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5.1. La Guerra de Independencia: antecedentes y causas.

Bandos en conflicto y fases


de la guerra.

El reinado de Carlos IV fue condicionado por el estallido de la Revolución francesa (1789) y


el ascenso de Napoleón Bonaparte. Por ello, España adoptó una política de prevención
para evitar la expansión de las ideas liberales, con Manuel Godoy, un oficial de la guardia
real de clase baja, como primer ministro. Su ascenso se debió a su relación íntima con la
reina María Luisa de Parma lo que originó el descontento de las clases altas. En el inicio de
su mandato (1792-1795), mantuvo cierta hostilidad hacia la Francia revolucionaria que
acabó con la derrota española en la Guerra del Rosellón y la Paz de Basilea (1795). El
cambio de la política española se dio con el giro conservador del movimiento revolucionario
en Francia y el ascenso al poder de Napoleón Bonaparte, firmando varios pactos de alianza
(1796-1808). En 1800 se confirmó el Tratado de San Ildefonso, un pacto frente a Inglaterra y
Portugal que acabó con el intento de conquista de Portugal (1801) y la derrota de la flota
franco-española en Trafalgar (1805). Asimismo, el bloqueo continental, estrategia
napoleónica para aislar a Inglaterra, fue truncado por Portugal al negarse a cerrar sus
vínculos comerciales con esta. Napoleón obligó a España a firmar el Tratado de
Fontainebleau (1807), por el cual se permitía la entrada y el acuartelamiento de las tropas
francesas para conquistar únicamente Portugal, que quedaría bajo protección española. Sin
embargo, en la práctica, era una ocupación del país comprendida demasiado tarde por
Godoy, quien decidiría trasladar a la familia real. Fue entonces cuando el descontento hacia
el gobierno de Godoy dio lugar a un complot organizado por el partido fernandino
(partidarios del príncipe Fernando VII ante los problemas económicos propios del reinado de
Carlos IV), conocido como Motín de Aranjuez. Acabó con el cese de Godoy y la abdicación
del rey en su hijo. Napoleón intervino en la disputa sucesoria como mediador y reunió a
padre e hijo en Francia. Napoleón forzó a Fernando VII a devolverle el trono a su padre,
quien también fue obligado a entregárselo a Napoleón, en las conocidas abdicaciones de
Bayona. Este se lo cedió, a su vez, a su hermano José I, quien se convirtió en rey de
España. Al mismo tiempo, estalló un levantamiento popular en Madrid el 2 de mayo de
1808. Aunque su epicentro fue el Palacio Real debido al rumor de la salida del único hijo
varón de la familia real en el país, se extendió a toda la ciudad de Madrid y también a otras
localidades. El vacío de poder dio lugar a la creación de organismos locales para hacer
frente a la guerra, que se integrarían posteriormente en la Junta Suprema Central. Comenzó
así la Guerra de la Independencia española (1808-1813), que, ante todo, fue una guerra de
resistencia popular ante la invasión francesa. No obstante, abrió el paso a las ideas liberales
porque por primera vez los burgueses y las clases populares dirigían los altos cargos, a
partir del vacío de poder. Se enfrentaron así a los partidarios de la tradición absolutista
contra aquellos que reclamaban un nuevo régimen representativo y de libertades que
pusiese fin a la monarquía absoluta durante todo el siglo XIX. Se distinguieron tres bandos:
los afrancesados, que apoyaron el régimen liberal introducido con el reinado de José I, los
liberales, quienes defendían las ideas revolucionarias y un modelo representativo propio, y
los absolutistas, partidarios de la monarquía absoluta y el Antiguo Régimen. La primera fase
de la guerra (1808) se caracterizó por el dominio francés frente a la desorganización
española. Sin embargo, los franceses fueron derrotados por las fuerzas españolas cuando
se dirigían hacia el sur, al mando del general Castaños en la batalla de Bailén (julio de
1808). Por otra parte, las fuerzas británicas acudieron a ayudar a Portugal, liberando Lisboa.
Ante esta situación, José I abandonó Madrid temiendo ser apresado por los españoles. En
la segunda fase (noviembre 1808-1812) Napoleón decidió intervenir personalmente al frente
de la Grande Armée, derrotando a las fuerzas españolas, que se refugiaron en Cádiz, y
entrando en Madrid. Se inició una etapa caracterizada por el asedio de ciudades y las
guerras de guerrillas, siendo un conflicto de hostigamiento. No obstante, en 1811, Rusia
rompió su paz con Napoleón, lo que obligó al Emperador a salir de España. Para ello, tuvo
que dividir su Ejército entre España y Rusia, lo que fue aprovechado por los británicos para
llevar más militares a España. En la última fase (1812-1813), las fuerzas anglo-portuguesas
y españolas, al mando del Duque de Wellington, empujaron a los franceses, los cuales
fueron derrotados en Arapiles y San Marcial. Dichas derrotas coincidieron con la derrota
napoleónica en Rusia. Una nueva derrota en Vitoria obligó a Napoleón a firmar el Tratado
de Valençay (1813) donde le devolvió el trono a Fernando VII, que no regresó hasta 1814.

5.2. Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812.

Con la Guerra de la Independencia se inició en España la revolución liberal. El vacío de


poder creado por los sucesos de Bayona (la retención de los reyes y la abdicación en
Napoleón) originó juntas locales y provinciales de defensa contra los franceses,
ejerciéndose por primera vez la soberanía nacional. Dichas organizaciones se unieron en la
Junta Suprema Central que se refugió en Cádiz tras la ocupación francesa. Ante la ausencia
de Fernando VII, se creó un Consejo de Regencia que defendía su legitimidad al trono y al
cual fueron traspasados los poderes desde la Junta Suprema Central mediante la
convocatoria de las Cortes a petición de los liberales, cuya apertura se produjo el 24 de
septiembre de 1810. Debido a la mayoría liberal, las Cortes acabaron siendo de carácter
nacional y representativo de todos los españoles, incluidos aquellos que residían en
América, con una votación individual posterior a una deliberación conjunta, donde los
diputados eran elegidos por sufragio (votación). Se distinguieron tres grupos ideológicos: los
realistas, partidarios de mantener el régimen absolutista, los liberales moderados,
renovadores o jovellanistas, que deseaban reformas graduales y limitadas, defensores de la
soberanía compartida y un pacto entre el rey y las Cortes; y los liberales, exaltados o
doceañistas, partidarios del modelo revolucionario francés con el fin de recortar los poderes
del rey y establecer la soberanía nacional. Las primeras medidas adoptadas por las Cortes
iban encaminadas a acabar con el régimen absolutista y con sus fundamentos jurídicos. Por
ello, las Cortes reconocieron a Fernando VII como legítimo rey de España, pero se limitaban
sus poderes y se determinó la soberanía nacional, establecieron la división de poderes
dejando a las Cortes el poder legislativo, al rey el poder ejecutivo y el judicial a tribunales
independientes; abolieron el tribunal de la Inquisición y las instituciones feudales y del
régimen señorial, suprimieron los estamentos y los privilegios con la igualdad jurídica así
como los gremios y la Mesta (asociación de ganaderos con relevantes privilegios), y
concedieron a los propietarios libertad económica sobre sus tierras. Para plasmar los
cambios, las Cortes decidieron elaborar la primera Constitución española, aprobada el 19
de marzo de 1812. Fue obra del compromiso entre jovellanistas y doceañistas, junto con
algunas concesiones de los realistas. Entre sus principios fundamentales destacaron el
principio de soberanía nacional, donde la autoridad suprema residía en los españoles
representados en las Cortes, el establecimiento de la monarquía limitada por la división de
poderes (legislativo en manos del rey y las Cortes, ejecutivo en el rey, y el judicial en los
tribunales de justicia), el decreto de las Cortes de carácter unicameral, convocadas para
elaborar leyes, firmar tratados y refrendar la sucesión a la corona, donde los diputados eran
elegidos por sufragio universal masculino indirecto (se debía ser mayor de 25 años y
disponer de rentas). Asimismo, se proclamó la igualdad jurídica de todos los ciudadanos
ante la ley, estableciendo para ello un fuero único y aboliendo los privilegios feudales; se
reconocieron varios derechos individuales, se estableció una Milicia Nacional para
garantizar el orden constitucional y se impuso la religión católica como oficial y única legal
en público. No obstante, dichas medidas apenas llegaron a aplicarse por la guerra, además
de ser derogadas en 1814 por Fernando VII. A pesar de ello, se convirtió en un referente del
liberalismo y de posteriores constituciones.

5.3 El reinado de Fernando VII: liberalismo frente al absolutismo. El proceso de


independencia de las colonias americanas.

Fernando VII recuperó el trono mediante el Tratado de Valençay, en el que Napoleón


reconocía su derrota en España. Sin embargo, Fernando VII, se retrasó deliberadamente
hasta marzo de 1814 para tantear los apoyos con los que restaurar el absolutismo. Por su
parte, se convocaron nuevas Cortes en Madrid, donde obtuvieron la mayoría parlamentaria
los absolutistas y los liberales moderados. Unos días después, un grupo de 69 diputados
absolutistas envió el Manifiesto de los Persas, solicitando la restauración del régimen
absolutista. Asimismo, las manifestaciones de apoyo y el pronunciamiento del general Elio a
favor del absolutismo, motivaron a Fernando VII a promulgar el Decreto de Valencia el 4 de
mayo de 1814, restaurando el absolutismo y derogando la Constitución de 1812. Se inició
así el Sexenio absolutista (1814-1820), por el cual la nobleza y el clero recuperaron sus
privilegios, mientras que la mayoría de los liberales se vieron obligados a exiliarse. Los
militares y guerrilleros relegados llevaron a cabo una serie de pronunciamientos, de los
cuales solo triunfó aquel dirigido por el general Riego el 1 de enero de 1820, dando paso al
Trienio liberal (1820-1823). En él, Fernando VII restauró las Cortes y juró la Constitución de
1812. El uso de Fernando VII de su capacidad de veto para boicotear las Cortes, la crisis
económica, la división de los propios liberales y las conspiraciones absolutistas dificultaron
la etapa liberal. Con el fin de restaurar el absolutismo, se reunieron en el Congreso de
Verona de 1822 aquellas monarquías que formaban parte de la Santa Alianza. Fue allí
donde se decidió enviar el ejército de los Cien Mil Hijos de San Luís a España, por el cual
Fernando VII restauró de nuevo el absolutismo, iniciando la Década ominosa (1823-1833).
Se derogó nuevamente la Constitución de 1812, pero se intentó dar una imagen
reformadora reduciendo ciertos privilegios y se crearon organizaciones para solventar la
crisis económica. Además, esta etapa se caracterizó por la división de los absolutistas en
los reformistas, dirigidos por López Ballesteros y partidarios de una monarquía con reformas
liberales, y los apostólicos, absolutistas radicales agrupados en torno a Carlos María Isidro,
el hermano del rey. El final del reinado de Fernando VII se complicó por una cuestión
sucesoria. En 1830, en España regía la Ley Sálica, por la cual se prohibía el reinado a las
mujeres. No obstante, Fernando VII tuvo una niña como único descendiente, por lo que
decidió derogar dicha ley mediante la promulgación de la Pragmática Sanción. Se proclamó
así a Isabel como heredera legal, originando el descontento apostólico e iniciando la
Primera Guerra Carlista. Durante el reinado de Fernando VII las colonias americanas
iniciaron el proceso de independencia (1810-1824). Fue motivado por el descontento de los
criollos, españoles nacidos en América, dado que no ocupaban los altos cargos
administrativos, a pesar de ser españoles, además de que el comercio era controlado desde
España. En un inicio, durante la invasión francesa se formaron juntas locales que juraron
lealtad a Fernando VII, pero la restauración del absolutismo y la intransigencia de Fernando
VII, que envió un ejército numeroso, avivaron más el conflicto. Entre 1815 y 1824, el
proceso emancipador se extendió por toda Hispanoamérica, bajo el liderazgo de Simón
Bolívar desde Venezuela y el general San Martín desde Argentina. Las sucesivas derrotas
españolas permitieron la independencia de México en 1820 y la del virreinato del Perú.
Como consecuencia, España perdió su imperio colonial salvo Cuba, Puerto Rico y Filipinas,
y la Hacienda española se quedó en quiebra por la pérdida del comercio americano, las
remesas de metales preciosos y los tributos. Por otro lado, las nuevas repúblicas
americanas fracasaron en su intento de crear un estado unitario, fragmentándose en quince
repúblicas, y se mantuvo la marginación de la población india e indígena bajo el control de
los criollos.

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