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BERENSTEIN ISIDORO

Psicoanálisis de Familias desde la perspectiva vincular

INTRODUCCIÓN
La familia es un conjunto de sujetos y muestra, en las relaciones entre ellos,
sentimientos, vivencias y conflictos que van desde sentirse uno parte de una
unidad llamada “familia” y cuyo sentimiento se vive como “familiaridad”, hasta
sentirse diferentes y ajenos unos de otros. Esas situaciones hacen a la
constitución de la subjetividad individual (el modo de hacer y que adquiere lo
humano) tanto como a la intersubjetividad familiar (el modo de hacer y que
adquiere la relación entre todos los del conjunto).
Entonces…
La familia despliega un proceso de relaciones que hemos llamado vincularidad.
¿Qué entendemos por “familiaridad” y por “ajenidad”?
La “familiaridad” es el sentimiento por el cual, por sentirse perteneciendo al parentesco,
al afectarse uno de ellos, todos los demás se sienten alterados por la fantasía de
sentirse uno (Identificación).
La “ajenidad” es el sentimiento por el cual los sentimientos y afectos del otro son
registrados como no teniendo lugar en el yo, así como los del yo no tienen lugar en el
otro. De ahí se desprende la imposición de (se está obligado a) hacerle un lugar, de
inscribirlo, como algo distinto a las propias representaciones. Subjetividad individual
Intersubjetividad familiar El modo de hacer lo humano El modo de hacer entre todos los
del conjunto
-3-

Como sujetos de la ley


En esta clase deseo mostrar un trayecto, un recorrido histórico y también
conceptual, acerca del psicoanálisis de familias y el surgimiento de algunos
conceptos novedosos derivados del enfoque vincular.
Comencemos entonces…

DE LA ESTRUCTURA FAMILIAR INCONSCIENTE A LA SITUACIÓN


FAMILIAR. LOS DOS TIPOS DE VÍNCULO QUE REUNE TODA
FAMILIA
En su sentido más descriptivo y también más social, una familia es un conjunto
de personas vinculadas por la pertenencia al sistema de parentesco.
Este sistema de parentesco tiene sus propias denominaciones que reflejan su
origen jurídico y están incorporadas en cada lengua. Ambos sistemas, el jurídico
y el lenguaje, están altamente codificados y procuran establecer la posición y la
circulación de las personas, adjudicándoles funciones adscriptas a cada lugar
del parentesco, que además adquieren un tinte epocal (es distinto un padre
romano que uno medieval o moderno, o una madre actual que su antecesor de
varias generaciones anteriores). También indican la circulación social e
interfamiliar de cada uno de los sujetos:
Como sujetos del inconsciente

Invisten y son investidos por ese conjunto de prescripciones que regulan lo permitido y
lo prohibido, lo cual asegura un orden contra el desorden, el caos y lo imprevisto, todo
aquello que no encuentra lugar en lo codificable.

Producen representaciones, fantasías y se orientan alrededor del deseo que es


altamente específico de cada sujeto
-4-
¿A qué llamamos origen?
Por lo general, se llama origen a la modalidad de una serie
establecida por las experiencias del pasado cuyas figuraciones se
cumplen de acuerdo con cierta repetición y remiten a ese momento
inicial.
Lo nuevo provoca una modificación de lo existente y es vivido como alteración
del orden familiar establecido. El presente tiende a ser imprevisto y el futuro
totalmente incierto y abierto a las posibilidades, y la manera fantaseada de
darle cabida en lo porvenir es pensarlo como prolongación del pasado.

Parentesco y subjetividad

El parentesco, así como la lengua, hacen a los procesos de subjetivación.


Son sistemas que comprenden un largo período de tiempo vivido y transitado
en común, imponen el hecho de estar en relación, circulan deseos y
obligaciones, así como el requerimiento de estar y hacer con otro en un
espacio-tiempo actual.
La inmadurez del humano como condición de su nacimiento hace que para
subsistir necesite la ayuda de un sujeto amparador que cubra los primeros años
del infans. Ello hace a una parte del desarrollo de la subjetividad del humano.
Pero la convivencia con otros supera largamente la necesidad de amparo por lo
que otras relaciones, con otros puntos de partida, hacen también al desarrollo
de la subjetividad.
Podemos considerar a la familia como una comunidad en base a lo
común, que se organiza en el vínculo entre los sujetos. Lo común
es que los sujetos se obligan a una acción dadora por la cual doy a
otro ser humano aquello que no tiene, por su calidad de ser
humano incompleto.
-5-
Ello acentúa lo semejante y dificulta la diferencia. Lo semejante se hace
equivalente a lo familiar y se opone a lo no familiar, al no semejante, al
extraño.
Ciertamente convivimos con unos pocos y la existencia de los otros humanos
nos llega mediada por la distancia social (a veces enorme), a veces por la
distancia geográfica, a veces por los prejuicios.
Con aquellos que convivo, principalmente con los parientes a los que llamo mi
familia comparto un tiempo que llamamos cotidianeidad. Hay un supuesto de
tener los mismos sentidos respecto de los afectos, así como de las experiencias
emocionales que impregnan estas relaciones, y despierta desconcierto y
hostilidad aceptar lo que no compartimos en la misma familia.
A continuación veremos cómo la familia occidental en los dos últimos siglos,
especialmente en el último, ha devenido un conjunto que reúne dos grandes
tipos de relaciones emocionales y vinculares:
1 •
la pareja

la relación con los hijos

LA PAREJA
¿A qué llamamos relación de pareja?
Se llama relación de pareja o de tipo matrimonial, en tanto se use una denominación
jurídica, a la que trata de establecerse entre dos sujetos de deseo, de obligación y de
deber, con aparato psíquico inicialmente constituido, con represión establecida,
pertenecientes a distintas familias que tratan de ligarse establemente.
En las últimas décadas, bajo otras condiciones epocales, se describe como vivir
juntos en tanto lenguaje descriptivo de un hacer que espera ser compartido.
Toda pareja parece necesitar darse un momento o período inicial en el que
pasaron por
-6-
una experiencia llamada enamoramiento. Con ella creen haber inaugurado una
relación a partir de una atracción amorosa que se supone singular y específica.
En los últimos tiempos se estableció que es importante que la vida amorosa sea
vivida como espontánea, como no establecida de antemano o por mediación de
otros, como pudo haber sido en las épocas previas a la modernidad o como
sigue siéndolo en ciertas y determinadas comunidades religiosas, donde una de
sus autoridades sabe quién puede coincidir con quién.

El enamoramiento

Esa experiencia inicial les hará ubicarse y ser ubicados en una estructura
vincular llamada pareja, que se va realizando, en parte, bajo la presión de la
genitalidad, registrada como deseo de relaciones sexuales, permitidas por la ley
social ya que no infligen la prohibición del incesto.
También se da un compartir y tratar de contener aspectos del mundo interno
bajo el supuesto de intercambio enunciado como principio general de
reciprocidad. Este tipo de compartir puede estar basado en una obligación, la de
dar y recibir, que luego se pone bajo la égida de un contrato, implícito o
explícito que adquiere la forma de “hago esto por ti y adquiero el derecho de
pedirte y obligarte a que hagas algo por mí”, en una suerte de jurisprudencia
privada, derivada de un principio económico que contiene un desequilibrio
implícito por la creencia de que se da más de lo que se recibe y se recibe menos
de lo que se da.
La pareja del enamoramiento se continua con un proyecto que los imagina
juntos durante un largo período, sino todo el tiempo que tienen por delante, y
que se realiza con los hijos.
Este proyecto se fue modificando con las nuevas condiciones donde los hijos
representan un obstáculo al desarrollo personal o económico:
1 •
Las uniones cortas en el tiempo, las relaciones sexuales como centro de la
relación, no necesariamente hacen al deseo de continuidad. En algunos
-7-
1
países europeos ha cambiado el índice de natalidad, disminuyendo
notablemente respecto de principios del siglo XX.

1 •
Los sujetos del vínculo duradero tienen una denominación social, jurídica,
retienen la denominación de “matrimonial” por la cual se los llama esposo o
marido y esposa o mujer, superponiendo en ésta última el nombre social con el
de género. Luego de tener un hijo se llaman madre y padre.

Si las relaciones sexuales se dieran fuera del vínculo estable matrimonial, la


pareja se llamaría amantes u otras denominaciones. Pero en ésta no se incluye
proyecto de hijos, salvo que, comenzando como amantes, haya un corrimiento
hacia al encuadre de pareja de tipo matrimonial. En realidad, la mejor
denominación para aquéllos, como queda dicho, es pareja y es un muy buen
nombre porque describe en un único término distinto y singular la estructura
que envuelve e incluye a ambos sujetos. Para ser precisos, deberíamos llamar
vínculo a ambas estructuraciones y luego caracterizarlo:
1 •
de pareja

de padres

de amantes

otros.

La relación de amantes se caracteriza por otro compartir que, centrado en los


encuentros sexuales, establece una temporalidad que llamamos frecuentación
(Puget y Berenstein, 1988), distinta de la cotidianeidad mencionada
anteriormente.

ADVENIMIENTO DE LOS HIJOS


El otro tipo de experiencia emocional y vincular que recorre la familia es el que
resulta de la relación con los hijos. Ambos sujetos anteriormente mencionados,
incluidos ahora en la pareja, colaboran fuertemente en la constitución del
aparato psíquico o del mundo interno del recién nacido, cuya subjetividad se
constituye en la conjunción entre:
-8-
1 •
sus propias disposiciones

la oferta identificatoria que genera una demanda identificatoria

la imposición que viene de las presencias del hijo y de los padres.

Todo ello recorre los vínculos familiares.


Una descripción cercana al punto de vista etológico, como señalábamos
anteriormente, posiciona fuertemente a los padres en la posición de sujetos
amparadores y al recién nacido en la de desamparo. Se dice que los primeros
se ofrecen incondicionalmente al segundo durante un largo período de tiempo.
Desde el punto de vista vincular decimos que ambos producen lo que resulta del
vínculo. Se deberá considerar éste desde la perspectiva de la sexualidad como
se hace clásicamente en psicoanálisis, tanto como desde la aplicación de lo que
sabemos de las relaciones de poder, por las cuales padres y recién nacido,
imponen al otro su presencia, término que definiremos más adelante, lo cual
obliga a un hacer, diferente cada vez, acorde a cada época de la relación.
Entre padres e hijos las relaciones sexuales caen bajo el tabú del incesto y la
expectativa en el tiempo futuro incluye siempre algún tipo de separación. Las
relaciones de poder se rigen por el tabú de matar al otro e incluyen una
permanente actividad de aceptar y hacer un lugar al otro. Ambos tipos de
relación, la sexual y la de poder, se entrelazan en la agresividad y ello nos
obliga a ser cuidadosos al considerarla, dada su complejidad.

Algunas consecuencias de los nombres de parentesco

El hecho de ocupar lugares en la familia y que cada uno tenga nombres de


parentesco, tiene ciertas consecuencias interesantes.
-9-
El bebé, devenido hijo, se referirá con los nombres del parentesco a tres tipos
de relación:
1 a.
del yo con objetos a los que llamará papá, papi, mamá, mami, hermanito, hermanita,
etc. Es una combinatoria singular de los nombres jurídicos pero afectados por una
experiencia emocional. Tendrán característica de objeto parcial o total y diremos que
habitan el mundo interno

1 b.
del hijo como sujeto con otro sujeto al que se llama padre o madre o hermano, donde
se resumen la familiaridad y la ajenidad

1 c.
del sujeto (hijo, padre, madre) con un lugar ocupado generalmente por sí mismo en
relación con el lugar ocupado por ese otro que soporta otra denominación de lugar.
Como ejemplo: el lugar del Padre puede estar ocupado por el padre o por el hermano
de la mamá, o por el hijo o por un segundo marido de la madre.

Suele juntarse los usos b) y c) y pensar que es lo mismo pero el análisis de la


Estructura Familiar Inconsciente (Berenstein, I. 1976 y 1989) pronto marcó que
son dos situaciones que requieren ser diferenciadas.
El hecho de tratarse de individuos en parte constituidos y en parte en vías de
constitución de su subjetividad le da a ésta carácter interminable y en continua
tarea de constitución. Estas distintas configuraciones de vínculo hacen al
carácter originario de la relación que liga dos (o más) sujetos en un espacio
inconsciente donde se ubican y son contenidos. Aunque estas últimas tres
acciones (ligar, ubicar, contener) pueden parecer sinónimas en realidad no lo
son y el vínculo tiene esas y posiblemente otras acciones aún por describir.
El vínculo tiene la peculiaridad de caer o desaparecer
de la conciencia y constituir un inconsciente, lo cual da
significado a las modalidades de relación, a la vez que
explica por qué las partes relacionadas, los sujetos, se
registran defensivamente como separados,
discriminados, aislados o recortados entre sí y
recurren a explicaciones encubridoras para dar cuenta
de su ligadura.
- 10 -
Y ese desaparecer de la conciencia explica que sea el
lugar de donde provienen funcionamientos vinculares
que producen tipos de sufrimiento que sólo se podrán
entender desde el vínculo. Se acompaña de una no
coincidencia en la percepción de cada uno acerca de su
funcionamiento en la relación y la proyección del
malestar en el otro.
Las acciones en el vínculo

La familia se constituye como un conjunto de sujetos ligados en vínculos y de


lugares ocupados y despliegan su hacer a través de sus acciones.
Estas acciones pueden…
Estas acciones creativas están combinadas con otras signadas por la repetición
aunque nunca idéntica. Es que el conjunto debe resolver las cuestiones
propuestas tanto por la familiaridad como por la otredad, es decir por la
ajenidad de cada otro.
El vínculo es una combinatoria de representación del conjunto y de esa novedad que
llamo ‘presentación’ de los otros y se inscribe como tal en el psiquismo con una
inscripción de pertenencia a ese conjunto y no a otro.

Estar previstas
Ser
creativas
Ser acciones que se deben hacer de acuerdo con lo prescripto, o no se deben hacer de
acuerdo con lo prohibido.

Ser acciones que se realizan en cada momento, que no están previstas sino que
resultan de la situación actual.
- 11 -
Pero lo que han de hacer también determina el vínculo de pareja o familiar.
Como vimos, dos pertenencias estables son su garante:
1 •
el sistema de parentesco

el de la lengua.

¿Cómo podemos caracterizar el parentesco?


El parentesco, como conjunto, es el marco
donde se dan las acciones de unos con otros a
la vez que define, clasifica, separa y se
relaciona con ese otro conjunto, intrapsíquico,
que reúne representaciones a las que cada
sujeto les otorga vivacidad perceptiva, en
base a su propia y mutilada personificación.
Esto nos llevó a diferenciar entre relación de objeto (lo
constitutivo del mundo interno) y vínculo con otro (lo
constitutivo del mundo vincular). Lo interno y lo externo bajo
la forma de lo vincular se relacionan con la forma de una doble
inclusión.
Lo vincular incluye lo interno, como lo externo.
¿Para qué diferenciarlos?
Es operativo tratar de diferenciarlos a sabiendas de la
imposibilidad de lograrlo. Para no quedar aprisionado del
propio mundo interno, el sujeto ha de vincularse con otro y
para no quedar encerrado en la relación con otro ha de recurrir
a las ensoñaciones y fantasías del mundo interno en un
tránsito continuo con su respectivo peaje que marca el paso de
un espacio a otro.
- 12 -
La característica de cada familia

Cada familia es un conjunto intersubjetivo, reúne varios sujetos en el marco del


parentesco y es productora de subjetividad. Cada uno es sujeto del
inconsciente, de la estructura familiar inconsciente y sujeto social. Se diferencia
de otros conjuntos humanos que habitan el mundo con otras instituciones: el
colegio, la iglesia, los tribunales, la cárcel, etc.
La característica de la familia es que los sujetos:
Lo que sigue es una descripción imaginativa de los dos tipos de relación, que
trata de suponer cómo podrían ocurrir algunos hechos en una situación
inaccesible para alguien de afuera y no fácil de poner en palabras para quien
convive en su interior.
- 13 -

LA RELACIÓN MADRE – BEBÉ


Lo que sigue es una descripción imaginativa. Durante nueve meses, día más,
día menos, la mamá lleva dentro de su cuerpo a ese ser que, sin serlo aún, es
llamado “bebé”. Así se llama en realidad al niño de pecho o de pocos días o
semanas. Ni el Diccionario Etimológico de Coromines (Coromines, 2008) ni el de
la Lengua Española (Real Academia Española, 2001) establecen relación entre
el sustantivo bebé y el verbo beber a pesar de la acción de tomar el pecho. En
otras lenguas se usan términos diferentes para el bebé y las acciones que
realiza.
Los sofisticados métodos de visualización intraútero no suplen esa presencia
que habita en el interior materno y cuya aparición en el mundo convierte al feto
en bebé. Quizá haya que distinguir entre presencia no presencial como la que
brindan las sensaciones interiores a la madre y la ecografía obstétrica como
imagen visual, aún en su forma tridimensional, y presencia presencial, para
situaciones como la descripta más arriba en el vínculo madre – bebé, distinta de
la que ofrece el feto interior a la madre.
En otro orden de cosas, también para las relaciones iniciadas y sostenidas por
email surge luego el requerimiento de verse, manera exigua de referirse a
hacer presente una presencia.
Veamos a continuación la descripción del vínculo mamá-bebé.
Una mamá pone el pecho en la boca de su bebé. El bebé busca y se prende con
sus labios al pecho de su mamá. Aquella le ofrece una parte de su cuerpo y un
producto biológico, la leche producida y almacenada en su interior, el del pecho,
accesible a través de esa compleja puerta que es el pezón. Esta relación está
marcada, investida tanto con el deseo y la sexualidad como con las formas de la
época que dictaminan su modalidad de contacto, cercanía o alejamiento,
horario y frecuencia y el conjunto de los recursos que, en las relaciones de
poder, figuran en la imposición del “deber ser” de una mamá y un bebé. En el
“pecho” figuran los
- 14 -
modelos identificatorios de los que la mamá se apropió e hizo suyos como
modalidades de la relación con su propia mamá infantil. Allí están también los
conflictos infantiles y adolescentes con ella. Asimismo, figuran las imposiciones
como las ofertas sociales y de la época, consonantes o en conflicto con las
identificaciones familiares.
El bebé en contacto con el pecho despliega sus movimientos reflejos que le
hacen mover la cabeza hasta “encontrar” el pecho y cerrar la boca alrededor del
pezón para iniciar una serie de movimientos predeterminados de deglución del
líquido – leche. Puede que devenga bebé al beber.
También recibe el contacto con la piel así como con la tensión de los brazos que
lo sostienen. Este término está en Español etimológicamente formado con sos =
sub = bajo, lo cual es tener desde abajo como una base donde sin saberlo se
apoya el bebé. Se suele decir que estas impresiones son recibidas en conjunto y
son difíciles de diferenciar. Así puede ser una vivencia líquida, sin límites sólidos
(a la par de lo que incorpora) evocada por un contacto cálido con la piel del
otro.
Si ambos, la madre y el bebé, invisten el contacto a propósito de la esencial
función de dar alimento por un lado y de incorporarlo por el otro, el vínculo es
el trabajo de estar juntos en la diferencia y lo que se produce en el encuentro.
Éste es efímero y deja lugar a una representación de un espacio y un tiempo
donde podrán creer que estuvieron en lo mismo, donde supusieron que estaban
ligados con el cuerpo puesto en contacto, aunque uno hubiera ofrecido el pezón
y el otro la boca y la lengua. Se agregó una promesa no explícita de una
próxima vez, pero no por eso menos eficaz, en el sentido de volver a producirlo.
Inevitablemente el trabajo volverá a darse. Es que sin trabajo no se produce vínculo ni
una subjetividad propia de esa situación, para la madre y para el bebé.
El trabajo les lleva a la madre y al bebé a instituirse como sujetos de esa
situación y pronto sabrán que son sujetos sólo de ésa y no de otra, que llevará
a otros
- 15 -
trabajos y, entre ellos y con otros, a otra subjetividad que puede ser
considerada como suplementaria de la anterior.
Los sujetos estarán y se sentirán separados y por eso habrán de encarar el trabajo de
vínculo. No habría tal actividad si fueran totalmente semejantes o si trataran de
sostener la creencia de estar superpuestos.
La presentación de la madre sorprende al bebé, sea en su “belleza” como dice
Meltzer, sea en su otredad:
“Pero el significado del comportamiento de la madre, de la aparición y
desaparición del pecho y de la luz de sus ojos, de una cara por la que
pasan las emociones como sombras de nubes por el paisaje, es
desconocido para él. Después de todo ha llegado a un país extraño donde
no conoce ni el idioma, ni las claves y comunicaciones no verbales
habituales.”
(Meltzer, 1990. Pág. 28)
También la madre se sorprende ante la permanente y nunca creíble otredad del
bebé, nunca coincidente del todo con su representación de él.

LA RELACIÓN AMOROSA
Volvamos al momento del enamoramiento.
Un hombre y una mujer se miran y sienten que se atraen. Dirán que “se
gustan”, posiblemente por las reminiscencias alejadas con ese sentido que toma
la boca y la lengua para otorgarle sensaciones referidas a los alimentos sólidos
o líquidos en base a su incorporación placentera. Hablan y coinciden en sus
comentarios valorativos: las mismas películas, los mismos conjuntos musicales,
las mismas opiniones políticas y sociales, repudian las mismas injusticias. En la
intimidad, las caricias tocan los lugares apropiados y del modo deseado y las
relaciones sexuales contribuyen a transmitir la idea de que son tal para cual.
Las coincidencias, así como la vivencia de “lo mismo”, colaboran a exacerbar la
idea de complementariedad, de que son uno para el otro, o sea que son uno.
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Se sorprenden de compartir traumas infantiles o adolescentes, una muerte del
padre para uno de ellos y de una hermano para el otro. La diferencia todavía no
cuenta, sólo la similitud. Uno ofrece una parte de su cuerpo que es tomada por
el otro y ese don es aceptado. Se tiene la vivencia de que las palabras están de
más, no agregan nada y romperían el hechizo. Aparente e ilusoriamente no se
requieren palabras para entenderse. No sólo los genitales intervienen, también
los ojos, oídos, el olfato y los brazos y las piernas que configuran un sostén que
contrarresta la vivencia de disolución de los límites o de fusión. En cada uno de
ellos figuran los modelos identificatorios parentales, los del padre y de la madre
y los de éstos como pareja, si aquellos se tocaban o se besaban cuando estaban
en público o delante de los hijos, si se divorciaron después de unas peleas, si
hubo separación o no la hubo para demostrar que siguieron supuestamente
unidos a pesar de los conflictos.
También están los modelos epocales, lo que hacen las parejas en cada tiempo,
la modalidad de acercamiento, el privilegio que se le asigna a la vida de dos o a
la actividad y el trabajo de cada uno predominando sobre la vida de pareja.
Podría haber diferencias sociales, religiosas como las de aquella pareja que
ahora recuerdo formada por una mujer musulmana y un hombre servio de la
misma comunidad, o el enamoramiento de una muchacha francesa con un
soldado alemán, o de un hombre que era represor con una joven militante
presa, secuestrada y luego liberada. Son muchos los recovecos emocionales
que aún no conocemos y, por lo mismo, estamos prontos a criticar o a
condenar.
Las diferencias no cuentan en ese momento y la unicidad los ilusiona acerca de
la posibilidad de borrar esos detalles de conjunto que fundan una singularidad.
En otro lugar (Berenstein, 2005, pág. 165) mencioné que el enamoramiento es
ese estado emocional, subjetivo cuya característica es la de anular la presencia
del otro, lo inaccesible, lo no posible de representar. La coincidencia es una
formación de compromiso. Probablemente no sea posible representar esa
ajenidad de los que forman las parejas recién mencionadas que reúnen esas
características como serbio-musulmán, francés-alemán en tiempos de guerra,
represor-militante. En general ocurre con cada una y todas las parejas. Esto nos
acerca al tema de la pulsión.
- 17 -
Diremos que…
Es frente a lo ajeno del otro y su presencia que en el sujeto emerge la pulsión y, en ese
movimiento, tratará de investirlo como su objeto, haciendo una formación de
compromiso tratando de inscribirlo cómo perteneciendo al pasado infantil.
Al ubicar al objeto proyectado en el otro tiende a borrarlo en su especificidad,
pasando a ser ahora lo variable de la pulsión.

El trabajo del vínculo

Cuando el trabajo del vínculo ocurre en sus distintas configuraciones, tiene las
más importantes consecuencias:
1 �
por un lado, la investidura de esa memoria de la relación y el recorrido por
otras representaciones del otro en el yo, conlleva la función de pensar hasta
reconocer el vínculo como algo más ligado al sentido (estar ligándose o formar
parte de un conjunto), que a un recuerdo inscripto como una huella perceptiva
de estar juntos. De allí que el intento de repetición conlleve una marca de
equívoco. Este consiste en encontrar al otro corrido de su lugar supuesto
original, lo que genera una vivencia paranoide de sinsentido. Y, no obstante, la
relación mantiene el sentido de pertenecer a un vínculo. Si se postula su
condición de inconsciente deberemos decir, lo decía en la década del 90, que
es la representación de algo originario perdido, que es considerado
retroactivamente como si hubiera existido. Y sin embargo, como
representación tiene eficacia inconsciente porque el vínculo que se produce es
asociado con otras producciones de vínculo y se siente como que “crece o se
fortalece”, o por el contrario “se deteriora o se rompe, o se desvitaliza, o ya no
sostiene, etc.”

El vínculo es lo inconsciente en su mayor densidad: es lo que da pertenencia


y establece una discontinuidad continua o una continuidad discontinua entre
los yoes, no percibido por la conciencia de que, en cambio, da la percepción
de
- 18 -
discontinuo. Las parejas, los padres y los hijos se pelean por afirmar la
diferencia. Tanta pelea es por pánico a quedar tomado por y apresado en la
continuidad, lo que da lugar a la operación originaria que constituye un
adentro del yo desligado de un afuera, un adentro que constituye el mundo
interno con representaciones a las cuales el yo se liga pero que admiten
durante un tiempo corto o largo pero siempre limitado, la ausencia del otro
real externo.
1 �
Por otro lado, en el mundo vincular, se habrá de reconocer que el otro real
externo no puede faltar como soporte del vínculo. No debiera entenderse que
siempre tendrá que estar ahí, sea cual fuera el significado de “siempre”. Pero
lo cierto es que el otro no puede estar permanentemente ausente si se ha de
constituir en sostén y garante del vínculo. Sí, ha de estarlo para poder
desplegar la investidura de la representación, pero también haciéndose
presente para limitarla. Es un freno para no ir en dirección a esos delirios de la
vida cotidiana donde el otro es una fuente permanente de quejas por sus
imperfecciones, que son lo que ese otro “siempre”, o “nunca”, hace o debe
hacer.

En la convivencia el partenaire difícilmente pueda no involucrarse, lo cual le


lleva a responder como si fuera una realidad, a discutir “ayudando” a confirmar
su maldad, tal como ocurre en tantas peleas matrimoniales y familiares.
Uno de los paradigmas de la relación con el otro es la condición de
extranjeridad, que ofrece un límite a la representabilidad, que nos interpela así
como se siente interpelado por nosotros, a la espera de un trabajo de construir
con nosotros otro idioma con sus claves, a sabiendas de que hay una lengua
que nunca será propia y que deberemos seguir produciendo.
El otro es irreductible al yo y aparece en la vida vincular como sobresaltos de la
idealización de lo uno. Se da a conocer en expresiones de extrañeza auto
referidas: “No lo pensé”, “Es impensable”, “No me hubiera imaginado”; o en
una sesión de pareja o familia: “Nunca lo hubiera pensado de ti”, “Es
inadmisible”. Estas frases hablan del centramiento en el yo y su dificultad en
aceptar lo que no le
- 19 -
pertenece, lo no pensado por el propio sujeto. Está obligado a admitir que algo
del otro es inaccesible a su conocimiento, lo sorprende porque deberá admitirlo
como nuevo, no tenía existencia previa. Esas oposiciones serán el trabajo del
vínculo.

Actividades del trabajo del vínculo

Dos son sus actividades:


1 1.
las acciones que refutan, oponen e imponen una modalidad propia al otro,
quien deberá hacer un lugar en ese vínculo a una especificidad. Es la actividad
de configurar el vínculo como algo que es tanto diferente al mundo interno,
como al otro. Sería cómo uno de los amantes da a conocer al otro algo propio
de sí en esa relación o para ese momento de la misma. Requiere ser tomado
en cuenta. Es un acto mediante el cual se destotaliza una subjetividad y la
otra, declara un vacío, algo incierto porque desde ahí no podrá predecirse la
dirección futura del vínculo. Vendría a ser una impugnación de la subjetividad
instituida, aquella con la que pretende instalarse en la relación y que resulta un
impedimento para el advenimiento del vínculo.
2.
Lo opuesto a esta impugnación es la idealización del amor en detrimento del
trabajo de aceptación de esa presencia que nos determina. Si el otro es
adorado por ser un amante en general y no por su singularidad, se inicia el
rechazo de esa impugnación, que es de vital importancia para la posible
modificación del vínculo entre ambos. Es tomado como un ataque que instala
en el vínculo algún tipo de persecución. La ausencia del otro, inevitable en una
relación, hace que su lugar se vaya habitando con la fantasía. El freno de la
misma se hace a través del trabajo de impugnación de la fantasía, necesaria
en el contacto con el otro, entre quienes, a través del juicio de presencia, van
haciendo el trabajo psíquico de confrontación para contradecir y elaborar la
relación entre el mundo de la fantasía y la inscripción de una presencia que no
encuentra registro previo y a la que deberá inscribir para enfrentarse con que
el otro sigue instalado como ajeno.
- 20 -
Si la impugnación subjetiva está dirigida al otro, la impugnación de la fantasía está
dirigida al propio sujeto. Así se irá tramitando el vínculo amoroso.

EL VÍNCULO ES INCONSCIENTE
Como vimos, el vínculo no pasa por la percepción. Los sujetos se perciben
separados entre ellos y lo que producen es lo inconsciente. A veces susceptible
de ser puesto en palabras y otras veces no, queda fuera de campo de las
palabras. Pueden no saber cuál es la participación como sujetos en lo que
producen: afectos y efectos, modificaciones subjetivas y la forma de ser
generada por esa dada relación.
Dos serían los motivos:
1 1.
el vínculo es del orden del conjunto, si lo decimos en términos numéricos, el
Dos (escrito con mayúscula) es anterior al uno y uno. Digamos que Dos es el
número inicial y no sólo el resultado de la suma de 1 y 1. Es desde donde
cuenta la producción vincular. Es del orden de la presentación y de la acción
que se deriva del hacer. Este componente no está representado ni podría
estarlo, porque está por ser realizado. Lo que está en potencia aún no se ha
hecho, puede o no llevarse a cabo y lo que se lleva a cabo produce efectos
tanto como lo que se decide no llevar a cabo.

1 2.
el vínculo también es del orden de la representación. Lo que se vuelve a
representar son inscripciones ligadas, esto es, relacionadas firmemente como
aquella de la vivencia de satisfacción: placer unido a la imagen del objeto y a
la imagen motriz refleja. Algo se 'vuelve' a
- 21 -
1
(re)presentar ante el psiquismo inconsciente y eso es, a su vez, representado
entre los yoes que a su vez lo representan para sí.

Estos dos motivos no son excluyentes ni contradictorios, son suplementarios.


El vínculo configura una situación que no puede incluir todo, no hay cabida para
todo el amor, para todo el contacto, para toda la gratificación.
En psicoanálisis se llama narcisismo a esa apetencia por el todo que amenaza
con transformarse en nada, como lo informan los reproches que se producen
ante la desilusión por el contacto con la vivencia de que la pareja es una
entidad parcial, que hay otras posibilidades con otras parejas, pero éstas no
tienen lo que aquella, así como la de ahora tiene lo que aquellas no. Toda
decisión, está plagada de incertidumbre y nada asegura que con otras
decisiones, por ejemplo otras elecciones de pareja, de profesión, de analista, se
produzcan encuentros distintos y no ha de ocurrir lo que con ésta.
Los reproches del tipo “no me das porque se lo das a otro (a tu mamá, a
nuestro hijo, a tu trabajo)” o “porque te guardas lo que me está destinado”, en
realidad, contienen un error emocional: adjudicar como deuda del otro lo que
en realidad no se está produciendo en esa situación, en esa relación. Y si no se
produce no existe.

Ajenidad

Es aquello del otro que no acepta la identificación desde el yo. Es esa operación
consistente en hacer con la imposición entre los sujetos lo que hace una
singularidad que ubica a uno enfrente del otro, que da lugar a, y resulta de,
ubicarse en ese enfrente que da a conocer la ajenidad producida desde ese
vínculo.
Otra es la ajenidad aportada por cada cual, previa al encuentro de uno y otro.
Es la ajenidad de lo inconsciente.
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Otra es lo producido por las intervenciones en el vínculo que los ubica como
diferentes a lo que eran en otros vínculos anteriores con otros sujetos: como
hijo ante la madre o ante el padre, como ex – marido de la esposa anterior,
como amante de su amante, como jefe de su empleado/a, como analista actual
de su paciente, como otro paciente de ese analista, etc.
Esa ajenidad resulta de y a su vez produce vínculo. Los sujetos de ese vínculo
podrían alejarse tanto como den las circunstancias posibles, pero no podrían
dejar de estar relacionados al menos en algún punto. No es posible el vínculo
sin una relación de presencia, sin ella sería una relación de objeto que habita en
la interioridad del sujeto.

Imposición

Un sujeto opone resistencia al otro y, sin embargo, éste presiona y se incorpora


al primero y ocupa un lugar en él. Es lo que llamamos imposición, lo que
interfiere en la identidad de cada sujeto, lo que no permite que sean idénticos a
sí mismos ni entre sí, ya que en lugar de dos serían uno.
Los sujetos adquieren una singularidad a partir de que se da lugar a otra
combinación entre los mismos sujetos, aunque esta expresión en sí misma
contiene un equívoco, no podrían ser los mismos porque su cualidad surgirá de
hacer y formar parte de cada situación distinta.
La afirmación de la precedencia de una forma de pensar sobre otra, tiene
carácter arbitrario. Lo que se desea establecer es otro punto de partida,
diferente del criterio de identidad y de individualidad. Estos conceptos fueron
usados también para explicar el origen de la subjetividad y estamos
proponiendo ahora el criterio de pertenencia así como el de conjunto, dando
ellos también otros orígenes a la subjetividad pensada como una entidad
múltiple.
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Queremos decir que se es sujeto por el pasado temprano e
infantil y se lo es por la pertenencia a la familia, a su(s)
pareja(s) así como a su época y sus instituciones y cómo se
deviene por lo que se hace en el vínculo con otro.

NOCIONES GENERALES SOBRE PRESENCIA Y AUSENCIA


¿Cómo podemos caracterizar la presencia?
La presencia (Berestein 2001a) es esa cualidad, suerte de evidencia del otro, que incide
fuertemente en mi como sujeto o, si es mía incide en el otro, impone una marca, me y
lo modifica. No admite su inclusión imaginaria.
Presencia se diferencia de exterioridad, no sólo lo que se discierne si además de
estar adentro está fuera del yo (juicio de existencia), sino y principalmente,
porque estando fuera del yo no figura en la interioridad. El otro no se deja
convertir en ausente y no permite inscribirse como objeto, es decir como una
ausencia. Dicho de otra manera, su presencia excede a su representación. La
no tolerancia a esa presencia y a sus efectos y su anulación radical, la
desmentida, caracteriza la psicosis.
La relación con lo ajeno inaugura un nuevo funcionamiento al quedar fuera del
yo, nunca será pertenencia al yo como parte de éste. Y no podrá rechazar y
ubicar fuera del yo, según el principio de placer-displacer (juicio de atribución).
La presencia se opone al juicio de atribución. Lo ajeno se regula por el juicio de
presencia (Berenstein, 2001) y decide si el otro puede pasar a ser ausente
(desaparecer como ajeno) o teniendo presencia, requiere de parte del sujeto
hacer las operaciones requeridas para hacerle un lugar y por lo tanto para
modificarse.
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Si, en términos de Freud (1925), para el yo-placer originario son idénticos lo
malo, lo ajeno al yo, lo que se encuentra afuera, diremos ahora que:
…lo ajeno puede ser fuente de dolor si hiere lo narcisista, pero también puede ser
fuente de novedad, de descubrimiento y motor de los vínculos.
Muchas preguntas presuponen la respuesta. La pregunta acerca de ¿cómo es
posible conocer lo ajeno si no tiene registro previo? presupone que sólo
podemos conocer lo que está en nuestras representaciones. Sólo conoceremos
lo previamente inscripto y que el yo pueda representar, aquello que el yo pueda
proyectar en el objeto a conocer.
En esta pregunta la presencia es considerada sólo como exterioridad, forma
elemental de percepción más ligada a la sensación cuando, en realidad,
estamos ante un complejo proceso psíquico donde interviene el juicio y la
decisión. Para eso habrá que aceptar que además de los dos juicios establecidos
por Freud en su hermoso trabajo sobre la Negación, contamos con un tercero,
como señalé previamente: el juicio de Presencia (Berenstein, 2001, Pág. 17).
El recordar va en búsqueda de la identidad y la coincidencia con la imagen
anterior, en tanto que el juicio, es movido por las diferencias.
“El complejo del prójimo se separa en dos componentes, uno de los cuales se
impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido como una cosa del
mundo, mientras que el otro es comprendido por un trabajo mnémico, es decir,
puede ser reconducido a una noticia del cuerpo propio. A esta descomposición de
un complejo perceptivo se llama su discernimiento; ella contiene un juicio y halla
su término cuando por último alcanza la meta. El juicio, como se advierte, no es
una función primaria, sino que presupone la investidura, desde el yo, del sector
dispar; en principio no tiene ningún fin práctico, y parece que al juzgar se
descarga la investidura del ingrediente dispar, pues así se explicaría porque las
actividades “predicados” se separan del complejo – sujeto mediante una vía mas
laxa.”
Freud, S., 1950 (1895), pág. 377
En este contexto, consideremos el juego del carretel (Freud, 1920) como lo hice
anteriormente (Berenstein, 2001b) para modelizar el vínculo. Como se
recordará, el nieto de Freud, un niño de un año y medio, ante el alejamiento de
su madre por
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una ausencia de varias horas, reaccionó tirando sus juguetes y objetos hasta
hacerlos desaparecer bajo la cama o los muebles de su habitación. Mientras,
emitía como vocalización: “o – o – o – o” que Freud entendió como ‘fort’ =
afuera. Desarrolló un juego con un carretel atado a un hilo, objeto que tiraba
más allá de la cuna con lo cual dejaba de verlo. Luego, tirando de la cuerda lo
hacia aparecer y decía “da”. El juego completo era de desaparición y
reaparición. ¿Qué hacía el niño cuando echaba el carretel bajo la cuna y retenía
el hilo con su dedo jugando a hacer desaparecer a la madre (“fort”) y a hacerla
volver (“da”)? Como se sabe, Freud usó este ejemplo para enunciar la
compulsión de repetición, ya que el niño vuelve y vuelve en el juego a alejar a
la madre. Esto no puede ligarse con el placer que es evidente en el reencuentro
con ella, con lo cual afirma un más allá del principio de placer. Lo que deseo
proponer es considerarlo para diferenciar las condiciones y propiedades del
objeto que representa una ausencia (el carretel) que da lugar a la fantasía, a la
identificación y la transferencia y una presencia (la madre) que da lugar a
inscripción, imposición e interferencia.

Desde nuestra perspectiva de hoy…

Diría que el niño, cuando trae al carretel mediante el hilo y el movimiento de su


mano afirma que no hay oposición a su deseo, no hay ajenidad posible ni
imposición de la madre y ésa es la marca de un objeto al servicio del yo, aún
incipiente. Desde el comienzo mismo de su vida adquiere la noción de que
aquello que no logra ser traído a su presencia tirando del hilo de su deseo lleva
a la alucinación y no a la presencia del otro, el pecho y la madre.
La presencia depende del otro y no coincide con el deseo del niño, a pesar de la buena
voluntad e intuición de la madre. A esa condición llamamos ‘ajenidad’.
No hay adiestramiento posible ni se puede contar con un instinto para evocar y
atraer la presencia, es inédita, súbita, sorpresiva, inesperada y, en un primer
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movimiento, la pulsión se propone revestirla y asociarla con lo ya representado.
Ante el fracaso pulsional sobreviene el juicio de presencia y la inscripción.
Habría que hacer notar dos presencias:
1 1.
la que no remite a algo inscripto previamente.
2.
la que se espera para resarcirse de la ausencia, bajo el supuesto de hacerla
coincidir

Es la ajenidad que define lo que se podría llamar presencia propiamente dicha.


La incertidumbre y la inevitable espera de un reencuentro se invisten de
ambivalencia. Se encuentran el deseo amoroso de volver a tener al otro y la
hostilidad porque el otro demora en venir, lo cual puede ser registrado como
falta de amor, como no reconocimiento y, especialmente, como no teniendo
lugar en la mente del otro.
La presencia propiamente dicha despierta perplejidad que puede orientarse
hacia curiosidad por conocer, o hacia desconfianza, porque no coincide con lo
conocido o porque se lo hace coincidir con un objeto persecutorio. Las
experiencias previas del sujeto tienen un lugar importante pero no sólo ni
exclusivamente, se le agregan las que dependerán fuertemente de lo que la
relación pueda producir.
Entiéndase que no será dependiente de lo que haga cada sujeto
individualmente sino que, puestos en situación con el o los otros, ambos
desarrollan mecanismos de producción desde los dos y no de reproducción de
uno solo.
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PRECISIONES SOBRE LA CUESTIÓN DE LA IMPOSICIÓN


Para retomar el concepto de imposición…
Llamamos imposición a la acción de un otro sobre el yo, o de éste sobre otro, que
establece una marca no dependiente del deseo de quien la recibe, y se realiza sobre la
base de una relación entre quien impone y a quien le es impuesta.
La imposición es el mecanismo constitutivo del vínculo y su no tolerancia (y no
su vigencia como habitualmente se cree) da lugar a la violencia. Imponer es
una acción instituyente, tiene carácter de obligatoriedad ya que debe hacer un
lugar donde no lo había antes, hacer una marca que establece un nuevo
significado a cada sujeto del vínculo. Nuevo refiere a que el sujeto no la tenía
previamente a su inclusión en ese vínculo y no depende del deseo de recibirla.
La violencia deviene en acción ofensiva o defensiva cuando los habitantes del
vínculo, al no tolerar que su subjetividad se modifique por pertenecer a esa
relación, recurren al despojo de las cualidades de otredad del otro para anular
su ajenidad y tornarlo semejante.
La imposición deberá diferenciarse de la identificación con sus mecanismos,
desde la proyección-introyección en sus distintas variedades, que es el
mecanismo constitutivo en la relación de objeto. El propio yo con lo que recibe
del otro autogenera el objeto interno, aquello que puede reconocer y aceptar
como propio.

CONCLUSIONES
En esta clase hemos diferenciado la noción de presencia de las más conocidas
como derivadas de la ausencia del otro y recreadas en la fantasía. Recordemos
que habitualmente pensamos la presencia como proyección del objeto y
tratamos de mostrar lo significativo de aquello que excede, de lo que ofrece un
plus, aquello que denominamos ajenidad. El mecanismo princeps en la
subjetivación es la imposición a la que diferenciamos de la identificación, la que
opera con el objeto ausente.
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