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EL JUAN SALVADOR GAVIOTA

QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO


A propósito de una conferencia magistral que recibimos los funcionarios del SENA con
respecto a nuestra pertenencia e identidad con los principios institucionales, justo en un
momento en que los vaivenes y temporales propios de la misma dinámica nacional y
mundial en todos los órdenes del acontecer humano amenazaban con desestabilizar
nuestras seguridades, “refugios o escampaderos” existenciales, construidos con grandes
dosis de esfuerzo personal, observamos un video en que el protagonista estelar era una
simple e insignificante gaviota que volando en el atardecer quejumbroso de nuestras
desesperanzas e inseguridades, nos invitó a volar más alto, más profundo, más lejos.

Para todos los funcionarios SENA, este vuelo significó el inicio de una senda que comenzó
con aquel contrato de trabajo asignado o como producto de un resultado exitoso de una
convocatoria laboral, confirmada posteriormente con un telegrama o aviso telefónico
ansiosa y nerviosamente esperado. Con este primer acontecimiento fuimos lanzados a la
aventura laboral junto a otros colegas (gaviotas) de ruta que dieron los mismo pasos
nuestros y nos encontramos repentinamente “volando en bandada” hacia un horizonte
común y desconocido bajo una misma misión formativa.

Con este hecho apareció la primera dificultad. No estábamos acostumbrados a volar en un


mismo espacio juntos, es decir a trabajar en equipo, a compartir diferentes intereses y
necesidades, a escucharnos y hablarnos, pero no todos al mismo tiempo, a hacer pausas
durante el vuelo (jornada de trabajo), a veces rutinario y fatigoso, y sobre todo a aprender
a relacionarnos e interactuar decidida y positivamente en espacios académicos y sociales
que facilitan nuestro crecimiento personal e integración social. Y en este vuelo compartido
algunos, cansados o desmotivados prematuramente, decidieron aterrizar en cualquier lugar
que significara un poco de tierra firme; otros, caracterizados por el activismo y lo urgente,
extraviaron el horizonte y desviaron su ruta original. La mayoría, perseverando contra todos
los obstáculos siguen su vuelo haciendo camino al andar aunque algunos nos abandonaron
sin tiempo para despedirlos con un abrazo o un agradecimiento sincero porque partieron al
encuentro del Amor eterno, mas allá del sol y las estrellas. Entre ellos, el alegre Jaime, el
sencillo …….,

Los primeros(los cansados) renunciaron a vivir su vocación de servidores públicos por la


de simples asalariados estatales al servicio de intereses ajenos (nunca sintieron como
suyos la institución que los acogió). Los segundos(los activos) “extraviaron” la esperanza y
“envolataron” la capacidad de ensoñación e imaginación, y hacen actualmente su oficio por
inercia (irreflexivamente), hábito (mala costumbre) o vicio (esclavos de la pasión de
trabajar), sin espíritu, sin compromiso ni placer . Los últimos, fieles y perseverantes hasta
el final de sus días con la meta laboral y personal trazada, lucharon y “se gastaron” por los
demás para finalmente cerrar sus ojos con la satisfacción del deber cumplido.

La decisión de volar hacia alturas mayores, trae sin embargo riesgos mayores que no todas
las gaviotas están dispuestas a afrontar. Las que se atreven a vivir su vida de manera
distinta, sufren por una parte los estigmas sociales o culturales del grupo al que pertenecen,
y quedan proscritas a vivir en su comunidad de iguales. Marginadas, deberán aprender por
si mismas a existir como diferentes.
Por otra parte experimentan también los otros riesgos que trae el volar a mayor altura:
vértigos constantes, ráfagas de vientos impredecibles, pisos térmicos desconocidos, fríos
insufribles y soledad inmensa y constante.

El instructor (docente) que vive diferente su vocación educadora comprometido con el saber
en todas sus dimensiones humanas y académicas, es el que hace la diferencia de volar
más alto. Este sabe más y mejor.

Puede por lo tanto “hacer volar más alto a su alumno”, es decir permite un mejor
aprendizaje, a través de métodos eficaces y eficientes en la adquisición del conocimiento.
No titubea en aprender a estudiar materias ajenas a su especialidad, porque sabe que hoy
se necesita entender y conocer al mundo en una visión holística e integradora. Busca
siempre el bien común de sus estudiantes propiciando un aprendizaje en un ambiente de
confianza, alegría, responsabilidad y autonomía. Sabe y siente que el estudiante es ante
todo una persona en el más estricto sentido de la palabra, con derechos y deberes
personales y sociales que deben ejercitarse dentro y fuera del aula de clase. Este instructor
ha experimentado que el deseo e iniciativa por conocer y entender el mundo y la vida, le ha
permitido salir de la “atrofia existencial” que aqueja a la mayoría de los categorizados en el
nivel de iguales (gaviotas carroñeras que viven, piensan y hacen todos los días de su vida
lo mismo), que aburridos o agotados de su rutina diaria no quieren ni desean buscar o
reflexionar el conocimiento para hacer volar un poco más lejos sus sueños, ilusiones y
realidades.
En definitiva sólo los funcionarios innovadores (gaviotas de “alto” vuelo), es decir creativos
y comprometidos en su cambio y mejoramiento personal, son los que impulsarán a la
institución que aman y sirven, hacia alturas y confines insospechados de logros y éxitos,
soñados e imaginados en el ayer, y conquistados con tenacidad, disciplina, pasión y
esfuerzo en un mejor presente y en un más esperanzador y prometedor futuro.

Autor : Marcelo Vargas Asenjo


Centro: de la Industria, la Empresa y los Servicios – Regional Huila.

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