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ARQUITECTURA
Paisajismo
ARQ822
El jardín Renacentista
El jardín Francés
Junto a la fidelidad a las formas y modelos naturales, apareció el anhelo de elegir los objetos más hermosos
entre la variedad de la naturaleza, procurando evitar cualquier deformidad, especialmente en lo relativo a
las proporciones perfectas establecidas en los nuevos cánones. De este modo era posible superar en belleza
a los objetos naturales.
El resurgimiento del hombre como individuo, en contraste con el sentimiento de degradación colectiva
sufrido por la población medieval, permitiría la aproximación a unas tradiciones antiguas que permanecían
en el olvido por los casi diez siglos que duró la época medieval. Por consiguiente los antiguos textos
grecorromanos mantenidos en la más absoluta reserva por los monjes salieron a la luz.
El hombre del renacimiento buscaba evocar en sus nuevas residencias los antiguos paraísos creados por
sus antepasados. El jardín era una pieza importantísima para el hombre culto, que deseaba transcurrir
su existencia aplicado a la lectura de la filosofía y a la experimentación y el disfrute del arte. Se trataba de
recuperar no sólo una morfología, sino también el sentimiento hacia la naturaleza que había impregnado
a los antiguos. El jardín se concibió como un conjunto de salas al aire libre, magníficas estancias trazadas
como piezas arquitectónicas adornadas con diversos objetos artificiales y naturales, en las que pudieran
desarrollarse actividades variadas, permitiendo conjugar la meditación con el paseo, la lectura con
la conversación, el lujo con la sencillez, la amplitud y la intimidad, y como resumen, lo artificial con la
naturaleza. Este concepto suponía que la respuesta funcional era una premisa indispensable en el nuevo
jardín, aunque siempre estaba condicionada a los cánones del arte. El jardín como proyecto incluía una
finalidad o propósito que lo fundamentaba, y ello le otorgaba una lectura racional y homogénea.
Como consecuencia el jardín medieval, cerrado en sí mismo, se abrió hacia el horizonte, aumentando en
tamaño y protagonismo, y gracias al descubrimiento de la perspectiva, fue capaz de incorporar el mismo
paisaje. El jardín se convirtió en el paso artístico entre la arquitectura y la naturaleza, retomando el carácter
de enlace entre casa y entorno. Para lograr un proyecto perfecto, había que incluir al “genius loci”, y respetar
en lo posible la fisonomía del terreno y los árboles que en él habían.
L os Diez Libros de Arquitectura, escritos por Alberti, recogen el contenido de la obra de Vitrubio, en
ellos se dan indicaciones sobre la elección de los emplazamientos y orientaciones de la casa de campo
y las villas. La casa debía situarse en un montículo para que tuvieran buenas vistas, resolviendo los accesos
mediante rampas para facilitar el tránsito. Se debía evitar notas sombrías en el colorido, y utilizar el oscuro
solo para realce de las líneas luminosas. También era bueno construir grutas y pórticos, utilizando el arte
topiario como ornamento. Los mejores árboles eran el ciprés, el laurel y el tejo, mientras que los frutales no
eran adecuados al jardín y había que reservarlos al huerto.
Cuando la fascinación por la vida campestre hizo que los italianos abandonaran las ciudades, se dieron
cuenta del abandono de su patrimonio paisajista, y por ello la primera misión consistía en recomponer la
naturaleza abandonada, para los cual una buena medida era construir jardines. Aunque en un principio
éstos fueron reducidos en tamaño, su vocación les llevaba hacia la apertura visual, a romper barreras y
fundirse con el paisaje. De este modo el paisaje se embellecía también, gracias a las líneas trazadas por el
arte en los paisajes artificiales del jardín donde se restituía la perfección ansiada.
Para diseñar el jardín, el procedimiento más generalizado consistía en “soltar las líneas” de la composición,
haciéndolas más imprecisas, a medida que se alejaban de la edificación. De este modo el jardín se perdía en
el paisaje envolvente, fundiéndose con él hasta los confines del horizonte. También se aplicaba el sistema
opuesto: el jardín devoraba el paisaje en vez de fundirse con él, anexionándolo y acercándolo a sus límites
mediante cascadas y avenidas, a la primera se la puede llamar “centrífuga” y a la segunda “centrípeta”. Si el
entorno no tenía ningún valor, el jardín se autolimitada parcialmente para evitar el exterior, pero aun así no
se interrumpían totalmente las visuales.
El agua era un elemento indispensable, por lo que aparecía en todos los jardines, en infinidad de versiones:
canales, fuentes, cascadas, rías, estanques, surtidores, etc.
En el proceso de diseño, el terreno configuraba la idea, es decir, como el terreno era único e irrepetible, el
jardín también era siempre único. Las formas iniciales variaban desde el cuadrado hasta figuras geométricas
muy complejas producto de enlaces tanto de líneas como de figuras simples. A veces el jardín parecía repetir
planimetrías urbanas, otras veces era la ciudad quien copiaba sus formas. El emplazamiento de la casa era
estudiado con especial atención, puesto que el jardín necesariamente dependía en su desarrollo de esta
elección.
No era lo mismo que la casa se ubicara en el centro del terreno que en un extremo. Normalmente se disponían
dos ejes cruzados, uno en correspondencia con el edificio y otro con el paisaje, de la buena relación entre
ambos surgía la estructura del proyecto, y sobre ésta se organizaba el jardín.
E l jardín debía adaptarse a la fisonomía del terreno sin alterar en lo posible su configuración original,
para lo cual se respetaba la vegetación nativa. Frente a la casa se situaba una terraza ajardinada
distribuida en cuatro partes, que se combinaba siempre con el desarrollo de un eje longitudinal que podía
partir de ésta o bien extenderse en sentido opuesto. La composición debía ser simétrica. A lo largo de
su recorrido se ubicaban elementos ornamentales, en una secuencia que desembocaba en un fondo de
perspectiva especialmente cuidado. Podía existir más de un eje y diversas terrazas provistas de cuadros
verdes. Siempre que era posible se elegían terrenos con pendiente, de acuerdo a los mandatos de Alberti, y
también por motivos puramente artísticos, ya que estos emplazamientos permitían el despliegue de grandes
estructuras arquitectónicas en cascada, con la producción de los correspondientes efectos espectaculares,
cosa imposible de conseguir en terrenos planos.
El conjunto de reglas compositivas se conocían como Canon y constituían un espacio definido con capacidad
para expandirse e incorporar el paisaje circundante tanto a nivel de vistas como de elementos de vegetación
existentes.
M.Sc. Arq. Rubén Julio Contreras Sánchez
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EL JARDÍN RENACENTISTA
L
a posición del edificio en la pendiente en la que se ubicaba generalmente el jardín renacentista
condicionaba las vistas y el carácter del jardín y el edificio.
L a posición del edificio y jardín en la parte alta de la ladera se enfatizaba mediante la creación de terrazas
que proyectaban edificio y jardín hacia el exterior.
El acceso a las villas renacentistas constituye igualmente un elemento estudiado y regulado por los cánones
compositivos. Pudiendo ser directa o a través de una avenida arbolada.
Como elemento complementario a un lado del parterre, la villa renacentista tipo presenta un jardín
delimitado por muros o “giardino secreto” en él que aparece una pequeña fuente y plantaciones en las
que las mismas especies florales que aparecen en grandes masas ordenadas en los parterres, pasan a
disponerse de forma más natural acompañando a árboles o arbustos de los que rara vez se encuentra más
de un ejemplar de cada.
En el jardín ornamental los tapices florales, setos y árboles dispuestos en alineaciones conforman un espacio
ordenado en el que la vegetación contribuye activamente a los objetivos de diseño preestablecidos: escala,
equilibrio, simetría, énfasis de puntos singulares y potenciación de vistas y perspectivas. La disposición del
arbolado en alineaciones regulares y su posterior poda formando bloques de follaje expresa claramente
el uso de la vegetación como elemento estructural que mediante la poda podía formar no solo muros sino
arcos y columnas verdes.
El jardín de la villa renacentista tiene un aspecto general sobrio que juega con tonos de verdes más que
con la variedad cromática y en el que la estructura de las plantaciones se basa en especies perennes que
otorgan al conjunto una cualidad estática y reposada.
Villa d’Este
L a definición teórica del auténtico estilo francés se realizó en la segunda mitad del siglo XVII, sustentada
por las teorías de Thomas Burnett, que defendía en su obra la existencia de un “universo geométrico”.
La naturaleza se mostraba en estado de deterioro, deformada y abandonada a los excesos de lo puramente
biológico, y pedía una intervención reguladora. Ya que las formas tergiversadas de los objetos naturales
eran indignas, debían reconvertirse. Bajo este punto de vista, las colinas serían conos perfectos, los árboles
recuperarían su simetría y estructura equilibrada lejos de toda deformidad, y todos los elementos de la
naturaleza en general partirían en busca de su forma perfecta perdida.
Las líneas rectas eran la clave de toda intervención territorial, y en calidad de máximas autoridades
ordenadoras, definían todo modelo posible. Aplicada al jardín, esta teoría propiciaba el desarrollo de
inmensas estructuras geométricas bidimensionales, esto es, jardines de grandes dimensiones regulados
mediante un diseño producto de un estricto planteamiento racional. Como la superficie ideal de trabajo
era la horizontal, la aplicación al territorio francés resultaba idónea en todos los sentidos. El arbolado se
distribuía sobre un entramado ortogonal, procurando la homogeneidad del conjunto por encima de otra
consideración, la silueta individual no interesaba.
Los estudios sobre la perspectiva y las deformaciones de las rectas y tramas cuadriculadas, fueron objeto
de estudio matemático por Salomón de Caus y Jean-François Nicerón. Estos conocimientos tuvieron su
aplicación en las amplias vistas y perspectivas del jardín francés.
L a arquitectura no tuvo un papel relevante en el jardín lenotriano. En la propuesta del jardín se trataba
de aplicar sistemas de rango paisajista, enfatizando siempre la linealidad y la perspectiva. Por otra
parte, en la composición el catalogo formal se enriqueció apareciendo estructuras geométricas complejas.
En especial los temas radiales y diversas formas de estrella, así como figuras hexagonales y octogonales.
Desde Francia el planteamiento del jardín - perspectiva llegará rápidamente a toda Europa, y todo el
territorio europeo se llenará de réplicas de Versalles y sus satélites. Las variaciones del modelo resultaron
infinitas, y parecía que las combinaciones geométricas siempre resultarían sorprendentes e infinitas.
No había corte que no tuviera su jardín a la francesa, aunque de un modo u otro siempre se apreciaban
desviaciones del original producidas por la tradición local particular.
Versalles, 1715
Versalles, 1715
Chantilly