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Historia de España

1º Asignaturas comunes

EvAU Castilla-La Mancha

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
9.2. La crisis del Parlamentarismo; la neutralidad en la

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Primera Guerra Mundial
Tras la muerte de Canalejas se abrió una etapa de inestabilidad. Los gobiernos de
estos años se caracterizaron por su corta duración, en ocasiones de pocos meses. Por
parte conservadora presidieron los gobiernos Eduardo Dato o José Sánchez Guerra,
y por los liberales el conde de Romanones o Manuel García Prieto, pero la falta de
liderazgo definido en los partidos del turno llevó a continuas divisiones internas. Los
momentos más críticos de la etapa fueron la crisis de 1917, el desastre de Annual y
finalmente el golpe militar de 1923.

Reservados todos los derechos.


Esta segunda etapa del reinado de Alfonso XIII coincide con el estallido de la I
Guerra Mundial, en la que España se declaró neutral. La opinión pública se
dividió entre aliadófilos (partidarios de Francia y Reino Unido), principalmente
liberales y progresistas, y germanófilos (partidarios de los imperios centrales),
formado por grupos más conservadores.

Esta neutralidad proporcionó a España un crecimiento espectacular de la


demanda exterior de productos agrarios e industrias por parte de los países
contendientes.

Sin embargo, el aumento de las exportaciones pronto produjo escasez en varios


productos de primera necesidad del país, desencadenando un proceso
inflacionista. El aumento de las exportaciones había favorecido la proliferación de
negocios especulativos y enriqueció rápidamente a empresarios en intermediarios,
que no invirtieron en la mejora del sistema productivo. Los grandes beneficios
empresariales no repercutieron en aumentos salariales, por lo que los trabajadores
perdieron poder adquisitivo ante la subida de precios. De este modo se generó una
fuerte conflictividad social que afectaría profundamente al sistema político.

La crisis de 1917 se debió a varios problemas coincidentes durante el verano de


aquel año, de tipo militar, político y social, que desestabilizaron la situación política.

El ejército, poder básico para el mantenimiento de la monarquía, se empezó a


cuestionar el sistema, al acentuarse el malestar interno arrastrado desde la derrota de
1898. Este malestar de los militares se debía a la precariedad de su situación
económica y al sistema de ascensos que imponía el Ministerio de la Guerra,

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favoreciendo a los militares africanistas (los que participaban en la Guerra de
Marruecos) frente a los peninsulares. Esta situación derivó en la creación desde 1916
de las Juntas de Defensa, especie de sindicato ilegal formado por oficiales del
ejército para defender sus intereses. Las Juntas elevaron al rey Alfonso XIII un
manifiesto con toda una serie de quejas. El presidente García Prieto se vio obligado a
dimitir en junio de 1917 y las juntas fueron legalizadas.

La crisis política se produjo cuando la Lliga Regionalista, dirigida por Francesc


Cambó, muy crítico con la actitud autoritaria del gobierno conservador de Eduardo
Dato, sustituto de García Prieto (censura de prensa, suspensión de Cortes y garantías
constitucionales), convocó una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona, a la
que se sumaron más tarde diputados de otras regiones españolas. Acordaron solicitar
al gobierno la convocatoria de unas Cortes Constituyentes que modificasen el sistema
político español y la aplicación de un programa reformista que contemplara la
autonomía municipal. El gobierno declaró ilegal la asamblea, que finalmente fue
disuelta por Dato mediante la ocupación militar de Barcelona.

La crisis social estalló cuando, en agosto, UGT y la CNT declararon la huelga


general revolucionaria, cuyo objetivo era el cambio social y la proclamación de la
república. La crisis económica y sus consecuencias sobre las clases populares, junto a
las noticias de la Revolución Rusa de 1917 y el derrocamiento del zar habían animado
a los socialistas y republicanos. La acción sindical se desarrolló en los centros urbanos
industriales (Cataluña, País Vasco, Asturias, Madrid) y en el campo andaluz.

Entre 1919 y 1923, el principal foco de violencia fue Barcelona, debido a la gran
fuerza de la CNT y la intransigencia de la patronal. La huelga había comenzado en La
Canadiense (empresa eléctrica) y derivó en huelga general, paralizando la ciudad
durante mes y medio. Con la mediación del gobierno, se alcanzó un acuerdo por el
que los despedidos fueron readmitidos, y se consiguió la jornada laboral de ocho
horas. Pero la patronal se opuso al acuerdo, recurriendo al cierre de fábricas y
contratando pistoleros para asesinar a dirigentes sindicales, contestados con
asesinatos de patronos. Tras esta huelga, UGT pasó a posiciones más moderadas.

Finalmente, se buscó una solución política para salir de la crisis; fue mediante
gobiernos de concentración, con la participación de políticos de varios partidos,
primeros presididos por García Prieto y luego por Maura, que indicaban ya la
descomposición del sistema canovista. El rey, temeroso de la radicalización social, se
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mostró cada vez más reacio a la apertura democrática del régimen y apoyará en lo
sucesivo al poder militar frente al civil. Los partidos dinásticos quedaron a la vez más
divididos y sin programas políticos claros.

En los años que siguen a 1917 la situación mantuvo una gran inestabilidad. El
sistema político fue incapaz de renovarse desde dentro. En las elecciones de 1918 y
1919 ningún partido obtuvo mayoría absoluta.

Al finalizar la I Guerra Mundial las exportaciones se derrumbaron cuando


los países beligerantes reanudaron su producción, lo que provocó una crisis
económica y el aumento del paro. El gobierno intentó algunos avances en
legislación laboral, aprobando en 1919 la jornada de 8 horas y creando el Ministerio
de Trabajo.

Peso a todo, las posturas sociales se radicalizaron. En 1921 se fundó el PCE


(Partido Comunista de España), fruto de la escisión del PSOE. La conflictividad
laboral fue en aumento con una intensificación de los enfrentamientos entre los
sindicatos y los empresarios. Las huelgas se sucedían, empezaron los cierres
patronales de las empresas, y muchos empresarios contrataban a pistoleros para
matar a los cabecillas de las huelgas, desembocando en un terrorismo callejero
(pistolerismo). En este ambiente enrarecido, el presidente Eduardo Dato fue
asesinado por anarquistas en 1921.

El desastre de Annual fue el punto culminante de los problemas del momento.


Desde la firma del Tratado de Fez de 1912 entre España y Francia, se había establecido
un protectorado hispano-francés sobre Marruecos. A España le había correspondido
la zona con tribus más belicosas (zona del estrecho de Gibraltar y cordillera del Rif).
Esto obligaba a mantener un numeroso ejército en Marruecos, prolongando una
guerra desde hacía años.

En 1920 el general Silvestre, alentado por el rey, inicia una arriesgada ofensiva con
el propósito de ocupar la región del Rif y llegar hasta Alhucemas, donde se refugiaban
los rebeldes liderados por Abd-el-Krim. La estrategia militar fue un fracaso, y los
rifeños, con Abd-el-Krim a la cabeza, rodearon por sorpresa a los españoles cerca de
la aldea de Annual, ocasionando la muerte a unos 8.000 soldados, incluido Silvestre
(1921). Esta derrota puso de manifiesto la deficiente organización del ejército español.

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La derrota en Marruecos creó un clima de malestar en la opinión pública española.

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El gobierno, culpado por esta derrota, dimitió y fue sustituido por un nuevo gobierno
de concentración presidido por Maura.

Asimismo, se intensificó el enfrentamiento entre el poder civil y el militar. Las


Cortes inician una investigación con el fin de esclarecer las causas de la derrota y
depurar responsabilidades. El informe sobre el asunto, denominado expediente
Picasso, contó con la oposición del ejército. En él se podían ver implicados los
mandos militares e incluso el rey Alfonso XIII. No llegó nunca a debatirse en el
Congreso, pues días antes de la fecha prevista se produjo el golpe de Estado del
general Primo de Rivera.

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