Está en la página 1de 5

El estar siendo del ardid litúrgico: el cuerpo en tanto mediación con

la trascendencia (hedor del puro vivir)

Diego Adrian Perez Sosa

Facultad de Filosofía y Letras – Universidad de Buenos Aires

Como lo plantea Rodolfo Kusch en “El hedor de América” 1, el estar junto con lo
popular en una ceremonia arcaica de la cultura andina en adoración a Ticci
Viracocha, no es algo que se asemeje a la expectativa de un academicista de
la ciudad o de la urbe, ni siquiera si fuera hoy una peregrinación a la iglesia de
Santa Ana del Cuzco que muestra también como se pretende escamotear las
costumbres no occidentales. Un academicista más bien pretendería la
búsqueda de causas objetivas, de lo que es - las causas de su fatiga, las
causas del peregrinar, las causas del ritual mismo- para justificar las acciones
de estos cuerpos, que se disponen en la montaña para la adoración de la
divinidad y así estar siendo en el ritual para acceder a lo trascendente mediante
el cuerpo.

Este modo de pensar simbólico (con el cuerpo) que hoy tratamos de retomar ha
sido aislado y evitado siempre por las autoridades académicas y canónicas,
como le sucede a esta misma ceremonia que nombra Kusch en el acenso ritual
hasta lo alto de Carmenga. Modo de pensar que hiede, y por eso se lo aleja, se
lo aparta, por eso el estar siendo del ardid litúrgico no puede entrar dentro de
los contornos de un pensamiento que se desarrolla al interior de las paredes de
una universidad y un pensamiento pulcro y filosófico.

Igualmente que lo afirmado por nuestro autor, por otro lado, hace ya tiempo
que los contenidos del pensamiento o el interés de los que habitamos esta
actividad de academia que puede ser la llamada filosofía, no son los mismos.
Existe un cambio en la búsqueda de la forma de pensar que no queda sólo
dentro de los marcos de lo “científico” o de lo aceptado por el status quo
occidental. Estamos hablando de un pensamiento que se plantea extraño a la
búsqueda del pensar aislado del campo de trabajo, o sea es un pensamiento
1
Rodolfo Kusch, “El hedor de América”, Dimensión, Revista trimestral de cultura y crítica, Año
V, Nº 7, Director: Francisco René Santucho, Santiago del Estero (Argentina), Mayo de 1961.
Recopilación Juan Pablo Pérez.
que no puede surgir sin los cuerpos concretos, sin los que hacen parte de la
cultura popular, sin el hedor de América.

Por ello es importante retomar la consideración de la problemática del hedor y


del cuerpo tomando a éste último como una mediación para la trascendencia,
desde un enfoque que permita plantear un análisis del ardid litúrgico como
medio para acceder y contactarse con lo trascendente (la divinidad) o lo
metafísico, si sólo se plantea un punto de vista que no contemple además lo
teológico y lo popular como con argumentos suficientes para considerarlo un
hecho filosófico. Ahora bien, aquí se nos plantea nuevamente entonces un
interrogante que ha dejado Rodolfo Kusch ¿Qué pasaría con el pensar en tanto
no se inscriba en un filosofar?2 O sea, qué pasa con el hedor en el
pensamiento.

El pensamiento filosófico implica una técnica y un sujeto constituido que se


afirma en el cogito, en el pensar mismo. Todo aquello que no se encuentra
dentro de la constitución de la razón cultivada no tiene la importancia de lo
indubitable, así fue como Descartes pensó y luego planteó la existencia, con
su reconocida frase cogito ergo sum (pienso luego existo). Pero si el pensar en
abstracto es constitutivo para el sujeto en sí, o sea para el sujeto abstracto, no
por ello es algo propiamente del cuerpo concreto, sino que éste se plantea más
bien como un agregado, algo que sólo podemos pensar.

A partir de este conflicto que también han tenido los medievales, los antiguos y
los modernos sobre el cuerpo, o sea la tradición filosófica occidental completa,
aparece el planteo de este trabajo: el ardid es aquí el medio que posibilita la
realización del cómo hacer, es el espacio donde se abre lo sapiencial, o sea un
saber que no es pura y exclusivamente racional y abstracto.

Lo sapiencial que acarrea el ardid implica una forma de astucia radicalizada, y


por eso una liturgia que solo puede justificarse mediante el pensar simbólico,
convirtiendo así también al cuerpo y al hedor, en un símbolo. Por eso para
comprender esto hay que tener en cuenta lo no escrito, lo que no se encuentra
en el modo de hacer ciencia occidental, donde se presenta en el vivir sin más
del sujeto concreto, del cuerpo en su estar, sin tratarse de una fundamentación
2
Rodolfo Kusch, Estar Siendo, OC TIII, Ross, Sta. Fe, p. 467
de la existencia. En este caso estamos hablando de un estar siendo en un
modo de vivir, de operar y de actuar, que demuestra la importancia de lo
concreto, haciendo a la circunstancia material del cuerpo un medio simbólico.

De la misma manera que no se puede considerar a la abstracción de la


existencia como algo concreto, no es posible un cuerpo vivo sin hedor y a la
vez no existe hedor que no sea de un cuerpo orgánico. Aunque se intente tapar
el hedor no se lo consigue, el hedor sigue estando, pero no como un
basamento en sí que se apoya en la razón intelectual, sino como vida. Se
vuelve un detalle que el pensamiento más abstracto, más occidental es el que
se considera pulcro, seguro, y estable pero dejando de lado a lo que esta
vinculado con la vida y lo mas concreto, imposibilitando que se pueda
comprender a esta manera de estar sin más vivo. Este pensamiento pulcro de
la filosofía, es una manera de pensar causal que se ha montado sobre la lógica
y el principio de no contradicción, volviéndose el pensar filosófico un pensar
meramente científico, perfumado por las fragancias de los conceptos
artificiales.

Esta dualidad, hedor - pulcritud está implícita en el modo de vivir de nuestro


continente ya desde la época de la colonia, en los encuentros entre dos modos
de pensar tan distintos, como lo era el pensamiento del conquistador con
respecto al de los habitantes preestablecidos en estas tierras. “El hedor de
América es todo eso que no es nuestra ciudad natal, tan populosa y tan
cómoda. (…) Así somos de pulcros, groseramente pulcros, en la misma
medida como el indio es hediento (...) Y lo que no es Occidente, ni ciudad, ni
prócer, ni pulcritud es hedor, o sea América. (…) Es un mal de nuestro siglo, el
mal de creer que somos universalmente pulcros.”3

Por esto es que nos avocamos en este trabajo (y en la vida misma) a la


ceremonia, al ritual, a lo demoniaco, a lo monstruoso de América y del
pensamiento, yendo tras de una revelación, de un pensamiento seminal que
genere un acierto fundante que pueda dar un sentido - transitorio-. Alejándonos
de un juego meramente intelectual que se nos proporciona como patio de los
3
Rodolfo Kusch, “El hedor de América”, Dimensión, Revista trimestral de cultura y crítica, Año
V, Nº 7, Director: Francisco René Santucho, Santiago del Estero (Argentina), Mayo de 1961.
Recopilación Juan Pablo Pérez. p. 3
objetos evadiendo el problema de la indigencia originaria del sujeto, que se
encuentra en realidad desconstituido.

De aquí nuevamente la sabiduría, la sapiencia de saberse desconstituido


desde el origen en ese indigencia originaria que es propia del hombre, de su
pensamiento y del vivir mismo. Por eso resaltamos un pensamiento que toma
al cuerpo concreto como un estar sin más atreves de un acierto fundante, una
instancia lúdica de la circunstancialidad del estar, que deja a la razón
abaratada. Por eso como dice Kusch: “El problema es indudablemente no del
pensar sino del vivir mismo”.4

Nuevamente podemos retomar aquí la oposición de lo primitivo y lo civilizado,


como dos sistema de pensamientos simétricamente opuestos. Pero el pensar
hediento desde el cuerpo plantea un espacio distinto a la mera diferencia del
ser y no ser, el cuerpo es un medio entre el reposo y la inquietud, que se
plantea desde el ritual y la ceremonia evitando la propuesta abstracta de la
razón, no es un pensar en abstracciones sino que se avoca a lo concreto, lejos
de la seguridad racional.

Por eso es que tomamos la importancia de las verdades seminales cuando nos
vemos atravesados por el pensar simbólico, lo sapiencial del ardid litúrgico que
se basa en no seguir los criterios del pensamiento causal, que puede superar
las contradicciones a partir de un puro vivir. “Como lo racional se quiebra y solo
cabe el ardid, se da el acierto fundante que proporciona la astucia. Por eso el
sujeto se da en ámbito del como hacer y no del qué es y se constituye a través
de la ceremonia y lejanamente a través de la ética” 5

Hay que operar al margen del ideal burgués individualista, y para eso se tiene
que actuar de manera colectiva para poder cambiar el estado de las cosas. En
América nunca ha tenido vigencia aun un modo de pensar colectivo,
recientemente se ha empezado a pensar en un modo de creación de saber
desde lo colectivo y horizontal, más que desde lo individual y vertical. Esto
siempre ha sido “una lucha de los hedientos contra los pulcros” 6.
4
Rodolfo Kusch, Estar Siendo, OC TIII, Ross, Sta. Fe, p.483
5
Op. Cit. p. 474
6
Rodolfo Kusch, “El hedor de América”, Dimensión, Revista trimestral de cultura y crítica, Año
V, Nº 7, Director: Francisco René Santucho, Santiago del Estero (Argentina), Mayo de 1961.
Recopilación Juan Pablo Pérez. p. 5
El cuerpo dispuesto en el ardid litúrgico de una ceremonia, persigue la
salvación, a través de la fe, un cuerpo que no podemos diferenciar como
pulcro o hediondo, pero que trata de cambiar la búsqueda de la solución al
estilo canónico occidental por una apuesta a lo propio del vivir mismo, en una
revelación de las verdades propias el hombre en general, en su pensar en
general, más allá de las diferencias entre Occidente y América.

Por eso tenemos que evitar buscar una solución técnica y filosófica, que
meramente abrigue a la diferencia entre una verdad pulcra por un lado y una
verdad hedionda por otro, porque justamente el problema no es el de la
diferencia en sentido ontológico, el problema es el de la mediación con lo
trascendente, entre aquello que es con aquello que está, con el cuerpo. El
hedor del puro vivir.

También podría gustarte