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ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN | 01 DE FEBRERO DE 1991

Crisis en el Alto Perú, 1800-1805


Las fluctuaciones DEMOGRÁFICAS y económicas y sus interrelaciones han sido un tema de
investigación privilegiado en la historia europea moderna. Los cambios recurrentes en el
clima que resultaron en malas cosechas, escasez y hambrunas, frecuentemente
acompañados por brotes de epidemias, llevaron a los historiadores de la Europa
preindustrial a una reconceptualización del pasado que enfatiza la “crisis de
subsistencia” o la “crisis del Antiguo Régimen” como fenómenos de gran importancia
en las sociedades agrarias. 1 En las últimas décadas los estudiosos de la historia
demográfica han refinado nuestra comprensión de las consecuencias vitales de estas
crisis, especialmente en su efecto sobre la mortalidad, a través de la explotación
sistemática de los registros parroquiales. 2
Sin embargo, las fluctuaciones económicas y demográficas han recibido un tratamiento
muy desigual en la literatura sobre Hispanoamérica. Estudios pioneros sobre la Nueva
España demostraron la importancia de las epidemias y la escasez. 3 El llamado de
atención sobre la disponibilidad y posibles usos de los padrones parroquiales, emitido
hace más de veinte años por Nicolás Sánchez-Albornoz, produjo también sus resultados
más importantes para la Nueva España. 4 Desde entonces un gran número de trabajos
sobre la economía y la sociedad novohispana, tanto rural como urbana, han subrayado la
importancia de estas crisis, especialmente en el siglo XVIII, con sus recurrentes
hambrunas y epidemias. 5
En el caso de las sociedades andinas coloniales, las fluctuaciones económicas y
demográficas han recibido menos atención. Existen sólidos estudios demográficos que
permiten esbozar la evolución de la población indígena andina a lo largo del período
colonial y los primeros cien años posteriores a la independencia. 6 Sin embargo, la
mortalidad y el papel de las epidemias se han estudiado en profundidad solo para el
primer siglo después de la conquista. 7 El trabajo pionero de Noble David Cook sigue
siendo el único análisis basado en registros parroquiales andinos. 8 Además, a pesar de
la publicación reciente de varias series de precios y diezmos andinos
coloniales, 9 existen pocos análisis de las fluctuaciones económicas en la literatura. 10
En este contexto historiográfico, he emprendido un estudio y análisis de los registros de
bautizos, defunciones y matrimonios disponibles desde finales del siglo XVII hasta
principios del XIX para las parroquias indígenas de San Cristóbal, San Pablo, San
Sebastián y La Concepción en la ciudad de Potosí, y los pueblos de Sacaca y Acasio en
la región de Chayanta, al norte de Potosí (Mapa 1). 11 Estas parroquias seleccionadas se
utilizarán para especular sobre la naturaleza de la crisis de 1800-1805 en todo el Alto
Perú. Fueron elegidos para evaluar comparativamente la evolución demográfica
indígena en contextos tanto rurales como urbanos.
La razón más obvia para incluir a Potosí fue su papel, desde el siglo XVI, como centro
económico de una gran economía regional. Mi interés por las parroquias indígenas es
más específico. Fueron organizados en la década de 1570 por el virrey Toledo como
parte de las medidas que establecieron la mita. La mita forzó la migración de miles de
trabajadores, frecuentemente acompañados de sus esposas e hijos y, en ocasiones, de
padres y hermanos. Las parroquias debían atender las necesidades espirituales de las
familias migrantes que, durante su estancia en la Ciudad Imperial, se organizaban según
su pueblo y etnia. Los trabajadores de la mita que optaron por quedarse
permanentemente en Potosí, convirtiéndose así en yanaconas o indios criollos, y sus
descendientes también continuaron perteneciendo a las parroquias que correspondían a
sus pueblos de origen. En las parroquias de Potosí se unieron tanto migrantes forzosos
como residentes permanentes de la ciudad.
Chayanta, en cambio, ofrece un caso especial. Como señala Tristan Platt, estas
comunidades indígenas fueron particularmente exitosas durante mucho tiempo en la
defensa de sus condiciones de reproducción. 12 Como lo demuestra John Murra, antes
de la invasión europea los pueblos de los Andes centrales y meridionales habían
organizado el acceso a los productos de diversos niveles ecológicos por medio de
colonias o islas que constituían “archipiélagos verticales”. 13 En la zona de Chayanta el
aprovechamiento de las punas o altiplanos y valles se logró mediante una migración
masiva estacional entre zonas, la denominada “doble residencia”. 14Este patrón fue
reconocido por el virrey Toledo quien, en esta región, decidió exigir a los pueblos de los
valles así como a los de las punas que enviaran mitayos a Potosí, aunque en otras zonas
los habitantes de los valles estaban generalmente exentos de esta carga. Las estrategias
reproductivas de las comunidades de Chayanta incluían la venta de sus productos
agrícolas, especialmente trigo, en los mercados mineros de Potosí y Oruro. Platt
también destacó el papel efectivo que jugaron los caciques de Chayanta en la defensa de
sus pueblos, particularmente a través de la organización del cultivo de las tierras
comunitarias y la comercialización de sus productos. 15Dentro de esta zona, San Luis de
Francia de Sacaca, pueblo de puna que fue la antigua sede de la Confederación de
Charcas, y San Juan de Acasio, su “anexo” en las tierras del valle cuarenta y siete
kilómetros al este, 16 constituían uno solo . de los pocos casos de “doble residencia”
donde se dispone de registros parroquiales de ambas localidades.
La crisis de 1800-1805 fue única en su duración, así como en su intensidad y alcance
geográfico. Los especialistas generalmente aceptan que, luego del largo declive de la
población indígena andina tras la invasión europea, se inició una recuperación en algún
momento entre fines del siglo XVII y principios del XVIII. Este nuevo proceso fue
violentamente interrumpido por una epidemia que asoló el Río de la Plata y las regiones
andinas en 1718-20. 17 El resto del siglo XVIII, a pesar de crisis demográficas
recurrentes, muestra una tendencia ascendente bien definida en la población indígena
con su apogeo precisamente en la crisis de 1800-1805.

sequías y escasez
Por su frecuencia, las sequías son fenómenos comunes en el altiplano o
altiplano. Observaciones contemporáneas realizadas en dos estaciones meteorológicas
de Puno han registrado una frecuencia anual de sequía del 18 por ciento en una y del 35
por ciento en la otra. 18 Entre los meses de diciembre y marzo se presenta el 75 por
ciento de las lluvias de la zona, mientras que el 25 por ciento restante se distribuye de
septiembre a noviembre y en abril. Las sequías ocurren con mayor frecuencia en los
meses de septiembre-octubre y marzo-abril, con la máxima intensidad anual en
octubre. Pero la experiencia andina contemporánea y los datos históricos europeos
sugieren una diferenciación entre los efectos circunscritos de un año seco y las
consecuencias mucho más dañinas de una sequía de varios años, como la que se
experimentó en la década de 1980 en el altiplano.
Estudios climatológicos sugieren que entre 1720 y 1860 los Andes experimentaron
condiciones persistentes de sequía. 19 Durante este período, 1800-1805 representó años
de sequías sucesivas excepcionalmente severas. Paria se vio particularmente afectada,
sufriendo seis años sin agua. En Omasuyos la sequía duró desde 1800 hasta por lo
menos 1804. A fines de 1800 el Intendente Viedma informó sobre la grave falta de agua
en Cochabamba durante ese año. En 1803 reapareció la sequía en esa región. Aunque
para 1804 ya era considerada la peor sequía que se recuerda, se prolongaría durante todo
1805. En Potosí la sequía se vivió sin interrupción desde 1801 hasta 1805. Se registró en
la ciudad de La Paz en 1803 y nuevamente en 1804. 20En ese mismo año llegó a Puno,
Sica-sica, Carangas, Oruro, Chayanta, La Plata y al territorio controlado por los
chiriguanos y duró hasta 1805.21 Durante estos años iniciales del siglo XIX también se
registraron sequías en lo que hoy es territorio argentino, tanto en el noreste como en las
regiones de la costa atlántica. 22 La falta de lluvia afectó los cultivos y provocó grandes
pérdidas de ganado. Los contemporáneos informaron que la "escasez" fue reemplazada
por "hambruna". Esto ocurrió en Carangas, donde se escapó “ni un solo lugar”, en
Chayanta, Cochabamba, Omasuyos, Paria, Puno, Sicasica, Yamparáez y en territorio
chiriguano. 23
La sequía afectó una amplia región geográfica, produciendo escasez en los mercados
urbanos no sólo del Alto Perú sino también de Lima y Buenos Aires. Marcel Haitin
atribuyó la escasez en Lima a “un complejo de factores internos aún no
identificados”. 24 Sin embargo, tomando como base 1789-90 = 100, encontró que en
1804 los precios en Lima de los garbanzos, la grasa de cerdo y las papas subieron a
índices de 134.84, 116.67 y 155.23, respectivamente. En Buenos Aires los aumentos de
precios fueron aún más acentuados. Con una base de 1776-1800 = 100, en 1804 los
precios del trigo, garbanzos y frijoles subieron a 286, 193 y 157, respectivamente. 25
La escasez se sintió durante el mismo año en Arequipa, donde la cosecha de trigo en las
zonas que regularmente abastecían a la ciudad se redujo a la mitad. El Cabildo
reaccionó, como se vieron obligados a hacerlo sus pares en las ciudades del Alto Perú,
experimentando con la intervención directa en los mercados urbanos de alimentos. En
junio de 1804 ordenó una inspección de las existencias en los almacenes de granos y de
los quince molinos harineros de la ciudad, y solicitó a las autoridades reales que
restringieran las ventas de trigo y limitaran los envíos a las tierras altas. 26
Se dispone de una serie de diezmos para el arzobispado de Charcas, así como un índice
de precios agrícolas para el mercado de Potosí ( Cuadro 1 ). 27 Los datos muestran
aumentos en los precios agrícolas para los años 1801-2 y 1802-5, con importantes
aumentos anuales en 1802, 1804 y 1805 de 20,6 por ciento, 17,2 por ciento y 34,9 por
ciento, respectivamente. El movimiento nominal de los valores de los diezmos, que
tendía a acompañar a los precios por razones especulativas, también lo hizo en estos
años, aunque con matices. 28En 1801 el aumento nominal de los diezmos fue cuatro
veces el de los precios; nuevamente en 1802 los diezmos aumentaron
significativamente, aunque menos que los precios (13,1 por ciento frente a 20,6 por
ciento). En 1803 los diezmos aumentaron a pesar de la caída de los precios, mientras
que en 1804 se invirtió el movimiento. Los mayores incrementos tanto en diezmos
como en precios se registraron en 1805 (28,7 por ciento y 34,9 por ciento). A pesar del
carácter especulativo de los diezmos, sus valores deflactados revelan claramente una
disminución general de la producción agrícola durante estos años.
A partir de enero de 1804 el Cabildo de Potosí observa con preocupación la evolución
de los precios de los cereales en la ciudad. Su primer esfuerzo fue obligar a los
panaderos a actuar al unísono sobre el precio y el momento de las compras. Ansiosos
por mantener sus suministros privados de trigo, los panaderos continuaron actuando
individualmente. 29 Para febrero la escasez era visible en varias ciudades del Alto
Perú. En Cochabamba, el trigo y el maíz se duplicaron a ocho y seis pesos la fanega,
respectivamente. 30
Potosí optó en este momento por el establecimiento de un depósito público de granos
donde los que producían harina estaban obligados a depositarla para la venta. El
almacén de granos, institución común en los centros urbanos de la Nueva España, había
aparecido solo esporádicamente en los Andes. En Potosí tal proyecto fue discutido
extensamente durante 1766 y 1767 sin llegar a una decisión. 31 La urgencia de esta
nueva crisis condujo a la adopción del proyecto en febrero de 1804, con cláusulas
complementarias diseñadas para asegurar que los subdelegados en las áreas productoras
dirigieran la harina a la ciudad. Al mismo tiempo, se fijó el precio del trigo en Potosí en
ocho pesos (sesenta y cuatro reales), y sobre esa base se autorizó a los panaderos a
reducir el peso de sus panes sin modificar los precios unitarios de venta. 32
Según las adiciones inéditas a los anales de Potosí, entre el 4 de abril y el 1 de junio se
detuvo por completo el ingreso de víveres a la ciudad. 33 En julio reinaba en toda la
ciudad “la escasez y el sufrimiento”. El monopolio del suministro de cereales por parte
del granero público parece no haber sido efectivo. El Cabildo confirmó que panaderos
seguían comprando trigo fuera de la lonja y envió arquiris, o agentes indios, para
interceptar proveedores en ruta a la ciudad. Aunque algunos panaderos fueron
sorprendidos desobedeciendo acuerdos anteriores, el Intendente Francisco de Paula
Sanz decidió no sancionarlos ya que la evidencia mostraba que todos los panaderos
estaban violando los acuerdos. Los panaderos que tenían contratos pendientes con los
terratenientes preferían no aceptar la entrega de harina para no repartirla entre todos los
demás. 34 El Cabildo trató de paliar la escasez mediante sucesivos cambios en los
horarios de venta de las panaderías. Primero, se prohibió a los pulperos y ingenios de
plata realizar compras antes de las once de la mañana para facilitar el acceso del
“público” en general. Posteriormente se eliminó esta restricción para que la gente
miserabley los “trabajadores de las minas” podían hacer compras en horas de la
madrugada en las pulperías y los ingenios de plata de la ciudad. 35
Sin embargo, la escasez empeoró aún más en agosto. De acuerdo con las compras
realizadas por el convento franciscano de Potosí, el precio de la papa alcanzó el máximo
para el período comprendido entre agosto y diciembre ( Figura 1 ). El 7 de agosto el
Cabildo suspendió el monopolio de la lonja de cereales y aumentó a diez pesos el precio
reglamentado de la harina. 36 Unos días después, el Cabildo dio un vuelco y decidió
intentar una nueva política. Restableció el monopolio del granero público y, con base en
informes no confirmados de que había abastecimiento en Porco y Chayante, redujo el
precio de la harina a cuatro pesos. Entonces decidió enviar enviados para confirmar esta
información. 37A pesar de la previsible oposición de los panaderos, el Cabildo también
intentó aumentar la oferta de pan autorizando la apertura de tres nuevas panaderías
además de las diez ya existentes. 38
En septiembre, la continuación de la escasez convenció al Cabildo de que los
productores se oponían al almacén de granos y que los suministros de harina
aumentarían solo en un mercado libre. En consecuencia, propuso la abolición del
monopolio. El Intendente Sanz se opuso a esta medida alegando que el trigo de Porco y
Chayanta no podía alterar drásticamente el suministro de cereales de la ciudad ya que la
falta de agua había paralizado o ralentizado considerablemente el funcionamiento de los
molinos harineros. El precio subió entonces a diez pesos. 39 Durante el mes, la
preocupación se amplió a medida que escaseaban otros alimentos en la ciudad. La
atención estuvo enfocada en los dueños de canchas(tiendas de comestibles), quienes se
tomaron “la libertad arbitraria . . . de aumentar y disminuir los precios de los alimentos,
o lo que es más claro, de llegar a acuerdos según los deseos del proveedor en la fijación
de precios”. 40 El Cabildo decidió intervenir para evitar que las relaciones personales
entre proveedores y cancheros y sus intereses compartidos agravaran las carencias en la
ciudad.
Durante octubre el Cabildo se involucró en la protección de la calidad y el peso del
pan. 41 En noviembre la situación parece haber empeorado. El síndico procurador del
Cabildo propuso la suspensión del granero público durante dos meses, y nuevamente la
medida fue rechazada por el Intendente Sanz. El precio del trigo subió a un máximo de
doce pesos, donde se mantuvo durante siete meses (ver Figura 1 ). 42 Aumentos
similares ocurrieron en toda la región. Para diciembre de 1804 el costo de la harina ya
había llegado a dieciséis pesos cuatro reales en Cochabamba, mientras que en la ciudad
de La Paz su precio subió a veinte pesos en enero de 1805.43
El Cabildo de Potosí continuó otorgando permisos para nuevas panaderías a pesar de la
oposición del gremio de panaderos. En febrero de 1805 el Cabildo volvió a insistir en
oponerse al monopolio. Cuando algunos de sus miembros llevaron su oposición a los
límites del conflicto institucional permisible, el Intendente Sanz ordenó al Cabildo
guardar “perpetuo silencio” sobre el tema. 44 Recién en junio, con el precio de la harina
bajando a nueve pesos, Sanz autorizó el cierre del almacén de granos. 45 Los
suministros de harina parecieron normalizarse después de marzo de 1806; el precio
luego cayó a niveles inferiores a los cobrados al inicio del monopolio ( Figura 1 ). 46
Bajo condiciones de severa sequía, la escasez de una ciudad podría producir serias
consecuencias en otros mercados urbanos. La decisión de Potosí en febrero de 1804 de
establecer un granero público y elevar el precio del trigo a ocho pesos exacerbó la
escasez en La Plata (es decir, Chuquisaca). En abril Mariano Fariñas y Pacheco elaboró
un “Cuadro que muestra la diferencia entre el producto líquido de harina en Chuquisaca
comparado con Potosí citando los precios que ahora se cobran en ambos lugares y
descontando los costos de flete”. Concluyó que los costos de transporte de los molinos
harineros de la región de Chuquisaca a Potosí eran entre un 66 y un 218 por ciento más
altos que los costos de transporte a La Plata, incluso cuando se incluían impuestos
locales más altos. Sin embargo, la diferencia de precio entre Potosí, ocho pesos, y La
Plata, siete pesos, permitió que las ganancias en el primero fueran entre un 5,9 por
ciento y un 11,3 por ciento más altas que en el segundo. Además, Potosí tenía la ventaja
de la “prontitud y facilidad” de pago, mientras que los panaderos de La Plata tenían
poco dinero y solo podían comprar a crédito con plazos de pago extendidos. Fariñas y
Pacheco concluyó que mientras exista esta situación “todos los esfuerzos que se han
hecho para evitar la extracción de granos y harina [serán] ilusorios”. Propuso que se
subiera el precio en La Plata a siete pesos cuatro reales y que se Fariñas y Pacheco
concluyó que mientras exista esta situación “todos los esfuerzos que se han hecho para
evitar la extracción de granos y harina [serán] ilusorios”. Propuso que se subiera el
precio en La Plata a siete pesos cuatro reales y que se Fariñas y Pacheco concluyó que
mientras exista esta situación “todos los esfuerzos que se han hecho para evitar la
extracción de granos y harina [serán] ilusorios”. Propuso que se subiera el precio en La
Plata a siete pesos cuatro reales y que sepósito —otro nombre de los temidos
monopolios de cereales— donde se acumularan “cuantas porciones de grano se
pudiesen”. 47
Pocos días antes de la propuesta de Fariñas, el intendente-presidente de la Audiencia,
Pizarro, había optado por un método mucho más drástico enviando a tres delegados a
embargar el trigo y la harina en la zona. Sin embargo, estas expediciones tuvieron
resultados decepcionantes. El primero de los delegados constató “una escasez total de
harinas” en los ingenios de Guanipaya, Guadalupe, Cucuri, Portillo y Sicca, y constató
que la falta de agua impedía la molienda desde febrero y que la producción de algunos
de estos últimos se había agotado. sido enviado a Potosí. 48 El segundo delegado
encontró aún menos harina. 49El tercero tuvo mejor suerte. En la hacienda Pitantorilla y
en el ingenio Nucchu encontró “harinas de multitud de individuos”. También pudo
interceptar indios que iban camino a Potosí con su cargamento y enviarlos a Chuquisaca
pero, en general, los ingenios no tenían existencias, pues últimamente sólo habían
venido indios y piqueros (pequeños comerciantes) con sus pequeñas cantidades. de trigo
y maíz. 50 El precio del trigo subió en Chuquisaca antes de fines de abril a siete pesos
cuatro reales, pero aún así se mantuvo la atracción de Potosí. 51 Y en Yamparáez,
cuando el subdelegado publicó un edicto obligando a llevar todos los granos
comestibles a La Plata, los hacendados enviaban clandestinamente sus mercancías a los
mercados de Chayanta. 52
En agosto y septiembre de 1804 el Cabildo de La Plata, obligado a seguir la tendencia
de Potosí, aumentó los precios del trigo primero a ocho y luego a nueve pesos. No
obstante, el mercado minero continuó ofreciendo precios más altos (ver Figura
1 ). 53 Como resultado, las escasas existencias, especialmente las acumuladas por los
cobradores de diezmos, fueron enviadas fuera de la intendencia durante el resto de 1804
y la primera mitad de 1805. 54 Además, se establecieron circuitos para enviar pan de
contrabando a Potosí. Con los productores de pan burlando la autoridad del Cabildo
sobre la calidad y el peso, el costo de la harina se elevó a quince pesos. 55Sólo después
de que el cambio de circunstancias condujo a la baja del precio del trigo en Potosí,
alrededor de junio de 1805, hubo una relajación progresiva del mercado en
Chuquisaca. 56

Las epidemias
La sucesión de sequías estuvo acompañada de una serie de epidemias que cubrieron un
área geográfica igualmente amplia. En 1802 una epidemia de viruela afectó a todo el
Perú y el Alto Perú. En Buenos Aires, la escasez del mercado estuvo precedida por una
plaga no identificada a fines de 1802 y principios de 1803 que, según el Protomedicato,
estuvo ligada a la sequía y la ola de calor. En Omasuyos se registró una primera
epidemia en 1803, mientras que otra llegó a Copacabana, Achacachi, Guayrina,
Pucarani y Laxa durante 1804 y 1805. Aunque los efectos de estas epidemias se
sintieron hasta el norte de Omasuyos, los pueblos de Escoma, Guaycho, Carabuco y
Ancoraymes, aún más al norte, escaparon. En tres parroquias indígenas de San Pedro,
San Sebastián y Santa Bárbara ubicadas extramuros de la ciudad de La Paz, así como
dentro de los muros de la ciudad,57 La epidemia se prolongó al menos hasta mediados
de 1804 y fue “seguida de una inesperada escasez de pan, durante la cual los niños y los
pobres apenas silenciaron con poco más de las tres onzas que pesaba cada uno de los
panecillos” 58 y cuyo mayor efecto se sintió “en el populacho”. 59
En Paria, el panorama sombrío comenzó en febrero de 1804, y el fin del hambre y las
enfermedades solo se hizo visible cuando comenzaron las lluvias a principios de 1806.
En Sicasica, la "hambruna extrema" y los "años consecutivos de escasez de alimentos"
fueron seguidos por una “epidemia o plaga de erisipelas, anginas y otros males” a partir
de marzo de 1804. En abril de 1804, en plena crisis alimentaria, se desató una epidemia
en la ciudad de La Plata. En junio de 1804 llegó la peste a Puno. 60 Oruro, Yamparáez,
Chichas y Atacama también fueron afectados por epidemias en 1804. 61
Hacia mediados de 1804 llegaron epidemias a Chayanta, y para 1805 se habían
extendido por lo menos a Urucarasi, Micani, Moscari, San Pedro de Buenavista y
Acasio. 62 El subdelegado registró años más tarde que la “peste fue causada por la
escasez de lluvia y de víveres, a la que siguió el hambre y las epidemias
contagiosas”. Su diagnóstico de la enfermedad de Chayanta fue preciso; era la
“monstruosa erisipela y la angina que llamábamos la guillotina”. 63
En ese mismo año en Carangas, al hambre se sumaron “las desgracias de un fuerte
apretón de garganta, tabardillos”, y “una erisipela que pesa por el brazo, pasa al
corazón y mata. . . en menos de siete días.” 64 También se
mencionan “tabardillo y cortado”, junto con “un mal desconocido . . . eso causa una
hinchazón en la cara de algunos que luego no duran más de tres días.” 65 Los caciques
de Guayllamarca y varios sacerdotes agregaron a la lista “la enfermedad del asma,
producto del duro trabajo de la mita de Potosí”. 66Los sacerdotes de Guayllamarca y
Totora coincidieron en ese diagnóstico del “principal mal” que afecta a sus feligreses, la
“raíz del notable declive de los habitantes”. 67 Para el cura de Turco “no se conoce
ninguna otra enfermedad que contraigan los indios mita de Potosí, que regresan heridos
de muerte con asma o neumonías que provocan muertes rápidas según la diferencia de
edad y las complicaciones”. 68 Evidentemente, el diagnóstico se refería a la silicosis
provocada por depósitos de partículas desatadas en la molienda de minerales. Estas
partículas afectaron solo a los mortiris., aquellos mitayos asignados a las refinerías, y no
los enviados a las minas del Cerro Rico. El párroco de Guachacalla confirmó esta
distinción, declarando que en su pueblo no había enfermedad alguna “dado que, si bien
todas las personas de la comunidad están dedicadas al Real Servicio de la mita, están
destinadas al trabajo en la montaña”. y no en los molinos, con excepción de los indios
Uro del Chipaya, que por decisión del patrón del molino son enviados allí donde
contraen asma.” 69
En la ciudad de Potosí la “peste” apareció a fines de 1804 y reinó hasta abril de 1805.
Esa fue la fecha que coincidió con el pico más alto de precios (ver Figura 1 ). 70

Subsistencia y Mercados
Los patrones que permitieron y permiten el acceso a los diferentes niveles ecológicos de
los Andes tienen como una de sus funciones la reducción de los riesgos climáticos que
enfrentan los campesinos, con sus temibles consecuencias para los cultivos y los
rebaños. 71 Thierry Saignes ha ofrecido la hipótesis de que el mercado colonial en los
Andes del Sur del siglo XVII condujo a una reformulación de algunos de los patrones
antiguos, para incluir la oferta de mercados urbanos y trabajo periódico en minas y
haciendas a través de migraciones estacionales. Saignes enfatiza que la dirección
geográfica de estos movimientos dependía de las condiciones climáticas
cambiantes. 72Esta hipótesis merece ser explorada para períodos posteriores. En el
mercado agrario de Charcas de la segunda mitad del siglo XVIII, donde el crecimiento
de la producción agraria tendía a saturar los mercados urbanos en años normales,
deprimiendo los precios, 73 Brooke Larson ha demostrado que en años de escasez y
altos precios el mercado de granos de Cochabamba se expandió para incluir los centros
mineros del altiplano. 74
Necesitamos diferenciar las condiciones que prevalecen en un área y tiempo limitados
de las de períodos tan excepcionales como 1800-1805. Como se verá a continuación, las
presiones tributarias en esos años se mantuvieron al mismo nivel global para todas las
comunidades. Por lo tanto, era necesario recurrir al mercado para obtener los fondos
necesarios para satisfacer las demandas implacables del Estado. Algunos indios
y piqueros podrían aprovechar la subida excepcional de los precios para partir hacia
Potosí. 75 Pero para la mayoría, la media década de sequías interrumpió el acceso al
mercado.
En Paria, por ejemplo, el “exterminio total de los rebaños de ambas especies que eran
toda la subsistencia de los indios” imposibilitó continuar con su tradicional comercio
triangular. Sin ganado no podrían adquirir en La Paz y la costa del Pacífico, mediante
trueque y permuta, la hoja de coca, paño basto de algodón, vino, aguardiente, ají picante
y algodón con que abastecer, a su vez, los mercados de Potosí, La Plata, Aullagas y
Chichas. 76 En el altiplano, el fracaso consecutivo de varios cultivos significó no solo la
falta de excedentes comerciables, sino también el consumo de todas las reservas,
incluidas las semillas. Esto entonces impidió el ciclo agrícola. Incluso las plantas
silvestres se consumían a pesar de los graves peligros: en Paria en 1804 se informó que
el alimento básico provenía de la achacara.y las raíces de tola . Los habitantes de la
puna migraban a los valles con la esperanza de poder alimentarse, aunque los valles
también se veían afectados por la sequía y en ellos a menudo se encontraba la
“peste”. En algunos casos, particularmente en Chayanta, esto prolongó un movimiento
estacional habitual cuyo regreso ahora se pospuso. 77 En otros casos, se produjo una
dispersión más permanente hacia destinos lejanos. Hay evidencia de este patrón para
Carangas, Cochabamba y Paria. 78
Además de la falta de excedentes comerciables para los años 1800-1805, se produjeron
conmociones en los mercados laborales mineros y trastornos en los mercados de
consumo urbano. En efecto, la caída de la producción minera en varios centros del Alto
Perú durante los primeros años del siglo XIX redujo la demanda. 79
Potosí fue un caso especial. Allí confluyeron diversos factores para producir la
prolongada crisis minera iniciada en 1801.80 La causa principal fue geológica, pues para
los últimos años del siglo XVIII era perceptible el agotamiento de las “grandes
escombreras”. Estos minerales de minas previamente trabajadas, aunque de bajo
rendimiento en plata pura, eran rentables dada la baja inversión por unidad de mineral y
la disponibilidad de mano de obra forzada de bajo costo y alta productividad. 81
El segundo factor resultó del ciclo de guerras europeas en el que España estaba
inmersa. 82 Gracias a la producción de mercurio en Huancavelica, la minería en Charcas
se había caracterizado a lo largo de los siglos XVI y XVII por un alto grado de
autoabastecimiento. A principios del siglo XIX, dependía casi por completo del
suministro de mercurio europeo procedente de Almadén e Idria, que las guerras
interrumpieron. 83
El tercer factor se refería a los efectos locales de la sequía en Potosí. Un ingrediente
fundamental en el proceso de amalgamación del mercurio, el agua, también era la única
fuente de energía para operar la maquinaria de refinación en Potosí. Aunque las plantas
dependían de un sistema de lagos artificiales para la distribución uniforme del agua
recolectada en las lluvias estacionales, el suministro fue insuficiente durante una sequía
prolongada. Así, la falta de mercurio y de agua provocó la paralización de la industria
minera en Potosí desde fines de 1801 hasta mediados de 1803.84 Una vez restablecidos
los suministros de agua y mercurio, la Villa Imperialfue golpeado por un recorte de casi
el 25 por ciento en su trabajo forzoso. Desde 1803 hasta 1807 los mitayos que debían
llegar de las distintas provincias de la intendencia de Puno fueron retenidos por el
Intendente Josef González. 85
Desde mayo de 1804 hasta enero de 1805, la falta de agua y mercurio obligó a la
industria a un cierre total. 86 Fue precisamente durante estos meses que la ciudad
experimentó la mayor escasez de alimentos y la mayor incidencia de la “peste”. La
coincidencia del paro, la escasez y la epidemia llevó a muchos habitantes a abandonar la
ciudad. Cuando se reinicia el trabajo en las minas a principios de 1805, las autoridades y
los mineros se enfrentan no sólo a la falta de trabajadores libres sino también a “la
deserción de la mita. . . tomando como pretexto la falta de alimentos”. 87 En marzo de
1805 el cura de la parroquia de indios de San Benito y Santa Bárbara resumió
elocuentemente el complejo proceso que aún se desarrollaba en Potosí.
Es cierto que las fatalidades han sorprendido a los habitantes de esta ciudad, pues sólo
los miserables indios mita, criollos, y murieron unas pocas castas mezcladas y otras del
populacho más bajo. Todos eran pobres y sin medios. De esto se deduce que el hambre,
la falta de alimentos y la extrema pobreza de los miserables indios ha sido la única
causa de su muerte. Mientras que las provisiones permanecieron escasas en gran
medida, los indios, desde que la industria minera estuvo cerrada por todo el tiempo, han
estado sin trabajo. Por lo tanto, enfrentaron la hambruna sin dinero y sin la posibilidad
de comprar alimentos. Aunque hoy los ingenios y minas han vuelto a funcionar, no ha
servido para socorrer a los indios y otras personas desvalidas, sino sólo para completar
la destrucción de algunos hombres debilitados e inútiles para el trabajo, sobre todo
porque la escasez de alimentos continúa con mayor intensidad. obstinación. 88
Los ingenios de plata tuvieron que suspender operaciones nuevamente, ahora por falta
de trabajadores. En los primeros cinco meses de 1805 la producción de plata fue sólo la
mitad de lo que había sido durante el mismo período del año anterior. 89
Durante los primeros años del siglo, los precios de las importaciones europeas, los
llamados efectos de Castilla , fluctuaron ampliamente, un efecto colateral de las guerras
tanto en el Pacífico como en el Atlántico ( Cuadro 2 ). 90 El abrupto aumento de las
importaciones en 1804 cambió esta situación. Un observador señaló que “si bien los
bienes son abundantes, al mismo tiempo son excesivamente caros y no se pueden
vender”. Algunos comerciantes optaron por “reducir la escala de su inventario”,
vendiendo al por menor lo que normalmente habrían vendido al por mayor. 91 En
contraste, las importaciones a Potosí de bienes estadounidenses, los efectos de la tierra,
disminuyó de 1802 a 1805, como resultado de la disminución y perturbación de la
demanda urbana producida por interrupciones en la actividad minera y epidemias
( Cuadro 2 ). Oruro también sintió la pérdida de trabajadores por la emigración,
mientras que en La Paz la escasez llevó a los indígenas a emigrar a las yungas y los
valles. 92 La demanda comercial urbana se vio así reducida por las muertes, la
emigración y la indigencia de los que se quedaron.

Medición de la mortalidad
Más allá de las múltiples descripciones cualitativas de la crisis de principios del siglo
XIX, es posible precisar más los costos humanos. Un elemento significativo
mencionado en las fuentes es un desbordamiento en varios cementerios. En la ciudad de
La Plata el cementerio, ubicado a un costado del Hospital de Santa Bárbara, era “muy
repugnante y propicio a las pestilencias contagiosas”, ya que se ubicaba en un barrio
populoso donde “todos los vecinos iban y venían al paseo público de la Alameda.” En
1804 se propuso la construcción de otro cementerio en San Roque, “para evitar las
epidemias contagiosas que habían caído sobre el barrio a causa de los vapores
pestilentes de las tumbas”. 93 En adelante, todos los habitantes de la ciudad serían
enterrados en el nuevo cementerio. 94En 1805 en la iglesia del convento hospital de San
Juan de Dios en La Paz no había “espacio para enterrar un cuerpo sin sacar otro”,
mientras que en el anexo al cementerio “se encuentran los cuerpos casi descubiertos por
la tierra. . . por lo cual la putrefacción es mayor y la pestilencia fácilmente puede desatar
en los barrios cercanos y en toda la ciudad, causando peste sin remedio.” El Cabildo de
La Paz también emprendió, en consecuencia, la construcción de un nuevo
cementerio. Durante este mismo año el Virrey Sobremonte manifestó su preocupación
por la falta de cementerios en Chayanta. 95El asunto, sin embargo, se complicó en
Chayanta por el hecho de que los conflictos entre el Estado y la iglesia a fines del siglo
XVIII habían llevado a la eliminación de una serie de ingresos eclesiásticos. Los
sacerdotes ahora afirmaban que era imposible construir cementerios sin fondos
adicionales, y uno de ellos, el sacerdote de Micani, expresó dudas sobre la recepción
que los nuevos cementerios tendrían entre sus feligreses. 96
Se puede obtener una mayor precisión cuantitativa sobre la mortalidad a partir de
algunos registros contemporáneos. Omasuyos, por ejemplo, donde no todos los pueblos
fueron afectados por la crisis, sin embargo perdió el 20,25 por ciento de su población
entre el censo de 1803 y fines de 1805. Las muertes representaron el 83 por ciento de
esta pérdida y la migración el 17 por ciento restante. En los repartimientos de Guarina y
Pucarani las pérdidas alcanzaron el 50,1 por ciento y el 42 por ciento
respectivamente. 97
Los registros parroquiales son, por supuesto, la fuente que ha proporcionado una base
sólida para la historia demográfica europea en general y el estudio de las crisis
demográficas en particular. En una exploración preliminar de los registros parroquiales
de Capinota, Cochabamba, se identificaron quince crisis de mortalidad entre 1672 y
1868; entre ellas la de 1804 es segunda en intensidad sólo a la de 1834. 98 Por mi parte,
he extraído la información pertinente de los registros de cuatro parroquias de Potosí
entre 1690 y 1811 y de las de Sacaca y Acasio entre 1692 y 1811. En estos registros, la
frecuencia y magnitud de las crisis de mortalidad, medidas por el Índice Dupâquier,
difieren poco de los datos de la región de París entre 1681 y 1720 ( Tabla 3 ). 99
Sorprendentemente, no hay evidencia de crisis entre 1801 y 1805 en ninguna de las
parroquias de Potosí de las que se dispone de datos. (La parroquia de La Concepción no
tiene registros de defunción para 1802-9.) Los propios párrocos de Potosí ofrecieron una
explicación detallada. Diego Joaquín de Alvarado, párroco de San Pablo y San
Sebastián, dos de estas parroquias, informó a mediados de mayo de 1805 “que desde el
tres de enero del presente año hasta el día de hoy enterré poco más de 50 cuerpos, de de
los cuales 6 eran indios mita, algunos criollos , y los demás los echaban de noche a los
cementerios.” El párroco de Copacabana y Santiago enterró 60 cuerpos masculinos de
“parroquias desconocidas”, que no pudo inscribir en los registros porque habían sido
arrojados en los cementerios durante la noche. 100En San Pedro y la viceparroquia de
San Francisco el Chico solo 7 feligreses fueron enterrados frente a 247 individuos que
habían sido encontrados “tirados”. En San Roque las proporciones fueron más parejas:
34 feligreses varones enterrados y 46 “pobres”. . . descartados” incluyendo “españoles,
mestizos, mulatos e indios”. En el hospital del convento de Nuestra Señora de
Guadalupe hubo 300 muertos entre enero y abril de 1805, la mayoría entre la “población
más baja”, muchos de los cuales habían sido simplemente abandonados en la
puerta. 101El motivo del subregistro de defunciones lo explica aún más claramente el
párroco de San Benito y Santa Bárbara. Observó que no podía informar sobre el número
de muertes ya que “no todos eran mis feligreses y se saltaban las entradas en los libros
de la iglesia [excepto] cuando confirmé que eran mis feligreses, lo que sucedía muy
pocas veces”. Los sacerdotes de la Matrizdijo que, además de 65 españoles y mestizos
“conocidos”, habían enterrado a otros 300 en la Misericordia “cuyo fallecimiento no
quedó registrado en los libros porque se desconocía su nombre y apellido y no había
quien pudiera hablar por ellos. De estos había alrededor de . . . 80 trabajadores de las
minas a juzgar por su ropa, y el resto eran hombres y mujeres pobres”. El párroco de
San Lorenzo y San Bernardo se refirió a los “muchos que fueron puestos en los
cementerios en horas de la noche, y por no saber su origen y nombres no se encuentran
anotados en los registros”. 102
¿Por qué tantos cuerpos “tirados”, “abandonados”, “desconocidos”? En la Nueva
España colonial las ciudades eran polos de atracción en períodos de carestía y
epidemias, patrón que tendía a propagar el contagio. 103 Pero esto no es lo que parece
haber sucedido en los Andes, donde ninguna de las fuentes alude ni a recién llegados ni
a vagabundos. Por el contrario, la evidencia de Potosí, Oruro y La Paz se refiere a una
migración inversa de las ciudades al campo, a los valles en particular. Además, existen
referencias concretas que identifican a los muertos como “indios mita”, “trabajadores de
las minas” o “indios criollos”, es decir, migrantes forzados o residentes permanentes de
la ciudad.
¿Por qué, entonces, eran tan pocos los residentes de la parroquia donde murieron? El
testimonio del párroco de San Juan y de la viceparroquia de San Martín contribuye a
una explicación. Desde el primer día del año hasta mediados de junio de 1805, 42
fueron enterrados en su parroquia, entre hombres, mujeres e “inocentes”, “todos los
feligreses”. Y “respecto a los entierros de caridad , hubo tanto mestizos como indios de
otras parroquias, lo que elevaría el número de muertos a poco más o poco menos de
300”. 104 El punto significativo es que los no feligreses fueron enterrados “por
caridad”. Las cuotas de la iglesia pesaban mucho sobre los indios mita y criollos en
Potosí incluso durante los años normales. 105En tiempos de vacas flacas la gran mayoría
de la “población más baja” optaba por abandonar a sus muertos en los cementerios,
hospitales o iglesias de otra parroquia para no pagar entierro en la suya propia. El
resultado de esta práctica fue el subregistro masivo de defunciones que disfrazó la crisis
en los registros parroquiales de Potosí.

La Crisis en Chayanta
Los registros parroquiales de San Luis de Francia de Sacaca y San Juan de Acasio en
Chayanta, en cambio, registran con total claridad los efectos de la crisis de 1801-5 sobre
la mortalidad. 106 La diferencia entre el mundo urbano y el rural explica por qué
problemas análogos de subregistro no se dieron en Chayanta. Mientras que en el Potosí
urbano escapar del control de los curas era fácil, en las parroquias rurales de Chayanta
era imposible escapar. En efecto, los sacerdotes no permitían ningún entierro sin el pago
de una tasa y llegaron al extremo de dejar los cuerpos insepultos incluso en medio de la
epidemia para asegurar sus ingresos. 107 El resultado fue que la serie de muertes en
Sacaca y Acasio muestra sin duda el impacto de la mortalidad entre 1801 y 1805.
Midiendo la intensidad de la mortalidad por el Índice Dupâquier antes mencionado, para
las dos parroquias combinadas, nueve de los diez años fueron años de crisis, con
magnitudes que van de uno a tres ( Tabla 4 ). Por el mismo cálculo, nueve de los
cuarenta y siete años de crisis detectados en Sacaca y Acasio entre 1692 y 1811 se
concentraron en 1801-5 ( Cuadro 3). Además, cabe señalar que la limitación más
evidente del Índice Dupâquier aparece en casos de crisis de varios años, como la que se
investiga, dado que la medida de la magnitud de la crisis en un determinado año se ve
disminuida por la elevada niveles de los años anteriores. Otro medio para medir la
intensidad de la mortalidad en estos años de crisis es compararlos con el promedio de
los veinticinco años anteriores que incluyen, tanto en Sacaca como en Acasio, tanto
años normales como de crisis ( Cuadro 5 ). Si tomamos el total de ambas series, las
defunciones entre 1801 y 1805 fueron iguales en un caso y superiores en los otros
cuatro al promedio de 1775-99, culminando con valores en 1804 y 1803 que duplican o
más que cuadriplican los de la base período.
Durante la primera década del siglo XIX los senes mensuales de defunciones en Sacaca
y Acasio muestran movimientos y niveles similares, con el pico de la crisis en el
segundo semestre de 1805 ( Figura 2 ). Sin embargo, los niveles de mortalidad
alcanzados en una u otra localidad durante los años de crisis varían significativamente
cuando se miran a largo plazo. En efecto, mientras en la región del altiplano de Sacaca
sólo los años 1803-5 exhiben índices superiores al período 1775-99, en la región del
valle de Acasio el aumento de la mortalidad con respecto al mismo período base es más
notable desde 1801 hasta 1806 ( Cuadro 5). Es probable que esta diferencia entre puna y
valle refleje la migración de uno a otro que frecuentemente terminaba en un encuentro
con la “peste”. Se puede encontrar un refuerzo para esta hipótesis en un análisis de la
estacionalidad de las muertes. Las muertes en ambos pueblos se ajustaron a diferentes
patrones estacionales en el siglo XVIII. 108 En Sacaca se concentraron entre los meses
de agosto y enero, con picos máximos en septiembre-noviembre y enero y mínimos
anuales en junio-julio, mientras que en Acasio los máximos ocurrieron entre octubre y
diciembre, con mínimos en marzo-abril ( Figuras 3 y 4 ). La estacionalidad en el último
caso parece similar a la que descubrió Cook para otro valle en el mismo siglo. 109En
las Figuras 3 y 4 aparecen las defunciones registradas en Sacaca y Acasio durante los
años críticos 1804-6 junto con la distribución que habría ocurrido si el número de
defunciones durante esos tres años hubiera seguido la estacionalidad regular del siglo
XVIII. Es evidente que la crisis de la puna no modificó fundamentalmente el patrón
estacional de muerte. En el valle, donde una dislocación de los patrones migratorios
anuales aumentó la población y el contagio, apareció un nuevo patrón estacional de
muerte.
He calculado tentativamente las tasas brutas anuales de mortalidad en Sacaca y Acasio,
en la Tabla 5 . 110 Dada la falta de estudios demográficos detallados sobre las
poblaciones andinas en los siglos XVIII y XIX, podemos decir poco con certeza sobre
estos resultados. El hecho de que las tasas obtenidas para 1775-99 sean inferiores a las
estimadas para diversas regiones europeas durante el mismo período sugiere la
necesidad de compensar el subregistro sistemático de defunciones en los padrones
parroquiales hispanoamericanos.
Los datos de nacimientos durante los años de crisis son sorprendentes ( Cuadro
6 ). Aunque los índices de Sacaca son más bajos que los del período base, 1775-99, el
marcado descenso es visible solo en 1805. La suma de ambas series confirma que la tasa
bruta de natalidad se mantuvo alta durante la crisis, con tasas anuales superiores a las
del período base. excepto en 1805. Esta vitalidad en condiciones de crisis también se ha
encontrado en varios casos europeos y amerita una exploración comparativa en el
contexto andino en el futuro. 111
Los registros de matrimonio revelan aún más claramente la profundidad de la crisis,
aunque aparecen diferentes cronologías en puna y valle ( Cuadro 7 ). En las tierras altas
de Sacaca se observa un aumento de matrimonios con respecto a los cinco años
anteriores a partir de 1800, aunque el matrimonio y la concepción declinaron en 1804 y
la primera mitad de 1805, mientras que la mortalidad alcanzó su punto máximo en la
segunda mitad de este último año ( Figuras 3 y 5 ). . El número de matrimonios aumentó
abruptamente en 1806, disminuyó en 1807-8 y volvió a aumentar en 1809-10.
En Acasio, por el contrario, el número de matrimonios entre 1800 y 1801 estuvo cerca
de la media de los cinco años anteriores a la crisis, cayendo a niveles más bajos en 1802
y 1804 (hay una laguna para 1803) para subir abruptamente en 1805 en el apogeo de la
crisis y nuevamente en 1806. Debido a que la mortalidad afectó a ambos sexos por
igual, las viudas y los viudos se encuentran en números similares en los registros de
matrimonio. Particularmente a partir de 1805 se produjo un aumento considerable en el
número de matrimonios contraídos en los que ambas partes habían enviudado
previamente ( Cuadro 8 ). He calculado tasas brutas de matrimonio que muestran
valores muy bajos, especialmente para 1795-1799 ( Cuadro 7). ¿Refleja esto la
existencia de costumbres matrimoniales andinas no sancionadas por la iglesia? Las
series bautismales no ayudan a esclarecer el tema, pues el porcentaje de bautizos por
nacimientos ilegítimos, tanto en Sacaca como en Acasio, es sólo del 7,3 por ciento.
Las series de Sacaca y Acasio nos permiten intentar una mejor definición de las causas
de mortalidad durante los años de crisis. Como se señaló anteriormente, las fuentes
contemporáneas ofrecen una variedad de diagnósticos para estas epidemias, algunos
repetidos por más de un observador. Dado que los registros parroquiales no incluyen la
causa de la muerte, debemos confiar en indicadores indirectos. Un camino posible es
examinar las distribuciones de edad y sexo de las muertes. El control de la mortalidad
por sexo durante los años de crisis con respecto a los promedios anteriores no ofrece
variaciones significativas, pero la mortalidad específica por edad muestra diferencias
relevantes durante estos años ( Cuadros 9 , 10 y 11 ). Los respectivos porcentajes de
defunciones de menores de un año (párvulos), los de uno a doce, y los de más de doce
años durante los años de la crisis son distintos de los promedios registrados durante el
período más largo ( Cuadro 9 ). Sin embargo, las discrepancias no apuntan en la misma
dirección en todos los años. La multiplicidad de diagnósticos mencionados en las
fuentes podría llevarnos a buscar correlaciones entre patrones de muerte en
determinados años y características de enfermedades específicas. Podríamos entonces,
por ejemplo, proceder sobre la base de la constatación de una altísima tasa de
mortalidad en el primer año de vida en Sacaca durante 1800 y 1801 ( Cuadro 9 ). Pero la
hipótesis más interesante surge de claros aumentos en la mortalidad de adultos tanto en
Sacaca como en Acasio durante 1804 y 1805 ( Cuadro 9). Específicamente, aparece una
mayor mortalidad para el grupo de edad de 20 a 69 años ( Cuadros 10 y 11 ). Este
patrón se corresponde con lo que sabemos sobre la enfermedad más citada por las
fuentes para esos años, “la monstruosa erisipela” o “St. Fuego de Anthony”, una
infección febril de la piel causada por estreptococos del grupo A que, en el pasado,
afectaba a grupos de edad específicos. Era común entre los bebés y las personas de
mediana edad y rara en la población de seis a 30 años. 112Este diagnóstico concuerda
con algunos de los síntomas y características observados en las fuentes, entre ellos el
“mal desconocido. . . que a algunos les causa una hinchazón en la cara que luego no
dura más de tres días” y la “erisipela que les pesa el brazo, les pasa al corazón y los
mata en menos de siete días”.
La erisipela afecta con mayor frecuencia a la cara y los brazos, y el rápido final al que
se alude en los documentos se explica por trombosis y shock séptico, complicaciones
que en el caso de una localización en el brazo parecen apuntar al corazón. 113 Además,
el diagnóstico de la erisipela se complementa con el de la angina y el apretamiento o
“fuerte agarre en la garganta” que también se mencionan en las fuentes. Esta es una
complicación en las infecciones causadas por estreptococos del grupo A, caracterizada
precisamente por dolor e hinchazón en la garganta. 114
Aunque existe una aparente consistencia entre los síntomas descritos, los diagnósticos
de erisipela y angina y los patrones de edad de las muertes en 1804 y 1805, los
diagnósticos divergentes encontrados en los documentos deben ser tratados. 115Si bien
los médicos del Alto Perú a principios del siglo XIX pudieron haber diagnosticado con
precisión las epidemias recurrentes, sus opiniones no se encuentran en los
documentos. No obstante, vale la pena sugerir que todos los diagnósticos informados
corresponden a enfermedades epidémicas reales presentes entre 1801 y 1805 en el Alto
Perú. La desnutrición provocada por la inusual sucesión de sequías y hambrunas durante
cinco años o más habría disminuido severamente los niveles de inmunidad,
favoreciendo el contagio de un grupo de enfermedades que colectivamente presentaban
los síntomas mencionados por las fuentes. La especificidad de edad de las muertes en
1801-5 tendría una explicación diferente en esta hipótesis. Estaríamos frente a oleadas
de enfermedades que atacaron primero a niños y ancianos, los grupos menos
resistentes, y después de varios años afectó a adultos de veinte a sesenta y nueve. Estos
últimos habrían sido los grupos no sólo con mayor resistencia sino también, como
fuerza de trabajo, presumiblemente mejor nutridos durante los primeros años de la
crisis.116
Esta hipótesis, que enfatiza el papel de la desnutrición en la propagación de un grupo de
enfermedades, es particularmente compatible con los testimonios sobre la crisis de
Carangas, donde los sacerdotes destacaron como una de las principales causas de la alta
mortalidad registrada el “asma” contraída por los mitayos en los ingenios mineros de
Potosí. Pero ni la silicosis es contagiosa ni hay razón para suponer que su incidencia
aumentó en los años en que la industria potosina experimentó interrupciones
prolongadas de sus actividades. Lo que ocurrió en los años de crisis fue que la sequía y
el hambre produjeron una desnutrición extrema que agravó los efectos de la silicosis a
niveles letales. En un organismo normal las partículas inhaladas y depositadas en los
pulmones son parcialmente expulsadas, lo que limita las consecuencias de la
silicosis. Cuando la desnutrición severa afecta a un organismo,117

Desorden y Tributos
Los efectos de la prolongada crisis se sintieron de muchas maneras en la sociedad
altoperuana en vísperas de la independencia. La vagancia y la violencia marcaron la
época. Nicolás Sánchez-Albornoz observó que en estos años “no acaba el
prófugo. . . como forastero [es decir, un residente en otro pueblo indio]; los
desaparecidos ahora tendían a engrosar la falange de vagabundos”. 118 El fenómeno ya
era motivo de preocupación en el altiplano hacia 1802, cuando el nuevo teniente
general de la Santa Hermandad de Oruro, Paria y Carangas proclamó como objetivo
específico “la expulsión de los malvados vagabundos”. Esta era una preocupación
constante en 1805, por los “muchos vagabundos” que merodeaban por los “sitios
mineros” de la puna y la “mendicidad pública”. 119
La amenaza de violencia se intensificó a principios del siglo XIX. El intendente de
Cochabamba temía que ante la escasez “la gente pobre. . . intentará usar la fuerza para
aliviar su necesidad”. Al síndico procurador del Cabildo de Potosí le extrañó que “falte
pan. . . no hay desorden, ni movimiento entre el populacho.” Pero hacia 1804 la ciudad
de La Paz fue “inundada de ladrones y salteadores”, y los caminos de Paria se llenaron
de “violentos robos y asesinos inhumanos”. 120 La violencia culminó con la gran
ofensiva de los chiriguanos en 1804. Según un testigo, ante la escasez de alimentos los
chiriguanos dijeron “antes de morir de hambre vamos a morir a manos de los
cristianos”. 121La feroz insurrección resultante requirió una movilización militar activa
que duró hasta finales de 1805.
En las ciudades la crisis generó planes para ejercer un mayor control sobre los mineros
y las clases populares. A principios de 1806 los empresarios mineros de Potosí
formularon la más ambiciosa de sus propuestas para contrarrestar la falta de docilidad
de las mingas o trabajadores libres. Todos los jornaleros de las minas y de los ingenios
debían ser contratados para el trabajo “bajo pena de que todos los magistrados y
el alguacil mayorse encargará de acorralar a esta clase de personas que se encuentren
deambulando por la ciudad, y luego de ser encarcelados, serán distribuidos por el propio
gobierno a las minas, encadenados para asegurar sus personas e impedir su fuga, dado
que los anteriores paros y alimentos la escasez ha llevado a muchos, o a la gran parte, de
estos trabajadores tan necesarios a la mayor ociosidad y ha traído penurias al pueblo
mismo”. Además, “para el mayor cumplimiento y éxito de esta resolución”, el gremio
sugirió que este nuevo poder de policía sea ejercido por sus propios miembros: “a través
de sus dependientes, como conocen a esta clase de trabajadores, están en mejores
condiciones de acorralarlos”. y entreguen al gobierno los muchos vagabundos que se
encuentran en las calles.” Además,122
El presidente intendente de La Plata declaró en 1807 que la ciudad estaba azotada por
“la insolencia de los malvados que en estos últimos años están escandalizando a la
República con robos y asesinatos a traición ejecutados con armas prohibidas así como
las bandas que deambulan por las calles”. .” Propuso un programa de control
especialmente dirigido contra “los indios, mestizos, negros y mulatos libres o
esclavos”. 123
Paradójicamente, estos años de crisis formaban parte de la década en que las haciendas
reales del Alto Perú habían obtenido sus mayores ingresos desde fines del siglo XVII:
en comparación con los años 1790-99, entre 1800 y 1809 los ingresos de la hacienda de
Charcas subió 18,5 por ciento y los ingresos por tributos aumentaron 24,1 por
ciento. 124 El tributo aumentó en todas las haciendas regionales a excepción de
Cochabamba y Potosí, donde disminuyó 10,8 por ciento y 11,5 por ciento
respectivamente. 125 El intento de la corona de aumentar la recaudación de tributos
durante los años de crisis parece haber tenido éxito en general, aunque la dificultad de
mantener los niveles de recaudación a pesar de las tasas de mortalidad y la “miseria de
los sobrevivientes” provocó muchas protestas. 126
El ejemplo de Chayanta, que estuvo sujeto al erario de Potosí, es particularmente
interesante. El subdelegado de aquella época recordaba, años después de la crisis
cuando volvía a residir en España, que en aquellos “tiempos calamitosos. . . anduvo por
toda la provincia impartiendo justicia, consolando a los enfermos y aun a los
moribundos, en lugares donde nunca se había visto otro juez”. Se jactó de que gracias a
su “atención y vigilancia” y a su “pureza”, y a pesar de la muerte de “diez mil indios en
su mayoría tributarios”, los tributos entraban en las haciendas reales “como si no
hubiera un indio tributario”. murió."  127 Los indios y caciques de Chayanta no
admiraban precisamente al subdelegado'celo Por el contrario, enviaron innumerables
protestas a la Real Audiencia de Charcas y al intendente de Potosí denunciando los
procedimientos que permitían recaudar impuestos sin falta. No solo los pagadores de
tributos sobrevivientes sino también las "castas exentas" fueron obligadas a pagar. El
intendente Sanz, que no era sospechoso de parcialidad con los indios, comprobó durante
una visita a Chayanta en 1806 que las acusaciones contra el subdelegado estaban bien
fundadas. “Su despotismo y mal trato a los indios es de un hombre casi frenético”,
escribió luego de observar “el impensable terror y aversión con que es mirado por todos
esos habitantes”. 128 En Acasio en 1805, el principal uso de la cárcel era encerrar a los
indios que se habían atrasado en el pago de tributos. 129
La recaudación de las viudas y las familias de los difuntos trajo éxito fiscal en otras
regiones golpeadas por la crisis. 130 Como la mortalidad de 1804-5 había afectado
especialmente a hombres y mujeres adultos ( Cuadros 9 , 10 y 11 ), la comunidad
sobreviviente, con su alta proporción de niños, debió tener dificultades para cumplir con
las tareas necesarias para su reproducción. El aumento de los matrimonios,
especialmente entre los que enviudaron recientemente ( Cuadro 8 y Figura 5 ), devolvió
el equilibrio a algunos hogares, pero agravó la situación de la comunidad en su conjunto
al aumentar la tasa de natalidad ( Figura 5 ).). Aunque la reasignación de tierras
adicionales a los forasteros ayudó a mantener los niveles de producción de la
comunidad, el cultivo de cualquier cantidad significativa de tierra baldía solo pudo
haber sido posible con la llegada de nuevos inmigrantes. Entre los Auquimarcas de San
Pedro de Buenavista y las Chullpas de Chayanta, se informó que “los indios que toman
las asignaciones de tierra de los muertos son traídos de diferentes regiones y en cuanto
se establecen comienzan a pagar tributo como originarios”.  131 Estos inmigrantes
deben haber sido extraídos de la masa de vagabundos flotantes que surgieron en los
años de la crisis.
La presión fiscal tan alta o incluso más alta que los niveles anteriores a la crisis agravó
la miseria que surgió durante la crisis. El intendente de Potosí, al referirse a la
recaudación de tributos durante los años de crisis, comentó que “fue un favor especial
de la providencia que no tuviéramos un nuevo levantamiento en Chayanta”. 132

Observaciones finales
En otra ocasión recopilamos las referencias a sequías, epidemias, paros mineros,
hambrunas y escaseces que se encuentran en las fuentes para la segunda mitad del siglo
XVII y todo el siglo XVIII y las relacionamos con picos en la serie de precios de la
mercado de Potosí. 133 En esta investigación de los padrones parroquiales de Potosí,
Sacaca y Acasio se constata una alta frecuencia de “crisis de mortalidad” durante ese
mismo período ( Cuadro 3 ). En la historiografía andina colonial de esos siglos, sin
embargo, el papel de las breves fluctuaciones económicas y demográficas está
prácticamente intacto. 134Este análisis de la crisis de 1800-5 indica la complejidad de
los procesos implicados y la intensidad de sus consecuencias. ¿La investigación
detallada de crisis anteriores descubriría fenómenos de igual magnitud? Creemos que
no. Nuestra hipótesis es que los efectos sobre las comunidades andinas de las crisis de
los siglos XVII y XVIII fueron amortiguados por la eficacia, incluso en años de escasez
o epidemia, de patrones de subsistencia y reproducción que incluían no sólo formas
tradicionales de acceso a los recursos sino también comercio con mercados urbanos y
participación en mercados laborales rurales y urbanos. 135

La crisis de 1800-1805 produjo características mucho más agudas, con consecuencias


que afectaron al conjunto de la economía y sociedad de los Andes. Las diferencias con
respecto a crisis anteriores no pueden explicarse únicamente por su duración
excepcionalmente larga. Sin duda, un factor diferencial fundamental fue la coincidencia
e interacción con la crisis minera, particularmente en Potosí, y la consecuente alteración
de los mercados urbanos tanto en su capacidad de consumo de bienes como en su
capacidad de absorción de mano de obra indígena.
Queda por definir una cuestión aún más importante. El estudio de los diezmos de
Charcas nos ha permitido identificar una expansión sostenida de la producción agrícola
en el Alto Perú desde la década de 1730 hasta la década de 1790. 136 Sabemos que los
diezmos reflejaban fundamentalmente la producción de las haciendas, pues la población
indígena estaba exenta. Por lo tanto, se puede sugerir que el aumento del área cultivada
que hizo posible esta expansión prolongada de la producción de las haciendas se
produjo a expensas de la tierra disponible para la economía indígena. 137Esta reducción
se habría producido precisamente durante el medio siglo de mayor crecimiento de la
población india. Por lo tanto, hacia fines del siglo XVIII, el cambio en la proporción de
tierra por población habría tenido un gran impacto negativo en las economías
indias. Debido a medio siglo de deterioro de los recursos disponibles para la población
indígena combinado con una crisis minera que alteró los mercados urbanos de productos
básicos y laborales, los años 1800-1805 inauguraron un nuevo tipo de crisis en Bolivia,
una con efectos más agudos, cuya recurrencia se notaría al menos en 1834, 1856 y
1877-79. 138
La década inicial del siglo XIX no ha tenido hasta ahora un perfil propio en la
historiografía andina. Los movimientos independentistas surgen de un vacío que abarca
el largo cuarto de siglo posterior a la represión de Túpac Amaru y Túpac Catari. La
evidencia que hemos presentado sobre los años 1800-1805 sugiere la necesidad de
enraizar los futuros análisis sobre los orígenes de la independencia en un contexto
social, político e ideológico marcado por la experiencia de hambre y muerte con la que
se inicia el siglo. Brooke Larson ya ha relacionado la crisis de estos años con la quiebra
del programa de reforma borbónica desde la perspectiva regional de
Cochabamba. 139 Ha llegado el momento de extender este enfoque a toda la región
andina.

Traducido por Judith Evans. La investigación sobre este artículo se inició gracias a una
beca posdoctoral del Comité Conjunto de Estudios Latinoamericanos del Social Science
Research Council y el American Council of Learned Societies. En varios momentos de
esta investigación he podido contar con la ayuda de María Cecilia Cangiano, Ricardo
Cicerchia, Ariel de la Fuente, Roberto Schmidt, Sergio Serulnikov y Bibiana Tonnelier
en Buenos Aires y Carmen Aycart en Sevilla. Luis Acosta me ayudó en la presentación
del material cuantitativo. La generosidad de Fernando Cajías, Teresa Gisbert, Olivia
Harris, Carmen Beatriz Loza, Lucio Montesinos, Tristan Platt y Elayne Zorn me
permitió aprovechar todo lo que pude ver y discutir durante mi visita a Sacaca y Acasio
en 1987.
1
Vea los trabajos de referencia cruciales que incluyen C.-E. Labrousse, Esquisse du
mouvement des prix et des revenus en France au XVIIIe siècle, 2 vols. (París, 1933) y
La crise de l'économie française à la fin de l'Ancien Régime et au début de la
Révolution (París, 1944); Jean Meuvret, “Les crisis de subsistance et la démographie de
la France d'Ancien Régime” (publicado por primera vez en 1946), en su Études
d'histoire économique (París, 1971), 271-278; y Pierre Goubert, Beauvais et le
Beauvaisis de 1600 a 1730 (París, 1960).
2
Véase, entre muchos otros trabajos, Paul Harsin y Étienne Helin, eds., Problèmes de
mortalité. Méthodes, source et bibliographie en démographie historique (Lieja,
1965); Hubert Charbonneau y André Larose, eds., The Great Mortalities:
Methodological Studies of Demographic Crises in the Past (Lieja, 1979); Vicente Pérez
Moreda, Las crisis de mortalidad en la España interior (siglos XVI-XIX) (Madrid,
1980); EA Wrigley y RS Schofield, La historia de la población de Inglaterra 1541-
1871. Una reconstrucción (Londres, 1981); Guy Cabourdin, Jean-Noël Biraben y Alain
Blum, “Les crisis démographiques”, en Jacques Dupâquier, dir., Histoire de la
population française. 2. De la Renaissance à 1789 (París, 1988); John Walter y Roger
Schofield, eds., Famine, Disease and the Social Order in Early Modern Society
(Cambridge, 1989).
3
Sherburne F. Cook y Woodrow Borah, Ensayos sobre la historia de la población:
México y el Caribe , 2 vols. (Berkeley y Los Ángeles, 1971-74); Donald B.
Cooper, Enfermedad Epidémica en la Ciudad de México , 1761-1813 (Austin,
1965); Enrique Florescano, Precios del maíz y crisis agrícola en México (1708-
1810) (Ciudad de México, 1969).
4
Nicolás Sánchez-Albornoz, “Les registres paroissiaux en Amérique
Latine. Consideraciones de Quelques sur leur exploitation pour la démographie
historique”, Revue Suisse d'Histoire , 17 (1967), 60-71; DA Brading y Celia Wu,
“Population Growth and Crisis: León 1720-1860,” Journal of Latin American Studies ,
5:1 (mayo de 1972), 1-36; Thomas Calvo, Acatzingo: demografía de una parroquia
mexicana (Ciudad de México, 1973); Claude Morin, Santa Inés Zacatelco 1646-
1812 (Ciudad de México, 1973); Cecilia A. Rabell Romero, San Luis de la Paz: estudio
de economía y demografía históricas 1645-1810 (Ciudad de México, 1975).
5
Michael C. Scardaville, “Crime and the Urban Poor: Mexico City in the Late Colonial
Period” (tesis doctoral, Universidad de Florida, 1977); Brading, Haciendas y Ranchos
en el Bajío Mexicano: León, 1700-1860 (Cambridge, 1978); Morin, Michoacán en la
Nueva España del siglo XVIII: crecimiento y desigualdad en una economía
colonial (Ciudad de México, 1979); Secretaría de Agricultura y Recursos Hídricos,
Comisión del Plan Nacional Hidráulico, Análisis histórico de las sequías en
México (Ciudad de México, 1980); Florescano y R. Pastor, eds., La crisis agrícola de
1785-1786 , 2 vols. (Ciudad de México, 1981); Florescano y E. Malvido eds., Ensayos
sobre la historia de las epidemias en México, 2vols. (Ciudad de México, 1982); Moisés
González Navarro, Cinco crisis mexicanas (Ciudad de México, 1983); Florescano y V.
San Vicente, eds., Fuentes para la historia de la crisis agrícola (1809-1811) (Ciudad de
México, 1985).
6
Sánchez-Albornoz, Indios y tributos en el Alto Perú (Lima, 1978); Noble David
Cook, Colapso demográfico. Perú indio , 1520-1620 (Cambridge, 1981).
7
ND Cook, Colapso demográfico , passim; Carlos S. Assadourian, “La crisis
demográfica del siglo XVI y la transición del Tawantinsuyu al sistema mercantil
colonial”, en Sánchez-Albornoz, ed., Población y mano de obra en América
Latina (Madrid, 1985), 69-93; Brian M. Evans, “Death in Aymaya 1580-1623”, artículo
presentado en el 46º Congreso Internacional de Americanistas, Ámsterdam, 1988.
Véase también Henry F. Dobyns, “An Outline of Andean Epidemic History to
1720”, Bulletin of the History of Medicine , 37:6 (noviembre-diciembre de 1963), 493-
515; Erwin P. Grieshaber, “Supervivencia de las comunidades indígenas en la Bolivia
del siglo XIX; A Regional Comparison”, Journal of Latin American Studies , 12:2
(noviembre de 1980), 223-269.
8
ND Cook, La Gente del Valle de Coica. Un estudio de población (Boulder, 1982).
9
Véase Enrique Tandeter, “Mercados y precios coloniales en los Andes”, Boletín del
Instituto de Historia Argentina “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera época, 2 (1990), 181-
195.
10
Brooke Larson, “Rural Rhythms of Class Conflict in Eighteenth-Century Cochabamba,”
HAHR, 60:3 (agosto de 19801:407-30; Tandeter y Nathan Wachtel, “Prices and
Agricultural Production: Potosí and Charcas in the Eighteenth Century,” en Lyman L.
Johnson y Tandeter, eds., Essays on the Price History of Eighteenth-Century Latin
America (Albuquerque, 1990), 201-276, Kendall W. Brown, “Price Movements in
Eighteenth-Century Peru: Arequipa”, en Johnson y Tandeter, Ensayos , 173-200.
11
Los registros originales están depositados en el Arzobispado de Potosí. Esta
investigación se basa en microfilmes proporcionados por la Sociedad Genealógica de
Salt Lake City, Utah.
12
Tristan Platt, Estado boliviano y ayllu andino: Tierra y tributo en el Norte de
Potosí (Lima, 1982), y “The Role of the Andean Ayllu in the Reproduction of the Small
Commodity Regime in Northern Potosí (Bolivia)”, en David Lehmann , ed., Ecología e
intercambio en los Andes (Cambridge, 1982), 27-69.
13
John V. Murra, “El 'control vertical' de un máximo de pisos ecológicos en las
economías de las sociedades andinas”, en Íñigo Ortiz de Zúñiga, Visita a la provincia
de León de Huánuco /1562/ , 2 vols. (Huánuco, 1972), II, 429-476.
14
Platt, Estado boliviano , passim.
15
Ibídem. Véase también María Cecilia Cangiano, “Curas, caciques y comunidades en el
Alto Perú: Chayanta a fines del siglo XVIII” (Jujuy, 1987); Sergio Serulnikov, “Tomás
Catari y la producción de justicia” (CEDES, Buenos Aires, 1988) y “Reivindicaciones
indígenas y legalidad colonial. La rebelión de Chayanta (1777-1781)” (CEDES, Buenos
Aires, 1989).
dieciséis
Platt, “Mapas coloniales de la provincia de Chayanta: Dos visiones conflictivas de un
solo paisaje”, en Estudios bolivianos en homenaje a Gunnar Mendoza L . (La Paz,
1978), 101; P. José Antonio Bustamante, CMF, Apuntes para una historia de la Iglesia
en Sakaka (1560-1985) (Karipuyo, 1985).
17
Dobyns, “Historia epidémica andina”, 511-514; Sánchez-Albornoz, Indios y tributos ,
164.
18
Ricardo Claverías y Jorge Manrique, eds., La sequía en Puno: Alternativas
institucionales, tecnológicas y populares (Puno, 1983), 19-21.
19
LG Thompson, E. Mosley-Thompson, JF Bolzan y BR Koci, “A 1500-Year Record of
Tropical Precipitation in Ice Cores from the Quelccaya Ice Cap, Peru,” Science ,
229:4717 (6 de septiembre de 1985), 971-973. Debo esta referencia a la amabilidad de
Nils Jacobsen.
20
Para Paria, Archivo Nacional de Bolivia, Sucre (en adelante citado como ANB), EC
1806, 181; E. 1805, 198; E. 1808, 124; para Omasuyos, Archivo General de la Nación,
Buenos Aires (en adelante citado como AGN), XIII 17-10-1 y IX 23-6-3, exp. 466; para
Cochabamba, Larson, Colonialismo y Transformación Agraria en
Bolivia.  Cochabamba , 1550-1900 (Princeton, 1988), 329; AGN, IX 5-8-7, IX 19-2-3,
IX 5-9-1; para Potosí, ANB, Audiencia de Charcas 1802, E. 4; Telégrafo
Mercantil (Buenos Aires), 15 de agosto de 1801; ANB, Libros de Acuerdos del Cabildo
de Potosí, tomo 59, passim; AGN, IX 34-6-6, exp. 3223; por La Paz, AGN, Andrés
Lamas, leg. 35.
21
Archivo Histórico de La Paz (en adelante citado como AHLP), EC 1804; AGN, IX 30-
7-7, exp. 19 y IX 34-6-8, exp. 3281; ANB, CE 1804, 146; AGN, IX 34-6-1,
exp. 3104; Archivo General de Indias, Sevilla (en adelante citado como AGI), Charcas,
426, 584; AGN, IX 23-2-4. Agradezco a Thierry Saignes por todas las referencias a los
Chiriguanos.
22
María del Rosario Prieto y Rodolfo Richard Jorba, “Anomalías climáticas en la cuenca
del Plata y el NOA y sus consecuencias socioeconómicas durante los siglos XVI-XVII y
XVIII”, Leguas (Buenos Aires, pendiente de publicación), figs. 3 , 4 y 5 y anexo.
23
Para Carangas, Bartolomé Vilca, cacique de San Salvador de Sabaya, Guayacalla, 17 de
julio de 1805, AGN, IX 34-6-8, exp. 3281; para Chayanta, Antonio Alemán de
Malnerschitsch a Pedro Ceballos, Madrid, 4 de abril de 1816, AGI, Charcas, 426; por
Cochabamba, José de Soliveres al Tribunal de Cuentas, Buenos Aires, 3 de noviembre
de 1808, AGN, IX 19-2-3; por Omasuyos, Juan de Santiváñez, Coscachaca, 16 de
noviembre de 1803, AGN, XIII 17-10-1; de Paria, Villegas a Pizarro, Guari, 16 de
marzo de 1806, ANB, EC 1806, 181; ANB, exp. 1805, 198; por Puno, Intendente Josef
González al obispo de La Paz, Puno, 13 de junio de 1804, AHLP, EC 1804; por
Sicasica, AGN, IX 30-7-7, exp. 19; por Yamparáez, AGN, IX 34-6-4, exp. 3183; y para
territorio Chiriguano, AGN, 23-2-4, cuaderno 1, fol. 5, cuaderno 2, fols. 4, 95v, 97.
24
Marcel Haitin, “Los precios, el mercado de Lima y la crisis agrícola de fines del siglo
XVIII en el Perú”, Jahrbüch für Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas , 22
(1985), 182.
25
Para Lima, Haitin, “Lima Colonial Tardía; Economy and Society in an Era of Reform
and Revolution” (tesis doctoral, Universidad de California, Berkeley, 1983), 351, 355-
356; para Buenos Aires, Johnson, “La historia de los precios de Buenos Aires durante el
período virreinal”, tabla 6.1 en Johnson y Tandeter, Essays , 150-151.
26
John Frederick Wibel, “La evolución de una comunidad regional dentro del imperio
español y la nación peruana: Arequipa, 1780-1845” (tesis doctoral, Universidad de
Stanford, 1975), 64.
27
Tandeter y Wachtel, “Precios y producción agrícola”, 234-257.
28
Larson, Colonialismo y Transformación Agraria, 227-231.
29
Acuerdo del Cabildo de Potosí, 6 de enero de 1804, ANB, Libros de Acuerdos del
Cabildo de Potosí, tomo 59, fol. 6v.
30
Viedma al virrey, Cochabamba, 15 de febrero de 1804, AGN, IX 5-8-7.
31
ANB, Libros de Acuerdos del Cabildo de Potosí, tomo 51, fols. 103, 104v-105, 106-
222v.
32
Acuerdo extraordinario, 18 de febrero de 1804, ANB, Libros de Acuerdos del Cabildo
de Potosí, tomo 59, fols. 20-23.
33
ANB, Sra. Arruga. Se refiere a una continuación inédita de Bartolomé Arzáns de Orsúa
y Vela, Historia de la Villa Imperial de Potosí , Lewis Hanke y Cunnar Mendoza,
eds. (Providencia, 1965).
34
Acuerdos, 10, 17 y 22 de julio de 1804, ANB, Libros de Acuerdos del Cabildo de
Potosí, tomo 59, fols. 58v-59, 60v-61v, 62-65. Sobre el rol de los arquiris en el
abastecimiento de las ciudades, ver Liliana Lewinski, “Una plaza de venta atomizada: la
Cancha de Oniro, 1803 y 1812,” en Olivia Harris, Larson, and Tandeter, eds., La
participación indígena en los mercados surandinos . Estrategias y reproducción
social. Siglos XVI a XX (La Paz, 1987), 455-458.
35
Acuerdos, 10 y 17 de julio de 1804, ANB, Libros de Acuerdos del Cabido de Potosí,
tomo 59, fols. 58v-59v, 60v-61v.
36
Acuerdo, 7 de agosto de 1804, ibíd., 66v-67v.
37
Acuerdo, 12 de agosto de 1804, ibíd., 69-70v.
38
Acuerdo, 21 de agosto de 1804, ibíd., 74.
39
Acuerdos, 17 y 18 de septiembre de 1804, ibíd., 95v, 103-104v.
40
Acuerdo extraordinario, 11 de septiembre de 1804, ibíd., 94.
41
Acuerdos, 16 y 30 de octubre de 1804, ibíd., 112, 115v-116.
42
Acuerdo, 6 de noviembre de 1804, ibíd., 118v.
43
Para Cochabamba, Larson, Colonialismo y Transformación Agraria , 329; por La Paz,
Manuel de Villegas al intendente, La Paz, 1 de enero de 1805, AGN, Andrés Lamas,
leg.35.
44
Acuerdo, 2 de febrero de 1805, ANB, Libros de Acuerdos del Cabildo de Potosí, tomo
59, fols. 140v-144v.
45
Acuerdo, 6 de junio de 1805, ibíd., 159v-160.
46
Acuerdos, 4 y 18 de marzo, 15 y 22 de abril, 30 de mayo y 28 de agosto de 1806, ibíd.,
212v, 214, 232, 234v-235, 241-242, 259.
47
La Plata, 19 de abril de 1804, ANB, EC 1804, 144, fols. 19-20v.
48
Ibíd., 1-5.
49
Ibíd., 7-9.
50
Ibíd., 10v-18.
51
Ibíd., 23-28.
52
Ibíd., 31.
53
Acuerdos, La Plata, 13 de agosto y 17 de septiembre de 1804, ibíd., 37.
54
ANB, CE 1805, 58, 174, 224.
55
ANB, CE 1805, 111.
56
ANB, EC 1805, 34, fol. 8v.
57
Para Perú, Juan Manuel Balcázar, Historia de la medicina en Bolivia (La Paz, 1956),
122; para Buenos Aires, AGI, Buenos Aires, 335 (debo esta referencia a la gentileza de
Ricardo Cicerchia); para Omasuyos, Copacabana, et al., Juan de Santiváñez,
Coscachaca, 16 de noviembre de 1803, AGN, XIII 17-10-1; para pueblos del norte,
AGN, IX 23-6-3, exp. 466; por escarlatina, Manuel Pantoja y Moreno, La Paz, 6 de
noviembre de 1811, AGN, XIII 17-10-2.
58
Manuel de Villegas a intendente, La Paz, 6 de junio de 1804, AGN, Andrés Lamas,
leg.35.
59
Pedro Bejar, procurador del Convento Hospital de San Juan de Dios, La Paz, 7 oct.
1805, AHLP, EC 1805.
60
Por Paria, Villegas a Pizarra, Guarí, 16 mar. 1806, ANB, EC 1806, 181, fol. 74v; Julián
Pinto y Origuela, San José de Poopó, 25 de noviembre de 1804; José Manuel Montero,
Culta, 14 de noviembre de 1804; Matías Hermosillo, San Juan Bautista de Challapata, 1
de diciembre de 1804, ANB. CE 1805, 198; por Sicasica, Subdelegado Gregorio José de
Baranao a caciques, Sicasica, 8 de enero de 1805, AGN, IX 30-7-7, exp. 19; para La
Plata, Valentín González a Cabildo, La Plata, 11 de abril de 1804, ANB, EC 1805, 174,
fols. 5v-7; para Puno, Josef González al obispo de La Paz, Puno, 13 de junio de 1804,
AHLP, EC 1804.
61
Tomás Barrón, Oruro, 7 de diciembre de 1804, ANB, EC 1804, 146; AGN, IX 34-6-4,
exp. 3183; AGN, IX 14-3-11 y IX 14-3-7.
62
Para Chayanta, Antonio Olave, Condocondo, 30 de noviembre de 1804, ANB, EC 1805,
198; para las restantes ciudades, Virrey Sobremonte a subdelegado de Chayanta,
Buenos Aires, 27 de agosto de 1805, Archivo del Cabildo Eclesiástico de Sucre (en
adelante citado como ACES).
63
Relación de méritos y servicios de AA de Malnershitsch, Madrid, 10 mar. 1815, AGI,
Charcas 426.
64
Bartolomé Vilca, cacique de Sabaya, Guayyacalla, 17 de julio de 1805; cacique de
Totora; cura de Andamarca, 24 sept. 1804, AGN, IX 34-6-8, exp. 3281.
sesenta y cinco
Cura de Curaguara, 12 de octubre de 1804, ibíd.
66
Ibídem.
67
Cura de Guayllamarca, 27 de septiembre de 1804; cura de Totora, 22 de octubre de
1804, ibíd.
68
Cura de Turco, 2 de noviembre de 1804, ibíd.
69
Cura de Guachacalla, 1 de noviembre de 1804, ibíd.
70
AGN, IX 7-9-1; Archivo Histórico de Potosí, Casa de Moneda, Banco 295; AGN, IX
34-6-4, exp. 3186.
71
Murra, “El 'control vertical' Jürgen Golte, Racionalidad de la organización
andina (Lima, 1980); Lehmann, ed., Ecología e intercambio .
72
Thierry Saignes, “Ayllus, mercado y coacción colonial: el reto de las migraciones
internas en Charcas (siglo XVII)”, en Harris, Larson, and Tandeter, eds., La
participación indígena , 113-132.
73
Tandeter y Wachtel, “Precios y producción agrícola”, 248-257.
74
Larson, Colonialismo y Transformación Agraria, 231-241.
75
La Plata, 19 de abril de 1804, ANB, EC 1804, 144, fols, 10v-18.
76
ANB, CE 1808, 156; Exp. 1805, 198.
77
ANB, exp. 1805, 198.
78
Por Carangas, AGN, IX 34-6-8, exp. 3281; por Cochabamba, Viedma a Regente de la
Real Audiencia de Buenos Aires, Cochabamba, 12 de febrero de 1808, AGN, Andrés
Lamas, leg, 35; de Paria, Villegas a Pizarro, Guari, 16 mar. 1806, ANB, EC 1806, 181.
79
AGN, IX34-6-1, exp. 3104; ANB, exp. 1805, 198.
80
Tandeter, “La rente comme rapport de production et comme rapport de distribution: le
cas de l'industrie minière de Potosí, 1750-1826” (tesis doctoral, École des Hautes
Études en Sciences Sociales, París, 1980), cap. 5.
81
Tandeter, “Trabajo forzoso y gratuito en el Potosí colonial tardío”, Pasado y presente ,
93 (nov. 1981), 98-136.
82
Antonio García-Baquero González, Comercio colonial y guerras
revolucionarias (Sevilla, 1972).
83
Tandeter, “La renta”, cap. 5.
84
Ibídem.
85
Ibídem.
86
AGN, IX34-6-4, exp. 3200, 11, 13.
87
Acuerdo, Feh. 19, 1805, ANB, Libros de Acuerdos del Cabildo de Potosí, tomo 59,
fol. 149.
88
Cura de San Benito y Santa Bárbara al Capitán de Yanaconas, Potosí, 12 de marzo de
1805, AGN, IX 7-9-1.
89
Certificación de Ministros del Real Banco de San Carlos, Potosí, 22 de junio de 1805,
AGN, IX34-6-4, exp. 3186.
90
García-Baquero, Comercio colonial .
91
Tagle a MG de Zamalloa, Potosí, 26 de junio de 1805; JP de Zamalloa a MG de
Zamalloa, Jujuy, 3 de julio de 1805, en LB Romero Cabrera, José Miguel de Tagle. Un
comerciante americano de los siglos XVIII y XIX (Córdoba, 1973), 131, 135.
92
Para Oruro, AGN, IX 34-5-8, exp. 3082; para La Paz, AGN, IX 31-8-8, exp. 1430.
93
Pizarro a José Antonio Caballero, La Plata, 25 de noviembre de 1804, AGI, Charcas,
583.
94
Circular del Deán y Cabildo de La Plata a Curas de Chayanta, La Plata, 5 de noviembre
de 1805, ACES. Toda la ciudad de La Plata se inundó de preocupación por las
epidemias y cómo controlarlas. En la armería donde funcionaba la Audiencia y habitaba
la familia presidencial, no existía “un espacio común en el que sus habitantes pudieran
realizar sus funciones corporales”. El mandatario solicitó autorización a Buenos Aires
para acometer esta obra, ya que “por falta de un espacio común. . . las viviendas están
cubiertas por un depósito de inmundicias, cuya inmundicia, en circunstancias en que
proliferan las enfermedades epidémicas, podría perjudicar la salud pública”. AGN, IX
7-9-1.
95
Por La Paz, Pedro Bejar, procurador del Convento Hospital de San Juan de Dios, 7 oct.
1805, AHLP, EC 1805; por Chayanta, Sobremonte a subdelegado de Chayanta, Buenos
Aires, 27 de agosto de 1805, ACES.
96
Joaquín Barrón al deán de La Plata, Carasi, 23 de noviembre de 1805; Manuel de
Lossada y Amézaga, Chairapata, 9 de diciembre de 1805; Mariano de la Vega, Micani,
23 de noviembre de 1805, ACES.
97
AGN, IX 23-6-3, exp. 466.
98
Israel Terrazas A. et al., “Epidemias históricas en Capinota, durante los siglos XVII-
XIX. Años 1672 a 1868. Etapas y resultados de investigación”, Estudios-
UMSS (Cochabamba), 1 (1987), 28.
99
El Índice de Intensidad de Crisis de Mortalidad propuesto por Jacques Dupâquier se
utiliza aquí con fines comparativos. Según esta fórmula, I = DM/ς, en la que D =
Defunciones del año en cuestión, M = Promedio de defunciones de los diez años
anteriores y ς = Desviación estándar de las defunciones de los diez años
anteriores. Dupâquier distinguió diferentes magnitudes de crisis según los índices
obtenidos. Una magnitud de 1, o crisis menor, mide intensidades entre 1 y 2; una
magnitud de 2, o crisis media, intensidades de entre 2 y 4; una magnitud de 3, o crisis
fuerte, intensidades de entre 4 y 8; una magnitud de 4, o gran crisis, intensidades de
entre 8 y 16; una magnitud de 5, o una supercrisis, intensidades de entre 16 y 32; y una
magnitud de 6, o catástrofe, intensidades superiores a 32. Véase Cabourdin, Biraben y
Blum,
100
Potosí, 15 de mayo de 1805, AGN, IX 7-9-1.
101
Cura de San Pedro, Potosí, 15 de mayo de 1805, Teniente de cura de San Roque, Potosí,
16 de mayo de 1805, y Prior del Convento, Potosí, 17 de mayo de 1805, AGN, IX 7-9-
1.
102
Potosí, 22 de mayo de 1805, y (para Matriz y San Lorenzo y San Bernardo) Potosí, 24
de mayo de 1805, AGN, IX 7-9-1.
103
Morín, Michoacán en la Nueva España , 57; Scardaville, “El crimen y los pobres
urbanos”, 53-55.
104
Mi énfasis. Potosí, 16 de mayo de 1805, AGN, IX 7-9-1.
105
Tandeter, “La renta”, caps. 2-3.
106
A fines del siglo XVIII un visitante observó que las migraciones estacionales en
Chayanta (la “doble residencia”) tendían a producir “defectos” en los registros
parroquiales. Ver Daniel J. Santamaría, “La propiedad de la tierra y la condición social
del indio en el Alto Perú, 1780-1810,” Desarrollo Económico 17: 66 (julio-septiembre
1977), 254. Para controlar las posibles limitaciones en las fuentes se han analizado
simultáneamente los datos de Sacaca y Acasio, tanto por separado como de forma
agregada.
107
Virrey a subdelegado de Chayanta, Buenos Aires, 27 de agosto de 1805; virrey a
intendente de Potosí, Buenos Aires, 12 de septiembre de 1805; carta circular del Deán y
Cabildo de la Catedral de La Plata a curas de Chayanta, La Plata, 12 de octubre de
1805; respuestas de los curas de Carasi, Joaquín Barrón, Carasi, 23 de noviembre de
1805, y San Pedro de Buenavista, Manuel de Lossada y Amézaga, Chairapata, 9 de
diciembre de 1805, ACES.
108
Para Sacaca las cifras de defunciones se basan en los años 1693 a 1792, mientras que
para Acasio se toman de 1736 a 1811. La estacionalidad se ha determinado mediante la
variable multiplicadora del programa estadístico TSP, que elimina de la serie las
tendencias de largo plazo. .
109
Cook, Valle de Coica , 73.
110
La población en 1775-99 se ha estimado a partir de las revisitas de 1786, 1792 y 1798,
mientras que las tasas de 1800-1806 se han calculado a partir de los datos de la revisita
de 1798 ( AGN, XIII 18-10 -3, lib- 4; 18-10-4, lib. 2; 19-1-1; 19-1-2, lib. 3-4; 19-1-4,
lib. 1-2; 19-1 -3, libro 4). Si bien no se ha intentado corregir el subregistro de
defunciones, bautizos y matrimonios, de hecho las tasas incluyen cierta corrección
porque en los registros parroquiales los datos mestizos y españoles representan
aproximadamente el 10 por ciento. Las revisitas , en cambio, sólo cuentan a la
población indígena.
111
Véase, por ejemplo, François Lebrun, Les homines et la mort en Anjou aux 17e et 18e
siècles. Essai de démographie et de psychologie historiques (París, 1971), 329-387; J.
Ruwet, “Crises de mortalité et mortalités de crise à Aix-la-Chapelle (XVIIe-début du
XVIIIe siècle)”, en Harsin y Helin, eds., Problèmes de mortalité , 379-408.
112
Paul B. Beeson y Walsh McDermott, eds., Cecil-Loeb Textbook of Medicine , 12ª
ed. (Filadelfia y Londres. 1967), 167.
113
Christina Jorup-Ronstrom, "Características epidemiológicas, bacteriológicas y
complicadas de la erisipela", Scandinavian Journal of Infectious Diseases , 18: 6
(1986), 522.
114
Beeson y McDermott, Medicina , 167.
115
Dada la variedad de diagnósticos mencionados en los testimonios, sorprende encontrar
que un autor concluyó que la enfermedad era la peste bubónica, nunca mencionada por
ninguna fuente. Ver Eduardo R. Saguier, “La penuria de agua, azogue y mano de obra
en el origen de la crisis minera colonial. El caso del Potosí a fines del siglo
XVIII”, HISLA , 12 (2 semestre 1988), 78.
116
Esta hipótesis, sugerida por el Dr. Stephen R. Ell de la Universidad de Chicago, puede
incluir la erisipela entre las opciones preferidas, pues se sabe que la inmunosupresión
aumenta el contagio. Véase Jorup-Ronstrom, "Erysipelas", 522.
117
Gerald S. Davis, “Patogénesis de la silicosis: conceptos e hipótesis
actuales”, Lung. Revista internacional de pulmones, vías respiratorias y respiración ,
164: 3 (1986), 139-154.
118
Sánchez.-Albornoz, indios y tributos , 59.
119
AGN, IX31-8-3, exp. 1308; Tomás Barrón, Oruro, 31 de mayo de 1805, AGN, IX 34-6-
1, exp. 3104; cura de San José de Poopó, Julián Pinto y Origuela, 25 de noviembre de
1804, y Antonio Olave, cura de Condocondo, 30 de noviembre de 1804, ANB, EC
1805, 198.
120
Por Cochabamba, Viedma al virrey, Cochabamba, 2 de febrero de 1804, AGN, IX 5-8-
7; para Potosí, 27 de septiembre de 1805, ANB, Libros de Acuerdos del Cabildo de
Potosí, tomo 59, fol. 219; por La Paz, Juan Santillana a intendente, La Paz, 22 de marzo
de 1806, AHLP, Caja EC 1806; para Paria, José Manuel Montero, cura de Culta, 14 de
noviembre de 1804, ANB, EC 1805, 198.
121
Eusebio Padilla, capitán de milicias, AGN, IX 23-2-4, cuaderno 1, fol. 21
122
Diputados del gremio de azogueros al Intendente, Potosí, 30 de enero de 1806, AGI,
Charcas 711, fols. 7v-9.
123
Bando, La Plata, 11 de julio de 1807, ANB, EC 1806, 45, fols. 4-5v.
124
Herbert S. Klein, “The Economies of New Spain and Perú, 1680-1809: The View from
the Royal Haciendas”, trabajo presentado en el VII Simposio Internacional de la
Comisión de Historia Económica de CLACSO, Lima, 1986.
125
Los incrementos fueron de 581,6% en Arica, 9,8% en Carangas, 13,8% en Charcas,
207,9% en Chucuito, 7,5% en La Paz, 12,9% en Oruro y 18,6% en Santa Cruz. Para
Cochabamba, Larson registró una caída del 17,1% ( Colonialismo y Transformación
Agraria , 288-291 y Cuadro A-6).
126
Bartolomé Vilca, cacique de San Salvador de Sabaya, Guayacalla, 17 de julio de 1805,
AGN, IX 34-6-8, exp. 3281; IX 14-3-11; IX 14-3-7; subdelegado de Tomina, Tarabuco,
1 de diciembre de 1804, IX 23-2-4, cuaderno 2, fol. 95v; Viedma al Regente de la Real
Audiencia de Buenos Aires, Cochabamba, 12 de febrero de 1808, Andrés Lamas,
leg. 35; Manuel María Garrón, Guayllamarca, 16 oct. 1804, ANB, EG 1804, 146,
fols. 22-23; E 1805, 198.
127
Relación de Méritos y servicios de AA de Malnershitsch, Madrid, 3 mar. 1815, AGI,
Charcas, 426.
128
Francisco de Paula Sanz, Potosí, 27 de diciembre de 1806, AGN, IX 7-9-1.
129
Marcelo Collado al subdelegado , Acasio, 22 de septiembre de 1805, ANB, EC 1805,
188, fol. 4v.
130
Pedro Cossío al Intendente Burgunyo, 15 de junio de 1804, AGN, IX 23-6-3,
exp. 466; Tomás Barrón, Oruro, 7 de diciembre de 1804, ANB, EC 1804, 146, fols. 22-
23, 24v-26v. En el contexto previo a la crisis de 1857, por otro lado, la incorporación de
viudas y familiares a la categoría de contribuyentes bajo los nuevos registros parece
haber sido una táctica utilizada por las comunidades para afirmar sus derechos sobre la
tierra. Grieshaber, "Supervivencia de las comunidades indias", 256-257.
131
Carlos Coca, Manuel Talavera y Melchor Chipaca, agosto de 1806, ANB, Mano de obra
1192, fol. 2.
132
Sanz, Potosí, 27 de diciembre de 1806, AGN, IX 7-9-1.
133
Tandeter y Wachtel, “Precios y producción agrícola”, passim.
134
La epidemia de 1718-20 es una excepción, especialmente en la región del Cuzco. Véase
Dobyns, “Historia epidémica andina”; Michèle Colin, Le Cusco à la fin du XVII et au
début du XVIlle siècle (París, 1966); Sánchez-Albornoz, Indios y tributos ; Luis Miguel
Glave and María Isabel Remy, Estructura agraria y vida rural en una región
andina.  Ollantaytambo entre los siglos XVI y XIX (Cuzco, 1983); Ann M.
Wightman, Migración indígena y cambio social: los forasteros de Cuzco , 1570-1720
(Durham, 1990).
135
Saignes, “Ayllus, mercado y coacción colonial”.
136
Tandeter y Wachtel, “Precios y producción agrícola”, 248-257.
137
Ibíd., 271.
138
Grieshaber, “Supervivencia de las comunidades indias”; Terrazas A., et al., “Epidemias
históricas en Capinota”; Michela Pentimalli de Navarro y Gustavo Rodríguez Ostria,
“Las razones de la multitud (Hambruna, motines y subsistencia: 1878-79)”, Estado y
Sociedad , 4:5 (2 trimestre 1988), 15-33.
139
Larson, Colonialismo y Transformación Agraria, 284-294.

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