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Cristianismo y Mundo

Contemporáneo
Discernimiento
Ignaciano

1. Discernimiento y camino espiritual


¿Qué es el discernimiento ignaciano?

n Discernimiento significa
literalmente “distinguir
separando”.
n Desde la perspectiva cristiana e
ignaciana, implica distinguir el
origen de las diversas ideas,
pulsiones, invitaciones, etc., que
se presentan a mi conciencia
para poder decidir correctamente
sobre ellas. Las buenas para
realizarlas y las malas para
ignorarlas.
n Los Ejercicios Espirituales
son una escuela de
discernimiento.

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La vida espiritual como comunicación

n En el número 15 de los Ejercicios


Espirituales como parte de la
decimoquinta adición escribe Ignacio:
n “… más conveniente y mucho mejor
es, buscando la divina voluntad, que el
mismo Criador y Señor se
communique a la su ánima devota,
habrazándola en su amor y alabanza y
disponiéndola por la vía que mejor
podrá servirle adelante. De manera
que el que los da no se decante ni se
incline a la una parte ni a la otra; mas
estando en medio, como un peso,
dexe inmediate obrar al Criador con la
criatura, y a la criatura con su Criador
y Señor.
Dios nos lleva de la mano

n En su autobiografía (n.27), Ignacio


recoge la experiencia que origina
su visión del mundo: “le trataba
Dios de la misma manera que
trata un maestro de escuela a un
niño, enseñándole.”
n Es decir, la pedagogía espiritual
desarrollada y difundida por san
Ignacio es el fruto de una vivencia
de conversión y maduración
espiritual personal en la que él se
sintió guiado y formado por Dios.
n Hace referencia a una experiencia
que dialoga con la verdad
revelada, en un proceso de mutua
consolidación.
Dios quiere comunicarse con nosotros

n El discernimiento parte de la convicción,


constatada, de que Dios quiere comunicarse
con el ser humano.
n Entiende que hay características propias de
esta comunicación, con base en la naturaleza
revelada de Dios y las características propias de
la condición humana.
n Implica por lo tanto, un conocimiento de estas
características y habilidades para quitar las
dificultades y fortalecer los facilitadores.
n Su objetivo no es un conocimiento más claro y
específico de en qué consiste la relación con
Dios, sino más bien que la persona se adentre
en ella, en una experiencia de comunicación
con Dios.
n Se trata de “unir el alma con su Creador”.
Objeto del discernimiento

n Por lo tanto el discernimiento se enfoca


sobre todo en lo que sucede cuando
una persona escucha y responde a la
comunicación con Dios. Es decir, se
enfoca en lo que sucede en la oración o en
la comunicación consciente con Dios (que
puede estar presente en otros momentos
del día).
n Este trabajo debe basarse en
situaciones reales (mociones, estados de
ánimo, reacciones, etc.) que el/la orante
vaya experimentado en su vida. No tanto
en sus propósitos o ilusiones, cuanto en lo
que ha experimentado en esos
encuentros con el Misterio.
Dios se comunica

n Podemos decir que la


comunicación de Dios asume
tres modalidades básicas:

I. Luces
II. Mociones
III.Vivencias

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Estamos atentos a la comunicación de Dios

n Quien discierne se ocupa de


su relación con Dios, para
responder a este Dios que se
comunica, para crecer en
intimidad con Él, y para vivir las
consecuencias de esta
comunicación.
n El foco del discernimiento
son las experiencias, no las
ideas. Específicamente la
dimensión religiosa de la
experiencia, es decir, la
dimensión de cualquier
experiencia que implica el
encuentro con la presencia
de otro, el Misterio, al que
llamamos Dios.
Características de la Experiencia de Dios

n EXPERIENCIA, según su significado etimológico, viene del latín experientĭa,


de la raíz indoeuropea per-, tratar, probar, arriesgar[se], herirse,
marcarse (v. gr. “pe[r]ligro”) con el prefijo ex- fuera, fuera de, ir en busca
de, es decir, aprendizaje [conocimiento] por prueba personal.
n La experiencia de Dios es básicamente dejar de atender a un “sí mismo”
(del ego) para empezar a prestar atención al Otro, cuya Presencia y
comunicación nos transforma, nos “hiere”, nos “marca”. Es recibir un
don/entrega, es “Dios dándose”.
n Es razonable: presenta notas que la hacen verosímil y reclaman nuestra
ratificación. Es “inconfundible”, no se parece a otra experiencia.
n Dios siempre está ahí. Lo captamos por encontrarnos en un “estado
teopático”, la ACTITUD TEOLOGAL.
n La iniciativa de la experiencia de Dios viene de Dios, nos corresponde
prepararnos para “acoger” la iniciativa divina.
n El encuentro con Dios no es encontrarnos con un objeto. No es el fruto
de un discurso o un pensamiento. No hay un objeto “Dios” que
experimentemos.
Algunas condiciones básicas
de la Actitud Teologal
1. CULTIVO DE LA SOLEDAD Y EL SILENCIO (ejercitar la capacidad de
escucha), vs. vidas dispersas y superficiales.
2. ATENCIÓN CORRECTA: Recuperación (rehabilitación) de la capacidad de
percibir.
3. DESCENTRAMIENTO: Para esto es útil la “inversión intencional”,
“suspender” nuestras tendencias “reactivas y proactivas”, no procurarnos
nada sino acoger lo que se nos ofrece, entregar lo que se te pide..
4. PAZ (hesiquía), vivir desde la armonía, equilibrio interior. Crecer en la
capacidad de captar e ignorar (desactivar) los mecanismos que
aumentan nuestra ansiedad.
5. RECOGIMIENTO, no estar “desperdigados”/”dispersos” (diábolos) sino
“integrados”/“unificados” (símbolos).
6. CONFIANZA, sentirse en un espacio seguro donde nuestra integridad no
está amenazada.
7. ABANDONO, poderse “abandonar” en el encuentro, entrega de sí.
8. REVERENCIA: asombro, respeto y acatamiento ante el Misterio infinito.
Experiencia de Dios = Enamoramiento

n La dimensión religiosa está presente


en todos los momentos de nuestra
vida y de manera especial en la oración
como práctica consciente (y hasta
donde es posible, absoluta) de la actitud
teologal.
n Esta experiencia implica la
constatación de que Dios está
enamorado de mí, y la captación en mi
interior de un movimiento de amor
recíproco: yo también me voy
enamorado de Dios.
n Desde los inicios de nuestra fe, los
cristianos han sustentado sus vidas
en la experiencia de Dios y en la
relación consciente que se ha
desarrollado de prestar atención a esa
relación.
Creemos y sabemos

n Ya Karl Rahner había afirmado en los 80s que el cristiano del siglo XXI
sería un místico o no sería cristiano, es decir, que sustentaría sus
convicciones en un encuentro personal con Dios.
n Esto no es nuevo. Los cristianos que sobrevivieron a la primera gran
prueba del cristianismo, la herejía gnóstica, lo manifestaban en boca de
Pedro en el Evangelio de Juan (6: 68-69):
“Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú
tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú
eres el Santo de Dios.»”

n Llama la atención el uso de dos verbos, creer y saber. Creer hace


referencia a la confianza que los discípulos ponen en Jesús y en sus
promesas, si bien estas siguen siendo promesas, es decir, su
cumplimiento está en el futuro y no es constatable. Saber implica que esa
confianza no es irracional, una especie de fideísmo, sino que está
sustentada en la experiencia que ellos han tenido de Jesús, que les
permite concluir que es una persona “confiable”. 12
Fe y experiencia de Dios

n Históricamente, hemos ido perdiendo este fundamento experiencial de


la fe. Bajo la sospecha de subjetivismos que llevaban al engaño, se
afianzó una visión de la fe como aceptación incuestionable de
proposiciones dogmáticas, basada en la autoridad de la Iglesia (o más
bien de los líderes de la Iglesia) como garantes de la transmisión fiel de
esas verdades.
n La fe, desde esta perspectiva, se encontraba fuertemente vinculada al
prestigio social que tenía esa autoridad eclesial. Al perderlo, la fe
quedaba a la deriva y los cuestionamientos crecían.
n Este problema era, hasta cierto punto, apaliado por el testimonio de
los/as santos/as que con su vida daban autoridad moral a los
contenidos doctrinales en los que basaban su práctica.
n Pero no hay que perder de vista que lo que precisamente les permitía esa
congruencia y testimonio era que sustentaban su adhesión a los
principios doctrinales en una experiencia de Dios que los avalaba.
n La única roca cierta de la fe es la experiencia de Dios, en consonancia
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con lo que nos transmite la tradición de la Iglesia.
Fe como actitud de vida

n Ser cristiano no significa solamente aceptar


una serie de proposiciones doctrinales (si
bien estas son un referente indispensable).
n Es ante todo una experiencia, UNA MANERA
DE PERCIBIR EL MUNDO, UNA SENSIBILIDAD
PARTICULAR (una “estética”, como gustaba
de llamarla Urs von Balthasar); desarrollada
por la asidua intimidad con Dios que se
revela como fuente de amor infinito e
incondicional.
n Esta intimidad se origina de manera
particular en la participación cotidiana en la
oración como comunicación con Dios. Esta
intimidad está llamada a ser tal que el
creyente se perciba “inhabitado” por
Dios, con-formando con Dios.
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La fe cristiana como mistagogía

n La fe cristiana es
fundamentalmente una

mistagogía,

un camino práctico vivencial


que ayuda a los creyentes a
acercarse al Misterio,
introduciéndolos en la vida
de Dios, como experiencia de
comunión. En esto consiste
nuestra salvación, nuestra
sanación.
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Algunos elementos del proceso mistagógico

1. PREÁMBULO: presentación del programa para hacerlo inteligible,


razonable, deseable.
2. REHABILITACIÓN DE LA SENSIBILIDAD CONTEMPLATIVA. Crecimiento en la
actitud de correcta atención/percepción.
3. PRINCIPIO Y FUNDAMENTO: conocer lo que es el proyecto de Dios para
el ser humano, nuestra identidad desde la Revelación.
4. CONVERSIÓN Y PERDÓN: Desde el encuentro con el Inocente,
reconocerme en Él, contrastarlo con mi realidad. Recibir de Él el
perdón y la reconciliación (sanación). Reencontrar el Corazón y
aprender a vivir en él.
5. DISCIPULADO: El “conocimiento interno” del Señor como camino para
reconocer la Vocación Personal (discernimiento).
6. MANTENER (defender, madurar) LA LIBERTAD DEL CORAZÓN y
consolidar la Vocación Personal.
7. VIVIR LA SANTIDAD desde el dinamismo del Amor kenótico (En todo
amar y servir, no como propósito sino como manera de ser).
Primeras tareas: la base para el proceso

n Asegurar momentos para oración, hacer el examen de oración y el


examen de conciencia. Llevar un diario espiritual.
n Elaborar una narrativa (historia) de vida.
n Escribir un elenco de sus 10 principales experiencias fundantes.
n Empezar a trabajar sobre ese material. Eventualmente se pueden
agregar otras experiencias conforme la memoria las traiga.
n Estos materiales vale la pena tenerlos por escrito.
n Es importante captar si es que tenemos una relación afectiva,
encarnada, con el Señor y si estamos en contacto con nuestros
sentimientos. Caso contrario habrá que iniciar con esa
rehabilitación/capacitación.

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