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Sin investigación de campo nadie tiene derecho a hablar. Mao Tse Tung, 1941.
Una cosa es observar para tratar de comprender, registrar los fenómenos para interpretarlos
con el apoyo de una explicación general; ¡otra es ir a “investigar” como quien va al zoológico o
al safari! Bernard Kayser. 1985.
RESUMEN
Este artículo tiene como objetivo discutir la importancia del trabajo de campo para los geógrafos, así
como evaluar los problemas que involucran esta herramienta geográfica. Buscaremos hacer un balance
de la relación entre el trabajo de campo y la teoría geográfica, discutir la importancia del trabajo de
campo para la investigación y la enseñanza de la Geografía y, finalmente, provocar algunas reflexiones
sobre los peligros que envuelven la banalización del trabajo de campo en la geografía actual.
Proponemos también un debate sobre las potencialidades y limitaciones del monitoreo de campo en los
análisis geográficos, inserto en el escenario actual de rápidas transformaciones sociales y ambientales
que cristalizan en el espacio geográfico.
El presente artículo tiene por objetivo discutir la importancia del trabajo de campo para los
geógrafos, así como evaluar los problemas que involucran esta herramienta geográfica. Esto se
hará a partir de un diálogo entre dos geógrafos con caminos de formación diferentes y
prácticas de campo muy diferentes1. No ignoramos las dificultades de tal empresa, sin
embargo, creemos que puede resultar en reflexiones de gran validez para la epistemología de
la Geografía, así como para la práctica de campo de los geógrafos.
1
Si bien los dos autores son profesores del mismo departamento y también han cursado la misma
carrera de Geografía, siguieron caminos diferentes en su formación: uno ingresó, aún en el nivel de
pregrado, a la Geografía Agraria y, posteriormente, al posgrado , en un curso de carácter
interdisciplinario que involucra Economía, Sociología, Antropología, profundizando en estudios e
investigaciones sobre reforma agraria, asentamientos rurales y políticas públicas para la agricultura; el
otro, profundizó, desde la graduación, en estudios geomorfológicos aplicados al análisis ambiental y,
posteriormente, en el posgrado, participó en investigaciones con enfoque Geohidroecológico,
integrando las áreas de Geomorfología, Hidrología y Geoecología.
A lo largo del artículo, buscaremos caracterizar el trabajo de campo como una herramienta
geográfica, hacer un balance de la relación entre el trabajo de campo y la teoría geográfica,
discutir la importancia del trabajo de campo para la investigación y la enseñanza de la
Geografía y, finalmente, provocar algunas reflexiones sobre los peligros que envuelve la
banalización del trabajo de campo en la Geografía actual. También se prestará especial
atención a los actuales procedimientos de monitoreo de campo en análisis espacial,
destacando su relevancia para la docencia y la investigación en Geografía. De esta manera,
pretendemos proponer un debate sobre las potencialidades y limitaciones del monitoreo de
campo en los análisis geográficos, insertos en el escenario actual de rápidas transformaciones
sociales y ambientales que cristalizan en el espacio geográfico.
Las dos frases con las que abrimos el texto traducen nuestra comprensión del problema: el
trabajo de campo es fundamental, pero, si se lleva a cabo desarticulado del método y de la
teoría, se vuelve banal.
Desde los inicios de la Geografía, el trabajo de campo ha sido parte fundamental del método
de trabajo de los geógrafos. De hecho, la sistematización de la Geografía como ciencia debe
mucho al conjunto de investigaciones e informes de campo elaborados previamente por
viajeros, naturalistas y otros, verdadera fuente de información que fue fundamental para la
construcción de las bases para el desarrollo de la Geografía.
Sin embargo, si esta herencia fue fundamental para la consolidación de la Geografía como
ciencia, también dejó una fuerte huella empirista. Así, en un principio, el trabajo de campo,
que era parte fundamental del método, se convierte paulatinamente en el método mismo, es
decir, de parte del método se convierte en el método, fruto del predominio de una concepción
empirista que desprecia la teoría y atribuye a la descripción de la realidad la condición de
criterio de verdad.
Haciendo énfasis en esta dimensión del empirismo presente en Geografía, THOMAZ Jr. (2005)
sostiene que las principales concepciones formuladas respecto al trabajo de campo son: (1)
“sin investigación de campo, nadie tiene derecho a hablar”; (2) “basta de teoría, lo importante
es hacer”; (3) primacía de la descripción sobre la reflexión teórica; (4) espacio de síntesis entre
los -mantenidos separados- elementos físicos y humanos.
El caso de la Geografía brasileña no fue muy diferente, dada la fuerte influencia histórica de
naturalistas y afines en su prehistoria y de la Geografía francesa en su consolidación
institucional.
Un capítulo importante en la difusión del trabajo de campo como herramienta para los
geógrafos brasileños lo jugó la Associação dos Geógrafos Brasileiros (AGB):
Se destaca, en ese sentido, la contribución de la Associação dos Geógrafos Brasileiros (AGB) a la
difusión del trabajo de campo como herramienta fundamental de los geógrafos, ya que sus
primeros congresos representaron un espacio privilegiado para la producción de la Geografía
Brasileña, con énfasis sobre las excursiones que promovió, las conferencias que organizó y los
textos que publicó en el ámbito del Boletín Geográfico (ALENTEJANO, 2002:146).
ABREU (1994) también destaca esta importancia, así como para la formación de jóvenes
geógrafos, dada la posibilidad de convivencia y aprendizaje con los grandes maestros de la
Geografía de la época, aunque destaca el carácter empirista de la concepción geográfica que
norteaba tales estudios:
... al estudiarse, en cada Asamblea, una región distinta, los geógrafos contribuían, acumulando
el conocimiento de cada parte, al conocimiento del todo, es decir, de la “superficie de la tierra”,
que era la suma de todos ellos (ABREU, 1994:33).
ABREU también afirma que el trabajo de campo –que se prolongaron hasta 1970, cuando, con
la modificación de los estatutos de la AGB, fueron eliminados de la grilla de los encuentros de
la organización2– permitió desarrollar un amplio conocimiento sobre la realidad brasileña.
Otros que llamaron la atención sobre la enorme contribución a la labor de reconocimiento del
país posibilitado por los debates y trabajos de campo realizados con motivo de las asambleas
generales de la AGB fueron Andrade (1991) y Mamigonian.
La AGB, hasta 1970, se caracterizó por ser una asociación de investigadores. A los encuentros
nacionales asistían geógrafos que presentaron los resultados de sus investigaciones. Tres o
cuatro grupos de investigación, liderados por geógrafos experimentados, realizaban trabajos de
campo, en el que se iniciaban los estudiantes, dando origen a informes preliminares que eran
presentados y debatidos al final de los encuentros (MAMIGONIAN, 1991:159).
Toda esta acumulación fue descartada a partir de la década de 1970, cuando a raíz de la
hegemonía de la Geografía Teórico-Cuantitativa los trabajos de campo comenzaron a ser
execrados y prácticamente borrados del mapa de las prácticas de los geógrafos, bajo el
argumento de que las tecnologías de la información y los modelos matemáticos serían
instrumentos más adecuados para la investigación de la realidad.
…hubo una exageración en valorar únicamente los aportes teóricos con fundamento marxista
(…) y dejar de lado los aportes anteriores y, principalmente, el conocimiento empírico
producido a partir del trabajo de campo. Cuando hoy se vuelve a valorar la técnica, con el
apoyo de nuevos instrumentos (teledetección, SIG), hay que subrayar que son sólo
instrumentos y no fundamentos. La difícil alianza entre la teoría y la práctica instrumental debe
perseguirse y basarse siempre en la investigación de campo (RUA, 1997:45).
2
En los últimos años se ha producido un retorno del trabajo de campo a los Encuentros Nacionales,
Estatales y Regionales de la AGB, aunque sin la centralidad del pasado. Volveremos sobre este tema más
adelante.
Las dificultades de articular teoría y práctica se entrelazan con el problema de la dicotomía
entre Geografía física y Geografía humana, pues, a pesar de los discursos que predican una
visión integradora de la Geografía, en el sentido de no aislar las variables físicas y sociales
responsables de la producción del espacio geográfico, la mirada del investigador,
históricamente ya impregnada de la dicotomía físico-humana, acaba produciendo, en la
mayoría de los casos, una aproximación eminentemente social o natural a los fenómenos que
se manifiestan en la superficie terrestre.
En este sentido, queda claro que, con la excepción de la geografía regional francesa de
principios del siglo XX, la investigación de campo en Geografía siguió el camino de la
especialización en fenómenos de la naturaleza o de la sociedad , siendo por tanto necesaria,
aunque dolorosa, una separación entre Geografía física y humana, al menos para una
evaluación de cómo han evolucionado hasta ahora los procedimientos de campo, y cómo se
han reflejado en la producción de un conocimiento fragmentado de la realidad, a través del
fortalecimiento de las especialidades.
Este hecho se vuelve aún más relevante cuando percibimos un claro movimiento de retorno de
la Geografía al saber integrado, de síntesis de variables sociales y naturales, muchas veces
ancladas en un discurso ambiental, que, como un pase mágico, resuelve repentinamente todos
los problemas señalados anteriormente, utilizando la mayor parte del tiempo refinadas
técnicas computacionales, que por sí solas darían cuenta de la integración de estos diversos
campos de la Geografía. La simple integración de bases temáticas de carácter social y natural
en un entorno SIG no resuelve, a nuestro entender, los problemas epistemológicos de la
dicotomía sociedad/naturaleza en la producción de conocimiento geográfico, ni señala
necesariamente un camino hacia la producción de una visión no fragmentada de la sociedad y
la naturaleza, como pretendemos discutir a continuación.
… se torna necesaria una discusión que reubique el debate en un plano teórico, que nos
permita entenderlo como un momento único en la producción de saberes alternativos,
mediatizados a través de una práctica teóricamente orientada, momento consagrado del
ejercicio de la práctica teórica (THOMAZ Jr., 2005:34).
THOMAZ Jr. (2005) considera el paisaje y su diversidad como una manifestación externa del
movimiento de la sociedad, de la estructura de clases de la sociedad, del ordenamiento
territorial de las clases sociales, reflejo del desarrollo contradictorio del capitalismo. Así, un
trabajo de campo limitado al nivel del paisaje no nos permite una comprensión de la
espacialidad del modo de producción capitalista. El paisaje se configura como el primer
elemento de la lectura de lo real, apariencia del espacio geográfico, por tanto:
Ir más allá de la evidencia del paisaje, entonces, significa comprender que en la sociedad de
clases (…) la relación hombre-medio (…) está mediada por la propiedad privada de las
condiciones de existencia, por tanto, una relación ecológica (histórica) del poder (THOMAZ Jr.,
2005:35).
LACOSTE (1985), por su parte, define el trabajo de campo como una investigación a gran escala
que necesariamente necesita articularse con otras escalas:
El trabajo de campo, para que no sea solamente empirismo, debe articularse a la formación
teórica, que también es indispensable. Saber pensar el espacio no es solo poner los problemas
en el marco local; es también vincularlos eficazmente a fenómenos que se desarrollan en
extensiones mucho más amplias (LACOSTE, 1985:20).
Para este autor, por tanto, el campo sólo es válido si se articula con sistemas globales de
interpretación de la realidad. Es a través de la articulación de escalas que podemos construir
efectivamente una interpretación geográfica de la realidad, yendo de lo particular a lo general,
y de vuelta a lo particular, así como de la práctica a la teoría y viceversa.
Así, debemos entender el trabajo de campo como una herramienta al servicio de los
geógrafos, en tanto se articula con la teoría, capaz de posibilitar la conexión entre lo empírico
y lo teórico.
La inutilidad del trabajo de campo separado de la teoría se suma a su importancia central para
la investigación geográfica. Comprender la espacialidad diferencial de los procesos sin trabajo
de campo es una tarea prácticamente imposible. Para algunos geógrafos, el desarrollo de las
nuevas tecnologías de la información hace innecesario el trabajo de campo, dada la capacidad
superior que tendrían dichas tecnologías en términos de obtención de información.
Para SUERTEGARAY (2002), sin embargo, las nuevas tecnologías facilitan el campo, pero sin
método no hay producción de conocimiento, al fin y al cabo los instrumentos son medios de
trabajo. Según esta autora, investigar es buscar respuestas a preguntas instigadoras, en un
proceso en el que sujeto y objeto interactúan, el sujeto construyendo el objeto y el objeto
reconstruyendo al sujeto.
También SUERTEGARAY (2002) destaca la importancia del trabajo de campo como instrumento
de análisis geográfico y distingue el papel del campo para los diferentes métodos. Para la
autora, en el positivismo el campo es externo al sujeto y portador de la verdad, siendo el
trabajo de campo esencialmente su descripción.
Vale la pena señalar que el método dialéctico de investigación científica fue muy poco aplicado
al estudio de la naturaleza, el cual estuvo fuertemente influenciado por el método positivista,
que separa el sujeto del objeto, aunque los análisis sistémicos en Geografía Física han ayudado
a problematizar las relaciones entre el sujeto y el objeto. De todos modos, este camino aún
comienza a ser transitado, y en el ámbito de la Geografía Física, la opción por la dialéctica
como cosmovisión es mucho más una opción política del investigador que un camino
metodológico definido a seguir en busca de comprender la realidad, como lo señala LACOSTE
(1988).
En este sentido, se observa una bifurcación en la historia del pensamiento geográfico, pues
tanto la geografía humana como la geografía física siguieron el camino del positivismo y el
neopositivismo, sin embargo, no se verificó lo mismo en relación al materialismo dialéctico y la
fenomenología, que se desarrollaron en la geografía humana, pero prácticamente no tuvo
penetración en el ámbito de la geografía física, en la que, a su vez, se desarrolló la teoría
general de sistemas, que tuvo menor expresión en el ámbito de la geografía humana.
Esta opción para el estudio funcional de los sistemas geomorfológicos se da muchas veces a
partir de la implementación de estaciones de campo para monitorear los procesos. La
existencia de estas estaciones de monitoreo está claramente relacionada con el intento de
decodificar y seguir las relaciones funcionales entre los diversos componentes que componen
los sistemas geomorfológicos. De esta forma, la incorporación de la teoría general de sistemas
a la geografía física (STRALHER, 1952; CHORLEY, 1962) proporciona nuevas herramientas
metodológicas para el estudio de la realidad, resolviendo, al menos parcialmente, el problema
de la cuantificación en Geomorfología y dotando de una nueva dimensión a las investigaciones
de campo.
3
Cabe señalar que la especialización en Geomorfología, cada vez más profundizada en los profesionales
de la Geografía Física que se ocupan de esta temática, terminó por generar una separación definitiva
entre la Geografía y la Geomorfología, vistas entonces como ciencias autónomas. De este modo, es cada
vez más frecuente que el geógrafo-geomorfólogo se declare simplemente geomorfólogo, por tanto
científico de la naturaleza y no de la sociedad, o de la relación entre ambas. La percepción de la
Geomorfología como Ciencia de la Tierra (junto con la Geología y la Edafología) resuelve el problema
metodológico del geógrafo físico-geomorfólogo, pero no la dicotomía físico-humana en Geografía.
CHRISTOFOLETTI (1980) señala la importancia del enfoque sistémico en Geomorfología,
destacando los diversos tipos de sistemas existentes en la naturaleza y su relación con las
metodologías de investigación geomorfológica. Más recientemente, COELHO NETTO (1987 &
1995) construye modelos evolutivos para el paisaje geomorfológico del ambiente tropical
húmedo desde un enfoque sistémico que prioriza la decodificación del rol funcional de los
diversos componentes que forman el sistema geomorfológico.
El uso del trabajo de campo como herramienta didáctica no ha sido objeto de muchas
reflexiones. No debería ser así, al fin y al cabo, todo profesor de Geografía -sobre todo de
secundaria y primaria- debe haberse irritado cuando sus alumnos o profesores de otras
materias le han dicho que no habría clase ese día porque no había un paseo, programado por
el profesor de Geografía... ¿Realmente promovemos los paseos?
En una de las pocas aportaciones a este debate, LACOSTE (1985) considera que la
expedición/exposición tiene un papel importante en la formación de los estudiantes de
Geografía, pero es insuficiente, pues no es más que una iniciación a la investigación. El mismo
autor critica las excursiones en autobús, en las que “los profesores, en las distintas paradas
que tienen previstas en el camino, hacen un discurso delante de los alumnos pasivos”.
(LACOSTE, 1985:13)
Para este autor, los trabajos de campo deben ser largos y continuos, marcados por los
recorridos y la convivencia con la realidad, lo que lo hace costoso y difícil de realizar a gran
escala.
A nuestro juicio, si estas excursiones se preparan con antelación, animando a los alumnos a
comentar lo que van a ver, a preparar lo que van a preguntar y a reflexionar sobre lo que van a
observar, pueden representar una importante contribución al proceso de formación como
investigadores.
Otro aspecto a considerar es el papel del trabajo de campo como momento de integración
entre los fenómenos sociales y naturales que se entrecruzan en la realidad del campo. Es
interesante señalar que tanto la producción de conocimiento geográfico, que tiene
limitaciones derivadas de la dicotomía sociedad-naturaleza, debido a la verticalización de los
investigadores en las distintas especialidades que conforman el ámbito de la Geografía, como
en el campo de la educación, la separación entre sociedad y naturaleza constituye un
obstáculo para el desarrollo de la Geografía. Cabe señalar que, tanto en la realidad del campo
como en la teoría, los aspectos sociales y naturales de la realidad son indisociables. En este
sentido, la elaboración de guiones de campo con la preocupación de resaltar los fenómenos
sociales y naturales (y especialmente la interacción entre ellos) que dan forma a la superficie
terrestre puede convertirse en un importante instrumento integrador, en la formación de
nuevas generaciones de geógrafos más atentos a las relaciones aspectos físico-humanos, sin
descuidar necesariamente el avance-verticalización de las especialidades.
A nuestro juicio, estamos ante uno de esos momentos en los que la historia se bifurca y cada
uno tiene que elegir su camino. Para quienes ven en la Geografía un instrumento más al
servicio de la acumulación privada de capital o del control de la sociedad por parte del Estado
y el capital, ciertamente la banalización del trabajo de campo asociado a la difusión de la
Geografía del Turismo es un camino luminoso.
Para quienes ven la Geografía como parte de la teoría social crítica, encaminada a transformar
la realidad, el trabajo de campo sólo puede concebirse articulado con la teoría, como
instrumento para develar los mecanismos de construcción de la dominación y la explotación.
Sin embargo, este segundo camino, con el que nos identificamos, está lleno de percances,
como nos recuerda KAYSER (1985), para quien la burguesía se apropia de los resultados del
trabajo de campo, aunque no los haya encargado directamente, mientras que la transmisión al
pueblo de los resultados del trabajo de campo para las personas enfrenta varias dificultades
(que van desde el lenguaje hasta los objetivos), pero siempre debe estar entre los objetivos de
los investigadores.
Quizás por eso LACOSTE (1985) sostiene que el investigador no debe jugar un papel político
activo, sino abastecer a los grupos sociales organizados:
... es preferible que el investigador individual o colectivo se vaya una vez finalizada la
investigación para no caer en la tentación de transformar su saber en poder. (...) Si el
investigador quiere ser soldado de otra manera, además de su trabajo científico, puede hacerlo
donde vive (LACOSTE, 1985:22).
Superar los riesgos de banalizar el trabajo de campo supone, sobre todo, avanzar en dos
direcciones: la articulación teórico-práctica; la mirada crítica a la realidad asociada a la acción
transformadora.
Cuando hoy en día se verifica un movimiento de acercamiento entre estos dos campos, que se
han vuelto distintos debido a la evolución del pensamiento geográfico, hay dificultades
metodológicas evidentes, como nos recuerda Harvey:
Aunque el camino hacia la integración aún no es evidente y las limitaciones metodológicas son
dominantes, corresponde a los geógrafos, con formación física o humana, discutir el potencial
de este reencuentro. Tales ejercicios iniciales de reflexión podrán, en el futuro, contribuir a la
construcción de un conocimiento geográfico menos fragmentado y más comprometido con las
transformaciones socioambientales que cristalizan de manera cada vez más acelerada en el
espacio geográfico.
En ese sentido, el gran desafío, tanto en la docencia como en la investigación, es estar atentos
a los desafíos de lo imponderable en el proceso de conocimiento y producción del espacio
geográfico, porque como dice Harvey:
Tanto el orden ecológico como el social, particularmente cuando se toman en conjunto, son
abiertos y heterogéneos hasta tal punto que su totalidad nunca puede ser muy bien captada, y
mucho menos manipulada, para encuadrarse en estados predecibles o estables. Por mucho que
intentemos construir y reconstruir el orden socioecológico de acuerdo con un plan
determinado, inevitablemente nos golpean no solo las consecuencias no deseadas de nuestras
propias acciones, sino también las contingencias evolutivas (los "accidentes" a los que se refería
Marx) que se imponen a nosotros en cada paso y en cada escala. (HARVEY, 2004:333).
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