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ECONOMÍA

24 de febrero de 2019
El FMI como parte de la estrategia de guerra no convencional de Estados
Unidos

Las armas financieras


Por Alfredo Zaiat
En; www.pagina12.com

Con Argentina, el FMI regresó como financista directo de Latinoamérica con el tradicional

stand by, comenzado un nuevo ciclo en la región de préstamos condicionados. En esta

semana que terminó, se sumó Ecuador con un crédito de 4200 millones de dólares, que

se eleva a 10 mil millones con el aporte de otros organismos financieros internacionales.

México y Colombia tienen una línea contingente, que se libera ante situaciones

económicas críticas y que, por el momento, no se han gatillado. El FMI recupera de esa

forma el papel de auditor de las políticas económicas en función de garantizar,

fundamentalmente, el pago de intereses y capital de la deuda externa. En esa tarea, a la

vez, condiciona a los países por dos vías: la financiera y la económica, definiendo

acuerdos que brindan negocios a bancos (reforma previsional), mejoran la tasa de

rentabilidad de las empresas (flexibilización laboral) y entregan áreas estatales

privilegiadas a multinacionales de servicios estadounidenses y europeas (privatizaciones).

El FMI tiene otro rol que no es muy considerado en los análisis habituales, que consiste

en ser una pieza relevante en el ordenamiento de la cuestión geopolítica de Estados

Unidos, como brazo económico de intervención en áreas que la potencia económica

considera como estratégica para sus intereses.

Injerencia

El caso de Venezuela lo deja al descubierto, como en su momento fueron Irak y otros

países árabes. El 2 de mayo pasado, el FMI emitió una declaración de censura a

Venezuela por no haber implementado las medidas correctivas ni haber cumplido el

Artículo VIII, Sección 5 de su Estatuto (suministrar datos como requiere el organismo). En

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estos días de mucha tensión y de abierta injerencia estadounidense en el proceso político

interno venezolano, el titular de la Asamblea Nacional y autoproclamado presidente

“encargado”, el diputado Juan Guaidó, adelantó que solicitará apoyo financiero del Fondo

Monetario Internacional, y de otros organismos multilaterales, como el Banco

Interamericano de Desarrollo.

Es una situación parecida a la que se registró en Irak, cuando Estados Unidos se lanzó a

la guerra y promovió el derrocamiento de Saddam Hussein. Esto último sucedió en abril

de 2003 y, al poco tiempo, el FMI aprobó un préstamo de 436 millones de dólares para

Irak, el primero que otorgaba a ese país en su historia. El vínculo del país petrolero con el

Fondo sigue hasta hoy, con un último crédito stand by pactado el 7 de julio de 2016, de

tres años, por un monto total de 5340 millones de dólares.

En esa zona conflictiva y sensible a intereses geopolíticos de Estados Unidos, el Fondo

también pactó líneas de créditos con Túnez, Marruecos, Egipto y Jordania. No es

coincidencia que en esos países se estén aplicando planes de ajuste desde que estallara

lo que se denomina “Primavera Árabe”, en 2011, revueltas políticas y sociales alentadas

por Estados Unidos. 

El acuerdo con Jordania asciende a 723 millones de dólares, con Egipto a 12.000 millones

y con Túnez a 2900 millones. Marruecos ha recibido unos 15.000 millones de dólares en

tres préstamos del FMI desde 2011, comprometiéndose a realizar el ajuste tradicional de

reformar el sistema de jubilaciones, recortar subsidios y desregular el mercado.

Brazo financiero 

La periodista Whiney Webb, del medio de comunicación web “MintPress News”, con sede

en Minnesota, publicó el ilustrativo artículo “WikiLeaks revela el uso militar de los Estados

Unidos del FMI y el Banco Mundial como armas no convencionales”. La filtración es el

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documento “Army Special Operations Forces Unconventional Warfare”, de septiembre

2008, que hoy, con la situación crítica de Venezuela, adquiere relevancia. 

La cuenta de twitter de WikiLeaks destaca una sección de ese documento de 248

páginas, titulado “Instrumento financiero del poder nacional de los Estados Unidos y

guerra no convencional” (ver facsímiles). En ese texto se señala que el gobierno de los

Estados Unidos aplica “políticas financieras unilaterales e indirectas a través de la

influencia persuasiva en las instituciones financieras internacionales y nacionales respecto

a la disponibilidad y condiciones de los préstamos, subvenciones u otra ayuda financiera a

otros países”. Menciona específicamente al Banco Mundial, al FMI y a la Organización

para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), así como el Banco de Pagos

Internacionales (BPI), como “lugares diplomático-financieros de los Estados Unidos para

lograr” tales objetivos.

Explica que Estados Unidos pude modificar aranceles, tasa de interés y otras medidas

legales y burocráticas como parte de una acción financiera unilateral para facilitar,

modificar o interrumpir flujos financieros a países. 

Esas serían medidas directas, pero también destaca las indirectas, que se aplican a

través de esas mencionadas instituciones financieras internacionales. 

El documento precisa que “si está debidamente autorizado y coordinado, las Fuerzas de

Operaciones Especiales del Ejército (Arsof, siglas en inglés) pueden requerir la utilización

de incentivos financieros para persuadir a adversarios”. Explicita que la intervención debe

ser parte de un plan integrado y consistente de guerra no convencional. Señala que, como

todos los otros instrumentos del poder nacional de los Estados Unidos, el uso y los

efectos de “las armas financieras” deben ser interrelacionados y coordinados

“cuidadosamente”. Para ordenar que “las Arsof debe trabajar con el Departamento de

Estado (DOS) y los servicios de inteligencia (IC) para determinar qué elementos

financieros de la guerra no convencional son más adecuados”. Indica a la Oficina de

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Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro y a la Oficina de Terrorismo e

Inteligencia Financiera como canales para identificar las oportunidades para “emplear las

armas financieras”. 

“Independientes”

Este manual de guerra no convencional se ocupa en señalar abiertamente que las

instituciones financieras “independientes”, como el Banco Mundial y el FMI, son

esencialmente extensiones del poder del gobierno de los Estados Unidos. Webb apunta

que esas organizaciones han impulsado sistemáticamente los objetivos geopolíticos de

los Estados Unidos en el exterior. Apunta además que esas “armas financieras” están

influenciadas por objetivos del Consejo de Seguridad Nacional (NSC), que actualmente

encabeza el halcón republicano John Bolton. El documento señala que el NSC “tiene la

responsabilidad principal de la integración de los instrumentos económicos y militares del

poder nacional en el extranjero”.

Webb afirma que durante décadas estos organismos estuvieron cubiertas por el mito de la

“independencia”, aspecto que “se erosiona rápidamente simplemente al observar la

estructura y el financiamiento de cada institución”. 

En el caso del Banco Mundial, está ubicado en Washington y el presidente siempre ha

sido un estadounidense elegido directamente por el presidente de los Estados Unidos. En

toda la historia del Banco Mundial, la Junta de Gobernadores de la institución nunca ha

rechazado la elección de Washington. Hace pocos días, el presidente Donald Trump

nominó al ex economista de Bear Stearns, David Malpass, para dirigirlo. Bear Stearns fue

una de las entidades que con su quiebra gatilló la crisis del 2008. Webb especula con que

Malpass “probable limite los préstamos del Banco Mundial a China y a sus países aliados,

dada su condición de ser un halcón en la disputa contra China”.

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El FMI también tiene su sede en Washington y los Estados Unidos es su principal

accionista, con el 17,46 por ciento del capital. Si bien Estados Unidos no elige al máximo

ejecutivo del FMI (hasta ahora siempre ha sido un europeo), utiliza su posición

privilegiada como el mayor aportante de capital a la institución para controlar su política. 

Webb concluye que a pesar de que se publicó hace más de una década, ese “manual”,

rescatado ahora por WikiLeaks, sirve como un recordatorio importante respecto a que la

“independencia” de esas instituciones financieras es una ilusión y que se encuentran entre

las “armas financieras” utilizado por el gobierno de los Estados Unidos para intervenir en

países o incluso derrocar a gobiernos que no se alinean a sus intereses.

América latina

La relación de América latina con el FMI fue cambiando a lo largo de su historia. Hoy, este

organismo financiero, además de su papel principal como financista para garantizar el

pago a los acreedores, forma parte abiertamente de la estrategia política, económica y

militar de Estados Unidos. 

En las décadas del 50 y 60 no era así. El Fondo financiaba los déficits externos crónicos

de las economías, que se producían porque las exportaciones no aumentaban al mismo

ritmo que las importaciones, en la fase ascendente del ciclo económico. Se producía

entonces un desfasaje entre el nivel de actividad interna, que se expandía, y la capacidad

de pagos externos, por la insuficiencia relativa de divisas, ya sea para abonar la deuda

externa como por el aumento de importaciones impulsado por el crecimiento económico. 

Este tipo de desequilibrios se conoce como “modelo stop & go”. Ese déficit externo definía

periódicamente una recesión que implicaba una caída de la actividad y, por consiguiente,

de las importaciones. De ese modo se reestablecía el equilibrio externo. Para financiar

ese proceso, economías latinoamericanas en donde prevalecía el “stop & go” buscaban

acuerdos con el FMI para conseguir financiamiento para transitar ese ajuste. A cambio, se

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comprometían por un lapso determinado a implementar políticas contractivas del gasto y,

en especial, a devaluar la moneda.

Eran acuerdos con el FMI de corto plazo, después de los cuales los gobiernos

recuperaban cierta autonomía en la gestión de la política económica, ya sea consistente o

no. Esto significaba que no subordinaban por largo plazo sus estrategias de desarrollo.

Ahora la dinámica es muy distinta. 

En la década del ‘80 y ‘90 hubo un cambio de la relación del FMI con la región. No

desembarcó solamente para financiar un desequilibrio externo transitorio provocado por el

“stop & go” de la actividad económica. Lo hizo también para asegurar que los países

cumplan con la creciente carga de la deuda externa. El vínculo pasa a ser más extenso y

empiezan a intervenir los intereses de la banca acreedores y más tarde los de los grandes

fondos de inversión internacional que acumularon en cantidad bonos de deuda de esos

países. 

El derrumbe de la experiencia neoliberal en la mayoría de los países latinoamericanos

modificó el panorama. En los primeros años de la primera década del nuevo siglo,

Estados Unidos había desviado un poco el foco sobre América latina porque estaba

impactado por el 11-S y ocupado en las guerras en Irak y Afganistán. Período que

coincidió con el desprendimiento de los lazos que unía al FMI con varios países de la

región. El acontecimiento más importante fue la cancelación anticipada de los créditos,

casi en simultáneo, de Brasil, Argentina y Uruguay, por unos 26.000, 10.000 y 1000

millones de dólares, respectivamente. 

El FMI se limitó a monitorear las economías en el marco de las consultas anuales del

artículo IV, tarea que fue conflictiva durante los gobiernos kirchneristas, porque estos no

aceptaban ese papel de auditor de la economía nacional.

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Ese ciclo culminó y en la región comenzó uno nuevo de la histórica y traumática relación

con el Fondo. El gobierno de Macri lo lidera al arrojar a la economía argentina a manos

del FMI, luego de profundizar el déficit externo estructural, al abultar la carga de los

intereses de la deuda hasta niveles insostenibles. Esto se agudiza además por la apertura

irrestricta al ingreso de capitales especulativos, tornando aún más vulnerable a la

economía.

No se trata entonces de un desequilibrio coyuntural del sector externo. El FMI

desembarcó de ese modo no sólo con un programa transitorio para evitar el default de la

deuda argentina, sino con la intención de promover reformas estructurales. Pero también

con un objetivo geopolítico definido por Estados Unidos, que es el de financiar la campaña

electoral de Macri, siendo Argentina la puerta inicial de utilización del Fondo como su

“arma financiera” en Latinoamérica.

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