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EJERCICIOS EN LA VIDA DIARIA 2024

Nos disponemos

Para la experiencia espiritual que proponen los Ejercicios de san Ignacio asumimos el marco,
flexible y exigente, de la vida diaria. Lo hacemos junto a otros. Hay un dinamismo que nos ha
traído a los Ejercicios, enraizado en diferentes motivaciones, inquietudes diversas. La respuesta
a estos deseos y preguntas llegará desde el corazón.

Cualquiera sea nuestra actividad, consagraremos un tiempo a la reflexión y a la oración personal.


Paso a paso, entre los temas y las actitudes de la oración, se irán dando unos ritmos, una
continuidad, unas constantes reveladoras de profundas tendencias, en las que podremos
comprender cómo nos conduce Dios.

La originalidad de los Ejercicios Espirituales en la vida diaria está en esta lectura espiritual:
aprender a vivir cada día, progresivamente, bajo la luz habitual de la fe, a reconocer la discreta
voz del Señor, a leer los signos que nos da de su presencia y de su obra. Tomar conciencia de los
motivos que determinan las opciones, o el comportamiento; descubrir dónde están las alegrías,
los temores; captar el sentido de las alternancias entre sentimientos diversos, o el paso de una
etapa a otra. La vida diaria, como una manera de orar.

Un camino largo y exigente. Pero rico en esperanza, que iniciamos con confianza honda y serena.
El Señor nos invita hoy a recorrerlo, y cada día, Él nos dará lo necesario. Confiémonos unos a
otros al Espíritu Santo, que nos guiará en nuestra peregrinación.

San Ignacio es el contemplativo en la acción, su oración fue siempre desde la vida, en la vida.
…hallar a Dios en todas las cosas. La vida como fuente de oración.

"con gran ánimo y liberalidad" [EE 5,1] dirá San Ignacio; buscando la verdad de Dios, y la propia,
sin miedos a poner nombre a la propia realidad. Abierto a Dios, a su luz que ilumina, respetando
el ritmo del Señor, que el Espíritu sea quien lleve a la sorpresa.

Una finalidad 1
Los Ejercicios, tal como nos los propone san Ignacio, tienen un objetivo,[21], "ordenar su vida".
Lo fundamental es la experiencia de Jesucristo: lo que contemplamos y palparon nuestras manos
acerca de la Palabra de la Vida, (1 Juan 1), en un encuentro personal que nos hace testigos de
esa misma experiencia.

Una actitud
Dejarme sorprender por el Espíritu del Señor, despojándome de cualquier falsa seguridad;
ponerme enteramente en juego, con generosidad. La disponibilidad, que me abrirá a nuevos
horizontes, tal vez desconcertantes, que me ayudarán a madurar en la fe, como ejercitante
receptivo. 1 Sam 3,1-8; Jn 3,5-8.
Una persona
Una experiencia de este tipo de Ejercicios entiende al ser humano como persona, es decir, como
totalidad, donde todas sus dimensiones naturales y cristianas están interrelacionadas, formando
una unidad. De tal forma que cuando nos jugamos "algo" nos lo estamos jugando "todo".
Comprender así a la persona es concebirla como un riesgo absoluto, porque resulta imposible
reservarse zonas acotadas donde hemos construido y levantado nuestros ídolos que solamente
nosotros conocemos.

Instrumentos metodológicos y condiciones de los Ejercicios ignacianos


Que la experiencia de los Ejercicios sea verdaderamente ignaciana supone algunos elementos
metodológicos necesarios:

El silencio. Es cierto que con el Señor podemos encontrarnos en cualquier circunstancia de la


vida, pero la oración nos conduce hasta el silencio interior y exterior como clima donde dialogar
con Dios con especial intensidad y familiaridad. Por otra parte, la necesaria atención a la propia
intimidad exige la ausencia de distracciones, por positivas que pudieran ser. Son unos momentos
para estar en soledad con uno mismo y con el Señor.

La oración. El encuentro con uno mismo y con el Señor tiene lugar en un contexto de oración.
La oración es, pues, el momento donde todas las potencialidades del ejercitante se encuentran
para desarrollar su experiencia. En la experiencia ignaciana, si bien es importante la "tarea
reflexiva" o meditación, se enfatiza más, si cabe, la "tarea contemplativa", de carácter mucho
más afectivo, porque entonces la voluntad resulta movida por el amor (Jn 1,37-39); [EE2].

No es sencillo preservar este tiempo; es importante asumir una decisión firme,


incluso acordando con las personas que nos rodean

Los movimientos espirituales. San Ignacio supone que esta experiencia provoca en el espíritu
del ejercitante diversas oscilaciones (mociones) que deben ser reconocidas y contrastadas, ya
que ellas nos están señalando la presencia del Espíritu de Jesús y del espíritu del mal en nuestras
vidas, es decir, del amor y del egoísmo. De ahí la importancia de comunicar las "mociones"
experimentadas, inspiración interior que Dios ocasiona en el alma en orden a las cosas
espirituales con el acompañante, para evitar tanto ilusiones como desmoralizaciones y, sobre
todo, para constatar por dónde nos va llevando el Espíritu del Señor Jesús. Ignacianamente, en
Ejercicios, una oración que no conduzca al discernimiento deja mucho que desear. Porque, en
definitiva, lo que de verdad cuenta es la re-estructuración como fruto de la elección. Y todo ello
es obra del discernimiento espiritual.
2
El examen de la oración
Después de acabado el momento de oración, …sentado o paseando, miraré cómo me ha ido,
dice san Ignacio. La oración es un momento privilegiado de “encuentro con Dios”. En el examen
de la oración reflejamos y ponemos por escrito las gracias recibidas, los frutos alcanzados y
también las luchas y tentaciones. Escribir esta revisión es importante porque nos ayudará a
guardar en la memoria cómo Dios actuó y estuvo presente durante la oración. Y después de
varios exámenes de la oración podremos ir aprendiendo nuestro propio lenguaje con Dios.
*Ante todo, miraré el colorido en su conjunto: en una o dos palabras, hacer una apreciación de
cómo he vivido la oración y su efecto en mí; el estado interior con que salgo de ella.
*¿Cómo he procedido? (depende más de mí): tiempo, lugar, postura, preparación. ¿Qué me ha
ayudado y qué sería oportuno mejorar o aspectos a cuidar en la siguiente oración?
Si aparecieron distracciones, ¿cómo reaccioné?
¿Tuve en cuenta lo que quise pedir para este momento de oración?
*Lo que he sentido (que no depende de mí): identificar sentimientos experimentados. ¿Qué
gustos, qué deseos han aparecido? ¿Luces o integración sobre mi vida diaria?
¿Qué he sentido con más fuerza durante la oración? ¿Dónde he encontrado más dificultad y por
qué? ¿Qué sentimientos se han repetido más? recuerdos, ideas, deseos, frases, imágenes…
Las sensaciones que he experimentado, las sensaciones físicas, sensibles, que me ayudan a
entrar en mi interior: las percepciones que me armonizan, o no; los estímulos que capto, y hacia
dónde me orientan.
*Hemos hablado del diálogo, del coloquio, como lo llama san Ignacio, porque es una charla
informal, entre amigos. Ahí podré compartir las actitudes que brotaron más espontáneamente
en este tiempo: acción de gracias, alabanza, petición, arrepentimiento...

La relectura del día; y la vida en oración


San Ignacio propone, en los Ejercicios, dedicar un tiempo, cada día, para releer la propia jornada.
Se unen mi vida y mi oración. Aprendo a amar mi vida con el corazón de Dios, a mirarla desde
sus ojos. Mi vida vale la pena, con su belleza, pero también con sus momentos sombríos y
decepcionantes.
Lo que percibo ahora de manera reflexiva transforma mi realidad profunda, y me integra; me
alimento en lo que vivo.
Esta reflexión se centrará primero en la lectura del presente, el modo en que es vivido, los
sentimientos, las mociones espirituales que lo habitan, para situarlo mejor y ordenarlo hacia a
Dios, y en Dios y su designio de amor.
La reflexión personal llevará a una lectura espiritual de lo que se ha vivido en días precedentes,
o en períodos más lejanos, para tomar conciencia de mis opciones o comportamientos,
descubriendo dónde están las alegrías, los temores, las fuentes de dinamismo o de inhibición.
Con una mirada de fe iremos captando el sentido de las alternativas de vida, sopesándolas por
su contenido humano y su significación en la relación con Dios. Discernimiento espiritual que
nos ayudará a comprometer libremente la vida para el servicio del Reino de Dios.

La relación con la persona que acompaña


Para vivir esta atención espiritual a lo cotidiano es preciso estar en una relación de
acompañamiento, que ayude a releer lo que se vive, la experiencia que nos envuelve. Con la
persona que acompaña se habla, en un clima de confianza y apertura del corazón, de la propia
oración y del modo en que ha transcurrido la etapa. El acompañante aporta una garantía
necesaria no sólo para sostener y estimular, sino para verificar las fuerzas que actúan en una
conciencia humana trabajada por la gracia creadora de Dios y su Espíritu, y también por el
enemigo de natura humana, como dice san Ignacio.
Estos encuentros de deben prever
3 según un ritmo perseverante, que no se puede precisar en el
momento de comenzar, y puede variar en relación con la historia de la oración, con las
dificultades del camino, con las luces y oscuridades del ir sintiendo la experiencia de la docilidad
al Espíritu, tanto en la oración como en las situaciones de la vida diaria. La tarea del
acompañante es ayudar a la persona a disponerse, para dejar que Dios haga su obra, con la
convicción de que es el Creador quien actúa inmediatamente con su criatura, [15].

Los encuentros comunes


Finalmente, como se trata de Ejercicios Espirituales en la vida diaria en grupo, un último rasgo
concierne a los encuentros comunes mensuales, que consisten en una puesta en común en
pequeños grupos. En estos pequeños grupos, cada persona podrá compartir muy libremente
algo de las alegrías, de las dificultades, de la forma en que el Señor ha hablado, conducido,
manifestado su presencia durante el mes transcurrido desde el último encuentro. Asimismo, se
reflexionará acerca de la etapa del mes siguiente.
Etapas del camino

San Ignacio propone un marco dinámico que es el de la experiencia cristiana en una vida activa.
Habrá primero un buen tiempo de preparación en el que se asegura el fundamento de la
experiencia, después una etapa de purificación del corazón y de entrada en la misericordia.
Después, escucharemos la llamada de Cristo y seremos invitados a contemplar durante unos
meses Su vida y su Buena Nueva. Bajo esta luz percibiremos mejor cuál es la llamada, la
invitación que Cristo nos dirige en este momento de nuestra existencia, cómo nos invita a
ordenar mejor nuestra vida según su evangelio. Pediremos ser confirmados en la contemplación
de su Pasión y su Resurrección, para que nos lleve con Él en su misterio pascual y sitúe nuestra
decisión en su obra de salvación que se realiza en su Iglesia. El ritmo de los Ejercicios es el del
progreso en este itinerario interior.

Para cada etapa se propone una cierta duración, de modo que el conjunto del itinerario se
desarrolla a lo largo de ocho o nueve meses aproximadamente. Pero este periodo no es
absoluto.

Es posible que alguno de nosotros sienta durante las primeras semanas que no es esto lo que se
le pide por el momento. Por esta razón el primer mes es una puesta en camino que permite
verificar la posibilidad y el deseo de entrar en la experiencia. Es importante sentir que se podrá
vivir este camino con una paz suficiente, sin un estrés continuo. También es posible que alguna
persona que haya iniciado el itinerario estime que para ella es mejor detenerse al final de la
primera etapa. Estas cosas pueden ser normales. Sencillamente es deseable que la decisión se
tome discerniendo con la persona que acompaña. El diálogo me permite reconocer mejor lo que
me conviene en el punto donde me encuentro en este momento. En este caso, una parada en
el camino iniciado no será vivida como un fracaso. Se reconoce sencillamente que es en esta
etapa donde Dios se acerca a mí y me acompaña. Querer avanzar y seguir el camino sería
desperdiciar lo que es conveniente para mí, la gracia que me es ofrecida para este momento y
en la que soy invitado a permanecer.

La experiencia que iniciamos no es sencilla. Pero es un camino rico en esperanza y podemos


abordarlo con una confianza grande y serena.

Los Ejercicios en la Vida Diaria son una escuela de transformación del corazón. Largo sendero
que el Señor nos invita a emprender con confianza. Él no dará cada día lo que necesitamos para
recorrerlo:

…así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril…Is 55, 11

Confiémosle a Dios este 4itinerario y confiémonos unos a otros al Espíritu Santo que nos
guiará en nuestra peregrinación.

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