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Para entender de forma más sencilla qué es un arquetipo, pensemos en eso que se
lleva tanto ahora en el mundo del cine: los héroes. Todos, de algún modo, tenemos
nuestros preferidos, personajes un tanto complejos, pero que responden en esencia a
un mismo patrón, a un mismo concepto: la bondad, la maldad, la sabiduría,
la mentira…
Muchos de esos personajes simbolizan a los más clásicos arquetipos de Carl Jung, los
mismos que a su vez se integran también en nosotros mismos rigiendo nuestros
comportamientos y decisiones. Esta idea por sí misma no deja de ser interesante por
varios detalles.
«Tu visión devendrá más clara solamente cuando mires dentro de tu corazón… Aquel
que mira afuera, sueña. Quién mira en su interior, despierta».
-Carl Jung-
Por otro lado, un aspecto que nos recuerda a su vez Carl Jung es que a pesar de que
todos dispongamos de esa especie de «alma colectiva», nuestra responsabilidad y
finalidad como personas es la individuación. Se trataría de un obligado proceso donde
desarrollar una conciencia individual, donde dar forma a una imagen psíquica de
nosotros mismos fuerte, saludable y realizada.
Cuando Carl Jung ingresó en la Universidad de Basilea en 1895 para estudiar ciencias
naturales y medicina, empezó a tener un sueño recurrente. Se veía a sí mismo
luchando contra una especie de niebla oscura y densa. En medio de ese escenario
había una figura negra y alta que lo perseguía. A su vez, también podía ver cómo en la
palma de sus manos relucía un destello, una energía que no sabía bien cómo utilizar.
Tiempo después, llegó a la conclusión de que aquella entidad era su «sombra«, ahí
donde se contenían sus miedos reprimidos, el peso de su pasado y muchas de sus
actitudes negativas. La luz de sus manos, representaba la obligación de iluminar esas
áreas oscuras o convulsas. Como podemos ver, pocos autores y figuras de la psicología
tuvieron tan presente ese mundo onírico y su lenguaje implícito para dar sentido al
comportamiento humano.
Conozcamos por tanto a esas figuras de nuestra psique que conforman nuestra alma
colectiva.
El ser
Jung solía equiparar el arquetipo del Ser con un mandala. Es como un círculo lleno de
figuras y movimientos que refleja todo lo que somos, toda nuestra estructura psíquica.
La sombra
En ese vínculo entre los arquetipos y Jung, el que más relevancia presenta y el que más
impregna su legado, es la figura de la «Sombra». Hablábamos de ella hace un
momento, y sin duda, ya habremos intuido en qué consiste su peculiar anatomía:
Ánima y Ánimus
Por tanto, si fuéramos capaces de dar impulso a nuestras energías opuestas podríamos
beneficiarnos (según Jung) de esas virtudes de cada sexo, como puede ser la intuición,
la fuerza, el sentido de protección, el coraje, etc.
La persona
Dentro de ese enfoque entre los arquetipos y Jung, la figura de la persona es una de las
más interesantes. Estamos ante un «escudo psíquico», ese que utilizamos para
proteger nuestro ego del mundo exterior.
La Persona es esa imagen pública que elegimos mostrar al exterior, a nuestra sociedad.
Como podemos intuir, dicho acto o necesidad puede conducirnos a un proceso de
desintegración. Nadie tiene por qué evidenciar algo que no es, nadie debe ir por cada
uno de sus entornos sociales detrás de una coraza, escondiendo su «yo».
El padre
El arquetipo del Padre integra un gran número de fuerzas psíquicas y sociales: es la ley,
la disciplina, la autoridad, la protección, el amor... Simboliza una figura interna que
actúa como maestro y que debe ayudarnos a conquistar nuestros objetivos.
La madre
Dentro de esa corriente de los arquetipos y Jung, esta figura es la gran divinidad, y
guarda muchas similitudes con lo que nos explicó Robert Graves en su libro La diosa
blanca. Es ese mito y esa entidad que siempre ha aparecido en nuestra cultura y
naturaleza como la creadora de todas las cosas, como ese sustrato sabio y favorecedor
donde la magia y la espiritualidad nos guía en todo instante.
Para concluir, los arquetipos aquí señalados son los más relevantes dentro de la teoría
del inconsciente colectivo de Carl Jung. Ahora bien, es posible que tengamos la idea de
que esta teoría se arraiga más bien en un contexto mitológico, en un tipo de psicología
arcaica que carece de interés y aplicabilidad en nuestra actualidad.
Bien, cabe decir que este modelo de los arquetipos se está utilizando en el mundo de
la cibernética y la robótica. Ingenieros del MIT, como Peter Senge, se basan en estas
ideas para programar inteligencias artificiales y dotar así de «personalidad» a nuestros
robots del futuro. Un tema sin duda muy interesante donde el nombre de Carl Jung
sigue de plena actualidad.