Está en la página 1de 2

Estos prolegómenos intempestivos nos dan un barrido oportuno y una pincelada de impulso para

presentarnos una obra que es tópico para el saber intelectual, y sobre todo el quehacer espiritual
propio. A partir de “Habla a todo y al hombre total” (p.21), se hace sentir como una efusiva guía
para la reflexión y análisis de inquisiciones ligadas al derrotero humano terrenal, y virtual, es decir,
al día a día profano con sus idas y venidas; y sus posibilidades que nublan o potencian nuestras
emociones-vivencias frente, ante y por el mundo-entorno natural y suprasensible. Cada sujeto
capacitado con el atributo de la abstracción, sea filósofo o no, al hacer filosofía y cuestionar, sigue
la historia interna de su propia disciplina o profesión y se debe al mismo tiempo a la historia
externa, al contexto social, cultural y político en el que se haya incrustado. San Agustín, no fue la
excepción, y nos provee de referencias apasionadas de la denominada, por el filósofo español
Ortega y Gasset (1949-155), realidad cultural, es decir biográfica, del ser en sí y para sí con la
sociedad. La cual nos permite dimensionar el aspecto interno de lo humano, y el aspecto externo
de lo societal y desconocido, todo sin anularse entre sí, siendo un aspecto valioso para el
crecimiento existencia de todo ser humano, que no pretenda dejar de lado y rezagada su
inclinación por ser un humano, demasiado humano.

Ha de saberse, que una de las mentes más prodigiosas de la mal llamada “edad medieval” y del
pensamiento universal, fue el precursor e indicador del primer intento de templar un puente entre
la fe y la razón, entre la religión y la filosofía. Dando por dicho “Philosophia ancilla theologiae”, sin
ser este en un sentido restrictivo, al contrario del dogmatismo y falso, pero pérfido
ultramontanismo de nuestro tiempo, en el filósofo de Hipona esa difusa diferencia entre razón y fe
en su obra, nos permite ver como una mejor comprensión de la vida ha de ser alimentada no solo
material, sino espiritualmente. A su vez, cabe recordar, para mí, siendo una mención esencial para
entender la vigencia y pertinencia de este autor como base de nuestras reflexiones venideras, que
ha pasado a la historia de la literatura como padre de un género, el de la autobiografía espiritual.
Estas confesiones, no solo relatan la peregrinación de un hombre hacia Dios, sino que nos pone en
tela de juicio nuestro entendimiento desde la banalidad del diario vivir sobre el significado de los
bienes y males del hombre como ser espiritual e individual y como ser social y con vocación
humana, nos presenta el escenario en donde somos el centro del combate que se libra en cada
uno de nosotros, en nuestras conciencia, y todo con la pretensión de que elevemos nuestra
empatía por la verdad, el amor y la belleza de la realidad.

Por lo cual, podemos resignificar y hacernos con sus herramientas morales, que sería destinadas a
un naturalismo teleológico, en donde la pretensión ética es llegar al fin «natural» de la vida
humana: la felicidad o bienestar, mejor conocida por Aristóteles como la Eudaimonía. Esto me
hace percatar que la felicidad no se consigue viviendo de cualquier manera, sino viviendo bien. O,
mejor dicho, la vida feliz (beate vivere) es la vida buena (bene vivere), y todo este supuesto ha de
ser considerado y sacado a relucir en nuestra turbulenta época de bulimia existencial. Sumergido
por el deseo de desear, y no por el deseo mismo; la plena incertidumbre, inseguridad y
precariedad identitaria han abatido el suelo nutricio de la vida. Con todo esto, San Agustín nos
aconseja el ordo amoris: el precepto del amor por encima de cualquier deseo. «Ama y haz lo que
quieras».
Situándonos en la ciudad de Tagaste (actual Souk Ahras, Argelia), aquella urbe con tres centurias
de existencia, se da el natalicio de San Agustín de Hipona, en el año 354. En el norte de África, el
imperio romano había constituido formalmente los llamados «esplendidísimos concejos», pues
Tagaste era uno de aquello centros de disputas. San Agustín desarrolla su filosofía y sus aportes a
la teología en la segunda mitad del siglo IV y el primer cuarto del siglo V, durante este lapso en el
que el dominio del Imperio romano sucumbia a tensiones internas y a la presión de las tribus
bárbaras, que posteriormenteterminarán se consumaría con el desmoronamiento y la
consecuente caida del imperio romano de occidente en el

Bibliografía

Brown, Peter. (1967). Augustine of Hippo. A biography: Faber and Faber Limited. London.

También podría gustarte