EL PROCESO

CAPITULO 5
H i

Antecedentes

Nada de lo que se diga sobre las obras de Jesús pueden

desvincularse del hecho de que Jesús -si no de nacimiento,
sí por haber vivido en la tierra norteña- era galileo, y, poi
lo tanto, tenía un dialecto especial que lo identificaba de
inmediato, además de que se lo consideraba, como a todo
galileo, como "hombres píos pero ignorantes en el campo
de la pureza ritual". E l desprecio que Jesús demostró a los
formulismos rituales durante su vida, es un ejemplo de la
fuerte influencia galilea que llevaba dentro de sí. Un
ejemplo de los desconceptuados que, desde el punto de vista
cultural y religioso, estaban los galileos, nos lo entrega el
Evangelio según Juan, en donde se lee: "Otros decían: Este
es el Mesías. Algunos empero dijeron: ¿Viene acaso el
Mesías de Galilea?" ( V I I , 4 1 ) . Y cuando Nicodemo se había
pasado al campo de Jesús y lo defendía fue increpado en la
forma siguiente: " E l l o s respondieron y le dijeron: ¿Tú
también eres de Galilea? Averigua y ve, pues Que de Galilea
no se levantó profeta" (Juan V I I , 5 2 ) . E l desprecio por los
galileos, pues, era evidente, y los saduceos los consideraban
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como seres de cuidado por no ser ortodoxos y por estar
prontos para la rebelión.
Y en ese raigambre galileo es en donde debemos
encontrar el primer gran factor para la condena a Jesús.
Existía un prejuicio de irreligiosidad, de desprecio hacia los
ritos ortodoxos entre los saduceos, fariseos y escribas contra
todo lo que provenía de Galilea. Y si a ese prejuicio se suma
la conducta de J e s ú s , aquella p r e s u n c i ó n i n t u i t i v a se
convierte en realidad punzante y peligrosa. Y eso fue lo que
sucedió con J e s ú s . Se unía con prostitutas y publícanos,
seres despreciados entre el común de la gente; las unas por
su vida de vicio y perdición; los otros, por su oficio de
recaudadores de los tributos e imposiciones para el gobierno
y para el Emperador. No se cuidaba al acercarse a u n
cadáver y tocarlo, pese a la creencia de que la impureza de
u n cadáver era contagiosa. De todo lo cual se concluye,
entonces, que, desde el punto de vista p o l í t i c o , era
sospechoso Jesús por ser galileo; y desde el punto de vista
religioso, era sospechoso por irrespetar las normas de
conducta piadosa impuestas por los fariseos. E n una sola
idea: Jesús no entonaba dentro del marco socio-político y
religioso imperante. E r a un marginado voluntario: su suerte
estaba echada.
Pero nosotros pensamos que mientras Jesús anduvo
por las campiñas de Galilea entregando su prédica a los
hombres r ú s t i c o s , a los creyentes del lugar, no fue
considerado seriamente por los sacerdotes y fariseos
principales. No era su obra, en esos momentos, obra de un
rebelde, de un seductor que invitara al pueblo a dejar la
religión por otra; sus milagros y curaciones no afectaban la
seguridad del Templo, ni la de los conquistadores. Por tanto,
si Jesús se hubiera mantenido en su querida Galilea no
hubiera sido condenado n i , tal vez, hubiera existido la
religión cristiana, porque no hubiera surgido un devoto fiel,
fanático y tenaz como San Pablo, verdadero fundador de la
religión cristiana.
EL PROCESO DE JERUSALEN
Fue la última entrada de Jesús a Jerusalén lo que
motivó y desencadenó el drama final de Jesús. Fue su
conducta en el Templo en tiempos de la Pascua, cuando los
peregrinos llegados de todas partes de Palestina se unían
con los habitantes de Jerusalén para celebrar sus fiestas
anuales, lo que acelera el último capítulo de la vida de
J e s ú s . E s impresionante observar c ó m o este hombre
humilde, pero de gran carácter, se transforma en el Templo
y se convierte en un Ser diverso al que antes había sido
recorriendo la campiña galilea, tratando con los hombres
sencillos de las ori l l as del Mar de Galilea, con los
pescadores ignorantes y fieles, en donde se había
demostrado como un ser tolerante, tierno, caritativo,
humilde y sabio.
E s que Jesús entra a Jerusalén junto con la gran
caravana de peregrinos que afluían a la sede del Templo; y
lo hace con un desborde de entusiasmo de los discípulos y
seguidores que, contagioso y frenético, se extiende a través
de las filas de peregrinos. No se debe olvidar que se vivía en
una h i s t e r i a m e s i á n i c a y los hombres de Palestina,
cansados de tantos s u f r i m i e n t o s , expoliaciones y
humillaciones, ven aparecer de repente, montado sobre un
asno y aclamado por un grupo de seguidores, a este Hombre
al que que se le reverencia diciendo ¡Hosanna al Hijo de
David! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas! (Mateo X X I , 9 ) . Y de esa manera
« n t r a con gran escándalo en la ciudad, repleta de
peregrinos. Se habla del "Hijo de David" y esto significa que
llega el Rey de Israel lo que, sólo por ese hecho, ya
significaba un peligro político que podría arrastrar al pueblo
a la insurrección. Mateo nos lo explica en X X I , 1 1 : "Y las
multitudes decían: ¡Este es Jesús, el profeta de Nazareth, de
Galilea!", cuando se preguntaban quién era este hombre que
con tanta em oci ón y escándalo hacía s u entrada en
Jerusalén, centro de la religiosidad judía.
Y surge el segundo hecho que aumenta i a tensión
popular y la nerviosidad de los saduceos, fariseos y escribas
y, por ende, la tensión del Prefecto romano. Jesús entra a
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los patios del Templo y colérico y de manera imprevista se
lanza contra los cambistas y mercaderes que, por tradición,
se reunían en los patios para auxiliar a los extranjeros
judíos a cambiar monedas por las útiles para el Templo y
para vender, otros, distintos efectos necesarios para los
peregrinos. "Escrito está -dijo Jesús para explicar su airada
conducta- Mi casa será llamada Casa de L a Oración; pero
vosotros la hacéis una cueva de ladrones!" (Mateo X X I , 13).
Y si a todo eso se suma el coro de niños que le seguían
gritando: "¡Hosanna al Hijo de David!", no podía ser
ignorado por los servidores del Templo, los cuales estaban
obligados, a través de su policía, de imponer el orden, antes
que P i l a t o , Prefecto romano, que estaba en l a T o r r e
Antonia, tomara cartas en el asunto y lanzara a las legiones
contra los judíos del Templo, lo cual hubiera agravado la
situación. Por eso es que los saduceos y los escribas se
apresuraron a intervenir, pero ya Jesús había abandonado el
Templo y el orden se había restablecido. Sirt embargo, no
podían dejar que lo que había sucedido volviera a suceder en
el futuro y por eso se prepararon las cosas de manera tal
que se actuara en cuanto hubiere la sospecha de nuevos
actos como los que, con tanta sorpresa e i n d i g n a c i ó n ,
habían presenciado y escuchado.
Por eso, cuando J e s ú s regresó al T e m p l o , los
sacerdotes y escribas se apresuran a recibirlo y a inquirirle
con qué autoridad es que había procedido en la forma como
lo había hecho, lo que fue respondido por Jesús con otras
preguntas referentes a la misión del Bautista, con lo que
eludió inteligentemente una respuesta que podría haberlo
hecho confeso de rebelión contra la religión y contra el
poder político constituido. T a l actitud enfureció más a los
sacerdotes y pensaron aprehenderlo pero, indudablemente,
la multitud que presenciaba la escena y que se inclinaba a
favor de este hombre al que se aclamaba, ya como Profeta,
ya como Mesías, podía alzarse enfurecida provocando,
precisamente, lo que los sacerdotes querían evitar, esto es,
una rebelión que movilizara de inmediato a los romanos,
con todas las consecuencias que tal acción podía derivarse,
y por tal razón resolvieron dejarlo momentáneamente en
EL PROCESO DE JERUSALEN
libertad, pero considerando que la presencia de Jesús
significaba un peligro que debía erradicarse.
Pero lo que llenó la medida de la paciencia de los
sacerdotes fariseos y escribas -si es que la tenían- fue el
discurso final de J e s ú s en el Templo, que es toda una
admonición, censu ra y fustigación contra los dirigentes
religiosos y que, con lujo de expresión, se lee en Mateo
X X I I I , 1-36, en donde Jesús los acusa de farsantes ("porque
dicen y no hacen"); de presuntuosos y engreídos, orgullosos
y e x h i b i c i o n i s t a s ( 5 - 7 ) ; de h i p ó c r i t a s ; de ladrones;
extraviados religiosos; de avaros; de injustos; de asesinos;
para finalmente maldecirlos echando sobre ellos "la sangre
justa derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el
justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien
matasteis entre el Santuario y el altar". Esta larga oración
fue dicha ante la "multitud" reunida en el Templo y fue
escuchada por los nativos de Jerusalén y por los peregrinos
de fuera de J e r u s a l é n . Se había levantado un enemigo
radical contra los saduceos, fariseos y escribas y, por ende,
Jesús se había dictado su propia sentencia de muerte. Los
delitos religiosos estaban sometidos; los políticos ya se
habían insinuado.
Según Mateo X X V I , 3 - 5 , los sacerdotes se reunieron en
la casa de Caifas, quien era el S u m o Sacerdote, con la
finalidad de ponerse de acuerdo en la forma cómo debían
proceder para aprehender a J e s ú s , descartando toda
posibilidad de hacerlo durante el día en el Templo, mientras
estuviera reunida la multitud. Y entonces surge la figura de
Judas Iscariote, discípulo de Jesús, quien ha pasado a la
historia como el paradigma de l a t r a i c i ó n . Nosotros
tenemos nuestras reservas respecto a la conducta del citado
Judas. Pensamos que los sacerdotes no necesitaban de la
ayuda del traidor para aprehender a Jesús. E r a evidente que
ni siquiera lo necesitaban para identificarlo, pues Jesús
mismo se h a b í a encargado de h a c e r s e conocer
públicamente con su insólita y sorpresiva conducta echando
a los mercaderes del Templo, y luego lanzando su iracundo
discurso contra los sacerdotes y fariseos; tampoco lo
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necesitaban para tenderle una emboscada, pues era público
el lugar donde se encontraba Jesús. T al vez, a lo más, la
ayuda de Judas, si es que existió, fue la de indicar el
momento oportuno para aprehender a Jesús en la noche,
mientras estuviera solo. Y si esto fue lo que valió treinta
monedas, según Mateo, aunque los otros evangelistas no
hablan de cantidad, nos parece que estuvo excesivamente
pagado, porque para esa tarea bien pudieron los sacerdotes
buscar a miembros de su propia policía, o a sus espías, sin
necesidad de recurrir a Judas, cuyo papel, como veremos,
en el drama de la Pasión fue otro. , , ,„, . Pilato a Roma, por denuncia de judíos y samaritanos. Pero
Pero sea lo que fuere, la verdad es que Jesús fue
aprehendido por orden del Sumo Sacerdote, el cual tenía
competencia para el efecto, en tanto se tratara de delitos
religiosos.
Y antes de continuar hacía el final de,la vida de Jesús,
debemos hacer u n p a r é n t e s i s para conocer ciertos
antecedentes que jugaron un papel principal dentro de la
condena del Mesías.
Pilato
Poncio Pilato era el Prefecto romano en la época del
juzgamiento de Jesús. E r a costumbre de los Prefectos que,
en época de fiestas judías, en donde había mucha población
flotante en Jerusalén, se trasladaran a la Torre Antonia, que
dominaba el Templo, para estar vigilantes y ser oportunos
en el momento de dictar las medidas que fueran del caso
para sofocar cualquier rebelión. Y Pilato estaba en la Torre
Antonia cuando debió intervenir en el acto final del drama
de Jesús. ¿Quién era este Pilato? Mucho se ha escrito sobre
él, pero la mayor parte de la literatura se inspira en las
versiones evangélicas, representándolo como el típico sujeto
que trata de salvar su responsabilidad en el momento en que
las circunstancias lo obligaban a actuar.
Aquel dudoso "lavado de manos" -impropio en un
romano y muy propio de los judíos a los cuales odiaba
EL PROCESO DE JERUSALEN 121
sinceramente- es lo que ha pasado a la historia como un
hecho imposible de independizar se habla del Prefecto
romano y que trata de representar el carácter astuto y
ladino de Pilato.
E l Prefecto romano se había granjeado la general
antipatía de todos los judíos, desde la clase sacerdotal hasta
el último campesino. Existía entre los sacerdotes y Pilato
una relación muy tensa que, en cualquier momento, podía
estallar, como en efecto estalló y que provocó el llamado de
ese odio no era gratuito, o sólo surgido por el hecho de que
Pilato representara a los conquistadores, fuera el símbolo de
la h u m i l l a c i ó n nacional; sino que, además de eso su
manera de actuar había hecho todo lo posible para ahondar
el odio de los judío que, por sí solo, ya era suficiente para
provocar rebeliones y asonados.
Uno de los ú l t i m o s actos de Pilato, como antes
dijimos, había sido ofensivo para todos los judíos. Se había
permitido tomar el tesoro del Templo para financiar la
construcción de un canal conductor de agua a Jerusalén.
Este acto impío del Prefecto había levantado al pueblo y
había salido a las calles a demostrar su protesta y su
rechazo ante la medida que, políticamente, era absurda,
pero que beneficiaba a todo el pueblo por los fines para los
cuales había sido destinado el indicado tesoro. L a forma de
aplacar la manifestación popular fue introduciendo en la
misma a romanos disfrazados con puñales escondidos, los
cuales, una vez dada la orden, tomaron de sorpresa a los
manifestantes a los cuales apuñalaron, pero muchos de los
romanos también sucumbieron ante la reacción del pueblo
tomado de sorpresa. Uno de esos amotinados fue Barrabás,
al cual se refiere Marcos en XXV, 7, cuando dice: "Y había
uno llamado Barrabás, preso con sus compañeros de motín,
los cuales, en el m o t í n , había cometido un homicidio". No
creemos que haya sido sólo "un" homicidio, sino que deben
haber actuado ferozmente en represalia ante el traidor
ataque de los romanos. No era, pues, Barrabás un ladrón.
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sino un rebelde defensor de lo que creía que era sagrado y
que no debía ser objeto de profanación por parte de Pilato.
Debido a ese alzamiento judío la posición de la clase
sacerdotal ante Pilato no era de la más f i r m e . A este
respecto leemos a S c h o n f i e l d ^ , quien nos dice: "Los
príncipes de los sacerdotes, a consecuencia del m o t í n ,
estaban en aquella c o y u n t u r a en una p o s i c i ó n no
envidiable. Opuestos a P i l a t o , tenían que d i s i m u l a r y
mantener corteses relaciones diplomáticas con aquél como
representante del César, mientras tramaban desacreditarle
de modo que Tiberio tuviera que destituirle. Para conseguir
sus propósitos era imprescindible que no hubiese más
motines antiromanos en J e r u s a l é n , que podían ser
aprovechados por el gobernador y p e r m i t i r l e alegar l a
completa justificación de sus acciones sobre la base de la
continua rebeldía de los judíos. L o que los príncipes de los
sacerdotes deseaban mostrar era que, mientras ellos eran
leales al emperador, l a conducta personal de Pilato
fomentaba la desafección con su premeditada agresividad y
su violación de legítimas costumbres religiosas".
Por otra parte, la situación de Pilato, como se ha
explicado, no era muy firme frente a los judíos, pues estaba
consciente el Prefecto que su conducta no había sido de lo
más diplomática como para atraer su sentimiento favorable
hacia el imperio, por lo que, a su vez, tenía que ser
condescendiente con los jerarcas religiosos, que, como lo
había podido constatar, tenían influencia decisiva sobre el
pueblo, particularmente sobre el de Jerusalén.
Y para agravar más la s i t u a c i ó n , tanto para los
sacerdotes como para los romanos, hace su aparición en la
escena social de la misma Jerusalén Jesús, aclamado como
Hijo de David, como nuevo Profeta y como Mesías, esto es,
como Rey de Israel, todos esos títulos confundidos en la
mente de la gente sencilla de Jerusalén. Por lo menos el
Bautista se había limitado a predicar y a criticar al pie del
Jordán, por Perea, y no había sido un peligro más que para
El Complot de Pascua
EL PROCESO DE JERUSALEN 123
Herodes Antipas, pero no para la clase sacerdotal, o para la
religión y menos, mucho menos, para la estabilidad de los
romanos en P a l e s t i n a . Pero J e s ú s era otro hombre;
representaba otro peligro; podía hacer estallar una nueva
rebelión, ésta sí no sólo contra los romanos, sino inclusive
contra los propios sacerdotes. ¿No había amenazado destruir
el Templo? ¿No había sido proclamado Rey de Israel como
Mesías o Hijo de David? ¡A tanto no se había atrevido Juan
el Bautista!
Se debe recordar que cuando Jesús entró en Jerusalén
y fue aclamado como Hijo de David, Jesús no se opuso a
tales exclamaciones, ni protestó por ellas, lo que habría
demostrado su inconformidad y, al contrario, lo que
demostró fue su aquiescencia a ese título que lo convertía
en un sedicioso político. Y tan de acuerdo estaba con ese
título que cuando algunos fariseos se escandalizaron de
dichas exclamaciones populares y le pidieron a Jesús que
reprenda a los que así lo llamaban Hijo de David, el Maestro
les contestó: "Os digo que si éstos callasen, las piedras
clamarían" ( L u c a s X I X , 4 0 ) , con lo cual estaba expresamente
declarando Jesús su aceptación como Rey de Israel. Y de
esto se aprovecharían los sacerdotes para lograr su condena
a muerte, pues, se trataba de un delincuente político.
Tan peligroso llegó a ser considerado Jesús por parte
de los sacerdotes que se dice que cuando Caifas reunió el
Sanhedrín para estudiar la situación de Jesús con motivo de
los hechos acaecidos en el Templo, puso por delante el
peligro que, para el pueblo judío representaba la libertad y
la vida de Jesús, y lanzó su famosa frase: "No parece que se
os haya ocurrido que es en interés vuestro que muera un
hombre por el pueblo antes de que perezca la nación
entera". No interesaba el problema inocencia culpabilidad;
lo que interesaba era únicamente el que siendo lo uno o lo
otro, frente al peligro existente, debía ser sacrificado.
¡Cuántas veces la historia ha sido sede de esas conductas de
primitivo salvajismo..!
126 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
miembros del Gran Sanhedri^n; pero cuando se trataba de
otros delitos religiosos que también llevaba aparejada la
pena de muerte, bastaba que se reunieran 23 miembros de
dicho T r i b u n a l . Y J e s ú s j a m á s fue acusado de "falso
profeta", sino de haber pretendido demoler el Templo y
acabar con los saduceos y más servidores del mismo, amén
de proclamarse el "Mesías" esperado por el pueblo judío. E n
consecuencia, es creíble que en la noche del jueves en que
fue aprehendido Jesús, se hubiera reunido apresuradamente
en Gran Sanhedrín con 23 miembros, bajo la convocatoria
de José ben Caifas, con la finalidad de juzgar a Jesús el
cual, si no lograba un veredicto absolutorio, debía ser
condenado al día siguiente -Viernes- para ser llevado de
inmediato a donde Pilato, para que éste dicte la sentencia
definitiva antes que comience el sábado de Pascuas.
Judas , E r a un hombre que no estaba acostumbrado a los placeres y
Con lo explicado volvamos a la versión aquella de que
Judas había sido llamado, antes de la detención de Jesús, a
presencia del temible Anas, antiguo Sacerdote y miembro
del Gran Sanhedrín y de suma influencia sobre los otros
miembros de este Tribunal. L a versión no carece de sentido
y de lógica, aunque sólo está avalizada de manera indirecta
por el procedimiento que los j u d í o s seguían para el
juzgamiento de sus casos penales, procedimiento que era
serio y que se seguía puntillosamente, cualquiera que fuera
la causa y cualquiera que fuere el acusado. No encontramos
una razón valedera que nos haga pensar que para el caso de
Jesús se hubiera alterado el procedimiento y se hubiera
violentado la honestidad y la seriedad de las personas
encargadas de juzgar. .' ' '
S i n embargo, se ha dicho que, precisamente, por no
haberse cumplido con el procedimiento adecuado en el
juzgamiento de Jesús es que el Sumo Sacerdote Caifas fue
reemplazado por orden del Legado de S i r i a , Vitelio, y, por
otro lado, fuera Pilato llamado a Roma, todo lo cual sucedió
en el año 36, después de la crucifixión de Jesús. Se dice
que, en la misma forma, cuando Santiago, hermano de
EL PROCESO DE JERUSALEN 127
Jesús, fue condenado a muerte por el Sanhedrín, en el año
62, por no haber cumplido con el procedimiento adecuado
y, a la vez, por no haber sometido la sentencia a
conocimiento del Prefecto que, en ese entonces no se
encontraba en Jerusalén, y estaba por llegar a Judea, fue
depuesto el Sumo Sacerdote de esa época.
Respecto al segundo hecho no existe duda alguna, en
tanto que, como sabemos, la llamada a Pilato desde Roma
se debió a las quejas que, tanto los samaritanos como los
sacerdotes judíos habían presentado ante el Emperador. Se
ignora las razones por las que Caifas fue depuesto, pero, sin
lugar a dudas no se debió al proceso de Jesús.
A nosotros se nos hace un poco difícil aceptar que
Judas Iscariote hubiera traicionado al Maestro por codicia.
que había seguido a Jesús espontáneamente, sin que hubiera
existido motivo alguno de resentimiento que lo hubiera
llevado a un acto como el narrado por los evangelistas. Por
otra parte, carece de sentido, como antes dijimos, que los
sacerdotes hubieran necesitado de Judas para identificar a
J e s ú s , cuando éste no sólo es que había actuado
públicamente en el lugar más concurrido de Jerusalén,
como eran los patios del Templo, sino que había discutido
con los saduceos y los fariseos ante la muchedumbre. No,
el papel de Judas no pudo haber sido el que nos lo señalan
los evangelistas. E l papel de Judas fue otro totalmente
diferente y que corresponde al momento en que sucedieron
los acontecimientos previos a la Pasión final de Cristo.
¿Qué es lo que necesitaban Anas, Caifas y más
interesados en la muerte de Jesús? Asegurar la acusación,
tanto sobre la seducción religiosa, como sobre la rebelión de
Jesús contra la Ley. Y para ello requerían de una acusación
en forma, acusación que, de acuerdo con el procedimiento
imperante dentro del pueblo judío, no podía provenir de los
propios miembros del T r i b u n a l , sino de afuera. Y aquí es
cuando actúa Judas. Convocado por Anas -de común acuerdo
con Caifas- Judas se sintió inquieto por un llamado tan
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insólito. No podía rehuir la cita; tenía que hacerle frente y
por eso se vio obligado a aceptar la invitación que se le
había hecho. ¿Qué sucedió en la entrevista? Probablemente
fue amenazado por el poderoso Anas, quien al acusar a
Jesús de seductor y revolucionario también le advirtió a
Judas que él y los demás seguidores inmediatos al Maestro,
serían condenados a muerte junto con Jesús por la misma
causa. Y esta amenaza no estaba fuera de lugar, y eso lo
sabía Judas. Y al preguntar, probablemente, la forma cómo
se podía librar de esa condena, Anas le dio la fórmula: que
actuara como "testigo de la acusación", de acuerdo con la
frase muy común en Estados Unidos de América, en donde
para condenar a unos cuantos malandrines, es suficiente
que uno de ellos se convierta en testigo "estrella" de la
fiscalía acusando a sus compañeros, con lo cual se libera de
la condena. Y ese fue el papel de Judas. Ante las amenazas
de Anas o de Caifas, se ofreció a servir de acusador,
suscribiendo la respectiva acta, con la cual y a tenía el Sumo
Sacerdote base suficiente para convocar al Tribunal y
asegurar la condena de Jesús.
E s indudable que no sólo le ofrecieron a Judas la
libertad y la vida si es que actuaba como denunciante de
Jesús sino que debieron haberle ofrecido dinero para que
salga de Jerusalén y se libre de la posible venganza de los
seguidores de Jesús. Y Judas debió aceptarlo y debió haber
salido de la ciudad y no como refiere Mateo ( X X V I I , 5) que
Judas lleno de remordimiento se ahorcó, luego de devolver
los 30 s i d o s de plata; o como lo dice Lucas en "Hechos de
los Apóstoles" ( I , 18), que Judas con el precio de la traición
compró "un campo con el premio de su iniquidad, y
cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron
todas sus entrañas". L a contradicción entre ambas versiones
es evidente, pese a que Giuseppe Ricciatti^ expresa que "las
dos relaciones parecen referirse a dos diversos momentos
de un hecho mismo: primero Judas se ahorcó; luego la
rama del árbol o la cuerda de que estaba suspendido
quebróse, acaso en virtud de sus convulsivas sacudidas, y
Vida de Jesucristo
EL PROCESO DE JERUSALEN 129
entonces el suicida se precipitó hacia abajo. E s lícito
suponer que el árbol estuviera al borde de algún barranco,
por lo que la caída produciría en el cuerpo del suicida la
consecuencia de que habla Lucas". Por supuesto, todo cabe
dentro del terreno de la conjetura, pero no dentro del
campo de la lógica, pues ya es hilar demasiado fino el que
se reúnan tales circunstancias, como la de que Judas, antes
de ahorcarse, busque un árbol que se encuentre el borde del
p r e c i p i c i o ; que escoja la rama que se e n c u e n t r a
precisamente, sobre el precipicio; que la rama se rompa y
que el ahorcado se destroce los intestinos.
Pero sea lo que fuere lo que sucedió con Judas, la
verdad es que el papel de éste no fue tan simple como nos
lo narran los evangelistas. Su papel fue fundamental dentro
del proceso religioso contra J e s ú s . S e g ú n el libro de
R a m i t i s ' ^ , obra psicografícada por H e r c i l i o Maes, que
pretende haber entrado en contacto con el espíritu de
Ramatís "conocido filósofo egipcio, en la época de Jesús",
que explicó la forma cómo fue juzgado y condenado el
Maestro, la actuación de Judas fue, como antes dijimos, la
de denunciante, habiendo suscrito la respectiva acta que
decía: "Declaro y confirmo que conviví y aún convivo con
Jesús de Nazareth, rabino galileo, jefe sedicioso del
movimiento de los "hombres del camino", que pretende
arrasar el Templo, tomar el poder de Israel, destruir a los
príncipes, sacerdotes y fariseos, acabar con el culto
mosaico, abrir las puertas de Jerusalén a los paganos de Tiro
y Sidón y expulsar a los romanos. Yo lo digo y confirmo
por mi voluntad y estado de espíritu que así es; Judas, hijo
de Simón Iscariote".
Los Procesos Religioso y Civil
Con esta acta en poder del Sumo Sacerdote fue
convocada de urgencia el S a n h e d r í n , es decir, los 23
miembros necesarios para el juzgamiento de Jesús, pero
éste, previamente fue llevado a presencia de Anas y de
El Sublime Peregrino
130 JORGE ZAVAU BAQUERIZO
Caifas, quienes le leyeron el acta de acusación, ante la cual
Jesús nada respondió. Estaba listo para el proceso religioso.
Siguiendo el texto de los Evangelios, Jesús entra ante
el Tribunal sabiendo que su condena a muerte es un hecho.
Tal vez por eso Jesús se mantuvo en silencio mientras los
testigos de cargo lo acusaban de una u otra manera. Los
miembros del Tribunal no se sienten muy conformes con la
actitud de Jesús, pues el silencio lo consideran una ofensa.
Lo grave radica en que los testigos no concordaban, por lo
que era necesario la confesión del acusado sobre los hechos
fundamentales constantes en la denuncia. De allí es que la
experiencia del Sumo Sacerdote se pone en juego para
obtener la tan ansiada confesión, que sería suficiente para
que los ofendidos miembros del S a n h e d r í n dicten la
sentencia de muerte.
Y comienza el álgido interrogatorio: "¿No vas a
responder nada a las acusaciones de los testigos?", inquiere
el Sumo Sacerdote, pero Jesús calla. Y vuelve sobre la carga:
"Responde: ¿Eres tú el Mesías?", y entonces se oye la voz
de Jesús: "Aun cuando os dijere, no me creeréis; y aunque
yo os preguntare, no me responderéis" (Lucas X I I I , 67-68).
E s curioso observar que, al igual que el caso de Sócrates, el
desafío del acusado a sus jueces i n c l i n a el ánimo de éstos
en contra del justiciable. Sus respuestas son ofensivas para
la calidad de los jueces. Y así se sentían los jueces de Jesús:
ofendidos por la dignidad de éste, por su necedad en no
responder, y cuando lo hacía era para echarles en cara la
parcialidad y la falta de c o m p r e n s i ó n a la causa que
juzgaban.
Y entonces el S u m o Sacerdote hace la pregunta
fundamental: "Dinos: ¿Tú eres el Hijo de Dios?". Y Jesús
contesta de manera indirecta: "Vosotros decís que lo soy".
E s suficiente; se ha obtenido la confesión del acusado. Ya
no se necesita que los testigos estén de acuerdo en sus
dichos. E l Tribunal estaba ya en capacidad de votar el
veredicto.
EL PROCESO DE JERUSALEN 131
Cuando se trataba de la sentencia de muerte, como
hemos explicado, el Tribunal debía esperar al día siguiente
para dictar la condena, pero en caso de urgencia se
consideraba que la noche era un día y que, al rasgar el alba
inmediata se consideraba el segundo día. Y así sucedió en el
proceso religioso de Jesús. Al amanecer se reúne el Gran
Sanhedrín, el cual escucha la relación de los testimonios de
cargo, previa la lectura del acta de acusación, y se refiere a
la confesión de Jesús, con todo lo cual el Tribunal confirma
lo hecho anteriormente y dicta la sentencia de muerte, la
cual necesariamente debía ser confirmado por el Prefecto
romano. De allí es que los miembros del Sanhedrín llevando
al reo encadenado, se trasladan hacia la Torre Antonia,
residencia temporal de Poncio Pilato, para que éste juzgue a
Jesús. Con los miembros del Tribunal va gente también del
pueblo atraída por la novedad del juzgamiento y por la
persona del justiciable.
Los evangelistas nos pintan a u n Pilato poco amante
de la violencia, proclive a la t e r n u r a y a la sensiblería.
Nada más lejos de la auténtica personalidad de Pilato. Filón
de Alejandría, citado por Keller^ nos dice del Prefecto
romano: " E r a cruel y tan duro de corazón que no conocía la
m i s e r i c o r d i a . E n su tiempo reinaban en Jerusalén el
soborno, el latrocinio, la opresión, la ejecución sin previo
proceso y u n a crueldad sin límites", agregando K e l l e r ,
líneas después: "Que Pilato odiaba a los judíos y los
despreciaba, fue cosa comprobada repetidas veces y de
forma indubitable". Por su parte Durant^ nos dice: " E r a
Poncio Pilato un sujeto de carácter duro que más tarde sería
llamado a R o m a , acusado de extorsión y crueldad y
depuesto de su cargo". L o que sucede es que el
comportamiento de Pilato en el juzgamiento de Jesús tuvo
como motivo el afán de negarles la razón a los sacerdotes
j u d í o s con los cuales, como hemos explicado, no se
encontraba en buenos t é r m i n o s . De allí la ansiedad de
Pilato de liberar a J e s ú s para vengarse del S a n h e d r í n ,
^ Y la Biblia Tenía Razón
6 BARRABÁS
132 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
haciendo todo lo posible para evitar que los indicados
saduceos satisfacieran sus deseos de matar a Jesús. Pero esa
posición de Pilato sólo se mantuvo hasta el momento en que
supo dos hechos fundamentales: a) que era galileo; y, b)
que había pretendido erigirse en Rey de Israel. Ante esos
hechos, su actitud frente al acusado varió, pues no creía que
ningún galileo fuera buena persona, ni tampoco admitía que
siendo él -Pilato- "Praefectus ludeae" nombrado por Roma,
alguien pudiera erigirse en Rey de los judíos, expulsando a
los romanos de Palestina.
Pero antes de entrar al examen del proceso civil -de
caprichosas características- oigamos al Prof. Marvin Noth,
citado por Keller^ que cuando inquiere sobre los motivos
que indujeron al Sanhedrín a condenar a muerte a Jesús,
responde: " L a esperanza que tenían los viejos profetas
judíos de un futuro Mesías rey se había convertido a través
del largo tiempo de dominación extranjera en una firme
esperanza de que llegaría un libertador de carácter político;
y cuando mayor era la irritación por estar sometido el país
al régimen romano, tanto más se iba fortaleciendo la idea
de un Mesías que alcanzaría la victoria sobre la potencia
extranjera. Desde ese punto de vista Jesús de Nazareth no
podía ser el esperado Mesías... Y si Jesús de Nazareth no
era el Mesías, el "Cristo", tenía que ser forzosamente un
impostor. Y si era un peligroso impostor tenía que ser
eliminado para la seguridad y la tranquilidad del culto de
Jerusalén. E l hecho de que Jesús, en el interrogatorio a que
fue sometido, se declarara el Mesías, lo cual, a tenor de las
palabras del Antiguo Testamento equivalía a Hijo de Dios,
era suficiente para condenarle como culpable de una
notoria ofensa a Dios".
No nos adherimos integralmente a esta opinión de
Noth, ya que si bien para algunos judíos el Mesías podía
presentarse como u n combatiente guerrero que por la
fuerza de las armas dominara a los romanos, estableciendo
el reino de Israel; para otros era impredecible la forma
Op. cit.
como se presentaría e! Mesías, el cual, dicho sea de paso,
no se lo considera como "Hijo de Dios", sino sólo como urí
enviado, un adelantado para que Dios establezca su reino
sobre la tierra. L a verdad es que los sacerdotes temían a
Jesús, no tanto porque se creyera un Mesías, sino por la
influencia que Jesús iba tomando sobre el pueblo judío, lo
que lo convertía en un peligro contra la casta sacerdotal,
pues lo que había dicho y hecho en los patios del Templo
era suficiente muestra de lo que podría hacer si es que
lograra asumir la dirección espiritual -aunque no política-
del pueblo judío.
Establecidas, pues, las causas de la condena de Jesús
en el proceso religioso, veamos c ó m o se desarrolló el
proceso civil. Los sacerdotes y fariseos llevaron a Jesús al
"lithostroton" o embaldosado (en arameo "gabbatha" altura)
de la Torre Antonia, en donde fue llamado el Prefecto
Poncio Pilato para escuchar la denuncia de los sacerdotes y
darle el aviso de haber sido condenado a muerte por el
Tribunal religioso. E l Prefecto, rodeado de lictores y más
subalternos recibe a Caifas y a su grupo e inquiere sobre los
motivos de la acusación que pesa sobre Jesús. Si bien es
cierto que la verdadera naturaleza de Pilato era la de un
hombre arrogante y cruel, no se debe extrañar que los
evangelistas lo pinten con colores diferentes a los naturales,
pues es necesario comprender cabalmente la difícil
situación en que se encontraba el representante de Roma
en los momentos en que le presentan a Jesús para su
juzgamiento final. No olvidemos que, a no dudario, en el
momento en que debe decidir sobre la vida o la muerte de
un judío, ya había recibido la amonestación de Vitelio en
relación con la matanza de los samaritanos, y también
estaba consciente Pilato que aquél no iba a dejar el asunto
reducido a una simple amonestación, sino que, además, iba
a poner en conocimiento de Roma el precipitado y cruel
proceder de Pilato. Y éste no andaba descaminado en sus
apreciaciones pues, como se sabe, a fines del año 36, del
mismo año en que juzgó a Jesús, tuvo que ir a Roma para
explicar su conducta. Su posición frente a Jesús, era de lo
más delicada. Si Jesús, como Pilato creía, era una víctima
134 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
EL PROCESO DE JERUSALEN 135

de los magistrados judíos, debía ser inocente; pero si lo

evitar que Pilato tenga base para condenarlo. Como el
ponía en libertad podía ser acusado de haber sobreseído a un
Mesías respondiera que tenía u n reino, u n reino que no
posible revolucionario, lo que perjudicaría aún más su
estaba fincado en la tierra, Pilato -según Juan- le pregunta:
posición en Roma; pero si lo condenaba a muerte, y luego,
"¿Eres, pues. Rey?". Respondiendo el acusado: "Tú dices que
en Roma, se demostraba su inocencia, también su posición
soy Rey. Yo para esto nací, y a este intento vine al mundo,
empeoraría. De allí es que la conducta de Pilato fue de lo
para dar testimonio a la verdad. Todo aquél que es de la
más dubitativa, muy ajena a su verdadero carácter de
verdad oye mi voz". Cuando Pilato escuchó esta respuesta
hombre acostumbrado a ejercer el poder con soberbia.
llegó a la conclusión que nada tenía que hacer con el preso
de los sacerdotes y luego de comentar para sí que no sabía
De acuerdo con las normas imperantes, el acusado, lo que era la verdad, regresa donde los acusadores y les
por orden de Pilato, fue separado de sus custodios e declara paladinamente que no encuentra en la conducta del
ingresado en el interior. Hecho esto Caifas acusa a Jesús de acusado delito alguno.
sedicioso, pues había instado al pueblo a la revolución y,
además, porque había afirmado que era "Cristo, el Rey de
S e g ú n el Evangelio de Lucas ( X X I I I , 5 y sgs.), una
los Judíos". De esta manera. Caifas presenta el caso en sus
vez que Pilato declaró que no encontraba justificada la
dos aspectos: por un lado, el religioso, cuando lo presenta
acusación, los sacerdotes le indicaron que su papel de
como el Mesías falso; y, por otro lado, el político, cuando lo
sedicioso se extendía por toda Palestina y que desde Galilea
presenta como revolucionario, opositor de los romanos.
había llegado a Jerusalén haciendo sus prédicas sediciosas.
Pilato, no muy convencido por lo afirmado por los
Al escuchar Pilato que Jesús era galileo, se apresura a
sacerdotes, se acerca a Jesús y le pregunta s i , en efecto, es
interrogar s i , en verdad, era oriundo de dicha región y al
el Rey de los J u d í o s , y Jesús responde: "Tú lo dices"
serle confirmada la noticia resolvió someter al acusado a la
(Marcos XV, 2; Mateo X X V I I , 1 1 ; L u c a s X X I I I , 3 ) . De
potestad de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, quien se
acuerdo con la versión de Juan ( X V I I I , 33-38) los hechos
encontraba, con motivo de las P ascu as, de paso por
sucedieron ligeramente de otro modo. Cuando Pilato le
Jerusalén. Pensamos que esta actitud del Prefecto romano
pregunta a Jesús si era el Rey de los Judíos, la respuesta del
tuvo más que un fin de confundir a los saduceos o un afán
acusado fue: "¿Dices esto de ti mismo, o te lo han dicho
de regular el procedimiento, el de librarse del problema,
otros de mí?", por lo que insiste el Prefecto, ya en tono
pues, como es sabido, Pilato tenía competencia para juzgar
severo: "¿Acaso soy yo judío? T u misma nación y los jefes
toda clase de delitos, cualquiera que fuera el lugar en donde
de los sacerdotes te han entregado a mí: ¿Que hicisteis?". A
se cometiera: si en Judea, en Samaria o en Galilea.
esta pregunta Jesús exclama, más como mensaje hacia el
futuro que como respuesta al juez "Mi reino no es de este
mundo: si de este mundo fuera mi r e i n o , entonces Llegado J e s ú s ante Herodes Antipas, quien tenía
pelearían mis servidores para que yo no fuese entregado a interés en conocer a aquél, de quien le habían hablado
los judíos: ahora empero mi reino no es de a q u f . E n esta como el sucesor del B a u t i s t a , mucho se decepcionó el
respuesta se hace presente la defensa velada de Jesús frente tretarca cuando Jesús se negó a responder a sus preguntas,
a la acusación de los sacerdotes. No pretende el reino de la pese a que los sacerdotes repetían las acusaciones que
tierra; su reino no tiene puestas sus bases sobre este mundo, contra el Mesías habían hecho ante Pilato. Como Jesús se
por lo que los sacerdotes deben sentirse tranquilos y más abstuviera de defenderse, Herodes lo trató despectivamente
tranquilos aún los romanos. Pero Jesús, con toda habilidad y lo hizo objeto de sus burlas a extremos de vestirlo con
lleva la acusación, una vez más, al terreno religioso, para "una ropa esplendorosa" y así lo regresó adonde el Prefecto
romano.
136 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
Pilato había tomado una resolución intermedia: no
mataría a Jesús para no darles gusto a los sacerdotes, pero
no lo liberaría sin imponer una pena, porque tal conducta
podría ser censurada por los poderes superiores, pues si lo
denunciaban de que había llegado ante él un individuo
pasible de pena y no se la había impuesto, se quebrantaba el
principio de autoridad, de lo cual eran tan celosos los
romanos. Y por eso, siempre según Lucas, Pilato se acercó
hasta donde estaban los sacerdotes, "los magistrados del
pueblo" y les dijo: "Vosotros me habéis traído a este
hombre, como pervertidor del pueblo; y he aquí que yo,
habiéndolo examinado delante de vosotros, no he hallado a
este hombre culpa alguna de aquellas de que lo acusáis; ni
Herodes tampoco; porque él lo ha vuelto a enviar a
nosotros, y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha sido
cometida por él. Por tanto, lo castigaré y lo soltaré porque
necesidad había de soltarles algún preso en cada fiesta". Se
acoge, pues, Pilato -para guardarse las espaldas de posibles
acusaciones en su contra en Roma- de una costumbre
arraigada en el pueblo judío en relación con la libertad de
u n detenido como homenaje a las fiestas de Pascuas, y
Pilato lo selecciona a Jesús, quien después de sufrir la pena
de flagelación debía ser liberado. Pero el pueblo, según se
dice instigado por los sacerdotes, rechaza la propuesta de
Pilato y pide que no suelte a Jesús, sino a Barrabás al
revolucionario acusado de homicidio y de rebeldía. ¿Prefirió
el pueblo espontáneamente a un posible líder revolucionario
que había demostrado su valentía frente a los romanos que
a un pacífico predicador que se hacía llamar el Mesías y
que no se había mostrado como un verdadero judío al
someterse p a c í f i c a m e n t e al Emperador? Mucho nos
tememos que esa elección entre Jesús y Barrabás no fue
motivada sólo por instigación de los saduceos, a quienes
tampoco les brindaba confianza alguna Barrabás por sus
antecedentes revolucionarios, sino por el ambiente de lucha
que rodeaba a toda Palestina debido al humillante dominio
de los romanos. Tanto es así que pese a que Pilato insistía
en liberar a J e s ú s , el pueblo gritaba que se liberase a
Barrabás y que se crucificara a Jesús. Y luego de vencer su
resistencia interna, Pilato accedió al pedido del pueblo y
Barrabás vio, con toda sorpresa, abiertas las puertas de su
prisión, en tanto que conocía que, en lugar de él, iría al
patíbulo un galileo llamado Jesús.
•• •> A nosotros se nos hace increíble que Pilato, dado su
carácter, su soberbia y su origen, hubiera, en primer lugar,
accedido al pedido de los judíos que suelte al delincuente
que el pueblo escogía en lugar del que Pilato había
seleccionado, es decir, a Jesús. Y en segundo lugar, que, en
el supuesto caso que hubiera accedido al pedido del pueblo
para que suelte a otra persona distinta de Jesús, hubiera
admitido que esa otra persona fuese Barrabás (Barabba, en
arameo "hijo del padre"), acusado de haberse alzado en
rebeldía contra las armas romanas y haber asesinado a más
de un soldado romano. S e g ú n el Premio Nobel de
L i t e r a t u r a , Par L a g e r k v i s t ^ , el citado Barrabás "era un
mocetón de unos treinta años, robusto, de pálida tez, barba
rojiza y cabellos negros. Las cejas eran también negras; los
ojos se hundían en las órbitas como si la mirada hubiese
querido esconderse. Bajo uno de los ojos corría una
profunda c i c a t r i z , que desaparecía en la barba". Este
hombre, rebelde, según unos; ladrón, según otros, no podía
haber obtenido su libertad al solo pedido de la multitud que
proclamaba y aclamaba su nombre.
Aún más, tanto el hecho de que Barrabás hubiera sido
galileo y pedido por el pueblo, no hace posible que Pilato
hubiera accedido a la petición popular. Si el pueblo no
aceptaba a Jesús para el canje, podía haber seleccionado a
cualquier otro que no hubiera tenido los antecedentes
genealógicos y delictivos que exhibía Barrabás, acusado,
como hemos dicho, particularmente como uno de los
activistas de la rebelión inmediata anterior que había sido
delegada, en la cual no sólo habían muerto judíos y galileos,
sino también soldados romanos.
Una vez dictada la sentencia de muerte, Pilato, según
Mateo (XXVn,24-25) "tomó agua y lavóse las manos en
Op. cit.
138 JORGE UVALA BAQUERIZO
presencia del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de l a
sangre de este justo: vereislo vosotros. Y todo el pueblo
respondiendo dijo: Recaiga su sangre sobre nosotros y sobre
nuestros hijos". E r a una a u t o m a l d i c i ó n que, según el
evangelista citado, se hacía el "pueblo" judío, no sólo para la
presente generación sino para las futuras. Y valga sobre este
punto algunas observaciones por la repercusión que, a lo
largo de la Historia, ha tenido esta supuesta automaldición.
Pero previamente debemos decir que no creemos en
aquella afirmación de que Pilato se lavó las manos como
u n a f o r m a s i m b ó l i c a de demostrar que no t e n í a
participación alguna en la muerte de Jesús, pues tal hecho
jamás debió haber sucedido desde el momento que aquel
"lavado de manos" era una costumbre judía, a la cual no se
hubiese sometido el prefecto romano. Nos parece que ese
pasaje no es más que u n a interpolación muy posterior
hecha en beneficio de las comunidades cristianas allende
de Palestina.
Obsérvese que cuando se refieren los evangelistas a la
actuación del pueblo judío en el juzgamiento civil de Jesús,
expresan que dicho pueblo actuaba instigado o seducido por
los sacerdotes, príncipes del Templo, o magistrados judíos;
pero cuando se trata de la maldición que se lanzan contra
ellos, los judíos presentes y los por venir, no expresaron que
esa maldición también fue instigada por los saduceos y más
miembros del Templo, sino por el "pueblo" en general.
No han faltado autores "cristianos" o no cristianos que
han tratado de ver en esa maldición a la que se refieren los
Evangelios, uno de los motivos de la persecución de los
judíos a través de las épocas. T a l afirmación, como es fácil
comprender, carece de todo fundamento, y a que los judíos
ya eran perseguidos mucho antes del advenimiento de Jesús
y, por ende, de la supuesta maldición de nuestra referencia.
Ricciotti^ nos dice: " E l augurio fue expresado concordemente
por los guías espirituales del judaismo y por una amplia
K E L L E R , Op. cit.
EL PROCESO DE JERUSALEN 139
representación del Pueblo de Jerusalén. Por tanto,
c o n s t i t u í a u n a r e p r e s e n t a t i v a vox pópuli, u n voto
estrictamente oficial que resumía tanto los deseos de la
cabeza como de los miembros, del Sanhedrín como del
pueblo. Y el augurio o voto se dirigía, no ciertamente al
procurador romano, sino a un juez mucho más alto, a aquel
juez tantas veces invocado en las sagradas Escrituras de
I s r a e l , ú n i c o que podía hacer que aquella sangre en
discusión cayese sobre la cabeza de los lejanos hijos. Sólo
aquel supremo juez podía transformar la vox pópuli en vox
Dei, acogiendo aquel voto y mostrándolo cumplido en la
historia. S i todo esto realmente ha sucedido o no, el
historiador moderno puede averiguarlo ateniéndose a la
historia, y no sólo a la antigua, sino a la moderna". E n
definitiva, todos los m a r t i r i o s , persecuciones, matanzas,
discriminaciones, etc., que, a lo largo de los tiempos ha
sufrido, y sigue sufriendo, el pueblo j u d í o se debe
exclusivamente a esa automaldición que, al momento de
ser condenado J e s ú s , se lanzaron los judíos contra sí y
contra las generaciones que estaban por llegar. Pero
obsérvese también que para el escritor italiano fue el
"pueblo" el que acompañó a la dirigencia sacerdotal en la
maldición, cuando antes, dicho autor había expresado que
quienes pedían la crucifixión de Jesús eran los saduceos, los
mismos que instigaban a sus servidores a que reclamen la
vida de J e s ú s . ¡Con esas contradicciones no se escribe la
historia: se deforma la Historia!
Por su parte, Schonfíeld^*^ dice sobre el tema que
estamos tratando: " L a calumnia de que el pueblo judío fuera
responsable de l a muerte de Jesús ha sido un fraude
antisemítico perpetrado por la Iglesia cuando se paganizó, y
u n a c a u s a d i r e c t a de i n d e c i b l e s sufrimientos y
persecuciones infligidos a los judíos a lo largo de los siglos.
Las recientes cualifícaciones de la Iglesia de Roma sobre el
tema del "deicidio" j u d í o han llegado demasiado tarde y
constituyen un retractación totalmente inadecuada. Pero la
Iglesia tiene evidentemente un difícil problema, porque sólo
10 Op.cii.

puede anular plenamente el estigma si abandona la doctrina
de la veracidad de sus enseñanzas y documentos". Y a
r e n g l ó n seguido el autor citado hace una dramática
afirmación "Sin embargo, la tradición evangélica más
antigua testimonia contra la Iglesia. Jesús no dijo nunca que
caería en manos del pueblo judío; dijo que caería en manos
de los príncipes, de los sacerdotes, de los ancianos y de los
escribas...". ^ ;
Y lo dicho por Schonfield es absolutamente cierto.
Tanto en lo que se refiere a la consecuencia del supuesto <
"deicidio" como con relación a que de esa manera se ha
tratado por parte de l a Iglesia de Roma, de extraer a Jesús
de su verdadero origen: si nació en Belén, como se afirma,
fue u n judío de Judea; si nació en Nazareth, fue judío de :
Galilea. Por ende, si Jesús j a m á s pretendió fundar una
Iglesia, si jamás pensó en otro Templo que no fuera el de
Jehová, tanto que se indignó cuando consideró que los
mercaderes lo estaban profanando, ¿cómo se lo puede mirar
extraño a su medio, a su tierra, a sus costumbres, a su
religión? Sólo cuando l a Iglesia se paganizó, como dice
Schonfield, es que Jesús perdió su dimensión como hijo de
Palestina, como judío religioso fiel a la Tora. L a verdad es :
que esa relación evangelista ha sido el punto básico para el
desarrollo del antisemitismo por todo el mundo en nuestra
era. L a acusación de deicida hecha a todo el pueblo judío i
desde la época de Jesús se ha mantenido hasta este siglo y
fue objeto de un estudio especial por parte del Vaticano I I ,
como lo observaremos al finalizar l a relación de la Pasión
de Cristo.
De acuerdo con el procedimiento vigente, antes de la
crucifixión era necesario flagelar al condenado, y así se
procedió en el caso de J e s ú s , el cual fue desnudado y
amarrado a un poste, en donde fue azotado "hasta que l a
sangre manaba de las heridas"^^ De inmediato se procedió
a dar cumplimiento de la sentencia, para lo cual fue
trasladado el acusado cargando su propia cruz -luego de
Jesús vivió y murió en Cachemira
EL PROCESO DE JERUSALEN
141
haber tejido una corona de espinas y puéstole una caña en
las manos, como símbolos burlescos del reinado al que se
había referido J e s ú s - hacia la ciudad con dirección al
Gólgota.
Al salir de la ciudad, dice Mateo, que S i m ó n el
Cireneo fue obligado a ayudar a Jesús a cargar la cruz hasta
el lugar en donde debía ser crucificado. Según unos, fue
asegurado en la cruz mediante clavos que se insertaron en
las manos y en los pies. S e g ú n otros, tal hecho no podía
haber sucedido, pues los tejidos de las manos no son lo
suficientemente fuertes como para sostener el cuerpo de
una persona crucificada y, por ende, los clavos debían
haber sido insertados a la altura de las muñecas.
E l hecho es que Jesús fue unido fuertemente a su cruz
y ésta levantada entre otras dos cruces que sostenían a los
dos malhechores también condenados a muerte: Dimas y
Gestas. L a hora de la crucifixión: la hora sexta, esto es, las
doce de la mañana. Hora de la muerte: la hora nona, es
decir las tres de la tarde, o, como se dice actualmente, las
quince horas. Lo que significa que Jesús murió en un lapso
de tres horas, lo cual es extraordinario, si se piensa que, por
lo general, los crucificados demoraban hasta dos días en
expirar. Esta circunstancia extraordinaria es que ha hecho
pensar a algunos autores que Jesús realmente no murió a las
tres horas de haber sido crucificado, sino que se encontraba
sumergido en un gran sopor provocado por una bebida que
tomó cuando el romano le mojó los labios en la cruz. Por lo
tanto, se dice, que cuando bajaron a Jesús aún estaba vivo,
pese a que la herida que le había hecho el centurión
romano con su lanza a la altura del corazón, había
provocado una lesión fatal.
Para ahorrar sufrimientos al condenado en la cruz, se
acostumbraba a utilizar el método el "crurifragium", esto es,
mediante certeros garrotazos le rompían las articulaciones
inferiores, lo que impedía que el crucificado pudiera
descansar sus pies sobre el "sedil" o pequeña base de
madera que se ponía para sostén de los pies del condenado.
142 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
Rotas las articulaciones inferiores, ya no podían asentar sus
pies sobre el "sedil", por lo cual se aceleraba la muerte por
insuficiencia cardiaca. K e l l e r ^ ^ ^os dice que "las
investigaciones realizadas en estos últimos años en Colonia
han tratado de dar una contestación a esta pregunta desde el
punto de vista médico. E n una persona colgada por ambas
manos la sangre se acumula muy rápidamente en la mitad
inferior del cuerpo. Al cabo de 6 a 12 minutos la presión
arterial cae a la mitad y el número de pulsaciones aumenta
el doble. L a sangre llega al c o r a z ó n en cantidad
insuficiente. L a consecuencia de esto es la pérdida del
conocimiento. Como consecuencia de la in suf ic ien t e
irrigación del cerebro y del corazón, se llega pronto a u n
colapso artostático. L a muerte por crucifixión es, por tanto,
debido a un colapso cardiaco". F u e , pues, por insuficiencia
cardíaca que murió Jesús.
Atendiendo a lo expuesto por Keller río se explica que
Jesús hubiera muerto a las tres horas. Pero se puede decir
que cuando las piernas descansan sobre el "sedil" la sangre
vuelve a la parte alta del cuerpo y , por ende, el colapso
desaparece. Y eso debió haber sucedido con Jesús, pues se
asegura que su muerte no provino sino después de tres horas
de haber sido crucificado.
S i n embargo existe un documento que hace pensar
que cuando Jesús fue dejado de la cruz no estaba muerto,
sino sólo desmayado. E n efecto, el 29 de febrero de 1959
K u r t B e r n a , escritor c a t ó l i c o , secretario del Instituto
Alemán de Investigaciones del Santo Sudario, de Stuttgart,
Alemania Federal, luego de que dicho organismo hiciera un
estudio científico sobre el citado Sudario, dirigió una carta
al Papa Juan X X I I I , pidiéndole que formara una comisión
de técnicos y peritos de diverso origen y especialización,
incluyendo m é d i c o s , p a r a que r e a l i c e n u n estudio
exhaustivo del lienzo de Turín, a fin de dar por concluida la
larga polémica que se había originado con motivo de la
publicación de los libros de Berna en donde se afirmaba que
Jesús y la Estafa de Cachemira
EL PROCESO DE JERUSALEN 143
Jesús no había muerto en la c r u z . L a citada carta, en la
parte que nos interesa, dice: "Ha sido probado sin duda
alguna que J e s u c r i s t o , después de la crucifixión y de
habérsele quitado la corona de espinas de la cabeza fue
depositado en este l i e n z o . . . De acuerdo con la prueba
existente se ha establecido además que el cuerpo de la
persona crucificada fue envuelto en este lienzo y dejado en
él durante algún tiempo. Desde el punto de vista médico ha
sido probado que no se trataba de un cuerpo muerto, debido
a que se ha podido comprobar u n movimiento libre del
corazón en aquellos momentos. L a existencia del fluido de
sangre, su posición y su naturaleza, tal como se ha podido
h a l l a r en la S á b a n a S a n t a , aporta una clara prueba
científica y médica de que la llamada ejecución legalmente
no fue completa. De acuerdo con este descubrimiento, las
e n s e ñ a n z a s actuales y pasadas del c r i s t i a n i s m o son
incorrectas...". E l Vaticano, con fecha 13 de julio de 1959,
"declinó acceder" a los deseos manifestados por Berna en su
carta.
Tanto la carta, como la contestación a la misma, se
encuentran publicadas en el p o l é m i c o y sensacionalista
libro de Andreas Faber-Kaiser^^ el que, si bien no merece
credibilidad en cuanto a los hechos que narra en su libro,
no todo lo que dice está descaminado, y aunque lo estuviera,
quedaría como ú n i c o auténtico tanto el texto de la carta
como la respuesta. S i n embargo, en la réplica al citado
libro, hecha por J u a n Barceló Roldán^^^, que tiende a
desprestigiar las informaciones, comentarios y
conclusiones que entrega Faber-Kaiser, nos asombra que
cuando se refiere a la Sábana Santa afirma: "Insisto en que
para m í la historia del lienzo de Turín pertenece, sin más,
al ámbito de la leyenda. E l cristianismo debe apoyarse en
la Palabra revelada de Dios; en la Biblia; no en reliquias,
más propias de religiones paganas, que del genuino
c r i s t i a n i s m o . . . " . P a r a un tan fanático cristiano, mejor
dicho, católico, la afirmación precedente asombra cuando,
Op. cit.
Op. cit.
144 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
precisamente, es en la Catedral de Turín en donde se
encuentra esa "reliquia", a la cual se refiere con tanto
irrespeto el autor de marras. .,. , estado junto a ellos durante algún tiempo.
Schonfield^^ también sostiene que cuando Jesús fue
bajado de la cruz no había muerto, sino que estaba drogado,
ya que, en el momento en que pasaron la esponja por su
labios, dicha esponja contenía un brebaje que causó de
inmediato efecto de hacer perder el sentido a Jesús, quien
tomó la apariencia de haber muerto. Todo lo dicho, según el
citado autor, como una de las partes del complot que Jesús
había preparado para hacer que en su persona coincidieran
las profecías del Antiguo Testamento. Si lo expuesto a lo
largo de las páginas del libro de Schonfield es cierto
debemos llegar a la conclusión que la pena de muerte no
fue ejecutada y que la "resurrección" de Jesús no fue
efectiva, sino que fue una reanimación, luego de haber
sufrido un temporal desvanecimiento debido al efecto de
alguna droga.
Nosotros hemos sintetizado en las páginas anteriores
lo que fue el proceso de Jesús, según todos los evangelistas.
Sin embargo, es necesario que pongamos nuestra atención
en cada una de ellas, para poder apreciar las diversas
formas cómo se relataron los hechos del juzgamiento, a fin
de comentar las partes más destacadas de dichas relaciones.
Mateo ( X X V I , 56) y Marcos ( X I V , 50) hacen hincapié
especial en que Jesús fue abandonado por sus discípulos una
vez que aquél había sido aprehendido. Sobre este punto es
necesario hacer alguna que otra reflexión. Si la acusación a
Jesús fue por seductor además de alborotador del pueblo tal
acusación también debía haber sido contra sus más
cercanos colaboradores o d i s c í p u l o s , ya que es fácil
comprender que ningún rebelde que alborota al pueblo no
hace prosélitos, con mayor razón si Jesús había entrado en
Jerusalén con gran b u l l i c i o , siendo aclamado como el
Mesías, Rey de Israel, y había estado en el Templo con
La Pena, Tomo I
EL PROCESO DE JERUSALEN
145
todos y cada uno de los dichos discípulos, a quienes, como
es obvio. Judas Iscariote conocía perfectamente por haber
De acuerdo con el Evangelio de Mateo (XXVI, 57) una
vez prendido Jesús fue llevado directamente ante Caifas,
quien era el Sumo Sacerdote en esos momentos, donde ya
estaban reunidos "los escribas y los ancianos", esto es, que
se debe entender que cuando se dio la orden de aprehensión
contra Jesús, el Sumo Sacerdote, al mismo tiempo había
convocado al Sanhedrín. Marcos (XIV, 53) repite lo dicho
por Mateo, haciendo constar que cuando llegó Jesús ya
estaban reunidos los "sumos sacerdotes, y los ancianos y los
escribas". Por su parte Lucas ( X X I I , 54) afirma que una vez
que fue aprehendido Jesús fue llevado a "la casa del Sumo
Sacerdote", sin nombrarlo, debiendo presumirse que era
Caifas. S i n embargo, en el Evangelio de Juan ( X V I I I , 13) se
lee que Jesús fue llevado primero a la casa de Anas, pues
era suegro de Caifas, el Sumo Sacerdote de aquel año". E s ,
pues, Juan el único que asegura que Jesús fue llevado
primero ante Anas, lo que hace decir a Ricciotti^^ que eso
debía haber sido porque entre la casa de Anas y la de Caifas
sólo existía un patio de por medio, sin que nos indique la
fuente histórica que lo lleva a tal presunción.
E s importante destacar que Marcos (XIV, 2) hace
presente que "los sumos sacerdotes y los escribas buscaban
cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían:
durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo".
Esta afirmación no se la encuentra en ningún otro de los
evangelistas, pero es muy significativo que se desdoble la
expresión entre el temor de aprehender a Jesús y el temor
a matar a Jesús. Consecuente con lo primero, esto es, la
aprehensión de Jesús, es que tal acto se realiza al iniciarse
la noche del Jueves de la Semana de Pasión, acción
clandestina que no permite a los habitantes de Jerusalén y a
los peregrinos reunidos en la ciudad con motivo de su fiesta
pascual darse cuenta de la aprehensión de quien había
Derecho Penal Romano
 148 JORGE ZAVALA BAQUERÍZO
judíos que asistían a la fiesta pascual en defensa de Jesús, o
si es que no debía temerse tal reacción. Por ello es que,
además de preguntar sobre los discípulos Anas interroga
sobre la doctrina de J e s ú s ; quiere saber cuál es la
orientación de la misma: si religiosa, si política; o si ambas
a l a vez. Pero Jesús no responde como Anas hubiera
deseado, es decir, no le entrega referencia alguna ni en
relación con los discípulos, ni en relación con la doctrina. Y
evade la respuesta apelando a los testigos de sus actos y
palabras, a quienes convoca para que sean los que contesten
a las preguntas de Anas.
Se debe entender que Anas estaba solo mientras
interrogaba a Jesús y por tal motivo es que "lo envió atado
t"'
al Sumo Sacerdote Caifas", sin que relate lo que sucedió
ante el Sumo Sacerdote, pues la versión de Juan se salta
inmediatamente a r e f e r i r el desarrollo del proceso
celebrado ante Pilato.
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Mateo refiere ( X X V I , 60-66) que buscando a los
testigos que depusieron contra Jesús, "al fin se presentaron
dos, que dijeron: Este dijo: Yo puedo destruir al Santuario de
Dios, y en tres días edificarlo. Entonces, se levantó el Sumo
Sacerdote y le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué es lo que
éstos atestiguan contra ti? Pero Jesús seguía callado. E l
Sumo Sacerdote le dijo: Yo te conjuro por Dios vivo que nos
digas si tú eres el Cristo el Hijo de Dios. Dícele Jesús: S i , tú
lo has dicho. Y Yo os declaró que a partir de ahora veréis al
hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre
las nubes del cielo. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus
vestidos y dijo: ¡Has blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos
ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia ¿Qué os parece?
Respondieron ellos diciendo: es reo de muerte".
Por su parte Marcos (XIV, 57-64) repite la versión de
Mateo, con la diferencia que cuando el Sumo Sacerdote se
paró a preguntar a Jesús lo hizo diciéndole. "¿Eres tú el
Cristo, el Hijo del Bendito?", y no como dice Mateo: "Eres
el Cristo, el Hijo de Dios".
EL PROCESO DE JERUSALEN 149
E s de observar que en los evangelistas antes citados,
Jesús se reconoce como de rango divino al aceptar que era
el Hijo de Dios o el Hijo del Bendito, y no sólo hace tal
reconocimiento sino que amenaza que a partir de ese
momento lo verán sentado "a la diestra del Poder", es decir,
de Dios. Y tales afirmaciones no debían menos qué
conmover a los miembros del Sanhedrín, pues todos ellos
no podían admitir religión alguna que no fuera la que
acepta a un solo Dios, y no dos Dioses, ni habían pensado
jamás que Dios pudiera tener Hijo que lo represente en la
tierra a donde había sido enviado para morir.
Ahora b i e n , ¿constituía lo dicho por Jesús una
"blasfemia" en el sentido de esta palabra, es decir, injuria
dirigida a Dios y a cualquier divinidad? A primera vista no lo
era, pero si es considerada la mentalidad de quienes
juzgaban a Jesús, era indudable que se trataba de un insulto
a Dios afirmar que Jesús era hijo de éste y que tendría los
mismos poderes de la divinidad. Desde ese punto de vista,
ya el juzgamiento de Jesús no sólo se lo hacía como
seductor, es decir, como el que predicaba sobre nuevas
divinidades tratando de que el pueblo se acerque a éstas y
deje sus antiguas creencias sino que, además, era un
blasfemo por el hecho de asegurarse el rango divino como
Hijo de Dios.
• Lucas se aparta de las versiones dadas por Mateo y
Marcos. E n primer lugar afirma aquél que "en cuanto se
hizo de día" es que se reunió el Sanhedrín, es decir, " E l
Consejo de Ancianos del Pueblo, sumos sacerdotes y
escribas" ( X X I I , 6 6 ) . Nos parece que no concuerda la
versión de Lucas con el procedimiento que se seguía en la
época del proceso de Jesús, pues si recién se reunían los
miembros del Sanhedrín en la mañana del Viernes de la
Pasión y dictaban un veredicto de culpabilidad, no hubieran
podido reunirse al día siguiente, sábado, a dictar la
sentencia condenatoria y proceder a l a inmediata muerte
del condenado pues, como se sabe, el sábado no era un día
aceptable para juzgar y menos para matar.
150 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
Luego Lucas expresa ( X X I I , 67-71) que "le dijeron: Si
tú eres Cristo dínoslo. E l respondió: Si os lo digo, no me
creeréis. Si os pregunto, no me responderéis. De ahora en
adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del
poder de Dios. Dijeron todos: Entonces ¿tú eres el Hijo de
Dios? E l les dijo: Vosotros lo decís: Yo soy. Dijeron ellos:
¿qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros
mismos lo hemos oído de su propia boca?" Obsérvese que
Lucas no hace referencia alguna a la condena a muerte de
Jesús. Se debe dar por entendido que una vez que Jesús
reconoció que era el Hijo de Dios, y que el Sumo Sacerdote
dejó constancia de la confesión del Mesías, el Sanhedrín
dictó la sentencia condenatoria, pues afirma L u c a s que
inmediatamente lo llevaron ante Pilato, quien era, como se
sabe, el que debía confirmar o revocar dicha sentencia.
Mateo ( X X V I I , 1) expresa: "Llegada la mañana, todos
los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron
consejo contra Jesús para darle muerte". Por su parte
Marcos (XV, 1) dice que "pronto, al amanecer, prepararon
una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los
escribas Y todo el Sanhedrín, y después de haber atacado a
Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato". También este
evangelista hace hincapié en el hecho de que al llegar la
mañana es que se vuelve a reunir "para darle muerte" a
Jesús, esto es, para dictar la sentencia condenatoria, pues
en la noche del jueves se había dictado el veredicto de
culpabilidad. Se complementa lo dicho por los evangelistas
Mateo y Marcos con el procedimiento vigente en la época
del juzgamiento de J e s ú s . Como el Sanhedrín se había
reunido en la noche del jueves, en cuya reunión se había
dictado el veredicto de culpabilidad, se entendía como un
nuevo día la madrugada del viernes y, por ende estaban en
capacidad de dictar la sentencia condenatoria por la que se
imponía la pena de muerte a Jesús. Pensamos, pues, que la
versión de los dos citados evangelistas es la válida frente a
lo afirmado por Lucas y a cuya versión nos hemos referido
anteriormente.
EL PROCESO DE JERUSALEN 151
E n el juzgamiento ante Pilato, las relaciones que
hacen Mateo y Marcos son parecidas, en cambio que las
versiones de Lucas y Juan son diferentes, como veremos de
inmediato.
"Jesús compareció ante el procurador -dice Mateo
( X X V I I , 11-18) y el procurador le preguntó: ¿Eres tú el rey
de los judíos? Respondió Jesús: Sí, tú lo dices. Y, mientras
los Sumos Sacerdotes y los ancianos le acusaban, no
respondió nada. E ntonces le dice Pilato. ¿No oyes de
cuantas cosas te acusan? Pero él a nada respondió, de suerte
que el procurador estaba muy sorprendido. Cada fiesta el
procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso,
al que quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso,
llamado Barrabás. Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo
Pilato: "¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús,
el llamado Cristo?, pues sabía que le habían entregado por
envidia... Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron
persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la
muerte de Jesús. Y cuando el procurador les dijo: ¿A cuál de
los dos queréis que os suelte? respondieron: ¡A Barrabás!
Díceles Pilato: ¿Y qué voy a hacer con Jesús, el llamado
Cristo? Y todos a una. ¡Sea crucificado! Pero ¿Qué mal ha
hecho?, preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con
más fuerza: ¡Sea crucificado! Entonces Pilato, viendo que
nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto,
tomó agua y se lavó las manos, delante de la gente
diciendo. Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros
veréis. Y todo el pueblo respondió: S u sangre sobre nosotros
y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarle, se los entregó para que fuera
crucificado".
L a versión de Marcos (XV, 1-15), siendo parecida en
términos generales, defiere con la anterior en dos puntos
principales. E n p r i m e r lugar hace referencia particular a
Barrabás, cuando expresa que "estaba encarcelado con
aquellos sediciosos que en el motín había cometido un
asesinato". E s t a referencia singular de Marcos tiene por
finalidad destacar la injusticia del pueblo que prefería que
152 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
se soltara a un asesino rebelde y no a un pacífico hombre
que n i n g ú n daño había hecho a la comunidad. Por otra
parte, Marcos omite el pasaje del supuesto lavatorio de
manos de Pilato, costumbre judía ésta que no encaja en un
romano de la condición social y política de Prefecto
romano. Pero, además, Marcos tampoco hace referencia a
la supuesta declaración de inocencia que hacía Pilato
mientras se lavaba las manos. Estas dos omisiones son muy
significativas, pues siendo Marcos un seguidor de Mateo,
parece que aquellos dos pasajes referentes a la lavada de las
manos y a la automaldición de los judíos, fueron pasajes
interpolados con posterioridad a la redacción original del
Evangelio de Mateo, en momentos en que ya se había
declarado abiertamente las h o s t i l i d a d e s entre las
comunidades judías que seguían siendo fieles a la Tora con
las que se habían separado debido a las prédicas de Pablo y
sus seguidores.
Se debe destacar que ni Mateo ni Marcos dejan
constancia de las acusaciones que los sacerdotes judíos
hacían a J e s ú s , simplemente se hace notar que eran
"muchas", cuando Pilato le dice a Jesús que observe de
"cuantas cosas" lo acusaban.
E n cambio L u c a s deja expresa constancia de las
acusaciones que se h i c i e r o n a J e s ú s ante P i l a t o .
"Comenzaron a ac usarle -dice ( X X I I I , 2 - 7 ) - : Hemos
encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo
pagar tributos al César y diciendo que él es el Cristo Rey.
Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? E l le
respondió: Sí, tú lo dices. Pilato dijo a los sumos sacerdotes
y a la gente: Ningún delito encuentro en este hombre. Pero
ellos insistían diciendo: Solivianta al pueblo, enseñando por
toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí. Al oír
esto Pilato preguntó si aquel hombre era galileo. Y al saber
que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes,
que por aquellos días estaba también en Jerusalén".
Dos, pues, fueron las principales acusaciones que se
hicieron a Jesús ante Pilato, esto es, la que "alborotaba" al
pueblo, y la de rebelión al instigar al pueblo para que se
EL PROCESO DE JERUSALEN
niegue a pagar los tributos del César. E n lo que se refiere a
la p r i m e r a a c u s a c i ó n no estaban descaminados los
sacerdotes acusadores, pues, en efecto, en la forma como
había actuado Jesús en Jerusalén, tanto arrojando a los
mercaderes del Templo, como en las discusiones y prédicas
que habían tenido lugar en los patios del mismo y en las
cuales había sido protagonista Jesús, se había mostrado
como un "alborotador". Pero en cuanto al hecho de que
Jesús había instigado al pueblo para que no pague los
tributos debidos al César existía, por lo menos, mala fe por
parte de los acusadores pues, al contrario, como se sabe por
el propio Lucas (XX, 20-25), éste relata que "los escribas y
los sacerdotes" mandaron unos "espías" a donde estaba Jesús
para que con preguntas capciosas lo pusieran en evidencia
en contra del sistema político imperante; y que dichos
espías le preguntaron: "¿Nos es lícito pagar tributo al César
o no? Pero él, habiendo conocido su astucia, les dijo:
Mostradme un denario ¿de quién lleva la imagen y la
inscripción? Ellos dijeron: Del César. E l les dijo: pues bien,
lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios".
Por lo tanto, la predicha acusación respecto a que
Jesús había instigado al pueblo para que no pague el tributo
al Emperador o fue una acusación falsa de los sacerdotes, o,
en su defecto, fue un agregado posterior puesto dentro del
Evangelio de Lucas.
Pero lo que impresionó, indudablemente, a Pilato fue
el hecho de saber que Jesús era galileo. Ya hemos explicado
la fama que tenían los galileos, tanto como heterodoxos en
la religión como rebeldes en la política y, por tanto, si
Pilato hubiera tenido alguna predisposición para favorecer
al acusado, la m i s m a desapareció pues la fama de los
galileos la habían sentido los romanos particularmente
Pilato que poco tiempo la había tenido que sofocar un motín
protagonizado principalmente por galileos como Barrabás. A
su vez, al saber Pilato que Jesús era de la zona de Galilea,
desde donde había llegado a Jerusalén, pudo ver en ello la
oportunidad para librarse del problema, enviando al acusado
a que sea juzgado por el tretarca de Galilea quien, al decir
154 JORGE ZAVAIA BAQUERIZO
de Lucas, como no obtuviera respuesta del reo, lo regresó a
Pilato, quien se vio, de esa manera, una vez más, frente al
problema que los sacerdotes le obligaban a resolver. . al cual despreciaba profundamente, e incapaz de imponer
E n ningún otro Evangelio se relata el episodio que
cuenta Lucas y cuyo comentario hemos venido haciendo.
Nos parece que tal envío a Herodes Antipas no tenía razón
alguna pues, como se sabe, Pilato tenía plena capacidad
para juzgar y condenar a muerte a cualquier persona dentro
de su jurisdicción, con la voluntad, sin la voluntad y aun
contra la voluntad de los tretarcas aborígenes. L a única
explicación que nos puede hacer creer en la veracidad del
hecho antes anotado es la del supuesto afán de Pilato de no
ser él el que resolviera en definitiva sobre la vida o la
muerte de Jesús. Pero aceptando, como aceptamos, que
Pilato era un gobernador tiránico, soberbio e imperativo,
nos parece muy dudoso que hubiera enviado a Jesús ante
Herodes Antipas, cediendo su autoridad suprema para juzgar
el caso a favor de un gobernante palestino, lo que hubiera
podido sentar un perjudicial precedente.
L u c a s ( X X I I I , 13-24) expresa que cuando regresó
Jesús ante Pilato, éste "convocó a los sumos sacerdotes, a
los magistrados y al pueblo y les dijo: Me habéis traído a
este hombre como alborotador del pueblo, pero yo lo he
interrogado delante de vosotros y no he hallado en este
hombre ninguno de los delitos de que lo acusáis... Nada ha
hecho, pues, que merezca la muerte. Así que lo castigaré y
lo soltaré. Toda la muchedumbre se puso a gritar a una:
¡Fuera ese, suéltanos a Barrabás!... Pilato les habló de
nuevo, intentando l i b r a r a J e s ú s , pero ellos seguían
gritando: ¡Crucifícale! Por tercera vez les dijo: Pero ¿qué
mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que
merezca la muerte, así que lo castigaré y le soltaré. Pero
ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera
crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. Pilato
sentenció que se cumpliera su demanda. Solt ó, pues al que
habían pedido, el que estaba en l a cárcel por motín y
asesinato, y a Jesús se lo entregó a su voluntad".
EL PROCESO DE JERUSALEN 155
E s decir, en definitiva, Lucas nos pinta un Pilato
asustado, débil, sometido a las exigencias del pueblo judío,
su autoridad ante los sacerdotes. Y ese no es el Pilato que
nos ha entregado la Historia. Admitimos que, debido a las
dificultades de carácter político que enfrentaba Pilato por su
conducta con los samaritanos y con los judíos, y cuya queja
había llegado a las esferas superiores romanas, el indicado
Prefecto se portara u n poco tolerante y flexible ante las
exigencias de los sacerdotes y de la turba que los
acompañaba, pero que haya decidido la salvación de
Barrabás a cambio de la vida de J e s ú s , nos parece
totalmente ajeno a la manera de pensar y de actuar de
Pilato. S i , por un lado, se dice que reconocía la inocencia de
Jesús -pese a que, siendo inocente lo mandaba a azotar, lo
que era una pena reservada a los culpables- y, por otro lado,
sabía que Barrabás había cometido el delito de lesa majestad
y había asesinado a romanos, no es dable presumir que
hubiera liberado a B a r r a b á s y condenado a J e s ú s .
Pensamos, o que no es exacto el hecho relatado por los
evangelistas, o en su defecto, si lo fue, el liberado debió
haber sido algún otro personaje insignificante, pero no el
asesino de romanos.
L a v e r s i ó n de J u a n ( X V I I I , 2 8 - 4 0 ) sobre el
juzgamiento ante Pilato es más dramática y más llena de
inspiración teológica. Dice este evangelista: "De la casa de
•Caifas llevan a Jesús al pretorio. E r a de madrugada. Ellos no
entraron al pretorio para no contaminarse y poder así
comer la Pascua. Salió entonces Pilato fuera donde ellos y
dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? E l l o s le
respondieron: Si éste no fuera u n malhechor, no te lo
habríamos entregado. Pilato replicó: Tomadle vosotros y
juzgadle según vuestra Ley. Los judíos replicaron: Nosotros
no podemos dar muerte a nadie... Entonces Pilato entró de
nuevo en el pretorio y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el
rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Dices eso por tu cuenta,
o es que otros te lo han dicho de mí? Pilato respondió: ¿Es
que yo soy judío? T u pueblo y los sumos sacerdotes te han
entregado a mí: ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: M¡ reino
156 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mi
gente habría combatido para que no fuese entregado a los
judíos, pero mi reino no es de aquí. Entonces Pilato le dijo:
¿ L u e g o , eres Rey? Respondió Jesús: S í , como dices, soy
Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de
la verdad, escucha mi voz. L e dice Pilato: ¿Qué es la
verdad? Y dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les
dijo: Yo no encuentro n i n g ú n delito en él. Pero es
costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por
la Pascua ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de
los Judíos? E l l o s volvieron a gritar diciendo: A ese no; a
Barrabás. Barrabás era u n salteador". Luego relata Juan que
Pilato mandó a azotar a Jesús y luego lo presentó a los
sacerdotes diciendo ( X I X , 4-16): "Mirad os lo traigo fuera
para que sepáis que no encuentro ningún delito en él. Salió
entonces Jesús afuera llevando l a corona de espinas y el
manto de púrpura. Díceles Pilato: Aquí tenéis al hombre.
Cuando lo vieron los sumos sacerdotes' y los guardias
gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Les dice Pilato: Tomadlo
vosotros y crucificadlo, porque yo ningún delito encuentro
en él. Los judíos le replicaron: Nosotros tenemos una Ley,
y según esa Ley debe m o r i r , porque se tiene por Hijo de
Dios. Cuando oyó Pilato estas palabras se atemorizó aún
más. Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde
eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Dícele Pilato: ¿A mí
no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y
poder para crucificarte? Respondió J e s ú s ; No tendrías
contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba;
por eso, el que me ha entregado a t i tiene mayor pecado.
Desde entonces Pilato trataba de librarie. Pero los judíos
gritaron: Si sueltas a ése, no eres amigo del César, todo el
que se hace rey se enfrenta al César. Al oír Pilato estas
palabras hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el
lugar llamado enlosado, en hebreo "gabbatá". E r a el día de
la preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato
a los judíos: Aquí tenéis a vuestro Rey. E l l o s gritaron:
¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! Les dice Pilato: ¿A vuestro rey
voy a crucificar? Replicaron los sumos sacerdotes: No
EL PROCESO DE JERUSALEN 157
tenemos más Rey que el César. Entonces se lo entregó para
que fuera crucificado".
Obsérvese que Juan precisa el momento el que es
llevado ante Pilato Jesús, al decir que era de madrugada,
con lo que se corrobora que el Sanhedrín se reunió dos
veces: una en la noche del jueves, y otra, en las primeras
horas de la madrugada del viernes; y al comenzar el día fue
llevado ante Pilato. De esa manera -aunque de manera
forzada- se pretendía dar cumplimiento a la exigencia
procesal de que el veredicto de culpabilidad en caso de
muerte, debía ser dado en un día y la condena, al día
siguiente.
L a realeza que reivindica Jesús ante Pilato, según
Juan, no es una realeza efectiva, política, sino que es una
realeza espiritual, divina y, por tal razón, es que carece de
fuerza material, es una realeza sui géneris, pues, pese a su
espiritualidad, no tiene límite alguno dentro del mundo,
abarcando o subsumiendo dentro de ella las realezas
efectivas, políticas.
Los sacerdotes hacen presente a Pilato que, según la
Ley de los judíos, para todo delito que afecta la santidad,
como la blasfemia, la seducción o la herejía, la pena única
era la de muerte y, por ende, ellos ya habían dictado la
sentencia que no podía ejecutarse mientras no tuviera el
aval del Prefecto romano.
Por otra parte, si Jesús se había reconocido Rey de los
judíos, aunque su reino no fuera de este mundo, se había
alzado contra el Emperador, por lo que, además del delito
religioso, se había consumado el delito político, que lo
hicieron presente a Pilato los sacerdotes al recordarle que el
único Rey que se reconocía por parte de los judíos era el
César, pese a que este reconocimiento expreso de la
autoridad del Emperador sobre Israel podía interpretarse
como una ofensa a Jehová, único soberano reconocido por
los judíos. Ante el argumento de los sacerdotes que oponían
a Jesús Rey con el César Emperador, es que se inclina la
158 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
voluntad de Pilato, y manda a cumplir la condena mediante
la crucifixión del acusado.
La Ejecución . •
L a Pena de muerte se ejecutó en el Gólgota, es decir,
fuera de las murallas de la ciudad, en el lado norte, en
donde existía una especie de monte rocoso. Debido a la
forma de ese pequeño monte, la gente lo conocía con el
nombre de "calavera", por lo que, los que hablaban el latín
decían "calvarla", y quienes entendían el arameo decían
"golgotá" que es el equivalente del hebreo "gulgoletg". E l
lugar, por estar muy cerca de la ciudad y de una parte de
ella, era muy frecuentado, por lo que la ejecución de la
pena de muerte en el lugar indicado servía de prevención
general para todos los que tenían que transitar por esa
senda, y entrar o salir a través de esa puerta.
Hacia ese lugar fue llevado el reo cargando el madero
horizontal (patibulum) que debía servir para cumplir la
ejecución. E l madero vertical o "stipes", estaba siempre
preparado en el lugar de la ejecución, esperando al reo de
t u r n o , el c u a l , una vez que llegaba con el madero
horizontal, era unido al v e r t i c a l , y una vez clavado o
amarrado el reo a los dos maderos, era levantado sobre el
suelo. E n el caso de Jesús, sobre el madero vertical, en la
parte extrema superior se clavó el "titulus", es decir, la
tablilla en donde se identifica la razón por la que había sido
condenado el reo. Esta tablilla fue escrita en tres idiomas, a
saber: en l a t í n , d e c í a : l E S V S NAZARENVS REX
l U D A EO R V M ( I N R I ) , en griego: l E S O U S HO B A S I L E U S
T O N lOUDAION; y en arameo, s i n que tengamos la
inscripción en dicho idioma. E n definitiva, lo que decía la
leyenda era que el crucificado era Jesús, el Nazareno, Rey
de los Judíos. Cuando los sacerdotes se dieron cuenta de la
leyenda, le pidieron a Pilato que la cambiara a fin de que
dijera que él se había proclamado el rey de los judíos, pero
según el Evangelio de J u a n ( X I X , 21-22) Pilato se negó
diciendo: "Lo que he escrito, lo he escrito". Por tanto, todos
los que miraban la leyenda incrustada en el "titulus" tenían
EL PROCESO DE JERUSALEN 159
conocimiento que había sido crucificado, no el que se había
autoproclamado Rey de los judíos, sino que tal crucifixión
había correspondido al Rey de los judíos lo cual llevaba
, dentro de sí, además de una advertencia de los judíos, una
humillación para éstos.
Ahora bien, ¿cuál fue la razón para que se escogiera
como sistema de ejecución el de la cruz y no el de la
lapidación que era el que correspondía a los delitos
religiosos por los que había sido condenado Jesús? L a razón
es simple, pues si bien los judíos podían condenar a la pena
de muerte, cuando se trataba de delitos que no salían de la
esfera de lo religioso, se ejecutaba la pena de muerte
conforme a la legislación judía, pero cuando el delito era
político, poco o nada importaba la manera de ejecutarse la
pena señalada en la ley hebrea, sino que se imponía la ley
romana. Y como Jesús fue convicto de un delito político: el
haberse proclamado Rey de los j u d í o s , como rezaba el
"titulus" clavado sobre la cabeza de la cruz, entonces, la
pena capital se hacía efectiva a través de la crucifixión.
L a crucifixión no fue invento de los romanos. E r a
una manera de ejecutar la pena de muerte que era conocida
desde tiempos muy antiguos. Se piensa que fue usada en
Asiria, Egipto, Persia y que del Asia Menor fue llevado por
los griegos a su territorio, y desde Grecia se desplazó a
R o m a . E n u n p r i m e r momento se c o n f u n d i ó el
ahorcamiento y la crucifixión, pues en ambos sistemas era
necesario el uso de u n madero para que se cumpliera la
pena. Pero posteriormente cada uno de los métodos se fue
independizando gracias a la manifiesta inclinación de los
hombres a la variedad de los procedimientos para no
hacerlos tan r u t i n a r i o s y poder dar rienda suelta a la
imaginación creativa, aunque ésta se ponga al servicio del
mal o de la crueldad.
''^ S e g ú n Von Hentig^ "en Roma era la pena de esclavos
y rebeldes. Los macedonios sujetaban a la cruz con la
Y la Biblia tenía razón
160 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
cabeza hacia abajo. Como en la horca medieval, para
romanos y judíos la cruz más alta pasaba por la más
importante, circunstancia apenas conocida de los pintores
medievales... E l nombre romano para el soporte de madera
al que era atado el criminal, o al que era clavado, fue el de
infelix arbor, infelix liqnum, infames stipes, patibulum. A s i s t e m a digno. L a razón de esta c r e e n c i a puede
lo que hoy llamamos cruz, los romanos denominaban pura
y simplemente palo, stauros".
Algunas observaciones habría que hacer a lo
expresado por el autor germano antes citado.
E n primer lugar, es necesario recordar que la palabra
"crux" en latín significa tortura, martirio; así como "crucio"
significa atormentar, y "cruciatus", así como significa
tormento, tortura, también equivale a instrumento de
tortura. Por tanto, no era simplemente el "palo" o "stauros"
al que se refiere V o n H e n t i g , siíio que era l a
p a r t i c u l a r i z a c i ó n de u n método que causaba dolor,
sufrimiento, tortura y pesar.
E n segundo lugar, aquel término de "arbor infelix"
que se daba, según el autor teutón, al sistema de la
crucifixión, era un nombre común que se utilizó tanto para
referirse al ahorcamiento como para la cruz, lo que, con el
transcurso del tiempo, se fue diferenciando para reservar el
nombre de "furca" para el ahorcamiento.
S e g ú n Mommsen^^ la crucifixión en los primeros
tiempos de Roma fue usada tanto para sancionar a los
ciudadanos como a los esclavos. No de otra manera se debe
entender el párrafo siguiente: " L a crucifixión, que en algún
tiempo fue la forma general de ejecución de esta pena, la
ejecución 'según las costumbres de los antepasados', se
convirtió en los tiempos posteriores en una forma de
ejecutar sólo a los esclavos", lo transcrito significa decir
que, en los primeros tiempos, se hacía uso indistintamente
del hacha y de la cruz para hacer efectiva la pena de
El arte de matar
EL PROCESO DE JERUSAI.EN
161
muerte. Sin embargo la decapitación tenía en ese tiempo un
marcado significado religioso, en tanto que la crucifixión
era ajena a tal significado, pese a que se consideraba, por
razones extrañas, una forma degradante de m o r i r , a
diferencia de la decapitación, a la que se consideraba un
encontrársela en su origen o motivación, es decir, que
como los delitos de carácter religioso eran los que
provocaban la muerte por decapitación, y los delitos
comunes, eran los que causaban la muerte en la cruz, la
gente llegó a entender que lo primero era digno, por estar
relacionado con la voluntad divina, en tanto que lo segundo
era indigno. E n todo caso, Mommsen nos dice, al referirse
a la crucifixión: "No era imposible que se aplicara a los
ciudadanos, antes bien, después de quedar abolida el hacha
para las ejecuciones dentro de la ciudad, fue ella, salvo
casos y formas especiales, el modo corriente y ordinario de
imponer la pena de muerte en Roma; pero como, según
resulta de lo expuesto, era una forma de penalidad que se
consideraba deshonrosa, de aquí que, en los tiempos
históricos, se juzgara su aplicación adecu ada
preferentemente para los individuos no libres. A partir de la
época en que la condición de las personas fue uno de los
elementos que se tomaban en cuenta para aplicar las penas,
la de crucifixión quedó excluida del número de las que era
posible imponer a los individuos de cierto rango...".
Por su parte, Daniel Sueiro'^ al respecto del tema que
estamos tratando nos dice: "Justo L i p s i o , el filósofo
flamenco del siglo X V I , amigo de Quevedo y profundo
conocedor de los autores latinos, sostiene que éstos
llamaban "crux" a todo suplico levantado en el aire al que
se ligaba o enclavaba al condenado para hacerle sufrir una
muerte afrentosa, lenta y cruel. Lipsio divide, ante todo, las
cruces en simples y compuestas; llama simples a las que
sólo constan de un madero, y éstas las subdivide en las que
sirven para la afixión y las utilizadas para la infixión. E n los
maderos de afixión se liga o clava a las víctimas, y los
Op. cil.
162 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
había tan sencillos como u n tronco de árbol recto, s i n
ramaje alguno. Los maderos de infixión consistían en unos
palos agudos que traspasaban al desgraciado de abajo hacia
arriba por medio del cuerpo hasta la boca; y es en este
punto donde se unen métodos de ejecución tan distintos
realmente como el empalamiento y la crucifixión. L a cruz
compuesta consistía, a su vez, en dos palos o leños cruzados
entre sí de diversas maneras. Este género de cruz lo divide
Lipsio en decusado, trabado e introducido, según sea una
cruz cuyos palos formen l a letra "X" o formen la letra " T " ,
o, en último caso, esos palos se atraviesan uno al otro".
No sólo es, pues, que la c r u c i f i x i ó n estuvo
emparentada con el ahorcamiento, sino también con el
empalamiento. Según Sueiro^^ este último sistema fue un
método de ejecución muy distinto del de la crucifixión. Nos
parece que bien mirado cada uno de dichos métodos se
observará que tienen mucha similitud, pue?, como dijimos
anteriormente (supra. Tomo I I ) , el empalamiento es la
forma de incorporar el palo al cuerpo del condenado,
atravesándolo a lo largo de la persona por los conductos
interiores; en tanto que la crucifixión liga también el
cuerpo del hombre al palo, pero por la parte externa del
cuerpo. E n ambos casos el palo se identifica con el cuerpo
en forma tal que le sirve, a la postre, de instrumento letal,
de ataúd y de mortaja.
Ricciotti^O nos habla de que, en la época de Jesús, ya
estaban en uso tres formas de cruz, a saber: la "cruz inmisa
o rematada, refiriéndose a su parte superior, o remate; la
segunda, o c o n m i s a , era la única que tenía tres brazos,
hallándose privada de remate la tercera, poco empleada,
era la decussata o aspada, llamada vulgarmente cruz de San
Andrés. E n t r e las dos primeras formas, la cruz rematada
tiene muchas mayores posibilidades que la otra de haber
sido empleada en el suplicio de Jesús". Y cuando entra al
detalle de la cruz rematada o inmisa en la que se asegura
Lo que dijo verdaderamente la Biblia
20 Op.cit.
EL PROCESO DE JERUSALEN 163
que fue clavado J e s ú s , expresa: "Distinguíase en ella dos
partes: el palo vertical, llamado stipes o stticulum que se
plantaba en tierra y el palo horizontal, llamado patibulum o
antenna, que sólo se unía en un segundo tiempo con el palo
vertical. Pero el palo vertical no era totalmente liso o plano,
sino que hacia su mitad sobresalía un tosco y robusto
madero llamado en griego pegma y en latín sedile, en el
que se apoyaba a horcajadas el cuerpo del crucificado. Tal
sostén era n e c e s a r i o , porque h a b r í a sido, si no,
materialmente imposible que el cuerpo del crucificado se
mantuviera pendiente de cuatro clavos solamente, ya que el
desproporcionado peso habría hecho que se desgarrasen las
manos...".
Manfred Barthel-^^, al referirse a la crucifixión como
pena expresa: "Los j u d í o s de la época del Antiguo
Testamento desconocían esta forma de castigo, que en
consecuencia no se menciona en ninguno de sus textos ni
tampoco se asocia con el Mesías. E l Antiguo Testamento sólo
cita una humillación postmortuoria de los ajusticiados, que
eran exhibidos públicamente atados a dos maderos en cruz.
Las mujeres de cara a las tablas cruzadas. E l tribunal judío,
el S a n h e d r í n , p o d í a i m p o n e r cuatro formas de
ajusticiamiento: la lapidación (la más frecuente), la muerte
en la hoguera, la decapitación y la horca. Pero en tiempos
de J e s ú s , bajo la ocupación romana, l a ju sti ci a judía no
podía decretar condenas a muerte en ninguna de las cuatro
formas. L a pena de muerte estaba reservada al poder de!
ocupante r o m a n o . E s t o dificultó las cosas para los
adversarios religiosos de Jesús". L o dicho por Barthel, como
antes dejamos anotado, no es totalmente cierto, pues el
S a n h e d r í n podía i m p o n e r penas de muerte cuando se
trataba de delitos religiosos, pero siempre que tales penas
fueran confirmadas por el gobernador romano.
L a verdad es que, como dijimos antes, una vez que la
cruz se independizó de la horca y del empalamiento, adoptó
diversas formas de acuerdo a l a mentalidad de los hombres.
21 Op.

164 JORGE UVALA BAQUERIZO
prontos para aumentar el sufrimiento de sus semejantes,
ante el cual se sienten llenos de gozo, como nos lo cuenta
la H i s t o r i a en diversas épocas del desarrollo de la
humanidad.
E n la época de Jesús, en Roma se acostumbraba que
primero el condenado a muerte en la cruz fuera azotado en
forma tal que en ciertos casos, se lesionaba gravemente al
reo. Sueiro transcribe las palabras de Cecil Powney, quien
al referirse al cumplimiento del suplicio de la "flagellatio",
que se ejecutaba con el "flagellum", que era un látigo
especial, grueso, formado por varias ramas de cuero de toro
en cuyas puntas se fijaban bolas de plomo o de cualquier
otro m e t a l , que llevaban incrustadas puntas agudas
conocidas con el nombre de "escorpiones", dice: "Se lo
golpeaba primero, a veces tan severamente que se le salían
los intestinos. También se le obligaba a cargar sobre la
espalda la cruz y llevarla hasta el lugar de la ejecución;
llevaba un brazo de la cruz, no se le obirgaba a llevar la
cruz entera porque ninguno después de la flagelación sería
capaz de hacerlo sin ayuda". Una vez que llegaba al lugar
de la ejecución se desnudaba al condenado y se lo fijaba a
la cruz, sea atándolo, sea clavándolo, según hubiera sido
dictada la sentencia, adhiriendo ambos brazos en cada uno
de la c r u z , y se clavan los pies, sea uno sobre otro, sea
separadamente. Por lo general se clavaban uno sobre otro,
según fuera el ancho del madero v e r t i c a l . También se
acostumbraba a fijar bajo los pies u n pequeño zócalo o
"suppendamen", según el decir de Sueiro, para ayudar a
mantener el cuerpo y evitar que se desprenda éste muy
rápidamente del madero.
S e g ú n Von Henting^^ «gl condenado a la crucifixión .>
era primero azotado con varas; luego, en la época romana,
inmovilizada la cabeza y atadas las manos a una horquilla,
era llevado bajo los golpes por toda la ciudad. Durante el
desfile el verdugo empujaba al delincuente con una
aguijada. L a horquilla penal servía después de estaca o de
Vida de Jesús
\
I
I ,
I
EL PROCESO DE JERUSALEN 165
j cruz. E n el lugar de la ejecución se sujeta al delincuente a
j la cruz".
' Tal como hemos descrito se hizo efectiva la pena de
muerte impuesta a Jesús: fue previamente flagelado -según
Barthel, fueron 120 azotes-; obligado a cargar parte de la
cruz y a recorrer la principal avenida de la ciudad para
; llegar al lugar de la crucifixión; y mientras así lo hacía el
; verdugo no cesaba de mortificar al condenado con la
aguijada, lo que aumentaba los dolores que ya soportaba
como consecuencia de la cruel flagelación. Cuando llegó al
! Gólgota fue clavado e izado sobre el montículo, destacando
su cruz sobre la de los otros condenados que lo rodeaban,
para significar así que el condenado en la cruz mayor era
el más peligroso.
Respecto a la f o r m a como se clavaba a los
crucificados, B a r t h e l nos dice: "Los condenados eran
I clavados efectivamente con tres clavos en la cruz; el más
\o atravesando los dos pies, pero los dos clavos que
i debían sujetar los brazos no se clavaban en las palmas de
I las manos, cuyos huesos son demasiados débiles para
\r el peso del torso. E l clavo se introducía en el brazo,
: justo por encima de la m u ñ e c a . ( L o s estigmatizados
1 sangran, por tanto en u n punto equivocado). Con
frecuencia, el madero longitudinal tenía un saliente a la
1 altura de la pelvis, el llamado cornu (cuerno), que servía de
i apoyo a la parte superior del cuerpo. Pero esto no era una
medida h u m a n i t a r i a para mitigar los sufrimientos del
crucificado, sino que por el contrario servía para prolongar
muchísimo su agonía. L a crucifixión era el método de
justiciamiento más ignominioso y sin duda también el más
• í . - ' terrible. Sólo podía aplicarse a los no romanos. Podían
I transcurrir días antes de que la persona clavada en la cruz
! falleciera a resultas de un fallo cardíaco. Cuando los
. guardias encargados de la vigilancia consideraban que ya
duraba demasiado, desclavaban el cornu y rompían las
piernas del crucificado, con lo cual el cuerpo se desplomaba
, con mayor rapidez y la sangre permanecía estancada en el
corazón. Una insuficiencia coronaria acaba con la vida del
I
166 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
condenado. A los dos ladrones que fueron crucificados junto
con Jesús hubo que romperles los muslos, no así a Jesús, que
ya estaba muerto". ., , hombre se extinguía y comenzaba el reino dei espíritu de
Volviendo a los Evangelios nos encontramos con que
las palabras de Jesús, las últimas palabras de Jesús antes de
su muerte, sólo concuerdan en Mateo y en Marcos, mas no
en Lucas y en Juan. E n efecto, en los dos primeros (Mateo
X X V I I , 4 5 ; Marcos XV, 34) expresan que "alrededor de la
hora nona clamó Jesús con fuerte voz: E l í , E l í ¿lema
sabactani?, esto es, ¡Dios mío! ¡Dios Mío! ¿por qué me has
abandonado?", repitiendo de esa manera lo escrito en Salmo
X X I I , 2. Y luego de lo cual, habiendo Jesús lanzado "un
fuerte grito" expiró. Pero Lucas ( X X I I I , 46) dice: "Y Jesús
dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos pongo mi
espíritu, y dicho esto expiró". Por su parte Juan ( X I X , 30)
expresa: "Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: Todo está
cumplido. E inclinando la cabeza entregó el tspíritu".
E n los dos primeros Evangelios subyace una gran
amargura de Jesús para con Dios, pues le reprocha el hecho
de haberlo abandonado en los momentos en que más
necesitaba de E l . Había cumplido su misión y Jesús estaba
consciente de ello, pero no se avenía a que su fin hubiera
sido tan cruel, por lo que, desde el fondo del alma lanzaba a
los vientos su queja, su despecho, su grito de desesperación
en el momento en que las fuerzas vitales se extinguían.
Había quedado solo, absolutamente solo en su martirio: sin
familia, sin discípulos, sin amigos, y hasta sin su Dios. Solo
en su martirio lanzaba su dramática frase hacia los cielos.
¡Era la hora nona!
Pero, a su vez, en esa frase se debe apreciar la
decepción de los evangelistas Mateo y Marcos, quienes
esperaban que Jesús, que tanto milagros había hecho a
través de su vida, hiciera el último, el que lo salvara a E l de
la crueldad de los romanos.
Lucas borra esa queja de los labios de Jesús y, en
cambio, le hace decir que, conforme con su suerte, lo único
EL PROCESO DE JERUSALEN 167
que le resta es poner en manos de Dios, su padre, el espíritu,
pues el cuerpo había concluido; el ropaje material del
Jesús a la diestra del Señor, su padre.. Juan se aparta de esta
referencia de L u c a s y hace decir a J e s ú s : "Todo está
cumplido", es decir, todo se ha consumado (consummatio
est). Se habían cumplido todas las profecías constantes en
el Antiguo Testamento y había logrado establecer la Nueva
Alianza entre Dios y el pueblo elegido, pero no con todo el
pueblo, sino con el pueblo judío, pues aquello que afirma la
iglesia católica que la Nueva Alianza, esto es, el Nuevo
Testamento, fue con la humanidad toda, no se sustenta en
ninguna parte de los Evangelios, ya que fue producto de la
mentalidad de quienes, como Pablo, trataron de separar a
los seguidores de Cristo de la comunidad hebrea.
Así murió J e s ú s en cumplimiento de una sentencia
condenatoria que, según unos, fue errónea en la forma;
según otros, constituyó un error j u d i c i a l ; y según los
creyentes, una condena que era necesaria para que se
cumpla la Redención de la humanidad por el sacrificio del
Hijo de Dios.
Joseph-Ernest R e n á n , quien en 1863 escribiera una
biografía de J e s ú s ^ ^ , luego de concluir el relato sobre la
muerte de J e s ú s , dice: "Reposa en tu gloria !oh noble
iniciador! T u obra está cumplida, fundada tu divinidad. No
temas ver desplomarse por error alguno el edificio que
erigiste: de ahora en adelante, i n m u n e de fragilidad,
asistirás desde las a l t u r a s de la paz d i v i n a a las
consecuencias infinitas de tus actos...". No sabemos si las
frases anteriores fueron u n a manera de fino sarcasmo
dirigido particularmente contra la Iglesia católica, pero la
verdad es que las mismas produjeron gran reacción entre
los creyentes, quienes, inclusive, identificaron a Renán con
Satanás en su lucha contra el hombre. Pero la verdad es que
existe la equivocación inicial del autor francés cuando
expresa que Jesús erigió el edificio católico, ya que, como
Op. cil.

hemos indicado en algunas ocasiones, él mismo fue erigido
por Pablo, ya que Jesús jamás pensó alterar una tilde de la
Ley mosaica y menos, mucho menos, abrogar la misma.
L a Iglesia Católica se fundó en fecha muy posterior a la
muerte de Jesús.
No nos corresponde continuar en la relación de los
hechos posteriores a la muerte de J e s ú s . Debemos ahora
establecer algunos hechos relativos a las causas de su
muerte y a determinar si la sentencia fue producto de un
error judicial o s i , en su defecto, fue correcta en relación
con la época en que fue dictada.
Queremos destacar algunos antecedentes que nos
permitirán comprender en todo su significado el proceso de
Jesús. ....^, , . . ,^, ,
i; Conclusiones
E n primer lugar, el momento en que se realiza el
proceso, esto es, la época en que se lleva a efecto, o sea, la
víspera de la Pascua, en donde se reunían en Jerusalén
cerca de medio millón de personas a fin de cumplir con el
mandato sagrado de rendir sacrificio y tributo a Jehová en
el Templo. Había, pues una aglomeración de personas
llegadas de todas las regiones de Palestina y de fuera de
Palestina. Y la gran mayoría de ellas no estaban conformes
con el dominio romano sobre Israel. Este hecho social era
de conocimiento de los sacerdotes, quienes procuraban que
la conducta de los fieles se desarrollara en forma tal que no
diera lugar a algazara alguna. Todo estaba previsto para que
la Pascua del año 36 fuera igual a las anteriores. También
estaban alertas los romanos, quienes para esa fecha
aumentaban la g u a r n i c i ó n l a que se
permanentemente atenta para sofocar desde el primer
momento, c u a l q u i e r m a n i f e s t a c i ó n s o c i a l que se
considerara peligrosa.
Y fue en este ambiente, fue en esta ciudad llena de
personas enemigas del sistema político, que aparece Jesús
EL PROCESO DE JERUSALEN
169
como "rey de los judíos", haciéndose proclamar t a l . E l
escándalo promovido a su entrada en la ciudad debía haber
sido conocido de inmediato tanto por los sacerdotes como
por los romanos. Y este mismo "alborotador del pueblo" es
el que, en un arranque de indignación, se lanza contra los
mercaderes asentados en el Templo, quienes cumplían una
misión aprobada por los responsables del Templo, y látigo
en mano siembra la confusión, el caos, la algazara en la
propia casa de los saduceos y en las barbas de los romanos.
Y si a lo dicho se suma que, al día siguiente, este judío
colérico regresa al Templo y no sólo es que discute con los
sacerdotes y fariseos sino que, además, delante de la gran
cantidad de p e r e g r i n o s , predica en f o r m a rara y
heterodoxa, es indudable que debía haber alarmado en
sumo grado a los sacerdotes que vieron en este galileo un
grave peligro, peligro que había que sofocar antes que se
convirtiera en daño real.
De allí es que para el m á x i m o responsable del
Tem pl o, el S u m o Sacerdote Caifas, era de interés
fundamental y, además, de resolución urgente, el cortar de
inmediato la acción de Jesús. E r a fundamental porque podía
convertirse en líder de los que habían concurrido a las
festividades y, por tanto, convertir éstas en una rebelión
que diera al traste con la condescendencia romana para los
ritos judíos y el respeto de los conquistadores hacia la
comunidad judía asentada en Jerusalén. Y urgente porque se
acercaba la fiesta pastoral, que duraba siete días, dentro de
los cuales los tribunales no podían funcionar y, por tanto,
tampoco podía hacerse efectiva pena alguna. De allí es que
Caifas, con el grave problema que tenía que resolver
luchaba contra el tiempo, ya que tanto el proceso como la
ejecución de la pena debían cumplirse antes del comienzo
mantenía de las festividades, esto es, dentro del viernes víspera del
sábado pascual.
Caifas era u n Sumo Sacerdote que ejerció sus
funciones entre los años 18 y 36. F u e nombrado por el
procurador Valerio Grato y depuesto por Vitelio cuando éste
fungía como Legado de Siria. Debió haber sido u n ho.mbre
 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
170
que, además de ejercer una gran influencia sobre los otros
sacerdotes, debía tener u n a clara visión de los problemas
que vivía y de las consecuencias políticas que podían
derivarse de los mismos. De allí es que asumió el asunto de
J e s ú s con toda claridad y le dio s o l u c i ó n inmediata
forzando, inclusive, el procedimiento. Y debió proceder así
porque, como hemos dicho, el tiempo le venía corto y no
podía aceptar que Jesús viviera durante los días festivos,
pues Caifas no estaba al tanto de saber cómo actuaría, esto
es, cuál sería la conducta que Jesús iba a adoptar durante las
festividades, conociendo, como conocía que no era adicto a '
respetar formalidades de la religión judía. De allí es que
Caifas hubiera decidido la muerte de Jesús mucho antes que
se reuniera el Sanhedrín.
E n efecto, según J u a n ( X I , 4 7 - 5 0 ) , "los sumos
sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: ¿Qué
hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le
dejamos que siga así todos creerán en él y vendrán los
romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.
Pero uno de ellos, Caifas, que era el Sumo Sacerdote de
aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada ni caéis en la
cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y
no perezca toda la nación". Estas palabras significaban la
condena a muerte que planteaba Caifas a los miembros del
Consejo, para evitar que se produzcan hechos que pudieran
provocar la destrucción del Templo y de toda la Nación,
como lo preveían algunos miembros de dicho Consejo. Lo
dicho por Caifas era una sentencia política efectiva, pero no
por eso deja de ser u n p r i n c i p i o despótico, egoísta,
inhumano e inmoral. Los motivos, los móviles que, en un
momento histórico dado, puede tener u n tribunal para
condenar a un hombre a sabiendas que es inocente de los
hechos acusados y que sólo se lo condena por considerarlo
u n peligro futuro para el mantenimiento del "orden
constituido", no moraliza l a condena que no deja de ser una
condena infame, cruel y despreciable que denigra a sus
autores y glorifica a las v í c t i m a s . L a historia nos da
ejemplo de la admiración para quienes, en su época, fueron
condenados a muerte de manera i n j u s t a , en tanto que
EL PROCESO DE JERUSALEN 171
cuando se refiere a los autores de los asesinatos judiciales el
desprecio h i s t ó r i c o es evidente. Pero ese desprecio
s i m b ó l i c o o h i s t ó r i c o no devuelve l a vida de los
injustamente condenados.
Ahora bien, el proceso, el apresurado proceso seguido
por Caifas fue llevado con todas las mañoserías que utilizan
los jueces cuando quieren condenar a un hombre, quien, al
primer descuido de los j u e c e s , puede demostrar su
inocencia, por lo que es necesario evitar que se valga de los
medios que la ley o la costumbre le pone en sus manos para
defenderse. De allí es que ninguno de los apóstoles o de las
personas que habían estado junto a Jesús en su largo periplo
fueron llamados a declarar, como debía haberlo hecho el
Sumo Sacerdote. E s cierto que los apóstoles habían huido
llenos de terror u n a vez aprehendido Jesús y otros lo habían
negado (recuérdese a Pedro) y que, por lo tanto hubiera sido
muy difícil que se presentaran ante el llamado del
Sanhedrín; pero, en toda forma, ni siquiera se hizo el
intento de l l a m a r l o s . Hubo testigos pero, segú n los
evangelistas, fueron "testigos falsos" que, como es lógico,
dieron "falsos testimonios contra él". Además, según los
propios evangelistas, J e s ú s fue golpeado durante el
desarrollo del proceso lo cual no lo creemos porque, en ese
aspecto, el Sumo Sacerdote no se hubiera expuesto a que los
demás jueces lo hicieran objeto de severas censuras. Lo
cierto es que Caifas, talvez instigado por su suegro Anas, se
apresuró a llevar el proceso celebrado ante el Sanhedrín
con una rapidez extraordinaria, a fin de lograr la condena
y muerte de Jesús antes que comenzara la Pascua. E n este
aspecto, en el aspecto formal, el proceso religioso fue
anormalmente desarrollado, pero en el fondo, el objeto del
proceso, esto es, el delito religioso estuvo comprobado desde
el momento en que el propio Jesús se reconoció como Hijo
de Dios lo c u a l , indudablemente, constituía una herejía
frente a la severa ley mosaica.
E n contradicción a lo hecho por Caifas nos parece
que la conducta de Pilato como juez fue correcta en la
forma. Como no tenía ni las motivaciones ni los
172 JORGE ZAVAU BAQUERIZO
apresuramientos que angustiaban a Caifas, se dio todo el
tiempo necesario para establecer la responsabilidad de
J e s ú s . No descendió de s u papel de j u e z , pero le faltó
carácter para tomar la decisión que, se intuye, le nacía
honestamente desde su conciencia, es decir, absolver a
J e s ú s . Ya hemos explicado que su difícil situación ante
Roma pudo haber sido la causa de ese débil proceder. E n
Pilato la fórmula de Caifas se singularizó. Si éste exigía la
muerte de un justo para salvar al Templo y a la Nación,
Pilato sacrificó la vida del justo para salvarse él, aunque
pereciera la Nación. Ambos actuaron en función egoísta,
personal, personalísima. Ambos defendieron sus propios
intereses y el único sacrificado, como siempre sucede, fue
el inocente, el justo, el Mesías.
E l proceso de J e s ú s , pues, nos puede llevar a la
conclusión de que se cometió un error judicial. E n muchos
juzgados penales contemporáneos se ve sobre las paredes
cuadros de la cruz, símbolo del cristianismo, pero la gran
mayoría de los jueces penales encargados de administrar la
justicia criminal, poco o ningún caso hacen de! simbolismo
de la c r u z , pues, jamás se preocupan de meditar sobre lo
que, en la justicia penal, representó Jesús, a quien sólo se lo
m i r a desde el punto de vista estrictamente religioso,
habiéndolo excluido de su condición humana, dentro de la
cual predicó, actuó, fue juzgado y murió víctima de las
consideraciones del orden político del momento. -
S e g ú n Ricciotti^'*, en 1933 se reunieron en Jerusalén
un grupo de judíos que se instalaron como tribunal oficioso
"compuesto de c i n c o i n s i g n e s i s r a e l i t a s , para que
examinase de nuevo la antigua sentencia del Sanhedrín. E l
veredicto pronunciado por este Tribunal, con cuatro votos
en favor y uno en contra, fue que la antigua sentencia del
Sanhedrín debía ser retractada, ya que la inocencia del
inculpado estaba demostrada, y su condena fue uno de los
más terribles errores que los hombres hayan cometido
jamás, error cuya reparación honraría a la raza hebrea".
Nuevo Catecismo para Adultos
Pero obsérvese que ese supuesto tribunal fue "oficioso", esto
es, formado por simple iniciativa de los "cinco insignes
israelitas", cuyos nombres Ricciotti tiene buen cuidado de
silenciar. S i n embargo, según Barthel^^, luego de hacer
presente que el proceso de Jesús ha preocupado y seguirá
preocupando a la humanidad, no sólo al sector cristiano,
sino a todos los sectores cultos, dice: "Sólo en nuestro siglo
se han presentado dos propuestas de revisión del proceso
contra Jesús ante el Tribunal Supremo de Israel. L a última
apelación cursada hasta la fecha data del mes de julio de
1972. Tan grotescos como las mismas peticiones son los
motivos por los que fueron rechazadas. L a pri m era
a p e l a c i ó n fue desestimada por f a l t a de pruebas
documentales; la segunda, porque el problema en litigio no
era jurídico sino histórico. Y este problema histórico sin
duda continuará subsistiendo". Oficialmente, esto es, desde
un tribunal de justicia israelita aún no se ha rectificado el
fallo dictado contra Jesús y, por ende, se mantiene en toda
su fuerza jurídica, aunque rechazado por todos los hombres
desde hace veinte siglos.
Ese extraordinario Papa -Juan X X I I I - que, pese a su
muy corto mandato, i mpri m i ó a la Iglesia Católica el
verdadero espíritu cristiano, convocó al famoso Concilio
Vaticano I I , el que se reunió en Roma, desde 1959 a 1965, y
que no pudo tener en la clausura la presencia del Papa que
lo había convocado por haber fallecido anteriormente. Para
los efectos de esta obra es interesante relatar los
pormenores que, durante el desarrollo del Concilio, se
produjeron con motivo de la acusación de deicidio hecha a
los j u d í o s , causa fundamental para l a persecución
antisemita en el mundo cristiano.
E l 13 de junio de 1960 el Papa Juan X X I I I recibe en
audiencia especial que se prolonga a lo largo de veinte
m i n u t o s , a J u l e s I s a a c , estudioso célebre sobre el
movimiento antisemita en el mundo y a través de la
historia. Isaac le entregó al Papa un informe especial que
La justicia en la Biblia y en el Talmud

pretendía que fuera utilizado dentro del Concilio para
liquidar el problema antisemita. Este estudio contenía tres
partes: "1°. Un programa de rectificación de la enseñanza
cristiana en lo tocante a Israel. 2°. Un ejemplo de mito
teológico (la dispersión de Israel, castigo providencial). 3°.
Unos extractos del catecismo del Concilio de Trento que
demuestran que l a acusación de deicidio es contraria a l a
sana tradición de la Iglesia". • - •
E\a ofreció llevar el documento a u n estudio
especial y le dio esperanzas a su visitante de que, en alguna
forma, el Concilio resolvería el problema planteado.
Luego de algunos debates, protestas, oposiciones,
cabildeos, transacciones y acuerdos, se planteó en el
Concilio Vaticano I I u n p r i m e r documento para su
respectiva aprobación, el c u a l , en noviembre de 1964,
estaba concebido en los términos siguientes: "Aunque las
autoridades judías con sus partidarios reclamaran la muerte
de Cristo, sin embargo lo que se perpetró en la Pasión de
Cristo no puede ser imputado en modo alguno a todo el
pueblo que vivía en aquella época, y mucho menos aún al
pueblo de hoy. Aun cuando la Iglesia sea el nuevo pueblo de
Dios, que jamás el pueblo judío sea presentado como u n a
nación reprobada a maldita o culpable de deicidio. Que todos
pongan su celo en no enseñar nada que pueda engendrar el
odio o el desprecio hacia los judíos en el corazón de los
fieles. E l Concilio deplora y condena los odios y
persecuciones contra los judíos". Este texto motivó largas y
no pacíficas discusiones, terminadas las cuales, en octubre
de 1965, esto es, once meses después, se aprobó el texto
final que dice así:
"Aunque las autoridades judías con sus partidarios
reclamaran la muerte de Cristo, s i n embargo lo que se
perpetró en su Pasión no puede s e r imputado, ni
indistintamente a todos los judíos que vivían en aquella
época, ni a los judíos de hoy. A u n cuando la Iglesia sea el
nuevo pueblo de Dios, que los judíos no obstante no sean
presentados como reprobados por Dios ni como malditos
EL PROCESO DE JERUSALEN 175
como SI eso se desprendiera de l a E s c r i t u r a . Que todos
pongan su celo en no enseñar cosa alguna que no coincida
con las verdades evangélicas y espíritu de Cristo. L a Iglesia
movida, no por consideraciones políticas, sino por la
caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y
manifestaciones de antisemitismo contra los judíos".
Como se observa, l a D e c l a r a c i ó n final eludió el
referirse, como lo hacía el proyecto, al deicidio, sino que
hace u n a d e c l a r a c i ó n l i b e r a d o r a de l a s u p u e s t a
automaldición que se habían lanzado los propios judíos al
momento de ser sentenciado Jesús por Pilato. Además, deja
constancia que sólo por "caridad evangélica" es que
"deplora" los movimientos antisemitas, pero no los condena
como decía en forma explícita el Proyecto. A nadie se le
escapa que "deplorar" no es lo mismo que "condenar". Se
deplora l a actitud del verdugo, pero no se lo condena.
Asimismo, se deplora que se persiga, se odie a los judíos y
se publicite el antisemitismo, pero ninguno de esos actos
salen de la lástima y de l a conmiseración hacia el campo
de l a condena, conforme a los propios principios de
Jesucristo.
Pero la muerte de Jesús no puede ser mirada con la
misma óptica como l a miran los juristas por parte de los
cristianos, por lo que nos surge una inquietud muy grande
en relación con el proceso de Jesús. Se dice que la muerte
de Jesús fue necesaria para redimir a los hombres, a todos
los hombres. A este respecto se lee en la obra preparada por
el Instituto Superior de Catequética de Nimega: " E l Padre no
exigió dolor y muerte, sino una vida humana buena y bien
vivida. Que acabara en tal muerte, fue debido a nosotros.
Pero J e s ú s no se arredró por ello. S u muerte fue su
obediencia suprema. Así reparó E l por nosotros. Fista así, su
muerte fue voluntad del Padre". De esto se infiere,
entonces, que Jesús debió morir por la necesidad de redimir
al género humano. Nada hay, pues, que censurar a los
judíos del Sanhedrín, o a Pilato, ni a Judas Iscariote, ya que,
en una u otra forma, Jesús estaba condenado de antemano a
sufrir el martirio en beneficio de toda la humanidad. Así

176 JORGE ZAVALA BAQUERIZO
fue l a voluntad del Padre. Y si era necesario para la
redención de toda la humanidad presente y futura la muerte
de Jesús para dar cumplimiento tanto a las profecías (Isaías
L U I , 3-10) como la voluntad del Padre, no puede caber l a .
menor duda que tanto Judas, como los miembros del :
S a n h e d r í n y Pilato, no fueron más que instrumentos
mortales encargados de cumplir el designio de Dios. E n este
caso la sentencia si no fue just a, fue necesaria desde el
punto de vista social y religioso.
Pero tenemos para nosotros que el sacrificio de Jesús
fue en vano. L a humanidad sigue siendo igual o peor que la .
que fue comtemporánea a Jesús. Si este murió por toda la
humanidad, su sacrificio fue en vano. No se ha alterado u n
grado la maldad de los hombres y en la lucha con el
Demonio éste lleva una gran ventaja, si es que analizamos
los resultados en estos últimos dos mil años. Y lo peor es que
no existe esperanza de cambio alguno. ¿ S e necesitará otro :
Mesías? ¿O ya la humanidad habrá desaparecido por efecto
de su propia maldad, inconsciencia y sabiduría, sin dar
tiempo a la venida de un nuevo Mesías que tenga más éxito .
al que, hasta el momento, ha tenido J e s ú s entre los
humanos? Así lo pensamos, pues citando a Pascal debemos
decir que "Jesús permanece y permanecerá en agonía hasta
el fin de los tiempos...".
E s u n hecho innegable que Jesús fue u n robusto
conductor de masas. No fue el primer predicador que se
levantó en Palestina, pero sí fue uno de los más inspirados
-sino el único inspirado- capaz de sembrar en las almas de
sus seguidores la esperanza de un reino futuro que, sin lugar
a dudas, llegaría y en donde volverían a encontrar a Jesús
sentado al lado de Dios, como su Hijo.
Pero un hecho evidente es aquel que los discípulos de
Jesús eran gente de poco entendimiento y de escasa cultura.
Si la prédica de Jesús hubiera sido confiada a estos hombres
para su divulgación universal, hubiera desaparecido en muy
corto tiempo dentro del mezquino mundo de Judea o de
Galilea. E r a necesario que surgiera un incansable luchador
I
, EL PROCESO DE JERUSALEN 177
i' que asumiera las enseñanzas de Jesús, las acomodara a su
i inteligencia, las opusiera a la religión judía y con ello
I fundara una nueva religión, para que Jesús tuviera la
i personalidad universal que, con el transcurso del tiempo,
í tuvo y tiene hasta el momento. Y ese hombre fue San
Pablo, aquel convertido que puso toda su personalidad al
) servicio de los que, posteriormente, en Antioquia, se
' conocería como "cristianismo". B i e n dice Ayarragaray:
• "San Pablo no fue discípulo de J e s ú s y desconoció la
' ambrosia de su predicación. Por eso creó una teología
distinta a la de los otros discípulos de J e s ú s . Son
.' deformaciones fatales propias de todo nacimiento o
! formación religiosa. Aparecerá entonces el concepto de la
trinidad como simple esbozo. E l hijo se agrandará
enormemente en su aspecto de Dios encarnado, y como
f vicario de Dios monoteísta, deslumhrará más de una vez al
Padre".
No se puede dudar que la muerte de Jesús no
conmovió al mundo romano. No era más que un minúsculo
episodio frecuente en el vasto territorio conquistado. No fue
f por la doctrina que los cristianos judíos de Roma fueron
perseguidos. Lo fueron porque comenzaron a oponerse, en
I pasiva resistencia, a las normas que regulaban la vida social
de Roma, como el hecho de negarse a participar en las
actividades militares o a pagar el tributo debido a la
dominante Roma.
í
• " Pero un hecho no se puede negar. Si bien es cierto
que la muerte de Jesús, desde el punto de vista religioso, no
significó un error judicial, ni un proceso injusto, fue sí una
j necesidad teológica, sin cuya satisfacción no hubiera sido
posible que las prédicas de Jesús hubieran rebasado más allá
del círculo pequeño de sus seguidores. Las grandes causas,
terrenales o espirituales, necesitan de sus víctimas para
poder triunfar. S i n ellas, mueren en el momento de nacer,
,' o están condenadas a perecer, pues las ideas inmortales, por
lo general, sólo pueden expandirse a través del mundo,
I siempre que vayan envueltas en el manto del martirio de
I sus progenitores, o de sus primeros seguidores. E s .la ley
178 JORGE ZAVALA BAQUERIZO

fatal de la sociedad que debe cumplirse, pues sin sus

cumplimientos no hubieran existido ni monarquías ni
repúblicas; ni iglesias, ni Dioses...