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Nos hemos referido, hasta ahora, a los actos humanos conociendo la ley, la conciencia y las fuentes de
la moralidad (determinación de la moralidad de un acto).
Decíamos que acto humano es el que procede de la deliberada voluntad del hombre. Acto humano es
sinónimo de acto libre, acto voluntario, acto moral, acto imputable.
La Ética se refiere sólo a este tipo de actos, excluyendo por lo tanto los actos meramente naturales (la
digestión, el latido del corazón, etc.), los realizados por coacción, es decir sin libertad, los no imputables
(los realizados por niños pequeños, enfermos mentales graves, etc.).
El hombre está dotado de inteligencia y voluntad, de libre voluntad. Como ya se dijo al principio,
mediante la inteligencia el hombre distingue lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo; mediante la
libre voluntad se mueve en la dirección mostrada por la inteligencia como la mejor o, en uso de esa
libertad, en otra dirección.
Por ello, para que se dé un acto moral se debe dar la intervención de estas dos potencias como
requisito indispensable: la inteligencia, a través del conocimiento o advertencia y la voluntad libre.
El conocimiento o advertencia
El acto moral exige para que sea tal, que se sepa lo que se hace, que haya conocimiento o
advertencia. Este conocimiento o advertencia puede tener un amplio espectro que va desde la plena
conciencia de lo que se hace a la distracción total. Pero para que el acto humano sea moral se requiere
además que haya conocimiento de la relación del acto con el orden moral; además ese
conocimiento debe ser anterior a la realización del acto. Debe conocerse qué se hace y cuál es la
relación del acto con la ley moral.
Impedimentos a la advertencia
Para las leyes civiles el desconocimiento de la ley no es excusa para eximir de la culpa a quien la
transgrede.
En el orden moral, en cambio, la ignorancia tiene una enorme importancia respecto a la culpabilidad.
Acto voluntario es el que procede de un principio intrínseco (la voluntad) y tiene conocimiento del fin.
El acto voluntario realizado con plena advertencia se denomina perfecto (no en cuanto a perfección
moral, obviamente). Será un acto imperfecto si falla en algún aspecto del conocimiento o advertencia.
El acto voluntario que se quiere realizar por sí mismo, intentándolo directamente, se llama voluntario
directo (por ejemplo, la mentira de una persona que, deliberadamente, busca evitar con ella una
sanción de cualquier tipo; en este caso se entiende que el acto deseado en sí mismo es mentir).
El acto que no se quiere por sí mismo pero es permitido al intentar otro que sí se desea, se llama
voluntario indirecto (por ejemplo, la muerte de un niño en el vientre de la madre -no buscada en forma
directa- como consecuencia inevitable de una operación realizada para salvar la vida de la madre, como
única alternativa posible).
Esta distinción es esencial y sus consecuencias en la vida moral son enormes. Si volvemos al ejemplo
propuesto para el acto voluntario indirecto, vemos que existe una gran diferencia moral entre procurar
directamente y como fin deseado la muerte de un niño en el seno materno (aborto) y aceptar que,
como consecuencia no deseada de una operación absolutamente imprescindible para salvar la vida
de la madre, se produzca la muerte del niño, muerte que se hubiera producido igual si la operación no
se realizaba.
Como principio general para que sea lícito realizar un acto del que se sigue un efecto indirecto malo,
se requieren todas las condiciones siguientes:
Impedimentos a la voluntariedad
Afectan la voluntariedad del acto: las pasiones, la violencia o coacción y los hábitos o costumbres.
a.- Las pasiones: se entiende por pasión el movimiento de la sensibilidad (apetito sensitivo) que se
origina en la aprehensión del bien o del mal sensible, lo que provoca cierta conmoción en el
organismo. Las pasiones abarcan lo que, en lenguaje corriente, se entiende por emociones,
estados intensos de sensibilidad, etc.
Las pasiones se clasifican a partir de la distinción existente entre el apetito o tendencia al bien que
agrada (apetito concupiscible) y el apetito que tiende hacia el bien arduo, difícil de conseguir
(apetito irascible).
De esta distinción resultan once pasiones, seis del apetito concupiscible y cinco del apetito
irascible.
Frecuentemente se justifica la inmoralidad de algunos actos argumentando hechos tales como "la
presión social", "el ambiente que se vive", "la influencia de los medios de comunicación", etc. También
se hace referencia al temperamento, a la edad, la herencia, etc.
Si bien es innegable que todos los elementos apuntados tienen influencia sobre los actos humanos, en
situaciones normales, esa influencia no alcanza a eliminar la responsabilidad moral de esos actos; a lo
sumo llegan a ser atenuantes de dicha responsabilidad.
Esta situación cambia radicalmente cuando se trata de casos patológicos como los trastornos mentales
graves. En este caso no existe ni advertencia ni voluntariedad por lo que no hay acto moral.