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Comunicación / Natán Sonis

El tema de la comunicación, es un tema del cual tenemos la


característica de ir aprendiéndolo sin darnos cuenta que lo
aprendemos. No hay clase de comunicación, no hay clase de cómo
comunicarse, pero por un lento proceso llamado educativo que
empieza desde la más tierna infancia nos vamos apropiando de
ciertas pautas comunicacionales, de cierta idiosincrasia. La idea es un
poco reflexionar sobre este proceso no siempre consciente.

La comunicación a simple vista es ese vehículo que permite


enhebrarnos entre los sujetos. No podríamos pensar en un grupo, en
una organización, en una sociedad sin cierta comunicación eficaz.
Nosotros estamos necesitados de establecer sistemas de
comunicación eficaces. Desde los tiempos más remotos encontramos
que el hombre está preocupado por establecer un correcto sistema de
comunicación, correcto desde el punto de vista de eficacia. En la
Biblia, en el libro “Génesis” dice así: “Dios trajo ante el hombre todo
cuanto animales del campo y cuanto aves del cielo formó para que
viese cómo los llamaría, y que les diera nombre a todos los vivientes.
Y dio el hombre nombre a todos los ganados y a todas las aves del
cielo y a todas las bestias del campo”. Parece que desde entonces no
paramos de ponerle nombres a las cosas, algo así como el nombrar
algo ya implica comenzar a organizar un mundo que se nos aparece
como caótico. La posibilidad de nombrar y de compartir los nombres,
porque no alcanza con nombrar sino también tener compartidos los
nombres, ya nos permite ir organizándonos y calmar cierta ansiedad,
seguramente producto de un caos. Seguramente les habrá pasado,
alguien está enfermo, viene el médico, da un diagnóstico y uno queda
más tranquilo; sigue enfermo como antes pero hay una palabra que
calmó porque la palabra figura en el diccionario, existe en los libros,
uno pertenece al mundo simbólico. El médico nos reinstaló en el
mundo simbólico con una palabra aunque uno siga tan grave como
antes.

Nombrar algo equivale ya a generar un principio de constancia. Esto


es importante si pensamos que estamos acá porque nos importan los
grupos, porque nos importan los fenómenos sociales. Una posibilidad
de cohesión entre las personas tiene que ver con la constancia, con la
que un nombre sea constante y sea organizador del caos. En la
novela “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, aparece
una enfermedad, la enfermedad del sueño que hace que la gente se
olvide los nombres y lo que vemos es cómo Macondo se va
desorganizando a partir de que olvidan los nombres. Aparece como
importante esta capacidad propia del ser humano de ponerle nombres
a las cosas, ya hay un ordenamiento, hay un principio de
organización.

Claro que hablar de comunicación no es hablar únicamente de las


palabras y de los rótulos, porque quedaría agotado con el diccionario.
La comunicación es más que un conjunto de palabras, etiquetas,
rótulos que definen. Nosotros combinamos las palabras y de esta
combinación se dan sentidos, y de acuerdo a la entonación que le
demos serán los sentidos, aunque sea la misma combinación, o las
mismas palabras combinadas de otra manera van a dar otro sentido.

Pichon-Rivière define a la necesidad como motor, motor para poder


vincularnos, ya que somos sujetos de necesidades, necesitamos de
un otro. Nuestra concepción de sujeto es de un sujeto de la
necesidad, un sujeto que lo lleva a actuar con otro para satisfacer sus
necesidades. La única posibilidad de establecer una relación, un
vínculo es la comunicación como vehículo.

Pensemos en un bebé para ejemplificar la necesidad. Freud, trabaja


este ejemplo en el artículo “El proyecto de una psicología para
neurólogos”, uno diría que el bebé cuando tiene hambre llora, pero
ese llanto es una descarga motriz de un dolor que está sintiendo a
nivel de paredes del estómago con una situación de acidez en sangre.
Como sería difícil médicamente ir definiendo el grado de dolor que
puede tener el chico por lo cual hace una descarga motriz, la única
que puede, llora. En el mejor de los casos, cuando llora va a ser
atendido por su madre o por la persona que cumpla la función
materna, lo va a amamantar y le va a calmar el hambre.

Entonces, tendríamos que pensar ¿dónde llora el bebé? Llora en el


interior de un vínculo, llora y ese llanto va a ser significado por un
otro desde afuera con un contenido, rápidamente este llanto pasa de
ser una mera descarga motriz para convertirse en un lenguaje, el
bebé va incorporando. Se va a organizar un circuito comunicacional
bastante eficaz. Generalmente las madres diferencian el llanto: “llora
porque tiene hambre”... “tiene sueño”...... “está molesto, hay que
cambiarle los pañales”. Puede diferenciarlo porque ella fue
enseñándole, dándole un contenido social. Es decir, somos definidos
desde un otro, es el otro que viene y le da un contenido a ese llanto,
del cual nos quedamos con este lenguaje que luego se va a
enriquecer. Por lo tanto, el bebé incorpora leche y significados
sociales.

Un psicólogo social norteamericano, Carl Linton, dice que con la


excusa del hambre el chico muerde la carnada del alimento y se traga
el anzuelo de las relaciones sociales. Es decir, va a entrar en una
trama vincular en donde el otro lo va a definir, le va a dar un sentido.
Con esto podemos decir que es imposible hablar de comunicación sin
hablar de la interacción.

Podemos pensar que comunicación es una conducta que emite un


sujeto caracterizada por un significado, con lo cual comunicación es
una interacción entre dos o más sujetos.

Comunicación viene del latín, de comunis, que quiere decir común,


comunidad; lo que nos habla acerca de encontrar una comunidad con
un otro. Si hablamos de comunicación eficaz, tenemos que pensar en
poder sintonizar con otro, tarea difícil. Aunque todos hablamos el
mismo idioma, hacerse entender o entender al otro implica un
esfuerzo, implica un grado de proceso hasta poder ajustarse. En la
medida en que no nos conocemos la comunicación será más difícil, la
experiencia compartida beneficiará a la eficacia de la comunicación.
En los primeros momentos de la vida grupal hay mucha
comunicación, habría que pensar el grado de eficacia de la misma.

Si decimos que comunicación puede ser pensada como conducta,


puede existir la in-comunicación?, la inconducta? No. Siempre cuento
el ejemplo de cuando era docente en un colegio secundario, teníamos
una reunión con el rector y entra la jefa de celadores trayendo un
parte de amonestaciones para un integrante de un curso donde dice:
“...diez amonestaciones por inconducta en clase”. Entonces yo pensé,
y se murió en el aula el chico, y encima lo amonestan!. Cómo puede
tener inconducta? Claro, el parte de amonestaciones no va a decir
“por una conducta no apropiada a los cánones comunicacionales de
esta institución”.

Generalmente, los sistemas de poder son hábiles en eso, no dicen


que hay conductas apropiadas e inapropiadas, dicen que hay
conductas e inconductas, comunicación e incomunicación. No se da
status a la divergencia sino que la divergencia es inexistente, si no es
la conducta apropiada a lo que corresponde es inconducta, no es “una
conducta divergente a los cánones de aquí”. Fíjense cómo la
inconducta, la incomunicación nos llevaría a hablar de ¿qué implica el
desentendimiento? Una comunicación no eficaz, ¿cómo se logra pasar
de la ineficacia a la eficacia? A través de un proceso, de una
sintonización con el otro, ¿cómo se logra esto? Por ejemplo, a través
de una experiencia grupal que implica ir ajustando las sintonías para
pensarse y pensar también la vida cotidiana.

En el circuito de la comunicación tenemos vados elementos: un


emisor, un receptor, un código, un canal por el cual se transmite un
mensaje, (canal verbal, acústico, visual, escrito). El canal también
implicará eficacia o no en la comunicación, porque a veces estamos
acostumbrados más a un canal que a otro, tenemos toda una
educación para el canal de las palabras y poco para el canal de los
gestos, en especial cuando no coinciden las palabras con los gestos.

Nunca transmitimos un mensaje por un solo canal, tendríamos que


pensar si aquello que se transmite por tan diferentes canales es
coherente, armónico, no siempre lo es.

Hablando de la experiencia del código compartido, quiero traer un


párrafo de “El Aleph” de Borges: “Todo lenguaje es un alfabeto de
símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores
comparten”. Nos está diciendo interlocutores, interacción, compartir
algo para lograr un grado de eficacia. No compartir el código no
implica incomunicación sino comunicación no eficaz. Hay que tener en
cuenta que mensaje emitido no significa mensaje recibido aunque
haya habido comunicación. Es como los pulsos del teléfono, aunque
disque equivocado se lo cobran, para la compañía telefónica hubo
comunicación, para uno no fue eficaz; algo emitido no significa que
fue recibido. A veces en los grupos uno cree que tal cosa fue dicha:
“yo lo dije, lo aclaré...”, la fantasía sería que emitir es lo mismo que
recibir, no todo mensaje despachado es recibido y menos aún creer
que el mensaje recibido es decodificado de acuerdo a la intención
como fue codificado. La comunicación de por sí es ambigua, si
presupone interlocutores diferenciados ya hay un problema de
ambigüedad: el otro es otro, yo podré compartir el código con él,
pero nunca podré compartir todo el código porque cuando voy a
hablar de la palabra “árbol” voy a pensar en el árbol que está en el
jardín de mi casa, el otro va a pensar en los árboles de la calle San
Martín. Presuponer que uno comparte un lenguaje, un idioma no
significa presuponer que va a haber una comunicación eficaz. Las
palabras compartidas a veces son sólo eso, y otras, mucho menos.
¿Qué proceso es el de formar un grupo? ¿No podrá ser definido desde
la comunicación como el proceso por el cual un código se vuelve
común? Si lo definimos desde esta temática, podríamos decir:
construir un grupo tiene que ver con construir un código.

Otro elemento de este circuito es el contexto. El contexto es el


ámbito que da sentido al circuito comunicacional, el ámbito que lo
alberga. El contexto da sentido al texto que circula. Por ejemplo, si
una persona le dice a otra. “Pase, sáquese la ropa”, y uno está en el
colectivo es un tema, si uno está en una consulta médica es otro
tema. El texto es el mismo, pero es decodificado apropiadamente de
acuerdo a la noción que tengamos de contexto. Esto es importante
porque ciertos gobiernos autoritarios saben de esto, de que a mayor
empobrecimiento de datos del contexto mayor dificultad para poder
descifrar un texto. Claro, uno no sabe dónde está, por qué pasa lo
que pasa, qué es lo que sucede en el mundo, qué es lo que está
pasando para poder articularlos y cree que los fenómenos que
suceden son fenómenos de la voluntad humana de tal persona que un
día se levantó enojada, le mandó un tanque a otro... Pero sucede que
esta manera de decodificar lo que pasa tiene que ver con tener pocos
datos de un contexto; de esta manera se hace difícil descifrar el texto
y esto significa anular una cosmovisión, desconocer países, negar
otras culturas, es decir, no entender un contexto nos permite definir
el texto como uno quiere. Una palabra tiene validez de acuerdo al
contexto en el cual está implementándose. A veces uno no le habla al
otro sino que lo interpreta, se olvida de que está hablando fuera de
un contexto analítico, por eso Les Luthiers dicen “toda interpretación
fuera de contexto es una agresión”, claro, porque toda agresión
dentro del contexto parece una interpretación...

A esta fórmula que mencionábamos de empobrecer los datos del


contexto, podemos agregarle el empobrecimiento del código. El
código serían esos elementos simbólicos que nos permiten
comprender la realidad, procesarla, descifrarla para poder re-
preguntarse, en la medida en que a uno le falten las palabras para
poder comprenderla, le falta también la capacidad de interpretarla.

¿Saben cómo se hace? Se hacen unas cuantas leyes, se prohíben


palabras, por ejemplo, matemática moderna, la palabra vector fue
borrada del diccionario, el decreto decía que el vector es subversivo...
Un gobernador en una provincia mediterránea prohibió la teoría de
los conjuntos, es decir, no pensar en términos de articulación de
fenómenos en interdependencia es una manera de que nosotros
pensemos que las cosas caen del cielo por voluntad.

Hay otro elemento presente en todo circuito comunicacional que


Pichon-Rivière lo trabajó en especial, se llama el ruido. El ruido puede
estar ubicado en muchas partes, puede haber ruido en el canal, que
el micrófono se acople; puede haber ruido de contexto, pasa una
manifestación y cuesta concentrarse; puede haber ruido en el emisor
que no sabe bien cómo dirigirse a un auditorio nuevo; puede haber
ruido en el receptor que dice “cómo era esto? Hace años que no
escucho un Teórico”. Estos son ruidos externos, vienen del afuera;
pero nos encontramos con otro tipo de ruido que viene de adentro,
son los ruidos internos. El ruido implica un grado de interferencia
entre el otro y yo, si pensamos que yo no soy el otro y el otro no soy
yo, en esa relación hay ruido porque el otro es otro. Eso implicará
que aún con una buena comunicación eficaz tendremos reducido el
nivel de ruido pero no podrá desaparecer el nivel de ruido a mayor
eficacia. El ruido es intrínseco, está en cada uno de nosotros al tener
que comunicarnos con otro que es un otro.

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