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niñ@s y adolescentes.
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Presentación:
En este módulo desarrollamos una introducción al campo de la terapia cognitiva
conductual en el campo infanto juvenil.
Objetivos:
Que los participantes se introduzcan en el campo de la psicología cognitivo conductual en
el campo infanto juvenil.
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Unidades:
Unidad 1.- Introducción a la TCC infanto Juvenil.
Tomen nota:
Todas las actividades son opcionales (salvo la evaluación final) y pueden realizarse en
forma individual, pero siempre es deseable que se las realice con otros, con la finalidad de
estimular y favorecer el trabajo colaborativo y el aprendizaje entre pares. Tenga en cuenta
que, si bien las actividades son opcionales, su realización es de importancia para el logro
de los objetivos de aprendizaje. Si participan, el foro, que es una instancia clave en este
tipo de cursos, tendrá una actividad muy enriquecedora.
El campo de la psicología clínica infantil y del adolescente tiene una larga y rica tradición.
Sus orígenes se remontan a principios del siglo pasado, habiéndose centrado inicialmente
en la evaluación de niños y adolescentes que manifestaban una serie de problemas de
comportamiento y de aprendizaje en la escuela y en las clínicas de salud mental.
La situación no podía ser más absurda: los niños tienen sus propias maneras de pensar,
sentir y comportarse.
En la clínica infanto juvenil es imprescindible aplicar una perspectiva evolutiva a los niños
y adolescente.
Dentro del extenso campo de la psicología evolutiva, se debate qué modelo evolutivo
refleja mejor los numerosos cambios que tienen lugar en niños y adolescentes a lo largo
de su desarrollo y durante estos períodos de la vida.
Es importante resaltar dos cosas: Por un lado no podemos encarar una psicopatología
infanto juvenil, sin considerar el desarrollo durante la infancia y la adolescencia, por otra
parte la psicología del desarrollo en general se ha abocado a lo que llamamos “el
desarrollo normal”.
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Aunque en rigor de verdad es mejor el término clínica infanto juvenil que psicopatología,
ya que la clínica se desarrolla a través de procesos patogénicos y salutogénicos.
No obstante no se puede trabajar sin considerar esta dimensión normal del desarrollo y
los procesos que determinan el comportamiento, pero sin dejar de prestar atención al
modo en que en cada campo clínico y en cada caso particular se expresa.
El recurso básico que utilizamos para organizar el caso es el AFC (análisis funcional del
comportamiento), allí la consideración evolutiva tendrá su lugar.
Según el punto de vista mecanicista, se consideraba que los organismos eran similares a
las máquinas controladas por fuerzas desde el mundo exterior. Es decir, con respecto al
desarrollo, se veía a los organismos, como receptores pasivos de información y
respondiendo a estímulos cada vez más complejos y variados. Se creía que los cambios
que tenían lugar en la conducta a lo largo del tiempo reflejaban modificaciones graduales
en los estímulos antecedentes y consecuentes y las explicaciones sobre el desarrollo
provenían principalmente de los principios de la teoría del aprendizaje (condicionamiento,
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refuerzo). Skinner alegaba que «la premisa básica de la psicología conductual (era) que
todos los organismos, humanos y subhumanos, jóvenes y viejos (cursiva añadida),
estaban sujetos a la misma ley del efecto (principio del refuerzo) y podrían estudiarse de
la misma forma básica»). Como consecuencia, los clínicos e investigadores de orientación
conductual consideraban que el desarrollo y los procesos del desarrollo tenían poca
importancia clínica.
Los organicistas del desarrollo sugerían que los organismos eran agentes activos
implicados en la construcción de su ambiente. Describían a menudo el desarrollo a través
de etapas (por ejemplo, las etapas propuestas por Piaget sobre el desarrollo cognitivo, y
las etapas de Erickson sobre el desarrollo de la identidad). Estas teorías mantenían que
las estructuras y funciones básicas cambiaban con la edad y reflejaban formas
emergentes, cualitativamente diferentes, de interactuar con el ambiente.
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En su expresión más pura, este modelo afirmaba que el cambio era consecuencia, en
gran medida, de procesos de maduración que estaban determinados por factores
orgánicos intrínsecos en vez de por fuerzas ambientales.
Décadas de debate entre estos dos modelos, así como el reconocimiento de sus
limitaciones, condujeron a la aparición de un tercer modelo de desarrollo denominado
modelo «transaccional».
Según este modelo, se proponía que los cambios evolutivos tenían lugar como
consecuencia de las interacciones recíprocas continuas (por ejemplo, transacciones,
determinismo recíproco) entre un organismo activo y su contexto ambiental activo. Se
decía que los organismos influían sobre su propio desarrollo al ser tanto productores
como productos de su ambiente.
Hoy día la mayoría de los psicólogos están de acuerdo en que el desarrollo implica
cambios sistemáticos, sucesivos y adaptativos dentro y a lo largo de los períodos vitales
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en la estructura, funciones y contenido de las características mentales, conductuales,
sociales e interpersonales del individuo (Ollendick y Vasey).
Sroufe y Rutter definen a la psicopatología evolutiva como «el estudio de los orígenes y
del curso de los patrones individuales de desadaptación conductual, cualesquiera que
sean la edad de inicio, las causas, las transformaciones en manifestaciones conductuales
y por más complejo que pueda ser el curso del patrón de desarrollo».
Los niños en desarrollo representan una población singular para la que existen
consideraciones distintas con respecto a la clasificación, la evaluación y el tratamiento, de
naturaleza conceptual, metodológica y práctica.
Las perturbaciones más graves también han crecido. Estas estimaciones, no incluyen un
importante número de niños que manifiestan perturbaciones subclínicas o que no llegan a
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ser diagnosticadas, las cuales pueden ponerles en una situación de alto riesgo para el
desarrollo posterior de problemas futuros.
Los problemas de los niños durante los períodos tempranos de desarrollo pueden tener
un impacto negativo duradero sobre la adaptación familiar, laboral y social posterior.
Los cambios y condiciones sociales pueden hacer que los niños padezcan un riesgo cada
vez mayor tanto para el desarrollo de trastornos como para la manifestación de problemas
más graves en edades más tempranas.
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Estos cambios y condiciones sociales incluyen la adversidad en ciudades del interior, la
pobreza crónica en mujeres y niños, las presiones por la disolución de la familia, la
maternidad/paternidad siendo soltera/o, la falta de hogar, los problemas de los pobres a
nivel rural, los problemas de adaptación en las familias inmigrantes y las condiciones
asociadas al impacto de la madurez precoz, el el consumo problemático, en el desarrollo y
crecimiento de los niños.
Las estimaciones sobre la prevalencia del maltrato infantil indican que es un problema
serio, aunque sea difícil obtener las estimaciones exactas, debido a la naturaleza
encubierta de los problemas y a otros sesgos de información y muestreo.
Desgraciadamente, la mayoría de los niños que requiere atención clínica por problemas
infantiles no recibe dicha atención.
Estatus socioeconómico
Hasta un 20% de los niños que crecen entre la pobreza en el interior de las ciudades
experimenta algún tipo de deterioro en su funcionamiento social, conductual y académico.
El impacto de las desventajas socioeconómicas en los niños se deriva del hecho de que el
estatus socioeconómico es una variable compuesta que incluye muchas fuentes
potenciales de influencia negativa diferentes de los bajos ingresos. Es decir, un bajo ESE
se acompaña habitualmente por una escasa educación maternal, un bajo nivel de empleo
en la madre, un estatus de padre/madre soltero/a, recursos limitados y otros
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acontecimientos negativos de la vida, como una alimentación escasa y la exposición a la
violencia dentro y fuera de casa.
Los estudios han indicado que niños con un ESE inferior manifiestan más psicopatología y
más dificultades que niños con un ESE superior.
Guerra, Tolan, Huesmann, Van Acker y Eron encontraron que la relación entre el ESE y la
agresión se explicaba principalmente por los efectos de los acontecimientos vitales
estresantes y por las creencias que aceptaban la agresión.
Se ha demostrado que niños que han padecido abuso físico manifiestan niveles mayores
de problemas externalizantes que niños que no lo han padecido.
Se ha encontrado que los varones superan en número a las mujeres en la mayoría de los
trastornos de la infancia y la adolescencia, con las excepciones de los trastornos de la
alimentación, depresión adolescente, trastornos de ansiedad y mutismo selectivo.
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Este desequilibrio no ocurre en los trastornos de la vida adulta, lo que sugiere que hay
algo en la forma en que las conductas o síntomas se reconocen en los niños que conduce
a este desequilibrio. La mayoría de los trastornos infantiles son definidos por los adultos,
normalmente porque encuentran a los síntomas del niño especialmente llamativos o
molestos. Puesto que las manifestaciones externas de exceso de actividad y de agresión
son más frecuentes en los niños y puesto que las niñas podrían aprender a expresar sus
problemas de maneras menos visibles, los resultados pueden reflejar un exceso en el
envío para el tratamiento de los niños y un defecto de reconocimiento de formas de
sufrimiento menos visibles en las niñas.
Los enfoques tradicionales de los trastornos mentales han enfatizado conceptos tales
como síntomas, diagnóstico, enfermedad y tratamiento y, de esta forma, han influido
notablemente sobre nuestro concepto actual de psicopatología infantil.
Funcionamiento adaptativo
Cualquier discusión sobre la psicopatología infantil necesita considerar el fracaso
adaptativo en relación a lo que son los procesos de desarrollo adaptativos. Existe una
serie de razones para esto. En primer lugar, cualquier juicio sobre la desviación o
atipicidad necesita cierta comprensión del funcionamiento normativo de desarrollo, tanto
con respecto a la actuación del niño relativa a iguales del mismo sexo/la misma edad
como con respecto a la propia línea base de desarrollo del niño. En segundo lugar, la
adaptación y desadaptación representan dos caras de la misma moneda, puesto que la
disfunción en un ámbito particular del desarrollo está acompañada normalmente por un
fracaso en cumplir las expectativas y las tareas evolutivas en el mismo ámbito. En tercer
lugar, además de los problemas específicos que conducen a la remisión para tratamiento
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y al diagnóstico, es probable que los niños con trastornos muestren deterioros en otras
áreas del funcionamiento adaptativo.
En cuarto lugar, la mayoría de los niños con trastornos específicos son capaces de
afrontar eficazmente algún área de su vida. El comprender las ventajas o virtudes del niño
proporciona información a nuestro conocimiento sobre el trastorno y ofrece una base para
el desarrollo de estrategias de tratamiento eficaces. En quinto lugar, los niños se mueven
entre formas patológicas y no patológicas de funcionamiento en el curso de su desarrollo.
Los posibles mecanismos que subyacen a la relación entre los trastornos infantiles y la
conducta adulta deteriorada son numerosos y pueden funcionar de formas tanto directas
como indirectas.
Por ejemplo, aunque los trastornos externalizantes en niños son estables a lo largo del
tiempo, es probable que los modos en que esos patrones conductuales se expresan
varíen enormemente a lo largo del tiempo. Incluso con amplias fluctuaciones en la
expresión de la conducta a lo largo del tiempo, puede existir consistencia en los patrones
globales de los niños para organizar sus experiencias e interactuar con el ambiente, sean
adaptativas o desadaptativas.
Las conexiones entre la psicopatología infantil y la adulta están marcadas tanto por
continuidades como por discontinuidades. El grado de continuidad o discontinuidad
variará en función de las condiciones ambientales cambiantes y de las transacciones
entre el niño y el ambiente que afectan la trayectoria evolutiva del niño.
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Vías de desarrollo
Relacionado con el tema de las continuidades y discontinuidades evolutivas se encuentra
el concepto de vías de desarrollo. Estas vías no son observables directamente, sino que
funcionan como metáforas que se infieren a partir de evaluaciones continuas de niños
individuales a lo largo del tiempo.
Un ejemplo de una vía del desarrollo proviene de la investigación sobre el maltrato infantil.
Es más probable que niños que han sufrido abusos físicos desarrollen apegos poco
seguros, perciban las relaciones interpersonales como coercitivas y amenazantes, se
vuelvan vigilantes, prestando atención, de forma selectiva, a señales hostiles, clasifiquen
rápidamente a los demás como amenazantes o no amenazantes, y utilicen estrategias
conductuales agresivas para soluciones problemas interpersonales.
Estos niños poseen modelos de representación sobre las relaciones que son negativos,
conflictivos e impredecibles. Suelen procesar la información social de manera sesgada y
desarrollar problemas en las relaciones con los iguales que implican aislamiento social y
el rechazo manifiesto por los iguales.
Riesgo y resistencia
Hasta la fecha, la mayoría de los estudios sobre psicopatología infantil se han centrado en
las vías del desarrollo para los casos de desviación y desadaptación, excluyendo a los
mismos para los casos de competencia y adaptación. Sin embargo, una proporción
significativa de niños con factores de riesgo no desarrolla problemas posteriores. De esta
forma, existe un reconocimiento cada vez mayor sobre la necesidad de examinar tanto los
factores de riesgo como las condiciones que protegen de la disfunción a niños vulnerables
y que conducen a una adaptación con éxito frente a la adversidad.
Con este objetivo en mente, los investigadores han empezado a investigar a niños
«resistentes». El concepto de resistencia (resilience), aunque no está claramente
operacionalizado, se refiere normalmente a niños que:
Dentro del niño, los factores de protección que se han identificado incluyen un fácil
temperamento que hace que el niño sea atractivo y agradable para los demás, estrategias
tempranas de afrontamiento que combinen la autonomía con la búsqueda de ayuda
cuando la necesite, la elevada inteligencia y los logros académicos, la comunicación
eficaz y las habilidades de solución de problemas, la autoestima positiva y la elevada
autoeficacia.
Influencias contextuales
Cualquier consideración de la psicopatología en la infancia tiene que tomar en cuenta tres
conjuntos de variables contextúales:
Una consideración completa del contexto requiere prestar atención tanto a los
acontecimientos próximos como a los distantes, a sucesos que impactan directamente
sobre el niño en una situación específica en un momento determinado, a acontecimientos
extra-situacionales que afectan al niño indirectamente (por ejemplo, el estrés laboral de
uno de los padres) y a sucesos remotos en el tiempo que siguen afectando al niño por
medio de su representación en la base de datos cognitiva/afectiva actual del niño.
La intensidad, frecuencia y duración del comportamiento del niño tienen que ser
evaluadas con respecto a lo que se considera la norma para una edad determinada. Cada
uno de estos parámetros es esencial para la investigación y la teoría y para la propia
definición específica del fracaso adaptativo, la regresión, el estancamiento o la desviación.
Por ejemplo, las madres a menudo informan de más problemas que los padres y, en toda
una serie de áreas, los profesores identifican más problemas que otras fuentes
empleadas para evaluar la misma área.
Los desacuerdos entre informadores crean problemas a la hora de evaluar los datos para
llegar a determinados diagnósticos específicos en la práctica.
Los desacuerdos pueden considerarse como: 1) un sesgo o error por parte de uno de los
informadores; 2) evidencia de la variabilidad de la conducta del niño en las diferentes
situaciones en las que es observado por otras personas; 3) falta de acceso a ciertos tipos
de conducta (por ejemplo, acontecimientos privados) por parte del informador; 4)
negación del problema, o 5) una distorsión activa de la información al servicio de algún
objetivo (por ejemplo, exclusión defensiva, elección para un tratamiento).
Los sistemas de clasificación formal e informal que se han empleado para categorizar las
distintas formas de psicopatología infantil juegan un papel central en el modo de
conceptualizar los trastornos y en determinar los aspectos prácticos relativos a la
intervención, el entrenamiento profesional y las decisiones para conseguir ayuda
financiera. No es sorprendente, por tanto, que las discusiones sobre esquemas de
clasificación y procedimientos específicos de diagnóstico conduzcan a menudo a
acalorados debates. Aunque hay un acuerdo general con respecto a la necesidad de un
sistema de clasificación para los trastornos infantiles, los principales temas de
controversia incluyen qué trastornos deberían incluirse en el sistema, cuáles son las
mejores estrategias para organizar y agrupar los trastornos, y qué criterios específicos
deberían emplearse para definir un trastorno particular.
Síntomas individuales
Se han desarrollado listas específicas y generales de problemas conductuales para
enumerar los síntomas infantiles individuales.
Se ha encontrado que los problemas emocionales y conductuales individuales (por
ejemplo, los síntomas) que caracterizan la mayor parte de las formas de la psicopatología
infantil ocurren en casi todos los niños en uno u otro momento durante el desarrollo.
Incluso los síntomas individuales que mejor discriminaban entre niños remitidos y no
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remitidos para tratamiento son comportamientos relativamente frecuentes que ocurren en
cierta medida en todos los niños (por ejemplo, la desobediencia en la escuela, el desafío).
Además, la mayoría de las conductas problema individuales (aproximadamente el 90% de
las que aparecen en las listas de conductas problema) no discriminan, por sí mismas,
entre grupos de niños clínicos y no clínicos. Los ítems que no discriminan incluyen
conductas que son relativamente frecuentes (por ejemplo, presumir, gritar) y conductas
que ocurren con menos frecuencia (por ejemplo, prender fuego, hacer sus necesidades
fuera del cuarto de baño).
Diagnóstico y clasificación
Los enfoques más frecuentes para la clasificación y conceptualización de la
psicopatología infantil son: I) los enfoques dimensionales, que se centran en grupos de
síntomas o en síndromes obtenidos a partir de listas de problemas (por ejemplo, el Child
Behavior Checklist and Profile; Achenbach), y 2) los enfoques categoriales, que emplean
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criterios diagnósticos predeterminados para definir la presencia o ausencia de un(os)
trastorno(s) específico(s) (por ejemplo, DSM-V y CIE World Health Organization).
Finalmente, hay otros problemas que no se definen como trastornos mentales, pero
que pueden ser objeto de atención clínica durante la infancia. Las categorías que se
incluyen son las que parecen especialmente relevantes para los niños, puesto que
enfatizan los problemas de relación, el maltrato y las dificultades académicas y de
adaptación.
Problemas de relación
Problema de relación asociado a un trastorno mental o una enfermedad médica.
Problemas de relación padres-hijo/a.
Problemas de relación con los iguales.
Problemas de relación con los hermanos.
Problemas relacionados con el abuso o la desatención Abuso físico del niño.
Abuso sexual del niño.
Desatención del niño.
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Duelo
Capacidad intelectual límite Problemas académicos
Comportamiento antisocial en la niñez o la adolescencia
Problema de identidad
El esquema de categorías del DSM podría tener una contribución mínima a la hora
de satisfacer las necesidades de los niños. Es decir, puede que un niño necesite
cumplir criterios diagnósticos específicos para ser diagnosticado de un trastorno
del aprendizaje con el fin de ser incluido en un programa u otro de abordaje. Sin
embargo, si los problemas del niño son de naturaleza subclínica, o si dichos
problemas se refieren a más de una categoría del DSM, le pueden negar atención
necesaria.
Finalmente, en los manuales existe una clara falta de énfasis sobre los factores
situacionales o contextuales que circundan y ejercen su contribución en diferentes
trastornos, debido al hecho de que los trastornos mentales continúan considerándose
como psicopatología individual o como un riesgo para adquirir una psicopatología, más
que en términos de problemas de adaptación psicosocial.
Nos centraremos ahora en una descripción del tratamiento de los trastornos infantiles.
Revisaremos, algunas de las cuestiones de evaluación que son básicas para el
tratamiento de los trastornos infantiles, con un énfasis especial en la evaluación
conductual-sistémica. Luego, presentaremos un marco organizativo orientado a
proporcionar directrices para la selección de estrategias de tratamiento.
La evaluación conductual del niño y la familia como una serie de estrategias de solución
de problemas intentando comprender tanto a los niños con problemas y sin problemas
como a sus sistemas sociales, incluyendo sus familias y grupos de iguales.
5. Un enfoque orientado hacia los sistemas, abarcando las características de los niños y
las familias, los contextos en los que se manifiestan estas características y las
organizaciones estructurales y relaciones funcionales que existen entre las situaciones y
las conductas, pensamientos y emociones.
En primer lugar, se debe tener en cuenta que los niños participan en situaciones múltiples
y variadas, incluyendo la familia, la guardería, la escuela y grupos de iguales formales e
informales. Dentro de cada una de estas situaciones globales existen numerosas
situaciones específicas. Así, cada evaluación tiene que incluir un análisis multisituacional.
Además, uno de los objetivos de la evaluación consiste en determinar qué aspectos del
funcionamiento de un niño son exclusivos de contextos específicos y cuáles son
transituacionales.
En segundo lugar, y muy relacionado con el primer aspecto, se deben emplear múltiples
informantes, con el fin de obtener un amplio conocimiento de la naturaleza de los
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problemas del niño. Aunque necesario, la utilización de múltiples informantes puede llevar
a problemas de interpretación si existe una amplia variabilidad entre los mismos e
importantes desacuerdos con respecto a las conductas problema.
Sin embargo, con el fin de conseguir que la evaluación sea relevante y manejable, se
necesitan reglas de decisión para la selección de objetivos relevantes para la evaluación y
la intervención. Igualmente, cuando se considera el número potencialmente infinito de
variables, y sus interacciones, que podría evaluarse, parecen necesarias reglas de
decisión empíricamente validadas para determinar qué factores deberían evaluarse a
través de qué métodos y qué factores no deberían serlo.
Relacionado con este tema se encuentra el tener en cuenta la naturaleza del desarrollo en
la infancia, es decir, los rápidos e irregulares cambios evolutivos que tienen lugar en los
niños.
Existe un gran número y una enorme diversidad de tratamientos para niños y familias.
Aunque muchos terapeutas infantiles y de familia identifican su enfoque terapéutico como
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«ecléctico», el empleo de estrategias conductuales y cognitivo-conductuales es
especialmente predominante en los casos de niños y familias.
. Los cambios conseguidos por los niños que reciben psicoterapia son mayores que los de
los niños que no reciben terapia. Este resultado ha sido consistente en las distintas
revisiones.
. Los efectos del tratamiento no han demostrado ser diferentes, para trastornos
internalizantes (por ejemplo, depresión, ansiedad, aislamiento social) versus
externalizantes (por ejemplo, TDAH, trastorno disocial)
. Los efectos del tratamiento suelen ser duraderos, siendo los efectos evaluados en el
seguimiento similares a los encontrado inmediatamente después del tratamiento.
En general, los intervalos de seguimiento tienen una media de 6 meses,
aproximadamente.
. Los tamaños del efecto del tratamiento son, aproximadamente, el doble para problemas
que son objetivo del tratamiento, de forma específica, que los cambios en áreas no
específicas del funcionamiento. Esto sugiere que los tratamientos producen efectos
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concretos (por ejemplo, disminución de la ansiedad) más que efectos globales o
inespecíficos (por ejemplo, sentirse bien).
Además de los análisis de amplia base, se encuentran los metaanálisis que examinan
tipos de tratamiento más concretos (por ejemplo, conductual versus no conductual). En
general, los tipos de tratamiento, o técnicas individuales dentro de una clase determinada
de tratamientos, no varían de forma consistente en su eficacia relativa. Sin embargo, las
diferencias encontradas han favorecido a los tratamientos cognitivos y conductuales en
comparación a los tratamientos no conductuales, como el asesoramiento centrado en el
cliente o la terapia orientada hacia el interior (insight-oriented therapy).
En promedio, los chicos tratados se encuentran mejor adaptados que el 79% de los no
tratados. Los tratamientos conductuales son más eficaces que los tratamientos no
conductuales, independientemente de la edad del paciente, la experiencia del terapeuta o
el tipo de problema tratado.
Estos y otros hallazgos sugieren que los servicios convencionales para niños podrian ser
de una eficacia limitada y que la integración de estas intervenciones dentro de sistemas
de salud más coordinados muestra también un respaldo mínimo de los efectos
beneficiosos del tratamiento. No se trata sólo de que se necesite más investigación, sino
que también es preciso un tipo diferente de investigación, una investigación que se centre
en las condiciones bajo las que normalmente se realiza la terapia para niños y en las
terapias utilizadas más a menudo en la clínica.
Así, puede ser difícil evaluar la eficacia de componentes específicos dentro de esos
paquetes multimodales.
Por ejemplo, conforme el niño se siente más competente y menos evitativo, las
percepciones de los padres sobre las capacidades de su hijo cambian también. Como
resultado, los padres podrían empezar a responder de forma diferente a su hijo y sus
sentimientos y su funcionamiento podrían mejorar. Además, a la luz de los rápidos
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cambios que tienen lugar durante la infancia, los tratamientos que producen efectos a
corto plazo son, probablemente, menos importantes a la hora de intervenir en los
trastornos infantiles que cuando se trata de adultos.
Lo que vimos:
En esta unidad terminamos el módulo introductorio presentando nociones básicas de la
psicología clínica infantil y s abordaje cognitivo conductual.
Lo que viene:
En la próxima unidad iniciamos el Módulo 2 y nos adentramos de lleno en los recursos de
la TCC infanto juvenil. Técnicas procedimientos específicos e intervenciones clínicas.
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