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● DUBET F. (2006). La escuela de las oportunidades. Qué ces una escuela justa?.
Barcelona.
El hecho de que se designa a los vencedores de manera justa no significa que la condición
de perdedores se justa también. Al lado de la igualdad de oportunidades, debemos
interrogarnos sobre las desigualdades que genera este modelo de justicia, lo que nos
llevará a preguntarnos por otras figuras de la justicia, diferentes de las del mérito y la
igualdad distributiva de oportunidades.
El principio de la diferencia, de John Rawl, afirma que las desigualdades generadas por una
competencia equitativa y abierta, con el objeto de acceder a recursos y puestos, son
aceptables en la medida en que no degrada en la condición de los menos favorecidos. Y
son más estables aún cuando mejoran la suerte de estos. En el ámbito escolar, de los
alumnos con desempeños más bajos, sea cual sea el mérito de los vencedores y su utilidad
colectiva, su eficiencia.
Hace mucho tiempo que ese principio funciona en el ámbito de las políticas sociales con el
"smic" (salario mínimo interprofesional de crecimiento). La importancia de este principio es
un umbral garantizado. Esta norma de justicia es importante, no porque sea igualitaria -por
el contrario, acepta la desigualdad- sino porque postula que el espectro de desigualdades
no puede llegar al extremo de su lógica en lo que respecta al nivel inferior de la jerarquía.
Este tema enfrenta fuertes resistencias. Temen que el mínimo común se convierta en el
máximo de la mayoría.
A menudo se esgrime otro argumento: esta cultura común haría bajar el nivel de los
mejores.
Así como existe una obligación escolar para los alumnos, se debería reconocer una
obligación de cultura común tendiente a una igualdad de resultados. Por lo que sabemos, el
"smic" no hay impedido que los "mejores" estén mejor pagados, pero ha permitido que
teóricamente nadie esté remunerado por debajo de ese nivel y, a lo largo de 30 años, las
desigualdades salariales se han reducido un poco.
Por otra parte, los que se oponían a la del salario mínimo: nivelación para abajo, pérdida del
espíritu de competencia, mediocridad generalizada, no reconocimiento del mérito. Y así
como las que se oponían al "smic" no tenían los ingresos más bajos, los que hoy se oponen
a la idea de cultura común no son, por lo general, los que obtienen los peores resultados en
la competencia escolar.
Nada debe frenar la competencia y nombre del mérito personal y de la eficiencia colectiva,
supuesta de una selección precoz de las élites. Sin embargo, la extensión y nivel de la
educación básica tienen un papel más determinante en el crecimiento y el desarrollo.
Los padres fundadores de la escuela republicana definieron la cultura común como "todo lo
que no está permitido ignorar". Dado que tanto los conocimientos como las expectativas
sociales han estallado, debemos elegir.
Esa elección es dolorosa, pues la definición de una cultura común exige sacrificios: ya no
nos preguntamos qué debería saber un niño ideal que asuma de entrada el derecho a llegar
a la cumbre, si no lo que debemos a todo niño y a todo alumno, sean cuáles sean sus
actividades y sus estudios posteriores. así pues vemos cómo esta cuestión se enfrenta al
espíritu de los programas y al de las posible de realización de cada disciplina. La ambición
es, sin duda, generosa, cumplido con su deber cuando se ha agotado -los alumnos con ella-
en organizar los recuperatorios.
(Habla de los colegios en Francia) Si la mayoría de los alumnos les gusta la vida juvenil del
colegio, los cursos no los entusiasman, puesto que su desinterés crece con el transcurso de
los años, incluso entre los buenos alumnos. Los que fracasan y son orientados hacia la
enseñanza profesional, en la mayoría de los casos, tienen el sentimiento de no aprender
nada útil para su futuro.
El colegio único parece tener los días contados: los alumnos con competencias y gustos
"intelectuales" seguirán estando con una formación que los preparé para el liceo de
enseñanza general; los alumnos con un "inteligencia manual' serán orientados precozmente
hacia las orientaciones técnicas y las profesiones.
En ese caso la cultura común garantizada los alumnos se reducirá al "leer, escribir, contar"
de la escuela elemental. Incluso así, nada nos preserva de la tentación de ver a esa escuela
dominada por la espiral selectiva que separa, aún más temprano, los buenos y los malos.
Por qué no a partir del primer año del preescolar?
No habiendo querido ni podido realizar el colegio único, se pretende, sin decirlo demasiado,
"cambiar a los alumnos" deshaciéndose de los menos buenos, mientras que habría que
instaurar el principio de una cultura común garantizada, a fin de construir verdaderamente
un colegio único o un colegio para todos, más allá del nombre que quiera dársele.
La definición de una cultura común como un bien garantizado a todos no se presenta como
una opción pedagógica, sino como una "decisión de justicia", como una elección política
cuyas consecuencias habría que evaluar luego en términos de pedagogía y organización
escolar.
La prioridad de una cultura común concebida como un derecho puede permitir, entonces,
todas las pedagogías posibles en función de la diversidad de alumnos. En el estado actual,
el colegio único significa que, en la práctica, los diversos públicos de alumnos son
preparados para los mismos estudios y el mismo futuro: el liceo de enseñanza general, al
que más de un tercio de ellos no accederán, mientras que un número elevado de
"sobrevivientes" repetirán el segundo nivel de orientación. (De nuevo se remite al sistema
escolar francés)
La afirmación de una cultura común conduce a suspender toda selección, multiplicando las
ofertas de formación desde el momento en que los alumnos han adquirido el bien común al
que tienen derecho. Así pues, es bueno y justo que los que puedan y quieran estudiar más
latín, matemáticas o deportes... Pero no se les puede ofrecer más, sin que nos aseguremos
primero de que cada uno adquirido lo que le corresponde en términos de conocimientos y
competencias que se consideran indispensables para todos.
Más allá de los conocimientos, las competencias y su utilidad social, la escuela produce un
bien educativo particular que es la formación de individuos como sujetos capaces de
dominar su vida, construir sus capacidades subjetivas de confianza en sí mismos y en los
demás. Este aprendizaje deriva menos de los saberes adquiridos que de su modo de
transmisión y el estilo educativo elegido por la escuela. Una escuela justa no sólo debe ser
útil para la integración social de los alumnos, sino que debe formar a los sujetos de una
sociedad democrática y solidaria. En este sentido debe comprenderse la igualdad individual
de oportunidades.
La educación escolar ofrece una fuerte utilidad individual. Aunque esa utilidad privada varía
en función de los países, los niveles de escolaridad, los sistemas económicos, los sexos y
las tradiciones nacionales, puede afirmarse que los estudios "dejan beneficios". Algunos
formarán parte de la elite pase lo que pase, y los otros no. En ese caso, la calificación
escolar tiene un efecto acelerador de las desigualdades (en Francia los obreros se forman,
sobre todo, en orientación a las que llegan los estudiantes que han fracasado, mientras que
los ingenieros, por el contrario, son diplomados en escuelas a las que es difícil ingresar)
La propia naturaleza del modelo educativo participa de la formación de una justicia escolar,
al mismo título que la cultura común y la utilidad mencionada antes. La escuela justa
también debe ofrecer bienes educativos que no se relacionen con el rendimiento selectivo,
la utilidad, sino con el reconocimiento y la dignidad debidos a cada individuo confiado a la
escuela.
La injusticia de situaciones en las que la autoridad del maestro se convierte en una suerte
de abuso de poder en ámbitos en que los adultos y los jóvenes son más iguales que
desiguales (el maestro tiene el monopolio de las bromas humillantes, la repetición del curso
suele ser tanto un castigo como una medida de ayuda pedagógica, etc)
Para ser justa la escuela debe jerarquizar los desempeños y mantener la igualdad de los
individuos. El ejercicio no es simple, pero podemos observar que los maestros lo logran más
fácilmente que los profesores, pues les parece importante distinguir al niño del alumno, y
preservar la igualdad de los niños frente a las desigualdades de los alumnos. Debemos
recordar que la educación escolar, lo quiera o no, no es sólo una instrucción y una
competencia, sino también una manera de actuar sobre los individuos, de formarlos, de
darles una imagen de sí mismos. La educación escolar siempre tiene una dimensión ética,
de modo que cada alumno debe ser reconocido como tal, debe ser tratado como un sujeto
singular igual a los demás, independientemente de sus desempeños y sus resultados.
La actividad y la subjetividad de los alumnos deben estar en "el centro del sistema". No
porque el alumno es rey, sino porque debe convertirse en sujeto más allá de sus
desempeños en una competencia inagotable.
Durante mucho tiempo, esa educación fue considerada como un programa institucional
dentro del cual los alumnos debían adherirse a valores universales (iglesia, república, etc).
La educación era percibida como un mecanismo vertical y trascendente en el que el sujeto
era revelado a sí mismo por su confrontación a valores universales que fundaba su
autonomía y su capacidad crítica. De la obediencia nacía la libertad. Ese momento se aleja.
La formación ética de los individuos es más importante que la moral de la obediencia.
Aunque sean anticuado debe decirse que la escuela justo supone que comunidades de
adulto tomen a su cargo a niños y adolescentes para ayudarlos a crecer. Esto implica que el
oficio del docente no consista en la mera transmisión de conocimientos "escolares"; implica
también aprender a medir un bien educativo propiamente cívico y cultural, que la escuela no
humilla nadie y permita que todos tengan un valor. El mundo es bastante brutal para que la
escuela parezca tolerante a los alumnos.
Sin duda nos parecerá totalmente injusto que una gran mayoría de los hijos de obreros
están destinados a los obreros, Pero también es injusto que aquellos que se convertirán en
obreros salgan de la escuela común sin haber aprendido nada sólido ni útil, habiendo
obtenido diplomas que no valen gran cosa y, sobre todo, habiendo aceptado
paulatinamente la certidumbre de su propia indignidad. En este caso, la injusticia social está
acompañada por una injusticia escolar cuya única función es, probablemente, legitimar las
desigualdades surgidas de la igualdad de oportunidades. Por esta razón, reflexión sobre la
justicia de la escuela no puede desinteresarse a los efectos sociales y los efectos subjetivos
de la educación. Aunque sea justa, la escuela de la igualdad de oportunidades no será
totalmente responsable de las consecuencias de su acción.
Si se admite que el principio meritocrático no puede definir, por sí solo, una escuela justa,
entonces se debe elegir en lo relativo a los bienes escolares. Por un lado, esos bienes son
utilitarios y sociales, competencia escolar no desarme a los vencidos. Y por otro lado, la
escuela debe educar, formar sujetos capaces de conducir su vida y aceptar a los otros,
independientemente de su destino escolar. Estas dos tareas son contradictorias. Sin
embargo, habrá que realizarlas juntas.
H. Arendt afirmaba que la escuela debe "resistir" a la cultura de masas y el la obsesión del
presente. Esto es indiscutible, pero sin duda también debe resistir a la fuerza de su propia
creencia en el mérito y en la grandeza de su aislamiento.
Introducción.
Al preguntar "que fabrica la escuela", me gustaría saber qué tipo de actor social y de sujeto
Se forman en el transcurso de largas horas y numerosos años pasado en las aulas, dando
por supuesto que la escuela no se reduce solamente a la clase -también echa de mil
relaciones entre maestros y alumnos- sino que también es uno de los espacios esenciales
de la vida infantil y juvenil.
Sin ignorar nada de las funciones de reproducción social, debemos concebirla también
como un aparato de producción. Produce calificaciones y niveles más o menos certificados
de competencias: produce también individuos con una cierta cantidad de actitudes y
disposiciones.
Lo que fabrica una escuela persigue objetivos múltiples y a menudo contradictorios. Cada
uno de nosotros sabe bien que la búsqueda de calificaciones útiles, la adquisición de una
gran cultura y la formación de sujetos "auténticos" no van necesariamente a la par, y que
nos hace falta elegir y combinar objetivos múltiples.
Para comprender lo que fabrica la escuela, hay que comprenderlo de la manera más
objetiva posible, cómo se construye la subjetividad de individuos que son a la vez lo que la
escuela ha querido hacer de ellos y lo mucho que escapa a su control aunque se fabrique
en su seno.
Para comprender lo que fabrica la escuela no basta con estudiar los programas, los roles y
los métodos de trabajo, es necesario también captar la manera con que los alumnos
construyen su experiencia, "fabrican" relaciones, estrategias, significaciones a través de las
cuales se constituyen en ellos mismos.
El sistema escolar no puede ser solamente definido por sus graduaciones y sus jerarquías
de éxitos y fracasos; es también el marco y el organizador de las experiencias de los
alumnos, "fábrica" diversos tipos de actores y de sujeto que serán llamados a ocupar
diversas posiciones sociales. La escuela no es solamente "inigualitaria", produce también
diferencias subjetivas considerables, asegura unos y debilita otros. Uno se forman en la
escuela, otros a pesar o en contra de ella.
Los niños son también los actores de su socialización en la medida en que comienzan a
percibir una tensión entre el niño y el alumno que cohabitan en ellos, entre dos
conformismos que no se recubren exactamente, lo que les permite desprenderse un poco
de la omnipotencia del maestro y del control social. Por otra parte, el aula es un espacio
competitivo, hecho de fracasos y de éxitos, de anticipaciones individuales, sino de
verdadera estrategias que refuerzan también la subjetivación de los niños.
La integración
La unidad normativa
los escolares quieren ser lo que se espera de ellos. La obsesión normativa es la regla: los
escolares no cesan de juzgarse en función de criterios del bien y de lo justo, de lo normal y
de lo patológico (así es buen alumno es a la vez gentil, bello y trabajador, mientras que el
mal alumno es malvado, feo y haragán) el maestro tiene razón porque es el maestro, Y es
justo porque el maestro.
Este "monismo normativo" comienza a deshacerse poco a poco, sin romperse, no obstante.
el contenido normativo ya no es intangible, por el contrario, puede ser objeto de revisiónes
sucesivas. el nacimiento del sentido de la autonomía de la regla en los niños está
fuertemente vinculado al grupo de pares en la medida en que, juntos, los escolares dejan de
concebir la ley como una emanación del prestigio y de la autoridad de los adultos.
Existe, en la clase, una sensibilidad de una cultura infantiles, pero aún no son legítimas
frente a los criterios escolares, se desarrollan a la sombra de la escuela. categorías
escolares y la vida del grupo, entre la "autoridad" escolar y la "democracia" infantil.
En la escuela primaria no hay todavía como abra en el caso del colegio, dos sistemas de
valores opuestos: el del grupo de pares y el de la escuela.
Los niños se perciben niños, Cómo hacer es menos realizados. El niño es "inferior",
"pequeño", así pues valora a los "grandes", a los "fuertes",; y no deja de colocarse en la
escala de grandes hacen la cual, aunque hay algunos más pequeños que él mismo, hay
otros muchísimo más grandes.
Los niños no se escuchan mutuamente, habla a varias voces, y la burla siempre está allí,
lista para realizar sus tareas de autocontrol colectivo. Se es miembro del grupo, el grupo
habla, no a nosotros sino a través de nosotros, cómo le conciencia colectiva "exterior" a las
consecuencias individuales, según Durkheim.
El maestro todopoderoso
Los alumnos están fuertemente subordinados a las categorías y formas escolares por la
omnipotencia del maestro. "El maestro nos conoce", frente al maestro, los niños se sienten
"transparentes", tiene la impresión de que el maestro ve a través de ellos.
El juicio sobre si depende totalmente de juicio del maestro. En la escuela los chicos se
describen a sí mismos en el lenguaje del maestro. Así, los niños deben ser juzgados en
función de su trabajo escolar. tanto más cuando el conjunto de los rasgos de la
personalidad están muy fuertemente subordinados a la calificación escolar (ej. "los malos
alumnos son los menos gentiles de la clase, se burlan de todo el mundo, son muy
desagradables") los alumnos retoman por su cuenta el discurso de los docentes (Ej. "sus
padres no lo hacen trabajar")
La representación de los niños, como en la de los docentes, los problemas escolares tienen
siempre sus fuentes fuera de la escuela: los padres no se llevan bien, no se ocupan de las
tareas.
Desde el punto de vista de los alumnos, las posiciones en la clase testimonian esta
dependencia: delante, muy cerca del maestro, los buenos alumnos; detrás, lejos de él, los
malos. Estás posiciones son percibidas como una geografía de la facto que el maestro
siente ante cada alumno y, más allá, besos resultados escolares.
Este vínculo positivo con el maestro está en el núcleo de la mayoría de las teorías
tradicionales de la socialización. pero todo el arte de la educación consiste en aceptar el
hecho de que el maestro no está frente a una tabla rasa, sino frente a "realidades existentes
que él no puede ni crear, ni destruir, ni transformar a voluntad". la socialización es
comprendida entonces como el proceso de subordinación de las pulsiones egoístas del
niño, a sentimientos capaces de asegurar la vida moral de la sociedad.
La relación con el maestro parece como el útil esencial de la educación, contra los límites
de la familia y la influencia desordenada de los grupos de niños. Para Durkheim, como para
casi todo el pensamiento pedagógico clásico, es por la palabra y el gesto que el maestro
vierte su conciencia, es decir, b la sociedad, sin más, en la conciencia del niño. El niño, en
el fondo, no existe como individuo autónomo. No es más que una "fuerza" natural ala que
hay que socializar y formar.
Nuestro material viene más bien en auxilio de Durkheim, y de una representación "clásica"
de la socialización. la experiencia escolar infantil está dominada por un principio de
integración y colocada bajo la influencia profunda del maestro. Pero no se puede seguir
entre análisis hasta el fin, porque el mundo de los escolares está atravesado por una
tensión latente entre el niño y el alumno, según una cierta discontinuidad de la escuela y de
la sociedad.
los niños mismo construyen una separación entre su mundo escolar y su mundo infantil,
distinción que engendra la formación de "dos" caracteres. Los dos "carácteres' del individuo
-el niño y el alumno- se cruzan, y el escolar tiene la impresión de que como resultado de
esa conversación "en la cumbre" el quedará "desnudo" ante los otros. "Uno sabe que están
ahí y uno quisiera ser perfecto". La voluntad de estos chicos de 9-11 anillos de separar sus
dos universos.
La clase siempre mi vida como un conjunto de obligaciones. El lugar asignado, las reglas
que hay que observar, los horarios que hay que respetar. se opone entonces la gestión de
los cuerpos o la exigencia de prolijidad, en pocas palabras, la disciplina escolar, a la libertad
del espacio familiar.
Al mismo tiempo, la escuela autoriza lo que la casa prohíbe. los alumnos viven en varios
tipos de lenguajes -de la clase, el del patio, el de la calle, el de la familia- y saltan sin cesar
del uno al otro, siendo los resbalones inmediatamente sancionados por los adultos como
groserías, y por los camaradas como palabras "pretenciosas".
El niño y el alumno.
El niño, juzgado por el maestro, juzga al maestro a partir del grupo. Pero lo juzga como
miembro de un grupo que comparte las normas escolares. El alumno se despega del
maestro y accede a las premisas de una subjetivación moral.
El alejamiento del maestro pasa primero por el reconocimiento de sus defectos. Felizmente,
el maestro no es perfecto.
Es a través del juego de los castigos que se operan la separación del grupo y del maestro.
Los muy buenos alumnos son los más desestabilizados por estas injusticias, teniendo
perder el amor del maestro. Importa que el maestro siempre tenga razón, y que los padres
discuten al maestro está muy mal visto por los buenos alumnos. Los otros alumnos aceptan
más fácilmente reconocer que el maestro es injusto inmovilizan de buena gana a sus
camaradas y a sus padres en su indignación.
El castigo no es lo único que separa los alumnos del maestro. La violencia, con la cual los
niños tienen relaciones ambivalentes, no es extraña a su experiencia escolar. El tirón de
pelo, la bofetada, etc. Reciben a veces la aprobación de los alumnos, a tal punto creen en el
carácter correctivo de la violencia.
Para los escolares, una de las injusticias más hirientes se refiere a la falsa apreciación de
los maestros. "Es falso cuando uno ha trabajado y salió mal. Es muy humillante, uno se
queda casi triste".
Otra fuente y justicia deriva de la existencia de favoritos, tanto por soportado como que
todos los alumnos quieren ser objeto de la atención preferencial, le hace exclusiva, del
docente.
Los escolares sufren sanciones pero no tienen verdaderos derechos; En todo caso no
tienen ningún recurso contra las sanciones. Por eso dicen tan a menudo que la escuela es
un lugar muy agradable..."en cuanto uno no tenga problemas"
Por el castigo el niño percibe los límites, los defectos, las injusticias del maestro al cual no
puede entonces someterse completamente. La relación maestro-alumno, contrariamente a
lo que se ha afirmado con más frecuencia, es un triángulo inestable entre maestro el alumno
y el grupo.
Este triángulo es esencial para la formación de una autonomía personal. Librado al maestro,
el alumno sería incapaz de forjarse una autonomía propia. Librado al grupo, el niño no
podría apropiarse de ciertos valores morales y culturales. pero el grupo difícilmente podrá
enfrentarse al maestro si no fuera "objetivamente", ayudado por un elemento estructural del
sistema educativo: los castigos.
La escuela también se define por el grupo de compañeros, por la sociabilidad infantil, por el
principio de igualdad de todos ante el maestro. competencia latente entre todos los
alumnos.
la clasificación relevada por la competencia opera como un principio de división del grupo
de pares. Muy a menudo el discurso se torna deportivo y competitivo.
La experiencia del alumno no es totalmente escolar. Existe también una vida propia de los
niños, ampliamente autónoma en relación a la escuela, ya menudo escondida a los adultos.
emergencia de los sentimientos individualizantes, como la fuerza el grupo se acomoda al
nacimiento de emociones fuertemente personalizadas.
La educación sentimental.
El amor. el despertar de los escolares vida sentimental está amenazado por tres escollos.
Primero, la fuerte oposición entre los universos masculino y femenino, después el miedo a
la burla de los compañeros, y por fin, la torpeza en la expresión del sentimiento amoroso.
la burla de los compañeros establece una línea de resistencia a la influencia del emoción
mediática.
El amor infantil no puede realizarse: su fin social es dar una cohesión al grupo. En la medida
en que me ensartó en la cadena del deseo colectivo, me afirmó en ella. No esenciales que
el amor sea colectivo.
La amistad.
lo que sabemos del amor se encuentra también en la amistad. El verdadero amigo es aquel
a quien "le decimos todos nuestros secretos" "uno que no abandona". Sal puesto al
corriente el secreto de otro es el rasgo mayor de la amistad. Si realmente guardo el secreto,
nadie estará en corriente de la amistad que me ha privilegiado; sí entregó a los demás el
secreto que se me ha confiado, b traición a la amistad depositada en mí. De ahí la solución
infantil: se inventan sin cesar secretos que permiten cada vez volver a fundar, a menudo
con el mismo amigo, el ritual escondido del grupo, lo que genera la inestabilidad crónica de
la amistad infantil, La ronda de enojos y de reconciliaciones.
La burla
la individualidad del escolar emerge de una lógica de subjetivación también ligada el grupo:
la broma. Para los niños, tan fuertemente definidos por el grupo, la soledad siempre es una
excepción. Uno no se retira del grupo, es obligado Por cierto, el proceso puede ser más o
menos bien vivido, pero no impide que la soledad sea ante todo el fruto de un rechazo.
demás en universos donde el único ideal, imposible de alcanzar y porque está vacío de
contenido, b se enuncia así: "hay que ser parecido a ellos'. Ellos, decir el grupo mismo, un
conjunto desprovisto de cualidades propias.
Uno se vuelve "yo mismo" porque los otros decretan que uno no puede ser como los otros.
La burla "separa" a un individuo. Por otra parte, es el mismo mecanismo que funciona en los
juegos de los sobrenombres y la acentuación de las diferencias. La burla de los chicos
constituye, a través del miedo, usar más independiente.
El espíritu de competencia.
Los niños son lo que los adultos hacen de ellos de manera más o menos voluntaria. Pero la
experiencia de los escolares del curso medio no es totalmente reductible a esta lógica
dominada por la identificación, el rol de la vergüenza y el conformismo.
● DUSCHATZKY, L. (2008) Una cita con los maestros. Los enigmas del encuentro
con discípulos y aprendices. Miño y Dávila. Bs. As. Caps; Maestros y aprendices;
Maestros y discípulos
Maestros y aprendices.
Las preguntas centrales alrededor de la cual girará este capítulo son: en qué condiciones
hay maestros para los jóvenes entrevistados? qué características tienen para ellos las
figuras de maestros? como punto de partida y pasaré algunas ideas pero situar estas
cuestiones.
Usó el plural para hablar de aprendices y maestros, ya que pueden darse múltiples figuras
de maestros y aprendices, y por lo tanto distintos modos de encuentro. No concibo tele
figuras como categorías absolutas, sino que se constituyen y conforman en el mismo acto
de encontrarse. Cuando digo maestros, me refiero a aquellas figuras que en relación con
otros producen determinados efectos. Importa lo que genera, importan tanto motorice
ciertas operaciones que toquen el otro.
Maestro implica la presencia de otro, que en este caso, los llamaré aprendiz. Maestros y
aprendices, un parque implica no estar juntos sino entre dos. Y es ahí, en ese entre dónde
lo que acontece toma forma y se potencia. Un encuentro de este tipo encierra la idea de lo
singular, de lo único y de lo universal.
Para la Real Academia Española, "aprendiz" significa: persona que aprende algún arte u
oficio/ Persona que, a efectos laborales, se halla en el primer grado de una profesión
manual, antes de pasar a oficial.
Para el Nuevo Testamento un aprendiz es alguien que sigue las enseñanzas de otro. A
diferencia de un discípulo que es también un aprendiz, el discípulo, es un partidario y por
esa razón, busca imitar sus maestros.
La palabra aprendiz, en su acepción original, implica el primer escalón para llegar a ser
maestro de algún oficio. En cambio, ocupar la posición de aprendiz en el universo que se
plantea -maestros y aprendices- no implica una secuencia de movimiento predeterminada.
Ser aprendiz implica ya ser en el momento que acontece el acto educativo, un siendo que
no se constituye en una finalidad.
Del Nuevo Testamento, quiero resaltar la idea de aprendiz en el aspecto que lo diferencia
de discípulo. El aprendiz no toma partido ni pretende ser como el maestro. Más que "seguir
las reacciones del maestro" elige, decide, selecciona que tomar de sus encuentros con él.
Hablar entonces de maestros y aprendices que partir de una decisión subjetiva ocupan una
posición en determinado (p. 69) momento, y son constituidos como tales en el propio acto
de encuentro.
El encuentro tiene que ver con la composición, son los mismos jóvenes entrevistados los
que en su discurso aluden a una multiplicidad y heterogeneidad de los modos en que se
producen sus encuentros con los maestros. A partir de sus discursos, pude distinguir
distintas figuras y tonalidades: la admiración, el pensamiento, la igualdad, la focalización en
la dispersión.
Admiración
En la relación entre maestros y aprendices prevalece la admiración hacia aquél que
conmueve. La excesiva cercanía muestra La otra cara de la idealización: poner un velo, no
permite complejizar la mirada. Para estos aprendices, la admiración no implica querer ser
como el maestro: (p.70) "escucho todo lo que dice para poder ser como yo quiero ser"
Hay una disposición que permite estar en condiciones de escuchar al maestro. Aparece la
figura de la admiración, que a diferencia de la idealización, no busca "vivir como el otro". (P.
71)
Sin caer en un dilema, el saber, muchas veces obstaculiza el pensar. El saber, cuando se
cristaliza se interpone en el pensar. El pensar no se cierra al reconocimiento sino que se
abre a los encuentros. El pensar se definiría en el movimiento de aprender Y no en el
resultado de saber.
Pensar experimentar, plantear problemas. Siempre pensar, implica pensar de otro modo.
Pensar comienza con la diferencia: "algo se distingue", se hace signo…
El pensar implica considerar el asombro como condición y a la vez como posición del sujeto.
un maestro es aquel que ofrece la posibilidad de extranjeridad. La posibilidad -como dice
Deleuze- de tartamudear en la propia lengua. (P. 76)
Igualdad
El hecho de que el maestro sea mayor que el alumno parecería ser parte natural de la
relación. En cambio, en las relaciones entre maestros y aprendices, esta característica es
meramente circunstancial ya que no produce (p. 78) una distancia inabordable y más que
desdibujarse, no constituye a la relación.
El tema del igual de en la relación docente alumno, es un punto clave (menciona a Jaques
Ranciere y a Jacotot). Pensar en la relación maestro-aprendiz exige que la igualdad se ha
tomado como punto de partida. En consecuencia, como (P. 79) afirmara Ranciere, implica
fundamentalmente una cuestión de decisión, unifot es el efecto práctico.
La prueba de la igualdad es una prueba práctica, en acto. El método de Jacotot, nos dice el
autor, consiste en la afirmación de que siempre hay un lugar de paso para aquel que tiene
voluntad de aprender, es decir, un espacio donde la encuentro se hace posible. (P. 80)
Los aprendices rescatan la honestidad en contraposición el hipocresía, a no ser coherente
entre lo que se predica y lo que se hace. En este caso, queda desacreditado como maestro
aquel que pretende emitir un juicio sobre la actitud de participación de los alumnos cuando
él mismo no presenta interés por lo que hace con ellos.
Los aprendices diferencian en un docente que decidí trabajar de otro que les hace perder el
tiempo. (P.82)
Respeto
Hablar de respeto en esta línea implica hablar de respeto mutuo, entre maestro y
aprendices, y viceversa, de una distancia entre ellos -juego entre lejanía y cercanía- de
existencia de confianza y de valoración mutua.
Concebir el otro autónomo es distinto de trabajar para lograr la autonomía. Así, de esta
forma, ésta es considerada como (p. 84) punto de partida y no de llegada. Los aprendices
valoran a quienes los consideran como tal. (P. 85)
George Simmel dice que "la confianza es un hipótesis sobre la conducta futura de otro,
hipótesis que ofrece seguridad suficiente para fundar en ella una actividad práctica. Como
hipótesis, constituye un grado intermedio entre el saber acerca de otros hombres y la
ignorancia respecto de ellos". Esta hipotesis es renovada continuamente debido a un resto
incognoscible del otro (p. 86)
Aparece en los enunciados de los aprendices la idea de que el maestro debe ayudarlo a
focalizar,a "mostrar" el mundo para poder interesarse. (P .88)
Pasaje
Más allá de las distintas modalidades que asuma (la forma en que los jóvenes nombran las
figuras del maestro), tienen en común colaborar con el aprendiz no para "ser como", sino
lisa y llanamente para "ser". En este sentido, hablar de maestro es hablar de una operación
en efecto maestro. la sensibilidad es un aspecto que sobresale en dichas relaciones. (P. 90)
Otro aspecto que quisiera resaltar el aspecto del tiempo en estas relaciones. (P. 91)
Parecería que este riesgo es menor en las relaciones discipulares, ya que lo que se pone en
juego no es la figura del maestro como un ideal, sino los efectos que produce en el propio
aprendiz (p. 92)
Maestros y discípulos.
En los tiempos del Estado Nación, la escuela funcionaba como metainstitucion donadora de
sentido. Como otras instituciones (familia, fábrica, hospita,l prisión, etc) la escuela formaba
parte de un encadenamiento institucional que aseguraba y reforzaba la eficacia de una
operatoria disciplinaria. De esta manera, la experiencia institucional preliminar, sea cual
fuere, operaba como condición de posibilidad de las marcas disciplinarias futuras. El pasaje
de la institución familia la institución escuela, o de la institución colegio la institución
universidad, inauguraba posibilidades, saberes, operaciones, relaciones (p. 94),
complejidades diversas, apoyada sobre una estructura formal antes armada. Body
efectuarse, entre otras cuestiones, porque las instituciones, y en este caso la escuela,
mantenían sus límites, sus fronteras, permitiendo, más o menos intensamente, los
intercambios con el afuera. Los cercos institucionales existían dando lugar a conexiones y
facilitando de diversas maneras ese pasaje, asociado de la posibilidad de ascender en la
escala social. A manera de un guión prefijado, estaba atrasado un trayecto y sólo restaba
para aquellos que tenían la posibilidad atravesarlo, elegir alguno.
La escuela constituía Una institución privilegiada para contribuir a dichos pasajes. Si había
alguna certeza, era la promesa de un futuro mejor (p. 75)
En la palabra "discípulo" subyace la imagen de un otro ideal, de alguien que en algún sitio
se está realizando. Esta concepción implica para el discípulo posicionarse en un lugar de
segundo. Ser primero, más allá de las distintas modalidades para lograrlo, tiene en común
pasar de un estado de desigualdad. Y así dejar de ser discípulo. (P. 96)
Cuando la atracción se centra en la figura del que enseña, el discípulo, más que
posicionarse como sujeto, se sujeta a los vaivenes del maestro. Es ahí, donde el
pensamiento del que aprende disminuye su posibilidad de desplegarse y el pensar del
maestro pierde fertilidad en los oídos de los alumnos. (P. 100)
la figura del maestro ocupa un lugar privilegiado. Es el que activa, el que enciende al otro, el
que hace florecer. El maestro desde ese lugar serie juego de la omnipotencia, con el riesgo
de caer en la contracara de la misma moneda: la impotencia. (P. 102)
Existe un control implícito del maestro que se manifiesta a través de la vergüenza del
discípulo. Vergüenza de quedar en un lugar distinto al esperado, de no estar a "la altura del
otro".
El discípulo, el "elegido"
En este tipo de relaciones es frecuente que el maestro elija a sus discípulos. Esa mirada
que el dirige es la que produce una distinción, facilitando que las relaciones disciplinares se
lleven a cabo efectivamente. (P. 103)
La relación discipular en este caso está teñida por la cosmogonía de ser el elegido. En la
medida en que funcione esta invocación, se espera que los discípulos sean legales y
agradecidos. (P. 104)
La elección del maestro conlleva el orden de un mandato: ser designado por el maestro
implica hacer un esfuerzo por no defraudar a quien confío en él, y permanecer como él
elegido.
Idealización.
Como todo ideal, el maestro se convierte en un espejo donde mirarse. Desde allí parecería
decir: "Sé como yo, pero no yo'. Mostrando un camino y a la vez proponiendo que cada uno
haga el suyo. La presencia del maestro parece como una necesidad para imaginar un
modelo posible y amparar al discípulo.
Habría que pensar si estás rupturas constituyen una discontinuidad, y en este sentido, un
acto de libertad. "la libertad existe finalmente cuando el reconocimiento que hago de ti no
me quita nada a mí"
La gratitud puede ser o no sinónimo de deuda. Se convierte en deuda cuando uno se siente
impedido de corresponder al maestro. En cambio, la gratitud por sí misma, No
necesariamente implica una acción exterior, sino fundamentalmente un reconocimiento
interior.
Entre el sentimiento de reconocimiento y el de deuda existe una delgada frontera. En las
relaciones discipulares, los procesos de distanciamiento pueden recorrer diferentes
trayectos y producir diversas sensaciones, como la crítica, la decepción, la desazón, la
valoración posterior. (P. 109)
En el mismo acto de rechazar a la autoridad se establecen vínculos con ella. vínculos que
están basados en el temor a su fuerza o en el deseo de ver sus fallas. Finalmente la
autoridad sigue siendo una figura que magnetiza. Se le puede ser desleal, se le puede
desobedecer, pero el objetivo no es destronar a la presencia autorizada, sino atraer su
atención.
Pasaje
Más allá de pensar al maestro como un ejemplo o modelo a seguir, se ha filtrado en estos
encuentros un plus que hace parecer lo más vital: el deseo de maestros y discípulos. (P.
113)
● TENTI FANFANI, E. (2004) Sociología de la educación. Universidad Nacional de
Quilmes. Cap. 5
Nuestra atención estará puesta en lo que sucede en el interior del aula, en ese proceso de
interacción donde intervienen básicamente maestros y alumnos.
La interacción en el aula es siempre una mezcla de determinismo y autonomía. Ya vimos
que la relación maestro-alumnos se caracteriza por una asimetría estructural y necesaria: el
maestro tiene una "autoridad" sobre sus alumnos. Pero además de estas relaciones de
poder, es preciso tener en cuenta el hecho de que los actores sociales no actúan en el
vacío, sino que lo hacen en contextos estructurados (p. 119)
Ambos actúan en el seno de una institución constituida por un conjunto de reglas y recursos
que estructuran y en parte determinan lo que los sujetos pueden o no hacer. La institución
es una especie de límite y al mismo tiempo una posibilidad para la acción. Es en ese marco
donde los agentes tienen una capacidad variable de ejercer una práctica relativamente
autónoma.
Los sociólogos se han interesado en el análisis de lo que sucede en el salón de clase con
una finalidad práctica: identificar y fortalecer los métodos de enseñanza más eficientes. Las
primeras preocupaciones de estos estudios se centraron en el tema del tipo de influencia de
las diferentes formas de liderazgo docente en el clima organizacional del aula y en los
resultados de aprendizaje.
Parsons señalaba que el niño en su experiencia de "alumno" en un "aula" escolar aprende a
desempeñar un rol predeterminado en la sociedad, que luego le servirá para ocupar el resto
de los roles que le espera en su vida adulta. Parsons sugiere que en la escuela el niño
aprende una evaluación de sí mismo, más allá de las evaluaciones oficiales transmitidas por
el currículum formal de la escuela.
Los primeros estudios sobre la interacción en el aula se inscribieron en el marco de
preocupaciones políticas más amplias. En efecto, las atrocidades cometidas por el nazismo
en Alemania obligaron a interrogarse acerca de las condiciones pedagógicas del desarrollo
de actitudes democráticas o autoritarias en la más tierna infancia. Lippit y Whire, discípulos
de Lewin, se interesaron en la influencia que diferentes tipos de liderazgo ejercían sobre las
conductas de niños de 10 años. (P. 120)
La aplicación de este tipo de instrumentos (cabe aclarar que existe una gran variedad de
grillas de observación muchas de las cuales incorporan otros elementos tales como los
gestos, las miradas, el tono de la voz, etc., Como elementos a observar en la interacción)
permitió acumular mucha información como resultado de las observaciones realizadas. De
este modo se obtuvieron muchas evidencias empíricas acerca del tipo de relación (p. 122)
maestro-alumno que predominaba en situaciones específicas. En realidad, la mayoría de las
veces el uso de esta técnica de registro de datos utilizada para validar la hipótesis que
afirma que la capacidad de aprendizaje de los alumnos es inversamente proporcional al
nivel de dependencia que tienen respecto del docente. En otras palabras, cuanto mayor es
la dependencia de los alumnos respecto a los docentes, menos probabilidades tiene los
primeros de desarrollar sus propias estrategias de aprendizaje.
Las ventajas del procedimiento contrastan con las dificultades y críticas que se le hicieron
en término de la relevancia de los resultados obtenidos. Entre otras críticas puede señalarse
que mediante estas técnicas sólo puede medirse lo que se observa, es decir, conductas y
comportamientos. Las intenciones y sobre todo los significados que los propios actores
otorgan lo que hacen queda fuera del campo de análisis. Los críticos dicen que estas
técnicas sólo permiten captar aquello que puede ser medido y cuantificado.
Otra crítica de fondo consiste en afirmar que esta técnica de observación de
comportamientos descompone la interacción en unidades que en cierta medida afectan el
sentido de la práctica, existen otras dimensiones de la interacción humana (las miradas, los
gestos, el momento la secuencia en que se registró una unidad de comportamiento, etc.)
que no son observadas en la medida en que no figuran en la grilla de observación. (P. 123)
Esta técnica pre-estructurada de observación olvida, entre otras cosas, qué lenguaje tiene
una cualidad estructural: esta "indexicalizado" (la misma pregunta o comentario puede tener
diferentes significados)
Sobre las críticas hechas a este modelo de análisis de interacción se fue perfilando otra
tradición que se desarrolló en el ámbito disciplinario de la antropología. Esta mirada
denominada "etnográfica" comienza con un amplio ángulo de visión, luego enfocando
progresivamente aquellos aspectos que le interesa indagar. por lo tanto esta estrategia se
diferencia del reduccionismo apriorístico propio de los enfoques de interacción. (P. 124)
De este modo, la investigación "antropológica" del aula, lo mismo que el análisis de
interacción, comienza con la descripción. El primero se rige por categorías unidades de
observación y el segundo está abierto para la construcción de nuevas categorías a medida
que se va avanzando en la observación real de los hechos en el aula.
El tipo de descripción antropológica de la interacción también ha merecido críticas. De parte
del campo de los interaccionistas-cuantitivistas se dice que la observación exhaustiva de
situaciones no permite realizar extrapolaciones o inferencias que vayan más allá de las
situaciones observadas.
Detrás de cada técnica de observación hay una definición teórica de la práctica social, ya
que cada observador es capaz de ver sólo aquello que sus propias categorías y esquemas
de percepción le permiten ver. De allí la importancia de la teoría para enriquecer el análisis
de las cosas de la escuela. En consecuencia, lo que puede hacerse mediante el uso de
estas técnicas analíticas depende de la capacidad de "ver" y de "interpretar" que tiene el
propio observador y no tanto de las cualidades de la técnica de observación empleada (p.
125)
3.Expectativas recíprocas.
Las clasificaciones y expectativas de los alumnos respecto de sus maestros tienen también
un efecto específico de construcción social. Es probable que los alumnos tengan una
capacidad creciente de influir sobre sus maestros en la medida en que se va modificando el
equilibrio de poder entre las generaciones. En el largo plazo de la historia de Occidente,
ciertos factores (p. 131) de orden macroestructural (demográfico, socioeconómico, cultural,
jurídico, etc) han influido para acortar la distancia que separaba a los niños de las
generaciones adultas. Se va modificando el balance de poder entre las generaciones a
favor de los niños. Hoy las nuevas generaciones tienen derecho y al mismo tiempo están en
mejores condiciones para participar en la construcción de las instituciones encargadas de
garantizar la satisfacción de sus necesidades básicas.
Este poder creciente en mano de los niños se expresa el ámbito escolar, donde este poder
se pone en juego para construir su propia experiencia de aprendizaje. Por esta razón, tiene
más sentido tomar en cuenta el mundo de las representaciones infantiles para rendir
cuentas de lo que sucede en el interior de las instituciones escolares (p. 132)
Los esquemas de percepción y clasificación que los alumnos aplican a sus maestros
resultan importantes para comprender distintas facetas de la interacción. (P. 133)
Los alumnos conciben la autoridad como una instancia de vigilancia y castigo. En términos
más generales, la Dirección de la escuela es el lugar donde se ejerce el poder de castigar.
Las expresiones empleadas por los niños para transmitir esta idea general son muy ricas y
variadas.
La predisposición represiva es tan fuerte y tan arraigada en las conciencias infantiles que el
miedo surge automáticamente aún cuando el paso por la Dirección obedezca a razones
rutinarias y extra disciplinarias.
El simple hecho de ser llamado a la Dirección evoca la idea de falta y el casi seguro castigo.
Sólo unas pocas excepciones, el lugar de la Dirección no sé asocia (p. 135) con el
premio/castigo sino con la posibilidad de diálogo, de "ser escuchado". Estas respuestas
extremadamente minoritarias suponen otra construcción de la autoridad escolar, más
abierta al diálogo y a la argumentación.
Las limitaciones evidentes de una y otra perspectiva típicas obligan a construir una teoría de
la práctica pedagógica que incorpora tanto los elementos objetivos como subjetivos de la
acción social. La práctica no se agota en la conducta observable e inmediata de los actores.
La experiencia no es una esencia inmutable ni un valor intrínseco del ser humano, sino que
es resultado de una vida. (P. 138)
Por otro lado, el sujeto vive en medio de circunstancias objetivas que están dadas y en
muchos casos escapan a su voluntad inmediata. El actor, por lo general, tiene una
capacidad limitada (y variable) de elegir las condiciones donde desarrolla su acción.
(Realiza una explicación desde el habitus de Bourdieu, pág. 139)
*Teoría y política.