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Educación y Sociedad
Fecha:05.08.2022
Introducción
Desarrollo
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para elegir, una empresa puede crecer solamente si produce algo que este prefiere
debido a su calidad o precio” (Friedman & Friedman, 1980, p. 219). Entonces, aquí
podemos preguntarnos: ¿cuál es el rol de la educación en este contexto de oferta y
demanda?, ¿cómo se miden las instituciones/negocios? y ¿cuál es el criterio con el
que los padres y alumnos/clientes deciden su futuro educacional?
Estas preguntas nos permiten decir que el cliente no tiene la razón en su elección,
debido a que su motivación para elegir una institución educativa se genera desde el
exterior: no los mueve un deseo por satisfacer las necesidades educativas, sino que
la suma de expectativas que el mercado ha generado. En este punto, se puede
decir que estos negocios se sustentan en la publicidad que el mismo medio hace de
ellos, y que “en vez de fomentar la asimilación y la armonía, nuestras escuelas son
en medida cada vez mayor una fuente de esa misma fragmentación que
anteriormente tanto hicieron por impedir” (Fiedman & Friedman, 1980, p. 212) y que
el cliente no es más que un eslabón que perpetúa este sistema de competencia, con
una ilusión de libertad de elección.
En la misma línea, a partir del estudio de Canales, Bellei & Orellana, es posible
desprender otro motivo por el cual los clientes no siempre tienen la razón. Así pues,
si bien en el ideal las familias debieran considerar la “calidad” de las diversas ofertas
y elegir a partir de esta información, favoreciendo a las escuelas de mayor “calidad”
y obligando así a las “malas” a mejorar o cerrar, la realidad de nuestro país dista de
ello. De esta manera, si bien “[...] los padres de clase media evitan escuelas que
perciben de baja calidad académica [...]” su elección se ve influida además por “[...]
la composición social, étnica y cultural de la escuela” (Canales, Bellei & Orellana,
2016, p. 91). Esto se debe a que los padres tienen la creencia de que la educación
de sus pupilos implica un gran riesgo: el de la mezcla social, y, en consecuencia,
intentan controlarlo (Canales, Bellei & Orellana, 2016). Los colegios, por su parte,
también realizan cierta selección que busca controlar esta “mezcla”, lo que refuerza
“[...] la tautología social: estos colegios son buenos pues a ellos concurren las
buenas familias del lugar. (Canales, Bellei & Orellana, 2016, p. 96).
Por otra parte, para las familias más desfavorecidas, la elección de una escuela que
debe pagarse figura como “[...] expresión de la resiliencia y sacrificio con que el
mundo popular se auto-identifica [...] (Canales, Bellei & Orellana, p. 98), por lo que
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tampoco parte de una decisión realmente basada en aspectos racionales que
señalen a un colegio por sobre otro en cuanto a calidad. De esta manera, “el sentido
de esta elección [...] no se encuentra en la racionalidad que inspira oficialmente la
institucionalidad del mercado educativo (Canales, Bellei & Orellana, 2016, pp. 103-
104) y genera la instalación de un mercado que apunta a la segregación y la
seguridad, en desmedro de la calidad que puedan ofrecer las instituciones
educativas (Canales, Bellei & Orellana, 2016).
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se desmorona: “[...] cuando el alumno se esfuerza y fracasa, estudia mucho y no
aprueba, y cuando no puede explicarse esa situación sin terminar admitiendo que,
en realidad, él es diferente, menos dotado, menos valiente, menos eficiente…”
(Dubet, 2006, p. 33). De esta manera, estos individuos se ven condenados a
atribuirse a sí mismos el fracaso, destruyendo sus autoestimas y comprometiendo
sus posibilidades futuras (Dubet, 2006).
De forma que el “tener la razón” en este sistema implica que la responsabilidad del
éxito o fracaso recae en el alumno y las posibilidades que tiene o no su familia de
entregarle mayores herramientas para vencer en la “carrera” de las calificaciones y
el éxito escolar. De esta manera, el problema esencial recae en el sistema y sería
necesario idealmente “[...] que la gestión de la escuela fuera mucho más sensible a
la igualdad de resultados, que los equipos débiles reciban apoyo o que
eventualmente se los reemplace, que la estabilidad de los equipos educativos esté
mejor garantizada en las zonas desfavorecidas, etc.” (Dubet, 2006, p. 43) para que
el cliente pudiera “tener la razón”. En este sentido, Dubet propone como opción a la
igualdad meritocrática de oportunidades “[...] la igualdad distributiva de
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oportunidades. Ésta opta por la equidad, influyendo en la distribución controlada y
razonada de los recursos atribuidos a la educación pública y privada, a fin de
construir una mayor igualdad en la competencia escolar” (Dubet, 2006, p. 39).
Conclusión
1941 palabras
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Bibliografía
Canales, Bellei & Orellana (2016): ¿Por qué elegir una escuela privada
subvencionada?