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LA RESACA DE FIESTAS PATRIAS

El Perú independiente cumplió 201 años. ¿Tiene alguna relevancia


trascendental esta efeméride en medio de una crisis política insostenible, de
pronóstico reservado y precariedad institucional? Al presidente Castillo se le
debe enfrentar dentro del marco legal, la contundencia de la calle, los
argumentos constitucionales y la propuesta de una salida democrática que
ponga en agenda primero al Perú, al destino de los peruanos, a las
posibilidades de levantar cabeza a tiempo y a la democracia que la debemos
valorar y proteger con actitudes asertivas antes que con insultos e intereses
mezquinos y partidarios.

Un lector de poesía (como yo) o un escritor literario no es, generalmente, un


político, pero sí tiene opiniones y convicciones políticas que no son tan
acertadas como las de un politólogo o un analista político. Un escritor no puede
ser solo un eficiente creador de ficciones y metáforas ni un espectador desde
una zona de confort. La actitud falsamente apolítica no suma, como tampoco la
impolítica. Es cierto que la política (tal como la vemos a diario) es un
estercolero que ahuyenta al ciudadano probo, voluntarioso, emprendedor y
bienintencionado. Es necesario que también, desde la literatura, se enfoque
esta crisis política e institucional que afecta a todos y pone los pelos de punta.
Nadie se exceptúa. El Perú no es el mismo después del Covid-19, pero la
política parece que sí y tiende a empeorar.

Si el discurso del presidente Pedro Castillo en el Congreso estuvo bien,


pésimo, incoherente, vacío, demagógico, beligerante, sin atisbo de sincera
concertación, sin propuestas concretas o si fue apechar con el pie en alto es
trabajo de reflexión de opinólogos, politólogos, expertos y periodistas de
opinión. Sin embargo, hay dos actitudes que merecen el análisis y la atención
porque de eso dependería enfrentar la crisis con responsabilidad, grandeza
moral y generosidad: la tolerancia política y el respeto a la investidura
presidencial.
Durante la alocución de Pedro Castillo, algunos congresistas chateaban, se
pusieron de espaldas, se retiraron, escupieron palabras impropias de un
legislador para las circunstancias. Al final, provocaron un bochinche digno de
un berrinche infantil. “¡Renuncia, corrupto!, le gritaron enfurecidos, con tono
imperativo, como si pidieran a un emperador romano en el circo que baje el
dedo pulgar. Pero a Castillo le cae altamente, los ignora, pero los escucha
porque no es sordo. Eso refleja intolerancia, es decir, incapacidad emocional y
mental para escuchar al contrincante, al adversario, a quien no quieren ver ni
en pintura, a alguien distinto y diferente, a quien se le acusa de delitos gruesos
en la gestión pública, que el Ministerio Público investiga. La tolerancia en
política es un requisito fundamental; sin esta virtud se frustra el diálogo y el
respeto, puede generar discriminación, conflictos y guerras fratricidas y
conduciría el problema incandescente hacia el cadalso o el abismo. Sin
tolerancia ni autocrítica no hay modo de resolver problemas. Ceder no es lo
mismo que concertar o consensuar. El Perú exige consenso, concertación,
renovación, relevo de liderazgo. La intolerancia es la partera infame de la
polarización que socava los cimientos de la ciudadanía y las instituciones.

“Renuncia, corrupto”, le espetaron. Ego satisfecho, desgobierno emocional.


¿Esa es la función de un legislador? ¿Eso es fiscalizar? ¿Para eso ha sido
elegido? El Congreso concentra la representatividad de la voluntad ciudadana.
Un insulto o una actitud irrespetuosa al presidente de la república no es un
improperio al ciudadano Pedro Castillo Terrones. La falta de respeto encrespa
los ánimos como las púas del erizo. El respeto, como valor ético y democrático,
es a la institución. Urgentemente requerimos distención política, consenso
entre las bancadas y persistencia en la vigilancia ciudadana. Las decisiones del
Poder Legislativo o Ejecutivo nos afectan. Si una ley aprobada en el Congreso
no es rubricada por el presidente, entonces es aprobada por insistencia; igual
se publica en el diario El Peruano. Se respeta al presidente de la república
(aunque no te agrade), no al ciudadano que la representa. El presidente
Castillo y el Congreso tienen en común la alta desaprobación de la opinión
pública.
Es entendible la indignación y el enojo de muchísimos ciudadanos contra el
presidente Castillo y el apoyo y respaldo (legítimo por su puesto) de otros. El
editorial de César Hildebrandt (29/7/2022) es furibundo y lapidario: “Todos tiene
que largarse. Todos dan asco”. Es decir: ni Pedro Castillo ni los 130
congresistas. Esto es el sentir de los que votamos por Castillo o Keiko o de los
que votamos por los demás candidatos; igual nos salpica la responsabilidad
ciudadana. Desprendimiento filantrópico es la consigna ¿Acaso nos vamos a
resignar al refrán “sarna con gusto no pica”? Algo hay que hacer. Primero, una
autocrítica como electores. Opinar con argumento para generar juicio crítico,
decisiones y actuación cívica. Castillo está ahí porque ganó las elecciones; las
elecciones se ganan con votos. El voto contra el fujimorismo y la derecha
ultraconservadora ha resultado peor que la enfermedad. Es el costo de una
ciudadanía con decisiones emocionales antes que racionales y sensatas y una
democracia que le cuesta consolidarse con responsabilidad social y solidez
institucional. Opinemos, sin miedo a la discrepancia, con pensamiento crítico,
con argumentación firme, sin insultos ni vocabulario soez ni actitud
irrespetuosa.

La práctica política inteligente tiende puentes, acerca las diferencias


ideológicas y prescinde de egoísmo y avaricia por el poder para resolver
problemas cruciales que fijen el interés en la colectividad, en la mayoría o en el
prójimo multitudinario. Si no hay “voluntad ni desprendimiento políticos” es poco
lo que se puede hacer para ver la luz al final del túnel. No es un pecado ser
profesor, provinciano, sindicalista o izquierdista y haber llegado a la presidencia
de la república con votos válidos; el asunto es mantenerse sostenible en el
poder, con solvencia moral, dentro del juego democrático de la oposición y
desempañarse como un estadista del mejor modo posible. Hoy el presidente
Castillo está atrapado en el laberinto de Creta; el Congreso es el Minotauro.
¿Aparecerá la espada de Teseo y el ovillo de hilo de Ariadna para rescatarlo?
“Nuevas elecciones”, “que se vayan todos”, no es un mal remedio para esta
crisis. Las oportunidades, como en la vida y los sentimientos amorosos, no se
presentan dos veces; las perdiste, el tren de la historia te dejó en la estación.

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