SUGADORA DE NIROS ~ AVATARES DE.LA CLINICA 141
Pubertad, al fin... *
«siempre y cuando los chanchitos no se lo coman...»
La pubertad me aparece siempre, desde la Pperspectiva del
psicoandlisis con nifios, como una interrogacién en relacién a
un tiempo futuro del que uno espera estar descontado en tanto
analista de nifios, es decir, no estar més como analista; tal vez
para no ser homologado a esos divanes extensibles de mi in-
fancia, los Gavuzzito, promocionados como «el divancito que
lo acompafia desde que nace hasta que se casa», La pregunta
es més bien en relacion al adolescente que sera, al que va a ser,
més que al adolescente que fue, desde la perspectiva de la
sexualidad del adulto, en la medida en que los anilisis con ni-
fios se interrumpen -serfa al menos lo esperable- en un punto
de estructuracién del sujeto, en un punto de respuesta posible
ante las exigencias del Otro que, a posteriori, se confirmaré o
no en la adolescencia. Como se sabe, es en este momento don-
de se ubica la puesta en acto del fantasma, la confirmacion de
los titulos en el bolsillo a los que se refiere Lacan en el Semina-
tio V dedicado a Las formaciones del inconsciente que, como él
mismo preanuncia, se pondran en juego siempre y cuando
«os chanchitos no se lo coman».! Los chanchitos aluden a lo
azaroso, a lo fortuito del «mal encuentro» con el otro sexo,
como lo muestra, en la tradicién del psicoanilisis, el caso de la
joven homosexual en cuya historia infantil, seftala Freud, nada
hacfa suponer tal desenlace.
ee eg
“Buenos Aires, agosto 1996. ;
‘Jacques Lacan. Seminario V. Las formaciones del Inconsciente, Clases
VIly VIM: «La metafora paterna», Inédito.
bh
Escaneado con CamScanner= sue oun
nl Seminario TV, Lacan hace una referencia particular
ete ease que considera paradigmitico de las marchas y con
Ea cha que puesien palar el destino de una mujer en gy
aamienta sition, como compromiso entre To que ess
for akanear y lo que ne puede ser aksanzado. Lo «tickico,
Saul que marca su desitusi¢n respecto del padre, corresponde
SPnomento de su adolescencia, en el que el nifio anhelado
aparece en lo real un nuevo hermanito que st padre le hace q
Tamadre la precipita en los brazos de la dama.
De estos andlisis de nifics he tenido algiin retorno cuando
algunos de ellos han vuelto a la antigua analista (antigua por
la prehistoria en la que quedan sumergidos estos andlisis de la
infancia), con un esbozo de pregunta o de queja en su propio
nombre. Algo de esto ocurri6 con una adolescente a la que
habia atendido entre los 8 y los 10 afios que vuelve a los 15 a la
consulta, por dificultades que se le presentaban con sus pares,
Me ve en la sala de espera y me dice: «no me acordaba de tu
cara, sabia que habia una Silvina con la que iba a jugar, pero
‘no te hubiera reconocido». No es habitual constatar este efecto;
tuve alli una oportunidad privilegiada, porque una de las
formulaciones que reivindicamos como inherentes a la clinica
con nifios es la de contribuir al olvido, a la memoria latente,
sucumbiendo el andlisis y el analista, como lo infantil, a la re-
presién.
Esta perspectiva sobre la pubertad puede tomar la forma de
una pregunta, de una franca curiosidad sobre el porvenir de
esos nifios, quiz4s no muy distante de la curiosidad inquieta
de los padres respecto de la adolescencia de sus hijos.
Hago esta observacin, porque con los ptiberes habr4 que
‘mantener a raya esta curiosidad, a riesgo de que se nos atribu-
ya de manera expectante 0 atemorizada el papel de una suerte
de iniciadores en cuestiones atinentes a la sexualidad. Es una
——______
2Jacqus Lacan. Seminati TV. La elacén de objeto. Clase VI: «La pre
acta del flo yl joven homosexual, Paidés,
JonADORA De MON = AVATARS DELA cLimcA 143
posiciéin que habrs que evitar, la de «preguntonese que antes
que favorecer la interrogaciGn det sujeto tienden a obturarla, y
evitar también apresurarse a responder al «qué hacer= tan fre-
ccuente en estos tratamientos
Entonces, podriamos situar dos aspectos en referencia a la
pubertad desde la perspectiva que asumimos. Uno, el de la
imposibilidad de determinar acabadamente el porvenir de los
nifios que tuvimos en analisis en relaciém a una resignificacién
por venir que podemos intentar predecir, a sabiendas de que
hay una zona de imprevisibilidad, la del encuentro fortuito
con el goce Otro que pone a prueba la estructura. El segundo
aspecto que me interesa destacar es el cambio del estatuto del
juego en la pubertad, que reclama una diferencia en la posi-
ci6n del analista. Si con los nifios se trata de sostener la escena
idica, leyendo entre lineas lo propio de ese juego que, pensa-
do en la linea del fantasma, no pone en escena otra cosa que al
sujeto mismo que ahi se instituye -no hay juego del juego,
hay interpretaci6n més alla del juego mismo-, en los trata-
mientos con piiberes, en cambio, el jugar es pretexto para que
otro texto se ponga a circular: las interrogaciones del sujeto
sobre su posicin en el grupo de pares o acerca del partenaire.
Lo que antes era fantasia inocente por no producir efectos en
lo real, deja de serlo en el encuentro con un partenaire sexua-
do, cuando lo que comienza como un juego de manos puede
coneluir en un inesperado embarazo.
En los servicios de salud mental, las areas programaticas
dedicadas a la «prevencién» toman en cuenta esta caracteristi-
ca de la adolescencia, intentando resolverla con lo que deno-
minan «grupos de procreacién responsable». Lo que marca
justamente la diferencia con la infancia, es la posicién del suje-
to respecto de su responsabilidad. El nifo es «inimputabler
«eno sabfa lo que hacia»; lo que se juega en el juego ocurre a sus
‘expensas, no hay nada que se le opacifique en el sintoma que
denotan los padres ni que le vuelva bajo la forma de una pre-
gunta. La diferencia entre lo infantil y lo puberal, es aquello
Escaneado con CamScannersvina GaNsiE
1
jetivar respecto de la diferencia de los sexog
gee Paacion pulsonal. se refer’ a cOMI0 se posiione,
Sree respecto de estas dos pregunlas, movimiento que yy
Sede teorias sexuales infantile y Ia saisfacei6n para el Cig
gn tanto responsabilidad del Otro parental, a la imposibilidad
Se arelacién sexual y el responsabilizarse por el propio goce,
Movimiento que se despliega en un tiempo de limites ing.
ig0s, el que dure la adolescencia de ese sujeto. De eso
trata: ante la emergencia de un cierto real que no puede reab|
sorberse, ante la irrupcién de un sin sentido que el sujeto debe
subjetivar, lo que se produce es un retorno de lo que queds
suspendido en Ja infancia. El sujeto silenciado de Ia infancia
retorna entonces ruidosamente en su biisqueda de una palabra
en nombre propio. No es inhabitual encontrar, por ejemplo,
que nifios demasiado déciles y complacientes en relacién a los
requerimientos parentales, se rebelen a la autoridad a la que
antes se sometian en un intento de asumir un deseo propio,
ahi donde se habia deseado en su lugar.
Este goce que reaparece en la pubertad es el que desde la
perspectiva de los adultos hay que reencauzar o refrenar. De
hecho, los esfuerzos de la educacién y el temor de los padres
se orientan en ese sentido. Lo que reaparece y motiva las con-
sultas es un no saber qué hacer con esa nueva modalidad de
satisfaccién que, en la evocacién de su propia adolescencia,
aparece ante los adultos como irrefrenable. Este quiebre se
produce también del lado del sujeto, ya que el mito que se sos-
tenfa en la latencia se confronta con la inadecuacién de la
Puesta en acto del fantasma en la pubertad.
eae al destino del juego, se podria pensar que la
aa aoe aparece como condicién necesaria y
— went le esta €poca. Lo que en la infancia aparece cO-
me ie ee ie escondidas o de pequefias mentiras en la ten-
cencia I fone eye Mita del Otro, adquiere en la adoles-
de los decines de oso miento, la transgresién o el desafio
los padres, como estrategia para arreglérselas
J00ADOWA DE RIRON- AVATAREA DE LA cuinca me
sin ellos, entre pares, y no quedar sujetado al permiso del
Otro. It mas alla de las fronteras impuestas suele devenir
atractivo de por si. Muchos adolescentes, por ejemplo, ubican
ten esa linea las precauciones respecto del Sida y actuan en
consecuencia, Queriendo rechazar la enunciacion, la supost.
cién de sometimiento que ella implica, rechazan globalmente
Jos enunciados. Lo que describe el sin salida de toda postura
educativa y marca un borde a las intervenciones en el trata-
miento con paberes: el riesgo de que lo que se dice quede
homologado a los dichos parentales. Aunque, paraddjicamen-
te, los mismos adolescentes se quejan a menudo de la carencia
de limites, ya que esa permisividad les retorna como una for-
ma de desinterés.
La perspectiva desde lo infantil interesa a la matriz de la es-
tructuraci6n del sujeto. Lo que nos lleva necesariamente a rea-
lizar algunas consideraciones acerca de la neurosis infantil en
su funci6n estructurante. Como se sabe, en la infancia wes da-
do situar sintomas y, en particular, la emergencia de angustia,
que dan cuenta en el sujeto infantil de un proceso neurético»?
‘Lo que marca una predisposicién a la neurosis en el adulto,
que no es lo mismo que afirmar una continuidad lineal entre
una y otra. La discontinuidad es inherente a los dos tiempos
de a sexualidad, sexualidad infantil, latencia -periodo en que
se construye la neurosis infantil propiamente dicha-, y resigni-
ficacién postpuberal. La neurosis infantil constituye el nédulo
de la estructura, presente también en la concepcién que ubica
al juego en la linea del fantasma como campo instituyente del
sujeto en la infancia, En esta perspectiva, el juego y la neurosis
infantil serdn la respuesta que se va dando un sujeto frente ala
castracién en el Otro, encarnado en los primeros afos funda-
mentalmente en la madre, La pregunta por el deseo del Otro
adquiere regularmente en la infancia una formulacién: «¢qué
3 Jacques Lacan. Seminario XII, Problemas cruciales para el psicoandlss.
‘Clase del 19/5/1965. Inédito.
Escaneado con CamScannersons uent
Me
esa pregunta que supone Ia
ela via de la metéfora paterna que
(alien opera ror significante al deseo mater
propene en ct falo wn A Tyue me quieren? por el sespo dle
9, EL nie Fes cos elementos que constituiran ct [deal
tas iden ican aquellos rasgos que desde la madre
ye
scan al padre ooo poradr 1 \cién del nifio por
Ta aumento noes ajeno 21a preocupacié por
it amar de sus progenitores. A través de las iden-
ta pendida de! Wpeerailusoriamente a lo que, por el momen-
lfcaciones tr yode aprehender respecto de la falta de rela-
1 eave la que no hay respuesta. La neurosis infantil
Se aie ‘a aujeto posicionarse por la via del saber, a través,
wer teaias somal infantis y las investigaciones consi-
cntes, frente a la pregunta por el otro sexo, que puede sub-
fesvarse stlo como fata en el Otro materno, como pregunta
Morel deseo de la madre. Pero todavia en el registro de a im-
potenda: lo que ahora no puede, le ha sido prometido a futu-
ro, cuando crezca, quizés..
‘Habra que esperar la resignificacién, el aprés coup postpu-
beral, ¢lenfrentamiento con lo imposible de la relacin sexual,
para pensar en la conclusion de la neurosis infantil, en un
‘momento en que Jo real -desarrollo de las nifias, menstrua-
i6n, posibilidad de procrear, produccién de esperma, trans-
formacién corporal-, interroga muevamente la identidad
sexual. Momento de confrontacién con el Otro sexo, con un
goce distinto, un Otro goce, pero esta vez en el encuentro 0
«malencontre» (como dice Lacan) de un partenaire sexual, Esta
confrontacién es siempre traumdtica en un inicio, no todo sera
como «se sofaba» en la latencia, en las historias de «super-
heroes», de princesas y principes azules; hay inadecuacién, no
todo entonces sera como estaba prometido.
Lo propio de la expresién que adopta el fantasma en la in-
fancia, ya sea en los fantasmas que se despliegan en el juego,
en las teorfas sexuales, en las relaciones de rivalidad con los
jere mi mama?s. La solucion
qu
significacion
SvaADOA OF mio - AraTARDS DLA ctimeg ,
“7
pares, ex que el sujeto en s si
pr 5 PoriciOn res;
to de la castraci¢n en el Otro, por ne: disponer
por no haber producido este segund
neurosis infantil ne pued,
1 dicho fantasma, es deci, interpretar
acto sexual,
In encuentro com lo semual
La subjetivacion quedard.en suspenco.en Lasncia Hari falta
Este doble movimiento que se produce em la pubertad,
que ef sujeto pueda interpretar esa ficcion necesara que wa
fantasma le asegura ante la no relacién sexual, ene] mistoo hn
gar en que el cuento de mamé y paps, que se casaron y bavi.
ron hijitos,solla sostener las preguntas por el origen de los nn
fos y la sexualidad.
Las dificultades de la instauracién de la metifora paterna
por la cual el nifo accede a la dimensién deseante de la madre,
serdn las dificultades que delineardn la neurosis infantil de eos
sujeto. El analista de nifios acompara este proceso, rabaja pa-
ra la reinstauracién de la neurosis infantil, no opera sobre ella.
En esa apuesta a futuro contribuye a crear las condiciones que
permitiran al sujeto enfrentar el encuentro incalculable con el
Otro sexo, si, como deciamos, «los chanchitos no se lo co-
men». La neurosis infantil serd puesta a prueba en la pubertad,
ara constituir o no la neurosis del adulto.
En ese momento se verificard si hay 0 no fantasma que
‘oponer al fantasma del partenaire, para no quedar tomado
como su objeto. En la psicosis, donde no opera el significante
Paterno y no se accede a la dimensin deseante de la madre, el
sujeto queda a disposicién de su goce: la psicosis desencade-
nada testimonia de la ausencia de separacién y de fantasma.
Ante la imposibilidad de participar del semblante social, del
cédigo de los pares, el adolescente psicético toma lo que le
viene del otro al pie de la letra. No hay matices de verdad; por
Enla relacién al tema de la neurosis infantil consultarel excelente
trabajo de Michel Silvestre: «La neurosis infantil segin Freud». Ma-
Tana el psicoandlisis, Manantial, Buenos Aires, mayo 1988,
Escaneado con CamScannermA OAMSTE
“ saw
Ia dificultad de fccionalizar, en relacién a 19 infancia, no hay,
a dificultad ¢
ini juego y fantasma
eae To que sucede con el sujeto en la
adolescencia es que, devepcionado por el padre imaginario,
shunca ala altura exigible-, cortocircuitea la eficacia del padre
Tinlic, lo que suele hacer estallar el fantasma, fortaleciendo
fl sintoma y desencadenando la neurosis.
‘La caida de los padres del lugar del saber, al no poder ase
wel acotamiento del goce, facilita una salida posible en la
Ident 3 ls ideas del grupo Ts estrellas de rock, el
itico o religioso. Al enamorarse, por ejemplo, de un
Err inlay fundite ene grupo de ans, las chicas se go-
rantizan formar parte de la colectividad de las mujeres, aco-
tando los riesgos de una eleccién al mantener el encuentro con
elidolo en una dimensién de imposibilidad. Esta es una de las
estrategias, excudarse en la adolescencia como clase de edad:
todos los adolescentes», «todas mis amigas hacemos o pen-
amos tal cosa» que tan frecuentemente los ptiberes esgrimen.
en as sesiones, evitando la responsabilidad de cada uno.
Lo azaroso tiene que ver también, indudablemente, con el
encuentro con el partenaire y con el grupo de pares, con quie-
nes se produce ese encuentéo, ya que lo que se produce en ta
pubertad es un trastabillar de las identificaciones que sostenian
al sujeto durante la infancia. Trastabilla el semblante que el su-
jeto suponfa ofrecer a las expectativas del Otro parental; tras-
tabillan las identificaciones a los ideales paternos que lo soste-
nian ante ellos y Jo situaban en relacion a los pares. La cues-
tién seré ahora, c6mo hacer jugar estos ideales en rélacion a la
incertidumbre generada por las expectativas del otro sexo.
[Antes de delinear la posicién del analista en e? tratamiento
con paberes, me gustaria detenerme en el concepto de inici
ci6n tal como lo trabaja Mare Howlett en un articulo de la re-
JoADORA OF MIRON - AVATIRES G8 LA cLinca
109
vista Ornicar?® Dice alli que la estructura del procesn que
sectas secretas, politicas 0 religicsas, come lainiciacion pa
taria-que marca el acceso a una clase de edad y es peng
ica de todo rito inicistico-, comprende una Serie de acon
palabras que operan en ella x
La iniciacion atafe tanto a lo que la sociedad espera de la
pubertad, como a lo que los propios piberes espersn de elke
Desde la perspectiva de la infancia,alude a aquello que estab
prometido en la formulacidn de «cuando seas grande vas a
poder, vas a saber, vas a saber entender», que obligaba a una
postergacidn. La iniciacién esta sostenida entonces en relacion
aun enigma virtual, el enigma de la sexualidad que, lejos de
poder resolverse, avanza en forma enmascarada, oscureciendo
la idea de una comprensién posible y demarcando el pasaje de
tuna posicién de impotencia a una de imposibilidad
La iniciacién pubertaria es concebida como un lugar de ni-
velamiento de los individuos en relacion a la ley. Es decir, una
renovaci6n del pacto entre individuos igualmente afectados
por la castracién que se expresa, por ejemplo, en la tradicién
judeo-cristiana, en las ceremonias del bar mitzva o la confir-
macién. Si del lado del nifto se podia esperar algo del orden de
un aprendizaje o de una educacién, nada de eso ocurre. No
hay nada que enseftar, y esto explica la decepcion que regu-
larmente sucede al ritual. Lo que se afirma en la iniciacién no
releva de un saber sino de la puesta en juego de una nueva
mascarada. Si en la iniciaci6n no se aprende ni se ensefia, no se
pone en relaci6n a maestros y discipulos, sino a sujetos y agen-
tes de la ley. Howlett senala entonces que, en realidad, aparece
la decepcién ante la revelacién de una palabra que no afirma
‘mds que el secreto de que no hay secreto, misterio que hay que
‘mantener a riesgo de fa exclusion del grupo de pares.
5 Marc Howlett, «Le concept de litiation». Ornicar? NP 12/13, Di-
ciembre 1977. Navarin, Paris,
Escaneado con CamScanner180 sues Gamete
La posicion del sujeto frente a la iniciacién es esta interno.
gacién sabre la imposici6n de una ley, la del significante, vale
Gecir, el derecho a recibir una palabra que hace lazo, Interro.
gacién que no se agota en un acto puntual, sino que se desa.
rrolla en una serie que puede durar afios. Tiempo que escande
las diferentes formas de apropiacién de la palabra. El sujeto
Gebe tomar a su cuenta este imposible, de aht la necesidad de
la prosecucién de una interrogacién que permite diferir un
fracaso inevitable; de ahi también la busqueda interminable
del partenaire en la adolescencia, que reaparece més allé de los
inevitables tropiezos que nombran los encuentros con el Otro
goce. Punto que interrumpe el andlisis de un nifio y que sera
retomado en la pubertad, como posibilidad o no del sujeto de
ubicarse a una buena distancia en relacién a los requerimien-
tos del otro.
Las sociedades primitivas en que las practicas inicidticas se
encuentran claramente ritualizadas no evitan la decepcién, la
sostienen, aunque no obstante la soportan en los mitos que le
proporcionan un sentido posible. En nuestras sociedades,
donde esos ritos no estan ya claramente establecidos, lo que
queda del lado del sujeto es, patéticamente, la desilusién. De
alli el extrafiamiento del paber respecto a lo familiar de la fa-
milia, su descreimiento que puede tomar la forma de un es-
cepticismo ante la palabra paterna y los adultos sustitutos, di-
ficultandose la operacién que el sujeto debe efectuar en su
consentimiento a la ley.
Lejos de homologarse a un iniciador sexual, rispido borde
en el que podria quedar ubicado el analista que trabaja con
piiberes, a pesar de las insistentes preguntas respecto del «c6-
mo se hace» de los jévenes en tratamiento, debe apuntar a la
Posibilidad de su historizacién. El analista acompaiia en el
armado de la novela Tamiliar y su apropiacién individual, para
xo quedar ambos atrapados en la decepcién de lo imposible.
Perspectiva del piber respecto de su propia infancia, por la
Posibilidad que se abre en la pubertad de encadenar ordena-
J
JUOADORA DI HIRO ~ AVATARES DB-LA culmea fet
damente los recuerdos. Como lo afirma Freud en una nota al
historial del Hombre de las Ratas, “los recuerdos de infancin,
se establecen como tales en una época postericr, en la puter,
tad, donde son sometidos a un trabajo de refundicin anslog
a la formacién de sagas de un pueblo sobre su historia pri-
mordial. El sujeto en crecimiento busca en estas formacicnes
de la fantasfa [las nuevas ficciones necesarias] sobre su prime.
1a infancia, borrar Ta memoria de su quehacer autoerético. En
tun intento de buscar en esos recuerdos el rastro del nexo afece
tivo efectivamente presente>.* Esto pone en juego de otra for.
‘ma fo mismo que las précticas rituales: la construccién de un
mito propio ahi donde no habria nada que decir. Al promover
Ia interrogacién, lo que se contribuye a construir en la histori-
zacion es una explicacién como mascarada posible.
En 1908, en «La novela familiar del neurético», Freud afir-
‘ma que «en el individuo que crece, su desasimiento de la auto
ridad parental es una de las operaciones mas necesarias pero
més dolorosas del desarrollo. El progreso de la sociedad des-
cansa en esa oposici6n entre ambas generaciones»7
Para el nifio pequeiio los padres son la tinica autoridad y la
fuente de toda creencia. Siendo el deseo mas reconocible en la
infancia el de ser grande como los grandes. Es la cafda de los
padres de ese lugar del ideal, por las mociones de la rivalidad
sexual, lo que constituye, para Freud, en el vardn, el deseo de
emanciparse de su autoridad. El estadio consiguiente a esta
etapa de enajenaci6n respecto de los padres, el extrafiamiento
de lo familiar de la familia, es designado como novela familiar
de los neuréticos, que se revela en la prepubertad y se apodera
del tema de las relaciones familiares en la perspectiva de favo-
ecer una salida extrafamiliar: los padres menospreciados son
sustituidos por otros que portan los rasgos de ideal para el su-
Sigmund Freud, «El hombre de las ratas». O. C. Amorrortu, Buenos
Aires, Tomo X, pp. 162-163.
* Sigmund Freud. «La novela familiar del neurético» (1908). 0. C.
Amorrortu, Tomo VI, Buenos Aires.
Escaneado con CamScanner182 ‘Sry GANSTE
jeto, los que los padres de Ta realidad estan lejos de poder sus.
tentar. La responde asta la aforanza por los padres
perdidos dela infancia. El analista debe contribuir a esta tarea
de reconstruceiin historica
“Para concluir, voy a referirme a un texto que delimita ma.
gistralmente ta estrategia del analista en ef tratamiento de la
Pubertad. Se trata del caso de «la miga de pans caso de un
joven de 12 afos por el que consultan a Freud en 1901, quien
ros revela su permanente preccupacién por hacer de un tra-
tamiento solicitado por terceros, uno a cuenta del sujeto, y por
cémo leer los signas de su consentimiento a él. En la clinica
con nifias estos se evidencian en el disponerse a jugar, en el
ponerse en juego, cl establecimiento de una transferencia al
juego. Asimismo, es posible leer en Freud la pregunta acerca
de cémo no quedar ubicados en el lugar de un supuesto ini:
ciador, teniendo en cuenta que en la pubertad toda suposicién
de saber esta ligada a la ilusién del develamiento de los meca-
nismos de la sexualidad, y de como granjearse no obstante la
confianza del puber y poder remitirlo asf al Otro como lugar
del codigo.
Se trata de un joven que ha padecido una afeccién histérica,
¥ a quien Freud supone haber tenido experiencias sextales
tempranas. Piensa también que hay preguntas atinentes a la
sexualidad que lo atormentan y que no se atreve a formular.
Freud se pregunta entonces desde qué lugar intervenir, evi-
tando el interrogatorio directo sobre estos temas, para no in
quietar al joven respecto de lo que podria aparecer como un
marcado interés en relacién a su sexualidad. La oportunidad
se la brinda el hecho de descubrir un acto que el muichacho no
podfa dejar de realizar; mientras hablaba, y durante varias se-
siones, amasaba una miga de pan, dando forma a unos hom-
brecitos a los que proveia de prominentes genitales. (Pense-
oe
® Sigmund Freud. Psicopatologia de a vida cotidiana, «Actos sintomati-
08 y casuales». 0. C. Amorrortu, T.VI, pp.194-195, Buenos Aires.
epee
oe
JvOADORA DE MIRON - AVATARES DE.LActImica i
aqut la referencia previa en relacién al juego como pretex-
mos taamienton con bees) Al et decabay a
wen trata de disimular, y arranca la porci¢m de miga que te.
presenta al pene, ubicindola indistintamente en otras partes
Eel cuerpo. Freud ve en ese acto la confirmacién del pudecs
nto del joven en relacién a los temas sexuales y, para no
abordar directamente el tema, decide estratégicamente narray.
fe una historia que, por su edad, debe conocer: la de Tarquine,
un rey de la Antiguedad que envia a su hijo a conquistar ung
ciudad vecina. El hijo cumple con la misién encomendada y
envia un mensajero para saber qué debe hacer. El padre lleva
calladamente al mensajero a un jardin contiguo y, sin decir pa-
Jabra, corta con su espada la corola de las flores més bellas El
mensajero, que desconoce el sentido de este acto, se lo describe
al principe, y éste, interpretandolo, corta la cabeza de los nota-
bles de la ciudad. Hasta ahi la historia. Lo interesante, es que
mientras Freud hablaba, al llegar a la parte donde el Tey «ca-
Hadamente...» y antes de proseguir el relato, el muchacho cor-
ta automaticamente la cabeza de sus hombrecitos de pan.
Freud reconoce entonces el momento propicio para esclarecer-
lo acerca de su padecimiento.
Freud se ubica asi como agente de la trasferencia al c6digo,
reveléndose como el «buen entendedor» al que sobran las pa-
labras, reenviando al sujeto a un saber universalizado, las his-
torias o experiencias que, por conocidas o plausibles de serlo,
son también accesibles a cualquiera. Lo que facilita el acceso al
grupo de pares, contribuyendo a relanzar la interrogaci6n del
Propio sujeto. La estrategia apunta también a demostrar que
Freud habia entendido de qué se trataba, pero evitando la con-
frontacién directa que pudiera producir una respuesta elusiva
que negara cualquier sentido a los actos aludidos.
Freud sefala que el ejemplo pone en juego que el joven, en
el acto de cortar la cabeza antes de que concluya el relato, da
Pruebas no sélo de haber entendido de qué se trataba la histo-
ria, sino también de haber sido entendido por su analista, lo
Escaneado con CamScannerprereset tiers
154 SILVINA GAMSIE
que funciona como prueba de su consentimiento y de la pues-
taen marcha del dispositive.
Algo dela posicion del analista es aqui puesto en escena, al
no confundirse el no contestar directamente, con una interpre-
tacién de la abstinencia homologable a un hacerse francamen-
te los desentendidos: ese incertus que el padre transmite con su
castraci6n, se refiere a que nO todo puede ser dicho respecto
del deseo de esa mujer que se denomina madre. A esto alude
el «padre, ahora gqué hago?» del ejemplo; allt donde el padre
transmite su incertidumbre en un decir a medias, abre paso a
la propia interrogacion del sujeto.
Escaneado con CamScanner