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¿CÒMO TRANSFORMAR LA POLÍTICA?

LOS RETOS DE LA CIUDADANÍA DEMOCRÁTICA HOY

Gonzalo Gamio Gehri1

Vivimos en medio de una crisis política. El Presidente de la República ha propuesto al


Congreso adelantar las elecciones generales al 2020, interpretando acertadamente las
circunstancias actuales, como la razonable indignación ciudadana frente al vergonzoso
espectáculo de grupos políticos protegiendo sin pudor alguno a personajes involucrados en
casos de corrupción. “Que se vayan todos” se ha convertido en un mensaje claro de la
ciudadanía de desaprobación a nuestra decrépita “clase política”. La mayoría parlamentaria
amenaza con archivar la propuesta, a la vez que se ha propuesto investigar la elaboración
misma del discurso presidencial del 28 de julio, fiscalizar el trabajo de las encuestadoras y
ensayar otros mecanismos de presión.

Resulta obvio que la mayoría parlamentaria y sus aliados se han propuesto vacar al Presidente
Vizcarra y, con esta medida, desactivar el sistema anticorrupción que con tanto esfuerzo ha
podido construirse en el país. La decisión de la jerarquía fujimorista conducente a la
designación de lo más rancio del conservadurismo parlamentario para presidir la Comisión
de Educación y la Comisión de Constitución revela la vocación de Fuerza Popular por
intensificar la confrontación con el Poder Ejecutivo. Por su parte, la Vicepresidenta está
jugando su propio juego político – pensando posiblemente en el futuro inmediato –
asumiendo una actitud condescendiente con la agenda de los fujimoristas y apristas. Pedro
Olaechea hace lo propio, acaso percibiéndose a sí mismo como una suerte de potencial
Presidente transicional. Habrá que recordarle que la coyuntura actual es radicalmente distinta
a la de la recuperación de la democracia tras la caída del fujimorato, y añadir a ello que sería
preciso tener la altura moral e intelectual de Valentín Paniagua para pensar en enfrentar una
tarea semejante con integridad, entereza y buen juicio. La postura de Olaechea resulta
imprudente y es poco transparente. Es evidente que ha asumido la defensa del bando
incorrecto en este conflicto.

1.- La libertad requiere compromiso y esfuerzo. Los ciudadanos tenemos que despertar.

1
Doctor en filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid, España). Profesor de ética y filosofía
política en la PUCP y en la UARM. Autor de los libros Racionalidad y conflicto ético y Tiempo de memoria.

1
La mayoría de los peruanos queremos que los congresistas se vayan a sus casas. Su vocación
por el blindaje de personajes clamorosamente involucrados en actos de corrupción y su
evidente compromiso por separar a los presidentes del cargo – a causa de la obsesión de su
lideresa con la idea de haber perdido la elección en la recta final – han irritado a la ciudadanía,
como podía avizorarse. La propuesta del Presidente constituye una salida a esta crisis sin
salir del marco legal vigente y las reglas de la democracia. No obstante, los ciudadanos
debemos preguntarnos qué podemos hacer – desde los espacios que disponemos en el sistema
político y en las instituciones de la sociedad civil – para resolver los problemas que enfrenta
el país. Está claro que si no somos parte de la solución entonces somos parte del problema.

Una de las grandes dificultades para transformar la política desde la ciudadanía reside en un
sentimiento de impotencia que muchos experimentan frente al sombrío escenario de nuestra
vida política. Solemos pensar que los problemas del Perú – pensemos en la actitud autoritaria
y en el imperio de la corrupción – son fenómenos que sobrepasan nuestras fuerzas y nuestra
capacidad de actuar. Suponemos que el tratamiento de estos problemas corresponde a los
políticos de oficio. Si lo hacen mal, podremos castigarlos no votando por ellos. Desde luego,
castigar a los malos políticos en las elecciones no es poca cosa. Eso es importante. Sin
embargo, no es suficiente. Podemos ejercer nuestras libertades políticas para que las cosas
cambien.

Debemos recordar que la actual composición del Congreso de la República es nuestra


responsabilidad. La mayoría de los peruanos eligió a aquellos congresistas que cuestionamos.
Es evidente que debemos revisar con cuidado nuestros criterios para elegir a nuestros
representantes. Uno examina el modo como un grupo nutrido de parlamentarios protege
sistemáticamente a una mafia que ejercía control sobre el poder judicial, y se pregunta cuán
significativo es meditar el voto antes de emitirlo. Incluso resulta inquietante constatar el
deplorable nivel de pensamiento y discurso de nuestros representantes, en medio de un
espacio político en el que ya no existe el debate ideológico ni una disposición elemental a la
actividad intelectual como base de la acción política. Si nos preocupa la degradación y la
mediocridad de nuestra “clase política”, algo debemos hacer como ciudadanos. Es preciso
despertar y convertirnos en agentes de transformación.

2.- Condiciones y espacios de la acción política.

La inacción conspira con ese sentimiento de impotencia que he señalado. Alguna vez he
desarrollado esta idea con cierto detalle. Los ciudadanos solemos sumirnos en una especie
de círculo vicioso: los ciudadanos de a pie no intervenimos en la política porque
consideramos que la política “es sucia”, pero la política se mantiene en esa condición de
degradación porque precisamente los ciudadanos no actuamos en la política2. La política
permanecerá sucia mientras no actuemos. Somos en parte responsables de lo que sucede en

2
Formulada originalmente en Gamio, Gonzalo "Explorando la democracia. Filosofía, liberalismo y ciudadanía"
en: HYBRIS N° 2 (1998) Lima,; pp. 16-23.

2
nuestra arena política local. Tenemos que recoger el guante y asumir el desafío de
comportarnos como ciudadanos y ser agentes de cambio.

Aristóteles decía que el ciudadano es aquel que “gobierna y a la vez es gobernado” 3. El


polités acata las decisiones que toman las autoridades, y asume los acuerdos que se toman en
la asamblea, pero también participa activamente en el proceso de designación de las
autoridades – a las que también pide cuentas por sus actos -, así como interviene en la
discusión en la asamblea. El ciudadano es un actor político.

No podemos dejar que el manejo de esta crisis política quede sólo en manos del Congreso y
del Poder ejecutivo. Podemos participar en la discusión, presentando argumentos sobre cómo
observar nuestra situación como sociedad, y vislumbrar salidas posibles. Las redes sociales
constituyen una herramienta eficaz para situar el ágora más allá de un lugar físico y
fluidificar el movimiento de las ideas. Podemos asimismo coordinar acciones y movilizarnos
para ejercer presión democrática desde la calle, si hace falta; mostrar nuestra inquietud e
indignación frente a la conducta pública de nuestros representantes constituye un derecho
esencial para el desarrollo de una democracia. No obstante, considero que esta clase de
movilización complementa el ejercicio de la deliberación cívica.

Muy a menudo, nuestros políticos de oficio observan con desdén las movilizaciones y otras
expresiones de opinión pública ciudadana. Del mismo modo, sospechan de las “instituciones
intermedias” en las que los ciudadanos debaten y actúan en conjunto; la desconfianza frente
a estas organizaciones constituye el núcleo de las teorías conspirativas de nuestros políticos
más conservadores. A ellos les gustaría más dividir la sociedad en “gobernantes” y
“gobernados”, aunque esta división – obviamente de inspiración autoritaria - anule la idea
misma de ciudadanía.

El voto constituye una actividad política fundamental para el ejercicio de la democracia, pero
también está la participación. Los ciudadanos pueden actuar juntos desde los partidos
políticos – aunque ya sabemos que se trata de una categoría problemática para los usos de la
política criolla – en la medida en que una ideología y visión de país articule sus esfuerzos.
Construir o fortalecer esta clase de asociaciones es una tarea crucial para el futuro de nuestra
República.

Los agentes políticos independientes pueden participar en la cosa pública desde las
instituciones de la sociedad civil – los “espacios intermedios” que acabo de evocar -; se trata
de escenarios sociales en los que deliberamos, discutimos y nos movilizamos para formar
nuestro juicio, incorporar temas en la agenda pública y generar formas de vigilancia cívica
del ejercicio del poder. Universidades, colegios profesionales, ONGs, sindicatos, iglesias,
etc., conforman la sociedad civil. Desde estos organismos, podemos intervenir en la vida
pública y acaso producir cambios en la política cotidiana. No tenemos que esperar a que el

3
Política 1277b 10.

3
Presidente y el Congreso de la República resuelvan los problemas que enfrenta nuestro país.
Podemos – y probablemente debemos – intervenir y plantear ideas o estrategias que
esclarezcan nuestras dificultades y propongan rutas de solución. Después de todo, cualquier
solución sólida para los conflictos que afronta nuestro país requiere del concurso de sus
ciudadanos.

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