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REPORTAJES

Las grietas del sistema de


infraestructura escolar
Juan Pablo Figueroa, María José Núñez y Alejandra Olguín
5 AGO 2018 00:32 AM

Biblioteca de la Escuela Arturo Alessandri Palma de Frutillar

Los polémicos dichos del ministro de


Educación, Gerardo Varela, sobre los bingos
como mecanismo para recaudar fondos dejaron
abierta una pregunta: ¿Cuál es la situación
actual de la infraestructura de la educación
pública en Chile? Pero no hay respuesta. En el
Mineduc no tienen datos actualizados que
permitan hacer un diagnóstico nacional.
Mientras, el propio sistema presenta fallas
estructurales que derivan en demoras de años y
los fondos estatales no se adjudican a las
escuelas que más los necesitan.

Los apoderados y profesores de la Escuela Arturo


Alessandri Palma, en Frutillar, ya no veían otra salida,
así que salieron a la avenida que lleva el mismo nombre
del establecimiento y se la tomaron. Cortaron por unos
instantes el tránsito en una de las principales arterias
de la comuna con sus cantos, consignas y carteles que
decían: "No más ratones" y "En paro por condiciones
dignas". Eran los primeros días de junio. Llegó
Carabineros y, sin violencia ni escándalo, los hizo subir
a la vereda y concentrarse frente a la escuela, esa vieja
estructura de madera que está ahí desde 1945. Pero al
rato volvieron a bajar y a bloquear el paso vehicular.

Por más de 20 días se mantuvieron en paro, alegando


por los ratones que se veían en la cocina de los
profesores o incluso en la biblioteca. También por las
tablas rotas en el piso de algunas salas, que ya
provocaron lesiones a dos niños; por cañerías que
constantemente se tapan y que impiden a los alumnos
usar los baños; por un sistema eléctrico que suele
caerse y dejar todo a oscuras, y por el agua potable que,
según un análisis que ellos mismos encargaron, supera
con creces el límite de hierro permitido. Eso, entre
muchas otras cosas, como salas anegadas por las lluvias
y problemas con la instalación de la calefacción a leña,
pero, sobre todo, por la lentitud con que los recursos
para efectuar esas reparaciones se han estado
tramitando, lo que no les permite tener las condiciones
mínimas para funcionar.

No era algo nuevo. Desde 2010 que la comunidad venía


solicitando fondos para que se reconstruyera por
completo una infraestructura que, a su juicio, ya no
daba para más. Y lo habían logrado. Cuatro años
después, tras considerarse que la estructura no cumplía
la normativa, se anunció su reposición completa, y en
2015 el municipio licitó y adjudicó el diseño de la nueva
escuela por un monto que superó los $ 94 millones. El
dinero vino por medio del gobierno regional de Los
Lagos, a cuenta del Fondo Nacional de Desarrollo
Regional (FNDR), una de las cuatro vías por las que el
Estado financia la infraestructura de la educación
pública en Chile. El diseño fue realizado y derivó en un
proyecto que implicaba una inversión superior a los $
6.000 millones, pero no pasó la evaluación de
rentabilidad social: se envió de vuelta al municipio con
23 observaciones y ahí quedó todo paralizado.

Fue esa espera la que colmó la paciencia de alumnos,


apoderados y profesores, quienes decidieron
movilizarse. El paro duró hasta el 21 de junio, cuando
llegaron a un acuerdo con el intendente de Los Lagos,
Harry Jürgensen, para agilizar el proceso y, una vez que
el proyecto sea aprobado, gestionar y obtener los
recursos para su construcción. Los ánimos se calmaron
y los 342 alumnos volvieron a clases, aunque hoy los
problemas persisten.

Un informe de la Unesco y el Banco Interamericano de


Desarrollo (BID) situó a Chile el año pasado como uno
de los países con mejor infraestructura escolar en
Latinoamérica. Los datos considerados provienen de un
estudio comparativo regional realizado en 2013, cuando
aún el Ministerio de Educación (Mineduc) desarrollaba
su primer y último catastro en materia de
infraestructura educacional en el país. Ahí se
registraron datos de 5.529 establecimientos
municipales, y aunque en general el resultado fue
positivo, más de 1.700 tenían daños que comprometían
entre el 20% y el 40% de su estructura y en 522 casos el
deterioro era incluso mayor. Cerca de un tercio
presentaba riesgos por tener depósitos de gases o
líquidos inflamables o dañinos; una cantidad similar
tenía desniveles en el terreno que podrían causar
accidentes; más de mil no contaban con suministro
constante de agua potable, y al menos 75 todavía tenían
letrinas en vez de baños.

Se establecía así una línea base sobre la cual diseñar el


trabajo a seguir, pero que hoy está completamente
obsoleta. "Fue la foto de un momento que ya quedó
atrás. Es muy costoso y lento hacer catastros que
pronto quedan desactualizados, sobre todo en un país
con tantas contingencias, como terremotos,
inundaciones o incendios que cambian abruptamente -
y de un minuto a otro- la situación. El problema es más
de fondo y tiene que ver con una mirada sistémica del
tema", explica el exjefe de Planificación del Mineduc
Francisco Jeria.

El sábado 21 de julio, el ministro de Educación,


Gerardo Varela, abrió un nuevo flanco al gobierno
cuando en medio de un discurso se refirió a las
solicitudes que regularmente recibe para que su cartera
solucione problemas de infraestructura en escuelas de
todo el país. "Me pregunto, ¿por qué no hacen un
bingo?", lanzó mientras leía un documento, y remató:
"¿Por qué yo, desde Santiago, tendría que ir a arreglar
el techo de un gimnasio?".

Más allá de la polémica, lo cierto es que son cientos las


escuelas y liceos que deben hacer malabares para poder
funcionar en condiciones muy precarias, teniendo a
veces que esperar años a que lleguen los recursos para
dar solución a sus problemas. Y no es que no haya
plata. Son miles de millones de pesos públicos los que
cada año están disponibles para construir, reparar y
equipar esos establecimientos, pero gran parte de ese
dinero nunca llega a ejecutarse. Hay también
problemas de gestión y una grave falta de información
oficial y actual a nivel país.

Reportajes indagó en detalle la ruta del dinero que el


Mineduc ha invertido en infraestructura y los
mecanismos que tienen los municipios para acceder a
esos recursos y así intentar contestar una pregunta que
hoy, ante la ausencia de cifras actualizadas, ni siquiera
las autoridades del ramo son capaces de responder:
¿Cuál es la situación actual de la infraestructura escolar
en Chile?

"Desempeño insuficiente"
Dicen en el Mineduc que para la exministra Adriana
Delpiano era prioridad acabar con las letrinas en las
escuelas públicas. Y en esa lista estaba la pequeña
Escuela Básica Matancilla, con apenas 12 alumnos y
una sola profesora, ubicada en una zona remota, árida y
casi perdida en las montañas, a unos 35 kilómetros al
noreste de Illapel.

Aunque para las autoridades era urgente arreglar su


situación, pasaron años antes de que ocurriera.

Desde 2013 se sabía que era una de las 75 escuelas


catastradas sin alcantarillado ni servicios sanitarios. Y a
pesar de la urgencia, el ministerio aprobó recién a fines
de septiembre de 2017 un convenio con la
Municipalidad de Illapel para invertir ahí unos $ 42
millones, provenientes de un fondo especial para el
mejoramiento de la infraestructura de la educación
pública. Con eso se iban a retirar las letrinas y tapar el
pozo negro, instalar un sistema de alcantarillado,
construir baños, techar el patio y habilitar una bodega
para que Carmen Tapia, la profesora, viviera
temporalmente, ya que su vivienda estaba en
"peligrosas condiciones".

Cuatro años habían pasado y faltaban todavía dos


meses para que se licitaran las obras y otros dos para
que se entregara el terreno y se empezaran a ejecutar.
Eso último recién pasó en enero de 2018. En la
municipalidad dicen que los trabajos acabaron ese
mismo mes, pero todavía está pendiente una resolución
sanitaria y la posterior recepción de obras para que
todo se dé por terminado.

El año pasado, el Mineduc tenía fondos disponibles


para realizar más de mil inversiones como esa. Eran en
total $ 44.119 millones destinados a mejorar la
infraestructura de la educación pública. A eso se
sumaban otros $ 10.000 millones reservados solo para
trabajos en infraestructura de liceos tradicionales y la
reparación de los últimos establecimientos particulares
subvencionados que quedaban con daños del 27/F. De
la primera parte se gastó casi todo, pero del fondo de
los liceos, se ejecutó apenas un 14%, y de los recursos
para colegios damnificados solo se gastó el 27%.

Según datos de la Subsecretaría de Educación, este año


el presupuesto contempla más de $ 88.703 millones
para infraestructura escolar. De ahí han salido los
recursos para financiar durante el primer semestre 168
proyectos en 90 comunas distintas. Aunque gran parte
de ese dinero al final nunca se gasta.

Durante los últimos cinco años, el Mineduc ha


dispuesto de unos $ 347.000 millones para invertir
directamente en construcción, reparación y mantención
de escuelas, pero tras reajustes y reasignaciones, solo se
terminó gastando el 63%. El ítem que menos gasto
efectivo ha registrado es el de los liceos tradicionales,
cuya ejecución acumulada apenas supera el tercio del
total que había para invertir (ver infografía).

"En muchos casos, llegaban alcaldes o directores de


colegios a exponer sus problemas y necesidades, pero
demoraban tanto en presentar un proyecto, que
sobrepasaban los períodos presupuestarios. El
ministerio les podía decir que sí podrían financiarlo en
ese momento, pero cuando dos o tres años después
aparecía el proyecto, los fondos ya estaban
comprometidos o no había disponibilidad", explica
Francisco Jeria.

Pero la falta de ejecución y la demora no son los únicos


problemas tras el uso de estos recursos. En 2015, la
Dirección de Presupuestos (Dipres) realizó una
lapidaria evaluación sobre los programas de
infraestructura del Mineduc. La calificación final:
"Desempeño insuficiente".

El informe de la Dipres critica la falta de información


que impide la focalización de los recursos y una
planeación financiera a mediano plazo. Dice también
que los resultados no se pueden medir, debido a la
precaria sistematización de los datos y la nula
estandarización de los costos, que cada proyecto se ve
como un caso único, que desde sus inicios el programa
no responde a una necesidad que sea medible, que no
se evidencia que la infraestructura financiada tenga
relación con los proyectos educativos y, lo más grave,
que por la forma en que se gestionan los recursos, los
fondos se adjudican a "los sostenedores más capaces y
con más conocimiento de estos instrumentos y no a los
que tienen más necesidades".

Competencia desleal
En la Fundación Enseña Chile identifican dos grandes
deficiencias en cuanto a la infraestructura de las
escuelas públicas. Dice su director ejecutivo, Tomás
Recart: "Un problema de base es que la infraestructura
municipal está subutilizada. Tienes establecimientos
con capacidad para dos mil estudiantes y con una
matrícula de 500. El otro es la falta de gestión para la
ejecución oportuna de las mantenciones que requieren.
Los mecanismos para ejecutar estos gastos a menudo
fallan por distintos motivos. A veces porque se usan
para otros fines o porque es tan complejo ejecutar el
gasto para reparar algo, que finalmente se queda roto".

En rigor, lo que pase con la infraestructura de las


escuelas y liceos -salvo los pocos establecimientos que
ya dependen de servicios locales- es exclusiva
responsabilidad de los municipios, no del Mineduc. Son
ellos los que deben identificar y priorizar las
necesidades de los establecimientos bajo su gestión,
elaborar los proyectos y postularlos a las distintas
líneas de financiamiento disponibles. Ya sea a los
fondos especiales del Mineduc, de la Subdere, de los
gobiernos regionales, invertir dinero de subvenciones o
echar mano a sus propios recursos. Y ahí radica gran
parte del problema. El exjefe de Planificación del
ministerio lo explica así: "Son tantas las fuentes de
financiamiento, que los sostenedores deben ser
expertos en arquitectura financiera para acceder a ese
dinero y gestionarlo. La calidad de la infraestructura es
directamente proporcional a la calidad del sostenedor".

Ya la Dipres lo señalaba en su informe de 2015 como


una de las principales falencias: que el sistema parte del
supuesto implícito de que los sostenedores tienen
similar capacidad de gestión y conocimiento de sus
necesidades y que, por lo tanto, no habría "sesgo de
selección" en la demanda de los fondos. Pero "en la
realidad ello no ocurre", remata el documento.

El alcalde de La Granja y presidente de la Asociación


Chilena de Municipalidades (AChM), Felipe Delpín,
reconoce que existe una especie de competencia desleal
para acceder a ese financiamiento. Dice que hay
municipios, sobre todo en zonas urbanas, que tienen
mayor capacidad técnica para detectar sus problemas y
necesidades y elaborar un proyecto que luego postulan
para conseguir los recursos. "Pero hay muchos otros
que no cuentan con ingenieros, arquitectos o técnicos
que puedan elaborar estos proyectos. Y como no
pueden postular a recursos fiscales, van quedando
atrás, rezagados, y la brecha se va agrandando cada vez
más", agrega.

Para intentar equiparar la cancha, el Mineduc


implementó dos medidas en los últimos años. La
primera fue abrir una línea de financiamiento para
apoyar con asistencia técnica a los municipios que así lo
requieran para diseñar y elaborar sus proyectos. Para
ello se han dispuesto en el último lustro cerca de $
9.200 millones, aunque solo se ha ejecutado poco más
de un tercio de ese monto, beneficiando a unas 60
municipalidades.

La segunda fue crear una plataforma virtual para


postular los proyectos de forma remota y someterlos a
evaluación. Así se establecía una vía formal y equitativa
para acceder al financiamiento, eliminando la gestión
directa mediante cartas y audiencias con las
autoridades del ramo, que hasta hace poco era la
principal ruta para obtener esos recursos. A mayo de
2018, la cartera de proyectos incluía inversiones por $
241.000 millones en distintas etapas de tramitación,
aunque apenas un 7% de ese monto correspondía a
propuestas "elegibles".

Diagnóstico: sin información


Las "obras sello" iban a ser la parte más vistosa del Plan
Estratégico de Infraestructura Escolar que el gobierno
de Michelle Bachelet se propuso llevar a cabo entre
2014 y 2018. Aunque caros, con una inversión
promedio de casi $ 9.800 millones, serían los
establecimientos educacionales con los más altos
estándares de construcción, el modelo a seguir para la
futura educación pública. Se proyectaban 30
construidos para este año, 40 en etapa de ejecución y
otros 30 en fase de diseño. Pero eso no ocurrió y apenas
se terminaron tres, cuatro están en construcción y otros
17 están ahí, aún sin iniciar.

El plan tenía como punto de partida el catastro de


2012-2013, y desde ahí se priorizarían las necesidades
locales y regionales en diversas categorías. Se
comprometieron en total más de $ 371.300 millones
para atender las necesidades de casi un millón de
alumnos, aunque el resultado ha sido dispar. La meta
se superó con creces en cuanto a obras preventivas y de
continuidad escolar, pero no fue así con los proyectos
de mejoramiento integral.

De estos se proyectaban mil ejecutados a 2018, pero no


llegaron siquiera a la mitad.

A pesar de las inversiones y las obras realizadas, no está


claro si Chile está en mejor o peor posición que antes
del catastro nacional. Desde el Mineduc se negaron a
otorgar una entrevista para este reportaje, y aunque sí
contestaron algunas preguntas por escrito, varias
quedaron sin responder. Entre ellas, qué tan válidos
son hoy los datos de ese catastro, qué porcentaje de
solución se ha logrado a la fecha respecto de los
problemas allí detectados, cuántas nuevas escuelas o
liceos con daño se han registrado, cuál es la situación
actual en materia de infraestructura, cuál es el nivel de
deterioro y, si no existen los datos que permitan
realizar un diagnóstico claro y preciso, que expliquen
por qué. Todo eso quedó en el aire.

Fuentes del ministerio señalaron a Reportajes que la


incertidumbre se debe a que esa información
simplemente no existe. De ahí se desprende que los
problemas de infraestructura no solo se estén viendo
hoy en zonas alejadas y remotas, sino también en áreas
urbanas consolidadas, o incluso en el corazón de la
capital.

La profesora Susana Rojas recuerda que en los 90,


cuando se dio inicio a la jornada escolar completa, se
construyó el segundo piso de la Escuela Básica
República de México, en Santiago Centro. Al primer
invierno se llovió por completo y, desde entonces, dice,
sigue ocurriendo. Las cañerías colapsan y también el
sistema eléctrico. Hasta 15 cortes de luz llegó a contar
una vez en una sola mañana, y en abril pasado, luego de
que en una reunión de apoderados quedaran a oscuras,
alumbrados solo por sus celulares, decidieron que no
daba para más. Podrían haber hecho un bingo, pero
optaron por irse a paro y exigir las reparaciones que
necesitan. Entonces fueron tomados en cuenta.

"Toda nuestra lucha es en beneficio de ellos, de los


niños. Nosotros en algún minuto nos vamos, llegamos a
nuestra casa, pero es para darles un mejor pasar en el
colegio, que estén en buenas condiciones", asegura la
profesora.

Desde la Dirección de Educación Municipal (DEM) ya


se comprometieron a dar solución a sus problemas en
un plazo de seis meses. Todavía no se concretan las
obras, pero al menos ya tuvieron un avance: les
pusieron un generador eléctrico, por lo que los cortes
de luz ya no debieran ser problema.

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