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La pregunta Neurótica:

Nueva cátedra Psicopatología 1.


Dr. Prof. Fabián Naparstek.
19 de agosto de 2011. Teórico 16.

Voy a retomar la pregunta neurótica, para adentramos de lleno en la elaboración


lacaniana. Yo había anticipado un cuadro muy simple sobre el Edipo.

Simbólico Imaginario
Miedo a la castración Falo Pene
Envidia del pene. No falo X

Habíamos visto que el planteo de Lacan es que el Edipo, en primer lugar, entre otras
cosas, lo que hace, una de las funciones que tiene, es repartir en dos a la diferencia sexual.
En efecto la reparte, en términos freudianos, como miedo a la castración y envidia del pene.
Por otro lado, esa repartija la hace, según Lacan, a partir de un significante primordial que es
el falo. De esta manera, Lacan pone el énfasis en que el problema de la diferencia sexual es
un problema simbólico, introducido por lo simbólico. Fundamentalmente porque, para dos
posiciones distintas, tenemos un solo significante. A partir de allí, en el campo de lo
simbólico tenemos al falo y del lado del miedo a la castración tenemos a aquel que sería
poseedor de ese falo. Pero para definir quien no posee falo, se define por la negativa, no falo.
Asimismo, vimos cómo Lacan plantea las cosas en el Seminario 3167 diciendo que
esta diferencia se hace a partir de la pregnancia imaginaria que tiene el pene sobre lo
simbólico del falo. Una idea que no inventa Freud, sino que Freud trae a colación, porque
finalmente lo trae de la Grecia antigua, que ubica a la imagen del falo fundamentalmente
como la imagen de un pene y principalmente la imagen de un pene erecto. Al falo se lo
adoraba por su fertilidad con la imagen de un pene erecto. Entonces, esto es lo que ubicamos
como pregnancia imaginaria del falo. Es algo que de alguna manera ustedes fueron
elaborando desde otras perspectivas.
Yo les planteaba la relación que hay entre un ideal simbólico y la imagen que un ideal
siempre tiene, por ejemplo, la diferencia entre el Yo Ideal y el Ideal del Yo. Entonces, uno
puede tener un Ideal (simbólico) y eso puede conllevar cierta imagen con una pregnancia
sobre ese Ideal. Ahora, con la misma lógica, decimos: hay algo que especialmente se anuda
en el cuerpo, que tiene pregnancia imaginaria sobre el Ideal. Y lo que plantea Lacan es que
el pene tiene una pregnancia imaginaria sobre lo simbólico del falo.
De hecho, es a partir de esa pregnancia imaginaria del pene, que se sitúan dos lados:
De un lado es falo y del otro es no falo. El énfasis que pone Lacan es para situar que todo
esto no es un problema natural, sino que el problema de la diferencia sexual es un problema
propiamente humano, a partir de esta forma edípica y que Lacan llama simbólica. Lo que
veíamos es que, de esta forma y después de dar algunos ejemplos, surge siempre una pregunta
por lo propiamente femenino, porque la posición femenina por excelencia dentro del Edipo
es siempre una “aspiración masculina”, el querer tener el pene. Freud señala salidas distintas.
Una es el complejo de masculinidad, que es creerse un varoncito, que es una salida del Edipo
pero que también es algo por lo que –señala Freud- la mayoría de las mujeres pasan durante
167
- Lacan, J. (1955-56). El Seminario, Libro III: “Las psicosis”. Buenos Aires: Paidós, 1984.
un tiempo en su infancia, hasta encontrarse con que no es de esa manera. Es decir, que las
salidas que Freud menciona, son salidas, por cierto, fálicas. También se puede ver cómo a
veces, por ejemplo, puede compensar la falta de pene con algo que haga las veces de eso:
todo el cuerpo femenino. Es decir, que todo el cuerpo femenino podría ubicarse como falo,
con brillo fálico, con lo cual las mujeres suelen adornar ese cuerpo, darle brillo. Eso podría
explicar también el efecto que tiene para un hombre, cuando se separa de una pareja, que se
encuentra con una pérdida en términos de falo. En algunos casos, el brillo fálico también lo
encontramos en el cuerpo femenino

Pregunta de un alumno, en relación a por qué la falta se sitúa desde lo fálico, y no


desde otras pérdidas.
La idea de Freud es, por ejemplo, respecto del pecho materno, que habría una
indefinición de a quién pertenece, que tiene que ver con lo que ustedes trabajaron en el
estadio del espejo. Fuertemente tiene que estar instalada la imagen de sí mismo para separarse
de ello. Pero, además, Freud dice que es a partir de la etapa fálica que todas las pérdidas
anteriores se resignifican como castración. Y entonces, por ejemplo, la pérdida de las heces
o del pecho, a partir del falo retroactivamente se sancionan como fálicas. Hay que ver en la
clínica, uno se podría preguntar por qué el pecho cobra un valor erótico. La idea de Lacan es
que, ese valor erótico, lo cobra a partir del falo. Si no hay que ver lo que sucede en la psicosis
cuando no está instalado el Edipo y al no contar con la significación fálica. Sucede que las
partes del cuerpo de ninguna manera tienen ese valor erótico. Se ve muy bien en la estructura
cómo el cuerpo cobra valor erótico o no. A partir de que está en juego la significación del
falo, se pueden hacer ecuaciones: pene–niño–heces. Es decir que muchas cosas pueden
ocupar el lugar del falo. Finalmente, la idea de Freud es que el niño podría ser el falo para la
madre.
De hecho, lo que intentaba destacar es que el Edipo es una respuesta; pero no una
respuesta completa. Es una respuesta fallida. Así, frente a esta respuesta edípica, cada
neurosis tiene una manera de resolverla. La idea de Lacan, siguiendo a Freud es que, para
estar en el campo de la neurosis, hay que haber pasado por el Edipo, y que eso es una
respuesta, pero no completa. Porque el Edipo, por excelencia, es un conflicto: lo que uno
quiere, no se puede. Finalmente, a partir de pasar por ahí, la neurosis es una forma de intento
de resolver ese conflicto.
Lo que vamos a ver es que, por excelencia, lo que hace el sujeto histérico, es elevar
ese problema al nivel de la pregunta propiamente estructural, que es la pregunta por la
feminidad. No habría posibilidad de plantear la pregunta por la feminidad si no se pasara por
el Edipo. Ustedes ya vieron cómo. En la psicosis, la feminidad no es en absoluto una
pregunta: Schreber tiene la certeza de que se va transformando en mujer. En ciertos psicóticos
el problema de la sexualidad aparece como una certeza. Es lo que ustedes vieron en el caso
Schreber.
Ahora: ¿Qué implica hacerse una pregunta? Lacan, en el Seminario 3, dice: “El
neurótico hace su pregunta neurótica, secreta y amordazada, con su yo. La tópica freudiana
del yo muestra cómo una histérica como un obsesivo, usa de su yo para hacer su pregunta,
es decir, precisamente para no hacerla”168. Voy a ir desglosando este párrafo.
Primero: la pregunta, es una pregunta neurótica. No es cualquier pregunta. Esto
quiere decir que es secreta y amordazada. Es decir que, si es neurótica, el sujeto, por más

168
- Ibidem, p. 249.
que la haga, la hace sin saber de ella. Cuando dice “amordazada” es que efectivamente no la
termina de enunciar. Finalmente, si la hace con su yo -es una precisión de Lacan- es que hay
un desconocimiento.
Ustedes ya vieron que el yo es equivalente a la identificación imaginaria. Recuerdan
en el estadío del espejo: uno se identifica con la imagen del semejante. Es una manera de
desconocer. De desconocer, ¿qué? La división subjetiva.
Vimos cómo ese sujeto dividido es tapado por el yo. La relación del sujeto es con el
Otro y la relación del yo es con el semejante. Es decir que, si el neurótico se hace la pregunta
neurótica con su yo, es que la hace, en principio, en términos de lo imaginario. Por eso cuando
él dice “usa de su yo para hacer la pregunta, es decir para no hacerla” es para no encontrarse
dividido. Es decir, para desconocer eso. De esta manera, hay una idea muy fuerte en el
Seminario 3, con el ejemplo que da Lacan aquí respecto del paciente que trabajaba en el
tranvía. Lo que Lacan plantea es que la pregunta neurótica se podría desencadenar. yo lo
entiendo como que esa misma pregunta podría ya no hacérsela con su yo, sino
desencadenarse y plantearse en términos de síntoma. Se sigue la diferencia: Una cosa es
hacerla con el yo y, otra cosa, es que se despliegue la pregunta a partir del síntoma, en
términos de que el síntoma habla, el síntoma dice algo.
Una cosa es tener la pregunta amordazada y secreta y, otra cosa, es que esa pregunta
se despliegue a partir del síntoma. Que, finalmente, es la idea de Lacan respecto de lo que
sucede con Dora169. Que, de alguna manera en el tratamiento con Freud, en algún momento,
se pudo desplegar una pregunta por la feminidad. Entonces Lacan plantea que: “En la medida
en que esa pregunta en tanto simbólica fue despertada, y no reactivada en tanto imaginaria,
se desencadenó la descompensación de su neurosis y se organizaron sus síntomas.
Cualesquiera sean sus cualidades, (…) éstos cobran valor de reformulación, de insistencia,
inclusive de esa pregunta”.170
Es interesante porque es como si Lacan dividiera en dos: esa pregunta puede ser
despertada. Si se despierta es que antes estaba dormida; es decir que puede activarse y sacarse
del campo de lo imaginario y, entonces, situarse ahora no en el yo sino en los síntomas y en
el sujeto dividido. Pues, entonces, veamos esto en el caso Dora.
Ustedes estuvieron trabajando “Intervención sobre la transferencia”171, de Lacan. En
primer lugar, él plantea todo esto en términos de movimientos dialécticos, de inversiones
dialécticas. Hay un desarrollo de verdad -según Lacan- y, frente a él, hay una pregunta. A
partir de esa pregunta, se puede dar una inversión dialéctica que implica un nuevo desarrollo
de verdad. Lo que Lacan llama desarrollo de verdad no va a ser mantenido a lo largo de su
enseñanza. Todo sujeto, cuando viene a análisis, tiene un saber sobre su padecimiento y, ese
saber, está al servicio de un modo de satisfacción. Los niños tienen un saber, como por
ejemplo las teorías sexuales infantiles. Según Freud hay, fundamentalmente, una teoría
bastante extendida en los niños y necesaria para entrar en el Edipo: es la premisa universal
del pene. Es la teoría donde los niños creen que todos tienen el hace-pipí, como lo llama
Juanito.
Es crucial esa teoría porque, si no existiera esta teoría, no habría ni castración ni
Edipo; por eso se llama premisa. A partir de la creencia de los niños de que todos tienen,
cuando se encuentran con uno que no, es que eso falta. Si no se partiera de esa idea, la

169
- Freud, S. (1905). Fragmento de análisis de un caso de histeria. Obras Completas, tomo VII. Op. Cit.
170
- Ibidem, p. 242.
171
- Lacan, J. (1951). Intervención sobre la transferencia. Escritos, tomo I. México: Siglo XXI, 1971.
castración no tendría el impacto que tiene sobre la subjetividad, que es el impacto de ese “a
alguien se lo deben haber cortado”. Esos saberes no se corrigen en la escuela, o porque los
padres le cuentan “la verdad”. Esos saberes sólo cambian cuando pasa algo. Si no pasara algo
que conmueve ese saber, ese niño podría seguir toda la vida creyendo en ese saber.
Así como los niños tienen teorías sexuales infantiles, los adultos tienen teorías
sexuales adultas y es lo que ustedes vieron en el caso Dora. Dora sabe, o cree saber, lo que
le acontece y esta teoría no la incluye solo a ella sola, sino también a todos a su alrededor.
Porque ella sabe cómo encuentran satisfacción la Sra. K, el padre, la madre. Son teorías sobre
la satisfacción sexual. Conmover esos saberes tiene un impacto sobre el tipo de satisfacción
que tiene el sujeto. Lo que Lacan llama aquí el primer desarrollo de verdad, es lo que Dora
le viene a traer a Freud. Le viene a traer que el padre y la Sra. K tienen un affaire y que, para
mantener esa relación, la entregan a ella. Finalmente, ella le dice a Freud: “Soy entregada
por mi padre como un regalo más de todos los regalos que circulan allí”.
Dora ofrece pruebas, como si fuese un juicio, queriendo convencer a Freud del
asunto. De hecho, frente a ese desarrollo de verdad caben dos posibilidades: o el analista dice
“¡Qué turro que es el padre de Dora!” -que es lo que espera Dora- y toma parte en el juicio
como juez; o hace lo que hace Freud, que es preguntarle: “¿Cuál es tu parte en el desorden
del que te quejas?”. Según Lacan -y así lo leo yo-, Freud se corre del lugar del juez y le hace
una pregunta a ella. La idea de Lacan es que la pregunta es central. Y la pregunta, ¿a dónde
apunta? Apunta al lugar de lo desconocido. Es como si Lacan dijese: “¿Y dónde está el
piloto? ¿Y dónde está el sujeto?”.
¿Qué quiere decir? Que Dora trae todo su desarrollo detrás de su discurso, todo un
saber y, finalmente, Freud le pregunta por el sujeto. Dora se percata por primera vez que ella
favorecía las relaciones entre su padre y la Sra. K. De esta forma, esto que venimos
nombrando como división subjetiva, que parece una entelequia, tiene un correlato directo en
la clínica, que es la división de alguien que se percata de que a aquello de lo que más se
queja, lo estaba favoreciendo. ¿Se ve la división ahí? ¿Cómo voy a estar favoreciendo eso
que es lo que más me hace sufrir? A eso es lo que Lacan llama “la división subjetiva”. Que
uno hace cosas a pesar de uno mismo. Eso, para Freud -y Lacan lo retoma-, implica una
satisfacción paradójica. Porque uno supone que eso no le hace ningún bien y, sin embargo,
lo favorece. Se ve muy bien, como Lacan señala, que la pregunta de Freud, aunque Freud no
lo señale en estos términos, apunta al sujeto. Entonces, a partir de que se apuntó el sujeto,
que la flecha le dio al corazón del sujeto; a partir de ahí, las cosas ya no quedan intactas y
aparece un nuevo desarrollo de verdad, donde logra darse cuenta de que ella es cómplice de
todo esto.
Es decir, un nuevo saber -o desarrollo de verdad, como ustedes quieran- que ya no la
deja a ella en la misma situación, la involucra. La involucra, haciéndola responsable de una
satisfacción que obtenía allí.
Retomo un poco esto desde la perspectiva de la pregunta neurótica. La idea de Lacan
es que cuando ella viene a decir: “Soy entregada”, lo que está haciendo es sostener la
pregunta neurótica amordazada, dormida, secreta, sobre la feminidad. Y cuando un neurótico
se hace una pregunta, hay que decirlo, ya tiene la respuesta. La pregunta que se hace con el
yo, tiene una respuesta anticipada. En efecto, la respuesta que tiene Dora es que la que sabe
sobre la feminidad es la Sra. K., la que es una verdadera mujer, es la Sra. K. Es una respuesta
con todas las letras porque, además, ella tiene la respuesta de cómo goza la Sra. K, que es a
partir, ni más ni menos, del sexo oral con su padre. Es un objeto a ser chupado. No es una
respuesta tibia, es una respuesta con todas las letras. Lo que hace Freud es apuntar a esa
pregunta y la lectura lacaniana -porque recuerden que la crítica de Lacan plantea que Freud
confundió esa pregunta por la feminidad con un deseo homosexual-, cuando Freud le apunta
al sujeto, despierta la pregunta, la quita de ese lugar: Permite desplegarla. Pero ya no a partir
de su yo sino a partir de los síntomas, que es cuando se ponen a hablar los síntomas. Es decir,
cuando la tos, por ejemplo, o la afonía, son un medio para desplegar esa pregunta. Porque
finalmente, para Freud -vimos al síntoma como compuesto-, vimos que finalmente, la idea
de Freud es que, en el síntoma como último sentido, se realiza una relación sexual. En Dora,
esa relación sexual que se realiza, se realiza en los términos de su saber, de su desarrollo de
verdad, que es una relación sexual. Así que, no es lo mismo que la pregunta esté en términos
del yo, desconocida, secreta o que se despliegue en el síntoma y por el síntoma. Es decir que
es otra cosa cuando, una vez que se toca en análisis, se empieza a desplegar a partir del
síntoma. De hecho, es esto lo que permite entonces analizarla.
Para todo esto, Lacan se pregunta qué lugar le queda al Sr. K. La idea de Lacan es
que esa mujer que va a encarnar el lugar de la feminidad no es cualquiera. Que, en la histeria,
para encontrar alguien que encarne ese lugar, necesita de un partenaire que le marque el
lugar. Pero ese hombre es un testaferro -dice Lacan- como aquel que le señala a la histeria, a
partir de su deseo, cuál es la mujer que personifica el enigma de la feminidad. Es decir que
Dora usa al Sr. K para que ese hombre le señale una mujer que encarne ese enigma. De este
modo, ustedes han visto, a partir de cómo se arma esto, que Lacan hace una interpretación
totalmente diferente de la escena del lago. Ustedes recuerdan, Freud interpreta de esa escena
algo muy preciso. Lo que dice es que Dora quería tener efectivamente una relación con el Sr.
K pero que, cuando el Sr. K le dice “Mi mujer no es nada para mí”, Dora se identifica con la
institutriz porque el Sr. K le había dicho lo mismo a ella. Finalmente, Dora le pega una
cachetada como diciendo “a mí no me vas a tratar como a una cualquiera”. Efectivamente,
la idea de Freud es que Dora seguía esperando que el Sr. K dé cuenta de su verdadero
sentimiento hacia ella. Es más, según Freud, de esa escena tenemos un síntoma: el del falso
embarazo, que Freud interpreta como un paso en falso. Como si ella hubiera querido que en
ese momento hubiera habido una relación sexual y que de eso hubiese advenido un embarazo.
Esa es la interpretación freudiana.
La idea de Lacan no tiene nada que ver con todo esto. Más bien, Lacan señala que es
el Sr. K quien le servía a Dora en tanto y en cuanto él deseara también a la Sra. K, porque el
deseo de ese hombre le señala en el horizonte quién está en el lugar de la feminidad. Por lo
tanto, la torpeza del Sr. K es decirle que no desea a la Sra. K. Además de estar alzado todo
el día, ya que el Sr. K la buscaba siempre que podía a Dora, tenía cierta torpeza. Esto hay
que tenerlo presente, encaja muy bien con la idea de deseo insatisfecho, que es la otra pata
donde Lacan anuda la pregunta por la feminidad.
Tenemos la pregunta por la feminidad y tenemos el deseo como insatisfecho. Cuando
decimos: deseo insatisfecho, no es solo deseo insatisfecho para la histeria, sino que es,
también, un deseo insatisfecho para el hombre. El sujeto histérico es el que más está
convencido de que la manera de ser un ser deseante es que ese deseo se mantenga
insatisfecho, es un trabajador por el bien del deseo, por el bien de mantener vivo el deseo. El
hombre quiere que se defina y la histeria deja las cosas así. Un poco sí, un poco no. “Puede
ser, será mañana, en otro lugar”. Por el bien de mantener vivo un deseo. Para la histeria, el
deseo vivo del hombre es central para hacerse su pregunta, por eso es testaferro, porque está
al servicio de mantener la pregunta. No es solo que la histeria se mantiene con un deseo
insatisfecho, sino que necesita mantener insatisfecho el deseo del otro. Así, mientras tanto,
mientras ese hombre desea, le sirve para seguir haciéndose la pregunta.
El problema es cuando este hombre quiere ir a fondo, cuando está decidido a que la
cosa va o no va. Si algo sabe la histeria es que, si se da una respuesta contundente, se acaba
el deseo. El análisis circula siempre y cuando haya deseo y, el analista, en algún sentido,
tiene esta posición histérica, si ustedes quieren. La contracara de esto es el deseo insatisfecho
de la misma histérica, que nosotros vemos en términos didácticos. Pero finalmente, lo que
intenta hacer la histeria, es mantener el deseo insatisfecho en toda la escena. Y eso repercute
sobre el lugar del hombre, repercute sobre su propio lugar. El tema para Lacan es pues si,
además, ella se mantiene insatisfecha suponiendo en el horizonte la satisfacción sexual de la
Otra mujer. En el caso Dora, suponiendo que la que lleva adelante su deseo, es la Sra. K. Ella
está insatisfecha y supone que hay una mujer que sí goza sexualmente. Entonces eso le sirve
a la histeria para que sea la Otra mujer la que responda por el enigma de la feminidad. Lo
que yo quiero transmitirles es que la noción de deseo insatisfecho y la noción de pregunta
van enlazadas entre sí, no van separadas, no van disyuntas.
La bella carnicera172, como ustedes vieron, plantea esto con todas las letras. La bella
carnicera, que supuestamente le dice al marido “Salmón”, prefiere mantenerse insatisfecha.
El marido de esta mujer, un carnicero, tiene la posición prototípica masculina. Un hombre al
que -ya van a ver cuándo lo lean- lo único que le interesa es un trasero, como dice Freud.
Que es de lo que se quejan muchas mujeres, que los hombres piensan en una sola dirección
-y este hombre lo muestra claramente- y que, con tal de obtener eso, esos hombres pueden
hacer cualquier cosa. De hecho, esta mujer, la esposa, le señala cuál es su deseo pero, a la
vez, le señala que ese deseo no lo quiere satisfacer. Esa idea de deseo insatisfecho es de Freud
y Lacan la retoma a partir de Freud.
Entonces se ve la torpeza de los hombres. Este señor, cuando la mujer le señala eso,
lo que él quiere hacer es responder a eso como a una demanda y eso encaja muy bien con la
neurosis obsesiva. Les anticipo algo, que Lacan además sigue cierta idea freudiana,
recuerdan la regresión a lo sádico-anal; para Lacan es que en lo sádico-anal las cosas se
plantean en términos de demanda y no de deseo. Después lo vamos a trabajar más al pie del
detalle. Por ahora digo que la demanda es la puesta en palabra de la necesidad. ¿Qué significa
esto? Si partimos de la supuesta necesidad, que para Lacan no existe, la necesidad sería,
supuestamente y para decirlo de una manera figurativa, la búsqueda de alimentación. Para
Lacan y en algún sentido para Freud también, esa necesidad se encuentra perdida. Porque la
idea de Lacan es que “el que no llora no mama”, es la puesta en palabra de la necesidad. Para
comer, hay que pedirlo en palabras.
El bebé nace y no sabe hablar, pero el que pone la necesidad en palabras es siempre
el Otro. Quién está en el lugar de la madre, que dice “tiene hambre”. A partir de ahí, ese bebé
va a saber que el que no llora no mama. La supuesta necesidad se transforma en demanda.
Ahora, tras cartón, Lacan plantea que no todas las palabras alcanzan para articular la
necesidad. En otros términos, no se puede decir toda la necesidad. Hay un resto. Hay algo
que no se puede decir. hay algo que, cuando decimos, no alcanza. Así, según Lacan, la
diferencia entre la necesidad y la demanda, es la causa del deseo. Es porque no todo se puede
decir, que deseamos.
Si ustedes quieren, esta es una idea socrática. Se encuentra en Sócrates la idea de que
sólo deseamos aquello que nos falta y, si lo tuviéramos, no lo desearíamos. Sólo deseamos
aquello que no podemos atrapar, aquello de lo que estamos faltos. Sócrates plantea que si lo

- Lacan, J. (1957-58). El Seminario, Libro V: “Las formaciones del inconsciente”, Cap. 20, Parágrafo 2 y 3.
172

Buenos Aires: Paidós, 1998.


tenemos y lo deseamos es porque -en todo caso- pensamos que en el futuro nos va a faltar.
Es decir que, cuando estamos en el campo del deseo, siempre está la falta en juego. Se desea
porque hay falta.
Así, la histeria misma se transforma en la falta, para el hombre, para que este hombre
desee. Lo seduce y, cuando el hombre la busca, se corre. Cuando da otro paso el hombre, ella
da otro paso más. Eso asegura que se desee. Es decir, que haya una falta.
En este sentido Lacan habla del ágalma. Para los griegos, el ágalma tiene una imagen
y su imagen; para que ustedes lo vean, es un cofre en el fondo del océano. Uno se fue a un
tour, se fue a bucear, todo muy lindo, y están buceando y ven un cofre. Uno se tira de cabeza
a buscar el cofre. El ágalma es un cofre que hace creer que adentro hay algo valioso, un
envoltorio que nos hace creer que adentro hay algo muy valioso. En nuestra época, es el
equivalente al regalo. El regalo es como ese cofre. Un paquete con moño que adentro tiene
algo valioso. Hace falta que a uno le traigan un paquete con moño para querer abrirlo.
En el campo de la demanda, en cambio, siempre se cree que “a” es “a” y “b” es “b”.
En el campo de la demanda, siempre estamos creyendo que lo que uno dice es literal. Para
ciertos obsesivos, el intercambio sexual con una prostituta va muy bien con la demanda, cada
uno da lo suyo, negocio cerrado, sin nada pendiente. Nadie tiene nada que reclamar. La
obsesión tiene su manera de evadirse del deseo a partir de poner las cosas en el campo de la
demanda. Y ahí es cuando tropieza con la histeria, que intenta romper la demanda, para hacer
aparecer algo del orden del deseo.
La próxima continuaremos con estas cuestiones, hoy me detengo aquí.

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