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El diagnóstico estallado: Lo oculto de la Discapacidad Intelectual

¿Es la discapacidad intelectual un diagnóstico psicopatológico? ¿Ocupa el mismo lugar en

los distintos discursos que atraviesan el campo de la salud mental y pública? ¿Desde cuándo

se lo considera en los manuales psiquiátricos como un diagnóstico? ¿Qué aportes ha realizado

el psicoanálisis al análisis de dicho concepto? ¿Es una categoría meramente descriptiva? ¿La

combinación entre el mismo y la psicosis toma formas particulares? Finalmente, ¿qué oculta?

El objetivo de este trabajo es esbozar algunas líneas de investigación posibles que atraviesan

al concepto de Discapacidad intelectual, poniendo a discutir las concepciones actuales en

psiquiatría, las consecuencias para el mismo de algunos trastornos neurológicos y los aportes

realizados por el psicoanálisis.

Por último, será a partir de lo vivo de la clínica que se intentará articular preguntas sobre los

conceptos teóricos, aún insuficientes para pensar la complejidad de los casos.

El discurso psiquiátrico

Es indudable que fue a partir del nacimiento de la Psiquiatría que se comenzó a diferenciar

la enfermedad psiquiátrica en estricto sentido, de otro tipo de patologías que afectan al

sistema nervioso central, entre ellas, la discapacidad intelectual. Esto permitió, ya desde los

inicios de la modernidad, que los sistemas educativos y los sistemas de salud comenzaran a

abordar ésta problemática, ideando las primeras formas de diagnóstico a partir del concepto

de Coeficiente Intelectual. Con el paso del tiempo, el mismo fue puesto en cuestión, dando

lugar a un nuevo paradigma en su abordaje, que comienza a tener en cuenta el desempeño

funcional del individuo, sus competencias sociales y la necesidad de apoyos requeridos.

1
Según el Manual Kaplan & Sadock 1, “el retraso mental es un trastorno heterogéneo

caracterizado por un funcionamiento intelectual inferior a la media y un deterioro en las

destrezas adaptativas presente antes de los 18 años de edad”.

El DSM V lo define ya como “Discapacidad intelectual”, incluyéndolo en los Trastornos del

desarrollo intelectual: “es un trastorno que comienza durante el período de desarrollo y que

incluye limitaciones del funcionamiento intelectual como también del comportamiento

adaptativo en los dominios conceptual, social y práctico”. 2

Un diagnóstico adecuado debería incluir la cantidad y calidad de los apoyos requeridos por

el individuo en cuestión. Estos pueden ser (Luckasson, 2002):

 Intermitentes: en momentos puntuales y delimitados en el tiempo, de carácter

episódico. De corta duración y en relación a un momento del ciclo vital. Pueden ser

de elevada o baja intensidad.

 Limitados: caracterizados por su persistencia temporal por tiempo limitado, pero

constante.

1
KAPLAN&SADOCK: SINOPSIS DE PSIQUIATRÍA. EDICIÓN 7°. CAP.35, AÑO 2005.
2
Para su diagnóstico propone los siguientes criterios:

A. Deficiencias de las funciones intelectuales, como el razonamiento, la resolución de problemas, la


planificación, el pensamiento abstracto, el juicio, el aprendizaje académico y el aprendizaje a partir de la
experiencia, confirmados mediante la evaluación clínica y pruebas de inteligencia estandarizadas
individualizadas.

B. Deficiencias del comportamiento adaptativo que producen fracaso del cumplimiento de los estándares de
desarrollo y socioculturales para la autonomía personal y la responsabilidad social. Sin apoyo continuo, las
deficiencias adaptativas limitan el funcionamiento en una o más actividades de la vida cotidiana, como la
comunicación, la participación social y la vida independiente en múltiples entornos tales como el hogar, la
escuela, el trabajo y la comunidad.

C. Inicio de las deficiencias intelectuales y adaptativas durante el período de desarrollo. (DSM V, 2014)

2
 Extensos: caracterizados por su regularidad en al menos algunos ambientes y sin

limitación temporal.

 Generalizados: se caracterizan por su estabilidad y elevada intensidad, proporcionada

en distintos entornos, pudiendo ser permanente.

Para determinar el funcionamiento intelectual se suele recurrir a test de inteligencia, que

deben arrojar resultados menores a un CI de 70. Además, para medir los funcionamientos

adaptativos, se utilizan escalas normativizadas. Estas últimas fueron incluidas ante las

críticas realizadas al concepto de coeficiente intelectual como único factor en el diagnóstico

de discapacidad intelectual 3.

Entre las causas podemos ubicar: condicionantes genéticos, exposición prenatal a infecciones

y agentes tóxicos, traumas perinatales y factores socioculturales. Cuanta mayor gravedad

revista el cuadro, más probable es que se determinen con seguridad las mismas, siendo más

complejo en los casos de discapacidad intelectual leve, que en general tiende a ser asociado

a privaciones psicosociales.

Se clasifican en cuatro tipos, según el grado de deterioro intelectual: discapacidad intelectual

leve, moderada, grave y profunda.

Hasta aquí, la discapacidad intelectual aparece como un “diagnóstico” más descriptivo y

deficitario más que un “trastorno psiquiátrico” en sí mismo. Nacido junto con la

3
Las áreas que se tienen en cuenta son: comunicación, cuidado personal, vida doméstica, habilidades
sociales/interpersonales, utilización de recursos comunitarios, autocontrol, habilidades académicas funcionales,
trabajo, ocio, salud y seguridad.(ver Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la
salud- CIF)

3
universalización de la escolarización 4, fue más objeto de atención del discurso educativo y

pedagógico (de hecho, aún se los diferencia por su “grado de educabilidad”). Ahora bien,

todos los manuales mencionados resaltan la insistente “comorbilidad” que presentan estos

cuadros con distintos tipos de trastornos psiquiátricos, sobre todo de tipo psicótico y

trastornos generalizados del desarrollo. A la inversa, éstos suelen presentar algún grado de

discapacidad intelectual, siendo difícil el diagnóstico diferencial en la niñez, y casi imposible

si se comienza a tratar al caso en la adultez y no se cuenta con una completa historia vital del

paciente. Además, suelen presentar otro tipo de “síntomas psiquiátricos”: “hiperactividad y

déficit de atención, conductas auto lesivas y conductas estereotipadas repetitivas (…) escasa

tolerancia a la frustración, alta dependencia” 5. Agregaría de mi experiencia profesional

conductas heteroagresivas y trastornos del control de los impulsos: todas ellas son las causas

de internación más comunes de los pacientes con este diagnóstico.

Entonces, si bien la discapacidad intelectual no sería, en principio, objeto estricto de la

psicopatología, la frecuente aparición de trastornos psiquiátricos asociados al mismo y las

particularidades que éstos toman en dichos cuadros, merecieron la atención de distintos

autores del campo de la salud mental y el psicoanálisis 6.

Resulta imprescindible para realizar un adecuado abordaje terapéutico, partir de un correcto

diagnóstico diferencial entre “veras” discapacidades intelectuales, y Trastornos

generalizados del desarrollo. Esto implicará una diferenciación al momento del armado de

estrategias de intervención, e impactará directamente en la planificación de su rehabilitación.

4
VER BRUNO, PIERRE: AL MARGEN, SOBRE LA DEBILIDAD MENTAL. Publicado en Ornicar?, revista
del campo freudiano n°37, abril-junio 1986, pag. 41.
5
KAPLAN&SADOCK: SINOPSIS DE PSIQUIATRÍA. EDICIÓN 7°. CAP.35, AÑO 2005., PAG. 1058
6
¿es válida la diferenciación?

4
En este trabajo, nos limitaremos a abordar los casos en donde el diagnóstico de Discapacidad

intelectual es el primario, y aparecen otras patologías asociadas. ¿Por qué se necesitaría

profundizar esta relación? Porque la presentación de las diferentes patologías toma formas

particulares en estos casos. En ocasiones, debido a las dificultades de simbolización que

presentan estos pacientes, la forma más frecuente de expresar sus conflictos es con la

aparición de “trastornos de conducta”. Se deben profundizar e interrogar como equipo

tratante el surgimiento de este tipo de síntomas, ya que pueden ser una necesaria y válida

respuesta subjetiva ante determinados contextos socio-familiares, que será necesario evaluar

y tener en cuenta.

Sobre lo que la clínica enseña

La gran disparidad de presentaciones clínicas y de desempeños, aún en los casos en que la

causa es genética o cromosómica (por ejemplo, Síndrome de Down) demuestra que, más allá

de lo estrictamente orgánico de un cuadro, la constitución subjetiva de un ser humano

depende, esencialmente, de cómo es alojado por un Otro, y de las contingencias y

particularidades que las primeras relaciones entre el cachorro humano y su medio ambiente,

que implica lo emocional, pero también lo cultural, las condiciones económico-sociales, y

los apoyos que ese niño y esa familia haya podido tener, o no, para afrontar ese desarrollo

subjetivo.

Cuando un paciente con Discapacidad Intelectual como diagnóstico principal, por la causa

que fuere, es alojado subjetivamente, y a su vez su familia recibe los apoyos adecuados como

para tramitar el impacto que dicho diagnóstico suele generar, el sujeto puede presentar

algunas demoras en ciertas pautas evolutivas de desarrollo, necesitar algunos apoyos para la

5
adquisición de ciertas habilidades, pero lograr un desarrollo subjetivo de tipo neurótico.

Además, la bibliografía más actual con respecto a la temática fomenta la inclusión socio

laboral y la mayor independencia posible para estos sujetos, explicando que estos objetivos

colaboran en la mejor evolución del cuadro. Se concluye de esta manera que la internación

no sería ni necesaria, ni recomendada en estos casos.

Un dato interesante a destacar con respecto a la temática es que abunda la bibliografía sobre

niños y adolescentes, pero hay silencio teórico importante con respecto a la adultez. Como si

estos pacientes no crecieran nunca, o sus problemas finalizaran al llegar los 18 años. Por el

contrario, cualquier trabajador de la salud mental que tenga la oportunidad de conocer el

campo de la discapacidad intelectual luego de la mayoría de edad, advierte que las

problemáticas más serias y que requieren intervención, por lo menos a nivel de salud mental,

son justamente las que aparecen en la adolescencia y sobre todo en la etapa de madurez de

estos sujetos. Cada crisis vital, de por sí desestabilizante para cualquier ser hablante, puede

llegar a ser, en estos casos, el inicio de una patología psiquiátrica, o por lo menos de la

aparición de síntomas que requieren atención. Por otro lado, no se puede desconocer los

conflictos y la complejidad de las constelaciones familiares cuando en su seno habita una

persona con discapacidad intelectual. Si se cuentan con las condiciones socios económicas y

emocionales adecuadas, se pueden encontrar soluciones saludables a cada uno de estos

momentos vitales. Ahora bien, cuando a la discapacidad de uno de sus miembros, se suman

la vulnerabilidad social y psíquica de su entorno, la probabilidad de encontrar “sistemas

familiares” patológicos es mayor. Por último y ya desde un punto de vista estrictamente

psicoanalítico, surge la pregunta por la debilidad mental, posición que puede encontrarse en

cualquier estructura (neurosis o psicosis) y que dará una impronta particular al cuadro. Es

6
importante diferenciar a la discapacidad intelectual, desde el punto de vista cognitivo, de la

debilidad mental, como malestar respecto al saber, como sujetos flotando entre discursos, no

sólidamente instalados en ninguno de los cuatro propuestos por Lacan. Las consecuencias de

tal posición son claves a la hora de encarar un tratamiento.

Elniñoretardadoysumadre (los aportes de Maud Mannoni 7)

Es gracias a esta autora que el campo del psicoanálisis aceptó en su seno a los llamados niños

débiles mentales, introduciendo la dimensión subjetiva en sus tratamientos. Mannoni sienta

las bases fundamentales de toda clínica de la debilidad mental. Comienza por aquellos niños

con afecciones orgánicas, o retrasos graves y las particularidades que observó en el vínculo

entre madre e hijo, las consecuencias del mismo en el desarrollo del infans. Luego se adentra

en el campo inespecífico de la “debilidad mental”. Sin embargo, la pregunta que plantea es:

“¿Qué hay de perturbado en el nivel del lenguaje (en la relación madre-hijo), que se expresa

por un camino extraviado, inmovilizando al sujeto en el estatuto social que se le ha

adjudicado, fijando a la madre en el rol que ella misma se ha asignado?” … “¿Por qué

encontramos débiles mentales ´tontos´ y débiles mentales ´inteligentes´, con CI idénticos?

La respuesta (…) reside en el sentido que la enfermedad ha tomado en la constelación

familiar.” 8

Mannoni acerca el concepto de debilidad al de psicosis y da lugar a Lacan, en el Seminario

XI a conceptualizar: “…cuando no hay intervalo entre S1 y S2, cuando el primer par de

significantes se solidifica, se holofrasea, obtenemos el modelo de toda una serie de casos –

si bien hay que advertir que el sujeto no ocupa el mismo lugar en cada caso. La dimensión

7
MANNNI, MAUD: EL NIÑO RETARDADO Y SU MADRE. Ed. Paidós.2005.
8
IDEM, Pags. 28 y 32

7
psicótica se introduce en la educación del débil mental en la medida en que el niño débil

mental (se ubica) respecto a ese algo a que lo reduce la madre –el mero soporte de su deseo

en un término oscuro.” 9

¿Todos débiles mentales? Si, puede ser. Pero algunos tocados particularmente por la

debilidad mental.

Carlitos y los zapatos. Juan Carlos tiene 43 años. Hace dos que falleció su padre, aquel que

lo conducía por su vida en el campo familiar, que se basaba en hacer extensos recorridos al

cuidado de los animales. Tiene una discapacidad mental moderada, y su modo de hablar es

infantil. Al venderse el campo familiar, él y su madre se mudan a una ciudad cercana, a la

vera de una ruta. Juan Carlos, Carlitos para su madre, comienza a presentar algunos síntomas:

entrar al taller mecánico del vecino y vaciar tarros, llevándoselos a su casa, romper objetos y

hasta algunos golpes de poca gravedad a su madre. No podía caminar libremente, por la

proximidad de la ruta y su incapacidad (orgánica y adquirida) de lidiar con el peligro que la

misma representa. Quedó claro que el sostén del sujeto había sido la presencia concreta de

su padre y su ausencia, reveló la inexistencia de un verdadero sostén simbólico, dando lugar

al inicio de sus síntomas y al quiebre del equilibrio mantenido hasta ese momento. Por estos

motivos y la imposibilidad de su familia de continuar con la convivencia, es internado en una

institución psiquiátrica especializada 10. Al principio, y durante dos semanas, solo podía

llorar. Luego empezó a desplegar sus síntomas, en una nueva modalidad: meter jabones en

la mochila del inodoro hasta taponarlo por completo y tirar sus zapatillas hacia el techo o por

el hueco de un sótano inhabilitado. Por otro lado, las visitas a la casa familiar (acotadas a dos

9
LACAN, JACQUES: SEMINARIO XI. LOS CUATROS CONCEPTOS FUNDAMENTALES. Ed. Paidós,
1984. Pag.245-246.
10
En dicha institución me desempeño como Psicóloga clínica del Servicio de Admisión.

8
días por semana) durante el invierno tenían un ritual de salida y regreso: su madre le traía

unas botas de campo que Juan se ponía inmediatamente y que se sacaba al volver,

devolviéndoselas a su progenitora. Botas que no se fueron por el agujero, quizás único

vestigio del forcluido nombre paterno.

Juan Carlos ya no llora tanto y sabe, porque me encargué de explicárselo, que vivirá en otro

lado… “una escuela” que estamos buscando para él. Ha comenzado a reírse, sobre todo cada

vez que tira uno de sus calzados al sótano, a ese agujero negro, del que las cosas entran, pero

no salen más. ¿Cómo se constituyen los bordes del agujero pulsional en la debilidad mental?

¿Hay borde? ¿El zapato sin pie no es puro vacío? ¿El juego de “las zapatillas” es un intento

fallido de crear ese borde? Si el Fort-Da freudiano da cuenta de un displacer a nivel del cuerpo

del ser hablante, un más allá del cuerpo materno, ¿Qué cuerpo y que más allá se pueden

suponer en este sujeto, que da cuenta con su síntoma de lo que no cesa de no inscribirse?

Ahora bien, ante mi pregunta: ¿Qué hizo con sus zapatillas? Juan Carlos se ríe, conformando

su particular modo de chiste, fuera de sentido. Claro que como a mí comienza a hacerme un

poco de gracia también, ya es un chiste compartido. Al regreso de una salida, su hermana y

madre me entregaron dos pares de calzados, diciendo que “estos eran los últimos”. Apenas

se fueron, Juan me pregunto: “¿Cómo se fue mi mamá, sino me saludó?” Le pregunté a donde

estaba él cuando se fue la madre y me dijo que en su habitación. Contesté, “ella no puede

entrar ahí, y se tenía que ir, por eso no te saludo”. “¿Y cuando viene mi mami?” Esa pregunta

será repetida una y otra vez, hasta la próxima salida.

Sobre monstruos y amuletos Alejandro tiene 18 años. Tuvo serios problemas de salud al

nacer por lo que debió ser internado durante el primer año de vida y como secuela padece de

9
una discapacidad intelectual de moderada gravedad. Hace algún tiempo, empezó con algunos

síntomas: decía que “el diablo está en su casa”, acompañando estas ideas con conductas

agresivas y rotura de objetos. Sus padres, que están separados hace varios años (por decisión

de su madre) viven sin embargo bajo el mismo techo y no tienen buena relación. Ambos

progenitores se critican (por separado) con respecto a “lo que el otro hace mal con

Alejandro”. Su padre tiene un buen vínculo con él, aunque por su trabajo pasa la mayor parte

del día fuera de la casa. Al momento de la internación, dormían juntos en la misma pieza,

pese a que Alejandro tiene un cuarto para el solo en la casa. Su madre, que pasa gran parte

del día con su hijo, es quien tiene mayores dificultades para la convivencia, y suele ausentarse

sin avisar por días o meses del domicilio familiar.

Alejandro presenta una disartria que dificulta comprender demasiado rápido lo que dice, lo

que allana el camino de nuestras entrevistas. Durante la internación no presentó síntomas,

pudiendo dormir solo. Me cuenta que “en su casa hay un monstruo que le da miedo”.

Citamos a ambos padres y se intervino ordenando ciertas cuestiones de sus funciones y el

cambio que era necesario efectuar en su relación con su hijo, que ya no era un niño y debía

comenzar a “salir” del ámbito familiar.

De la primera salida, Alejandro (y sus padres) cuentan que a la noche duerme mal porque le

tiene miedo al monstruo. “acá no tengo miedo”, nos dijo. Charlamos un rato largo de varios

temas y cuando se iba, le dije que le iba a dar algo para el miedo, un amuleto. Busqué entre

mis materiales de trabajo un colgante que le entregue muy seria, diciendo que era momento

de pelear contra esos monstruos y que eso lo iba a ayudar. Se fue dando saltitos.

10
A la próxima entrevista, vino distinto. Más armado, cuenta feliz que va a empezar natación.

“duerme solo en su pieza, con la luz apagada” cuenta la mama, y “sale en bicicleta por todo

el barrio”. También llenó la casa de estampitas (debería tener algunas, son amuletos mucho

más convencionales que el ofrecido por mí).

O muerto o loco: Primer tiempo. Conocí a Demián a sus 19 años. Fue internado por pegarles

a sus progenitores y tirar al suelo un aparato de televisión luego de una discusión con su

padre. Demián da su explicación del hecho: “le pregunté a mi papá a quién quería más, si a

Jesús o a mí, y respondió que a Jesús” (El padre de Demián es una persona muy religiosa,

miembro del movimiento evangelista). Para después agregar: “ne lastimó el corazón con lo

que ne dijo, ne hizo un agujero muy profundo” (sic). Su padre viene todas las semanas a la

institución a verlo, la madre, por problemas de salud (padece lupus y otros trastornos

derivados), no ha concurrido nunca a entrevistas. Escuchar a su madre al teléfono resulta una

experiencia un tanto ominosa: se escucha quién habla en Demián, encontrándonos con la

misma voz, entonación y palabras 11.

Demián, apropiado ilegalmente, es el cuarto de una serie de niños… muertos. Es el padre el

que, pasado cierto tiempo, da cuenta de esa serie. Después del último deceso (un accidente,

el niño muere ahogado en una pileta en la casa de unos amigos, a los dos años de edad) su

mujer no pudo tener más hijos y él “le consiguió” un bebé 12, al que registra como propio

dándole su apellido. No explica cómo “lo consiguió” y es reticente a hablar del tema. Demián,

11
Alienación mortífera que se verifica a lo largo de todo el tratamiento.
12
Una hipótesis del caso es que en este acto se sientan las bases de la psicosis, en tanto este niño es
“entregado” para ocupar su lugar de objeto en el fantasma materno, única forma de sobrevivir.

11
quien sabe que no es hijo biológico de sus padres, explica: “mi madre biológica no me quiso,

me tiró a la calle”, versión otorgada por su madre, que él hace propia.

Demián muestra dificultades en su desarrollo desde bebé, adquiriendo todos los logros

madurativos con retraso. Al respecto, su padre nos da su versión sobre un síndrome genético

diagnosticado en su infancia, discurso científico que impide el surgimiento de cualquier

pregunta que lo implique en aquello que le sucede a su hijo.

Demián fue escolarizado en una institución especial, pero presentaba serios problemas de

conducta (les pegaba a sus compañeros) y de aprendizaje. La madre decide retirarlo a los 8

años, argumentando que “le pegaban” y que “el niño se negaba a ir”. Al respecto, su padre

dice: “Yo trabajaba todo el día, ella decidió de ese tema”. Demián, sobre estos hechos, da su

propia versión: “las maestras violaban a los chicos”, “me daban la comida podrida”, “me

pegaban, me maltrataban, las maestras eran unas brujas”. Esta situación era acompañada por

unos celos excesivos de Demián que llegaban al punto de impedir, por sus reacciones

violentas (hasta el día de hoy) que su padre se acerque a otros niños en su presencia, y

también, gradualmente, determinarán el alejamiento de toda la familia extensa 13.

Con la adolescencia 14, la violencia se instala en el hogar familiar. Demián comienza a

desafiarlos, “no se le puede marcar un límite”, le pega a su mamá. La encerraba dentro de la

13
“Si la relación agresiva interviene en esa formación que se llama el yo, es porque le es constituyente,
porque el yo es desde el inicio por si mismo otro, porque se instaura en una dualidad interna al sujeto… si en
toda relación con el otro … hay un eco de esa relación de exclusión, él o yo, es porque en el plano imaginario
el sujeto humano está constituido de tal modo que el otro está siempre a punto de retomar su lugar de dominio
en relación a él, que en él hay un yo que siempre en parte le es ajeno.” “el orden que impide la colisión y el
estallido de la situación en su conjunto está fundado en la existencia del nombre del padre”.
J. Lacan, SEMINARIO 3: LAS PSICOSIS, cap. VII:“la disolución imaginaria”, págs. 134-135, ed. Paidós
(1998).
14
Algo se “descontrola”, lo pulsional sin ley resurge con intensidad. ¿Qué pasa con lo incestuoso en la
adolescencia cuando no opera el Nombre-del-Padre? Es interesante destacar que Demián actúa el encierro en
que lo mantiene su propia madre, ahora él la encierra a ella.

12
casa junto a él. Los enfrentamientos con su padre se hacen cada vez más violentos hasta

desembocar en el hecho que dio motivo a su internación.

En las primeras entrevistas que tengo con Demián, éste describe cómo el otro lo maltrata:

niños en la escuela, vecinos, tías, primos, etc. También sus compañeros de pabellón integran

esta serie, “queriendo violarlo”. Por otro lado, trae sus sueños y pesadillas en las cuales

también está a merced de Otro, nombrado como “diablo”, que lo persigue, lo violenta, “me

hace cosas, me pega”. La transferencia oscila entre lo persecutorio 15 –presentificado en la

mirada: “¡Cómo me mira! ¿Está enojada? Tiene una mirada mala” - y lo erotomaníaco -“Ud.

es muy linda, tiene muy lindos pechos, ¿no quiere ser mi abuelita, mi mamá?” 16. Ante lo cual

remarco la imposibilidad de ser su madre, ya que él tiene una, e intento introducir una

legalidad para limitar sus avances erotómanos 17.

Pasado algún tiempo, a Demián se le permiten salidas transitorias a su casa, donde

nuevamente, le pega a su madre cuando ésta le niega algún pedido imposible de satisfacer.

En una entrevista posterior, al intervenir con respecto a estos hechos, se levanta de su asiento

y me pega una cachetada suave. Vuelve a sentarse rápidamente pero de perfil y mientras se

tapa las orejas, en actitud de franca angustia, dice que está escuchando voces. En ese

momento decidí suspender la entrevista. Pero en la siguiente el hecho se repite y le explico

que es imposible continuar atendiéndolo si me pega nuevamente 18. Ante esta imposición

Demián deja el consultorio y se niega a tener entrevistas durante los siguientes seis meses.

15
Comprobamos rápidamente las dos modalidades de transferencia que se establecen en la psicosis, o la
erotomanía o la persecutoria.
16
Testimonio de la no inscripción de la Ley de incesto.
17
Intento estéril, como veremos más adelante, de inscribir una legalidad que “no cesa de no inscribirse” para
Demián.
18
Límite que me impone lo trabajado en una supervisión con respecto a la posibilidad de este tratamiento.

13
Me esquiva, me ignora y yo no insisto. En las entrevistas que mantengo durante ese período

con el padre, éste se queja de los escasos avances del tratamiento, ubicando la impotencia del

lado del equipo terapéutico. Sólo una vez se angustia, cuando habla de su propia madre y de

la relación especial que tenía con Demián 19.

Un día me encontré a Demián fuera del pabellón con una venda en la cabeza. Ante mis

preguntas me contesta, quejándose de un compañero que le pegó, “yo no le hice nada”.

Continúa con el relato de los maltratos que recibe y ha recibido durante toda su vida:

- Me echan maldiciones.

- ¿Cómo se responde a las maldiciones?

- Con bendiciones. ¿Ud. me puede salvar?

-Yo no sé nada de maldiciones, me dan miedo 20.

Segundo tiempo. Luego de esta intervención se reinician los encuentros y, esta vez, Demián

pide ser escuchado. De hecho, quiere ser el único en ser escuchado. El manejo de la

transferencia me resulta complicado, ya que constantemente “soy puesta a prueba”: en

relación al saber “Ud. sabe cómo curarme”, cuando plantea una dificultad, “Ud. es psicóloga,

Ud. estudió, Ud. sabe”. Intervengo, ante estos embates, siempre desde un lugar vaciado de

saber, desde la más absoluta ignorancia sobre lo que a él le pasa, sobre todo cuando se trata

de “miradas malas” y como defenderse de ellas. Le pregunto a él qué se hace con eso,

ubicando de su lado algún saber. Entusiasmado, explica: “mirar de reojo. Esa persona te tira

19
Demián también recuerda con gran cariño a su abuela, quien le enseñó murga y con quien bailaba y tocaba
la guitarra. Esta abuela había fallecido antes de su internación.
20
Significante que le agradezco ayudarme a rescatar a la psicoanalista Gloria Aksman.

14
un gualicho, una maldición, que no te quiere, que te maldice. Defensa: rezar fuerte al niño

dios que está en su cunita”. “Revolear los ojos: maldición cusiata, prohibida de usar”, “no

tiene salvación”, “hay que llamar al niño dios muy rápido”. Acompaña estas producciones

con relatos que lo tienen como protagonista, siempre historias terribles, con sangre y torturas,

que deslizan en argumentos de películas o de telenovelas, sin solución de continuidad. En

ocasiones me doy por aludida de que son argumentos de películas conocidas y marco alguna

diferencia entre la fantasía, y la realidad. Él se ríe y dice que es cierto.

Todo el tiempo me empuja hacia lo “ilegal” 21: “firme una salida Ud., falsifique la firma”,

“atiéndame a mí solo, más tiempo”. Mis respuestas, acentuadas por mi actitud precavida y

temerosa 22, son siempre las mismas: “soy una simple empleada que tiene que cumplir normas

y que si no seré sancionada por mi jefa y por el director de la institución, que este es mi

trabajo y que tengo que cumplir las reglas, sino se pone en peligro mi sustento y mi permiso

para ejercer la profesión” 23. Esta línea de intervención pone un límite, si bien momentáneo,

a su incesante demanda.

También me dice que “soy linda, no como las otras mujeres que trabajan en el pabellón” y

pregunta si no quiero ser su novia. Nuevamente me remito a la norma institucional: si

continua diciéndome esas cosas no podré seguir atendiéndolo ya que me compromete y me

puede hacer perder el trabajo. Cuando comienza a preguntarme sobre temas vinculados a la

vida privada de la persona del analista, le señalo que si no quiere hablar más de él, podemos

21
Término que yo introduzco ante algunas de sus demandas.
22
Semblante de…
23
Intento un poco más eficaz de instaurar algo de una legalidad, esta vez, dejándome atravesar por ella.

15
suspender la entrevista. Rápidamente dice que no, y continúa hablando de sus cosas, sin

volver a preguntar.

Después de algunas salidas me cuenta (“no se lo diga al doctor”) algunas escenas

“peligrosas” 24 (por ejemplo, prender fuego un montón de hojas cerca de cables y de la casa,

porque estaban sus tías a las cuales odia). Haciendo uso de una apariencia de miedo y de

preocupación por él y su familia, señalo la peligrosidad que implicó su acto, que podría haber

quemado su casa y lastimado a sus padres y a él mismo. Responde que “fue una travesura,

que no se dio cuenta y que no lo hará más”.

La relación con su padre continúa siendo muy conflictiva (por ambas partes): busca

contradecirlo todo el tiempo. Por ejemplo, están viendo un partido cualquiera y Demián

siempre hincha para el adversario del equipo paterno. O se pone una camiseta de river y dice

“soy de boca”. Además, cada vez que su padre se dirige al equipo a cargo de su tratamiento,

él va a agregando comentarios que burlan, denigran, o anulan dicho discurso 25. Esta actitud

genera una gran violencia en su padre, lo cual retroalimenta el circuito en el cual están

inmersos. Suele tener interpretaciones sobre los dichos del padre que llevan a actos de

violencia entre ambos. Por ej.: están en la veterinaria, el padre dice “es una mierda”

(refiriéndose a la perra) dicho ante el cual Demián se enoja y le pega. “Yo pensé que hablaba

de mí, que era una mierda”. “Yo con mi padre nunca me llevé bien, de chiquito él era muy

severo y no me gustan las personas severas”. Durante las entrevistas conjuntas, asistimos a

escenas donde el padre comienza a ponerse nervioso por cosas que hace o dice su hijo y le

palmea el hombro con una firmeza excesiva en un intento de operar directo sobre el cuerpo,

24
termino que yo introduzco ante sus relatos, que él cuenta con sonrisas y muy entusiasmado.
25
Me pregunto si no actúa en estos dichos algo del poco respeto materno por la palabra paterna.

16
y al mismo tiempo, pudiéndose verificar justamente la no operación 26. Durante una visita a

su casa, comenzaron a pelear con gran violencia, situación que finaliza por un llamado de

Demián a la policía. El padre admite, “nos descontrolamos”. Marco la importancia de que

Demián haya recurrido a la ley para poder terminar esa discusión. El padre se angustia (por

segunda vez), le recomiendo tratamiento pero se niega: “no lo necesito”.

En cierto período de su internación 27 Demián afirmó, a quien quisiera escucharlo, que estaba

enamorado de un enfermero. El padre respondía a esto diciendo que si es homosexual “se

queda en la calle, que no cuente más conmigo, eso yo no lo acepto”. Sin embargo era su

madre la que le escribía las cartas de amor para sus enamorados (“son secretos con mama”) 28.

Se intenta intervenir en la línea de crear cierta intimidad con respecto a algunos temas: “todo

no se cuenta”, sin embargo, es este vínculo el que Demián no está dispuesto a romper o está

imposibilitado de hacerlo, y que marca los límites de cualquier intervención en este caso. No

se puede ir más allá de donde está dispuesto un sujeto a dejarse llevar.

¿Cómo armar en un sujeto donde no hay discontinuidad entre los cuerpos, donde el otro

omnisciente habla en él, un límite que no sea la pelea o el descontrol? ¿Qué pasa cuando la

única posibilidad de separación es la agresión? ¿Hay una posibilidad, más allá de la

internación (límite real) para Demián?

26
“Supongamos que esa situación entrañe precisamente para el sujeto la imposibilidad de asumir la
realización del significante padre a nivel simbólico. ¿Qué le queda? Le queda la imagen a la que se reduce la
función paterna… Si la imagen cautivante es desmesurada, si el personaje en cuestión se manifiesta
simplemente en el orden de la potencia y no en el del pacto, aparece una relación de agresividad, de rivalidad,
etc.”. J. Lacan, EL SEMINARIO 3: LAS PSICOSIS, cap. XV, págs. 291-292, Ed. Paidós (1998).
28
“Pero sobre lo que queremos insistir es sobre el hecho de que no es solo de la manera en que la madre se
aviene a la persona del padre de lo que convendría ocuparse, sino del caso que hace a su palabra, digamos el
término, de su autoridad, dicho de otra manera del lugar que ella reserva al Nombre-del-Padre en la
promoción de la ley.” J. Lacan, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”,
Escritos, pág. 560.

17
La Debilidad mental

Intervenir en la debilidad mental es como escribir en la orilla del mar, que luego crece y

borra. Y vuelve a borrar. Quizás a esto se refiera el “flota entre discursos”. ¿Algo se inscribe

en esto que no cesa de no inscribirse? Hay las zapatillas por el agujero y la risa. Hay amuletos

contra los monstruos.

Una vez que la transferencia se instala, el resto es dejarse llevar a esos mundos tan sin sentido,

tal alejados de cualquier sentido compartido en ocasiones. Esta lo real. Pero los semblantes

no funcionan, o son precarios, o deben ser inventados cada vez, para cada uno.

¿Podría ser que la debilidad mental funcione como cuarto que anuda a los tres: imaginario,

simbólico y real? Sinthome que compensa una estructura psicótica, tornándola casi

“inreventable”?

¿La debilidad mental es una categoría diagnostica? ¿Si es así, que significa? ¿Qué

consecuencias tiene? La misma puede aparecer en cualquier estructura, sí, pero toca

particularmente a aquellos en quienes la neurosis no es verificable. Por lo menos así es en la

mayoría de los casos que requieren una internación psiquiátrica.

La combinación de lo real del organismo con el lenguaje. ¿Cómo se inscribe el lenguaje en

un cerebro dañado?

En un centro educativo terapéutico conocí a Marisol. Sufría de parálisis cerebral, y casi no

tenía dominio de su cuerpo, paralizado casi totalmente. Movía una mano con escasa

capacidad de control y hablaba con algunas dificultades. Teníamos un juego: ella me miraba

y me decía “Andáte”, riéndose. Yo, entre muchos lamentos, me iba despacio de la sala. Ella

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se reía a carcajadas. Cuando volvía, empezábamos de nuevo. Juego que le devolvía, por unos

instantes, el control sobre el cuerpo del otro, invirtiendo por breves instantes su forma de

vida. Por esos tiempos, cumplió 15 años. Su madre le organizó una fiesta, con vestido y todo.

El centro se llenó de charlas al respecto y varios pacientes bailaron su primer vals en ese

festejo. Marisol resplandecía.

El destino subjetivo de muchos parletres tocados por algún tipo de discapacidad, sobre todo

madurativa, está en estrecha relación con la posibilidad de sus Otros fundamentales de saber

hacer con la castración. Cuando la ilusión del “Hijo Perfecto”, “Su Majestad el Bebé”, no se

produce ante el encuentro con lo insoportable para los padres, es quizás cuando la psicosis

se introduce en la educación del débil. (LACAN, 1964).

Lejos de los diagnósticos psiquiátricos, rechazo la “especialización” dentro del psicoanálisis.

Las modalidades de intervención deben someterse a las posiciones y posibilidades subjetivas

de los enfermos, requiriendo en ocasiones modificaciones del encuadre y la utilización de

materiales varios. Cierto es que la escasa capacidad simbólica de algunos cuadros implica

que el síntoma se expresa en otros registros, lejos del cifrado de las formaciones del

inconsciente. Pero la dirección de la cura, y la política del analista son siempre las mismas.

Semblante de objeto a para la producción de un sujeto.

Cuanto más necesario en aquellos casos donde el diagnóstico más exacto es problemas en la

constitución subjetiva. Multi discapacidades, enfermedades neurológicas graves, psicosis

infantiles, débiles mentales. Cada uno con un síntoma, su nombre, la mejor orientación

diagnóstica.

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Y de vuelta…

Al finalizar su libro, Mannoni se pregunta: “¿Qué es pues, la debilidad mental?”: “¿A qué

he arribado, partiendo de tesis organicistas y de clasificaciones psicológicas…? A no querer

saber nada, en principio, del CI o de la alteración orgánica, a fin de escuchar hablar al

sujeto, para captar, a través de su discurso y del de sus padres, el sentido que había llegado

a tener la debilidad mental para uno y para otros.” 29

“La debilidad mental, si bien nos golpea a cada uno, marca de manera especial a algunos,

que se distinguen por una resistencia sostenida contra todo lo que podría negar la veracidad

del Otro del significante, para mejor protegerse de las dudas que les asaltan, concernientes

al Otro de la ley.” 30

¿Debe incluirse a la debilidad mental dentro de la Psicopatología? Aún me lo pregunto.

Mónica Soba

29
Idem, pag. 114
30
BRUNO, PIERRE, ob. cit, pag. 42

20
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publicado en Ornicar? Revista del Campo Freudiano n°37, abril-junio 1986, págs. 38-65.

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21
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