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Candidatos sin ideología ¿Por qué no creerles?

Por: Alfredo Espinosa Rodríguez

Hablan mucho y dicen poco o casi nada, pese a ello no economizan las palabras y se
entierran en el torbellino de sus propias evasivas, seguramente piensan que hacer
política es igual que conducir un programa de televisión. Así son algunos de los ocho
binomios presidenciales, hombres y mujeres cuyo pecado original es mantener
sospechosamente en el anonimato -en el plano de secreto de estado- tanto su ideología
política como sus simpatías con los autoritarismos del pasado, aunque ambas sean
conocidas por todo el país, más aún cuando el periodismo de investigación y las redes
sociales no dejan nada oculto entre cielo y tierra.

¿A qué le temen estos candidatos y candidatas? ¿A ser identificados como el tentáculo


no oficial de una organización política distinta a la que auspicia su candidatura? ¿Por
qué insisten de manera reiterada en que las ideologías no son necesarias? ¿Más allá de
las verborreas con las que salen de apuros para responder a la prensa, no tienen un
esquema de pensamiento, un horizonte de sentido sobre el tipo de nación y república
que quieren forjar en sus gobiernos? ¿O piensan que al declararse sin ideología podrán
captar la simpatía y los votos de los ciudadanos que repudian a los partidos y a las élites
políticas?

Una cosa es cierta, para esta gama variopinta de políticos improvisados, pero
mentirosos, el oportunismo es la ideología que justifica su presencia en la papeleta de
binomios presidenciales, solo así se explica que prometan fervorosamente luchar contra
la corrupción y que, paradójicamente, al ser consultados sobre casos específicos del
gobierno del expresidente Rafael Correa, no identifiquen uno solo, ni siquiera aquellos
que decantaron en escándalos públicos de alto nivel en los que estuvieron involucrados
altos funcionarios de Estado. No basta con que los candidatos y candidatas digan que
“hubo muchas cosas que no se pueden ocultar”, sin especificar cuáles, en dónde, de qué
tipo fueron y quiénes las propiciaron; ¿sino identifican ni llaman a la corrupción por su
nombre cómo aspiran a combatirla?, ¿qué tan grande y sólido es el compromiso con sus
solapados promotores que no se atreven a nombrarlos?, ¿a eso le llaman ser valiente, a
la palabrería y al silencio cómplice?, ¿o acaso creen que no hubo corrupción en ese
Gobierno? Si es así, defiéndanlo abierta y públicamente.

Magíster en Estudios Latinoamericanos, mención Política y Cultura. Licenciado en Comunicación Social.
Analista político, experto electoral.
Ahora bien, ¿estos candidatos y candidatas asumirán la misma postura esquiva cuando
tengan que referirse a la corrupción develada en los gobiernos de Lenin Moreno y
Guillermo Lasso?, ¿habrá memoria selectiva en este tema?

Tampoco es ecuánime que nos hablen de “unidad” y los “colores del país” en los
términos más abstractos y generales posibles, como si se tratara de pacificar a la
sociedad con la corrupción en nombre de la patria, porque estos son “cantos de sirena”
para engatusar al electorado.

La conclusión es tajante, no se puede creer en candidatos que pregonen a los cuatro


vientos que no tienen ideología, porque eso es mentira. Este síntoma del oportunismo
político de todos los credos e intereses, es el menú a la carta de comensales con voraz
apetito de poder en el Estado.

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