailar bajo la lluvia! —Los dos me lanzan un beso y salen corriendo,
con los pies descalzos golpeando el concreto antes de saltar a la hierba y sus
risas resuenan en el aire cuando dan vueltas juntos, disfrutando de la lluvia que
cae sobre ellos.
—Se comportan como si la lluvia fuera su mejor amiga —susurra una voz
suave a mis espaldas, y mi cuerpo se pone rígido cuando ella coloca la palma
de su mano en mi espalda y la desliza por mi columna, mis músculos se
flexionan bajo su toque—. Culpo a tus genes por ello.
Presiona sus curvas contra mi espalda, las curvas que me vuelven loco cada
día mientras mi deseo por ella no hace más que crecer, la posesividad
despertándose en mi interior y deslizándose por mis venas, encendiendo mi
sangre.
Justo esta mañana, la desperté besando cada parte de su cuerpo,
disfrutando de sus gemidos y volviendo a reclamarla.
Mi mujer es mía.
—Ayer dijiste que se parecen a tu lado de la familia. Una mente brillante y
todo eso. —Me doy la vuelta despacio y me gano un grito ahogado al rodear su
cintura con el brazo, apretándola contra mi pecho mientras mi otra mano se
posa en su garganta y mi pulgar roza su pulso—. Decídete, cariño. —Levanto
la barbilla y muerdo su piel, rozándola con los dientes, mientras sus dedos se
envuelven en mi camisa, arrugándola.
—Su mente brillante procede de mi familia. ¿El amor por la aventura, las
tormentas y el océano? Eso viene de ti. —Su risa se transforma rápidamente en
un gemido cuando cierro mi boca sobre la suya, encerrándonos en un profundo
y ardiente beso, nuestras lenguas batiéndose en duelo la una contra la otra hasta
que inclina la cabeza hacia atrás, dándome mejor acceso para explorar.
No importa cuándo o cómo nos besemos, nuestros besos siempre comunican
una cosa.
Nuestro amor y necesidad mutuos son una adicción en sí mismos de la que
nunca queremos una cura porque vivir el uno sin el otro en este mundo es una
tortura y una tragedia en sí misma.
Nunca pensé que podría amar tanto a una mujer, mi corazón latiendo y
existiendo sólo para ella, donde ella es el centro de mi universo.
Una mujer cuya brújula moral difiere de la mía y que, sin embargo, me
acepta con los brazos abiertos, sin intentar nunca cambiar mi naturaleza, y eso
es un regalo que nadie me ha hecho antes que ella.
Mi esposa. Mi mujer. El amor de mi vida.
Todo lo que deseo ahora mismo es arrastrar a mi mujer a la superficie plana
más cercana y...
La risa de nuestros hijos atraviesa la niebla lujuriosa, recordándome lo que
nos rodea, y aparto la boca ante su quejumbrosa protesta. Me aferro con fuerza
a su garganta cuando apoyo la frente en la suya y ambos respiramos con
dificultad.
—Esta noche, cariño. Esta noche, te tomaré una y otra vez hasta que no nos
queden fuerzas —le susurro y la piel se le pone de gallina.
—Mis padres vienen mañana. —Sus palabras sirven como un balde de agua
fría a mi deseo y me inclino hacia atrás, frunciendo el ceño, haciéndola
sonreír—. Se quedan en el hotel y se llevan a los niños el fin de semana. Dicen
que echan de menos a sus nietos.
Comparto su diversión en esto porque los niños los llaman todos los días
para tener un montón de conversaciones sobre nada. Me impresiona la
paciencia que tienen los dos, pero adoran a los niños, y el sentimiento es mutuo.
Incluso planean pasar un largo verano en Europa con ellos este año.
Los niños también se relacionan con la familia de Sebastian. Como mis
padres están muertos, tienen otro par de abuelos para mimarlos. Aunque
Emmaline ya no llama papá a Sebastian, nuestros hijos lo llaman abuelito.
Abuelo lo reservan para Zachary.
—Bueno, cariño. Prepárate para ser follada en todas las habitaciones de esta
maldita casa. Puedes darles a todos un día libre —le advierto, y ella niega con
la cabeza, besándome—. Te amo, Emmaline.
Sus ojos se suavizan y pone su mano sobre la mía.
—Yo también te amo, Rafael.
Compartimos un beso más antes que los niños vuelvan corriendo hacia
nosotros y se abalancen sobre nosotros, riéndose porque mojaron nuestra ropa,
y mientras todos nos abrazamos con fuerza, doy las gracias por todas las
dificultades que han pasado en mi vida.
Porque todo me llevó a este momento, a esta felicidad, a esta mujer.
Érase una vez, me llamaban el Rey del Desamor.
Hizo falta una mujer especial para curar mi alma.
Y la amaré hasta mi último aliento.
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar, quiero dar las gracias a Dios y a mi familia por permitirme
escribir y hacer posible este sueño. El apoyo significa mucho para mí, y
comprendo que a veces los vuelve locos, sobre todo cuando intento cumplir
mis plazos y parezco no estar disponible para ustedes. Pero los quiero y aprecio
todo lo que hacen por mí.
Este libro... me encantó escribirlo y espero que usted haya disfrutado
leyéndolo.
Gracias a Jenny Sims y Rumi Khan por editar mi libro.
Gracias a Hang Le, Wander Aguiar y Andrew Biernat por la fabulosa
portada.
Gracias Wildfire Marketing Solutions.
Gracias a mi grupo de lectores, ¡son increíbles!
Gracias a todos los blogueros por difundir King of Heartbreak y dejar
reseñas.
Y, por último, a todos los lectores que se arriesgaron en este viaje de amor
entre Rafael y Emmaline. Gracias a cada uno de ustedes.
Créditos

Diseño y Diagramación
Hada Anjana
Un Proyecto Traducido
Por:

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