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GEOGRAFÍA

RECORRIDO HISTÓRICO
Rodolfo Bertoncello
En http://www.educ.ar
Aportes para la enseñanza en el nivel medio
EL AUTOR

RODOLFO V. BERTONCELLO
Es profesor y licenciado en Geografía por la Universidad de Buenos Aires, y máster en Geografía por la
Universidad Federal de Río de Janeiro.
Actualmente se desempeña como investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas -Conicet- y como profesor adjunto regular de la cátedra de Geografía Social de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde tiene a cargo también la cátedra
Problemas Territoriales I (formación docente). Ha realizado una amplia labor de docencia en posgrado.
Dirige proyectos de investigación acreditados por la UBA y el Conicet, sobre la temática de valorización turística
del territorio. Ha dirigido y participado en otras investigaciones sobre la temática y también sobre distribución
y movilidad territorial de la población. Los resultados de esta labor se expresan en numerosas publicaciones y
presentaciones a congresos.
Ha sido autor de numerosas publicaciones para la enseñanza de la Geografía, tales como textos escolares para
los distintos niveles educativos. También ha brindado asesoramiento en la temática y ha dictado cursos de
capacitación docente.
INDICE:
1. Introducción:
 La geografía, un recorrido histórico
2. Antecedentes:
 Los temas “geográficos”. La ciencia moderna.
3. Humboldt y Ritter:
 Los “padres” de la geografía.
4. La institucionalización de la geografía:
 Introducción.
 Exploración del territorio y sociedades geográficas en el siglo XIX:
 La definición de un objeto propio para la geografía
5. El triunfo del evolucionismo.
 Ratzel y la antropogeografía.
6. Otra forma de asumir el evolucionismo.
 Eliseé Reclus.
7. Reacción antipositivista y geografía regional.
 Introducción.
 La geografía regional francesa: Paul Vidal de la Blache.
 La geografía regional alemana: Alfred Hettner.
 La geografía regional: a modo de cierre.
8. La geografía cuantitativa o nueva (New Geography)
 El positivismo y los grandes cambios metodológicos.
9. Radicalismos geográficos.
 La determinación del espacio geográfico a partir de los procesos sociales.
10. Los “humanismos” geográficos.
 La perspectiva antropocéntrica
11. A modo de cierre desde la preocupación por la enseñanza.
 La geografía llevada a la práctica escolar.
12. Bibliografía y textos consultados.
1. INTRODUCCIÓN

La geografía, un recorrido histórico


Es habitual que se reconozca que la geografía se consolida como una disciplina científica a lo largo del
siglo XIX, y específicamente en sus últimas décadas, en el contexto de la sistematización de las ciencias
que impulsa el positivismo. Para sostener esta afirmación se toman en cuenta diversas cuestiones que
resultan de la forma de pensar la historia de las disciplinas y que, en último término, remiten a la
pregunta acerca de qué es una disciplina científica.
Una de estas cuestiones refiere a la existencia de un conjunto de temas o preocupaciones que son objeto
de estudio de la disciplina. Esto nos habla de la definición de un objetopropio de dicha disciplina, y ya
veremos que, en el caso de la geografía, se trata de una cuestión problemática, que a lo largo del tiempo
ha tenido diversas respuestas.
La existencia de un conjunto de obras que abordan los temas que se consideran objeto de estudio de la
disciplina es otra cuestión a ser tenida en cuenta, y gran parte de los estudios sobre lo que podría
llamarse “historia de la geografía” (a veces también denominada historia del pensamiento geográfico)
se ha abocado al análisis de estas obras, de sus fundamentos filosóficos, sus vínculos con otras
disciplinas, los contenidos tratados o las funciones que han cumplido.
Las obras tienen autores, y el estudio de estos autores, de sus biografías personales, su formación y la
filiación en relación con marcos filosóficos o ideológicos, es otro de los ejes que estructuran este tipo de
análisis. El análisis de las instituciones donde estos autores se desempeñan es también un tema de
interés, tanto para conocer el contexto de producción de los mismos, como para comprender el papel
que estas instituciones juegan en la reproducción de saberes y prácticas considerados válidos o
legítimos.
Por último, aunque no menos importante, los roles y funciones que todos ellos –obras, autores,
instituciones– cumplen en la sociedad de cada momento y lugar, también son cuestiones que se
consideran a la hora de analizar una disciplina científica. Hablamos entonces de los usos del
conocimiento. Así por ejemplo, el para qué se indagan ciertos temas y se produce conocimiento sobre ellos
(y no sobre otros) no es independiente de los objetivos e intereses que cada sociedad en general, o cada
grupo social con sus diferentes cuotas de poder, tienen y definen como válidos. La consideración de estos
usos o funciones del conocimiento también es indispensable para comprender las características que la
ciencia adquiere en cada momento.
Así como estas cuestiones permiten definir un momento y unas condiciones específicas en las que la
geografía se consolida como una disciplina científica, también permiten ver que esta consolidación no
es algo que surge en un momento y por la sola acción de sus actores y en función de las necesidades de
ese momento, sino que es también el resultado de un largo proceso en el que temas, autores, obras y
funciones se van instituyendo en las distintas sociedades, adquiriendo importancia y conformando lo
que algunos estudiosos del tema definen como “tradiciones geográficas” (Livingstone, 1992), esto es,
temas de preocupación que pasarán a ser objeto de la ciencia geográfica cuando esta se consolide como
tal. Desde esta perspectiva es posible, por otra parte, superar algunas visiones limitadas sobre la
consolidación disciplinaria, que centrando excesivamente su interés en los procesos de
institucionalización disciplinar (sociedades geográficas, cátedras universitarias o disciplina escolar)
descuidan la existencia de estas largas tradiciones, dando lugar a interpretaciones limitadas que, por
ejemplo, asocian linealmente la consolidación disciplinar con los intereses sociales del momento.
En este capítulo se abordan estas cuestiones. Interesa fundamentalmente comprender las
características de la geografía como disciplina científica, los temas que aborda y la forma en que lo hace
en cada momento, los autores más importantes y las funciones que, en cada momento y lugar, cumple la
producción geográfica. Pero también interesa ver que, en gran medida, esta disciplina rescata un
conjunto de saberes y preocupaciones que son previos a su definición formal como ciencia y que, de
alguna manera, atraviesan y acompañan la cultura occidental. Entendemos que esto último es de gran
importancia para comprender el papel que la geografía puede tener como contenido educativo.
Por último, es necesario advertir que, tratándose de un recorrido histórico, y en razón también de las
necesidades de organizar la exposición, el texto puede sugerir que cada título aborda una “etapa” que es
superada por la siguiente. Nada sería más erróneo, ya que los temas y preocupaciones no sólo
permanecen sino que cobran nuevos sentidos y mantienen su presencia.

2. ANTECEDENTES
Los temas "geográficos"
Resulta interesante ver que algunos temas que serán objeto de la geografía como disciplina científica, y
que hoy reconocemos como tales, han estado presentes como temas de interés o preocupación a lo largo
de la historia occidental. Si bien sería erróneo desprender de esto que la geografía como ciencia tiene
un origen remoto, ya que esto implicaría –entre otras cosas– desconocer que lo que hoy entendemos
como ciencia es producto de la modernidad (habiéndose consolidado, por lo tanto, mucho después),
permite ver que se trata de cuestiones que han sido importantes y han estado presentes a lo largo del
tiempo y en las diversas sociedades, suscitando interés y debate, y brindando utilidad. Aunque no
puedan ser considerados como “geografía”, estos temas y conocimientos sentarán las bases sobre las
cuales se irá consolidando la disciplina.
Entre otros autores, Capel y Urteaga (1984), reconociendo el origen griego de la palabra geografía,
señalan que ya en esta civilización encontramos su uso aplicado a dos grandes temas de preocupación.
Uno de estos grandes temas podría ser rotulado como lalocalización en la superficie terrestre, apoyada
en los conocimientos matemáticos e interesada en gran medida en la elaboración de mapas. El otro gran
tema es el que se refiere a la descripción de dicha superficie.
El nombre de geografía abarcaba entonces tanto el interés por aspectos de descripción de la superficie
terrestre como el interés acerca de aspectos matemáticos relativos a la ubicación de lugares y la
construcción de mapas. Al tiempo que aumentaba el conocimiento de las características diferenciales de
los lugares, crecía también el interés por conocer sus ubicaciones específicas en la superficie terrestre
(Broek, 1967; Unwin, 1995); y ambos temas resultaban, así, estrechamente vinculados por la necesidad
de disponer de mapas que permitiesen localizar de manera precisa los lugares descriptos. Ambas
tradiciones, a su vez, estaban íntimamente ligadas a una tercera vertiente o tradición, la teológica,
preocupada por los orígenes de la Tierra y las razones de la existencia humana sobre ella. En el marco
de esta tradición, las preocupaciones estaban centradas en el papel del poder divino en la formación de
la Tierra, y en comprender o “explicar el lugar que correspondía a la humanidad dentro del mundo
natural” (Unwin, 1995: 87).
Eratóstenes expresa de manera paradigmática la tradición de la localización, dada su preocupación por
medir el tamaño de la Tierra y por establecer algún sistema que permitiera ubicar cualquier punto en
su superficie. Esta tradición será continuada por Ptolomeo quien también se interesa por la medición de
la Tierra, la localización de puntos en la superficie y la representación cartográfica. La obra de este
último tendrá, con su rescate y difusión a fines de la Edad Media, una gran influencia en los viajes de
exploración.
Conocer la ubicación de los distintos lugares, las distancias que median entre ellos, y contar con
elementos que permitan llegar de un lugar a otro, tendrá una utilidad práctica evidente tanto para el
comercio como para la conquista. La cartografía será, desde esta perspectiva, el producto más
importante, tanto por su utilidad práctica como por su condición de objeto que expresa los
conocimientos, intereses y cosmovisión de cada sociedad en cada momento.
La tradición descriptiva encuentra su expresión paradigmática en el mundo griego en la figura
de Estrabón, quien sintetiza una larga tradición de relatos de viajeros y descripciones sobre lugares
conocidos. El interés por conocer los atributos propios y peculiares de un lugar de la superficie terrestre
tiene un valor práctico, en el sentido de inventariar la existencia de elementos que puedan ser útiles
(recursos, poblaciones, etc.); pero tiene también el valor del conocimiento de lo diferente, que al tiempo
que permite pensar más allá de la propia realidad, habilita la reflexión sobre la misma, en la medida en
que representa, al decir de algunos autores, una especie de espejo que, por similitudes y por contrastes,
permite mirarse a sí mismo:
De este modo, la geografía humana nació en manos de una cultura que tomó conciencia de la relación
“hombre-Naturaleza”: mas, como contraparte negativa, esa misma cultura organizó su esquema de
relaciones con otras culturas poniéndose como modelo absoluto frente a las mismas, lo cual suponía una
desvalorización, y en otros casos, además, una justificación de dominio y servidumbre. La historia de
este hecho se extiende desde las páginas de la Geografía de Estrabón hasta las casi contemporáneas
nuestras de las Lecciones sobre la filosofía de la historia universal de Hegel. (Arturo Roig, Introducción
a la Geografía, Prolegómenos de Estrabón, Madrid, Aguilar, 1980, XV).
Unwin (1995) señala la estrecha relación que existía entre geografía y conquistas, entre la descripción
detallada de lugares y regiones y el ejercicio del control político, en los mundos griego y romano. Las
campañas y conquistas de la época fueron posibles gracias a los escritos geográficos anteriores que
suministraban información acerca de los recursos y las gentes, y, a su vez, permitieron un importante
crecimiento del saber geográfico. La utilidad de la geografía era “proporcionar la información que
permitiese a los dirigentes conquistar más territorios y mantener el poder en las tierras que regían”
(Unwin, 1995: 84). Así, la información, por ejemplo, sobre las dimensiones de un territorio, las
características de sus suelos y accidentes, y la historia de sus pueblos, estaba condicionada también por
los intereses políticos de la época.
Estas tradiciones temáticas estarán muy presentes en todo el mundo antiguo, y aunque permanecerán
relativamente acalladas durante el orden feudal, volverán a expresarse con fuerza en el proceso de
desestructuración de este orden feudal y conformación del orden moderno. Broek (1967: 18) señala
que “el Renacimiento trajo, como en otros campos, el restablecimiento de la geografía clásica”. Un
ejemplo de ello es la utilización de la obra Geographia de Ptolomeo como referencia básica para las
exploraciones portuguesas y españolas de los siglos XV y XVI.
Para pensar la geografía actual, estos “antecedentes” son de gran valor en la medida en que en ellos ya
aparecen núcleos temáticos y problemáticos que atravesarán toda la disciplina, dando lugar a múltiples
obstáculos y respuestas que representan, en gran medida, fuente de dificultades pero también de
riqueza.
Los grandes viajes de exploración y conquista de fines de la Edad Media rescatarán el interés por los
conocimientos que permiten desplazarse en la superficie terrestre y explorar más allá de lo conocido;
en un proceso que se realimenta a sí mismo, los conocimientos disponibles serán puntos de partida para
emprender nuevas aventuras de exploración, al tiempo que el perfeccionamiento de equipos e
instrumentos de navegación lo hacen posible. Los avances cartográficos acompañarán estos procesos,
permitiendo conocer y representar las extensiones reales, medir las distancias o delimitar territorios
con precisión creciente. Así, con el conocimiento de nuevos territorios comenzó a configurarse otra
imagen del mundo.
El descubrimiento y exploración de nuevos territorios, a su vez, proveerá insumos para nuevas
descripciones; las mismas tendrán, ciertamente, fines utilitarios vinculados con el inventario de las
riquezas pasibles de ser apropiadas, y su posterior apropiación efectiva. Pero tendrá también impacto
en la cultura, a través de descripciones y narraciones que se consumirán como obras literarias, mezclas
de realidad y fantasía, que alimentan el interés por conocer lo nuevo y lo diferente entre algunos grupos,
limitados por cierto, de las sociedades de la época. Conocer el mundo como totalidad (aunque en gran
medida siga siendo una totalidad imaginada) y conocer sus lugares en forma pormenorizada (aunque
sigan siendo sólo algunos lugares), tendrá notables consecuencias en la transformación de las
cosmovisiones imperantes, y pasará a ser parte del acervo cultural disponible.

La ciencia moderna
La edad Moderna estará asociada a profundos cambios sociales, en todos sus órdenes. La contestación
del orden social vigente tendrá una de sus herramientas en la desacralización de las explicaciones, hasta
entonces monopolio de las interpretaciones teológicas, y en la consolidación de lo que luego
llamaremos ciencia moderna. Se instala la presunción de que el hombre, por medio de la razón, puede
conocer el porqué de las cosas; y para esto, es necesario descomponer las totalidades y observar las
causas (o cadenas causales), de manera objetiva y sistemática. Galileo y Newton resultan paradigmáticos
en este sentido.
Lo anterior implica una nueva relación con la naturaleza, que deja de ser expresión de lo divino para
comenzar a ser objeto de indagación; la razón humana y la observancia de ciertas reglas permiten dar
cuenta del orden natural, describirlo y explicarlo a través del establecimiento de las causas subyacentes.
La indagación de la naturaleza y la comprensión de sus mecanismos causales no es sólo una aventura
de conocimiento. Es también la posibilidad de manipular esa naturaleza en función de objetivos
humanos, y la capacidad que algunos actores sociales tengan para hacerlo definirá también su rol en la
sociedad. La burguesía en ascenso comprende esto inmediatamente.
La expansión del mundo conocido proveerá de una naturaleza casi inagotable, que será objeto de
observación sistemática y de clasificación e inventario. El conocimiento de los mecanismos subyacentes
al orden natural permitirá el creciente aprovechamiento de los elementos y procesos de este orden
natural, realimentando el prestigio creciente de la ciencia como forma de conocimiento, y el poder
económico de quienes están vinculados a su utilización.
Pero el interés por comprender la naturaleza no es sólo instrumental. También se vincula con el interés
por comprender a los hombres y a la sociedad en su conjunto. ElIluminismo es la corriente de
pensamiento que expresa de forma más acabada la preocupación de ese momento por comprender qué
papel juega el orden natural en el social. Colocando al hombre en un lugar central, el Iluminismo se
interesó por comprender cómo se relaciona la historicidad de lo natural con la historicidad social
(Quaini, 1981). Y por supuesto las descripciones sobre otros lugares y otras sociedades que derivaban
de exploraciones, proveyeron las bases empíricas para este tipo de reflexiones. Temas como
la influencia de las condiciones naturales en las sociedades serán objeto de reflexión por parte de
pensadores de la ilustración como Montesquieu o Rousseau.
El conocimiento del territorio será también una necesidad de los estados que se van consolidando en el
período moderno. Razones prácticas vinculadas con la delimitación precisa, el inventario de poblaciones
y recursos o la facilitación de la circulación se unirán a otras vinculadas con la construcción de
argumentos legitimadores de la pertenencia de los habitantes y la homogeneización interna. La crisis de
los vínculos de vasallaje requerirá la construcción de nuevos discursos de pertenencia, y la idea del
pueblo vinculado a un territorio se irá consolidando cada vez más.
Para concluir este primer título, interesa remarcar que sus contenidos muestran cómo, a lo largo del
tiempo, han estado presentes temas que, con posterioridad y ya definida la geografía como ciencia, serán
objeto de su interés. En algunos casos estos temas fueron reconocidos bajo el rótulo de geografía, en
otros no; pero cuestiones tales como la localización y la distribución en la superficie terrestre, la
descripción de los rasgos particulares de los lugares, la comprensión de la naturaleza y sus relaciones
con la sociedad, atraviesan la historia y van adquiriendo peso propio. Algunos están presentes antes de
que pueda hablarse de ciencia como la entendemos actualmente; otros –o los mismos con nuevos
significados– se imbrican en la constitución misma de esta ciencia moderna, pero son siempre temas de
interés. Aparecen esbozados cuestiones y problemas que desafiarán a los estudiosos y para los cuales
se propondrán distintas respuestas, que irán perfilando la geografía actual: tradiciones físicas o
matemáticas interesadas por la localización, o humanas más relacionadas con la descripción; el papel
central de la representación cartográfica; la descripción de lugares y sociedades como espejo de quien
hace la descripción; y, atravesando todo, la relación entre los hombres y la naturaleza.

3. HUMBOLDT Y RITTER

Los "padres" de la geografía


En 1859 mueren dos personalidades que marcarán profundamente el pensamiento geográfico: Alexander
von Humboldt y Karl Ritter. Mientras el segundo se adscribe explícitamente a la geografía, el primero no
lo hace, y es frecuente que su condición de geógrafo sea puesta en duda. Sin embargo, el carácter de sus
obras y, más aún, la influencia que tendrán en la geografía, los colocan en una posición destacada para
comprender la constitución de la disciplina; puede decirse que ambos “resumen” en sus obras el estado
de las preocupaciones geográficas en la primera mitad del siglo XIX. En ambos se conjugan, en forma
compleja y a veces contradictoria, perspectivas científicas de corte positivista con filosofías de corte
idealista y racionalista; son, en este sentido, expresión de una época de transición.
Alexander von Humboldt nace en 1769 en Berlín (reino de Prusia), y tras una esmerada educación inicial
estudia Geología en la Escuela de Minas de Friburgo. Luego de desempeñarse en el Departamento de
Minas de Prusia, lo que le permite viajar por Alemania, se instala en París. Durante cinco años (1799-
1804) recorre distintos lugares de América junto con Bonpland, viajes en los que recogerá gran cantidad
de datos y experiencias. Ya de regreso, Humboldt comienza a trabajar sobre la información recogida y a
publicar. Entre estas publicaciones pueden nombrarse los Viajes a las regiones equinocciales del Nuevo
Continente, los Cuadros de la naturaleza y el Cosmos. Ensayo de descripción física del mundo del que
publica 4 volúmenes. Murió durante la redacción del quinto.
Humboldt es un intelectual prominente que alcanzó gran reconocimiento en su época. Muy influido por
el racionalismo, comparte la fe en la razón, la libertad de pensamiento y la idea de progreso. Adscribe al
romanticismo con su énfasis en las sensaciones perceptivas provocadas por la naturaleza, o su idea de
unidad del todo, pero no en sus formas idealistas extremas que invalidan los hechos empíricos. Al mismo
tiempo, está fuertemente influenciado por el positivismo, lo que lo lleva a rechazar la especulación y
defender el tratamiento cuidadoso de la información y la descripción de los hechos concretos. En
Humboldt subyace una concepción totalizadora y armónica de la naturaleza.
En sus trabajos, Humboldt utiliza lo que él denomina empirismo razonado. Se trata de un itinerario
metodológico que parte de la observación del paisaje, en la cual la naturaleza transmite una sensación
al sujeto, quien filtra esta sensación a través de su subjetividad produciéndose así una impresión que
contiene ya un presentimiento del orden o leyes subyacentes. Luego de esta primera etapa, el
investigador debe abocarse al tratamiento de la información empírica relevada, de manera objetiva y
sistemática, para establecer las conexiones que se prefiguraron en la impresión. En tercer lugar, el
material sistematizado es puesto en relación con la visión sensorial del investigador para producir una
descripción fundamentada del paisaje, que permite describir la individualidad del área estudiada. Se
prosigue por último en el camino de la generalización, para llegar al establecimiento de leyes de
distribución y combinación espacial de los fenómenos de la superficie terrestre (Moraes, 1989). Interesa
rescatar aquí que este método permite articular la diversidad y la unidad, esto es, los estudios
sistemáticos y los de síntesis; por otra parte, posibilita relacionar también la individualidad de un área
con la universalidad (la Tierra); y vincular también la subjetividad (percepción sensible) y la objetividad
(datos empíricos). Todas estas son cuestiones centrales al conocimiento geográfico, que reaparecerán
permanentemente en la disciplina.
Para Humboldt, la geografía es una ciencia sintética, que trabaja con relaciones entre fenómenos
diversos, pero teniendo por objetivo establecer leyes. Como ciencia de síntesis, busca las conexiones o
relaciones entre los fenómenos que se expresan en la superficie terrestre. No se interesa por lo único
sino por lo universal y constante, lo que permite llegar a la formulación de leyes. Por otra parte, la
geografía de Humboldt es un estudio de la naturaleza, que considera a los hombres como un elemento
más del cuadro natural. Todo esto está atravesado por la idea de unidad de la Tierra y la naturaleza,
cuyo orden y armonía se manifiestan y deben ser encontrados.
Antonio C. Robert Moraes (1989) señala que Humboldt lega a la geografía varias cuestiones que serán
fundamentales para la disciplina:
 Una de ellas es pensar a la geografía como una ciencia de las relaciones, esto es una ciencia sintética
(opuesta a una ciencia sistemática). La dicotomía entre geografía general o sistemática y geografía
regional se inscribirá, recurrentemente, en esta cuestión.
 Otra es el lugar central del estudio del paisaje, en el que la visión o percepción humana juega un papel
activo. La relación entre objetividad y subjetividad, que está implícita en este planteo, será también
un tema/problema recurrente en la geografía.
 El planteo de que el estudio de lo local es la puerta de entrada para el estudio de lo general y global,
es otra cuestión que queda planteada en la obra de Humboldt, y que volverá a instalarse
reiteradamente en torno al problema de las escalas geográficas.
Karl Ritter nace en Sajonia en 1779 en el seno de una familia burguesa profundamente religiosa, y
estudia en la Universidad Halle. Muy comprometido con la educación, tiene contactos con Pestalozzi y
trabaja por casi veinte años como preceptor de niños de familias acomodadas. En 1820 es designado
profesor de la primera cátedra de Geografía en la Universidad de Berlín. En 1817 publica el primer
volumen de su gran obra Die Erdkunde –o Geografía general comparada–, de la que llegarán a publicarse
19 volúmenes hasta su muerte.
La obra de Ritter es fundamentalmente una obra de gabinete, que ordena el material existente dentro
de una secuencia lógica, con conceptos sistematizados y clara definición del universo y objetos de
análisis. Representa un inventario del conocimiento disponible en su momento, que se alimenta con la
profusa información proveniente de viajeros y exploradores, además de estadísticas de todo tipo.
Retoma, en este sentido, la vieja tradición descriptiva de la geografía.
El autor reconoce varios abordajes posibles para la geografía. Por una parte, lo que denomina geografías
especiales se ocupa de abordar clases de fenómenos desde lo regional (relevamiento de lo particular)
hasta lo global (clasificación y comparación a escala planetaria). Lo que denomina geografía física
representa una síntesis de los resultados de las geografías especiales y se orienta a componer un cuadro
físico del globo que permita ver la acción de las fuerzas naturales. Por último, la denominada geografía
comparada es, según el autor, la ciencia de las relaciones espaciales, que busca establecer causas y
determinaciones, y no se limita a los fenómenos físicos sino que incluye también los relativos a la
actividad del hombre (Moraes, 1989).
Ritter privilegia el análisis a escala continental, y cada continente es visto como un todo. Estableciendo
las relaciones entre los objetos presentes en esta totalidad, se logra comprender su individualidad y las
causalidades subyacentes. Por último, esta individualidad expresa la relación que se establece entre las
condiciones naturales y el desarrollo histórico de los pueblos. De aquí la pregunta acerca de cuáles son
las condiciones naturales que favorecen el desarrollo de los pueblos, pregunta que abrirá las puertas
al determinismo natural.
Para dar cuenta de las relaciones entre fenómenos naturales y humanos, Ritter recurrirá a explicaciones
que se alejan de los parámetros de cientificidad que busca alcanzar en las otras facetas de su trabajo
(básicamente en el tratamiento del orden natural): por una parte, recurre a explicaciones basadas en la
supuesta significatividad de ciertas formas espaciales; así por ejemplo, analizará el desarrollo de las
civilizaciones europeas poniéndolas en relación con la forma del continente, en particular la peculiar
relación entre tierras y costas, que asocia a condiciones propicias para el desarrollo cultural, explicación
que hoy no dudaríamos en calificar como determinista. Por otra parte, se basará en una finalidad
establecida por el Creador en el reparto de los dones naturales, que acaba determinando el devenir de
los hombres; así, en último término las explicaciones se orientan a comprender la obra de Dios, siendo
función del estudioso comprender para tratar de develar sus designios (Moraes, 1989). Con esto, Ritter
se aleja del modelo científico que intenta desarrollar, alejándose también de los parámetros de
cientificidad que están haciéndose dominantes en su época.
El vínculo entre los fenómenos naturales y los humanos es, quizás, uno de los mayores problemas que
quedan sin solución en su obra; y esta es otra de las cuestiones problemáticas que, en forma recurrente,
volverán a instalarse en la disciplina. Sin embargo, esto no debería llevar a desconocer que Ritter
reconoció claramente que las relaciones físicas del planeta experimentan modificaciones bajo la acción
humana (que es histórica), y que esto es precisamente lo que distingue a la geografía de las restantes
ciencias que se ocupan de la Tierra.

4. LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA GEOGRAFÍA

Introducción
A lo largo del siglo XIX, y especialmente durante su segunda mitad, diversos factores concurrirán al
establecimiento de la geografía como una disciplina con carácter autónomo, integrante del concierto de
las ciencias. Entre ellos, cabe destacar la expansión del número y consolidación social de las
denominadas sociedades geográficas, muy vinculadas al proceso de exploración y colonización
territorial. También la presencia de la geografía en los programas de enseñanza básica que se fueron
estableciendo a lo largo de este siglo obligó a formar a un cuerpo de profesores que asumiese esta tarea,
los que a su vez fueron conformando un grupo o cuerpo específico de individuos que se reconocían como
geógrafos y actuaban como tales. Esto también incentivó el establecimiento de cátedras universitarias de
Geografía, que se intensificó a partir de 1860 (Capel y Urteaga, 1984). Por último, la inscripción de la
producción geográfica en los parámetros de cientificidad del período también contribuye a esto.
Abordaremos aquí algunos de estos factores, reservando el vinculado a la geografía escolar para otro
Módulo.

Exploración del territorio y sociedades geográficas en el siglo XIX


Capel y Arteaga (1984: 17) señalan que el siglo XIX ha sido el gran siglo de las expediciones marítimas y
terrestres. En efecto, la revolución industrial y el expansionismo imperialista alimentaron el interés por
la exploración de todo el planeta; por una parte, la consolidación de la producción industrial demandó
fuentes de materias primas y también mercados consumidores, lo que llevó a los estados más poderosos
de Europa, y en especial a Inglaterra, a explorar nuevos territorios para aprovechar sus recursos y sus
poblaciones. En muchos casos, además, esto estuvo acompañado por la apropiación efectiva de
territorios, en el marco de la expansión colonial de estos países. A medida que fue avanzando el siglo,
también se consolidaron los flujos emigratorios de población hacia estos territorios. El Congreso de
Berlín (1884), en el que las grandes potencias europeas se reparten el mundo definiendo sus colonias,
marcó el momento culminante de este proceso de expansión imperialista, y coincidió también con el
auge del número de expediciones y viajes de exploración territorial.
Los viajes de exploración tuvieron también un correlato en la producción de conocimiento sobre los
territorios que se recorrían, esto es, eran también “expediciones científicas”. La información recogida
permitía ampliar el conocimiento del mundo y, al mismo tiempo, alimentaba el desarrollo de nuevos
productos y procedimientos industriales, realimentando el crecimiento económico y el poderío de los
estados más poderosos y de sus clases dirigentes. También ampliaban los horizontes culturales de las
sociedades, en el marco de los ideales de progreso y expansión de la razón imperantes en el momento.
Las expediciones científicas fueron promovidas, en gran medida, por instituciones vinculadas a las
ciencias y la promoción del conocimiento, en las que actuaban conjuntamente intereses particulares y
estatales en organizaciones muy heterogéneas. Muchas de estas instituciones eran sociedades que se
denominaban geográficas:
La participación de las Sociedades de Geografía en la tarea exploradora del siglo XIX fue muy importante.
Desde 1821 en que se creó la primera de ellas (la Société de Géographie de París) hasta 1940 se
fundaron unas 140 sociedades de este tipo, con un ritmo máximo entre 1870 y 1890, en que aparecieron
un total de 62. Sus objetivos eran muy amplios: además de la organización de expediciones, perseguían
el fomento del comercio, la realización de observaciones astronómicas, etnográficas y de ciencias
naturales, la creación de observatorios meteorológicos, los levantamientos cartográficos, la exploración
arqueológica. Sus revistas y publicaciones daban cuenta del avance de las exploraciones, publicaban
relaciones de viajes, e incluían estudios muy diversos sobre el territorio y sus habitantes. A veces se
preocupaban también de impulsar y difundir la enseñanza de la geografía en los niveles básico y
superior. (Capel y Urteaga, 1984: 18)
Los viajes de exploración tuvieron también un correlato en la producción de conocimiento sobre los
territorios que se recorrían, esto es, eran también “expediciones científicas”. La información recogida
permitía ampliar el conocimiento del mundo y, al mismo tiempo, alimentaba el desarrollo de nuevos
productos y procedimientos industriales, realimentando el crecimiento económico y el poderío de los
estados más poderosos y de sus clases dirigentes. También ampliaban los horizontes culturales de las
sociedades, en el marco de los ideales de progreso y expansión de la razón imperantes en el momento.
Las expediciones científicas fueron promovidas, en gran medida, por instituciones vinculadas a las
ciencias y la promoción del conocimiento, en las que actuaban conjuntamente intereses particulares y
estatales en organizaciones muy heterogéneas. Muchas de estas instituciones eran sociedades que se
denominaban geográficas:
La participación de las Sociedades de Geografía en la tarea exploradora del siglo XIX fue muy importante.
Desde 1821 en que se creó la primera de ellas (la Société de Géographie de París) hasta 1940 se
fundaron unas 140 sociedades de este tipo, con un ritmo máximo entre 1870 y 1890, en que aparecieron
un total de 62. Sus objetivos eran muy amplios: además de la organización de expediciones, perseguían
el fomento del comercio, la realización de observaciones astronómicas, etnográficas y de ciencias
naturales, la creación de observatorios meteorológicos, los levantamientos cartográficos, la exploración
arqueológica. Sus revistas y publicaciones daban cuenta del avance de las exploraciones, publicaban
relaciones de viajes, e incluían estudios muy diversos sobre el territorio y sus habitantes. A veces se
preocupaban también de impulsar y difundir la enseñanza de la geografía en los niveles básico y
superior. (Capel y Urteaga, 1984: 18)

La definición de un objeto propio para la geografía


El auge de la geografía, que estuvo implícito en el incremento del número de sociedades geográficas, o
en su difusión como contenido escolar, dio lugar a un complejo proceso de definición de sus contenidos,
asociado a la reflexión acerca de qué era la geografía. Diversos factores influyeron también en este
proceso. Por una parte, si bien el rótulo de geográfico se aplicaba en general a temas vinculados con las
características de la superficie terrestre (y a los individuos que a ellos se dedicaban), la creciente
especialización fue llevando a la constitución de ramas del saber que se independizaban (geología,
meteorología), vaciando de contenido a dicha geografía, que dejaba de tener un objeto de conocimiento
propio.
En el marco de la consolidación y sistematización del positivismo, que tendrá lugar en la segunda mitad
del siglo XIX, dar una respuesta acerca de cuál era el objeto de la geografía resultaba una necesidad
imperiosa, en especial a partir de la publicación de la obra de Augusto Comte en 1844, que impuso la
definición y clasificación de las ciencias según su objeto de estudio. Las respuestas dadas por Humboldt
y Ritter serían de escasa ayuda en esta búsqueda. En el caso del primero, se orientaban
fundamentalmente al orden físico o natural y, como tales, estaban siendo apropiadas por las diversas
ramas de conocimiento especializado que se constituían en forma independiente de la geografía. En el
caso del segundo sucedía algo similar en lo relativo al conocimiento del orden natural; en cambio,
cuando se incorporaba el conocimiento de lo humano, las explicaciones ritterianas vinculadas con un
finalismo teológico y con el idealismo (la “coherencia del todo”) eran claramente inaceptables para el
modelo positivista. Sin objeto propio y con métodos no aceptados como científicos, la geografía enfrenta
una situación de incertidumbre que, sin embargo, coincide con su institucionalización y auge social.
Esta situación de incertidumbre respecto de su condición de ciencia será superada con la asunción
del evolucionismo, que dará fundamento a la definición de un objeto propio para la geografía: la relación
entre el hombre y el medio. Esta definición permitirá superar la “explosión” de la geografía y el creciente
divorcio entre las ciencias de la Tierra y del hombre, dando nuevos fundamentos a un viejo tema de
interés central y recurrente en la geografía, como es el de la influencia del medio en los seres vivos en
general, y en particular en los hombres.
La comprensión de los fenómenos de la superficie terrestre pasará a ser abordada como resultado de
procesos de interacción entre las condiciones específicas que la misma presenta en cada lugar y los seres
vivos que se adaptan a ella. Y esto será válido también para los seres humanos: las diferencias de la
humanidad, esas mismas diferencias que las exploraciones estaban documentando tan acabadamente,
pasan a ser interpretadas como resultado de la incidencia de los factores naturales, diferentes en cada
lugar. El énfasis puesto en esta relación y, en este sentido, más aún de la influencia del medio sobre los
hombres, dará lugar a lo que conocemos como determinismo geográfico; con más precisión, cabe decir
que el evolucionismo dará un fundamento conceptual a nociones de determinación natural que, como
ya hemos señalado, estuvieron presentes en distintos momentos de la historia.
La geografía se consolidará, así, como una disciplina con un objeto propio: la relación hombre-medio,
cuyo abordaje puede realizarse a través del método positivista. Ambas cuestiones –objeto propio y
metodología científica– le aseguran un lugar entre las ciencias. También adquirirá el carácter de
conocimiento útil para sociedades embarcadas en procesos de definición estatal y expansión colonial:
el discurso determinista dará una explicación –y una justificación– “científica” a la dominación de otros
pueblos. En qué medida estas cuestiones atravesaron también a la geografía escolar es un tema que, si
bien será tratado en el último Módulo, conviene señalar ya aquí.

5. EL TRIUNFO DEL EVOLUCIONISMO

Ratzel y la antropogeografía
Frederic Ratzel (1844-1905) es considerado como el representante paradigmático de la asunción del
evolucionismo y el positivismo en la geografía, que se consolida a fines del siglo XIX. Ratzel contará con
una amplia y variada formación; durante sus estudios en la Universidad de Jena tomará contacto con
Haeckel, quien desarrolla los principios básicos de lo que será la ecología; estudia también etnografía en
Munich. Realiza numerosos viajes por Europa y América del Norte como periodista, lo que le brinda
oportunidades amplias de observación de la realidad.
Entre sus obras se destacan la Antropogeografía (dos volúmenes publicados en 1882 y 1891
respectivamente) y la Geografía Política (1903).
En la obra de este autor se reconocen claramente los postulados positivistas y también los del
evolucionismo. A ellos se suman un minucioso conocimiento de la tradición geográfica, en especial de
las obras de Humboldt y Ritter, y también nociones provenientes de autores como Herder (de quien
toma el ideal nacionalista y la idea de la Tierra como “teatro de la humanidad”).
Su obra se orienta, en gran medida, al tema clásico de la diferenciación de la superficie terrestre, aunque
enfocándolo específicamente en lo relativo a la diferenciación humana. El problema de la unidad de la
especie humana que se manifiesta en grupos o pueblos (“razas”) tan diferentes –como lo documenta la
etnografía– exige una explicación que será hallada en la historia que se desarrolla sobre la Tierra, lo que
da lugar a la consideración de las distintas condiciones naturales de los cuadros terrestres (Moraes,
1989).
Las diferencias entre los pueblos son interpretadas como diferencias de civilización, la cual, a su vez,
expresa un determinado nivel de utilización de la naturaleza: cuanto mayor es el “nivel” de civilización
más intensa es la relación con la naturaleza. Por otra parte, cada pueblo tendría una energía (“energía
de los pueblos”) que también estaría condicionada por las condiciones naturales en las que se desarrolla.
Fuerza del pueblo y condiciones naturales, juntas, definen los “niveles de civilización”. Este esquema se
enriquece con la consideración de la “difusión” o movimiento de los pueblos en el espacio; los pueblos
más civilizados tienen la capacidad de expandirse y, con esto, influir sobre otros. A medida que los
pueblos “se civilizan”, establecen relaciones más complejas con sus espacios, al tiempo que tienden a
expandirse.
La cuestión del dominio del espacio adquiere una posición central, y dos conceptos formulados por
Ratzel son fundamentales para dar cuenta de ella:
 uno es el concepto de territorio, entendido como la porción de superficie terrestre apropiada por un
grupo humano; y
 el otro es el concepto de espacio vital, que expresa la necesidad de territorio de una determinada
sociedad, variable según sean su bagaje tecnológico, sus efectivos demográficos o los recursos
naturales disponibles (Moraes, 1989).
Así, toda sociedad necesita de un territorio en tanto espacio vital, y su defensa pasa a ser un imperativo
de la historia. La historia es vista entonces como una lucha por el espacio, en la que los más fuertes
(civilizados) serán los vencedores. La defensa del territorio será una necesidad fundamental a la hora
de comprender el proceso de organización delEstado; una vez constituido, el Estado adquiere autonomía
y se transforma en el principal agente del proceso histórico, teniendo entre sus principales intereses el
apetito territorial.
A la luz de lo expuesto, pueden señalarse algunas cuestiones importantes para el tratamiento del tema.
La primera es observar que la relación entre condiciones naturales y sociedad, en Ratzel, es más
compleja y mediada que lo que suele reconocerse. La cultura, la tecnología, entre otros, están presentes
mediando esta relación, alejándola de las visiones deterministas más simplistas. A pesar de esto, gran
parte de los difusores del pensamiento ratzeliano transmitieron estas últimas visiones, llegando a
formular afirmaciones tales como las que vinculan las regiones planas con el predominio de las
religiones monoteístas (Ellen Churchil Semple) o, aunque menos burdas pero más difundidas, las que
relacionan las condiciones climáticas con la civilización (según las cuales, por ejemplo, el rigor de los
inviernos explicaría el mayor desarrollo de la Europa del Norte, o las afirmaciones acerca de la indolencia
del hombre tropical comparado con el industrioso septentrional, que se han utilizado como explicación de
las diferencias entre las colonias de Brasil y Estados Unidos).
La segunda es notar la coherencia de estos planteamientos con los intereses de las sociedades europeas
dominantes de ese momento. El planteo ratzeliano es, en gran medida, una explicación “científica” de lo
que está ocurriendo: expansionismo, colonialismo, consolidación nacional y puja entre estados, orden
capitalista y diferenciación social extrema. Todos estos hechos encuentran su explicación y, más aún, su
justificación. Y más interesante aún es el vínculo que, en esta justificación, se establece con el orden
natural; esto lleva a la naturalización del orden social y, en concordancia, al carácter necesario de dicho
orden. El darwinismo social resulta bastante evidente. Los distintos pueblos serán ordenados en un
orden evolutivo, desde los más “primitivos” hasta los más “civilizados”, abriendo paso a relaciones
jerárquicas y de dominación de los segundos sobre los primeros.
Vinculado con lo anterior, cabe destacar el rol central que adquiere la relación entre Estado y territorio,
y la justificación del expansionismo, que tendría bases en una energía propia y diferencial de los pueblos,
y en sus necesidades territoriales (como su espacio vital). En último término, estas tendrían razones de
índole natural. Estos planteos tendrán importantes consecuencias. Por una parte, serán retomados por
ideólogos de la geopolítica y darán sustento y justificación a hechos como el expansionismo alemán en
el siglo XX, con nefastas consecuencias. Por otra, y para el campo de la disciplina, llevarán –por reacción–
a un alejamiento o desconsideración del rol de la política en la explicación de la organización espacial,
que perdurará por muchos años.
Nuevamente, y para concluir este título, resulta de interés dejar instalada la pregunta acerca de las
relaciones entre estos temas, conceptos y enfoques, con los contenidos que serán impartidos por la
geografía escolar.

6. OTRA FORMA DE ASUMIR EL EVOLUCIONISMO

E. Reclus
La obra de Elisée Reclus expresa también una clara asunción de los postulados evolucionistas que
permiten la comprensión unificada de lo físico y lo humano en geografía. Sin embargo, y a diferencia de
Ratzel, Reclus se aleja del darwinismo social poniendo énfasis en las nociones de armonía y
concordancia de los hombres y la Tierra.
Este geógrafo francés (1830-1905) tuvo una importante militancia anarquista, que lo llevó a la cárcel y
al exilio. Esto mismo tuvo relación con su alejamiento del mundo académico y universitario francés,
razón por la que en la geografía “oficial” fue ignorado por mucho tiempo. Sin embargo, su profusa obra
tuvo gran difusión entre el público, alcanzando a sectores populares que permanecían ajenos a las
publicaciones académicas. En 1868 publica La Terre, y entre 1876 y 1905 se publican 19 volúmenes de
su Nouvelle Geographie Universelle, una obra en la que describe detalladamente, para cada región, los
movimientos generales que se producen en el globo. En 1905 publica L’homme et la Terre, respecto de
cuyos objetivos el autor expresa:
Hace algunos años (...) Trazaba el plan de un nuevo libro en el que se expondrían las condiciones del
terreno, del clima, de todo el ambiente en el que se han producido los acontecimientos de la historia, en
el que se mostraría el acuerdo de los Hombres y de la Tierra, en el que se explicarían las actuaciones de
los pueblos, de causa a efecto, por su armonía con la evolución del planeta. Este libro es el que presento
ahora al lector. (Elisée Reclus, El hombre y la tierra, tomado de Gómez Mendoza, 1994: 217)
En el mismo texto, más adelante, el autor da una muestra acabada de su propuesta de trabajo:
La emoción que se siente al contemplar todos los paisajes del planeta en su variedad sin fin y en la
armonía que les da la acción de las fuerzas étnicas, siempre en movimiento, esa misma dulzura de las
cosas, se siente al ver la procesión de los hombres bajo sus vestimentas de fortuna o de infortunio, pero
todos igualmente en estado de vibración armónica con la Tierra que los lleva y los alimenta, el cielo que
los ilumina y los asocia a las energías del cosmos. (Ibídem, p. 218)
Los párrafos citados muestran que el autor coloca en lugar central la consideración de la relación entre
los hombres y el medio, pero lo hace poniendo énfasis en ideas de armonía y concordancia entre ellos
(retomando con esto las ideas de Rousseau). Esta armonía entre el hombre y la naturaleza está rota,
según el autor, por la constante violación de la justicia entre los hombres, que exige siempre venganza,
con lo cual el desequilibrio se reproduce. La superación de este desequilibrio reposa y reclama cambios
en la organización social, que permitan el imperio de la libertad humana, la que sólo puede garantizarse
cuando el hombre se integra en forma armónica con el orden natural.
La obra de Reclus presenta un gran interés para el tema que nos ocupa, en la medida en que muestra
que la misma matriz positivista y evolucionista que se reconoce en Ratzel puede ser utilizada para dar
lugar a formas totalmente diferentes de seleccionar, tratar e interpretar los mismos temas. Su obra es
hoy considerada fundacional de una geografía social, en tanto coloca a la organización de las sociedades
en un lugar central para comprender los procesos de organización del espacio geográfico. Sin embargo,
fue ignorada por la geografía durante mucho tiempo, y recién en las últimas décadas ha sido rescatada
y analizada.

7. REACCIÓN ANTIPOSITIVISTA Y GEOGRAFÍA REGIONAL

Introducción
Entre los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del XX tomarán fuerza posturas reacias o
críticas al positivismo, en particular respecto de su utilización o pertinencia para el estudio de los
fenómenos humanos, que serán englobadas bajo el rótulo de historicismo.
Por una parte, comenzará a rechazarse la cientificidad positivista, que coloca a las ciencias naturales
como modelo, reconociéndose en cambio la especificidad de las ciencias humanas y abriendo paso a la
consideración de una antinomia entre historia y naturaleza. Por otra parte, se pondrá en duda el objetivo
de formular leyes para los fenómenos sociales, reconociéndose el carácter contingente que los
caracteriza; en lugar de buscar explicaciones causales, se propone alcanzar la comprensión de los
hechos. También la objetividad que rige la relación entre sujeto que conoce y objeto conocido es puesta
en cuestión, en la medida en que quien conoce los hechos sociales está inmerso en ellos, y por lo tanto
la distancia entre ellos es, cuando menos, ilusoria. Las generalizaciones propias del evolucionismo
aplicado a lo social también serán puestas en cuestión, en la medida en que resulta cada vez más
evidente la imposibilidad de acomodar la información que la investigación etnográfica aporta sobre
distintos pueblos en una línea evolutiva lineal; en lugar de esto, la indagación se orientará hacia la
comprensión de cada sociedad, de su funcionamiento (esto se conocerá en antropología como
funcionalismo). Y esto mismo se aplicará también al conocimiento geográfico, en el que los postulados
deterministas no logran superar las formulaciones vagas y simplistas, sin alcanzar las pretendidas leyes
que expliquen de modo universal y necesario estas relaciones.
El historicismo rescatará la dualidad que Kant ya había establecido entre naturaleza y espíritu,
afirmándose que así como la primera es el reino de lo necesario, la historia es el reino de la libertad. Las
ciencias que se ocupan del estudio de cada una de ellas, necesariamente, deben ser diferentes. Las
ciencias humanas o del espíritu parten de reconocer que la característica básica de la humanidad es la
historicidad de los procesos, los cuales acontecen en forma intencional y están atravesados por valores:
en ellas la neutralidad es ilusoria. Y la especificidad de este conocimiento admitirá también otros
métodos que no son el positivista: la intuición, la sensibilidad o el conocimiento empático (contacto
directo y total con el objeto que se quiere observar, netamente sensible), son aceptados como vías o
caminos válidos hacia el conocimiento.
Como consecuencia de todo esto, el interés se irá desplazando desde la búsqueda de lo regular y
repetible (pasible de formularse en leyes) hacia la consideración de los hechos singulares, cuyas
características particulares serán objeto de comprensión en lo que tienen de único y particular. En
geografía, estas perspectivas darán lugar al paulatino abandono de las pretensiones de comprender
regularidades, para centrarse en el estudio específico de porciones de la superficie terrestre,
las regiones.

La geografía regional francesa: Paul Vidal de la Blache

Es habitual reconocer dos grandes escuelas de geografía regional, la francesa en torno a la figura de Paul
Vidal de La Blache, y la alemana en torno a Alfred Hettner, cuyos planteos serán continuados y
profundizados, ya cerca de la mitad del siglo XX, por Richard Hartshorne, en Estados Unidos.
La geografía regional francesa: Paul Vidal de la Blache
Paul Vidal de La Blache (1843-1918) tuvo una enorme influencia en la geografía. Formado originalmente
en historia, y con sólidos conocimientos de las ciencias naturales, a partir de la década de 1870 se dedica
a la geografía. Será profesor de la Escuela Normal Superior de París desde 1878, y desde 1898 estará al
frente de la cátedra de Geografía en la Sorbona, puestos desde los cuales formó a un nutrido grupo de
seguidores.
El pensamiento de Vidal de La Blache se inscribe en el marco de la reacción antipositivista de su época, y
se nutre también de perspectivas espiritualistas que afirman que el espíritu es irreductible a la materia y,
por lo tanto, contingente respecto de ella.Con esto, rechaza el determinismo natural y reafirma la libertad
humana, oponiéndose así a los planteos ratzelianos (oposición en la cual, además, influirán posturas
nacionalistas que lo llevan a distanciarse de la tradición alemana).
Abandonar la determinación natural para reconocer el papel de la libertad humana en relación con las
condiciones del medio no implica en Vidal el abandono definitivo del interés por esta relación, sino su
reconsideración en tanto condicionante y facilitador al mismo tiempo, en una relación abierta a
múltiples posibilidades. De aquí el rótulo de posibilismo con que su perspectiva será conocida (término
acuñado por el historiador Lucien Fevre en 1922).
Vidal de La Blache tomará de los planteos funcionalistas la noción de género de vida, definido como el
conjunto de actividades y rasgos de un grupo social, articulados funcionalmente y cristalizados por la
costumbre (la historia), que expresan las formas de adaptación de dicho grupo a las condiciones del
medio geográfico. Esto muestra que el interés por la relación hombre-medio sigue siendo fundamental
en Vidal, pero sin –o incluso, contra– las pretensiones de necesidad y universalidad positivistas.
El género de vida se expresará en una unidad espacial que tendrá características propias,
fundamentalmente una relativa autonomía funcional. Esta unidad espacial es la región, la que se
convierte así en objeto privilegiado de estudio para la geografía. La región tendrá un interés intrínseco,
que resulta de sus características peculiares y únicas, y el paisajeserá la expresión fenoménica de estas
características peculiares, que se manifestará a la observación y a la sensibilidad del investigador, quien
a través de una aproximación empática será capaz de captar la esencia de dicha región.
La región vidaliana permite, de este modo, superar los problemas planteados por el determinismo, sin
por esto abandonar el interés por la relación entre el hombre y el medio. Al mismo tiempo, permite
superar la dicotomía entre el conocimiento sistemático de los distintos aspectos que intervienen en la
comprensión de las especificidades de un lugar (propio de la geografía sistemática o incluso escindidos
de ella y transformados en campos disciplinarios autónomos) y la descripción detallada de las
particularidades de los lugares. Combina, así, las grandes tradiciones disciplinarias: conocimiento
sistemático de un fenómeno en su despliegue en la superficie terrestre, por un lado, y conocimiento
descriptivo e integrado de las peculiaridades de un lugar resultantes de la forma específica en que estos
distintos fenómenos se combinan él. Y al habilitar la vía sensible y empática para su estudio, reafirma el
carácter humano e histórico de la construcción regional. El énfasis en la relación de los grupos humanos
con su medio tendrá, asimismo, un carácter político conservador que resulta adecuado a una sociedad
que ya se ha consolidado como Estado nacional y necesita reafirmar la pertenencia de su pueblo
(Escolar, 1992).
La propuesta vidaliana, sin embargo, no estará exenta de problemas. Por una parte, la dicotomía entre
lo humano y lo físico permanece subyacente al abordaje regional, y se expresará, en la tradición de
las monografías regionales , en un tratamiento sistemático y muchas veces desvinculado de uno y otro.
Por otra parte, el énfasis puesto en captar las peculiaridades de la región desembocará en un abandono
de la consideración de la totalidad en la cual dichas regiones se incluyen, la que aparece, en más de un
caso, como la mera suma de las partes (regiones).
El énfasis puesto en la historia y en lo humano permitiría suponer que la geografía vidaliana se aproxima
a las ciencias humanas o sociales; sin embargo, Vidal de La Blache negó esta posibilidad, al afirmar que
la geografía es la ciencia de los lugares y no de los hombres. Con esto, colocó a la geografía en una
posición de excepción que, más tarde, será blanco de fuertes críticas.

La geografía regional alemana: Alfred Hettner


A modo de presentación general, puede decirse que en esta tradición de estudios regionales es más clara
la adscripción al historicismo y mayor el alejamiento de las posturas orientadas a la comprensión de la
relación hombre-medio.
Alfred Hettner (1859-1941) se desempeñó en la Universidad de Heidelberg, y su trabajo muestra una
mayor preocupación por los problemas teóricos que afectan a la geografía, en particular el problema
planteado por el dualismo entre una geografía general y una geografía regional o corológica.
En un artículo publicado en 1927 con el título “La geografía, su historia, su esencia, sus métodos”,
Hettner retoma la clasificación que W. Windelband había realizado en 1894 de las ciencias que
denomina de la experiencia, las que pueden ser:
 Nomotéticas: las que tratan de alcanzar el conocimiento de las leyes de la naturaleza y se ocupan de
lo constante y permanente. Las diversas disciplinas que se definen por el fenómeno natural que
abordan (botánica, zoología, geología, etc.) se encuentran entre estas ciencias.
 Idiográficas: son las ciencias que se ocupan de los hechos únicos y singulares, y de sus circunstancias
en el tiempo y en el espacio. La historia y la geografía se encuentran entre estas ciencias.
Este autor planteará explícitamente que el núcleo de la geografía se encuentra en la segunda
perspectiva, la corológica o regional, por lo que define a la geografía como una ciencia idiográfica. La
especialización de los contenidos tradicionales de la geografía general había llevado a la dispersión de
sus contenidos entre un amplio conjunto de disciplinas, siendo esta una razón central que impide que
sea el núcleo de la disciplina.
Para Hettner, la geografía debe abordar las diferencias localizadas en la superficie terrestre,
descubriendo unidades espaciales, definiéndolas y comparándolas entre sí (Capel, 1981: 321). El
objetivo es, en definitiva, relevar el carácter variable de la superficie terrestre, captando la
diferenciación de áreas. Estas áreas son las regiones y, al trabajar con ellas, la geografía adquiere su
carácter idiográfico y define un objeto de estudio que le es propio. Por otra parte, si bien el estudio
sistemático también se reconoce como importante, el mismo debe estar en función de las necesidades
del análisis regional.
La geografía regional: a modo de cierre
La geografía regional, desde sus distintas vertientes, se instalará como el fin último de la geografía, y el
estudio de la región será su objeto privilegiado, exclusivo y no cuestionado. Aun reconociendo las
diferencias que fueron surgiendo a lo largo del tiempo(por ejemplo en las formas de definir la región, o
en los métodos aplicados para su estudio) imposibles de reseñar aquí, puede decirse que el estudio
regional fue absolutamente dominante durante la primera mitad del siglo XX, y en muchos países
durante bastante tiempo más.
Desde irrelevantes e ingenuas descripciones hasta sólidos y fundamentados estudios, los más diversos
productos tuvieron cabida en la geografía regional. Todos ellos se caracterizaron, más allá de sus
diferencias, por ocuparse del análisis minucioso de una porción acotada de la superficie terrestre,
procurando captar sus rasgos distintivos y peculiares, lo que cada una de ellas tenía de “único y
particular”. Produjeron un importantísimo acervo de información empírica sobre los lugares más
diversos del planeta, que alimentó fundamentalmente los discursos escolares pero que también tuvo
importancia para la gestión y para la formación general de los individuos.
Por otra parte, el carácter idiográfico de la geografía, su condición de ciencia “excepcional”, fue
alejándola del resto de las disciplinas científicas, llevándola a cierto aislamiento, lo que dificultó la
interacción y el mutuo enriquecimiento. La endeblez teórica de las propuestas regionales se fue
haciendo cada vez más evidente a medida que el contexto científico cambiaba y la tarea de los geógrafos
se hacía cada vez más difusa en sus objetivos, al punto de tener que concluir definiendo a la geografía
como aquello que “los geógrafos hacen”. Sin embargo, y más allá de todas estas cuestiones, el interés por
la comprensión de las características peculiares de los lugares –regiones– no disminuyó; por el
contrario, una y otra vez volverá a instalarse como tema de interés y trabajo de la geografía.

8. LA GEOGRAFÍA CUANTITATIVA O NUEVA (NEW GEOGRAPHY)

El positivismo y los grandes cambios metodológicos


Dado que representa una excelente síntesis del contexto en el que esta perspectiva geográfica se
inscribe, conviene reproducir un párrafo del texto de Capel y Arteagasobre “Las nuevas geografías”:
Durante los años 1940 a 1960 se generalizan en todas las ciencias humanas grandes cambios
metodológicos. Estos están en relación con el triunfo de un nuevo positivismo que deja sentir su
influencia tanto en la filosofía como en la ciencia. Se vuelve a insistir ahora en la vieja idea positivista de
la unidad de la ciencia, en la búsqueda de un lenguaje común, claro y riguroso, que permita dar validez
general (o intersubjetiva) a los resultados. Se acepta otra vez el reduccionismo naturalista que considera
las ciencias de la Naturaleza como modelo de toda cientificidad y se pone de nuevo el énfasis en la
explicación, en la búsqueda de leyes generales como camino para conseguir lo que ha de ser la auténtica
meta científica: la predicción. Se postula, por último, la neutralidad de la ciencia, excluyéndose de ella
los juicios de valor y afirmando el carácter objetivo y descriptivo del trabajo científico. (Capel y Urteaga,
1984: 26)
Este regreso de las perspectivas positivistas, que acontece fundamentalmente en el mundo anglosajón,
se vincula en gran medida con un contexto socioeconómico que vuelve a valorar fuertemente el
conocimiento para la acción y la toma de decisiones, cargando a la ciencia y sus resultados de una
marcada positividad. El positivismo, por otra parte, se verá enriquecido con la asunción de posturas que
se proponen superar el camino inductivo, enfatizando en cambio en el camino o método hipotético
deductivo que, partiendo de postulados teóricos, intenta la verificación de las hipótesis propuestas, a
través de la observación controlada de la realidad y la utilización de un lenguaje universal y unívoco: el
matemático.
En este contexto, las tradicionales explicaciones de la geografía regional serán fuertemente
cuestionadas, y el artículo que Fred Schaeffer publica en 1953 criticando lo que él denominó el carácter
“excepcionalista” de la geografía puede considerarse como el manifiesto de dicho cuestionamiento. La
descripción de lo único y particular (la descripción regional) será cuestionada por ser insuficiente, ya
que no permite alcanzar la formulación de leyes o principios generales, ni está organizada a partir de
alguna teoría a cuya comprobación contribuya, y al mismo tiempo permita explicar los hechos
observados. El énfasis en la teoría llevará a que esta perspectiva reciba el nombre de geografía teorética.
También recibirá el nombre de geografía cuantitativa por el énfasis puesto en los modelos y lenguaje
matemático y en el uso de técnicas estadísticas. La búsqueda de regularidades subyace al tratamiento
de grandes cantidades de información, práctica que se beneficia por el desarrollo de herramientas
computacionales que la facilitan. El denominado análisis locacional será uno de los ejes de la producción,
orientada a comprender las pautas que explican la distribución de los fenómenos en el espacio,
encontrando las regularidades y formulándolas en términos de leyes o principios probabilísticos. El
estudio de los sistemas de asentamiento urbano, de la localización espacial óptica de industrias y
servicios, las dinámicas de flujos espaciales o la distribución de usos y costos de la tierra en función de
la distancia son ejemplos del tipo de temáticas que se abordaron desde estas perspectivas.
La “nueva geografía” tuvo la virtud de poner en cuestionamiento, y movilizar, a la tradicional geografía
regional, obligándola a salir de su aislamiento y de su conformismo, llevándola hacia preocupaciones
teóricas compartidas con el resto de las ciencias, e incitándola a experimentar con metodologías nuevas
y rigurosas , en el marco de diseños de investigación altamente formalizados.
Sin embargo, rápidamente esta tendencia también fue objeto de críticas, muchas de ellas llevadas
adelante por algunos de los geógrafos que habían tenido destacada actuación en ella, como David Harvey
o William Bunge. Estas críticas se inscriben en tendencias más amplias de contestación social que
tendrán lugar a partir de fines de los años sesenta. Y el argumento central de estas críticas será claro y
contundente: el orden espacial que la “nueva geografía” analiza es, en rigor, la expresión de un orden
social, el capitalista, cuyas características quedan fuera de toda posibilidad de indagación mediante este
modelo de cientificidad.

9. RADICALISMO GEOGRÁFICO

La determinación del espacio geográfico a partir de los procesos sociales


Con el nombre de geografías radicales se menciona un conjunto de perspectivas geográficas
caracterizadas, en términos generales, por su posición de compromiso con la transformación social y
sus aspiraciones de convertir a la geografía en un instrumento para dicha transformación. Estas
perspectivas se consolidan entre finales de la década de 1960 y la de 1970 en los medios académicos de
los países desarrollados de Europa y América del Norte. Coincide con un contexto de efervescencia y
contestación social, del que el Mayo francés, de 1968, es un hito por todos conocido.
Las razones que llevan al surgimiento y consolidación de este movimiento son heterogéneas pero, más
allá de estas diferencias, las críticas al orden socioeconómico imperante son el telón de fondo que
permite considerarlas en conjunto. Por una parte, el reconocimiento de que las expectativas positivas
instaladas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial no se habían cumplido en términos del mejoramiento
de las condiciones de vida de la población mundial, siendo que por el contrario las diferencias se habían
acentuado, lleva a una actitud de crítica y desencanto respecto del modelo de desarrollo dominante; la
constatación de las enormes desigualdades en el consumo entre ricos y pobres, sean países o grupos
sociales dentro de los mismos países ricos, está en la base de esto. Por otra parte, las críticas al
conocimiento científico estarán a la orden del día, en tanto se denuncia su carácter funcional al sistema
y las nefastas consecuencias de sus desarrollos (carrera nuclear, problemas ambientales, etc.); también
se denunciará su pretendida neutralidad como un mecanismo claramente ideológico.
El movimiento tuvo características disímiles en el mundo anglosajón, particularmente Estados Unidos,
y en el contexto europeo, centralmente Francia, por lo que es conveniente tratarlos en forma separada.
La geografía radical anglosajona se organizó fundamentalmente en torno a la crítica a la geografía
cuantitativa (New Geography), y tuvo entre sus principales actores a muchos de los geógrafos que
habían tenido roles destacados en ella. Así por ejemplo, el propio David Harvey denunciará a principios
de la década del setenta que la geografía cuantitativa ha producido resultados poco interesantes, y que el
uso de técnicas estadísticas ha llevado a decir cada vez menos cosas sobre cuestiones cada vez más
irrelevantes. El énfasis en los métodos que esa postura había sostenido es ahora denunciado, tanto por
el carácter naturalizante que su matriz positivista conllevaba, como por haber desviado o bloqueado las
posibilidades de reflexión epistemológica y conceptual. Se denunciarán también las pretensiones de
neutralidad de estas posturas, indicando que no sólo ella no existe, sino que por detrás de su asunción
se esconden valores implícitos que son asumidos acríticamente.
El movimiento coincide también con la difusión de la tradición de estudios marxistas en el contexto
norteamericano, que había estado bloqueada en el contexto de la Guerra Fría; en este sentido, se
producirán fuertes debates y notables aportes teóricos a partir del rescate de la larga tradición de
estudios sociales que, partiendo de la obra de Marx, se había desarrollado hasta el momento sin que la
geografía tomase contacto con ella (por ejemplo los resultados de la labor llevada a cabo por los
miembros de la Escuela de Frankfurt). La geografía radical toma con esto el carácter de geografía “de
izquierda”, de base marxista, que debe estar comprometida con el cambio social, e intervenir
activamente en su consecución.
La revista Antipode. A Radical Journal of Geography, que comienza a publicarse en 1969 con la
responsabilidad editorial de Richard Peet, será el principal medio de difusión de estas nuevas
propuestas. La realización de las denominadas “expediciones geográficas”, por ejemplo a los barrios
pobres que en algunos casos rodeaban a los campus universitarios estadounidenses, también cobrará
importancia como forma de articular el mundo académico con la sociedad en general y los pobres en
especial, involucrándose en sus problemas y necesidades. El asesoramiento a movimientos ciudadanos
o políticos es otra forma de intervención que concita el interés de estos geógrafos.
La geografía radical es una geografía eminentemente social, en la medida en que la organización espacial
será vista como producto de los procesos sociales y, específicamente, del modo de producción
capitalista. Para comprender esta organización social, por lo tanto, ya no sirven ni su mera descripción
(a la manera de la geografía regional tradicional) ni el descubrimiento y formalización de su morfología
(a la manera del análisis locacional del cuantitativismo). Se requiere ahora centrar la mirada en los
procesos sociales, pues el espacio, y específicamente su organización, es el resultado de los mismos.
Nuevos temas serán privilegiados por esta perspectiva, como por ejemplo los vinculados a la pobreza y
el subdesarrollo, la marginación de las minorías, las condiciones de vida urbana o la violencia y los
conflictos sociales. Otros temas serán revisados y planteados desde el nuevo enfoque, como es el caso de
los guetos étnicos en las ciudades norteamericanas, tema que había concitado gran interés en el
cuantitativismo (por ejemplo mediante el desarrollo de modelos para prever las tendencias de su
expansión espacial), vistos ahora como consecuencia de un determinado modelo de organización social
que explica su presencia y sus tendencias de cambio. En general, los temas urbanos tuvieron una gran
presencia en esta perspectiva.
La geografía radical francesa tuvo características un tanto diferentes. Por una parte, el contexto francés
había mantenido una tradición de estudios marxistas, por lo que su “recuperación” no tuvo lugar como
en Estados Unidos; incluso en el marco de perspectivas regionales, la presencia de geógrafos adscriptos
políticamente a esta tendencia había dado lugar a obras que reflejaban esta tradición; sin embargo, el
contexto crítico también fue muy fuerte, y esta tradición marxista tuvo nuevo impulso también aquí. Por
otra parte, la crítica radical tuvo en Francia un blanco diferente, pues se orientó contra la geografía
regional tradicional.
En Francia, la revista que cumplió un papel central en este movimiento fue Herodote, que comenzó a
publicarse a mediados de los años setenta por iniciativa de Yves Lacoste, un conocido geógrafo francés
con una larga tradición de estudios regionales. En esta revista, por ejemplo, tuvo lugar el rescate de un
viejo geógrafo como Elisée Reclus, que había sido olvidado por la geografía académica.
La geografía radical francesa centró sus críticas en el carácter “supuestamente” ingenuo e irrelevante de
la geografía regional, y en particular en su relación con la formación de profesores y el contenido escolar.
En su libro Geografía, un arma para la guerra, Ives Lacoste denunció a esta geografía de los profesores
como una “cortina de humo” que, instalando en la formación básica destinada a toda la población la idea
de una geografía memorística e irrelevante, ocultaba los verdaderos alcances del saber geográfico. Estos
alcances sí eran valorados, en cambio, por lo que él denomina la geografía “de los estados mayores”, esto
es, por los grupos de poder que estaban en condiciones de valorar y utilizar en función de sus intereses
el conocimiento pretendidamente “neutro o ingenuo” del trabajo regional, dando ejemplos de que
efectivamente así lo hacían.
Más allá de las diferencias que las perspectivas radicales muestran entre sí, hay algunos elementos
comunes que merecen ser rescatados. En primer lugar, el movimiento radical significó para la geografía
una instancia de aproximación a la tradición de estudios sociales muy importante, que rompió
definitivamente con el aislamiento de esta ciencia “excepcional”. Para bien o para mal, la geografía se
vio obligada a incorporarse a foros de discusión científica, compartir conceptos, justificar resultados; ya
no fue suficiente decir que la geografía era “lo que los geógrafos hacen” para justificar la pertinencia o
relevancia de sus resultados. Y esto dio lugar a un proceso de enriquecimiento de la disciplina que es
insoslayable.
En segundo término, la geografía se vio obligada a revisar sus fundamentos teóricos y a desarrollar
nuevos, que permitiesen justificar su existencia. La noción de producción social del espacio ocupa aquí
un lugar central, ya que es la que permite articular el estudio del espacio con el de lo social en general.
Por supuesto, esto sacude viejas estructuras conceptuales vinculadas a la relación entre hombre, medio
y organización espacial, que se habían mantenido en precario equilibrio por mucho tiempo (al decir de
algunos, por “demasiado” tiempo). Otro tanto sucede con la dicotomía entre geografía humana y
geografía física, y por supuesto con los problemas del determinismo ambiental y el análisis regional.
La geografía radical tampoco estuvo exenta de críticas, y quizás la más importante se vincule también
con la noción precitada. El énfasis puesto en lo social y la consideración del espacio como
un reflejo supusieron el riesgo de que el estudio de este acabara perdiendo sentido. En efecto, si el
espacio es un mero reflejo de lo social, debería ser suficiente con estudiar lo social para comprenderlo.
Y en efecto, en más de un caso las investigaciones realizadas llevaron, de hecho, a esta situación. El
mismo orden social –en esencia, el capitalista– daba cuenta de todas las formas de organización espacial
posibles, con lo cual los alcances del conocimiento derivado de estos estudios terminaba siendo limitado.
Por otra parte, el énfasis puesto en la teoría y en la conceptualización, en muchos casos acabó
desdibujando el papel de lo empírico; se produjo así una especie de movimiento pendular, que al tratar
de alejarse del empirismo extremo de las propuestas tradicionales acabó produciendo una geografía
vaciada de estos contenidos y centrada en afirmaciones generales que no hacían más que reiterar lo que
ya había sido establecido, en muchos casos, por autores clásicos de las ciencias sociales.
Sin embargo, estas críticas también dieron lugar al desarrollo de propuestas que intentan superarlas,
dando origen a lo que en términos generales se conoce como geografías críticas. Si bien estos desarrollos
se retomarán en el Módulo 2, cabe aquí indicar que los mismos se han centrado, precisamente, en tratar
de comprender el papel que el espacio tiene en los procesos sociales, teniendo en cuenta su “contenido”
de naturaleza e historia. Ni mero contenedor ni mero reflejo, el espacio geográfico seguirá, así,
ubicándose en un lugar central para la disciplina.

10. LOS “HUMANISMOS” GEOGRÁFICOS

La perspectiva antropocéntrica
“Los individuos entran a escena” sería una expresión útil para introducir estas perspectivas geográficas.
En efecto, y más allá de la extrema diversidad de propuestas que se engloban bajo el rótulo de
humanismos geográficos, todas ellas comparten el hecho de poner énfasis en los individuos y en los
factores subjetivos asociados a ellos. Se trata de perspectivas antropocéntricas, esto es que colocan a los
individuos en el núcleo de interés. Buscan un enfoque holístico de la realidad, evitando las
fragmentaciones temáticas mediante la centralidad de la experiencia humana (García Ramón, 1985).
Un antecedente importante lo constituye la denominada geografía de la percepción, inscripta
originalmente en el marco cuantitativo, que buscó dar cuenta de aquellos aspectos que no podían ser
entendidos mediante la indagación de la racionalidad dominante, a través de la captación de los aspectos
vinculados con la percepción subjetiva de los individuos. Por ejemplo, ya en la década del sesenta se
realizaron estudios que permitieron captar los valores subjetivos que los habitantes otorgaban a ciertos
lugares de sus ciudades, lo que permitía explicar los “desvíos” que el precio del suelo mostraba respecto
del comportamiento esperado según los modelos de costo-distancia. Otro tanto sucede con la percepción
de riesgos, fuertemente condicionada por valores culturales, que desvía el comportamiento de las
personas de los parámetros “racionales” esperables.
Basadas en perspectivas fenomenológicas y existencialistas, estas miradas geográficas pondrán énfasis
en la subjetividad, cuestionando la existencia de un mundo objetivo independiente de la existencia del
hombre. La experiencia es la base del conocimiento, y por lo tanto la experiencia individual debe ser
considerada. Específicamente, en geografía interesa la relación entre la experiencia y la dimensión
espacial, que se plasmará en conceptos tales como el de mundo vivido, que remite a la conjunción de
hechos y valores que abarca la experiencia cotidiana personal, o el de lugar, entendido aquí como un
espacio concreto cargado de significado para el ser humano, que está unido a él por una vinculación
afectiva o emocional.
En algunos casos, estas perspectivas se proponen como complementarias de otras, procurando un
entendimiento más acabado del objeto de estudio. Es el caso, por ejemplo, de los trabajos que plantean
la consideración de dimensiones ideológicas o subjetivas en articulación con las estructurales, para
comprender una determinada forma de organización espacial. Se reconoce así que, si bien un
determinado espacio puede estar organizado en función de las lógicas dominantes (por ejemplo, la
capitalista) el mismo es también un lugar cargado de significados para los individuos que lo habitan;
todo junto, se especifica en ese lugar y le otorga peculiaridad.
En otros casos, las dimensiones subjetivas cobran absoluta centralidad, dejando de lado la consideración
de las estructuras. El hombre pasa a ser el núcleo de estas indagaciones, interesadas en comprender sus
acciones a partir de como él mismo las entiende y valora, contribuyendo con esto a que se comprenda a
sí mismo.
La distinción entre sujeto y objeto, al igual que las pretensiones de objetividad y neutralidad, pierden
gran parte de su sentido en estas perspectivas. La búsqueda de explicación es reemplazada por la
comprensión. Las metodologías participativas son privilegiadas, en tanto permiten una mayor
proximidad y compromiso. Y los objetos de indagación se multiplican: literatura, films y
representaciones (pinturas, mapas, etc.) son fuentes para comprender el valor del espacio y poder
comprender, a través de esto, sus características.

11. A MODO DE CIERRE DESDE LA PREOCUPACIÓN POR LA ENSEÑANZA

La geografía llevada a la práctica escolar


Los contenidos que se han abordado en este Módulo remiten a lo que habitualmente se denomina
historia del pensamiento geográfico, cuyo valor reposa en general en las posibilidades que brinda para
reflexionar sobre la propia disciplina. Pero cabe preguntar aquí, y lo hacemos a modo de cierre, qué
sentido tiene incluir este tratamiento cuando lo que nos interesa es la geografía escolar, la enseñanza de
la geografía.
Entendemos que estos contenidos resultan fundamentales a la hora de comprender nuestra práctica
docente en las escuelas y, más aún, cuando nos interesa transformarla para cumplir mejor con nuestros
objetivos educativos. Suele suceder que los docentes no tenemos acabado conocimiento de los orígenes
y fundamentos del contenido de nuestra disciplina, de los temas que incluimos y de las perspectivas
desde las cuales los abordamos. La evaluación de nuestro quehacer, en términos del contenido
disciplinar, resulta por esto muy difícil de realizar. Lo mismo sucede con la incorporación de nuevas
perspectivas y temas, muchas veces incentivada por cambios curriculares o por tendencias y “modas”,
en la medida en que no tenemos herramientas suficientes para evaluarlas y enfrentarlas.
Gran parte de lo expuesto en este Módulo atraviesa, de múltiples y muchas veces contradictorias
maneras, nuestra práctica docente, y también nuestra formación como profesores. Apropiarnos de estos
fundamentos nos permitirá organizar mejor nuestro quehacer y, más aún, ponerlo en relación con los
desafíos que se nos presentan para resolverlos adecuadamente. En tiempos de cambio como los
actuales, los profesores de geografía hemos enfrentado reiteradamente la sensación de que nada de lo
que hacemos y sabemos tiene relación con “lo nuevo” que nos piden que hagamos de ahora en más, lo
que nos lleva a la desvalorización y la parálisis. Frente a esto, y para hacer frente a esto, proponemos lo
contrario: sólo a partir de lo que sabemos podremos transformar. Y los contenidos aquí expuestos se
orientan a esto.
Para seguir andando, los invitamos a reflexionar en torno a su presencia o ausencia en vuestra formación
y vuestras clases, preparándonos con esto para los próximos Módulos.

12. BIBLIOGRAFÍA

Textos consultados
 AGNEW, John; David Livingstone & Alisdair Rogers, Human geography. An essential
anthology (1996), Oxford, Blackwell Publishers.
 BROEK, Jan O. M. (1967) , Geografía. Su ámbito y su trascendencia, México, UTEHA.
 CAPEL, Horacio (1981) , Filosofía y ciencia en la geografía contemporánea. Una introducción a la
Geografía, Barcelona, Barcanova.
 CAPEL, Horacio y Luis Urteaga (1984) , Las nuevas geografías, Barcelona, Salvat.
 ESCOLAR, Marcelo (1997), "Exploration, cartography and the modernization of state
power", International Social Science Journal, 151: 55-75, march, Nueva York, Blackwell y Unesco.
 ESCOLAR, Marcelo (1992), "La armonía ideal de un territorio ficticio",Boletim de Geografia Teorética,
Rio Claro, 22(43-44): 339-348.
 GARCÍA RAMÓN, María D. (1985), Teoría y método en la geografía humana anglosajona. Barcelona,
Ariel, 1985.
 GÓMEZ MENDOZA, Josefina, Julio Muñoz Jiménez y Nicolás Ortega Cantero (1994), El pensamiento
geográfico. Estudio interpretativo y antología de textos (De Humboldt a las tendencias radicales).
Segunda edición corregida y ampliada. Madrid, Alianza (Universidad Textos).
 JOHNSTON, R.J. (1986), Geografia e geografos (a Geografia Humana angloamericana desde
1945), San Pablo, Difel.
 LIVINGSTONE, David N. (1992), “A Brief History of Geography”, en Rogers, A., Villes, H., Goudie, A.
(eds), The Student´s Companion to Geography, Oxford, Blackwell, pp. 27-35.
 MORAES, Antonio Carlos Robert (1989), A genese da geografia moderna, San Pablo, Hucitec/Edusp,
1989.
 QUAINI, Massino (1981), La construcción de la geografía humana, Barcelona, Oikos-tau.
 SALINAS ARAYA, Augusto (2002), “Eratóstenes y el tamaño de la Tierra (S. III. A.C.)”, Revista de
Geografía Norte Grande, 29: 143-148, Pontificia Universidad Católica de Chile, Instituto de Geografía,
Santiago, Chile, ISSN: 0379-8682.
 UNWIN, Tim (1995), El lugar de la geografía, Madrid, Cátedra.
 VALCÁRCEL, José Ortega (2000), Los horizontes de la geografía. Teoría de la geografía, Barcelona,
Ariel (Geografía).

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