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sión real, favorece el atesoramiento de dinero como acumulación de riqueza.

Como
vemos, hay importantes diferencias entre los supuestos de Keynes y los de la Escuela
Neoclásica, pero hay un aspecto en el que las teorías psicológicas de ambos son
similares. Los clásicos suponen un comportamiento racional por parte de los
individuos.
El comportamiento individual supuesto por Keynes es también racional, teniendo
en cuenta la situación planteada. Es completamente racional para un inversor aturdido
querer retener dinero durante una crisis económica con un futuro incierto, aun cuando
este comportamiento dé lugar a resultados sumamente irracionales desde el punto de
vista del sistema económico en su totalidad. Mientras que los economistas
neoclásicos se ocupan del comportamiento racional en un mundo racional, Keynes se
ocupa del comportamiento racional en un “mundo irracional”. Ante un futuro incierto
los individuos deciden atesorar (decisión racional), lo que implica que la sociedad en
su conjunto reduzca la inversión y el consumo (decisión irracional), lo que provoca, en
última instancia, la caída en el empleo.

II.8 La Teoría Estructuralista

Bien entrado el siglo XX los países podían dividirse en desarrollados y


subdesarrollados. Justamente, para estudiar este problema (el subdesarrollo) surge la
corriente estructuralista. Esto ocurre en países como Chile, Brasil y Argentina. Entre
los economistas más destacados adherentes a estas ideas se puede mencionar a
Raúl Prebisch (1901-1986), argentino, Osvaldo Sunkel, chileno y Celso Furtado,
brasileño.
Un papel muy importante para el surgimiento y difusión en el continente
americano de este enfoque fue la acogida que tuvo en el marco de la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL). Prebisch redactó para la CEPAL “El
Desarrollo Económico de la América Latina y Algunos de sus Principales Problemas”
en 1949 y

“Estudios Económicos de América Latina” en 1950. Ese conjunto de documentos será


referencia ideológica y analítica de los estructura- listas latinoamericanos.
Como se mencionó anteriormente, la característica de estos países era (y es) el
subdesarrollo, cuya acepción se explicará ampliamente en la segunda y tercera parte
de este libro. Por ahora observaremos que las características de estos países son las
de un escaso desarrollo del sector industrial, abundancia relativa de trabajadores no
calificados, dificultades para mantener un nivel de crecimiento adecuado, sujeción a
las circunstancias de los mercados internacionales y alto grado de concentración de la
propiedad del capital y los recursos naturales. En similitud con la Teoría Keynesiana
se analiza la economía a través de los grandes agregados como Producción,
Consumo, Inversión, Gasto, etc. Se parte de la concepción del sistema económico, o
sea, desde la totalidad para poder derivar en el análisis de algunas de sus partes.
Pero, en contraposición a ésta, el punto de partida es el análisis estructural de las
economías como sistemas productivos-distributivos que pertenecen a cada sociedad
con características históricamente determinadas diferentes a la de los países
desarrollados.
El estructuralismo modificó el modelo ortodoxo de crecimiento en diversos
aspectos. En el plano macroeconómico fue el de prestar especial atención a la
limitación impuesta por la disponibilidad de divisas de los países subdesarrollados. El
acceso a las divisas más que el ahorro interno es el factor determinante del
crecimiento económico en los países de la periferia. En estos países, las
exportaciones son poco diversificadas y predominantemente de origen primario y, por
ende, los ingresos derivados de éstas, insuficientes para comprar las importaciones
necesarias para el crecimiento. Seguir los lineamientos clásicos del comercio libre con
especialización en los productos primarios sería menos eficiente que desarrollar un
sector manufacturero interno. La estrategia de industrialización traería consigo la in-
corporación de tecnología nativa y capacitación de la fuerza laboral, además de
conseguir un desarrollo autónomo.
Estas condiciones estructurales abonaron a favor de una presencia fuerte del
Estado. En esta concepción el desarrollo no es una tendencia natural sino una
consecuencia de la política que se siga. El Estado debe planificar, gobernar la
acumulación de capital y dirigir la inversión productiva tanto en infraestructura como
en gran- des proyectos industriales.
El estructuralismo es una teoría latinoamericana de desarrollo a largo plazo, pero
que también dio respuesta a problemas de corto plazo, como la inflación, enfoque en
el cual se distanció de la doctrina neoliberal-monetarista que propugna la disminución
de la emisión monetaria. Para los estructuralistas, la reducción de la demanda inducirá
reducciones primordialmente en el producto y no en los precios.
En síntesis, el estructuralismo intenta transformar de parámetros a variables
cuestiones tales como la propiedad de los factores pro- ductivos y la estructura de los
mercados (de competencia o monopólicos), características que en otras concepciones
que predominaron y predominan en América Latina no son consideradas como las
cuestiones que explicaban el funcionamiento de las economías.
Cada una de las teorías descriptas, como otras no enumeradas, tienen su punto de
vista sobre los diferentes temas económicos que abordan. Así, las interpretaciones
sobre el rol del Estado en la economía, el funcionamiento de los mercados, el
equilibrio y la posibilidad de crisis, etc. di eren entre las diversas visiones y, por ende,
disienten en el diagnóstico del problema y las medidas de política económica a seguir.
La Teoría Estructuralista parte del diagnóstico de que las economías subdesarrolladas
tienen un origen y una serie de características distintas a las desarrolladas y, por lo
tanto, se debe hacer un esfuerzo de construcción teórica particular para entender
problemas propios de estas economías e intentar superarlos. En el capítulo dedicado
al subdesarrollo profundizaremos estas cuestiones.

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