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EL LORO Y EL PERRO
Moraleja: No hay que molestar a nuestros amigos. Intenta tratarlos bien para que
quieran estar a tu lado.
EL ZORRO IRRESPONSABLE
TILÍN EL DESOBEDIENTE
Había una vez un caballito de mar llamado Tilín, que tenía un amigo cangrejo
llamado Tomás. Les encantaba pasar las tardes jugando juntos y visitando
arrecifes.
Los padres de Tilín le habían dicho siempre que tenía permiso para jugar con su
amigo cangrejo, siempre que no saliera a la superficie.
Un día, le ganó la curiosidad y le pidió a Tomás que lo llevara a la orilla. Este se
negó a llevarlo pero Tilín insistió.
El cangrejo accedió pero con la condición de que solo fueran hasta una roca por
un momento y regresaran enseguida.
Así lo hicieron, pero cuando subieron a la roca, no se dieron cuenta que una
lancha de pescadores venía del otro lado y cuando los vieron lanzaron su red.
Tilín sintió que algo le tiró muy fuerte hacia abajo y se desmayó. Cuando despertó,
estaba en su cama con sus padres. Al ver que despertaba Tilín, ellos suspiraron
de alivio. Lo siento mamá y papá. Solo quería ver la superficie una vez. Sentir el
aire de allá arriba. ¿Qué pasó con Tomás? -dijo Tilín. Lo
siento Tilín. Él no pudo escapar- respondió su mamá con la cara triste.
LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Una cigarra cantaba y disfrutaba durante el verano. Día tras día se despertaba
tarde y sólo se dedicaba a cantar, hasta que un día algo le llamó la atención.
Un grupo de hormigas pasaban por debajo de su rama cargando pesadas
porciones de comida sobre su espalda, entonces la cigarra bajó de su rama y le
preguntó a una.
-Amiga hormiga ¿por qué trabajas tanto?-
-El invierno se acerca, debemos guardas provisiones para poder pasar la
helada- respondió la hormiga.
A lo que la cigarra luego dijo:
-¡Bah! Trabajar tanto es para bobitos, haz como yo,
canta y disfruta del verano. La pequeña hormiga sin decir más nada
siguió su camino. En los siguientes días, la cigarra seguía cantando y muchas
veces componía canciones que se burlaban de su amiguita la hormiga.
Pero un día, la cigarra despertó y ya
no era verano, el invierno había llegado.
La helada era la peor de todas en muchos años, trató de abrigarse con hojas de
su rama, pero no pudo. Hambrienta buscó comida, pero no encontró nada.
Entonces recordó que su amiguita hormiga había estado guardando provisiones
durante el verano y se dirigió a su hormiguero, tocó la puerta y la hormiguita salió.
Entonces dijo:
– Hijo mío, recuerda que en este mundo existen muchísimos peligros y debes
tener mucho cuidado. Estate siempre a la expectativa principalmente si te
encuentras un gato en tu camino. Fíjate siempre en cada paso que das y nuca
vayas a correr sin tener un rumbo fijo. Y lo más importante, antes de poner tus
dedos en algo revísalo muy bien. Solo si eres precavido podrás tener una vida
larga y placentera.
EL CONEJO TACAÑO
Había una vez una familia de ardillas que vivía muy próximo a la guarida de un
conejo. Un día el menor de los topos se acercó a la puerta del conejo y le dijo:
Unos minutos más tarde volvió el pequeño topo a la puerta del señor conejo
para pedirle medio kilo de azúcar. Esta vez el señor conejo no quiso acceder
pero para no negarse en vez de darle azúcar le dio sal.
– ¡Muchas felicidades! Aquí le traemos este pastel que hemos preparado con
mucho amor para usted por su cumpleaños.
El señor conejo se quedo muy asombrado al ver tal gesto y para demostrar su
agradecimiento accedió a comérsela después sin decir que la torta en vez de
azúcar tenía sal.
Moraleja: Si eres de esos que les gusta engañar a los demás, en algún
momento tu vas hacer engañado.
EL HONRADO LEÑADOR
Erase una vez, un leñador que a diario cortaba leña en el bosque para
sostener a su familia.
En ese instante, apareció una sirena frente a él y le preguntó por qué lloraba.
Cuando escuchó lo sucedido sintió mucha lástima por el leñador.
—Espérame aquí buen hombre, creo que puedo ayudarte —dijo la sirena.
Entonces, se zambulló en el río y sacó del agua un hacha de oro, se la mostró
al leñador y le preguntó:
Por segunda vez se sumergió la ninfa en el río, para reaparecer con un hacha
de plata. —
¿Es esta tu hacha? —preguntó la sirena.
Un día, se encontró con una grulla. El pavo real se burló de las plumas
descoloridas y apagadas de la grulla e inmediatamente abrió su colorida cola para
que la grulla la admirara.
—Mira mi abanico de plumas— se jactó—, ¡cómo brillan de todos los colores del
arcoíris, mientras que las tuyas son tan pálidas! Yo estoy vestido como un rey.
—Es verdad, tus plumas son más bellas que las mías— respondió la grulla—, pero
gracias a mis plumas puedo volar hasta llegar al cielo, y ver la belleza de la tierra
en todo su esplendor, mientras que tú solo puedes caminar como cualquier pollo.
EL PASTORCITO MENTIROSO
Había una vez un niño llamado Pedro que era pastor y se llevaba todo el día
caminando con sus ovejas.
Un día estaba tan aburrido que comenzó a preguntarse cómo divertirse. Entonces
se le ocurrió gastar una broma, diciendo que un lobo estaba cerca. Dijo:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Ayuda!
Los vecinos del pueblo acudieron rápidamente con palos para ahuyentar al lobo,
pero cuando llegaron al árbol donde se sentaba Pedro, lo encontraron riendo a
carcajadas. Pedro decía:
¡Ja ja ja! ¡Os lo habéis creído!
Los vecinos se fueron a sus casas pensando que era una broma y que no pasaba
nada.
Otro día, de nuevo Pedro se encontraba aburrido y volvió con la misma broma:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socoro! ¡Socoro!
Los vecinos volvieron a acudir rápido, con sus palos y preparados para hacer
frente al lobo. Pero se volvieron a encontrar a Pedro riendo, que reía y decía:
¡Os lo habéis vuelto a creer! ¡Qué incrédulos! ¡Ja ja ja!
Esta vez los vecinos pensaron que la broma no era tan graciosa y se fueron
malhumorados a sus casas.
Otro día, Pedro estaba caminando con sus ovejas cuando escuchó un ruido entre
los matorrales. No le dio importancia, pero rápidamente un lobo salió empezó a
perseguir a sus ovejas. Pedro empezó a pedir ayuda:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socorro!
Los vecinos lo escucharon pero no prestaron atención, ya que pensaban que era
otra broma de Pedro.
El lobo pudo atrapar a algunas de sus ovejas y se las llevó para comerlas con su
manada.
Moraleja: no mientas, ya que puede que los demás no te crean cuando digas la
verdad.
EL LEÓN Y EL RATÓN
Érese una vez un león que estaba descansando en la selva, después de un día de
caza. Era un día caluroso y solo le apetecía dormir.
Cuando se encontraba más cómodo, llegó un ratón haciendo mucho ruido. El león
era tan grande que ni si quiera se percató, pero el ratón empezó a subir por su
nariz.
El león se despertó con muy mal humor, empezó a gruñir, y agarró al ratón,
preparándose para comerlo.
“¡Perdóname!” suplicó el pobre ratón. “Por favor déjame ir y algún día
seguramente te lo pagaré”.
Al león le resultó divertido pensar que un ratón podría alguna vez ayudarlo. Pero
fue generoso y finalmente lo liberó.
Algunos días más tarde, mientras acechaba a una presa en el bosque, el león
quedó atrapado en la red de un cazador.
Era incapaz de liberarse y rugió fuerte para pedir ayuda. El ratón reconoció la voz
y acudió rápidamente para ayudarlo. Mordió una de las cuerdas que ataban al león
y este se liberó.
Entonces el ratón dijo:
“Incluso un ratón puede ayudar a un león”.
LA LIEBRE Y LA TORTUGA
Una vez, una liebre se burlaba de las patas tan cortas y de la lentitud al caminar
de una tortuga, sin embargo, esta no se quedó callada y se defendió lanzando una
risa y diciéndole a la liebre: – Puede que seas muy veloz amiga liebre, pero, estoy
más que segura de que podré ganarte una carrera.
La liebre, sorprendida por lo que le dijo la tortuga, aceptó el reto sin pensarlo dos
veces, ya que ella estaba muy segura de que ganaría a la tortuga a ojos cerrados.
Entonces, ambos propusieron a la zorra, que fuese ella quien señalase el camino
y la meta.
Días después, llegó el esperado momento de la carrera, y al sonar la cuenta de
tres, se inició la carrera de estos dos contendientes. La tortuga no dejaba de
caminar y caminar, pero a su lento paso, avanzaba tranquilamente hacia la meta.
En cambio la liebre, corrió tan rápido que dejó muy atrás a la tortuga. Al darse la
vuelta y ya no verla, la liebre vio seguro su éxito sobre la carrera y deicidio
echarse una siesta.
Poco después, la liebre despertó y vio si por atrás seguía sin llegar la tortuga, pero
al mirar hacia la meta, vio a la tortuga muy cerca de la final, y en un intento
desesperado por correr lo más veloz que pudo, la tortuga llegó y ganó.
Moraleja: la enseñanza es que las metas se consiguen poco a poco, con trabajo y
esfuerzo. Aunque a veces parezcamos lentos, el éxito llegará siempre.
También nos muestra que no tenemos que burlarnos de las personas por sus
defectos físicos, ya que pueden ser mejores en otros aspectos.