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Profesor Autor:
Psi. Cl. Olmedo Farfán C. Mg.
Titulaciones Semestre
● PSICOLOGÍA Segundo
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Índice
Tabla de contenido
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Resultado de aprendizaje de la asignatura
Conocer las características y perfil profesional del psicólogo de tal forma que se
desarrollen bajo el marco del profesionalismo ya que no solo se enfoca en la psico
rehabilitación de las personas con deterioro en la salud mental, en su efecto, se basa
en el conocimiento de las funciones principales del psicólogo como promotor de la
promoción y prevención de la salud mental, además de ser un investigador de primera
dentro de la rama, lo que permite como tal poder desarrollar múltiples herramientas
indispensables para la psicoterapia.
PSICOLOGÍA DE LA
ATENCIÓN PRIMARIA
¿Qué es la Psicología?
Todos en algún momento hemos escuchado hablar de la Psicología y del trabajo que
desempeñan los psicólogos, e inclusive es cada vez más frecuente escuchar de
personas conocidas, amigos o familiares que asisten a terapia, o tal vez uno mismo
ha acudido alguna vez a terapia. Pero ¿en realidad un psicólogo se dedica solamente
a tratar pacientes o personas con dificultades en su vida?
Por ello, López (2017) menciona que si se hace un análisis objetivo sobre el trabajo
que realiza un psicólogo, puede verse que la idea general ha cambiado con el tiempo
y por las necesidades de los seres humanos. Hace apenas algunas décadas muchas
personas se hubieran sentido ofendidas o escandalizadas ante la mínima insinuación
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de consultar a un psicólogo, debido a que la imagen de este profesional era la de un
“doctor” que atendía a personas con “problemas mentales” o peyorativamente era
aquella persona que “atendía locos”. Hoy las cosas han cambiado y la percepción
social que se tiene de este profesional se ha modificado debido a las áreas de trabajo
y campos de aplicación de esta ciencia. Para ir aclarando algunos puntos importantes
es necesario responder a la pregunta: la Psicología es: ¿una ciencia o una profesión?
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Tema 1. Introducción a la Psicología de la Salud
Concepto de salud
La salud, entendida en sentido amplio, como el bienestar físico, psicológico y social,
va mucho más allá del esquema biomédico, abarcando la esfera subjetiva y del
comportamiento del ser humano. No es la ausencia de alteraciones y de enfermedad,
sino un concepto positivo que implica distintos grados de vitalidad y funcionamiento
adaptativo.
Según Laín Entralgo (1965), la salud humana es una estructura compleja definida por:
un criterio subjetivo, es decir, el sentimiento difuso de bienestar o en otras palabras
sentirse bien, estar bien y un criterio objetivo determinado por la valoración de los
aspectos morfológicos, funcionales, de rendimiento vital y de conducta. La esencia de
este concepto fue retomada por Edgar Morin (1983), en su libro “El método: la vida
de la vida” en el cual expresa que “la salud es una condición de la vida misma y que
el ser humano es proceso y resultado de las relaciones entre dos sistemas
hipercomplejos: el biológico y el cultural. Cuando coexiste la normalidad de lo objetivo
con el sentimiento subjetivo de bienestar se puede hablar de una salud perfecta. No
obstante, el estado saludable sólo es percibido por los sujetos en la medida que
existen manifestaciones que así lo demuestran, es decir, la ausencia de síntomas o
estados de ánimo que presagien enfermedad.
El concepto de salud se sitúa mucho más allá del territorio biológico y natural, tiene
implícito una conceptualización sanitaria, una nueva dinámica, una responsabilidad
social, una apropiación de recursos físicos, económicos y humanos, es decir, un
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acuerdo social acerca de cuáles son los recursos que el Estado y la sociedad deben
destinar al propósito de garantizar a los ciudadanos unas condiciones de salud, y
como resultado unas condiciones de vida digna.
La relación que existe entre el cuerpo y la mente y que hemos analizado en conceptos
anteriores, tiene una base sólida en este modelo de salud, se centra en aspectos tales
como; vitalidad, bienestar, resiliencia, armonía, etc. La psicoterapia, de acuerdo a este
modelo, debe integrarse con la espiritualidad, la cual sigue a la intervención
terapéutica, contra poniéndose dicha visión a una aproximación monista o a una
elementalista (Sperrry & Mansager, 2004).
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La resiliencia en salud se ha conceptualizado como la capacidad de mantener una
buena salud en medio de una gran adversidad (Sanders, Lim, & Sohn, 2008),
capacidad que puede emerger en el desarrollo relacional, adquiriéndose en el
ambiente (Hartling, 2008). Además, el concepto de resiliencia se relaciona con el de
riesgo mediante un modelo de riesgo - resiliencia (Jenson, 2007).
Promover la resiliencia genera salud mental, dado que aporta una perspectiva más
optimista en el proceso salud-enfermedad. Más allá de propiciar una sana adaptación
a las condiciones adversas, la resiliencia consiste en una actitud proactiva centrada
en la connotación positiva de los eventos, desde una mirada más integral de la
existencia; expresa el poseer un sentido de vida, plasticidad en la manera de
vincularse consigo mismo, con los otros y con el entorno, en medio de la adversidad,
con estrategias de afrontamiento más adecuadas y propositivas. Sobreponerse a una
crisis implica asumir la adversidad como reto, y no tanto como pérdida.
En este sentido la salud mental tiene que ver con la vida diaria de todos, se refiere a
la manera como cada uno se relaciona con las actividades en general en la
comunidad; comprende la manera en que cada uno armoniza sus deseos, anhelos,
habilidades, ideales, sentimientos y valores morales con los requerimientos para
hacer frente a las demandas de la vida.
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Las personas se pueden considerar mentalmente sanas cuando:
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prevención y rehabilitación, fundamentalmente, con especial énfasis en la
investigación de qué y cómo las variables psicológicas facilitan o dificultan la práctica
de los comportamientos instrumentales de riesgo o de prevención, con el objeto de
prevenir una enfermedad y promover la salud’.
Por tanto, atender a las necesidades de todas las personas en esta etapa tan
importante de la vida constituye un deber profesional y moral.
Cáncer
Tabaquismo
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consecuencias negativas conlleva para la salud de las personas. Desde la
aparición de las técnicas conductuales, las técnicas más empleadas son los
procedimientos aversivos (fumar rápido, saciación, retener el humo,
sensibilización encubierta, shock eléctrico) y otras técnicas como la
autoadvertencia, la relajación, el control de estímulos, la reducción gradual de
ingestión de nicotina y alquitrán, fumar controlado; así como el manejo de
contingencias, la desensibilización sistemática, la terapia de estimulación
ambiental restringida, los contratos de contingencias, los métodos de
automanejo y autocontrol y los programas multicomponentes. De todas éstas,
los datos sugieren que las que han demostrado una mayor eficacia, y
consiguientemente las que más se utilizan son: la técnica de fumar rápido, la
de retener el humo, la de reducción gradual de ingestión de nicotina y alquitrán
y, finalmente, los programas multicomponentes.
Alcoholismo
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evolucionando desde el no tratamiento a la medicalización exclusiva del
trastorno, para finalmente concebir el problema desde un abordaje
interdisciplinar.
Las estrategias que resultan más eficaces son los programas llevados a cabo
desde la familia (a través del entrenamiento a padres en habilidades de
comunicación y resolución de conflictos) y desde la escuela (a través del
entrenamiento a profesores en habilidades de detección de casos de riesgo,
derivación, entrenamiento en competencia social a los chicos y programas para
fomentar una mayor implicación de éstos en la escuela).
(a) Los padres inicien a los niños en el consumo con motivo de celebraciones
o fiestas.
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Dolor crónico
Con respecto a los tratamientos psicológicos para el abordaje del dolor, los
programas conductuales y cognitivo-conductuales han mostrado ser
herramientas eficaces para controlar el dolor crónico (Chambless et al., 1997),
según diversas medidas de resultados (reducción del dolor, incremento de la
movilidad física y mejora del estado afectivo y cognitivo). A pesar de la gran
cantidad de tipos de dolor y programas cognitivo-conductuales que existen
para su abordaje, uno que ha demostrado su valía es el Programa de
Tratamiento de Philips (1988). Este programa está estructurado para ser
aplicado a lo largo de nueve sesiones semanales, cuyo contenido puede
incluirse en cuatro apartados:
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3) Tareas a realizar durante la semana.
Asma bronquial
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respecto al papel que juega la combinación de factores genéticos, alérgicos,
infecciosos, físicos y psicológicos para producir y mantener la enfermedad.
Actualmente se acepta la posible influencia de los factores psicosociales sobre
la evolución del asma bronquial o en el mantenimiento de algunos de sus
síntomas (Amigo, Fernández y Pérez, 2003). Es decir, tanto variables
cognitivas como emocionales y comportamentales desempeñan un importante
papel en la evolución de la enfermedad asmática. Por tanto, el psicólogo de la
salud en este campo debe hacerse cargo de variables cognitivas, tales como
facilitar una información correcta de la enfermedad, fomentar un apropiado
estado de alerta y una comprensión adecuada del tratamiento para que los
pacientes se sientan más preparados, afronten la enfermedad más
positivamente y se adhieren mejor al tratamiento. También tendrán que atender
a las múltiples relaciones entre variables emocionales y asma, así como a las
variables conductuales, tales como ciertos hábitos de conducta no saludables,
como por ejemplo, fumar, el ejercicio físico arduo, etc. (Barton, Clarke,
Sulaiman y Abramson, 2003; Vázquez, Romero Frais y Sández, 2003).
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VIH
Diabetes
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llevado a cabo intervenciones psicológicas más centradas en aspectos de la
adherencia al tratamiento, como el cumplimiento de la dieta recomendada y la
reducción del peso, obteniendo resultados positivos, pero poco concluyentes.
Fibromialgia
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Este elemento es absolutamente esencial, no existirá una adecuada psicoeducación
si el mensaje no se encuentra completamente adaptado a la persona o grupos de
personas que tenemos delante. Si no logramos llegar a quien tenemos delante de
nada servirá lo que estamos transmitiendo por muy bueno que sea el contenido o
incluso la estructura de nuestra intervención
En la medida que los pacientes y sus familiares son capaces de reconocer las
características y sintomatología de su enfermedad, pueden recurrir de manera
temprana a centros de atención. Por esta razón, el identificar las señales de alarma
aprendidas permite un contacto eficaz con el equipo tratante, un mejor reporte de lo
observado y evitar que cuadros incipientes se agraven optimizando los tiempos de
intervención.
Los objetivos del proceso psicoeducativo los podemos delimitar en los siguientes
puntos:
● Informar a la persona sobre el proceso que está viviendo (ya sea de trastornos
psicopatológicos o de crisis vital) para que sea capaz de maneja lo que le
ocurre. Los estudios diagnósticos se utilizan para confirmar la sospecha clínica,
así como para fundamentar las bases del diagnóstico pero no para tratar a la
persona.
● Eliminar prejuicios, que generan pensamientos anticipatorios.
● Mejorar el cumplimiento del tratamiento (que en el caso de estar tomando
psicofármacos se vuelve absolutamente esencial).
● Aliviar la sobrecarga emocional que puede haber llevado al cortocircuito
cognitivo, emocional o conductual.
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Elementos de trabajo que son de uso común:
En relación al rol del terapeuta, este puede actuar desde un enfoque paternalista
hasta uno colaborativo. El primero, considera el conocimiento vicario que transmite el
terapeuta sin mediar las preferencias del paciente. En el segundo caso, un diálogo
entre las experiencias de la persona y los conocimientos técnicos del profesional, en
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una co-construcción donde el reflexionar lo particular de la vivencia se vuelve
prioritario.
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tratamiento, en el manejo de los desencadenantes o en la detección precoz de
recaídas. Las intervenciones a través de las cuales se obtienen mejores
resultados son las psicoeducativas y las psicoterapéuticas, ambas exitosas a
la hora de aliviar la carga y la depresión en la familia y cuidadores, efectos que
se mantienen durante un período considerable.
● Decidir qué hacer y qué evitar con la enfermedad y/o con la persona enferma,
● Acudir a la consulta en un servicio determinado,
● Mantener la toma del medicamento,
● Determinar el camino que puede seguir el enfermo y el uso de los servicios
de salud, y
● Comprensión del padecimiento y aceptación en la comunidad
De este modo la persona que ostente el rol de cuidador estará en mejores condiciones
para comprender el estado de salud del otro y responder efectivamente a los desafíos
que impone su condición desde sus recursos personales. Asimismo se despliegan las
acciones necesarias que favorecen la prevención y control de la enfermedad.
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Entre las estrategias que han resultado exitosas para el cuidado de una persona
enferma se encuentran: programas educativos con énfasis en consejos prácticos
respecto del cuidado diario, grupos de apoyo de pares y psicoeducación que enfatizan
el desarrollo de habilidades y estrategias específicas de afrontamiento, consejerías
respecto de los servicios disponibles en la comunidad y cómo acceder a ellos; un
ejemplo son los servicios de respiro tendentes a aliviar la sobrecarga del cuidador y
permitir a las familias continuar ejerciendo su función de cuidado a fin de prevenir la
institucionalización.
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adaptación (según las expectaciones que tuviera cada individuo) o de rebeldía (frente
a un destino no deseado). Lo más común es que se tenga miedo a lo desconocido, al
dolor, a la posibilidad de tener una enfermedad incurable, a la destrucción del cuerpo
o a la pérdida de autonomía o miedo a la muerte.
Las enfermedades del corazón, como por ejemplo las arritmias o las enfermedades
de las arterias coronarias producen mucha ansiedad y el miedo ante la muerte es
constante. La insuficiencia respiratoria o la dificultad en respirar producen un estado
de ansiedad agudo que se resuelve cuando la situación revierte. El diagnóstico de
cáncer produce miedo y las enfermedades de transmisión sexual como el SIDA
producen además de miedo sentimientos de culpa, con frecuencia. Las enfermedades
crónicas como una insuficiencia renal, artritis reumatoide, diabetes mellitus, producen
diversas respuestas que van desde su aceptación hasta su negación rechazando el
tratamiento. La ausencia de privacidad, miedos a la cirugía y a otros tratamientos y el
ver que otros pacientes mueren aumentará su ansiedad.
Una vez que se diagnostica la enfermedad se produce una diferencia subjetiva entre
esta y la forma que la percibe el que la padece y el significado que le confiere. El
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significado personal de la enfermedad influye en la respuesta emocional y las
conductas de afrontamiento a ella. Así, esta puede percibirse como un fenómeno
altamente estresante, como un reto, una amenaza, una pérdida, un castigo o un
beneficio o alivio a responsabilidades, situaciones personales, etc. En función de esto
el paciente adopta su rol de enfermo. La aceptación del hecho de estar enfermo, las
consecuencias del rol y los deberes de este, son aspectos psicológicos muy
importantes para la adaptación y ajuste a la enfermedad, así como para la adherencia
al tratamiento.
Las depresiones y los trastornos de ansiedad son un tema de interés no sólo por parte
de los psiquiatras, sino también de los médicos y de la población general. Su
prevalencia es elevada y además va en aumento, se sabe que una de cada cinco
personas presentará un trastorno del estado de ánimo durante toda su vida y en los
pacientes con alguna patología médica se presenta en un 10 a 20% de los casos,
siendo las cifras más elevadas en grupos concretos de enfermedades como las
cardiovasculares, las oncológicas o las neurológicas. Así la Organización Mundial de
la Salud, estima que la depresión unipolar, sólo una de las causas de depresión, será
la segunda causa de discapacidad en el año 2020. Otro aspecto importante es que
cada vez está más clara su influencia negativa en la evolución de patologías físicas,
habiéndose demostrado que los pacientes depresivos tienen un a mortalidad (no sólo
atribuible al suicidio) superior a la de la población general. Por otro lado, genera una
discapacidad funcional mayor que el resto de las enfermedades médicas crónicas.
Las pautas principales de clasificación de los trastornos del humor (afectivos) han sido
seleccionados por razones prácticas, para permitir identificar con facilidad los
trastornos clínicos más frecuentes. Así, se han diferenciado los episodios únicos de
los trastornos bipolares y de otros trastornos que presentan múltiples episodios, ya
que gran parte de los enfermos tienen un solo episodio. También se ha dado
importancia a la gravedad por las implicaciones que tiene para el tratamiento y la
asistencia.
Se sabe que los pacientes depresivos tienen una mortalidad de origen cardiovascular
aumentada, los criterios de depresión mayor se cumplen en un 25% de los sujetos
con un infarto de miocardio reciente.
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Por otra parte, dentro de las enfermedades infecciosas, los pacientes con SIDA sufren
con frecuencia cuadros depresivos mayores además de los trastornos adaptativos.
Los pacientes oncológicos presentan clínica de depresión en un 25% de los casos, la
frecuencia es mayor en determinados tumores (cabeza de páncreas, digestivos).
4.2 El Estrés
La decisión de las personas de comportarse de un modo saludable y el mantenimiento
de estas conductas, está relacionada con múltiples factores donde se interrelaciona
el contexto ambiental con variables personales. Uno de los marcos conceptuales más
ampliamente reconocidos, ha sido la elaboración de los Modelos de Creencias de
Salud, como el de Rosenstock y otros, a partir de los cuales se explica la conducta
saludable como una función del vínculo entre la amenaza percibida de la enfermedad
y los beneficios esperados con la conducta recomendada, las barreras percibidas y
las acciones o estrategias desplegadas para activar la disposición a actuar.
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La Psiconeuroinmunología ha demostrado en el transcurso de su evolución, la
posibilidad de que el sistema inmune esté mediado por factores psicológicos.
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