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Señoríos y Desarrollos Regionales

(1000/1100- 1440 d. C.)

Introducción
Tiwanaku se presenta en la historia prehispánica como uno de los mayores logros
culturales de los Andes, representa una etapa donde se con-solida un poderoso Estado
con particularidades específicas. Probablemente los términos que mejor lo definen son
un Estado segmentario con diferentes niveles de inclusión en cuanto a su organización y
teocrático en cuanto a su carácter.

Intermedio Temprano a otro Intermedio Tardío.


Lo que parece ocurrir en regiones tan diversas como la región del lago Titicaca, la
ubicada entre los salares de Uyuni y de Coipasa, el Sur de Potosí, los valles de
Chuquisaca e incluso los llanos de Mojos es el incremento de la población y un cambio
en el patrón de asentamientos. En el altiplano lo común es la utilización de sitios de
altura fortificados y es posible que incluso en el Beni hubiera alguna forma de
protección mediante fosos o canales.
La discusión acerca de las causas de la des-aparición de Tiwanaku ha incentivado
mucha investigación y debate pero también especu-lación. Lo cierto es que después de
Tiwanaku encontramos un escenario distinto en el altipla-no: ya no es una unidad
política centralizadora sino más bien los llamados reinos o Señoríos o Desarrollos
Regionales. Es decir una serie de unidades políticas menores con territorio y autoridades
claramente delimitados aunque no necesariamente iguales a las encontradas por los
españoles y que se conocen por fuentes etnohistóricas.

Los Señoríos y la ausencia del Estado


Si durante el periodo de Tiwanaku hubo en el altiplano un Estado cuya ideología se
expandió con más o menos fuerza por toda el área, en el siguiente periodo encontramos
unidades que es difícil denominarlas como Estados, no solamen-te porque tenían un
carácter más restringido en cuanto al territorio, población y organización social sino que
no tuvieron las instituciones que forman un Estado propiamente dicho. Estos
cambios, asimismo produjeron otros de carácter menos evidente como la forma de or-
ganización social que implicaban. Los Señoríos se caracterizan por el do-minio que
ejercían sus autoridades sobre una población organizada en una cantidad variable de
grupos de parentesco o ayllus que ocupaban un territorio básicamente en el altiplano
pero con dominio discontinuo en otras ecologías, lo que John Murra ha llamado
«control vertical» y Ramiro Condarco «simbiosis interzonal». La situa-ción en las
Tierras Bajas, parece ser un periodo de masivos movimientos de población estando
ausente algún tipo de organización estatal.

En el altiplano, las autoridades de los Se-ñoríos ejercían el poder gracias a líneas de des-


cendencia de un antepasado mítico heredando el cargo en líneas paralelas que iban de
padre a sobrino, o hermano para luego retornar al hijo. La independencia que se observa
en cada uno de estos Señoríos, que no está sujeto a un poder superior, va a ser una de las
particularida-des de más larga duración entre los pueblos del altiplano. En el periodo
colonial se pudo seguir una serie de estrategias de las poblaciones locales en busca de
esta au-tonomía aun bajo las imposiciones de la Corona española.

Para referirse a las especificidades del mundo andino es preciso plantearse el problema
de la originalidad social del mismo así como sus similitudes con realida-des en otras
partes del mundo. Señorío, queda como un término relativamente más adecuado, que
enfatiza en el poder de un señor, entendiendo que el proceso andino tampoco es único
en el mundo y tiene puntos en común con el desarro-llo histórico que tuvo lugar en otras
partes del planeta. Aquí tiene lugar un sistema de autori-dades que gobernaron a un
grupo social, más o menos numeroso, ubicado en un territorio dado sin llegar a
constituir un Estado.

Diversidad cultural y lenguas originarias


Aunque no existe una relación mecánica entre lengua y nación o grupo étnico, la
diversidad y distribución de las lenguas originarias da una interesante base para
establecer la diversidad cultural. Gracias a muchas investigaciones en-tre las que
sobresale la obra de Alfredo Torero tenemos un panorama de la suce-sión de lenguas y
culturas en los Andes, lenguas que van superponiéndose en el tiempo pero sin eliminar
necesariamente a la precedente. Asimismo, aunque se conocen las principales lenguas
también estamos conscientes de que hubo muchas otras que se perdieron en el
tiempo. Las lenguas que sobrevivieron hasta el periodo colonial son la
uruquilla, puquina, aymara y quechua en las tierras altas y valles.

Sabemos que yampara y chuis en Chuquisaca y Cochabamba tenían lenguas


propias, que se terminaron perdiendo, lo mismo que la lipe, ata-cameña y cunza en el
altiplano seco del sur. Existen además otras lenguas de familia lingüística aislada o que
carecen de familia lingüística conocida.

Torero logró establecer además algo su-mamente importante: durante el apogeo de

Tiwanaku, la lengua preponderante en la región del lago Titicaca era precisamente la


puquina. Más moderno que los anteriores es el aymara, uno de los tres dialectos de la
lengua aru. Y su difusión se debe en buena parte el tráfico de los caravaneros que
circularon por la región intercambiando no solamente bienes materiales sino
culturales. El ámbito espacial del aymara ha cam-biado en el tiempo, ganando algunas
zonas y perdiendo otras.

Por ejemplo en una parte de Cochabamba y Potosí se hablaba aymara y su


quechuización data del siglo XIX . En Chuquisaca se hablaba una lengua particular, hoy
perdida, pero hay toponimia puquina. De hecho, hubo muchas más lenguas y dialectos
hoy perdidos a favor del quechua y el aymara. El quechua ingresó a territorio boliviano
inicialmente con los incas que lo promovieron como parte de su política expansiva.

Es gracias a esta última que se escribieron los vocabularios en aymara y quechua


antiguos. Hacia el siglo XVI en Lípez y Atacama se hablaban las lenguas
lipe, cunza, atacama, uruquilla, aymara y quechua. Entender que la lengua es un
elemento cultural vivo es indispensable para poner en perspectiva los procesos
históricos e identitarios.

Una situación similar se observa en lasTierras Bajas, donde la distribución de las len-


guas, datos históricos y arqueológicos sugieren un proceso acelerado de desintegración
social y división étnica. Alrededor del Rio Beni y en las orillas de los ríos Matos y
Apere se asientan grupos pequeños y móviles muy similares a los modernos
pano, chapacura y tacana. En contraste, en el área central de los Llanos de Mojos
registros etnohistóricos sugieren la existencia de grupos mayores, con fuerte integración
política, como es el caso de los mojo y los baure. Desde el punto de vista lingüístico se
trata en su mayoría de grupos con lenguas relacionadas de raíz arawak lo que sugiere un
origen común.

Territorialidad andina
En los Andes es más fluida la articulación de tierras entre altiplano, valles, costa y en
menor medida los llanos orientales. Las Tierras Bajas del Este del territorio
boliviano, más que otras zonas desarrollaron procesos independientes que serán tratados
por separado en el capítulo correspondiente. Dadas las características del espacio
andino, ya desde el Formativo optaron por una organi-zación que incorpora tierras de
diversas altitudes en un solo sistema. Los pueblos cuyo territorio se ubicaba al Oeste
normalmente controlaban «nichos ecológicos» hacia la costa y los que se ubicaban al
Este, accedían más bien a los valles y tierras orientales hacia el interior del continente.

Con la llamada «pax incaica» se permitió el acceso a nuevos nichos ecológicos


ampliándose el sistema de mitimaes que cambió su carácter y fue utilizado con fines
rituales, políticos e incluso militares. Si el territorio incluía posesiones colectivas en
distintas ecologías de manera salpicada, existió de manera paralela una tendencia a
ocupar el territorio nuclear del altiplano de manera dis-persa pero organizada en
pequeños poblados o «estancias». Una intensa movilidad, entonces, caracterizó a los
pueblos del altiplano. El aporte de Therese Bouysse fue fundamental para comprender
que el eje acuáti-co que cruza el altiplano de Norte a sur, fue un centro organizador del
espacio.

En la organización interna, los pueblos volvían a dividirse en segmentos o parcialidades


llamadas por lo general hanansaya y urinsaya y luego en ayllus, cada uno de los cuales
tenía un nombre propio. Este sistema de organización de población en segmentos
inclusivos tiene funcio-nalidad territorial y poblacional. Una variante de esta
organización son las markas pues en ciertos casos, el Señorío podía dividirse primero en
markas y luego recién éstas en urinsaya-hanansaya. La división en Urco/Uma y
Hanan/Urin ha llevado a que se sostenga que la organización del espacio fue siempre
dual.

Sin embargo, en tiem-pos prehispánicos frecuentemente se encuentran tres


segmentos. Un elemento ordenador de este espacio es también la jerarquía ya que
siempre uno de los segmentos debe ser superior al otro. Asimismo la marka, por
definición es el lugar de mayor jerarquía de la cual dependían otras poblaciones
menores junto con sus autoridades. El mismo principio se ob-serva en los ayllus.
Los ayllus «Collana» o «Hila» de donde provienen las autoridades principales se
consideran de mayor jerarquía. Mientras ayllus, como «Sulca», son los «hermanos
menores».

Una provincia inca tenía territorio y autoridades bien estable-cidas, requería que su


población no fuera menor a 5000 unidades domésticas ni mayor a 20.000
Cultura material El periodo está marcado por la presencia de al-gunos restos materiales
característicos: pucaras,, chullpas y unos tipos particulares de cerámica y de textiles.

Figura 62. Ejemplo de organización en markas.


Fuente: elaboración propia en base a Diez de San Miguel, 1964 .

Pucaras
Las pucaras eran construcciones defensivas ubica-das en elevaciones que tenían acceso
a pastizales, agua y algunos sembradíos. Este cambio de asentamientos junto con la
presencia de pucaras muestra un periodo de inestabilidad política y de conflictos entre
grupos. El elemento preponderante para la construc-ción de pucaras, fueron las peleas
por los recursos que se vieron drásticamente disminuidos por el cambio climático
ocurrido alrededor del 1250 d. Pucaras notablemente el área cultivable y de pastoreo así
como el potencial de pesca.

Las pucaras están presentes en los Andes del lago, en región colla, abundan estas
construcciones formando agrupaciones de defensa . El hecho de que los asentamientos
en la pampa siguieran siendo la mayoría, hace pensar que las pucaras en esa zona no
fueron de ocupación permanente. En esta región, por ejemplo, la pucara de Paucarpata
se habría construido en el siglo XIII, unos 200 años después de la caída de Tiwanaku y
fue ocupada solamente por un par de generaciones ya que hacia 1350 había sido
abandonada. Al parecer en esta zona y en este momento aún no se construían las
chullpas para enterrar a los difuntos, lo que indi-caría al Sur del Titicaca las pucaras
precedieron al sistema de chullpas .

Según Arkush tenían vistas excelentes de otras pucaras cercanas.

SEÑORÍOS Y DESARROLLOS REGIONALES 113

En líneas generales, una pucara era una adaptación para habitar una altura, un cerro o
serranía. Habiendo no una sino varias pucaras –como se observa en la región colla–
hubo una vista excelente entre una pucara y otra, pudiendo haber usado señales de
humo. En la región del lago Poopó, hoy Oruro, se observa un patrón un tanto
similar, por un lado, en tiempos paralelos a Tiwanaku el patrón de ocupación estaba
centrado en lugares altos donde se registra población nucleada, por ende se re-gistran
sitios grandes y de ocupación densa. Es importante aclarar que en Oruro los sitios altos
y nucleados no son siempre pucaras defensivas, sino más bien sitios de ocupación
permanente.

Sin embargo, en un período más tar-dío e incluso paralelo al inca se observan pucaras
defensivas y con evidencias de uso militar o de conflicto. Otro tipo de pucaras, como las
existentes en la región de Sajama, son de uso ritual. Presentan las características típicas
de construcción, pero la evidencia muestra un uso relacionado a ritos con los cerros y
con la muerte. Eso debido a la aso-ciación de algunas de ellas con torres
funerarias, como las observadas en la región del Río Lauca.

Torres funerarias o chullpas


El otro sello del periodo son las chullpas, existiendo una relación estrecha entre el área
lingüística aymara y las chullpas. Albarracín propuso que este tipo de sepulturas no
implicó un cambio brusco del entierro en cistas característico de Tiwanaku, que se
puede seguir una paulatina elevación de los enterramientos que sobresalieron primero
apenas sobre la tierra para finalmente terminar en las torres funerarias. Las torres
funerarias representan un impor-tante cambio de mentalidad pues implican que los
difuntos permanecen encima de la tierra en lugar de ser enterrados en cistas. Aunque se
sabe que no se abandonaron los entierros bajo tierra, la sepultura en chullpas se
reservaba para las autoridades y personas principales que colocadas en posición fetal y
momificadas se envolvían en cestería para de-positarlas en estas torres.

En realidad el nombre "chullpa" corresponde a la momia, pero por extensión se ha


denominado así a su sepulcro. La introducción de chullpas no ocurrió in-mediatamente
después del colapso de Tiwanaku, sino dos o tres siglos después y al parecer fue un
fenómeno repentino en el altiplano a partir del siglo xiii, periodo que coincide con un
ciclo de sequías intensas. Esta tradición funeraria implica importantes transformaciones
respecto del periodo anterior en la visión del más allá y del destino humano. Además del
tipo de tumba otros elementos remarcan esta ruptura, por ejemplo la ausencia de
cerámica tiwanacota en las chullpas.

Más adelante, los incas continuaron con el uso de torres funerarias incorporando


algunas modificaciones típicamente incas como por ejemplo el uso de piedra labrada
tipo almohadilla, puerta y nichos interiores de forma trapezoidal y un decorado exterior
con diseños similares a los textiles incas. El mapa de las chullpas en el altiplano andino
señala una clara relación entre esta forma de enterramiento y las tierras altas.

Estas sugerencias de que el sistema chullpa pudo haber venido del Sur se corrobora con
fechados, todavía parciales. Entre las más antiguas, hasta donde se han recogido
fechados radio carbónicos, están las de Chusaqueri y de Kulli Kulli. También Parssinen
compara cronolo-gías y considera que el estilo de chullpas de piedra tallada se llevó de
la región del lago hacia el Norte y no a la inversa. Chullpa de Pumiri.

Restos de chullpa de piedra de filiación inca.

Como prácticamente todas las chullpas de esta tradición estaban orientadas hacia el este
se puede afirmar que eran objeto de un ritual solar. Las excepciones a ello son las que
no correspon-den a una tradición aymara como las chullpas de piedra laja de Quewaya
que pertenecen a una zona netamente puquina, como revela el topónimo. Son raras las
chullpas que se encuentran en medio de la población pues por lo general se ubicaron
dispersas en las faldas de una serranía o siguiendo el curso de un río, como en
Huachaca-lla que, mirando hacia el este, acompañan el curso del río Lauca. Las chullpas
decoradas se hallan de espaldas a la Cordillera Occidental y tienen al frente al río
Lauca, el cual divide el espacio ritual en dos segmentos.

En algún caso, como en Pirapi y en Kulli Kulli, decenas de ellas se encuentran


agrupadas en un solo lugar, como una necrópolis donde se observan pequeños muros
agrupando a algunas de ellas. La datación hecha por Pärssinen in-dica que la chullpa
más antigua está situada en el núcleo de la necrópolis con una fecha promedio de 1279
d. La mayoría de las chullpas son cuadrangula-res pero hay algunas redondas. Unas son
de piedra labrada, otras de lascas pero la mayoría son de adobe o tepes de muy distinta
factura y resultado estético.

Cerámica y textiles
Probablemente debido a la conflictividad que caracterizó a este periodo y a la alta
movilidad de estos pueblos pastores, no construyeron grandes poblados, por ello los
restos de la cultura mate-rial son escasos y queda sobre todo cerámica y en menor
cantidad textiles que por su material sobrevivieron menos en el tiempo. Ya no se halla la
sofisticada producción cerámica que hubo en Tiwanaku donde los es-pecialistas no
solamente dominaban las técnicas sino también la iconografía y sus complejos men-
sajes. En los estudios académicos se ha planteado un debate respecto a la relación
cerámica- identidad étnica, es decir si a ciertos «Señoríos» corresponde un tipo de
cerámica.

Por su parte los diseños más abstractos y quizás más sofisticados son conocidos como
estilo Yampara con motivos naturalistas y muy estilizados de seres antromorfos que sin
embargo geo-gráficamente se extendió mucho más allá que los límites del Señorío del
mismo nombre, llegando hasta Cochabamba . Precisamen-te en Cochabamba hubo una
interesante tradición alfarera previa incluso a Tiwanaku que dio lugar al estilo conocido
como Tiwanaku derivado y luego a una intensa producción local. Cerámica yampara
antropomorfa con diseño geométrico en el cuerpo. Cerámica posiblemente ceremonial
estilo yampara antiguo y yampara clásico.

Tricolor, Sauces Tricolor y Cochapampa Tricolo

Estas tradicio-nes coexisten con el fenómeno Tiwanaku por un tiempo .

A su vez, en la región del Chaco los fuertes regionales construidos después del ocaso de
Tiwanaku sugieren una antigua amenaza de los pueblos tupi-guaraní sobre los valles
conti-guos , siendo incluso posible suponer que esta presión pudo haber modificado las
identidades previas, pues algu-nos de ellos comparten características comunes y
estereotipos de las Tierras Bajas . Sobre este punto, es notable la presencia de
iconografías como espirales, comunes tanto a la cerámica asociada a Tierras
Bajas, como a la cerámica de los valles fronterizos de Tarija y zonas
adyacentes . Probablemente debido a que la textilería no estaba únicamente en manos de
especialistas sino también de las tejedoras de cada unidad do-méstica, los textiles del
periodo de los Señoríos conservan la calidad que caracteriza a este arte en los
Andes. Son pocos los tejidos que se pueden datar espe-cíficamente del periodo de los
Señoríos.

En el vocabula-rio de Bertonio se registra una importante cantidad de términos en


lengua aymara que hacen referencia a una sofisticada producción textil pues se
mencionan técnicas de hilado, teñido y de diseños que permiten constatar la importancia
que tuvo la textileria entre los pueblos de lengua aymara. Son también elementos
diferenciadores los diseños, técnicas y colores.

Otros restos materiales


Aunque quedan pocos restos materiales, el voca-bulario aymara de Bertonio presenta
referencias acerca de diversas técnicas constructivas que se reflejan en el lenguaje. Por
otra parte, llama la atención que siendo el territorio del surandino típicamente minero la
metalurgia hubiera dejado pocos objetos en este periodo. Por ejemplo los análisis de
isótopo de plomo de los artefactos de bronce excavados en Tiwanaku y San Pedro de
Atacama indican que los minerales de origen para la mayoría de estos artefactos
estuvieron ubicados y fueron explotados en la puna y la sierra alta de Bolivia. Respecto
al bronce estañífero, Lechtman sostiene que durante el Intermedio Tardío las
poblaciones que habitaron el altiplano boli-viano explotaron los ricos depósitos
ubicados en la orilla oriental del lago Titicaca siendo uno de los depósitos de casiterita
más ricos del mundo.

Ellos abastecieron el estaño necesario para la producción de bronce estañífero desde


Tiwanaku hasta los incas. Este resultado venía de una tradición anterior representada
por la cultura Moche con técnicas de granulado, cera perdida, filigrana e incrustaciones
de piedras preciosas. Durante los últimos 2,000 años, la producción de metales ha sido
una actividad económica clave en los Andes del Sur cuya tecnología está siendo
estudiada desde distintas perspectivas . También podemos conocer referencias a ciertas
técnicas mineras que provienen del Sur más extremo, como por ejemplo las
huayrachinas en las que se efectuaban los procesos de tostación, oxidación, reducción y
fusión.

Valles del Norte: mollos y quirhuas


La mayoría de los Señoríos cuyas «cabeceras» se hallaban en el altiplano tenían sus territorios hasta
los valles; algunos de manera continua y la mayoría de ellos discontinua. Se ha cuestionado esta
mirada «altiplanocéntrica» reclamando que habría que ver estos procesos desde el desarrollo cultural
de los valles. Otros pueblos de valle como chuis y cotas tenían una organización menos estructurada
y no se conoce una cabecera visible.
Precisamente el sistema de control vertical, tan característico del mundo andino, es la relación
indisoluble de puna y valle.

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