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9.1. Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la restauración: los partidos dinásticos.

Las fuerzas políticas


de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas.

El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) comienza con su coronación a la mayoría de edad en 1902, discurre
durante la crisis del sistema de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera, que llevaron al fracaso de su
monarquía y propiciaron la instauración de la II República en 1931, y coincide a escala global con la Primera
Guerra Mundial, la depresión de posguerra, la Revolución Rusa de 1917, y el auge de los totalitarismos en la
Europa de entreguerras, sucesos que tuvieron repercusiones políticas, económicas y sociales en España.

Al llegar al trono, Alfonso XIII se adhirió a la Constitución de 1876 y mantuvo (hasta el golpe de estado de
Primo de Rivera) un sistema canovista y turno de partidos que comenzó a mostrar una gran fragilidad y
deterioro debido a varios factores: la inestabilidad política propiciada por continuos cambios de gobierno, la
deficiente gestión del rey, el caciquismo y la corrupción, la conflictividad social y el aumento del terrorismo
anarquista, la presión opositora, el militarismo creciente en la política, el problema que surgió en Marruecos
y las derrotas del ejército, y la fragmentación de los partidos de turno debido a sus pugnas por el poder.

Los inicios de su monarquía se caracterizaron por el Regeneracionismo, un movimiento intelectual surgido tras
el Desastre del 98 y liderado por Joaquín Costa, que denunciaba el estado de “postración” en que se
encontraba España, y que en la política se manifestó como un revisionismo político que además buscaba
acabar con la manipulación electoral y lograr la integración de los grupos políticos excluidos del sistema.

Entre 1902 y 1905 gobernó el Partido Conservador de Silvela, que propuso medidas que mejorasen la vida de
los trabajadores, como la Ley de Descanso Dominical (1904), que obligaba a dar descanso los domingos. En
1905 los liberales llegaron al poder, y la Lliga Regionalista triunfó en las elecciones municipales desatando una
euforia secesionista que se acentuó tras el incidente del Cu-Cut!, el cual fue aprovechado por los militares para
lograr la Ley de Jurisdicciones (1906), por la cual quedaban bajo el control de tribunales militares todos sus
delitos y aquellos cometidos contra ellos, primando el poder militar sobre el civil. Los conservadores volvieron
al poder de la mano de Maura (Gobierno Largo de Maura, 1907-1909). Su principal objetivo era erradicar el
caciquismo y lograr el apoyo de las clases medias. Para ello aprobó en 1907 la Ley Electoral, en la que se
establecía el voto obligatorio para los varones mayores de 25 años y la elaboración de censos por el Instituto
Nacional Estadístico y no por los ayuntamientos, entre otras medidas. También se concedió el derecho a
huelga (1909) y se creó el INP (Instituto Nacional de Previsión). Tras la conferencia de Algeciras (1906) y en un
intento por recuperar el prestigio internacional, la zona norte de Marruecos quedó bajo influencia española.
El gobierno envió militares para supervisar la construcción del ferrocarril en la zona del Rif, pero sin embargo
el asesinato de varios trabajadores obligó al ejército a la movilización de reservistas catalanes. Este fue el
hecho que desencadenó la Semana Trágica de Barcelona, ya que provocó multitud de huelgas y
manifestaciones que fueron reprimidas violentamente por militares, produciéndose en torno a 100 muertes,
y condenas a muerte como la de Francisco Ferrer Guardia. Todo esto provocó el inicio de una campaña
opositora que acabó con la destitución de Maura. En 1910 los liberales volvieron al poder con Canalejas. Se
llevaron a cabo multitud de medidas, como la Ley del Candado (1910), encaminada a no permitir la
implantación de nuevas órdenes religiosas; la Ley de la Silla y la Ley de prohibición del trabajo nocturno a
mujeres (1912), encaminadas a mejorar la situación laboral de las mujeres; la Ley de reclutamiento y
reemplazo (1912), y la suspensión del impuesto de consumos. No obstante, el gobierno de Canalejas fracasó,
y tras su asesinato por Manuel Pardiñas (anarquista) se paralizó el impulso regeneracionista. El Partido
Conservador volvió al poder con Eduardo Dato, y se aprobó la Ley de Mancomunidades (1913) para la unión
de diputaciones con fines administrativos, permitiendo así la creación de la Mancomunidad de Cataluña, con
competencias en lo referente a las obras públicas y la cultura.

Al margen de los partidos dinásticos, las fuerzas políticas de oposición se fueron reforzando. El republicanismo
era la principal fuerza de oposición, defendía el progreso y la justicia, y representaba a intelectuales y clases
medias. Se agrupaba en torno al Partido Radical (Lerroux), de tendencia más liberal y revolucionaria, y al
Partido Reformista (Melquiades Álvarez), más moderado.
Entre los nacionalismos, el más implantado era el catalán, liderado por la Lliga Regionalista de Prat de la Riba
y Francesc Cambó, de tendencia conservadora y que gobernó entre 1914 y 1923. El nacionalismo vasco se
afianzó en torno al PNV, que siguió siendo apoyado por la burguesía bilbaína, pero sufrió escisiones de aquellos
contrarios a las ideas de Sabino Arana. También creció el nacionalismo gallego, junto al regionalismo
valenciano y andaluz.

Los socialistas, en su rama política (PSOE) y sindical (UGT) continuaron su lento crecimiento, principalmente
en Madrid, Vizcaya y Asturias. En 1910 Pablo Iglesias se convirtió en el primer socialista en acceder a las Cortes;
además, se destacaron nuevos dirigentes como Indalecio Prieto, y tras la Revolución Rusa (1917) se produjo
la escisión entre socialismo y comunismo, naciendo así el PCE en 1921.

Los anarquistas optaban por la huelga y el terrorismo. En Cataluña se fundó Solidaridad Obrera, que se
convertiría en la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) en 1910, liderada por figuras como Salvador Seguí.
Esta se definía como revolucionaria y defendía la huelga y el boicot, con ejemplos en la huelga general
revolucionaria de 1911, la huelga textil de Barcelona, o la huelga de la empresa eléctrica “La Canadiense” que
duró 44 días. Para combatirlos surgió el pistolerismo: las patronales contrataban matones a sueldo que en
ocasiones contaban con la ayuda de grupos parapoliciales (el Somatén).

9.2. La intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España. La crisis de 1917
y el Trienio Bolchevique.

La primera etapa del reinado de Alfonso XIII estuvo marcada por el regeneracionismo, sin embargo la muerte
de Canalejas (1912) truncaría este espíritu abriendo paso a un periodo de inestabilidad marcado por los
efectos políticos, económicos y sociales de la I Guerra Mundial y la Guerra de Marruecos, que duraría hasta el
golpe de Estado de Primo de Rivera.

Ante el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el gobierno conservador de Dato decidió
mantenerse neutral en el conflicto. La opinión pública se dividió entre aliadófilos (sector liberal, que apoyaba
a Francia e Inglaterra), germanófilos (sector conservador, que apoyaba a los Imperios Centrales) y la
neutralidad por la que apostó el movimiento obrero, al considerarla una guerra imperialista. La neutralidad le
supuso a España un crecimiento espectacular de la demanda exterior de sus productos y un notable aumento
de los beneficios empresariales, pero el aumento de las exportaciones provocó la escasez de algunos
productos básicos y la inflación al no subir los salarios. Por esta razón, el enriquecimiento empresarial vino
acompañado del empobrecimiento general de los trabajadores. Al terminar la guerra, el descenso de ventas
obligó a cerrar algunas fábricas y minas, aumentando el paro y la conflictividad social.

La crisis de 1917 fue el reflejo de un descontento generalizado que iba desde los oficiales del ejército hasta la
clase obrera:

-El Ejército organizó las Juntas de Defensa, unas asambleas para defender los intereses de sus miembros
(coroneles), que reclamaban el aumento de sueldo y rechazaban los rápidos ascensos de los “africanistas”.
Antonio Maura logró la conciliación en el ejército con la Ley del Ejército de 1918, y este volvió a convertirse en
pilar de la monarquía y del Gobierno.

-Desde febrero de 1917 las Cortes estaban cerradas, por lo que Francesc Cambó decidió intervenir y pidió su
reapertura y la convocatoria a Cortes Constituyentes. Tras la negativa del Gobierno se formó una Asamblea
de Parlamentarios en Barcelona formada por liberales, republicanos, socialistas y nacionalistas, que acabó
siendo disuelta al ser declarada inconstitucional por el Gobierno.

-La UGT, respaldada por la CNT y el PSOE, organizó una huelga general indefinida en protesta por las
repercusiones en forma de despidos tras la huelga de ferroviarios y tranviarios que tuvo éxito en Barcelona,
Madrid, Vizcaya y Asturias. Para acabar con ella, el Gobierno detuvo al comité de huelga y sacó las tropas a las
calles.
La crisis de 1917 provocó la formación de inestables gobiernos de concentración (1917-1923), formados por
políticos muy influyentes como Maura, Cambó y Allende Salazar entre otros, que llevaron a cabo reformas
sociales como la Jornada de 8 horas (1919), la creación del Ministerio de Trabajo (1920), el Retiro Obrero
Obligatorio (1921) y la Ley de accidentes de trabajo. Además, el triunfo de la Revolución Soviética (1917) sirvió
de inspiración para la actividad revolucionaria que se vivió en el campo andaluz y extremeño durante un
periodo llamado “Trienio Bolchevique” (1918-1921), en el que se ocuparon tierras, ayuntamientos y se
repartieron propiedades. Sin embargo los jornaleros fueron reprimidos con dureza, las sociedades obreras
fueron ilegalizadas y se encarceló a sus dirigentes. El clima de violencia en el que estaba sumido la sociedad
se buscó solucionar mediante el pistolerismo: la contratación de pistoleros para asesinar a obreros,
empresarios, dirigentes o figuras importantes (como Eduardo Dato o Salvador Seguí).

Perdido el imperio ultramarino, España intentó intervenir en Marruecos por motivos tales como la
recuperación del prestigio nacional e internacional, intereses económicos (minería y ferrocarril) y la rivalidad
colonial con otros países europeos. En la Conferencia de Algeciras (1906) se repartió la tutela de Marruecos
entre Francia y España, correspondiéndole a esta la zona norte (“el Rif”). La ocupación militar de la zona tuvo
lugar cuando maura estaba en el poder, y fue entonces (1909) cuando Abd el-Krim, caudillo rifeño, atacó la
construcción del ferrocarril y propició el inicio de la Guerra del Rif, que provocó los reclutamientos forzosos,
la Semana Trágica de Barcelona, el Desastre del Barranco del Lobo, que dejó 153 muertos, y a causa de todo
lo anterior, la dimisión de Antonio Maura.

En 1921 volvieron a llegar trágicas noticias desde Marruecos. Allí, el General Silvestre cometió un error militar
al no atender las órdenes de su superior el General Berenguer. Esto, sumado a un error en la planificación,
condujo a la derrota en Annual contra el líder rifeño Abd el-Krim, contándose más de 12.000 bajas. El Desastre
de Annual tuvo un enorme efecto en la opinión pública y precipitó la caída del Gobierno, y la formación de un
Gobierno de Concentración y de una comisión de investigación contra el rey y militares, cuyo informe
(Expediente Picasso) no llegaría a las Cortes, ya que unos días antes de su presentación el general Primo de
Rivera protagonizó el golpe de Estado que iniciaría la etapa de la dictadura.
9.3. La dictadura de Primo de Rivera. El final del reinado de Alfonso XIII.

Durante el reinado de Alfonso XIII (1902-21), y concretamente desde 1917, el régimen de la Restauración entró
en crisis. Aumentó la conflictividad social, y a ello se unió el desastre de Annual (1921) y sus consecuencias,
entre las que se encontraba la investigación realizada contra el rey, redactada en el “Expediente Picasso”. El
13 de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, dio un golpe de Estado en
Barcelona. Las causas que lo propiciaron fueron varias: la inestabilidad social, el movimiento obrero (que
alarmaba a la oligarquía), la crisis en Marruecos, el auge de los nacionalismos vasco y catalán, la crisis
económica, y las tramas de corrupción. Primo de Rivera presentó su proyecto como un intento
regeneracionista para resolver los problemas del país que duraría poco tiempo, es decir, un saneamiento; pero
no llegó a ser así y pronto su mandato se transformó en una férrea dictadura militar. El golpe de Estado recibió
apoyo popular, también del Ejército, el rey, la oligarquía, e incluso el PSOE y los sindicatos, que no mostraron
oposición. Las primeras decisiones políticas de la dictadura fueron suprimir las garantías constitucionales,
disolver las Cortes, prohibir la actividad de los partidos políticos, y el establecimiento de una rígida censura.

Entre 1923 y 1925 se estableció un Directorio Militar, en el cual el poder residía en los militares y la oligarquía.
Las medidas tomadas más destacadas durante este periodo fueron: la militarización de la Administración, la
supresión de la Mancomunidad de Cataluña y la prohibición del uso público del catalán, la creación del
Somatén Nacional para mantener el orden público, y la creación de la Unión Patriótica, partido único cuya
misión era apoyar a la dictadura. En 1925, ante un ataque de Abd el-Krim al protectorado francés, se decidió
la acción conjunta franco-española con el desembarco de Alhucemas, que tuvo un éxito rotundo.

Ese mismo año, y una vez consolidada la dictadura, Primo de Rivera decidió nombrar un Directorio Civil, un
gobierno formado por militares y por civiles (Calvo Sotelo). Para “institucionalizar” la dictadura convocó una
Asamblea Nacional Consultiva (una especie de Parlamento formado por miembros de la Unión Patriótica), que
elaboró un proyecto de Constitución. También se puso en marcha una política económicamente
proteccionista, se intensificó el intervencionismo estatal, y se impulsó un gran plan de construcción de obras
públicas (embalses, carreteras, ferrocarriles, aeropuertos), escuelas, y otras infraestructuras como la red de
teléfonos. Las relaciones entre patronos y obreros mejoraron tras la imposición de los Comités paritarios,
organismos para mediar entre ambos grupos mediante el arbitraje estatal; y se prohibieron las huelgas y la
CNT.

Sin embargo poco a poco se fue generalizando la oposición al dictador y empezaron a darle la espalda los
nacionalistas catalanes, con la formación de un nuevo partido (Estat Català, liderado por Macià); los
republicanos, con la formación de dos nuevos partidos: Alianza Republicana (Azaña) y Derecha Liberal
Republicana (Alcalá Zamora); los miembros de la UGT y el PSOE; la CNT, el PCE y la recién fundada FAI
(Federación Anarquista Ibérica); estudiantes e intelectuales, como Unamuno y Ortega y Gasset; e incluso los
propios militares. Entre otras medidas, se pedía el restablecimiento de la Constitución de 1976. El rey,
finalmente retiró su apoyo a P. de Rivera, produciéndose su dimisión en enero de 1930.

Tras esto, el rey nombró como Jefe de Gobierno al general Berenguer, cuyo gobierno (Dictablanda) fue incapaz
de da solución a la gran crisis económica en la que estaba sumida el país. Pronto se reunieron los partidos
contrarios al sistema (republicanos, socialistas, y nacionalistas), firmando el “Pacto de San Sebastián” con el
fin de derrocar a la monarquía. Tras el fracaso de varios pronunciamientos, el almirante Aznar sustituyó a
Berenguer como Jefe de Gobierno en febrero de 1931, y convocó elecciones municipales, que se celebraron
el 12 de abril. El triunfo fue para los republicanos, y tras la derrota de la monarquía, Alfonso XIII partió al exilio
el 14 de abril. Ese mismo día se proclamaba la II República.

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