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Dowzuk, N. (2016). Estructura factorial de las funciones ejecutivas en adolescentes de 12 a 16 años del conurbano
bonaerense. (Tesis de grado). Universidad Adventista del Plata, Entre Ríos, Argentina. Pp. 42 – 46.
Adolescencia
Según Griffa y Moreno (2005) la adolescencia comprende el periodo de vida que comprende entre los 11-
12 años hasta aproximadamente los 20 años. Este periodo está dividido en 3 fases: (1) La adolescencia inicial o
baja adolescencia (11-13 años aproximadamente), (2) la adolescencia media o propiamente dicha (12-13 a 16
años) y la (3) adolescencia final o alta adolescencia, que puede prolongarse aproximadamente hasta los 20 años,
sexuales aumenta y causa una repercusión importante sobre las áreas emocional y conductual (Facio, 2006). En
el área cognitiva, se producen cambios cualitativos fundamentales, ya que en el periodo comprendido entre los
12 y los 15 años comienza el pensamiento operatorio formal, como consecuencia de la maduración biológica y
de las experiencias, sobre todo en el ámbito escolar (Piaget, 1964). El pensamiento y la afectividad del adolescente
gozarían de mayor equilibrio a partir de las oscilaciones naturales producidas por la transición de la niñez a la
adolescencia, de manera que al principio el joven se ve perturbado pero luego se hace más firme. Respecto al
pensamiento y sus operaciones, Piaget considera que el adolescente es un “individuo que construye sistemas y
teorías”, a diferencia del niño, ya que el joven siente gran interés por los problemas que anticipan situaciones
futuras. Comienza la habilidad para elaborar teorías abstractas, lo que transforma su mundo. Se da en esta etapa
Los cambios que tienen lugar en el cerebro durante los años de la adolescencia (…) afectan
fundamentalmente a la corteza prefrontal, estructura fundamental en muchos procesos cognitivos y que
experimenta un importante desarrollo a partir de la pubertad que no culmina hasta los primeros años de la
adultez temprana. Otros cambios afectan al circuito mesolímbico, relacionado con la motivación y la
búsqueda de recompensas, que va a verse influido por las alteraciones hormonales asociadas a la pubertad.
Como consecuencia de esas modificaciones, durante los primeros años de la adolescencia se produce un
cierto desequilibrio entre ambos circuitos cerebrales, el cognitivo y el motivacional, que puede generar cierta
vulnerabilidad y justificar el aumento de la impulsividad y las conductas de asunción de riesgos durante la
adolescencia” (Oliva Delgado, 2007, p. 239)
Estudios recientes realizados en modelos animales, primero, y posteriormente en humanos demostraron
que en el cerebro infantil ocurren importantes cambios en los primeros meses de vida justificando su gran
plasticidad. La idea de que el cerebro continúa desarrollándose después de la infancia es relativamente nueva. A
pesar que el número de neuronas no sufre cambios importantes, desde el nacimiento comienzan a generarse
nuevas conexiones, constituyendo un proceso de arborización o sinaptogénesis que creará un número excesivo
de conexiones, de manera que a pocos meses de vida serán superiores a la cantidad existente en un cerebro adulto.
Este período, de varios meses de duración, se seguirá por un segundo proceso que durará hasta el final de la
infancia en el que se eliminarán conexiones que no se utilizan, de manera que el número de sinapsis se reducen a
de conexiones inactivas. El axón neuronal se recubre con una sustancia blanca aislante, la mielina, lo que
incrementa la velocidad y la eficacia en la trasmisión de los impulsos eléctricos de una neurona a otra. Esta
plasticidad del cerebro también se demuestra en el hecho de que el proceso no se da de manera independiente del
contexto, sino que se verá influido por las experiencias vividas, para adaptarse a las circunstancias ambientales.
Aunque muchas zonas del cerebro parecen desarrollarse solamente durante la infancia, otras continúan su
desarrollo durante la adolescencia. Estudios de resonancia magnética muestran que la CPF sufre cambios
importantes después de la pubertad, de manera que habría una maduración más tardía de ciertas zonas cerebrales,
entre ellas y especialmente, la CPF que continuaría su desarrollo hasta la adultez temprana (Giedd et al., 1999;
Gogtay et al., 2004). Oliva Delgado (2007) indica que aunque muchas zonas del cerebro tienen su desarrollo solo
durante la infancia, otras continúan el proceso durante la adolescencia, de manera que la arquitectura cerebral no
estaría definida al comenzar la pubertad. Las técnicas de resonancia muestran que la CPF sufre cambios
importantes luego de la pubertad, evidenciando una maduración tardía de algunas zonas cerebrales, especialmente
la zona prefrontal que no termina su desarrollo hasta la adultez temprana (Giedd et al., 1999; Huttenlocher, 1979;
citado en Oliva Delgado, 2007). Estos mismos estudios han mostrado que la sustancia gris de la zona prefrontal
aumenta hasta los 11 años en las mujeres y los 12 en los varones, disminuyendo luego, evidenciando las nuevas
sinapsis en la zona y su posterior recorte, que afecta principalmente a conexiones de tipo exitatorio (Gogtay et al,
Las conexiones neuronales sufren una mielinización progresiva, lo que genera un aumento lineal de la
sustancia blanca. Los cambios en la CPF van colaborando hacia una activación menos difusa y más eficiente
durante las tareas cognitivas (Durston et al., 2006, citado en Oliva Delgado, 2007). Con el objeto de adaptar los
circuitos neuronales y las conexiones sinápticas a las necesidades del ambiente en el que se desarrolla el
adolescente, se producen cambios en receptores sinápticos, densidad y mielinización de las áreas corticales
prefrontales, como los cambios en el sistema límbico, incluyendo estructuras como el hipocampo, la amígdala,
Braconnier (2010) por su parte, señala que al final de la adolescencia las neuronas y las sinapsis no están
definitivamente instaladas, por lo que la plasticidad cerebral se prolongaría durante el resto de la vida, llegándose
Todos estos cambios en esta etapa de la vida hace al cerebro más vulnerable a las agresiones externas.
Los cambios que ocurren en regiones como el hipocampo o corteza prefrontal son de gran importancia porque
son estructuras implicadas en procesos como la atención, memoria o procesos ejecutivos (Garcia- Moreno et al,
2008)
Desde la concepción hasta su muerte, los seres vivos evolucionan. Los cambios se dan en la maduración,
habilidades perceptuales, capacidad de aprender, procesos cognitivos y conducta social, a fin de posibilitar la
adaptación a un medio ambiente cambiante, y se dan como fruto de la biología y la interacción cultural. En el
caso de la inteligencia, estudios hallaron que esta evoluciona a lo largo de la infancia y la adolescencia alcanzando
un punto máximo alrededor de los 15 años, para luego estabilizarse y más tarde comenzar a variar, incluso a
declinar a lo largo de la vida de la persona. La medición de la inteligencia utiliza pruebas que se adecúan a la