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Romero Resendiz Carlos Alan

Control de lectura. Las Revueltas capítulo 3. Aparato de Control. Herbet Aphteker


La esclavocracia de los Estados Unidos recurrió a innumerables métodos psicológicos, sociólogos,
jurídicos, económicos y militares de represión y opresión.
Uno de los mecanismos básicos de control consistió en inculcar la idea de la inferioridad congénita
del pueblo negro. Todos los teólogos son excepción -incluyendo los que eran esclavos- aseguraban
que los negros eran los malditos de Dios, los descendientes de Caín, o bien de la “serpiente”
(nachash) que tentara a Eva y que “realmente” había sido un negro. Gentes que se autocalificaban
de etnólogos, sociólogos e historiadores pretendían demostrar la inferioridad natural del negro y la
conveniencia, e incluso la necesidad, de que cumpliera su destino como siervo del hombre blanco,
pues Dios así lo había ordenado.
El estigma se imponía enseguida y de golpe. De pronto, los compañeros de juegos blancos de la
casa grande dejaban de ser sus camaradas. Un esclavo fugitivo recordaba las dos mayores
desgracias de su juventud: una, cuando fue escaldado, y otra, cuando se dio cuenta del repentino
desprecio con que le empezaron a tratar sus antiguos amigos blancos.
Como observaba alguien que tenía una gran experiencia en lo relativo a humillaciones: “ Si el
esclavo parece estar a disgusto, se dice que lleva el diablo dentro… Si da voces cuando le habla el
amo, es que se está poniendo arrogante y hay que bajarle los humos… Si se le olvida quitarse el
sombrero cuando se acerca una persona blanca, hay que exigirle una reverencia… Si osa defender
su conducta cuando se le censura, es culpable de insolencia, uno de los delitos más graves en que
puede incurrir un esclavo.”
Respecto a la posición de negros y blancos, el objetico del propietario de esclavos, tal vez
inconsciente pero no por ello menos evidente, consistía en hacer aparecer la esclavitud de modo que
resultara incuestionable. Y si no lo conseguía, se trataba entonces de convertir a todos los que
impugnaban la institución o pretendían modificarla en enemigos, no sólo de la esclavitud, sino de la
sociedad, de la propia vida. Pág. 59
Después de esto uno se explica perfectamente el porqué de la resolución de una comunidad
religiosa sudista que en 1850 declaraba que “a la luz de la experiencia, y como personas
inteligentes, los amos considerarán la impartición de una sólida instrucción religiosa (de sus
esclavos) como la más efectiva economía y la más eficaz política, y como fuente de la mayor utilidad
en lo que se refiere a todos los intereses en cuestión”.
Sin embargo, fueron muchos los esclavos que se forjaron una religión diferente. Su Dios maldecía a
los ladrones de hombres, libraba a los esclavos de sus cadenas, prometía la tierra como herencia a
los humildes, y profetizaba que los primeros serían los últimos y que los últimos serían los primeros.
Había creado a todos los hombres con la misma sangre, y no tenía preferencias por ninguno de
aquellos quienes El había dado la vida.
Durante la época de la esclavitud los negros celebraron frecuentemente reuniones religiosas de
carácter ilegal y secreto con intervalos más o menos regulares en algún lugar retirado: los negros las
llamaban reuniones del “refugio secreto”. En estas reuniones los esclavos escuchaban a alguien que
ellos mismos habían elegido, no tenían que limitarse a un respetuoso “Amen”, y podían aclarar sus
dudas en cuanto a la opinión de Jehová sobre la esclavitud. Se les aseguraba que en el cielo no
existían los capataces ni los azotes. Y de hecho no era raro que se les instase a que limpiaran la
tierra de estos dos instrumentos del diablo.
Esta última posibilidad era lo que más temían los propietarios de los esclavos y lo que impulsaba a
estos últimos a ser especialmente exigentes en lo que se refiere a mantener oculto el lugar de las
reuniones, y a castigar a quien ellos pudieran sorprender. Pág. 63
Por lo que respecta a la actitud del primer grupo, ya en 1790 la recogía un congresista de Virginia,
John Page, quien defendía la petición de unos cuáqueros antiesclavistas en estos términos:
“poniéndose en el caso de los esclavos, y al enterarse de que el congreso se ha negado a atender
las honradas propuestas de una parte respetable de la comunidad, van a sacar la conclusión de que
el gobierno general del que debiera esperarse una política justa para todas las clases, hace oídos
sordos frente a los llamamientos de la humanidad. Si algo puede llegar a impulsarles a la rebelión, se
trata precisamente de un golpe como éste, que les echa en brazos de los horrores de la
desesperación.” Actitud similar adoptaba el juez Brockenbrough, del Tribunal Supremo de Virginia,
quien disentía de una decisión del tribunal rechazando la protesta que se había presentado contra un
amo “por apalear cruelmente a su propio esclavo”. El tribunal sostenía que “no es de su competencia
este delito”, pero Brockenbrough preguntaba: ¿No existe el peligro de que la tiranía y la opresión,
frente a las que no hay desagravio posible, pueda llevarles a un estado de desesperación?” Pág. 64
Un importante método de control consistía en fomentar la división entre los esclavos, la antigua
fórmula de divide y vencerás. La servidumbre estaba compuesta de esclavos cuidadosamente
seleccionados, tanto hombres como mujeres, que a menudo eran asignados y servían durante toda
su vida a algún miembro particular de la familia del amo. La traición siempre comportaba una
sustancial recompensa económica e invariablemente la libertad, el mayor don que poseían los
propietarios de esclavos.
Otra forma de debilitar la unidad y la solidaridad entre los esclavos, particularmente importante
durante los primeros años de la institución, fue la separación de aquellos esclavos que pertenecían a
la misma familia o tribu. De este modo resultaba menos intensa la afinidad entre los negros y las
vinculaciones entre ellos menos sólidas de lo que podían ser en otro caso. También en este sentido
se introducían diferencias de lenguajes, con lo que se dificultaban los levantamientos y
conspiraciones.
El militarismo característico de los estados esclavistas del Sur fue objeto de diversos comentarios
por parte de observadores contemporáneos, y por lo general tampoco ha pasado inadvertido a los
historiadores. Un famoso científico británico que anduvo viajando por el Sur a finales del siglo XVIII
quedó tan impresionado que observó, en relación a los blancos: “La realidad es que todos son
soldados.” Y otro viajero británico, el capitán Basil Hall, se mostró sorprendido por el hecho de que
“la policía militar (estuviera)… constantemente alerta” en la ciudad de Charleston el gobernador de
Carolina del Sur, Robert Y. Hayne, señalaba: “Una buena preparación militar es la garantía de una
perfecta seguridad doméstica. Una época de mucha calma y apatía puede exponernos al peligro de
una insurrección interna”. También Fanny Kemble se extendía sobre ese aspecto de la preparación
militar durante su estancia en Charleston el año 1838.
La influencia de la esclavitud en el desarrollo del espíritu e instituciones militares de la provincia se
pone también de manifiesto en la creación del sistema de patrullas” en 1704. Igualmente, otros dos
historiadores, Henry Adams y Rosser H. Taylor, han comentado el fuerte grado de militarismo
existente en los estados esclavistas del Sur, y su importancia básica para el mantenimiento del
sistema.
Otro mecanismo fundamental de control eran aquellas leyes que regulaban y restringían
prácticamente cualquier tipo de actividad por parte de los esclavos. En este sentido se aprobaron
miles de medidas y resulta imposible catalogarlas todas e incluso la mayoría.
Por lo general se puede decir que los esclavos tenían prohibido reunirse sin el permiso y la presencia
de responsables blancos, poseer o llevar armas de cualquier tipo, comerciar, comprar, vender o
dedicarse a cualquier otra actividad económica sin el permiso de sus amos, abandonar en ningún
momento los límites de la plantación o andar por las calles después de las nueve o las diez de la
noche sin un permiso escrito, practicar o ejercer la medicina, alzar la mano contra una persona
blanca, aprender a leer y escribir, testificar ante un tribunal en cualquier caso en el que estuviera
implicada una persona blanca.
A lo largo del siglo XVII se fueron aprobando en las diversas colonias las leyes que constituirían la
base de todo este complejo sistema jurídico de represión. Virginia, por ejemplo, acosada por los
conflictos que le planteaban los cimarrones, o esclavos fugitivos y beligerantes, aprobó una ley en
1672 por la que se recompensaba la captura y muerte de estos fugitivos. La misma provincia decretó
una ley en 1680 declarando ilegales las reuniones de esclavos y prohibiéndoles portar armas de
cualquier tipo. Ocho años después la cámara de diputados local presentaría un proyecto de ley que
limitaría el derecho de los negros a celebrar reuniones multitudinarias y a salir de los límites de su
demarcación, así como a portar toda clase de armas, porras, palos y otros instrumentos ofensivos,
creemos que ya queda suficientemente prevista” en la ley de 1680. Es más, ya en 1682 se había
aprobado “una ley adicional para impedir con mayor eficacia las insurrecciones de los negros” en la
que se repetían y reforzaban las disposiciones de la de 1680 y se añadía la estipulación de que
ningún esclavo de una plantación podía permanecer en otra durante más de cuatro horas en
cualquier momento del día. Pág. 76
En el estado de Nueva York se estipulaba en 1684 que en ningún momento ni lugar podrían reunirse
más de cuatro esclavos salvo por requerimiento del amo, y que ningún esclavo portaría armas, En
1702 se reducía el número de cuatro a tres, y se declaraba que el testimonio de un esclavo sólo
sería admisible “en los caos de coalición o conspiración entre los propios esclavos”.
En otras colonias, especialmente Maryland y Carolina del Sur, también se aprobaron las leyes en
1690 castigando severamente la sedición o el amotinamiento. El mismo año en que el Parlamento
autorizaba la propiedad de esclavos en Georgia (1750) se introducía como medida preventiva una
disposición según la cual por cada cuatro negros que hubiera en la colonia tenía que haber por lo
menos un hombre blanco en edad militar, y los negros no podían ser empleados más que en faenas
agrícolas, ni ser admitidos como aprendices de los artesanos a excepción de los carpinteros.
Hemos escogido más bien al azar los años que van de 1792 a 1804, como período prolífico en la
legislación sobre los esclavos, a fin de que podamos estudiarlo con cierto detalle, tal como antes se
indicaba.
El gobierno federal aprobó en 1794 y 1800 una serie de leyes centradas en el tráfico de esclavos
foráneos. En el primer caso se prohibía a los ciudadanos que fletaran barcos destinados a ese tipo
de comercio, y en el segundo se les impedía que participaran o tuvieran algún tipo de interés en esa
clase de tráfico.
Las leyes que se aprobaron durante estos años no sólo estuvieron destinadas a restringir el número
o regular el origen de los nuevos esclavos, sino también a consolidar el control y tenencia de
aquellos que ya se habían importado.
En 1798 el nuevo estado de Kentucky disponía toda una serie de medidas de control mediante las
que se forjaba el aparato para prender y dominar a los fugitivos, se prohibían las reuniones de
esclavos en ausencia de los blancos, se les negaba el derecho a poseer armas, se les exigía un
pase cuando estuvieran fuera de la plantación, y se estipulaban graves penas por el delito de
sedición. Pág.80
Delaware aprobaba una ley en 1798 prohibiendo la presencia de negros (libres o esclavos, salvo en
el caso de que estos últimos fueran a requerimiento de sus amos) en una ciudad cuando se
estuvieran realizando elecciones. En 1799 Georgia adoptaba una disposición que contiene
elementos de gran interés. Todo el que fuera culpable de la muerte, descuartizamiento o mutilación
“voluntaria y maliciosamente” de un esclavo quedaba sujeto a las mismas penas que si la víctima
hubiera sido una persona blanca, “salvo en los casos de insurrección del esclavo, y a menos que la
mutilación o descuartizamiento (o muerte) se hubiera producido por accidente al dar al esclavo un
correctivo mesurado”. Finalmente, en lo que se refiere a este período, tanto Virginia en 1798, como
Carolina del Sur en 1805, a la vista de la colaboración que a veces obtenían los esclavos de
personas libres, negros y blancos, para llevar a cabo sus amotinamientos o rebeliones, aprobaron
una serie de leyes en las que tal colaboración era castigada con la pena capital. Pág. 81

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