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La liebre y la tortuga

Una vez, una liebre se burlaba de las patas tan cortas y de la


lentitud al caminar de una tortuga, sin embargo, esta no se quedó
callada y se defendió lanzando una risa y diciéndole a la liebre: –
Puede que seas muy veloz amiga liebre, pero, estoy má s que segura
de que podré ganarte una carrera.
La liebre, sorprendida por lo que le dijo la tortuga, aceptó el reto
sin pensarlo dos veces, ya que ella estaba muy segura de que
ganaría a la tortuga a ojos cerrados. Entonces, ambos propusieron
a la zorra, que fuese ella quien señ alase el camino y la meta.
Días después, llegó el esperado momento de la carrera, y al sonar la cuenta de tres, se inició la
carrera de estos dos contendientes. La tortuga no dejaba de caminar y caminar, pero a su
lento paso, avanzaba tranquilamente hacia la meta.
En cambio la liebre, corrió tan rá pido que dejó muy atrá s a la tortuga. Al darse la vuelta y ya
no verla, la liebre vió seguro su éxito sobre la carrera y deicidió echarse una siesta.
Poco después, la liebre despertó y vió si por atrá s seguía sin llegar la tortuga, pero al mirar
hacia la meta, vió a la tortuga muy cerca de la final, y en un intento desesperado por correr lo
má s veloz que pudo, la tortuga llegó y ganó .
Moraleja: la enseñ anza es que las metas se consiguen poco a poco, con trabajo y esfuerzo.
Aunque a veces parezcamos lentos, el éxito llegará siempre.
También nos muestra que no tenemos que burlarnos de las personas por sus defectos físicos,
ya que pueden ser mejores en otros aspectos.
Esta fá bula tiene un gran valor educativo, ya que hacer las cosas bien hechas es importante en
la educació n y para ello es necesario ser pacientes.

El león y el ratón

É rase una vez un leó n que estaba descansando en la


selva, después de un día de caza. Era un día caluroso y
solo le apetecía dormir.
Cuando se encontraba má s có modo, llegó un rató n
haciendo mucho ruido. El leó n era tan grande que ni si
quiera se percató , pero el rató n empezó a subir por su
nariz.
El leó n se despertó con muy mal humor, empezó a gruñ ir, y agarró al rató n, prepará ndose
para comerlo.
“¡Perdó name!” suplicó el pobre rató n. “Por favor déjame ir y algú n día seguramente te lo
pagaré”.
Al leó n le resultó divertido pensar que un rató n podría alguna vez ayudarlo. Pero fue generoso
y finalmente lo liberó .
Algunos días má s tarde, mientras acechaba a una presa en el bosque, el leó n quedó atrapado
en la red de un cazador.
Era incapaz de liberarse y rugió fuerte para pedir ayuda. El rató n reconoció la voz y acudió
rá pidamente para ayudarlo. Mordió una de las cuerdas que ataban al leó n y este se liberó .
Entonces el rató n dijo:
“Incluso un rató n puede ayudar a un leó n”.
Moraleja: no menosprecies lo que pueden hacer los demá s. Aunque parezca lo contrario
todos te pueden ayudar.

La cigarra y la hormiga

Una cigarra cantaba y disfrutaba durante el verano. Día tras


día se despertaba tarde y só lo se dedicaba a cantar, hasta
que un día algo le llamó la atenció n.
Un grupo de hormigas pasaban por debajo de su rama
cargando pesadas porciones de comida sobre su espalda,
entonces la cigarra bajó de su rama y le preguntó a una.
-Amiga hormiga ¿por qué trabajas tanto?-
-El invierno se acerca, debemos guardas provisiones para
poder pasar la helada- respondió la hormiga.
A lo que la cigarra luego dijo:
-¡Bah! Trabajar tanto es para bobos, haz como yo, canta y disfruta del verano.
La pequeñ a hormiga sin decir má s nada siguió su camino. En los siguientes días, la cigarra
seguía cantando y muchas veces componía canciones que se burlaban de su amiguita la
hormiga.
Pero un día, la cigarra despertó y ya no era verano, el invierno había llegado.
La helada era la peor de todas en muchos añ os, trató de abrigarse con hojas de su rama, pero
no pudo. Hambrienta buscó comida, pero no encontró nada.
Entonces recordó que su amiguita hormiga había estado guardando provisiones durante el
verano y se dirigió a su hormiguero, tocó la puerta y la hormiguita salió . Entonces dijo:
-¡Hormiga, ayúdame; tengo hambre y tengo frío, dame refugio y comida!
-¿Pero qué estuviste haciendo todo el verano cigarra?- preguntó la hormiga.
-Cantar y bailar- contestó la cigarra.
-¡Pues si eso hiciste en el verano, ahora baila en el invierno!- Dijo la hormiga y cerró la puerta.
Mientras, la cigarra arrepentida se alejaba reflexionando sobre la lecció n que había aprendido.
Moraleja: la vida consiste en trabajar y descansar. No puedes descansar demasiado porque
má s tarde puedes encontrar consecuencias negativas.
Pedro y el lobo

Había una vez un niñ o llamado Pedro que era pastor y


se llevaba todo el día caminando con sus ovejas. 
Un día estaba tan aburrido que comenzó a
preguntarse có mo divertirse. Entonces se le ocurrió
gastar una broma, diciendo que un lobo estaba cerca.
Dijo:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Ayuda!
Los vecinos del pueblo acudieron rá pidamente con
palos para ahuyentar al lobo, pero cuando llegaron al
á rbol donde se sentaba Pedro, lo encontraron riendo a carcajadas. Pedro decía:
¡Ja ja ja! ¡Os lo habéis creído!
Los vecinos se fueron a sus casas pensando que era una broma y que no pasaba nada.
Otro día, de nuevo Pedro se encontraba aburrido y volvió con la misma broma:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socoro! ¡Socoro!
Los vecinos volvieron a acudir rá pido, con sus palos y preparados para hacer frente al lobo.
Pero se volvieron a encontrar a Pedro riendo, que reía y decía:
¡Os lo habéis vuelto a creer! ¡Qué incrédulos! ¡Ja ja ja!
Esta vez los vecinos pensaron que la broma no era tan graciosa y se fueron malhumorados a
sus casas.
Otro día, Pedro estaba caminando con sus ovejas cuando escuchó un ruido entre los
matorrales. No le dio importancia, pero rá pidamente un lobo salió empezó a perseguir a sus
ovejas. Pedro empezó a pedir ayuda:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socorro!
Los vecinos lo escucharon pero no prestaron atenció n, ya que pensaban que era otra broma
de Pedro.
El lobo pudo atrapar a algunas de sus ovejas y se las llevó para comerlas con su manada.
Moraleja: no mientas, ya que puede que los demá s no te crean cuando digas la verdad.
El cuervo y el zorro
Había una vez un cuervo que descansaba en un á rbol, tras
haber logrado robar un queso de la ventana de una casa.

Cerca caminaba un zorro que olió el fuerte aroma, vio al


cuervo y le dijo:
-¡Hola! Qué buen día hace, ademá s tu plumaje es muy
bonito. Le queda muy bien.
El cuervo se sintió muy bien con lo que le dijo el zorro. Le
entraron ganas de cantar para celebrarlo, abrió el pico, pero
entonces dejó caer el queso.
El zorro, sonriendo, corrió hacia el queso y lo atrapó con la
boca antes de caer al suelo. 
Moraleja: presta atenció n cuando alguien te dice cosas bonitas. Puede que sea por interés.
El niño y los dulces
Era 21 de Septiembre y todos los niñ os contentos después de
un largo verano, regresaban a las escuelas. Al ser el primer día,
la maestra llevó a clase un bote lleno de chucherías para dar la
bienvenida al nuevo curso escolar. Uno de los alumnos salió el
primero corriendo hacia los dulces.
Una vez que cogió todas las chuches que pudo,al intentar sacar
la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo. El niñ o
lloraba y lloraba amargamente, pero un amigo que estaba cerca
le dijo: -Confó rmate con coger solo la mitad y así podrá s sacar
la mano con los dulces.
Moraleja: no seas egoísta, avaricioso y escoge solo aquello que
necesites. Como bien dice el dicho “quien mucho abarca, poco
aprieta”.
Esta fá bula enseñ a a los niñ os a no ser tan egoístas, una cualidad muy importante a la hora
desarrollar su personalidad. En un mundo en donde la individualidad prevalece, es bueno
desde pequeñ os que lo niñ os aprendan a compartir y a ser generosos con sus iguales.
La pulga y el hombre
Un hombre disfruta de un buen sueñ o cuando de repente comenzó a
sentir picazó n por todo el cuerpo.
Molesto por la situació n, buscó por toda su cama para ver qué era lo que
les estaba causando tanta molestia. Tras su bú squeda encontró a una
minú scula pulga y le dijo las siguientes palabras:
– ¿Quién te crees que eres insignificante bicho, para estar picá ndome por
todo mi cuerpo y no dejarme disfrutar de mi merecido descanso?
– Contestó la pulga: Discú lpeme señ or, no fue mi intenció n molestarlo de
ninguna manera; le pido por favor que me deje seguir viviendo, ya que por mi pequeñ o
tamañ o no creo que lo pueda molestar mucho. El hombre riéndose de las ocurrencias de la
pulga, le dijo:
– Lo siento pequeñ a pulga, pero no puedo hacer otra cosa que acabar con tu vida para
siempre, ya que no tengo ningú n motivo para seguir aguantando tus picaduras, no importa si
es grande o pequeñ o que pueda ser el prejuicio que me causes.
Moraleja: nos enseñ a a que todo aquel que le hace dañ o a otra persona, debe estar dispuesto
a afrontar las consecuencias. Ya que cuando uno molesta, agrede u ofende a otros
compañ eros, debe saber que sus actos irá n seguidos de unas consecuencias.
El conejo y el cerdo

Había una vez en un colegio un conejo muy presumido


que todos los días llevaba sus zapatitos muy limpios,
relucientes, brillantes.
En su misma clase también estaba el cerdito Peny, que
tenía mucha envidia al conejo por sus zapatos.
Pero el cerdito al vivir en una charca de barro sabía que
nunca conseguiría tener unos zapatos como los de su amigo conejo.
Todos los días limpiaba y limpiaba, pero nada seguían igual de sucios.
Un día jugando en el recreo tenía que hacer una carrera para ver quien era el más veloz. El cerdito
asustado, no sabía que hacer, ya que sus zapatillas no eran como las de su amigo.
El día de la carrera, el cerdito Peny no se lo pensó, y salió corriendo a la par que el conejo.
Mientras corría, solo pensaba en ser el ganador y no rendirse nunca, tal y como le decía su madre.
Al llegar a la meta, todos se quedaron asombrados por la rapidez del cerdito Peny, no entendían
como podía haberle ganado al conejo y sus superzapatillas.
Moraleja: da igual el zapato que lleves, el esfuerzo por conseguir una meta que te propongas no
está en los zapatos sino en ti. Debes ser feliz con lo que tienes, sentirte a gusto contigo mismo y
confiar en ti.

Familia de hormigas
Había una vez una familia de hormigas formada por la madre, el padre y
su dos hijitas.
Pronto se acercaba el invierno, así que toda la familia salió en busca de
comida ya que si no morirían.
Paseando por el prado, se encontraron con otra hormiga, pero esta no
era de su misma especie, ya que era de color rojo y le faltaban dos
patitas.
Angustiada, la hormiga roja les pidió ayuda para que la llevasen hasta
su casa, ya que podría morir enterrada por la nieve.
La madre hormiga rotundamente dijo que no, ya que no pertenecía a su especie y si se
enteraba el resto de hormigas negras podrían echarle del prado.
Así que la familia siguió su camino, pero una de las hijas no pudo aguantar y se dio la vuelta
para ayudar a la hormiga roja, aun sabiendo que podrían echarla del prado para siempre.
Una vez llegaron las dos a la casa de las hormigas rojas, estas sorprendidas por la solidaridad
de la hormiga negra, le regalaron toda la comida que tenían.
Gracias a esta recompensa, la familia de la hormiga negra pudo sobrevivir todo el invierno
gracias a la familia de hormigas rojas.
Moraleja: hay que ayudar a los demá s cuando lo necesiten, ya que algú n día también nosotros
podemos necesitar esa ayuda.
También nos enseñ a a que no hay que prejuzgar ni discriminar a otros por su raza o por su
condició n física, algo muy importante en la vida, ya que tenemos que educar a nuestros hijos
en la tolerancia y el respeto a la diversidad.

El pájaro ruiseñor
Era un pá jaro ruiseñ or muy alegre y divertido. Siempre
andaba cantando pero era muy muy despistado.
Una noche cenando con su madre, esta le dijo que no
debía cantar hasta má s tarde ya que los cazadores
pasarían a esa hora y si estos les oían podrían matarle.
A la mañ ana siguiente como todos los días, el pá jaro
comenzaba a cantar para así atraer a sus presas.
Olvidando lo que le dijo su madre, los cazadores le
oyeron y se pusieron a disparar.
Afortunadamente al pá jaro le dio tiempo a esconderse, ya que oyó el canto de su madre
avisando de que estaban los cazadores en la zona
Moraleja: hay que estar muy atentos y escuchar a nuestros padres cuando nos hablen, ya que
un descuido nos puede salir caro.

El gato y el ratón

Una vez, un gato muy hambriento vio entrar a su casa a un


ratoncito. El felino, con muchas intenciones de agarrarlo y
luego comérselo, se acercó a la ratonera para decirle:
– ¡Qué guapo y lindo está s ratoncito! Ven conmigo, pequeñ ito,
ven… dijo con dulce voz el gato.
La mamá del ratoncito escuchó las intenciones que tenía el
há bil gato y le advirtió a su hijo diciendo:
– No vayas hijito, tú no conoces los trucos de ese bribó n.
El gato insistente le dijo nuevamente al rató n:
– Ven, pequeñ ito ven. ¡Mira este queso y estas nueces! ¡Todo
eso será para ti!
El inocente ratoncito le preguntó de nuevo a su madre:
– ¿Voy mamá ?… ¿voy?
– No hijito, ni se te ocurra ir, sé obediente, le dijo nuevamente su madre.
El gato nuevamente volvió a engañ arlo diciendo:
– Ven, te daré este sabroso bizcocho y muchas cosas má s…
– Puedo ir mamá , por favor te lo suplico – dijo el ratoncito.
– ¡Que no, tontuelo! No vayas. – Insistió la mamá ratona.
-No me hará nada mamá. Só lo quiero probar un pedacito… – dijo por ú ltima vez el ratoncito, y
sin que su madre pudiera detenerlo, salió rá pidamente de su agujero.
A los pocos instantes, se oyeron unos gritos que decían:
– ¡Socorro, mamá , socorro! ¡Me come el gato!
La mamá ratona no pudo hacer nada para salvar a su ratoncito que murió devorado por el
gato.
Moraleja: esta fá bula nos enseñ a que debemos obedecer a nuestros padres y respetar sus
decisiones, ya que ellos siempre querrá n lo mejor para nosotros y el no hacerles caso nos
puede pasar factura como al ratoncito de la historia.

l ciervo y el cervatillo

Esta fá bula trata sobre dos ciervos, uno joven y otro má s mayor.
Ambos querían quedarse a vivir en el monte ya que tenía
alimentos para todo el añ o, pero esto solo podía ser posible si
ambos luchaban, ya que solo había provisiones para uno.
El cervatillo joven tenía muy claro que ganaría, ya que era má s
veloz y má s rá pido que el ciervo anciano.
A la mañ ana siguiente cuando se encontraron para luchar, el ciervo anciano le propuso que se
marchara, ya que sabía perfectamente que él iba a ser el ganador.
El cervatillo tozudo y enfadado se dispuso a luchar hasta que fue perdiendo poco a poco sus
cuernos.
Sorprendido de que el ciervo anciano le ganara, preguntó :
-¿Có mo lo has hecho?, no puede ser, si yo soy má s. joven y má s veloz que tú .
A lo que respondió el anciano:
-mira mis cuernos y tendrá s la respuesta.
El cervatillo sorprendido se dio cuenta de que los cuernos estaban intactos, eran mucho má s
fuertes y robustos que los suyos.
Moraleja: debemos respetar a las personas mayores, ya que el ser una persona mayor no
quiere decir que sean patosos o lentos, sino todo lo contrario, ya que nos pueden enseñ ar
muchas cosas que aú n no sabemos.
El mono y el delfín
Había una vez un marinero que se comprometió a realizar un viaje muy largo. Para hacer má s
entretenida la travesía, se llevó con él a un mono para divertirse
durante la larga travesía.
Cuando estaban cerca de la costa de Grecia, una muy ruidosa y
violenta tempestad se levantó e hizo naufragar a la débil nave.
Su tripulació n, el marinero y su mono tuvieron que nadar para
así poder salvar sus vidas.
Mientras tanto, el mono que luchaba contra las olas, fue visto
por un delfín; el cual creyendo que era un hombre, fue a salvarlo
deslizá ndose debajo él y transportá ndolo hacia la costa.
Cuando estaban llegando al puerto, el delfín le preguntó al
mono:
– Mono ¿eres ateniense (nacido en Atenas)?, y él mono por darse de muy presumido y
mentiroso, le respondió :
– Sí, y tengo también parientes muy importantes viviendo allí –
El delfín le preguntó de nuevo si conocía el Pireo (el famoso puerto de Atenas). El mono
creyendo entonces que se trataba de un hombre, le contestó que no solo lo conocía, sino que
también era uno de sus mejores amigos.
El delfín indignado por tantas mentiras que el mono decía, dio media vuelta y lo devolvió a
alta mar.
Moraleja: las propias mentiras del mentiroso son las que se encargan de revelar la verdad en
un pequeñ o descuido. Las mentiras tienen las patas muy cortas, por tanto siempre saldrá a la
luz la verdad.
El asno, el perro y el lobo
Caminaban muy despacio y agotados por el sol un asno, con su carga
de pan, y su amo seguido por su perro. Es así que llegaron a una
pradera verde donde el amo cansado y agotado por la caminata
realizada, echó a dormir bajo la sombra de un á rbol.

El asno se fue a comer algo de pasto que había en la pradera cuando


de pronto el perro, que también estaba muy cansado y hambriento,
le dijo:
– Estimado asno, yo también tengo hambre, ¿Me darías un poco de pan que hay en la cesta que
llevas encima por favor?
A lo que el asno le respondió :
– Mejor ¿Por qué no esperas un rato má s hasta que despierte el Amo y te dé el mismo de
comer?
El perro, al escuchar la respuesta del asno, se dirigió a otro lado de la pradera. Es entonces
que, mientras que el asno seguía comiendo su pasto, apareció un hambriento lobo que se
abalanzó de inmediato sobre el asno para devorarlo. Sorprendido, gritó ayuda al perro:
– ¡Socorro! ¡Sá lvame amigo perro!
El perro, respondió :
-Mejor, ¿Por qué no esperas un poco má s hasta que despierte el amo y te salve?
Moraleja: hay que ofrecer nuestra ayuda a los demá s siempre y cuando la necesiten si no
queremos que nos pase lo mismo que al asno. Hay que educar a nuestros hijos para que sean
personas solidarias y compartan con el resto de sus iguales.
El cuervo y los pájaros
Un día el dios Jú piter citó a todos los pá jaros a una reunió n para elegir como Rey al má s
hermoso de todos. Los pá jaros, muy halagados ante esta gran oportunidad, de inmediato
fueron a las aguas del gran río para lavarse y acicalarse para estar presentables.
El cuervo, dá ndose cuenta de su fealdad, se le ocurrió un plan que consistía en recoger las
plumas que los pá jaros dejaban caer al acicalarse, para luego pegarlas a
su cuerpo. Es así que el cuervo pasó varias horas colocá ndose las plumas
para ser el má s bello de los pá jaros.
Entonces llegó el día esperado y todas las aves acudieron a la cita, entre
ellos el cuervo, que destacó al instante por sus plumas multicolor. Jú piter
al verlo, decidió coronar al cuervo por su gran belleza, pero los pá jaros se
sintieron muy indignados por haber elegido al cuervo.
Sin embargo, el cuervo pronto perdió sus plumas, sintiendose
avergonzado ya que volvía a ser el mismo que era en realidad.
Moraleja: no tenemos que aparentar lo que no somos y no debemos por
que sentirnos inferiores por nuestro físico o aptitudes, ya que cada
persona es ú nica y diferente, con sus virtudes y sus defectos.
Debemos querernos tal y como somos, ya que solo así nos querrá n los demá s.

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