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DIARIO I LU S DIARIO J L U S
T R A P O DE 1 N T R A P O DE IN
F O R MACIQN F O R-M A C í O N
GENERAL G E N E R A L & Ví.
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K t U A C C I O N V ADMINISTRACIÓN: P&ADO DE SAN SEBASTIAN. SUSCRIPCIONES í A N U N C I O S : VELÁztUlEZ, 12. SEVILLA

EL C U Z C O EN
TRES TIEMPOS
A
L amanecer se Sale del aeropuerto
de- Licuatambo; él avión militar
despega y cruza las perpetuas nu-
bes del dulce invierno limeño. Do» mil.
tres mil, cuatro mil metro». El sol. Aba
jOj, naturalmente, los Andes. Crestas sin
nieve, enormes, barrancos, laderas pardas
y pelados desfiladeros. Algún camino iri-
creíble se retuerce blanco allá abajo. Muy
alto, un lago inesperado que pronto que-
da atrás.- Cinco mil, seis mil rhetros. Un
tubo de oxigeno en los labios. Por el
agujero central de la ventanilla que sé há
abierto pasan losV dedos i fuera, el aire
1

glacial y enrarecida-Algún rostro amo-


ratado, alguna vecindad de "soroche", el
nía! de las_ alturas. R F avión portea los pi-
cos demasiado cercanos, cada vez más al-
tos. Los primeros, nevados. Por aquí pa-
isa ron hace cuatro siglos. ¿Cómo?
Nos' espera el Cuzco. Es uno de esos
nombres-que sari como imanes de,nues-
tra vida. Se^pasan años tirando de nos-
otros, haciéndonos esperar, promesas
siempre negadas. Y un día son presentes,
reales, inmediatos; es decir, lo contrario
de Mi que siempre fueren: inverosímiles.
¿Cómo será-~no en, los libros, en nuestra
alma—el Cuzco, que se precipita sobre,
nosotros ahora qué el avión desciende y
vira ¡- esquivando las cimas, mtentrs.s el
paisaje se pone de pie?
¿Cuántas ciudades hay en Cuzco? No
sé: cuatro o cinco, por lo menos. Casi
tantas como las Trovas de Schliemann.
Pero no, no se trata 3e arqueología. Las
ciffdades no'son lo mismo para todos los
ojos. Los hombres de nuestro tiempo no
podernos ver una ciudad en su presente,
sino comp una acumulación., y sedimenta-
ción^ como un pozo sensible de formas
de vida. Y a esta situación radical llama-
mosr-con un nombre un poco pedante—
"conciencia histórica". Para ella está he-
cho e.1 Cuzco. No sé lo que habrá sido en
otras épocas. Hoy es un violento, tremen Vista parcial de Cuzco. (Fotografía del autor.)
do impactoen nuestra sensibilidad. Mu-
chas- cosas-importantes de nuestra vida incaicos se levantan las bóvedas, las to- bros quechuas—no sé si tal vez también
—más.de'.'.insi que pensamos—tendrán que rres clásicas o barrocas. Y jen el claustro aymarás—, éstos de carne, con un fatigado
datarse de ¿¡-ta entrada -én el Cutr de Santo Domingo, las tersas piedras geo- hueso escondido, y uá afán dé vida que
La? piedras, desde luego, tic n aquí métricamente labradas por los quechuas 'os mueve.-Hombros que soportan pesadas
inusitada elocuencia. Primero, grandes aprisionan y enmarcan. Una española puer- cargas: leña, grandes sacos, un cajón de
bloques ciclópeos, toscamente tallados; ta renacentista. Esto es el Cuzco. , gruesos' clavos remachados. Debajo, un
modestas piedras menores,; poligonalmente No es menester pensar, interpretar, leer cuerpo mezquinó, debilitado^ que se extre-
engarzadas unas en otras; luego, puli- libtes. Decía Platón que si la inteligencia mece bajo la mole. Lo cubren los maravi-
dos, perfectos sillares del esplendor incai- fuese visible, como la hermosura, su es- llosos tejidos indios, de tan bellos colo-
co, suaves curvas, aristas cartesianas, tra- plendor resultaría irresistible. ¿Se ha pen- res hoy desvaídos, bortpsos como un re-
pecios de 'ventanas y puertas. Y la miel sado lo que es la historia, no entendida*, cuerdo melancólico. Mas abajo,, dos pies
que sobre ,1a piedra pone el alto sol cuz- inferida, ^conjeturada, sino irrumpiendo descalzos, cobrizos, baten acompasadamen-
queño. Sobre esta piedra se levanta la violentamente por los ojos? • * . , . te sobre las piedras puntiagudas. Un rit-
ciudad; pero» no es sólo cimiento, sino Sobre los pacientes hombros quechuas, mo, grave, cansado, que rima con el jadeo,
estructura. Palacio de Viracocha, conven- sobre orgullosos hombros incaicos a ve- cuyo motor tal vez es una hoja de coca.
to de las Vírgenes del Sol, templo del Sol < ces, arquitecturas platerescas y barrocas Hespació, calle arriba, Con su carga, bajo
mismo; y calles enteras. Perd cuidado: del Cuzco virreinal, modestas casas del el cielo limpio, en él airé delgadísimo de"
sólo a medias—dos,: tres metros de altu- Perú independiente y republicano, y.has- la altura. Los ojos negros, ínueetos. Una
ra—. Lo mismo que-lo ihcsicí'. es sólo la ta 'o, t.ques más modernos del "cine" a- absoluta seriedad, Jtatt apacible! Tanto,
mitad, de la historia de Cuzco. Porque los anuncios de la Coca-Cola — '•bien qué espanta. ¿Qué lleva, en rigor, este
convento de las Vírgenes solares es San- fría"—que han invadido en v a r í a s t lenguas
1
quechua del siglo 3£X sobre sus espaldas
ta Catalina; y el templo del Sol es Santo el planeta. Pero no es sólo cuestión de corhbadas? ¿A dónde van sus pies des-
Dsmingo,. (Del día del sol—"Sountag", piedra. Por eso decía que, no se trata calzos, qué llevan seis, siete, ocho siglos
"Sunday"—a la "Dominica".) Quiero de- de arqueología. redoblando pausadamente sebre los guíjáT-
ABCcirSEVILLA
que sobre los hombros
(Sevilla) de los nuevos
- 09/09/1951, Página 3 Ni sólo de^netáfota. Hay otros honv rros de Cuzco?
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