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Los antecedentes se remontan a los inicios del reinado de Carlos IV. Un año
después de acceder al trono, estalla la Revolución Francesa en 1789 que supuso el
inmediato cierre de fronteras. La ejecución de Luis XVI motivó la declaración de guerra a
Francia (1793-95) en coalición con otras potencias. Tras sucesivas derrotas, el valido
Manuel Godoy firma la paz de Basilea con Francia a la vez que inicia una política
colaboracionista que le lleva al enfrentamiento con Portugal e Inglaterra (derrota de
Trafalgar en 1805). El descontento generalizado de los españoles hacia Godoy culmina con
la firma del Tratado de Fontainebleau (1807) que autoriza el paso de las tropas
napoleónicas por España para la invasión de Portugal.
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Los dos bandos enfrentados fueron: el ejército napoleónico en apoyo a José I, que
contó con la simpatía de los llamados afrancesados – españoles que veían en Bonaparte una
oportunidad de cambio para España -; y los llamados patriotas, españoles que en nombre de
Fernando VII lucharon combinando el Ejército (general Palafox) con la táctica de guerrillas
(el Empecinado) y el apoyo de portugueses e ingleses (duque de Wellington). En cualquier
caso, los patriotas sólo estaban unidos por su deseo de derrocar al que consideraban un rey
ilegítimo, pero estaban divididos en el devenir absolutista o liberal del país.
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objetivo prioritario de crear una Constitución para lo que se congregaron en Asamblea
Constituyente.
Desde 1811 las Cortes aprobaron unos decretos previos a la propia Constitución
entre los que destacan:
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práctica en el contexto de la guerra. Sirvió de fuente de inspiración para posteriores
constituciones europeas y americanas, tras su derogación por Fernando VII en 1814, llegó a
ser promulgada en dos ocasiones más (1820 y 1836).
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gobierno durante la “cautividad” del rey. Estas dificultades llevó a enfrentamientos
entre los propios liberales, dividiéndolos en moderados y exaltados.
En abril de 1823 la Santa Alianza mandaba a un ejército francés liderado por el
duque de Angulema (los Cien Mil Hijos de San Luis) que apoyado por realistas
españ oles restauraba a Fernando VII por segunda vez como monarca absoluto.
Comenzaba la Década Ominosa (1823-1833) caracterizada por una fortísima
represió n liberal (Mariana Pineda) y una importante crisis econó mica ante la pérdida
de las colonias americanas. La crisis motivó que desde 1825 el rey se mostrase
partidario de aproximarse a la burguesía moderada financiera e industrial que
despertó los recelos del sector má s conservador de la Corte que empezó a agruparse
alrededor de Carlos María Isidro, hermano del rey y posible sucesor ante la falta de
descendencia de Fernando VII.
En 1830 el nacimiento de su hija Isabel daba lugar un grave conflicto en la
sucesió n al trono. La Ley Sá lica impedía el acceso al trono de su primogénita pero
Fernando VII, animado por la reina María Cristina firmaba la Pragmá tica Sanció n que
derogaba la Ley Sá lica. Las fuerzas má s partidarias del Antiguo Régimen se agruparon
en torno a Carlos María Isidoro a la vez que la reina comprendía que si quería
asegurar el trono para su hija debía acercarse a los liberales. Nombrada regente
durante la enfermedad del rey, decretó una amnistía que supuso la vuelta de 10.000
exiliados liberales. En 1833, Fernando VII murió a la vez que Carlos se proclama rey.
Se iniciaba la Primera Guerra Carlista.
Durante el reinado de Fernando VII se desató también el proceso de
independencia de las colonias americanas. Entre sus causas destacan: el control
ejercido por los Borbones, la marginació n del poder de los criollos influidos por el
pensamiento ilustrado y el ejemplo de los EEUU y el aislamiento de la península
durante la Guerra de Independencia.
Entre 1808 y 1814, como en la península, las colonias se habían organizado en
Juntas que se declararon autó nomas con la excepció n de Paraguay que ya en 1811
declaró su independencia. El regreso de Fernando VII y la derogació n de la
Constitució n sumada a su total intransigencia frente a las aspiraciones de autonomía
no hizo sino animar las ansias de independencia. Destacan como libertadores José de
San Martín (Chile), Hidalgo y Morelos (México), y Simó n Bolívar que intentó fomentar
un nuevo estado panamericano que fue imposible tras su muerte. En 1824 tras la
derrota de Ayacucho la presencia españ ola desaparecía de la América continental
reducida a las Antillas (Cuba y Puerto Rico) y Filipinas.
Las consecuencias para Españ a fueron evidentes, perdía su mejor mercado y
confirmaba su papel de potencia de segundo orden. Para América, la fragmentació n
territorial, la aparició n de la figura del caudillo, la marginació n de la no blanca y la
entrada en la ó rbita de EEUU (Doctrina Monroe de 1824) marcaban el inicio de una
agitada historia de América Latina cuyas consecuencias perduran en la actualidad.