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Santiago, ocho de abril de dos mil trece.

Vistos:

En estos autos Rol N° 852-2010 caratulados “Silva

Rosas Yasna con Servicio de Salud” sobre indemnización de

perjuicios, la sentencia de primera instancia acogió la

demanda ordenando el pago de $70.000.000 por concepto de

daño moral, correspondiendo $35.000.000 a cada uno de los

demandantes.

Apelada dicha sentencia por ambas partes, una sala de

la Corte de Apelaciones de Rancagua la confirmó con

declaración de que se eleva el monto que se debe pagar como

indemnización de perjuicios a la suma de $100.000.000,

correspondiendo $50.000.000 a cada actor.

En contra de la sentencia del tribunal de alzada, el

Servicio de Salud del Libertador Bernardo O’Higgins

interpuso recurso de casación en el fondo.

Se trajeron los autos en relación.

Considerando:

Primero: Que en un primer capítulo del recurso se

denuncia la vulneración de los artículos 38 y 41 de Ley N°

19.966 y artículos 318, 319, 342, 343, 346 N°3, 385, 399 y

401 Código de Procedimiento Civil.

Al fundar su arbitrio se expresa que se infringe el

artículo 38 de Ley N° 19.966, puesto que conforme a esta

norma el actor debió haber acreditado que el servicio no ha

funcionado o ha funcionado mal o tardíamente. Sin embargo,


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en estos autos no se probó que el daño sufrido por los

demandantes sea a consecuencia del actuar de su

representada, por el contrario, la prueba rendida en el

juicio fue siempre relativa a la pérdida de un hijo, nunca

destinada a probar que ese daño era consecuencia del actuar

del Servicio de Salud.

Agrega que se vulnera el artículo 41 de la mencionada

ley, puesto que su representada no pudo prever ni evitar

los hechos consignados en la ficha clínica. Lo anterior

está demostrado con declaración de testigos presentados por

su parte, quienes señalan que la demandante tenía

antecedentes de aborto previo y que presentaba una rotura

prematura de membranas, por infección intrauterina.

Afirma que los antecedentes mórbidos de la actora no

se condicen con que haya estado preparada para un parto

normal, lo que se desconocía por tener sus controles

prenatales con un médico particular.

Finalmente expone que el informe de auditoría médica

determinó que el niño nació con una infección connatal y

que ésta es la causa de muerte, lo que permite descartar

falta de servicio.

Segundo: Que en el segundo capítulo de la nulidad

sustancial impetrada se denuncia la infracción de los

artículos 138, 139, 144, 145 del Código de Procedimiento

Civil. Se sostiene que los jueces del grado han incurrido

en el error de condenar a su parte en costas, lo que


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resultaba improcedente dado que la materia de que tratan

estos autos es compleja, lo que determina que haya tenido

motivo plausible para litigar, sin perjuicio que además su

representada no fue completamente vencida “dados los montos

involucrados” (sic).

Tercero: Que, según explica, las infracciones

denunciadas han influido sustancialmente en lo dispositivo

del fallo, porque de no haberse incurrido en ellas los

sentenciadores habrían concluido que la parte demandante no

probó la negligencia, motivo por el cual habrían rechazado

la demanda; y, además, habrían determinado que su

representada tenía motivo plausible para litigar, no

resultando completamente vencida, razón por la que no la

habrían condenado en costas.

Cuarto: Que para una adecuada comprensión del asunto

conviene precisar que los actores demandaron de

indemnización de perjuicios por daño moral al Servicio de

Salud Libertador Bernardo O’Higgins, en su calidad de

padres de Joaquín Henríquez Silva, quien falleció el día 12

de mayo de 2009 a consecuencia de la falta de servicio en

la que se incurrió por parte del equipo médico que atendió

a la demandante, doña Yasna Silva Rojas, en el proceso de

parto que enfrentó esta última el día 9 de abril del mismo

año, antecedente que determinó que su hijo naciera con

asfixia severa grave, la que en definitiva le provocó la

muerte.
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Quinto: Que son hechos de la causa, por así haberlos

establecido los jueces del grado:

a) En la madrugada del 9 de abril del año 2009 la

paciente Yasna Silva Rojas fue derivada de urgencia, con

pronóstico de mediana gravedad desde un centro de la Red

Asistencial a otro calificado de Alta Complejidad, como lo

es el Hospital Regional.

b) Una vez ingresada a esta última institución, no se

adoptaron medidas de control previo para establecer la

compatibilidad céfalo pélvica.

c) Antes del ingreso de la parturienta a la sala de

partos se indicó por la doctora a cargo que se le colocara

anestesia epidural, la que no fue suministrada.

d) En el interior de la sala de partos se le aplica a

la parturienta la maniobra de Kristeller, la que se

encuentra proscrita por el Ministerio de Salud por los

riesgos que trae aparejados.

e) A las 08:50 horas se constató el descenso de la

frecuencia cardíaca del feto.

f) La doctora a cargo llegó a la sala de partos a las

09:05 y a las 09:10 horas solicitó el fórceps a un

paramédico. Este instrumento no se encontraba en la mesa de

operaciones.

g) Durante 33 minutos la frecuencia cardíaca del feto

estuvo en un rango de 80 a 100 latidos por minuto,

condición que puede provocar asfixia intrauterina.


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h) Se logra la extracción definitiva de la criatura a

las 09:23 horas, quien nace con asfixia severa.

i) Joaquín Rodrigo de Jesús Henríquez Silva fallece el

12 de mayo de 2009, por Insuficiencia Respiratoria, Daño

Orgánico Cerebral y Asfixia Neonatal Severa.

j) Los actores ya habían sufrido la pérdida de un

hijo, con razón del aborto espontáneo.

k) El embarazo de Joaquín Henríquez Silva, hasta el

último control, no presentó mayores problemas.

l) El menor permaneció con vida 32 días, conectado a

una máquina de respiración mecánica y a una serie de

instrumentos necesarios para monitorear sus signos vitales.

En este lugar fue continuamente visitado por sus padres.

Sexto: Que sobre la base de tales antecedentes

fácticos los jueces del grado concluyen que existe

responsabilidad del demandado, porque la actora podía

esperar como estándar razonable del servicio:

1) Que su condición fuera evaluada médicamente con la

antelación necesaria, a fin de determinar sin margen de

dudas la proporción céfalo pélvica, cuestión que habría

hecho innecesario aplicar procedimientos de mayor

riesgo para corroborarlo, como lo es la maniobra de

Kristeller.

2) Que establecida la dilatación completa de la

parturienta y encontrándose ésta en condiciones de


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ingresar a la sala de partos, se le suministrara la

anestesia epidural prescrita por el médico tratante.

3) Que ya debidamente anestesiada e ingresada a la sala de

partos, constatado por el personal que el feto

presentaba una bradicardia en el expulsivo y que, no

obstante los pujos de la madre, se encontraba retenido

en el canal de parto, se diera oportuno aviso al médico

de turno a fin de adoptar las medidas necesarias para

evitar una asfixia intrauterina.

Expresan los sentenciadores que nada de lo antes

expuesto se cumplió, así la atención médica brindada no

respondió al estándar medio y razonable que una persona en

su condición debió recibir, puesto que desde la

verificación de un expulsivo retenido transcurren a lo

menos quince minutos antes de que la doctora de turno se

hiciera presente en la sala de partos y determinara que la

vía más rápida para la extracción de la criatura era a

través del uso del fórceps -instrumento que por lo demás ni

siquiera estaba presente en la mesa quirúrgica-, y desde

que ello ocurre hasta el momento mismo en que se produjo el

nacimiento, pasaron otros 13 minutos. De modo que durante

33 minutos el feto estuvo con bradicardia, condición que

según explica el propio médico tratante -quien declara

como testigo- “puede provocar asfixia intrauterina, de ahí

que se inicie la monitorización y se busca la vía más

rápida para la extracción fetal”. Es por lo anterior que


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resulta imprescindible que esa decisión de la vía de

extracción más rápida se adopte y ejecute de forma

oportuna, pues en una condición como la descrita la mayor o

menor demora puede marcar irremediablemente la diferencia

entre la vida o la muerte del niño que está por nacer o, al

menos, resultar determinante para su desarrollo futuro. Lo

anterior aparece refrendado por el médico auditor y

testigo, quien señala que el tiempo de respuesta debe ser

de cinco a diez minutos.

Concluyen señalando que se verifica así la hipótesis

de falta de servicio contemplada en el artículo 38 de la

Ley N° 19.966, por haberse prestado éste de manera

deficiente, resultando procedente que se indemnicen los

daños causados a los actores con ocasión de la misma, los

que, en la especie, se traducen en la sensible e

irreparable pérdida de su hijo Joaquín Rodrigo de Jesús

Henríquez Silva.

Luego señalan que conforme a la causa de muerte del

niño, “se establece la necesaria relación de causalidad

entre el servicio defectuosamente prestado y el daño

sufrido, sin que ésta pueda verse afectada por lo planteado

en el informe de auditoría médica, que en sus conclusiones

refiere que posteriormente se detectó que el recién nacido

tenía una “infección intrauterina” no detectable antes del

nacimiento y que “agrava toda asfixia neonatal”, desde que

lo mínimo que se puede pedir de un informe elaborado por un


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profesional médico, es el rigor suficiente en el

establecimiento de la supuesta enfermedad que se habría

detectado y de cuya existencia y real gravedad, antecedente

alguno fue aportado”. (considerando vigésimo de la

sentencia de primer grado)

Finalmente, en lo que respecta al daño moral,

sostienen que es aquel producido a los padres de la

criatura, el que es acreditado tanto con la declaración de

testigos que deponen acerca del sufrimiento de los padres y

el impacto que ha tenido este acontecimiento en sus vidas,

como con prueba documental acompañada, regulando su quantum

en relación a lo establecido en el artículo 41 de la Ley N°

19.966.

Séptimo: Que comenzando con el estudio del recurso de

nulidad impetrado, se debe señalar que éste en su primer

capítulo se limita a señalar una serie de normas que en su

concepto han sido infringidas por los jueces del grado, a

saber los artículos 318, 319, 342, 343, 346 N° 3, 385, 399

y 401 del Código de Procedimiento Civil, sin que a su

respecto se desarrolle en forma alguna como es que se ha

producido su vulneración, olvidando así el carácter

estricto del recurso de casación cuyas exigencias se

disponen en el artículo 772 del Código de Procedimiento

Civil, que debe entenderse en armonía con lo previsto en

los artículos 764 y 767 del mismo Código. De acuerdo a

dichos preceptos se permite como único sustento de la


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invalidación de la sentencia censurada el quebrantamiento

de una o más normas legales contenidas en la decisión. Por

ello es menester que al interponer un recurso de la especie

el recurrente cumpla lo requerido por la disposición en

análisis, esto es, expresar en qué consisten él o los

errores de derecho de que adolece la resolución recurrida.

Tanto la jurisprudencia como la doctrina hacen

consistir esos yerros en aquellos que pudieron originarse

por haber otorgado los sentenciadores un alcance diferente

a una norma legal respecto del establecido por el

legislador, ya sea ampliando o restringiendo el mandato de

sus disposiciones; o por haber aplicado una ley a un caso

no previsto en ella o, por último, por haber dado

aplicación a un precepto legal en una situación ajena a la

de su prescripción.

En este mismo orden de ideas, aparte del cumplimiento

del requisito enunciado, con idéntica rigurosidad, el mismo

artículo 772 del Código de Enjuiciamiento Civil impone, a

quien interponga un recurso de casación en el fondo, la

obligación de señalar en el respectivo escrito el modo en

que el o los errores de derecho que denuncia han influido

sustancialmente en lo dispositivo de la sentencia que trata

de invalidar.

Atento a lo expresado, resulta innegable que el

recurso que se analiza, en lo que dice relación con las

normas denunciadas, carece de razonamientos concretos y


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precisos dirigidos a demostrar los errores de derecho en

que habrían incurrido los sentenciadores, constriñendo su

exposición a la simple enunciación de las señaladas normas,

lo que no se condice con la exigencia impuesta por el

legislador.

La circunstancia de no cumplirse la exigencia referida

-al no indicar cuáles son los vicios que llevarían a

acceder a la nulidad sustantiva que se solicita, ni la

forma en la que se habría producido la infracción, ni menos

aún su influencia en lo dispositivo del fallo- hace

imposible entrar al análisis de la infracción de los

preceptos supuestamente infringidos, por cuanto ello

importaría dejar a la discrecionalidad de esta Corte la

determinación del error de derecho en que pudiere incurrir

la sentencia, cuestión que atañe a un asunto que la ley ha

impuesto a la parte agraviada.

Tan cierto es lo anterior que un somero análisis de

las normas denunciadas demuestra la discrecionalidad que se

entregaría en la determinación de la supuesta infracción,

puesto que por un lado se denuncian normas relacionadas con

la recepción de la causa a prueba, como lo son los

artículos 318 y 319 del Código de Procedimiento Civil, por

otro lado se señalan como vulnerados los artículos 342, 346

y 346 N° 3 del mencionado texto legal, referidos a la

prueba instrumental, y finalmente los artículos 385, 399 y

401 que regulan la prueba confesional. De este modo, es


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imposible establecer de qué forma pueden estar infringidas

las mencionadas normas, las que son de un carácter

completamente diverso y pueden aceptar una gran diversidad

de infracciones.

Así, resulta una incógnita cómo pueden haberse

vulnerado aquellas normas referidas a la recepción de la

causa a prueba, constando en el expediente que el

mencionado trámite esencial fue decretado el 13 de julio de

2010, el que no fue objeto de impugnación por ninguna de

las partes, sin perjuicio de que además si eventualmente se

hubiera cometido una infracción a su respecto ello sería

constitutivo de un vicio de casación en la forma y no de

nulidad sustancial. Otro tanto se puede decir respecto de

la prueba confesional, por cuanto ni siquiera se señala qué

hecho estaría confesado, no dejando de ser relevante la

circunstancia que en la sentencia no se ha dado valor a

confesión alguna. Finalmente, en lo que dice relación con

la prueba instrumental, se enuncian las normas sin señalar

a qué documento se le ha dado equivocadamente el valor de

instrumento público o por el contrario a cuál se le ha

negado tal valor conforme al artículo 342 del Código de

Procedimiento Civil; en el mismo sentido, no se vislumbra

cómo puede vulnerarse el artículo 343 del mismo texto

normativo, norma que dispone que si se agrega una copia

incompleta de un instrumento público la contraparte tiene

derecho a pedir que se agregue íntegramente; tampoco indica


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qué instrumento privado se debe tener por reconocido,

conforme al artículo 346 N° 3 del Código de Enjuiciamiento

Civil, ni cuál sería su influencia en lo dispositivo del

fallo. Es más, de la lectura del recurso –en esta parte- ni

siquiera queda claro si a través de la infracción

denunciada pretende o no modificar los hechos de la causa

que han sido asentados por los jueces de la instancia.

Todos estos son enigmas que esta Corte no puede, ni debe

resolver.

Octavo: Que continuado con el estudio del mencionado

capítulo primero del recurso, en él además se denuncia la

infracción de los artículos 38 y 41 de la Ley N° 19.966,

fundada en que a juicio del recurrente no se ha acreditado

que el niño haya fallecido como consecuencia de una falta

de servicio del Hospital Regional de Rancagua y, por tanto,

el daño que se está ordenando indemnizar tampoco estaría

probado, pues sólo se ha establecido la muerte de un niño,

y nada más.

Al respecto se debe señalar que si bien el libelo es

confuso en este punto, por cuanto él se construye sobre la

hipótesis que no se encuentra probado el daño y, por tanto,

se infringen los artículos 38 y 41 de la ley mencionada, lo

cierto es que a través del mismo lo que se pretende

demostrar es que no ha existido falta de servicio, puesto

que se indica que la actora -madre del niño fallecido-

tenía una infección intrauterina, que ingresó con rotura


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prematura de membrana y con antecedentes de aborto previo,

todo lo cual demostraba que no estaba preparada para un

parto normal, cuestión que su parte desconocía por cuanto

sus controles fueron particulares y que además la causa de

muerte del menor se desencadenó por una asfixia connatal.

Noveno: Que esta Corte Suprema ha señalado

reiteradamente que la falta de servicio se presenta como

una deficiencia o mal funcionamiento del servicio en

relación a la conducta normal que se espera de él,

estimándose que ello concurre cuando el servicio no

funciona debiendo hacerlo y cuando funciona irregular o

tardíamente, operando así como un factor de imputación que

genera la consecuente responsabilidad indemnizatoria,

conforme lo dispone expresamente el artículo 42 de la Ley

N° 18.575. Pues bien, en materia sanitaria, el 3 de

septiembre de 2004 se publica la Ley N° 19.966 que

establece un Régimen de Garantías en Salud, cuerpo

normativo que introduce en el artículo 38 la

responsabilidad de los Órganos de la Administración en esta

materia, la cual incorpora –al igual que la Ley N° 18.575-

la falta de servicio como factor de imputación que genera

la obligación de indemnizar a los particulares por los

daños que éstos sufran a consecuencia de la actuación de

los Servicios de Salud del Estado.

La situación fáctica establecida que ha sido expuesta

en el considerando décimo admite tener por justificados una


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serie de hechos, los que analizados en su conjunto permiten

tener por configurada la falta de servicio consagrada

normativamente en el artículo 38 de la Ley 19.966, pues

claramente el Servicio de Salud, a través de su red

hospitalaria – Hospital Regional de Rancagua- no otorgó a

su usuaria, doña Yasna Silva Rojas, la atención de salud de

manera eficiente y eficaz, por cuanto reaccionó en forma

tardía ante una clara complicación del parto de la misma.

Hay una falta de servicio evidente y directa, puesto

que el equipo médico del mencionado centro hospitalario no

constató oportunamente la proporción céfalo-pélvica que

debe existir entre la cabeza del niño y la pelvis de la

madre, cuestión que de haberse realizado a tiempo habría

llevado a los mismos a adoptar todas las medidas necesarias

para asegurar la vida de la madre y del niño que estaba por

nacer. Por otro lado, la atención brindada denota el mal

funcionamiento del servicio, por cuanto, a pesar de haber

sido indicada por la médico de turno, a la paciente no se

le coloca la anestesia epidural, de modo que la madre ha

debido enfrentar sin aquella ayuda un parto extremadamente

difícil, el que sólo pudo llegar a término a través de la

extracción con forcéps, procedimiento que igualmente debió

enfrentar sin estar debidamente anestesiada. Finalmente,

resulta claro que los tiempos de respuesta del equipo

médico fueron absolutamente tardíos y determinantes en el

nacimiento del niño con asfixia severa y su posterior


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fallecimiento, puesto que habiendo constatado la existencia

de un expulsivo retenido, deja transcurrir valiosos minutos

hasta que se decide extracción con forceps, teniendo pleno

conocimiento de que durante todo ese tiempo el niño estaba

con bradicardia, luego se demoran otro tanto en lograr la

extracción debido a que el fórceps ni siquiera estaba en la

mesa quirúrgica, así transcurre un total de 33 minutos que,

como acertadamente señalan los jueces del grado, son la

diferencia entre la vida y la muerte.

Conforme a lo expuesto, la falta de servicio en que

incurrido el Hospital Regional de Rancagua es palmaria,

ninguna actividad esperable de una institución moderna fue

desplegada, de modo que al establecerla los sentenciadores

no han incurrido en yerro jurídico alguno.

Los antecedentes de hecho y de derecho, los sucesos a

que se refiere la presente causa tienen la connotación

necesaria para ser calificados como generadores de

responsabilidad, puesto que se desarrollan en el contexto

de la prestación de un servicio público, a través de

agentes que se desempeñan en un hospital estatal, los que

en ejercicio de sus funciones deben proveer las

prestaciones médicas necesarias al paciente, de forma tal

que se debe evitar exponerlos a riesgos innecesarios, sin

escatimar esfuerzos para ello, sobre todo porque se cuenta

con equipo técnico y profesional para llevar a cabo tal

labor. Resulta exigible que se adopten todas las medidas


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necesarias para evitar que se produzcan resultados dañosos

en la prestación del servicio de salud que se brinda a los

usuarios del sistema.

Décimo: Que, de este modo, al estar establecida la

falta de servicio en que incurrió la demandada, la base del

recurso de nulidad ha perdido todo sustento, puesto que los

daños que se ha ordenado indemnizar no lo han sido sólo a

consecuencia de la muerte de un niño, como lo sostiene la

recurrente, sino que se debe a que dicha muerte fue la

consecuencia de un actuar defectuoso del Hospital Regional

de Rancagua.

Undécimo: Que sin perjuicio de que lo anterior es

suficiente para descartar los yerros jurídicos que se

imputan a los jueces del grado, esta Corte se hará cargo de

las alegaciones esgrimidas por la recurrente para descartar

la existencia de la falta de servicio, esto es, que la

madre tenía antecedentes de aborto previo, infección

intrauterina y rotura prematura de membranas, todo lo cual

implicaba que no estaba preparada para un parto normal, y

que la causa de la asfixia y posterior muerte ha sido la

infección connatal de niño.

Respecto del primer punto, se debe señalar que tal

alegación es inconsistente con la postura que mantuvo la

demandada durante todo el transcurso del juicio, quien

sostuvo en su contestación que toda la atención médica

brindada a la demandante se enmarcó dentro de la lex artis,


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por cuanto los antecedentes médicos daban cuenta de que

ella estaba preparada para un parto normal según el informe

del médico que la atendía; así, es sólo con motivo de la

interposición del presente recurso de casación que postula

que no se debía proceder a un parto normal, esgrimiendo

desconocimiento de ello por cuanto los controles eran con

un médico particular, siendo esta una alegación nueva, que

no fue sometida al conocimiento de los jueces del grado,

por lo que respecto de ella no se podrían haber cometido

los errores jurídicos denunciados. Ahora, no obstante lo

anterior, es menester señalar, además, que tal alegación,

de no haber estado preparada la paciente para enfrentar el

parto normal, eventualmente sólo puede agravar la

responsabilidad de la demandada, dado que está establecido

que la demandante ingresó al recinto hospitalario en horas

de la madrugada. En efecto, conforme al documento de fojas

85 ingresó al primer recinto hospitalario, esto es, al

Hospital de San Vicente de Tagua-Tagua, a las 01:45 horas,

desde donde se la deriva al Hospital Regional de Rancagua

con pronóstico de mediana gravedad, ingresando a este

último a las 03:20 horas donde permaneció en sala de

preparto hasta las 08:45 horas, tiempo intermedio más que

suficiente para constatar el verdadero estado que

presentaba la parturienta, con mayor razón si aquélla ha

sido trasladada desde otro recinto hospitalario de menor

complejidad con semejante diagnóstico, por cuanto resultaba


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evidente que ese traslado se debió a que aquel recinto no

estaba en condiciones de atender un parto de esa

naturaleza.

En lo que dice relación con la existencia de una

infección connatal del feto, la que constituiría la causa

de la asfixia severa y de la posterior muerte, se debe

indicar que este es un hecho no establecido por los jueces

del grado, quienes puntualmente en el considerando vigésimo

del fallo de primera instancia lo han descartado, señalando

pormenorizadamente las razones por las cuales no lo tienen

por acreditado, lo que puede ser sintetizado en la falta de

rigor de la auditoria médica y falta de elementos que la

comprueben. Tal alegación se construye incorporando un

hecho no establecido en la causa, incluso expresamente

desechado por los sentenciadores, no habiéndose denunciado

–con el rigor que es necesario- la infracción a las normas

reguladoras de la prueba, por lo que la pretensión de

desvirtuar la relación de causalidad entre la falta de

servicio y la muerte del niño no puede prosperar.

Duodécimo: Que, finalmente, en un segundo capítulo del

recurso se denuncia la infracción de normas relacionadas

con la condena en costas de su representada.

A éste respecto se debe señalar que el artículo 767 del

Código de Enjuiciamiento Civil dispone que el recurso de

casación en el fondo tiene lugar contra las sentencias

definitivas inapelables y contra sentencias interlocutorias


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inapelables cuando ponen término al juicio o hacen

imposible su continuación, dictadas - en lo que interesa

para el presente caso- por Cortes de Apelaciones, siempre

que se hayan pronunciado con infracción de ley y esta

infracción haya influido substancialmente en lo dispositivo

de la sentencia.

Décimo Tercero: Que tal como reiteradamente lo ha

señalado esta Corte, la condena en costas no reviste el

carácter de sentencia definitiva, pues se trata de una

medida de carácter económico que no forma parte del asunto

controvertido, sin que detente las características de

aquellas resoluciones aludidas en el motivo que antecede

toda vez que no ha puesto fin a la instancia ni tampoco ha

concluido el juicio ni ha hecho imposible su prosecución,

constituyendo un pronunciamiento distinto de aquel que

resuelve el objeto principal del juicio, razón por la cual

la alegación del recurrente no resulta procedente e impide

que el arbitrio impetrado pueda ser acogido.

Décimo Cuarto: Que por lo expuesto en los motivos

precedentes, el recurso de casación en el fondo ha de ser

desestimado.

Por estas consideraciones y lo dispuesto en los

artículos 764, 765, 767 y 805 del Código de Procedimiento

Civil, se rechaza el recurso de casación en el fondo

deducido en lo principal de fojas 257 en contra de la

sentencia de veintiuno de marzo de dos mil doce, escrita a


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fojas 249.

Regístrese y devuélvase.

Redacción a cargo del Ministro señor Muñoz.

Rol N° 4233-2012.-

Pronunciado por la Tercera Sala de esta Corte Suprema


integrada por los Ministros Sr. Sergio Muñoz G., Sr. Héctor
Carreño S., Sr. Pedro Pierry A., Sr. Lamberto Cisternas R. y
el Abogado Integrante Sr. Emilio Pfeffer U. No firman, no
obstante haber concurrido a la vista y al acuerdo de la
causa, el Ministro señor Pierry por estar en comisión de
servicios y el Abogado Integrante señor Pfeffer por estar
ausente. Santiago, 08 de abril de 2013.

Autoriza la Ministra de Fe de la Excma. Corte Suprema.

En Santiago, a ocho de abril de dos mil trece, notifiqué en


Secretaría por el Estado Diario la resolución precedente.

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