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Como lo plantea Rodolfo Kusch en “El hedor de América” 1, el estar junto con lo
popular en una ceremonia arcaica de la cultura andina en adoración a Ticci
Viracocha, no es algo que se asemeje a la expectativa de un academicista de
la ciudad o de la urbe, ni siquiera si fuera hoy una peregrinación a la iglesia de
Santa Ana del Cuzco que muestra también como se pretende escamotear las
costumbres no occidentales. Un academicista más bien pretendería la
búsqueda de causas objetivas, de lo que es - las causas de su fatiga, las
causas del peregrinar, las causas del ritual mismo- para justificar las acciones
de estos cuerpos, que se disponen en la montaña para la adoración de la
divinidad y así estar siendo en el ritual para acceder a lo trascendente mediante
el cuerpo.
Este modo de pensar simbólico (con el cuerpo) que hoy tratamos de retomar ha
sido aislado y evitado siempre por las autoridades académicas y canónicas,
como le sucede a esta misma ceremonia que nombra Kusch en el acenso ritual
hasta lo alto de Carmenga. Modo de pensar que hiede, y por eso se lo aleja, se
lo aparta, por eso el estar siendo del ardid litúrgico no puede entrar dentro de
los contornos de un pensamiento que se desarrolla al interior de las paredes de
una universidad y un pensamiento pulcro y filosófico.
Igualmente que lo afirmado por nuestro autor, por otro lado, hace ya tiempo
que los contenidos del pensamiento o el interés de los que habitamos esta
actividad de academia que puede ser la llamada filosofía, no son los mismos.
Existe un cambio en la búsqueda de la forma de pensar que no queda sólo
dentro de los marcos de lo “científico” o de lo aceptado por el status quo
occidental. Estamos hablando de un pensamiento que se plantea extraño a la
búsqueda del pensar aislado del campo de trabajo, o sea es un pensamiento
1
Rodolfo Kusch, “El hedor de América”, Dimensión, Revista trimestral de cultura y crítica, Año
V, Nº 7, Director: Francisco René Santucho, Santiago del Estero (Argentina), Mayo de 1961.
Recopilación Juan Pablo Pérez.
que no puede surgir sin los cuerpos concretos, sin los que hacen parte de la
cultura popular, sin el hedor de América.
A partir de este conflicto que también han tenido los medievales, los antiguos y
los modernos sobre el cuerpo, o sea la tradición filosófica occidental completa,
aparece el planteo de este trabajo: el ardid es aquí el medio que posibilita la
realización del cómo hacer, es el espacio donde se abre lo sapiencial, o sea un
saber que no es pura y exclusivamente racional y abstracto.
Por eso es que tomamos la importancia de las verdades seminales cuando nos
vemos atravesados por el pensar simbólico, lo sapiencial del ardid litúrgico que
se basa en no seguir los criterios del pensamiento causal, que puede superar
las contradicciones a partir de un puro vivir. “Como lo racional se quiebra y solo
cabe el ardid, se da el acierto fundante que proporciona la astucia. Por eso el
sujeto se da en ámbito del como hacer y no del qué es y se constituye a través
de la ceremonia y lejanamente a través de la ética” 5
Hay que operar al margen del ideal burgués individualista, y para eso se tiene
que actuar de manera colectiva para poder cambiar el estado de las cosas. En
América nunca ha tenido vigencia aun un modo de pensar colectivo,
recientemente se ha empezado a pensar en un modo de creación de saber
desde lo colectivo y horizontal, más que desde lo individual y vertical. Esto
siempre ha sido “una lucha de los hedientos contra los pulcros” 6.
4
Rodolfo Kusch, Estar Siendo, OC TIII, Ross, Sta. Fe, p.483
5
Op. Cit. p. 474
6
Rodolfo Kusch, “El hedor de América”, Dimensión, Revista trimestral de cultura y crítica, Año
V, Nº 7, Director: Francisco René Santucho, Santiago del Estero (Argentina), Mayo de 1961.
Recopilación Juan Pablo Pérez. p. 5
El cuerpo dispuesto en el ardid litúrgico de una ceremonia, persigue la
salvación, a través de la fe, un cuerpo que no podemos diferenciar como
pulcro o hediondo, pero que trata de cambiar la búsqueda de la solución al
estilo canónico occidental por una apuesta a lo propio del vivir mismo, en una
revelación de las verdades propias el hombre en general, en su pensar en
general, más allá de las diferencias entre Occidente y América.
Por eso tenemos que evitar buscar una solución técnica y filosófica, que
meramente abrigue a la diferencia entre una verdad pulcra por un lado y una
verdad hedionda por otro, porque justamente el problema no es el de la
diferencia en sentido ontológico, el problema es el de la mediación con lo
trascendente, entre aquello que es con aquello que está, con el cuerpo. El
hedor del puro vivir.