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Libertad e Ignorancia

Una acción puede perder su condición de moral por razón de la falta de conocimiento,
que es un elemento integrante de toda acción libre. Por ello la ignorancia, el error, la
falta de advertencia o el olvido pueden impedir que el acto sea humano y, en
consecuencia, moral.
La ignorancia puede ser:
1. De hecho: cuando se desconoce que tal acto concreto está permitido o
prohibido por la ley.
2. De derecho: cuando se desconoce la ley que manda o prohíbe.
En ambos casos la ignorancia puede ser “vencible” o “invencible” o sea superable o
que no es posible superar, sea porque se desconoce la bondad o maldad de un acto o
porque, despertada la duda, intenta desvanecerla.
Un acto hecho con ignorancia, de hecho, o derecho, pero vencible, es culpable. La
gravedad depende de la materia del acto y de la mayor o menor voluntad. Un acto
realizado con ignorancia invencible exime de la imputabilidad.

Las Pasiones:

Las pasiones son una fuerza propia de lo humano que actúan de modo diverso en cada
uno de nosotros.
Los sentimientos o pasiones designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que
inclinan a obrar o a no obrar en razón de lo que es sentido o imaginado como bueno o
como malo.
Las pasiones son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el lugar
de paso y aseguran el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu. Nuestro Señor
señala al corazón del hombre como la fuente de donde brota el movimiento de las
pasiones (cf Mc 7, 21).
Las pasiones son numerosas. La más fundamental es el amor que la atracción del bien
despierta. El amor causa el deseo del bien ausente y la esperanza de obtenerlo. Este
movimiento culmina en el placer y el gozo del bien poseído. La aprehensión del mal
causa el odio, la aversión y el temor ante el mal que puede sobrevenir. Este
movimiento culmina en la tristeza a causa del mal presente o en la ira que se opone a
él.
En sí mismas, las pasiones no son buenas ni malas. Sólo reciben calificación moral en la
medida en que dependen de la razón y de la voluntad.
Las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y malas
en el caso contrario. La voluntad recta ordena al bien y a la bienaventuranza los
movimientos sensibles que asume; la voluntad mala sucumbe a las pasiones
desordenadas y las exacerba. Las emociones y los sentimientos pueden ser asumidos
en las virtudes, o pervertidos en los vicios.
Cuando se vive en Cristo, los sentimientos humanos pueden alcanzar su consumación
en la caridad y la bienaventuranza divina.
La perfección moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su
voluntad, sino también por su apetito sensible según estas palabras del salmo: “Mi
corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo” (Sal 84,3).
Estados como el miedo, la angustia, las inquietudes profundas, coacciones, depresión,
debilidades físicas, impulsos, que afectan la vida psíquica y física del individuo generan
o contribuyen a generar variadas reacciones. Frente a ellas es clave tener presente
siempre un principio moral general: determinar hasta qué pundo dichas situaciones
disminuyen o, en circunstancias concretas, anulan la voluntad.
Una voluntad de la cual depende la bondad o malicia de una acción.

Libertad, sus consecuencias:

La actividad humana es tan rica que de ordinario desencadena una serie de


consecuencias no siempre previsibles. Los llamados “efectos secundarios” que incluso
se puede observar en las ciencias. Muchas veces la ciencia descubre resultados no
previstos que se siguen al uso de cualquier aplicación.
En muchos campos del saber y del obrar humano se dan estos efectos no esperados,
los cuales deberán de ser también valorados moralmente.
Surgen así dos principios morales a tener en cuenta para estos casos.
1. El Voluntario in causa
2. El Voluntario Indirecto

El Voluntario In Causa

Se trata de determinar la posible imputabilidad moral de un efecto no voluntario en sí,


pero que se sigue a un acto realizado voluntariamente y que lo ocasiona de un modo
inmediato. El caso más común es la ignorancia culposa.
Cuando los efectos dados no son queridos por el sujeto, para que le sean imputables
se requiere de tres condiciones:
a. Que el sujeto haya previsto el efecto, al menos confuso.
b. Que el sujeto haya podido evitar la acción que desencadeno ese efecto no
buscado.
c. Que el sujeto tenga el deber de impedir o de no causar tal efecto.

El Voluntario Indirecto

Se lo conoce también como “principio de doble efecto”. Se trata de un principio moral


que tiene aplicación en múltiples casos. Es lícito ejecutar un acto del que se siguen dos
efectos, una malo y otro bueno, si se dan estas condiciones:
a. Que la acción en sí misma, más allá de sus efectos, sea buena o al menos
indiferente.
b. Que el fin del sujeto sea obtener el efecto bueno y se limite a permitir el malo.
c. Que el efecto primero e inmediato que se sigue de la acción buena es un efecto
bueno.
d. Que exista una causa proporcionalmente grave para actuar.

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