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las memorias
Malena Long
Teoría literaria II
Literatura
02 de julio de 2022
En el siguiente trabajo se llevará a cabo un análisis del relato Carnaval del
escritor japonés Haruki Murakami. Este se encuentra contenido en Primera persona del
singular (2021), junto a otras narraciones breves.
Este análisis tiene el cometido de, por un lado, hallar vinculaciones existentes
entre la obra mencionada y determinados conceptos aristotélicos. Por otro lado, también
se intentarán establecer conexiones con diferentes ideas relacionadas a la ficción,
concepto que si bien es moderno, tiene ciertas similitudes con el planteamiento de
mímesis realizado por Aristóteles.
Para ejemplificar esta cuestión, Platón crea la alegoría de las tres camas: la idea
de cama, su esencia, que se encuentra ubicada en el mundo de las ideas, es reproducida
por el carpintero. Esta cama es real, tangible. Lo que realiza el artista, en cambio, es una
imitación de una cama, pero en realidad, no sabe construirla, ni la cama reproducida
existe. Esta falsedad no es tolerada en el paradigma platónico.
Ricoeur (1986) habla de una “(…) síntesis de lo heterogéneo (…)” (p. 340),
refiriendo a que los hechos se unifican en el relato, dándoles sentido. Por separado, son
simples sucesos acaecidos en la vida del personaje principal, pero en Carnaval toman
un significado, tienen una finalidad, son relacionados entre sí.
De hecho, en el mismo relato el narrador habla de los insustanciales que son esos
relato en la totalidad de su vida: “Ambas historias habían sido dos gotas de agua en la
humilde charca de mi vida, unas leves y anecdóticas bifurcaciones de mi camino (…)
Hace poco, sin embargo, como sucede ocasionalmente, salieron de su lejano y apartado
retiro en la cara oculta de la memoria y se hicieron visibles para mí (…)” (p. 216).
Por otra parte, se halla la idea de carácter, que está vinculada originalmente a la
epopeya y a la tragedia. El carácter refiere a aquellas cualidades que poseen los
personajes y que, según señala Aristóteles, representarlos no es el fin principal de la
imitación. Es, en cambio, la fábula aquello que resulta más importante, por lo que el
carácter de los personajes debe estar al servicio de esta. Por lo tanto, si bien puede haber
tragedia sin carácter, no es posible que lo haya sin acción, por ser el fin principal de la
obra.
Hasta el hecho de que sea “(…) la mujer más fea (…)” (p. 177) que el
protagonista haya visto tiene sentido, pues es gracias a esto que el personaje principal es
capaz de comprender la reflexión sobre las máscaras llevada a cabo por F*: “Tal vez
fuera aquel su particular modo de decirme que tenía un rostro hermoso bajo aquella
magnífica máscara de fealdad o, ¿quién sabe?, que bajo su fachada de gentil hermosura
se escondía un ser diabólico (…)” (p. 202).
Esta reflexión, así como la remarcada astucia de F*, son los indicios que auguran
el descubrimiento que realizará el protagonista en relación a las estafas llevadas a cabo
por su amiga. Ayudan, además, a otorgarle verosimilitud a la cara escondida de F*.
Desde una perspectiva más reciente, Saer (2014) agrega que se recurre a lo falso
para aumentar la credibilidad. Además, no se espera que el relato de ficción sea
entendido como verdad, sino como, justamente, ficción.
Muñoz Molina (2010), en cambio, señala que si bien la historias son ficción,
estas son entendidas como verdad por el lector, una verdad capaz de ayudar a
comprender el mundo y, paradójicamente, a olvidar el mundo; que permite sumergirse
en el relato y tiene la función de “llevar más allá” al lector, haciéndole sentir aquello
que, quizás, no podría experimentar solo con sus experiencias. A su vez, se rompe el
tiempo: no importa en qué momento está ambientado Carnaval, porque su reflexión
final, por ejemplo, es atemporal.
Es necesario aclarar que para muchos autores existen diferencias entre ficción y
poiesis; sin embargo, otros, como Hamburger (citado por Pozuelo Yvancos, 1989),
iguala estos conceptos.
Por otra parte, Aristóteles también define el pensamiento o manera de pensar del
personaje, que alude al habla de los personajes, donde manifiestan, por ejemplo, sus
opiniones.
(…) las únicas obras para piano que pasaron el tupido tamiz de nuestra crítica
fueron un puñado de sonata de Schubert y el conjunto de la obra pianística de
Schumann. Quisimos llegar más lejos y nos preguntamos con qué única pieza musical
de entre todas las de ambos compositores nos quedaríamos.
—¿Solo una?
—Eso es. Una y nada más —confirmó F*—. ¿Qué única pieza de Schubert o
Schumann te llevarías a una isla desierta?
—Así, de repente… —Dar con una respuesta razonable requería su tiempo. Tras
sesudas consideraciones me atreví a seleccionar una pieza—: Carnaval, de Schumann.
(…)
—¿En serio?
—Sin dudarlo. Siempre he sentido una especial predilección por Carnaval. Y no
me canso de escucharlo, ni hasta la saciedad, cosa rara.”.
En relación al diálogo, Martínez Bonati (citado por Pozuelo Yvancos) señala que
este “hablar” es “ficticio”, y difiere con Searle cuando este menciona que no es un acto
pleno. Martínez Bonati afirma que este hablar es auténtico, pero irreal, y que se trata de
un acto pleno y completo del lenguaje.
Este último tipo de agnición —la cual Aristóteles destaca por sobre los demás—
es la que ocurre en Carnaval. Ya se ha planteado, como se mencionó, que F* es astuta.
Además, el protagonista menciona que tenía “(…) una asombrosa fuerza de atracción
(…) [una] singular energía e irresistible magnetismo (…)” (p. 183).
Este hecho cambia su rutina: ya no hay más sesiones para oír Carnaval junto a
F*, es, en cambio, él solo quien oye las diferentes grabaciones de la pieza. Jamás vuelve
a verla, ni a saber nada de su caso; pero cada vez que va a un concierto, espera, con
cierto nerviosismo, que ella también aparezca.
Y es gracias a este final que el lector puede lograr la catarsis. La catarsis (del
griego kátharsis, es decir, purificación) es asociada por Aristóteles a la tragedia; y consiste
en que los sucesos que ocurren inspiren “(…) temor y compasión (…)” (2004, p. 58) en
el receptor.
Las reminiscencias son tan humanas que es imposible no ponerse en el lugar del
protagonista y preguntarse cuántos recuerdo se han dejado de lado por no considerarlos
importante, cuántos cobrarán sentido en un futuro.
La catarsis es aquello a lo que Ricoeur (2008) señala como refiguración, que
refiere a cómo el lector “sale” tras hacer recepcionado el relato. Ricoeur señala que la
narración alcanza su pleno sentido cuando es reconstruida por el receptor, cerrando así
el recorrido de la mímesis.
Bibliografía